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Contracorazón Capítulo 09: Una conversación sincera
Magdalena y Mariano invitaron a Rafael a almorzar el sábado, y él aceptó encantado; por una parte, el nuevo cargo lo dejaba trabajando de lunes a viernes, de modo que era divertido disponer de un tiempo como ese, y por otro, quería tomar el pulso del estado de ambos cuando faltaba poco menos de un mes para el matrimonio.
Mariano había preparado unas croquetas de pollo al horno con salteado de papas, y mientras ella sacaba la preparación en la cocina, ellos se dedicaron a montar la mesa y preparar dos tipos de ensalada.
— ¿Necesitas ayuda? —preguntó Mariano desde la mesa de la sala.
—Todo está en orden —replicó ella, siéntense, llego en un minuto.
Ambos se sentaron, quedando frente a Frente, Mariano de espalda a la cocina; Rafael sirvió vino en las copas dispuestas para ello.
— ¿Más tranquilo? —preguntó en voz baja.
—Sí, todo está bajo control —replicó el novio, radiante—. Me he estado repitiendo una y mil veces que tengo que conservar la calma, y hasta ahora está funcionando. Pero cambiemos de tema —susurró—, no quiero que Magdalena escuche.
—Está bien.
Lucía más tranquilo que la última vez que hablaron, y esa era una muy buena señal; Rafael se prometió comprar el traje para el matrimonio dentro de la semana siguiente sin falta, por si tenía mucho que hacer en el trabajo y después no era posible.
—A todo esto —comentó su cuñado— ¿Cómo le fue a tu amigo con la entrevista en la empresa que me preguntaste?
Rafael se quedó de piedra al ver que su hermana había aparecido en la sala, y alcanzado a escuchar lo que dijo su novio; Mariano hizo una mueca de disculpa y moduló la palabra, y aunque estaba siendo sincero en la excusa, a Rafael el gesto se le hizo cómico.
—Ahora que lo pienso —pronunció ella, con un tono indescifrable pero una clara expresión en el rostro—, olvidé un condimento en la cocina y creo que no lo alcanzo.
—Te ayudo —su novio intentó ponerse de pie.
—No —lo cortó ella—, Rafael es de la familia, tiene que ayudar también.
—Te acompaño entonces —comentó Rafael.
Para terminar su teatral presentación, la chica dio media vuelta y volvió a la cocina; Mariano volvió a murmurar una disculpa por hablar de más, pero Rafael lo calmó y entró después de ella. En el interior, su hermana lo esperaba, de brazos cruzados y con una expresión de sorpresa coronada por cejas alzadas.
— ¿Amigo?
Al verlo en retrospectiva, había sido peor idea no contarle a Magdalena que comenzó un contacto amistoso con su vecino que explicar todo ahora; sin embargo, decidió no caer en el juego de los reproches y tomarlo con calma.
—Sí, amigo —respondió con tranquilidad.
— ¿Y cómo se llama ese amigo?
Sí, en efecto, sonaría mucho más complejo explicar todo.
—Martín.
—Y es un amigo nuevo —pronunció ella con voz más aguda—, porque no me habías hablado de ningún Martín.
—Es el anfitrión del restaurante en el centro comercial, tú lo saludaste.
Su hermana ladeó la cabeza y por un momento no habló, hasta que ató los cabos.
— ¡Tú, mentiroso! —le arrojó un paño de cocina—, me aseguraste que no te interesaba para nada.
Rafael atrapó el paño en el aire y empezó a reír.
—No empieces a practicar el papel de esposa celosa, te estás adelantando.
—No me cambies el tema ¿Desde cuándo están saliendo?
—Magdalena, no estamos saliendo -corrigió él.
—Oh, no me vengas con esas —lo apuntó con un salero—, lo conoces hace nada y le estás buscando trabajo.
La voz de Mariano los interrumpió desde la sala.
—Aún estoy aquí.
—Vamos en un instante, cielo —exclamó ella, y luego hacia su hermano—, ¿Son novios?
Rafael decidió terminar con todo eso de una vez por todas y decir todo de una vez.
—Magdalena, no hay nada sexual ni romántico. Martín se cambió al edificio de junto, nos encontramos y nos caímos bien, hablamos de autos, de trabajo, de la vida —y antes que ella pudiera interrumpirlo—, y no le atraen los hombres.
Su hermana lo miró durante un largo par de segundos, analizando su expresión y mirada; Rafael respondió con honestidad, y llegado a ese momento, podía decir que realmente su interés por Martín era amistoso, nada más. Tenía casi por completo confirmado que era heterosexual, pero, aunque no fuera así, en su interior no sentía la llama de un deseo romántico, porque la fuerza del carácter del hombre que estaba conociendo le sonaba familiar, y le gustaba estar en esa compañía; se trataba de algo que nunca había sentido, pero era una agradable sensación, como de haber encontrado a alguien en la vida con quien querría ser amigo para siempre incluso antes de saber bien todos los detalles de su persona.
—Bueno, eso no explica por qué te tomaste todo este tiempo en decírmelo, como si me ocultaras algo -la chica le hizo un fingido desprecio.
—No te lo dije porque lo primero que pensé es que intentarías asociarlo con un romance — replicó Rafael—, como si estuvieras buscándome un novio.
—Pero es que tú podrías tener un novio —protestó ella.
Rafael se encogió de hombros.
—O tal vez no; o puede que sea más adelante ¿No lo ves? En verdad, aprecio tu interés, pero no necesito desesperadamente un novio; si conozco a alguien y me pasan cosas, veré cómo se da todo, pero no me estoy desangrando por esto. Estoy bien, en serio.
Magdalena hizo un mohín.
—Está bien, será como tú digas entonces —frunció el ceño—, pero no me ocultes información.
—En eso tienes razón —admitió el, asintiendo—, fue un error no habértelo dicho, pero quiero que admitas que tuviste parte de la responsabilidad por esa actitud de casamentera.
—De acuerdo —la chica revoleó los ojos—, volvamos a la sala antes que mi flamante novio empiece a comerse las servilletas.
Volvieron a la mesa y sirvieron el platillo; Mariano le dedicó a Rafael una mirada cautelosa.
— ¿Todo está bien?
—Todo en orden —se adelantó Magdalena, sonriente—, le estaba diciendo a mi hermano que, si no tiene con quien ir a nuestro matrimonio, puede invitar a Martín, y que estaremos encantados de conocer a su nuevo amigo.
Rafael le hizo una mueca de burla.
—Muy graciosa —y a Mariano—, y sobre lo que me preguntabas, por lo que me contó va a estar haciendo un reemplazo por tres semanas, y creo que tratará de quedarse ahí.
—Eso es bueno —se alegró su cuñado—, hice una buena obra, eso suma puntos.
—Dejemos el puntaje tal como está —intervino Magdalena mientras servía algo de ensalada—, estabas bajando con lo otro.
Mariano hizo como que no escuchó y cambió el rumbo de la conversación mientras servía vino para los tres.
—A todo esto, no creo que Magdalena te haya contado, pero tenemos oficialmente nuestro primer regalo de matrimonio.
— ¿En serio?
—Sí —respondió, alzando la copa—, sucede que Recursos humanos estuvo sorteando unas invitaciones al teatro, para ver el estreno de Anastasia en viaje, y me gané una entrada doble.
—Anastasia —agregó Magdalena—, es un sueño, amo ese musical.
Rafael no era tanto de las películas animadas, pero recordaba que esa cinta la vieron numerosas veces cuando eran pequeños.
—Por supuesto que lo recuerdo, ¿Y cuándo es?
—En dos semanas, el sábado tres -explicó Magdalena-. Lo veremos en el teatro La Cúpula; ese día tenemos que ir a ver a Lidia, mi amiga, así que nos pasaremos directo al teatro ¡Va a ser fabuloso!
Rafael se recordó que no sólo tenía que comprar el traje, sino que tomar la decisión sobre el regalo que le haría a su hermana; asintió con energía.
Me alegro mucho, lo van a pasar muy bien.
2
Después de una entretenida jornada en casa de Mariano y Magdalena, Rafael decidió terminar con los dos pendientes que tenía al respecto de la ceremonia que se avecinaba, y fue de inmediato a una tienda de trajes formales; eligió un traje compuesto por pantalón gris listado, con chaleco con tres botones y chaqueta a juego, y lo combinó con una corbata azul grisáceo y camisa blanca, dejando los accesorios en lo sencillo de una pinza de corbata con detalle brillante y pañuelo para chaqueta en un tono gris verdoso. Con el traje cuidadosamente envuelto se dirigió a la joyería en donde había visto el primer broche y lo compró, pidiendo que se lo entregaran en una caja de color verde, que combinara con uno de los tonos predominantes en el vestido de su hermana.
Al fin con los pendientes listos, volvió a su departamento; más tarde estaba viendo un poco de televisión cuando recibió un mensaje de Martín.
— ¿Estás?
—Sumamente ocupado —escribió de inmediato—, estoy a punto de decidir entre ver un resumen de los Premios de diamante y la sección de humor.
—Es una decisión difícil.
Después de una pausa breve, volvió a escribir.
— ¿Una cerveza?
—Sí, me parece bien —escribió Rafael.
— ¿Vienes?
—Subo ahora —respondió.
Mientras iba subiendo notó que tenía sueño; entre las compras y el generoso almuerzo, había sido un día bastante cargado, aunque por suerte nada había salido mal; Martín lo saludó con un enérgico apretón de manos y lo invitó a pasar.
— ¿Cómo estuvo el día?
Rafael le contó lo del almuerzo, pero omitió deliberadamente la teatral escena de verdades con su hermana; de todos modos mencionó lo del matrimonio.
— ¿A mí? —pronunció, extrañado— Qué raro que me inviten a su matrimonio.
—Es que a mi hermana le caíste muy bien —comentó con evasivas—, y además siempre me está diciendo que salgo muy poco y socializo menos, así que dice que quiere ayudar a que nuestra amistad tenga una base firme.
Después de decirlo notó que quizás era una frase demasiado comprometedora, pero por suerte Martín se lo tomó bien.
—Es un gesto muy bonito, en serio —replicó, asintiendo—, dile que se lo agradezco mucho; en cualquier caso, creo que nuestra amistad va bien ¿qué piensas tú?
La mención de la palabra hablaba muy bien de lo que estaba dándose entre ellos, y Rafael se lo tomó de la mejor forma.
—Sí, pienso lo mismo. De todos modos, el matrimonio es hasta dentro de un par de semanas, y ellos son relativamente sencillos para las celebraciones; lo que quiero decir es que no será demasiada gente, habrá buena comida y algo para beber, así que si puedes ir estás invitado, solo tendrás que tener un traje apropiado.
—Eso no sería problema —reflexionó Martín—. Para la graduación de primaria de mi hermano me compré un traje y nunca lo he vuelto a usar. Ahora que recuerdo, ya tengo horarios en mi futuro trabajo y será de lunes a viernes, así que creo que la invitación es muy tentadora ¡No puede ser!
Rafael lo miró extrañado; Martín había activado una notificación en el móvil y le mostró la pantalla de este.
—Hablando de socializar, y mira a quién me sugiere esta red social.
Era una chica de más o menos la edad de él, de largo cabello castaño oscuro, que miraba sonriente a la cámara. Aparecía encabezando las sugerencias de personas a quienes probablemente el propietario de la cuenta conocía.
— ¿Y quién es ella?
—Es una ex —replicó Martín, con una sonrisa burlona—; bueno, no ex en todo el sentido de la palabra, no estábamos comprometidos en matrimonio ni nada parecido, pero llevábamos saliendo un cierto tiempo.
Parecía muy divertido por la situación; Rafael supuso que iba a contarle alguna historia al respecto de aquella relación.
— ¿Por qué tengo la sensación de que las cosas no terminaron bien?
Martín soltó una carcajada.
—Porque si no escapo de ahí, seguramente ahora estaría bajo tierra o en un psiquiátrico, eso es seguro.
— ¿Tanto así? —preguntó Rafael, muy extrañado.
—Ese destino es el más probable —explicó mientras abría una segunda cerveza—. Esto fue hace un poco mas de un año, el punto es que nos agregamos en las redes y estábamos saliendo, en esa etapa en donde todo va bien; un día vi que había posteado una imagen que decía algo como que una hembra cuido su territorio o algo por el estilo, y me pareció un poco sacado de onda, pero me dije que si yo también tengo un humor especial, no puedo ponerme grave por cualquier cosa.
—Pensaste que era con humor —apuntó Rafael.
—Exacto. Entonces sucede que un día me pregunta, así de la nada —puso los brazos en jarras—, algo como quién era una mujer.
Hizo un gracioso gesto de perderse y mirar a la nada; Rafael estaba tentado de reírse, pero sospechaba que la situación en general no era tan divertida.
—Disculpa, me estoy empezando a reír.
—Ríete con toda confianza, yo también me río ahora —el trigueño se encogió de hombros—, aunque en ese momento no era gracioso, pero ya da lo mismo; bueno, la cosa es que me quedo colgado un momento tratando de saber de quién me habla, y hago la conexión que era una amiga del trabajo que había comentado una foto que subí ¡Dos meses atrás! La quedé mirando como si fuera un alien, y me dice que lógicamente debe saber con qué mujeres me relaciono; le dije que eso era absurdo y que parecía muy preocupada de personas a quienes no conocía, y entonces enloqueció y me dijo que si no le tenía la suficiente confianza era porque tenía algo que esconder, y le empezó a salir espuma por la boca.
Lo último era una broma, y ambos rieron sonoramente de ella.
—Estaba loca —comentó Rafael.
—Completamente —apuntó Martín— ¿Me pasas ese condimento?
Señaló el mesón tras ellos, y Rafael volteó para tomar el frasco mientras aun se reía.
—Escapaste entonces.
—Corrí como si me persiguiera el diablo en persona —replicó el trigueño entre risas—. Ese es el increíble mundo de los ex.
—Puede pasar cualquier cosa con los ex —repuso Rafael, de forma relajada—, es como lo que sucedió con Arturo cuanto me lo encontré y…
Se quedó sin palabras; lo había dicho, después de la larga duda y planeación, en ese momento estaba tan relajado y divertido que simplemente acotó lo primero que se le vino a la mente.
— ¿Tuvieron un desencuentro?
La voz de Martín no se oía distinta a como era de costumbre; Rafael sintió que su rostro pasaba por distintos colores, pero no perdió el punto: ya había hablado, no podía evadir.
— ¿No quieres hablar de eso?
Finalmente volteó y lo miró; no había un asomo de burla ni sorpresa, ni siquiera escepticismo en él.
—Eso fue un poco incómodo.
—Si te complica hablar de tu ex, no te preocupes —comentó el trigueño—, a todos nos ha pasado.
Se quedó un momento sin hablar ¿Qué era lo que pasaba con él? Se supone que debería sentirse bien ante la actitud de normalidad de Martín, pero por algún motivo no lo lograba.
—No pareces sorprendido.
— ¿Sobre qué? -preguntó Martín.
—Martín, por favor, me escuchaste, y yo no había dicho nada de esto hasta ahora.
El trigueño adoptó una actitud más seria.
—Si lo que me estás tratando de preguntar es si estoy sorprendido de que seas gay, no lo estoy.
— ¿Lo sospechabas?
—No sospechaba ninguna cosa —exclamó Martín—; nos estamos conociendo ¿No es así? Pensé que ya había dicho que lo que me interesa de las personas es como son, los puntos importantes.
Rafael no sabia bien cómo reaccionar, ni por qué estaba tan nervioso ¿No debería sentirse mejor?
—Pero igual es un tema que puede ser complicado.
—No es ningún tema —respiró profundo, para calmarse—. A ver, vamos a empezar de nuevo ¿Tuviste problemas, pasaste por episodios de violencia o algo así?
—No más que cualquier persona, y no tuve problemas en mi familia —replicó Rafael.
—Entonces no deberías sentirte tan inseguro ¿No lo crees?
En eso tenía razón; Rafael se sentó nuevamente, intentando entender lo que le ocurría.
—No sé lo que me pasa; estaba tratando de encontrar un medio para decírtelo dentro de una conversación trivial.
—Pero esto era una conversación trivial.
—Lo sé, lo sé —se llevó las manos a la cabeza y se cubrió los ojos con las palmas por un momento—, yo tampoco entiendo por qué me comporté así.
— ¿Para ti es un secreto? —le preguntó el trigueño.
—No, nunca tuve la necesidad desde mi familia; ahora que soy adulto, no siento la necesidad de decirlo si no viene al caso, pero tampoco lo niego. Creo que no es un tema.
La expresión de Martín demostraba que no estaba de acuerdo con eso.
—Pero conmigo sí fue tema. Entonces te voy a hacer una pregunta —lo miró a los ojos— ¿Cuándo supiste que soy heterosexual?
Rafael no supo hacia dónde iba esa pregunta.
—No lo había pensado.
— ¿Ves a lo que me refiero? —replicó el otro—. ¿Por qué yo tendría que estar pensando si eres gay o no, pero tú no estabas pensando si yo soy hetero?
Se sintió dentro de una comedia de equivocaciones; pero se dijo que, si Martín estaba mostrando esa gran actitud hacia él, no era justo quedarse con verdades a medias.
—En realidad sí me lo pregunté, pero no de una forma concreta; a lo que quiero llegar es a que dijiste algo que me hizo mucho sentido y pensé que eso podía tener otro significado.
— ¿Qué dije?
Tal vez todo se remitía a ese día en que se conocieron; no lo sabía con exactitud, pero le pareció la opción correcta mencionarlo.
—Dijiste que te gustaría poder casarte sin que importara nada más.
—Pero eso no es sólo en ese sentido —argumentó el trigueño—, o de alguna manera sí; a lo que quiero llegar es a que me violenta que estamos en un mundo donde las personas no somos iguales ni tenemos los mismos derechos. Mi hermano no es como los otros porque tiene una enfermedad, tú no puedes casarte, si yo no me caso soy un tipo extraño o inmaduro ¿Entiendes a lo que me refiero? Cuando te dije que me gustaría que uno pudiera casarse sin que importara nada más, lo decía en un sentido amplio: estaba hablando de que nadie te diga que estás desesperado por casarte o que se te pasó el tren, o que deberías casarte o tener hijos para que sientes cabeza.
Era toda una declaración de intenciones, y a Rafael le llamó la atención lo similar de sus argumentos a los suyos, con esa parte idealista que en el mundo actual quedaba tan fuera de los márgenes sociales, que hacía pensar muchas veces que quien los tenía estaba equivocado.
—Gracias por eso.
—No quiero que me agradezcas —repuso el otro—, escucha, porque esto es muy importante: tú tuviste un gran gesto hacia mí, y esas son las cosas que más valen. Me escuchaste cuando te conté lo de la enfermedad de mi hermano, y cuanto estuviste ahí, fuiste sincero y me apoyaste, sin mirarme con lástima ni nada parecido; eso es lo que tiene valor para mí, y aunque no lo pensé de esa forma en particular cuando sucedió, te puedo decir que fue un antes y un después, creo que ahí te empecé a tomar como un amigo.
—No sé qué decir.
—No digas nada si no quieres —dijo Martín—. Ese día me dijiste que estarías ahí para escucharme si lo necesitaba, ahora yo te lo digo a ti. En serio.
En ese momento, Rafael se sintió como debería haberse sentido desde un principio; probablemente nunca sabría con exactitud por qué se había complicado tanto en hablar de ese asunto con Martín, pero se dijo que quizás era porque tenía una expectativa muy alta de esa amistad, y de forma inconsciente no quiso que algún elemento amenazara esa conexión entre los dos.
—O si quieres me puedes contar, yo también estoy aquí para eso.
—Toda esta conversación no fue como esperaba —dijo Rafael al fin—, pero me siento bien de que no sea un problema en nuestra amistad.
—Deberías haber sabido eso desde antes —apuntó el trigueño.
—Lo sé, lo sé, ya no me lo recrimines —levantó las manos en gesto de defensa—, me quedó claro.
Como si se adelantara a sus pensamientos, Martín le pasó otra cerveza, que Rafael agradeció; sacando cuentas, se habría evitado el nerviosismo y toda la maraña mental con solo abordar el tema de forma clara desde el principio, pero al menos el punto al que llegó era bueno.
— ¿Y entonces estás solo o hay un novio por ahí?
—No, nadie oculto, desde que me separé de Arturo no he tenido interés en nadie.
—Me pasa parecido —reflexionó el otro—, tal vez es por la carga de trabajo, pero no me veo con tiempo de estar en una relación ahora mismo. ¿Ustedes terminaron en buenos términos?
Era tan sencillo cuanto todo funcionaba de esa forma, sentados con una cerveza y algo para comer mientras hablaban de distintos temas, y sin embargo se sintió temeroso de que ese nexo se viera perjudicado por su orientación sexual; en ese momento pensó que debería analizarse un poco a sí mismo, y comprobar que no volviera a suceder algo como eso en el futuro.
—En cierto modo sí; supongo que debería estar enfadado con él o algo así, pero no puedo tener malos sentimientos para alguien con quien viví una parte de mi vida. A todo esto, lo que iba a decir al principio era que me encontré por accidente con él, fue raro volver a verlo.
— ¿Te pasaron cosas? —preguntó Martín.
—Para nada, es solo que no me lo esperaba; además, cuando me vio reaccionó como si fueranos los mejores amigos; me quedé extrañado, porque una cosa es que no le guarde rencor y otra muy distinta que seamos amigos.
La conversación siguió hacia otros temas, y fue tan natural como lo anterior; Rafael se dijo que era muy afortunado de haber conocido a alguien como Martín, y que él quisiera su amistad.
3
De vuelta en su departamento, Rafael no pudo menos que rememorar toda la conversación con Martín, y lo que había aprendido de ello; contrastó esa situación personal con lo que pasó antes en su trabajo con las insinuaciones y ataques de Ángel, y notó la diferencia fundamental entre ambos casos. No le importaba que sus compañeros supieran de sus preferencias, pero sí le molestaba que alguien intentara usar eso como un arma en su contra, como si de alguna forma fuese una debilidad laboral o incluso social.
De alguna manera, ante esa situación actuaba de forma frontal porque sentía que no tenía riesgo, que era mucho peor que alguien tratara de amenazarlo que tomar la situación entre sus manos, pasara lo que pasara. Por otro lado, la situación con Martín se le escapó de las manos sin darse cuenta, y era porque él sí le importaba, quería su amistad y la posibilidad de perder el contacto o que las cosas ya no fueran iguales se convirtió en un obstáculo en su camino.
Sólo tendría que terminar la frase, y todo habría sido mucho más sencillo.
Se acostó y quedó pensando en estas cosas, y al estar quieto y en silencio en la oscuridad de su habitación, unas palabras aparecieron en su mente.
"Recuérdame, cuando nuestros..."
Se sintió extraño ¿Acaso esas palabras tenían un significado especial? Se preguntó si eran sólo esas dos, y sin darse cuenta llegó a la conclusión de que eran más, que se trataba de una frase completa, algo que debería hacerle sentido.
Algo que debería recordar.
No eran palabras al viento, se trataba de algo importante, pero no podía determinar qué; mientras el sueño lo vencía poco a poco, intentó concentrarse en esas palabras y descubrir lo que eran. En el bullicio de un lugar no había nadie más, y no podía comprender esos sonidos porque estaba solo; no, no estaba solo, había alguien más, y esas palabras provenían de esa persona, como si se tratara de un ruego, o una forma de impulsarlo a algo.
Todo era sombras, y personas que se movían sin rumbo fijo; un recuerdo en un sueño, tan real como olvidado, el aroma de alguien a quien conoció, y un dolor imposible de ignorar.
¿Quién era, y por qué sentía que debía saberlo? Las memorias eran confusas, estaban en un lugar que no podía alcanzar, pero estaban a su vista, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo, era como un horizonte al que podía correr, pero nunca llegar.
Se quedó dormido intentando alcanzar algo que siempre escapaba de él.
Próximo capítulo: Visita sorpresa
Las divas no van al infierno Capítulo 07: Que no pare la música
Vive este capítulo al ritmo de esta canción: https://youtu.be/yd8jh9QYfEs
El martes 21 los ánimos hervían en la academia; después de un rápido descanso de día lunes, faltaba muy poco para que la primera emisión del programa saliera al aire y todas sabían que el tiempo apremiaba.
—No puedo creer que ya vamos a salir en pantalla desde mañana —comentó Charlene—, es tan divino, en verdad es fabuloso.
—Se está haciendo tarde —comentó Adriana—, me pregunto dónde estarán los maestros.
Alguien iba a comentar algo, pero la respuesta se adelantó a ellas; el bass inundó el gran salón donde las chicas estaban, y la puerta se abrió, entrando Sandra, la productora del programa.
—Buenos días, chicas.
Todas saludaron de vuelta, y la mujer hizo un gesto hacia el exterior, indicando a quien esperaba que podía pasar.
—Vicenta me pidió que la ayudara con esta parte, porque está un poco ocupada ahora mismo; por ahora sólo pueden mirar.
Unos momentos después entraron veinticuatro hombres apenas vestidos; de no más de veinticinco, todos tenían cuerpos atléticos, musculados, lucían un saludable bronceado y llevaban un bañador similar a los de competencias de nado, de color blanco. Charlene notó que todos eran bien parecidos, seguramente modelos o deportistas; el grupo de atractivos chicos se quedó de pie, ocupando el extremo opuesto a la sala en donde se encontraban.
—Vicenta vendrá en un segundo.
Las chicas aun no salían de su asombro, cuando del techo del lugar surgió un nuevo sonido; hasta el momento ninguna había advertido que una parte del cielo falso era removible, por lo que se quedaron sorprendidas al ver cómo un montón de colores descendía con lentitud mientras la música continuaba inundando el lugar. Pudieron ver que se trataba de un grupo de telas que colgaban desde la parte superior, como un arcoíris llamativo; en cuanto las telas tocaron el suelo, se agitaron, y desde el interior de ellas surgió Vicenta, ataviada con el mismo estilo de vestuario, el que mostraba sólo los brazos y se extendía como un vestido largo y ajustado al cuerpo. La multitud de colores resaltaban sus curvas, y la hacían ver más alta estilizada, siendo todo esto coronado por un peinado de inspiración afro, junto a un llamativo maquillaje en todos los colores posibles; con todo, la mujer no parecía exagerada, y el atuendo en general era muy cercano al estilo de una bailarina de carnaval.
—Buen día, señoritas, llegó el gran momento: les vio y a dar un desafío de verdad.
Con gran actitud, la mujer camino hacia los hombres; mientras ellos permanecían de pie mirando al frente, Vicenta paseó frente a todos como si estuviera en una pasarela, actuando como si los ignorara por completo. Cuando terminó de pasar frente a la formación, volteó para devolverse, y caminando de forma sugerente se acercó al primero de ellos, poniendo en una de sus manos el extremo de una de las múltiples cintas que formaban su vestido, tras lo cual él tiró suavemente, desprendiendo el largo trozo de tela.
—No puede ser…
Valeria comprendió lo que iba a pasar desde que el primero de los chicos tomó un trozo de tela; había visto algo similar en un espectáculo de cabaret, y tal como en aquella ocasión, se presentaba un acto de falso desnudismo en donde la mujer, como centro de la atención, se despojaba poco a poco de las supuestas partes de la ropa, para después revelar un atuendo mucho más osado.
Así fue como la mujer se despojó uno a uno de los múltiples colores que llevaba encima, hasta que quedó con un vestido corto de color amarillo neón, cortado en la cintura por un lazo de color rosa encendido; cada uno de los chicos tenía una cinta en las manos.
—Hice un espectáculo con cintas —explicó la mujer, con una gran sonrisa—, y ahora ustedes tendrán que hacer algo parecido. Les dijimos que tienen que estar listas para preparar una presentación en muy poco tiempo, y para que vayan preparándose, tendrán que usar a uno de estos guapos chicos y la cinta que tienen en sus manos para hacer con ellos una decoración viva para un espectáculo.
Las chicas no parecían haber comprendido del todo lo que se les estaba diciendo, y las palabras de la maestra dieron a entender que ya se había anticipado a eso.
—Consideren que van a tener que subir a un escenario grande y negro, en donde tienen que poner un objeto que adorne, pero con el que ustedes no van a intervenir; sólo debe estar ahí y ser lindo. Pues bien, estos chicos ya son lindos, pero queremos que ustedes usen esta cinta y la conviertan en parte del todo —y agregó con malicia—, un todo que tenga sentido, por supuesto. Tienen cinco minutos y pueden elegir al chico que ustedes quieren, pero los bañadores no los pueden mover de su lugar.
Se generó un revuelo en el grupo, igual que en todas las actividades anteriores; mientras Vicenta se sentaba a un costado para observar todos los detalles, Valeria se acercó al chico que había escogido: era fuerte, lampiño, y tenía una estructura física que demostraba que hacía mucho deporte, no sólo pesas.
—Hola —murmuró él, sonriendo.
Era muy atractivo; pero ella se recordó que el tiempo era escaso, y que casi era el momento de demostrar de todo lo que era capaz. Realmente, con ese diminuto bañador, no había mucho para hacer, de modo que se tomó un instante para imaginar qué tipo de presentación hacer: se vio a sí misma vestida de rojo y púrpura al completo, con unos telones de terciopelo negro atrás, oscuros y misteriosos como la noche, y se imaginó con música de saxofón de fondo.
— ¿Puedo? —le dijo al chico— Es que se me ocurrió una idea, pero…
—Por mí no te preocupes —replicó él con ligereza—, estoy disponible para lo que se te ocurra, haz de cuenta que soy un maniquí.
Un maniquí muy agradable, por lo demás, se dijo ella mientras aplica a la idea que se le había ocurrido; la cinta que tenia en las manos era de color dorado, perfecta para sus planes.
—Parece que se divierten por aquí.
—Sí, tenemos mucho que hacer y aprender.
Se complicó, pero él le facilitó las cosas y separó el costado del bañador para que ella pudiera pasar la cinta.
—Gracias.
—Por nada —replicó él—, no puedo aportar ideas, pero puedo ser maleable, si lo necesitas.
Se miraron por un momento; él desplegaba una energía impresionante, era como un aura que ella no podía ignorar. Se preguntó cómo sería estar con él en una pista de baile, quizás habiéndose conocido por accidente, y actuando después de una forma traviesa.
—Inclínate un poco.
El chico obedeció la instrucción, y flectó un poco las piernas, marcando más los músculos mientras ella rodeaba su pierna izquierda con la cinta. Hizo un nudo simple, y luego pasó la cinta como espiral por el brazo del mismo lado; sólo en ese momento notó que él la miraba de un modo muy intenso.
— ¿Qué ocurre?
—Cuando tus manos estaban rodeando mi cintura —susurró él—, no te diste cuenta, pero estabas llevando el ritmo de la música con los dedos.
Valeria sintió que se le subían los colores al rostro.
—Lo siento.
—No, no te disculpes —replicó él—, sólo deja que la música suene.
Ella había terminado la idea, y se quedó un instante quieta frente a él; cara a cara, casi pudo anticipar lo que el iba decir.
—Ahora solo dime qué quieres que haga.
—Lo que pensaba es —se aclaró la garganta—, que estés volteado con el lado de las cintas hacia donde estuviera el público, y que seas como una veleta.
Vicenta dio la indicación de treinta segundos de tiempo disponible, lo que generó un pequeño revuelo en todas las chicas.
—Haré todo lo que tú quieras —murmuró él, con una sonrisa llena de picardía.
Vicenta dio un par de aplausos para indicar que el tiempo de trabajo había terminado, y les indicó a todas que debían ocupar un extremo de la sala, de frente a los chicos que habían escogido, quienes estarían del otro lado. Después de algo breve y con un solo elemento, el cambio del resultado era notable a simple vista: los hombres parecían mucho más vestidos y adornados, a pesar de que en regla sólo tenían una porción pequeña del cuerpo cubierta por una cinta, dispuesta en cada caso de una forma en particular.
—Al menos no se copiaron entre ustedes —comentó Vicenta—, eso es un buen primer paso; ahora, cada una me va a explicar en pocas palabras qué es lo que significa lo que inventaron, y su modelo va a representarlo.
2
Después de la encendida presentación con los modelos, la siguiente tarea del día previo a la salita al aire fue de cargo de Jaim, quien había encargado que dispusieran de una pasarela, justo en medio de la sala.
—Estoy seguro de que todas ustedes han estado esperando este momento —declaró desde la altura que le daba la pasare la más las botas con tacón que llevaba—, pero primero quiero que me digan cómo se han sentido todos estos días ensayando sin los tacones.
—Al principio fue difícil —se adelantó Charlene—, pero dijiste que era importante asumir el desafío, así que empecé a dejarlos, incluso en mi departamento.
Lisandro reprimió una mueca de disgusto; apenas ese mismo día la había visto llegar al lugar con tacones, los que guardó en un bolso apropiado luego de entrar.
—Esa es una buena idea. apuntó el maestro.
—Yo vi videos de bailarinas —agregó Márgara—, pero no de cuando bailan, sino de cuando caminan, y es increíble todo lo que se aprende porque ellas ensayan para verse largas y estilizadas.
—Muy buen comentario, Márgara —replicó Jaim—, pero ahora llegó el momento de que se pongan los tacones y empiecen a demostrar todo lo que pueden hacer; van a tomar un par de zapatos de ese aparador del costado, son todos iguales así que será equitativo.
El hombre esperó hasta que todas calzaron y se acercaron de regreso a la pasarela, y recién en ese momento les dijo de fe iba todo eso, dando el ejemplo ante la miraba atónita de ellas.
—Ahora, señoritas, ustedes van a hacer lo mismo que estoy haciendo en este momento: van a hacer todo el recorrido por esta pasarela de siete metros, en cuclillas.
Ninguna de las chicas se movía; Jaim demostró especial talento caminando de cuclillas, sin perder la actitud, tropezar ni resbalar, y manteniendo en todo momento el torso erguido y la mirada al frente, como si estuviera caminando como de costumbre. Cuando terminó, se estiró e hizo una reverencia, que detonó un aplauso espontáneo de todas.
—Gracias por eso, ahora es su turno.
Las cosas no fueron tan bien para las chicas, y pronto la sala se llenó de murmuraciones, exclamaciones de dolor y sonido de caídas; a las torceduras de tobillo y la humillación de caer en público se sumó el nerviosismo de estar fallando en una prueba el día anterior a la salida al aire, considerando que hasta el momento todo iba para mejor en los ensayos; mientras descansaban durante una pausa que Jaim tuvo la misericordia de darles, Nubia pensó que parecía como si esa complicada experiencia hubiese sido puesta en último lugar a propósito, para desequilibrarlas.
3
Había sido una jornada muy larga, y ya faltaba menos de un día para el inicio del programa; Valeria se había despedido de las demás y caminaba por una de las silenciosas calles del sector, cuando escuchó que alguien la llamaba.
—Valentina.
Era el chico modelo; vestía vaqueros desgastados y una sudadera blanca, y le sonreía de forma amistosa.
—Hola.
—Hola —replicó él—. Qué sorpresa, pensé que se retirarían más temprano.
—No, la jornada era hasta bastante tarde.
¿Por qué insistía en mirarla de ese modo?
—A todo esto, no me he presentado —hizo una reverencia—, me llamo Harris. Un placer.
—Para mí también.
— ¿Y tienes algo que hacer? —preguntó él con tono casi ingenuo—. Conozco un lugar donde ponen música energética todo el tiempo.
Lo dijo mientras miraba sus manos, en una evidente referencia al incidente durante la dase; Valeria no pudo evitar sonreír.
— ¿Quieres ir a una disco a las ocho?
—No es una disco, es un bar; y, si quieres, puedo decirle al DJ que sólo deje sonar la música y nos dejemos llevar. Después prometo dejarte en la puerta de tu departamento para que descanses.
Al escucharlo, sonaba tan honesto y sencillo, como si sólo fuera hacerlo y ya; pero Valeria se obligó a recordar que en menos de un día debía estar impecable para enfrentar el programa, y que además ese coqueteo, por sutil que fuera, era por completo incorrecto.
—Es una interesante invitación, pero no puedo.
—Entonces dime que lo vas a pensar para otro día —replicó él sin desanimarse—; voy a tener que estar para el programa también.
Era guapo, tenía un cuerpo de infarto y no tenía prejuicios. Pero eso no cambiaba que ella se debía a un compromiso, independiente del estado en que estuviera.
—Gracias por el ofrecimiento, en serio, pero no puedo. Me tengo que ir.
Hizo un gesto de despedida, ante lo que él automáticamente reaccionó repitiendo los gestos de aquel ensayo, moviéndose hacia ella. Como una veleta al viento.
4
Kevin Haim sabía que su porte, estilo y forma de expresarse decían mucho de él, y que al mismo tiempo casi nadie conocía de verdad sus intenciones; en el fondo, sabía que la mayoría lo miraba con admiración, pero no con respeto. No todavía.
En ese momento las dependencias de la improvisada academia estaban libres de los oídos intrusos de las postulantes a estrella, y con la primera emisión del programa a sólo horas, quiso darse el lujo de reunir por primera vez a todos los involucrados en ese proyecto: Aaron Love, el estrafalario conductor del programa, Vicenta Menares, Jaim Marsh, Marcos Canalle, Rebecca Solís, Danielle Panab y Ana María, los maestros de actitud, pasarela, artes, sincronización de labios, actuación e improvisación, respectivamente; Sandra y Vicenta, las dos productoras principales del programa, asistentes de confianza de ambas, el equipo de guionistas encargado de armar el argumento del programa, y por supuesto, Sarki a la estrella principal y la mayor contratación del programa. La mujer había llegado puntual, muy sobria con un largo abrigo negro y el cabello suelto, peinado hacia atrás.
—Gracias a todos por estar aquí.
El saludo era meramente una formalidad, ya que la invitación no había sido en tono de pregunta, excepto para Sarki, por supuesto.
—Como saben, mañana comienza el programa y quiero que todos estén bien preparados; nos enfrentamos a una primera emisión, y eso siempre es complejo. Los guionistas ya tienen preparado el argumento de los dos programas de esta semana, y es muy importante que en los días de clase las cosas se inclinen dependiendo de eso. Así las chicas estarán preparadas sin saberlo para rendir como necesitamos que lo hagan.
Notó que Sarki había hecho un leve gesto, y asintió hacia ella para darle turno de hablar.
—Querida ¿Tienes alguna duda?
—Sí —respondió ella con voz dulce—, varias en realidad, pero la primera de ellas ¿Por qué estoy aquí?
—Porque necesito pedirte que pongas especial atención en todas las chicas; más adelante necesitaré que hagas una elección.
La mujer aguzó un poco la vista, pero no varió su expresión.
—Tiene que ver con el concepto del anuncio que grabé ¿No es así?
—Así es —replicó él.
—Sabes que no escogeré a una de esas chicas si no me parece que sea digna ¿Cierto?
Sí, sabía que una de las razones por las que ella había permanecido en el mundo del espectáculo por tanto tiempo es por un compromiso con la calidad de todo lo que la rodeaba; su representante se encargaba de los asuntos legales de los contratos, pero ella jamás cedía en su forma de trabajar.
—Lo sé, y me encanta que sea así, porque cuando suceda será honesto, será real.
La mirada de ella indicaba un claro “si es que sucede” con grandes caracteres, pero no lo dijo.
—De todos modos, también hay otro tema que es importante, y es tu participación en el programa; queremos que estés en una sala acondicionada haciendo los comentarios acerca de las presentaciones de las chicas.
—Eso es auténticamente mi área —declaró ella— ¿Necesitas la verdad televisiva o la completa?
—Por el momento, la televisiva, quiero darles chance a las chicas de mostrar un poco de lo que saben hacer —replicó él, con una amable sonrisa—, y una cosa más: que me regales un posteo en Pictagram anunciando que mañana estarás con nosotros.
Ella esbozó una sonrisa; en la actualidad se había convertido en una de las celebridades más seguidas en las redes sociales sin necesidad de auspiciar productos, algo que muchas de las estrellas con la mitad de su edad no podían ni sónar con lograr.
—Está bien, pero tienes que saber que este favor me lo debes, bribón.
Después de finiquitar el resto de los detalles con el equipo, Kevin los despidió a todos, sabiendo que Sarki se estaba rezagando por un motivo. Cuando al final los dos quedaron solos, él le dedicó una mirada cargaba de intención.
—Ahora nadie nos escucha, puedes decirlo con toda libertad.
Ella le devolvió una mirada lo suficientemente acerada como para dejar en claro que iba a hablar en serio.
—Sabes que no me involucro en proyectos que fracasan.
—Lo sé —replicó él, con calma.
—Necesito que me digas que este programa va a funcionar —continuó ella, aunque su tono no era el de una petición—, quiero oírlo, Kevin.
—Te garantizo que será un éxito.
El sostuvo la mirada de la mujer, mientras ella se daba el tiempo de extender el silencio entre los dos.
—Tiene que haber algo más —indicó ella, con tranquilidad—, eres un chico listo, demasiado listo como para confiar en que un reality va a funcionar sólo porque tiene guionistas.
—En eso tienes razón —explicó él, resignándose a entregarle la información—. Escucha Sarki, esto es confidencial, no puedes decírselo a nadie.
—No saldrá de aquí —confirmó ella, imperturbable.
Kevin se lo dijo, y cuanto hubo terminado de darle esa valiosa información, la mujer esbozó una amplia sonrisa de satisfacción. Si, en efecto el éxito del programa estaba asegurado.
Próximo capítulo: Cuatro minutos
El martes 21 los ánimos hervían en la academia; después de un rápido descanso de día lunes, faltaba muy poco para que la primera emisión del programa saliera al aire y todas sabían que el tiempo apremiaba.
—No puedo creer que ya vamos a salir en pantalla desde mañana —comentó Charlene—, es tan divino, en verdad es fabuloso.
—Se está haciendo tarde —comentó Adriana—, me pregunto dónde estarán los maestros.
Alguien iba a comentar algo, pero la respuesta se adelantó a ellas; el bass inundó el gran salón donde las chicas estaban, y la puerta se abrió, entrando Sandra, la productora del programa.
—Buenos días, chicas.
Todas saludaron de vuelta, y la mujer hizo un gesto hacia el exterior, indicando a quien esperaba que podía pasar.
—Vicenta me pidió que la ayudara con esta parte, porque está un poco ocupada ahora mismo; por ahora sólo pueden mirar.
Unos momentos después entraron veinticuatro hombres apenas vestidos; de no más de veinticinco, todos tenían cuerpos atléticos, musculados, lucían un saludable bronceado y llevaban un bañador similar a los de competencias de nado, de color blanco. Charlene notó que todos eran bien parecidos, seguramente modelos o deportistas; el grupo de atractivos chicos se quedó de pie, ocupando el extremo opuesto a la sala en donde se encontraban.
—Vicenta vendrá en un segundo.
Las chicas aun no salían de su asombro, cuando del techo del lugar surgió un nuevo sonido; hasta el momento ninguna había advertido que una parte del cielo falso era removible, por lo que se quedaron sorprendidas al ver cómo un montón de colores descendía con lentitud mientras la música continuaba inundando el lugar. Pudieron ver que se trataba de un grupo de telas que colgaban desde la parte superior, como un arcoíris llamativo; en cuanto las telas tocaron el suelo, se agitaron, y desde el interior de ellas surgió Vicenta, ataviada con el mismo estilo de vestuario, el que mostraba sólo los brazos y se extendía como un vestido largo y ajustado al cuerpo. La multitud de colores resaltaban sus curvas, y la hacían ver más alta estilizada, siendo todo esto coronado por un peinado de inspiración afro, junto a un llamativo maquillaje en todos los colores posibles; con todo, la mujer no parecía exagerada, y el atuendo en general era muy cercano al estilo de una bailarina de carnaval.
—Buen día, señoritas, llegó el gran momento: les vio y a dar un desafío de verdad.
Con gran actitud, la mujer camino hacia los hombres; mientras ellos permanecían de pie mirando al frente, Vicenta paseó frente a todos como si estuviera en una pasarela, actuando como si los ignorara por completo. Cuando terminó de pasar frente a la formación, volteó para devolverse, y caminando de forma sugerente se acercó al primero de ellos, poniendo en una de sus manos el extremo de una de las múltiples cintas que formaban su vestido, tras lo cual él tiró suavemente, desprendiendo el largo trozo de tela.
—No puede ser…
Valeria comprendió lo que iba a pasar desde que el primero de los chicos tomó un trozo de tela; había visto algo similar en un espectáculo de cabaret, y tal como en aquella ocasión, se presentaba un acto de falso desnudismo en donde la mujer, como centro de la atención, se despojaba poco a poco de las supuestas partes de la ropa, para después revelar un atuendo mucho más osado.
Así fue como la mujer se despojó uno a uno de los múltiples colores que llevaba encima, hasta que quedó con un vestido corto de color amarillo neón, cortado en la cintura por un lazo de color rosa encendido; cada uno de los chicos tenía una cinta en las manos.
—Hice un espectáculo con cintas —explicó la mujer, con una gran sonrisa—, y ahora ustedes tendrán que hacer algo parecido. Les dijimos que tienen que estar listas para preparar una presentación en muy poco tiempo, y para que vayan preparándose, tendrán que usar a uno de estos guapos chicos y la cinta que tienen en sus manos para hacer con ellos una decoración viva para un espectáculo.
Las chicas no parecían haber comprendido del todo lo que se les estaba diciendo, y las palabras de la maestra dieron a entender que ya se había anticipado a eso.
—Consideren que van a tener que subir a un escenario grande y negro, en donde tienen que poner un objeto que adorne, pero con el que ustedes no van a intervenir; sólo debe estar ahí y ser lindo. Pues bien, estos chicos ya son lindos, pero queremos que ustedes usen esta cinta y la conviertan en parte del todo —y agregó con malicia—, un todo que tenga sentido, por supuesto. Tienen cinco minutos y pueden elegir al chico que ustedes quieren, pero los bañadores no los pueden mover de su lugar.
Se generó un revuelo en el grupo, igual que en todas las actividades anteriores; mientras Vicenta se sentaba a un costado para observar todos los detalles, Valeria se acercó al chico que había escogido: era fuerte, lampiño, y tenía una estructura física que demostraba que hacía mucho deporte, no sólo pesas.
—Hola —murmuró él, sonriendo.
Era muy atractivo; pero ella se recordó que el tiempo era escaso, y que casi era el momento de demostrar de todo lo que era capaz. Realmente, con ese diminuto bañador, no había mucho para hacer, de modo que se tomó un instante para imaginar qué tipo de presentación hacer: se vio a sí misma vestida de rojo y púrpura al completo, con unos telones de terciopelo negro atrás, oscuros y misteriosos como la noche, y se imaginó con música de saxofón de fondo.
— ¿Puedo? —le dijo al chico— Es que se me ocurrió una idea, pero…
—Por mí no te preocupes —replicó él con ligereza—, estoy disponible para lo que se te ocurra, haz de cuenta que soy un maniquí.
Un maniquí muy agradable, por lo demás, se dijo ella mientras aplica a la idea que se le había ocurrido; la cinta que tenia en las manos era de color dorado, perfecta para sus planes.
—Parece que se divierten por aquí.
—Sí, tenemos mucho que hacer y aprender.
Se complicó, pero él le facilitó las cosas y separó el costado del bañador para que ella pudiera pasar la cinta.
—Gracias.
—Por nada —replicó él—, no puedo aportar ideas, pero puedo ser maleable, si lo necesitas.
Se miraron por un momento; él desplegaba una energía impresionante, era como un aura que ella no podía ignorar. Se preguntó cómo sería estar con él en una pista de baile, quizás habiéndose conocido por accidente, y actuando después de una forma traviesa.
—Inclínate un poco.
El chico obedeció la instrucción, y flectó un poco las piernas, marcando más los músculos mientras ella rodeaba su pierna izquierda con la cinta. Hizo un nudo simple, y luego pasó la cinta como espiral por el brazo del mismo lado; sólo en ese momento notó que él la miraba de un modo muy intenso.
— ¿Qué ocurre?
—Cuando tus manos estaban rodeando mi cintura —susurró él—, no te diste cuenta, pero estabas llevando el ritmo de la música con los dedos.
Valeria sintió que se le subían los colores al rostro.
—Lo siento.
—No, no te disculpes —replicó él—, sólo deja que la música suene.
Ella había terminado la idea, y se quedó un instante quieta frente a él; cara a cara, casi pudo anticipar lo que el iba decir.
—Ahora solo dime qué quieres que haga.
—Lo que pensaba es —se aclaró la garganta—, que estés volteado con el lado de las cintas hacia donde estuviera el público, y que seas como una veleta.
Vicenta dio la indicación de treinta segundos de tiempo disponible, lo que generó un pequeño revuelo en todas las chicas.
—Haré todo lo que tú quieras —murmuró él, con una sonrisa llena de picardía.
Vicenta dio un par de aplausos para indicar que el tiempo de trabajo había terminado, y les indicó a todas que debían ocupar un extremo de la sala, de frente a los chicos que habían escogido, quienes estarían del otro lado. Después de algo breve y con un solo elemento, el cambio del resultado era notable a simple vista: los hombres parecían mucho más vestidos y adornados, a pesar de que en regla sólo tenían una porción pequeña del cuerpo cubierta por una cinta, dispuesta en cada caso de una forma en particular.
—Al menos no se copiaron entre ustedes —comentó Vicenta—, eso es un buen primer paso; ahora, cada una me va a explicar en pocas palabras qué es lo que significa lo que inventaron, y su modelo va a representarlo.
2
Después de la encendida presentación con los modelos, la siguiente tarea del día previo a la salita al aire fue de cargo de Jaim, quien había encargado que dispusieran de una pasarela, justo en medio de la sala.
—Estoy seguro de que todas ustedes han estado esperando este momento —declaró desde la altura que le daba la pasare la más las botas con tacón que llevaba—, pero primero quiero que me digan cómo se han sentido todos estos días ensayando sin los tacones.
—Al principio fue difícil —se adelantó Charlene—, pero dijiste que era importante asumir el desafío, así que empecé a dejarlos, incluso en mi departamento.
Lisandro reprimió una mueca de disgusto; apenas ese mismo día la había visto llegar al lugar con tacones, los que guardó en un bolso apropiado luego de entrar.
—Esa es una buena idea. apuntó el maestro.
—Yo vi videos de bailarinas —agregó Márgara—, pero no de cuando bailan, sino de cuando caminan, y es increíble todo lo que se aprende porque ellas ensayan para verse largas y estilizadas.
—Muy buen comentario, Márgara —replicó Jaim—, pero ahora llegó el momento de que se pongan los tacones y empiecen a demostrar todo lo que pueden hacer; van a tomar un par de zapatos de ese aparador del costado, son todos iguales así que será equitativo.
El hombre esperó hasta que todas calzaron y se acercaron de regreso a la pasarela, y recién en ese momento les dijo de fe iba todo eso, dando el ejemplo ante la miraba atónita de ellas.
—Ahora, señoritas, ustedes van a hacer lo mismo que estoy haciendo en este momento: van a hacer todo el recorrido por esta pasarela de siete metros, en cuclillas.
Ninguna de las chicas se movía; Jaim demostró especial talento caminando de cuclillas, sin perder la actitud, tropezar ni resbalar, y manteniendo en todo momento el torso erguido y la mirada al frente, como si estuviera caminando como de costumbre. Cuando terminó, se estiró e hizo una reverencia, que detonó un aplauso espontáneo de todas.
—Gracias por eso, ahora es su turno.
Las cosas no fueron tan bien para las chicas, y pronto la sala se llenó de murmuraciones, exclamaciones de dolor y sonido de caídas; a las torceduras de tobillo y la humillación de caer en público se sumó el nerviosismo de estar fallando en una prueba el día anterior a la salida al aire, considerando que hasta el momento todo iba para mejor en los ensayos; mientras descansaban durante una pausa que Jaim tuvo la misericordia de darles, Nubia pensó que parecía como si esa complicada experiencia hubiese sido puesta en último lugar a propósito, para desequilibrarlas.
3
Había sido una jornada muy larga, y ya faltaba menos de un día para el inicio del programa; Valeria se había despedido de las demás y caminaba por una de las silenciosas calles del sector, cuando escuchó que alguien la llamaba.
—Valentina.
Era el chico modelo; vestía vaqueros desgastados y una sudadera blanca, y le sonreía de forma amistosa.
—Hola.
—Hola —replicó él—. Qué sorpresa, pensé que se retirarían más temprano.
—No, la jornada era hasta bastante tarde.
¿Por qué insistía en mirarla de ese modo?
—A todo esto, no me he presentado —hizo una reverencia—, me llamo Harris. Un placer.
—Para mí también.
— ¿Y tienes algo que hacer? —preguntó él con tono casi ingenuo—. Conozco un lugar donde ponen música energética todo el tiempo.
Lo dijo mientras miraba sus manos, en una evidente referencia al incidente durante la dase; Valeria no pudo evitar sonreír.
— ¿Quieres ir a una disco a las ocho?
—No es una disco, es un bar; y, si quieres, puedo decirle al DJ que sólo deje sonar la música y nos dejemos llevar. Después prometo dejarte en la puerta de tu departamento para que descanses.
Al escucharlo, sonaba tan honesto y sencillo, como si sólo fuera hacerlo y ya; pero Valeria se obligó a recordar que en menos de un día debía estar impecable para enfrentar el programa, y que además ese coqueteo, por sutil que fuera, era por completo incorrecto.
—Es una interesante invitación, pero no puedo.
—Entonces dime que lo vas a pensar para otro día —replicó él sin desanimarse—; voy a tener que estar para el programa también.
Era guapo, tenía un cuerpo de infarto y no tenía prejuicios. Pero eso no cambiaba que ella se debía a un compromiso, independiente del estado en que estuviera.
—Gracias por el ofrecimiento, en serio, pero no puedo. Me tengo que ir.
Hizo un gesto de despedida, ante lo que él automáticamente reaccionó repitiendo los gestos de aquel ensayo, moviéndose hacia ella. Como una veleta al viento.
4
Kevin Haim sabía que su porte, estilo y forma de expresarse decían mucho de él, y que al mismo tiempo casi nadie conocía de verdad sus intenciones; en el fondo, sabía que la mayoría lo miraba con admiración, pero no con respeto. No todavía.
En ese momento las dependencias de la improvisada academia estaban libres de los oídos intrusos de las postulantes a estrella, y con la primera emisión del programa a sólo horas, quiso darse el lujo de reunir por primera vez a todos los involucrados en ese proyecto: Aaron Love, el estrafalario conductor del programa, Vicenta Menares, Jaim Marsh, Marcos Canalle, Rebecca Solís, Danielle Panab y Ana María, los maestros de actitud, pasarela, artes, sincronización de labios, actuación e improvisación, respectivamente; Sandra y Vicenta, las dos productoras principales del programa, asistentes de confianza de ambas, el equipo de guionistas encargado de armar el argumento del programa, y por supuesto, Sarki a la estrella principal y la mayor contratación del programa. La mujer había llegado puntual, muy sobria con un largo abrigo negro y el cabello suelto, peinado hacia atrás.
—Gracias a todos por estar aquí.
El saludo era meramente una formalidad, ya que la invitación no había sido en tono de pregunta, excepto para Sarki, por supuesto.
—Como saben, mañana comienza el programa y quiero que todos estén bien preparados; nos enfrentamos a una primera emisión, y eso siempre es complejo. Los guionistas ya tienen preparado el argumento de los dos programas de esta semana, y es muy importante que en los días de clase las cosas se inclinen dependiendo de eso. Así las chicas estarán preparadas sin saberlo para rendir como necesitamos que lo hagan.
Notó que Sarki había hecho un leve gesto, y asintió hacia ella para darle turno de hablar.
—Querida ¿Tienes alguna duda?
—Sí —respondió ella con voz dulce—, varias en realidad, pero la primera de ellas ¿Por qué estoy aquí?
—Porque necesito pedirte que pongas especial atención en todas las chicas; más adelante necesitaré que hagas una elección.
La mujer aguzó un poco la vista, pero no varió su expresión.
—Tiene que ver con el concepto del anuncio que grabé ¿No es así?
—Así es —replicó él.
—Sabes que no escogeré a una de esas chicas si no me parece que sea digna ¿Cierto?
Sí, sabía que una de las razones por las que ella había permanecido en el mundo del espectáculo por tanto tiempo es por un compromiso con la calidad de todo lo que la rodeaba; su representante se encargaba de los asuntos legales de los contratos, pero ella jamás cedía en su forma de trabajar.
—Lo sé, y me encanta que sea así, porque cuando suceda será honesto, será real.
La mirada de ella indicaba un claro “si es que sucede” con grandes caracteres, pero no lo dijo.
—De todos modos, también hay otro tema que es importante, y es tu participación en el programa; queremos que estés en una sala acondicionada haciendo los comentarios acerca de las presentaciones de las chicas.
—Eso es auténticamente mi área —declaró ella— ¿Necesitas la verdad televisiva o la completa?
—Por el momento, la televisiva, quiero darles chance a las chicas de mostrar un poco de lo que saben hacer —replicó él, con una amable sonrisa—, y una cosa más: que me regales un posteo en Pictagram anunciando que mañana estarás con nosotros.
Ella esbozó una sonrisa; en la actualidad se había convertido en una de las celebridades más seguidas en las redes sociales sin necesidad de auspiciar productos, algo que muchas de las estrellas con la mitad de su edad no podían ni sónar con lograr.
—Está bien, pero tienes que saber que este favor me lo debes, bribón.
Después de finiquitar el resto de los detalles con el equipo, Kevin los despidió a todos, sabiendo que Sarki se estaba rezagando por un motivo. Cuando al final los dos quedaron solos, él le dedicó una mirada cargaba de intención.
—Ahora nadie nos escucha, puedes decirlo con toda libertad.
Ella le devolvió una mirada lo suficientemente acerada como para dejar en claro que iba a hablar en serio.
—Sabes que no me involucro en proyectos que fracasan.
—Lo sé —replicó él, con calma.
—Necesito que me digas que este programa va a funcionar —continuó ella, aunque su tono no era el de una petición—, quiero oírlo, Kevin.
—Te garantizo que será un éxito.
El sostuvo la mirada de la mujer, mientras ella se daba el tiempo de extender el silencio entre los dos.
—Tiene que haber algo más —indicó ella, con tranquilidad—, eres un chico listo, demasiado listo como para confiar en que un reality va a funcionar sólo porque tiene guionistas.
—En eso tienes razón —explicó él, resignándose a entregarle la información—. Escucha Sarki, esto es confidencial, no puedes decírselo a nadie.
—No saldrá de aquí —confirmó ella, imperturbable.
Kevin se lo dijo, y cuanto hubo terminado de darle esa valiosa información, la mujer esbozó una amplia sonrisa de satisfacción. Si, en efecto el éxito del programa estaba asegurado.
Próximo capítulo: Cuatro minutos
La traición de Adán Capítulo 09: Otro engaño
Después de la sorprendente petición, Adán salió lentamente de la habitación de Carmen, pensando a toda velocidad en qué era lo que debía hacer; agradeció que Pilar se comportara como la supuesta hija sufrida y angustiada por el estado de su madre, ya que según palabras de una asistente con la que se encontró fuera de la habitación, había dejado recado que iría al baño a mojarse la cara un momento, para recomponerse.
–Diablos.
Si antes creía que las cosas estaban complicadas, en esos instantes todo era una maraña; no podía seguir en esa situación, utilizando frases a medias, aparentando estar de parte de todo el mundo cuando no estaba otro de los involucrados. Como asistente de la artista, su obligación debía ser estar siempre dispuesto a apoyarla, pero la aparición de Pilar y las acciones del abogado lo ponían en un pie difícil; con la aparente recuperación de Carmen, pero sin saber a ciencia cierta lo que había hablado con su hija, parecía que estaba equilibrándose en un terreno demasiado delicado. Optó por llamar a lzurieta.
– ¿Qué?
Desde luego que se sorprendió al escuchar sobre la petición de Carmen, más que de saber que se estaba recuperando, pero como buen zorro viejo, reaccionó en segundos.
–No hagas nada hasta que yo esté allí.
–Aún no sabe que se lo dije.
–Yo me encargo de los ataques de histeria de Carmen –replicó el abogado–, estaré allí en cinco minutos.
Así fue. Cinco minutos más tarde, Izurieta estaba presente en la clínica con cara de pocos amigos; por suerte Pilar aun no aparecía.
– ¿Por qué no me llamaste de inmediato?
Obviamente Adán estaba perdiendo puntos, pero ya tenía pensado cómo recuperarlos; utilizó a su favor los mismos hechos que hasta ese momento se habían desarrollado, permitiéndose mostrar un lado más vulnerable.
–Porque estoy con Pilar a mi lado. ¿Qué cree que iba a decir ella si sabía que yo estaba en comunicación directa con usted, cuando según sus propias instrucciones debe parecer que estoy del lado de ella?
Izurieta lo miró fijamente. Adán suspiró, como tratando de calmarse.
–Estoy hecho un manojo de nervios con todo esto, Pilar me monta un espectáculo, Carmen y ella hablan como si nada de lo que usted me dijo hubiera pasado, tengo que hacer y deshacer los planes sobre la marcha, y además Carmen me pide que la saque de aquí.
El hombre mayor sopesó sus palabras unos momentos; lo de confundir la identidad de Pilar con alguien más no había resultado como se lo esperaba , y ahora el asistente de la artista estaba improvisando lo mejor que podía.
–Está bien, está bien, sé que estás bajo presión, todos estamos igual –se disculpó en su estilo–. Ahora déjame hablar con Carmen a solas, tú encárgate de entretener a Pilar con cualquier excusa mientras veo si logro hacerla razonar.
Ser sacado de escena otra vez no era lo que tenía en mente, pero no tenía argumentos válidos para forzar los acontecimientos sin llamar la atención, de modo que tuvo que resignarse nuevamente.
Unos minutos más tarde, Pilar y él se reunieron con el abogado en la cafetería de la clínica.
–Pilar, supe que habías tenido un inconveniente con la policía ¿Está todo bien?
La preocupación de ese hombre sonaba completamente falsa, pero la joven decidió ignorar ese asunto, al menos de momento.
-Sí, todo fue un malentendido, gracias por preguntar.
-Bien. Escucha, Te pedí que vinieras para comunicarte algo: tu madre quiere salir de aquí ahora mismo, y necesito que no te opongas.
La joven se mostró menos sorprendida de lo que Adán hubiera esperado.
–Me imaginaba eso ¿Y cuál es su argumento?
–Que se siente bien, y estoy casi seguro de que cuando la examinen, los especialistas no van a tener dudas de esto. Ella es muy fuerte.
– ¿Y qué se supone que va a pasar después?
–Por lo pronto, acompañarla con Adán a su departamento, yo voy a encargarme de los asuntos de la clínica.
Pilar asintió resignada, y eso llamó la atención de Adán. ¿Ese era entonces su nuevo plan, verse como la sufrida hija de Carmen y apoyarla mientras preparaba la siguiente puñalada? ¿O había algo allí, en esa historia madre–hija, que ni él ni el zorro de Izurieta sabían? No podía quitarse de la cabeza la sensación de que las cosas no eran como aparentaban, y que el trasfondo de esa extraña relación iba más allá de un distanciamiento, e incluso de una operación fraudulenta.
Casi a las seis de la tarde, los tres llegaron al departamento de Carmen, que estaba ubicado en el barrio más moderno y al mismo tiempo, sencillo de la ciudad; era un sitio de moda para artistas de todo tipo, y por las calles y paseos peatonales abundaban tiendas temáticas, cafés de conversación, y pequeñas muestras de arte de artistas emergentes. Por lo que él sabía, la constructora le había ofrecido el departamento a un precio especial, ya que el tenerla como cliente era una excelente publicidad.
El departamento, por supuesto, tenía la firma de arte de la propia Carmen, pero con un gusto que rozaba en lo minimalista. Claramente no había sido decorado por ella, porque más que una vitrina suya, parecía un elegante pero momentáneo asentamiento.
– ¿Qué piensas hacer ahora, mamá?
–Prepararme para mi inauguración, por supuesto –replicó la mujer, sentándose en el sofá-. A propósito ¿Por qué sigues aquí, Adán? Supongo que con todo lo que pasó debes estar retrasado, y falta muy poco.
Adán la observaba en silencio: se veía notablemente mejor, casi podía decirse que estaba como de costumbre, excepto por la ropa desarreglada y el hecho de verla sentada en vez de paseando de un lado a otro como lo haría en una situación así.
–Solo quería asegurarme de que estás bien.
–Claro que estoy bien Adán, no me he muerto, todavía.
Agregó un dejo sarcástico al final de la oración. Ni él ni Pilar acusaron el golpe.
–Entonces me retiro. Sabes que por cualquier cosa estoy en línea directa.
–Estaremos en contacto.
Una vez que el hombre salió del departamento, madre e hija quedaron a solas.
Pilar se sentó; qué curioso, se sentía como una extraña en la casa de su propia madre, y ella misma no ayudaba mucho con eso.
– ¿Por qué volviste?
Pilar volvió a sentir el cuerpo rígido ante la amenazadora voz de su madre. Entonces lo del hospital solo había sido un momento de debilidad de alguien que en comparación con ella era demasiado fuerte.
–Ya te lo dije, volví solo para estar un tiempo; además quería visitar tu inauguración, ver de qué se trataba tu obra, en vivo y en directo, nada más. Después las cosas se sucedieron muy rápido, solo hice lo que se me ocurrió que sería lo más adecuado.
–Quiero dejarte claro –intervino la artista, hablando despacio-, que nada de lo que has hecho ahora cambia nada de lo que pasó antes. Solo quería que supieras que valoro lo que hiciste por la galería.
La actitud de Carmen era por lo demás contradictoria, pero Pilar volvió a sujetarse de un clavo ardiendo, es decir a la pequeña porción de su madre que estaba cerca de ella.
–Lo que no entiendo es qué es lo que está sucediendo con la galería de arte, me refiero a por qué te alegra que yo detuviera la inauguración que estaba en manos de Adán, cuando fuiste tú misma quien lo autorizó a hacerlo.
Carmen se puso de pie resueltamente, pero eso no había ocultado del todo que fuera tomada por sorpresa por la pregunta de su hija; hasta ese momento, la aparición de ella en la ciudad era un elemento que no consideraba, pero al estar ahí, podía aprovechar su pantalla de hija dedicada para mantenerla ocupada, mientras retomaba el control de sus asuntos, y se hacía cargo del cuadro.
–Eso no es de tu incumbencia.
–Pero al menos dime qué es lo que pasó.
Carmen guio sus pasos a través de la sala. Por una parte seguía desconfiando de su hija y no creía ni una palabra de lo que le había dicho, pero por otro lado, le serviría mucho más tenerla cerca para poder vigilarla.
–Las cosas cambiaron en el último tiempo.
– ¿Es algo que tiene que ver con él?
–Adán no tiene nada que ver con esto, él es mi colaborador más importante, de hecho ha sido fundamental en el armado de la galería. Es un hombre inteligente, rápido, que se adapta a mi trabajo, y se preocupa de hacer que todo funcione de la forma más adecuada, decidiendo y actuando.
Pilar se sorprendió al encontrar en esas palabras más admiración y afecto del que jamás ella había recibido.
–Entonces hay algo que se interpone, o de lo contrario no estarías tan nerviosa.
Carmen dio con el punto. La forma de utilizar esa actuación de su hija como método de control.
–Es la verdad. Hay algo que se interpone, y por eso es que creí que se trataba de ti, como te darás cuenta las cosas confluyeron.
–Pero mamá, ya te dije que yo no...
–Eso no importa ahora –la interrumpió con tono más firme–, lo que importa es que la inauguración de mi galería es muy pronto y ya que estas aquí, me podrías ayudar.
Pilar esbozó una sonrisa nerviosa; no era ni de cerca lo que esperaba escuchar, pero se acercaba lo suficiente a un advenimiento; quizás, ahora que estaba en el país, podría lograr que las cosas comenzaran a arreglarse.
–Solo dilo.
–Necesito contactar a la directora de la revista Obra maestra, se ha negado a darme una cita y asumo que no va a ir a mi inauguración; necesito que ella también esté, no puedo tener ausencias.
–Hablaré con ella lo más pronto posible –dijo Pilar de inmediato.
–Muy bien, ahora déjame sola, necesito prepararme para todo lo que hace falta.
–Está bien.
Pilar salió del departamento de Carmen sin saber muy bien qué pensar; la actitud de su madre parecía ser la misma de siempre con respecto a ella: la trataba como si fuera una persona peligrosa, sin querer establecer ningún punto de acercamiento, pero al mismo tiempo, había permitido que la acompañara desde la clínica hasta su casa, y de algún modo, dejado que la ayudara en algo relacionado con la galería, que era tan importante para ella. Eso no había estado en sus planes en un principio, pero siempre había querido restablecer el contacto con su madre, por lo que, después del infierno de hace algunos meses atrás, las cosas tal vez comenzaran a mejorar.
2
Micaela estaba ordenando algunas cosas en su departamento, haciéndose a la idea de que estaría en el país por al menos dos meses; lo que en un principio fue un plan práctico y rápido, se convirtió en un trabajo temporal, un departamento arrendado, y tener que adaptarse de nuevo a la forma de vida en esa ciudad. No tenía muchas cosas consigo del viaje, pero sacó algunas pertenencias que dejó en una bodega al momento de salir del país, y ahora le daba la impresión de que nunca terminaría de ordenar. Estaba en eso cuando tocaron el timbre.
–Qué puntual.
–Hola.
Esteban entró al departamento en una tenida tan informal, que casi parecía otra persona: él llevaba polo y jeans, el cabello revuelto y un aspecto de total descuido que lo hacía mucho más real que la cuidada tenida de oficina.
–Cielos, cuando dijiste que estabas ordenando un poco te quedaste corta.
–Te dije que estaba recién llegando al país -replicó ella, encogiéndose de hombros.
–Pues entonces empecemos de una vez.
Pasado un rato, ya se había roto el hielo y ambos movían cajas mientras bromeaban. Micaela se había dato cuenta de que él era mucho más agradable de lo que parecía en su versión formal, y eso era agradable al trato.
– ¿Así que rockeas? eso explica por qué parece que estás dentro de una cárcel cuando llevas traje y corbata; cuando te vi por primera vez, me pareció que no estabas cómodo vestido así.
Esteban rio.
–Lo mismo digo. Oye, y hablando de cosas que no son muy agradables pero que de todas maneras hay que hacer, una de estas noches tengo un evento del que no puedo escapar y no tengo quién me acompañe ¿Qué dices? Habrá mucha gente estirada que finge ser amistosa, medios de prensa social sacando las mismas fotos de siempre y una ceremonia aburrida donde todos pondrán cara de estar pasando el mejor momento de su vida -sonrió -. Pero la parte buena, es que es de los eventos donde hay aperitivos por todas partes y el trago es de buena calidad.
Micaela trataba de mover una gran caja, pero tuvo que dejarlo en manos de él.
– ¿Ahora estás invitándome a salir?
–No, es solo que el evento es de la empresa y no puedo decir que no, así que me aburriré solo, y una amiga me serviría muchísimo.
– ¿De qué se trata?
–La inauguración es la galería de arte de Carmen Basaure, es una artista conocida, supongo que te suena el nombre.
A Micaela se le cayó de las manos una caja, que por suerte solo contenía papeles.
– ¿Qué fue algo que dije o qué?
Micaela se demoró algunos segundos en recoger la caja, y aprovechó de recogerse el cabello para darse tiempo de recuperar la compostura. Eso daba para pensar que la suerte la estaba persiguiendo, o enviando mensajes muy evidentes, los que a fin de cuentas , parecían un acoso.
– ¿Estás bien?
– Claro –replicó ella, mecánicamente–, creo que la caja tenía un borde filoso o un corchete, por eso la solté. ¿Y tu empresa qué tiene que ver con la galería de arte?
–Casi nada, es solo que ya sabes, el negocio inmobiliario tiene muchas implicancias y creo que es porque el dueño de las instalaciones de la galería es amigo de nuestro jefe máximo. Así que ¿qué dices?
¿Qué podía decir? ¿Que no podía ir porque estaba peligrosamente relacionada con la gente de la galería y porque era el último lugar al que quería ir? Ya había decidido extirparse todo lo que tuviera que ver con Pilar, pero terminar en la inauguración de la galería de arte de su madre no estaba entre sus primeras opciones. Por otro lado, Esteban podía ser muy agradable y amable, pero apenas lo conocía, no podía simplemente hablar de cualquier asunto.
– ¿A qué hora es?
–Mañana en la tarde, a las ocho.
–No es exactamente lo que considero un gran evento, pero es que no tengo cómo decirte que no cuando estas siendo tan lindo en ayudarme.
–Mira, para terminar de convencerte te ofrezco unas cervezas luego del evento.
Micaela suspiró; era una locura, una acción kamikaze, pero al mismo tiempo, podía ser útil para su plan de librarse de tantos recuerdos que la presionaban.
–Hecho.
3
Esa tarde, Adán estaba llegando a la galería de arte para retomar sus labores. Estaba cansado, pero principalmente preocupado por el curso que habían tomado los acontecimientos; de momento, la situación parecía estar bajo control, pero la aparición de Pilar, sumada a el inesperado malestar de Carmen y su extraña reacción ante la aparición de su hija, hacían que el panorama fuera meros estable de lo que tenía en mente en un principio.
Faltaba un día y poco más de una hora para la inauguración, y todos los medios de prensa estaban preparados para asistir al evento artístico del mes, y probablemente, del semestre; en los páginas sociales, ya se había adelantado como un panorama imperdible, y al menos en tres medios electrónicos fueron publicatas notas acerca de la importancia de la madurez en un artista, en contraposición con la juventud, que si empre es puesta por delante. Muy probablemente, después de la inauguración de la galería, era seguro que esos medios retomaran el tema, para focalizarse en el significado de la nueva muestra de arte, y el peso de una artista con años de trabajo a su espalda.
Tenía en su poder nuevamente el control del trabajo en la galería, y sabía que tenía muy bien aleccionado al personal para que cumplieran sus órdenes; por lo que sólo quedaba esperar a que al día siguiente, todo funcionara de acuerdo al plan.
Los dos cuadros seguían ocultos en el taller, pero habiendo estado una cierta cantidad de tiempo fuera, decidió comprobar que todo estuviera en orden; comúnmente no se preocupaba más de lo necesario por asuntos de seguridad, y sabía que la galería había quedado cerrado y protegida por el sistema de alarma en su ausencia, pero de todos modos, se tomó unos instantes para verificar que la obra de arte mantenida en secreto por la artista y su misteriosa copia estuvieran en el mismo sitio; después de comprobarlo, iba a revisar algunas notas, pero se le ocurrió que tal vez Carmen no tuviera pensado desde un principio decirle cuáles eran los motivos de su ataque, o qué historia se tejía entre ella y su hija, y si era así ¿No estaba quedando fuera de la jugada? Después de lo de los cuadros, y su intervención rápida al respecto, sabía que contaba con el aprecio y la confianza de la artista, pero eso no quería decir que fuera suficiente como para confiar en él asuntos personales; sin embargo, estaba seguro de que todo ese misterio con respecto a la colección Cielo y la intervención de Pilar para venderla a espalda de su madre, no había terminado ahí, y que de alguna forma estaba relacionado con el presente.
Se trataba de un juego del que no podía quedar fuera, al menos no mientras no consiguiera más de lo que tenía en el momento; la galería debía inaugurarse con éxito, y él debía permanecer junto a Carmen el tiempo suficiente, para que su nombre fuese recordado en el mundo empresarial.
Paro pudor volver a sentirse en control de los acontecimientos, era vital que contara con mejores armas a su favor, y a partir de ese momento, no bastaba con ser un hombre eficiente y listo; no podía permitirse fallar, y como estaba siendo dejado a un costado de la artista, su única opción era tomar las armas y decidir con anticipación: la única forma, era espiarla, saber todo de ella, y usar esa información en su favor.
Próximo capítulo: Presentación
Contracorazón Capítulo 08 Sensaciones verdaderas
La jornada del jueves fue la primera en que se sintió a gusto en el cargo en que estaba ocupando en la tienda. Después del ajetreado lunes, el martes estuvo atendiendo algunos asuntos que había previsto, pero que de todos modos no fueron lo más agradable: algunos, dos de los más cercanos a Ángel en la tienda, se mostraron reacios a su nuevo puesto, de modo que tuvo que reafirmar lo que había dicho antes. Al final, la mayoría de los trabajadores de la tienda se mostraron a su favor, y eso ayudó a que los ánimos se calmaran.
Sin embargo, prácticamente toda la jornada del martes la pasó atrapado en la oficina registrando las nuevas claves de acceso entregadas por la empresa y habituándose a su nueva oficina, la que había sido desocupada de todas las cosas que pudieran pertenecer al jefe provisional que había sido trasladado, como al ya desaparecido y probablemente desvinculado encargado anterior.
Si bien ya había tomado un turno de forma provisional, la experiencia de estar de manera oficial en ese puesto lo hizo sentir incómodo ¿Iba a tener algún nuevo encuentro desafortunado con uno de los amigos de Ángel? No sabía si eso estaba realmente cerrado, pero de todos modos no lograba nada cuestionando las posibilidades de algo que no podía anticipar. Tras una extraña jornada de martes, el miércoles estuvo con la tienda a tope y unas diferencias de guías de despacho, por lo que recién el jueves pudo sentirse a pleno en el cargo de encargado de tienda, y organizar sus tiempos para hacer trabajo de documentación, verificar los pedidos de suministros, actualizar sus conocimientos y terminar todo dentro de la jornada, sin pasarse. Cuando salió a las siete y treinta, se despidió de todos y salió algo cansado, pero más satisfecho que los dos días anteriores.
—Rafael.
Sara lo alcanzó a poco andar; esa semana ella salía a ocho, y para ese día le pidió salir a las siete, y media, pidiéndole tomar media hora de almuerzo para salir antes, y se negó de forma rotunda al ofrecimiento de él de salir treinta con anticipación sin perjudicar su tiempo de descanso.
—Sara. Pensé que ya te habías ido.
—Voy de salida —replicó ella—. Escucha, con todo lo que pasó no había tenido la oportunidad de darte las gracias por lo que hiciste el lunes.
—Eso no es necesario —replicó él, de inmediato—. En serio, no hice nada que merezca ningún crédito.
—Pero lo hiciste, actuaste en vez de sólo quedarte ahí —repuso ella, con intensidad—, y siento que tenía que decírtelo a la cara, con calma, sin que estuviéramos con la presión de lo que pasó el otro día.
Sara hablaba con honestidad, y sus palabras, lejos de ser aduladoras, eran amistosas; Rafael nunca había perseguido un objetivo como ese, y de hecho no pensó en nada cuando sucedió, pero llegados a ese momento no podía menos que agradecerlo.
—Gracias, de verdad —replicó con sencillez.
—Y también quería decirte que estoy contenta de que tú seas el jefe de la tienda ahora, pero no por lo que pasó, sino porque eres honesto y haces bien tu trabajo.
—Eso sí que te lo agradezco mucho —exclamó él, sonriendo—. Estaba nervioso sobre cómo iba a resultar todo, más con lo que pasó antes.
—Yo pienso que lo vas a hacer bien. Tengo que irme, nos vemos mañana.
—Nos vemos —se despidió el.
¿Podía ser su primera persona en esa tienda? Al menos ya sabía que contaba con el apoyo de todos en general, pero saber de forma concreta que alguien tenía fe en su trabajo servía mucho para sentirse mejor.
Con el buen sabor de una conversación rápida pero que tenía contenido importante, regresó a su departamento con la sensación de que las cosas estaban mejorando con rapidez, y que podría cumplir con su deseo de tener su departamento. Después de ponerse cómodo, recibió una llamada de Mariano, y lo recibió en casa unos minutos después.
— ¿Cómo estuvo el día?
—Bien, ocupado, pero acostumbrándome a mi nuevo puesto —replicó Rafael—. Ese es el traje ¿verdad?
Mariano lucía nervioso con el gran bolso negro que contenía su traje para el matrimonio; mientras su futuro cuñado se cambiaba, Rafael decidió poner una alarma especial para recordarse ir a comprar ropa, antes que siguiera dejándolo en segundo plano como hasta ese momento. Unos momentos después, Mariano apareció en la sala, completamente cambiado y muy elegante.
—Te ves perfecto —opinó Rafael—, de verdad, el traje está genial, hiciste una elección buenísima.
— ¿Seguro? Quiero decir, no quiero lucir exagerado o intentando parecer un artista ¿Entiendes lo que digo? Todavía tengo tiempo de seguir poniéndome en forma.
Caminaba de un lado a otro, visiblemente ocupado de cada detalle; Rafael lo miró con algo de preocupación.
— ¿Qué pasa, por qué estás tan estresado?
—Estoy cada día más nervioso —replicó el otro hombre—, falta tan poco, es menos de un mes.
—Es casi un mes —apuntó el moreno para quitarle dramatismo al tema—, y es algo que los dos quieren.
— ¡Por eso mismo! —exclamó el otro— Rafael, esta es la decisión más importante de mi vida, esto es —hizo un gesto vago con las manos, como si tratara de encontrar las palabras correctas—, es muy grande.
La emoción desbordante de su hermana y el nerviosismo de Mariano eran dos caras diferentes de la misma situación; ambos sabían a lo que se enfrentaban, y para ambos se trataba de un evento de importancia fundamental.
—Mariano, siéntate aquí conmigo.
Se sentó frente a él y lo miró a los ojos.
—Escucha, tú amas a mi hermana y ella te ama a ti, eso es todo lo que importa.
—Es mucho lo que importa —replicó el otro—. No quiero decepcionarla, no quiero causarle tristezas; me da pánico no poder cumplir con lo que tengo que hacer. Necesito que Magdalena sea feliz.
Rafael sintió un nudo en la boca del estómago; esas palabras eran probablemente la declaración de amor más grande que había escuchado en su vida, y resultaba estremecedor ver el auténtico sentimiento en Mariano, porque se trataba de algo puro, honesto y que no tenía miedo de expresar. Pero al mismo tiempo, ese sentimiento lo estaba superando y se sintió en la necesidad de apoyarlo.
—Escucha, tienes que calmarte. Ustedes ya tienen algo fuerte, lo que sienten ya existe; incluso si un día terminan su relación, lo importante es que lo que existe es real.
Mariano respiró profundo al escucharlo, intentando tranquilizarse.
—Gracias por eso; trato de que ella no me vea así, pero te confieso que estoy vuelto un manojo de nervios, es como si todas las responsabilidades del mundo estuvieran a la vuelta de la esquina.
—Y cuando sientes eso —preguntó Rafael— ¿Te dan ganas de escapar?
Se sintió orgulloso al escuchar la respuesta directa, sin un asomo de duda en la voz.
—Por ningún motivo.
—Entonces ya está, no hay más que decir. Ahora guarda ese traje, te queda muy bien.
Después que Mariano se fuera un poco más tranquilo de lo que había llegado a su departamento, Rafael se disponía a comer algo liviano cuando escuchó una voz en la ventana.
—Vecino.
Martín estaba asomado en el balcón de su departamento, y le hizo un gesto de saludo.
— ¿Cómo estás?
—Bien, estaba tratando de calmar a mi cuñado antes de su matrimonio.
—Ah, el evento del año, me lo comentaste —replicó el trigueño—. ¿Y te compraste el traje?
—No, lo olvidé de nuevo —el moreno hizo una mueca—, así que ahora tengo menos de un mes para comprarlo. ¿Cómo va tu semana?
—Bien; ya le conté a Pilar que encontré un empleo ¿Sabes cómo se nota la diferencia entre un buen jefe y un mal jefe? En detalles como ese.
Martín le había contado que la dueña del restaurante en donde trabajaba era una muy buena persona.
—Dijiste que trataría de avisarte si encontraba algo que te pudiese servir —dijo Rafael.
—Sí, pero es más que eso; cuando le comenté del nuevo trabajo ella estaba alegre, y me dijo que incluso si después tenia alguna dificultad para encontrar trabajo, que podía llamarla y me dio su número. La verdad es que no tenía para qué hacerlo, pero lo hizo y eso habla muy bien de ella.
—Eso es bueno, fue una buena experiencia.
—Y pasando a algo más mundano —Martín hizo una cómica mueca—, tengo una pregunta y me da un poco de vergüenza.
No parecía que estuviera hablando en serio, pero Rafael le siguió el juego; además, esas conversaciones de balcón a balcón parecían algo divertido de hacer.
—Pues solo dilo, no puede ser tan terrible.
—El punto es —hizo un gesto con las manos, como dando a entender que le costaba dar con las palabras exactas—, que tengo que preguntar ¿Me puedo tomar tu café?
Rafael torció la cabeza, sin comprender.
— ¿Qué?
—El café, es que no tengo y me da mucha flojera ir hasta la tienda a comprar.
—No sé de qué me estás hablando —repuso Rafael, sin entender.
— ¿No lo recuerdas? Hace unos días viniste y trajiste un café.
Aquella jornada en donde estuvieron charlando un largo rato; Rafael se dio cuenta de que recordaba todo de ese día, excepto que llegó con un frasco de café como una forma de cooperar con algo y ser cortés con la invitación.
— ¿No te has tomado el café? —preguntó con las cejas levantadas.
— ¿Por qué lo haría? Es tuyo, supuse que lo habías dejado acá por si otro día tomábamos desayuno o algo.
Que considerara la posibilidad de volver a verse como algo concreto hablaba muy bien de cómo lo tenía considerado, pero al mismo tiempo, agregaba un elemento de incertidumbre a esa amistad que estaba naciendo. Rafael ya se había planteado seriamente el asunto, y se dijo que iba a privilegiar la amistad ¿Cómo saber ahora si esa actitud de Martín era solo un gesto amigable o se trataba de algo mas?
—Esa es una buena idea ¿Y si nos tomamos un café ahora? Algo rápido, supongo que estás cansado.
—No tanto, me parece buena opción ¿Vienes o voy?
—Voy —replicó Rafael—, estaré en un minuto allá.
Mientras bajaba de su departamento se preguntaba si realmente podría hacer lo que estaba pensando, y al mismo tiempo, se sorprendió una vez más de lo difícil que le resultaba preguntar algo como eso, mientras que otras personas inclusive sin conocer a alguien le preguntaban “¿Eres gay?” sin alterarse. Si alguien hablaba del asunto o salía en medio de una conversación, se sentía tranquilo y lo hablaba con normalidad, pero ante una pregunta directa y sin contexto, se sentía muy incómodo.
Así que se dijo que lo mejor era darle prisa al paso.
—No te voy a quitar mucho tiempo —advirtió tan pronto entró en el departamento.
—Está bien, no estoy cansado —repuso el trigueño—, además un poco de buena conversación siempre es bienvenido.
Se sentaron ante la mesa de la cocina y Martín sirvió café para ambos. Rafael procuró sonar por completo natural al hablar.
— ¿Cómo estuvo tu día?
—Extrañamente tranquilo, estuve paseando de un lado a otro la mayor parte del tiempo.
Era en ese momento o nunca; la excusa del tiempo disponible tenia que ser la llave.
—Pero supongo que estando en el centro comercial no te debe faltar material para entretener la vista —dijo como al pasar—, seguramente hay para escoger.
Martín se puso de pie y volteó hacia la alacena.
—Se me olvidó poner algo para acompañar ¿Galletas de chocolate con chispas o de jengibre y avena? No son de dieta, tienen kilos de azúcar.
—Entonces esas de jengibre —comentó Rafael.
El trigueño sirvió los dulces en un cuenco y volvió a sentarse; parecía relajado y a gusto, sin sospechar el real sentido del comentario de su interlocutor.
—Ahí están. La verdad es que sí, no lo puedo negar, pero tengo que irme con cuidado porque soy el rostro del restaurante y cualquier acción impropia podría verse mal.
Eso no tenía ningún significado concreto. Rafael optó por elevar el tazón, como si fuera a beber, para que el objeto ayudara a encubrir cualquier expresión que surgiera cuando dilucidara el misterio.
— ¿Por qué lo dices?
—Porque pueden pasar chicas muy bonitas —replicó Martín—, y como esta temperado, hay algunas con escote o que usan faldas cortas, pero si me ven mirándolas de forma muy obvia me pueden regañar; además, a casi ninguna mujer le gusta que uno la esté mirando tanto.
O mentía muy bien, o lo que estaba diciendo no era más que la verdad; Rafael creyó que se sentiría defraudado, pero en vez de eso, se sintió un poco ridículo intentando averiguar con el truco de la mentira y verdad si Martín era o no gay.
Buero, no lo es, se dijo, no le gustan los hombres y eso es todo ¿Por qué se había embarcado en esa aventura de investigación en primer lugar? Como si fuera un adolescente de secundaria con las hormonas revolucionadas, estaba tratando de descubrir si un hombre al que conocía hace poco era gay ¿Para qué? ¿Para seducirlo? Sintió ganas de reírse de sí mismo, pero se obligó a mantener la calma.
—Tienes razón, sería dramático. Estaba pensando que esta semana está yendo para mejor con mi nuevo cargo: Sara habló conmigo y me felicitó, dijo que estaba contenta y que confiaba en mí. Oficialmente, ya tengo alguien que me tiene fe.
Para su suerte, Martín no notó el brusco cambio de tema; en cambio, asistió con energía.
—No creo que sea un asunto de fe. Creo que ella te vio como eres y supo que eres un tipo que hace bien las cosas en el trabajo.
—Pero tú nunca me has visto en el trabajo —apuntó Rafael.
—Eso no es necesario —comentó el otro—; hablamos, te estoy conociendo, incluso vi cuando te enfrentaste a ese técnico, y la forma en que actúas dice mucho de cómo eres.
— ¿Y cómo crees que soy?
Martín se lo pensó un momento y luego habló con seriedad.
—Pienso que eres un hombre honesto, directo, que es responsable, quiere mucho a sus cercanos, y también que eres una buena persona con los demás, incluso con las personas a quieres no conoces mucho, como yo.
Escuchar esa descripción fue mucho más impactante para Rafael que el descubrimiento inmediatamente anterior sobre su sexualidad; lo que oyó era algo que se esperaría de un amigo con un nexo mucho más fuerte y extenso, de modo que la sorpresa lo dejó sin palabras.
— ¿Qué ocurre? —preguntó el trigueño.
—Nada, es que lo que dijiste me sorprendió —replicó Rafael recuperándose de la impresión—. Son muchos adjetivos, no me lo esperaba.
—No es para tanto —comentó quitándole importancia al tema—, sólo es lo que veo de ti. Al final todos nos hacemos una idea de las personas a las que conocemos y cuando hay una buena química, con mayor razón ¿Te das cuenta de que nos llevamos bien desde el principio?
—Si, es cierto —respondió con lentitud—, tengo que admitir que nunca había conocido a alguien con quien me sintiera en confianza tan rápido.
¿Qué iba a hacer a partir de ese momento? Rafael se sintió culpable por lo que estaba queriendo averiguar unos minutos antes, mientras Martín tenía palabras tan honestas y amables con él; se dijo que al menos tenía que armarse de valor y decirle cuál era su orientación antes de entrar en el complicado mundo de las verdades a medias.
—Estoy de acuerdo en eso. Y tú ¿Tienes para recrear la vista en la tienda?
—La verdad no — respondió con evasivas—, y menos ahora con el nuevo cargo, es raro tener una oficina.
¿Por qué no había aprovechado esa oportunidad de oro para hablar? Estaban en una situación de confianza, y de forma natural surgió el tema ¿Por qué no utilizar esa puerta para acceder a ese asunto y en vez de eso lo evadió?
— ¿Y estás encerrado todo el día en la oficina? —le preguntó Martín mientras servía más para beber.
—Por suerte no, aunque supongo que podría ser, en algunas ocasiones; pero prefiero estar presente en la tienda y atender o ayudar en lo que pueda. Hoy, por ejemplo, me pude ordenar con los horarios, y es probable que para la semana que viene ya me sienta en mi ambiente, así que tengo algo de tiempo para estar un poco más listo para fin de mes.
—Vamos a tener un fin de mes muy movido —comentó Martín—, tú con tu nuevo cargo, yo con nuevo trabajo, y eso me recuerda que aún no sé cuál es serán mis horarios allá, eso es un tema que tengo pendiente.
Más tarde en su departamento, Rafael se preguntó por qué se había metido en todo ese embrollo mental con respecto a Martín; se había dicho en más de una ocasión que lo que le interesaba era la amistad y no otra cosa, pero otra vez se enredó en tratar de descubrir algo que en teoría no debería ser relevante para ese objetivo. Él mismo pensaba que las personas deberían poder llevarse bien sin que la sexualidad importara ¿acaso en el fondo tenía los mismos prejuicios que el resto de la sociedad, sólo que en su caso eran menos fuertes por su propia experiencia de vida?
Quizás sólo se trataba de que le hacía falta salir más, como le decía su hermana, y no solo estar concentrado en el trabajo; no se sentía asfixiado de ese modo, pero quizás todo ese tiempo dedicado de forma tan intensa a trabajar, agregando las presiones de los últimos días le estaban pasando la cuenta.
Estaba intentando ordenar sus ideas cuando Martín lo llamó por teléfono.
—Olvidé decir algo —le dijo desde el otro lado de la conexión.
—Pues te escucho —replicó Rafael.
—Estaba pensando que cuando empiece el próximo mes podríamos salir a tomar algo a algún sitio —comentó de buen humor— ¿Qué piensas?
—Pienso que es una buena idea —replicó Rafael al instante—, pero te advierto que estoy completamente oxidado en lo que tiene que ver con vida nocturna, así que no sabría por dónde empezar.
Martín rio de forma espontánea.
—No me sorprende, casi puedo decir que me lo esperaba —comentó del otro lado de la línea—, pero no te preocupes por eso, yo no estoy tan oxidado y creo que tengo un par de buenas alternativas.
Quizás ahí estaba la oportunidad de terminar con todo eso; en un ambiente neutral y distendido, simplemente podía llevar la conversación y mencionar algo al respecto sin caer en la confesión dramática que no venía al caso.
—Perfecto, entonces voy a confiar en ti para ese panorama.
—Hecho —celebró Martín—. Sólo que puede que se me pase, así que, por favor, recuérdame cuando nuestros...
De pronto, al escuchar esas palabras, todo lo demás desapreció para Rafael; una extraña y poderosa sensación llenó su cuerpo y mente, y lo hizo estremecerse de pies a cabeza.
— ¿Estás ahí?
—Sí —respondió de forma mecánica—, estamos hablando entonces, que duermas bien.
—Tú también, descansa.
Cuando cortó, ya estaba en su cuarto, y tuvo la necesidad de sentarse en la cama, presa de una sensación que no se podía explicar, pero que sin duda era muy poderosa; tenía algo de relación con lo que sintió unos días atrás, pero en ese momento no había calidez ni una sensación cómoda, todo era presión, como un dolor del que no tenía explicación. Ni siquiera había escuchado las palabras luego de eso, perdió por completo el hilo de lo que estaba escuchando.
Si en la ocasión anterior se había preguntado qué podía ser ese extraño sentimiento que lo embargó en el momento de abrazar a Martín, esa noche simplemente no podía ignorar lo que le estaba pasando ¿Por qué esa pena, por qué esa aflicción interna tan potente, suficiente para eclipsar cualquier otra cosa? Durante un eterno momento no pudo ver ni oír más, y en su interior, el pensamiento que afloró fue que esas palabras tenían un significado que no lograba alcanzar, algo importante y que lastimaba, no sólo por no saber de qué se trataba, sino también por ser algo doloroso en sí mismo.
Pero en esa ocasión no había cercanía física, estaba hablando por teléfono.
¿Y si esos extraños sentimientos no eran algo relacionado con Martín? Quizás había ocurrido una coincidencia, y en ambos casos sucedió mientras estaba interactuando con él, pero eso de todos modos no resolvía las dudas al respecto.
La edad, estar soltero por una cierta cantidad de tiempo, el estrés laboral, la emoción por la boda de su hermana, extrañar a sus padres, cualquiera de esos factores o todos ellos mezclados podían llevar a un tipo de agotamiento, o quizás a una saturación de algún tipo. Probablemente necesitaba descansar, pero de momento las vacaciones estaban lejos.
Aun con esa explicación, no lograba sentirse tranquilo con respeto a ese asunto, era como si, a pesar de no saber qué era lo que estaba sucediendo, debiera saberlo, y esa inquietud no pudiera irse de él. Algo estaba mal con él esa noche, algo que amenazaba con no dejarlo dormir en paz, y aunque comúnmente no le sucedía, se sintió solo, y deseó no estarlo.
"Recuérdame cuando nuestros..."
Próximo capítulo: Una conversación sincera
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