Contracorazón Capítulo 20: Una clave incierta




Es un regalo, para ti.

Un regalo hecho en la intimidad del cuarto tenía un significado muy distinto a que si era realizado en otras circunstancias; las oportunidades de estar juntos de forma libre eran reducidas, por lo que cuando esto sucedía, sabía que era necesario aprovechar y atesorar cada segundo al máximo.

-Gracias, me gusta mucho.
-Me alegra eso. Yo también tengo un regalo -su voz estaba cargada de emoción-, no estaba seguro de si te iba a gustar.

Pero sí le gustaba; ese intercambio de regalos no solo era un hecho en sí, también era una muestra de amor entre ellos, una forma de decir de otro modo que se entendían y se conocían bien. A menudo los intereses de ambos tenían puntos en común, pero seguían siendo dos individuos con puntos de vista particulares, con deseos y esperanzas, y que evolucionaban y aprendían a conocer al otro y su entorno.
Desde un principio había tanto que no sabían, como aquel lejano primer beso, torpe, inocente y al mismo tiempo lleno de miedo; no un miedo por ellos mismos, sino por todo aquello con lo que habían crecido. Durante toda su vida habían escuchado al mundo alrededor decir que ser como ellos era anti natura, que lo que sintieran personas como ellos era un delito por el cual se pagaban las peores culpas, y eso de forma inevitable se marcaba en sus mentes.
Quizás el primer paso había sido dado por instinto puro, pero después, lo que surgió fue pensado, y se vieron en la necesidad de enfrentar el secreto, la imposibilitad de hablarlo o de llevar esa relación de forma pública. Por lo tanto, al tener un momento de intimidad como ese, no solo se trataba de entregar un obsequio, era un instante de conexión profundo y la oportunidad de conocerse más.
De mirarse en el alma del otro, mirándose a los ojos con total honestidad.

Rafael despertó temprano la mañana del sábado, con un malestar generalizado, pero que en esa ocasión era fruto de un acto premeditado por su parte.
Aunque haber impulsado todo eso no quitaba los malestares que sentía al despertar, al menos permitía que tuviera mayor claridad al despertar y pudiera concentrarse en lo que tenía en mente.

Durante la fiesta por el matrimonio de Magdalena y Mariano tomó la decisión definitiva: tenía que saber que era lo que había en esos recuerdos y sueños, y descubrir de qué forma podía ayudar a Martín. Había un sentimiento de anticipación en su interior, como si el tomar la decisión fuera un primer paso para hacer lo correcto; de seguro esa ansiedad no era algo bueno, pero de todos modos era el único camino que se le ocurría.

-Miguel ¿Qué fue lo que pasó?

Era una pregunta en vano, y de todos modos se estaba adelantando; necesitaba saber qué había llevado a la muerte a ese hombre y su pareja, pero antes de eso, era vital descubrir el camino que conducía a eso, porque estaba seguro de que todo tenía que ver con el trayecto, y que ahí encontraría la clave para ayudar a su amigo.
En un principio, justo antes de ir a dormir, sintió temor ante lo que pudiera pasar, y a punto estuvo de posponer todo para empezar en otro momento, pero tuvo que armarse de valor y enfrentar la decisión que había tomado de forma adulta. Por lo general no tenía mayores problemas para quedarse dormido, de modo que lo que hizo, mientras cerraba los ojos y sentía el silencio a su alrededor, fue concentrarse en los recuerdos que ya había en su mente, tratando de entregarse a ellos con honestidad y sintiendo alguna clase de conexión con ese hombre ahora ausente pero que se manifestaba a través de aquellos vívidos recuerdos.
Tenía un trozo más, una fracción de vida, de los pensamientos de ese hombre, pero aun no era suficiente; tendría que seguir en ese proceso hasta que pudiera dar con una pista concreta. Si partía de la base fe hechos repitiéndose en el presente, a todas luces el haber conocido a Martín era un punto de partida innegable, salvo por la diferencia del nexo entre los dos.

¿Podían estar ellos destinados de algún modo a reconocerse o reencontrarse en el presente, para evitar que se repitiera una historia del pasado? No sabía cómo, pero tenía total claridad acerca de que todo estaba conectado a través de ellos, y que en el presente tenía que localizar aquello que era necesario.

Después de levantarse y dar una ducha rápida, fue a la cocina para preparar algo de desayuno; era poco más de las nueve treinta de la mañana y no tenía hambre, pero de todos modos preparó café y unas tostadas y se sentó a desayunar. Su mente, en cualquier caso, estaba en otro sitio, ocupada en no perder detalle de ese sueño aun sabiendo que en esos momentos no era necesario; por alguna razón, esos recuerdos estaban muy claros en su mente, sabía lo que sentía al respecto y no era necesario tomar nota de forma alguna.
Pero esos recuerdos no eran suyos.
No dejaba de repetirse que esos no eran sus recuerdos, y aunque lo sabía, sentía que tenía que tener muy clara esa diferencia; por otro lado, estaba entrando voluntariamente en una zona que no le pertenecía, de modo que, aún teniendo esa suerte de permiso para conectar, era necesario no apropiarse de ello. No era su vida, era la de otro hombre que ya no estaba y no Tenia otra oportunidad, a diferencia de él.

Estaba pensando en todas esas cosas cuando recibió una llamada de su madre; en principio le pareció un poco extraño, ya que se habían visto el día anterior.

-Mamá, hola.
-Hola hijo.

El saludo directo y energético de ella siempre lograba hacer un efecto positivo en él; de alguna forma era como tener nuevamente con él aquel llamado a almorzar o a levantarse a la hora exacta un día de escuela.

-Qué sorpresa que me llames ¿Todo está bien?
-Oh, sí, todo está bien –replicó ella-, bueno, tu padre tiene algo de dolor de cabeza por todo el licor que bebió ayer, pero está bien fuera de eso. ¿Cómo estás tú?

Rafael conocía demasiado bien el tono de voz de su madre como para no entender lo que estaba sucediendo; ella había descubierto que durante la reunión él no estaba en las mejores condiciones, y así como antes le había dado espacio para hablar a su tiempo, ahora estaba manifestando un nivel más arriba de preocupación por su estado.

-Estoy bien, mamá.

Ella no respondió, y ese silencio fue elocuente para él; sin embargo, no era momento para mentir, y al mismo tiempo sentía que el secreto sobre esos sueños era algo que no tenía que compartir, ni siquiera con ella.

-Pasa que estuve pensando mucho en lo que le sucedió a Mariano.

Su madre esperó. No estaba mintiendo en todo el sentido de la palabra, pero sí estaba modificando sus percepciones, asignando parte de los pensamientos que lo aquejaban por un tema a otro, aunque de todos modos había un elemento en común en la raíz de ambos eventos: la preocupación por los suyos.

-Todo lo que ocurrió me hizo pensar en muchas cosas; la sensación de que en cualquier momento puede haber un elemento extorno, algo que no podamos controlar, que ingrese en nuestras vidas, es algo que no me ha dejado en paz. Sé que la vida es así, que siempre hay cosas que no podemos controlar, pero es distinto cuando ocurre algo como eso.

Fue curioso cómo se sintió ante el silencio de ella; a pesar de no estar juntos en ese momento, fue igual que si estuviera frente a ella, y su madre lo mirara de esa forma única, que era aceptación y comprensión a la vez. Ella podía ser quien estuviera escuchando, pero en realidad era él quien estaba siendo leído.

-Estaba ahí en esa reunión con todos ustedes; ahí estaba casi toda la gente que me importa, y me sentía tan contento de verlos, reunidos, celebrando de buena manera que yo… yo sólo quisiera saber que existe una forma de protegerlos a todos, que puedo hacer algo realmente para asegurarme de que estarán bien.

Eso no era una mentira; en el fondo, todo lo que había dicho no era un invento, se trataba de la realidad de sus sentimientos, y la forma en que se preocupaba por las personas a quienes quería. Todo eso era tan real como sus miedos.

-Mi niño –dijo ella en cuanto él terminó de hablar-, esos sentimientos son muy lindos, de verdad son muy bonitos, pero no hay forma de poder anticiparse al futuro. No puedes controlar ni evitar lo que va a pasar.

Pero ¿Y si existiera una forma? ¿Si de verdad tuviera una oportunidad única de hacer algo extraordinario, no valdría la pena al menos intentarlo?

-¿Alguna vez te sentiste así?
-Todo el tiempo desde que naciste, cariño _replicó ella con voz tierna-, y cuando nació tu hermana, por supuesto; recuerdo que cuando eran muy pequeños y estaban durmiendo, me quedaba largo rato mirándolos muy de cerca, cuidando su respiración. Los miraba como si pudiera contar el aire que estaban respirando, como si de alguna forma pudiera asegurar que estriar bien durante el sueño y que nada podría hacerles daño.
Pero la vida no funciona de esa manera; incluso cuando yo sentía que moriría de dolor si les pasaba algo, estar tratando de controlar todo alrededor no iba a mejorar nada. Tuve que aprender que las cosas son así, y que lo importante es ser honesto con lo que uno siente, enfrentar la vida con valor; si sabes que hiciste tu mejor esfuerzo, entonces puedes estar tranquilo.

Escuchar a su madre era siempre refrescante y beneficioso; ella hablaba de todo con fuerza y determinación, pero especialmente cuando se trataba de las personas a quienes quería, sus palabras estaban impregnadas de amor y preocupación. Nada de lo que le decía a él o a Magdalena era fruto de palabras dichas al azar.

-Gracias, mamá.
-No tienes nada que agradecer -apuntó ella-, sólo quiero ayudar en lo que pueda; pero necesito saber que estás bien, que ahora mismo todo estará en orden si es así, y si no, también necesito saberlo.

Esa sería la parte dolorosa de esa conversación, porque no podría modificar, sino que tendría que mentir directamente; de cierto modo podía decir que todo en su vida estaba bien, excepto por el asunto relacionado con Martín, que estaba desestabilizando todo en su vida.

-Sí, mamá, estoy bien. Es sólo que, en ese momento, vi las cosas de un modo muy concreto, y de verdad es algo que me gustaría poder tener bajo control. Pero tienes razón, si pienso demasiado en eso no podré estar tranquilo. Gracias por escucharme.

Por supuesto, ella siempre tenía algo mas que agregar, una forma de estar presente, aunque sin entrometerse; sabía que los espacios de ambos estaban conectados, pero cada uno se metía por sus propios tiempos.

-Gracias a ti. Y ya sabes que aquí estoy para lo que necesites, solo tienes que decirlo; puedo decir que soy muy afortunada porque mi hijo quiere conversar de lo que le pasa, aunque sea un hombre adulto.

La ultima frase añadía un toque de picardía propio de ella, y que hacía referencia a la reticencia común de muchos hijos crecidos a compartir lo que les ocurría con sus padres.

-Me gustó mucho tu amigo Martín -añadió ella-, es un muchacho muy educado y tiene un gran sentido del humor, me gusta que ahora sea parte de tu circulo cercano.
-Sí, es un gran amigo -replicó él-, aunque me parece curioso que todo el mundo mencione que tengo un nuevo amigo, me hacen sentir como si fuese una especie de ermitaño que no conoce ni habla con nadie.

Era cierto que todos le habían hecho un comentario similar, pero en ese momento lo había dicho para salir un poco del tema anterior; al menos en apariencia había logrado convencer a su madre de que todo estaba en orden.

-No es por eso -aclaró ella_, es porque con él es diferente, hay algo que es distinto.
-¿A qué te refieres?
-Tal vez ustedes mismos no se han dado cuenta -explicó ella con intensidad; al parecer ya había analizado ese asunto con anterioridad-, pero yo lo vi claramente: entre ustedes dos hay un lazo especial, es algo que no se ve muy a menudo, de eso estoy segura

¿Un lazo? Su madre no era una persona supersticiosa, pero tenía una muy buena capacidad para conocer a las personas en general; así como sabia desde un tiempo atrás que algo no andaba bien con él, también podía identificar ciertos hechos que podrían pasar desapercibidos para otras personas.

-¿Un lazo especial?
-Sí, es como si ustedes se conocieran de toda la vida; no es por las cosas que dicen, es un tema de cómo se tratan. Como si estuvieran acostumbrados a hablar, con ese lenguaje que va más allá de las palabras; si supiera que no es así, podría pensar que son hermanos, que han estado siempre juntos.

A Rafael le resultaba curioso que las palabras de su madre coincidieran tanto con lo que él mismo había pensado en un principio, tras conocer a Martín; mucho antes de tener esos sueños, ya había pensado que nunca le había pasado algo como eso. A muy poco tiempo de conocerse, ya sentía a Martín como alguien en quien podía confiar a plenitud.

-Eso que dijiste suena muy parecido a cómo nos llevamos -observó el-; incluso en algún momento nosotros mismos hablamos de eso, nos llamaba la atención que existiera una confianza de ese tipo.
-Sobre todo porque tú eres reservado -comentó ella.
-Sí, eso es cierto.

La Forma en que Martín le había confiado el asunto tan delicado de la enfermedad de su hermano, cómo él se dejó apoyar por el cuando fue el asalto a Mariano, esas eran muestras de una amistad verdadera entre los dos; existía un tipo de conexión, que quinas tenía que ver con el pasado, pero que había sido construida en el presente, a base de confianza, respeto y solidaridad.
Era una verdadera amistad.

La conversación con su madre hizo un buen efecto en su ánimo; se dijo que un vínculo como el que existía entre él y Martín no podía ser falso, por lo que tenía que hacer lo posible por cuidar esa amistad, incluso si con eso debía continuar con su plan de sumergirse más y más en ese océano de recuerdos. Pero lo haría por un buen motivo, por el bien de alguien y luchando por no caer ante las sensaciones dolorosas que causaban en él aquellos recuerdos.

Más tarde le envió un mensaje a Martín para saludarlo.

«¿Cómo va el día?»
«Bien –respondió el trigueño -, es decir, yo bien, no todo.»

Aunque de forma corriente Rafael habría esperado a que Martín le contara, en ese momento decidió dejarse llevar por un presentimiento y optó por llamarlo.

-Hola ¿Qué sucedió?
-Hola –replicó Martín un poco divertido-, nada malo en realidad.
-Pero ocurre algo -insistió él.
-Sí, bueno, no es algo oficial ¿entiendes? Pero el correo de las brujas me hizo llegar una información sobre mi trabajo.

Generalmente, Rafael no prestaría demasiada atención a rumores en un ambiente de trabajo, pero se dijo que si Martín estaba haciéndolo era por alguna buena causa.

-¿Qué supiste?
-Que el sujeto al que estoy reemplazando va a volver; la verdad no me había ocupado de averiguar por qué no estaba, pero supe que se había tomado una licencia por enfermedad, y luego pretendía cambiar de rubro o algo por el estilo. Ahora dicen que no le fue bien en lo que tenía pensado hacer y que por eso va a regresar.

Entonces las proyecciones de quedarse a trabajar ahí se diluían; de tobos modos, de acuerdo con el comportamiento de Martín, Rafael no se sorprendió de escuchar que no estaba angustiado por esa situación.

-Martín, lo lamento.
-No, no lo lamentes, está bien -intervino el otro-; de todos modos, esto aún no está confirmado, y aunque sea así, no me causa ningún problema. De todos modos, voy a tratar de ir dentro de la próxima semana a ver lo de ese dato que me dio tu amigo.

La librería que estaba a poca distancia de su trabajo.

-Si quieres puedo preguntar el lunes, no me queda lejos del trabajo.
-No, cómo crees -replicó Martín con tono ligero-, no vas a estar gastando tu tiempo en eso; además todo está bajo control, todavía tengo tiempo suficiente. Y hablando de otra cosa, te cuento que estoy casi de salida; decidí aprovechar que aún tengo el auto conmigo y haré un viaje corto con Carlos.

El optimismo de su amigo era palpable, y Rafael decidió dejar ese asunto por su cuenta, aunque de todos modos se recordó estar alerta por si descubría alguna oferta de empleo de la que pudiera avisarle.

-¿En serio? Suena como un panorama bastante interesante.
-Sí, lo hablamos hace poco, era tener un tiempo a solas, como hermanos; llevaremos cosas para almorzar porque si no, mamá me asesina, y saldremos en un rato.
-Me alegra mucho que tengan ese panorama –comentó Rafael -, además está haciendo un día bonito y es una buena oportunidad.
-Es lo mismo que le dije a mi hermano -dijo el trigueño-, que era el día perfecto.

El día anterior durante la reunión olvidó preguntar al respecto, aunque se imaginaba lo que le iba a responder.

-A todo esto ¿Tu hermano no quiso venir ayer?
-Eso era lo que te iba a decir ayer –se escuchó cómo tronaba los dedos-, suerte que preguntaste. Sí, él te manda muchos saludos y gracias por la invitación, pero no se sentía cómodo con la idea de estar en un grupo tan grande.
-Lo supuse. Bueno, de todos modos, espero que no se lo haya tomado a mal.
-Para nada, dijo que era un gran gesto de tu parte, pero que pasaba.

Era algo que esperaba de parte del muchacho, pero no estaba de más asegurarse de no haber hecho algo mal.

-Entiendo. Dale mis saludos a tu hermano y a tus padres, y que lo pasen muy bien en ese paseo.
-Gracias.

Después de cortar, se quedó pensando en esa noticia del viaje; había pasado por alto peguntar cual era el destino, pero sea cual sea, no pensaría en ese desplazamiento como una posibilidad negativa. Todo tenía que estar bien.

2


Hacía un día luminoso y cálido cuando el automóvil conducido por Martín se estacionó en una zona apropiada para ello.

-Creo que este es un buen lugar.

No se lo había dicho a Rafael, pero lo de adelantar el viaje en el auto era precisamente porque tenía el presentimiento de no seguir en ese trabajo; era algo que no le molestaba, pero ya que había contado con la buena voluntad de su jefe en dejarle usar el vehículo, le pareció mejor hacer esa salida de una vez, ya que era más cómodo desplazarse de esa manera. Carlos no tenía problemas para desplazarse, pero en caso de sufrir un episodio de dolor, podrían parar a un costado del camino hasta que este parara, y además de no importunar a los demás, podrían resguardar la privacidad de un momento como ese.

-¿Cómo te sientes?

Carlos le dedicó una mirada un poco divertida; Martín se había puesto la remera con el dibujo del ornitorrinco que su hermano le regaló poco tiempo atrás, pero solo había revelado eso al momento de llegar y quitarse la camisa que llevaba encima.

-Bien –replicó el muchacho-, oye, pero no era necesario que te pusieras esa remera.

Martín puso los brazos en jarras y lo miró con una falsa expresión de molestia.

-Oye, puedo hacer lo que yo quiera ¿De acuerdo? Tú no me des órdenes, jovencito.

Los dos rieron ante la broma; en el lugar en el que estaban era luminoso y tranquilo, y se podía ver un molino de viento en el horizonte.

-¿Por qué será que te gustan tanto?
-No lo sé –respondió Martín-; a veces me digo que es como si eso viniera de otro tiempo. Tal vez en una vida anterior fui trabajador de un molino o algo parecido ¿No lo crees?


Próximo capítulo: Quiebre

Las divas no van al infierno Capítulo 18: Freak


Conoce este capítulo al ritmo de: https://youtu.be/jq30l5-vBbo

La eliminación del viernes y todo el asunto entre Charlene y Lisandra no había ayudado con el ánimo de Valeria después de todo lo que había pasado.
Apenas había pasado un día y ya se estaba arrepintiendo de haber aceptado hacer un trato con Sandra, la productora del programa; llegó al departamento y se quitó los zapatos, y se tendió de espalda en el sofá, intentando convencerse de que había tomado la decisión correcta.
Había salido indemne de una nueva semana de eliminación, y sin embargo se sentía mal, cansada y sin ganas de hacer cosa alguna; desde luego que debería alegrarse por no haber sido denunciada, y poder mantener su falsa identidad, pero en el fondo sentía que, a partir de ese momento, lo que había trabajado para estar allí ya no le pertenecía. ¿Qué otra cosa podía hacer? Sandra ya tenía todas las pruebas, por lo que, aunque ella lo hubiera negado, no habría logrado nada más que precipitar las cosas; probablemente habría hecho que la sacaran del programa, y demandado o algo parecido ¡No habría tenido escapatoria! El resto fue un montaje para conseguir una declaración suya con la que fuera posible chantajearla, pero en el fondo no habría cambiado mucho; fue elegir ser una espía dentro del programa o enfrentar un proceso judicial sin recursos para un abogado, y se quedó con lo primero.
También tenía que ser honesta consigo misma y admitir que había una cuota de ambición en aceptar ese trato, porque permitía que su sueño se mantuviera aún como algo posible; si seguía en televisión, tendría más dinero y distintas cosas, y si era lista, en algún momento podría firmar algún contrato que le permitiera alejarse de todo eso. Sandra estaba utilizándola para averiguar algo en el programa, pero una vez que terminara, las cosas podrían cambiar mucho.
Era tarde poro no tenía sueño, y vio la hora en el móvil; sentía ganas de hablar con Jorge, pero se le antojó imposible decirle lo que estaba sucediendo y la decisión que había tomado. Él se lo recriminaría, le diría que había tomado la peor decisión y que por supuesto debería haber enfrentado las consecuencias con dignidad en vez de meterse en otro embrollo, y ella lo que menos necesitaba en ese momento era que alguien, incluso él, la estuviera criticando; estaba en una situación imposible y tomó la decisión que le pareció menos mala de las únicas dos posibles, y eso era todo por el momento.
De pronto llegó un mensaje de Harris, el bailarín del programa; durante las pasadas emisiones no habían hablado, pero para ella era evidente que de parte de él existía un coqueteo disimulado, una forma de buscar su mirada y dedicarle una sonrisa.

—¿Aún despierta?

Leyó el mensaje en la vista previa pero no entró al chat ¿En qué estaba pensando?

—Hoy te veías preciosa, pero parecías cansada ¿Todo está bien?

No pudo evitar sentir una oleada de ternura por el mensaje; eso era lo que necesitaba, alguien que se preocupara por ella, no un juez que cuestionara sus actitudes.

—Estoy bien, gracias por preguntar.

Inmediatamente vio que el estaba escribiendo; le envió un emoticón de sonrisa para empezar.

—Me alegra saber que estás bien.

Le envió una foto, que era una selfie en donde estaba en la cama, con sombra de ojos embarrada en un lado de la cara.

—Olvidé quitar el maquillaje cuando me vine a casa. Ahora soy un mapache.

Valeria no pudo evitar sonreír. Recordó que ese día él y otros bailarines llevaban un sobrecargado maquillaje para la última presentación.

—Se ve bien —escribió en respuesta.
—No bromees —replicó él, agregando un emoticón de risa.

Ella iba a escribir algo, pero él hizo una video llamada; sin pensarlo, se arregló un poco cabello y se sentó para estar en una posición más digna. Luego aceptó la llamada y lo vio a él, que estaba de espalda y aparentemente sostenía el móvil en alto; estaba sobre la cama y sin remera, y a pesar de ya haberlo visto en bañador en persona, al tener esa perspectiva de él en aquel ambiente se le hizo algo muy privado, como una muestra de confianza, y eso la hizo sentir bien.

—Hola —dijo sonriendo e indicando el ojo sombreado— ¿ves? Soy mitad mapache.

Valeria no pudo reprimir una risa ante el comentario; Harris lucía tan natural y transparente que le resultaba adorable.

—¿Y te vas a dormir así? —Sonrió ante la cámara—, mancharás la almohada.
—No tengo desmaquillante ni nada de eso —repuso él, con sencillez—, no importa, lo quitaré con lavalozas mañana; ahora prefiero descansar.

Aunque la expresión en su rostro no decía descanso; sin embargo, ella optó por hacer como que no se daba cuenta de eso.

—¿Muy cansado?
—No tanto —susurró, luego hizo una mueca divertida y rectificó—, un poco, supongo; pero me gusta mucho bailar, me siento vivo en el escenario.

Eso era algo que ella podía entender muy bien; incluso después del terrible momento en que Sandra había descubierto todo, seguía sintiendo la misma emoción y pasión ante la idea de estar en el escenario, presentándose y causando todo tipo de impresiones en el público. Era como una droga a la que no quería negarse.

—Y lo haces muy bien.
—Podríamos bailar juntos un día —la sonrisa de él se hizo más amplia—, no en el programa, me refiero a algo distinto.

Mientras hablaba, había alejado un poco la cámara, mostrando de forma involuntaria más de su tonificado torso: lucía tan guapo, tan desinteresado y confidente que resultaba muy difícil ignorar su atractivo.

—No tengo mucho tiempo —Se estaba excusando con debilidad y lo sabía—, el programa y las clases exigen mucho.
—Siempre podemos encontrar el momento —replicó él, casi en un susurro—, si tú quieres, yo estaré disponible.

No habló durante un momento, y ella no supo si agradecerlo o no, porque por un lado la eximía de tener que dar una respuesta concreta, y por otro daba más tiempo para que él la mirara de ese modo tan intenso.

—Te dejo tranquila —dijo el al cabo de un momento—, que duermas muy bien.
—Tú también —replicó ella—, que descanses.

Mientras ella finalizaba la videollamada, Harris dejó el móvil a un costado de la cama y se sentó.

—¿Cómo lo hice?

En la habitación también estaban Sam y Nick; este último tenía el móvil en la mano, apuntando con la cámara hacia él.

—Me emocioné —dijo ahogando una risa—, de verdad parecía que estabas hablando en serio con Valentina.
—Eso quiere decir que lo estoy haciendo muy bien —comentó, también riendo—, si me cree, será más fácil que suelte cualquier información que le sirva a Sandra.

Se acercó al velador y extrajo un poco de loción y un pañuelo desechable para quitarse el maquillaje del ojo; Sam le dedicó una mirada curiosa con sus oscuros ojos almendrados.

—Te gusta.
—No digas tonterías.
—Pero te acostarías con ella —apuntó el otro, divertido.

Harris se puso de pie y tomó la sudadera que se había quitado para hacer esa puesta en escena.

—Claro que me acostaría con ella; igual que tú con Lisandra o Nick con Nubia. Oh, lo siento, ella ya no está con nosotros.

Nick se encogió de hombros ante el comentario.

—Si no es ella, será otra, eso no es importante. Quedan varias en el programa, y tú no te rías tanto, a Lisandra la tienen en la cuerda floja.

Harris salió del cuarto y le indicó a los demás que lo siguieran; en seguida sacó cervezas para los tres y se sentó ante el mesón largo del bar acondicionado en la sala.

—¿No te estresa un poco?
—¿Con su actitud? —Sam se sonrió—, un poco, le falta relajarse.
—Y tú estás esperando con los brazos abiertos —apuntó Nick.
—Tengo todas las partes de mi cuerpo listas —dijo flexionando los brazos—, sólo es cosa de tiempo.
—A todo esto —Sam bebió un trago largo antes de continuar—, estaba pensando que, si al programa le sigue yendo bien, esto podría ser un buen negocio a futuro.

Harris se cruzó de brazos y le dedicó una mirada entre divertida y curiosa.

—¿Te refieres a hacerse el novio de una de ellas de verdad para cuando sean famosas y ganen dinero?
—¿Por qué no? —Preguntó con total sinceridad—, la diversión está garantizada. Y nadie de la producción tiene que saberlo.

2


—Fernando, no me éstas prestando atención.

El aludido estaba sentado ante el escritorio, luchando por terminar un informe en el laptop antes que el sueño lo venciera; Márgara pausó la transmisión en la pantalla y se puso de pie, contrariada.

—Te estoy hablando.
—Sí, cariño —replicó él sin quitar la vista de la pantalla, continuando con su labor—, si me dieras solo un minuto.

Ella se paró junto a él con los brazos cruzados; la respuesta no le era suficiente en absoluto.

—Tal vez no escuchaste nada de lo que dije.
—Te he estado escuchando —El hombre pronunció estas palabras con total calma—, me estabas hablando de ese inconveniente cuando Valentina te comentó que en un programa habían transmitido un par de mensajes de algunos usuarios que no te evaluaban bien.
—¡No fue un inconveniente! —La chica exclamó estas palabras con molestia—. Incluso si ella no lo hubiera hecho con una mala intención, de todos modos, me perjudica, eso salió al aire en el programa, y está teniendo mucha pantalla, es un segmento que va en ascenso ¿Te das cuenta?

Esperó en silencio, expectante; Fernando guardó el avance en el documento y la miró, con cariño.

—¿Qué ocurre?
—¿Cómo que qué ocurre? —chilló ella, enfadada—. Te dije que no me estabas escuchando.

Fernando estaba cansado; en su trabajo en la tienda había sido realizado un cambio de sistema y tenía que ingresar muchos cambios.

—Cariño, no estoy preguntando eso; lo que sucedió es algo que puede pasar en el mundo de la televisión, siempre habrá alguien que no le agrade tu trabajo, y está bien.
—No, no está bien —Márgara hizo un gesto de molestia con las manos, impotente ante lo que estaba sucediendo—, tú no lo estás entendiendo, no le estás tomando el peso que corresponde.
—Le estoy dando la importancia que merece —él se acercó y tomó con suavidad sus manos—. ¿Por qué te angustia tanto que una o dos personas tengan esa opinión?

Márgara se soltó de él y se alejó algunos pasos, haciendo gestos de protesta por lo que él había dicho.

—No son una o dos personas ¿Por qué no lo entiendes? ¿No te importa lo que hago, me estás subestimando?

Fernando se llevó las manos a la cara y se restregó los ojos, agotado.

—Amor, estás demasiado alterada.
—Oh, entonces esto es un problema mío —chilló ella—, supongo que lo estoy imaginando.
—¡No fue eso lo que dije! —estalló él. Al momento resopló e intentó calmarse—. No fue eso lo que dije; amor, sé que estás sometida a un estrés por el programa., lo entiendo, pero tienes que ver que estás muy alterada por algo que no es tan importante. Es un dato, es un par de personas y eso es todo, mira las estadísticas del programa ¿No las ves todo el tiempo?

Ella lo miró con expresión desconcertada.

—No estoy obsesionada con eso ¿Por qué lo estás mencionando?

Él estuvo a punto de decirle que tampoco había dicho que estuviera obsesionada, pero optó por saltar esa parte.

—Porque tú sabes que tus estadísticas van bien; cariño, tienes buenas votaciones, y lo sabes, pero nadie puede tener el favor de todo el mundo, siempre habrá alguien que no esté de acuerdo. Tienes que estar tranquila y seguir con lo que sabes hacer, y el tiempo demostrará lo que vales.

Ella se quedó un momento muy largo mirándolo en silencio, con una expresión que rayaba en una mueca infantil de rabia; después de eso habló en voz más baja, y aparentemente más calmada.

—Pues espero que sea así. Tengo que aplicarme la crema de tratamiento en el cabello ¿Hasta qué hora vas a seguir con eso?
—Voy a terminar tan pronto como pueda —explicó el con voz dulce—, ¿Todo está bien?
—Sí.

Ella fue al baño, y el hombre se sentó frente al escritorio, abatido; después de un instante tomó el móvil y entró al chat de la madre de Márgara.

«¿Podemos hablar?»

Se sorprendió de ver que ella contestaba de inmediato; su respuesta fue breve, pero muy contundente.

«Por supuesto que podemos. ¿Problemas en el paraíso?»

3


Charlene y Harry estaban muy concentrados en reparar los adornos de pedrería de un vestido verde esmeralda; en ese momento ella estaba ocupado toda la mesa, en donde tenía el vestido, y él estaba a un costado con un costurero, hilvanando hilo plástico transparente para coser las piedras.

—¿Es necesario terminar esto ahora? —rezongó él—, ya te salvaste hoy y el siguiente programa es hasta el martes.
—Sí, es necesario —replicó ella, Sin despegar la vista delo que estaba haciendo—, porque mañana yo tengo que ir a clases, tú tienes que conseguir más votos por si acaso, y el domingo ya no podremos porque tendré que estar haciendo el espectáculo en ese hogar de niñas.

Harry sonrió; desde que Charlene entró en el programa, él creó algunas cuentas en redes sociales y las cargó con toneladas de tonterías para hacerlas pasar por cuentas reales, y desde el minuto uno del programa las mantuvo activas, pero sin seguir o hacerle barra a ella. La idea era poder usar esas cuentas en el momento más adecuado.

—Salvamos por los pelos cuando Lisandra te encaró en el programa —comentó mientras enhebraba una aguja—, por suerte no dijiste nada concreto frente a las cámaras y eso me dio tiempo.
—Es que estoy preparada para todo —apuntó ella con tono profesional—; tengo que reconocer que me tomó por sorpresa.

Harry le alcanzó una red de cuatro piedras y siguió con otro juego.

—La próxima vez que se te ocurra un vestido, que no sea algo que se desarme solo; ah, y escucha bien esto, la próxima vez escoge bien la canción, porque incluso con tu teatro de princesa lastimada tus votaciones bajaron.

Charlene revoleó los ojos.

—Cómo me iba a imaginar que en todo el mundo una canción como esa era de un tema así? —Se encogió de hombros—. Y no te pongas como ella, tú eres mi aliado.
—No te estoy criticando moralmente, ni más faltaba —meneó la cabeza, divertido—, no nos probemos el zapato de taco entre modelos; solo digo que podrías haber usado el buscador de internet, viene incluido en el precio.
—Sí, bueno, como sea —repuso la rubia—, ahora lo importante es brillar en ese hogar para que esas chiquillas me ayuden a ser lo que quiero ser.
—La Barbie solidaria.

Ella ignoró el comentario; en el caso del vestido no podía culparlo de la falla del traje, porque fue ella quien no pudo notar que todo el conjunto de pedrería estaba conectado, por lo que el accidente que cortó una de ellas cuanto había basado del escenario terminó por desarmar casi todo lo demás. En apariencia nadie había notado esa falla y pretendía mantenerse de la misma forma.

—Estoy segura de que lo del hogar va a ser solo primer paso; ahora comienza la subida al estrellato.

Habían acordado una serie de claves para coordinarse; de momento, él seguía siendo invisible, de modo que era muy importante que ella pudiera contar con su ayuda, como en el momento de conflicto con Lisandra; acorralada y con pocas opciones, el gesto de tocase la oreja de una forma específica de decirle que tenía que darle sentido a sus palabras, aunque no estaba diciendo algo concreto. A Harry lo único que se le ocurrió fue usar la cuenta de una anciana y publicar un escueto "Gracias señorita Charlene" con el hashtag mal escrito; hasta ese momento, no tenía visualizaciones, y era lo mejor que podía pasar, ya que durante el sábado tendría que conseguir que esa información tuviera una conexión directa con la directora del hogar de niñas a quien Charlene iba a visitar.

—Gracias a mi brillante plan —El hombre ahogó una risa—, soy brillante ¿Quién diría que lograría que tú te convirtieras en hada madrina de ese hogar?
—Sólo espero que el esfuerzo valga la pena y esa anciana se trague el cuento —repuso ella—, porque no va a ser fácil estar compartiendo con esas chiquillas como si fuera una fiesta.
—Qué miedo, son pobres, te podrían recordar tu pasado.
—Cállate.
—Y a todo esto —Harry entornó los ojos—, hay algo que me parece muy raro, y es que no hayas llegado echando fuego por los ojos por tu pelea con Lisandra.

En realidad, se había sentido bastante molesta con eso, pero no tanto como para iniciar una pelea; además, por mucho que quisiera, no podía iniciar un pleito como si estuviera en una novela venezolana.

—Mira, para empezar, eso tonta de Lisandra es una escandalosa; se estaba tomando las cosas como si fuera la cura para el cáncer o algo parecido; esa actitud la puso mal con todas, quiero ver cuando lleguemos a clases mañana y trate de hacerse la inocente mientras todas la miren mal. Y estoy segura de que ella se va la otra semana ¡La tercera es la vencida!
—Ah, entonces lo que quieres es ver cómo la humillan las demás.
—Claro, así yo no me quemo —comentó ella con alegría—. Incluso había pensado hacer algo mucho mejor y seguir el camino de la paz ¿Entiendes? No quiero hacerme su amiga, pero tal vez podría ponerme en plan heroína y meterme en medio con algo como “Esperen, no le hablen así, ella solo cometió un error”

Harry la miró con desconfianza.

—¿Estás pensando hacerlo o ya lo decidiste?

Charlene levantó la vista de lo que estaba haciendo y lo miró sin hablar durante un momento; después entornó los ojos y soltó una carcajada.

—No, realmente ya está decidido; esa mosca muerta se llevará mi saludo justo antes de irse, será como su forma de pagar lo que me hizo —y agregó con tono dramático—. Su humillación será mi mayor triunfo.

4



Lisandra llegó tarde a su casa y sin ganas de hacer cosa alguna; todo había terminado mal en esa jornada, y a pesar de no haber sido eliminada, se sentía casi peor que si eso hubiera sucedido. De camino vio algunos comentarios en redes sociales, y por increíble que le pareciera, a la gente le llamaba más la atención su actitud que el bochornoso espectáculo de Charlene; no quería saber más por el momento, solo quería dormir y poder prepararse para el sábado, que de seguro sería una jornada terrible, con todas las demás tratándola como si ella fuera la incitadora al odio, y de seguro con esa rubia aparentando que era una inocente víctima.
Pero al entrar se encontró con sus pobres mirándola con algo de severidad.

—Lisandra, cariño, queremos hablar contigo.

¿Iban a regañarla? Se sintió demasiado pasada de época para algo así.

—Mamá, estoy muy cansada, podemos hablar en otro momento.

Dio un paso en dirección a la escalera que conducía a su cuarto, tirando de la maleta, pero la voz de su padre la detuvo.

—Lisandra, por favor.

Se detuvo y miró a ambos; no, no necesitaba a sus padres sentados en la sala de su casa, pasada la medianoche, actuando como si ella fuese una niña malcriada.

—Papá, estoy cansada.
—Yo estoy preocupado —repuso él, con voz neutra—; hija, lo que pasó con esa niña no estuvo bien.
—Papá, ella hizo algo espantoso.
—Eso no justifica que hayas actuado de esa forma, fuiste injusta con ella.

Escuchar eso fue la gota que derramó el vaso; por un momento, Lisandra casi pensó en dejar todo por la paz, pero lo desechó al instante; no necesitaba escuchar otra vez que alguien la criticaba.

—¿Injusta? Papá, tú ni siquiera la conoces.
—No hablo de ella —intervino él—, estoy preocupado por ti.
—En ese caso deberías apoyarme —exclamó ella, perpleja—, no criticarme.
—Hija —su madre habló con tono calmo, aunque estaba un tanto nerviosa—, tu padre está hablando de tu comportamiento; no es correcto que agredas a una persona y que le grites, eso es mala educación.

Lisandra soltó el bolso que llevaba al hombro y se cruzó de brazos, con un mal gesto en la cara.

—Mala educación es que ella haya hecho ese espectáculo ¿Sabes qué fue lo que hizo con la canción que estaba interpretando?
—Sí, lo sabemos, la buscamos en internet cuando vimos lo que pasó.

La calma respuesta la descolocó; sin embargo, tras un segundo había vuelto a su punto.

—¿Y se supone que eso no me importe, que deje pasar su falta de respeto por un tema como ese?
—Se supone que actúes mejor que ella, si piensas que hizo algo mal.
—¿Si pienso que hizo algo mal? —parafraseó, estupefacta—. Mamá, esto no es un asunto de puntos de vista ¿Saben algo? No estoy de humor para esto, ya tuve suficiente con lo que pasó en el programa. Me voy a dormir.

Volteó hacia la escalera, pero su padre se puso de pie; vio en él un enojo que no había visto antes, y se sintió profundamente dolida de ver que esa expresión iba dirigida a ella. Después de todo lo que había pasado, sintió que era injusto y desmedido.

—Lisandra, no hemos terminado de hablar.
—Yo sí terminé —sintió su voz algo débil, pero no quiso darse por vencida—, de verdad, esperaba que me apoyaran, que estuvieran de mi lado, no que hicieran como si yo fuera una adolescente.

Les dio la espalda y tomó el bolso y la manija de la maleta, pero otra vez la voz de su padre la detuvo.

—Lisandra; no vas a ir a tu cuarto hasta que terminemos esta conversación.

La chica se dio vuelta hacia él y lo miró, estupefacta. Nunca lo había visto así.

—¿Me estás amenazando?
—No —respondió su padre, su voz era grave y se escuchaba tensa al pronunciar las palabras—, lo que quiero es que nos entendamos, que comprendas que lo que hiciste no está bien.
—No me voy a disculpar —sentenció, en voz baja—, en serio, no sigas con eso.
—Entonces no dormirás en esta casa.

La madre de Lisandra dio un respingo y se puso de pie, tratando le intervenir en una escena que se había ido de las manos.

—¿Qué? Cariño, espera, están exagerando; esto se puede solucionar conversando.
—No, mamá —la interrumpió la joven, decidida—, está bien, es cierto. Supongo que nada ha cambiado, son tus reglas; pero no me voy a disculpar.
—Pero qué piensas hacer —exclamó su progenitora, alarmada.
—Me quedaré donde una amiga.

Ignoró la expresión de dolor de su madre y la de decepción de su padre, y salió con toda la decisión que pudo; una vez fuera, marcó el número de Sam y esperó, aunque sin saber con exactitud qué esperaba.

—Hola — saludó él.

La voz animada del bailarín la hizo sentir mejor; se dio cuenta que, a pesar de lo que creía, no sentía ganas de llorar después de esa discusión con sus padres. En vez de eso, sólo quería a alguien que la apoyara sin restricciones.

—¿Estás ocupado ahora?

Minutos después se reunieron en un bar donde sonaba una agradable melodía; él iba vestido de cuero negro, con los ojos reflejando las luces del lugar como si fuera el sol en la mañana. Mirándolo mientras él se acercaba a la barra, ella se dijo que él se veía como un motoquero, frío como el hielo, pero que en las ocasiones que habían hablado, casi a escondidas, era distinto y tierno. Había sido diferente cuando la instó a sobreponerse a un percance, pero ella veía en él ahora al chico de fuego y calma que necesitaba ver.

—No me quisiste decir por teléfono que fue lo que pasó —dijo a modo de saludo—, pensé que estabas enojada.

Ella se encogió de hombros.

—Para nada, no estoy enojada contigo; es sólo que, bueno, sé que sonará tonto, pero no quiero llegar a mi casa hoy, mis papás no me están apoyando en esto, se volvieron en mi contra por lo que pasó con Charlene.

Había un halo de fuego en torno a él; parecía que estaba ahí en cuerpo y alma, y sentir que estaba así por ella hizo que su mente se alzara más y más.

—No me suena tonto —replicó él—. ¿Quieres contarme cómo te sientes?

Eso era lo que necesitaba; alguien que se preocupara por ella, que intentara ponerse en su lugar y no tratara de contradecirla. Le contó lo que sintió en el área de trabajo cuando Charlene hizo la presentación, y aunque varios hechos de seguro podrían haber sido vistos por él, Sam en ningún momento actuó como si estuviera cansado o aburrido de escucharla.
Cuando terminó, notó que él se había acercado más y la miraba muy fijo, mientras mantenía tomadas sus manos entre las suyas.
Estaba sonando una canción lenta de rock; la mirada de él era una invitación a bailar suave a ese ritmo, a disfrutar en cámara lenta mientras disfrutaban al máximo ese momento. Si tuviera que capturar un instante eterno, sería ese, y lo estiraría por la eternidad.


Próximo capítulo: Un año sin lluvia







Contracorazón Capítulo 19: Decisión sin vuelta atrás




El miércoles llegó para Rafael como si hubiera estado separado del lunes por muchos días; se sentía cansado física y mentalmente, como si todo lo sucedido desde que descubrió el sentido total de sus sueños estuviera tomando parte de su energía; había disminuido el contacto social, no por no parecerle interesante, sino porque sentía que debía saber con claridad qué hacer antes de retomar el curso normal de su vida.
Con el matrimonio de su hermana a la vuelta de la esquina se sintió acorralado, pero al llegar a su departamento después de una agotadora jornada descubrió que en realidad la decisión ya la había tomado de forma involuntaria: tenía que intentar descubrir qué era lo que amenazaba a Martín, y encontrar una forma de ayudarlo.
El matrimonio de su hermana y Mariano era a las dos de la tarde, así que solicitó un permiso a Recursos humanos y salió a las doce del día, para ir a arreglarse al departamento; el traje era de corte clásico, de color gris pizarra, con una camisa azul cielo y corbata a juego, que iba sujeta con la pinza plateada que su madre le había pedido que usara.
En un principio no tenía pensado hacer algo especial con su aspecto, ya que el cabello lo tenía corto y le crecía lento, pero decidió dejarse una barba recortada en candado para refrescar un poco su apariencia. En el servicio civil estaban los novios y los testigos, entre los que él se encontraba, así como los padres de ambos; probablemente fue el momento en que pudo sentirse más a gusto, casi como de costumbre, rodeado de personas a quienes quería y que se preocupaban de él de la misma manera. Mariano estaba tan nervioso que apenas podía contener las lágrimas de emoción, pero se veía tan feliz que irradiaba, junto con Magdalena, una energía que era imposible de ignorar.
Tras volver al trabajo y terminar su jornada sin mayores contratiempos, regresó rápido al departamento para cambiarse otra vez y regresar a la tenida con que había asistido a la ceremonia civil; estaba aplicándose un poco de perfume cuando su móvil anunció una llamada de Martín. Había hecho el esfuerzo por mostrarse amable y cercano como siempre, pero en los pasados dos días había rehuido, de cierta forma, el intentar comunicarse con él; sin embargo, ya no podía seguir de ese modo, era fundamental controlarse y repetir una y otra vez que las cosas seguían el ritmo acostumbrado; Martín era su amigo y ambos estarían en una reunión social, para acompañar a los recién casados en su momento de alegría.

—Rafael, qué gusto —Lo saludó alegremente—, parece que no hablamos hace un siglo.
-Hola Martín —replicó el moreno—; estoy listo ¿Y tú?
-Preparado como figura de torta de novios, quizás hasta salgo casado ¿Nos encontramos abajo?

Rafael se repitió que todo estaba en orden, aunque no pudo evitar una punzada de nerviosismo mientras bajaba las escaleras hacia el primer piso.

—Y, ¿cómo me veo?

Martín había elegido un traje bastante clásico de un color beige listado, pero dando un toque sofisticado con una camisa blanca perlada y una corbata color terracota.

—Te ves muy bien, de verdad.
—Como me dijiste que era una reunión formal pero en tono de celebración, pensé que podía ir un poco más colorido ¿No es mucho?
—No, estás perfecto —Confirmó Rafael—, además tanto Mariano como mi hermana eligieron colores vibrantes para la ocasión.
—¿Cómo estuvo la ceremonia civil?
—Bien, fue algo breve —Explicó—; esas ceremonias son cortas y además los dos quieren hacer algo especial ahora. ¿Trajiste el auto?

El automóvil en el que habían ido hasta el lugar donde hirieron a Mariano algunos días atrás los esperaba en la calle; Martín desactivó la alarma y le hizo un gesto para que subiera.

—Fue una petición a medias, en realidad estaba hablando con mi jefe y le dije que tenía este evento y empecé a bromear con que iría en el transporte público con estas fachas, y una cosa llevó a la otra.

No era de extrañar; con el carácter afable que tenia, resultaba muy posible que lo hubiera logrado casi sin proponérselo. Rafael ocupó el asiento del copiloto y se ajustó el cinturón de seguridad mientras el trigueño ponía en marcha el vehículo.

—Estoy sorprendido: te iba a decir que fuéramos en un taxi.
—Con esto nos ahorramos esa carrera, el combustible es más barato, en cualquier caso; además, dejamos ese dinero para nuestra salida pendiente.

¿Qué evento podía estar en su futuro como una amenaza en las sombras? Rafael pensó por un momento en el asalto que sufrieron Magdalena y su ahora esposo, y sintió un estremecimiento ante una posibilidad sorpresiva e inesperada como esa.

—¿Salida pendiente? —preguntó algo ido.
—Claro, lo que sucedió —Explicó Martín—, tenemos que hacerlo, ya sabes, dos chicos jóvenes y solteros sueltos en la ciudad.

Lo había olvidado ¿Qué se suponía que debía hacer? No podía estar todo el día pendiente de él sin llamar la atención, y ante la posibilidad que había desterrado de decirle todo sobre ese asunto, no le quedaba otra alternativa que pretender que todo iba como de costumbre y hacer lo que estuviera en sus manos.

—Tienes razón, casi lo paso por alto. Pero ¿Para cuándo?
—Veamos después de fin de mes —comentó Martín con tono ligero—. Así puedo saber si va a ser una salida de celebración porque me quedo o de despedida porque me voy del trabajo.

Soltó una risa transparente, aunque a Rafael no se le hizo muy gracioso el comentario.

—No te veo preocupado.
—Estoy bien evaluado, eso es todo lo que puedo hacer además de ser responsable —respondió el trigueño, encogiéndose de hombros—, más que eso no hay, y tampoco me sirve angustiarme por ese asunto, al menos de momento puedo pasar este mes sin problema.
—¿Y en el trabajo no te han dicho algo al respecto? —preguntó Rafael.
—Nada de momento, solo queda esperar.

Llegaron al centro de eventos en donde estaban citados poco después de las siete y media; Mariano estaba en la puerta del lugar y los saludó alegremente; en ese momento llevaba vaqueros y una camisa, distinto del traje oscuro con que estaba en la ceremonia civil.

—Rafael, qué bueno que llegaron.
—Ya estamos aquí —replicó el moreno—, déjenme presentarlos.

Después de las presentaciones, Mariano estrechó con fuerza y calidez la mano de Martín.

—Con todo lo que pasó y el matrimonio encima no tuve tiempo de darte las gracias por tu ayuda cuando nos asaltaron; de verdad, muchas gracias.

Martín le sonrió amablemente, aunque un poco incómodo.

—No hay nada que agradecer, de verdad; solo ayudé en lo que pude y no fue mucho.
—Yo digo que sí —apuntó Mariano—, estoy agradecido por eso, y también muy contento de que seas amigo de mi cuñado.

El hombre se veía relajado y contento; hizo un gesto hacia el interior a ambos.

—Pasen y tomen una copa; yo me voy a retocar el maquillaje y vuelvo para la ceremonia ¡No me tardo!

Se alejó riendo por un pasillo lateral; el lugar era una casa antigua que había sido modificada para que la mayor parte de la primera planta y el jardín, techado, fueran utilizables para realizar eventos, mientras que la cocina y segunda planta eran salones para desarrollar labores acordes al evento como montaje de platillos y similares.
El ambiente estaba siendo animado por una agradable música ambiental; amigos de Magdalena, los padres de ambos novios, amigos y familiares de Mariano conformaban el grupo de alrededor de treinta personas que estaban compartiendo en esos momentos. Abigaíl y Benjamín se acercaron a Rafael.

—Al fin llegaste —comentó ella—, te estábamos esperando.

—Se saludaron y el moreno hizo las presentaciones correspondientes.

—Un gusto —dijo ella—, Rafael nos ha hablado de ti, dice que eres un amigo muy importante para él.
—Él también me habló de ustedes —replicó el trigueño—, los quiere mucho.
—Julio dejó grabado un saludo para cuando llegaran ustedes —comentó Benjamín con una sonrisa algo torcida—, dijo que estaba seguro de que llegarían juntos.

Rafael sintió una punzada de nerviosismo al pensar en que su amigo podría hacer algún comentario inadecuado, pero mantuvo la calma el recordar que les había dicho que su nexo con Martín era una amistad y no otra cosa; en la pantalla del móvil de apareció Julio, cuyo sonriente rostro estaba cubierto en parte por grandes anteojos oscuros, al parecer por estar al aire libre.

—Hola Rafael, estoy seguro de que te ves guapo como te aconsejé; ah, y tú debes ser Martín, ya tuviste el gusto de conocerme, luego tendré que devolverte la mano.

Rafael sonrió; a pesar de parecer una toma casual, la experiencia de su amigo hacía que se notara que cada detalle había sido considerado, desde el ángulo hasta el volumen del sonido ambiente.

—Ahora no lloren por mí, estoy filmando en exteriores y solo Dios sabe hasta qué hora; disfruten, bailen, beban y no conduzcan. Nos vemos.

Se despedía con una radiante sonrisa antes de que el video se fuera a negro.

—Bueno, ese fue el cinematográfico saludo de nuestro amigo —comentó Abigaíl con una sonrisa—, grabó otro para Magdalena, se lo mostraremos más tarde.

El grupo siguió conversando, y Rafael fue a saludar al resto de los asistentes; poco después regresó Mariano, ya vestido con el traje que había comprado para la ocasión, el que tenía algunas modificaciones que hacían que le quedara muy elegante y ajustado a su talla.

—Te ves genial —Le dijo Rafael, acercándose—, escogiste muy bien el traje, te lo dije.
—Gracias —apuntó Mariano—, ahora que lo estoy usando me siento más seguro y no es muy llamativo.

La madre de Rafael tomó lugar a un lado de una mesa alta preparada para la ocasión comenzó a hablar.

—Gracias a todos por estar aquí y acompañarnos en este momento.

Hizo una pausa, algo emocionada por lo que estaba sucediendo; el padre de la novia y los padres del novio se acercaron a ella, quedando los cuatro de frente a todos.

—Nosotros ya estuvimos en la ceremonia civil —declaró, repuesta—, pero los chicos querían hacer algo especial ahora, unos votos personales, así que los vamos a acompañar. Magdalena, por favor.

La hermana menor de Rafael se había ausentado un poco antes para prepararse; el hombre miró a su lado a su cuñado y vio que estaba muy tenso, con los ojos inundados en lágrimas.

—No voy a llorar.

Su declaración en voz muy baja nada tenía que ver con lo que estaba pasándole; en ese momento, Magdalena apareció en escena, luciendo el vestido diseñado por ella algún tiempo atrás. Llevaba el cabello recogido en un medio moño que dejaba caer el resto en cascada del lado izquierdo del cuerpo; un único pendiente de cristal tornasol daba la nota de brillo a su atuendo, que destacaba el maquillaje en tonos rosa.

—Oh dios mío —susurró Mariano—, se ve tan hermosa.
—Tranquilo —Le dijo Rafael apoyando una mano en su hombro—, conserva la calma.

Magdalena lucía emocionada y contenta, y miró a todos con alegría al quedar quieta junto a sus padres; Mariano avanzó con paso nervioso y se quedó de pie, mirándola muy fijo.

—Ustedes se conocen hace años —pronunció la madre de ella, con voz firme y clara —. Se quieren y prometieron acompañarse el Uno al otro; hoy dieron un paso que es importante para su relación y ahora quieren hacer algo más, una promesa para su vida, un compromiso de cara a las personas que los quieren.
Magdalena ¿Qué Te gustaría decirle a Mariano?

La chica sonrió y respiró profundo; ya sabía muy bien lo que iba a decir.

—Nunca pensé que me iba a comprometer siendo tan joven —Reflexionó, inspirando después—, supongo que de alguna forma pensaba que un compromiso era algo que hacer a una cierta edad. Pero contigo entendí que no es algo de edad: comprometerse y querer vivir con una persona es un asunto de amor y de entenderse, y no tengo ninguna duda de que quiero estar contigo.

Martín se acercó a Rafael con dos copas en las manos y le alcanzó una de ellas.

—Es como un juramento de casados, pero sin sacerdote ¿No?
—Si, ellos querían hacerlo así —replicó Rafael—, y me parece lindo, es más honesto.
—Tu cuñado está muy emocionado.
—Sí, es algo muy importante para él.

El aludido respiraba con algo de dificultad, tratando de mantener la compostura en ese momento; inspiró y soltó una vez más, e intentó hablar con claridad.

—Yo —Hizo una pausa, superado por la emoción—, lo siento, dije que no iba a llorar. Yo sólo quiero decir que soy demasiado afortunado de haberte conocido y de poder estar con una mujer fuerte y con tantas cualidades como tú. Y que voy a hacer todo lo que pueda para que seas feliz.

Se tomaron de las manos y se dieron un tierno beso en los labios, tras lo cual él la abrazó con fervor, entre los aplausos de todos.
Rafael se tomó un momento para mirar a todos en el lugar, y también a ese esperado y emotivo momento de compromiso. Ahí estaba la mayoría de las personas que le importaban, y lo que estaba pasando era mucho más que una ceremonia; era la oportunidad de estar juntos, de apoyarse y compartir una forma de ver la vida, de amar y descubrir los sueños y proyectos para el futuro. Y eso era lo que quería preservar a toda costa.

2


Después de la ceremonia y algunas palabras de los recién casados, la reunión siguió en un ambiente relajado y ameno para todos; gracias a su cordialidad y buen trato, Martín se había mezclado sin problemas con los invitados, y al poco parecía uno más en el grupo.

—Y entonces le dice “No, pero podría ser más tarde”

Las risas salieron de forma espontánea ante el relato, mientras el trigueño imitaba los gestos; Rafael había escuchado ese chiste suyo, pero le seguía pareciendo divertido, además que le gustaba que él estuviera tan integrado con todos.

—¿Ya me olvidaron? —preguntó livianamente mientras se acercaba al grupo en donde estaba el trigueño y sus amigos del trabajo.
—Totalmente —replicó Abigaíl alzando una copa hacia él—. Te reemplazamos por tu amigo más joven y escultural que tú.
—Eso es maldad.
—¿Y en qué trabajas Martín?

El aludido hizo un encogimiento de hombros, como quitando algo de importancia al tema.

—Por ahora, en lo que sea; ventas, atención de público, pero no los voy a aburrir con eso.
—No es aburrimiento —comentó Benjamín—, pero me suena a que estás buscando.
—Un poco, sí. No me quiero quedar quieto, me gusta el dinamismo.
—Buero, si es así —Le replicó el otro hombre—, si necesitas un dato, están contratando personal en la librería Andes ¿la conoces?

Rafael había pasado por ahí en varias ocasiones; cerca de su trabajo, junto a una iglesia, estaba una sucursal muy antigua de esa librería, y no se le había ocurrido acercarse a mirar al tablero de anuncios que tenían en la pared junto a la puerta de entrada. Ese tipo de letrero era una costumbre muy antigua y esa librería lo había conservado probablemente para mantener la estética clásica que caracterizaba a la construcción en donde se ubicaba.

—Sí, en el centro comercial en donde trabajé había una, no se me ocurrió pasar a preguntar.
—La casa central es la que está al lado de la plaza de armas —explicó—, ahí reclutan gente.

Entonces la que él había recordado era la indicada para eso; le pareció curioso que esa información lo llevara tan cerca de donde él trabajaba, tan solo algunas cuadras hacia el norte caminando por el paseo peatonal.

—Muchas gracias —Estaba diciendo Martín—, iré a ver pronto.
—¿Alguien quiere más Martini?

De pronto, Rafael se sintió distinto, y dejó de escuchar la conversación; había algo familiar, una sensación que le era muy conocida pero que no conseguía entender del todo. Estaba sucediendo, era algo real.

Habían empezado a organizar su tiempo de acuerdo con los horarios de trabajo; él tenía turnos que podían cambiar de la mañana a la noche, y días de descanso que también podían rotar, lo que era algo complejo para poder verse, pero que decidieron tomar como una buena opción de refrescar el panorama y sentirse libres ante nuevas opciones.
Eran amigos a vista de los demás, pero su relación era la de una pareja formal cuando estaban solos.

—¿Rafael?

Dio un respingo en el asiento cuando notó que le estaban hablando; había perdido por completo el hilo de la conversación y la noción del tiempo.

—¿Qué, cómo?
—No recordaba que fueras tan sensible al alcohol —opinó Abigaíl con una media sonrisa.

No, no era el alcohol, pero prefería que pensaran eso a tener que decir la verdad de lo que estaba pasando; paseó la mirada por el grupo, y se preguntó qué tanto de ese desconcertante recuerdo se había reflejado en su cara. Optó por ponerse de pie, haciendo un gesto para quitar importancia a lo que sucedía, como si de verdad el suave brebaje hubiera hecho efecto en él.

—Creo que la anterior me la bebí muy rápido —Bromeó separándose del grupo—. Voy a mojarme la cara o tendrán que sacarme de aquí en una carretilla; ahora vengo.

Esperando que sus palabras hubiesen sido suficiente para distraer la atención, Rafael se alejó hacia uno de los baños habilitados en el lugar. Agradeció encontrarlo vacío, y se quedó un momento frente al gran espejo, apoyado en uno de los tres lavamanos mientras se miraba con un dejo de ansiedad.
No soy yo, no soy yo, se repitió mirando fijo en sus ojos; otro fragmento de sueño, un trozo de recuerdo que no era suyo, vagando frente a su mirada, casi como si pudiera tocarlo, como si de verdad hubiera en ello una clave que no conseguía descifrar.

—Muy fuerte el Martini ¿No?

Miró por el reflejo y vio a Martín apoyado en la pared, mirándolo de brazos cruzados; fantástico, no había conseguido engañarlo.

—Sólo fue algo leve, por la que me tomé antes.

Se estaba agarrando a un clavo ardiendo, y falló por completo; Martín le dedicó una mirada un poco preocupada.

—Si hay algo que te esté pasando, sólo dilo, aquí estoy.

La posibilitad de decirle que tenía unos extraños sueños en donde un hombre muy parecido a él moría resultaba absurda y por completo fuera de lugar; incluso si pudiera hilvanar todos esos trozos de historia en algo remotamente coherente, le resultaba imposible explicar con propiedad lo que sentía o la forma en que estaba seguro del origen real de aquellos recuerdos. No se trataba de creer, sino de saber, pero era más sencillo saberlo en su interior que transmitir ese mensaje.

—Gracias —replicó hablando con calma, controlando las emociones—, pero estoy bien, en serio.

Su mentira era tan débil que casi podía verse a través de ella; Martín lo miró un momento en silencio, sin cambiar la expresión en su rostro. Rafael quiso hacer algo normal como mojarse la cara, pero en cambio se quedó quieto, fingiendo normalidad mientras por dentro temía temblar y revelar su nerviosismo si se movía.

—Bien, como tú digas —replicó el trigueño al fin, volteando hacia la puerta—, en ese caso no tengo de qué preocuparme.

Estaba a punto de salir; Rafael se dijo que ya lo había logrado, que no tenia más que esperar  un momento más; pero Martín se detuvo justo antes de salir, y le habló con un tono casual, aunque sin mirarlo.

—Aunque tú y yo sabemos que no te hizo efecto el Martini, porque no te tomaste otra copa antes de esa.

No era una recriminación en regla, pero era evidente que Martín lo había dicho por una razón; había descubierto esa mentira desde un principio, y en vez de usar esa información de forma negativa, estaba dando la chance de estar ahí y escuchar si era necesario. Todo eso hacía que la mentira de Rafael, por superficial que fuera, sonara mucho peor, ya que daba la impresión de no estar teniéndole confianza.

—Voy a estar por ahí con los demás.

No esperó respuesta y salió, dejando la puerta cerrándose lentamente por el silencioso mecanismo que la sostenía.
Rafael se sentía mal por lo que acababa de pasar, pero se dijo que no tenía otra alternativa; decirle todo aquello que estaba pasando por su mente, incluso si no estuvieran en ese entorno, sería el comienzo de una bola de nieve imposible de detener. No conseguía imaginar la reacción exacta de Martín ante una situación como esa, pero si tomaba como referencia su propia experiencia al respecto, lo menos que podía suceder era que no creyera una sola palabra, o que creyese que estaba delirando.

Afuera, Martín deambuló por el amplio espacio en donde se desarrollaba la animada reunión; no estaba molesto por la repentina actitud tan reservada de Rafael, y de alguna forma no le sorprendía. Rafael era más introvertido que él, pero desde un principio sintió que él se encontraba en confianza cuando conversaban, de modo que fue natural pensar que, al verlo incómodo o en una situación donde las cosas no iban bien, se ofrecería para escucharlo.

—Martín.

La voz de Magdalena lo sacó de sus pensamientos; la flamante esposa se acercó a él radiante y sonriente.

—¿Cómo te sientes en nuestra reunión?
—Muy bien —respondió cordialmente—, todo está perfecto.
—¿Y mi hermano? —Preguntó ella mirando en todas direcciones—. No me digas que te dejó abandonado.
—Para nada —Hizo un gesto para apaciguar el comentario—, solo fue a mojarse la cara; se tomó una copa de un solo trago y se mareó un poco.
—Mi hermano tomando una copa de un solo trago —comentó ella, perpleja—, eso sí que es una sorpresa, Rafael bebe pero siempre de forma muy controlada.

Eso Martín ya lo sabía, pero decidió mantener la versión entregada por su amigo en primer lugar.

—Sí, creo que se dejó llevar por el sabor en realidad; pero no era algo grave.
—Me habría gustado ver eso, realmente —comentó ella con tono alegre— ¡Rafael! —agregó llamando a su hermano—. Ven acá ahora.

Rafael se demoró en acercarse a ambos, estudiando las expresiones de los dos; su hermana lucia contenta, mientras que Martín parecía igual que de costumbre.

—Martín me dice que pretendes emborracharte ¿En mi matrimonio? —Puso los brazos en jarras? — ¿Te das cuenta de cómo me siento con esa idea?

Martín se había ubicado un paso atrás, fuera de la vista de ella, y le hizo un gesto de complicidad, diciendo sin palabras que lo estaba apoyando en esa charada.

—No me estoy emborrachando, estaba exagerando —contestó tratando de sonar lo más natural posible—, sólo fue un trago un poco largo pero es temprano para ver doble.

Por suerte, ella estaba en la dinámica de bromas con él, de modo que podría esquivar cualquier probable sospecha.

—Espero que sea así, te lo advierto.
—Te prometo que no haré ningún espectáculo —Le sonrió e hizo la señal de promesa con la derecha—. No me verás bailando arriba de las mesas ni nada parecido.
—Más te vale.

Ella se alejó hacia unos amigos que la estaban saludando, y por un momento los dos hombres se miraron fijo, sin decir palabra; antes que uno de los dos hablara, el padre de Rafael se acercó a ellos con el móvil en las manos.

—Hasta que los veo juntos. Este muchacho —indicó a Martín—, es muy simpático y amable, te lo digo.
—Gracias —comentó el aludido, sonriendo ante el cumplido—, pero me está halagando mucho.

El hombre mayor le dedicó una mirada que Rafael reconoció como sus clásicos análisis humanos; conocía a las personas con facilidad y casi nunca se equivocaba.

—Ustedes dos se llevan muy bien, son buenos amigos.

No supo si fue a propósito o no, Martín no habló en primer lugar, dejando esa responsabilidad en Rafael; dudó una milésima de segundo, pero optó por decir lo que sentía y confiar en Martín.

—Es cierto —Se aventuró a decir—, Martín es un amigo genial y sé que puedo contar con él.
—Eso es bueno —reflexionó su padre—, tener personas en quien confiar; y ya que están juntos aquí, quiero una foto de los dos, espero que no me digan que no.

Se pararon uno al lado del otro, y para tranquilidad de Rafael, Martín lo abrazó pasando una mano por encima de su hombro; pareció cono si gracias a la foto todo se hubiera arreglado.

Por la noche, Rafael y Martín se despidieron de todos y salieron charlando animadamente; la reunión después de la ceremonia había sido amena para todos, en especial para los novios, quienes en todo momento se preocuparon de conversar y compartir con sus amigos y familiares. Por momentos parecía que todo estaba igual que antes entre ellos, pero se sintió en la necesidad de decir algo, aunque no fuera la verdad que había decidido callar.

—Martín, escucha, sobre lo que pasó en la tarde…
—No hay nada pendiente, tranquilo —dijo mientras sacaba las llaves del bolsillo.

Estaban cada uno a un lado del auto; Rafael vio en Martín la misma mirada honesta que se había ganado su confianza desde casi el primer momento.

—No quiero que parezca que no confío en ti.
—Entonces no mientas —Martín se encogió de hombros—. No hay que hacerse el fuerte, eso no es necesario; si quieres hablar de algo, dilo, y si no, dímelo también y eso es todo.

Tal vez podría haber aplicado ese sencillo razonamiento, de no ser porque su mente se encontraba aprisionada por todo tipo de complejos pensamientos; al menos podía decir que las cosas habían salido bien en la ceremonia, y que a pesar del malentendido, su amistad no había sido perjudicada.

—Tienes razón —Admitió mientras subían al auto—, sólo quiero decir que confío en ti, de verdad.

Poco después llegaron al edificio y se separaron; Rafael acababa de entrar en su departamento cuando recibió un mensaje de su padre.

«Para que tengas una copia por si no se sacaron una foto juntos.»

El breve mensaje estaba acompañado por la foto, que en el momento no había tenido la oportunidad de mirar con atención; ambos sonreían de forma muy relajada, distraídos y unidos de forma amistosa. Le gustó ver que esa cercanía entre ambos se transmitía incluso en la imagen, y que la preocupación que él sentía no había traspasado más allá de los muros de su mente. Estaba escribiendo un agradecimiento para su padre cuando este envió una segunda foto.

«Tu madre dice que con este filtro se ve muy bien, es estilo antiguo.»

Se trataba de la misma imagen, pero con un filtro en blanco y negro y un marco de efecto desgastado en los bordes; el hombre se quedó inmóvil a tan solo unos pasos de la puerta, contemplando el teléfono en su mano como si fuera algo ajeno a este mundo.

—No puede ser.

En ningún momento desde que tuvo ese revelador sueño se le pasó por la mente hacer algo tan sencillo, pero que podía cambiar tanto a la vez; la foto, en blanco y negro, era una especie de retrato irreal, una captura imposible en el presente, pero real en el pasado.

Los rasgos se desdibujaban un poco, y ciertas formas óseas tomaban un aspecto distinto; tan ligero como para no llamar demasiado la atención, pero tanto como para establecer una conexión más y más fuerte. Viendo esa foto de aquel modo, la imagen del hombre al que llamó Miguel y su pareja era parecida de un modo alarmante a Martín y él.
Como si fueran antepasados, personas de otro tiempo.
Se había repetido tantas veces que no era él, que ese recuerdo no era suyo, pero por momentos dudaba y se decía que quizás tenía otro significado, que ese parecido era algo de su imaginación; pero con esa foto modificada fue imposible equivocar el camino. Ellos dos habían existido algún tiempo atrás, existieron, fueron amados el uno por el otro, y de alguna forma, contraviniendo las leyes de la lógica, seguían en el presente, estaban ahí a través de ese sentimiento y esas fracciones de memoria, ajenas a él por completo, pero vívidas y palpables
Ya no había duda en su mente, todo lo que estaba sucediendo era una advertencia; antes había pasado algo que destruyó las vidas de dos personas, y por algún motivo que no podía comprender, de alguna forma las cosas estaban a punto de repetirse.
Martín estaba caminando sin saberlo por el borde del precipicio, y la única forma de descubrir cuándo iba a caer era tener en sus manos la mayor cantidad de información posible.
Tenía que sumergirse en esos sueños y buscar una clave para poder evitar que algo malo sucediera.


Próximo capítulo: Una clave incierta

Las divas no van al infierno Capítulo 17: Once de marzo




Valeria había recibido un mensaje de una de las asistentes en la mañana del jueves, en donde le pedían que llegara un poco antes al edificio donde se desarrollaban las jornadas de clase, para una reunión. Después de la gran noticia de haber sido escogida como la presentación más divertida, pensó que tal vez había llegado uno de los momentos que esperaba dentro del programa: que los representantes de un auspiciador quisieran hablar con ella.
Sabía que en el mundo espectáculo había enviados de las marcas a cada programa nuevo para testear nuevos rostros; en muchas ocasiones el representante de una marca hablaba con la potencial figura semanas o hasta meses antes de firmar un contrato. Una vez que llegó a las instalaciones fue directo a la oficina en donde le indicaron que la estaban esperando; Sandra, la productora encargada del espacio abrió la puerta al instante.

Buenos días Sandra.
Llegaste puntual —observó la mujer, haciendo un gesto para que entrara en la oficina —, pasa por favor y siéntate.

Valeria entró al lugar; le pareció extraño que fuera de un escritorio básico y sillas, el lugar estaba apenas decorado.

—Valeria.

El nombre había sido pronunciado con total seguridad, por parte de la mujer que a su espalda había cerrado la puerta.
Lo sabía, la había descubierto.
Tantas veces practicó el gesto y la voz, que, aunque se le encogió el corazón al escuchar su verdadero nombre, reaccionó de la forma en que cualquier persona haría cuando alguien lo nombra de forma equivocada, es decir sin hacer aspavientos, pero aclarando un error menor.

—Es Valentina, creo que te confundiste.

Se había sentado, y se obligó a mantener una postura física relajada, aunque todo en ella le gritaba que las cosas estaban muy mal. Sandra, en tanto, rodeó el escritorio y se quedó de pie frente a ella.

—¿Tengo cara de tonta?
—Sandra, no sé…

No alcanzó a terminar la frase, y esta fue interrumpida por la otra mujer, que arrojó sobre la mesa unos papeles, coronados con una impresión a color de su cédula real de identidad, en donde estaba su nombre verdadero, así como su foto con la antigua apariencia; se quedó sin palabras, incapaz de reaccionar de la forma apropiada ¿Cómo había conseguido toda esa información de un día para otro?

—¿Qué es lo que me vas a decir? —espetó la otra mujer, fulminándola con la mirada—. ¿Que no sabes de lo que estoy hablando, que seguramente es un error? Entonces yo soy una estúpida, tú me estás viendo como una estúpida.

Era demasiada información, no se trataba solo de un dato aislado; pero ella había contactado a un profesional ¿Cómo habían descubierto su engaño? Sintió pánico instantáneo, y todo lo que intentó, todo lo que estaba sacrificando y todo lo que quería para su carrera estaba al borde de un precipicio, sin que hubiera alguien para sujetarla y detener su caída.

—Sandra, yo…
—Tú ¿Qué? —la mujer la fulminó con la mirada—. ¿Qué es lo que me quieres decir? ¡Si tú no existes ¡Estoy parada frente a un holograma, tú no eres nada de lo que dijiste, todo es una gran mentira! ¿Quién eres? ¡Quién eres!

La segunda frase no era una pregunta, y la coronó con un violento gesto con el que arrojó el portalápices al suelo; Valeria temblaba de pies a cabeza, tomada demasiado por sorpresa como para poder recomponerse y saber qué hacer, dio un salto en el asiento, mirando a la otra mujer como si fuera alguna fuerza incapaz de contrarrestar.

—Sandra, escúchame por favor.
—¿Sabes cuánto tiempo llevo en este mundo? —preguntó la productora con voz de acero, sin dejar de mirarla con furia—. Años, los suficientes años como para no dejarme engañar por cualquier mujerzuela que cree que con cara de inocente puede hacer pasar por alto cualquier cosa. ¿Crees que eres la primera que intenta esconder sus secretos, la primera delincuente que lo hace?

Valeria estalló en una exclamación ahogada; no podía estar pasando, todo eso era una pesadilla.

—¡Yo no soy una delincuente!
—¿No? —Sandra la miró con expresión escéptica—, eso es lo que eres ¿No te pusiste a pensar por un segundo en que falsificar documentos es un delito? ¿Que las personas que usan una identidad falsa para firmar contratos están haciendo algo ilegal? Hay cámaras por todas partes, no sólo firmaste un contrato, también aseguraste frente a una cámara que todo lo que decías era verdad. ¿Cómo se le llama a una persona que miente de esa manera?
—Pero yo no quería cometer ningún delito —suplicó ella, sin poder contener las lágrimas—, yo no le he hecho daño a nadie.

Se sintió pequeña y abrumada en ese lugar; ridícula por creer que podía conseguir burlar todas las medidas de seguridad, tonta por creer en un futuro de fama en donde sus fallos serían cubiertos por un futuro brillante y prometedor. Ilusa por pensar en la posibilidad de cumplir sus sueños, y completamente ciega por no ver en lo que se había metido.

—No le has hecho daño a nadie —parafraseó la productora, cruzándose de brazos—, no le hiciste daño a nadie, eso suena muy lindo, pero no resiste análisis de ninguna persona. Yo soy la productora de este programa y por debajo de Kevin yo soy la persona con más responsabilidad, soy quien tiene toda la culpa si las cosas salen mal; las horas de trabajo, el tiempo de esfuerzo, semanas de planeación y de puesta en marcha, y todo se tambalea ¡por culpa de lo que hiciste tú!

Valeria dio otro salto en el asiento; estaba llorando ante las acusaciones de la mujer, quien la continuaba atacando sin piedad; todo se había derrumbado de pronto, y no podía hacer nata excepto llorar sin parar. La mujer hizo una pausa, tras la cual se sentó frente a ella, mirándola con actitud de completa superioridad.

—Dime tu verdadero nombre —le ordenó en voz baja.
—Yo...
—Dilo —repitió, con determinación—. Deja de llorar, no tienes derecho a eso después de lo que hiciste.
—Mi nombre. Soy Valeria.
—Valeria. Eso el algo de sinceridad, al menos es un comienzo.

No sabia cómo actuar frente a ella; desde la audición la había visto como una mujer fuerte y capaz, el prototipo de productora experimentada. Pero ahora, en el interior de esa oficina y después de las acusaciones, parecía alguien mucho mas fría y calculadora, alguien que tenía en mente algo que iba mucho más allá de mostrar sus documentos de identidad.

—¿Por qué hiciste esto? ¿Por qué cambiar tu identidad?
—Yo solo quería entrar al programa —replicó con tono suplicante.
—No, no, no nos distraigamos —la interrumpió Sandra, con una expresión indescifrable en el rostro, hablándole con firmeza, pero sin agresividad como un momento atrás—. Necesito entender qué te llevó a cambiar tu identidad.

Valeria se obligó a respirar profundo y tratar de calmarse; tendría que decirle, aunque no entendía qué podía cambiar eso.

—Solo lo hice para poder entrar en el programa.
—¿Qué edad tienes en realidad?

El tratamiento facial para verse más joven, la deuda con la dueña del centro de estética, todo eso estaba en juego en el momento de entrar al programa, y luego de lo ocurrido, todo estaba destruido.

—Tengo veintisiete años.
—Entonces te quitaste años para poder pasar las etapas preliminares —observó la productora.
—Yo sólo quería mostrar que tengo talento, que puedo hacerlo bien —explicó con voz temblorosa—, pero estaba la restricción de edad hasta los veintiséis, y supe que no me iban a dejar participar, que incluso si tuviera veintiséis no me serviría de nada, porque en este mundo las mujeres jóvenes son las que tienen futuro. Entre una de veintiséis años que puede hacer un buen trabajo por cuatro y una de veintidós que pueden enseñarle y sacar provecho por ocho, la elección es muy clara.

Sandra la miró con los ojos entrecerrados; después de una nueva pausa siguió analizando y preguntando.

—Y entonces conseguiste una identidad falsa.
—Conocí a un sujeto que fabricó la cédula —explicó la morena—, y él me dio las indicaciones; todo funcionó, pude incluso hacer algunos trámites con el documento con el otro nombre.
—Pero firmaste un contrato —apuntó la productora—. Esas cosas no desaparecen por sí solas, y lo sabes; después de entrar en el programa ¿Cómo hiciste para que nadie te reconociera?
—Me hice un tratamiento facial para verme más joven —explicó, resignada—, y creé redes sociales nuevas; también me hice un cambio de apariencia.
—¿Me estás diciendo que mantienes dos perfiles simultáneamente en las redes sociales?
—Fue lo único que se me ocurrió para distraer la atención —replicó con tono suplicante—, pensé que eso ayudaría; inventé que mi perfil real tenía un viaje de trabajo, y he estado subiendo fotos y comentarios como si estuviera ahí.
—Como si Valeria estuviera de viaje —puntualizó la otra mujer—, mientras Valentina estudia y se presenta aquí en un escenario. ¿Nadie le dijo en las redes a tu yo real que había una chica parecida en televisión?

Sí, lo habían hecho por lo que su novio le había dicho, pero había controlado esa situación. Como si le sirviera de algo.

—Pocas personas, pero lo mantuve lejos con lo del viaje; además, nadie creería que yo fingiera no ser alguien de la televisión.
—Apelaste a lo poco probable —dijo la productora—, te aseguraste de tapar todos los agujeros en la historia para que tu identidad fuera perfecta. ¿Qué pensabas hacer en el futuro?
—Pensé que, con el tiempo, si todo salía bien, podría asumir que era sólo un seudónimo, un nombre artístico; que podría solucionarlo cuando ya hubiera demostrado lo que valgo y el talento que tengo.

Siempre había pensado que con el tiempo lograría solucionar todos los problemas. Qué equivocada estaba.

—Bien, eso fue bastante dramático —comentó Sandra, ahora con un tono algo divertido—, ahora, vamos a hablar en serio.
—¿Me vas a denunciar?

Sandra soltó un bufido y sacó desde un punto no visible para ella una grabadora portátil. Entonces por eso las pausas, por eso los cambios de tono.

—Ahora que tengo toda tu confesión correctamente respaldada en esta grabación —indicó la productora—, tú y yo vamos a hablar en serio; eres una mujer adulta, sécate esas lágrimas y deja de lloriquear. Viniste hasta aquí con mentiras, pues muy bien, quiero saber exactamente si estás dispuesta a conservar todo lo que tienes aquí, y si estás dispuesta a hacer un trato.
—¿Un trato?
—Sí, un trato, es como un acuerdo —le respondió con mal tono—. Si estás dispuesta a trabajar para mí, puede que aún sigas siendo Valentina ¿Estás dispuesta a negociar?

2


El viernes de eliminación llegó muy rápido, y Lisandra estaba demasiado harta y cansada; el día anterior las clases fueron especialmente difíciles y sentía que todo le estaba costando.
Sin embargo, se hizo del mejor ánimo para el día, tomó un buen desayuno y almuerzo y salió preparada, escuchando música bailable en el IPad y repitiéndose que todo iba a estar bien. Como se lo esperaba, Charlene hizo lo posible por seguir recordando a todos que era la inmune de la semana, pero luchó por hacer como que no la escuchaba y prepararse de la mejor forma.
Normalmente la emisión del programa empezaba con la música de introducción, pero en esa ocasión fue Aaron Love quien dio el puntapié inicial.

—Gracias por estar aquí con nosotros en esta nueva jornada de su programa Siempre divas. Hoy queremos comenzar con el espectáculo que Charlene, nuestra inmune de la semana ha preparado para todos nosotros, así que sigan atentos porque después de una pausa de anunciantes muy breve, podremos verla en el escenario en todo su esplendor.

Charlene la primera en salir a escena. Pues bien, eso sería cumplir uno de sus deseos, seguramente, pero Lisandra se dijo que eso incluso sería mejor, ya que después de presentarse estaría ocupada con las preguntas de Aaron Love y alguno de los maestros saldría del escenario para hablar con ella. Mientras se presentaban ante las cámaras, las otras estaban en la zona de trabajo ultimando cualquier detalle que fuese necesario, y la que recién salía de escena hacía una ronda de preguntas o comentarios con un maestro.

"Te sientas en frente, y ni te imaginas "

En el momento que la voz de la vocalista del grupo español llegó hasta ella, Lisandra se dijo que de seguro estaba escuchando mal; todas usaban canciones de divas de la música pop o electrónica para presentarse, por lo que no tenía sentido usar una balada para pararse en el programa.

"que llevo por ti mi falda más bonita”

Excepto que Charlene era inmune esa semana.
Por un eterno segundo no quiso voltear, como si de alguna forma estuviera anticipando lo que iba a ver en la pantalla; esa canción era un homenaje, una invitación a reflexionar y valorar, y tenía que ser interpretada con respeto.

"yo cierro los ojos, tú apartas la vista"

Si no hubiera estado sentada, probablemente se habría caído; Charlene había llenado el escenario de cintas y colores, de globos y bailarines en parejas en poses exageradas y excesivamente dulces. Era como la reunión de todos los estereotipos de romanticismo empalagoso posibles, con ella caracterizada de nena inocente.

"Estación a estación, de frente tú y yo…"

Las caras del público en el estudio eran de extrañeza, como si no comprendieran del todo lo que estaba sucediendo; Lisandra estaba muda de espanto por el espectáculo ridículo que la rubia estaba haciendo ¿Cómo permitían que hiciera eso? Miró a las otras chicas a su alrededor, y vio algunas caras sorprendidas y otras un poco divertidas, aunque no era capaz de entender qué veían de divertido en todo eso. Quiso ponerse de pie, gritar que terminaran con ese espectáculo, pero no podía hablar, estaba tan sorprendida por lo que estaba sucediendo que no era capaz de reaccionar de forma alguna.

—Y esa fue la presentación de nuestra inmune de la semana, la chispeante Charlene —declaró Aaron Love, mientras el público aplaudía—. Charlene, ¿Cómo te sientes?
—Muy contenta de estar aquí —replicó ella, radiante—, muy agradecida de todos, y espero que les haya gustado mi presentación.

Hizo una reverencia y salió del escenario; unos momentos después entró en la zona de trabajo, sonriendo ampliamente.

—¿Qué les pareció mi presentación?

Se veía tan alegre y satisfecha que eso hizo que Lisandra se sintiera mucho peor; la miró de abajo a arriba, estupefacta.

—¿Presentación? —exclamó; con voz mucho más alta de lo que habría querido—. Eso no se le puede llamar presentación.

Ignoró por completo las miradas de asombro de las demás; se olvidó de todo, de las cámaras, de sus objetivos y de su propio desafío para ese día. Charlene había pasado el límite y si nadie se lo decía, lo haría ella.

—Yo creo que fue bastante colorida —se aventuró una de las chicas con tono conciliador.
—¿Colorida? —Exclamó Lisandra—. Esto es imposible ¿Colorida?
—¿Qué te sucede?

Charlene había quedado descolocada, y la miraba con extrañeza a dos metros de distancia.

—¿Qué me sucede? ¿No te das cuenta lo que hiciste, no entendiste la letra de la canción?
—Amor, una pareja que...
—¡No, no es eso! —estalló, hablando en un tono mucho más agudo—. No es una canción sobre una pareja, ese tema lo compusieron después de un atentado terrorista. Terrorismo ¿Entiendes, puedes entender eso en tu cabecita? Es sobre la pérdida, sobre personas que murieron ¿Cómo puedes convertir eso en una tarjeta de día de San Valentín? ¡Estúpida!

Charlene había perdido la sonrisa y se sintió al borde de un ataque de histeria; vio la letra de la canción en un lyric video en la red y lo asoció con un video de amor, pero no se ocupó de investigar al respecto. ¿Cómo en todo un mundo de canciones de amor sin contenido había chocado justo con esa?  Pero no había dicho nada hasta el momento, y el conductor del programa no le preguntó acerca de la idea central de la presentación, lo que significaba que aún podía salvarse. Tenía que alargar esa situación lo más posible hasta que se le ocurriera algo.

—Lisandra, por favor tranquilízate, estás haciendo un escándalo —dijo con tono dulce.
—¿Escándalo? —bramó la otra chica, fuera de sí—. Tú haces el ridículo, ofendes una canción como esa delante de millones de personas y yo soy la que hace un escándalo; hay gente que ve este programa como una inspiración, como un ejemplo ¿Y es eso lo que le das al público?

¡Bingo! Charlene se dijo que su inesperada enemiga acababa de darle la clave para escapar de todo ese embrollo; pero no podía hacer de víctima, así que aunque fuera mucho más arriesgado, tendría que jugar la carta de la heroína.
Se dijo mientras comenzaba a hablar, que era hora de tener toda la ayuda que fuera posible, de modo que se tocó el lóbulo de la oreja izquierda, confiando en que Harry viera el gesto y se pusiera a trabajar.

—Escucha, voy a ignorar que estás siendo tan agresiva conmigo —pronunció lentamente—, porque yo sí estoy pensando en el público, en las personas que me ven y en las niñas...

Se felicitó internamente por esa pausa de una milésima de segundo; esperaba que le estuvieran haciendo un primer plano.

—Esta presentación no era para ti —rectificó, con tono de contrariedad—, la hice con un objetivo muy claro, pero no te lo voy a decir porque no voy a dejar que lo ensucies con tus malos modos.
—¿De qué estás hablando? —exclamó Lisandra, visiblemente confundida.
—No importa, no es tu asunto —le respondió con dignidad—, no importa lo que digas, hice lo que me dijo mi corazón y estoy contenta por haber sido fiel a lo que siento y a las personas que me importan. Ahora, por favor deja de gritar, es terrible.

Lisandra estaba descolocada por las serias palabras de Charlene; esperaba que se hiciera la víctima o que comenzara a discutir con ella, no que la tratara como si estuviera hablando tonterías. Miró a las otras personas, buscando con la vista alguna clase de apoyo, pero todas las demás estaban expectantes, de seguro esperando ver quién ganaba para ponerse de su lado ¿Qué acababa de hacer?

—No trates de dar vuelta las cosas.

Intentó acusarla, pero la sensación de que estaba equivocada en algo hizo mella en su actitud y su voz perdió fuerza ¿Charlene estaba mintiendo o de verdad había algo más? ¿Acaso al principio dijo algo y ella no se dio cuenta?

—No estoy intentando nada —replicó, pasando junto a ella—, no importa si no lo quieres entender, pero por favor deja de gritar, vas a poner nerviosas a las demás.

Pasó junto a ella y fue hasta su tocador para retocar las extensiones de cabello que había usado para esa jornada; estaba caminando sobre un cristal tan delgado que casi podía ver la ruina esperándola abajo, pero estaba obligada a mantenerse firme hasta el final.

Lisandra no se resignaba; no estaba preparada para esa clase de respuesta por parte de Charlene, pero no estaba dispuesta a dejar las cosas así, no después de todo lo que había pasado.

—Espera un momento, no he terminado de hablar contigo.
—Linda, en serio —Alma se interpuso y la miró fijo a los ojos—, basta, no necesitamos esto.

Más tarde y tras un programa con una gran sensación de incomodidad para todos tras el escenario, llegó el momento en que el conductor del espacio pidió a todas que se reunieran frente a las cámaras.

—Bien, damas y caballeros, el momento más esperado de la jornada ha llegado y ustedes han decidido. Como recodarán, en la edición pasada les contamos que las menores votaciones eran Lisandra, Carol y Rebecca. Ahora, empezaré por decir que Rebecca ha subido en las votaciones del público, por lo que queda libre por hoy, como pueden ver en nuestros medidores de popularidad en pantalla. Y ahora, por un estrecho margen, Lisandra permanece en el programa, y la eliminada de esta semana es Carol.

La chica demostró una gran fortaleza al despedirse de forma clara y agradecer al público por su apoyo en las redes sociales; a diferencia de la semana anterior, la descartada por el público no salió por otra ruta y llegó hasta la zona de trabajo junto con todas. Dedicó un momento a recoger sus cosas y luego se dirigió a las demás.

—Eso fue todo, fue muy lindo mientras duró. Sólo quiero decirles que tengan mucho cuidado con las personas que se quieran destacar, como Lisandra.

La aludida estaba convencida de que la iban a eliminar del programa, por lo que aún no salía de su asombro porque no fuera así.

—Carol, lo siento mucho…
—No, realmente no creo que lo siestas —la interrumpió la otra chica, con una sonrisa que nada tenía de alegre—; hasta el miércoles te estabas yendo y ahora hiciste ese espectáculo patético. Te quedaste por la polémica, no por talento, y lo sabes.
—¡No! —exclamó, abrumada—. No es así, yo no quería…
—¿Sabes qué? No importa. Pero ahora que no tengo nada que perder te puedo decir en tu cara lo que pienso de ti: llegaste como la amable e inocente, y mira cómo es que lograste salvarte. Felicidades, chica.

Se despidió rápido y salió del lugar; Lisandra se dio cuesta en ese momento que todas la estaban mirando con mala cara.

—De verdad, yo no quise.
—Lisandra, de verdad —comentó Sussy—, mejor no digas nada.


Próximo capítulo: Freak

Contracorazón Capítulo 18: Una muerte sin sombra




Rafael tenía que hacer muchas consideraciones antes de seguir con su vida, pero fue imposible hacerlo; después de llegar a su casa se sintió cansado, y apenas pudo pensar en lo que estaba sucediendo. Después tuvo que dormir y levantarse temprano para ir a trabajar.
¿Qué iba a hacer desde ese momento en adelante?
No podía quitarse la imagen de la mente, mucho menos ignorar el significado que esto podría tener en el presente, pero por sobre todo en el pasado. Las dos personas que podía identificar en ese recuerdo eran muy parecidos a Martín y él. ¿Cómo reaccionar ante eso? Se había repetido una y mil veces que no eran ellos, que los rostros eran similares, aunque no iguales, pero la amenaza de esa similitud volvió a pesar sobre él antes de dormirse, como una advertencia incesante acerca de la importancia fundamental de todas esas imágenes.
¿Cuál era el significado completo de esa unión?
Una vez, tiempo atrás, dos hombres se conocieron y aprendieron a amarse; enfrentados al rechazo de una sociedad indiferente a los sentimientos, se vieron obligados a mantener su amor en secreto, protegido por débiles paredes que hacían que creyeran que podrían ser felices. Luego, todo se había derrumbado, y aunque no entendía cómo, ambos se enfrentaron a una muerte horrible; el primero, herido sin posibilidad de salvación, el segundo quedándose con él hasta el final, hasta acompañarlo en su mismo destino.
Quizás habían imaginado un futuro distinto, pero la realidad había caído sobre ellos con una fuerza brutal; el poder desconocido que había interrumpido sus vidas llegó en dos oleadas, dando apenas un misericordioso segundo para una frase, unas últimas palabras que no tuvieron el tiempo de ser el sello para una historia.
No había final feliz, ni una amorosa despedida; el abrazo final era un llanto mudo de desesperación ante un destino incontrarrestable, un grito sordo de impotencia, y al mismo tiempo una promesa vana.
Miguel había amado a ese hombre con una fuerza que él podía entender, pero no dimensionar del todo, y había sido amado por él de la misma forma, creando un lazo poderoso; al final habían estado juntos, envueltos en el dolor de la agonía, pero juntos de todos modos.
¿Por qué esa unión se sentía tan amarga?
No había consuelo a lo largo del tiempo, ni en ese pasado ni ahora. ¿Por qué podía acceder a esos momentos tan íntimos? ¿Por qué existía ese parecido con el hombre al que bautizó como Miguel? Y lo más inquietante de todo ¿Por qué el otro hombre en el recuerdo era tan similar a Martín? Él no estaba enamorado de Martín; cuando lo conoció se planteó algún asomo de interés amoroso, pero el carácter afable de él y la confianza automática entre ambos hizo que el sentimiento que nació fuera el de una amistad sincera, por lo que no había una similitud. Se conocían, eran amigos, pero no eran pareja, y no estaban...

—No puede ser...

Tardó mucho en comprender que lo que le impedía dormir no era insomnio, sino miedo.
¿Miedo a qué?
Todo eso tenía que estar sucediendo por una razón. No era casual, y de ninguna forma se trataba de algo sin sentido; tal vez no pudiera explicarlo, pero sabía con seguridad que esos recuerdos eran reales: eran el último grito de alguien que ya no estaba ahí. Y se dijo que, si él estaba accediendo a esos recuerdos, tenía que haber una razón, que de lo contrario sería una intromisión grotesca y grosera a un espacio al que no tenía derecho.
¿Y si las coincidencias entre ambas historias era un aviso?
Su amiga le había dicho que pensaba que esos sueños y frases sin sentido tenían un carácter auténtico, y que podían ser una advertencia sobre algo que iba a pasar en el futuro. El miedo que lo embargó fue producto de este pensamiento, porque en su interior sintió que algo se avecinaba, un peligro sin nombre como la repetición de un ciclo, el fin de la vuelta de una inmensa rueda.
Un peligro invisible pero imparable que los amenazaba a Martín y a él.

Comenzó la semana laboral con una gran sensación de cansancio, pero no tuvo más alternativa que reunir fuerzas y emprender con energía. El lunes fue un día intenso, ya que uno de los trabajadores de la tienda se reportó enfermo y tuvieron aumento de clientes, por lo que tuvo que abandonar las labores de oficina y volver al mesón para ayudar a los demás con la atención de público. Se dio cuenta que extrañaba la labor de atender, más que por interactuar con la gente, por la posibilidad de estar en movimiento de forma constante y en cierto modo por el desafío permanente de adivinar en base a nada qué era lo que tenían que vender.

—Rafael ¿Qué es una lámpara de Gobel?

En un momento de la mañana uno de los chicos que llevaba menos tiempo se le acercó con disimulo mientras él sacaba unas cajas de repuestos de interruptores; el moreno se quedó un momento pensando, con la vista desenfocada.

—Es una lámpara incandescente —dijo al cabo de un instante.
—Qué raro el nombre —murmuró el joven.
—Es el nombre del que las inventó —replicó con una sonrisa—. ¿Es el señor de allá?
—Sí, es él.

Parte importarte del trabajo en una tienda como esa era interpretar lo que los clientes querían. Muchas veces las personas pensaban que una descripción vaga bastaba para saber cuál era su necesidad, por lo que era común escuchar sobre “aparato que sirve para las fiestas” “el repuesto de esa máquina” y cosas similares.

—Tal vez lo que quiere es un repuesto para una lámpara halógena.
—¿Y eso por qué?

Se sintió como un anciano explicando todo eso en medio del trabajo, pero al mismo tiempo resultaba divertido.

—Porque las lámparas incandescentes calientan, y antiguamente no había tantas opciones como ahora; pregúntale si es una lámpara o una especie de estufa para calentar lo que está usando.

Dejó al joven buscando una solución a ese problema mientras él regresaba a atender. La tienda estuvo a tope todo el día, de modo que salvo una pausa que acortó para almorzar, estuvo pendiente de atender y reponer productos para mantener una buena atención.
Poco después de las cuatro, apenas terminaba de atender a una clienta, dio un respingo al recordar algo importante.

—La nómina de anticipos.

Corrió a la oficina al notar la hora y fecha que era; las nóminas de anticipos de remuneraciones debían ser enviadas a más tardar el día doce de cada mes a las cuatro y media de la tarde, y en el caso de no hacerlo, los trabajadores tendrían que esperar hasta la remuneración del mes.
Le quedaban cinco minutos y ni siquiera había hecho la planilla.
Por suerte había preguntado al respecto a todos el viernes en la tarde, de modo que tenía los datos necesarios; presionado por el tiempo y la responsabilidad, aporreó el teclado ingresando la información según el formato requerido y consiguió enviarlo justo un minuto antes del plazo límite. Más tranquilo al haber cumplido con la tarea que casi había olvidado, se dedicó a revisar algo de material pendiente, confirmó los correos electrónicos que eran necesarios e ingresó algunas solicitudes en espera; para cuando terminó casi era su hora de salir, y dejó la oficina por un momento, encontrándose con la tienda vacía excepto por un cliente que estaba saliendo.

—¿Dónde se fue la gente?
—El público empezó a bajar recién hace un rato —comentó Sara mientras ordenaba unas cajas.
—Qué bueno…

Iba a decir algo más, pero lo interrumpió una llamada al celular; era de la oficina de Recursos humanos, de modo que hizo un gesto a todos para que bajaran la voz.

—Buenas tardes… sí, así es…el cliente oculto, entiendo…

Lo pronunció con voz desprovista de emoción, pero hizo una seña característica dentro de la empresa para explicar que era de eso de lo que hablaba; la empresa contrataba personal externo para enviarlo como un supuesto cliente, y esta persona analizaba todos los detalles de atención, fórmulas de cortesía al trato, tiempos de espera y muchos otros factores. En el tiempo que llevaba ahí solo había ido uno, y cuando era encargado desde hace tan poco se topaba con una nueva visita; todos sabían que una mala evaluación implicaba potenciales cambios de localización, así como otras medidas internas. El silencio llenó el lugar.

—Comprendo. Muchas gracias por la información, buenas tardes.

Finalizó la llamada, y todos en la tienda lo estaban mirando, atentos a lo que iba a decir.

—Bien, ya oyeron que vino el diente oculto.
—¿Qué nota sacamos? —preguntó Sara sin poder esperar.

Respiró profundo antes de decirlo; era una noticia relevante como para hablar del modo incorrecto.

—Sacamos cien por ciento.

El alivio y alegría en todos fue evidente al escuchar esa declaración, y hasta él se tranquilizó mucho al verbalizarlo. Tener una evaluación perfecta en el cliente incógnito era algo muy difícil, pero señalaba que, durante ese lapso, aún con una persona menos y la tienda llena al completo, habían podido funcionar coordinadamente con eficiencia.

—Escuchen, esto es una muy buena noticia —señaló, más calmado—; si de aquí a que termine el mes no hay otra evaluación perfecta de otra tienda, nos debería llegar un bono incentivo en dinero para fin de mes.
—Eso sí que es una gran noticia —apuntó uno de los vendedores.
—Es cierto, pero también es una gran responsabilidad; a partir de ahora no podemos bajar el nivel de atención porque seguramente van a estar observándonos mucho desde arriba. Sé que estoy a cargo hace muy poco, pero de todos modos quiero felicitar a todos por el trabajo que están haciendo y decir que estoy aquí para apoyar en lo que sea necesario.

Poco después había terminado su jornada de trabajo y salió con una agradable sensación; desde que era el jefe de la tienda era la primera vez que sentía que las cosas iban mejorando junto a él y que estaba en lo cierto al proponerse hacer un liderazgo con participación, en donde no solo se ocupara del papeleo y tomar decisiones, sino también de estar en terreno ayudando al igual que antes.
Iba pensando en estas cosas cuando alguien tocó su hombro; algo sorprendido volteó y dio un salto hacia atrás al ver a la persona.

—iEpa!

Martín se quedó quieto al ver la reacción de Rafael y levantó las manos en gesto apaciguador.

—Soy yo —dijo con voz cauta—, soy yo, me conoces, no soy un asaltante.

No había visto a Martín luego de todo lo que había pasado, y toparse con él de forma intempestiva resultó un golpe mucho más fuerte de lo que habría esperado en primer lugar; tantas veces se preguntó cómo sería ese momento al verlo otra vez, cómo se sentiría al tener en su mente la imagen desdibujada de un hombre tan parecido a su amigo mientras lo veía a él, de cuerpo presente y respirando.
Pero Martín nada sabía de lo que él había visto, y en su interior Rafael sabía que la decisión de no hablar de eso con él ya estaba tomada; ese iba a ser su secreto y tenía que reaccionar antes de perder el control por completo.

—Martín.
—Rafael, en serio soy yo —explicó el otro, mirándolo con un leve dejo de alarma en los ojos—. ¿No me vas a caer a golpes o algo así?

En realidad, lo que quería era sostenerlo por los hombros y decirle lo que estaba pensando, del temor que sentía y todas las dudas que azotaban su mente, pero sabía que eso era imposible; Martín jamás le creería esa historia, y con franqueza, él tampoco se creería de no ser por haberlo vivido.

—Es que no te sentí acercar —dijo con un hilo de voz.
—¿Estás bien?

¿Tanto se había notado su reacción? Tenía que hablar, moverse, comportarse como una persona normal.

—Sí, claro, perdona la reacción tan exagerada, es solo que iba pensando en muchas cosas y estaba en otro mundo.

Venciendo el miedo y la angustia que le provocaba toda esa escena, se acercó a Martín y lo saludó de la forma en que lo hacía habitualmente; estrechó su mano y se acercó a él, en un medio abrazo que era común al verse.

—Es que fue un día muy agitado y tuvimos una sorpresa de última hora —explicó intentando sonar natural— ¿Has escuchado de algo que se llama Cliente incógnito?

Estaba hablando demasiado, más de lo que lo hacía de forma común; y además se estaba sobre explicando. Martín lo miraba un poco extrañado aún.

—No, no sé lo que es.
—Es alguien que envía la empresa a hacerse pasar por un cliente común —se obligó a hablar más despacio—, y nos evaluaron hoy, salió todo muy bien; tenía la cabeza en cualquier parte, creo que si no es por ti me habría ido de cabeza contra un poste. Disculpa por reaccionar así.
—No importa, no es nada —el trigueño hizo un gesto de quitar importancia al tema.
—¿Y esta sorpresa? —preguntó cambiando de tema—. ¿Saliste más temprano?
—Sólo un poco —replicó Martín, más relajado—, fue el mecánico a ver el auto, así que me quedé sin mucho que hacer y me dejaron ir un poco antes, al final no era muy útil sin tener algo que conducir. Así que me dije que tal vez podríamos ir por unas cervezas.

Desde el trabajo de Martín esa zona quedaba de paso, y su actitud era la habitual cuando hablaban; había una complicidad entre ellos que siempre era sana, y la única diferencia en ese momento radicaba en él. Pero no quería que su amistad con él resultara dañada, y, a fin de cuentas, tendría que hacerse a la idea de interactuar con él aún con lo que sabía.
O lo que no sabía.

—Creo que es la mejor idea que pudiste tener —repuso con más ánimo—, vamos, será bueno.
—Conozco un lugar un poco más allá —comentó Martín—, no es caro y es bastante tranquilo. ¿Cómo es eso del cliente oculto que me estabas contando?

Rafael le explicó con más detalle de qué se trataba ese método; para cuando terminó, el trigueño parecía más confundido que antes.

—Es un poco raro ese método—comentó, pensativo—; es como que quisieran que estuvieras siempre actuando en vez de simplemente hacer lo que corresponde.

En eso tenía razón; en alguna ocasión Rafael se había preguntado qué sentido tenía reorganizar al personal entre una tienda y otra, obligando a que todo empezara de nuevo en los equipos de trabajo, en vez de descubrir si había una razón de peso para ese mal diagnóstico, incluyendo en ello que los procesos diseñados por la empresa podrían quedar obsoletos o no ser los más apropiados.

—Es cierto, pero piensa que no toda la gente hace las cosas como se supone que debería.
—Ese es un gran punto —accedió Martín—. Allá hay un mensajero, es de estos que usan bicicleta; no trabaja realmente con nosotros, es del personal del edificio ¡Pero no sé a qué hora trabaja! En serio, sé que yo estoy a las idas y venidas, pero de verdad que cada vez que estoy ahí, él ya estaba desde antes.

La conversación siguió con bastante normalidad, aunque Rafael trató de hacer que la conversación fuera más por parte de Martín que por la suya, para reservar energías y a la vez poder darse el tiempo de analizar toda esa situación.

—Oye, escucha esto —dijo Martín señalando su teléfono, más tarde en el bar al que habían asistido—, me están invitando a beber de mi ex grupo de trabajo en la otra empresa.

Rafael vio que lo habían agregado a una sala de conversación grupal.

—¿Del restaurante?
—No, del trabajo de antes, en la consultora —replicó el trigueño—; no habíamos hablado desde que me fui de ese trabajo.
—¿Y son muy amigos?

Martín se lo pensó un momento antes de responder.

—No exactamente, digamos que son muy buenos conocidos, o buenos amigos del trabajo; sí, creo que esa es la mejor definición para ellos.

Rafael sirvió un poco más de cerveza para ambos; el burbujeante líquido era refrescante y ayudaba a hacerlo sentir cómodo en esos momentos, olvidando por instantes todo el torbellino en su mente.

—¿Te das cuenta de que no me has hablado mucho de tus amigos y esas cosas?
—Sí, tienes razón —admitió Martín—, pero tampoco hay mucho que contar; tengo pocos amigos en general: tú, un par de amigos desde la secundaria, mi tío René que es parte de la familia, y algún amigo de la vida, o amiga por supuesto. Es extraño, pero no se me hace sencillo confiar en las personas más allá de una buena voluntad o llevarse bien, lo que pasó contigo es una excepción a la regla. Mi tío René siempre me dice que yo tengo muchísimos conocidos, pero muy pocos amigos de verdad.

Escuchar esa expresión hacía mucho con su estado de ánimo, pero de todas formas resultaba contradictorio que esa expresión de amistad sincera con él fuera a la vez una probable segunda lectura que sólo Rafael podía comprender.
Sea como fuere, no tenía otra alternativa que continuar con su actuación, simulando que todo iba de forma normal.

—¿Y se van a reunir?
—Bueno, en el chat no dicen directamente en qué momento es que piensan reunirse.
—Deberías ir —comentó; al instante notó que había sonado muy apresurado y rectificó—, quiero decir, si se llevaban bien, es una buena oportunidad de no perder el contacto. ¿No pensaste en volver a ese trabajo? Ahora que tu hermano sabe lo que sucedió, podrías retomar lo que estabas haciendo.

Martín se lo pensó un momento antes de responder; era algo que se había planteado en un inicio, pero ya tenía una decisión al respecto.

—Lo pensé ¿Sabes? Es decir, no a esa empresa en particular porque no podría, Recursos humanos tiene una política de no reintegrar personal por un plazo de dos años, pero en realidad no es solo por eso; creo que es una etapa que ya terminó, y prefiero mantenerme fiel al plan original: me quedaré en este trabajo si se da la oportunidad, y si no, entonces buscaré otra opción en lo que sea que salga.
—¿Y por qué no volver a trabajar en lo que tú haces? —preguntó Rafael.
—No es un problema concreto con esa área —replicó Martín—. Es algo que me gusta hacer, pero recién cuando empecé en lo del restaurant me di cuenta que no había hecho nada mas en la vida , y me sentí un poco desprotegido.

Rafael no lo había pensado de ese modo; en su caso, había trabajado en distintas cosas desde que terminó la secundaria.

—Pero eres joven, tienes veinticuatro y estudios técnicos, tienes mucho en tu favor.
—Sí, es solo queme puse a pensar en las alternativas de la vida; de alguna manera pienso que mis papás me ayudaron con lo de los estudios técnicos porque era su forma de darme herramientas extra para el futuro. Pero sucede que salí de la secundaria, estuve dos años y medio en el técnico y después comencé a trabajar en eso, y me quedé con la sensación de no haber avanzado mucho en la vida. En el restaurante y ahora como conductor he aprendido tantas cosas que pienso que es la mejor forma de crecer. Además estaré más preparado para lo que pase más adelante.

Eso era toda una declaración de intenciones, y hablaba del esfuerzo de Martín por ser una persona más integral; por otro lado, dejaba entrever que los padres habían hecho un esfuerzo para ayudarlo a tener esa base de estudios porque sabían que la lucha por su hijo menor sería más ardua y constante. Sin embargo no quiso referirse a ese último punto porque entendió que Martín tomaba esos actos como parte de su vida y no como una carga a nivel personal o familiar.

—Es una buena forma de verlo. Mientras te sientas bien con tu decisión, todo está bien.
—Sí. Y a todo esto, creo que no lo habíamos hablado ¿Piensas estudiar algo o eso no es una prioridad?
—Me interesa, pasa que yo decidí hacer las cosas de otra forma —comentó Rafael—. Creo que fue como a los diecisiete que tomé la decisión de irme de la casa porque quería ser independiente.
—Como en Estados unidos.
—Algo parecido; hablé con papá y mamá esperando que se alarmaran, pero lo tomaron muy bien. No en el sentido de librarse de una carga, eso espero al meros.

Ambos rieron ante la broma; la conversación iba lo suficientemente bien como para que Rafael pretendiera que todo iba como de costumbre.

—El punto es quede alegraron de que tuviera un plan de vida —continuó Rafael—, que tomara una responsabilidad y me hiciera cargo de eso. Mamá me llenó de recomendaciones y papá dijo que estaba orgulloso de mí, pero me amenazó con que tendría que ser el criado de los quehaceres domésticos si fracasaba y tenía que volver con ellos.
—Pero ¿Te lo dijo en serio?
—No exactamente, pero creo que era su forma de decirme que tenía que hacer las cosas de verdad, que aunque era joven esa decisión no era un juego. Y sirvió porque me lo tomé como un desafío, mantenerme por mí mismo y aprender a no ser dependiente; desde luego que no podía estudiar y trabajar al mismo tiempo porque no me daba el tiempo ni los ingresos, y en cierto modo fue mejor, porque en realidad no sabía qué era lo que quería a esa edad.

Por momentos se preguntaba cuánto de la afinidad que había entre ellos tenía que ver con aquello que albergaba en su recuerdo; por un lado sentía miedo de que se perdiera parte de la autenticidad de su amistad, pero por otra, sentía que ese nexo entre los dos era demasiado honesto y real como para haber sido creado por algún medio fuese de su control y entendimiento. Más tarde Martín se interrumpió en la conversación.

—Es Carlos —explicó mientras sacaba el móvil del bolsillo—, dame un minuto.
—Adelante —comentó Rafael.

Generalmente su hermano menor no lo llamaba y se comunicaba con él por el chat, de modo que el trigueño contestó con naturalidad pero con un cierto toque de preocupación.

—¡Hola! Sí. No, estoy con Rafael tomando algo rápido. ¿Todo está bien? Sí, no hay problema, puedo ir de pasada. Está bien.

Cuando cortó lucía algo confundido.

—¿Sucedió algo? —preguntó el moreno.
—No. Es decir, sí, pero nada malo; Carlos sonaba un poco ansioso para la costumbre, pero dice que todo está en orden y que quiere enseñarme algo.
—¿Terminamos esta ronda y salimos o te vas ahora?
—No, terminemos la ronda con calma —respondió Martín—, estoy asumiendo que no es algo malo así que no hay prisa. Y hablando de hermanos ¿El matrimonio va?

Parecía increíble que al fin las cosas estuvieran bien con respecto a ese evento luego de lo sucedido; al menos en ese sentido tenia una tranquilidad total.

—Sí, todo sigue en pie —explicó después de dar un trago largo—, la ceremonia es el dieciséis a las dos de la tarde y luego la fiesta es en un centro de reuniones que está cerca de la casa de Magdalena, desde las siete; te esperamos allá o si quieres puedes ir conmigo. Quería ir desde antes para acompañar a Mariano pero ahora está en plan de no alterarse por nada y dijo que no era necesario, así que iré rápido a la ceremonia civil entre mi horario de trabajo.

Después de pagar la cuenta salieron charlando del bar; hacía una noche agradable, aunque fresca.

—Creo que podemos salir juntos.
—Confirmamos entonces.
—Hecho —replicó Martín—, me voy a ver qué se le ocurrió a mi hermano, hablamos después.
—Por supuesto —y agregó sin poderlo evitar—, cuídate.

Más tarde, Martín llegó a la casa de sus padres y fue hasta la habitación de su hermano menor. El joven lucía animado y lo saludó con una media sonrisa, sentado ante su escritorio.

—¿No estaba interrumpiendo?
—Para nada —replicó Martín—, nos juntamos con Rafael para una cerveza, era algo rápido. Y bien, ya estoy aquí ¿De qué se trata ese tema tan secreto que no podías decirme por teléfono?

El joven le enseñó un paquete con sellos que demostraban que era una encomienda, aunque no tenía identificación de su procedencia.

—La semana pasada se me ocurrió un proyecto. No sé si es un proyecto así con todas las letras —dudó un instante—, pero decidí hacerlo de todos modos.

Martín se sentó frente a él sin comprender.

—No te sigo.
—Estaba pensando en que hay muchas personas que hacen serigrafía o estampados en remeras, pero no he visto que hagan esto en el país.
—Aún no te sigo —apuntó el mayor.

El joven le entregó el paquete con cierto tono de ceremonia.

—Ábrelo y lo entenderás.

Martín, guiado por la curiosidad de aquella declaración, abrió el paquete y se quedó contemplando el contenido, asombrado.

—Carlos, esto es…
—Es el dibujo de un ornitorrinco que hice cuando era pequeño —comentó el chico, aunque sabía que su hermano lo había entendido—. Esa remera que estampaste con el dibujo que hice cuando era un niño me dio la idea; se me ocurrió que podría reinventar el diseño original para que no sea esa cosa que dibujé, y que se viera mejor hecho, como si hubiera crecido contigo. Es para ti.

Martín observó el diseño en la remera con todo detalle: estaba hecho con estilo de caricatura, pero para él que conocía el dibujo original era evidente que se trataba de la misma idea.

—Carlos, es genial, hiciste un trabajo increíble.
—Lo que estuve pensando es en hacer algo que he visto en Pictagram; podría ofrecer el servicio a personas que lo quieran y ordenar una impresión como esa.

Martín conocía la destreza que su hermano menor había desarrollado tanto para el dibujo como la edición en programas especializados; pero hasta el momento, nunca lo había visto tan auténticamente interesado por un proyecto como por ese.

—Estoy muy sorprendido ¿Por qué no me contaste antes que tenías estos planes?
—Quería que fuera una sorpresa —explicó el muchacho.
—Pues resultó, y es fantástica. Entonces ¿Quieres hacer un negocio con esta idea?

El muchacho le mostró una imagen en la pantalla del ordenador: se trataba del área trabajo en un programa de edición de imagen en donde, a la izquierda figuraba un dibujo infantil, y a derecha un proyecto que planteaba la misma idea, pero más detallado y trabajado.

—Esto lo pidió una persona que me contactó —explicó el chico—, no me va a pagar, pero me hará publicidad.
—Es una idea estupenda, te lo digo en serio —opinó Martín—, lo que me tiene más sorprendido es cómo llegaste a este proyecto, era todo un secreto.
—Hace tiempo vi un reportaje de unos joyeros que hacían algo parecido —explicó Carlos—: ellos hacían pendientes para cadenas con la misma imagen, así que me dije que podría ir un paso mas allá.

Martín estaba sorprendido y a la vez muy contento de ver cómo su hermano era capaz de llevar una idea a la práctica con tal grado de responsabilidad; recordó cómo Rafael le dijo que ya no era un niño, y que su deber era apoyarlo en su camino.

—Me gusta mucho esa idea ¿Sabes? Y me gusta verte implicado, que te importe esto y quieras hacerlo de corazón. Y esta va a ser mi segunda remera favorita, te lo aseguro. Estoy tan orgulloso de ti.

Mientras, Rafael estaba en su departamento reflexionando acerca de lo que había sucedido esa tarde; a todo lo que había en su mente tuvo que sumar la experiencia de volver a interactuar con Martín después de lo que había visto en ese recuerdo.
No era él, no era él.
Se repitió mil veces que no se trataba de él, que las similitudes seguían el mismo camino que con el nombre que había denominado como Miguel; que no la era la misma persona, solo alguien con un parecido, pero incluso en ese caso le resultaba imposible quedar tranquilo al respecto.
Porque el recuerdo tenía un significado tráfico que no podía ignorar, un cúmulo de sentimientos que habían sucedido, en algún momento a personas reales; personas que se amaron y que ya no tenían una segunda oportunidad.
¿Existía la oportunidad de evitar que la historia se repitiera? ¿Era eso lo que le trataban de decir esos recuerdos, como si se tratara de una advertencia?
Seguía diciéndose que todo eso no podía estar pasando por casualidad, que tenía que haber un motivo para eso, y llegado a la imagen del hombre que se parecía tanto a Martín, le asustaba la idea de que él pudiera estar en peligro.
¿Podía ser que la historia se estuviera repitiendo?
Pero era una amenaza que no podía identificar, porque en su sueño no sabía de dónde era Miguel, ni cómo había sucedido su muerte; no podía luchar o tratar de anticipar algo que no tenía un punto de origen específico.
Era como estar de manos atadas frente a algo que iba a golpear en cualquier momento.


Próximo capítulo: Decisión sin vuelta atrás