Contracorazón Capítulo 20: Una clave incierta




Es un regalo, para ti.

Un regalo hecho en la intimidad del cuarto tenía un significado muy distinto a que si era realizado en otras circunstancias; las oportunidades de estar juntos de forma libre eran reducidas, por lo que cuando esto sucedía, sabía que era necesario aprovechar y atesorar cada segundo al máximo.

-Gracias, me gusta mucho.
-Me alegra eso. Yo también tengo un regalo -su voz estaba cargada de emoción-, no estaba seguro de si te iba a gustar.

Pero sí le gustaba; ese intercambio de regalos no solo era un hecho en sí, también era una muestra de amor entre ellos, una forma de decir de otro modo que se entendían y se conocían bien. A menudo los intereses de ambos tenían puntos en común, pero seguían siendo dos individuos con puntos de vista particulares, con deseos y esperanzas, y que evolucionaban y aprendían a conocer al otro y su entorno.
Desde un principio había tanto que no sabían, como aquel lejano primer beso, torpe, inocente y al mismo tiempo lleno de miedo; no un miedo por ellos mismos, sino por todo aquello con lo que habían crecido. Durante toda su vida habían escuchado al mundo alrededor decir que ser como ellos era anti natura, que lo que sintieran personas como ellos era un delito por el cual se pagaban las peores culpas, y eso de forma inevitable se marcaba en sus mentes.
Quizás el primer paso había sido dado por instinto puro, pero después, lo que surgió fue pensado, y se vieron en la necesidad de enfrentar el secreto, la imposibilitad de hablarlo o de llevar esa relación de forma pública. Por lo tanto, al tener un momento de intimidad como ese, no solo se trataba de entregar un obsequio, era un instante de conexión profundo y la oportunidad de conocerse más.
De mirarse en el alma del otro, mirándose a los ojos con total honestidad.

Rafael despertó temprano la mañana del sábado, con un malestar generalizado, pero que en esa ocasión era fruto de un acto premeditado por su parte.
Aunque haber impulsado todo eso no quitaba los malestares que sentía al despertar, al menos permitía que tuviera mayor claridad al despertar y pudiera concentrarse en lo que tenía en mente.

Durante la fiesta por el matrimonio de Magdalena y Mariano tomó la decisión definitiva: tenía que saber que era lo que había en esos recuerdos y sueños, y descubrir de qué forma podía ayudar a Martín. Había un sentimiento de anticipación en su interior, como si el tomar la decisión fuera un primer paso para hacer lo correcto; de seguro esa ansiedad no era algo bueno, pero de todos modos era el único camino que se le ocurría.

-Miguel ¿Qué fue lo que pasó?

Era una pregunta en vano, y de todos modos se estaba adelantando; necesitaba saber qué había llevado a la muerte a ese hombre y su pareja, pero antes de eso, era vital descubrir el camino que conducía a eso, porque estaba seguro de que todo tenía que ver con el trayecto, y que ahí encontraría la clave para ayudar a su amigo.
En un principio, justo antes de ir a dormir, sintió temor ante lo que pudiera pasar, y a punto estuvo de posponer todo para empezar en otro momento, pero tuvo que armarse de valor y enfrentar la decisión que había tomado de forma adulta. Por lo general no tenía mayores problemas para quedarse dormido, de modo que lo que hizo, mientras cerraba los ojos y sentía el silencio a su alrededor, fue concentrarse en los recuerdos que ya había en su mente, tratando de entregarse a ellos con honestidad y sintiendo alguna clase de conexión con ese hombre ahora ausente pero que se manifestaba a través de aquellos vívidos recuerdos.
Tenía un trozo más, una fracción de vida, de los pensamientos de ese hombre, pero aun no era suficiente; tendría que seguir en ese proceso hasta que pudiera dar con una pista concreta. Si partía de la base fe hechos repitiéndose en el presente, a todas luces el haber conocido a Martín era un punto de partida innegable, salvo por la diferencia del nexo entre los dos.

¿Podían estar ellos destinados de algún modo a reconocerse o reencontrarse en el presente, para evitar que se repitiera una historia del pasado? No sabía cómo, pero tenía total claridad acerca de que todo estaba conectado a través de ellos, y que en el presente tenía que localizar aquello que era necesario.

Después de levantarse y dar una ducha rápida, fue a la cocina para preparar algo de desayuno; era poco más de las nueve treinta de la mañana y no tenía hambre, pero de todos modos preparó café y unas tostadas y se sentó a desayunar. Su mente, en cualquier caso, estaba en otro sitio, ocupada en no perder detalle de ese sueño aun sabiendo que en esos momentos no era necesario; por alguna razón, esos recuerdos estaban muy claros en su mente, sabía lo que sentía al respecto y no era necesario tomar nota de forma alguna.
Pero esos recuerdos no eran suyos.
No dejaba de repetirse que esos no eran sus recuerdos, y aunque lo sabía, sentía que tenía que tener muy clara esa diferencia; por otro lado, estaba entrando voluntariamente en una zona que no le pertenecía, de modo que, aún teniendo esa suerte de permiso para conectar, era necesario no apropiarse de ello. No era su vida, era la de otro hombre que ya no estaba y no Tenia otra oportunidad, a diferencia de él.

Estaba pensando en todas esas cosas cuando recibió una llamada de su madre; en principio le pareció un poco extraño, ya que se habían visto el día anterior.

-Mamá, hola.
-Hola hijo.

El saludo directo y energético de ella siempre lograba hacer un efecto positivo en él; de alguna forma era como tener nuevamente con él aquel llamado a almorzar o a levantarse a la hora exacta un día de escuela.

-Qué sorpresa que me llames ¿Todo está bien?
-Oh, sí, todo está bien –replicó ella-, bueno, tu padre tiene algo de dolor de cabeza por todo el licor que bebió ayer, pero está bien fuera de eso. ¿Cómo estás tú?

Rafael conocía demasiado bien el tono de voz de su madre como para no entender lo que estaba sucediendo; ella había descubierto que durante la reunión él no estaba en las mejores condiciones, y así como antes le había dado espacio para hablar a su tiempo, ahora estaba manifestando un nivel más arriba de preocupación por su estado.

-Estoy bien, mamá.

Ella no respondió, y ese silencio fue elocuente para él; sin embargo, no era momento para mentir, y al mismo tiempo sentía que el secreto sobre esos sueños era algo que no tenía que compartir, ni siquiera con ella.

-Pasa que estuve pensando mucho en lo que le sucedió a Mariano.

Su madre esperó. No estaba mintiendo en todo el sentido de la palabra, pero sí estaba modificando sus percepciones, asignando parte de los pensamientos que lo aquejaban por un tema a otro, aunque de todos modos había un elemento en común en la raíz de ambos eventos: la preocupación por los suyos.

-Todo lo que ocurrió me hizo pensar en muchas cosas; la sensación de que en cualquier momento puede haber un elemento extorno, algo que no podamos controlar, que ingrese en nuestras vidas, es algo que no me ha dejado en paz. Sé que la vida es así, que siempre hay cosas que no podemos controlar, pero es distinto cuando ocurre algo como eso.

Fue curioso cómo se sintió ante el silencio de ella; a pesar de no estar juntos en ese momento, fue igual que si estuviera frente a ella, y su madre lo mirara de esa forma única, que era aceptación y comprensión a la vez. Ella podía ser quien estuviera escuchando, pero en realidad era él quien estaba siendo leído.

-Estaba ahí en esa reunión con todos ustedes; ahí estaba casi toda la gente que me importa, y me sentía tan contento de verlos, reunidos, celebrando de buena manera que yo… yo sólo quisiera saber que existe una forma de protegerlos a todos, que puedo hacer algo realmente para asegurarme de que estarán bien.

Eso no era una mentira; en el fondo, todo lo que había dicho no era un invento, se trataba de la realidad de sus sentimientos, y la forma en que se preocupaba por las personas a quienes quería. Todo eso era tan real como sus miedos.

-Mi niño –dijo ella en cuanto él terminó de hablar-, esos sentimientos son muy lindos, de verdad son muy bonitos, pero no hay forma de poder anticiparse al futuro. No puedes controlar ni evitar lo que va a pasar.

Pero ¿Y si existiera una forma? ¿Si de verdad tuviera una oportunidad única de hacer algo extraordinario, no valdría la pena al menos intentarlo?

-¿Alguna vez te sentiste así?
-Todo el tiempo desde que naciste, cariño _replicó ella con voz tierna-, y cuando nació tu hermana, por supuesto; recuerdo que cuando eran muy pequeños y estaban durmiendo, me quedaba largo rato mirándolos muy de cerca, cuidando su respiración. Los miraba como si pudiera contar el aire que estaban respirando, como si de alguna forma pudiera asegurar que estriar bien durante el sueño y que nada podría hacerles daño.
Pero la vida no funciona de esa manera; incluso cuando yo sentía que moriría de dolor si les pasaba algo, estar tratando de controlar todo alrededor no iba a mejorar nada. Tuve que aprender que las cosas son así, y que lo importante es ser honesto con lo que uno siente, enfrentar la vida con valor; si sabes que hiciste tu mejor esfuerzo, entonces puedes estar tranquilo.

Escuchar a su madre era siempre refrescante y beneficioso; ella hablaba de todo con fuerza y determinación, pero especialmente cuando se trataba de las personas a quienes quería, sus palabras estaban impregnadas de amor y preocupación. Nada de lo que le decía a él o a Magdalena era fruto de palabras dichas al azar.

-Gracias, mamá.
-No tienes nada que agradecer -apuntó ella-, sólo quiero ayudar en lo que pueda; pero necesito saber que estás bien, que ahora mismo todo estará en orden si es así, y si no, también necesito saberlo.

Esa sería la parte dolorosa de esa conversación, porque no podría modificar, sino que tendría que mentir directamente; de cierto modo podía decir que todo en su vida estaba bien, excepto por el asunto relacionado con Martín, que estaba desestabilizando todo en su vida.

-Sí, mamá, estoy bien. Es sólo que, en ese momento, vi las cosas de un modo muy concreto, y de verdad es algo que me gustaría poder tener bajo control. Pero tienes razón, si pienso demasiado en eso no podré estar tranquilo. Gracias por escucharme.

Por supuesto, ella siempre tenía algo mas que agregar, una forma de estar presente, aunque sin entrometerse; sabía que los espacios de ambos estaban conectados, pero cada uno se metía por sus propios tiempos.

-Gracias a ti. Y ya sabes que aquí estoy para lo que necesites, solo tienes que decirlo; puedo decir que soy muy afortunada porque mi hijo quiere conversar de lo que le pasa, aunque sea un hombre adulto.

La ultima frase añadía un toque de picardía propio de ella, y que hacía referencia a la reticencia común de muchos hijos crecidos a compartir lo que les ocurría con sus padres.

-Me gustó mucho tu amigo Martín -añadió ella-, es un muchacho muy educado y tiene un gran sentido del humor, me gusta que ahora sea parte de tu circulo cercano.
-Sí, es un gran amigo -replicó él-, aunque me parece curioso que todo el mundo mencione que tengo un nuevo amigo, me hacen sentir como si fuese una especie de ermitaño que no conoce ni habla con nadie.

Era cierto que todos le habían hecho un comentario similar, pero en ese momento lo había dicho para salir un poco del tema anterior; al menos en apariencia había logrado convencer a su madre de que todo estaba en orden.

-No es por eso -aclaró ella_, es porque con él es diferente, hay algo que es distinto.
-¿A qué te refieres?
-Tal vez ustedes mismos no se han dado cuenta -explicó ella con intensidad; al parecer ya había analizado ese asunto con anterioridad-, pero yo lo vi claramente: entre ustedes dos hay un lazo especial, es algo que no se ve muy a menudo, de eso estoy segura

¿Un lazo? Su madre no era una persona supersticiosa, pero tenía una muy buena capacidad para conocer a las personas en general; así como sabia desde un tiempo atrás que algo no andaba bien con él, también podía identificar ciertos hechos que podrían pasar desapercibidos para otras personas.

-¿Un lazo especial?
-Sí, es como si ustedes se conocieran de toda la vida; no es por las cosas que dicen, es un tema de cómo se tratan. Como si estuvieran acostumbrados a hablar, con ese lenguaje que va más allá de las palabras; si supiera que no es así, podría pensar que son hermanos, que han estado siempre juntos.

A Rafael le resultaba curioso que las palabras de su madre coincidieran tanto con lo que él mismo había pensado en un principio, tras conocer a Martín; mucho antes de tener esos sueños, ya había pensado que nunca le había pasado algo como eso. A muy poco tiempo de conocerse, ya sentía a Martín como alguien en quien podía confiar a plenitud.

-Eso que dijiste suena muy parecido a cómo nos llevamos -observó el-; incluso en algún momento nosotros mismos hablamos de eso, nos llamaba la atención que existiera una confianza de ese tipo.
-Sobre todo porque tú eres reservado -comentó ella.
-Sí, eso es cierto.

La Forma en que Martín le había confiado el asunto tan delicado de la enfermedad de su hermano, cómo él se dejó apoyar por el cuando fue el asalto a Mariano, esas eran muestras de una amistad verdadera entre los dos; existía un tipo de conexión, que quinas tenía que ver con el pasado, pero que había sido construida en el presente, a base de confianza, respeto y solidaridad.
Era una verdadera amistad.

La conversación con su madre hizo un buen efecto en su ánimo; se dijo que un vínculo como el que existía entre él y Martín no podía ser falso, por lo que tenía que hacer lo posible por cuidar esa amistad, incluso si con eso debía continuar con su plan de sumergirse más y más en ese océano de recuerdos. Pero lo haría por un buen motivo, por el bien de alguien y luchando por no caer ante las sensaciones dolorosas que causaban en él aquellos recuerdos.

Más tarde le envió un mensaje a Martín para saludarlo.

«¿Cómo va el día?»
«Bien –respondió el trigueño -, es decir, yo bien, no todo.»

Aunque de forma corriente Rafael habría esperado a que Martín le contara, en ese momento decidió dejarse llevar por un presentimiento y optó por llamarlo.

-Hola ¿Qué sucedió?
-Hola –replicó Martín un poco divertido-, nada malo en realidad.
-Pero ocurre algo -insistió él.
-Sí, bueno, no es algo oficial ¿entiendes? Pero el correo de las brujas me hizo llegar una información sobre mi trabajo.

Generalmente, Rafael no prestaría demasiada atención a rumores en un ambiente de trabajo, pero se dijo que si Martín estaba haciéndolo era por alguna buena causa.

-¿Qué supiste?
-Que el sujeto al que estoy reemplazando va a volver; la verdad no me había ocupado de averiguar por qué no estaba, pero supe que se había tomado una licencia por enfermedad, y luego pretendía cambiar de rubro o algo por el estilo. Ahora dicen que no le fue bien en lo que tenía pensado hacer y que por eso va a regresar.

Entonces las proyecciones de quedarse a trabajar ahí se diluían; de tobos modos, de acuerdo con el comportamiento de Martín, Rafael no se sorprendió de escuchar que no estaba angustiado por esa situación.

-Martín, lo lamento.
-No, no lo lamentes, está bien -intervino el otro-; de todos modos, esto aún no está confirmado, y aunque sea así, no me causa ningún problema. De todos modos, voy a tratar de ir dentro de la próxima semana a ver lo de ese dato que me dio tu amigo.

La librería que estaba a poca distancia de su trabajo.

-Si quieres puedo preguntar el lunes, no me queda lejos del trabajo.
-No, cómo crees -replicó Martín con tono ligero-, no vas a estar gastando tu tiempo en eso; además todo está bajo control, todavía tengo tiempo suficiente. Y hablando de otra cosa, te cuento que estoy casi de salida; decidí aprovechar que aún tengo el auto conmigo y haré un viaje corto con Carlos.

El optimismo de su amigo era palpable, y Rafael decidió dejar ese asunto por su cuenta, aunque de todos modos se recordó estar alerta por si descubría alguna oferta de empleo de la que pudiera avisarle.

-¿En serio? Suena como un panorama bastante interesante.
-Sí, lo hablamos hace poco, era tener un tiempo a solas, como hermanos; llevaremos cosas para almorzar porque si no, mamá me asesina, y saldremos en un rato.
-Me alegra mucho que tengan ese panorama –comentó Rafael -, además está haciendo un día bonito y es una buena oportunidad.
-Es lo mismo que le dije a mi hermano -dijo el trigueño-, que era el día perfecto.

El día anterior durante la reunión olvidó preguntar al respecto, aunque se imaginaba lo que le iba a responder.

-A todo esto ¿Tu hermano no quiso venir ayer?
-Eso era lo que te iba a decir ayer –se escuchó cómo tronaba los dedos-, suerte que preguntaste. Sí, él te manda muchos saludos y gracias por la invitación, pero no se sentía cómodo con la idea de estar en un grupo tan grande.
-Lo supuse. Bueno, de todos modos, espero que no se lo haya tomado a mal.
-Para nada, dijo que era un gran gesto de tu parte, pero que pasaba.

Era algo que esperaba de parte del muchacho, pero no estaba de más asegurarse de no haber hecho algo mal.

-Entiendo. Dale mis saludos a tu hermano y a tus padres, y que lo pasen muy bien en ese paseo.
-Gracias.

Después de cortar, se quedó pensando en esa noticia del viaje; había pasado por alto peguntar cual era el destino, pero sea cual sea, no pensaría en ese desplazamiento como una posibilidad negativa. Todo tenía que estar bien.

2


Hacía un día luminoso y cálido cuando el automóvil conducido por Martín se estacionó en una zona apropiada para ello.

-Creo que este es un buen lugar.

No se lo había dicho a Rafael, pero lo de adelantar el viaje en el auto era precisamente porque tenía el presentimiento de no seguir en ese trabajo; era algo que no le molestaba, pero ya que había contado con la buena voluntad de su jefe en dejarle usar el vehículo, le pareció mejor hacer esa salida de una vez, ya que era más cómodo desplazarse de esa manera. Carlos no tenía problemas para desplazarse, pero en caso de sufrir un episodio de dolor, podrían parar a un costado del camino hasta que este parara, y además de no importunar a los demás, podrían resguardar la privacidad de un momento como ese.

-¿Cómo te sientes?

Carlos le dedicó una mirada un poco divertida; Martín se había puesto la remera con el dibujo del ornitorrinco que su hermano le regaló poco tiempo atrás, pero solo había revelado eso al momento de llegar y quitarse la camisa que llevaba encima.

-Bien –replicó el muchacho-, oye, pero no era necesario que te pusieras esa remera.

Martín puso los brazos en jarras y lo miró con una falsa expresión de molestia.

-Oye, puedo hacer lo que yo quiera ¿De acuerdo? Tú no me des órdenes, jovencito.

Los dos rieron ante la broma; en el lugar en el que estaban era luminoso y tranquilo, y se podía ver un molino de viento en el horizonte.

-¿Por qué será que te gustan tanto?
-No lo sé –respondió Martín-; a veces me digo que es como si eso viniera de otro tiempo. Tal vez en una vida anterior fui trabajador de un molino o algo parecido ¿No lo crees?


Próximo capítulo: Quiebre

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