Contracorazón Capítulo 10: Visita sorpresa




La última semana del mes fue muy tranquila en la tienda, y eso permitió que Rafael se hiciera cargo al completo de su nuevo cargo; actualizó informes, solicitó reportes, husmeó en los historiales de adquisiciones de productos y se informó acerca de todo lo que fuera necesario para poder realizar sus nuevas labores dentro de la empresa. Las ventas estuvieron tranquilas, con el usual aumento paulatino que se percibe antes del día de pago, y llegó una partida de productos nuevos que le permitió realizar ingresos en lista y verificación de bodega desde cero, algo que no había hecho con anterioridad; tuvo algunos problemas con los códigos, pero una vez que tomó las notas apropiadas de procedimiento, todo resultó mucho más fácil.
Intentó resistirse, pero terminó por buscar páginas de corredores de propiedades que tuvieran departamentos que ofrecer, y estuvo largo rato revisando las opciones disponibles; quería algo cercano al centro de la ciudad para poder desplazarse fácil y en lo posible caminando a su trabajo, pero no excesivamente céntrico, por el alto costo que eso implicaba. Por otro lado, quería algo cómodo, pero no muy grande, con espacio un poco mayor que el disponible en su departamento actual, pero siempre en la clave de poder manejar su espacio y no sentirse dentro de una gran caja.
Aún con el nuevo departamento en mente, luchó por no entrar en la ansiedad por adquirirlo antes de tiempo, y se reunió con sus amigos de Vida pro, una empresa en donde estuvo muy poco tiempo debido al pésimo salario y peores condiciones laborales, pero de donde sacó tres buenas amistades; no se veían muy a menudo por causa de los horarios de todos, pero cuando lograban un tiempo, se reunían para un café o un helado.

—Esperen, esperen ¡Viene llegando el jefe!

Abigail, Benjamín y Julio hicieron aspavientos y aplaudieron cuando lo vieron entrar en el lugar; ese viernes 26 la cita había sido en una cafetería en el centro, a solo cinco cuadras de su trabajo.

—Tenía que suponer que iban a hacer esto, están haciendo un espectáculo.

Saludó afectuosamente a los tres y se sentó; habían pedido una canasta de galletas y chocolates.

—Es una gran noticia —comentó Abigail—, todos estamos muy orgullosos de ti, es un gran logro.
—Pero, pero —repitió Julio para darse a notar—, no nos olvidemos que pasaste un vía crucis para llegar a eso ¡Qué sufrimiento!

Rafael hizo un gesto para disminuir la importancia del hecho.

—No es ningún vía crucis —aclaró de inmediato.
—Oh no, a mí no me cambies el texto, lo dijiste en el chat del grupo.

Julio tenía una personalidad chispeante, y siempre hablaba y gesticulaba mucho al conversar; había tenido un affaire con Benjamín, pero para ambos la amistad primó.

—Sé lo que dije, pero no es un vía crucis.
—Ese hombre horrible —siguió su amigo, haciendo una mueca de desprecio— ¿Cómo se atreve a ponerse en tu contra solo por eso? Estoy seguro que en el fondo algo le gusta, porque no es normal que tenga ese nivel de fijación con el tema ¡Es tan1979!
—Julio, tú no habías nacido en ese año.
—No, pero me informo —gesticuló con una barra de oblea—, y las personas que tienen una obsesión con un asunto generalmente es porque les interesa, pero no quieren reconocerlo, es un deseo reprimido.

Benjamín hizo una mueca de desagrado.

—Pues con esas actitudes va a ser un amargado muy pronto; pero en fin, no nos amarguemos por eso, de verdad no lo vale.
—En eso estoy de acuerdo —comentó Rafael—, prefiero quedarme con la parte buena, con el nuevo cargo y el apoyo de la gente, en general todo está saliendo bien.
— ¿Y esa niña Sara? —apuntó Julio con un toque de maldad en la voz— ¿Está enamorada de ti?

Benjamín y Rafael rieron ante la pregunta; a Rafael le causaban mucha gracia las bromas de doble sentido de Julio.

—No, absolutamente no —replicó, tomando la carta de café—, no hay nada de eso, definitivo.
—Bueno, no es como si tuviese destino —murmuró Abigail, con expresión deprimida—, no tendría sentido que lo intentara contigo.

Pidieron los cafés y otra canasta de dulces, que desaparecían a medida que conversaban.

—Tú no pongas esa cara de mártir —la recriminó Julio con una sonrisa—, tienes un novio guapo y atento, no empieces con el sufrimiento.
—Debería sufrir un poco —comentó Benjamín—, esta mujer es demasiado afortunada, es insoportable.

Durante unos momentos no hablaron, mientras les servían el café y endulzaban a gusto; Rafael intervino tras un sorbo de su café con crema y canela.

—Hablando de eso, no se olviden de la fiesta por el matrimonio de mi hermana, están invitados.
—Yo no puedo ir —se lamentó Julio—. Cambiaron las fechas de filmación en la productora, y ese día tengo que grabar en exteriores desde las diez de la mañana, estoy perdido.

Abigail torció el gesto, disgustada.

—Pensé que tenías todo listo para esa fiesta.
— ¡Lo tenía! —replicó él, suspirando—, el traje listo, iba a llevar el cabello con un estilo para morirse, pero no puedo faltar porque soy el director del spot que se va a grabar. Así que tendrán que sobrevivir sin mí.

Benjamín hizo un gesto de paréntesis.

—A todo esto, casi se me pasa: parece que voy a cambiarme de trabajo.
—Pero siempre hablas tan bien de la clínica —comentó Rafael— ¿Ocurrió algo?
—Pasó algo, pero nada malo; sucede que una ex enfermera jefe de la clínica comenzó a trabajar en la consulta particular de un médico, y si todo sale bien, va a necesitar un asistente para trabajar con ellos.

Benjamín había trabajado en una clínica dental durante bastante tiempo, y de ellos era el más contento con su trabajo; no parecía tener problema alguno.

— ¿Es algo seguro?
—Por ahora están comenzando, así que no hay nada demasiado seguro — comentó con tono de cautela—, pero ustedes saben que las consultas médicas son un éxito siempre, como dice mamá, es grito y dinero, así que sólo tengo que esperar algunas semanas y me podría ir con un contrato indefinido desde el día uno, y como administrador, eso me suma mucho al historial laboral.
— ¿Vas a estar sirviendo café y contestando teléfonos? —preguntó Abigail.
—No, es decir, lo primero no, lo segundo sí; pero lo mejor es que yo estaría a cargo de la agenda de los médicos, revisando los historiales, asignando descansos, sería genial.
—Espero que todo resulte bien —comentó Rafael—, te lo mereces.

Julio hizo un gesto para demostrar que había recordado algo.

—Bien, esperen, acabo de recortar que tú —indicó a Rafael—, dijiste que tenías un nuevo amigo; quiero saber todos los detalles, empezando por dónde lo conociste y cómo fue esa primera noche de pasión.

Rafael casi se atragantó con el café al escuchar eso, pero después de haber hablado con su hermana ya estaba preparado.

—Empecemos como corresponde —aclaró—, no es esa clase de amistad.
—Rafael, no necesitas aparentar con nosotros.
—No estoy aparentando nada —replicó el moreno—, no entiendo por qué tanto interés en que atrape un hombre como si fuera una competencia.

Aunque sí sabía lo que le iban a decir; Abigail lo miró con las cejas levantadas.

—A lo mejor si fuera una competencia te esforzarías más en eso —criticó, encogiéndose de hombros—. Eres guapo, tienes tus cosas, eso es seguro, pero te comportas como si estuvieras en el siglo catorce, y nadie te va a venir a cortejar.

A Rafael se le hizo muy cómica la expresión, pero no perdió el objetivo de lo que le habían preguntado.

—Tranquila, no estoy en la habitación de ninguna torre esperando a que me venga a rescatar un príncipe, es sólo que no es el momento de pensar en una relación.
—Yo estaba pensando en otro tipo de relaciones —apuntó Julio con una sonrisa pintada de intención—, las que tú y...
—No es esa clase de amigo, ya te lo dije —lo interrumpió el moreno—, no hay nada de eso ahí, ni siquiera le atraen los hombres.
—Eso siempre se puede arreglar —opinó Julio.
—No es cierto —replicó Rafael—, no cuando uno sabe lo que quiere; ahora, volviendo al principio de todo esto, tengo un amigo nuevo, y nos estamos llevando muy bien.
— ¿Te gusta?

Esa era una pregunta que había tenido que hacerse en algún momento, y haber sido capaz de enfrentar esa incógnita era un gran símbolo de sus sentimientos en ese momento.

— ¿Respuesta rápida? No. Si quieren la respuesta larga, cuando lo vi por primera vez me pareció guapo, porque lo es, pero a medida que lo fui conociendo, nació otro sentimiento.
— ¿A qué te refieres?

Quizás si no se hubiera complicado tanto con lo de hablar con él de forma natural acerca de su orientación sexual, o si la verdad hubiese salido antes a la luz lo habría sabido con anterioridad, pero lo importante era que ya tenía claridad acerca de ese sentimiento, y eso lo hacía sentir muy bien.

—Es raro decirlo —reflexionó con tono menos alegre—, pero es como si fuera de la familia, como si lo conociera desde hace mucho tiempo atrás; cuando estoy con él me siento igual que con mi hermana, como si tuviera toda la confianza con él y no tuviera nada de qué preocuparme porque sé que puedo confiar en él.

Sus palabras, o quizás su actitud al decirlas, llamaron lo atención de los demás, que se quedaron en silencio al escucharlo; hasta ese momento en su vida, nunca había conocido a alguien con quien experimentara la misma sensación de cotidianeidad y comodidad que con Magdalena. Era algo más que conversar o sentirse a gusto, era que podría estar hablando de cualquier cosa con él por horas, o hablar de asuntos mucho más profundos con la misma dedicación; era sobre preocuparse de él y estar ahí, tan simple y tan complejo a la vez.

—Eso fue muy profundo —comentó Benjamín—, nunca te había oído hablar de esa forma de alguien.
—Sí, también me cuesta un poco entenderlo, pero así es. Y le agrado, creo que él también se siente bien conmigo, incluso tuvo la confianza para contarme un asunto familiar que él mismo dice que prefiere mantener resguardado; espero que nada haga que perdamos este contacto.

2


Como si lo hubiera invocado al estar hablando de él cuando estuvo con sus amigos, Martín le envió un mensaje poco después de las nueve treinta, cuando Rafael iba de regreso a su casa.

— ¿Ya cenaste o comiste algo?
—No todavía -respondió de inmediato.
—Tengo unas delicias de cóctel ¿Te parece ahora o es muy tarde?

Rafael al día siguiente no debía levantarse temprano, de modo que aceptó la sugerencia; lo invitó a pasar a su departamento, y subió rápido para verificar tener algo para beber en el refrigerador.

— ¿Cómo estuvo el trabajo? —le preguntó el trigueño a modo de saludo.
—Bien, pasa —lo invitó a entrar—, fue una semana tranquila, pero en realidad vengo de otra parte, acabo de llegar.

Rafael le indicó que dejara las cosas sobre la pequeña mesa de centro; su invitado depositó lo que traía en las manos, que era un paquete de papel dentro del cual había una bandeja con snacks de fiesta y unos pequeños cuencos con salsa.

—Me los traje del trabajo —explicó Martín —, una compañera va a ser madre y le hicieron una pequeña celebración, así que como sobraron muchas bandejas de estas nos dieron permiso de traer algo a casa; voy a extrañar los regalos comestibles de este trabajo.

Rafael probó una empanada en miniatura de pasta de pollo al tomate, encontrando un gran sabor.

— ¿Cerveza? —ofreció, yendo hacia la cocina.
—Me viene perfecto —respondió el otro—, es refrescante a esta hora.

Rafael volvió de la cocina con una cerveza individual y un vaso con un contenido transparente.

— ¿Champagne?
—Por ahora no —replicó Rafael, sonriendo ante la broma—, prefiero gaseosa, hoy no tengo ganas de beber, así que voy a aparentar que soy sano y solo tomaré ginger ale.

Se sentaron frente al televisor y dispusieron de los distintos elementos; había masas crocantes, empanadas, croquetas frías y papas pops entre otras cosas.

—Esto está muy bueno ¿los hacen allí?
—No, no hacen preparaciones de fiesta —comentó Martín—, las compraron en una tienda en el mismo centro comercial; me decías que no venías del trabajo.

Rafael le contó de la reunión con sus amigos.

—En la época en que nos conocimos, fue lo único bueno que sacamos de ese trabajo —ya no le importaba, pero en ese tiempo fue todo un caso de estrés—; estuvimos más del tiempo indicado en una supuesta capacitación, no nos enseñaban lo que se suponía tenían que hacer, y luego del primer mes empezaron los problemas con los pagos.
—Entonces fue un trauma —apuntó el trigueño.
—Bastante, es complicado cuando no te dicen lo que está pasando y además no te quieren pagar; supongo que eso ayudó a que nos hiciéramos más cercanos, fue como unirse para luchar con un enemigo común. Si vas al matrimonio de mi hermana, seguro los vas a conocer.

Martín se quedó pensando en esa sugerencia un rato antes de hablar.

—Ahora que lo vuelves a decir, no es mala idea; pero recuerda que quedamos en que íbamos a salir a tomar algo pasando el fin de mes, así que también hay que hacer espacio para eso.
—Cierto —internamente se alegró de que el plan siguiera en pie, ya que no habían vuelto a hablar de ello—, creo que puedo el próximo fin de semana.
—Yo debería poder, aunque voy a estar en el medio de mi primera semana y no lo tengo claro.

Rafael se dio cuenta que su cuota dulce estaba completa por esa jornada, y agradeció los distintos sabores salados y crocantes de aquella bandeja.

—Si quieres, podemos estar al pendiente de eso —comentó tras un trago de gaseosa—, y durante la semana lo confirmamos.
—Me parece una buena idea.

Martín hizo una pausa y sacó el móvil del bolsillo.

— ¿Tienes un cargador? Se me está descargando el móvil.
—Claro, está encima de ese mueble —señaló Rafael—, el enchufe está justo a un costado.

El trigueño conectó el teléfono celular en el punto indicado y regresó a sentarse.

—Si funciona el plan, vamos a estar saliendo al mismo tiempo que mi hermana y Mariano, tienen unas invitaciones para una obra musical.
—La familia de fiesta —comentó el trigueño—, espero que no haya contratiempo, creo que me hace falta salir de verdad; me refiero a que no es lo mismo estar en la casa que salir, son dos mundos distintos.

Rafael lo miró con las cejas levantadas.

—Suena como que quieres estar atento por si hay algo que cazar.
—Bueno, siempre hay algo de eso —rio ante el comentario—, de todos modos, fuera de eso, es verdad lo que digo, siento que es diferente salir a tomar algo que reunirse aquí, por ejemplo. De alguna forma es como estar en una zona cómoda y cuando sales es más formal para todo.

Rafael fue a la cocina a servir más gaseosa para él; no lo había pensado de ese modo, pero tenía sentido lo de hacer un panorama diferente y salir del lugar que conocía; pensó que fuera de reunirse con sus amigos durante esa misma jornada, no recordaba con exactitud cuando había salido por última vez.

— ¿Otra cerveza?
—Luego, aún tengo.

El moreno iba a volver a sentarse, pero recordó algo y fue a su cuarto.

—Se me había olvidado decirte que estoy tranquilo porque por fin me compré el traje, y además le compré el obsequio a mi hermana.
— ¿Y qué es?
—Un broche para que lo use con el vestido. Mira.

Se acercó a él y abrió el estuche, descubriendo el objeto: se trataba de un nido de flores y hojas que rodeaban un clavel, con muchos relieves en plateado y dorado, dejando espacio para unas diminutas piedras brillantes que decoraban el centro del adorno, como borde de los pétalos de la flor.

—A Magdalena siempre le han gustado los claveles, así que pensé que sería una buena idea.
—Es muy bonito —observó Martín—, pero no es por arruinarte el regalo ¿Combina con el vestido de ella?
—Sí, no hay problema —replicó mientras lo guardaba de nuevo en su empaque—, ya vi el vestido, y el concepto está perfectamente coordinado porque mi hermana diseñó el suyo con un estilo que tiene muchas capas de tela y varios tonos.
—Espera ¿Tu hermana diseñó su vestido de novia?

No era la primera persona que se sorprendía de eso; además, considerando que Magdalena trabajaba en una administradora de seguros y nunca había tenido relación alguna con el diseño, era una sorpresa mayor, incluso para él.

—Sí, ella lo diseñó; le tomó mucho tiempo, pero estaba determinada, y tiene muy buen gusto; el vestido tiene el aspecto de uno clásico, pero es de tonos azules y verdes, es como si fuera agua o algo parecido.

Guardó la caja en el lugar apropiado, pero pasó a llevar unas prendas sin darse cuenta y las tiró al suelo; las estaba recogiendo cuando escuchó el timbre.

— ¿Puedes abrir? —dijo desde el cuarto—, debe ser un vecino.
—Ahora voy.

Escuchó cómo su invitado iba hacia la puerta y abría; precisamente cuando salió de su cuarto para regresar a la sala, vio a quien había tocado a la puerta, y al reconocerlo entendió de inmediato la expresión descompuesta de Martín.

—Carlos —balbuceó estupefacto—, pero ¿Cómo...?

El muchacho iba vestido con ropa deportiva oscura y una chaqueta gris con el logo de un equipo de baloncesto conocido; era casi igual a la foto que Rafael había visto de él tiempo antes, muy delgado, con profundas ojeras marcando un rostro que demostraba estar de muy mal humor.

—Así que aquí estabas —dijo, saltándose cualquier saludo—, y tu departamento está en el edificio de junto, dejaste tu departamento y no me dijiste nada, me estuviste mintiendo.

El rostro de Martín estaba blanco por la impresión; Rafael comprendió de inmediato que era porque no había descubierto la verdad a causa de un accidente ni nada por el estilo: se dijo que probablemente había seguido a su hermano mayor hasta su nuevo hogar.

— ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Viniste solo? Por dios Carlos, no puedes hacer eso, es peligroso.

Rafael no supo qué hacer; el muchacho entró en el departamento con la mirada altiva y una expresión dura en su rostro.

—Me mentiste —acusó, ignorando las palabras de su hermano—, me mentiste descaradamente.

Martín había perdido por completo el control; por un momento miró nervioso hacia el exterior, como si esperara a que alguien entrara tras el chico, pero al ver que eso no sucedió, cerró la puerta con manos temblorosas y caminó hacia él.

— ¿Te sientes bien? Carlos, tus medicamentos.
—Estoy bien; pero no cambies el tema, tienes que explicar lo que hiciste, a menos que no te importe haber mentido.
—Voy a llamar a papá para avisarle —el hombre deambuló nervioso, aparentemente había olvidado donde estaba su móvil— ¿No les dijiste nada? Mamá no me ha llamado.

El muchacho se plantó frente a él y le dedicó una mirada dura, que solo empeoró el estado de nervios que había detonado en Martín unos momentos atrás; Rafael frunció el ceño ¿Por qué le hablaba de ese modo a su hermano?

—La llamarás cuando terminemos de hablar; le dije a mamá que estaría en la tienda de renta de películas, así que no hay nada de qué ocuparse.
—Pero no es seguro que salgas solo —intervino el mayor con voz de ruego—, vamos, te llevaré a casa, hablaremos después.

Intentó acercarse, pero el muchacho lo evitó con un gesto de deprecio; Rafael no podía creer lo que estaba viendo en esos momentos.

—Vamos a hablar ahora mismo —reprochó, implacable—. Me mentiste, me has estado ocultando esta información.
—Carlos, yo...
—Fue por el medicamento nuevo —acusó, mirándolo con dureza—. Me pareció raro que de la noche a la mañana pudieron comprarlo ¡Claro! Estabas planeando todo eso a mis espaldas, vendiste tu departamento por mi culpa.

Martín negó casi de forma espasmódica al escuchar eso; para Rafael las cosas estaban yendo demasiado lejos.

—No es así, por favor.
—Y además de eso, me mientes —continuó, sin dejarlo hablar—, ¿Crees que soy tan estúpido como para no darme cuenta de lo que pasa en mi propia familia?
—No, yo no...

Rafael no aguantó más, y entró en la sala; toda esa escena se le hizo intolerable.

—Disculpa, pero no me parece correcto que le hables así a tu hermano.
—Rafael, perdón —se excusó Martín—, disculpa por esto.
—Usted seguramente sabia de esto —dijo el muchacho, mirándolo con las cejas levantadas—, mi propio hermano me oculta cosas pero no tiene problemas en decírselas a desconocidos.

Hizo un obvio gesto de ignorarlo y volteó hacia su hermano, pero Rafael no había terminado.

—Disculpa, estoy hablando contigo.
—Yo estoy hablando con mi hermano —declaró el joven—, no tengo interés en hablar con usted, así que le pediría que no interfiriera.

Esa actitud bastó para que a Rafael se le olvidara todo lo demás; dejó en segundo plano la expresión de pánico de Martín y se enfrentó al muchacho, mirándolo por primera vez con severidad.

—Pero esta es mi casa y las órdenes no las vas a dar tú. Siéntate por favor.

El joven, claramente tomado por sorpresa, no dijo nada, pero lo desafió con la mirada; ignorando por completo a Martín, Rafael le devolvió una mirada más dura.

—Dije que te sientes.

Incapaz de reaccionar de otro modo, el joven se sentó, y toda la estructura de rabia y desprecio que había presentado desde un principio empezó a quebrarse; Rafael hizo un esfuerzo por controlarse y no hablarle como de verdad quería hacerlo, y se concentró en sus padres, tratando de evocar su sabiduría en momentos de dificultad.

—No voy a hablar de si Martín te ocultó información o no, porque ese no es el punto; fuiste descortés con él, y no es justo que le hables de ese modo a tu hermano.
—Pero él me mintió.
—Es cierto que no te dijo una parte de la información, pero es porque no era el momento de decírtela.
— ¿Por qué soy un enfermo? —protestó el joven.
—No, porque eres un niño.

El muchacho lo fulminó con la mirada.

—No soy un niño.
—Si no quieres que te traten como un niño, entonces no te comportes como tal.

Sabía que al hablarle de ese modo podía estar matando su reciente amistad con Martín, pero no se iba a detener; desde que lo conocía, había aprendido a apreciar las virtudes de él, y no estaba dispuesto a dejar que su propio hermano lo maltratara de esa forma.

—A ti no te corresponde estar en los asuntos de dinero de tu familia, porque eso es algo que depende de ellos.
— ¿Entonces me mienten, me tratan como un tonto?
—Oh por favor, no te hagas la victima —replicó con aspereza—, si te comportas siempre de esa forma tiene mucho sentido que no quieran hacerte parte de lo que está pasando. Puede que lo del departamento haya sido para ayudarte, pero esa propiedad es de Martín, no tuya, y él tiene derecho a hacer lo que quiera, es un hombre adulto y no tiene que pedirte permiso para eso.

El chico dio un respingo, pero Rafael no se detuvo.

—Y ahora tú vienes y le dices que te de explicaciones, lo maltratas como si hubiera cometido un terrible delito.
—Pero él no tendría que haberme mentido —protestó tozudamente el joven.
—Es cierto que se equivocó en eso, pero tu hermano lo hizo porque te ama.
— ¿Y me menosprecia? —insistió débilmente.
—Parece que nunca lo escuchaste hablar de ti —replicó Rafael, imparable— ¿De verdad no has escuchado a tu hermano, tan poco lo conoces? Cuando Martín habla de ti, todo su mundo se ilumina —esbozó una sonrisa, casi de forma involuntaria—, y cuando eso pasa, no hay nada que pueda afectarlo. Tu hermano te ama, y no sólo eso, te admira por ser un chico fuerte ¿Menospreciarte? —hizo una mueca de escepticismo— Eres todo para él en la vida, te admira por tu fortaleza, por la capacidad que tienes para salir adelante, y si no lo puedes ver, tienes que revisar qué es lo que pasa contigo, porque si un extraño como yo puede notar ese amor tan grande que te tiene, tú deberías saberlo de sobra.

Mientras hablaba, la rudeza de la expresión del chico terminó por desaparecer; había enrojecido, y sus ojos se humedecieron por la emoción. Cuando habló, su voz ya no era altanera como antes, y toda su expresión corporal había cambiado por completo.

—Lo siento —murmuró, apenas pudiendo hablar.
—No me lo digas a mí —replicó Rafael, señalando a Martín—, díselo a él.

La expresión del trigueño era una composición de emociones; con pasos temblorosos se acercó a su hermano menor, quien lo miró con culpa.

—Perdón por hablarte así.
—No, no —murmuró Martín con voz entrecortada—, no te disculpes, no digas eso.

Al fin la distancia entre ambos se quebró, y los hermanos se fundieron en un tierno abrazo; Rafael estaba conmovido por lo que acababa de pasar, pero más por ver que el conflicto había podido resolverse. Nunca había sido su intención expresarse de esa forma, pero se vio superado por lo que estaba sucediendo, y consideró que ni la actitud de Martín ni la enfermedad del chico eran justificación para un actuar desmedido como ese; Carlos era joven y estaba sometido a una gran presión, pero eso debería actuar como un catalizador para tener una perspectiva más madura y amplia de la vida, no en sentido contrario, y ese era el punto de vista que se impuso en esos tensos momentos.
Después que se calmaran los ánimos, Martín le dijo a su hermano menor que lo llevaría a casa, y ambos salieron del departamento; sólo entonces Rafael se preguntó si toda esa escena iba a perjudicar su amistad con Martín ¿Cómo se tomaría la reacción respecto a su hermano? Era cierto que estaba en su casa, y que todo lo que dijo era verdad, pero el vínculo de sangre con su hermano podía pesar mucho más. Sin mucho que hacer al respecto, y sin querer llamarlo o enviarle un mensaje por el momento, guardó en el refrigerador las partes que servían de la interrumpida comida, y se dio una ducha rápida, pensando en dejar todo así y tratar de hacer algo al día siguiente; se llevó una sorpresa al escuchar el timbre.

—Martín —exclamó, sorprendido al verlo del otro lado de la puerta.

No pudo descifrar la emoción que pasaba por el rostro del trigueño; el visitante respiró profundo antes de hablar.

— ¿Puedo pasar?
—Sí, si, por supuesto.

Observó a Martín entrar, actuando con cautela; el trigueño lo miró con una mezcla de emociones.

—Martín, disculpa por lo que sucedió, yo...
—No, no tienes nada de que disculparte —lo interrumpió—, soy yo el que debería disculparse por la actitud de mí hermano. Quería agradecerte por lo de hace un rato —dijo, en voz baja—; para ser honesto, yo no había tenido el valor de hablarle así a Carlos, pero desde hace un tiempo era necesario.

Ambos se quedaron en silencio un instante, hasta que Martín volvió a hablar.

—Nunca me había puesto a pensar seriamente en las actitudes que Carlos tiene en ocasiones. Supongo que por su enfermedad y todas las cosas que le han pasado, no consideré que pudiera simplemente reaccionar como un muchacho altanero común y corriente.
—Pero dijiste que a veces tenía comportamientos clásicos de un adolescente —observó Rafael.

Le hizo un gesto para que se sentara, y ambos lo hicieron en el sillón; Martín lucía cansado en esos momentos.

—Si, pero no lo dije en el sentido estricto de la palabra. Como sea, sólo quería darte las gracias por haber sido firme y no dar tu brazo a torcer, hiciste lo correcto.
—En reditad no estaba pensando en hacer lo correcto o no, lo que dije me salió de las entrañas —explicó Rafael— ¿Cómo está tu hermano?
—Tranquilo —replicó Martín—; lo que le dijiste lo dejó pensando en todo lo que sucedió, y me dijo que yo había escogido muy bien tenerte como amigo.

Era primera vez que se refería a él de esa forma, y dadas las circunstancias, esa expresión adquirió un valor adicional para Rafael.

—Pensé que podías enojarte por lo que dije, siento que fui duro con él y no sabía cómo te lo ibas a tomar.
—Todo está bien —dijo el trigueño—, sirvió, fue para mejor.
—Entonces me quedo tranquilo; me alegra que no haya pasado algo malo.
—Yo también me alegro, amigo.


Próximo capítulo: Un día de descanso

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