Contracorazón Capítulo 08 Sensaciones verdaderas




La jornada del jueves fue la primera en que se sintió a gusto en el cargo en que estaba ocupando en la tienda. Después del ajetreado lunes, el martes estuvo atendiendo algunos asuntos que había previsto, pero que de todos modos no fueron lo más agradable: algunos, dos de los más cercanos a Ángel en la tienda, se mostraron reacios a su nuevo puesto, de modo que tuvo que reafirmar lo que había dicho antes. Al final, la mayoría de los trabajadores de la tienda se mostraron a su favor, y eso ayudó a que los ánimos se calmaran.
Sin embargo, prácticamente toda la jornada del martes la pasó atrapado en la oficina registrando las nuevas claves de acceso entregadas por la empresa y habituándose a su nueva oficina, la que había sido desocupada de todas las cosas que pudieran pertenecer al jefe provisional que había sido trasladado, como al ya desaparecido y probablemente desvinculado encargado anterior.
Si bien ya había tomado un turno de forma provisional, la experiencia de estar de manera oficial en ese puesto lo hizo sentir incómodo ¿Iba a tener algún nuevo encuentro desafortunado con uno de los amigos de Ángel? No sabía si eso estaba realmente cerrado, pero de todos modos no lograba nada cuestionando las posibilidades de algo que no podía anticipar. Tras una extraña jornada de martes, el miércoles estuvo con la tienda a tope y unas diferencias de guías de despacho, por lo que recién el jueves pudo sentirse a pleno en el cargo de encargado de tienda, y organizar sus tiempos para hacer trabajo de documentación, verificar los pedidos de suministros, actualizar sus conocimientos y terminar todo dentro de la jornada, sin pasarse. Cuando salió a las siete y treinta, se despidió de todos y salió algo cansado, pero más satisfecho que los dos días anteriores.

—Rafael.

Sara lo alcanzó a poco andar; esa semana ella salía a ocho, y para ese día le pidió salir a las siete, y media, pidiéndole tomar media hora de almuerzo para salir antes, y se negó de forma rotunda al ofrecimiento de él de salir treinta con anticipación sin perjudicar su tiempo de descanso.

—Sara. Pensé que ya te habías ido.
—Voy de salida —replicó ella—. Escucha, con todo lo que pasó no había tenido la oportunidad de darte las gracias por lo que hiciste el lunes.
—Eso no es necesario —replicó él, de inmediato—. En serio, no hice nada que merezca ningún crédito.
—Pero lo hiciste, actuaste en vez de sólo quedarte ahí —repuso ella, con intensidad—, y siento que tenía que decírtelo a la cara, con calma, sin que estuviéramos con la presión de lo que pasó el otro día.

Sara hablaba con honestidad, y sus palabras, lejos de ser aduladoras, eran amistosas; Rafael nunca había perseguido un objetivo como ese, y de hecho no pensó en nada cuando sucedió, pero llegados a ese momento no podía menos que agradecerlo.

—Gracias, de verdad —replicó con sencillez.
—Y también quería decirte que estoy contenta de que tú seas el jefe de la tienda ahora, pero no por lo que pasó, sino porque eres honesto y haces bien tu trabajo.
—Eso sí que te lo agradezco mucho —exclamó él, sonriendo—. Estaba nervioso sobre cómo iba a resultar todo, más con lo que pasó antes.
—Yo pienso que lo vas a hacer bien. Tengo que irme, nos vemos mañana.
—Nos vemos —se despidió el.

¿Podía ser su primera persona en esa tienda? Al menos ya sabía que contaba con el apoyo de todos en general, pero saber de forma concreta que alguien tenía fe en su trabajo servía mucho para sentirse mejor.
Con el buen sabor de una conversación rápida pero que tenía contenido importante, regresó a su departamento con la sensación de que las cosas estaban mejorando con rapidez, y que podría cumplir con su deseo de tener su departamento. Después de ponerse cómodo, recibió una llamada de Mariano, y lo recibió en casa unos minutos después.

— ¿Cómo estuvo el día?
—Bien, ocupado, pero acostumbrándome a mi nuevo puesto —replicó Rafael—. Ese es el traje ¿verdad?

Mariano lucía nervioso con el gran bolso negro que contenía su traje para el matrimonio; mientras su futuro cuñado se cambiaba, Rafael decidió poner una alarma especial para recordarse ir a comprar ropa, antes que siguiera dejándolo en segundo plano como hasta ese momento. Unos momentos después, Mariano apareció en la sala, completamente cambiado y muy elegante.

—Te ves perfecto —opinó Rafael—, de verdad, el traje está genial, hiciste una elección buenísima.
— ¿Seguro? Quiero decir, no quiero lucir exagerado o intentando parecer un artista ¿Entiendes lo que digo? Todavía tengo tiempo de seguir poniéndome en forma.

Caminaba de un lado a otro, visiblemente ocupado de cada detalle; Rafael lo miró con algo de preocupación.

— ¿Qué pasa, por qué estás tan estresado?
—Estoy cada día más nervioso —replicó el otro hombre—, falta tan poco, es menos de un mes.
—Es casi un mes —apuntó el moreno para quitarle dramatismo al tema—, y es algo que los dos quieren.
— ¡Por eso mismo!  —exclamó el otro— Rafael, esta es la decisión más importante de mi vida, esto es —hizo un gesto vago con las manos, como si tratara de encontrar las palabras correctas—, es muy grande.

La emoción desbordante de su hermana y el nerviosismo de Mariano eran dos caras diferentes de la misma situación; ambos sabían a lo que se enfrentaban, y para ambos se trataba de un evento de importancia fundamental.

—Mariano, siéntate aquí conmigo.

Se sentó frente a él y lo miró a los ojos.

—Escucha, tú amas a mi hermana y ella te ama a ti, eso es todo lo que importa.
—Es mucho lo que importa —replicó el otro—. No quiero decepcionarla, no quiero causarle tristezas; me da pánico no poder cumplir con lo que tengo que hacer. Necesito que Magdalena sea feliz.

Rafael sintió un nudo en la boca del estómago; esas palabras eran probablemente la declaración de amor más grande que había escuchado en su vida, y resultaba estremecedor ver el auténtico sentimiento en Mariano, porque se trataba de algo puro, honesto y que no tenía miedo de expresar. Pero al mismo tiempo, ese sentimiento lo estaba superando y se sintió en la necesidad de apoyarlo.

—Escucha, tienes que calmarte. Ustedes ya tienen algo fuerte, lo que sienten ya existe; incluso si un día terminan su relación, lo importante es que lo que existe es real.

Mariano respiró profundo al escucharlo, intentando tranquilizarse.

—Gracias por eso; trato de que ella no me vea así, pero te confieso que estoy vuelto un manojo de nervios, es como si todas las responsabilidades del mundo estuvieran a la vuelta de la esquina.
—Y cuando sientes eso —preguntó Rafael— ¿Te dan ganas de escapar?

Se sintió orgulloso al escuchar la respuesta directa, sin un asomo de duda en la voz.

—Por ningún motivo.
—Entonces ya está, no hay más que decir. Ahora guarda ese traje, te queda muy bien.

Después que Mariano se fuera un poco más tranquilo de lo que había llegado a su departamento, Rafael se disponía a comer algo liviano cuando escuchó una voz en la ventana.

—Vecino.

Martín estaba asomado en el balcón de su departamento, y le hizo un gesto de saludo.

— ¿Cómo estás?
—Bien, estaba tratando de calmar a mi cuñado antes de su matrimonio.
—Ah, el evento del año, me lo comentaste —replicó el trigueño—. ¿Y te compraste el traje?
—No, lo olvidé de nuevo —el moreno hizo una mueca—, así que ahora tengo menos de un mes para comprarlo. ¿Cómo va tu semana?
—Bien; ya le conté a Pilar que encontré un empleo ¿Sabes cómo se nota la diferencia entre un buen jefe y un mal jefe? En detalles como ese.

Martín le había contado que la dueña del restaurante en donde trabajaba era una muy buena persona.

—Dijiste que trataría de avisarte si encontraba algo que te pudiese servir —dijo Rafael.
—Sí, pero es más que eso; cuando le comenté del nuevo trabajo ella estaba alegre, y me dijo que incluso si después tenia alguna dificultad para encontrar trabajo, que podía llamarla y me dio su número. La verdad es que no tenía para qué hacerlo, pero lo hizo y eso habla muy bien de ella.
—Eso es bueno, fue una buena experiencia.
—Y pasando a algo más mundano —Martín  hizo una cómica mueca—, tengo una pregunta y me da un poco de vergüenza.

No parecía que estuviera hablando en serio, pero Rafael le siguió el juego; además, esas conversaciones de balcón a balcón parecían algo divertido de hacer.

—Pues solo dilo, no puede ser tan terrible.
—El punto es —hizo un gesto con las manos, como dando a entender que le costaba dar con las palabras exactas—, que tengo que preguntar ¿Me puedo tomar tu café?

Rafael torció la cabeza, sin comprender.

— ¿Qué?
—El café, es que no tengo y me da mucha flojera ir hasta la tienda a comprar.
—No sé de qué me estás hablando —repuso Rafael, sin entender.
— ¿No lo recuerdas? Hace unos días viniste y trajiste un café.

Aquella jornada en donde estuvieron charlando un largo rato; Rafael se dio cuenta de que recordaba todo de ese día, excepto que llegó con un frasco de café como una forma de cooperar con algo y ser cortés con la invitación.

— ¿No te has tomado el café? —preguntó con las cejas levantadas.
— ¿Por qué lo haría? Es tuyo, supuse que lo habías dejado acá por si otro día tomábamos desayuno o algo.

Que considerara la posibilidad de volver a verse como algo concreto hablaba muy bien de cómo lo tenía considerado, pero al mismo tiempo, agregaba un elemento de incertidumbre a esa amistad que estaba naciendo. Rafael ya se había planteado seriamente el asunto, y se dijo que iba a privilegiar la amistad ¿Cómo saber ahora si esa actitud de Martín era solo un gesto amigable o se trataba de algo mas?

—Esa es una buena idea ¿Y si nos tomamos un café ahora? Algo rápido, supongo que estás cansado.
—No tanto, me parece buena opción ¿Vienes o voy?
—Voy —replicó Rafael—, estaré en un minuto allá.

Mientras bajaba de su departamento se preguntaba si realmente podría hacer lo que estaba pensando, y al mismo tiempo, se sorprendió una vez más de lo difícil que le resultaba preguntar algo como eso, mientras que otras personas inclusive sin conocer a alguien le preguntaban “¿Eres gay?” sin alterarse. Si alguien hablaba del asunto o salía en medio de una conversación, se sentía tranquilo y lo hablaba con normalidad, pero ante una pregunta directa y sin contexto, se sentía muy incómodo.
Así que se dijo que lo mejor era darle prisa al paso.

—No te voy a quitar mucho tiempo —advirtió tan pronto entró en el departamento.
—Está bien, no estoy cansado —repuso el trigueño—, además un poco de buena conversación siempre es bienvenido.

Se sentaron ante la mesa de la cocina y Martín sirvió café para ambos. Rafael procuró sonar por completo natural al hablar.

— ¿Cómo estuvo tu día?
—Extrañamente tranquilo, estuve paseando de un lado a otro la mayor parte del tiempo.

Era en ese momento o nunca; la excusa del tiempo disponible tenia que ser la llave.

—Pero supongo que estando en el centro comercial no te debe faltar material para entretener la vista —dijo como al pasar—, seguramente hay para escoger.

Martín se puso de pie y volteó hacia la alacena.

—Se me olvidó poner algo para acompañar ¿Galletas de chocolate con chispas o de jengibre y avena? No son de dieta, tienen kilos de azúcar.
—Entonces esas de jengibre —comentó Rafael.

El trigueño sirvió los dulces en un cuenco y volvió a sentarse; parecía relajado y a gusto, sin sospechar el real sentido del comentario de su interlocutor.

—Ahí están. La verdad es que sí, no lo puedo negar, pero tengo que irme con cuidado porque soy el rostro del restaurante y cualquier acción impropia podría verse mal.

Eso no tenía ningún significado concreto. Rafael optó por elevar el tazón, como si fuera a beber, para que el objeto ayudara a encubrir cualquier expresión que surgiera cuando dilucidara el misterio.

— ¿Por qué lo dices?
—Porque pueden pasar chicas muy bonitas —replicó Martín—, y como esta temperado, hay algunas con escote o que usan faldas cortas, pero si me ven mirándolas de forma muy obvia me pueden regañar; además, a casi ninguna mujer le gusta que uno la esté mirando tanto.

O mentía muy bien, o lo que estaba diciendo no era más que la verdad; Rafael creyó que se sentiría defraudado, pero en vez de eso, se sintió un poco ridículo intentando averiguar con el truco de la mentira y verdad si Martín era o no gay.
Buero, no lo es, se dijo, no le gustan los hombres y eso es todo ¿Por qué se había embarcado en esa aventura de investigación en primer lugar? Como si fuera un adolescente de secundaria con las hormonas revolucionadas, estaba tratando de descubrir si un hombre al que conocía hace poco era gay ¿Para qué? ¿Para seducirlo? Sintió ganas de reírse de sí mismo, pero se obligó a mantener la calma.

—Tienes razón, sería dramático. Estaba pensando que esta semana está yendo para mejor con mi nuevo cargo: Sara habló conmigo y me felicitó, dijo que estaba contenta y que confiaba en mí. Oficialmente, ya tengo alguien que me tiene fe.

Para su suerte, Martín no notó el brusco cambio de tema; en cambio, asistió con energía.

—No creo que sea un asunto de fe. Creo que ella te vio como eres y supo que eres un tipo que hace bien las cosas en el trabajo.
—Pero tú nunca me has visto en el trabajo —apuntó Rafael.
—Eso no es necesario —comentó el otro—; hablamos, te estoy conociendo, incluso vi cuando te enfrentaste a ese técnico, y la forma en que actúas dice mucho de cómo eres.
— ¿Y cómo crees que soy?

Martín  se lo pensó un momento y luego habló con seriedad.

—Pienso que eres un hombre honesto, directo, que es responsable, quiere mucho a sus cercanos, y también que eres una buena persona con los demás, incluso con las personas a quieres no conoces mucho, como yo.

Escuchar esa descripción fue mucho más impactante para Rafael que el descubrimiento inmediatamente anterior sobre su sexualidad; lo que oyó era algo que se esperaría de un amigo con un nexo mucho más fuerte y extenso, de modo que la sorpresa lo dejó sin palabras.

— ¿Qué ocurre? —preguntó el trigueño.
—Nada, es que lo que dijiste me sorprendió —replicó Rafael recuperándose de la impresión—. Son muchos adjetivos, no me lo esperaba.
—No es para tanto —comentó quitándole importancia al tema—, sólo es lo que veo de ti. Al final todos nos hacemos una idea de las personas a las que conocemos y cuando hay una buena química, con mayor razón ¿Te das cuenta de que nos llevamos bien desde el principio?
—Si, es cierto —respondió con lentitud—, tengo que admitir que nunca había conocido a alguien con quien me sintiera en confianza tan rápido.

¿Qué iba a hacer a partir de ese momento? Rafael se sintió culpable por lo que estaba queriendo averiguar unos minutos antes, mientras Martín tenía palabras tan honestas y amables con él; se dijo que al menos tenía que armarse de valor y decirle cuál era su orientación antes de entrar en el complicado mundo de las verdades a medias.

—Estoy de acuerdo en eso. Y tú ¿Tienes para recrear la vista en la tienda?
—La verdad no — respondió con evasivas—, y menos ahora con el nuevo cargo, es raro tener una oficina.

¿Por qué no había aprovechado esa oportunidad de oro para hablar? Estaban en una situación de confianza, y de forma natural surgió el tema ¿Por qué no utilizar esa puerta para acceder a ese asunto y en vez de eso lo evadió?

— ¿Y estás encerrado todo el día en la oficina? —le preguntó Martín mientras servía más para beber.
—Por suerte no, aunque supongo que podría ser, en algunas ocasiones; pero prefiero estar presente en la tienda y atender o ayudar en lo que pueda. Hoy, por ejemplo, me pude ordenar con los horarios, y es probable que para la semana que viene ya me sienta en mi ambiente, así que tengo algo de tiempo para estar un poco más listo para fin de mes.
—Vamos a tener un fin de mes muy movido —comentó Martín—, tú con tu nuevo cargo, yo con nuevo trabajo, y eso me recuerda que aún no sé cuál es serán mis horarios allá, eso es un tema que tengo pendiente.

Más tarde en su departamento, Rafael se preguntó por qué se había metido en todo ese embrollo mental con respecto a Martín; se había dicho en más de una ocasión que lo que le interesaba era la amistad y no otra cosa, pero otra vez se enredó en tratar de descubrir algo que en teoría no debería ser relevante para ese objetivo. Él mismo pensaba que las personas deberían poder llevarse bien sin que la sexualidad importara ¿acaso en el fondo tenía los mismos prejuicios que el resto de la sociedad, sólo que en su caso eran menos fuertes por su propia experiencia de vida?
Quizás sólo se trataba de que le hacía falta salir más, como le decía su hermana, y no solo estar concentrado en el trabajo; no se sentía asfixiado de ese modo, pero quizás todo ese tiempo dedicado de forma tan intensa a trabajar, agregando las presiones de los últimos días le estaban pasando la cuenta.
Estaba intentando ordenar sus ideas cuando Martín lo llamó por teléfono.

—Olvidé decir algo —le dijo desde el otro lado de la conexión.
—Pues te escucho —replicó Rafael.
—Estaba pensando que cuando empiece el próximo mes podríamos salir a tomar algo a algún sitio —comentó de buen humor— ¿Qué piensas?
—Pienso que es una buena idea —replicó Rafael al instante—, pero te advierto que estoy completamente oxidado en lo que tiene que ver con vida nocturna, así que no sabría por dónde empezar.

Martín rio de forma espontánea.

—No me sorprende, casi puedo decir que me lo esperaba —comentó del otro lado de la línea—, pero no te preocupes por eso, yo no estoy tan oxidado y creo que tengo un par de buenas alternativas.

Quizás ahí estaba la oportunidad de terminar con todo eso; en un ambiente neutral y distendido, simplemente podía llevar la conversación y mencionar algo al respecto sin caer en la confesión dramática que no venía al caso.

—Perfecto, entonces voy a confiar en ti para ese panorama.
—Hecho —celebró Martín—. Sólo que puede que se me pase, así que, por favor, recuérdame cuando nuestros...

De pronto, al escuchar esas palabras, todo lo demás desapreció para Rafael; una extraña y poderosa sensación llenó su cuerpo y mente, y lo hizo estremecerse de pies a cabeza.

— ¿Estás ahí?
—Sí —respondió de forma mecánica—, estamos hablando entonces, que duermas bien.
—Tú también, descansa.

Cuando cortó, ya estaba en su cuarto, y tuvo la necesidad de sentarse en la cama, presa de una sensación que no se podía explicar, pero que sin duda era muy poderosa; tenía algo de relación con lo que sintió unos días atrás, pero en ese momento no había calidez ni una sensación cómoda, todo era presión, como un dolor del que no tenía explicación. Ni siquiera había escuchado las palabras luego de eso, perdió por completo el hilo de lo que estaba escuchando.
Si en la ocasión anterior se había preguntado qué podía ser ese extraño sentimiento que lo embargó en el momento de abrazar a Martín, esa noche simplemente no podía ignorar lo que le estaba pasando ¿Por qué esa pena, por qué esa aflicción interna tan potente, suficiente para eclipsar cualquier otra cosa? Durante un eterno momento no pudo ver ni oír más, y en su interior, el pensamiento que afloró fue que esas palabras tenían un significado que no lograba alcanzar, algo importante y que lastimaba, no sólo por no saber de qué se trataba, sino también por ser algo doloroso en sí mismo.
Pero en esa ocasión no había cercanía física, estaba hablando por teléfono.
¿Y si esos extraños sentimientos no eran algo relacionado con Martín? Quizás había ocurrido una coincidencia, y en ambos casos sucedió mientras estaba interactuando con él, pero eso de todos modos no resolvía las dudas al respecto.
La edad, estar soltero por una cierta cantidad de tiempo, el estrés laboral, la emoción por la boda de su hermana, extrañar a sus padres, cualquiera de esos factores o todos ellos mezclados podían llevar a un tipo de agotamiento, o quizás a una saturación de algún tipo. Probablemente necesitaba descansar, pero de momento las vacaciones estaban lejos.
Aun con esa explicación, no lograba sentirse tranquilo con respeto a ese asunto, era como si, a pesar de no saber qué era lo que estaba sucediendo, debiera saberlo, y esa inquietud no pudiera irse de él. Algo estaba mal con él esa noche, algo que amenazaba con no dejarlo dormir en paz, y aunque comúnmente no le sucedía, se sintió solo, y deseó no estarlo.

"Recuérdame cuando nuestros..."

Próximo capítulo: Una conversación sincera

Las divas no van al infierno Capítulo 06: Mejor, trabaja

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Work Bitch - Britney Spears


Los días siguientes al inicio de las clases en la academia fueron ajetreados para todas, y Lisandra llegó a su casa muy cansada la tarde del jueves, de modo que se dio una ducha y decidió quedarse en su cuarto para descansar; más tarde, su padre tocó a la puerta.

— ¿Se puede?
—Sí, pasa —replicó ella.

Su padre era un hombre de baja estatura, regordete, de escaso cabello cano y una permanente expresión feliz en el rostro. Usualmente decía que al tener a su esposa y dos hijas era el hombre más feliz sobre la tierra, y desde que ella tenía recuerdo hacía todo por apoyarlas.

—Parece que estás un poco cansada.
—Sí, fue un día muy largo, pero estoy contenta —replicó ella—. Todo salió mejor de lo que esperaba, ahora soy parte de todo esto y aunque es un hecho, todavía no lo puedo creer.

Su padre la miraba con el mismo cariño de siempre; sonrió y quitó uno de sus cabellos de la mejilla.

— ¿Recuerdas cuando eras pequeña y tu madre te compró ese set de maquillaje?

Los dos empezaron a reír; incluso había un video de esa situación, que él sin duda iba a mencionar en ese momento.

—Papá, por favor no —rogó ella.
—Ahora siento que de alguna forma soy responsable de eso, de lo que está sucediendo ahora —declaró su padre, con orgullo—. Tú tenías seis años, y un día vimos que usabas los crayones para pintar la cara de esas muñecas antiguas que tenías, y tu madre dijo que tal vez ya era hora de comparte ese set.

Lisandra no tenía recuerdos de eso fuera del vídeo, pero lo había visto tantas veces en reuniones familiares que terminó por incorporarlo a su mente como un acontecimiento del pasado.

—Así que fui tu rostro para el maquillaje, y era tan tierno ver cómo te esforzabas por hacer que todo quedara de la mejor forma posible, cómo calculabas un párpado sobre el otro, y la forma en que admirabas el resultado.
—Papá, el resultado era horroroso —protestó ella—, parecía que quería dejarte como payaso del circo.
—No, era tu punto de vista y es lo importante, tú sólo tratabas de hacer lo que se te pasaba por la mente ¡Y lo hacías con mucho empeño! Pasamos tantas tardes de diversión, fue realmente maravilloso.

Una vez él había dicho, como si fuera una declaración de principios, que la forma de saber si un hombre era realmente un macho rudo era que se dejara maquillar por sus hijas. Incluso le contó que en alguna ocasión la fue a dejar a la escuela sin quitarse el maquillaje, como una forma de demostrar orgullo por la labor hecha por su hija.

—Por suerte he ido mejorando con los años —comentó ella.
—Mucho, es verdad.

Él la miró en silencio por unos segundos, y la chica pudo ver en su mirada el auténtico amor que sentía hacia ella, el mismo que por su madre y su hermana, y no supo por qué, pero ver y sentir esa entrega y confianza absoluta en ella hizo que sintiera deseos de llorar.

—Mi niña. Me cuesta pensar que ya eres una mujer, pero sé que lo eres. Los padres siempre vemos a las hijas cono niñas pequeñas ¿No es así? Sólo quiero que seas feliz, que hagas lo que tú quieras y que puedas cumplir con lo que decidiste hacer.
—Gracias papá.
—No tienes nada que agradecer —repuso él—. Sólo hay una cosa que quiero pedirte, y lo lamento, pero me voy a poner aburrido.

Tomó sus manos entre las suyas y respiró profundo antes de hablar; estaban sentados al borde de la cama en ese momento, compartiendo un momento de complicidad que para él era muy importante.

—Hija, quiero que recuerdes que esto es un proyecto importante, pero no es más importante que tú. Nunca abandones a la chica honesta que eres, y siempre te sentirás orgullosa de ti misma; no necesito que hagas algo en particular para que nos sintamos orgullosos de ti, porque esto es por ti. Si actúas de forma correcta, lo vas a saber en tu corazón.

2


El viernes comenzó con mucho que hacer en la academia de talento; para comenzar, Sandra visitó a las chicas y les hizo entrega del contrato por el que se regirían en el programa: Lisandra se quedó sorprendida por el monto de dinero que iba a recibir, que era mucho más alto de lo que esperaba, y le permitiría tener una buena fuente de ingresos. Si bien era cierto que en el documento se indicaba que todos los valores eran proporcionales a la duración de su estadía en el programa, de todos modos, se alegró de la cantidad, y pensó que era una forma de animarse a poner el mayor esfuerzo para permanecer. Después de esa parte, las cosas se pusieron complicadas por parte de Milena, la maestra de baile, quien demostró un carácter de hierro y un ánimo inclasificable a la hora de practicar.

—Vamos niñas, tienen que esforzarse y mover esos cuerpos ¿Creen que están aquí para modelar? No señoritas, ustedes tienen mucho por hacer y les quedan horas para estar listas ¿Qué van a hacer el miércoles?

En ese momento las tenía en el suelo, haciendo abdominales de la forma más complicada posible, levantando una pierna estirada a la vez que mantenían la espalda rígida y elevaban el brazo opuesto; Nubia no estaba acostumbrada a la actividad física constante, y el cuerpo le estaba cobrando cada segundo de esfuerzo.

—Suficiente, ahora pónganse de pie y respiren, estamos comenzando con el entrenamiento del día de hoy.
—Me arden los pulmones —murmuró una de las chicas.
—Eso es bueno, quiere decir que estás haciendo un buen trabajo para empezar.

Márgara estaba cansada, pero la rutina que estaban haciendo le recordaba de cierta forma a su rutina de yoga, de modo que lo estaba enfrentando con el mejor de los ánimos.

— ¿Vamos a practicar algo de baile?

Milena era una mujer delgada y fuerte, de miembros largos y torneados, que poseía una elasticidad y firmeza notables a sus cuarenta y cinco años; sacó de un bolsillo de su tenida deportiva el pequeño mando a distancia y activó con él la pantalla gigante al fondo de la sala, detonando a la vez el espectáculo de imagen y el vibrante sonido.

—Van a bailar toda esa canción —declaró, poniéndose al frente de ellas—, en las partes donde no hay movimiento seguirán mis pasos, y en las demás haremos la coreografía.

Charlene había visto el video de la cantante en más de una ocasión, pero no recordaba nada del baile; había considerado que al parecerse a ella podría ser necesario interpretar alguna de sus canciones más importantes, pero no se sabía todos los pasos de memoria.

— Charlene debería estar adelante —comentó Adriana, divertida—, a fin de cuentas, es la versión local de esa cantante; pobre, pero lo es.
—Vamos, no se desconcentren —exclamó la maestra—, recuerden que tienen que seguir los pasos que voy a hacer; para que se les haga más sencillo todo esto, voy a estar de frente a ustedes, y tienen que imitar los pasos que yo haga ¿entendido? Tienen solo una oportunidad.

El inicio del video era una sucesión de imágenes de la cantante en distintos escenarios y con diferentes atuendos, acompañada de bailarinas y rodeada de un entorno glamuroso al aire libre; Valeria recordó un video de otra cantante, en donde ella bailaba sobre la arena, y se dijo que, si tenía la oportunidad de preparar una presentación con total libertad, aprovecharía de hacer algo parecido a esa voluptuosa artista afroamericana.
Los primeros acordes fueron sencillos y Milena solo les hizo seguir algunos movimientos ligeros, pero llegando al primer coro las cosas se complicaron, ya que los movimientos eran mucho más rápidos y había cambios de ritmo; en la parte donde había que inclinarse y dar una media vuelta casi todas perdieron la concentración o el ritmo, mientras Milena completaba los pasos al mismo ritmo que la cantante en pantalla, y sin perder la actitud.

—Deténganse, lo están haciendo muy mal.
—La coreografía es difícil, necesitamos más práctica —dijo Alma, intentando recuperar el aliento.

La maestra le dedicó una mirada condescendiente.

—Dentro de un par de días, van a tener tres horas para preparar una presentación completa ¿Cuándo vas a ensayar? Vas a tener unos veinte o treinta minutos en total, así que, si no puedes con esto, te vas a morir la primera semana; ah, y no se olviden de cantar, porque se supone que son artistas integrales.

Charlene estaba exhausta, de modo que decidió hacer algo para ganar algo de tiempo.

—Milena, estoy segura de que tú conoces trucos para poder memorizar rápido una coreografía ¿Hay algún secreto?

Lo dijo con un tono de admiración y fascinación que consiguió su objetivo, y desvió de momento la atención; Milena asistió.

—Yo no los llamaría trucos; escuchen, ustedes no son bailarinas y en el programa no se pretende que lo sean, pero tienen que saber cómo presentarse en un escenario y estar preparadas para lo que sea que tengan que hacer. No van a imitar los bailes que ya existen, pero tienen que preparar algo de acuerdo con un estilo concreto; yo lo que hago es sentir la coreografía, sentir el baile.

Valeria observaba discretamente a un costado; Charlene sabía cómo manipular las situaciones por lo que se veía, así que tendría que estar muy atenta a lo que hiciera para no caer en sus redes.

—Esta canción —siguió la maestra—, es un himno, una forma de decirte que, si quieres algo, tienes que hacer lo que corresponde; ¿Quieres un auto costoso?

Tomó una actitud de diva y las miró, imperiosa.

—Entonces trabaja, si te gustaría poder pasear por Francia, irte de fiesta con tus amigas y disfrutar esos martinis, lo mejor que puedes hacer es trabajar, y eso es lo que van a hacer. Esa mujer no llegó hasta donde está sin trabajar, ella lo hizo y por eso puede decirte que tú también tienes que hacerlo.

Se paró en actitud de presentación, y volvió a activar el clip, con lo que la música llenó el espacio otra vez; en esa ocasión los pasos que realizó eran de propia inventiva, pero llevaban el ritmo de la melodía sin titubear, y los movimientos estaban impregnados de carácter y determinación.

—Espero que estén aprendiendo, porque para mañana quiero que tengan preparada una presentación original.


3


Durante la hora de almuerzo, Valeria decidió usar todo su encanto para ganar terreno ante el avance de Charlene; era evidente que varias estaban intentando ganar adeptas, y en eso no podía quedarse atrás.

— ¿Han visto la piel de algunas famosas? –comentó en un momento que consideró adecuado– Es necesario hacer un tratamiento especial.
—Sí, pero son muy costosos –comentó Carol.

Hizo un gesto de secreto, y las otras chicas lo siguieron, inclinándose sobre la mesa hacia ella.

—Escuchen, tengo un contacto para eso.
— ¿En serio? –pronunció Marina.
—Baja la voz. Sí, lo tengo, pero es para dentro de dos semanas, me pidieron que guarde el secreto; es un centro de tratamiento cosmético del mejor nivel, y pueden hacer un descuento especial si se trata de una persona que viene de la televisión.
—Eso sería maravilloso —murmuró Karin—. ¿Qué hay que hacer?
—Por ahora, esperar, y mantener esto en secreto -replicó Valeria.
— ¿Por qué?

Porque dependía de cuántas personas pudiera llevar para no tener que pagar el costoso tratamiento, y por eso era muy importante hacerles creer que se trataba de una oportunidad muy valiosa.

—Porque la dueña del centro es muy delicada y no le gusta que lleguen de improviso, o que pasen personas desconocidas porque eso baja el nivel del lugar; pero en cuanto estemos al aire, hablaré con ella para que pueda atenderlas.

Ya las tenía en sus manos; las otras tres chicas estaban muy interesadas.

—Suena muy bien –comentó Carla.
—Entonces sólo hay que esperar unos días –reflexionó Marina— ¿Qué te hiciste ahí?
—Oh, nada muy profundo –replicó quitando importancia al tema—, sólo una limpieza de cutis, eliminaron unos granos muy molestos que insistían en salir en mi frente; pero ahí hacen maravillas, lo puedo asegurar.

En tanto, Lisandra estaba con su grupo y el de Nubia, charlando animadamente.

—Ahora me digo que en primaria debí haber participado mas en las actividades deportivas —comentó con una sonrisa—, estoy cansada y siento que me van a doler mucho las piernas mañana.
—Pero tenemos que estar listas para todo —comentó Nubia_ ¿Se fijaron en Milena? Era como si fuera incapaz de transpirar o de cansarse, y lo hacía todo tan perfecto.
—Tienes razón —indicó Lisandra—, hay mucho que aprender de ella, pero lo que más me preocupa es eso de que tendremos que producir nuestro propio espectáculo, es abrumador.

Nubia sentía lo mismo, y miro en dirección a Márgara, quien lucía real mente cómoda y tranquila en esos momentos; no había sido la más destacada en los ensayos hasta el momento, pero se veía como si tuviera todo bajo control. ¿Cuestión de actitud o de verdad podría enfrentar todo sin problemas?

—Ahora que lo mencionas, yo me arrepiento de no haber estado más presente en las presentaciones para el carnaval escolar.

Todas rieron ante la broma, aunque en el fondo sabían que no se trataba de un chiste. Era un desafío.

4


La cena en familia era el momento más esperado por la familia de Nubia, y ella también sentía gusto de que todos estuvieran juntos reunidos junto a la mesa de la gran sala.
Papá preparaba los bocados de masa al horno y las tablas de carne y queso, mamá se encargaba de los jugos y tragos, la tía Hilda de disponer los puestos, el tío Freddy de la música y ella junto a su hermano eran los responsables de las salsas y los aderezos; la casa hervía de un amigable ruido y movimiento a las nueve y media de la noche, mientras comenzaba a sonar música rock en español de los años noventa.

— ¿Dónde está la salsa tártara? -gritó su madre.
—Nubia era la responsable hoy —acusó su hermano desde la sala—, es una lenta, una lenta.
— ¡Cállate gato!

El sobrenombre había pasado a ser casi el nombre de pila de su hermano menor; el chico era muy parecido a su padre, pero era el único en la familia que tenía ojos verdes, y almendrados como los de un felino. Nubia probó la salsa que estaba preparando en la cocina y decidió que estaba lista.

—La salsa esta lista en el momento preciso —dijo con tono triunfal—, y para que sepas me quedó estupenda.
—Pase, su majestad.

Burlonamente, el adolescente hizo una exagerada reverencia. El padre, un hombre enorme como un roble le dio un golpe al pasar junto a él.

—Basta, no te pases.
—No importa papá —comentó ella mientras ponía el cuenco al centro de la mesa—, sólo lo hace para llamar la atención.
—Cuidado cariño —intervino la risueña voz de su tío—, no te vayas a disparar en los pies con lo que dices.

Nubia sintió que se le subían los colores a la cara; como de costumbre, su tío hacia el comentario perfecto en el momento indicado, y la verdad era que después de clasificar para un programa de talentos, ella era quien menos tenía autoridad para decir si alguien estaba haciendo algo para llamar la atención o no.

—Y como te disparo, te salvo querida —prosiguió él—, le quiero contar a todos que tengo listo el video que le hice a Nubia con las fotos que le tomé el mes pasado ¡Te ves maravillosa!

Su tío había sido fundamental en la grabación del video que ella envió en primer lugar para su participación en el programa, e insistió en hacer una sesión de fotos en el parque de las esculturas; en un principio, ella temió que las fotos lucieran como un retrato anticuado y básico, pero él tenía todo preparado y las fotos que le había mostrado parecían profesionales e incluso el escenario se veía beneficiado.

—Muchas gracias tío, pero por favor no lo vayas a poner ahora.
— ¡Cómo crees! Lo tengo en el portátil, mañana lo ves con calma, y después lo puedes subir a tu perfil de Pictagram si quieres.
—De acuerdo, lo revisaremos entonces -asintió ella, con agrado.

Su madre intervino mientras se sentaba, como siempre, junto a su esposo.

— ¿Eso es donde Freddy pone las fotos de los trabajos que hace?
—Sí mamá.
—Bueno, está bien. Pero ten cuidado con quien te ve en esas redes, porque vas a estar en televisión y tú sabes que hay pervertidos en todas partes.

Hizo una de sus clásicas pausas. Ella a menudo perdía el hilo de las conversaciones o incluso de lo que hablaba, y es que con una familia numerosa era sencillo para ella perderse algunos detalles.

—Freddy ¿Y tu novio?

El aludido hizo un exagerado gesto de sufrimiento artes de contestar.

—Tuvo que trabajar hoy en la clínica, fue por una emergencia. Es tan bello, siempre está preocupado de sus compañeros.

Nubia se tomó un instante para mirar de lejos a toda su familia mientras la conversación seguía; esos momentos iban a ser menos a partir del próximo martes, pero estaba segura de que cada vez que pudiera reunirse con ellos, las noticias iban a ser mejores. Estaba cansada, pero cenar en familia valía la pena.


Próximo capítulo: Que no pare la música

La traición de Adán Capítulo 08: Un engaño sencillo



Pilar había terminado de almorzar cuando recibió la llamada. Era Adán; incluso antes de contestar, algo en su interior le dijo que estos no podían ser buenas noticias.

-Adán, buenas tardes.
-Pilar –el tono de él denotaba un sentimiento de urgencia_, sucedió algo inesperado: el estado de tu madre se complicó.

Esa era una expresión vaga, pero al mismo tiempo, lo suficientemente clara para dar a entender que se trataba de algo preocupante; la chica se puso de pie y caminó al cuarto, para tomar el bolso de mano y la billetera, mientras luchaba con el nerviosismo, que detonó antes de haber Terminado de procesar por completo esas palabras.

–Voy para allá.
–Estoy llegando a tu hotel, te llevo.
–De acuerdo.

Se trataba de  algo inesperado; estuvo a punto de preguntar por qué estaba llegando al hotel en vez de haberle avisado con anticipación, pero descartó esa idea; podía ser que simplemente estaba en las cercarías de forma circunstancial, y de cualquier modo, eso era irrelevante.

–Te espero en el estacionamiento, estoy a tres puestos a la izquierda de la salida del ascensor.

Pilar subió al automóvil de Adán, que se mostraba tan reservado y contenido como ella, algo distinto de la arrolladora seguridad de antes.

– ¿Qué te dijeron?
–Solamente llamaron para decirme que Carmen sufrió una complicación; lo que no entiendo es por qué no te llamaron a ti, creí que ya lo sabías; te llamé cuando la persona que me contactó dijo que no había llamado a otra persona.

A Pilar eso le sonaba extraño también, pero si estaba segura de algo, era que en ese momento no le interesaba en absoluto, y mucho menos lo que tuviese que ver con Micaela, la galería de arte o el abogado Izurieta: su madre estaba complicada y debía estar con ella.
Llegaron a la clínica Santa Augusta y se disponían a ingresar por una entrada lateral, pero una pareja de oficiales de policía los retuvieron, indicando que se trataba de un control de documentación de rutina.

–Buenos días, necesitamos sus identificaciones.

Ese procedimiento estaba demorándolos. Pilar estaba impaciente, pero buscó rápido en su bolso y se la entregó al oficial.

–Por favor, mi madre está  grave, necesito entrar a verla.

El policía consultó una información en su pantalla y luego se comunicó por interno.

–Señorita, no puedo dejarla pasar.
– ¿Qué?
–Usted tiene pendiente una citación con un tribunal, por seguridad no puedo dejarla entrar. Tenemos que confirmar lo que esté pasando, baje del auto, por favor.

Pilar se quedó de una pieza al oír semejante comentario; ni siquiera llevaba una semana en el país, luego de varios meses de ausencia, era absurdo que ocurriera algo como eso. Sin embargo, Adán intervino en el acto, y parecía estar en control de la situación.

–Escuche, la madre de ella está aquí, es una paciente importante de la clínica. Soy asesor de Carmen Basaure, me haré responsable de todo mientras tanto, su hija no va a ir a ninguna parte; además, acaba de llegar del extranjero, si tuviera algún asunto pendiente con la justicia, ya lo sabríamos. Seguramente es alguna clase de error.

El policía, viéndolo actuar con tanta seguridad, cayó bajo el influjo de sus palabras.

–Veré lo que puedo hacer ¿Quién me dijo que es la paciente?
–Carmen Basaure.
–Bien, haré algunas llamadas –comentó el policía–, pero mientras tanto, tendrá que esperar aquí de todos modos.

Pilar se sintió helada por dentro ¿Qué estaba sucediendo? No entendía nada, ni lo de su madre ni lo de esa supuesta orden de un tribunal ¿Qué estaba sucediendo? Por un momento pensó en salir del auto y arrojarse al interior de la clínica, solo para ver a su madre, solo para estar junto a ella aunque jamás se lo agradeciera; pero era ridículo, no llegaría ni a la puerta.
Diez minutos después, Pilar estaba en el cuartel móvil de la policía afuera de la clínica, hablando desesperada con una oficial que parecía dispuesta a escucharla pero no a apurar nada por ella, mientras Adán entraba a la clínica, directamente a la nueva habitación en donde Carmen había sido trasladada. Ahí estaba, dormida, completamente inconsciente, a merced de lo que sucediera a su alrededor ¿Cómo era posible que en tan poco tiempo las cosas se hubieran complicado tanto? Pero parecía que todo empezaba a arreglarse, y no solo eso, sino  que además Adán empezaba a contar con Izurieta entre sus aliados, y eso en el futuro le serviría.
Se acercó a la camilla en donde reposaba la artista. Al principio, cuando la conoció, creyó que ella lo pretendía como hombre, cosa que no lo sorprendió dado que habitualmente provocaba ese efecto, y más aún en muchas mujeres mayores que él, aunque ellas mismas no lo quisieran reconocer.  Sin embargo las cosas tomaron un cariz más personal, y él terminó convirtiéndose en su mano derecha, su asesor más cercano, y aunque en ocasiones seguía pareciendo que ella lo deseaba, quizás para Carmen no fuese tan importante, o solo usaba ese deseo como inspiración, a fin de cuentas ella era una mujer temperamental y como artista sus acciones no se interpretaban del mismo modo que el resto de la gente.
En silencio se acercó aún más, y quedó a centímetros de la camilla, con la vista un poco perdida en la nada mientras escuchaba lejanamente el sonido de las máquinas; Carmen le agradecería todo, y él una vez más sería el héroe, un paso más para cumplir con sus objetivos, porque despejar el camino para permitir la inauguración de la galería era solo una pequeña estación en esa travesía.
Y de pronto la mano de Carmen tocó la suya.
Se quedó congelado, sintiendo la piel fría tocando la suya, y bajó la mirada lentamente, con la mente como pocas veces, nublada por la sorpresa, pero ordenándose contener las emociones superficiales para mantener la expresión de siempre. Para cuando la vio, se encontró con un rostro pálido y algo demacrado, con ojos entreabiertos que lo miraban fijamente.
Estaba viva, y despierta.

– ¿Puedes escucharme, Carmen?

Ella asintió lenta y pesadamente.

–Estás en la clínica, sufriste un ataque al corazón, pero vas a ponerte bien.

Carmen asintió lentamente, demostrando que entendía. Sorprendente era que, a pesar de estar en una situación de vulnerabilidad, su mirada era la misma de siempre, intensa y decidida.

–Escúchame, debes descansar ahora, yo voy a llamar a tu doctor para que te revise.

Y para su nueva sorpresa, la artista negó con los ojos. Una tensa pausa, un leve gesto que parecía decirle que se acercara; no estaba completamente claro, pero por las dudas se acercó, quedando a milímetros de ella.

– ¿Dónde... está el... cuadro?

Apenas se le escuchaba.

–En un lugar seguro, y oculto. No te preocupes, la inauguración está en curso, recuerda que es hoy, y será tu éxito.

Ella hizo una pausa. Adán estaba debatiéndose entre lo que tenía y lo que debía hacer; sabía que tenía que llamar a una enfermera, y escuchaba con claridad cómo las máquinas conectadas a Carmen anunciaban alteraciones, pero sabía que tan pronto hacerlo, tendría que salir de ahí y ya no sabría lo que fuese que ella iba a decirle, y todavía no sabía qué era lo que le había provocado el infarto.

–Mi... hija...¿Está aquí?

Entonces, debía haber tenido un fugaz instante de lucidez cuando Pilar estuvo junto a ella, y ahora estaba tratando de confirmarlo.

–Sí, está aquí. ¿Qué pasa con ella?
–Búscala... tengo que verla...

Ahí estaba el riesgo ¿Podía arriesgarla a decirle lo de Pilar? ¿O le diría algo que podía matarla?

–En este momento, lo más importante es que estés tranquila, y que no te preocupes por nada.

Pasó un instante, y Carmen siguió viéndose exactamente igual que antes. Por algún motivo, sintió que sus suposiciones acerca del rechazo de ella hacia su hija eran infundadas, o al menos no motivo de un empeoramiento de su salud.

–Llámala, tengo que verla ahora mismo.

Carmen estaba pidiéndole que le trajera a Pilar, la misma que estaba tratando de detener la inauguración y a quien él mismo en confabulación con Izurieta estaban deteniendo. Todo era una paradoja.

–Hablaré con ella.
–Y... no le digas a nadie... que estoy despierta... hasta que la vea a ella...

Después de eso cerró los ojos, pero solo como muestra de cansancio luego del esfuerzo que había realizado.
Adán salió de la habitación pensando en el punto de conflicto en el que se encontraba y que se agregaba a todo lo demás. Estaba del lado de Carmen en todo lo que se refería a la galería y al duplicado del cuadro, con Izurieta al planificar algo en contra de Pilar, por lo que estaba en contra de Pilar al hacer lo posible por detenerla, y de pronto estaba entre todo, sabiendo que acercar a su madre lo pondría en contra del abogado pero a favor de ella, reunirlas podría alejarla de Carmen  si madre e hija decidían superar sus conflictos, y no hacer nada era lo más cercano a hundirse por completo.
Pero Adán no había nacido para terminar derrotado por sus propias dudas.
Tenía que contar con el factor tiempo–espacio para acomodar las cosas en su favor. Usó uno de los teléfonos de la clínica  para llamar al abogado y comprobar que aún estaba allí; luego salió de la clínica a toda velocidad a buscar a Pilar, y consiguió apresurar el procedimiento para sacarla de allí. Finalmente logró sacarla del retén, pero ella estaba más preocupada que antes.

–No puedo creerlo, esto sucede en el peor momento ¿Dónde estabas?
–Ocurrió algo, por eso me ausenté –replicó él con tono de confianza–: tu madre despertó.

Momentos después estaban llegando a la habitación, pero Carmen fue categórica y lo dejó por fuera, ya que quería hablar a solas con su hija y por una vez, nada de lo que él dijo sirvió para hacerla cambiar de opinión; se tuvo que conformar con esperar, sin saber lo que estaba pasando adentro.

–Mamá...

Pilar sabía que la voz le temblaba tanto como las manos. Hacía ocho meses que no veía a su madre, había abandonado el país por motivos demasiado dolorosos, estaba de vuelta de un modo tormentoso, y además tenía que enfrentarse a su madre.
Baldosas blancas, maquinas relucientes, muerte alrededor, y la mirada penetrante y fuerte de Carmen Basaure. Pilar tragó saliva, era realmente increíble que con en esas circunstancias ella la mirara así, sin cariño, solo con esa fuerza impenetrable que desde niña le había enseñado a temer; no importaba su estado, su carácter no había minado un ápice.

– ¿Qué haces en el país?

La pregunta directa, el susurro sin contemplaciones.

–No deberías preocuparte por eso –respondió la joven para ganar tiempo–, debes recuperarte.
– ¿Viniste a arruinarme la vida otra vez? ¿Es eso?

Apenas se le escuchaba, pero era como estar oyendo sus gritos atronadores ocho meses atrás. Pilar se sentía encogida ¿Por qué no podía simplemente estar ahí y dejarse atender?

–Mamá, solo estoy aquí preocupada por ti, ¿de acuerdo?
– ¿Justo ahora? claro, justo ahora que estoy en camilla y con mi galería a punto de inaugurarse.

Desde luego, Carmen Basaure, genio y figura, jamás dejaría de atender su bendito arte, ahí estaba primero que cualquier otra cosa.

–No quería intervenir, ni siquiera pretendía verte... pero Adán me dijo lo que había sucedido y tuve que venir; además él iba a inaugurar la galería sin ti, y yo pensé...
– ¿Qué?

La exclamación le sacó a Carmen más energía de la que tenía en ese momento; Pilar sintió que se le tensaban todos los músculos del cuerpo.

–Es que Adán...
– ¿Qué hizo?
–Él dijo que cumplía tus órdenes, dijo que lo autorizaste a trabajar igual que siempre, incluso si no estabas. Hay un documento que lo autoriza, tú lo firmaste.

Hubo una pausa en la que evidentemente la artista estaba midiendo la situación, evaluando hasta dónde podía estirar la cuerda.

– ¿Y qué hiciste tú?
–Hablé con el abogado  -replicó Pilar agarrándose de un clavo ardiendo–, y le exigí que detuviera todo, porque tú no permitirías que la obra se inaugurara sin ti. Después vine para acá.

Carmen hizo una nueva pausa, hasta que finalmente habló con decisión.

–Lo hiciste bien. Ahora llama a Adán y espera afuera.

La joven obedeció en silencio y salió, haciéndole nada más un gesto al hombre para que entrara. Mientras tanto,  él sabía que debía cuidar muy bien sus actos y palabras porque había una conversación que no había escuchado y estaba obligado a protegerse. Siguió con la misma actitud de siempre, completamente seguro de sus actos y movimientos, sabiendo que era lo que tenía que decir y cómo actuar; la mirada de Carmen había recuperado casi toda su fuerza habitual, aunque aún la voz delataba lo que le había sucedido hacía poco.
Pero cuando habló en voz baja, lo hizo con total seguridad.

–Acércate.
–Te escucho.
–Sácame de aquí.


Próximo capítulo: Otro engaño


Contracorazón Capítulo 07: Un cambio inesperado



En el momento en que el jefe de la tienda se hizo notar, Ángel soltó de inmediato a Rafael; en su rostro podía verse con claridad que estaba luchando por cambiar la expresión de su rostro por una menos furiosa. El moreno respiraba agitadamente por el esfuerzo y por la rabia que sentía.
Sin dejarles espacio para hablar, el hombre dio media vuelta y salió a la tienda; resultaba evidente que el golpe o los forcejeos se habían escuchado, ya que tanto los vendedores como los clientes miraban expectantes lo que fuera a suceder tras el mesón de atención. Sara, en tanto, estaba fuera de la tienda, hablando por celular.

—No puedo permitir una pelea en el lugar de trabajo —dijo el hombre apenas tras cruzar el umbral de la puerta—, esto es intolerable.

Ángel se había ingeniado para entrar primero y reaccionó antes que Rafael.

—Tiene razón, no va a volver a ocurrir, esta pelea no debió pasar.
—No, espera —exclamó Rafael entrando tras él—, no era una pelea, no cambies las cosas. ¿Sara no le dijo lo que pasó?

La mirada del encargado dio a entender que tenía ideas muy claras en mente, y así lo hizo saber.

—Escúchenme; hay situaciones en esta vida que hay que saber manejar. La diversión no corresponde dentro de las horas de trabajo, ni en el recinto de trabajo.

Rafael abrió los ojos de par en par.

—¿Diversión? Estoy seguro de que eso no fue lo que Sara le dijo.
—Rafael, cálmese —la voz del hombre había adquirido un matiz de confidencialidad que se hizo especialmente molesto de oír—. Todos tenemos temas personales que no tienen nada que ver con el trabajo, sería lo más sano dejar esos asuntos donde están y dedicarnos a lo que nos convoca.

Sin dejar de mirar a Díaz, el moreno percibió la mirada de satisfacción en el rostro de su compañero de trabajo; en aquella larga reunión el día en que llegó, Ángel había usado todas sus cartas, y desde entonces contaba con esa arma en su contra.

—Todavía estoy calmado —replicó con frialdad—. Pero esto no es una pelea, no es diversión y Sara no le dijo eso, yo mismo lo vi.
—Quizás ella malinterpretó mi buena voluntad —explicó el otro trabajador—. Aquí todos saben que soy amable, le estaba ofreciendo ayuda y ella se alteró.

Rafael lo enfrentó, ignorando de momento al jefe.

—La estabas acosando, no lo niegues ahora ¿Para eso no tienes pantalones?

Ángel le dedicó una mirada que indicaba que se sabía dueño de la mejor posición en esa discusión, y dado que el jefe estaba demostrando querer dejar todo en el olvido, las cosas no pintaban bien.

—Jefe, creo que hay que dejar esto por la paz —comentó Ángel, ignorando a quien lo enfrentaba—, y tenemos gente en espera.

Rafael miró al encargado con el rostro desencajado.

— ¿No va a hacer nada?
—Debería hacer algo por esa especie de pelea que estaban teniendo.
— ¡No estoy hablando de eso!
— ¡Ya basta! —exclamó el hombre, con determinación—. Salgan de mi oficina y vuelvan al trabajo.

Entonces eso iba a ser todo; sepultarían el tema en ese momento, porque era más fácil dejarlo así que enfrentar la realidad. Rafael sabía que lo que estaba a punto de hacer iba a destruir sus intereses, pero le fue imposible quedarse callado.

—Le aviso que voy a ir a la dirección del trabajo a hacer una denuncia.
— ¿Por agresión? —el hombre le dedicó una mirada incrédula—. Tendría que denunciarse a sí mismo.
—No, por el acoso en contra de Sara —replicó el moreno—; si usted no va a hacer algo, lo voy a hacer yo.

Percibió un destello de preocupación en los ojos de ambos, pero no se quedó a esperar su reacción y salió de la oficina.

— ¿Dónde está Sara?
—Se fue, estaba furiosa —le explicó Romina, abandonando el mesón de atención—. ¿Qué son todos esos gritos, qué está pasando?
—Pasó que Ángel estaba molestando a Sara y el jefe no hizo nada; voy a la dirección del trabajo.
—Pero te van a despedir —susurró ella, alarmada—. Y a Sara junto contigo.
—Hay otros trabajos —se encogió de hombros mientras salía del mesón—; me las arreglaré.

Salió de la tienda a paso rápido, y sin querer pensar en lo que estaba sucediendo, caminó hasta la oficina de la dirección del trabajo de la zona, distante cinco cuadras de ahí. No consideró que a esa hora estaría repleto, y tuvo que conformarse con un número en espera que le garantizaba al menos una hora de desfase hasta que lo atendieran; incapaz de quedarse esperando quieto, salió y fue a caminar, pero terminó sentándose en el banco de una pequeña plaza a poca distancia.
No podían acusarlo de abandonar su puesto de trabajo, pero sí podían buscar la forma de despedirlo.

—Cielos...

Por primera vez hizo las asociaciones lógicas relacionadas con lo que estaba sucediendo; si lo despedían, incluso al hacerlo pagando lo que le correspondía por ley, de todos modos retendrían el sueldo del mes en curso para incluirlo en la liquidación, lo que lo dejaría de manos atadas para pagar las cuentas. Tenía algo de dinero para solventar eso, quizás un mes más, pero ¿después? La perspectiva de estar sin trabajo no era alentadora, pero al mismo tiempo, no se había arrepentido de lo que había hecho, porque para él eso era lo correcto.

2


Cuando al fin tuvo la oportunidad de que se le atendiera, Rafael se quedó con una sensación agridulce; mientras la involucrada no hiciera una denuncia, el caso no tendría la fuerza necesaria, por lo que debería esperar a que Sara diera alguna señal, y mientras tanto, esperar. Después de comer en un lugar al paso, sin ningún ánimo, regresó a la tienda, sorprendiéndose de ver que ni Ángel ni el jefe estaban. La afluencia de público había bajado.

— ¿Qué fue lo que paso? —el tono de Darío era de reproche—. Llamaron de la oficina al jefe y a Ángel, Sara nunca volvió, y tú recién apareces.

Sonaba como si hubiera sido él quien fuera el causante de lo que estaba pasando.

— ¿Es decir que Ángel no les dijo del espectáculo que hizo?

Se dio cuenta que estaba con todas las miradas sobre él, pero no echó pie atrás al comprender que la situación seguía estando entre nubes.

—Ángel estaba acosando a Sara, y cuando le dije al jefe, intentó minimizar la situación; eso es lo que pasó, y yo no estaba porque fui a hacer una denuncia laboral por eso.

Las expresiones que vio en los demás iban desde la sorpresa hasta la desaprobación, y algo de está última estaba presente en mujeres.

—Los denunciaste a los dos —dijo uno de los más jóvenes, perplejo—, te van a despedir.
—No me importa —abrió los brazos, mirando a todos— ¿No se dan cuenta de lo que les estoy diciendo?
—Pero se puede resolver de alguna forma.
—Esto es increíble —se llevó las manos a la cabeza—. Supongo que con esos mismos argumentos irían a protestar por una muerte o algo por el estilo.

Tuvo que interrumpirse al recibir una llamada al móvil, que provenía de un número desconocido.

— ¿Hola?
—Buenas tardes, Rafael.

Era Sofía Colmenares, la encargada de recursos humanos; sintió que el alma se le caía a los pies.

—Buenas tardes —respondió, con cautela.
—Me ha sido un poco difícil localizarlo el día de hoy —dijo ella, en un tono que resultaba imposible de descifrar—. Tengo entendido que se vio obligado a salir un momento.

¿Por qué no se le había ocurrido llamar a recursos humanos para hablar de todo lo que había sucedido? Estaba tan ofuscado por la actitud de su compañero y por la desidia de Díaz que consideró solo una opción, lo que significaba que ahora no sabía de qué estaba enterada ella.

—Sí, así es —admitió, sin más opción—, tendría que haber llamado para avisar, pero sentí que lo más importante era hacer la denuncia por lo que le pasó a Sara, ella...
—Estoy enterada —lo cortó la mujer—, ella está aquí. Rafael, necesito que venga a mi oficina lo más rápido que pueda.

Era su fin. Cortó después de una breve despedida, y fue directo hasta el área de casilleros para sacar sus cosas y cambiarse de ropa; en primer lugar pensó en sacar todo, pero sintió una punzada en el orgullo y decidió sólo cambiarse y salir sin decir palabra al respecto. Si tenía que volver a desocupar el casillero, sería en otro momento.
El viaje hasta la oficina no fue largo en tiempo, pero se le hizo eterno en la mente; silencioso en el tren subterráneo, se sintió solo por completo, incapaz de proyectar lo que iba a suceder a futuro. Bien podía ser que lo despidieran producto de alguna información incorrecta entregada por Ángel, si es que había adelantado a él y dicho algo, quizás en asociación con el jefe temporal de la tienda; poco antes de llegar se dijo que había hecho todo mal.
Se encontró en la oficina de Sofía Colmenares poco después, un lugar amplio, minimalista y costoso en donde la mujer, de una edad incalculable entre los cuarenta y los sesenta lo saludó con un leve asentimiento.

—Gracias por venir pronto —su voz no sonaba a un agradecimiento—. Rafael, voy a ser concreta con usted, porque este asunto me ha ocupado gran parte del día y tengo que atender otros asuntos: pasar por sobre recursos humanos en una acción de denuncia o similar es incorrecto, porque elude nuestra cadena de comunicación.

Hizo una pausa que a todas luces no era una invitación a hablar; Rafael esperó.

—Pero tengo que ser justa, y decir que el fondo de sus intenciones es correcto, y es lo que yo esperaría de una persona.

Por alguna razón, no se escuchaba como un elogio.

—No apruebo la forma, ni que haya tenido un enfrentamiento físico con otra persona al interior de la tienda, pero puedo comprender que haya pasado por sobre la cadena de mando cuando su superior directo no actuó con la fuerza necesaria en su caso, ni en el de ella.

Como si hubiese estado anticipando lo que él estuvo a punto de decir, la mujer adquirió por primera vez una expresión; lucía un poco más joven, pero también más cansada.

—Sara me llamó apenas ocurrió este lamentable hecho —continuó, en voz baja—, y espero que no se ofenda, pero ella podría haberse hecho cargo de todo por sí sola, pero tuvo un momento para decir que usted había actuado de la forma correcta. Reafirmó eso cuando hablamos en persona.
—Disculpe —aprovechó una pausa para intervenir—, necesito saber qué es lo que va a pasar ahora.
—Según el reglamento, el señor Santibáñez será trasladado a labores de bodega, en un área donde hay cámaras de vigilancia. El señor Díaz será trasladado a otra tienda y se le aplicará un sumario administrativo por no poner en práctica los protocolos establecidos.
—¿Eso es todo?

Se ordenó calmarse, y respiró profundo antes de hablar.

—Lo siento. Pero me parece que no corresponde que siga trabajando aquí.
—Fue una petición de Sara.
— ¿Qué? —Rafael no pudo disimular su sorpresa.
—Ella dijo que no necesitaba alimentar su orgullo con el despido de una persona, pero que sí exigía que fuera trasladado.
—¿Y no puso una denuncia?
—Rafael —la mujer hizo un gesto para que se calmara—, por favor, eso es algo que debe decidir Sara, no me corresponde decirlo, ni a usted; pero debo decir que si usted desea proseguir de forma individual, puede hacerlo y eso no va a perjudicar su permanencia en esta empresa. Sin embargo, no lo llamé a mi oficina para hablar de esto.

El moreno no disimuló su sorpresa al escuchar la última oración. Colmenares tomó una carpeta azul que reposaba a su izquierda y la abrió.

—Lo llamé porque estuve revisando su postulación para el cargo de jefe de tienda, y apruebo su perfil; en regla, habría esperado que terminara el mes para darle a conocer esta información, pero dadas las circunstancias, tengo que adelantarme a los hechos.

¿No iban a despedirlo? Rafael sintió que estaba pensando demasiado lento en esos instantes, pero no pudo hacer un cambio para que eso no se notara en su rostro. Colmenares tuvo el buen gesto de no decir palabra al respecto.

—Normalmente —explicó la mujer—, el proceso de solicitud de cambio de datos y permisos tarda unos diez días hábiles, lo que significa que usted podría asumir formalmente como jefe de tienda el primer día del mes de noviembre.
— ¿En serio? —se corrigió al escuchar su propia pregunta—. Lo que quiero decir es que estoy un poco sorprendido.
—Ya veo; pero estoy asumiendo que aún está interesado en el cargo ¿No es así?

No, no iban a despedirlo; lo sucedido con Sara había detonado algunas consecuencias, pero nada de eso tenía que ver con su estadía en esa oficina. Iban a ascenderlo.

—Sí, claro que estoy interesado, es solo que esta noticia me toma por sorpresa, totalmente. —Disculpe.
—No es necesario que se disculpe —replicó ella, cerrando la carpeta—, ha sido una jornada un tanto extraña; entonces podemos pasar al siguiente punto.

Rafael lo que quería era saltar o festejar por la emoción, no seguir hablando con calma y con actitud formal, pero se controló.

—Sí, la escucho.
—Por causa de los acontecimientos, tenemos un déficit de personal en algunos cargos, y por ese motivo quería preguntarle si podría tomar el cargo de jefe de la tienda en la que trabaja desde mañana; lo asumiría en calidad de reemplazo hasta el fin del mes, desde luego recibiendo la bonificación proporcional que corresponde.
—Sí —respondió atropelladamente, luego se calmó—, sí, estoy preparado para hacerlo.

Después de la experiencia en la oficina de recursos humanos, Rafael todavía estaba un poco confundido; en pocos minutos su vida laboral había dado un vuelco, y la sorpresa era fuerte para él. Vio la hora en el reloj: faltaba poco para las tres de la tarde ¿Debía ir a casa? Colmenares le permitió tomar el resto de la tarde libre, de modo que tenía algo de tiempo, lo que le venía muy bien; al sacar el móvil del bolsillo se encontró con un mensaje de Martin.

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El mensaje no decía más, pero al verlo en línea, decidió contestar.

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Martín lo llamó de inmediato, y sonaba muy animado.

— ¿Estarás en el departamento en la tarde?
—Sí, completamente en modo casa.
— ¿Te importa si paso? —preguntó con tono liviano.
—Te iba a decir que vinieras; cuando te desocupes, pasa, te espero.

Así lo hizo; poco después de las ocho y media, Martin tocó a su puerta y entró; se veía de muy buen humor.

—Escucha esto —dijo tan pronto estaba dentro—. Fui en la hora de almuerzo a una entrevista en la empresa de la que me hablaste, y me fue bien. No tan bien como un trabajo fijo, pero necesitan un reemplazo por tres semanas desde el primero de noviembre, y el sueldo está muy bueno ¡Voy a pasar el mes con toda tranquilidad!

Rafael estuvo pensando en que podría tratarse de eso, pero la confirmación era mejor de lo que esperaba.

—Eso es fantástico —replicó, sorprendido—, te va a dar tiempo para buscar trabajo con calma. Y tengo que decir esto: me ascendieron.
—¿De verdad? Es genial, tenemos muchas buenas noticias, te felicito.

Se dieron un apretón de manos, pero Martín fue mucho más efusivo y lo atrajo hacia sí, dándole un amistoso abrazo, que Rafael respondió de la misma forma.
Y cuando sus cuerpos hicieron contacto de esa forma, frente a frente, Rafael experimentó una sensación que nunca había sentido en su vida: fue como un chispazo en el corazón, una especie de corriente eléctrica que inundó su pecho, y fue al mismo tiempo cálida y triste; se separó de él, con una clara expresión de confusión en el rostro.

—¿Qué pasa? —preguntó Martín.

¿Qué era eso que había sentido? No se parecía a nada que hubiera conocido antes, pero fue real, era una experiencia física y mental a la vez; similar a la emoción de volver a ver a alguien después de un largo tiempo, pero no igual. Lo que fuera, en definitiva había golpeado en su pecho de una forma que no podía explicar.

—Rafael ¿Estas bien?
—Sí —reaccionó, carraspeando—, sí, estoy bien; sólo quería decirte que estoy muy contento de que hayas encontrado esta oportunidad.
—Y yo estoy contento por ti —se encogió de hombros—, es una gran noticia.

Estuvieron largo rato hablando de los detalles de la jornada de ambos, alternando con cerveza y algo para comer. Más tarde la charla había decantado en varios temas, pero luego de las once treinta decidieron que era un poco tarde para seguir.

— ¿Te ayudo a lavar los vasos?
—No te preocupes —dijo Rafael—, como dijiste el otro día, el invitado no hace esas cosas. A propósito, sé que en este momento no te sirve de mucho, pero si quieres puedo darte los datos de la oficina de recursos humanos de la empresa para que hagas una solicitud; lo hace una empresa externa y se demoran un poco en el proceso, pero puede ser de utilidad.
—Gracias, de nuevo por eso; pero por ahora quiero ver si puedo conseguir algo por acá; nunca he trabajado conduciendo, tal vez puedo quedarme.
—Es una buena opción, pero no lo olvides.
—Para nada, lo voy a tener muy pendiente. Me voy, que descanses.
—Igual tú.

El trigueño tuvo un instante de duda, pero optó por despedirse estrechando su mano, y acercándose para darle un medio abrazo, que Rafael devolvió de la misma manera.
Una vez estuvo solo, pudo tener la libertad de preguntarse qué era lo que había pasado antes; de forma inconsciente se llevó las manos al pecho, donde había sentido aquel extraño chispazo al momento de abrazarlo. No era una imaginación, se trataba de algo real, que había sucedido, pero para lo que no tenía explicación alguna; fue algo parecido a la emoción, combinada con un sentimiento cálido y muy fuerte, que se traspasaba al cuerpo.

— ¿Qué fue eso?

Durante todo el tiempo que estuvieron hablando, hizo un esfuerzo por mostrarse natural, y estaba cómodo con Martín, como las otras veces, pero al mismo tiempo, persistía esa sensación de confusión que hasta ese momento no lo abandonaba, como si se tratara de algo que debiera entender, pero no pudiera.
Por otro lado ¿Tenía que ver con Martín o era algo que le estaba sucediendo sólo a el? Mientras charlaban, lo observó de forma disimulada, intentando saber si había en él alguna reacción distinta, o si se comportaba de otro modo, pero siguió como de costumbre; además, cuando le dio el abrazo de forma espontánea tampoco experimentó un cambio.
Podría simplemente pensar que era alguna reacción natural del cuerpo, o que todo era una idea armada en su mente, pero no se quedó tranquilo con ninguna de esas suposiciones. Algo había pasado en su cuerpo y en su mente al estar a tan corta distancia de Martín ¿Era una señal de un sentimiento que iba a nacer, o se trataba de algo por completo distinto?


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Las divas no van al infierno Capítulo 05: Amigas y competidoras



La jornada del miércoles debían presentarse a las diez de la mañana en la productora, de modo que Valeria había invitado a su departamento a una de las competidoras a desayunar, y estaban charlando animadamente cuando vieron el comercial; la sensación de estar incluidas en el anuncio, aunque fuera a modo de referencia, hizo un gran efecto en ambos, y fue Marina, la invitada, quien buscó en las redes sociales hasta encontrar el anuncio para poder verlo.

—Lo encontré, mira.

Duraba treinta y cinco segundos, pero era oro puro; Valeria no pudo menos que imaginarse en una nueva versión de ese comercial, como protagonista absoluta.

—Es estupendo, es una gran sorpresa.
—Pienso que esto estaba listo desde antes ¿sabes? —Valeria se puso de pie y sacó una jarra con jugo natural de naranja y aloe, y sirvió para ambas—. Ahora que lo veo con más calma, pienso que las escenas ya estaban hechas, y sólo dejaron a las que quedamos seleccionadas.

La otra chica asintió, mostrándose de acuerdo.

—Gracias. Tienes razón, eso debió ser. ¿Te imaginas si ahora nos dicen que tendremos que hacer uno?
—Sería maravilloso, y sólo nos queda una semana para eso, porque después vamos al aire.

Volvieron a ver el comercial un par de veces más, antes de seguir charlando; la chica le hizo una pregunta que, al parecer, tenía en mente desde hace tiempo.

—Valentina ¿Te puedo hacer una pregunta?
—Claro.
—¿Este departamento es tuyo, o es arrendado? Pregunto porque tenemos la misma edad, y no veo cómo a los 23 puedes tener un departamento, a menos que seas de una familia adinerada, porque si es así, retiro todo lo dicho.

Valeria se dio un momento para contestar, mientras guardaba en el refrigerador la jarra con jugo; al cerrar, vio en el metálico reflejo su rostro, cinco años más joven, y se dijo que tenía que revisar muy bien cada detalle de su vida, para que no existiera información contradictoria, o que diera lugar a dudas. Ahora que estaba en el programa, era fundamental mantener las preguntas incómodas muy lejos.

—Este departamento lo dejó mi familia, lo heredé así que no lo compré, sería imposible.
—Oh ¿Entonces significa…?

Valeria no contestó; dejó que la pregunta vagara en el aire el tiempo suficiente para que hiciera efecto, y luego habló, sonriendo amistosamente.

—Cambiemos de tema.
—Lo siento, no quise importunar —La chica se había puesto roja de incomodidad al pensar que estaban hablando de un tema tan sensible como padres muertos, y Valeria dejó que esa idea se quedara así.
—Relájate, todo está bien —replicó, haciendo un gesto con las manos para quitar la importancia al asunto—, ahora hablemos un poco más del programa. ¿Pudiste ver bien a las cuatro que llamaron en primer lugar?

Marina las había visto con detalle, así que comenzó a explayarse acerca de eso; Valeria sonrió, escuchando con atención, mientras luchaba en su interior por creer lo que estaba viviendo. Más allá de su participación en el programa, el hecho de haber conseguido filtrarse entre las participantes era un premio, y pretendía utilizarlo al máximo para su beneficio; necesitaba saber lo más posible de las otras participantes, empaparse de conocimiento y avanzar sin llamar la atención en un primer momento, para dar la sorpresa cuando fuera indicado.

2


El departamento que estaba arrendando Charlene era muy pequeño, pero de momento era lo único que podía permitirse, y, por otra parte, el edificio era decente; estaba a un par de cuadras del centro comercial Plaza centenario, lo que significaba no sólo buena ubicación y estar a veinte minutos del canal de televisión, sino a un paso del centro comercial. El departamento venía equipado con una cama nueva, aunque de una plaza, lo indispensable en la cocina, y una mesa de centro con un par de sillones, y nada más, de forma que lo único que pudo hacer cuando llegó a instalarse después de la intensa experiencia en el canal, fue dejar la ropa en el armario, poner la caja con vestuarios en un lugar cómodo, y recordar que sólo había almorzado un sándwich; revisó el sobre que su madre le había dejado discretamente en el bolsillo del pantalón cuando la abrazó, y comprobó que era dinero, un perfecto modo de despedirla.

—Ay, mamita, siempre puedo contar con tu ayuda.

Poco más tarde estaba en el supermercado, y se quedó detenida en el tablón de anuncios ante uno que le llamó la atención: estaba mal editado, y trataba de ser llamativo, invitando a jóvenes entre dieciocho y veintidós a participar de un casting para una productora. Ella tenía veintiuno, ahora estaba participando en un programa de talento de difusión nacional, pero un par de años atrás había estado visitando esas supuestas agencias, siempre dirigidas por personas que hablaban mucho y tenían importantes llamadas, de personas cuyos nombres eran los de figuras del espectáculo. Una oficina grande con afiches de programas que eran producciones externas a los canales, diciendo que estaban " trabajando con la productora" y necesitaban personas para los siguientes proyectos; te necesitaba ti, a ti y por supuesto, a ti, porque se estaban preparando los proyectos del siguiente semestre. No importa, decían, puedes ir de público, de extra, en cualquier momento se les cae un extra con texto y ahí entras, la cámara te va a amar, porque lo que viene ahora, lo que se está usando es a la gente real, así que siendo tú, lo lograrás. Sólo paga este pequeño monto, para las fotos, crear tu álbum y agregarte al listado, terminamos el proceso mañana, y pasado mañana llamamos desde primera hora, así que no apagues el móvil. Y en dos días, la oficina ya no estaba, y la gente se quedaba con las ganas mientras los "productores " se iban con los bolsillos llenos de dinero.

—¿Buscando la fama?

Volteó hacia la voz, pensando que se encontraría con un hombre apuesto y seductor, pero no: era bastante corriente, de unos veintiséis, bien vestido, aunque en exceso llamativo.

—Y tú eres el dueño de esto —Señaló el letrero—, gracias, pero estoy haciendo el trabajo por mi cuenta.
—No te equivoques preciosa. Soy un asistente de estrellas.

Había volteado para seguir su camino, pero el concepto la hizo girar de nuevo hacia él.

—¿Asistente? Eso es nuevo —dijo, con las cejas alzadas.
—Es lo que una persona inteligente necesita si quiere llegar muy alto.
—Ah, ya entiendo —dijo ella, cruzándose de brazos—, eres uno de esos managers.
—Por favor lindura, no; no pretendo esas cosas. Mira, mi negocio no es la fama, es la construcción —Apuntó él.
—¿Cómo?

Era evidente que el hombre tenia todo un discurso preparado.

—Mira, cuando vas a trabajar para ser una estrella, como obviamente quieres ser tú —Agregó, con un guiño—, lo que necesitas es un asistente. No un perchero, alguien que pueda aportar y decidir todos los detalles, para que tú sólo te concentres en brillar.

Charlene se dijo que ese sujeto era un charlatán, pero no dejaba de tener razón.

—Entonces tú eres ese tipo de persona —Lo miró de arriba abajo.
—Lo soy, y estoy disponible para ayudar en todo, sé muchas cosas, tengo iniciativa, prestancia, elegancia y sé cómo estar siempre ahí.
—Y todo eso debe costar una fortuna —La chica revoleó los ojos.
—Te equivocas, preciosa —El hombre esbozó una sonrisa cómplice —. Yo pongo en plan el concepto de "Invierte y luego recibirás". Es bíblico.

Teniendo muy poco tiempo disponible para prepararse como es debido, Charlene sabía que tenía que darse prisa, para poder destacar como quería en el concurso.
Su acompañante en esos momentos se presentó con un nombre tan llamativo como Harry Nicanor, haciendo especial énfasis en que Nicanor era un apellido y no un nombre; hablaba mucho, pero no le había dicho muchas cosas concretas hasta el momento.

—Oh, Charlene, tan bella como arruinada —dijo él al entrar al departamento—¿Qué vamos a hacer?
—Muy gracioso —dijo ella, haciendo una mueca—, te dije que me cambié apenas hoy; además, con el certamen encima, es lo que menos importancia tiene.

La mirada de Harry dio a entender que no estaba de acuerdo con eso, pero en vez de verbalizarlo, sonrió ampliamente.

—Estoy de acuerdo, ahora tenemos que mentalizarnos en lo que es verdaderamente importante. La fama.
—Mi fama —Corrigió ella, de inmediato—. Pero antes, quiero saber exactamente a qué te refieres con eso de asistirme y ayudarme.

El hombre puso el bolso sobre una mesa, y le enseñó parte de su contenido.

—Mi trabajo consiste en que la estrella, tú en este caso, pueda hacer lo suyo, sin preocuparse por detalles que sólo te hacen perder tiempo; por ejemplo, toma esto.
—Es un corrector de ojeras —Apuntó ella.
—Error, cariño, es un corrector de ojeras con refrescante instantáneo. Prueba ahora mismo.

Invadida por la curiosidad, la chica sacó una toalla desmaquillante de su cartera y se quitó hábilmente la base de maquillaje del ojo derecho, mirándose al espejo. Luego aplicó una pequeña porción del producto, y se sorprendió del efecto: al tacto era muy ligera, y al momento de aplicarla, demostraba que era casi traslúcida, pues se mezclaba con el color de su piel, y a la vez eliminaba el sombreado natural de esa zona; se quedó mirando el tubo aplicador, que no tenía etiqueta, y de pronto recordó que había visto un comercial en televisión sobre ese producto, que pertenecía a una marca de maquillaje europea, que no se vendía en el país.

—¿Dónde conseguiste esto?
—Se cuenta el milagro, pero no el Santo —Respondió el hombre, haciendo un exagerado guiño—. Esto es una muestra, pero no de productos, sino de lo que puedo hacer por ti. Maximizo los recursos, y convierto todo lo que toco en oro, o algo muy parecido.

Charlene pensó de inmediato en que había algo que ese hombre podía hacer para ganarse su confianza.

—Necesito trajes. Vestidos para participar en el programa, pero estuve viendo lo de las postulantes, algunas tenían trajes realmente, ya sabes, impactantes.

Harry demostraba una seguridad a toda prueba; asintió como si ella le estuviera hablando del más común de los temas.

—Por supuesto, dime qué es exactamente lo que necesitas, y de cuánto dinero dispones, y dame un tiempo para conseguirlo.

Mientras él hablaba, la chica fue hasta el refrigerador, y sacó de él una botella de agua mineral; había pensado en usar cierto dinero, pero necesitaba hacer que rindiera al máximo.

—Harry, no es simplemente ir a la tienda.
—Sí, sí, entiendo, no hay problema —replicó él, mostrando absoluta confianza.
—Supongo que no —Hizo una mueca—. Hagamos esto: te voy a dar la información sobre lo que necesito, tú lo consigues, lo traes para acá, y te doy el dinero.
—¿Y cómo voy a pagarlo en diferido?
—Eso no será problema —Respondió ella, sonriendo—. Tú vas a ser mi asistente ¿No es así? Estoy segura de que lo resolverás; después de eso, nos espera el cielo.



3


Vicenta estaba en su departamento, retocando su maquillaje en la sala; se escuchaba una música ambiental relajante, y las luces que caían del techo estaban programadas en un celeste tenue. Del cuarto de baño salió un chico de veinticuatro años, que llevaba sólo una diminuta toalla a la cintura mientras con otra se secaba el cabello.

—¿Estaba deliciosa el agua?
—Tú eres deliciosa —dijo él, acercándose.
—Eres un embustero —Ella se rió, apreciando su cuerpo a través del reflejo de su espejo de tocador—, un embustero muy bueno para hablar.

El hombre llegó hasta ella y se arrodilló en el suelo, a un milímetro de tocarla; Vicenta sintió el calor de su cuerpo emanando después de la ducha, un vapor cálido que le recordaba a su apasionado actuar la noche anterior.

—Sólo digo lo que siento. Y hago lo que siento.
—Eso último no lo puedo negar. Quédate quieto.

Volteó hacia él, y con mano experta deslizó el fino y suave pincel del delineador negro por su mejilla, dibujando mientras él permanecía inmóvil sin dejar de mirarla; no lo dijo, pero se sintió abrumada por la entrega de ese hombre joven y vigoroso, en una actitud que era por completo parte de la energía de la juventud: era un chico lleno de fuerzas que quería experimentar, y no tenía reparos en dejarse dominar o enseñar, porque su hombría no dependía de la ilusión de posesión o control. Esa expresión de hacer lo que sentía era por completo honesta; dejó el espejo a un costado y lo miró a los ojos.

—¿La gente a la que contactaste está lista?
—Sí —Repuso él—. Pero no entiendo por qué no quieres que participe.
—Porque podrías tentarte con una de esas chicas.

Pero él negó con la cabeza.

—No me gustan las niñas.
— ¡Descarado! —rió, frunciendo el ceño al mirarlo— Tú eres un niño también.
—¿No crees que fui suficientemente hombre? Porque puedo hacer más mérito si quieres.

Vicenta quería decirle que eso era una gran opción, pero recuperó la concentración tras unos momentos.

—Ahora no, tengo que ir a la productora y tú tienes que ir a ejercitar ese cuerpo.
—Había pensado broncearme un poco —comentó él.
—Bien, pero que no te queden marcas de traje de baño —Ella le guiñó un ojo—, se ve mucho mejor así.

4


Sandra se reunió temprano con Kevin en un café cercano a las instalaciones de la productora; después de tomar el desayuno, tuvieron oportunidad de enfocarse en lo que los había reunido allí.

—¿Hoy sabrán las características del programa?
—Sí, está todo preparado.

La mujer jugueteaba distraída con la cuchara de su expreso doble; Kevin le dedicó una mirada apreciativa.

—Pareces un poco desconcentrada —Apuntó él.
—Sólo estaba preguntándome si ya decidiste quién será la primera eliminada.
—Sí, ya lo decidí.
—¿Y cuál es? —Preguntó ella.

El esbelto hombre la miró con agudeza.

—¿Por qué quieres saberlo?
—¿Por qué no quieres decírmelo? —La mujer lo miró con las cejas un poco levantadas.
—Porque quiero que todo esto tenga un elemento de caos en su interior.

Ella pensaba que tener a veinticuatro mujeres juntas ya era motivo suficiente de caos, pero no lo dijo.

—Entonces vamos a tener una semana democrática en donde todas creerán que tienen una oportunidad de ganar; cuando sepan el verdadero desafío que les espera en el primer programa, se volverán locas.
—Confío en que será así —comentó el hombre—, por los informes que vi de ayer, recuperaron bastante bien de las primeras pruebas; aun están en su zona cómoda.

La mujer se dijo que tenía que averiguar a cualquier costo cuál era la primera eliminada del programa; era necesario para poder comenzar a dirigir sus esfuerzos hacia otra candidata.

—Entonces las sacaré de esa comodidad hoy mismo —Y agregó, más animada—; este programa va a ser un éxito.

Kevin asintió, pero no dijo lo que estaba pensando en ese momento; para él, el destino de ese programa en muy importante para sus propios planes, ya que un éxito le garantizaba un avance importante en su carrera, pero se trataba de algo que no iba a comentar con otras personas, ni siquiera con Sandra. Ella era una fiel colaboradora en su trabajo durante años, pero no la necesitaba para ese futuro en especial; Sandra era también descartable.

5


Las chicas se reunieron en el gran salón de estudio, que ese miércoles lucía bastante similar a la última porción del día anterior, es decir con sillas para todas y una gran pizarra blanca, como si se tratase de una sala de clases.

—Aquí podríamos grabar un video clip —comentó Charlene mientras entraban—, sólo falta uno de esos timbres antiguos en las paredes para empezar.

Márgara revoleó los ojos; aún había algunas que se creían que eso era un programa de dobles.

—Es por eso por lo que estamos viniendo a estas clases, porque podemos aprender muchas cosas.

Charlene frunció el ceño sin captar el sentido total de la oración, pero antes que pudiera decir algo, entró alguien al salón.

—Buen día señoritas, por favor tomen asiento.

Quien había entrado era Marcos Canalle, un hombre grande como un roble y de apariencia bondadosa, quien estuvo con ellas al final de la jornada anterior; de cerca de cincuenta años, con la cabeza rapada y unos grandes anteojos enmarcando sus expresivos ojos oscuros, el hombre vestía un traje a la medida, que contrastaba con el anillo de su dedo anular izquierdo, que ostentaba una enorme piedra facetada roja.

—Gracias por estar aquí —Comenzó, con una sonrisa—, ahora, por suerte, ya no tengo que seguir evadiendo las preguntas que me hicieron ayer.

Nubia recordaba que, de todas las actividades que tuvieron que hacer el día anterior, el tiempo en que estuvieron con él fue el único que no tenía una definición clara, y se redujo a una amena charla.

—¿Entonces nos vas a decir de qué nos vas a enseñar? —preguntó Sussy.
—Sí, pero antes de eso, les voy a decir cuál es la mecánica del programa en el que van a participar —Sonrió animado—. Pongan mucha atención.

Escribió tres palabras en la pizarra, con grandes y elegantes letras, siendo la primera imaginar, la segunda construir y la tercera presentar. Valeria estaba con los sentidos al máximo para poder captar todo lo que iba a conocer a partir de ese momento.

—El programa dura dos horas, dos días a la semana —explicó el gran hombre—, y el orden es el siguiente, por favor pongan mucha atención: martes, jueves y sábado deben estar aquí a las once de la mañana, y miércoles y viernes deberán estar en las dependencias del canal a las seis de la tarde, lo que significa que solo tienen tres horas para preparar su presentación.

Lisandra sintió un golpe de emoción al escuchar eso: ya estaba decidido, el calendario a seguir era una realidad y nada iba a detenerlo.

—Los tres días que no hay programa estarán ensayando actitud, pasarela, actuación, sincronización de labios y algunas otras cosas, muy parecido a ayer, pero los dos días que hay programa, durante esas tres horas, ustedes estarán bajo mi tutela, mientras desarrollan esto.

Indicó a la pizarra, donde las tres palabras seguían enviando un mensaje hacia todas. Fue Nubia quien hizo la pregunta más obvia, dado el caso.

—¿Qué significa exactamente imaginar, construir y presentar?
—Creí que nunca lo preguntarías —Susurró el hombre, haciéndole un guiño—. Desde el momento en que lleguen al canal, estarán en un lugar cerrado y acondicionado, con cámaras que estarán captando todo lo que hagan antes del programa, mientras desarrollan los tres pasos que tengo escritos aquí.

Charlene sintió que algo faltaba, que de alguna forma él se estaba guardando algo; y a juzgar por la tensión en casi todas las demás, no era la única que pensaba eso.

—Lo que harán, señoritas —Agregó, con una sonrisa entre divertida y malvada—, será tener a su cargo a un equipo de personas e insumos, un objetivo, y tres horas para hacer que eso esté en el escenario, listo para su presentación.

“Construir” era la palabra que Kevin había usado la primera vez que habló con ellas, y que a Valeria se le había quedado dando vueltas en la cabeza; y entonces unió las piezas y lo comprendió, el verdadero desafío del programa.

—¿Tenemos que dirigir a los tramoyas? —preguntó Márgara.
—No cariño, ustedes tienen que hacer el trabajo. Ustedes —Explicó, mientras con las manos simulaba construir algo—, van a ser las artífices de su propio espectáculo: tendrán que decidir las telas con las que se hará el vestuario, los colores y combinaciones, elegir los elementos dentro del escenario, y trabajar en todo eso para que esté listo antes de tres horas.
—¿A qué te refieres con trabajar? —Lo interrumpió Márgara.
—Es lo que la gente que no vive de alguien más hace para sobrevivir —Murmuró Eva.

Marcos no pareció escuchar el segundo comentario, y si lo hizo no dio señas de que así fuera.

—Me refiero a producir todo en persona, nada menos —Acotó el maestro, con una sonrisa benevolente—. Nada está hecho, la producción les dará el espacio y lo necesario para que puedan desarrollar lo que tienen en mente, pero el programa será un espectador más; de ahora en adelante, todo lo que vea el público en sus casas será gracias a cada una de ustedes.

La noticia cayó como una bomba en todas; lo que Marco les estaba diciendo era que no sólo tendrían que presentarse ante las cámaras y en vivo, sino que además deberían encargarse de la preproducción del espectáculo. Nubia sintió que una semana de plazo para esa presentación era lo mismo que cinco minutos, y se sintió completamente desvalida.


Próximo capítulo: Mejor, trabaja

La traición de Adán Capítulo 07: Paso a paso



Adán no estaba acostumbrado a preocuparse por motivos de trabajo, pero la verdad es que ese martes ya se encontraba frente a algo que amenazaba con complicarse aún más. La repentina visita de Pilar le había abierto un espectro de imagen mucho más complejo de lo que él mismo había supuesto en un principio.
Y le bastó solo una llamada para comprobar que las cosas estaban realmente en riesgo.

–Buenos días, abogado.
–Adán, me leíste el pensamiento –replicó Izurieta saltándose las formalidades–, estaba a punto de llamarte, por la visita que acabo de tener.

Pilar.

– ¿A qué se refiere? –preguntó con un tono de voz perfectamente creíble.

El abogado se escuchaba nervioso.

–Supongo que estás en la galería.
–Claro, estoy trabajando a toda máquina con lo de los preparativos.
–Excelente, estoy a cinco minutos, prefiero hablar este asunto en persona.

Y cortó sin siquiera despedirse. Excelente, la pequeñita Pilar se le había adelantado, ese era un punto en su favor que Adán tenía que darle, además de que era totalmente inmune a sus encantos; pero en un caso como ese, estaba obligado a tener el pulso más firme que nunca, o se iba a arrepentir.

–Pase, abogado. Me dejó preocupado con su llamada.

Lo recibió en el taller de Carmen igual que a la hija de esta, pero en esa ocasión se ubicó junto a una de las obras más etéreas y hermosas de la artista. Izurieta estaba muy inquieto, y se notaba en su actuar que no estaba cómodo con la idea de salir de la comodidad y seguridad de su oficina; y al igual que al teléfono, fue directo al punto.

–Adán, tenemos un grave problema entre manos.
– ¿Qué sucede?
–Pilar quiere que suspenda la inauguración de la galería, y tiene en su poder información que me hace creer que puede hacerlo.

La expresión de sorpresa del más joven fue genuina, ya que, de hecho, eso era algo que no tenía entre las posibilidades que había previsto. ¿Información?

–Creo que no lo entiendo, es decir, no puede ser, ella estuvo aquí hace poco y me confirmó su presencia en la inauguración, estaba preocupada, desde luego, pero en ningún momento insinuó algo como esto.

Eso no era completamente cierto, pero para el caso, era irrelevante; el abogado adoptó un tono de voz mucho más confidencial, que, dada, las circunstancias, tenía más de un significado.

–Adán, no te dejes engañar por Pilar.
–No lo entiendo.
–Para decirte esto, estoy confiando mucho en ti, así que espero el máximo de confidencialidad –replicó, hablando en voz baja, con el ceño fruncido—. Tal vez su apariencia no lo demuestre, pero Pilar es una mujer de mucho cuidado, cosa que lamento decir porque es hija de Carmen, que es una clienta importante, pero también es mi amiga.

Adán se puso de pie, con una expresión en el rostro, que podía ser interpretada tanto cono sorpresa, como incredulidad.

–Abogado, no creo que sea pertinente que hable de esa manera de la hija de Carmen, está insinuando algo grave.

Eso provocó el efecto que esperaba, y el hombre relajó un poco su postura; de seguro, se trataba de una prueba para confirmar si podía confiar en él.

–Sólo te lo digo porque confío en ti, por eso te pido confidencialidad. Además, sé que Carmen confía en ti, o de lo contrario no dejaría en tus manos su trabajo de manera temporal, ella es mi amiga y sé que si le preguntaras, te diría cosas aún peores que las que te dije yo.

Adán volvió a sentarse, preocupado.

–Lo escucho.
–Pilar no es lo que aparenta, pero todo lo que tiene que ver con eso sucedió desde antes que tú conocieras a Carmen. Supongo que te has preguntado en algún momento porque es que ella no habla de su hija.
–Pensé que se trataba de algo personal, por eso jamás se me ocurrió preguntarle.

Izurieta asintió.

–Tuviste razón. Mira, las cosas son realmente complejas, pero voy a resumirlo. Pilar vendió una colección completa de arte de Carmen, sin su autorización, a una sociedad comercial que la utilizó para instalarse en el país. Me refiero a la galería Cielo.

En esa ocasión Adán se quedó realmente de una pieza. Galería Cielo era una marca impuesta en el mercado hacía años, pero había tomado impulso con una muestra propia y anónima estrenada hace siete meses, es decir poco antes que él comenzara su trabajo con Carmen. Cielo, a diferencia de Carmen Basare, era una galería integral que reunía diversas muestras de arte, dentro de las cuales por supuesto hay pinturas. Cielo en particular, que fue el nombre que se le asignó a la muestra anónima, era una reunión de expresiones, colores y detalles realmente exquisita, sorprendente, incluso inspiradora. La muestra, en cada cuadro tenía las características casi perfectas, para convertirse en la niña bonita de los medios involucrados, que no cesaron en elogios y alabanzas. Cielo fue considerada por los medios la muestra más influyente de la ciudad, se convirtió en el comentario obligado por su rentabilidad, por el efecto que provocaba en el público, por los comentarios de los obnubilados estudiantes de arte, además de la intriga que significaba ser anónima.
¿Y era de Carmen Basaure? ¿Y Pilar la había vendido sin su autorización?

–No puedo creerlo.
–Es lógico si consideramos que trabajas con Carmen, y me juego la cabeza a que jamás te mencionó esto.
–Es que ni siquiera se me habría pasado por la mente.
–Aún te faltan muchas cosas por aprender –comentó el profesional–, y todo esto es porque existen personas como Pilar que pueden cometer traiciones enormes, sin siquiera preocuparse por ello.

Adán estaba elaborando un plano mental mientras tanto, pero necesitaba más información, y estaba trabajando a toda máquina.

–Espere, usted dijo que Pilar tiene información que le permitiría detener la inauguración de la galería ¿A qué se refiere?
–A eso voy, pero tenía que decirte esto para que comprendieras lo demás. Carmen sufrió un ataque de un desconocido hace un tiempo, incluso antes de que ocurriera lo de Pilar. Esta persona intentó realizar algunas operaciones bancarias suplantándola, pero afortunadamente todo fue detenido a tiempo.
–Pero no se resolvió por completo –apuntó el joven.
–Piensas rápido, eso me agrada. Así es, pudimos tomar precauciones a tiempo, pero la gente que encargué de descubrir de quién se trataba, no pudo dar con el origen, lo que significaba que en cualquier momento una situación como esa podía repetirse; desde luego que Carmen estaba preocupada, así que decidió redactar junto conmigo el documento en donde especifica que cualquier cosa que se relacione con ella, es decir sus operaciones en la bolsa, movimientos de dinero y todo lo relativo a sus obras, debe ser autorizado y supervisado directamente por ella. Seguramente te estarás preguntando por qué en este tiempo jamás supiste de la existencia de eso, y la respuesta es simple: según el acuerdo que hicimos Carmen y yo, sería letra muerta mientras ella estuviera de cuerpo presente y trabajando como de costumbre. El punto es que si ella estaba a mano del teléfono para comprobar cualquier cosa, sería absurdo aplicar el documento, no así si estaba enferma, perdida en alguno de sus viajes o algo por el estilo.

Entonces no era primera vez que la artista estaba involucrada en algún asunto que pusiera en riesgo su seguridad; y nada de eso pudo ser detectado por él durante el tiempo que estuvo investigando acerca de ella.

–Pero usted dijo que el documento era secreto.
–Lo era, y por lo que te conté antes, se me figuraba completamente imposible que ella pudiera saberlo. De hecho la propia Carmen, luego de aquel acto deleznable, me recalcó que había que impedir a toda costa que algo como eso se repitiera otra vez.

Adán trabajaba a toda máquina, pero eso empezaba a ser harina de otro costal.

–Lo que no entiendo es cómo Pilar pudo hacer algo tan grande como vender esa obra de Carmen sin que nadie la detuviera, sin su autorización y además existiendo el documento del que me habla.

Izurieta lo miró detenidamente; estaba evaluando hasta donde podía confiar en él, y vio que el elástico aún podía estirarse más.

–Recuerda que te dije que el documento era secreto y solo se haría efectivo en ciertas circunstancias y si Carmen no se encontraba ubicable, y resulta que ella estaba en perfectas condiciones. Además, Pilar se aprovechó del temperamento de Carmen para conseguir lo que hizo; es complicado, pero básicamente le sacó una firma que le dio el poder para vender la colección Cielo, cosa que hizo de inmediato y bajo un contrato de confidencialidad, con lo que se protegió por completo.

Adán recordó la conversación que había tenido con Carmen exactamente antes de que comenzara todo el asunto de los dos cuadros. No tenía que preguntarle a la artista cuál era la razón de que en esa época no luchara por demostrar que las obras eran suyas y por qué es que no había comenzado ninguna acción judicial, y la razón de esto es que más allá de que estaba involucrada su propia hija, había algo mucho más importante: si ella, la afamada Carmen Basaure, se atrevía a poner en juego su trayectoria acusando a quien fuera de robarle la obra, bien podría ganar o perder, pero eso no dejaría de afectar su reputación, porque eventualmente alguien muy bien podría decir que todo el caso era el de una artista de ciertos años que, viéndose en decadencia o ensombrecida por otra muestra de arte, tratara de manera desesperada de recuperarse. Conociendo el enorme ego de Carmen, ella jamás se arriesgaría a algo como eso.
Pilar había hecho la jugada perfecta, la traición a su madre, los millones en su cuenta corriente, un contrato de confidencialidad, saliendo a divertirse por el mundo y sabiendo que nadie nunca iba a poder tocarla. Notable Pilar, realmente notable.

–Déjeme ver si entiendo –replicó al fin Adán, con tono lúgubre–. Pilar sabe de algún modo de la existencia de este documento secreto de Carmen, y quiere suspender la inauguración de la galería, cosa que a usted le preocupa porque tiene antecedentes de que Pilar es capaz de cualquier cosa. Y ahora puede ponerlo entre la espada y la pared porque sabe que, si pone en público el primer documento, complicará todo mucho más.
–Estás en lo cierto. De hecho esa es la amenaza que me hizo.
– ¿Se atrevió a amenazarlo?
–Así sin más. Como verás, ella tiene las cartas en su favor, y para eso, me indica que intervenga la sociedad que le está vendiendo la galería a Carmen.

Adán sí sabía de eso. El edifico en que se encontraba la galería era de una sociedad inmobiliaria, que luego de ver ciertos aspectos decidió vendérsela a ella, pero eso aún estaba en proceso, faltaban una serie de trámites legales, lo que significaba que Izurieta podría poner cualquier excusa absurda que hiciera necesario, por ejemplo, realizar alguna medición o cierre temporal de la galería. Y eso sería un gran golpe.

–Entiendo todo lo que me explica, de hecho me parece... no sé cómo explicarlo, es horrible la actitud de Pilar, pero no sé de qué manera yo podría ayudar si es que ella se atrevió a amenazarlo a usted.
–Precisamente porque tú eres un factor con el que ella no cuenta; ella debe considerarte una molestia porque seguramente no se esperaba que alguien inteligente y fiel estuviera de lado de Carmen, pero no se debe imaginar que seas una amenaza real. Así las cosas, mi plan es que tú intervengas para desestabilizarla y permitirnos continuar con lo de la galería, sin problemas.
–No me imagino cómo podría.
–Pero yo sí. En realidad, y considerando que el tiempo se nos viene encima, ahora no importa cómo Pilar supo del documento de acreditación de Carmen, y ni siquiera me importa por qué diablos es que está tan interesada en detener la inauguración, lo que me importa es que consigamos sacar adelante la muestra, porque tan pronto como lo esté, si ella tiene cualquier otro plan, tendrá que esperar a un momento en donde no se delate. Y la idea es que Carmen tenga una grave recaída.
– ¿Qué?
El hombre se encogió ligeramente de hombros, sin preocuparse.

–Hasta ahora el tema de Carmen se ha mantenido alejado de los medios, y eso nos sirve para manejar ciertos asuntos. El punto es hacerle creer a la hija que la madre está muy grave, lo que la va a obligar a mantener las apariencias y acudir en su visita, dejando de lado sus planes; para esto puedo hacer algunos simples movimientos, y tu parte consiste en acompañarla como sea al lugar de los hechos, mientras yo recurro a otras artimañas para dejarla entrampada.

El viejo era más zorro de lo que Adán se había imaginado, pero su plan tenía sentido.

– ¿Y qué hará usted?
–Confundir su identidad con la de otra persona para que la policía la detenga y la enrede en un asunto por horas, mientras nosotros celebramos con champaña la inauguración de la muestra de arte. Pero necesito saber si es que estás dispuesto a jugártelo todo por Carmen.

Adán asintió enérgicamente.

–Haré lo que usted diga abogado, sé que Carmen confía en usted.

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Micaela se enfrentaba a un problema más en sus planes en la llegada al país. Las cosas se habían vuelto duras, y había tenido pesadillas toda la noche ¿cómo podía tener tan mala suerte?
No importaba. Era relativamente temprano, estaba agotada por esos sueños en donde estaba aún durmiendo, con Pilar a su lado, y su madre de pie junto a ellas diciéndole con tono lúgubre esas palabras que todavía rondaban por su mente: lo lamento hija, jamás imaginé que ella estaba detrás de todo esto. Lo lamento.
Lo lamento.
Eso en ese momento estaba entre las cosas que menos le importaban. Era cierto que la aparición de Pilar en esas circunstancias le producía náuseas, pero fuese como fuese, las cosas seguro que pasaban por algo, y si habían coincidido, no tenía más opción que tomar las riendas con mano firme y terminar con todo.
Casi daba risa que ella y Pilar estuvieran en el país de vuelta al mismo tiempo, a poco de inaugurarse la galería de Carmen Basaure, y además topándose cerca de la torre, de aquella torre. Ni modo, también tenía problemas más terrenales, y el más urgente era conseguir un trabajo, porque si bien arreglar sus problemas con el banco y su antiguo trabajo le llevaría relativamente poco tiempo, estaba claro que no se quedaría más de un par de horas por allí, y en ese sentido mantenerse inactiva sería contraproducente. La entrevista que tenía en esos momentos era en la oficina de diseño ejecutivo de la constructora Del mar y Alzarrieta. Quien la recibió era nada menos que el gerente de proyectos, y esa deferencia le hizo recordar que ahí era alguien, no como en el extranjero.

–Buenos días Micaela, soy Esteban Méndez, es un placer.

Micaela lucía un atuendo formal y sobrio, distinto de lo usual, con un traje dos piezas negro y violeta, el cabello peinado simplemente hacia atrás y atado con un lazo violeta; elegante y aplicando el estilo de ''menos es más''

–Gracias por recibirme, Esteban.
–Me sorprende que estés aquí, tenía entendido que estabas en el extranjero.
–Volví hace poco, y ya sabes lo que dicen, si es por trabajar, no me voy a quedar de brazos cruzados. ¿Tienes algo para mí?

El ejecutivo era alto, increíblemente delgado, blanco, de cabello negro refulgente, de mirada penetrante. Un tipo elegante que tenía en su apariencia algo que no encajaba con el lugar, al igual que ella.

–Para alguien de tu fama y experiencia, seguro que sí. Acabo de poner la primera piedra —es un eufemismo–, en un proyecto, y me encantaría que participaras en él; se trata de la remodelación del boulevard del parque Centenario, y en eso te necesito como encargada de proyecto en terreno. Básicamente te necesito de mala, ladrando órdenes y asegurándote de que todo va al pie del calendario, además de evaluar las pistas de trabajo y todos esos menesteres.
–Así que no encontraste a nadie que quisiera ser asesinado.

Esteban sonrió satisfecho; por lo que Micaela veía, era la clase de hombre que habla mucho, rápido, y piensa con más velocidad todavía, justo el tipo de persona que le gustaba tener cerca en un trabajo.

–Es del tipo de trabajo ingrato, ya sabes, pero eres apropiada para eso y dijiste que querías algo por poco tiempo, así que ¿Qué dices?
–Que tienes razón en todo. Si tienes la proyección de dinero ahí en tu escritorio y casualmente un contrato, cerramos ahora mismo.

Poco después y con un contrato firmado, ambos salieron del edificio.

–Ya que estamos afuera y que somos socios, pensé que podríamos tomarnos un café y charlar.

¿Acaso estaba flirteando con ella? Se dijo que era posible, pero que al mismo tiempo, la idea del sujeto lascivo con una mujer recién contratada, por alguna razón, no coincidía con él.

–Pues no sé si sea bueno, imagina lo que dirían tus colaboradores.
–En este momento no estoy trabajando, y además no me importa lo que digan, nadie puede mandarme ¿Qué dices?

Como cambiaban las cosas. Micaela aceptó, pensando en que nada podía perder excepto un poco de tiempo, y por otra parte resultaba un poco divertido estar en medio de una situación como esa.  Minutos después estaban sentados en un café temático, pero con dos whiskies.

– ¿Y bien? esta es la parte en donde me dices qué es lo que realmente estás haciendo en el país por estas fechas.

Micaela lo miró fijamente. Estaba pensando divertirse un poco a costas de él, pero por lo visto, Esteban escondía algunos secretos, y era mucho más observador de lo que ella había esperado; pero también le había resultado simpático desde el primer momento.

– ¿Quién eres, Esteban?
–Un tipo más inteligente de lo que parezco, y sobre todo muy bien informado. Sé que tus logros siempre han estado llevados por tu propia mano, por eso es por lo que, en vez de trabajar del modo fácil, te hiciste una experta en administración de personal, proyectos y diseño integral. Eres una mujer joven, inteligente, capaz, que de la noche a la mañana cierra su oficina y se larga a empezar de cero en el extranjero, y vuelve ocho meses después, buscando trabajo. Disculpa si considero extraño esto.

Pensaba rápido y bien. Interesante.

– Cualquiera diría que has estado investigándome.

Pero él, en vez de responder, rio alegremente.

– ¿Qué?
–De acuerdo, me doy por vencido, tú definitivamente no te acuerdas de mí.
– ¿Acordarme?
–Mira, sé que no soy exactamente el tipo de hombre inolvidable, incluso creí que estabas disimulando o algo, pero ahora estoy convencido que de verdad no me recuerdas. Tú me mandaste al diablo cuando traté de trabajar contigo hace poco más de dos años en tu oficina, y ahora que, humildemente lo digo, los papeles están invertidos, me estoy permitiendo el placer de acosarte con preguntas, creo que es lo menos que me merezco.

Sólo entonces lo recordó. Claro, pero en ese tiempo él tenía una apariencia distinta, el cabello más largo, era más corpulento y definitivamente tenía otro estilo.

– ¿Estás tratando de decirme que me contrataste como venganza por no haber querido trabajar contigo la vez anterior?

Él sonrió ante la inteligente pregunta.

– No, te contraté porque eres una profesional de buen nombre y sé que lo harás aún mejor de lo que crees. Y también te contraté esperando que nos conozcamos más, y por ejemplo, ser amigos.
– ¿Estás coqueteando conmigo?
–En cierto modo, pero debo decepcionarte porque estoy ocupado.
–Me rompes el corazón.
–Estoy seguro de eso.

Micaela se reclinó en el asiento. Ah, se trataba de eso, pero a ella por lo menos le resultaba bastante lógico no recordarlo, porque en esos tiempos ella estaba cargada de trabajo. Era una situación extraña, pero le serviría tener alguien con quien conversar además del trabajo.

–Te rechacé porque tenía muchas cosas en mente. Y sobre lo otro, mi salida del país no fue tan sorpresiva de todos modos.
–Eso me tranquiliza, viví semanas pensando que la conocida Micaela Riveros me ignoraba porque era un mal ejemplar de ejecutivo. Pero así fue como redoblé mis esfuerzos, y subí algunos niveles hasta estar donde estoy ahora.
–Espero que no estés resentido.
–Para nada —el hombre se terminó el whisky de un trago—. Incluso diría que me sirvió para esforzarme más aún. Debes reconocer que tuve una entrada muy teatral, así que creo que eso me suma puntos.
– ¿Y quieres ser amigo mío a causa de eso?
–Por extraño que te suene, sí; sé que no lo recuerdas, pero cuando me dedicaste un minuto y medio en tu apretada agenda, dije “Cielos, es el tipo de persona que quiero conocer” y no me iba a perder la oportunidad ahora. Y si en el camino te parezco horrible, aún seré tu jefe, y por lo demás tendrás que trabajar conmigo por los siguientes dos meses, así que seguro que podremos aprender a llevarnos bien.

Micaela bebió de su copa, lentamente.

–Eres muy extraño.
–Ya lo sé.
–Pero eso me agrada. Cielos, nunca me habían pedido amistad, pero acepto.

Se hizo un silencio, y luego ambos rieron.

—Eso alegra mi día a niveles que no te imaginas.
–Esto está dentro de las cosas más extrañas que he escuchado, pero me parece bien. Solo que tendrás que asegurarme que además del trabajo, tendremos jornadas como ésta en el futuro.
—Ya lo tengo apuntado en mi agenda electrónica.

Próximo capítulo: Un engaño sencillo