Las divas no van al infierno Capítulo 19 Un año sin lluvia

Conoce este capítulo al ritmo de esta canción: A year without rain


El sábado Márgara recibió una llamada muy temprano; saltó de la cama en silencio y sin despertar a Fernando. Sacó del armario un vestido básico color magenta, un bolero a juego, sandalias de tacón de un rosa pálido que se le antojó exquisito, y se miró en el espejo de cuerpo entero que tenía en el baño.
La imagen debía ser distinta para lo que iba a hacer en comparación con sus apariciones en el programa, pero era fundamental que la gente pudiera reconocerla de todos modos.
Tenía ganas de gritar de emoción, pero no lo iba a hacer; de hecho, no despertaría a Fernando. Sería una forma de castigarlo por haber sido tan indolente con ella la jornada anterior.

—Perfecto —dijo admirando la imagen en el espejo—, justo lo que quería.

Para combinar escogió una cadena de oro con un pendiente de cristal tornasol, y aretes de brillante; en el ultimo momento decidió cambiar el bolero por una gillete, retocó el iluminador de ojos y salió silenciosamente.
La llamada había sido desde la producción del programa, y la invitaban a participar en un pequeño espacio dentro de un programa misceláneo que se emitía los sábados desde las nueve treinta de la mañana; era conducido por dos chicos que habían iniciado su carrera en programas de talento algún tiempo atrás, y era de un estilo mucho más ligero que los programas de la semana.
Estaba feliz porque en ese pequeño espacio, que duraba cinco minutos dentro del programa, invitaban a una famosa para que mostrara sus secretos de belleza, lo que le daría una vitrina estupenda para la gente que no la conociera; armó un bolso pequeño con su set básico de maquillaje, algo elegante y nada ostentoso, y salió del departamento con la idea de brillar por todo lo alto en su primera aparición en televisión fuera del programa, la que además era un punto de mayor orgullo.
Era la primera de todas las participantes que era requerida por un programa, y ese triunfo era gigante para sus metas.

2


Sandra estaba llegando al canal cuando recibió una llamada de Verónica; la productora sonaba un poco sorprendida al hablar.

—¿Tienes un televisor cerca

Uno de los guardias abrió la puerta por ella para dejarla entrar; el hecho de haber estado tanto tiempo en el canal tenía beneficios, como que nadie le pedía identificación para entrar a las dependencias y generalmente la hacían sentir bien.

—No ahora ¿Qué pasa
—Márgara va a Sin edición.

Se quedó detenida en el pasillo, mirando a la nada. Márgara, la que había sido la primera en ser puesta en el foco por indicación de Kevin, la que había ido subiendo en las estimaciones del público e incluso ganado una inmunidad. ¿Por qué invitarla a ella en primer lugar a ese insulso programa de fin de semana ¿Por qué no la loca de Sussy, o Alma que era perfecta

—¿Averiguaste si hay más invitadas
—Sí, la semana que viene hay una solicitud sin nombre para espacio del matinal para todos los días.

Para generar falsa expectativa en las otras. Que estuviera sola, de improviso en ese programa generaría todo tipo de conjeturas en las demás, haciéndoles creer que el canal la evaluaba mejor que a ellas; esas miradas y susurros molestos tendrían lugar durante toda la clase del sábado, anidarían el domingo, y estarían a punto de estallar cuando, el lunes, cuatro chicas serían sacadas en pantalla en el matinal. Las intrigas que seguirían a eso estaban aseguradas.

Si convocaban a cuatro por día, eso completaba el cupo de las participantes menos la eliminada del próximo viernes; significaba que Kevin ya había decidido cuál era la siguiente, o al menos tenía todo programado según su parecer.

—¿Ya está al aire
—La anunciaron, entra después de la pausa comercial.
—Gracias.

Cortó y enfiló hacia el casino; necesitaba de forma urgente un café.
Valeria era su carta bajo la manga, y los bailarines sus ases para manipular y gestionar información, pero aun no tenía el nivel de control suficiente como para hacer lo que quisiera; como productor en jefe y director del proyecto, Kevin era el que seguía moviendo todos los hilos ¿Cómo anticipar esa jugada

—Sandra, buenos dios ¿Vas a querer tu café
—Sí, por favor —saludó a la encargada de la cafetería con una sonrisa—, lo necesito con locura.

Kevin se había reunido con Sarki el mismo día que con el esto del equipo involucrado en la gestión del programa; Sandra sabía muy bien que esa reunión no era por pura palabrería, sino que se trataba de un momento de confirmación de datos. En toda su larga trayectoria, Sarki nunca había participado como invitada en un programa que no fuera un suceso para el mercado.
Siempre divas estaba marcando y era comentario en redes, pero eso no garantizaba el éxito de forma permanente.
Estaba segura de que la eternamente joven Sarki le había exigido a Kevin algún tipo de seguridad acerca del suceso en el que se convertiría el programa, y él, necesitando de la venia de una estrella local tan relevante, sin duda se lo dijo. ¿Cuál era esa seguridad que garantizaba que el programa trascendería Desde luego que las pasiones del público ya se habían desatado, pero para perdurar, para que se hablara de ese programa por años y se convirtiera en un referente de la cultura popular de ese país debía haber algo más que tener a un grupo de guionistas organizando los sucesos, y el control sobre el resultado real de las votaciones cada día.
Tenía que averiguarlo, para poder blindar a su elegida; al final, todo iba a reducirse a un juego de probabilidades y a dos de las competidoras peleando por el trono.

3


Fernando se reunió con la madre de Márgara en una cafetería en el sector empresarial de la ciudad; se trataba de un barrio donde abundaban los edificios corporativos, y había multitud de tiendas costosas para el exigente público que transitaba por esos sitios. A él le pareció curioso que ella lo hubiera citado en un local pequeño, minimalista y sencillo, que contrastaba por completo con la ostentación de la mayoría de las instalaciones cercanas.

—Hola, Elena.
—Hola cariño.

Ella iba vestida con un traje casual de camisa y pantalón; dejó la cartera a un costado e hizo un gesto al garzón para que se acercara.

—Yo voy a tomar un té de frutas ¿Y tú
—No estoy seguro —comentó mirando con disimulo la carta—, la verdad no entiendo la mitad de lo que ofrecen aquí.

Elena no hizo gesto alguno que demostrara molestia por ese comentario, y en cambio, sonrió.

—Te gusta el café ¿Fuerte
—Sí.
—Entonces está decidido —y dirigiéndose al garzón—, por favor, un té de frutas del número cinco y un expreso doble con un toque de crema.

Un momento después les trajeron el pedido, y ella optó por hacerle las cosas más fáciles.

—La viste hace un rato en el programa ¿No es así
—Sí, lo dejé grabado para el archivo.

Elena sintió pena, pero no por él, sino por toda esa situación; pero no podía quedarse callada.

—Y bien ¿Qué fue lo que mi hija hizo

La mirada de él mostraba indecisión, como si incluso en ese momento estuviera a punto de cambiar de parecer; pero también mostraba a un chico inocente y honesto.

—Nada, no es que haya hecho algo.

Ella lo miró con amabilidad, dando a entender que no era necesario mentirle; al final él se rindió.

—¿Márgara siempre ha sido tan cambiante
—Cielo ¿Por qué mejor no me dices qué fue lo que pasó

Fernando suspiró.

—Ella no ha hablado contigo ¿No es así
—Si lo que me estás preguntando es si ella me ha dicho si tienen algún problema, por supuesto que la respuesta es no. Ella nunca le dirá a nadie tiene algo que resolver.
—Ya veo.

Elena supo que él no estaba juzgando si podía confiar en ella; estaba luchando contra un gran sentimiento de culpa por hablar de la mujer a la que amaba de un modo que consideraba incorrecto.

—A veces, la mayoría del tiempo —dijo en voz baja—, no sé cómo actuar o qué cosas hacer para agradarla. Sé que está bajo estrés por el programa, pero eso...
—Pero eso no justifica que tenga un mal comportamiento contigo —terminó la frase por él.

Se hizo un silencio en el que el hombre divagó en su mente, quizás intentando alcanzar el significado de lo que había tras las palabas de ella.

—Yo a veces no la reconozco.
—Pero estoy segura de que si haces memoria vas a comprobar que no se comporta como lo hace desde que empezó el programa, la única diferencia es que ahora, es más.

Él la miró con alarma en el rostro.

—¿Cómo...
—Porque la conozco —replicó ella, con tranquilidad—. Puede que yo no la haya criado de esa forma, pero Márgara sigue siendo mi hija; te voy a contar una historia, y puedo apostar todo a que ella nunca te lo ha dicho.
Cuando mi ex se fue de la casa, porque según él no podía cargar con el desafío de una mujer y una hija, me quedé sola y sin un veinte; era básicamente joven e inexperta, se me desarmó el cuento de la familia feliz y estaba sin hogar y con una hija de cinco años que dependía de mí.

Fernando nunca había preguntado acerca de esa etapa de la vida de su novia; cuando se conocieron, en determinado momento ella dio a entender que sus padres se habían separado y que no pretendía hablar al respecto, pero con el paso del tiempo dejó en claro a través de comentarios muy escuetos que de alguna forma la culpa era de su madre. Ahora, la historia que estaba escuchando era por completo distinta.

—Tuve que dejar una casa que no podía pagar, cambiarme a un departamento y asumir que fuera de la secundaria no tenía estudios ni experiencia. Supongo que por el peso de la exigencia encontré que tenía talento para los negocios, dicen que la oportunidad se crea con la necesidad.

Fernando notó que ella no lucía apesadumbrada por lo que estaba diciendo; se trataba de una historia superada.

—Bueno, tampoco voy a contar todos los capítulos de la novela —comentó ella tras un trago de su té—; yo me mataba trabajando mientras Márgara estaba en la escuela, llegaba agotada, pero a hacerme cargo, pensando que todo iba a mejorar eventualmente.
El punto es que un día llegué con las compras del supermercado, y ella me vio guardar las cosas en la alacena; por supuesto que había tenido que cambiar por marcas más baratas, y sucedió que serví la cena, y ella se quedó sentada a la mesa, mirándome después de mirar de reojo el plato. Y me dijo “No puedo comer eso, me va a hacer mal”
Reconozco que cuando sucedió, casi me eché a llorar —había un matiz irónico en su voz—, y a punto estuve de tener un ataque de histeria, pero tuve uno de esos maravillosos momentos de iluminación que uno tiene a veces. Me dije que, si dejaba pasar eso, después ya nada podría detenerla, y se me antojó muy injusto que una niña de siete años decidiera sobre mi vida.
Así que me quedé sentada frente a ella y le dije “No vas a pararte de ahí hasta que hayas comido la cena”

Fernando sintió ganas de reír; esa actitud de Márgara, de despreciar marcas menos conocidas era moneda corriente, aunque siempre iba acompañado de un discurso sobre lo sano de los alimentos y las normas sanitarias. Sí, sentía ganas de reír, pero no porque todo eso le hiciera gracia; era porque de pronto parecía estar quitando una serie de capas que dejaban a la vista a una chica que no estaba seguro de conocer.

—Pero fue después de decir eso que tuve la real revelación —agregó ella—, porque Márgara, una niña de siete años, me miró con rencor, con rabia; no había miedo a un castigo ni frustración como en la mayoría de los niños cuando no consiguen lo que quieren, ella me estaba mirando como a una rival.
Se quedó ahí mucho rato, y yo estaba tan cansada; de pronto me dijo que iría al baño, pero la atajé y dije que no iría hasta que hiciera lo que tenía pendiente. Creo que fue la primera vez que la vi alarmada, porque si se hacía en la ropa, estropearía su atuendo, y el atuendo era demasiado importante para ella.
Entonces se rindió, pero no dejó de pelear conmigo; desde ese momento me concentré en no dejar que me manipulara, y aunque lo logré, también logré una enemiga. Márgara mantiene contacto formal conmigo porque es lo que una chica de bien hace, porque eso ayuda a cuidar su imagen, pero nada más. Márgara es incapaz de sentir empatía por ninguna persona que no sea ella misma.

Fernando sintió que le temblaba la barbilla, pero hizo un esfuerzo por reponerse.

—Eres muy dura cuando hablas de ella.
—Soy sincera —corrigió Elena con tranquilidad—, si se puede hablar de fracasos y éxitos en la vida, puedo decir que fracasé en educar a mi hija de la forma que debiera, pero no podía cometer otro error siendo ciega y desconociendo quién es en realidad.

Fernando tenía la vista clavada en la taza, y en un acto intempestivo bebió todo el contenido casi en un trago; aunque lo que necesitaba en realidad era un whisky o algo fuerte, al menos la sensación de ingerir la cafeína servía para que sintiera que no estaba sonando.

—No sé qué hacer.
—Por desgracia no te puedo aconsejar sobre tu relación de pareja —comentó Elena con sinceridad—, en principio, no me corresponde, pero más que eso, yo creo que tú sabes lo que tienes que hacer; eres un muchacho inteligente, capaz y con muchas cualidades, no puedo creer que estés demasiado ciego como para no ver el futuro que tienes delante.

3



Los ánimos en la sala de ensayos estaban divididos; para el momento en que Márgara llego, con un poco de retraso, ya todas sabían que había estado en el programa de televisión, pero sólo algunas la felicitaron, mientras que el resto ignoró el tema de un modo cordial, pero sin tomar el tiempo para atender, como si se tratara de un asunto que carecía de la importancia necesaria.

Valeria estaba auténticamente sorprendida; Márgara apareció en el programa en la sección de recomendaciones y secretos de belleza, caracterizada como el prototipo de la mujer joven, fuerte e independiente. Se notaba que había planificado lucir suave, juvenil y elegante, seguramente para contrarrestar las apariciones sensuales en la noche, y con ello captar a un tipo de público distinto para subir en las votaciones.
Su participación había sido correcta, pero al menos a ella no le parecía sobresaliente; hablaba bien, se veía bien en cámara y sabía cómo moverse, pero era como una modelo genérica, no como alguien a destacar. Desde luego que estaba hinchada de orgullo por ser la primera de ellas a quien requerían en un programa, pero fingiendo que estaba más sorprendida que contenta por lo que había sucedido.

—Bien señoritas, ahora van a trabajar un aspecto que es muy importante para sus presentaciones.

Marcos había traído una serie de elementos de trabajo de arte, y sostenía en ese momento un trofeo similar a una estatuilla entre las manos; Valeria había descubierto que los consejos de él para pulir y mejorar el trabajo de producción escondían mensajes acerca de cómo enfrentar los desafíos en esa competencia.

—Como pueden ver, esto es un trofeo; las personas estamos condicionados casi de forma natural para asociar los dorados y plateados con el éxito ¿Por qué Porque las joyas están hechas de esos materiales.
Pero si ustedes ven este trofeo muy de cerca —le pasó el objeto a una de las chicas—, podrán descubrir que tiene marcas y defectos; el color dorado puede ayudar a disimular, y aunque no esconde las fallas, hace que estas queden en segundo plano, al menos por el momento. Ahora voy a darles unos consejos útiles para que cuando estén en el escenario puedan disimular y salir del paso; recuerden que su presentación tiene que estar bien trabajada desde el comienzo, pero si sucede algo inesperado, la idea es que tengan la rapidez, pero también los elementos para solucionarlo con dignidad.

Para Lisandra, la noticia del llamado a Márgara desde el programa no era importante, aunque de cierto modo no se lo esperaba; a la hora de sacar cuentas, habría pensado que Alma sería la primera en ser convocada, pero de todos modos no quitaba tanto de su atención en esos momentos.
Esa mañana había tomado una decisión definitiva, y era eso lo que ocupaba casi por completo su mente durante esas clases.
Después de la discusión con sus padres y salir atropelladamente de su casa, se reunió con Sam; estuvieron hablando largo rato, y él se mostró en todo momento atento y amable con ella. Fueron al departamento de él, y aunque todo podría haber sugerido que Sam aprovecharía la ocasión para un acercamiento más íntimo con ella, tuvo la genial actitud de no insinuar nada al respecto, y le indicó que podía ocupar su cuarto mientras él dormía en el sofá.
La conversación entonces emigró hacia otras zonas, y aunque no se lo esperaba, de pronto se encontró charlando con él con ánimo y buena energía, encantada de sentirse apreciada y escuchada en un momento como ese; Sam era listo, agradable y simpático, y era honesto en la conversación con ella no disimulaba que se sentía atraído, pero era educado y galante, comportándose en todo momento de la forma adecuada.
Dentro de todo lo que hablaron, él nunca la cuestionó acerca del programa ni la discusión con sus padres; de ese modo, el contacto fue libre y sincero, lo que la hizo sentir ánimos para el día siguiente, y a la vez le dio tiempo de pensar con calma y claridad.
Había estado quejándose demasiado tiempo, llorando por las cosas que estaban mal, protestando internamente por aquello que no se podía corregir o que estaba fuera de su control; poniendo en riesgo su estadía en el programa una y otra vez. Había estado perdiendo tiempo cuestionando en su interior las acciones de las demás, midiendo con su vara el rendimiento y actitud de las otras, y esperando que su esfuerzo y trabajo duro valiese la pena.
Se había equivocado.
Había decidido que todo eso quedaba atrás; desde ese momento, comenzaría desde cero, como si esa fuera la primera y gran oportunidad que tenía, como si apenas estuviera comenzando. Había decidido que ese era el fin de la Lisandra que esperaba lo mejor, y el inicio de la que iría a buscarlo; no más lágrimas ni sentimentalismos, lo que haría sería buscar todo lo que pudiera hacerla más fuerte y ponerlo en práctica, tanto si para eso tenía que jugar limpio como si no.
Y se sintió bien con esa nueva perspectiva de la vida, porque la alejaba de la posibilidad de ser una víctima ¿Por qué tenía que sufrir cuando ella quería triunfar Otras ya lo estaban haciendo, pero la diferencia era que ella era inteligente, no solo una cáscara vacía; e iba a usar esa inteligencia como su mejor alma.
También había otro asunto que había cambiado en su interior, y tenía que ver con Sam; no sabía si podría surgir algo o no, pero la cercanía y las palabras de él le hacían bien.
No supo si era un espejismo, pero le parecía ver su cara ¿estaría comenzando a sentir ese delicioso cosquilleo del enamoramiento Durante la noche las estrellas estuvieron ardiendo, mientras ella escuchaba su voz en su mente y hasta cuando creyó llamarlo en la oscuridad; cuando el suelo estaba cayendo bajo sus pies, se preguntó si alguien la salvaría, y él llegó a hacerlo. Tal vez podía agradecerle por encontrarla, tal vez el mundo podría ser maravilloso con él en su vida.
Tal vez.


Próximo capítulo No puedo ser domada

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