Contracorazón Capítulo 08 Sensaciones verdaderas




La jornada del jueves fue la primera en que se sintió a gusto en el cargo en que estaba ocupando en la tienda. Después del ajetreado lunes, el martes estuvo atendiendo algunos asuntos que había previsto, pero que de todos modos no fueron lo más agradable: algunos, dos de los más cercanos a Ángel en la tienda, se mostraron reacios a su nuevo puesto, de modo que tuvo que reafirmar lo que había dicho antes. Al final, la mayoría de los trabajadores de la tienda se mostraron a su favor, y eso ayudó a que los ánimos se calmaran.
Sin embargo, prácticamente toda la jornada del martes la pasó atrapado en la oficina registrando las nuevas claves de acceso entregadas por la empresa y habituándose a su nueva oficina, la que había sido desocupada de todas las cosas que pudieran pertenecer al jefe provisional que había sido trasladado, como al ya desaparecido y probablemente desvinculado encargado anterior.
Si bien ya había tomado un turno de forma provisional, la experiencia de estar de manera oficial en ese puesto lo hizo sentir incómodo ¿Iba a tener algún nuevo encuentro desafortunado con uno de los amigos de Ángel? No sabía si eso estaba realmente cerrado, pero de todos modos no lograba nada cuestionando las posibilidades de algo que no podía anticipar. Tras una extraña jornada de martes, el miércoles estuvo con la tienda a tope y unas diferencias de guías de despacho, por lo que recién el jueves pudo sentirse a pleno en el cargo de encargado de tienda, y organizar sus tiempos para hacer trabajo de documentación, verificar los pedidos de suministros, actualizar sus conocimientos y terminar todo dentro de la jornada, sin pasarse. Cuando salió a las siete y treinta, se despidió de todos y salió algo cansado, pero más satisfecho que los dos días anteriores.

—Rafael.

Sara lo alcanzó a poco andar; esa semana ella salía a ocho, y para ese día le pidió salir a las siete, y media, pidiéndole tomar media hora de almuerzo para salir antes, y se negó de forma rotunda al ofrecimiento de él de salir treinta con anticipación sin perjudicar su tiempo de descanso.

—Sara. Pensé que ya te habías ido.
—Voy de salida —replicó ella—. Escucha, con todo lo que pasó no había tenido la oportunidad de darte las gracias por lo que hiciste el lunes.
—Eso no es necesario —replicó él, de inmediato—. En serio, no hice nada que merezca ningún crédito.
—Pero lo hiciste, actuaste en vez de sólo quedarte ahí —repuso ella, con intensidad—, y siento que tenía que decírtelo a la cara, con calma, sin que estuviéramos con la presión de lo que pasó el otro día.

Sara hablaba con honestidad, y sus palabras, lejos de ser aduladoras, eran amistosas; Rafael nunca había perseguido un objetivo como ese, y de hecho no pensó en nada cuando sucedió, pero llegados a ese momento no podía menos que agradecerlo.

—Gracias, de verdad —replicó con sencillez.
—Y también quería decirte que estoy contenta de que tú seas el jefe de la tienda ahora, pero no por lo que pasó, sino porque eres honesto y haces bien tu trabajo.
—Eso sí que te lo agradezco mucho —exclamó él, sonriendo—. Estaba nervioso sobre cómo iba a resultar todo, más con lo que pasó antes.
—Yo pienso que lo vas a hacer bien. Tengo que irme, nos vemos mañana.
—Nos vemos —se despidió el.

¿Podía ser su primera persona en esa tienda? Al menos ya sabía que contaba con el apoyo de todos en general, pero saber de forma concreta que alguien tenía fe en su trabajo servía mucho para sentirse mejor.
Con el buen sabor de una conversación rápida pero que tenía contenido importante, regresó a su departamento con la sensación de que las cosas estaban mejorando con rapidez, y que podría cumplir con su deseo de tener su departamento. Después de ponerse cómodo, recibió una llamada de Mariano, y lo recibió en casa unos minutos después.

— ¿Cómo estuvo el día?
—Bien, ocupado, pero acostumbrándome a mi nuevo puesto —replicó Rafael—. Ese es el traje ¿verdad?

Mariano lucía nervioso con el gran bolso negro que contenía su traje para el matrimonio; mientras su futuro cuñado se cambiaba, Rafael decidió poner una alarma especial para recordarse ir a comprar ropa, antes que siguiera dejándolo en segundo plano como hasta ese momento. Unos momentos después, Mariano apareció en la sala, completamente cambiado y muy elegante.

—Te ves perfecto —opinó Rafael—, de verdad, el traje está genial, hiciste una elección buenísima.
— ¿Seguro? Quiero decir, no quiero lucir exagerado o intentando parecer un artista ¿Entiendes lo que digo? Todavía tengo tiempo de seguir poniéndome en forma.

Caminaba de un lado a otro, visiblemente ocupado de cada detalle; Rafael lo miró con algo de preocupación.

— ¿Qué pasa, por qué estás tan estresado?
—Estoy cada día más nervioso —replicó el otro hombre—, falta tan poco, es menos de un mes.
—Es casi un mes —apuntó el moreno para quitarle dramatismo al tema—, y es algo que los dos quieren.
— ¡Por eso mismo!  —exclamó el otro— Rafael, esta es la decisión más importante de mi vida, esto es —hizo un gesto vago con las manos, como si tratara de encontrar las palabras correctas—, es muy grande.

La emoción desbordante de su hermana y el nerviosismo de Mariano eran dos caras diferentes de la misma situación; ambos sabían a lo que se enfrentaban, y para ambos se trataba de un evento de importancia fundamental.

—Mariano, siéntate aquí conmigo.

Se sentó frente a él y lo miró a los ojos.

—Escucha, tú amas a mi hermana y ella te ama a ti, eso es todo lo que importa.
—Es mucho lo que importa —replicó el otro—. No quiero decepcionarla, no quiero causarle tristezas; me da pánico no poder cumplir con lo que tengo que hacer. Necesito que Magdalena sea feliz.

Rafael sintió un nudo en la boca del estómago; esas palabras eran probablemente la declaración de amor más grande que había escuchado en su vida, y resultaba estremecedor ver el auténtico sentimiento en Mariano, porque se trataba de algo puro, honesto y que no tenía miedo de expresar. Pero al mismo tiempo, ese sentimiento lo estaba superando y se sintió en la necesidad de apoyarlo.

—Escucha, tienes que calmarte. Ustedes ya tienen algo fuerte, lo que sienten ya existe; incluso si un día terminan su relación, lo importante es que lo que existe es real.

Mariano respiró profundo al escucharlo, intentando tranquilizarse.

—Gracias por eso; trato de que ella no me vea así, pero te confieso que estoy vuelto un manojo de nervios, es como si todas las responsabilidades del mundo estuvieran a la vuelta de la esquina.
—Y cuando sientes eso —preguntó Rafael— ¿Te dan ganas de escapar?

Se sintió orgulloso al escuchar la respuesta directa, sin un asomo de duda en la voz.

—Por ningún motivo.
—Entonces ya está, no hay más que decir. Ahora guarda ese traje, te queda muy bien.

Después que Mariano se fuera un poco más tranquilo de lo que había llegado a su departamento, Rafael se disponía a comer algo liviano cuando escuchó una voz en la ventana.

—Vecino.

Martín estaba asomado en el balcón de su departamento, y le hizo un gesto de saludo.

— ¿Cómo estás?
—Bien, estaba tratando de calmar a mi cuñado antes de su matrimonio.
—Ah, el evento del año, me lo comentaste —replicó el trigueño—. ¿Y te compraste el traje?
—No, lo olvidé de nuevo —el moreno hizo una mueca—, así que ahora tengo menos de un mes para comprarlo. ¿Cómo va tu semana?
—Bien; ya le conté a Pilar que encontré un empleo ¿Sabes cómo se nota la diferencia entre un buen jefe y un mal jefe? En detalles como ese.

Martín le había contado que la dueña del restaurante en donde trabajaba era una muy buena persona.

—Dijiste que trataría de avisarte si encontraba algo que te pudiese servir —dijo Rafael.
—Sí, pero es más que eso; cuando le comenté del nuevo trabajo ella estaba alegre, y me dijo que incluso si después tenia alguna dificultad para encontrar trabajo, que podía llamarla y me dio su número. La verdad es que no tenía para qué hacerlo, pero lo hizo y eso habla muy bien de ella.
—Eso es bueno, fue una buena experiencia.
—Y pasando a algo más mundano —Martín  hizo una cómica mueca—, tengo una pregunta y me da un poco de vergüenza.

No parecía que estuviera hablando en serio, pero Rafael le siguió el juego; además, esas conversaciones de balcón a balcón parecían algo divertido de hacer.

—Pues solo dilo, no puede ser tan terrible.
—El punto es —hizo un gesto con las manos, como dando a entender que le costaba dar con las palabras exactas—, que tengo que preguntar ¿Me puedo tomar tu café?

Rafael torció la cabeza, sin comprender.

— ¿Qué?
—El café, es que no tengo y me da mucha flojera ir hasta la tienda a comprar.
—No sé de qué me estás hablando —repuso Rafael, sin entender.
— ¿No lo recuerdas? Hace unos días viniste y trajiste un café.

Aquella jornada en donde estuvieron charlando un largo rato; Rafael se dio cuenta de que recordaba todo de ese día, excepto que llegó con un frasco de café como una forma de cooperar con algo y ser cortés con la invitación.

— ¿No te has tomado el café? —preguntó con las cejas levantadas.
— ¿Por qué lo haría? Es tuyo, supuse que lo habías dejado acá por si otro día tomábamos desayuno o algo.

Que considerara la posibilidad de volver a verse como algo concreto hablaba muy bien de cómo lo tenía considerado, pero al mismo tiempo, agregaba un elemento de incertidumbre a esa amistad que estaba naciendo. Rafael ya se había planteado seriamente el asunto, y se dijo que iba a privilegiar la amistad ¿Cómo saber ahora si esa actitud de Martín era solo un gesto amigable o se trataba de algo mas?

—Esa es una buena idea ¿Y si nos tomamos un café ahora? Algo rápido, supongo que estás cansado.
—No tanto, me parece buena opción ¿Vienes o voy?
—Voy —replicó Rafael—, estaré en un minuto allá.

Mientras bajaba de su departamento se preguntaba si realmente podría hacer lo que estaba pensando, y al mismo tiempo, se sorprendió una vez más de lo difícil que le resultaba preguntar algo como eso, mientras que otras personas inclusive sin conocer a alguien le preguntaban “¿Eres gay?” sin alterarse. Si alguien hablaba del asunto o salía en medio de una conversación, se sentía tranquilo y lo hablaba con normalidad, pero ante una pregunta directa y sin contexto, se sentía muy incómodo.
Así que se dijo que lo mejor era darle prisa al paso.

—No te voy a quitar mucho tiempo —advirtió tan pronto entró en el departamento.
—Está bien, no estoy cansado —repuso el trigueño—, además un poco de buena conversación siempre es bienvenido.

Se sentaron ante la mesa de la cocina y Martín sirvió café para ambos. Rafael procuró sonar por completo natural al hablar.

— ¿Cómo estuvo tu día?
—Extrañamente tranquilo, estuve paseando de un lado a otro la mayor parte del tiempo.

Era en ese momento o nunca; la excusa del tiempo disponible tenia que ser la llave.

—Pero supongo que estando en el centro comercial no te debe faltar material para entretener la vista —dijo como al pasar—, seguramente hay para escoger.

Martín se puso de pie y volteó hacia la alacena.

—Se me olvidó poner algo para acompañar ¿Galletas de chocolate con chispas o de jengibre y avena? No son de dieta, tienen kilos de azúcar.
—Entonces esas de jengibre —comentó Rafael.

El trigueño sirvió los dulces en un cuenco y volvió a sentarse; parecía relajado y a gusto, sin sospechar el real sentido del comentario de su interlocutor.

—Ahí están. La verdad es que sí, no lo puedo negar, pero tengo que irme con cuidado porque soy el rostro del restaurante y cualquier acción impropia podría verse mal.

Eso no tenía ningún significado concreto. Rafael optó por elevar el tazón, como si fuera a beber, para que el objeto ayudara a encubrir cualquier expresión que surgiera cuando dilucidara el misterio.

— ¿Por qué lo dices?
—Porque pueden pasar chicas muy bonitas —replicó Martín—, y como esta temperado, hay algunas con escote o que usan faldas cortas, pero si me ven mirándolas de forma muy obvia me pueden regañar; además, a casi ninguna mujer le gusta que uno la esté mirando tanto.

O mentía muy bien, o lo que estaba diciendo no era más que la verdad; Rafael creyó que se sentiría defraudado, pero en vez de eso, se sintió un poco ridículo intentando averiguar con el truco de la mentira y verdad si Martín era o no gay.
Buero, no lo es, se dijo, no le gustan los hombres y eso es todo ¿Por qué se había embarcado en esa aventura de investigación en primer lugar? Como si fuera un adolescente de secundaria con las hormonas revolucionadas, estaba tratando de descubrir si un hombre al que conocía hace poco era gay ¿Para qué? ¿Para seducirlo? Sintió ganas de reírse de sí mismo, pero se obligó a mantener la calma.

—Tienes razón, sería dramático. Estaba pensando que esta semana está yendo para mejor con mi nuevo cargo: Sara habló conmigo y me felicitó, dijo que estaba contenta y que confiaba en mí. Oficialmente, ya tengo alguien que me tiene fe.

Para su suerte, Martín no notó el brusco cambio de tema; en cambio, asistió con energía.

—No creo que sea un asunto de fe. Creo que ella te vio como eres y supo que eres un tipo que hace bien las cosas en el trabajo.
—Pero tú nunca me has visto en el trabajo —apuntó Rafael.
—Eso no es necesario —comentó el otro—; hablamos, te estoy conociendo, incluso vi cuando te enfrentaste a ese técnico, y la forma en que actúas dice mucho de cómo eres.
— ¿Y cómo crees que soy?

Martín  se lo pensó un momento y luego habló con seriedad.

—Pienso que eres un hombre honesto, directo, que es responsable, quiere mucho a sus cercanos, y también que eres una buena persona con los demás, incluso con las personas a quieres no conoces mucho, como yo.

Escuchar esa descripción fue mucho más impactante para Rafael que el descubrimiento inmediatamente anterior sobre su sexualidad; lo que oyó era algo que se esperaría de un amigo con un nexo mucho más fuerte y extenso, de modo que la sorpresa lo dejó sin palabras.

— ¿Qué ocurre? —preguntó el trigueño.
—Nada, es que lo que dijiste me sorprendió —replicó Rafael recuperándose de la impresión—. Son muchos adjetivos, no me lo esperaba.
—No es para tanto —comentó quitándole importancia al tema—, sólo es lo que veo de ti. Al final todos nos hacemos una idea de las personas a las que conocemos y cuando hay una buena química, con mayor razón ¿Te das cuenta de que nos llevamos bien desde el principio?
—Si, es cierto —respondió con lentitud—, tengo que admitir que nunca había conocido a alguien con quien me sintiera en confianza tan rápido.

¿Qué iba a hacer a partir de ese momento? Rafael se sintió culpable por lo que estaba queriendo averiguar unos minutos antes, mientras Martín tenía palabras tan honestas y amables con él; se dijo que al menos tenía que armarse de valor y decirle cuál era su orientación antes de entrar en el complicado mundo de las verdades a medias.

—Estoy de acuerdo en eso. Y tú ¿Tienes para recrear la vista en la tienda?
—La verdad no — respondió con evasivas—, y menos ahora con el nuevo cargo, es raro tener una oficina.

¿Por qué no había aprovechado esa oportunidad de oro para hablar? Estaban en una situación de confianza, y de forma natural surgió el tema ¿Por qué no utilizar esa puerta para acceder a ese asunto y en vez de eso lo evadió?

— ¿Y estás encerrado todo el día en la oficina? —le preguntó Martín mientras servía más para beber.
—Por suerte no, aunque supongo que podría ser, en algunas ocasiones; pero prefiero estar presente en la tienda y atender o ayudar en lo que pueda. Hoy, por ejemplo, me pude ordenar con los horarios, y es probable que para la semana que viene ya me sienta en mi ambiente, así que tengo algo de tiempo para estar un poco más listo para fin de mes.
—Vamos a tener un fin de mes muy movido —comentó Martín—, tú con tu nuevo cargo, yo con nuevo trabajo, y eso me recuerda que aún no sé cuál es serán mis horarios allá, eso es un tema que tengo pendiente.

Más tarde en su departamento, Rafael se preguntó por qué se había metido en todo ese embrollo mental con respecto a Martín; se había dicho en más de una ocasión que lo que le interesaba era la amistad y no otra cosa, pero otra vez se enredó en tratar de descubrir algo que en teoría no debería ser relevante para ese objetivo. Él mismo pensaba que las personas deberían poder llevarse bien sin que la sexualidad importara ¿acaso en el fondo tenía los mismos prejuicios que el resto de la sociedad, sólo que en su caso eran menos fuertes por su propia experiencia de vida?
Quizás sólo se trataba de que le hacía falta salir más, como le decía su hermana, y no solo estar concentrado en el trabajo; no se sentía asfixiado de ese modo, pero quizás todo ese tiempo dedicado de forma tan intensa a trabajar, agregando las presiones de los últimos días le estaban pasando la cuenta.
Estaba intentando ordenar sus ideas cuando Martín lo llamó por teléfono.

—Olvidé decir algo —le dijo desde el otro lado de la conexión.
—Pues te escucho —replicó Rafael.
—Estaba pensando que cuando empiece el próximo mes podríamos salir a tomar algo a algún sitio —comentó de buen humor— ¿Qué piensas?
—Pienso que es una buena idea —replicó Rafael al instante—, pero te advierto que estoy completamente oxidado en lo que tiene que ver con vida nocturna, así que no sabría por dónde empezar.

Martín rio de forma espontánea.

—No me sorprende, casi puedo decir que me lo esperaba —comentó del otro lado de la línea—, pero no te preocupes por eso, yo no estoy tan oxidado y creo que tengo un par de buenas alternativas.

Quizás ahí estaba la oportunidad de terminar con todo eso; en un ambiente neutral y distendido, simplemente podía llevar la conversación y mencionar algo al respecto sin caer en la confesión dramática que no venía al caso.

—Perfecto, entonces voy a confiar en ti para ese panorama.
—Hecho —celebró Martín—. Sólo que puede que se me pase, así que, por favor, recuérdame cuando nuestros...

De pronto, al escuchar esas palabras, todo lo demás desapreció para Rafael; una extraña y poderosa sensación llenó su cuerpo y mente, y lo hizo estremecerse de pies a cabeza.

— ¿Estás ahí?
—Sí —respondió de forma mecánica—, estamos hablando entonces, que duermas bien.
—Tú también, descansa.

Cuando cortó, ya estaba en su cuarto, y tuvo la necesidad de sentarse en la cama, presa de una sensación que no se podía explicar, pero que sin duda era muy poderosa; tenía algo de relación con lo que sintió unos días atrás, pero en ese momento no había calidez ni una sensación cómoda, todo era presión, como un dolor del que no tenía explicación. Ni siquiera había escuchado las palabras luego de eso, perdió por completo el hilo de lo que estaba escuchando.
Si en la ocasión anterior se había preguntado qué podía ser ese extraño sentimiento que lo embargó en el momento de abrazar a Martín, esa noche simplemente no podía ignorar lo que le estaba pasando ¿Por qué esa pena, por qué esa aflicción interna tan potente, suficiente para eclipsar cualquier otra cosa? Durante un eterno momento no pudo ver ni oír más, y en su interior, el pensamiento que afloró fue que esas palabras tenían un significado que no lograba alcanzar, algo importante y que lastimaba, no sólo por no saber de qué se trataba, sino también por ser algo doloroso en sí mismo.
Pero en esa ocasión no había cercanía física, estaba hablando por teléfono.
¿Y si esos extraños sentimientos no eran algo relacionado con Martín? Quizás había ocurrido una coincidencia, y en ambos casos sucedió mientras estaba interactuando con él, pero eso de todos modos no resolvía las dudas al respecto.
La edad, estar soltero por una cierta cantidad de tiempo, el estrés laboral, la emoción por la boda de su hermana, extrañar a sus padres, cualquiera de esos factores o todos ellos mezclados podían llevar a un tipo de agotamiento, o quizás a una saturación de algún tipo. Probablemente necesitaba descansar, pero de momento las vacaciones estaban lejos.
Aun con esa explicación, no lograba sentirse tranquilo con respeto a ese asunto, era como si, a pesar de no saber qué era lo que estaba sucediendo, debiera saberlo, y esa inquietud no pudiera irse de él. Algo estaba mal con él esa noche, algo que amenazaba con no dejarlo dormir en paz, y aunque comúnmente no le sucedía, se sintió solo, y deseó no estarlo.

"Recuérdame cuando nuestros..."

Próximo capítulo: Una conversación sincera

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