Contracorazón Capítulo 26: Último paso




Después de hablar muy brevemente durante el día, Rafael recibió a Martín en su departamento después de las cinco de la tarde; tenía una idea en mente pero no quiso decirlo hasta verse en persona.

—¿Cómo estuvo el día?
—Bien, me dediqué a ver televisión: vi todo lo del campeonato en 250 cc, ese Jorge Prado lo hizo muy bien realmente. También cociné unas cosas. ¿Y tú?

Le alcanzó una botella de cerveza mientras volvía a sentarse en el sofá.

—Gracias. Estuvo movido, tuve un buen día porque vendí todo lo que me quedaba, así que soy un cesante de nuevo.
—Pero ¿Lo del dinero está bien? —Preguntó Rafael
—Sí, de momento todo está bajo control; estoy viendo cómo me las arreglo ahora para que no se me escape de las manos.
—Si necesitas ayuda, sólo dilo ¿De acuerdo?
—Gracias, pero estoy seguro de que lo solucionaré —replicó Martín.
—Está bien, pero quiero saber que si pasa cualquier cosa no me lo vas a ocultar.

El trigueño hizo un gesto de asentimiento mientras bebía el refrescante líquido.

—Está bien, prometido. Y ahora dime qué era eso tan importante que no me podías decir por teléfono.

El propio Rafael no estaba seguro de que eso tuviera alguna importancia, pero ya había tomado la decisión.

—No sé si es algo importante o no, pero pasó y creo que debe haber algún motivo. Anoche tuve un sueño otra vez.
—¿Un sueño? —repitió Martín, muy interesado—, pero pudiste decirme en la mañana.
—Sí, pero quería hablarlo con calma; es raro porque es la primera vez que no despierto con una sensación de angustia o algo parecido ¿Por qué me estás mirando de ese modo?

Martín estaba muy serio en ese momento; Rafael no lo había mencionado y de seguro no lo haría, pero él había estado pensando en eso, y no le gustaba.

—Lo hiciste a propósito.
—No es algo que se pueda programar —replicó el moreno con tono evasivo—, si fuera así, sería mucho más sencillo descubrir cómo arreglar todo esto.
—No estoy hablando de eso y lo sabes; cuando me contaste todo esto, dijiste algo sobre entrar en esos recuerdos, al principio fue involuntario, pero después encontraste una forma de hacer que pase.

Rafael entendió hacia dónde iban las palabras de su amigo, y de pronto se sintió frágil y expuesto; no había querido hablar con detalle de ese asunto, pero por lo visto no había tenido la suficiente precaución de ocultar todo lo que pasaba con respecto a eso.

—Sí, bueno ¿Qué importa?
—Por supuesto que importa —exclamó, gesticulando para apoyar ese gesto—. Rafael, puede que yo no entienda bien todo lo que está pasando, pero igual me parece que no es sano que hagas eso. Siento que es peligroso.
—Pero es la única forma que tengo de descubrir algo sobre esto —Protestó en voz baja, sabiendo que su amigo tenía razón—, es por eso que lo hice.
—¿Y hasta dónde pretendes llegar? Rafael, este es un terreno que no conocemos. ¿Crees que no me preocupa pensar en cómo estabas esa noche cuando te escuché gritar? Estuve pensando en eso, y no puedo dejar de recordar cómo estabas; en ese momento me convencí de que solo era una pesadilla como dijiste, porque no sabía lo que estaba pasando, pero ahora que lo pienso, es como si te viera de nuevo, y es preocupante.
—Escucha, sólo tienes que confiar en mí —Lo interrumpió Rafael—, todo va a estar bien, no me va a pasar nada. Te lo prometo, pero esto era necesario, estoy tan cerca de alcanzarlo que no me puedo detener.

Martín se dio cuenta de que esa batalla estaba perdida; Rafael no iba a cambiar de opinión hasta que agotara todas las opciones.

—Bien, será como tú digas, pero quiero dejar claro que no estoy de acuerdo. Ahora dime qué es lo que viste en ese sueño.
—Es esto —Respiró profundo y se preparó para decirlo—, en el recuerdo están ambos juntos; es como un momento importante, intimo, no sé cómo explicarlo bien. El punto es que hablan de un lugar, que es su lugar más importante; no puedo ver nada más, pero tengo una sensación, como si ese fuera un lugar vital para ellos, el sitio donde son felices y donde siempre podrían volver a encontrarse.
—Eso suena importante —comentó Martín—. ¿Recuerdas algo más?
—Sí, es curioso porque no es un recuerdo, así directamente. Es una sensación que no puedo explicar, pero lo primero que se me vino a la mente cuando me desperté fue un molino de viento.

Martín se llevó las manos a la cabeza y rió, aunque no era una risa divertida, sino nerviosa.

—¿Qué sucede?
—Esto es increíble —murmuró, sin poder salir de su asombro—. ¿Sabes una cosa? No puedo creer que voy a decir esto dos minutos después de lo que te dije antes, pero hiciste lo correcto.
—No entiendo —repuso Rafael.
—Los molinos —explicó Martín—. Nunca en mi vida he visto uno, ni de lejos, pero siempre me han causado algo, es como si los conociera de antes.
—¿Estás hablando en serio?
—Sí. Esto solo me hace pensar en una cosa: se están acercando; es como si estuvieran intentando decirnos que lo estamos logrando.

Rafael se puso de pie; en esa ocasión no iba a dejarse llevar por la emoción, que si bien seria justificada por estar encontrando una nueva pista, no lo era del todo por no tener un significado más concreto.

—Eso suena bien, es lo que he estado esperando desde hace tiempo. Pero a menos que encontremos algo que tenga sentido con un molino de viento, no nos sirve tener este dato porque no nos lleva a ninguna parte.
Es cierto —Admitió Martín—; dejemos eso por ahora porque es bueno pero todavía necesitamos algo más, y hablemos del otro asunto: la madre de Miguel.

Rafael también había estado pensando en eso durante el día; tenían que poder acercarse a esa mujer de un modo que no resultara tan violento, a pesar de las circunstancias.

—Estuve pensando en eso y creo que se me ocurrió una idea; pensé que podríamos decir que somos de una organización no gubernamental que hace análisis históricos o algo parecido, y que estamos recopilando información.
—Si es una organización de ese tipo da espacio para inventar cualquier cosa —Reflexionó Martín—, podría ser, déjame revisar algo.

Hizo una búsqueda rápida en el móvil, y después de analizarlo dio una respuesta.

—Escucha, esto podría funcionar; hay una empresa consultora que estuvo reuniendo información de familiares de personas heridas o muertas de forma violenta. Podría funcionar si decimos que estamos trabajando con ellos.
—Hay que intentarlo —replicó Rafael, más animado—, dame el número y llamaré ahora mismo.
—¿Ahora?
—Es una empresaria —Explicó el moreno—, de conseguir algo seguro que nos darán una cita para otro día, así que tendremos tiempo de pensar bien en lo que vamos a decir.

Martín le dio los datos, y Rafael llamó sin pensar más. Después de hablar con dos personas distintas, la tercera lo dejó en espera mientras realizaba unas preguntas.

—¿Qué te dijo? —Preguntó Martín.
Aun nada —Respondió Rafael en un susurro—, me dejaron en espera.

Después de más de dos minutos de espera, la persona le dio una respuesta; el hombre dio las gracias y se despidió, sorprendido.

—Eso fue extraño, me dieron cita para mañana a las once.
—No tan raro, algunas empresas trabajan media jornada el sábado —Repuso el trigueño—. Entonces ya tenemos algo. ¿Mañana? Es pronto pero mejor; ahora tendremos que ponernos a trabajar para salir de dudas y ver si funciona. A todo esto, encontré un número de contacto del padre de Joaquín, pero parece que está obsoleto o fuera de área, porque no me contesta.
—Tendremos que esperar y ver cómo nos va con esto —reflexionó Rafael—, sin tener un dato en concreto de esa persona, no podemos aparecer en su puerta así nada más. Espero que todo salga bien.


2


Cuando Rafael y Martín llegaron al edificio en donde tenían programada la cita el día sábado, algo le decía al moreno que se trataba del momento más importante de esa búsqueda.

—Bien, ahora tenemos que hacerlo —comentó Martín—. Estamos de acuerdo con el plan original ¿Cierto?
—Sí, diremos lo que está planeado, como hablamos.

El edificio de cinco pisos precedía a las instalaciones en donde se realizaban operaciones de movimiento de maquinaria para la pequeña industria; el recepcionista les dio la indicación de la oficina de gerencia, que se encontraba en la primera planta, y ambos avanzaron por el pasillo, dándose ánimos para poner en marcha el plan que tenían en mente.
La oficina, si bien espaciosa, estaba decorada con gusto minimalista, destacando el escritorio con algunos objetos necesarios y un par de adornos, y el asiento anatómico que usaba la dueña; era una mujer vestida formal y con elegancia, que lucía varios años más joven de lo que ambos esperaban. Los miró con frialdad al entrar.

—Buenas tardes.
—Siéntense, por favor.

Martín pensó que ella definitivamente no era una persona amable, pero en ese momento no era importante; debían sostener la versión que habían inventado.

—Voy a empezar directamente, porque no tengo mucho tiempo —dijo ella para empezar—. Hice las averiguaciones necesarias y sé que la empresa consultora que ustedes mencionaron cuando solicitaron la cita no está realizando ninguna clase de encuesta, así que me gustaría que me dijeran en este momento qué es lo que quieren.

Ese era un escenario que no se habían planteado; Rafael tragó saliva, incómodo y nervioso por haber sido descubierto antes de decir una palabra.

—Disculpe por decir algo que no es verdad.
—No necesito sus disculpas —replicó ella con total calma—. Solo necesito la verdad; admito que estoy intrigada.

Los dos hombres se miraron; no tenían alternativa, o se iban, o intentaban lograr su propósito.

—La verdad es que estamos aquí a causa de su hijo.

Esperaba ver algún tipo de reacción, pero nada ocurrió; a último momento se le pasó por la mente utilizar la misma idea que Martín había empleado con anterioridad.

—Sucede que mi tío tiene algunos problemas de salud, se le van un poco las ideas.

Martín adoptó un gesto de reflexión al comprender qué era lo que estaba intentando hacer su amigo; era una mentira frágil y no habían ensayado ni planeado nada de eso.

—Nosotros como familia estamos ayudándolo a recuperar sus recuerdos; él fue amigo de Miguel en su juventud, y estamos tratando de reunir información o de obtener algún recuerdo de él; sé que es una situación dolorosa para usted y lamento hacerlo, pero de verdad no estaríamos aquí si no fuera realmente necesario.

La mujer, de cabello castaño oscuro perfectamente tomado en un elaborado peinado pareció un poco divertida por un segundo, antes de hablar.

—Sí, supongo que ese tío suyo puede haber sido amigo de Miguel. Seguro que Miguel tuvo una gran cantidad de amigos.

Al escucharla hablar, Martín se dijo que ella ya lo sabía, que la orientación sexual de su hijo no era una sorpresa; pero, por sobre eso, llamó su atención la total falta de empatía con la que se había referido a él, como si no hubiera hecho referencia a un hijo muerto en tan trágicas circunstancias. Se dijo que algo estaba muy mal.

—Ellos eran buenos amigos —Repitió Rafael, algo desconcertado—, por eso estamos intentando reunir información o recuerdos sobre esta época.
—¿Y qué es lo que creyeron que podían encontrar, alguna carta de amor o algo parecido? —replicó la mujer, con una expresión casi divertida—. ¿Una foto de ellos tomados de la mano? Por favor.

Rafael se quedó de una pieza, no tanto por descubrir que ella evidentemente sabía todo lo que ellos asumieron que no, sino por el tono de desprecio con el que se expresó. Antes había pensado que el peor escenario era que no quedara familia viva, pero ahora entendía que era mucho peor que quienes lo sobrevivieran no tuvieran buenos sentimientos hacia él.

—Solo estamos tratando de revivir algo del pasado, también es la historia de su hijo —dijo, con voz ahogada.
—Sí, bueno, lo que ocurre es que vinieron al lugar equivocado —replicó ella—, conmigo no pueden encontrar nada que los ayude en esa búsqueda o como le llamen. Yo eliminé todo lo que tuviera que ver con Miguel cuando supe en lo que se había convertido.

Martín comprendió que no era falta de empatía, sino puro desprecio. De todas las personas que tuvieron posibilidad de encontrar en su búsqueda, se habían topado con la peor opción posible; tenían que irse de ahí.

—¿Eliminar? —Rafael pronunció la palabra sin poder asimilarla—. Pero Miguel es su hijo.
—No desde que eligió ese tipo de vida —replicó ella con total frialdad.

Martín intentó controlar curso de esa conversación antes que se les fuera de las manos; sabía que a Rafael le iba a afectar mucho eso.

—Disculpe, creo que no debimos venir.
—No, espera —Lo interrumpió el moreno—, señora, estamos hablando de su hijo.
—Un hijo deja de serlo cuando se desvía de los valores que le fueron enseñados —Pronunció ella, con vehemencia—, y debería hacerle caso a su amigo o lo que sea, porque realmente no debieron venir.

Rafael no se dio cuenta en qué momento se puso de pie.

—¿Cómo puede decir algo como eso? —exclamó, estupefacto— ¿Cómo puede hablar así de su propio hijo?
—Rafael, cálmate —Intervino Martín—, disculpe, ya nos vamos.
—Su hijo murió en un atentado terrorista —Prosiguió Rafael, imparable—. Algo que fue causado por personas que pretendían hacer daño a otros.
—Rafael…
—Pero su hijo tenía amor, él no tenía malos sentimientos con nadie, ni siquiera con usted —Siguió hablando, sin notar cómo le temblaban los puños—. Tenía razones para sentir rencor, pero el eligió quedarse con las cosas buenas. ¿Cuánto odio tiene que haber en su corazón para que ni siquiera cuando está muerto pueda darle paz?
—Rafael, ya basta.

La mujer había permanecido impávida durante todo ese tiempo, inmune a sus palabras; el hombre se sintió abrumado por esa falta total de sentimientos, porque era algo que no podía comprender.

—Es cierto, no debimos venir.

Apartó la silla y salió a toda máquina del lugar; Martín lo alcanzó en la calle, tratando de controlarlo.

—Rafael, tienes que calmarte.
—No me quiero calmar —exclamó el otro hombre, estaba furioso y decepcionado de todo lo que había visto y oído en ese lugar—. ¿No la escuchaste?
—Sí, pero…
—La miré a los ojos —Continuó, enfurecido—, y no había nada, es como si todos esos sentimientos simplemente no existieran.

Le dio un puñetazo al poste de luz que tenía al frente, ignorando por completo el dolor que sentía en la mano por causa de ese acto.

—Estoy cansado. Estoy cansado de todo esto; estábamos tan cerca, ¿Qué es lo que se supone que vamos a hacer ahora? ¿cómo podré…?

Martín lo enfrentó y puso las manos en sus hombros; en ese momento, más que en cualquier otro, tenía que mantenerse centrado.

—Mírame. Lo primero que tienes que hacer es calmarte; escucha, estoy tan molesto como tú, pero no nos sirve de nada discutir con una persona como ella.
—Pero necesitábamos algo —Protestó Rafael con voz ronca—, y ella misma dijo que había eliminado todo ¿Qué más puedo hacer?

Se sentía tan frustrado, habiendo chocado con una pared imposible de salvar; pero Martín se esforzó por tranquilizarlo.

—Tal vez todavía hay algo que podemos hacer. Mira.

Le enseñó una fotografía en el móvil; no estaba bien angulada, pero el enfoque era suficiente como para ver los detalles del interior de la oficina en la que habían estado.

—¿En qué momento sacaste la foto?
—Aproveché el revuelo que armaste —Explicó el trigueño—, mira con atención el portarretrato en el escritorio.

El moreno tomó el móvil y trató de tranquilizarse, para mirar con más atención. El portarretrato estaba en una posición oblicua respecto de quien la había capturado, pero se veía con suficiente claridad.

—Parece que es ella de joven —Observó Rafael—. Debe ser una foto con Miguel de niño y el padre de él. Oh, no puede ser…
—Creo que estás pensando lo mismo que yo —comentó Martín—. Al fondo se ve un molino de viento. ¿Recuerdas que lo hablamos?

El tema de la fascinación de Martín con los molinos, y que Rafael tuviera eso entre sus sueños era algo que se habían planteado, pero en su momento no los llevó a ninguna parte.

—Entonces, esto explicaría eso —murmuró mientras ordenaba sus ideas—, quizás ellos se conocieron en un molino, o ahí se enamoraron, pero eso tampoco nos sirve.
—Puede que sí —reflexionó Martín—. Estuve pensando en todo lo que sucedió ¿Recuerdas que te dije que no encontré datos sobre el padre de Miguel?
—Sí, dijiste que seguramente había muerto cuando él era muy pequeño…

Volvió a mirar la foto: en ella, el pequeño tenía unos doce, lo que no cuadraba con cierta fecha clave mencionada por Martín.

—¿Estás diciendo que el padre podría estar vivo?
—¿Por qué no? Si ella fue capaz de sacar a su propio hijo de su vida ¿Por qué no podría hacer lo mismo con su marido o ex marido?
—Eso es bastante macabro, pero ¿Cómo podríamos saberlo?
—A través de los molinos. Hace cuarenta años no debe haber habido muchos, y esta señora es una empresaria. Estoy pensando que ella, de soltera o de casada, pudo tener algo que ver con una empresa que manejara molinos; tengo que darle un par de vueltas, pero siento que se puede lograr algo.

Eso significaba aferrarse de nuevo a una esperanza muy vaga, pero Rafael necesitaba creer. Necesitaba hacer todo lo que estuviera en sus manos para ayudar a que todo pudiera solucionarse.

3


Después de la hora de almuerzo, Magdalena estaba recostada en el sofá mientras la película pasaba sin llegar a afectarla; Mariano llegó desde el cuarto y se quedó un momento mirándola antes de hablar.

—¿Vas a decirme lo que pasa?

Ella levantó la vista hacia él; había estado eludiendo el tema en los últimos dos días, pero era injusto mantenerlo preocupado acerca de su estado.

—No es nada en concreto.
—Por favor no me digas que no pasa nada —dijo él, con calma, aunque con firmeza—, tú no eres así. No quiero presionar, en serio, pero necesito saber.

Ella se puso de pie y lo enfrentó. El amor sincero y entregado de Mariano era lo que más atesoraba y no podía fallarle.

—Estoy preocupada por Rafael.
—No me has dicho que le pase algo.
—No es eso, no es algo que esté sucediendo —replicó ella—. Es sólo que conozco a mi hermano, y sé cuándo le sucede algo, aunque él no me lo diga. Hace un tiempo, antes de ese accidente, estaba evasivo, y sé que tuvieron una discusión o algo parecido con Martín y que por eso estaba así.
—Pero ellos son tan amigos —comentó Mariano, confundido—, no me parece que se peleen.
—No fue eso —Magdalena suspiró—, además lo solucionaron. Pero ahora también está pasando algo, lo sé.

Mariano no tenía hermanos como para comparar, pero sabía que Magdalena no era una persona con supersticiones vanas, lo que significaba que hablaba en serio. De pronto recordó el día del atentado, y el modo en que ella lo llamó por teléfono para decirle que tenía que ir con ella a ver a Rafael porque había sufrido un accidente; en un caso como ese, ella anteponía a quien amaba antes que a ella misma, de igual forma que en aquella nefasta noche donde los habían asaltado. Eso significaba que Rafael de seguro estaba dando todo de su parte por ayudar a alguien, incluso a costa de su propia tranquilidad.

—¿Crees que él no te lo diría?
—Es obvio que no —replicó ella—, y sé que no puedo hacer nada porque es algo que tiene que hacer por sí mismo, pero de todas formas me preocupo.
—Tienes razón —dijo Mariano mirándola con infinito cariño—. Escucha, solo no me dejes fuera ¿De acuerdo? Rafael también es mi familia; por ahora no podemos hacer más que confiar en que él va a hacer lo correcto.

4


Por la noche, Rafael y Martín tuvieron que terminar con la búsqueda de datos por el día, ya que no había dado resultados.

—Tendremos que seguir mañana.
—¿No estás ocupado? —preguntó Rafael—. Es domingo.
—No, creo que mi veta de oro de las ventas está empezando a morir —replicó Martín—, por suerte no tenía nada comprado, así que por ahora no me voy a arriesgar a nada; incluso vi en la red algunas personas que ya están en el mismo negocio y sabes que cuando pasa eso, la mina de oro se acaba. Así que estoy listo para que sigamos con esto; solo quiero que prometas que estarás tranquilo.
—Te lo prometo.

El trigueño iba hacia la puerta cuando Rafael lo detuvo.

—Espera, hay algo que quiero decirte.
—Por supuesto, dilo.

Dentro de todo lo que había pasado, se dio un tiempo para tomar una decisión al respecto; al principio pensó esperar hasta que todo se hubiera resuelto, pero después concluyó que lo correcto era separar ambos asuntos. Su vida y decisiones debían estar separadas de lo que involucraba a Miguel y Joaquín.

—Esto es algo que pensé hace un tiempo, pero estaba buscando un momento apropiado.
—Bien.
—Y este no es el momento, o no lo sé.
—Rafael —Martín lo interrumpió, se estaba empezando a reír—, sólo dilo.
—Está bien —Respiró profundo antes de hablar—. Éste es el tema: quiero tener un departamento propio lo más pronto posible, y ahora que soy jefe de local tengo la posibilidad de hacerlo; tengo algo de dinero ahorrado, y creo que en un mes o así podría hacer todo para comenzar.
—Bien —Su amigo sonrió—, eso es una muy buena noticia, me alegro mucho por ti.
—El caso es, que no es eso lo que te iba a decir. Lo que quiero decir es una propuesta, que te vayas a vivir conmigo; podemos compartir los gastos, y creo que podría funcionar, que podría salir bien.

Martín se había cruzado de brazos, y lo miró pensativo mientras hablaba.

—¿Lo dices en serio?
—Por supuesto —replicó Rafael—. Pero no pasa nada, es sólo una idea.
—Es una idea magnifica, es perfecta —exclamó el otro—. No puedo decir otra cosa, es una idea estupenda.
—¿En serio?
—¡Claro que sí! Digo, si es que no te preocupa proponerle algo así a alguien que no tiene un trabajo ni un ingreso fijo todavía.
—No es ningún problema. Tenemos confianza, no puedo pensar en nadie más apropiado que tú para esto.

Martín sonrió, auténticamente contento ante la proposición que su amigo le había hecho; estaba sorprendido, pero de una buena manera, porque a su juicio se trataba de un gesto muy importante.

—Gracias por tenerme confianza.

Rafael se encogió de hombros ante esa frase.

—Lo que se gana no se agradece, eso dice papá y tiene razón; entonces tenemos que darnos un tiempo para ver ese asunto, hay que ver detalles, dónde será y eso.
—Hablas como si fuera algo para muy pronto.
—Claro que es para muy pronto —Explicó Rafael— . Mi contrato de arriendo se puede terminar en diciembre sin pagos extra, y me dijiste que el tuyo era por uno y luego dos meses; todo coincide para que en enero nos cambiemos ¿No lo crees?
—Pero Rafael, yo aún no tengo un trabajo estable.
—Eso no importa ; yo me haré cargo, estoy seguro de que vas a solucionarlo sin problemas. Si estás de acuerdo con mi idea, solo hagámoslo y ya está, no veo por qué retrasarlo; cualquier cosa la solucionaremos en el camino.

Martín se acercó y le dio un afectuoso abrazo luego de escucharlo.

—Está bien; pero con la condición de que todo va a quedar arreglado apenas yo pueda estabilizarme, hasta el ultimo peso.
—De acuerdo, vamos a tomar nota de todo.
—¿Te das cuenta que eso nos deja muy poco tiempo? Es menos de un mes, y todavía tenemos que resolver este asunto.
—Sí, me doy cuenta —replicó el moreno —, pero lo haremos de alguna forma. Descansa, mañana veremos cómo seguir con esta investigación.

Después de despedirse de Martín , se quedó con una buena sensación ; había sido lo correcto hablar de ese tema sin darle más largas, y con la respuesta positiva de su amigo , estaba seguro de que ese sería el inicio de una mejor etapa en ese aspecto.
Necesitaba saber que también podría terminar de buena manera lo de Miguel y Joaquín.


Próximo capítulo: Molinos de viento

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