Contracorazón Capítulo 09: Una conversación sincera




Magdalena y Mariano invitaron a Rafael a almorzar el sábado, y él aceptó encantado; por una parte, el nuevo cargo lo dejaba trabajando de lunes a viernes, de modo que era divertido disponer de un tiempo como ese, y por otro, quería tomar el pulso del estado de ambos cuando faltaba poco menos de un mes para el matrimonio.
Mariano había preparado unas croquetas de pollo al horno con salteado de papas, y mientras ella sacaba la preparación en la cocina, ellos se dedicaron a montar la mesa y preparar dos tipos de ensalada.

— ¿Necesitas ayuda? —preguntó Mariano desde la mesa de la sala.
—Todo está en orden —replicó ella, siéntense, llego en un minuto.

Ambos se sentaron, quedando frente a Frente, Mariano de espalda a la cocina; Rafael sirvió vino en las copas dispuestas para ello.

— ¿Más tranquilo? —preguntó en voz baja.
—Sí, todo está bajo control —replicó el novio, radiante—. Me he estado repitiendo una y mil veces que tengo que conservar la calma, y hasta ahora está funcionando. Pero cambiemos de tema —susurró—, no quiero que Magdalena escuche.
—Está bien.

Lucía más tranquilo que la última vez que hablaron, y esa era una muy buena señal; Rafael se prometió comprar el traje para el matrimonio dentro de la semana siguiente sin falta, por si tenía mucho que hacer en el trabajo y después no era posible.

—A todo esto —comentó su cuñado— ¿Cómo le fue a tu amigo con la entrevista en la empresa que me preguntaste?

Rafael se quedó de piedra al ver que su hermana había aparecido en la sala, y alcanzado a escuchar lo que dijo su novio; Mariano hizo una mueca de disculpa y moduló la palabra, y aunque estaba siendo sincero en la excusa, a Rafael el gesto se le hizo cómico.

—Ahora que lo pienso —pronunció ella, con un tono indescifrable pero una clara expresión en el rostro—, olvidé un condimento en la cocina y creo que no lo alcanzo.
—Te ayudo —su novio intentó ponerse de pie.
—No —lo cortó ella—, Rafael es de la familia, tiene que ayudar también.
—Te acompaño entonces —comentó Rafael.

Para terminar su teatral presentación, la chica dio media vuelta y volvió a la cocina; Mariano volvió a murmurar una disculpa por hablar de más, pero Rafael lo calmó y entró después de ella. En el interior, su hermana lo esperaba, de brazos cruzados y con una expresión de sorpresa coronada por cejas alzadas.

— ¿Amigo?

Al verlo en retrospectiva, había sido peor idea no contarle a Magdalena que comenzó un contacto amistoso con su vecino que explicar todo ahora; sin embargo, decidió no caer en el juego de los reproches y tomarlo con calma.

—Sí, amigo —respondió con tranquilidad.

— ¿Y cómo se llama ese amigo?

Sí, en efecto, sonaría mucho más complejo explicar todo.

—Martín.
—Y es un amigo nuevo —pronunció ella con voz más aguda—, porque no me habías hablado de ningún Martín.
—Es el anfitrión del restaurante en el centro comercial, tú lo saludaste.

Su hermana ladeó la cabeza y por un momento no habló, hasta que ató los cabos.

— ¡Tú, mentiroso! —le arrojó un paño de cocina—, me aseguraste que no te interesaba para nada.

Rafael atrapó el paño en el aire y empezó a reír.

—No empieces a practicar el papel de esposa celosa, te estás adelantando.
—No me cambies el tema ¿Desde cuándo están saliendo?
—Magdalena, no estamos saliendo -corrigió él.
—Oh, no me vengas con esas —lo apuntó con un salero—, lo conoces hace nada y le estás buscando trabajo.

La voz de Mariano los interrumpió desde la sala.

—Aún estoy aquí.
—Vamos en un instante, cielo —exclamó ella, y luego hacia su hermano—, ¿Son novios?

Rafael decidió terminar con todo eso de una vez por todas y decir todo de una vez.

—Magdalena, no hay nada sexual ni romántico. Martín se cambió al edificio de junto, nos encontramos y nos caímos bien, hablamos de autos, de trabajo, de la vida —y antes que ella pudiera interrumpirlo—, y no le atraen los hombres.

Su hermana lo miró durante un largo par de segundos, analizando su expresión y mirada; Rafael respondió con honestidad, y llegado a ese momento, podía decir que realmente su interés por Martín era amistoso, nada más. Tenía casi por completo confirmado que era heterosexual, pero, aunque no fuera así, en su interior no sentía la llama de un deseo romántico, porque la fuerza del carácter del hombre que estaba conociendo le sonaba familiar, y le gustaba estar en esa compañía; se trataba de algo que nunca había sentido, pero era una agradable sensación, como de haber encontrado a alguien en la vida con quien querría ser amigo para siempre incluso antes de saber bien todos los detalles de su persona.

—Bueno, eso no explica por qué te tomaste todo este tiempo en decírmelo, como si me ocultaras algo -la chica le hizo un fingido desprecio.
—No te lo dije porque lo primero que pensé es que intentarías asociarlo con un romance — replicó Rafael—, como si estuvieras buscándome un novio.
—Pero es que tú podrías tener un novio —protestó ella.

Rafael se encogió de hombros.

—O tal vez no; o puede que sea más adelante ¿No lo ves? En verdad, aprecio tu interés, pero no necesito desesperadamente un novio; si conozco a alguien y me pasan cosas, veré cómo se da todo, pero no me estoy desangrando por esto. Estoy bien, en serio.

Magdalena hizo un mohín.

—Está bien, será como tú digas entonces —frunció el ceño—, pero no me ocultes información.
—En eso tienes razón —admitió el, asintiendo—, fue un error no habértelo dicho, pero quiero que admitas que tuviste parte de la responsabilidad por esa actitud de casamentera.
—De acuerdo —la chica revoleó los ojos—, volvamos a la sala antes que mi flamante novio empiece a comerse las servilletas.

Volvieron a la mesa y sirvieron el platillo; Mariano le dedicó a Rafael una mirada cautelosa.

— ¿Todo está bien?
—Todo en orden —se adelantó Magdalena, sonriente—, le estaba diciendo a mi hermano que, si no tiene con quien ir a nuestro matrimonio, puede invitar a Martín, y que estaremos encantados de conocer a su nuevo amigo.

Rafael le hizo una mueca de burla.

—Muy graciosa —y a Mariano—, y sobre lo que me preguntabas, por lo que me contó va a estar haciendo un reemplazo por tres semanas, y creo que tratará de quedarse ahí.
—Eso es bueno —se alegró su cuñado—, hice una buena obra, eso suma puntos.
—Dejemos el puntaje tal como está —intervino Magdalena mientras servía algo de ensalada—, estabas bajando con lo otro.

Mariano hizo como que no escuchó y cambió el rumbo de la conversación mientras servía vino para los tres.

—A todo esto, no creo que Magdalena te haya contado, pero tenemos oficialmente nuestro primer regalo de matrimonio.
— ¿En serio?
—Sí —respondió, alzando la copa—, sucede que Recursos humanos estuvo sorteando unas invitaciones al teatro, para ver el estreno de Anastasia en viaje, y me gané una entrada doble.
—Anastasia —agregó Magdalena—, es un sueño, amo ese musical.

Rafael no era tanto de las películas animadas, pero recordaba que esa cinta la vieron numerosas veces cuando eran pequeños.

—Por supuesto que lo recuerdo, ¿Y cuándo es?
—En dos semanas, el sábado tres -explicó Magdalena-. Lo veremos en el teatro La Cúpula; ese día tenemos que ir a ver a Lidia, mi amiga, así que nos pasaremos directo al teatro ¡Va a ser fabuloso!

Rafael se recordó que no sólo tenía que comprar el traje, sino que tomar la decisión sobre el regalo que le haría a su hermana; asintió con energía.

Me alegro mucho, lo van a pasar muy bien.


2


Después de una entretenida jornada en casa de Mariano y Magdalena, Rafael decidió terminar con los dos pendientes que tenía al respecto de la ceremonia que se avecinaba, y fue de inmediato a una tienda de trajes formales; eligió un traje compuesto por pantalón gris listado, con chaleco con tres botones y chaqueta a juego, y lo combinó con una corbata azul grisáceo y camisa blanca, dejando los accesorios en lo sencillo de una pinza de corbata con detalle brillante y pañuelo para chaqueta en un tono gris verdoso. Con el traje cuidadosamente envuelto se dirigió a la joyería en donde había visto el primer broche y lo compró, pidiendo que se lo entregaran en una caja de color verde, que combinara con uno de los tonos predominantes en el vestido de su hermana.
Al fin con los pendientes listos, volvió a su departamento; más tarde estaba viendo un poco de televisión cuando recibió un mensaje de Martín.

— ¿Estás?
—Sumamente ocupado —escribió de inmediato—, estoy a punto de decidir entre ver un resumen de los Premios de diamante y la sección de humor.
—Es una decisión difícil.

Después de una pausa breve, volvió a escribir.

— ¿Una cerveza?
—Sí, me parece bien —escribió Rafael.
— ¿Vienes?
—Subo ahora —respondió.

Mientras iba subiendo notó que tenía sueño; entre las compras y el generoso almuerzo, había sido un día bastante cargado, aunque por suerte nada había salido mal; Martín lo saludó con un enérgico apretón de manos y lo invitó a pasar.

— ¿Cómo estuvo el día?

Rafael le contó lo del almuerzo, pero omitió deliberadamente la teatral escena de verdades con su hermana; de todos modos mencionó lo del matrimonio.

— ¿A mí? —pronunció, extrañado— Qué raro que me inviten a su matrimonio.
—Es que a mi hermana le caíste muy bien —comentó con evasivas—, y además siempre me está diciendo que salgo muy poco y socializo menos, así que dice que quiere ayudar a que nuestra amistad tenga una base firme.

Después de decirlo notó que quizás era una frase demasiado comprometedora, pero por suerte Martín se lo tomó bien.

—Es un gesto muy bonito, en serio —replicó, asintiendo—, dile que se lo agradezco mucho; en cualquier caso, creo que nuestra amistad va bien ¿qué piensas tú?

La mención de la palabra hablaba muy bien de lo que estaba dándose entre ellos, y Rafael se lo tomó de la mejor forma.

—Sí, pienso lo mismo. De todos modos, el matrimonio es hasta dentro de un par de semanas, y ellos son relativamente sencillos para las celebraciones; lo que quiero decir es que no será demasiada gente, habrá buena comida y algo para beber, así que si puedes ir estás invitado, solo tendrás que tener un traje apropiado.
—Eso no sería problema —reflexionó Martín—. Para la graduación de primaria de mi hermano me compré un traje y nunca lo he vuelto a usar. Ahora que recuerdo, ya tengo horarios en mi futuro trabajo y será de lunes a viernes, así que creo que la invitación es muy tentadora ¡No puede ser!

Rafael lo miró extrañado; Martín había activado una notificación en el móvil y le mostró la pantalla de este.

—Hablando de socializar, y mira a quién me sugiere esta red social.

Era una chica de más o menos la edad de él, de largo cabello castaño oscuro, que miraba sonriente a la cámara. Aparecía encabezando las sugerencias de personas a quienes probablemente el propietario de la cuenta conocía.

— ¿Y quién es ella?
—Es una ex —replicó Martín, con una sonrisa burlona—; bueno, no ex en todo el sentido de la palabra, no estábamos comprometidos en matrimonio ni nada parecido, pero llevábamos saliendo un cierto tiempo.

Parecía muy divertido por la situación; Rafael supuso que iba a contarle alguna historia al respecto de aquella relación.

— ¿Por qué tengo la sensación de que las cosas no terminaron bien?

Martín soltó una carcajada.

—Porque si no escapo de ahí, seguramente ahora estaría bajo tierra o en un psiquiátrico, eso es seguro.
— ¿Tanto así? —preguntó Rafael, muy extrañado.
—Ese destino es el más probable —explicó mientras abría una segunda cerveza—. Esto fue hace un poco mas de un año, el punto es que nos agregamos en las redes y estábamos saliendo, en esa etapa en donde todo va bien; un día vi que había posteado una imagen que decía algo como que una hembra cuido su territorio o algo por el estilo, y me pareció un poco sacado de onda, pero me dije que si yo también tengo un humor especial, no puedo ponerme grave por cualquier cosa.
—Pensaste que era con humor —apuntó Rafael.
—Exacto. Entonces sucede que un día me pregunta, así de la nada —puso los brazos en jarras—, algo como quién era una mujer.

Hizo un gracioso gesto de perderse y mirar a la nada; Rafael estaba tentado de reírse, pero sospechaba que la situación en general no era tan divertida.

—Disculpa, me estoy empezando a reír.
—Ríete con toda confianza, yo también me río ahora —el trigueño se encogió de hombros—, aunque en ese momento no era gracioso, pero ya da lo mismo; bueno, la cosa es que me quedo colgado un momento tratando de saber de quién me habla, y hago la conexión que era una amiga del trabajo que había comentado una foto que subí ¡Dos meses atrás! La quedé mirando como si fuera un alien, y me dice que lógicamente debe saber con qué mujeres me relaciono; le dije que eso era absurdo y que parecía muy preocupada de personas a quienes no conocía, y entonces enloqueció y me dijo que si no le tenía la suficiente confianza era porque tenía algo que esconder, y le empezó a salir espuma por la boca.

Lo último era una broma, y ambos rieron sonoramente de ella.

—Estaba loca —comentó Rafael.
—Completamente —apuntó Martín— ¿Me pasas ese condimento?

Señaló el mesón tras ellos, y Rafael volteó para tomar el frasco mientras aun se reía.

—Escapaste entonces.
—Corrí como si me persiguiera el diablo en persona —replicó el trigueño entre risas—. Ese es el increíble mundo de los ex.
—Puede pasar cualquier cosa con los ex —repuso Rafael, de forma relajada—, es como lo que sucedió con Arturo cuanto me lo encontré y…

Se quedó sin palabras; lo había dicho, después de la larga duda y planeación, en ese momento estaba tan relajado y divertido que simplemente acotó lo primero que se le vino a la mente.

— ¿Tuvieron un desencuentro?

La voz de Martín no se oía distinta a como era de costumbre; Rafael sintió que su rostro pasaba por distintos colores, pero no perdió el punto: ya había hablado, no podía evadir.

— ¿No quieres hablar de eso?

Finalmente volteó y lo miró; no había un asomo de burla ni sorpresa, ni siquiera escepticismo en él.

—Eso fue un poco incómodo.
—Si te complica hablar de tu ex, no te preocupes —comentó el trigueño—, a todos nos ha pasado.

Se quedó un momento sin hablar ¿Qué era lo que pasaba con él? Se supone que debería sentirse bien ante la actitud de normalidad de Martín, pero por algún motivo no lo lograba.

—No pareces sorprendido.
— ¿Sobre qué? -preguntó Martín.
—Martín, por favor, me escuchaste, y yo no había dicho nada de esto hasta ahora.

El trigueño adoptó una actitud más seria.

—Si lo que me estás tratando de preguntar es si estoy sorprendido de que seas gay, no lo estoy.
— ¿Lo sospechabas?
—No sospechaba ninguna cosa —exclamó Martín—; nos estamos conociendo ¿No es así? Pensé que ya había dicho que lo que me interesa de las personas es como son, los puntos importantes.

Rafael no sabia bien cómo reaccionar, ni por qué estaba tan nervioso ¿No debería sentirse mejor?

—Pero igual es un tema que puede ser complicado.
—No es ningún tema —respiró profundo, para calmarse—. A ver, vamos a empezar de nuevo ¿Tuviste problemas, pasaste por episodios de violencia o algo así?
—No más que cualquier persona, y no tuve problemas en mi familia —replicó Rafael.
—Entonces no deberías sentirte tan inseguro ¿No lo crees?

En eso tenía razón; Rafael se sentó nuevamente, intentando entender lo que le ocurría.

—No sé lo que me pasa; estaba tratando de encontrar un medio para decírtelo dentro de una conversación trivial.
—Pero esto era una conversación trivial.
—Lo sé, lo sé —se llevó las manos a la cabeza y se cubrió los ojos con las palmas por un momento—, yo tampoco entiendo por qué me comporté así.
— ¿Para ti es un secreto? —le preguntó el trigueño.
—No, nunca tuve la necesidad desde mi familia; ahora que soy adulto, no siento la necesidad de decirlo si no viene al caso, pero tampoco lo niego. Creo que no es un tema.

La expresión de Martín demostraba que no estaba de acuerdo con eso.

—Pero conmigo sí fue tema. Entonces te voy a hacer una pregunta —lo miró a los ojos— ¿Cuándo supiste que soy heterosexual?

Rafael no supo hacia dónde iba esa pregunta.

—No lo había pensado.
— ¿Ves a lo que me refiero? —replicó el otro—. ¿Por qué yo tendría que estar pensando si eres gay o no, pero tú no estabas pensando si yo soy hetero?

Se sintió dentro de una comedia de equivocaciones; pero se dijo que, si Martín estaba mostrando esa gran actitud hacia él, no era justo quedarse con verdades a medias.

—En realidad sí me lo pregunté, pero no de una forma concreta; a lo que quiero llegar es a que dijiste algo que me hizo mucho sentido y pensé que eso podía tener otro significado.
— ¿Qué dije?

Tal vez todo se remitía a ese día en que se conocieron; no lo sabía con exactitud, pero le pareció la opción correcta mencionarlo.

—Dijiste que te gustaría poder casarte sin que importara nada más.
—Pero eso no es sólo en ese sentido —argumentó el trigueño—, o de alguna manera sí; a lo que quiero llegar es a que me violenta que estamos en un mundo donde las personas no somos iguales ni tenemos los mismos derechos. Mi hermano no es como los otros porque tiene una enfermedad, tú no puedes casarte, si yo no me caso soy un tipo extraño o inmaduro ¿Entiendes a lo que me refiero? Cuando te dije que me gustaría que uno pudiera casarse sin que importara nada más, lo decía en un sentido amplio: estaba hablando de que nadie te diga que estás desesperado por casarte o que se te pasó el tren, o que deberías casarte o tener hijos para que sientes cabeza.

Era toda una declaración de intenciones, y a Rafael le llamó la atención lo similar de sus argumentos a los suyos, con esa parte idealista que en el mundo actual quedaba tan fuera de los márgenes sociales, que hacía pensar muchas veces que quien los tenía estaba equivocado.

—Gracias por eso.
—No quiero que me agradezcas —repuso el otro—, escucha, porque esto es muy importante: tú tuviste un gran gesto hacia mí, y esas son las cosas que más valen. Me escuchaste cuando te conté lo de la enfermedad de mi hermano, y cuanto estuviste ahí, fuiste sincero y me apoyaste, sin mirarme con lástima ni nada parecido; eso es lo que tiene valor para mí, y aunque no lo pensé de esa forma en particular cuando sucedió, te puedo decir que fue un antes y un después, creo que ahí te empecé a tomar como un amigo.
—No sé qué decir.
—No digas nada si no quieres —dijo Martín—. Ese día me dijiste que estarías ahí para escucharme si lo necesitaba, ahora yo te lo digo a ti. En serio.

En ese momento, Rafael se sintió como debería haberse sentido desde un principio; probablemente nunca sabría con exactitud por qué se había complicado tanto en hablar de ese asunto con Martín, pero se dijo que quizás era porque tenía una expectativa muy alta de esa amistad, y de forma inconsciente no quiso que algún elemento amenazara esa conexión entre los dos.

—O si quieres me puedes contar, yo también estoy aquí para eso.
—Toda esta conversación no fue como esperaba —dijo Rafael al fin—, pero me siento bien de que no sea un problema en nuestra amistad.
—Deberías haber sabido eso desde antes —apuntó el trigueño.
—Lo sé, lo sé, ya no me lo recrimines —levantó las manos en gesto de defensa—, me quedó claro.

Como si se adelantara a sus pensamientos, Martín le pasó otra cerveza, que Rafael agradeció; sacando cuentas, se habría evitado el nerviosismo y toda la maraña mental con solo abordar el tema de forma clara desde el principio, pero al menos el punto al que llegó era bueno.

— ¿Y entonces estás solo o hay un novio por ahí?
—No, nadie oculto, desde que me separé de Arturo no he tenido interés en nadie.
—Me pasa parecido —reflexionó el otro—, tal vez es por la carga de trabajo, pero no me veo con tiempo de estar en una relación ahora mismo. ¿Ustedes terminaron en buenos términos?

Era tan sencillo cuanto todo funcionaba de esa forma, sentados con una cerveza y algo para comer mientras hablaban de distintos temas, y sin embargo se sintió temeroso de que ese nexo se viera perjudicado por su orientación sexual; en ese momento pensó que debería analizarse un poco a sí mismo, y comprobar que no volviera a suceder algo como eso en el futuro.

—En cierto modo sí; supongo que debería estar enfadado con él o algo así, pero no puedo tener malos sentimientos para alguien con quien viví una parte de mi vida. A todo esto, lo que iba a decir al principio era que me encontré por accidente con él, fue raro volver a verlo.
— ¿Te pasaron cosas? —preguntó Martín.
—Para nada, es solo que no me lo esperaba; además, cuando me vio reaccionó como si fueranos los mejores amigos; me quedé extrañado, porque una cosa es que no le guarde rencor y otra muy distinta que seamos amigos.

La conversación siguió hacia otros temas, y fue tan natural como lo anterior; Rafael se dijo que era muy afortunado de haber conocido a alguien como Martín, y que él quisiera su amistad.


3

De vuelta en su departamento, Rafael no pudo menos que rememorar toda la conversación con Martín, y lo que había aprendido de ello; contrastó esa situación personal con lo que pasó antes en su trabajo con las insinuaciones y ataques de Ángel, y notó la diferencia fundamental entre ambos casos. No le importaba que sus compañeros supieran de sus preferencias, pero sí le molestaba que alguien intentara usar eso como un arma en su contra, como si de alguna forma fuese una debilidad laboral o incluso social.
De alguna manera, ante esa situación actuaba de forma frontal porque sentía que no tenía riesgo, que era mucho peor que alguien tratara de amenazarlo que tomar la situación entre sus manos, pasara lo que pasara. Por otro lado, la situación con Martín se le escapó de las manos sin darse cuenta, y era porque él sí le importaba, quería su amistad y la posibilidad de perder el contacto o que las cosas ya no fueran iguales se convirtió en un obstáculo en su camino.
Sólo tendría que terminar la frase, y todo habría sido mucho más sencillo.
Se acostó y quedó pensando en estas cosas, y al estar quieto y en silencio en la oscuridad de su habitación, unas palabras aparecieron en su mente.

"Recuérdame, cuando nuestros..."

Se sintió extraño ¿Acaso esas palabras tenían un significado especial? Se preguntó si eran sólo esas dos, y sin darse cuenta llegó a la conclusión de que eran más, que se trataba de una frase completa, algo que debería hacerle sentido.
Algo que debería recordar.
No eran palabras al viento, se trataba de algo importante, pero no podía determinar qué; mientras el sueño lo vencía poco a poco, intentó concentrarse en esas palabras y descubrir lo que eran. En el bullicio de un lugar no había nadie más, y no podía comprender esos sonidos porque estaba solo; no, no estaba solo, había alguien más, y esas palabras provenían de esa persona, como si se tratara de un ruego, o una forma de impulsarlo a algo.
Todo era sombras, y personas que se movían sin rumbo fijo; un recuerdo en un sueño, tan real como olvidado, el aroma de alguien a quien conoció, y un dolor imposible de ignorar.
¿Quién era, y por qué sentía que debía saberlo? Las memorias eran confusas, estaban en un lugar que no podía alcanzar, pero estaban a su vista, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo, era como un horizonte al que podía correr, pero nunca llegar.
Se quedó dormido intentando alcanzar algo que siempre escapaba de él.


Próximo capítulo: Visita sorpresa


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