Narices frías Capítulo 19: Encerrada




Esa mañana de lunes Greta se sentía apática y agotada; el sol no hacía en ella el mismo efecto que antes, por mucho que estuviera iluminado el interior de su casa, seguía sintiéndose como si fuera estuviera lloviendo a cántaros.

—Ahora vamos con nuestro consultorio de medicina, el día de hoy conversaremos acerca de cómo prevenir las alergias.

La televisión al menos agregaba algo de vida a su casa; no veía noticias, pero en la televisión por cable daban programas de distintos temas y eso era mejor que nada. Greta no salía mucho en general, más que otra cosa para hacer la compra o si debía hacer algún trámite, los que eran pocos ya que por suerte un par de meses antes habían instalado uno de esos sistemas automáticos de pago, se le descontaba de la mensualidad de su pensión y le quitaba problemas.
Siempre tomaba desayuno temprano, antes de las ocho, como costumbre arraigada por todos los años en que se levantaba al alba junto a su marido antes que él saliera a trabajar. De alguna manera sabía que podía dejarlo cuando quisiera, pero no quería romper ese vínculo generado a lo largo de toda la vida, pues sería como perderlo por completo.
Una vez desayunada en la pequeña cocina de su casa, encendía el televisor para tener algo de ruido, y sacudía un poco los muebles y las repisas, por mucho que Marta le dijera una vez a la semana al hacer aseo que eso no era necesario; sí que lo era, pero aunque tuviera que delegar el aseo pesado por ya no poder hacerlo, no iba a ser como esas mujeres mayores que usan su dinero para pagar por que hagan todo por ella, no mientras pudiera hacerse cargo en persona.
Las salidas a comprar o hacer algún trámite las dejaba justo para el día en que iba Marta a hacer el aseo de su casa, por lo tanto su nivel de sociabilidad era bajo, como decía su doctor. Pero no le importaba; no era maleducada, saludaba si la saludaban, pero era escueta en sus comentarios y nunca invitaba a nadie, eso la mantenía con la salud de una persona treinta años menor y evitaba los chismes que solo provocaban problemas falsos e innecesarios.
Se sentó ante la mesa que había en la sala y abrió la caja de reliquias, como le decía ella.

—¿Qué voy a hacer hoy?

La caja de reliquias era una de varias "herencias" que tenía en su poder desde la muerte de su esposo; en particular esta era su principal actividad a diario, además de una fuente de ingresos extra: contenía una serie de figurillas de plomo representando soldados y armas antiguos, y tenían un valor importante para las casas de anticuarios y coleccionistas.
Cuando enviudó decidió vender cosas que no iba a usar nunca más y que no contaban como recuerdos como la camioneta y algunas otras cosas, pero por casualidad del destino, cuando se disponía a vender todas aquellas figuras, se enteró por un programa que tenían mucho más valor del que estimaba desde antes, ya que Jonás nunca mencionó detalles de dinero de ese tipo de cosas. Nunca hablaron de dinero en muchos aspectos.

—Creo que hoy voy a trabajar contigo.

No tenía muchas ganas de hacerlo, pero tenía el firme propósito de hacer al menos cinco a la semana y no quería faltar, una buena disciplina la había llevado por bastante buen camino en general.
Cuando vendió la primera figura, ya varios años atrás, pagó por ser inocente e inexperta, ya que le informaron que una figura como esa, al ser objeto de coleccionistas, tenía más valor si estaba bien conservada, es decir brillante y lustrosa, y desde luego que con los años de guardado en una bodega estaban a mal traer.
Ya no era una jovencita y limpiar manualmente una sola figura, dejando brillantes los recovecos y esos pequeños pliegues le tomaba días y la dejaba exhausta, así que fue a una tienda departamental y compró un aparato que hacía girar un rodillo, a juego con varias brochas de distinto tipo: el resultado fue excederse en la primera y arruinarla por borrar algunas marcas características y sellos, pero le sirvió de aprendizaje y después fue perfeccionando la técnica; ahora dejaba una figura polvorienta y opaca en perfectas condiciones en dos días, incluso en uno si era de las más sencillas.
Iba a conectar la maquinita para trabajar con ella cuando escuchó voces y algo como una algarabía afuera ¿Qué estarían celebrando? Por un momento pensó en ignorarlo como lo hacía a menudo con los juegos de los niños en la calle o los vehículos pesados que no eran muchos en el distrito, pero después algo le dijo que no era una celebración; además era lunes por la mañana, y en la semana esas calles eran silenciosas. Oído de vieja, se dijo.
Titubeó un momento, ya que detestaba salir a husmear cuando pasaba algo, pero el ruido era constante y parecía estar cerca, por lo que su persistencia la inquietó. No tenía ninguna excusa para salir, pero a su juicio vendría mejor salir que asomarse simplemente, de modo que dejó el trabajo y salió decidida, procurando aparentar normalidad.

—Señora Greta.

La sorprendió una voz joven en la calle cuando salió. Era uno de los vecinos de la cuadra, pero no recordaba su nombre, aunque sí podía decir que habitualmente no se veía tan excitado como en ese momento.

—Disculpe, pero creo que sería mejor que se entrara.

Eso se escuchó realmente extraño.

—¿Por qué lo haría, qué es ese ruido?

El hombre se debatió un momento entre decirle y no hacerlo. De acuerdo, sí estaba pasando algo.

—Mire...
—Vamos muchacho —dijo intentando sonar agradable—, no me va a dar un infarto, no puede ser tan grave.
—Si usted lo dice —replicó él mirándola lentamente—, pero de todos modos es probable que no se sienta muy bien. Parece que murió alguien.

Con la edad que ella tenía había visto suficientes muertes en su vida, pensó en decirle, pero de todos modos no podía sonar descortés, al fin que se suponía que la gente mayor era más impresionable. Asintió.

—¿Quién fue?
—No sé como se llama, es el sujeto de la calle siguiente, llegó hace poco por estos lados.

Greta hizo un poco de memoria; recordaba vagamente a un hombre joven vestido de negro, que por alguna razón le recordó a James Dean.

—¿El que estaba en la casa donde vivían los Rovira?
—Sí, él. Parece que alguien entró en la noche y lo atacaron.

Esforzando un poco la vista, notó que en la cuadra siguiente había autos de policía y de emergencias ¿Alguien entrando a robar en una de esas casas? Parecía algo muy extraño porque en los últimos años la seguridad en el distrito era buena, o eso le parecía.

—Es una pena.

Realmente lo era, pero se le hizo extraño decirlo frente a alguien que parecía más interesado en el chisme que en la vida de alguien; iba a devolverse a la casa cuando se le ocurrió una idea, y sorprendiéndose a sí misma, decidió seguir ese impulso y caminar en esa dirección.
El último funeral al que había ido y por lo tanto la ultima conexión con la muerte era el de su esposo, y de eso bastantes años atrás; el cementerio no dejaba de ser el mismo, pero ahora se usaban los prados verdes y las lozas más que las grandes tumbas o los mausoleos familiares, efecto de las necesidades económicas y de la modernidad. Parecía un parque, quizás para que la gente no se sintiera intimidada; que manera de engañarse, porque a la hora de la verdad, el final era siempre el mismo para todos.
Poco después llegó al lugar. Dos autos de policía, un vehículo de emergencias y una camioneta negra rodeaban la entrada de la casa, y en ese momento unos enfermeros sacaban a alguien en una camilla; estaba pálido, con un respirador artificial, pero no parecía muerto. Miró en derredor, sin estar muy segura de lo que estaba haciendo ahí; había un par de curiosos en el lugar y entre ellos reconoció a alguien que había visto antes.

—Buenos días, Sebastián.

El policía se volteó claramente sorprendido; estaba de civil y en un lugar en donde nadie sabía quién era, ni siquiera los oficiales que trabajaban en la casa, de seguro. Al verla sonrió, entre incómodo y confuso; era nieto de una conocida del distrito, y ella lo había visto de niño y adolescente, quedando siempre marcada su imagen en su mente por ese cabello rojo encendido y las pecas en sus mejillas.

—Señora Greta.
—Pensé que te ibas a sorprender —dijo ella acercándose—, a lo mejor pensabas que ya me había muerto.

Estaba más musculoso que antes; ya era un hombre de más de treinta años, con esos rasgos endurecidos y los ojos con la típica mirada de policía.

—No es eso, es solo que no estoy acostumbrado a que me llamen por mi nombre, menos en un lugar que no es habitual. ¿Como está?
—Vieja —respondió ella simplemente—, y fijona, me parece extraño que estés aquí. ¿Te mandaron a investigar?

Señaló la casa, pero él negó con gentileza.

—No estoy de servicio en este momento; estaba pasando cuanto vi lo que pasó y me bajé a ver si podía ayudar, pero los oficiales tienen todo bajo control.
—¿Y qué fue lo que pasó?

El hombre le dedicó una mirada de duda, pero ella lo miró con expresión que intentó ser de complicidad; a fin de cuentas, él acababa de decir que no estaba de servicio.

—Alguien entró a su casa y lo atacó con un cuchillo mientras dormía; logró resistir y se arrastró hasta un teléfono y pidió ayuda. Lo encontraron hace casi dos horas, pero tuvieron que estabilizarlo aquí antes de llevarlo a un centro asistencial.

Ella asistió.

—Me pregunto quién lo habrá hecho.
—Eso tendrá que investigarlo la fiscalía.
—Es curioso, no recuerdo algo como esto en estos lados, todos estos barrios parecen tan tranquilos como siempre —reflexionó ella—, es como si todo cambiara de repente.

El policía no respondió, y eso le hizo entender que estaba equivocada en su juicio; las cosas sí habían cambiado, solo que ella no lo sabía porque estaba demasiado aislada para saberlo. Veía algunos programas de televisión extranjera, pero no frecuentaba los noticieros; desde la muerte de su esposo se había quedado sola en más de una forma, sin darse cuenta del cambio que eso había hecho en ella misma.
Como cuando alguien lanza una piedra a tu ventana y los vidrios no se pueden arreglar; tienes que poner otro vidrio. Y los pedazos que recoges del suelo, tratando de no pincharte los dedos nunca arman toda la estructura, siempre hay un trozo muy pequeño que jamás encuentras.

Próximo capítulo: Soledad

No hay comentarios:

Publicar un comentario