La traición de Adán Capítulo 03: Decisiones




Eran más de las siete y media de la tarde de un día que Adán no se esperaba siguiera ese curso, y con la decisión de reunirse con Sofía pendiente, tenía tiempo de hacer algunas cosas más, la primera de ellas, con el tono de urgencia necesario para no despertar sospechas: llamó al abogado de Carmen.

Ramón Izurieta era el tipo de hombre que ya había hecho todo lo que le interesaba en la vida, y debido a eso puede darse el lujo de trabajar cuando quiere, para quien quiere y además según las condiciones que quiere. Una artista de renombre como Carmen siempre podía necesitar un abogado por las dudas, y para su estudio de abogados, el solo nombre de la artista en su lista de clientes aportaba mucho a la hora de captar nuevos.
Para su sorpresa, el abogado lo citó inmediatamente en su oficina.
El despacho de Ramón Izurieta era una lujosa oficina en el vigesimoséptimo piso del edificio del Consorcio Verassategui, en el sector alto de la ciudad. Paredes finamente decoradas, cuadros abstractos, luces invisibles, flores frescas en puntos estratégicos, una vista impresionante de la capital y una placa del Gobierno por su invaluable aporte a la comunidad eran solo parte de los gustos que el doctorado podía darse. Una secretaria tan escultural como una reina de belleza lo saludó cordialmente y lo hizo pasar a una oficina que hacía que la ropa elegante y cara de Adán pareciera de segunda mano.

—Buenas tardes Adán, siéntate —saludó el hombre.

Adán no era de intimidarse por todo aquello, pero sí aceptó, al menos en su interior, que envidiaba un poco a Izurieta.
Por tener todo eso.
Pero no lo envidiaba tanto. El conseguiría todo eso y muchísimo más, y mucho más joven.

— ¿Cómo está Carmen? —preguntó sentándose tras el lujoso escritorio— hace días que no hablo con ella.

Adán ya había preparado todo, así que adoptó la actitud perfecta, y le relató al abogado la parte que le interesaba contarle.
Que Carmen le había hecho un encargo, al cual desde luego él fue inmediatamente, y que tras volver, la encontró inconsciente, resaltando por supuesto sus sospechas acerca de una posible tercera persona involucrada. También mencionó su alerta por el próximo estreno de la nueva obra en la galería, aunque evitó deliberadamente los detalles que se referían al Regreso al paraíso, y a la existencia del tórrido romance y posterior amenaza.
Izurieta escuchaba. Y cuando habló, lo hizo con tono resuelto y decidido.

—Esto es una sorpresa, pero como de costumbre, Carmen parece tocada por ese sexto sentido del que tanto se habla de los artistas, aunque esté mal que un hombre de leyes como yo, lo diga.
— ¿Qué quiere decir? — preguntó con cautela .
—Carmen me dejó hace cierto tiempo un instructivo orientado al caso en que a ella le pasara algo antes de poder inaugurar la galería, o inclusive más allá de esa fecha; en su momento le dije que era una exageración, pero de todos modos lo redacté y desde luego, tiene validez legal.

Adán no movía un músculo. Si alguien hubiese querido descifrar su expresión en ese momento, no habría tenido éxito, tal era su capacidad de ocultar lo necesario. Por dentro estaba en el límite entre la sorpresa, la emoción y la angustia.

—Eso podría querer decir que ella presentía algo —comentó Adán para darse tiempo—,  pero dudo que haya previsto ese ataque.

El abogado esbozó una sonrisa melancólica.

—Es irrelevante que ella haya sufrido una caída o ese mismo ataque, Carmen no fue específica en ese sentido. Espera.

Izurieta se puso de pie y fue hasta uno de sus elegantes archivadores de metal cromado, desde donde sacó una carpeta de plástico común. Una vez de nuevo en su asiento, leyó el apartado del documento que quería resaltar, dando a entender que se trataba de las palabras de Carmen en persona.

''Ante cualquier eventualidad que me impida estar a la cabeza de la realización del trabajo relacionado con la galería en general y con la exposición ''Regreso'' en particular, tanto los plazos como los planes deben seguirse al pie de la letra, y encabezados por Adán Valdovinos hasta que yo pueda reintegrarme. Confío total y plenamente en él para todas las decisiones de estos asuntos."

Adán se había quedado de una pieza. Sabía muy bien que se había ganado la confianza de la persona difícil y temperamental que era Carmen Basaure, en parte porque siempre realizaba un trabajo de joyería en la galería, y en parte, porque desde un principio hizo todo lo posible por anotarse a ella, y aprender a descifrar los mensajes ocultos en su comportamiento común; Carmen era temperamental, cambiante y en ocasiones, voluble, pero sus patrones de comportamiento eran algo que se podía comprender, si se ponía la suficiente atención. Una muestra de ello, y que la dejó impresionada, aunque ella no lo dijo en su momento, fue la primera vez que ella lo llamó al taller, a tan sólo minutos de haber comenzado a trabajar en la galería: él no tocó al llegar ante la puerta, sólo esperó hasta que ella le dijo que entrara, y con eso le dijo, sin una sola palabra de por medio, que sabía que ella podía estar en medio de un trazo muy importante, que no podía ser interrumpido aunque se tratara de la persona que ella misma había llamado; ese tipo de lectura tan fina había construido la confianza que le tenía, sin embargo, nunca había creído que ella llegara a confiar lo suficiente en él como para dejar semejante instrucción por escrito. La artista estaba completamente en sus manos.

—Supongo que no tengo que explicarte lo que eso significa.

Adán hizo una mueca.

—Me parece impresionante, por decir lo menos, la confianza que Carmen me tiene, es.... emocionante. Pero eso no me ayuda con lo que está pasando con ella ni con las sospechas que le dije que tengo, de que hay alguien más involucrado.

El golpe perfecto, así el abogado tendría la imagen de Adán que él quería; la de un asistente eficiente y dedicado, que pone en primer lugar el bienestar del proyecto en vez de su propia alegría. El abogado siguió con el lado práctico.

—Si vamos al tema de Carmen, es adecuado que me comunique con la clínica en este momento, para darles instrucciones.
— ¿A qué se refiere? — preguntó aparentando que no entendía.
—A que voy a pedirles que mantengan el nombre de Carmen en secreto para que nadie se entere que está allí, estoy seguro de que ella lo que menos quiere en esto es publicidad. Con respecto a tus sospechas, por el momento no podemos hacer nada.
—Pero si no hacemos algo, esa pista va a enfriarse y luego no podremos dar con el paradero de esa persona.
—Si es verdad que existe —apuntó el profesional.

Adán se mostró ligeramente alterado.

—Sea como sea, necesitamos investigar ese asunto, podría tratarse de alguien que quisiera hacerle daño a Carmen y después podría intentarlo de nuevo.

El abogado mostró como respuesta una actitud serena y sabia que muchos demostraban ante los jóvenes.

—Eso puede solucionarse con un detective privado, y te aseguro que voy a contactar a uno bueno para que lo averigüe, pero el tema debe tratarse con mucha discreción porque como te darás cuenta, un escándalo de cualquier tipo en estos momentos arruinaría la exposición, que es el sueño de Carmen.

El joven guardó silencio. Había conseguido mucho más de lo que esperaba desde el principio de esa cita, pero por otra parte se había apresurado en su actuación, porque la existencia de un detective merodeando por la galería donde él tenía ocultos los dos cuadros y cuando había un chantaje y una especie de robo involucrados era un riesgo innecesario ¡Y él mismo lo había provocado!
Tenía que pensar más en las consecuencias de sus palabras cuando hablaba con alguien como Izurieta.

—Por lo pronto te recomiendo que vayas a dormir —apuntó el abogado—, que descanses y te prepares, porque solo te queda mañana para tener la exposición lista para el público y te has quedado completamente solo. Mientras tanto estaremos en contacto.

Sin embargo, tenía que prestar atención a otro asunto, y para eso volvió a su auto, y fue rápidamente al departamento de Sofía. Ella era una bonita mujer de 23 años, de figura proporcionada con curvas suficientes, rostro armonioso, mirada dulce de ojos claros y actitud correcta. Ella era la perfecta modelo, o la recepcionista del hotel de lujo, o la señorita de la alta sociedad; en realidad provenía de una buena familia, pero lo relevante es que Sofía no era ninguna de esas mujeres, sencillamente porque le faltaba ese toque especial que hace resaltar a las personas. Era correcta aun cuando ocultara parte de su personalidad, porque había crecido en un entorno que le había enseñado a ser lo que se le pidiera, de modo que cuando encontrara al hombre que iba a ser el necesario y además le daría la vida adecuada, ella pudiera adaptarse a la vida y fuera perfecta para ella. Adán sabía todo de ella pero jamás se lo había dicho, y esa noche ni siquiera necesitaría decírselo para dar a la relación que mantenía el corte definitivo.

—Hola Adán.

Adán entró en el departamento a paso seguro, pero sin decir ni una sola palabra. Eso era más que suficiente para dar a entender que las cosas no estaban como siempre, y la mirada intrigada de ella dio cuenta de que lo había notado.

— ¿Qué sucede?

El rostro de él se veía contraído.

—Sofía, es necesario que hagamos algo. No podemos seguir juntos

La joven no habría reaccionado peor si le hubieran dicho en su cara que toda su familia había muerto en un trágico accidente. Se quedó muda, de pie entre la puerta del departamento y él, mirándolo con esa clásica mezcla de fascinación y sorpresa. El hombre guardó silencio el tiempo necesario para dar a entender que las cosas iban en serio.

—Sé que todo esto debe ser muy extraño para ti, y debes estar preguntándote cuál es la razón para que yo me aparezca de pronto en tu casa a hablarte de esta manera. Y la verdad es que hemos estado separados bastante durante estas semanas, tanto por culpa de mi trabajo como por el trabajo que tienes, y la realidad es que en estos días he entendido que nosotros no podemos estar juntos.

Sofía seguía inmóvil, mirándolo con una expresión corporal que, ideada o no, le daba una apariencia de víctima indefensa que hacía que las cosas parecieran más difíciles.

—Nuestros proyectos de vida son diferentes, y es básicamente por esto que no podemos seguir. Continuar contigo es ser extremadamente egoísta, porque me convierte en el tipo que quiere a la mujer a su orden y opinión, para servirle o servirlo, pero al que le da lo mismo lo que quiera hacer ella; tu visión de la vida, es estar junto a una persona que camine el mismo camino que tú, y la mía es torcer en la dirección indicada, no puedo esperar a nadie, tengo que hacer demasiadas cosas y llegar muy lejos. Si tratas de adaptarte a mí, siempre estarás esperando el momento en que mi carrera se tranquilice, y si yo me adapto a ti, siempre estaré pensando en lo que no pude hacer; no puedo hacerte esto, eres demasiado buena en todo sentido como para esclavizarte sin que me importe nada más, y en estos días he notado que tu relación conmigo se ha convertido en un intento continuo de mantener tu vida completa mientras te adaptas a la mía. Te estoy haciendo mal, y sé que en el futuro te haré daño.

La joven dio un respingo muy leve cuando él terminó, como si dejar de escucharlo la hubiera bajado de donde sea que estuviese mientras tanto.

—Ah —murmuró ella, estupefacta—, déjame ver si entiendo, dices que debemos terminar ¿porque eres perjudicial para mí?

Adán suspiró mientras ella empezaba a luchar contra las lágrimas.

—No lo sé Sofía, no preparé un discurso para esto, te estoy mostrando mis sentimientos. Es difícil para mí ver que estoy haciéndote daño, pero lo que veo es que cada día que pasa yo sigo con mi trabajo y mis proyectos, que son básicamente de desarrollo personal a través de viajes, negocios y mucho trabajo, mientras que tu proyecto de vida, la vida familiar que has pensado y que te mereces, se aleja de ti; veo como suspiras cuando ves parejas con hijos, cómo piensas lo que dicen tus padres sobre iniciar una vida de pareja o cómo crear cimientos firmes, sé que eso es lo que quieres, pero es imposible que lo consigas conmigo, porque lo que yo busco está detrás de una puerta que me lleva muy lejos de todo eso. A largo plazo me gustaría llegar a ese punto, pero sabes muy bien que por todo lo que viví cuando era un niño, no dejaré de hacer lo que tengo planeado mientras sea joven y tenga tiempo, entonces me digo ¿Obligo a Sofía a esperarme? No puedo, no tengo derecho a hacer que cuando las cosas se cumplan, yo me aparezca a decirte que todo está bien y tú tengas cuarenta años o más y se te hayan pasado las ganas o tu cariño por mí se haya convertido en rencor. Es difícil para mí, pero es la verdad, y tú también lo sabes. Tienes que dejarme.

''Tienes que dejarme'' era el golpe definitivo, las palabras que dejaban todo en manos de ella, porque él jamás había hablado de sus propias necesidades como una prioridad, sino que como de costumbre, cediendo su lugar al de ella por preferencia. Y Sofía, aún luchando por contener las lágrimas, entendió algo con total claridad: Adán era capaz de hacer muchas cosas, entre ellas, y quizás la mejor que podía hacer, manejar las situaciones y las palabras de modo de transformar todo en algo diferente, como en esta extraña situación en que de un momento a otro dejaba todo en sus manos, con la sensación de que terminar sería un favor solo por el bien de ella, porque a él todo eso le hacía sufrir. Se le pasaron por la mente mil cosas que decirle, pero no pudo articular ninguna de ellas, porque cada  cosa que pensaba sonaba ridícula o fuera de lugar, así que se limitó a mantener el silencio y la poca compostura que le quedaba. El pasó a su lado lenta y dolidamente y abrió la puerta.

—Perdóname.

Adán salió del departamento, dejando a la chica completamente desconsolada; cuando conoció a Adán y empezaron una relación, en determinado momento se dijo que ella podría cambiarlo, que conseguiría transformar esos deseos de subir más y más en las ganas de estar juntos, y formar un proyecto en donde ella fuese el centro, no un acompañamiento; ella necesitaba que su vida tuviera una estructura, y se aferró a una idea que, por lo que acababa de suceder, había sido absurda.

Mientras tanto, en el aeropuerto una mujer bajaba del avión solamente con el equipaje de mano; no le gustaba viajar cargada, y de todos modos no pretendía quedarse mucho tiempo en el país.
Pilar era una mujer de 26 años, de contextura y apariencia más bien débil, por su cuerpo menudo, piel pálida por naturaleza y el cabello largo hasta los hombros y lacio, peinado simplemente hacia atrás. Los rasgos de su rostro eran armoniosos, pero a la vez simples, con labios delgados, ojos oscuros sombreados por permanentes ojeras y una expresión calma que parecía mezclada con cansancio; estaba cansada, pero principalmente nerviosa, y cada vez que pensaba en todo lo ocurrido, o en un momento como ese, en que regresaba al país, los recuerdos y la tristeza la embargaban.
Sabía que faltaba poco más de un día para la inauguración de la exposición de Carmen Basaure, y aunque seguramente no se verían, ni mucho menos hablarían, Pilar sentía que tenía que estar allí, aunque fuera escondida entre las sombras, viendo la exposición de la obra más importante en la carrera artística de su madre.


Próximo capítulo: Mariposas

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