Las divas no van al infierno Capítulo 07: Que no pare la música

Vive este capítulo al ritmo de esta canción: https://youtu.be/yd8jh9QYfEs


El martes 21 los ánimos hervían en la academia; después de un rápido descanso de día lunes, faltaba muy poco para que la primera emisión del programa saliera al aire y todas sabían que el tiempo apremiaba.

—No puedo creer que ya vamos a salir en pantalla desde mañana —comentó Charlene—, es tan divino, en verdad es fabuloso.
—Se está haciendo tarde —comentó Adriana—, me pregunto dónde estarán los maestros.

Alguien iba a comentar algo, pero la respuesta se adelantó a ellas; el bass inundó el gran salón donde las chicas estaban, y la puerta se abrió, entrando Sandra, la productora del programa.

—Buenos días, chicas.

Todas saludaron de vuelta, y la mujer hizo un gesto hacia el exterior, indicando a quien esperaba que podía pasar.

—Vicenta me pidió que la ayudara con esta parte, porque está un poco ocupada ahora mismo; por ahora sólo pueden mirar.

Unos momentos después entraron veinticuatro hombres apenas vestidos; de no más de veinticinco, todos tenían cuerpos atléticos, musculados, lucían un saludable bronceado y llevaban un bañador similar a los de competencias de nado, de color blanco. Charlene notó que todos eran bien parecidos, seguramente modelos o deportistas; el grupo de atractivos chicos se quedó de pie, ocupando el extremo opuesto a la sala en donde se encontraban.

—Vicenta vendrá en un segundo.

Las chicas aun no salían de su asombro, cuando del techo del lugar surgió un nuevo sonido; hasta el momento ninguna había advertido que una parte del cielo falso era removible, por lo que se quedaron sorprendidas al ver cómo un montón de colores descendía con lentitud mientras la música continuaba inundando el lugar. Pudieron ver que se trataba de un grupo de telas que colgaban desde la parte superior, como un arcoíris llamativo; en cuanto las telas tocaron el suelo, se agitaron, y desde el interior de ellas surgió Vicenta, ataviada con el mismo estilo de vestuario, el que mostraba sólo los brazos y se extendía como un vestido largo y ajustado al cuerpo. La multitud de colores resaltaban sus curvas, y la hacían ver más alta estilizada, siendo todo esto coronado por un peinado de inspiración afro, junto a un llamativo maquillaje en todos los colores posibles; con todo, la mujer no parecía exagerada, y el atuendo en general era muy cercano al estilo de una bailarina de carnaval.

—Buen día, señoritas, llegó el gran momento: les vio y a dar un desafío de verdad.

Con gran actitud, la mujer camino hacia los hombres; mientras ellos permanecían de pie mirando al frente, Vicenta paseó frente a todos como si estuviera en una pasarela, actuando como si los ignorara por completo. Cuando terminó de pasar frente a la formación, volteó para devolverse, y caminando de forma sugerente se acercó al primero de ellos, poniendo en una de sus manos el extremo de una de las múltiples cintas que formaban su vestido, tras lo cual él tiró suavemente, desprendiendo el largo trozo de tela.

—No puede ser…

Valeria comprendió lo que iba a pasar desde que el primero de los chicos tomó un trozo de tela; había visto algo similar en un espectáculo de cabaret, y tal como en aquella ocasión, se presentaba un acto de falso desnudismo en donde la mujer, como centro de la atención, se despojaba poco a poco de las supuestas partes de la ropa, para después revelar un atuendo mucho más osado.
Así fue como la mujer se despojó uno a uno de los múltiples colores que llevaba encima, hasta que quedó con un vestido corto de color amarillo neón, cortado en la cintura por un lazo de color rosa encendido; cada uno de los chicos tenía una cinta en las manos.

—Hice un espectáculo con cintas —explicó la mujer, con una gran sonrisa—, y ahora ustedes tendrán que hacer algo parecido. Les dijimos que tienen que estar listas para preparar una presentación en muy poco tiempo, y para que vayan preparándose, tendrán que usar a uno de estos guapos chicos y la cinta que tienen en sus manos para hacer con ellos una decoración viva para un espectáculo.

Las chicas no parecían haber comprendido del todo lo que se les estaba diciendo, y las palabras de la maestra dieron a entender que ya se había anticipado a eso.

—Consideren que van a tener que subir a un escenario grande y negro, en donde tienen que poner un objeto que adorne, pero con el que ustedes no van a intervenir; sólo debe estar ahí y ser lindo. Pues bien, estos chicos ya son lindos, pero queremos que ustedes usen esta cinta y la conviertan en parte del todo —y agregó con malicia—, un todo que tenga sentido, por supuesto. Tienen cinco minutos y pueden elegir al chico que ustedes quieren, pero los bañadores no los pueden mover de su lugar.

Se generó un revuelo en el grupo, igual que en todas las actividades anteriores; mientras Vicenta se sentaba a un costado para observar todos los detalles, Valeria se acercó al chico que había escogido: era fuerte, lampiño, y tenía una estructura física que demostraba que hacía mucho deporte, no sólo pesas.

—Hola —murmuró él, sonriendo.

Era muy atractivo; pero ella se recordó que el tiempo era escaso, y que casi era el momento de demostrar de todo lo que era capaz.  Realmente, con ese diminuto bañador, no había mucho para hacer, de modo que se tomó un instante para imaginar qué tipo de presentación hacer: se vio a sí misma vestida de rojo y púrpura al completo, con unos telones de terciopelo negro atrás, oscuros y misteriosos como la noche, y se imaginó con música de saxofón de fondo.

— ¿Puedo? —le dijo al chico— Es que se me ocurrió una idea, pero…
—Por mí no te preocupes —replicó él con ligereza—, estoy disponible para lo que se te ocurra, haz de cuenta que soy un maniquí.

Un maniquí muy agradable, por lo demás, se dijo ella mientras aplica a la idea que se le había ocurrido; la cinta que tenia en las manos era de color dorado, perfecta para sus planes.

—Parece que se divierten por aquí.
—Sí, tenemos mucho que hacer y aprender.

Se complicó, pero él le facilitó las cosas y separó el costado del bañador para que ella pudiera pasar la cinta.

—Gracias.
—Por nada —replicó él—, no puedo aportar ideas, pero puedo ser maleable, si lo necesitas.

Se miraron por un momento; él desplegaba una energía impresionante, era como un aura que ella no podía ignorar. Se preguntó cómo sería estar con él en una pista de baile, quizás habiéndose conocido por accidente, y actuando después de una forma traviesa.

—Inclínate un poco.

El chico obedeció la instrucción, y flectó un poco las piernas, marcando más los músculos mientras ella rodeaba su pierna izquierda con la cinta. Hizo un nudo simple, y luego pasó la cinta como espiral por el brazo del mismo lado; sólo en ese momento notó que él la miraba de un modo muy intenso.

— ¿Qué ocurre?
—Cuando tus manos estaban rodeando mi cintura —susurró él—, no te diste cuenta, pero estabas llevando el ritmo de la música con los dedos.

Valeria sintió que se le subían los colores al rostro.

—Lo siento.
—No, no te disculpes —replicó él—, sólo deja que la música suene.

Ella había terminado la idea, y se quedó un instante quieta frente a él; cara a cara, casi pudo anticipar lo que el iba decir.

—Ahora solo dime qué quieres que haga.
—Lo que pensaba es —se aclaró la garganta—, que estés volteado con el lado de las cintas hacia donde estuviera el público, y que seas como una veleta.

Vicenta dio la indicación de treinta segundos de tiempo disponible, lo que generó un pequeño revuelo en todas las chicas.

—Haré todo lo que tú quieras —murmuró él, con una sonrisa llena de picardía.

Vicenta dio un par de aplausos para indicar que el tiempo de trabajo había terminado, y les indicó a todas que debían ocupar un extremo de la sala, de frente a los chicos que habían escogido, quienes estarían del otro lado. Después de algo breve y con un solo elemento, el cambio del resultado era notable a simple vista: los hombres parecían mucho más vestidos y adornados, a pesar de que en regla sólo tenían una porción pequeña del cuerpo cubierta por una cinta, dispuesta en cada caso de una forma en particular.

—Al menos no se copiaron entre ustedes —comentó Vicenta—, eso es un buen primer paso; ahora, cada una me va a explicar en pocas palabras qué es lo que significa lo que inventaron, y su modelo va a representarlo.

2


Después de la encendida presentación con los modelos, la siguiente tarea del día previo a la salita al aire fue de cargo de Jaim, quien había encargado que dispusieran de una pasarela, justo en medio de la sala.

—Estoy seguro de que todas ustedes han estado esperando este momento —declaró desde la altura que le daba la pasare la más las botas con tacón que llevaba—, pero primero quiero que me digan cómo se han sentido todos estos días ensayando sin los tacones.
—Al principio fue difícil —se adelantó Charlene—, pero dijiste que era importante asumir el desafío, así que empecé a dejarlos, incluso en mi departamento.

Lisandro reprimió una mueca de disgusto; apenas ese mismo día la había visto llegar al lugar con tacones, los que guardó en un bolso apropiado luego de entrar.

—Esa es una buena idea. apuntó el maestro.
—Yo vi videos de bailarinas —agregó Márgara—, pero no de cuando bailan, sino de cuando caminan, y es increíble todo lo que se aprende porque ellas ensayan para verse largas y estilizadas.
—Muy buen comentario, Márgara —replicó Jaim—, pero ahora llegó el momento de que se pongan los tacones y empiecen a demostrar todo lo que pueden hacer; van a tomar un par de zapatos de ese aparador del costado, son todos iguales así que será equitativo.

El hombre esperó hasta que todas calzaron y se acercaron de regreso a la pasarela, y recién en ese momento les dijo de fe iba todo eso, dando el ejemplo ante la miraba atónita de ellas.

—Ahora, señoritas, ustedes van a hacer lo mismo que estoy haciendo en este momento: van a hacer todo el recorrido por esta pasarela de siete metros, en cuclillas.

Ninguna de las chicas se movía; Jaim demostró especial talento caminando de cuclillas, sin perder la actitud, tropezar ni resbalar, y manteniendo en todo momento el torso erguido y la mirada al frente, como si estuviera caminando como de costumbre. Cuando terminó, se estiró e hizo una reverencia, que detonó un aplauso espontáneo de todas.

—Gracias por eso, ahora es su turno.

Las cosas no fueron tan bien para las chicas, y pronto la sala se llenó de murmuraciones, exclamaciones de dolor y sonido de caídas; a las torceduras de tobillo y la humillación de caer en público se sumó el nerviosismo de estar fallando en una prueba el día anterior a la salida al aire, considerando que hasta el momento todo iba para mejor en los ensayos; mientras descansaban durante una pausa que Jaim tuvo la misericordia de darles, Nubia pensó que parecía como si esa complicada experiencia hubiese sido puesta en último lugar a propósito, para desequilibrarlas.

3


Había sido una jornada muy larga, y ya faltaba menos de un día para el inicio del programa; Valeria se había despedido de las demás y caminaba por una de las silenciosas calles del sector, cuando escuchó que alguien la llamaba.

—Valentina.

Era el chico modelo; vestía vaqueros desgastados y una sudadera blanca, y le sonreía de forma amistosa.

—Hola.
—Hola —replicó él—. Qué sorpresa, pensé que se retirarían más temprano.
—No, la jornada era hasta bastante tarde.

¿Por qué insistía en mirarla de ese modo?

—A todo esto, no me he presentado —hizo una reverencia—, me llamo Harris. Un placer.
—Para mí también.
— ¿Y tienes algo que hacer? —preguntó él con tono casi ingenuo—. Conozco un lugar donde ponen música energética todo el tiempo.

Lo dijo mientras miraba sus manos, en una evidente referencia al incidente durante la dase; Valeria no pudo evitar sonreír.

— ¿Quieres ir a una disco a las ocho?
—No es una disco, es un bar; y, si quieres, puedo decirle al DJ que sólo deje sonar la música y nos dejemos llevar. Después prometo dejarte en la puerta de tu departamento para que descanses.

Al escucharlo, sonaba tan honesto y sencillo, como si sólo fuera hacerlo y ya; pero Valeria se obligó a recordar que en menos de un día debía estar impecable para enfrentar el programa, y que además ese coqueteo, por sutil que fuera, era por completo incorrecto.

—Es una interesante invitación, pero no puedo.
—Entonces dime que lo vas a pensar para otro día —replicó él sin desanimarse—; voy a tener que estar para el programa también.

Era guapo, tenía un cuerpo de infarto y no tenía prejuicios. Pero eso no cambiaba que ella se debía a un compromiso, independiente del estado en que estuviera.

—Gracias por el ofrecimiento, en serio, pero no puedo. Me tengo que ir.

Hizo un gesto de despedida, ante lo que él automáticamente reaccionó repitiendo los gestos de aquel ensayo, moviéndose hacia ella. Como una veleta al viento.

4


Kevin Haim sabía que su porte, estilo y forma de expresarse decían mucho de él, y que al mismo tiempo casi nadie conocía de verdad sus intenciones; en el fondo, sabía que la mayoría lo miraba con admiración, pero no con respeto. No todavía.
En ese momento las dependencias de la improvisada academia estaban libres de los oídos intrusos de las postulantes a estrella, y con la primera emisión del programa a sólo horas, quiso darse el lujo de reunir por primera vez a todos los involucrados en ese proyecto: Aaron Love, el estrafalario conductor del programa, Vicenta Menares, Jaim Marsh, Marcos Canalle, Rebecca Solís, Danielle Panab y Ana María, los maestros de actitud, pasarela, artes, sincronización de labios, actuación e improvisación, respectivamente; Sandra y Vicenta, las dos productoras principales del programa, asistentes de confianza de ambas, el equipo de guionistas encargado de armar el argumento del programa, y por supuesto, Sarki a la estrella principal y la mayor contratación del programa. La mujer había llegado puntual, muy sobria con un largo abrigo negro y el cabello suelto, peinado hacia atrás.

—Gracias a todos por estar aquí.

El saludo era meramente una formalidad, ya que la invitación no había sido en tono de pregunta, excepto para Sarki, por supuesto.

—Como saben, mañana comienza el programa y quiero que todos estén bien preparados; nos enfrentamos a una primera emisión, y eso siempre es complejo. Los guionistas ya tienen preparado el argumento de los dos programas de esta semana, y es muy importante que en los días de clase las cosas se inclinen dependiendo de eso. Así las chicas estarán preparadas sin saberlo para rendir como necesitamos que lo hagan.

Notó que Sarki había hecho un leve gesto, y asintió hacia ella para darle turno de hablar.

—Querida ¿Tienes alguna duda?
—Sí —respondió ella con voz dulce—, varias en realidad, pero la primera de ellas ¿Por qué estoy aquí?
—Porque necesito pedirte que pongas especial atención en todas las chicas; más adelante necesitaré que hagas una elección.

La mujer aguzó un poco la vista, pero no varió su expresión.

—Tiene que ver con el concepto del anuncio que grabé ¿No es así?
—Así es —replicó él.
—Sabes que no escogeré a una de esas chicas si no me parece que sea digna ¿Cierto?

Sí, sabía que una de las razones por las que ella había permanecido en el mundo del espectáculo por tanto tiempo es por un compromiso con la calidad de todo lo que la rodeaba; su representante se encargaba de los asuntos legales de los contratos, pero ella jamás cedía en su forma de trabajar.

—Lo sé, y me encanta que sea así, porque cuando suceda será honesto, será real.

La mirada de ella indicaba un claro “si es que sucede” con grandes caracteres, pero no lo dijo.

—De todos modos, también hay otro tema que es importante, y es tu participación en el programa; queremos que estés en una sala acondicionada haciendo los comentarios acerca de las presentaciones de las chicas.
—Eso es auténticamente mi área —declaró ella— ¿Necesitas la verdad televisiva o la completa?
—Por el momento, la televisiva, quiero darles chance a las chicas de mostrar un poco de lo que saben hacer —replicó él, con una amable sonrisa—, y una cosa más: que me regales un posteo en Pictagram anunciando que mañana estarás con nosotros.

Ella esbozó una sonrisa; en la actualidad se había convertido en una de las celebridades más seguidas en las redes sociales sin necesidad de auspiciar productos, algo que muchas de las estrellas con la mitad de su edad no podían ni sónar con lograr.

—Está bien, pero tienes que saber que este favor me lo debes, bribón.

Después de finiquitar el resto de los detalles con el equipo, Kevin los despidió a todos, sabiendo que Sarki se estaba rezagando por un motivo. Cuando al final los dos quedaron solos, él le dedicó una mirada cargaba de intención.

—Ahora nadie nos escucha, puedes decirlo con toda libertad.

Ella le devolvió una mirada lo suficientemente acerada como para dejar en claro que iba a hablar en serio.

—Sabes que no me involucro en proyectos que fracasan.
—Lo sé —replicó él, con calma.
—Necesito que me digas que este programa va a funcionar —continuó ella, aunque su tono no era el de una petición—, quiero oírlo, Kevin.
—Te garantizo que será un éxito.

El sostuvo la mirada de la mujer, mientras ella se daba el tiempo de extender el silencio entre los dos.

—Tiene que haber algo más —indicó ella, con tranquilidad—, eres un chico listo, demasiado listo como para confiar en que un reality va a funcionar sólo porque tiene guionistas.
—En eso tienes razón —explicó él, resignándose a entregarle la información—. Escucha Sarki, esto es confidencial, no puedes decírselo a nadie.
—No saldrá de aquí —confirmó ella, imperturbable.

Kevin se lo dijo, y cuanto hubo terminado de darle esa valiosa información, la mujer esbozó una amplia sonrisa de satisfacción. Si, en efecto el éxito del programa estaba asegurado.


Próximo capítulo: Cuatro minutos

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