Narices frías Capítulo 01: Regalo para la pequeña Sofía



Victoria de Borou. Año 2019. Sábado 17 de agosto

—Mami, ¿Puede ser un gatito?
—Puede ser lo que tú quieras, cariño.

Esa mañana no había clases, pero Sofía se despertó temprano, incluso más que los días de semana, en que había escuela; poco antes de las siete, su despertador con forma de cerdito emitió la melodía que nunca en la semana lograba su objetivo, y dejó oir esa música alegre y un poco chillona de una de las canciones de “Trágame, mundo” un programa infantil que era su adoración todas las tardes, después de la escuela.
Lo que iba a pasar ese día, era un evento largamente esperado por ella, y para el cual sus padres ya estaban preparados; después de haber cumplido nueve años, y además teniendo calificaciones sobresalientes, todas las condiciones estuvieron presentes para que pudiera cumplir ese sueño. Esa mañana se levantó, fue al baño, se arregló, y escogió un atuendo compuesto por pantalones cargo y una blusa blanca, que era su preferida; era muy importante estar presentable para un evento importante, eso lo sabía porque cuando papá tenía una reunión importante en la oficina, mamá sacaba del  placard un traje distinto a los que usaba todos los días en la oficina, uno de tela más costosa y con las costuras muy bien planchadas, para que pareciera siempre nuevo. Para el momento en que los padres bajaron desde el dormitorio, la pequeña ya  estaba sentada a la mesa, dispuesta a desayunar con la mejor disposición del mundo, reflejada en una gran sonrisa.
Jugo de naranja con sólo dos gotas de endulzante natural, tostadas de pan blanco, brillante bajo la luz del comedor, y un damasco en miniatura como fin de desayuno.

—Mamá ¿Cómo sabré que es la indicada?
—No te preocupes, cariño —Respondió la mujer.
—Sí, pero —replicó la niña con un dejo de ansiedad— ¿Qué pasa si me equivoco?
—Todo va a estar bien, cariño. Cuando lleguemos a  ese lugar, y los veas, lo sentirás dentro de tu corazón.

Sofía no estaba muy segura de que eso fuera a pasar, pero mamá siempre tenía razón, así que eso la tranquilizó. Durante el viaje en automóvil, a lo largo de un rato, ambos comenzaron a hablar de cosas de adulto, por lo que Sofía se quedó mirando por la ventana, cómo pasaban en sentido contrario los otros autos y los edificios. En un momento, mamá le habló desde el asiento delantero.

—Estamos llegando ¿puedes verlo?

La niña quitó la vista de la ventana, y miró hacia adelante, donde el estacionamiento se extendía aún desierto a esa hora de la mañana, excepto por un par de carros de asistentes seguramente tan ansiosos como ella; de acuerdo a la costumbre, se estacionaron, y Sofía miró el número del espacio escogido en el aparcadero mientras papá ponía el seguro con el mando a distancia.

— ¿Listo? —Preguntó él, mientras abría los brazos, enseñando el lugar.
—Sí papá, es el 38, estamos estacionados en el 38.
—Excelente, no lo olvides —comentó el padre—, recuerda que tú eres la encargada de los números.
—No lo haré.

Caminaron por el estacionamiento, mientras frente a ellos, se veía la edificación a la que se dirigían, una construcción de dos pisos, con el letrero color celeste cielo, con las letras blancas justo en el centro "Narices Frías" y una tenue luz dando realce al nombre del lugar.

—Ahora cariño, sé que estás muy emocionada —Le dijo papá mientras caminaban—, pero no olvides que es importante mantener un tono de voz bajo y no hacer ruido, porque algunos pueden estar durmiendo.
—Sí, papá. 

El lugar era muy acogedor ; paredes blancas como la nieve, luces preparadas para dar calidez al lugar sin resultar molestas, y mucho espacio disponible. Tan pronto cruzaron el umbral de la puerta, una chica se acercó a ellos con una actitud muy gentil y la sonrisa brotando de forma espontánea.

—Muy buenos días.
—Buenos días.
—Hola —Saludó la niña.
—Hola —replicó la chica, sonriendole—, yo soy Mariana ¿Cuál es tu nombre?

La pequeña miró de reojo a su madre, quien hizo un asentimiento muy leve, como confirmación de que la muchacha era alguien en quien podía confiar.

—Me llamo Sofía.
—Sofía, es un gusto conocerte. Déjame adivinar ¿Vienes a adoptar?
—¡Sí!
—Eso es maravilloso —La chica le indicó una puerta de color anaranjado, mientras le guiñaba un ojo—, si quieres, puedes ir ahora mismo; Marcos te va a acompañar y te mostrará el lugar ¿Te parece?

La niña se quedó un momento inmóvil, y luego miró alternadamente a sus padres y a la puerta; su padre le sonrió dándole ánimos.

—Hazlo, lo vas a disfrutar.
—¿No vienen conmigo?
—Te vamos a esperar al final del recorrido —Explicó oportunamente su madre—, mientras tanto, tenemos que firmar algunos documentos ¿de acuerdo?
—Está bien.

Mientras Sofía desaparecía tras la puerta, la joven los acompañó hacia un mesón.

—Se veía muy ansiosa.
—Ha estado esperando este momento todo el año —Explicó su madre—; el año pasado le dijimos que si subía las calificaciones a partir de este semestre, podría tener una mascota.
—Al parecer la idea funcionó.
—Perfectamente —exclamó el padre—. No sé cómo no se nos ocurrió antes.
— ¿Cuántos años tiene? —Preguntó la dependienta.
—Nueve; en realidad siempre ha tenido buenas calificaciones en la escuela, pero el año pasado los bajó un poco. Pero es muy responsable, sabe comprometerse en algo cuando se lo pides.

La chica pasó detrás del mesón y les entregó una forma y un bolígrafo.

—Estoy segura de que ese buen comportamiento va a mejorar aun más ¿Vieron el reporte que fue lanzado al respecto?
—No aún ¿Lo tienes?
—Por supuesto.

Usó el mando a distancia para cambiar el clip ambiental por un video en lista; un instante después apareció en la pantalla empotrada en la pared la conocida figura de Elías Restrepo, portavoz de la organización Tiempo Futuro. El hombre lucía un impecable traje de color gris perlado, y el cabello blanco que enmarcaba su gentil rostro estaba peinado hacia atrás con pulcritud.

—Como saben —Explicó con voz reposada—, nuestra organización siempre está realizando estudios en la población, para comprobar la efectividad de nuestros métodos y obtener datos que nos ayuden a mejorar los procedimientos.
En esta ocasión quiero hablarles de un estudio realizado en dos mil voluntarios, que tienen una mascota y uno o dos hijos en casa. Como pueden ver en el gráfico a mi costado, la tenencia de una mascota en casa ayuda a aumentar los niveles de bienestar general en la familia, y en particular en los niños y adolescentes, promueven la estabilidad emocional, el control de las responsabilidades y la mejora en la sociabilidad, lo que definitivamente impulsó su rendimiento cotidiano.
Si usted aún no ha tomado la decisión de adoptar una mascota, le recuerdo que nuestros números de atención están disponibles las veinticuatro horas del día, todos los días, y nuestros agentes capacitados están listos para resolver cualquier duda. Asimismo, nuestros centros de adopción están disponibles para su visita, entre las nueve de la mañana y las ocho de la noche, y en cada uno de ellos tenemos personal destinado a acompañarlos en este proceso tan importante de adoptar una mascota.

El video terminaba con una imagen de Bobby, un hermoso pastor alemán de color negro, que se preparaba para cabecear una pelota que le había sido lanzada; en el distrito, Bobby era una auténtica celebridad, algo que tenía ganado por que era, en toda regla, el primer hijo adoptivo de Narices frías, y la muestra viviente de un sistema cuyos engranajes lo hacían funcionar a la perfección.

—Es precioso —comentó la chica, en relación al perro—, y es tan encantador, es una real ternura. Disculpen, por favor completen los datos en esta forma; además, les pido un método de pago por concepto de gastos asociados.
—De acuerdo, lo cargaremos a la cuenta de la familia.

Mientras él realizaba los cargos, ella reflexionaba acerca del paseo que estaba dando su hija en ese momento.

—Me pregunto qué mascota será la que elija.
—Siempre es una sorpresa —Observó la joven—, pero una positiva ; hay tantas opciones como personas.
— ¿Y alguna vez pasa que alguien no encuentre a la mascota que está buscando?
—Sí —replicó mientras archivaba la forma, ya completa—, aunque es un caso muy especial, sucede muy pocas veces. En ese caso, nos hacemos cargo de transportar a la persona a otro de nuestros centros, si es que lo desea en el momento, y se resuelve de inmediato. Todos tienen una mascota para ellos, todos la encuentran.

Mientras los padres hablaban, Sofía empujó la puerta y entró en el lugar indicado; del otro lado del salón de entada, las paredes eran de un color que se le hizo similar a un damasco, aunque no era igual. Mami tenía un vestido de ese color, y lo usaba a veces cuando tenía una cita con papá, y se veía muy bonita cuando lo usaba.

—Hola —Saludó un hombre joven.
—Hola —Respondió ella.
—Mi nombre es Marcos. Eres Sofía ¿verdad?
—Sí.
—Es un gusto conocerte —El hombre sonrió con gentileza— ¿Quieres comenzar ahora el camino?
—Sí.

Caminaron hasta otra puerta, que los condujo a un largo pasillo zigzagueante; de techo alto, el túnel tenía puertas de vidrio a ambos costados, las que permitían ver el interior de habitaciones, todas ellas adaptadas para dar las condiciones de descanso y cuidado necesario para cada uno de los habitantes.
Había hermosas reposaderas, túneles, cuerdas, juegos en altura, trapecios, barras y mucho más, cada cosa dispuesta para que quien estuviera ahí, disfrutara de la mejor vida.

—Voy a caminar junto contigo —Explicó el hombre—, pero puedes tomar todo el tiempo que necesites.
— ¿Pueden verme?
—Claro que sí —Respondió, con alegría—, pero ahora mismo algunos están dormidos todavía. —Mira ese gato —Señaló la niña a la izquierda—, está jugando con la cuerda.

Sofía se distrajo un momento en ver al felino, pero luego siguió avanzando, mirando una a una las puertas en donde los distintos animales jugaban o descansaban. De pronto lo vio, y recordó que mami le había dicho que cuando viera al indicado, lo sabría.

—Ese es.

Se acercó a una puerta, en donde un pastor alemán la miraba con mucha atención; sin decir palabra, el hombre activó un mando a distancia y abrió la puerta, que se deslizó dentro de la pared sin hacer ruido. El can, joven y vigoroso, se sentó frente a ella, mirándola con una atención que parecía una instantánea recíproca para la actitud de la niña.

—Parece que te gustó.

La pequeña no contestó; se sentó en el suelo frente a él, y sin moverse, se quedó mirando en sus ojos.
Se quedó perdida en su mirada, eternamente.


Próximo capítulo: Un juego con la pelota



No hay comentarios:

Publicar un comentario