Contracorazón Capítulo 26: Último paso




Después de hablar muy brevemente durante el día, Rafael recibió a Martín en su departamento después de las cinco de la tarde; tenía una idea en mente pero no quiso decirlo hasta verse en persona.

—¿Cómo estuvo el día?
—Bien, me dediqué a ver televisión: vi todo lo del campeonato en 250 cc, ese Jorge Prado lo hizo muy bien realmente. También cociné unas cosas. ¿Y tú?

Le alcanzó una botella de cerveza mientras volvía a sentarse en el sofá.

—Gracias. Estuvo movido, tuve un buen día porque vendí todo lo que me quedaba, así que soy un cesante de nuevo.
—Pero ¿Lo del dinero está bien? —Preguntó Rafael
—Sí, de momento todo está bajo control; estoy viendo cómo me las arreglo ahora para que no se me escape de las manos.
—Si necesitas ayuda, sólo dilo ¿De acuerdo?
—Gracias, pero estoy seguro de que lo solucionaré —replicó Martín.
—Está bien, pero quiero saber que si pasa cualquier cosa no me lo vas a ocultar.

El trigueño hizo un gesto de asentimiento mientras bebía el refrescante líquido.

—Está bien, prometido. Y ahora dime qué era eso tan importante que no me podías decir por teléfono.

El propio Rafael no estaba seguro de que eso tuviera alguna importancia, pero ya había tomado la decisión.

—No sé si es algo importante o no, pero pasó y creo que debe haber algún motivo. Anoche tuve un sueño otra vez.
—¿Un sueño? —repitió Martín, muy interesado—, pero pudiste decirme en la mañana.
—Sí, pero quería hablarlo con calma; es raro porque es la primera vez que no despierto con una sensación de angustia o algo parecido ¿Por qué me estás mirando de ese modo?

Martín estaba muy serio en ese momento; Rafael no lo había mencionado y de seguro no lo haría, pero él había estado pensando en eso, y no le gustaba.

—Lo hiciste a propósito.
—No es algo que se pueda programar —replicó el moreno con tono evasivo—, si fuera así, sería mucho más sencillo descubrir cómo arreglar todo esto.
—No estoy hablando de eso y lo sabes; cuando me contaste todo esto, dijiste algo sobre entrar en esos recuerdos, al principio fue involuntario, pero después encontraste una forma de hacer que pase.

Rafael entendió hacia dónde iban las palabras de su amigo, y de pronto se sintió frágil y expuesto; no había querido hablar con detalle de ese asunto, pero por lo visto no había tenido la suficiente precaución de ocultar todo lo que pasaba con respecto a eso.

—Sí, bueno ¿Qué importa?
—Por supuesto que importa —exclamó, gesticulando para apoyar ese gesto—. Rafael, puede que yo no entienda bien todo lo que está pasando, pero igual me parece que no es sano que hagas eso. Siento que es peligroso.
—Pero es la única forma que tengo de descubrir algo sobre esto —Protestó en voz baja, sabiendo que su amigo tenía razón—, es por eso que lo hice.
—¿Y hasta dónde pretendes llegar? Rafael, este es un terreno que no conocemos. ¿Crees que no me preocupa pensar en cómo estabas esa noche cuando te escuché gritar? Estuve pensando en eso, y no puedo dejar de recordar cómo estabas; en ese momento me convencí de que solo era una pesadilla como dijiste, porque no sabía lo que estaba pasando, pero ahora que lo pienso, es como si te viera de nuevo, y es preocupante.
—Escucha, sólo tienes que confiar en mí —Lo interrumpió Rafael—, todo va a estar bien, no me va a pasar nada. Te lo prometo, pero esto era necesario, estoy tan cerca de alcanzarlo que no me puedo detener.

Martín se dio cuenta de que esa batalla estaba perdida; Rafael no iba a cambiar de opinión hasta que agotara todas las opciones.

—Bien, será como tú digas, pero quiero dejar claro que no estoy de acuerdo. Ahora dime qué es lo que viste en ese sueño.
—Es esto —Respiró profundo y se preparó para decirlo—, en el recuerdo están ambos juntos; es como un momento importante, intimo, no sé cómo explicarlo bien. El punto es que hablan de un lugar, que es su lugar más importante; no puedo ver nada más, pero tengo una sensación, como si ese fuera un lugar vital para ellos, el sitio donde son felices y donde siempre podrían volver a encontrarse.
—Eso suena importante —comentó Martín—. ¿Recuerdas algo más?
—Sí, es curioso porque no es un recuerdo, así directamente. Es una sensación que no puedo explicar, pero lo primero que se me vino a la mente cuando me desperté fue un molino de viento.

Martín se llevó las manos a la cabeza y rió, aunque no era una risa divertida, sino nerviosa.

—¿Qué sucede?
—Esto es increíble —murmuró, sin poder salir de su asombro—. ¿Sabes una cosa? No puedo creer que voy a decir esto dos minutos después de lo que te dije antes, pero hiciste lo correcto.
—No entiendo —repuso Rafael.
—Los molinos —explicó Martín—. Nunca en mi vida he visto uno, ni de lejos, pero siempre me han causado algo, es como si los conociera de antes.
—¿Estás hablando en serio?
—Sí. Esto solo me hace pensar en una cosa: se están acercando; es como si estuvieran intentando decirnos que lo estamos logrando.

Rafael se puso de pie; en esa ocasión no iba a dejarse llevar por la emoción, que si bien seria justificada por estar encontrando una nueva pista, no lo era del todo por no tener un significado más concreto.

—Eso suena bien, es lo que he estado esperando desde hace tiempo. Pero a menos que encontremos algo que tenga sentido con un molino de viento, no nos sirve tener este dato porque no nos lleva a ninguna parte.
Es cierto —Admitió Martín—; dejemos eso por ahora porque es bueno pero todavía necesitamos algo más, y hablemos del otro asunto: la madre de Miguel.

Rafael también había estado pensando en eso durante el día; tenían que poder acercarse a esa mujer de un modo que no resultara tan violento, a pesar de las circunstancias.

—Estuve pensando en eso y creo que se me ocurrió una idea; pensé que podríamos decir que somos de una organización no gubernamental que hace análisis históricos o algo parecido, y que estamos recopilando información.
—Si es una organización de ese tipo da espacio para inventar cualquier cosa —Reflexionó Martín—, podría ser, déjame revisar algo.

Hizo una búsqueda rápida en el móvil, y después de analizarlo dio una respuesta.

—Escucha, esto podría funcionar; hay una empresa consultora que estuvo reuniendo información de familiares de personas heridas o muertas de forma violenta. Podría funcionar si decimos que estamos trabajando con ellos.
—Hay que intentarlo —replicó Rafael, más animado—, dame el número y llamaré ahora mismo.
—¿Ahora?
—Es una empresaria —Explicó el moreno—, de conseguir algo seguro que nos darán una cita para otro día, así que tendremos tiempo de pensar bien en lo que vamos a decir.

Martín le dio los datos, y Rafael llamó sin pensar más. Después de hablar con dos personas distintas, la tercera lo dejó en espera mientras realizaba unas preguntas.

—¿Qué te dijo? —Preguntó Martín.
Aun nada —Respondió Rafael en un susurro—, me dejaron en espera.

Después de más de dos minutos de espera, la persona le dio una respuesta; el hombre dio las gracias y se despidió, sorprendido.

—Eso fue extraño, me dieron cita para mañana a las once.
—No tan raro, algunas empresas trabajan media jornada el sábado —Repuso el trigueño—. Entonces ya tenemos algo. ¿Mañana? Es pronto pero mejor; ahora tendremos que ponernos a trabajar para salir de dudas y ver si funciona. A todo esto, encontré un número de contacto del padre de Joaquín, pero parece que está obsoleto o fuera de área, porque no me contesta.
—Tendremos que esperar y ver cómo nos va con esto —reflexionó Rafael—, sin tener un dato en concreto de esa persona, no podemos aparecer en su puerta así nada más. Espero que todo salga bien.


2


Cuando Rafael y Martín llegaron al edificio en donde tenían programada la cita el día sábado, algo le decía al moreno que se trataba del momento más importante de esa búsqueda.

—Bien, ahora tenemos que hacerlo —comentó Martín—. Estamos de acuerdo con el plan original ¿Cierto?
—Sí, diremos lo que está planeado, como hablamos.

El edificio de cinco pisos precedía a las instalaciones en donde se realizaban operaciones de movimiento de maquinaria para la pequeña industria; el recepcionista les dio la indicación de la oficina de gerencia, que se encontraba en la primera planta, y ambos avanzaron por el pasillo, dándose ánimos para poner en marcha el plan que tenían en mente.
La oficina, si bien espaciosa, estaba decorada con gusto minimalista, destacando el escritorio con algunos objetos necesarios y un par de adornos, y el asiento anatómico que usaba la dueña; era una mujer vestida formal y con elegancia, que lucía varios años más joven de lo que ambos esperaban. Los miró con frialdad al entrar.

—Buenas tardes.
—Siéntense, por favor.

Martín pensó que ella definitivamente no era una persona amable, pero en ese momento no era importante; debían sostener la versión que habían inventado.

—Voy a empezar directamente, porque no tengo mucho tiempo —dijo ella para empezar—. Hice las averiguaciones necesarias y sé que la empresa consultora que ustedes mencionaron cuando solicitaron la cita no está realizando ninguna clase de encuesta, así que me gustaría que me dijeran en este momento qué es lo que quieren.

Ese era un escenario que no se habían planteado; Rafael tragó saliva, incómodo y nervioso por haber sido descubierto antes de decir una palabra.

—Disculpe por decir algo que no es verdad.
—No necesito sus disculpas —replicó ella con total calma—. Solo necesito la verdad; admito que estoy intrigada.

Los dos hombres se miraron; no tenían alternativa, o se iban, o intentaban lograr su propósito.

—La verdad es que estamos aquí a causa de su hijo.

Esperaba ver algún tipo de reacción, pero nada ocurrió; a último momento se le pasó por la mente utilizar la misma idea que Martín había empleado con anterioridad.

—Sucede que mi tío tiene algunos problemas de salud, se le van un poco las ideas.

Martín adoptó un gesto de reflexión al comprender qué era lo que estaba intentando hacer su amigo; era una mentira frágil y no habían ensayado ni planeado nada de eso.

—Nosotros como familia estamos ayudándolo a recuperar sus recuerdos; él fue amigo de Miguel en su juventud, y estamos tratando de reunir información o de obtener algún recuerdo de él; sé que es una situación dolorosa para usted y lamento hacerlo, pero de verdad no estaríamos aquí si no fuera realmente necesario.

La mujer, de cabello castaño oscuro perfectamente tomado en un elaborado peinado pareció un poco divertida por un segundo, antes de hablar.

—Sí, supongo que ese tío suyo puede haber sido amigo de Miguel. Seguro que Miguel tuvo una gran cantidad de amigos.

Al escucharla hablar, Martín se dijo que ella ya lo sabía, que la orientación sexual de su hijo no era una sorpresa; pero, por sobre eso, llamó su atención la total falta de empatía con la que se había referido a él, como si no hubiera hecho referencia a un hijo muerto en tan trágicas circunstancias. Se dijo que algo estaba muy mal.

—Ellos eran buenos amigos —Repitió Rafael, algo desconcertado—, por eso estamos intentando reunir información o recuerdos sobre esta época.
—¿Y qué es lo que creyeron que podían encontrar, alguna carta de amor o algo parecido? —replicó la mujer, con una expresión casi divertida—. ¿Una foto de ellos tomados de la mano? Por favor.

Rafael se quedó de una pieza, no tanto por descubrir que ella evidentemente sabía todo lo que ellos asumieron que no, sino por el tono de desprecio con el que se expresó. Antes había pensado que el peor escenario era que no quedara familia viva, pero ahora entendía que era mucho peor que quienes lo sobrevivieran no tuvieran buenos sentimientos hacia él.

—Solo estamos tratando de revivir algo del pasado, también es la historia de su hijo —dijo, con voz ahogada.
—Sí, bueno, lo que ocurre es que vinieron al lugar equivocado —replicó ella—, conmigo no pueden encontrar nada que los ayude en esa búsqueda o como le llamen. Yo eliminé todo lo que tuviera que ver con Miguel cuando supe en lo que se había convertido.

Martín comprendió que no era falta de empatía, sino puro desprecio. De todas las personas que tuvieron posibilidad de encontrar en su búsqueda, se habían topado con la peor opción posible; tenían que irse de ahí.

—¿Eliminar? —Rafael pronunció la palabra sin poder asimilarla—. Pero Miguel es su hijo.
—No desde que eligió ese tipo de vida —replicó ella con total frialdad.

Martín intentó controlar curso de esa conversación antes que se les fuera de las manos; sabía que a Rafael le iba a afectar mucho eso.

—Disculpe, creo que no debimos venir.
—No, espera —Lo interrumpió el moreno—, señora, estamos hablando de su hijo.
—Un hijo deja de serlo cuando se desvía de los valores que le fueron enseñados —Pronunció ella, con vehemencia—, y debería hacerle caso a su amigo o lo que sea, porque realmente no debieron venir.

Rafael no se dio cuenta en qué momento se puso de pie.

—¿Cómo puede decir algo como eso? —exclamó, estupefacto— ¿Cómo puede hablar así de su propio hijo?
—Rafael, cálmate —Intervino Martín—, disculpe, ya nos vamos.
—Su hijo murió en un atentado terrorista —Prosiguió Rafael, imparable—. Algo que fue causado por personas que pretendían hacer daño a otros.
—Rafael…
—Pero su hijo tenía amor, él no tenía malos sentimientos con nadie, ni siquiera con usted —Siguió hablando, sin notar cómo le temblaban los puños—. Tenía razones para sentir rencor, pero el eligió quedarse con las cosas buenas. ¿Cuánto odio tiene que haber en su corazón para que ni siquiera cuando está muerto pueda darle paz?
—Rafael, ya basta.

La mujer había permanecido impávida durante todo ese tiempo, inmune a sus palabras; el hombre se sintió abrumado por esa falta total de sentimientos, porque era algo que no podía comprender.

—Es cierto, no debimos venir.

Apartó la silla y salió a toda máquina del lugar; Martín lo alcanzó en la calle, tratando de controlarlo.

—Rafael, tienes que calmarte.
—No me quiero calmar —exclamó el otro hombre, estaba furioso y decepcionado de todo lo que había visto y oído en ese lugar—. ¿No la escuchaste?
—Sí, pero…
—La miré a los ojos —Continuó, enfurecido—, y no había nada, es como si todos esos sentimientos simplemente no existieran.

Le dio un puñetazo al poste de luz que tenía al frente, ignorando por completo el dolor que sentía en la mano por causa de ese acto.

—Estoy cansado. Estoy cansado de todo esto; estábamos tan cerca, ¿Qué es lo que se supone que vamos a hacer ahora? ¿cómo podré…?

Martín lo enfrentó y puso las manos en sus hombros; en ese momento, más que en cualquier otro, tenía que mantenerse centrado.

—Mírame. Lo primero que tienes que hacer es calmarte; escucha, estoy tan molesto como tú, pero no nos sirve de nada discutir con una persona como ella.
—Pero necesitábamos algo —Protestó Rafael con voz ronca—, y ella misma dijo que había eliminado todo ¿Qué más puedo hacer?

Se sentía tan frustrado, habiendo chocado con una pared imposible de salvar; pero Martín se esforzó por tranquilizarlo.

—Tal vez todavía hay algo que podemos hacer. Mira.

Le enseñó una fotografía en el móvil; no estaba bien angulada, pero el enfoque era suficiente como para ver los detalles del interior de la oficina en la que habían estado.

—¿En qué momento sacaste la foto?
—Aproveché el revuelo que armaste —Explicó el trigueño—, mira con atención el portarretrato en el escritorio.

El moreno tomó el móvil y trató de tranquilizarse, para mirar con más atención. El portarretrato estaba en una posición oblicua respecto de quien la había capturado, pero se veía con suficiente claridad.

—Parece que es ella de joven —Observó Rafael—. Debe ser una foto con Miguel de niño y el padre de él. Oh, no puede ser…
—Creo que estás pensando lo mismo que yo —comentó Martín—. Al fondo se ve un molino de viento. ¿Recuerdas que lo hablamos?

El tema de la fascinación de Martín con los molinos, y que Rafael tuviera eso entre sus sueños era algo que se habían planteado, pero en su momento no los llevó a ninguna parte.

—Entonces, esto explicaría eso —murmuró mientras ordenaba sus ideas—, quizás ellos se conocieron en un molino, o ahí se enamoraron, pero eso tampoco nos sirve.
—Puede que sí —reflexionó Martín—. Estuve pensando en todo lo que sucedió ¿Recuerdas que te dije que no encontré datos sobre el padre de Miguel?
—Sí, dijiste que seguramente había muerto cuando él era muy pequeño…

Volvió a mirar la foto: en ella, el pequeño tenía unos doce, lo que no cuadraba con cierta fecha clave mencionada por Martín.

—¿Estás diciendo que el padre podría estar vivo?
—¿Por qué no? Si ella fue capaz de sacar a su propio hijo de su vida ¿Por qué no podría hacer lo mismo con su marido o ex marido?
—Eso es bastante macabro, pero ¿Cómo podríamos saberlo?
—A través de los molinos. Hace cuarenta años no debe haber habido muchos, y esta señora es una empresaria. Estoy pensando que ella, de soltera o de casada, pudo tener algo que ver con una empresa que manejara molinos; tengo que darle un par de vueltas, pero siento que se puede lograr algo.

Eso significaba aferrarse de nuevo a una esperanza muy vaga, pero Rafael necesitaba creer. Necesitaba hacer todo lo que estuviera en sus manos para ayudar a que todo pudiera solucionarse.

3


Después de la hora de almuerzo, Magdalena estaba recostada en el sofá mientras la película pasaba sin llegar a afectarla; Mariano llegó desde el cuarto y se quedó un momento mirándola antes de hablar.

—¿Vas a decirme lo que pasa?

Ella levantó la vista hacia él; había estado eludiendo el tema en los últimos dos días, pero era injusto mantenerlo preocupado acerca de su estado.

—No es nada en concreto.
—Por favor no me digas que no pasa nada —dijo él, con calma, aunque con firmeza—, tú no eres así. No quiero presionar, en serio, pero necesito saber.

Ella se puso de pie y lo enfrentó. El amor sincero y entregado de Mariano era lo que más atesoraba y no podía fallarle.

—Estoy preocupada por Rafael.
—No me has dicho que le pase algo.
—No es eso, no es algo que esté sucediendo —replicó ella—. Es sólo que conozco a mi hermano, y sé cuándo le sucede algo, aunque él no me lo diga. Hace un tiempo, antes de ese accidente, estaba evasivo, y sé que tuvieron una discusión o algo parecido con Martín y que por eso estaba así.
—Pero ellos son tan amigos —comentó Mariano, confundido—, no me parece que se peleen.
—No fue eso —Magdalena suspiró—, además lo solucionaron. Pero ahora también está pasando algo, lo sé.

Mariano no tenía hermanos como para comparar, pero sabía que Magdalena no era una persona con supersticiones vanas, lo que significaba que hablaba en serio. De pronto recordó el día del atentado, y el modo en que ella lo llamó por teléfono para decirle que tenía que ir con ella a ver a Rafael porque había sufrido un accidente; en un caso como ese, ella anteponía a quien amaba antes que a ella misma, de igual forma que en aquella nefasta noche donde los habían asaltado. Eso significaba que Rafael de seguro estaba dando todo de su parte por ayudar a alguien, incluso a costa de su propia tranquilidad.

—¿Crees que él no te lo diría?
—Es obvio que no —replicó ella—, y sé que no puedo hacer nada porque es algo que tiene que hacer por sí mismo, pero de todas formas me preocupo.
—Tienes razón —dijo Mariano mirándola con infinito cariño—. Escucha, solo no me dejes fuera ¿De acuerdo? Rafael también es mi familia; por ahora no podemos hacer más que confiar en que él va a hacer lo correcto.

4


Por la noche, Rafael y Martín tuvieron que terminar con la búsqueda de datos por el día, ya que no había dado resultados.

—Tendremos que seguir mañana.
—¿No estás ocupado? —preguntó Rafael—. Es domingo.
—No, creo que mi veta de oro de las ventas está empezando a morir —replicó Martín—, por suerte no tenía nada comprado, así que por ahora no me voy a arriesgar a nada; incluso vi en la red algunas personas que ya están en el mismo negocio y sabes que cuando pasa eso, la mina de oro se acaba. Así que estoy listo para que sigamos con esto; solo quiero que prometas que estarás tranquilo.
—Te lo prometo.

El trigueño iba hacia la puerta cuando Rafael lo detuvo.

—Espera, hay algo que quiero decirte.
—Por supuesto, dilo.

Dentro de todo lo que había pasado, se dio un tiempo para tomar una decisión al respecto; al principio pensó esperar hasta que todo se hubiera resuelto, pero después concluyó que lo correcto era separar ambos asuntos. Su vida y decisiones debían estar separadas de lo que involucraba a Miguel y Joaquín.

—Esto es algo que pensé hace un tiempo, pero estaba buscando un momento apropiado.
—Bien.
—Y este no es el momento, o no lo sé.
—Rafael —Martín lo interrumpió, se estaba empezando a reír—, sólo dilo.
—Está bien —Respiró profundo antes de hablar—. Éste es el tema: quiero tener un departamento propio lo más pronto posible, y ahora que soy jefe de local tengo la posibilidad de hacerlo; tengo algo de dinero ahorrado, y creo que en un mes o así podría hacer todo para comenzar.
—Bien —Su amigo sonrió—, eso es una muy buena noticia, me alegro mucho por ti.
—El caso es, que no es eso lo que te iba a decir. Lo que quiero decir es una propuesta, que te vayas a vivir conmigo; podemos compartir los gastos, y creo que podría funcionar, que podría salir bien.

Martín se había cruzado de brazos, y lo miró pensativo mientras hablaba.

—¿Lo dices en serio?
—Por supuesto —replicó Rafael—. Pero no pasa nada, es sólo una idea.
—Es una idea magnifica, es perfecta —exclamó el otro—. No puedo decir otra cosa, es una idea estupenda.
—¿En serio?
—¡Claro que sí! Digo, si es que no te preocupa proponerle algo así a alguien que no tiene un trabajo ni un ingreso fijo todavía.
—No es ningún problema. Tenemos confianza, no puedo pensar en nadie más apropiado que tú para esto.

Martín sonrió, auténticamente contento ante la proposición que su amigo le había hecho; estaba sorprendido, pero de una buena manera, porque a su juicio se trataba de un gesto muy importante.

—Gracias por tenerme confianza.

Rafael se encogió de hombros ante esa frase.

—Lo que se gana no se agradece, eso dice papá y tiene razón; entonces tenemos que darnos un tiempo para ver ese asunto, hay que ver detalles, dónde será y eso.
—Hablas como si fuera algo para muy pronto.
—Claro que es para muy pronto —Explicó Rafael— . Mi contrato de arriendo se puede terminar en diciembre sin pagos extra, y me dijiste que el tuyo era por uno y luego dos meses; todo coincide para que en enero nos cambiemos ¿No lo crees?
—Pero Rafael, yo aún no tengo un trabajo estable.
—Eso no importa ; yo me haré cargo, estoy seguro de que vas a solucionarlo sin problemas. Si estás de acuerdo con mi idea, solo hagámoslo y ya está, no veo por qué retrasarlo; cualquier cosa la solucionaremos en el camino.

Martín se acercó y le dio un afectuoso abrazo luego de escucharlo.

—Está bien; pero con la condición de que todo va a quedar arreglado apenas yo pueda estabilizarme, hasta el ultimo peso.
—De acuerdo, vamos a tomar nota de todo.
—¿Te das cuenta que eso nos deja muy poco tiempo? Es menos de un mes, y todavía tenemos que resolver este asunto.
—Sí, me doy cuenta —replicó el moreno —, pero lo haremos de alguna forma. Descansa, mañana veremos cómo seguir con esta investigación.

Después de despedirse de Martín , se quedó con una buena sensación ; había sido lo correcto hablar de ese tema sin darle más largas, y con la respuesta positiva de su amigo , estaba seguro de que ese sería el inicio de una mejor etapa en ese aspecto.
Necesitaba saber que también podría terminar de buena manera lo de Miguel y Joaquín.


Próximo capítulo: Molinos de viento

Las divas no van al infierno Capítulo 23: Mundo de mujeres


Conoce este capítulo al ritmo de: Womans world

Cuando la música terminó, todas las chicas se quitaron la peluca y los anteojos, revelando su identidad ante el público; Lisandra, Sussy Alma, Charlene, Márgara, Nubia, Valeria y Joanna eran las ocho finalistas del programa, y así lo anunció Aaron Love.

—Damas y caballeros, hemos visto esta poderosa presentación de las ocho finalistas del programa, las que ustedes eligieron para llegar hasta aquí; por favor demos un gran aplauso a todas, mientras se retiran para ir a la zona de trabajo para preparar su presentación del día de hoy. Como todos saben, solo quedan dos emisiones del programa después de hoy, y los ánimos están por los cielos ¡Un fuerte aplauso!

Mientras el público en el estudio aplaudía y vitoreaba, las ocho caminaron rápido hacia la zona de trabajo, en donde Jaim las esperaba sonriente y como siempre, muy elegante.

—Felicidades chicas, su presentación en conjunto estuvo muy bien.
—Gracias —comentó Alma—, estaba nerviosa, nunca habíamos bailado todas juntas.
—Lo hicieron bien —confirmó el maestro—, siguieron muy bien las instrucciones y cada una de ustedes tuvo la oportunidad de brillar sin pasar por sobre las otras.

Los camarógrafos las habían seguido durante todo el trayecto hasta esa zona, y en esos momentos estaban repartidos por el lugar para poder captar las mejores tomas, pero después de todo ese tiempo, nadie les prestaba atención; era como si los ojos del mundo estuvieran sobre ellas, pero ninguna pudiera darse cuenta.

—¿Cuál va a ser el desafío de hoy? —preguntó Susy, emocionada—. Nos dijeron hace dos horas que preparáramos maquillaje, vestidos y peinado pero todavía no nos dicen cuál es el concepto que hay que trabajar.
—Es cierto —comentó Alma—, ahora sólo nos queda una hora, es muy poco.

El maestro descubrió la pizarra en donde, como cada semana, se mostraba el concepto base sobre el que tendrían que trabajar; en esa ocasión la pizarra estaba en blanco.

—Como saben, en los últimos tres programas no habrá eliminación: van a acumular puntos de acuerdo con los votos por presentación para decidir quién ganará. Así que esta vez haremos una diferencia y les daremos libertad total: pueden preparar el espectáculo que ustedes quieran, solo hagan aquello con lo que se sienten más cómodas, y después be eso el escenario es suyo. Como anunciamos la semana pasada, estos últimos programas tendrán una duración de cuatro horas, de las cuales dos fueron la etapa previa habitual, y de las cuatro siguientes, una será dedicada para terminar los preparativos, y luego el tiempo destinado a verlas en escena. Por supuesto, todos esperamos sólo lo mejor.

La noticia fue bien recibida por todas; a medida que había pasado el tiempo y fueron eliminadas más participantes, los tocadores individuales fueron separados y se les asignó más espacio y mobiliario; en esos momentos cada una disponía de un tocador con espejo con luces, un mueble para dejar pertenencias, un aparador de pelucas, un display de zapatos y bases para colgar joyería. Con el tiempo, todas habían adquirido o ganado accesorios y complementos que llevaron al programa para contar con ellos como adicional a lo proporcionado por la producción del programa.
Todas eran tratadas como estrellas.

—Esta era la oportunidad que estaba esperando —exclamó Joanna con tono alegre—, por fin poder hacer lo que queramos, es maravilloso.

Ella y Charlene fueron de inmediato hacia el departamento de vestuario; poder cortar con libertad creativa era un gran punto a favor y nadie iba a desperdiciarlo.

—Esta vez estoy decidida a hacer algo espectacular —comentaba Sussy, mientras se soltaba el cabello—, esta es una muy buena idea ¿sabes?
—Es cierto, y si te fijas —dijo Charlene asintiendo—, cada una de nosotras tiene un estilo propio, es el momento perfecto para sacar lo mejor de cada una.
—¿Y ese anillo tan grande? —preguntó la otra chica —. Es muy llamativo.
—Sí, es una baratija —replicó la rubia, haciendo un exagerado gesto con la mano derecha, donde ostentaba un gran anillo de fantasía con una piedra roja—. Me lo regaló un amigo.

Sussy hizo un gesto de picardía, con la sonrisa pintada en el rostro.

—Así que un amigo ¿eh?

En ese momento habían entrado en el área de cambio de ropa, donde los camarógrafos y equipos de audio no tenían permitido entrar. La rubia soltó una risa ligera.

—¡No! No amigo en ese sentido, es gay.
—Ah, entonces no hay posibilidad.
—Ninguna ni en un millón de años —replicó Charlene—, pero no se puede tener todo en la vida.
—¿Y son muy amigos?
—Todo lo amigos que se puede ser con un gay; pero es tan divertido, me río con todas las tonterías que dice. De todos modos, no se puede pedir otra cosa, es como si los gays existieran para ser divertidos y saber de moda y cabello.
—Qué mala.
—No es de mala, cómo crees; pero no me puedo imaginar a un gay de otra forma ¿No lo crees? Vanos, hay que darse prisa y hacer lo mejor, estoy tan emocionada.

Después de cambiarse, ambas salieron del lugar, sin percatarse que en el interior siempre había estado alguien más. Nigel había esperado a que Charlene llegara a la final del programa y ya tenía pensado hablar con ella; le diría que lo enviaron en un principio a espiarla, al igual que a los otros bailarines a las demás, pero que con el pasar del tiempo había aprendido a valorarla como persona, hasta considerarla una amiga de verdad.
Pero para ella, él era solo una diversión, alguien de quien reírse y a quien preguntarle por moda. Alguien desechable.
Salió del lugar y chocó con alguien, pero lo ignoró y caminó por el pasillo hacia la parte de atrás, sintiendo que quería abandonar todo e irse de ahí.

—¡Nigel!

Alberto estaba intentando reunir a los bailarines para darles algunas instrucciones de último momento; intentó detenerlo, pero se vio obligado a seguirlo a toda prisa.

—Niguel.
—Ya voy, sólo dame momento ¿Quieres?

Alberto se dio cuenta de que en ese momento no estaba haciendo un espectáculo o algo parecido; estaba sentado en el suelo, con la cara cubierta por las manos.

—¿Qué pasa?

No podía decirle que estuvo a punto de traicionar el plan original por creer que Charlene lo valoraba como un amigo; pero en ese momento sólo se sentía muy desdichado, y solo.

—Me gustaría que alguien me valorara por quien soy; que no me juzgaran, pero más que todo, que alguien se preocupara de verdad por mí.

Ya habían hablado de eso con anterioridad, pero el bailarín supuso que se trataba de algo más, no solo de lo que había escuchado antes. Se puso de cuclillas frente a él y lo miró, auténticamente preocupado.

—¿Sucedió algo con una persona importante?
—Más o menos, no importa —quitó las manos de su rostro; en vez de lucir angustiado, se veía determinado—. Hice algunas tonterías, pero no es nada grave, así que no me regañes.
—No quiero regañarte, en serio —replicó el otro—, es sólo que me preocupa verte así, me gustaría ayudarte, o por lo menos escucharte; lo que dije sobre ser amigos era en serio, no fue hablar por hablar.

Al final, había tenido mal ordenadas todas sus prioridades desde el principio, pero no era tarde para volver a sus objetivos iniciales, y tal vez ganar un amigo.

—Por ahora no es necesario hablar, pero te lo agradezco, en serio; ahora dime cuáles son las nuevas instrucciones, porque estoy seguro que es por eso que habías venido.
—¿Seguro?
—Sí, seguro. Me va a hacer bien trabajar ahora, será como tener un objetivo fuerte y claro.

2


Nubia estaba feliz con todo lo que había pasado en los últimos meses; después de haber sido eliminada la primera semana, creyó que todo para ella estaría perdido, pero un azar del destino había abierto la puerta para que volviera, y descubrió que el cariño del público era suficiente para permitirle regresar.
Estar en el programa de regreso había sido una situación muy importante para ella, y la había hecho reconsiderar todo lo que pensaba con respecto al mundo de la televisión y el espectáculo; quería estar ahí, actuar, bailar y presentarse para todos con un producto de calidad, siempre entregando un material cuidado y el resultado de un trabajo minucioso, pero nunca olvidando el respeto por el público y también por sus compañeras, incluso si ellas no hacían lo mismo o tenían actitudes de diva.
Se dijo que era sencillo figurar en las redes por algún escándalo, o diciendo una frase pegajosa que fuera divertida, pero que, si esa frase era usada para burlarse de alguien, era algo que no quería para ella. Decidió que marcaría una diferencia sin decirlo, y que avanzaría en el programa usando sus mejores armas, sin discutir ni agredir.
En un principio no fue sencillo, ya que sintió algún rechazo de parte de varias de las otras chicas, pero, por otro lado, el cariño y reconocimiento de la gente a través de las redes sociales fue en aumento, y en la tercera semana desde su regreso ya era la más popular del día. Eso la hizo tomar confianza y creer que el horizonte que había planeado no era tan difícil de alcanzar; además su familia estaba siempre con ella, apoyándola.
También, por supuesto, estaba lo suyo con Nick.

«Espero que disfrutes el programa de hoy.»

La breve nota había sido dejada entre los materiales que estaban disponiendo para su presentación de ese día; Nick se las ingeniaba para acercarse durante la preparación, y le dejaba una nota, o un dulce de regalo, como una muestra de afecto que por supuesto era muy bienvenido. Ella intentó resistir el curso de los acontecimientos, pero Nick era tan amable y cariñoso, tan dedicado, que finalmente decidió dejar que las cosas pasaran; se había ido enamorando de él tan de a poco, que cuando lo hablaron y él le dijo que quería que fueran novios, simplemente aceptó.
De todos modos, se sentía culpable por tener que mantenerlo en secreto, ya que como bailarín del programa, él tenía prohibido mantener un nexo o favoritismo de cualquier tipo, y ella no quería ser la responsable de que lo despidieran.
Habían mantenido su relación en secreto, viéndose a escondidas e ignorándose mientras hubiera gente y cámaras alrededor, comportándose casi como dos delincuentes. Pero ahora que quedaban dos semanas para la final, no solo tenía la alegría de estar entre los ocho mejores, sino que además podría contarle al mundo de su relación con Nick.
Tenía casi todo lo que quería.

3


Valeria estaba pasando por un estado de nervios durante esa jornada, aunque no era algo especifico de ese día; el último mes había sido exigente y gratificante en el programa a partes iguales, y al mismo tiempo parecía que todo estaba de cabeza.
Su relación con Jorge pendía de un hilo, algo esperable ya que apenas podían verse; la última vez, dos semanas atrás, él se mostró tierno y comprensivo como siempre, pero también se veía muy cansado; ella lo entendía, porque en su paso por el programa era cada vez más popular, lo que requería su tiempo y extremar las medidas de seguridad para que nadie pudiera sospechar de su verdadera identidad.
Ansiaba el momento en que pudiera dejar de mentir, pero al mismo tiempo tenía miedo de que las cosas cambiaran, porque sus sentimientos hacia Harris habían ido creciendo hasta un punto en que no quería ver ni aceptar.
Él había estado constantemente presente en el teléfono y cuando era posible, en persona, y sin la presión de tener que escuchar réplicas o consejos con tono sobreprotector. Había ido confiando en él más y más; incluso él había tenido la deliciosa sinceridad de decirle que se moría por besarla, pero que no lo haría hasta que ella lo decidiera.
Y ella se mentía, todos los días, diciéndose que él era atento y amistoso, pero nada más, ignorando el auténtico sentimiento de emoción que sentía al recibir un mensaje de buenos días o simplemente por sentir que él se preocupaba por ella; además, la última semana no había recibido ninguna instrucción de Sandra para sabotear las presentaciones de las demás, lo que le había dado tranquilidad.

—Valentina.

Había estado distraída mientras arreglaba unos detalles en el atuendo; dio un respingo cuando escuchó a Gael, el asistente de Vicenta, hablarle.

—Perdona, me distraje.
—No es nada, no hay problema —replicó el chico con una amable sonrisa—, disculpa por interrumpir, pero las necesitan en el escenario a todas.
—¿Ahora? —preguntó, algo confundida—, pero falta media hora.
—Parece que hay un cambio, no me dijeron.

Le dio las gracias al chico y salió del lugar en donde estaba trabajando; en la zona de trabajo ya estaban todas, con un aspecto similar al suyo: parte de ropa de uso común, parte de traje, maquillaje incompleto y el cabello recogido con un lazo o con pinzas. Asimismo, todas parecían confundidas.

—Gracias por venir.

Vicenta estaba representando a la perfección su papel de maestra amable y cariñosa. Todas las cámaras estaban trasmitiendo en vivo a miles de hogares.

—Esta es la última vez que hablo con ustedes como su maestra —dijo con un tono de emoción—, este tiempo ha sido intenso, parece que fue ayer cuando llegaron aquí, con tantos sueños e ilusiones.

Si no fuera por las cámaras, Charlene habría puesto los ojos en blanco; en la última clase se encargó de humillarlas de todas las formas posibles, dejando en claro que aún con el tiempo y el trabajo duro, podía encontrar más y más errores en su desempeño.

—Ahora están aquí, ustedes son las ocho finalistas, y me siento muy orgullosa de haber contribuido a que estén en este lugar. Mi trabajo aquí está terminando, pero nos seguiremos viendo en algún escenario; no dejen de pulirse.

Tenía que terminar con un ataque, aunque fuera solapado, se dijo Lisandra; pero no le importaba, porque había conseguido llegar hasta la final y estaba segura de que ganaría el programa. Su nueva actitud triunfadora había conseguido eso y no estaba dispuesta a retroceder ni un centímetro.

—Ahora les voy a pedir que vayan al escenario, Aaron quiere hacerles algunas preguntas.

Las chicas obedecieron la instrucción y fueron al lugar indicado, que en ese momento estaba sin público y solo con una luz central.

—Gracias por estar aquí —comenzó él—, he pedido que vengan para una pequeña ronda de preguntas ¡El público en sus casas está muy emocionado!
—Pero vamos a tener que cobrarte estos minutos —comentó Charlene con tono alegre—, nos estás interrumpiendo.
—Estoy seguro de que todo se puede solucionar —replicó él con una sonrisa impecable—, y ya que estamos en esta dinámica, acércate por favor.

El hombre sonreía a la cámara, pero internamente se decía que era el momento exacto para cobrarse de ese intento de broma de ella.

—Eh, mucha gente comenta que es muy lindo que colabores con un un hogar de chicas en riesgo social, pero tú no has querido hablar mucho de eso; cuéntame ¿Hace cuánto tiempo que estás colaborando en este sitio?

En su departamento, Harry estaba mordiendo un pañuelo mientras veía el programa; tenía un mal presentimiento.

—Sal de ahí si no te acuerdas —masculló tirando del pañuelo con las manos.
—Cinco meses ¿O más? —estaba diciendo ella—, el tiempo es relativo como decía ese famoso químico, siento que llegué ayer y que no me alianza el tiempo para compartir con esos angelitos.

Harry se puso de pie y le lanzó el pañuelo a la pantalla, impotente.

—No. ¡No! Son once meses, te lo escribí en un papel, ya lo habías dicho antes ¡Estúpida! Estúpida, ay por qué es tan estúpida, ¿por qué no pude trabajar con Joanna, con Alma, por último con Márgara? Pero no, tenía que ser con la que no sabe contar los meses ¡Es la final ¡Es el momento de que logre que firmes un contrato con un auspiciador y ser tu mánager oficial ¿Por qué? ¡Todo el país te está viendo!

Se sentó, frustrado, mientras Love seguía entrevistando a otra y Charlene mantenía una sonrisa de princesa; dio un salto cuando su móvil anunció una llamaba.

—Catalina —saludó con tono alegre—. Es una gran sorpresa; de nada, esas flores solo eran un detalle y tú te lo mereces. Sí —hizo una atenta pausa—. ¿En serio?

Se quedó escuchando con suma atención a la mujer del otro lado de la conexión. Se trataba de una novedad muy relevante para él. Puso la televisión en silencio.

—Nada importante, soy todo oídos.
En tanto, Fernando estaba en el departamento, viendo otra vez el programa; como de costumbre, lo había dejado grabando, para que Márgara pudiera verlo después; suspiró mientras ella se acercaba a Aaron Love con su clásica sonrisa perfecta.

—¿Cuáles son tus planes para el próximo programa? —le preguntó él.
—Bueno, estuve viendo las opiniones del público en las redes sociales porque todos ellos son muy importantes para mí —replicó ella—, son la prioridad.
—Porque todo mi trabajo va dedicado a ellos.

Prácticamente podía anticipar sus diálogos, de tanto que ella los practicaba y repetía cuando estaba en el departamento.

-¿Cuál es el mensaje que quieres entregar?
-Pues, este es un mundo de mujeres -respondió, señalando alrededor-. Decirle a las mujeres que no importa si están desechas o humillabas, ustedes son lo suficientemente fuertes; este es el momento de ponerse de pie.

¿Cuánto más iba a resistir?
Su vida era trabajar y dedicarse a admirarla y escucharla quejarse o auto elogiarse, dependiendo del día; luego de hablar con su madre, intentó una y otra vez tomar cursos de acción distintos, pero era como chocar con una pared todo el tiempo; Márgara se comportaba ante el mundo como si su vida fuera perfecta, y paralelamente estaba quejándose con él de falta de atención o de tiempo, o ignorando cualquier otra cosa que no fuera su necesidad y su primer puesto en todo.
Estaba tan cansado, sintiéndose como un monigote al servicio de una mujer a quien conocía cada vez menos, y que parecía no entender cómo su actitud lo afectaba. Tenía ganas de ver terminar ese programa, pero al tener ese final tan cerca, descubrió que no se trataba del espacio de televisión ni la competencia, sino de ella.
Si ganaba, su ego subiría hasta las nubes, y si no, todo se convertiría en un drama sin precedentes.


Próximo capítulo: Encontramos amor

Las divas no van al infierno Capítulo 22: Fuerte

Conoce este capítulo al ritmo de: Stronger

Para Charlene, el programa del miércoles había pasado sin mucha trascendencia, ya que las votaciones más bajas fueron Darla, Karin y Carla, y la favorita del público fue Joanna, lo que dejaba a todas las otras en una zona intermedia, sin estar en la cima ni en el fondo.
Ese jueves iba llegando a clases con una gran disposición, pero de entrada Jaim las sorprendió a todas con una prueba por demás inesperada.

—Hoy van a poner a prueba su habilidad de una forma nueva, y estoy seguro de que les encantará; lo que están viendo es una pasarela suspendida por cables metálicos desde el techo, sobre la que tendrán que caminar por supuesto, ayudándose por las manillas que están a una altura apropiada. Como es lógico, tienen que hacerlo en tacones.
—Pero nos vamos a matar —exclamó Esmeralda, con cara de pánico.
—Cómo crees, es sólo cuestión de actitud —replicó él.

Valeria estaba pensando seriamente en decirle que si pensaba que era fácil hacerlo, que lo hiciera él, pero como si estuviera leyéndole la mente, el estilizado hombre se acercó a la pasarela de cinco metros de largo y que estaba suspendida a sesenta centímetros del suelo, y haciendo uso de gracia y estilo se subió en ella.
Se hizo el silencio en el lugar, mientras todas aguardaban aterradas lo que fuera a suceder; sin embargo, Jaim mostró su excepcional talento montado en tacones de doce centímetros, avanzando con una cadencia que hacía moverse la pasarela de forma similar a un puente colgante, mientras alternaba una mano y otra en las argollas. Lo que en alguien con menos talento habría parecido un avance simiesco, él lo convirtió en un desplazamiento elegante, que evocaba el movimiento de un avezado trapecista. Sobre el final, se sentó en el borde, enfrentando a todas con una amable sonrisa.

—Como pueden ver, esto es perfectamente posible. Quiero que salgan de su zona de comodidad y hagan esta prueba mostrando su talento, fuerza y determinación, porque cuando lo hagan van a comprender muchas cosas. Pero esto no es todo.

Nubia estaba feliz por volver, pero no pudo reprimir un ahogo por la prueba que estaba siendo planteada. Al escuchar que él decía que no era todo, no quiso seguir escuchando.

—Me han dicho que pronto habrá nuevos auspiciadores, y uno de ellos tiene un regalo —se bajó dando un elegante saltito—. la chica que lo haga mejor se llevará este hermoso par de zapatos de Christian Louboutin.

Enseñó una caja blanca que contenía un par de la exclusiva marca, que resplandecían con decenas de brillos en colores dorados y plateados.

—Oh por dios.

La increíble factura de los zapatos quedaba en evidencia; cada detalle había sido cuidado en su máximo, mostrando toda la elegancia y valor del cotizado modelo que remataba en una punta aguda con un pequeño listón cromado.

—Son un sueño.
—Así es, y será de la que mejor lo haga —observó el maestro, cerrando la caja—. Tienen media hora para practicar, ensayar y elongar, así que no pierdan tiempo.

2


Vicenta estaba en la reposadera, disfrutando de un descanso para ella muy merecido. Del otro lado de la piscina, Alberto subió al trampolín e hizo un perfecto clavado, para luego continuar nadando; el hombre sabía que su marcada y trabajada musculatura en bañador llamaban la atención, y enseñar sus aptitudes frente a todos siempre alimentaba su ego, haciéndolo sentir más poderoso y fuerte. Salió de la piscina impulsándose solo con los brazos y caminó hacia ella.

—El agua está fantástica, deberías venir.
—Ahora no, prefiero reposar —replicó ella mirándolo de arriba a abajo— ¿No crees que ese bañador es de una tela demasiado delgada? Se te marca todo.

El se miró a sí mismo con una fingida expresión de sorpresa.

—¿No te gusta lo que ves?
—Sí —contestó ella con gesto amable—, pero preferiría que no se rompa con alguna de tus flexiones y hagas un espectáculo.
—No te preocupes, sólo haré espectáculos para ti.

La mujer, que en ese momento llevaba un traje de baño negro que resaltaba su silueta, tomo el vaso largo con infusión Frutal bebió un poco; Alberto era un premio adicional a su trabajo y no iba a desperdiciarlo, pero tampoco podía desviarse de sus labores.

—Tengo que ir a dar clases en media hora. ¿Cómo van las cosas con los bailarines?
—Perfecto, de a poco las chicas están aceptando a varios como amigos o conquistes; la única difícil es Margara.
—Dile a uno disponible que tiene que ser servicial y sumiso hasta parecer idiota, y con eso lo conseguir: sin problemas.
—Vaya, tienes una imagen muy clara de ellas — observó él.
—De todas —replicó ella—, además no es naba difícil. Como sea, ya sabes qué decirle, ahora ponte algo encima y ve al gimnasio, seguro los otros estarán por ahí y necesitas recoger esos informes.

El se arrodilló junto a ella y la miró con expresión divertida.

—¿Qué?
—¿Nos vemos a la noche? —murmuró él, a un milímetro de tocarla—. Creo que tengo algunas buenas ideas.
—Pues habrá que ver si eres tan ingenioso como bueno para hacer ejercicio —replicó con tono cómplice—. Espero un buen rendimiento.
—Todo el que tú quieras.

El hombre se secó, y tras dejar la toalla en uno de los canastillos adecuados al costado de la piscina, fue a su casillero para tomar una remera de tirantes y cambiar el bañador por unos pantalones deportivos; estaba terminando de vestirse cuando una especie de sexto sentido le dijo que alguien estaba observando.

—Nigel —pronunció con voz sin emoción, mientras volteaba.
—Entonces te bronceas sin bañador, eso es muy europeo —observó el otro hombre, apoyado en el umbral.
—Sí, bueno, me gusta mi color de piel ¿Dónde están los demás?
—Repartidos entre el baño de vapor y las máquinas de pesas.

A Alberto no le molestaba en realidad la insistente presencia de Nigel; estaba seguro de sus gustos y de quién era, por lo que era absurdo sentirse presionado. Lo que le incomodaba era que eso pudiera perjudicar el trabajo de todos.

—¿Y no ejercitas?
—Tengo sueño, me acosté tarde anoche.

Bien, tendría que recurrir a otro método para asegurar que no hubiera problemas.

—Nigel, estás un poco desconcentrado en estos días, ¿No lo crees?

El otro hombre sabia que era así, y sabia que Charlene tenía que ver con eso. Más allá de sus objetivos reales, él disfrutaba de esa amistad y la forma honesta en que ella se comunicaba con él; después que simulara entregar datos sin darse cuenta para que ella pudiese copiar la idea de presentación de Lisandra, la rubia se comportaba como una amiga, y eso era algo que estaba afectando su concentración. Se estaba sintiendo culpable por haber descubierto que ella tenía una colaboración con un hogar de niños y filtrado esa información a la producción del programa.

—Sólo es un poco de sueño.
—Sabes que no hablo de eso —repuso Alberto, con seriedad—. Ayer llegaste al límite de la hora, en el último ensayo cometiste errores y lo sabes; que yo no esté bailando con ustedes no significa que no sepa lo que está pasando.
—Está bien, de acuerdo —hizo un gesto de paz con ambas manos, para detener las críticas—, es cierto que he estado un poco bajo, pero lo voy a solucionar.
—Recuerda que el acuerdo en todo esto es por una buena paga, pero hay que hacer todo bien o pueden descubrirnos. Tú mismo dijiste que tu primera prioridad era el dinero.

Nigel se dio un instante para ponerse sentimental; de nada servía y estaba consciente de ello, pero quería hacerlo.

—Me gustaría que esa preocupación por mí no fuera solo por el negocio en el que estamos.
—Nigel —Alberto se llevó las manos a la cara, pero se calmó—, escucha, tú eres el único que queda del grupo original. ¿Recuerdas cuando estábamos en la academia de danza? Nosotros somos los que quedamos, por supuesto que me importa lo que pase contigo; tal vez no sienta lo mismo que tú, pero podemos hacerlo, podemos ser amigos.

Nigel pensó en los débiles nexos entre los que se debatía, y asistió, sonriendo.

—Gracias.

3


Al principio pensó que él la estaba evitando, pero cuando fue el momento de almorzar, Nubia vio a Nick entrando al casino: estaba junto a los demás y llegaron en su dinámica habitual de tomar muchas cosas y salir rápido como era la instrucción que les habían dado.
Y bastó un microsegundo y una mirada para que se transmitiera el mensaje; momentos después recibió un mensaje con un texto breve pero muy poderoso.

«Qué bueno verte aquí.»

Eso bastó para que quedara claro; por supuesto, él tenía que actuar como siempre, como si cualquier eliminación diera igual, y de ningún modo se alegrara de que ella regresara.

—Nubia, hola.

Lisandra se aceró a ella con una botella de agua en las manos, la que movía con cierto nerviosismo en esos momentos.

—Hola.
—Hola —respondió con calma.
—Pues nada, solo quería decir que me alegra que estés de vuelta, hay que estar para grandes cosas.

No era solo un cambio de imagen; Nubia había supuesto que la Lisandra que conoció al principio había muerto, pero ahora que lo comprobaba se sentía muy decepcionada, porque ella era una de las pocas de quien esperaba algo dentro de las participantes. Al mirar hacia atrás, todo parecía un espectáculo bien montado.

—Yo voy a hacer mi mejor esfuerzo, se supone que de eso se trata.
—Sí, y es fabuloso como empiezan a llegar los premios —replicó Lisandra como si no percibiera el cambio en el tono de su interlocutora—, no veo la hora de que Jaim revise el video y diga quién ganó los zapatos, son un sueño hecho realidad.

¿Adonde quería llegar? Nubia casi sintió ganas de reírse, como si todo eso no fuera más que un teatro o algo armado por alguien más. Una puesta en escena preparada por alguien, que exhibía todo lo que pasaba ante espectadores anónimos.

—Espero que ganes tú, sinceramente.
—¿En serio? Gracias, eso es muy gentil de tu parte.
—Es un premio brillante —Nubia se encogió de hombros—, y estoy segura de que tenerlo te haría muy bien, porque eso es lo que quieres. Espero que consigas todo lo que quieres.


4


Valeria había estado aguardando el momento indicado para escabullirse entre los aparadores en donde se guardaban los elementos para las presentaciones; tenía muy poco tiempo, ya que debía volver a seguir preparando su presentación para ese viernes 23.
Había decidido desterrar de su mente los conceptos que tenía acerca de lo que estaba bien o mal; desde que optó por seguir en competencia, aceptó que debería seguir las instrucciones de Sandra sin protestar. Después de todo, si perjudicaba a las otras para que sufrieran accidentes ¿Acaso eso no la beneficiaba? A la larga, si esos tropiezos ajenos despejaban el camino, ella continuaría en competencia por más tiempo y tendría asegurado el triunfo que tanto ansiaba.
Encontró uno de los vestidos que Rebeca iba a utilizar en su presentación, y que sería perfecto para provocarle problemas ese día: estaba hecho de muchos trozos de tela que estaban adheridos con unos broches a presión; sacó de un bolsillo unas pequeñas pinzas y dañó el broche del torso, un poco por arriba de la cintura, y luego lo volvió a ajustar en su sitio.
A simple vista e incluso al moverlo, el broche permanecía en su lugar, pero Rebeca tenía la costumbre de moverse mucho y hacer contorsiones exageradas en sus presentaciones, de modo que cuando lo hiciera, el broche cedería, y con un poco de suerte, al intentar taparse arruinaría su presentación. Estaba guardando las pinzas cuando sintió voces y tuvo que ocultarse en un rincón.

—¿Supiste que se integra un auspiciador de lencería?
—No ¿Cómo te enteraste?

Eran Esmeralda y Mayre. Valeria se quedó en completo silencio para no ser descubierta.

—Escucha esto, no es oficial, pero me di cuenta que la cuenta del programa en Veeter sigue solo a los auspiciadores del programa; el punto es que ahora está siguiendo a Ectoria, y estoy segura que es porque la van a agregar ¿Te lo imaginas?
—Es divino, esos regalos serán maravillosos. Aquí está el pañuelo, vamos.

Así que un nuevo auspiciador. Se le ocurrió que como recompensa por su trabajo extra podría decirle a Sandra que le consiguiera uno o dos obsequios extra.

5


—Damas y caballeros, tengo que hablar con ustedes de un asunto muy importante.

Aaron Love estaba serio, aunque eufórico ante el público en esos momentos; por fin, después de meses al aire, el programa sufriría un cambio y la carnicería entre las participantes estaría garantizaba.

—Me han permitido este espacio antes de comenzar el programa de hoy para resolver una serie de dudas que todos ustedes han planteado en nuestras redes sociales a lo largo de estas emocionantes presentaciones en vivo.
Para comenzar, quiero reafirmar, a nombre del programa, el compromiso serio de todos los involucrados con la transparencia; planteamos ser pioneros en la televisión nacional en dejar que sea el público quien decida qué participante gana premios, quién es la favorita, y quién es la eliminada de la semana, funcionando este espacio como una vitrina para el talento y el carisma.
Lo primero que hicimos fue dejar en manos de las propias participantes su espectáculo: les decimos cuál es el desafío del día y ponemos a su disposición el vestuario, maquillaje, producción y personal para que sean ellas quienes elijan lo que funciona mejor. Pero esto siempre ha ido acompañado de clases continuas en donde nuestros maestros en distintas áreas les dan los mejores consejos para conseguir subir siempre el nivel.
Como segundo punto, mostramos a nuestro público una transmisión en línea del proceso creativo de las chicas antes de subir a escena; ustedes pueden verlas escoger su maquillaje y atuendo, decidir el fondo y preparación de escenario, conociendo su esfuerzo y sabiendo que todas están en igualdad de condiciones.
El tercer punto es no permitir que las chicas hagan publicidad o pidan votos en sus redes sociales. ¿Por qué? Porque la decisión acerca de quién sigue y quién no continúa debe ser por talento y no por peticiones de votos, y eso ustedes lo pueden ver.
El cuarto y último punto es el acceso total a las estadísticas de nuestro programa. Las votaciones en el estudio se hacen a través de un hashtag exclusivo, y las que ustedes hacen en sus casas a través de los que promocionamos en cada emisión; si bien todo eso es público, quisimos ir un paso más allá y disponer de un equipo de analistas de datos que actualizan las gráficas donde se reúnen estos datos, mostrando el número exacto de votos por cada participante y cargando todo esto en el sitio web oficial del programa. Cualquiera puede revisar estos datos y hacer las preguntas que quiera.

Kevin estaba en la sala de dirección, mirando el programa y la practicada declaración de principios del conductor, mientras en la tablet comprobaba que una vez más eran primera tendencia nacional en las redes sociales. En esos días el programa subía durante las tres horas previas al programa, y sin falla se mantenía primero cuando las luces se encendían. Todo seguía de acuerdo con el plan.

—Hemos sido los primeros en ser transparentes, y los primeros en dejar las decisiones en manos de quienes importan, que son ustedes.
Por supuesto, a veces hay contratiempos. A muy poco empezar descubrimos que comenzó a aparecer algo indeseable en los programas donde se utilizan las redes sociales: me refiero a los perfiles falsos; sería sencillo eliminar esos votos o reportar las cuentas para permitir que sean eliminadas, pero eso podría provocar que estos mismos usuarios denunciaran una supuesta manipulación de datos.

Aaron había ensayado esa parte, por lo que adoptó la expresión perfecta de molestia y consternación: lo que estaba diciendo representaba una afrenta para su programa tan querido, y no podía menos que mostrarse alterado.

—¿Cómo enfrentar algo como eso? No podíamos permitir que unos pocos con malas intenciones y demasiado tiempo libre decidieran por sobre la gente real, pero tampoco podíamos permitir que nuestro programa fuera acusado de eliminar votos o cuentas de usuario; así que la producción dispuso que el equipo de analistas de datos, que cada día filtran este tipo de información, tenga la tarea de estar quitándola del grueso de votos auténticos de ustedes, pero sin eliminarlas, para que todos puedan comprobar que esto sucede.
Renovamos día a día nuestro compromiso con la transparencia.

Hizo una nueva pausa, antes de ir con la parte final de su discurso: era el momento exacto en donde todo cambiaba para siempre.

—Ha pasado el tiempo; hemos visto a nuestras fabulosas chicas bailar, cantar, hacer piruetas, las hemos visto volar y brillar. Nos hemos emocionado con su esfuerzo y conmovido con su triunfo, así como hemos sufrido con cada una de las despedidos.
Pero hoy, tras semanas de ardua competencia, de de transmisión al aire y una cantidad muy superior de horas de transmisión a través de nuestras redes sociales. Estamos en la recta final de este programa, y quiero anunciar a las ocho finalistas de su programa siempre divas. Ellas han preparado una presentación especial en grupo, para deleitarlos con su talento y con todo lo que han aprendido durante este tiempo; esta presentación ha sido preparada en conjunto con la producción del programa, y tiene como objetivo demostrar el gran nivel de profesionalismo de estas ocho bellas chicas. Hoy viernes, es su viernes.

Después de esta presentación el público aplaudió, y el escenario se fue a negro de inmediato. Las ocho chicas aparecieron entonces, vestidas con pantalones negros, un top a juego y una peluca rubia con anteojos que impedían saber quién era quién. Cada una traía una silla, que dejó en la parte frontal del escenario, mientras daba una mirada en abanico hacia el público, con gesto desafiante.

—Calla, solo detente.

La que dijo estas palabras se sentó, dando la espalda al público y demostrando que la estrofa sería cantada a partes por todas.

—No hay nada que puedas decir —dijo la segunda.
—He tenido suficiente —agregó la tercera.
—No soy tu propiedad desde ahora —pronunció la cuarta.

Los movimientos eran secos y determinados, practicados con fuerza y estilo; el público aguardaba.

—Tú pensaste —agregó la quinta.
—Que yo no podría hacerlo sola —dijo la sexta.
—Pero ahora soy —anticipó la séptima.
—¡Fuerte! —gritó la octava.

Una vez que todas estuvieron sentadas, se pusieron de pie con determinación, y con la música de fondo silenciada, marcaron ocho pasos hacia el fondo, todas a un tiempo; tras voltear, hicieron algunos pasos de baile, y marcando una perfecta coordinación, avanzaron hasta el borde del escenario, en donde lanzaron la silla de un golpe con el tacón.

—Soy fuerte, y más que ayer. No me importa nada excepto mi propio camino; la soledad no va a matarme, nunca más, porque soy fuerte.

Sandra observaba el espectáculo desde un lugar apropiado al costado del escenario; había sido necesario que todos los maestros trabajaran en esa presentación y que Vicenta fuera especialmente dura con ellas para que todo saliera como estaba planeado.
Ninguna de las chicas se había dado cuenta de lo que importaba esa presentación para el programa: no era sobre mostrar un espectáculo, era sobre enviar un mensaje; ninguna de ellas era más valiosa que el programa, ninguna tenía una identidad por sobre el nombre del espacio, y ninguna habría llegado hasta ahí de no ser por ellos.
Eso era todo, el principio y el fin del asunto, por mucho que nadie lo notara; a fin de cuentas, durante estos meses habían sido moldeadas y entrenadas para obedecer a un estereotipo funcional a la industria: una para cada público, una para cada tipo de auspiciador.
Sin embargo, ella se sentía frustrada por no haber descubierto en todo ese tiempo quién era la elegida de Kevin; ella había usado sus artimañas para conseguir que su seleccionada avanzara hasta la final, pero seguía sin saber cuál de ellas era la escogida por él para llevarla al estrellato.
Pero cuando la canción terminó y todas se quitaron la peluca y los espejuelos, simplemente lo entendió. Nunca había sido acerca de triunfo y ascenso, era sobre otra cosa.
Ya sabía quién era ella.


Próximo capítulo: Mundo de mujeres

Contracorazón Capítulo 25: Camino al pasado




—Tenías razón —dijo Martín, sin salir de su asombro.
—No puedo creerlo.

Un vendedor se había desocupado y se aproximó a ellos.

—¿Puedo ayudarlos en algo?
—Sí —replicó Martín—. Esa foto ¿Son trabajadores antiguos de esta tienda?

El chico, que a lo sumo tendría diecinueve años, pasó la vista de ellos a la imagen y de regreso a ellos, a todas luces sorprendido de la pregunta.

—No lo sé; supongo, el uniforme se parece al de nosotros, pero yo llevo muy poco trabajando aquí.
—Claro ¿Y sabes quién podría saberlo?

El muchacho ladeó la cabeza, haciendo un esfuerzo.

—Supongo que el jefe; es decir, no el jefe de la tienda, porque es él —Indicó alguien más en el lugar—, digo el jefe de arriba.
—Comprendo ¿Y cómo podemos ubicarlo?
—¿Por teléfono? —Replicó el joven, algo superado—. Si quieren se los puedo dar ¿Por qué quieren saber todo eso?
—Es un asunto de gente mayor —Replicó Rafael—, estamos tratando de reunir a una familia.

De vuelta en el exterior, Rafael marcó el número y se contactó con el hombre indicado.

—¿La fotografía? —Replicó una voz ronca del otro lado de la conexión—. Sí, fue personal de la tienda ¿Por qué quiere saberlo?

A Rafael no se le había ocurrido ninguna excusa para ese momento; por suerte a Martín sí, y le hizo gestos para que le pasara el móvil.

—Buenos días, disculpe. La verdad es que todo esto lo estamos haciendo por mi madre; ella es una persona de una edad muy, muy avanzada y estamos tratando de reconstruir una parte de su historia familiar.
—Creo que no comprendo.
—A ella se le van un poco las ideas o los nombres —Respondió con evasivas—. El punto es que hay un trabajador de esa librería, estamos casi seguros, que murió hace treinta años, y necesitamos recuperar toda la información que podamos.

Se estaba agarrando a un clavo ardiendo y lo sabía; Rafael no respiraba, a la espera de la respuesta que podía decidir todo en ese momento.

—¿Joaquín Mendoza? Sí, el murió en el atentado, pero no sabía que él tenía más familia.

Los dos voltearon hacia el memorial, en donde el nombre coincidente permanecía ahí, congelado desde hacía tantos años.

—No es familia directa, pero estamos conectados —Replicó con mucha seguridad—. Por casualidad ¿Usted tendrá algún dato de su familia?
—No, ninguno —la voz del hombre sonaba cansada, acaso triste también—. Yo trabajaba ahí en esa tienda en esos años; Joaquín era muy amable, era excelente con el público, pero era muy reservado. Creo que solo tenía un amigo o dos, y después ocurrió este atentado, fue una tragedia.

Seguramente era reservado para no permitir que nadie descubriera su verdad; Rafael se preguntó cuántas veces, en ese mismo lugar, ese hombre tuvo que saludar con reserva o con distancia a la persona que amaba, cuánto miedo y frustración habría sentido.

—Fue una tragedia, es verdad —Confirmó Martín—. Perdone por la molestia, y le agradezco por la información.
—Por nada —replicó hombre—. Si llega a encontrar a su familia, solo dígales que lo siento mucho.
—Yo se lo diré. Gracias.

Cortó la comunicación, y ambos se quedaron expectantes ante aquellas palabras.

—Bueno, aparentemente sabemos algo —dijo Rafael al cabo de un instante—, pero todo esto me suena demasiado débil.
—No, en realidad es la punta de una madeja —Reflexionó Martín—, con un poco de trabajo podemos encontrar algo más; la información de Joaquín es de hace treinta años, pero tiene que estar en alguna parte. A través de eso podemos llegar a sus padres, si es que aun están vivos. ¿Qué pasa?

Rafael se había quedado perdido en oscuro color de la piedra; cuántas veces se habrían mirado con temor, cuántas veces tuvieron que callar un abrazo o un simple te quiero, porque existían en un mundo que se negaba a dejarlos vivir. Él apenas había visto algo de eso en su vida, pero podía intentar entender esa angustia y dolor tan antiguo y que permanecía hasta el presente.

—¿Cómo podemos vivir en un mundo donde el amor sea un delito? —murmuró, impotente—. Realmente hay tan pocas cosas que cambiar, pero es como si las murallas todavía estuvieran aquí, porque personas como ellos nunca tuvieron justicia.
—Pero el atentado no fue por ese motivo —Observó Martín.
—No, pero sucedió aquí —replicó Rafael—¿Te lo puedes imaginar? Ellos estuvieron aquí.

En esa ocasión no tuvo ninguna visión o recuerdo, pero entendió todo, las conjeturas previas de Martín y todo lo demás.

—Claro, por supuesto.
—¿Qué? —Preguntó Martín, confundido.
—Ahora entiendo, ya sé lo que pasó.
—¿Viste algo? —Preguntó el trigueño en voz baja.
—No, pero ahora tiene sentido; ellos murieron aquí, todo eso sucedió en este mismo lugar, pero la relación de ellos era un secreto, nadie podía saberlo. Entonces murieron juntos, tendrían que haber seguido así, pero seguramente los separaron al llevarlos con sus familias; los sepultaron separados, y nadie pudo despedirlos o hacer algo en sus nombres.

Un obsequio; recordaba algo relacionado con un objeto, un regalo mutuo, que ambos se hicieron en la débil intimidad que los protegía, y que era un símbolo de amor y unión; ese regalo debió quedar guardado o abandonado en algún cuarto, relegado a una caja de pertenencias o desechado, perdido en el tiempo y en la ignorancia.

—Entonces es eso lo que no deja que descansen en paz.
—Miguel lo ha estado buscando todo este tiempo —Rafael no se dio cuenta de cuando su voz había comenzado a temblar por la emoción—, por eso es que siempre sentí ese dolor y esa angustia, porque Miguel ha estado intentando alcanzarlo, pero sigue sintiéndose perdido, y solo.

Martín apoyó una mano en su hombro para animarlo.

—Tienes que calmarte; ya tenemos algo, vamos a ocuparnos de eso primero ¿De acuerdo?
—Sí, tienes razón; sólo espero que podamos.

2


De vuelta en el departamento, Rafael preparó café mientras Martín volvía a la laptop; en un principio, revisó los antecedentes que tenía disponibles.

—Vamos a ordenar esto. Insisto en buscarle un lado lógico, aunque no entiendo la mitad de lo que está sucediendo.
—Si eso te ayuda, creo que está bien.
—Listo, entré al archivo digitalizado de periódicos de la época.
—¿Hay algo de esos años en la red? —Preguntó Rafael acercándose con dos tazones.

Martín indicó la pantalla del ordenador mientras recibía el tazón.

—La biblioteca de la nación ha estado digitalizando periódicos antiguos desde hace tiempo; no es muy completo, pero para salir de dudas es más rápido que ir a leerlos. Esta es una efeméride, así que me fue un poco más fácil: esto es interesante, el atentado ocurrió hace casi treinta años, exactamente en...
—Febrero —murmuró Rafael—, fue en febrero.
—¿Cómo lo supiste?
—Solo lo supe —Se sentó a su lado—. En fin, decías que fue treinta años.
—Sí —replicó Martín—. Según lo que dice aquí, el ataque fue adjudicado por un grupo anarquista, fue el peor atentado en una década.

Rafael había visto en las redes la información del atentado en donde él había estado, y no se sorprendió demasiado de confirmar que las primeras indagatorias apuntaban a un grupo de características similares. Al menos esta vez no había muertos, esa parte de la historia no la habían repetido.

—¿Tienes algo más?
—Sí, le pedí a un amigo que tiene un conocido que me pasara unos datos. Y tengo la partida de nacimiento de Joaquín Mendoza: supongo que no debería ser una sorpresa que tenía mi misma edad cuando sucedió todo esto —Reflexionó suspirando—. Y le pedí a un conocido que me averigüe sobre los otros fallecidos, porque no son veinticinco, son seis en total.

Rafael frunció el ceño; la información en el memorial le había hecho pensar que el número de víctimas era mucho mayor.

—Qué raro, me pregunto por qué estarán todos los nombres.
—Los otros son heridos en el lugar; ignoro por qué, pero tal vez había alguna organización de derechos de las víctimas o algo parecido que sugirió que se incluyera a más personas y no solo a los fallecidos. De todos modos, tiene sentido, los heridos de gravedad también sufrieron un trauma grave. Oh.

Rafael había estado muy atento, ya que Martín hablaba mucho más rápido cuando estaba gestionando esa información; lo quedó mirando a él en vez de a la pantalla cuando se quedó en silencio.

—¿Qué?
—Rafael, tuviste la clave todo el tiempo.
—¿Qué clave? —Preguntó, extrañado.

Martín desplegó en la pantalla un registro del servicio civil de la nación.

—Miguel. Dentro de los fallecidos hay un hombre que se llama Miguel Ballesteros, y tenía aproximadamente tu edad.

Rafael se quedó perdido en las letras en la pantalla, en donde figuraba el nombre completo. Había pensado en un nombre para esa figura que aparecía en su mente, pero nunca lo imaginó como algo real; para él era solo un modo de separar esos recuerdos de los suyos, no como un nombre completo.

—Entonces ese sí era su nombre —Reflexionó al cabo de un momento—, nunca se me pasó por la mente que fuera así. Entonces eran Miguel y Joaquín, ahora sabemos sus nombres.

Martín bebió un largo trago de café; en ese momento parecía como si todo fuera tan sencillo como localizar datos en la red, pero en realidad había todo un mundo detrás de eso.

—Y ahora ¿Qué?
—Tenemos que buscar a su familia —Respondió Rafael.
—Pero ¿No has pensado que eso podría ser un error?
—No entiendo cómo podría serlo.

El trigueño se puso de pie y deambuló un momento por la sala; se trataba de algo que ambos habían entendido, pero que Rafael se negaba a aceptar como una posibilidad. Vio su actitud honesta y directa y supo cuánto de sí mismo estaba apostando en todo eso.

—Rafael, estamos hablando de personas que mantenían su relación en secreto, tú mismo lo dijiste ¿Qué crees que pensará esa familia cuando les digamos que sus hijos no solo eran gays, sino que estaban comprometidos?

El moreno se reclinó en el asiento; sí, él mismo había estado hablando de eso muy poco atrás.

—Sí, tienes razón; me dejé llevar por la emoción, es sólo que estamos tan cerca que parece increíble, siento como si ahora que tú estás en esto, fuera mucho más sencillo.
—No estoy haciendo nada especial —Objetó Martín—, y tampoco creo que se trate de algo que tenga que ver conmigo; creo que es porque los dos estamos juntos en esto. Así tiene que ser.

En eso estaba de acuerdo, pero no solucionaba el asunto de fondo. Habían conseguido descifrar las identidades de ellos ¿Y entonces? La posibilidad de hablar con esas familias no era para nada fácil.

—Tiene que haber alguna manera. Primero ¿Hay forma de saber si tienen familiares vivos?
—Dame un segundo.

Además de hablar muy rápido, otro cambio en Martín al gestionar datos era que trabajaba a toda velocidad; antes que él terminara la frase, ya había vuelto a sentarse y estaba buscando información. Sus dedos volaban por el teclado y sus ojos leían más velozmente de lo que parecía.

—No, sí, espera, qué extraño.
—¿Qué?
—Joaquín tiene a su padre vivo, su madre murió algún tiempo atrás. Sobre Miguel, es raro, tengo la información de su madre, pero no logro dar con la referencia del apellido paterno. Ah —exclamó como si eso lo explicara todo—, el padre debe haber muerto hace mucho tiempo, sólo sé que ella es viuda.
—Encontraste muchísima información, es sorprendente.
—No es para tanto —replicó el otro estirando los brazos—, en realidad, muchas de estas cosas están en la red en los servicios públicos, solo hay que saber cómo buscar, o a veces usar un truco o dos.
—Bueno, tenemos a un padre y una madre —Reflexionó Rafael—, ahora, tiene que haber alguna forma de resolver todo esto, estaba pensando que debería haber alguna clase de objeto que podamos obtener; tengo la imagen de ellos dándose un regalo, y siento que era importante para los dos.

Pero el hecho de ser importante para una pareja secreta no significaba que lo fuera para sus deudos, y ambos sabían eso. Además, el paso del tiempo convertía todo en algo mucho más complejo, porque era posible que los objetos ni siquiera existieran.

—¿Por qué dijiste que el padre debe haber muerto?
—Lo saqué por conclusión, la verdad —replicó Martín—. Si esto fue hace treinta años y Miguel tenía veinticinco, cuando él tenía cinco años coincide con un cambio grande en el sistema de registro civil —Explicó citando los datos—. Fue una ley de la república que cambió el sistema de registro de documentos de recién nacidos, matrimonios, defunciones y muchos otros. El punto es que en esos años mucha de esa información se hacía a mano, y pasó que hubo documentación que quedó en papel, en archivadores, esperando a que algún día se traspasara. Después con los procesos digitales se supone que todos esos datos antiguos pasaron a la red, pero dicen que en realidad hay muchos que no, o que los ingresaron mal por una letra o algo. Si pasa eso, no lo puedo encontrar.

Otro dato perdido en el tiempo; Rafael se dio cuenta en ese momento de la hora que era.

—Bueno, es una lástima. En fin, no había visto la hora y hay que almorzar, pero no tengo nada ¿Te parece si encargo una pizza?
—Cierto, es una buena idea. ¿Tienes gaseosa? Estás con medicamentos así que no puedes beber.
—Sí, tengo —replicó Rafael revoleando los ojos—, por alguna razón sabía que me ibas a decir eso, pero como no compré cerveza tampoco podrás tomar.

Martín negó con la cabeza mientras iba hacia la puerta de salida.

—No señor, tengo una por lo menos en mi departamento así que no caeré en esa trampa. Pide la pizza mientras voy por ella.

Mientras su amigo salía, Rafael encargó la pizza con un listado genérico de ingredientes, ya que no se le había ocurrido preguntar si había algo que no le gustara. Estaba en la cocina, sacando platos y vasos cuando su móvil anunció una llamada de su hermana; se alegró de contestar estando en casa, ya que no pretendía decirle que había salido el día siguiente del accidente.

—Magdalena, buenos días.
—Buenos tardes —Corrigió ella, con voz alegre — ¿Cómo te sientes?

Tuvo una punzada de culpa por no decirle que estaba haciendo toda esa investigación, pero realmente no tenía opción; había sido difícil ocultar todo lo que pasó antes, pero al menos tenía la experiencia y eso era una suerte de alivio.

—Bien, no me duele el golpe.
—Eso según mi traductor de hombres es que te duele un poco pero no lo suficiente como para preocuparte por eso.
—Sí, un poco. Ahora vamos a comer una pizza con Martín.
—Bien, pero nada de alcohol —Indicó ella con tono determinado.
—Sí, ocurre que mi otro enfermero ya me advirtió lo mismo —replicó él con fingido cansancio—, así que no tienes de que preocuparte. ¿Estuvieron hablando a mis espaldas sobre cómo vigilarme todo el tiempo?
—No —dijo ella con una risa—, pero no es mala idea.

Mientras hablaba, había dispuesto todo en la mesa y sirvió gaseosa para él, resignado a que Martín no lo dejaría beber. En ese momento entendía lo agotado que estuvo Mariano luego de la herida que sufrió.

—Por suerte el accidente no fue más grave —comentó con ligereza—, o me habrían tenido amarrado a una camilla y comiendo gelatina sin sabor.
—Eso no lo dudes —replicó ella—. Bien, estoy en un pequeño descanso, pero ya tengo que volver.
—¿Cómo va tu día? —Preguntó él.
—Bien, tengo casi seguro un gran cliente, sólo tengo que disponer del plan de seguros perfecto y podré sellar el trato.
—Te felicito por eso; espero que todo salga bien. Gracias por llamar, pero en serio estoy bien, y tengo a Martín aquí por cualquier cosa.
—Está bien, descansa. Hablamos.

Por la tarde retomaron lo de la investigación; Martín consiguió localizar los datos de una dirección que correspondería al padre de Joaquín, mientras que la dirección de trabajo de la madre de Miguel no fue muy difícil, ya que era la dueña de una empresa de gestión de maquinaria para la pequeña empresa.

—Ya tenemos los datos —Observó Martín—, pero necesitamos pensar en cómo vamos a hacer las cosas.
—Es cierto, no podemos cometer errores ahora; pero, para ser sincero, no tengo la más remota idea de qué decir.
—Pensemos primero en el objetivo central de todo esto; estamos pensando que el centro de todo esto es que Miguel y Joaquín no pueden descansar porque sus alnas no están juntas.

Se llevó las manos a la cabeza, por un segundo incrédulo de lo que estaba diciendo, pero más por sentir que todo eso tenía sentido.

—¿Qué ocurre?
—Nada. Como sea, hay que pensar en algo que funcione, no podemos ir por la vida diciendo “señor, señora, tenemos una especie de conexión espiritual con su hijo muerto”
—Es verdad. Me gustaría decir que se me ocurre algo, pero para ser sincero, cualquier excusa que pienso se me hace demasiado débil. ¿Y si dijéramos algo como que somos de una organización de ayuda a las víctimas?
—Rafael, eso suena pésimo, además ni siquiera sé si es ilegal.

Rafael suspiró.

—Tienes razón, además yo mismo no creería si alguien apareciera después de treinta años para decirme algo como eso. No lo sé, tal vez hay que descansar un poco de todo esto, ha sido un día pesado. Gracias.
—No me des las gracias, esto es algo que vamos a hacer los dos, ya lo acordamos. Pero tienes razón, es bueno tratar de despejarse un poco. Hablando de otra cosa ¿Puedes quedarte solo mañana? Tengo un par de ventas de productos.

Rafael lo miró con las cejas levantadas.

—Martín, estoy bien; me gusta que estés aquí pero no estoy herido de muerte ni nada por el estilo; mañana solo haz lo que tengas que hacer y es todo.
—Está bien, pero descansa y no te vayas a ninguna parte.
—Prometido.

Por la noche, Martín llamó a su hermano; había decidido pasar por alto todo el asunto de Miguel y Joaquín, pero Carlos se había mostrado muy preocupado por el accidente de Rafael y quería mantenerlo al tanto de todo.

—¿Cómo estás?
—Bien —Respondió el chico, con su habitual indiferencia hacia ese tipo de preguntas—. ¿Cómo está Rafael?
—Bien, estuvo descansando y me aseguré de eso; almorzamos pizza y estuvimos charlando de muchas cosas importantes.
—Qué bueno.
—Hasta lo tengo controlado para que se tome el anti inflamatorio y no beba alcohol. ¿Cómo van tus diseños?
—Bien, estuve hablando con un par de personas que quieren algo, pero todavía no se deciden; creo que no confían en mí porque soy muy joven.

Martín había pensado que eso podría llegar a suceder, pero evitó decírselo a su hermano menor porque no encontró un modo de decirlo que no sonara alarmista o sobreprotector; ahora que había sucedido, solo le quedaba apoyarlo.

—Bueno, los negocios a veces son complicados ¿Pensaste hacer una prueba y publicarla en Pictagram?
—Pero ya subí bocetos y trabajos terminados —Indicó el joven.
—Lo sé, pero lo decía por una remera terminada de un diseño cualquiera. Quizás si muestras otro trabajo listo, eso puede demostrarle a esa gente que lo que haces va muy en serio; si quieres te puedo enviar una foto de la mía.
—No lo había pensado —Comentó el chico, reflexionando—. Cuando entregué el trabajo que hice guardé una foto, pero lo hice para archivarla, no se me ocurrió que pudiera servir. Gracias por la idea.
—Nada que agradecer —Martín sonrió en el teléfono—. Me gusta ayudar en lo que pueda.
—¿Puedo hacerte una pregunta?

El trigueño se dijo que poder ayudar a su hermano, aún en cualquier tipo de situación, era algo que nunca quería dejar de hacer.

—Claro que sí, solo dilo.
—¿Solucionaste tus problemas con Rafael? Con lo del accidente pensé que no era momento para preguntarlo, pero tengo esa duda de todos modos.
—No era un problema en sí, fue un malentendido —replicó Martín—, pero respondiendo a tu pregunta, sí, está todo resuelto. Rafael es mi amigo y simplemente teníamos que arreglarlo, así que lo hablamos y todo está bien ahora; tenías razón en lo que me dijiste sobre eso, porque lo solucionamos todo.
—Me alegra que eso sea así.

Después de finalizar la llamada, se quedó pensando en las similitudes que podían existir entre dos hechos a simple vista muy distintos: la dedicación y preocupación mutua que había entre él y su hermano menor era algo parecido a la decisión que había tomado de ayudar a Rafael a desentrañar esa historia antigua.
Se trataba de desconectar un poco de los problemas y situaciones personales para preocuparse de alguien más, incluso involucrándose con dos personas que ya no estaban, y a quienes nunca había conocido; curiosamente, desde el momento en que aceptó esa realidad, supo que era lo correcto, y estar luchando por hacer algo en el lugar de ellos dos lo hacía sentir bien. De algún modo era intentar hacer justicia en nombre de alguien que no podía hacerlo por sí mismo, y era reconfortante pensar en que, en alguna parte y de alguna forma, algo de lo que sucedía en vida sobrevivía a pesar del tiempo.

3


Cuando llegó la noche, Rafael no sabía muy bien qué pensar acerca de todo lo sucedido; por un lado, estaba feliz de contar con el apoyo de Martín, ya que haber recuperado su amistad era algo muy importante para él. En realidad, nunca lo había perdido, pero ese lapso en el que las cosas estuvieron mal fue difícil de aceptar, y se dio cuenta aún más de lo relevante que era para él su cercanía, así como el valor de sostener esa amistad sobre la base de la confianza y la honestidad.
Por otro lado, el avance que hicieron juntos demostraba que ambos podían conseguir cosas que separados no; era como si además de estar siendo testigos de una historia pasada, fueran los encargados de asegurar que tuviera un buen fin. Parecía que estaban tan cerca, que bastaría con hacer unas llamadas o acercarse a visitar a ciertas personas, pero la realidad con la que chocaban estaba cubierta de años de silencio y secreto.
Cuántas veces calló su voz, cuántas veces sus pasos los guiaron por rutas separadas, obligándolos a mentir y esconder un sentimiento puro y auténtico ante un mundo hostil. Ese secreto pesaba ahora, quizás no tanto como en ese lejano pasado, pero se había convertido en parte de las murallas de un complicado laberinto, del cual ellos solo tenían algunas pistas leves.
Apagó la lampara y se dispuso a reposar; y por primera vez, pensó en sumergirse de nuevo en esos sueños con un sentimiento distinto, pidiendo encontrar algo, alcanzar un recuerdo que le permitiera iluminar ese camino manchado de incógnitas.

—¿Recuerdas?
—Sí.

Era un sentimiento puro y poderoso que provenía de ambos; no estaban en el mismo sitio, pero lo recordaban mientras hablaban de ello, transportándose a esa misma emoción que los embargó un día.

—Si algún día ya no estuviéramos juntos.
—No digas eso.

El temor a perderlo era instantáneo; pero, en realidad, no se trataba de eso, sino de pensar en una posibilidad. Era sobre cómo conectarse de todas las formas posibles.

—Escúchame; yo tampoco quiero separarme de ti, y me gustaría que siempre estuviéramos juntos, pero quiero que prestes atención a esto. Ese lugar es el más importante para nosotros ¿No es así?
—Sí, lo es.
—Solo quiero decir que nosotros no tenemos un hogar, no hemos podido tenerlo y seguramente no podremos en el futuro. Pero no importa.

Si tan solo consiguiera ese ascenso en la tienda, podría decirle que tenía una idea, que quería proponerle que comenzaran a vivir juntos; pero, por desgracia, mientras no hubiera un cambio en su trabajo no podía hablar, estaba obligado a esperar hasta que todo se diera a su tiempo, si es que sucedía.

—Ese es nuestro hogar.
—¿Tú crees?
—Sí. El hogar no es un lugar físico, es ese sitio en donde uno se siente pleno, donde está todo lo que necesita; mi vida está contigo, y siento que nunca fuimos tan libres y felices como ahí, aunque haya sido poco tiempo. Me gusta pensar que ese es nuestro lugar, que, si algún día estuviéramos separados por la razón que sea, podemos encontrarnos ahí pase lo que pase; ese siempre será nuestro lugar en el mundo.

Era cierto; al pensarlo, era verdad, se trataba de algo que no se refería a un lugar físico, sino a los sentimientos que nacieron ahí.
Pensar en ese lugar y pensar en él era una misma cosa, y hacerlo era bueno para él.
Ese sería su lugar, donde podrían ser ellos sin mentiras y sin máscaras.


Próximo capítulo: Último paso