Las divas no van al infierno Capítulo 18: Freak


Conoce este capítulo al ritmo de: https://youtu.be/jq30l5-vBbo

La eliminación del viernes y todo el asunto entre Charlene y Lisandra no había ayudado con el ánimo de Valeria después de todo lo que había pasado.
Apenas había pasado un día y ya se estaba arrepintiendo de haber aceptado hacer un trato con Sandra, la productora del programa; llegó al departamento y se quitó los zapatos, y se tendió de espalda en el sofá, intentando convencerse de que había tomado la decisión correcta.
Había salido indemne de una nueva semana de eliminación, y sin embargo se sentía mal, cansada y sin ganas de hacer cosa alguna; desde luego que debería alegrarse por no haber sido denunciada, y poder mantener su falsa identidad, pero en el fondo sentía que, a partir de ese momento, lo que había trabajado para estar allí ya no le pertenecía. ¿Qué otra cosa podía hacer? Sandra ya tenía todas las pruebas, por lo que, aunque ella lo hubiera negado, no habría logrado nada más que precipitar las cosas; probablemente habría hecho que la sacaran del programa, y demandado o algo parecido ¡No habría tenido escapatoria! El resto fue un montaje para conseguir una declaración suya con la que fuera posible chantajearla, pero en el fondo no habría cambiado mucho; fue elegir ser una espía dentro del programa o enfrentar un proceso judicial sin recursos para un abogado, y se quedó con lo primero.
También tenía que ser honesta consigo misma y admitir que había una cuota de ambición en aceptar ese trato, porque permitía que su sueño se mantuviera aún como algo posible; si seguía en televisión, tendría más dinero y distintas cosas, y si era lista, en algún momento podría firmar algún contrato que le permitiera alejarse de todo eso. Sandra estaba utilizándola para averiguar algo en el programa, pero una vez que terminara, las cosas podrían cambiar mucho.
Era tarde poro no tenía sueño, y vio la hora en el móvil; sentía ganas de hablar con Jorge, pero se le antojó imposible decirle lo que estaba sucediendo y la decisión que había tomado. Él se lo recriminaría, le diría que había tomado la peor decisión y que por supuesto debería haber enfrentado las consecuencias con dignidad en vez de meterse en otro embrollo, y ella lo que menos necesitaba en ese momento era que alguien, incluso él, la estuviera criticando; estaba en una situación imposible y tomó la decisión que le pareció menos mala de las únicas dos posibles, y eso era todo por el momento.
De pronto llegó un mensaje de Harris, el bailarín del programa; durante las pasadas emisiones no habían hablado, pero para ella era evidente que de parte de él existía un coqueteo disimulado, una forma de buscar su mirada y dedicarle una sonrisa.

—¿Aún despierta?

Leyó el mensaje en la vista previa pero no entró al chat ¿En qué estaba pensando?

—Hoy te veías preciosa, pero parecías cansada ¿Todo está bien?

No pudo evitar sentir una oleada de ternura por el mensaje; eso era lo que necesitaba, alguien que se preocupara por ella, no un juez que cuestionara sus actitudes.

—Estoy bien, gracias por preguntar.

Inmediatamente vio que el estaba escribiendo; le envió un emoticón de sonrisa para empezar.

—Me alegra saber que estás bien.

Le envió una foto, que era una selfie en donde estaba en la cama, con sombra de ojos embarrada en un lado de la cara.

—Olvidé quitar el maquillaje cuando me vine a casa. Ahora soy un mapache.

Valeria no pudo evitar sonreír. Recordó que ese día él y otros bailarines llevaban un sobrecargado maquillaje para la última presentación.

—Se ve bien —escribió en respuesta.
—No bromees —replicó él, agregando un emoticón de risa.

Ella iba a escribir algo, pero él hizo una video llamada; sin pensarlo, se arregló un poco cabello y se sentó para estar en una posición más digna. Luego aceptó la llamada y lo vio a él, que estaba de espalda y aparentemente sostenía el móvil en alto; estaba sobre la cama y sin remera, y a pesar de ya haberlo visto en bañador en persona, al tener esa perspectiva de él en aquel ambiente se le hizo algo muy privado, como una muestra de confianza, y eso la hizo sentir bien.

—Hola —dijo sonriendo e indicando el ojo sombreado— ¿ves? Soy mitad mapache.

Valeria no pudo reprimir una risa ante el comentario; Harris lucía tan natural y transparente que le resultaba adorable.

—¿Y te vas a dormir así? —Sonrió ante la cámara—, mancharás la almohada.
—No tengo desmaquillante ni nada de eso —repuso él, con sencillez—, no importa, lo quitaré con lavalozas mañana; ahora prefiero descansar.

Aunque la expresión en su rostro no decía descanso; sin embargo, ella optó por hacer como que no se daba cuenta de eso.

—¿Muy cansado?
—No tanto —susurró, luego hizo una mueca divertida y rectificó—, un poco, supongo; pero me gusta mucho bailar, me siento vivo en el escenario.

Eso era algo que ella podía entender muy bien; incluso después del terrible momento en que Sandra había descubierto todo, seguía sintiendo la misma emoción y pasión ante la idea de estar en el escenario, presentándose y causando todo tipo de impresiones en el público. Era como una droga a la que no quería negarse.

—Y lo haces muy bien.
—Podríamos bailar juntos un día —la sonrisa de él se hizo más amplia—, no en el programa, me refiero a algo distinto.

Mientras hablaba, había alejado un poco la cámara, mostrando de forma involuntaria más de su tonificado torso: lucía tan guapo, tan desinteresado y confidente que resultaba muy difícil ignorar su atractivo.

—No tengo mucho tiempo —Se estaba excusando con debilidad y lo sabía—, el programa y las clases exigen mucho.
—Siempre podemos encontrar el momento —replicó él, casi en un susurro—, si tú quieres, yo estaré disponible.

No habló durante un momento, y ella no supo si agradecerlo o no, porque por un lado la eximía de tener que dar una respuesta concreta, y por otro daba más tiempo para que él la mirara de ese modo tan intenso.

—Te dejo tranquila —dijo el al cabo de un momento—, que duermas muy bien.
—Tú también —replicó ella—, que descanses.

Mientras ella finalizaba la videollamada, Harris dejó el móvil a un costado de la cama y se sentó.

—¿Cómo lo hice?

En la habitación también estaban Sam y Nick; este último tenía el móvil en la mano, apuntando con la cámara hacia él.

—Me emocioné —dijo ahogando una risa—, de verdad parecía que estabas hablando en serio con Valentina.
—Eso quiere decir que lo estoy haciendo muy bien —comentó, también riendo—, si me cree, será más fácil que suelte cualquier información que le sirva a Sandra.

Se acercó al velador y extrajo un poco de loción y un pañuelo desechable para quitarse el maquillaje del ojo; Sam le dedicó una mirada curiosa con sus oscuros ojos almendrados.

—Te gusta.
—No digas tonterías.
—Pero te acostarías con ella —apuntó el otro, divertido.

Harris se puso de pie y tomó la sudadera que se había quitado para hacer esa puesta en escena.

—Claro que me acostaría con ella; igual que tú con Lisandra o Nick con Nubia. Oh, lo siento, ella ya no está con nosotros.

Nick se encogió de hombros ante el comentario.

—Si no es ella, será otra, eso no es importante. Quedan varias en el programa, y tú no te rías tanto, a Lisandra la tienen en la cuerda floja.

Harris salió del cuarto y le indicó a los demás que lo siguieran; en seguida sacó cervezas para los tres y se sentó ante el mesón largo del bar acondicionado en la sala.

—¿No te estresa un poco?
—¿Con su actitud? —Sam se sonrió—, un poco, le falta relajarse.
—Y tú estás esperando con los brazos abiertos —apuntó Nick.
—Tengo todas las partes de mi cuerpo listas —dijo flexionando los brazos—, sólo es cosa de tiempo.
—A todo esto —Sam bebió un trago largo antes de continuar—, estaba pensando que, si al programa le sigue yendo bien, esto podría ser un buen negocio a futuro.

Harris se cruzó de brazos y le dedicó una mirada entre divertida y curiosa.

—¿Te refieres a hacerse el novio de una de ellas de verdad para cuando sean famosas y ganen dinero?
—¿Por qué no? —Preguntó con total sinceridad—, la diversión está garantizada. Y nadie de la producción tiene que saberlo.

2


—Fernando, no me éstas prestando atención.

El aludido estaba sentado ante el escritorio, luchando por terminar un informe en el laptop antes que el sueño lo venciera; Márgara pausó la transmisión en la pantalla y se puso de pie, contrariada.

—Te estoy hablando.
—Sí, cariño —replicó él sin quitar la vista de la pantalla, continuando con su labor—, si me dieras solo un minuto.

Ella se paró junto a él con los brazos cruzados; la respuesta no le era suficiente en absoluto.

—Tal vez no escuchaste nada de lo que dije.
—Te he estado escuchando —El hombre pronunció estas palabras con total calma—, me estabas hablando de ese inconveniente cuando Valentina te comentó que en un programa habían transmitido un par de mensajes de algunos usuarios que no te evaluaban bien.
—¡No fue un inconveniente! —La chica exclamó estas palabras con molestia—. Incluso si ella no lo hubiera hecho con una mala intención, de todos modos, me perjudica, eso salió al aire en el programa, y está teniendo mucha pantalla, es un segmento que va en ascenso ¿Te das cuenta?

Esperó en silencio, expectante; Fernando guardó el avance en el documento y la miró, con cariño.

—¿Qué ocurre?
—¿Cómo que qué ocurre? —chilló ella, enfadada—. Te dije que no me estabas escuchando.

Fernando estaba cansado; en su trabajo en la tienda había sido realizado un cambio de sistema y tenía que ingresar muchos cambios.

—Cariño, no estoy preguntando eso; lo que sucedió es algo que puede pasar en el mundo de la televisión, siempre habrá alguien que no le agrade tu trabajo, y está bien.
—No, no está bien —Márgara hizo un gesto de molestia con las manos, impotente ante lo que estaba sucediendo—, tú no lo estás entendiendo, no le estás tomando el peso que corresponde.
—Le estoy dando la importancia que merece —él se acercó y tomó con suavidad sus manos—. ¿Por qué te angustia tanto que una o dos personas tengan esa opinión?

Márgara se soltó de él y se alejó algunos pasos, haciendo gestos de protesta por lo que él había dicho.

—No son una o dos personas ¿Por qué no lo entiendes? ¿No te importa lo que hago, me estás subestimando?

Fernando se llevó las manos a la cara y se restregó los ojos, agotado.

—Amor, estás demasiado alterada.
—Oh, entonces esto es un problema mío —chilló ella—, supongo que lo estoy imaginando.
—¡No fue eso lo que dije! —estalló él. Al momento resopló e intentó calmarse—. No fue eso lo que dije; amor, sé que estás sometida a un estrés por el programa., lo entiendo, pero tienes que ver que estás muy alterada por algo que no es tan importante. Es un dato, es un par de personas y eso es todo, mira las estadísticas del programa ¿No las ves todo el tiempo?

Ella lo miró con expresión desconcertada.

—No estoy obsesionada con eso ¿Por qué lo estás mencionando?

Él estuvo a punto de decirle que tampoco había dicho que estuviera obsesionada, pero optó por saltar esa parte.

—Porque tú sabes que tus estadísticas van bien; cariño, tienes buenas votaciones, y lo sabes, pero nadie puede tener el favor de todo el mundo, siempre habrá alguien que no esté de acuerdo. Tienes que estar tranquila y seguir con lo que sabes hacer, y el tiempo demostrará lo que vales.

Ella se quedó un momento muy largo mirándolo en silencio, con una expresión que rayaba en una mueca infantil de rabia; después de eso habló en voz más baja, y aparentemente más calmada.

—Pues espero que sea así. Tengo que aplicarme la crema de tratamiento en el cabello ¿Hasta qué hora vas a seguir con eso?
—Voy a terminar tan pronto como pueda —explicó el con voz dulce—, ¿Todo está bien?
—Sí.

Ella fue al baño, y el hombre se sentó frente al escritorio, abatido; después de un instante tomó el móvil y entró al chat de la madre de Márgara.

«¿Podemos hablar?»

Se sorprendió de ver que ella contestaba de inmediato; su respuesta fue breve, pero muy contundente.

«Por supuesto que podemos. ¿Problemas en el paraíso?»

3


Charlene y Harry estaban muy concentrados en reparar los adornos de pedrería de un vestido verde esmeralda; en ese momento ella estaba ocupado toda la mesa, en donde tenía el vestido, y él estaba a un costado con un costurero, hilvanando hilo plástico transparente para coser las piedras.

—¿Es necesario terminar esto ahora? —rezongó él—, ya te salvaste hoy y el siguiente programa es hasta el martes.
—Sí, es necesario —replicó ella, Sin despegar la vista delo que estaba haciendo—, porque mañana yo tengo que ir a clases, tú tienes que conseguir más votos por si acaso, y el domingo ya no podremos porque tendré que estar haciendo el espectáculo en ese hogar de niñas.

Harry sonrió; desde que Charlene entró en el programa, él creó algunas cuentas en redes sociales y las cargó con toneladas de tonterías para hacerlas pasar por cuentas reales, y desde el minuto uno del programa las mantuvo activas, pero sin seguir o hacerle barra a ella. La idea era poder usar esas cuentas en el momento más adecuado.

—Salvamos por los pelos cuando Lisandra te encaró en el programa —comentó mientras enhebraba una aguja—, por suerte no dijiste nada concreto frente a las cámaras y eso me dio tiempo.
—Es que estoy preparada para todo —apuntó ella con tono profesional—; tengo que reconocer que me tomó por sorpresa.

Harry le alcanzó una red de cuatro piedras y siguió con otro juego.

—La próxima vez que se te ocurra un vestido, que no sea algo que se desarme solo; ah, y escucha bien esto, la próxima vez escoge bien la canción, porque incluso con tu teatro de princesa lastimada tus votaciones bajaron.

Charlene revoleó los ojos.

—Cómo me iba a imaginar que en todo el mundo una canción como esa era de un tema así? —Se encogió de hombros—. Y no te pongas como ella, tú eres mi aliado.
—No te estoy criticando moralmente, ni más faltaba —meneó la cabeza, divertido—, no nos probemos el zapato de taco entre modelos; solo digo que podrías haber usado el buscador de internet, viene incluido en el precio.
—Sí, bueno, como sea —repuso la rubia—, ahora lo importante es brillar en ese hogar para que esas chiquillas me ayuden a ser lo que quiero ser.
—La Barbie solidaria.

Ella ignoró el comentario; en el caso del vestido no podía culparlo de la falla del traje, porque fue ella quien no pudo notar que todo el conjunto de pedrería estaba conectado, por lo que el accidente que cortó una de ellas cuanto había basado del escenario terminó por desarmar casi todo lo demás. En apariencia nadie había notado esa falla y pretendía mantenerse de la misma forma.

—Estoy segura de que lo del hogar va a ser solo primer paso; ahora comienza la subida al estrellato.

Habían acordado una serie de claves para coordinarse; de momento, él seguía siendo invisible, de modo que era muy importante que ella pudiera contar con su ayuda, como en el momento de conflicto con Lisandra; acorralada y con pocas opciones, el gesto de tocase la oreja de una forma específica de decirle que tenía que darle sentido a sus palabras, aunque no estaba diciendo algo concreto. A Harry lo único que se le ocurrió fue usar la cuenta de una anciana y publicar un escueto "Gracias señorita Charlene" con el hashtag mal escrito; hasta ese momento, no tenía visualizaciones, y era lo mejor que podía pasar, ya que durante el sábado tendría que conseguir que esa información tuviera una conexión directa con la directora del hogar de niñas a quien Charlene iba a visitar.

—Gracias a mi brillante plan —El hombre ahogó una risa—, soy brillante ¿Quién diría que lograría que tú te convirtieras en hada madrina de ese hogar?
—Sólo espero que el esfuerzo valga la pena y esa anciana se trague el cuento —repuso ella—, porque no va a ser fácil estar compartiendo con esas chiquillas como si fuera una fiesta.
—Qué miedo, son pobres, te podrían recordar tu pasado.
—Cállate.
—Y a todo esto —Harry entornó los ojos—, hay algo que me parece muy raro, y es que no hayas llegado echando fuego por los ojos por tu pelea con Lisandra.

En realidad, se había sentido bastante molesta con eso, pero no tanto como para iniciar una pelea; además, por mucho que quisiera, no podía iniciar un pleito como si estuviera en una novela venezolana.

—Mira, para empezar, eso tonta de Lisandra es una escandalosa; se estaba tomando las cosas como si fuera la cura para el cáncer o algo parecido; esa actitud la puso mal con todas, quiero ver cuando lleguemos a clases mañana y trate de hacerse la inocente mientras todas la miren mal. Y estoy segura de que ella se va la otra semana ¡La tercera es la vencida!
—Ah, entonces lo que quieres es ver cómo la humillan las demás.
—Claro, así yo no me quemo —comentó ella con alegría—. Incluso había pensado hacer algo mucho mejor y seguir el camino de la paz ¿Entiendes? No quiero hacerme su amiga, pero tal vez podría ponerme en plan heroína y meterme en medio con algo como “Esperen, no le hablen así, ella solo cometió un error”

Harry la miró con desconfianza.

—¿Estás pensando hacerlo o ya lo decidiste?

Charlene levantó la vista de lo que estaba haciendo y lo miró sin hablar durante un momento; después entornó los ojos y soltó una carcajada.

—No, realmente ya está decidido; esa mosca muerta se llevará mi saludo justo antes de irse, será como su forma de pagar lo que me hizo —y agregó con tono dramático—. Su humillación será mi mayor triunfo.

4



Lisandra llegó tarde a su casa y sin ganas de hacer cosa alguna; todo había terminado mal en esa jornada, y a pesar de no haber sido eliminada, se sentía casi peor que si eso hubiera sucedido. De camino vio algunos comentarios en redes sociales, y por increíble que le pareciera, a la gente le llamaba más la atención su actitud que el bochornoso espectáculo de Charlene; no quería saber más por el momento, solo quería dormir y poder prepararse para el sábado, que de seguro sería una jornada terrible, con todas las demás tratándola como si ella fuera la incitadora al odio, y de seguro con esa rubia aparentando que era una inocente víctima.
Pero al entrar se encontró con sus pobres mirándola con algo de severidad.

—Lisandra, cariño, queremos hablar contigo.

¿Iban a regañarla? Se sintió demasiado pasada de época para algo así.

—Mamá, estoy muy cansada, podemos hablar en otro momento.

Dio un paso en dirección a la escalera que conducía a su cuarto, tirando de la maleta, pero la voz de su padre la detuvo.

—Lisandra, por favor.

Se detuvo y miró a ambos; no, no necesitaba a sus padres sentados en la sala de su casa, pasada la medianoche, actuando como si ella fuese una niña malcriada.

—Papá, estoy cansada.
—Yo estoy preocupado —repuso él, con voz neutra—; hija, lo que pasó con esa niña no estuvo bien.
—Papá, ella hizo algo espantoso.
—Eso no justifica que hayas actuado de esa forma, fuiste injusta con ella.

Escuchar eso fue la gota que derramó el vaso; por un momento, Lisandra casi pensó en dejar todo por la paz, pero lo desechó al instante; no necesitaba escuchar otra vez que alguien la criticaba.

—¿Injusta? Papá, tú ni siquiera la conoces.
—No hablo de ella —intervino él—, estoy preocupado por ti.
—En ese caso deberías apoyarme —exclamó ella, perpleja—, no criticarme.
—Hija —su madre habló con tono calmo, aunque estaba un tanto nerviosa—, tu padre está hablando de tu comportamiento; no es correcto que agredas a una persona y que le grites, eso es mala educación.

Lisandra soltó el bolso que llevaba al hombro y se cruzó de brazos, con un mal gesto en la cara.

—Mala educación es que ella haya hecho ese espectáculo ¿Sabes qué fue lo que hizo con la canción que estaba interpretando?
—Sí, lo sabemos, la buscamos en internet cuando vimos lo que pasó.

La calma respuesta la descolocó; sin embargo, tras un segundo había vuelto a su punto.

—¿Y se supone que eso no me importe, que deje pasar su falta de respeto por un tema como ese?
—Se supone que actúes mejor que ella, si piensas que hizo algo mal.
—¿Si pienso que hizo algo mal? —parafraseó, estupefacta—. Mamá, esto no es un asunto de puntos de vista ¿Saben algo? No estoy de humor para esto, ya tuve suficiente con lo que pasó en el programa. Me voy a dormir.

Volteó hacia la escalera, pero su padre se puso de pie; vio en él un enojo que no había visto antes, y se sintió profundamente dolida de ver que esa expresión iba dirigida a ella. Después de todo lo que había pasado, sintió que era injusto y desmedido.

—Lisandra, no hemos terminado de hablar.
—Yo sí terminé —sintió su voz algo débil, pero no quiso darse por vencida—, de verdad, esperaba que me apoyaran, que estuvieran de mi lado, no que hicieran como si yo fuera una adolescente.

Les dio la espalda y tomó el bolso y la manija de la maleta, pero otra vez la voz de su padre la detuvo.

—Lisandra; no vas a ir a tu cuarto hasta que terminemos esta conversación.

La chica se dio vuelta hacia él y lo miró, estupefacta. Nunca lo había visto así.

—¿Me estás amenazando?
—No —respondió su padre, su voz era grave y se escuchaba tensa al pronunciar las palabras—, lo que quiero es que nos entendamos, que comprendas que lo que hiciste no está bien.
—No me voy a disculpar —sentenció, en voz baja—, en serio, no sigas con eso.
—Entonces no dormirás en esta casa.

La madre de Lisandra dio un respingo y se puso de pie, tratando le intervenir en una escena que se había ido de las manos.

—¿Qué? Cariño, espera, están exagerando; esto se puede solucionar conversando.
—No, mamá —la interrumpió la joven, decidida—, está bien, es cierto. Supongo que nada ha cambiado, son tus reglas; pero no me voy a disculpar.
—Pero qué piensas hacer —exclamó su progenitora, alarmada.
—Me quedaré donde una amiga.

Ignoró la expresión de dolor de su madre y la de decepción de su padre, y salió con toda la decisión que pudo; una vez fuera, marcó el número de Sam y esperó, aunque sin saber con exactitud qué esperaba.

—Hola — saludó él.

La voz animada del bailarín la hizo sentir mejor; se dio cuenta que, a pesar de lo que creía, no sentía ganas de llorar después de esa discusión con sus padres. En vez de eso, sólo quería a alguien que la apoyara sin restricciones.

—¿Estás ocupado ahora?

Minutos después se reunieron en un bar donde sonaba una agradable melodía; él iba vestido de cuero negro, con los ojos reflejando las luces del lugar como si fuera el sol en la mañana. Mirándolo mientras él se acercaba a la barra, ella se dijo que él se veía como un motoquero, frío como el hielo, pero que en las ocasiones que habían hablado, casi a escondidas, era distinto y tierno. Había sido diferente cuando la instó a sobreponerse a un percance, pero ella veía en él ahora al chico de fuego y calma que necesitaba ver.

—No me quisiste decir por teléfono que fue lo que pasó —dijo a modo de saludo—, pensé que estabas enojada.

Ella se encogió de hombros.

—Para nada, no estoy enojada contigo; es sólo que, bueno, sé que sonará tonto, pero no quiero llegar a mi casa hoy, mis papás no me están apoyando en esto, se volvieron en mi contra por lo que pasó con Charlene.

Había un halo de fuego en torno a él; parecía que estaba ahí en cuerpo y alma, y sentir que estaba así por ella hizo que su mente se alzara más y más.

—No me suena tonto —replicó él—. ¿Quieres contarme cómo te sientes?

Eso era lo que necesitaba; alguien que se preocupara por ella, que intentara ponerse en su lugar y no tratara de contradecirla. Le contó lo que sintió en el área de trabajo cuando Charlene hizo la presentación, y aunque varios hechos de seguro podrían haber sido vistos por él, Sam en ningún momento actuó como si estuviera cansado o aburrido de escucharla.
Cuando terminó, notó que él se había acercado más y la miraba muy fijo, mientras mantenía tomadas sus manos entre las suyas.
Estaba sonando una canción lenta de rock; la mirada de él era una invitación a bailar suave a ese ritmo, a disfrutar en cámara lenta mientras disfrutaban al máximo ese momento. Si tuviera que capturar un instante eterno, sería ese, y lo estiraría por la eternidad.


Próximo capítulo: Un año sin lluvia







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