Contracorazón Capítulo 21: Quiebre




“Algún tiempo atrás caminamos entre la hierba, descalzos. Quise decirte tantas cosas, pero el miedo me amarraba y me hacía daño.
Pero tú seguías ahí, junto a mí, y tu presencia me animaba como ninguna otra; a veces quería hablarte, pero tu mirada me coartaba, como si en tu silencio hubiera una pasión y una decisión tan fuerte que yo podía sentirla, pero no sabía si era en mi dirección.
Tuve miedo tantas veces, hasta que fuiste tú quien tomó el riesgo y se acercó; y todas mis dudas desaparecieron cuando comprobé que esa fuerza que percibía en ti era la misma clase de inseguridad que yo sentía.
Queríamos ser felices.”

Martín abrió los ojos y se dio cuenta de que se había quedado dormido después de almorzar; algo sorprendido, miró hacia un costado, encontrándose con la mirada de su hermano, que estaba sentado en el pasto a poca distancia.

—Me quedé dormido ¿Cuánto tiempo pasó?
—Un poco más de media hora —repuso Carlos.

Habían estado conversando de muchas cosas; al principio fue de distintos temas de la vida, y poco a poco esa conversación evolucionó en otros asuntos, inclusive en algo sobre lo que hablaban poco: los sentimientos de su hermano. Todo fluyó de forma tan natural, hablando de chicas o de planes a futuro, entre muchas otras cosas, que los minutos pasaron con increíble rapidez; fue como si la naturaleza y la libertad ayudaran a que ambos se sintieran cómodos con las distintas facetas de su personalidad, y no sintieran vergüenza ni incomodidad alguna para expresarse. Martín sintió que estaba teniendo el privilegio de que su hermano adolescente le hablara de cómo veía la sexualidad y sus impresiones al respecto, así como de las experiencias propias que tenía, los cambios en su cuerpo y cómo reaccionaba ante eso.
Así, no fue extraño encontrarse hablándole de su propio despertar a la adultez, así como de algunas vivencias en ese sentido, pero no desde el punto de vista del morbo, sino de la charla amistosa y que generaba lazos fuertes de confianza. Aunque no se lo dijo con esas palabras, interiormente se sentía muy orgulloso de tener parte en ese paso de joven a hombre.
Cuando se dieron cuenta, pasaba de las dos de la tarde, de modo que almorzaron lo que habían traído en el auto y se tendieron a descansar; el sonido del viento y la tranquilidad del lugar hizo el resto.

—Tendrías que haberme despertado.
—¿Y para qué? —su hermano se encogió de hombros—. No hay nadie aquí, no pasa nada. Además, hice unos bocetos mientras tanto.

Martín se sentó en el suelo y se desperezó; el muchacho le alcanzó la croquera, en donde había hecho un boceto en estilo cómic, pero muy apegado al entorno real: tomaba como punto de vista estar sentado en el suelo tras el auto, captando un costado de este, y a él mismo durmiendo sobre el pasto. El marco era una serie de árboles, con el cielo del inicio de la tarde y el molino destacando en el horizonte.

—Es sólo un boceto —justificó el joven.
—Carlos, esto es impresionante.
—No es para tanto.

Martín sabía que su hermano no se llevaba muy bien con los elogios, pero en ese caso era completamente justificado.

—Me gustaría verlo terminado, si quieres hacerlo.

Carlos lo miró con un dejo de duda en los ojos, como si no estuviera seguro de la autenticidad de esas palabras; al final se convenció de lo que escuchaba.

—Bueno, si quieres lo puedo trabajar.
—Eso me gustaría, pero toma tu tiempo, no te angusties por eso; solo me gustaría un pequeño cambio: que también estés tú.

Se puso de pie y fue hasta la zona en donde, en teoría, se habría captado esa imagen, y tomó una foto con el móvil, que de inmediato envió.

—Listo, te acabo de mandar la foto, así puedes tener un punto de vista de ti mismo ¿te parece?

La sonrisa de su hermano iluminó su rostro ojeroso al escuchar esa sugerencia; al parecer se le había ocurrido algo adicional.

—Está bien, la voy a hacer, pero no sé cuándo la termine.
—Eso no es problema —replicó con calma—, hazlo a tu ritmo.

Durante el viaje de vuelta, Carlos le preguntó acerca de su trabajo, y aunque no pretendía hacerlo, Martín ocultó la información que manejaba acerca de lo que podría pasar al terminar el mes en esa empresa; desde que se aclararon las cosas con su hermano menor, había procurado no tocar ese tema, no por pensar que pudieran tener problemas otra vez, sino para evitar que, en determinado caso, Carlos se sintiera culpable por esa inestabilidad laboral. A él no le preocupaba, en cualquier caso; se decía que estaba a punto de encontrar lo que quería, y que seguramente esa situación iba a apresurar el proceso de encontrar una locación definitiva.


2


El martes Rafael inició la jornada laboral con la noticia de unas reparaciones y modificaciones en la tienda; los encargados de mantención y ornamentación se presentaron con una orden de trabajo directamente traída desde la oficina central, en donde se indicaba que un sector de la entrada sería modificado.
En general se trataba de una buena noticia, ya que era una forma indirecta de premiar las buenas ventas, inyectando recursos en el local; iban a poner una vitrina con distribución y giro en 360° y una pantalla nueva donde se proyectaban avisos y la oferta del día. Estuvo buena parte de la mañana ayudando a desocupar el mesón que sería reemplazado por uno más pequeño y que diera espacio a la vitrina nueva, y reorganizando todo para que pudieran localizar cada uno de los productos con facilidad.
Mientras los trabajadores comenzaban con esto y la atención de público seguía su curso, entró en la oficina para revisar las estadísticas; ya era día veinte, lo que significaba poco más de una semana para el fin de su primer mes completo como encargado de la tienda, y quería tener todo listo tan pronto como pudiera.
Había decidido referirse a sí mismo como encargado en vez de jefe; sentía que eso eliminaba parte de las distancias con los trabajadores, y además lo hacía sentir como parte de ellos y no como un ente ajeno. Se permitió un instante de curiosidad y revisó las estadísticas en línea que había de las evaluaciones del cliente oculto, guiado por la curiosidad que despertó en él haber detenido un porcentaje perfecto en la evaluación algunos días antes; hasta el momento eran la única tienda que tenía una evaluación como esa, y si seguían así, recibirían un bono en dinero junto con el salario de ese mes.

—Podría empezar con lo del departamento —murmuró, algo ido.

Había pospuesto una y otra vez el inicio de ese proyecto, sobre todo con el asunto de Mariano y luego la boda, pero se trataba de algo que no había abandonado. Tenía algo de dinero ahorrado, y si recibía ese bono en el que estaba pensando, ya tendría lo necesario para hacer los primeros pagos de un departamento; estaba pensando en algo propio, que le diera estabilidad y tranquilidad. Estaba comprobado que diciembre era un muy mal mes para iniciar esos proyectos, de modo que la perspectiva de iniciar el año siguiente en nueva casa era algo muy estimulante, y cumplía con su proyección de estar cambiado antes de febrero.
Decidió alimentar esta idea entrando en distintos sitios donde pudiera ver propiedades; necesitaba algo no muy grande pero más espacioso que el departamento en donde vivía, que estuviera ubicado en una buena localización y que en lo posible no aumentara sus tiempos de viaje. Estaba distraído jugando con el abrecartas viendo unos y otros cuando se le pasó por la mente una idea.
¿Y si le dijera a Martín que se fuera a vivir con él?
A pesar que sabía desde tiempo atrás que Martín tenía algunas dificultades para encontrar estabilidad en su trabajo y por ende eso afectaba su modo de vida, en ningún momento se le había ocurrido pensar en la posibilidad de que vivieran juntos.
Eran amigos y tenían una gran confianza ¿Sería posible que esa fuera la solución a todos sus problemas de vivienda? Martín no estaba especialmente feliz con su departamento por razones similares a las suyas, y lo podía entender a la perfección; el principal beneficio de vivir ahí era la bastante buena seguridad, y que estaba a muy poca distancia del metro y del centro de la ciudad, teniendo un costo aceptable. Por otro lado, estaba muy mal aislado y carecía de mejoras y utilidades en comparación con otros edificios; se quedó sentado ante el escritorio, con la vista perdida en la nada, mientras se cuestionaba si sería apropiado decirle a su amigo que pensara en esa posibilidad.

Había estado a punto de decírselo cuando sucedió días atrás, pero esperó a que pudieran coincidir; ese día se reunieron en el cuarto que él rentaba, adonde llegaron charlando animadamente sobre cualquier asunto, hasta que estuvieron solos y pudieron sentirse en libertad.

—Hola.
—Hola.

Era una especie de rito, el llegar, mirarse a los ojos y saludarse de nuevo, pero dándose un suave beso en los labios; como si apenas al momento de estar juntos pudieran ser realmente ellos.

—Te ves contento.

La emoción no la había disimulado como las palabras, pero el código implícito entre ellos hacía que las preguntas y respuestas honestas tuvieran lugar cuando estaban solos.

—Sí, estoy muy contento, tengo que darte una noticia.

Se sintió muy nervioso antes de hablar; desde el momento en que lo supo, una idea había comenzado a germinar en su mente, y aunque no estaba formada aún, ya sabía que ese era el primer paso.

—Por fin me ascendieron; ahora soy sub jefe en la tienda.

Que hubieran respondido de forma positiva a su solicitud era un gran motivo para sentirse contento, pero la mayor alegría que podía sentir tenía que ver con quien estaba frente a él; la forma en que lo miraba, sintiéndose contento por su logro, era transparente y sincera, sin esperar algo a cambio más que el beneficio de la persona a quien amaba.

—¿Es en serio? ¿Ya es oficial?
—Sí. Tengo que firmar un contrato nuevo dentro de la semana, pero ya es oficial.

Cuando lo abrazó le dio un beso en los labios sintió ese choque de electricidad que siempre sentía cuando estaban cerca, y además pudo sentir el potente latido de su corazón junto al suyo, la muestra más clara de que lo que sentían era verdadero y honesto.

Rafael reaccionó cuando se le cayó el abrecartas sobre el teclado, y dio un salto en el asiento.

—Cielos.

Se miró en la cámara del móvil; estaba pálido, tal como suponía, y ese cambio interno había sucedido en tan solo unos momentos, cuando sin darse cuenta había entrado en esa especie de trance que lo llevaba a esos recuerdos.
No eran las personas, eran los acontecimientos.
Se puso de pie y caminó por el interior de oficina, reuniendo en su mente estos nuevos hechos con los que ya tenía en su poder. De alguna manera, entendía que todo eso no tenía que ver directamente con Martín y él, sino con los hechos que se estaban dando en el presente; él y Martín estaban viviendo en un camino muy similar al de Miguel y su pareja mucho tiempo atrás.
El ascenso en la tienda, el ofrecimiento de irse a vivir juntos; claro que era un tipo de relación distinta la que existía en el presente, pero los hechos que los rodeaban se estaban repitiendo uno a uno, como una película cuyo guion ya había sido conocido.
Se sintió helado de horror, al pensar en que esa idea sólo confirmaba lo que ya temía desde antes; al plantearse adquirir un departamento, sin saberlo estaba dando un paso más en la dirección de un abismo que conducía a ese terrible recuerdo que no lo dejaba en paz.
¿Iba a suceder algo que pusiera en riesgo la vida de Martín al comprar ese departamento?

—No, no puede ser.

Se dijo que no, que lo estaba advirtiendo no dependía de eventualidades; si se tratara de eso, sería tan sencillo como no hacer esa transacción, pero cuando tuvo la visualización de ese trágico recuerdo aún no tenía claridad acerca de cuándo iba a poder comenzar con esos trámites, se trataba de un proyecto y un anhelo, pero no de algo concreto.
Entonces ¿Martín correría peligro en compañía de él? ¿O él estaría cerca cuando eso ocurriera?

—¿Qué es lo que va a pasar?

El futuro se hacía en base a las decisiones de cada persona; constantemente cambiaba de acuerdo con esas micro modificaciones personales, que iban desde situaciones intrascendentes hasta otras cruciales en la vida; quizás él no habría conocido a Martín en el centro comercial si se hubiese quedado al interior de la tienda en donde estaba comprando su hermana, pero eso no habría cambiado el suceso de esa misma jornada en la noche. Tal vez fue más proclive a hablar con él porque ya lo había visto antes, pero incluso si tras ese incidente doméstico no hubieran hablado ¿Habría cambiado eso los acontecimientos posteriores? Él pensaba que la vida se iba formando paso a paso, pero incluso existiendo infinitos caminos, existía la posibilidad de que al tomar uno de ellos, en algún momento este se cruzara con uno de los otros, lo que haría que ciertos acontecimientos sucedieran de todos modos.
Tal vez Martín y él se iban a terminar conociendo y haciendo amigos de todas formas, y eso significaba que los hechos que había interpretado como repetidos podrían ser una señal de que iba en cierta dirección.

—¿Cómo puedo saber más?

Terminó de guardar los cambios en los informes que estaba haciendo y regresó a la tienda, en donde procuró distraerse atendiendo público; sin embargo, a pesar de la actividad y estar en movimiento de forma constante, no podía dejar de hacerse la misma pregunta. Cuando llegó su hora de almorzar, optó por salir de la tienda y comprar un sándwich para llevar; no quería estar quieto ni mucho menos hablar con los demás fuera de los asuntos exclusivos del trabajo. Necesitaba moverse y hacer algo.
De pronto, la existencia de esa historia se le antojó tan real que casi podía tocarla; las calles de una ciudad como esa habían albergado una historia de fe en el amor terminada en tragedia, y los escaparates habían sido reflejo mudo de una persona gritando de dolor por la pérdida de alguien a quien amaba. No había terminado, la historia seguía allí, inconclusa y dolorosa, advirtiendo de un camino que terminaba en lágrimas, rogando en la inmensidad del vacío que no quedara en el olvido, que no se perdiera del todo.
Se preguntó cuando y donde había sucedido todo eso; quizás, incluso, habían vivido en esa misma ciudad, quizás él estaba deambulando por las mismas calles que vieron pasar a ese hombre. Diez, veinte o más años lo separaban de esa historia ¿Y de qué le serviría en cualquier caso descubrirlo? La relación de ellos se había mantenido en secreto, lo que hacía imposible preguntar a alguien por su destino, acaso eso sirviera de algo.
Trataba de entender aquellos sentimientos, y a menudo lo hacía; todo eso tenía que ver con preocuparse de los suyos, de las personas que eran importantes para él y ayudarlos en todo lo que pudiera. Trazar un camino frente a él y caminar de la forma apropiada, siendo capaz de encontrar los accidentes que estuvieron a la vista y esquivarlos en la medida de lo posible.
Había tomado la decisión de hacer lo que pudiera para ayudar a Martín a ponerse a salvo de ese peligro, y ahora entendía que la clave de esos recuerdos estaba en localizar los eventos que marcaran la trayectoria hacia ese desenlace.

Por la tarde, llegó a su casa decidió hacer algo inesperado: se fue a la cama y se obligó a dormir, cerrando los ojos mientras se concentraba en todos esos recuerdos; tenía que bucear más profundo, llegar más allá y encontrar algo más concreto, una pista que le permitiera encontrar lo que necesitaba.
En un principio fue difícil abandonar la inseguridad que provocaba en su interior ese mundo de recuerdos; se trataba de un área que no conocía, y que causaba dolor y nerviosismo porque sabía que de forma inevitable llegaría hasta el punto en donde todo se terminaba, pero no había otra manera. Procuró respirar a un ritmo lento, y se repitió una y otra vez que todo eso era por una buena causa, que si estaba tomando parte de los recuerdos de Miguel, era para ayudar a uno de los suyos e intentar evitar que se repitiera el mismo destino.

Todo ardía alrededor, y el dolor que experimentó lo dejó mudo de horror. Apenas tres meses atrás estaba comenzando esa nueva etapa en su vida, y tan poco tiempo después las cosas se destruían, se desmoronaban por completo; no sabía qué había originado ese infierno, y ya no importaba, lo único que le importaba era que había perdido al amor de su vida, y aunque fuera en el último momento de su existencia, se aferraría a él con las fuerzas que le quedaban. Si se les había negado la paz en vida, al menos estarían juntos al final.

2


Por la tarde y luego de desocuparse de sus labores, Martín se acercó al centro de la ciudad para hacer algo que tenía planeado; tras salir de la estación de metro más cercana, estaba a un costado de plaza de armas, desde donde tenía que avanzar solo unos cuantos metros.
La librería se encontraba a un costado de la catedral, y era un edificio de piedra sólida y antigua, aunque en el empalme entre ambos edificios podía verse una modificación o mejora hecha hace menos tiempo; antes de entrar vio un letrero tras un vidrio, dispuesto como un diario mural, en el que había diversos avisos, entre ellos uno que indicaba que estaba contratando personas.
pasó junto a un memorial del cual no leyó el nombre plegó a la librería, en donde las personas que atendían llevaban un uniforme de color amarillo y azul, y se le hizo muy extraño que se pareciera tanto a la vestimenta que usaba cuando estaba en el restaurante.

—Buenas tardes —lo saludó uno de los dependientes.
—Hola —saludó con cordialidad—. Me dijeron que en esta tienda se podía saber si necesitaban personal para alguna de las librerías. Vi el cartel afuera pero no sé si hay que hacer algo en especial.

El joven miró la hora en la pared: aún no daban las siete.

—La encargada de reclutar personal está, si quiere puedo preguntar si está disponible.

No se había esperado esa alternativa, pero ya que estaba ahí, era una buena oportunidad.

—Sí, sería genial, muchas gracias.

Mientras el joven se internaba en la tienda, Martín se quedó mirando el entorno; le llamó la atención que en el alto techo había una foto antigua de un equipo de trabajo de pie en el frontis de esa misma tienda, aunque la construcción se veía diferente. Estaba a punto de preguntar de qué se trataba esa foto cuando el joven regresó.

—Ahora puede pasar.
—Gracias.

Entró por la puerta que le fue indicada, que conducía a un pasillo corto, al final del cual estaba la oficina; la mujer en el interior era de unos cuarenta y cinco, y lucía algo cansada en esos momentos.

—Buenas tardes —saludó alargando la mano para saludarla.

Ella devolvió escuetamente el saludo y le indicó que se sentara; Martín pensó que en comparación con esa oficina y el traje dos piezas de ella, él no estaba en el atuendo indicado para una entrevista de trabajo: llevaba camisa y jeans, nada demasiado llamativo, pero de todos modos no era lo apropiado.

—Buenas tardes ¿Cuál es su nombre? ¿Tiene sus datos?

La pregunta le pareció un poco mecánica, pero omitió cualquier gesto y le entregó su hoja de antecedentes personales y laborales y se presentó. Ella no se había presentado pero la placa en el escritorio indicaba que su apellido era Subiabre.

—Usted…

La mujer se quedó sin hablar durante unos momentos, algo confundida por lo que estaba leyendo; Martín se preguntó si tal vez había algo mal escrito en su hoja, que hubiera pasado por alto.

—Pero usted no es ingeniero.
—No —respondió con tono de duda—. En el aviso dice que necesitan vendedores.

La mujer frunció el ceño, a todas luces confundida.

—Usted vino por ese anuncio. Lo siento, creo que la persona que me avisó lo confundió con alguien más.
—No es problema —replicó él.
—Pues sí —reaccionó ella—, necesitamos vendedores; por lo que veo, tiene experiencia atendiendo público.
—Así es —respondió Martín—, tengo buena aceptación atendiendo y me gusta tener un trabajo dinámico.

A punto estuvo de preguntarle por el cuadro ¿Por qué seguía pensando en un objeto decorativo en un lugar en donde nunca había estado antes?

—Bien —estaba diciendo la mujer—, me parece que tiene un perfil adecuado. Si está de acuerdo, podemos hablar de las condiciones detallabas.
—Muchas gracias, claro que me interesa.

La potencial pregunta seguía ahí en su mente. Trató de desterrarla mientras hablaba de experiencias de trabajo y prestaba atención a los detalles de horario o salario, pero seguía ahí. En su mente asomó una extraña pregunta ¿Había visto antes esa fotografiar? Parecía de hace muchos años, hecha a color pero desvaída por el tiempo tras el cristal que la protegía; quizás aquellas personas ya no estaban en este mundo, quizás lo que despertaba su curiosidad era que la imagen no coincidía con la estética del interior de la tienda. Mientras continuaba con la entrevista, en segundo plano esa incógnita persistía, aunque cada vez de forma más silenciosa.
Como si alguien estuviera hablando en su oído.


Próximo capítulo: Último momento


Las divas no van al infierno Capítulo 19 Un año sin lluvia

Conoce este capítulo al ritmo de esta canción: A year without rain


El sábado Márgara recibió una llamada muy temprano; saltó de la cama en silencio y sin despertar a Fernando. Sacó del armario un vestido básico color magenta, un bolero a juego, sandalias de tacón de un rosa pálido que se le antojó exquisito, y se miró en el espejo de cuerpo entero que tenía en el baño.
La imagen debía ser distinta para lo que iba a hacer en comparación con sus apariciones en el programa, pero era fundamental que la gente pudiera reconocerla de todos modos.
Tenía ganas de gritar de emoción, pero no lo iba a hacer; de hecho, no despertaría a Fernando. Sería una forma de castigarlo por haber sido tan indolente con ella la jornada anterior.

—Perfecto —dijo admirando la imagen en el espejo—, justo lo que quería.

Para combinar escogió una cadena de oro con un pendiente de cristal tornasol, y aretes de brillante; en el ultimo momento decidió cambiar el bolero por una gillete, retocó el iluminador de ojos y salió silenciosamente.
La llamada había sido desde la producción del programa, y la invitaban a participar en un pequeño espacio dentro de un programa misceláneo que se emitía los sábados desde las nueve treinta de la mañana; era conducido por dos chicos que habían iniciado su carrera en programas de talento algún tiempo atrás, y era de un estilo mucho más ligero que los programas de la semana.
Estaba feliz porque en ese pequeño espacio, que duraba cinco minutos dentro del programa, invitaban a una famosa para que mostrara sus secretos de belleza, lo que le daría una vitrina estupenda para la gente que no la conociera; armó un bolso pequeño con su set básico de maquillaje, algo elegante y nada ostentoso, y salió del departamento con la idea de brillar por todo lo alto en su primera aparición en televisión fuera del programa, la que además era un punto de mayor orgullo.
Era la primera de todas las participantes que era requerida por un programa, y ese triunfo era gigante para sus metas.

2


Sandra estaba llegando al canal cuando recibió una llamada de Verónica; la productora sonaba un poco sorprendida al hablar.

—¿Tienes un televisor cerca

Uno de los guardias abrió la puerta por ella para dejarla entrar; el hecho de haber estado tanto tiempo en el canal tenía beneficios, como que nadie le pedía identificación para entrar a las dependencias y generalmente la hacían sentir bien.

—No ahora ¿Qué pasa
—Márgara va a Sin edición.

Se quedó detenida en el pasillo, mirando a la nada. Márgara, la que había sido la primera en ser puesta en el foco por indicación de Kevin, la que había ido subiendo en las estimaciones del público e incluso ganado una inmunidad. ¿Por qué invitarla a ella en primer lugar a ese insulso programa de fin de semana ¿Por qué no la loca de Sussy, o Alma que era perfecta

—¿Averiguaste si hay más invitadas
—Sí, la semana que viene hay una solicitud sin nombre para espacio del matinal para todos los días.

Para generar falsa expectativa en las otras. Que estuviera sola, de improviso en ese programa generaría todo tipo de conjeturas en las demás, haciéndoles creer que el canal la evaluaba mejor que a ellas; esas miradas y susurros molestos tendrían lugar durante toda la clase del sábado, anidarían el domingo, y estarían a punto de estallar cuando, el lunes, cuatro chicas serían sacadas en pantalla en el matinal. Las intrigas que seguirían a eso estaban aseguradas.

Si convocaban a cuatro por día, eso completaba el cupo de las participantes menos la eliminada del próximo viernes; significaba que Kevin ya había decidido cuál era la siguiente, o al menos tenía todo programado según su parecer.

—¿Ya está al aire
—La anunciaron, entra después de la pausa comercial.
—Gracias.

Cortó y enfiló hacia el casino; necesitaba de forma urgente un café.
Valeria era su carta bajo la manga, y los bailarines sus ases para manipular y gestionar información, pero aun no tenía el nivel de control suficiente como para hacer lo que quisiera; como productor en jefe y director del proyecto, Kevin era el que seguía moviendo todos los hilos ¿Cómo anticipar esa jugada

—Sandra, buenos dios ¿Vas a querer tu café
—Sí, por favor —saludó a la encargada de la cafetería con una sonrisa—, lo necesito con locura.

Kevin se había reunido con Sarki el mismo día que con el esto del equipo involucrado en la gestión del programa; Sandra sabía muy bien que esa reunión no era por pura palabrería, sino que se trataba de un momento de confirmación de datos. En toda su larga trayectoria, Sarki nunca había participado como invitada en un programa que no fuera un suceso para el mercado.
Siempre divas estaba marcando y era comentario en redes, pero eso no garantizaba el éxito de forma permanente.
Estaba segura de que la eternamente joven Sarki le había exigido a Kevin algún tipo de seguridad acerca del suceso en el que se convertiría el programa, y él, necesitando de la venia de una estrella local tan relevante, sin duda se lo dijo. ¿Cuál era esa seguridad que garantizaba que el programa trascendería Desde luego que las pasiones del público ya se habían desatado, pero para perdurar, para que se hablara de ese programa por años y se convirtiera en un referente de la cultura popular de ese país debía haber algo más que tener a un grupo de guionistas organizando los sucesos, y el control sobre el resultado real de las votaciones cada día.
Tenía que averiguarlo, para poder blindar a su elegida; al final, todo iba a reducirse a un juego de probabilidades y a dos de las competidoras peleando por el trono.

3


Fernando se reunió con la madre de Márgara en una cafetería en el sector empresarial de la ciudad; se trataba de un barrio donde abundaban los edificios corporativos, y había multitud de tiendas costosas para el exigente público que transitaba por esos sitios. A él le pareció curioso que ella lo hubiera citado en un local pequeño, minimalista y sencillo, que contrastaba por completo con la ostentación de la mayoría de las instalaciones cercanas.

—Hola, Elena.
—Hola cariño.

Ella iba vestida con un traje casual de camisa y pantalón; dejó la cartera a un costado e hizo un gesto al garzón para que se acercara.

—Yo voy a tomar un té de frutas ¿Y tú
—No estoy seguro —comentó mirando con disimulo la carta—, la verdad no entiendo la mitad de lo que ofrecen aquí.

Elena no hizo gesto alguno que demostrara molestia por ese comentario, y en cambio, sonrió.

—Te gusta el café ¿Fuerte
—Sí.
—Entonces está decidido —y dirigiéndose al garzón—, por favor, un té de frutas del número cinco y un expreso doble con un toque de crema.

Un momento después les trajeron el pedido, y ella optó por hacerle las cosas más fáciles.

—La viste hace un rato en el programa ¿No es así
—Sí, lo dejé grabado para el archivo.

Elena sintió pena, pero no por él, sino por toda esa situación; pero no podía quedarse callada.

—Y bien ¿Qué fue lo que mi hija hizo

La mirada de él mostraba indecisión, como si incluso en ese momento estuviera a punto de cambiar de parecer; pero también mostraba a un chico inocente y honesto.

—Nada, no es que haya hecho algo.

Ella lo miró con amabilidad, dando a entender que no era necesario mentirle; al final él se rindió.

—¿Márgara siempre ha sido tan cambiante
—Cielo ¿Por qué mejor no me dices qué fue lo que pasó

Fernando suspiró.

—Ella no ha hablado contigo ¿No es así
—Si lo que me estás preguntando es si ella me ha dicho si tienen algún problema, por supuesto que la respuesta es no. Ella nunca le dirá a nadie tiene algo que resolver.
—Ya veo.

Elena supo que él no estaba juzgando si podía confiar en ella; estaba luchando contra un gran sentimiento de culpa por hablar de la mujer a la que amaba de un modo que consideraba incorrecto.

—A veces, la mayoría del tiempo —dijo en voz baja—, no sé cómo actuar o qué cosas hacer para agradarla. Sé que está bajo estrés por el programa, pero eso...
—Pero eso no justifica que tenga un mal comportamiento contigo —terminó la frase por él.

Se hizo un silencio en el que el hombre divagó en su mente, quizás intentando alcanzar el significado de lo que había tras las palabas de ella.

—Yo a veces no la reconozco.
—Pero estoy segura de que si haces memoria vas a comprobar que no se comporta como lo hace desde que empezó el programa, la única diferencia es que ahora, es más.

Él la miró con alarma en el rostro.

—¿Cómo...
—Porque la conozco —replicó ella, con tranquilidad—. Puede que yo no la haya criado de esa forma, pero Márgara sigue siendo mi hija; te voy a contar una historia, y puedo apostar todo a que ella nunca te lo ha dicho.
Cuando mi ex se fue de la casa, porque según él no podía cargar con el desafío de una mujer y una hija, me quedé sola y sin un veinte; era básicamente joven e inexperta, se me desarmó el cuento de la familia feliz y estaba sin hogar y con una hija de cinco años que dependía de mí.

Fernando nunca había preguntado acerca de esa etapa de la vida de su novia; cuando se conocieron, en determinado momento ella dio a entender que sus padres se habían separado y que no pretendía hablar al respecto, pero con el paso del tiempo dejó en claro a través de comentarios muy escuetos que de alguna forma la culpa era de su madre. Ahora, la historia que estaba escuchando era por completo distinta.

—Tuve que dejar una casa que no podía pagar, cambiarme a un departamento y asumir que fuera de la secundaria no tenía estudios ni experiencia. Supongo que por el peso de la exigencia encontré que tenía talento para los negocios, dicen que la oportunidad se crea con la necesidad.

Fernando notó que ella no lucía apesadumbrada por lo que estaba diciendo; se trataba de una historia superada.

—Bueno, tampoco voy a contar todos los capítulos de la novela —comentó ella tras un trago de su té—; yo me mataba trabajando mientras Márgara estaba en la escuela, llegaba agotada, pero a hacerme cargo, pensando que todo iba a mejorar eventualmente.
El punto es que un día llegué con las compras del supermercado, y ella me vio guardar las cosas en la alacena; por supuesto que había tenido que cambiar por marcas más baratas, y sucedió que serví la cena, y ella se quedó sentada a la mesa, mirándome después de mirar de reojo el plato. Y me dijo “No puedo comer eso, me va a hacer mal”
Reconozco que cuando sucedió, casi me eché a llorar —había un matiz irónico en su voz—, y a punto estuve de tener un ataque de histeria, pero tuve uno de esos maravillosos momentos de iluminación que uno tiene a veces. Me dije que, si dejaba pasar eso, después ya nada podría detenerla, y se me antojó muy injusto que una niña de siete años decidiera sobre mi vida.
Así que me quedé sentada frente a ella y le dije “No vas a pararte de ahí hasta que hayas comido la cena”

Fernando sintió ganas de reír; esa actitud de Márgara, de despreciar marcas menos conocidas era moneda corriente, aunque siempre iba acompañado de un discurso sobre lo sano de los alimentos y las normas sanitarias. Sí, sentía ganas de reír, pero no porque todo eso le hiciera gracia; era porque de pronto parecía estar quitando una serie de capas que dejaban a la vista a una chica que no estaba seguro de conocer.

—Pero fue después de decir eso que tuve la real revelación —agregó ella—, porque Márgara, una niña de siete años, me miró con rencor, con rabia; no había miedo a un castigo ni frustración como en la mayoría de los niños cuando no consiguen lo que quieren, ella me estaba mirando como a una rival.
Se quedó ahí mucho rato, y yo estaba tan cansada; de pronto me dijo que iría al baño, pero la atajé y dije que no iría hasta que hiciera lo que tenía pendiente. Creo que fue la primera vez que la vi alarmada, porque si se hacía en la ropa, estropearía su atuendo, y el atuendo era demasiado importante para ella.
Entonces se rindió, pero no dejó de pelear conmigo; desde ese momento me concentré en no dejar que me manipulara, y aunque lo logré, también logré una enemiga. Márgara mantiene contacto formal conmigo porque es lo que una chica de bien hace, porque eso ayuda a cuidar su imagen, pero nada más. Márgara es incapaz de sentir empatía por ninguna persona que no sea ella misma.

Fernando sintió que le temblaba la barbilla, pero hizo un esfuerzo por reponerse.

—Eres muy dura cuando hablas de ella.
—Soy sincera —corrigió Elena con tranquilidad—, si se puede hablar de fracasos y éxitos en la vida, puedo decir que fracasé en educar a mi hija de la forma que debiera, pero no podía cometer otro error siendo ciega y desconociendo quién es en realidad.

Fernando tenía la vista clavada en la taza, y en un acto intempestivo bebió todo el contenido casi en un trago; aunque lo que necesitaba en realidad era un whisky o algo fuerte, al menos la sensación de ingerir la cafeína servía para que sintiera que no estaba sonando.

—No sé qué hacer.
—Por desgracia no te puedo aconsejar sobre tu relación de pareja —comentó Elena con sinceridad—, en principio, no me corresponde, pero más que eso, yo creo que tú sabes lo que tienes que hacer; eres un muchacho inteligente, capaz y con muchas cualidades, no puedo creer que estés demasiado ciego como para no ver el futuro que tienes delante.

3



Los ánimos en la sala de ensayos estaban divididos; para el momento en que Márgara llego, con un poco de retraso, ya todas sabían que había estado en el programa de televisión, pero sólo algunas la felicitaron, mientras que el resto ignoró el tema de un modo cordial, pero sin tomar el tiempo para atender, como si se tratara de un asunto que carecía de la importancia necesaria.

Valeria estaba auténticamente sorprendida; Márgara apareció en el programa en la sección de recomendaciones y secretos de belleza, caracterizada como el prototipo de la mujer joven, fuerte e independiente. Se notaba que había planificado lucir suave, juvenil y elegante, seguramente para contrarrestar las apariciones sensuales en la noche, y con ello captar a un tipo de público distinto para subir en las votaciones.
Su participación había sido correcta, pero al menos a ella no le parecía sobresaliente; hablaba bien, se veía bien en cámara y sabía cómo moverse, pero era como una modelo genérica, no como alguien a destacar. Desde luego que estaba hinchada de orgullo por ser la primera de ellas a quien requerían en un programa, pero fingiendo que estaba más sorprendida que contenta por lo que había sucedido.

—Bien señoritas, ahora van a trabajar un aspecto que es muy importante para sus presentaciones.

Marcos había traído una serie de elementos de trabajo de arte, y sostenía en ese momento un trofeo similar a una estatuilla entre las manos; Valeria había descubierto que los consejos de él para pulir y mejorar el trabajo de producción escondían mensajes acerca de cómo enfrentar los desafíos en esa competencia.

—Como pueden ver, esto es un trofeo; las personas estamos condicionados casi de forma natural para asociar los dorados y plateados con el éxito ¿Por qué Porque las joyas están hechas de esos materiales.
Pero si ustedes ven este trofeo muy de cerca —le pasó el objeto a una de las chicas—, podrán descubrir que tiene marcas y defectos; el color dorado puede ayudar a disimular, y aunque no esconde las fallas, hace que estas queden en segundo plano, al menos por el momento. Ahora voy a darles unos consejos útiles para que cuando estén en el escenario puedan disimular y salir del paso; recuerden que su presentación tiene que estar bien trabajada desde el comienzo, pero si sucede algo inesperado, la idea es que tengan la rapidez, pero también los elementos para solucionarlo con dignidad.

Para Lisandra, la noticia del llamado a Márgara desde el programa no era importante, aunque de cierto modo no se lo esperaba; a la hora de sacar cuentas, habría pensado que Alma sería la primera en ser convocada, pero de todos modos no quitaba tanto de su atención en esos momentos.
Esa mañana había tomado una decisión definitiva, y era eso lo que ocupaba casi por completo su mente durante esas clases.
Después de la discusión con sus padres y salir atropelladamente de su casa, se reunió con Sam; estuvieron hablando largo rato, y él se mostró en todo momento atento y amable con ella. Fueron al departamento de él, y aunque todo podría haber sugerido que Sam aprovecharía la ocasión para un acercamiento más íntimo con ella, tuvo la genial actitud de no insinuar nada al respecto, y le indicó que podía ocupar su cuarto mientras él dormía en el sofá.
La conversación entonces emigró hacia otras zonas, y aunque no se lo esperaba, de pronto se encontró charlando con él con ánimo y buena energía, encantada de sentirse apreciada y escuchada en un momento como ese; Sam era listo, agradable y simpático, y era honesto en la conversación con ella no disimulaba que se sentía atraído, pero era educado y galante, comportándose en todo momento de la forma adecuada.
Dentro de todo lo que hablaron, él nunca la cuestionó acerca del programa ni la discusión con sus padres; de ese modo, el contacto fue libre y sincero, lo que la hizo sentir ánimos para el día siguiente, y a la vez le dio tiempo de pensar con calma y claridad.
Había estado quejándose demasiado tiempo, llorando por las cosas que estaban mal, protestando internamente por aquello que no se podía corregir o que estaba fuera de su control; poniendo en riesgo su estadía en el programa una y otra vez. Había estado perdiendo tiempo cuestionando en su interior las acciones de las demás, midiendo con su vara el rendimiento y actitud de las otras, y esperando que su esfuerzo y trabajo duro valiese la pena.
Se había equivocado.
Había decidido que todo eso quedaba atrás; desde ese momento, comenzaría desde cero, como si esa fuera la primera y gran oportunidad que tenía, como si apenas estuviera comenzando. Había decidido que ese era el fin de la Lisandra que esperaba lo mejor, y el inicio de la que iría a buscarlo; no más lágrimas ni sentimentalismos, lo que haría sería buscar todo lo que pudiera hacerla más fuerte y ponerlo en práctica, tanto si para eso tenía que jugar limpio como si no.
Y se sintió bien con esa nueva perspectiva de la vida, porque la alejaba de la posibilidad de ser una víctima ¿Por qué tenía que sufrir cuando ella quería triunfar Otras ya lo estaban haciendo, pero la diferencia era que ella era inteligente, no solo una cáscara vacía; e iba a usar esa inteligencia como su mejor alma.
También había otro asunto que había cambiado en su interior, y tenía que ver con Sam; no sabía si podría surgir algo o no, pero la cercanía y las palabras de él le hacían bien.
No supo si era un espejismo, pero le parecía ver su cara ¿estaría comenzando a sentir ese delicioso cosquilleo del enamoramiento Durante la noche las estrellas estuvieron ardiendo, mientras ella escuchaba su voz en su mente y hasta cuando creyó llamarlo en la oscuridad; cuando el suelo estaba cayendo bajo sus pies, se preguntó si alguien la salvaría, y él llegó a hacerlo. Tal vez podía agradecerle por encontrarla, tal vez el mundo podría ser maravilloso con él en su vida.
Tal vez.


Próximo capítulo No puedo ser domada

Contracorazón Capítulo 20: Una clave incierta




Es un regalo, para ti.

Un regalo hecho en la intimidad del cuarto tenía un significado muy distinto a que si era realizado en otras circunstancias; las oportunidades de estar juntos de forma libre eran reducidas, por lo que cuando esto sucedía, sabía que era necesario aprovechar y atesorar cada segundo al máximo.

-Gracias, me gusta mucho.
-Me alegra eso. Yo también tengo un regalo -su voz estaba cargada de emoción-, no estaba seguro de si te iba a gustar.

Pero sí le gustaba; ese intercambio de regalos no solo era un hecho en sí, también era una muestra de amor entre ellos, una forma de decir de otro modo que se entendían y se conocían bien. A menudo los intereses de ambos tenían puntos en común, pero seguían siendo dos individuos con puntos de vista particulares, con deseos y esperanzas, y que evolucionaban y aprendían a conocer al otro y su entorno.
Desde un principio había tanto que no sabían, como aquel lejano primer beso, torpe, inocente y al mismo tiempo lleno de miedo; no un miedo por ellos mismos, sino por todo aquello con lo que habían crecido. Durante toda su vida habían escuchado al mundo alrededor decir que ser como ellos era anti natura, que lo que sintieran personas como ellos era un delito por el cual se pagaban las peores culpas, y eso de forma inevitable se marcaba en sus mentes.
Quizás el primer paso había sido dado por instinto puro, pero después, lo que surgió fue pensado, y se vieron en la necesidad de enfrentar el secreto, la imposibilitad de hablarlo o de llevar esa relación de forma pública. Por lo tanto, al tener un momento de intimidad como ese, no solo se trataba de entregar un obsequio, era un instante de conexión profundo y la oportunidad de conocerse más.
De mirarse en el alma del otro, mirándose a los ojos con total honestidad.

Rafael despertó temprano la mañana del sábado, con un malestar generalizado, pero que en esa ocasión era fruto de un acto premeditado por su parte.
Aunque haber impulsado todo eso no quitaba los malestares que sentía al despertar, al menos permitía que tuviera mayor claridad al despertar y pudiera concentrarse en lo que tenía en mente.

Durante la fiesta por el matrimonio de Magdalena y Mariano tomó la decisión definitiva: tenía que saber que era lo que había en esos recuerdos y sueños, y descubrir de qué forma podía ayudar a Martín. Había un sentimiento de anticipación en su interior, como si el tomar la decisión fuera un primer paso para hacer lo correcto; de seguro esa ansiedad no era algo bueno, pero de todos modos era el único camino que se le ocurría.

-Miguel ¿Qué fue lo que pasó?

Era una pregunta en vano, y de todos modos se estaba adelantando; necesitaba saber qué había llevado a la muerte a ese hombre y su pareja, pero antes de eso, era vital descubrir el camino que conducía a eso, porque estaba seguro de que todo tenía que ver con el trayecto, y que ahí encontraría la clave para ayudar a su amigo.
En un principio, justo antes de ir a dormir, sintió temor ante lo que pudiera pasar, y a punto estuvo de posponer todo para empezar en otro momento, pero tuvo que armarse de valor y enfrentar la decisión que había tomado de forma adulta. Por lo general no tenía mayores problemas para quedarse dormido, de modo que lo que hizo, mientras cerraba los ojos y sentía el silencio a su alrededor, fue concentrarse en los recuerdos que ya había en su mente, tratando de entregarse a ellos con honestidad y sintiendo alguna clase de conexión con ese hombre ahora ausente pero que se manifestaba a través de aquellos vívidos recuerdos.
Tenía un trozo más, una fracción de vida, de los pensamientos de ese hombre, pero aun no era suficiente; tendría que seguir en ese proceso hasta que pudiera dar con una pista concreta. Si partía de la base fe hechos repitiéndose en el presente, a todas luces el haber conocido a Martín era un punto de partida innegable, salvo por la diferencia del nexo entre los dos.

¿Podían estar ellos destinados de algún modo a reconocerse o reencontrarse en el presente, para evitar que se repitiera una historia del pasado? No sabía cómo, pero tenía total claridad acerca de que todo estaba conectado a través de ellos, y que en el presente tenía que localizar aquello que era necesario.

Después de levantarse y dar una ducha rápida, fue a la cocina para preparar algo de desayuno; era poco más de las nueve treinta de la mañana y no tenía hambre, pero de todos modos preparó café y unas tostadas y se sentó a desayunar. Su mente, en cualquier caso, estaba en otro sitio, ocupada en no perder detalle de ese sueño aun sabiendo que en esos momentos no era necesario; por alguna razón, esos recuerdos estaban muy claros en su mente, sabía lo que sentía al respecto y no era necesario tomar nota de forma alguna.
Pero esos recuerdos no eran suyos.
No dejaba de repetirse que esos no eran sus recuerdos, y aunque lo sabía, sentía que tenía que tener muy clara esa diferencia; por otro lado, estaba entrando voluntariamente en una zona que no le pertenecía, de modo que, aún teniendo esa suerte de permiso para conectar, era necesario no apropiarse de ello. No era su vida, era la de otro hombre que ya no estaba y no Tenia otra oportunidad, a diferencia de él.

Estaba pensando en todas esas cosas cuando recibió una llamada de su madre; en principio le pareció un poco extraño, ya que se habían visto el día anterior.

-Mamá, hola.
-Hola hijo.

El saludo directo y energético de ella siempre lograba hacer un efecto positivo en él; de alguna forma era como tener nuevamente con él aquel llamado a almorzar o a levantarse a la hora exacta un día de escuela.

-Qué sorpresa que me llames ¿Todo está bien?
-Oh, sí, todo está bien –replicó ella-, bueno, tu padre tiene algo de dolor de cabeza por todo el licor que bebió ayer, pero está bien fuera de eso. ¿Cómo estás tú?

Rafael conocía demasiado bien el tono de voz de su madre como para no entender lo que estaba sucediendo; ella había descubierto que durante la reunión él no estaba en las mejores condiciones, y así como antes le había dado espacio para hablar a su tiempo, ahora estaba manifestando un nivel más arriba de preocupación por su estado.

-Estoy bien, mamá.

Ella no respondió, y ese silencio fue elocuente para él; sin embargo, no era momento para mentir, y al mismo tiempo sentía que el secreto sobre esos sueños era algo que no tenía que compartir, ni siquiera con ella.

-Pasa que estuve pensando mucho en lo que le sucedió a Mariano.

Su madre esperó. No estaba mintiendo en todo el sentido de la palabra, pero sí estaba modificando sus percepciones, asignando parte de los pensamientos que lo aquejaban por un tema a otro, aunque de todos modos había un elemento en común en la raíz de ambos eventos: la preocupación por los suyos.

-Todo lo que ocurrió me hizo pensar en muchas cosas; la sensación de que en cualquier momento puede haber un elemento extorno, algo que no podamos controlar, que ingrese en nuestras vidas, es algo que no me ha dejado en paz. Sé que la vida es así, que siempre hay cosas que no podemos controlar, pero es distinto cuando ocurre algo como eso.

Fue curioso cómo se sintió ante el silencio de ella; a pesar de no estar juntos en ese momento, fue igual que si estuviera frente a ella, y su madre lo mirara de esa forma única, que era aceptación y comprensión a la vez. Ella podía ser quien estuviera escuchando, pero en realidad era él quien estaba siendo leído.

-Estaba ahí en esa reunión con todos ustedes; ahí estaba casi toda la gente que me importa, y me sentía tan contento de verlos, reunidos, celebrando de buena manera que yo… yo sólo quisiera saber que existe una forma de protegerlos a todos, que puedo hacer algo realmente para asegurarme de que estarán bien.

Eso no era una mentira; en el fondo, todo lo que había dicho no era un invento, se trataba de la realidad de sus sentimientos, y la forma en que se preocupaba por las personas a quienes quería. Todo eso era tan real como sus miedos.

-Mi niño –dijo ella en cuanto él terminó de hablar-, esos sentimientos son muy lindos, de verdad son muy bonitos, pero no hay forma de poder anticiparse al futuro. No puedes controlar ni evitar lo que va a pasar.

Pero ¿Y si existiera una forma? ¿Si de verdad tuviera una oportunidad única de hacer algo extraordinario, no valdría la pena al menos intentarlo?

-¿Alguna vez te sentiste así?
-Todo el tiempo desde que naciste, cariño _replicó ella con voz tierna-, y cuando nació tu hermana, por supuesto; recuerdo que cuando eran muy pequeños y estaban durmiendo, me quedaba largo rato mirándolos muy de cerca, cuidando su respiración. Los miraba como si pudiera contar el aire que estaban respirando, como si de alguna forma pudiera asegurar que estriar bien durante el sueño y que nada podría hacerles daño.
Pero la vida no funciona de esa manera; incluso cuando yo sentía que moriría de dolor si les pasaba algo, estar tratando de controlar todo alrededor no iba a mejorar nada. Tuve que aprender que las cosas son así, y que lo importante es ser honesto con lo que uno siente, enfrentar la vida con valor; si sabes que hiciste tu mejor esfuerzo, entonces puedes estar tranquilo.

Escuchar a su madre era siempre refrescante y beneficioso; ella hablaba de todo con fuerza y determinación, pero especialmente cuando se trataba de las personas a quienes quería, sus palabras estaban impregnadas de amor y preocupación. Nada de lo que le decía a él o a Magdalena era fruto de palabras dichas al azar.

-Gracias, mamá.
-No tienes nada que agradecer -apuntó ella-, sólo quiero ayudar en lo que pueda; pero necesito saber que estás bien, que ahora mismo todo estará en orden si es así, y si no, también necesito saberlo.

Esa sería la parte dolorosa de esa conversación, porque no podría modificar, sino que tendría que mentir directamente; de cierto modo podía decir que todo en su vida estaba bien, excepto por el asunto relacionado con Martín, que estaba desestabilizando todo en su vida.

-Sí, mamá, estoy bien. Es sólo que, en ese momento, vi las cosas de un modo muy concreto, y de verdad es algo que me gustaría poder tener bajo control. Pero tienes razón, si pienso demasiado en eso no podré estar tranquilo. Gracias por escucharme.

Por supuesto, ella siempre tenía algo mas que agregar, una forma de estar presente, aunque sin entrometerse; sabía que los espacios de ambos estaban conectados, pero cada uno se metía por sus propios tiempos.

-Gracias a ti. Y ya sabes que aquí estoy para lo que necesites, solo tienes que decirlo; puedo decir que soy muy afortunada porque mi hijo quiere conversar de lo que le pasa, aunque sea un hombre adulto.

La ultima frase añadía un toque de picardía propio de ella, y que hacía referencia a la reticencia común de muchos hijos crecidos a compartir lo que les ocurría con sus padres.

-Me gustó mucho tu amigo Martín -añadió ella-, es un muchacho muy educado y tiene un gran sentido del humor, me gusta que ahora sea parte de tu circulo cercano.
-Sí, es un gran amigo -replicó él-, aunque me parece curioso que todo el mundo mencione que tengo un nuevo amigo, me hacen sentir como si fuese una especie de ermitaño que no conoce ni habla con nadie.

Era cierto que todos le habían hecho un comentario similar, pero en ese momento lo había dicho para salir un poco del tema anterior; al menos en apariencia había logrado convencer a su madre de que todo estaba en orden.

-No es por eso -aclaró ella_, es porque con él es diferente, hay algo que es distinto.
-¿A qué te refieres?
-Tal vez ustedes mismos no se han dado cuenta -explicó ella con intensidad; al parecer ya había analizado ese asunto con anterioridad-, pero yo lo vi claramente: entre ustedes dos hay un lazo especial, es algo que no se ve muy a menudo, de eso estoy segura

¿Un lazo? Su madre no era una persona supersticiosa, pero tenía una muy buena capacidad para conocer a las personas en general; así como sabia desde un tiempo atrás que algo no andaba bien con él, también podía identificar ciertos hechos que podrían pasar desapercibidos para otras personas.

-¿Un lazo especial?
-Sí, es como si ustedes se conocieran de toda la vida; no es por las cosas que dicen, es un tema de cómo se tratan. Como si estuvieran acostumbrados a hablar, con ese lenguaje que va más allá de las palabras; si supiera que no es así, podría pensar que son hermanos, que han estado siempre juntos.

A Rafael le resultaba curioso que las palabras de su madre coincidieran tanto con lo que él mismo había pensado en un principio, tras conocer a Martín; mucho antes de tener esos sueños, ya había pensado que nunca le había pasado algo como eso. A muy poco tiempo de conocerse, ya sentía a Martín como alguien en quien podía confiar a plenitud.

-Eso que dijiste suena muy parecido a cómo nos llevamos -observó el-; incluso en algún momento nosotros mismos hablamos de eso, nos llamaba la atención que existiera una confianza de ese tipo.
-Sobre todo porque tú eres reservado -comentó ella.
-Sí, eso es cierto.

La Forma en que Martín le había confiado el asunto tan delicado de la enfermedad de su hermano, cómo él se dejó apoyar por el cuando fue el asalto a Mariano, esas eran muestras de una amistad verdadera entre los dos; existía un tipo de conexión, que quinas tenía que ver con el pasado, pero que había sido construida en el presente, a base de confianza, respeto y solidaridad.
Era una verdadera amistad.

La conversación con su madre hizo un buen efecto en su ánimo; se dijo que un vínculo como el que existía entre él y Martín no podía ser falso, por lo que tenía que hacer lo posible por cuidar esa amistad, incluso si con eso debía continuar con su plan de sumergirse más y más en ese océano de recuerdos. Pero lo haría por un buen motivo, por el bien de alguien y luchando por no caer ante las sensaciones dolorosas que causaban en él aquellos recuerdos.

Más tarde le envió un mensaje a Martín para saludarlo.

«¿Cómo va el día?»
«Bien –respondió el trigueño -, es decir, yo bien, no todo.»

Aunque de forma corriente Rafael habría esperado a que Martín le contara, en ese momento decidió dejarse llevar por un presentimiento y optó por llamarlo.

-Hola ¿Qué sucedió?
-Hola –replicó Martín un poco divertido-, nada malo en realidad.
-Pero ocurre algo -insistió él.
-Sí, bueno, no es algo oficial ¿entiendes? Pero el correo de las brujas me hizo llegar una información sobre mi trabajo.

Generalmente, Rafael no prestaría demasiada atención a rumores en un ambiente de trabajo, pero se dijo que si Martín estaba haciéndolo era por alguna buena causa.

-¿Qué supiste?
-Que el sujeto al que estoy reemplazando va a volver; la verdad no me había ocupado de averiguar por qué no estaba, pero supe que se había tomado una licencia por enfermedad, y luego pretendía cambiar de rubro o algo por el estilo. Ahora dicen que no le fue bien en lo que tenía pensado hacer y que por eso va a regresar.

Entonces las proyecciones de quedarse a trabajar ahí se diluían; de tobos modos, de acuerdo con el comportamiento de Martín, Rafael no se sorprendió de escuchar que no estaba angustiado por esa situación.

-Martín, lo lamento.
-No, no lo lamentes, está bien -intervino el otro-; de todos modos, esto aún no está confirmado, y aunque sea así, no me causa ningún problema. De todos modos, voy a tratar de ir dentro de la próxima semana a ver lo de ese dato que me dio tu amigo.

La librería que estaba a poca distancia de su trabajo.

-Si quieres puedo preguntar el lunes, no me queda lejos del trabajo.
-No, cómo crees -replicó Martín con tono ligero-, no vas a estar gastando tu tiempo en eso; además todo está bajo control, todavía tengo tiempo suficiente. Y hablando de otra cosa, te cuento que estoy casi de salida; decidí aprovechar que aún tengo el auto conmigo y haré un viaje corto con Carlos.

El optimismo de su amigo era palpable, y Rafael decidió dejar ese asunto por su cuenta, aunque de todos modos se recordó estar alerta por si descubría alguna oferta de empleo de la que pudiera avisarle.

-¿En serio? Suena como un panorama bastante interesante.
-Sí, lo hablamos hace poco, era tener un tiempo a solas, como hermanos; llevaremos cosas para almorzar porque si no, mamá me asesina, y saldremos en un rato.
-Me alegra mucho que tengan ese panorama –comentó Rafael -, además está haciendo un día bonito y es una buena oportunidad.
-Es lo mismo que le dije a mi hermano -dijo el trigueño-, que era el día perfecto.

El día anterior durante la reunión olvidó preguntar al respecto, aunque se imaginaba lo que le iba a responder.

-A todo esto ¿Tu hermano no quiso venir ayer?
-Eso era lo que te iba a decir ayer –se escuchó cómo tronaba los dedos-, suerte que preguntaste. Sí, él te manda muchos saludos y gracias por la invitación, pero no se sentía cómodo con la idea de estar en un grupo tan grande.
-Lo supuse. Bueno, de todos modos, espero que no se lo haya tomado a mal.
-Para nada, dijo que era un gran gesto de tu parte, pero que pasaba.

Era algo que esperaba de parte del muchacho, pero no estaba de más asegurarse de no haber hecho algo mal.

-Entiendo. Dale mis saludos a tu hermano y a tus padres, y que lo pasen muy bien en ese paseo.
-Gracias.

Después de cortar, se quedó pensando en esa noticia del viaje; había pasado por alto peguntar cual era el destino, pero sea cual sea, no pensaría en ese desplazamiento como una posibilidad negativa. Todo tenía que estar bien.

2


Hacía un día luminoso y cálido cuando el automóvil conducido por Martín se estacionó en una zona apropiada para ello.

-Creo que este es un buen lugar.

No se lo había dicho a Rafael, pero lo de adelantar el viaje en el auto era precisamente porque tenía el presentimiento de no seguir en ese trabajo; era algo que no le molestaba, pero ya que había contado con la buena voluntad de su jefe en dejarle usar el vehículo, le pareció mejor hacer esa salida de una vez, ya que era más cómodo desplazarse de esa manera. Carlos no tenía problemas para desplazarse, pero en caso de sufrir un episodio de dolor, podrían parar a un costado del camino hasta que este parara, y además de no importunar a los demás, podrían resguardar la privacidad de un momento como ese.

-¿Cómo te sientes?

Carlos le dedicó una mirada un poco divertida; Martín se había puesto la remera con el dibujo del ornitorrinco que su hermano le regaló poco tiempo atrás, pero solo había revelado eso al momento de llegar y quitarse la camisa que llevaba encima.

-Bien –replicó el muchacho-, oye, pero no era necesario que te pusieras esa remera.

Martín puso los brazos en jarras y lo miró con una falsa expresión de molestia.

-Oye, puedo hacer lo que yo quiera ¿De acuerdo? Tú no me des órdenes, jovencito.

Los dos rieron ante la broma; en el lugar en el que estaban era luminoso y tranquilo, y se podía ver un molino de viento en el horizonte.

-¿Por qué será que te gustan tanto?
-No lo sé –respondió Martín-; a veces me digo que es como si eso viniera de otro tiempo. Tal vez en una vida anterior fui trabajador de un molino o algo parecido ¿No lo crees?


Próximo capítulo: Quiebre

Las divas no van al infierno Capítulo 18: Freak


Conoce este capítulo al ritmo de: https://youtu.be/jq30l5-vBbo

La eliminación del viernes y todo el asunto entre Charlene y Lisandra no había ayudado con el ánimo de Valeria después de todo lo que había pasado.
Apenas había pasado un día y ya se estaba arrepintiendo de haber aceptado hacer un trato con Sandra, la productora del programa; llegó al departamento y se quitó los zapatos, y se tendió de espalda en el sofá, intentando convencerse de que había tomado la decisión correcta.
Había salido indemne de una nueva semana de eliminación, y sin embargo se sentía mal, cansada y sin ganas de hacer cosa alguna; desde luego que debería alegrarse por no haber sido denunciada, y poder mantener su falsa identidad, pero en el fondo sentía que, a partir de ese momento, lo que había trabajado para estar allí ya no le pertenecía. ¿Qué otra cosa podía hacer? Sandra ya tenía todas las pruebas, por lo que, aunque ella lo hubiera negado, no habría logrado nada más que precipitar las cosas; probablemente habría hecho que la sacaran del programa, y demandado o algo parecido ¡No habría tenido escapatoria! El resto fue un montaje para conseguir una declaración suya con la que fuera posible chantajearla, pero en el fondo no habría cambiado mucho; fue elegir ser una espía dentro del programa o enfrentar un proceso judicial sin recursos para un abogado, y se quedó con lo primero.
También tenía que ser honesta consigo misma y admitir que había una cuota de ambición en aceptar ese trato, porque permitía que su sueño se mantuviera aún como algo posible; si seguía en televisión, tendría más dinero y distintas cosas, y si era lista, en algún momento podría firmar algún contrato que le permitiera alejarse de todo eso. Sandra estaba utilizándola para averiguar algo en el programa, pero una vez que terminara, las cosas podrían cambiar mucho.
Era tarde poro no tenía sueño, y vio la hora en el móvil; sentía ganas de hablar con Jorge, pero se le antojó imposible decirle lo que estaba sucediendo y la decisión que había tomado. Él se lo recriminaría, le diría que había tomado la peor decisión y que por supuesto debería haber enfrentado las consecuencias con dignidad en vez de meterse en otro embrollo, y ella lo que menos necesitaba en ese momento era que alguien, incluso él, la estuviera criticando; estaba en una situación imposible y tomó la decisión que le pareció menos mala de las únicas dos posibles, y eso era todo por el momento.
De pronto llegó un mensaje de Harris, el bailarín del programa; durante las pasadas emisiones no habían hablado, pero para ella era evidente que de parte de él existía un coqueteo disimulado, una forma de buscar su mirada y dedicarle una sonrisa.

—¿Aún despierta?

Leyó el mensaje en la vista previa pero no entró al chat ¿En qué estaba pensando?

—Hoy te veías preciosa, pero parecías cansada ¿Todo está bien?

No pudo evitar sentir una oleada de ternura por el mensaje; eso era lo que necesitaba, alguien que se preocupara por ella, no un juez que cuestionara sus actitudes.

—Estoy bien, gracias por preguntar.

Inmediatamente vio que el estaba escribiendo; le envió un emoticón de sonrisa para empezar.

—Me alegra saber que estás bien.

Le envió una foto, que era una selfie en donde estaba en la cama, con sombra de ojos embarrada en un lado de la cara.

—Olvidé quitar el maquillaje cuando me vine a casa. Ahora soy un mapache.

Valeria no pudo evitar sonreír. Recordó que ese día él y otros bailarines llevaban un sobrecargado maquillaje para la última presentación.

—Se ve bien —escribió en respuesta.
—No bromees —replicó él, agregando un emoticón de risa.

Ella iba a escribir algo, pero él hizo una video llamada; sin pensarlo, se arregló un poco cabello y se sentó para estar en una posición más digna. Luego aceptó la llamada y lo vio a él, que estaba de espalda y aparentemente sostenía el móvil en alto; estaba sobre la cama y sin remera, y a pesar de ya haberlo visto en bañador en persona, al tener esa perspectiva de él en aquel ambiente se le hizo algo muy privado, como una muestra de confianza, y eso la hizo sentir bien.

—Hola —dijo sonriendo e indicando el ojo sombreado— ¿ves? Soy mitad mapache.

Valeria no pudo reprimir una risa ante el comentario; Harris lucía tan natural y transparente que le resultaba adorable.

—¿Y te vas a dormir así? —Sonrió ante la cámara—, mancharás la almohada.
—No tengo desmaquillante ni nada de eso —repuso él, con sencillez—, no importa, lo quitaré con lavalozas mañana; ahora prefiero descansar.

Aunque la expresión en su rostro no decía descanso; sin embargo, ella optó por hacer como que no se daba cuenta de eso.

—¿Muy cansado?
—No tanto —susurró, luego hizo una mueca divertida y rectificó—, un poco, supongo; pero me gusta mucho bailar, me siento vivo en el escenario.

Eso era algo que ella podía entender muy bien; incluso después del terrible momento en que Sandra había descubierto todo, seguía sintiendo la misma emoción y pasión ante la idea de estar en el escenario, presentándose y causando todo tipo de impresiones en el público. Era como una droga a la que no quería negarse.

—Y lo haces muy bien.
—Podríamos bailar juntos un día —la sonrisa de él se hizo más amplia—, no en el programa, me refiero a algo distinto.

Mientras hablaba, había alejado un poco la cámara, mostrando de forma involuntaria más de su tonificado torso: lucía tan guapo, tan desinteresado y confidente que resultaba muy difícil ignorar su atractivo.

—No tengo mucho tiempo —Se estaba excusando con debilidad y lo sabía—, el programa y las clases exigen mucho.
—Siempre podemos encontrar el momento —replicó él, casi en un susurro—, si tú quieres, yo estaré disponible.

No habló durante un momento, y ella no supo si agradecerlo o no, porque por un lado la eximía de tener que dar una respuesta concreta, y por otro daba más tiempo para que él la mirara de ese modo tan intenso.

—Te dejo tranquila —dijo el al cabo de un momento—, que duermas muy bien.
—Tú también —replicó ella—, que descanses.

Mientras ella finalizaba la videollamada, Harris dejó el móvil a un costado de la cama y se sentó.

—¿Cómo lo hice?

En la habitación también estaban Sam y Nick; este último tenía el móvil en la mano, apuntando con la cámara hacia él.

—Me emocioné —dijo ahogando una risa—, de verdad parecía que estabas hablando en serio con Valentina.
—Eso quiere decir que lo estoy haciendo muy bien —comentó, también riendo—, si me cree, será más fácil que suelte cualquier información que le sirva a Sandra.

Se acercó al velador y extrajo un poco de loción y un pañuelo desechable para quitarse el maquillaje del ojo; Sam le dedicó una mirada curiosa con sus oscuros ojos almendrados.

—Te gusta.
—No digas tonterías.
—Pero te acostarías con ella —apuntó el otro, divertido.

Harris se puso de pie y tomó la sudadera que se había quitado para hacer esa puesta en escena.

—Claro que me acostaría con ella; igual que tú con Lisandra o Nick con Nubia. Oh, lo siento, ella ya no está con nosotros.

Nick se encogió de hombros ante el comentario.

—Si no es ella, será otra, eso no es importante. Quedan varias en el programa, y tú no te rías tanto, a Lisandra la tienen en la cuerda floja.

Harris salió del cuarto y le indicó a los demás que lo siguieran; en seguida sacó cervezas para los tres y se sentó ante el mesón largo del bar acondicionado en la sala.

—¿No te estresa un poco?
—¿Con su actitud? —Sam se sonrió—, un poco, le falta relajarse.
—Y tú estás esperando con los brazos abiertos —apuntó Nick.
—Tengo todas las partes de mi cuerpo listas —dijo flexionando los brazos—, sólo es cosa de tiempo.
—A todo esto —Sam bebió un trago largo antes de continuar—, estaba pensando que, si al programa le sigue yendo bien, esto podría ser un buen negocio a futuro.

Harris se cruzó de brazos y le dedicó una mirada entre divertida y curiosa.

—¿Te refieres a hacerse el novio de una de ellas de verdad para cuando sean famosas y ganen dinero?
—¿Por qué no? —Preguntó con total sinceridad—, la diversión está garantizada. Y nadie de la producción tiene que saberlo.

2


—Fernando, no me éstas prestando atención.

El aludido estaba sentado ante el escritorio, luchando por terminar un informe en el laptop antes que el sueño lo venciera; Márgara pausó la transmisión en la pantalla y se puso de pie, contrariada.

—Te estoy hablando.
—Sí, cariño —replicó él sin quitar la vista de la pantalla, continuando con su labor—, si me dieras solo un minuto.

Ella se paró junto a él con los brazos cruzados; la respuesta no le era suficiente en absoluto.

—Tal vez no escuchaste nada de lo que dije.
—Te he estado escuchando —El hombre pronunció estas palabras con total calma—, me estabas hablando de ese inconveniente cuando Valentina te comentó que en un programa habían transmitido un par de mensajes de algunos usuarios que no te evaluaban bien.
—¡No fue un inconveniente! —La chica exclamó estas palabras con molestia—. Incluso si ella no lo hubiera hecho con una mala intención, de todos modos, me perjudica, eso salió al aire en el programa, y está teniendo mucha pantalla, es un segmento que va en ascenso ¿Te das cuenta?

Esperó en silencio, expectante; Fernando guardó el avance en el documento y la miró, con cariño.

—¿Qué ocurre?
—¿Cómo que qué ocurre? —chilló ella, enfadada—. Te dije que no me estabas escuchando.

Fernando estaba cansado; en su trabajo en la tienda había sido realizado un cambio de sistema y tenía que ingresar muchos cambios.

—Cariño, no estoy preguntando eso; lo que sucedió es algo que puede pasar en el mundo de la televisión, siempre habrá alguien que no le agrade tu trabajo, y está bien.
—No, no está bien —Márgara hizo un gesto de molestia con las manos, impotente ante lo que estaba sucediendo—, tú no lo estás entendiendo, no le estás tomando el peso que corresponde.
—Le estoy dando la importancia que merece —él se acercó y tomó con suavidad sus manos—. ¿Por qué te angustia tanto que una o dos personas tengan esa opinión?

Márgara se soltó de él y se alejó algunos pasos, haciendo gestos de protesta por lo que él había dicho.

—No son una o dos personas ¿Por qué no lo entiendes? ¿No te importa lo que hago, me estás subestimando?

Fernando se llevó las manos a la cara y se restregó los ojos, agotado.

—Amor, estás demasiado alterada.
—Oh, entonces esto es un problema mío —chilló ella—, supongo que lo estoy imaginando.
—¡No fue eso lo que dije! —estalló él. Al momento resopló e intentó calmarse—. No fue eso lo que dije; amor, sé que estás sometida a un estrés por el programa., lo entiendo, pero tienes que ver que estás muy alterada por algo que no es tan importante. Es un dato, es un par de personas y eso es todo, mira las estadísticas del programa ¿No las ves todo el tiempo?

Ella lo miró con expresión desconcertada.

—No estoy obsesionada con eso ¿Por qué lo estás mencionando?

Él estuvo a punto de decirle que tampoco había dicho que estuviera obsesionada, pero optó por saltar esa parte.

—Porque tú sabes que tus estadísticas van bien; cariño, tienes buenas votaciones, y lo sabes, pero nadie puede tener el favor de todo el mundo, siempre habrá alguien que no esté de acuerdo. Tienes que estar tranquila y seguir con lo que sabes hacer, y el tiempo demostrará lo que vales.

Ella se quedó un momento muy largo mirándolo en silencio, con una expresión que rayaba en una mueca infantil de rabia; después de eso habló en voz más baja, y aparentemente más calmada.

—Pues espero que sea así. Tengo que aplicarme la crema de tratamiento en el cabello ¿Hasta qué hora vas a seguir con eso?
—Voy a terminar tan pronto como pueda —explicó el con voz dulce—, ¿Todo está bien?
—Sí.

Ella fue al baño, y el hombre se sentó frente al escritorio, abatido; después de un instante tomó el móvil y entró al chat de la madre de Márgara.

«¿Podemos hablar?»

Se sorprendió de ver que ella contestaba de inmediato; su respuesta fue breve, pero muy contundente.

«Por supuesto que podemos. ¿Problemas en el paraíso?»

3


Charlene y Harry estaban muy concentrados en reparar los adornos de pedrería de un vestido verde esmeralda; en ese momento ella estaba ocupado toda la mesa, en donde tenía el vestido, y él estaba a un costado con un costurero, hilvanando hilo plástico transparente para coser las piedras.

—¿Es necesario terminar esto ahora? —rezongó él—, ya te salvaste hoy y el siguiente programa es hasta el martes.
—Sí, es necesario —replicó ella, Sin despegar la vista delo que estaba haciendo—, porque mañana yo tengo que ir a clases, tú tienes que conseguir más votos por si acaso, y el domingo ya no podremos porque tendré que estar haciendo el espectáculo en ese hogar de niñas.

Harry sonrió; desde que Charlene entró en el programa, él creó algunas cuentas en redes sociales y las cargó con toneladas de tonterías para hacerlas pasar por cuentas reales, y desde el minuto uno del programa las mantuvo activas, pero sin seguir o hacerle barra a ella. La idea era poder usar esas cuentas en el momento más adecuado.

—Salvamos por los pelos cuando Lisandra te encaró en el programa —comentó mientras enhebraba una aguja—, por suerte no dijiste nada concreto frente a las cámaras y eso me dio tiempo.
—Es que estoy preparada para todo —apuntó ella con tono profesional—; tengo que reconocer que me tomó por sorpresa.

Harry le alcanzó una red de cuatro piedras y siguió con otro juego.

—La próxima vez que se te ocurra un vestido, que no sea algo que se desarme solo; ah, y escucha bien esto, la próxima vez escoge bien la canción, porque incluso con tu teatro de princesa lastimada tus votaciones bajaron.

Charlene revoleó los ojos.

—Cómo me iba a imaginar que en todo el mundo una canción como esa era de un tema así? —Se encogió de hombros—. Y no te pongas como ella, tú eres mi aliado.
—No te estoy criticando moralmente, ni más faltaba —meneó la cabeza, divertido—, no nos probemos el zapato de taco entre modelos; solo digo que podrías haber usado el buscador de internet, viene incluido en el precio.
—Sí, bueno, como sea —repuso la rubia—, ahora lo importante es brillar en ese hogar para que esas chiquillas me ayuden a ser lo que quiero ser.
—La Barbie solidaria.

Ella ignoró el comentario; en el caso del vestido no podía culparlo de la falla del traje, porque fue ella quien no pudo notar que todo el conjunto de pedrería estaba conectado, por lo que el accidente que cortó una de ellas cuanto había basado del escenario terminó por desarmar casi todo lo demás. En apariencia nadie había notado esa falla y pretendía mantenerse de la misma forma.

—Estoy segura de que lo del hogar va a ser solo primer paso; ahora comienza la subida al estrellato.

Habían acordado una serie de claves para coordinarse; de momento, él seguía siendo invisible, de modo que era muy importante que ella pudiera contar con su ayuda, como en el momento de conflicto con Lisandra; acorralada y con pocas opciones, el gesto de tocase la oreja de una forma específica de decirle que tenía que darle sentido a sus palabras, aunque no estaba diciendo algo concreto. A Harry lo único que se le ocurrió fue usar la cuenta de una anciana y publicar un escueto "Gracias señorita Charlene" con el hashtag mal escrito; hasta ese momento, no tenía visualizaciones, y era lo mejor que podía pasar, ya que durante el sábado tendría que conseguir que esa información tuviera una conexión directa con la directora del hogar de niñas a quien Charlene iba a visitar.

—Gracias a mi brillante plan —El hombre ahogó una risa—, soy brillante ¿Quién diría que lograría que tú te convirtieras en hada madrina de ese hogar?
—Sólo espero que el esfuerzo valga la pena y esa anciana se trague el cuento —repuso ella—, porque no va a ser fácil estar compartiendo con esas chiquillas como si fuera una fiesta.
—Qué miedo, son pobres, te podrían recordar tu pasado.
—Cállate.
—Y a todo esto —Harry entornó los ojos—, hay algo que me parece muy raro, y es que no hayas llegado echando fuego por los ojos por tu pelea con Lisandra.

En realidad, se había sentido bastante molesta con eso, pero no tanto como para iniciar una pelea; además, por mucho que quisiera, no podía iniciar un pleito como si estuviera en una novela venezolana.

—Mira, para empezar, eso tonta de Lisandra es una escandalosa; se estaba tomando las cosas como si fuera la cura para el cáncer o algo parecido; esa actitud la puso mal con todas, quiero ver cuando lleguemos a clases mañana y trate de hacerse la inocente mientras todas la miren mal. Y estoy segura de que ella se va la otra semana ¡La tercera es la vencida!
—Ah, entonces lo que quieres es ver cómo la humillan las demás.
—Claro, así yo no me quemo —comentó ella con alegría—. Incluso había pensado hacer algo mucho mejor y seguir el camino de la paz ¿Entiendes? No quiero hacerme su amiga, pero tal vez podría ponerme en plan heroína y meterme en medio con algo como “Esperen, no le hablen así, ella solo cometió un error”

Harry la miró con desconfianza.

—¿Estás pensando hacerlo o ya lo decidiste?

Charlene levantó la vista de lo que estaba haciendo y lo miró sin hablar durante un momento; después entornó los ojos y soltó una carcajada.

—No, realmente ya está decidido; esa mosca muerta se llevará mi saludo justo antes de irse, será como su forma de pagar lo que me hizo —y agregó con tono dramático—. Su humillación será mi mayor triunfo.

4



Lisandra llegó tarde a su casa y sin ganas de hacer cosa alguna; todo había terminado mal en esa jornada, y a pesar de no haber sido eliminada, se sentía casi peor que si eso hubiera sucedido. De camino vio algunos comentarios en redes sociales, y por increíble que le pareciera, a la gente le llamaba más la atención su actitud que el bochornoso espectáculo de Charlene; no quería saber más por el momento, solo quería dormir y poder prepararse para el sábado, que de seguro sería una jornada terrible, con todas las demás tratándola como si ella fuera la incitadora al odio, y de seguro con esa rubia aparentando que era una inocente víctima.
Pero al entrar se encontró con sus pobres mirándola con algo de severidad.

—Lisandra, cariño, queremos hablar contigo.

¿Iban a regañarla? Se sintió demasiado pasada de época para algo así.

—Mamá, estoy muy cansada, podemos hablar en otro momento.

Dio un paso en dirección a la escalera que conducía a su cuarto, tirando de la maleta, pero la voz de su padre la detuvo.

—Lisandra, por favor.

Se detuvo y miró a ambos; no, no necesitaba a sus padres sentados en la sala de su casa, pasada la medianoche, actuando como si ella fuese una niña malcriada.

—Papá, estoy cansada.
—Yo estoy preocupado —repuso él, con voz neutra—; hija, lo que pasó con esa niña no estuvo bien.
—Papá, ella hizo algo espantoso.
—Eso no justifica que hayas actuado de esa forma, fuiste injusta con ella.

Escuchar eso fue la gota que derramó el vaso; por un momento, Lisandra casi pensó en dejar todo por la paz, pero lo desechó al instante; no necesitaba escuchar otra vez que alguien la criticaba.

—¿Injusta? Papá, tú ni siquiera la conoces.
—No hablo de ella —intervino él—, estoy preocupado por ti.
—En ese caso deberías apoyarme —exclamó ella, perpleja—, no criticarme.
—Hija —su madre habló con tono calmo, aunque estaba un tanto nerviosa—, tu padre está hablando de tu comportamiento; no es correcto que agredas a una persona y que le grites, eso es mala educación.

Lisandra soltó el bolso que llevaba al hombro y se cruzó de brazos, con un mal gesto en la cara.

—Mala educación es que ella haya hecho ese espectáculo ¿Sabes qué fue lo que hizo con la canción que estaba interpretando?
—Sí, lo sabemos, la buscamos en internet cuando vimos lo que pasó.

La calma respuesta la descolocó; sin embargo, tras un segundo había vuelto a su punto.

—¿Y se supone que eso no me importe, que deje pasar su falta de respeto por un tema como ese?
—Se supone que actúes mejor que ella, si piensas que hizo algo mal.
—¿Si pienso que hizo algo mal? —parafraseó, estupefacta—. Mamá, esto no es un asunto de puntos de vista ¿Saben algo? No estoy de humor para esto, ya tuve suficiente con lo que pasó en el programa. Me voy a dormir.

Volteó hacia la escalera, pero su padre se puso de pie; vio en él un enojo que no había visto antes, y se sintió profundamente dolida de ver que esa expresión iba dirigida a ella. Después de todo lo que había pasado, sintió que era injusto y desmedido.

—Lisandra, no hemos terminado de hablar.
—Yo sí terminé —sintió su voz algo débil, pero no quiso darse por vencida—, de verdad, esperaba que me apoyaran, que estuvieran de mi lado, no que hicieran como si yo fuera una adolescente.

Les dio la espalda y tomó el bolso y la manija de la maleta, pero otra vez la voz de su padre la detuvo.

—Lisandra; no vas a ir a tu cuarto hasta que terminemos esta conversación.

La chica se dio vuelta hacia él y lo miró, estupefacta. Nunca lo había visto así.

—¿Me estás amenazando?
—No —respondió su padre, su voz era grave y se escuchaba tensa al pronunciar las palabras—, lo que quiero es que nos entendamos, que comprendas que lo que hiciste no está bien.
—No me voy a disculpar —sentenció, en voz baja—, en serio, no sigas con eso.
—Entonces no dormirás en esta casa.

La madre de Lisandra dio un respingo y se puso de pie, tratando le intervenir en una escena que se había ido de las manos.

—¿Qué? Cariño, espera, están exagerando; esto se puede solucionar conversando.
—No, mamá —la interrumpió la joven, decidida—, está bien, es cierto. Supongo que nada ha cambiado, son tus reglas; pero no me voy a disculpar.
—Pero qué piensas hacer —exclamó su progenitora, alarmada.
—Me quedaré donde una amiga.

Ignoró la expresión de dolor de su madre y la de decepción de su padre, y salió con toda la decisión que pudo; una vez fuera, marcó el número de Sam y esperó, aunque sin saber con exactitud qué esperaba.

—Hola — saludó él.

La voz animada del bailarín la hizo sentir mejor; se dio cuenta que, a pesar de lo que creía, no sentía ganas de llorar después de esa discusión con sus padres. En vez de eso, sólo quería a alguien que la apoyara sin restricciones.

—¿Estás ocupado ahora?

Minutos después se reunieron en un bar donde sonaba una agradable melodía; él iba vestido de cuero negro, con los ojos reflejando las luces del lugar como si fuera el sol en la mañana. Mirándolo mientras él se acercaba a la barra, ella se dijo que él se veía como un motoquero, frío como el hielo, pero que en las ocasiones que habían hablado, casi a escondidas, era distinto y tierno. Había sido diferente cuando la instó a sobreponerse a un percance, pero ella veía en él ahora al chico de fuego y calma que necesitaba ver.

—No me quisiste decir por teléfono que fue lo que pasó —dijo a modo de saludo—, pensé que estabas enojada.

Ella se encogió de hombros.

—Para nada, no estoy enojada contigo; es sólo que, bueno, sé que sonará tonto, pero no quiero llegar a mi casa hoy, mis papás no me están apoyando en esto, se volvieron en mi contra por lo que pasó con Charlene.

Había un halo de fuego en torno a él; parecía que estaba ahí en cuerpo y alma, y sentir que estaba así por ella hizo que su mente se alzara más y más.

—No me suena tonto —replicó él—. ¿Quieres contarme cómo te sientes?

Eso era lo que necesitaba; alguien que se preocupara por ella, que intentara ponerse en su lugar y no tratara de contradecirla. Le contó lo que sintió en el área de trabajo cuando Charlene hizo la presentación, y aunque varios hechos de seguro podrían haber sido vistos por él, Sam en ningún momento actuó como si estuviera cansado o aburrido de escucharla.
Cuando terminó, notó que él se había acercado más y la miraba muy fijo, mientras mantenía tomadas sus manos entre las suyas.
Estaba sonando una canción lenta de rock; la mirada de él era una invitación a bailar suave a ese ritmo, a disfrutar en cámara lenta mientras disfrutaban al máximo ese momento. Si tuviera que capturar un instante eterno, sería ese, y lo estiraría por la eternidad.


Próximo capítulo: Un año sin lluvia