Contracorazón Capítulo 27: Molinos de viento




Rafael despertó la mañana del domingo poco después de las nueve, algo cansado, como si no hubiera dormido bien; estaba tendido de espalda, sin querer levantarse, cuando su móvil anunció una llamada, que por un momento no quiso contestar por el estado en que estaba. Un segundo después miró hacia el velador y comprobó que era Martín y le contestó.

—Hola.
—¡Lo encontré! —dijo la voz del otro, con tono triunfante—. Lo encontré.
—Me alegro —replicó el moreno, aún confundido—, pero no sé de qué me estás hablando.
—Lo estaba buscando, cuando me desperté me vino una idea y lo empecé a probar y funcionó, encontré la información del padre de Miguel, y está vivo.

Rafael casi saltó de la cama al escuchar lo que dijo su amigo; en el momento de despertar no estaba pensando en eso, de modo que lo tomó por sorpresa.

—¿En serio? Eso es fantástico, cuéntame detalles.
—¿Y si mejor te vienes para acá? —Martín sonaba un poco divertido—. Apuesto que aún has tomado desayuno y todavía tengo de tu café.
—Es cierto, voy para allá.

Se vistió y arregló un poco, y bajó rápido, tras lo cual fue directo al departamento de Martín. Cuando entró, se le abrió el apetito al sentir el aroma del café y las tostadas que su amigo había preparado.

—Qué rico huele —comentó al entrar—, acabo de decidir que tengo mucha hambre.
—Fue algo que se me ocurrió a la rápida —Explicó el otro—, puse el pan en el microondas con un poco de aceite de oliva y algunos aliños, y después lo puse en el tostador para que quedara crujiente. Tengo mermelada y queso.
—Y eso que no eras bueno para la cocina —comentó el moreno con tono ligero—, se ve muy bien, creo que te voy a copiar la receta.

Se instalaron en los sillones, y Martín trajo el portátil: en esos momentos se veía muy satisfecho.

—Escucha, esto es lo que pude encontrar, y creo que ya sé por qué es que me costó tanto localizar todo esto.
—Espera, más despacio. ¿Por qué estabas haciendo esto tan temprano?
—No sé, sólo me desperté y se me había ocurrido —respondió sin dejar de hablar a toda velocidad—, la cosa es que pensé que había una posibilidad de que, si los padres de Miguel se divorciaron, esos datos no se pudieran ver a simple vista porque hubiera dinero de por medio.
—¿Dinero?
—Sí, ella tiene dinero, es obvio, y pensé que hubiera querido sostener las apariencias o algo por el estilo; hace años, podías pagarle a un agente de los servicios de registro civil para que torciera un poco las cosas, y que en su información oficial no dijera su estado civil.

Rafael lo miró con las cejas levantadas. Nada de eso le sonaba obvio.

—¿Se puede hacer como que uno no está divorciado?
—En realidad no, pero la ley antes tenía una modalidad distinta, lo que hacían era anular el matrimonio, es complicado. La cosa es que, para resumir, me puse a investigar, y el padre de Miguel estuvo en una empresa que tuvo un proyecto de trabajo con molinos, era para trabajar con semillas y cosas así; parece que la empresa quebró, porque todo se disolvió, pero lo importante es que todo esto sucedió hace casi treinta y siete años en una localidad que se llama San Andrés, que está para el sur de la ciudad.

La forma en que todos esos datos encajaban era casi mágica; Rafael se imaginó a Miguel y Joaquín, siendo adolescentes, conociéndose en ese lugar, enfrentados a un mar de emociones y cambios internos, sin saber qué iba a ser de ellos en un futuro. ¿Lo había descubierto ahí su madre, decidiendo borrarlo de su vida? Y la pregunta más importante ¿Sería el padre un fiel reflejo de esa misma forma de pensar?

—Es increíble; ¿Descubriste algún número de contacto?
—Nada —replicó Martín—. Esa es una zona semi rural, así que no tengo más información que darte. Incluso busqué el lugar en donde estuvo esta empresa, pero en el buscador de mapas sólo aparece terreno y algunas casas, supongo que habrá cambiado mucho en este tiempo, y más con que la empresa no funcione desde hace tanto.

El moreno se quedó mirando la imagen digital del lugar, que intentaba representar la textura del terreno con el mayor realismo posible ¿Había sido ahí que se conocieron y comenzó su amor?

—Dijiste que lo habías encontrado, pero que no tiene teléfono.
—Sí, lo saqué por conclusión en realidad —repuso Martín, respondiendo a la pregunta no formulada—, porque es el único dato que tengo de él y me estoy convenciendo de que es correcto, que sigue ahí.

Si no tenía teléfono, por lógica la única forma de encontrarlo era ir directo al lugar; Rafael ya tenía una idea.

—¿Me acompañarías hoy?
—Sí, pero no hemos hablado de cómo es que vamos a hablar con él; ya viste que lo que se nos ocurrió antes no funcionó con ella.
—Es cierto, pero para ser sincero no se me ocurre otra cosa. Apliquemos el mismo plan, por último, si eso no funciona, supongo que no nos puede ir peor.

Se puso de pie y marcó un número en su móvil.

—Voy a llamar a Mariano para pedirle prestado el auto ¿No te complica conducir?

2


Después de almorzar y planear lo que iban a decir, los dos amigos fueron hacia la casa que compartían Magdalena y Mariano; Rafael inventó un paseo de fin de semana que sostuvo en la idea de estar recuperándose del accidente. Esa excusa generó algunas dudas menores, pero al final fue aceptada de buena gana por el matrimonio, especialmente por Magdalena, quien celebró que su hermano se despegara de las obligaciones, al menos de momento.
Cuando llegaron al lugar, Rafael sintió una oleada de nerviosismo, pero también la seguridad de que estaban en el lugar correcto; Martín estacionó el auto cerca de la entrada del terreno que según las indicaciones de personas del sector correspondería a la dirección que estaban buscando, y ambos descendieron, mirando hacia la solitaria casa que se contraponía con el cielo celeste y puro de la tarde.
Antes que llegaran a la verja, una persona asomó por la puerta de la casa. De seguro en un lugar tan apartado como ese el sonido de un vehículo se escuchaba con toda claridad desde el interior.

—Buenos días —saludó Martín—, estamos buscando al señor Gerardo.

De la casa salió un hombre de edad avanzada, de raleado cabello cano; había sido fuerte en su juventud, y aunque los años habían hecho mella en su cuerpo, conservaba la postura erguida y una actitud determinada. A más de diez metros de ellos, casi era el de la borrosa foto que tomó Martín en la oficina de la empresaria.

—Soy yo.
—¿Podemos hablar un momento con usted?

La pregunta quedó vagando un momento en el aire, mientras el hombre se acercaba a ellos; cuando estuvo más cerca, Rafael pudo ver en su expresión un asomo de reconocimiento, pero el anciano lo desechó frunciendo el ceño; lo lógico sería que dentro de su mente eliminara una idea como esa, y aunque aún no tenían ningún conocimiento concreto de él, esa mínima, aunque significativa diferencia con la mujer decía mucho de él.

—¿Qué quieren?
—Necesitamos hablar sobre su hijo, Miguel —Respondió Rafael sin poder evitarlo.
—¿Qué?

Martín intentó hacerle un gesto para que no se adelantara y se apegaran al plan, pero Rafael no lo tomó en cuenta.

—Señor, sé que no es fácil de entender, pero hay algo que tenemos que hablar acerca de su hijo.

Una mirada de recelo, o quizás de alarma, cruzó por la mirada del anciano, pero se repuso a ella.

—Ustedes no pueden haber conocido a mi hijo —replicó con un tono de advertencia.
—No, pero sabemos que Miguel murió en un atentado terrorista —dijo Rafael, con cautela—, sabemos que murió de una forma violenta.
—¿Por qué me está diciendo eco? ¿Quiénes son ustedes?

Martín miró a Rafael, y aunque lo vio nervioso, también pudo ver la determinación en su rostro. Ese era el final del camino: o lo resolvían ahí, o todo lo que habían hecho sería en vano. De pronto, en una actitud inesperada, el hombre mayor abrió la puerta de la verja, y se acercó a Rafael, mirándolo con una atención que dejó a los dos jóvenes sin palabras; por un momento, incluso pareció que iba a sufrir una convulsión.

—No puede ser —murmuró, superado por la emoción repentina—, es imposible.
—Señor...
—Usted... —el anciano hizo un movimiento con la cabeza que podría ser un espasmo o una negativa…

Muchas expresiones pasaron por el rostro del anciano, todas ellas de forma violenta y casi simultánea; durante un eterno instante, los jóvenes fueron incapaces de hablar, mudos ante un mar de emociones que era la prueba más grande de que en él había un destello de una luz por completo distinta a la que conocieron en la madre de Miguel.
Pareció que el hombre iba a levantar las manos, quizá para tocar la imagen que ante sus ojos parecía una aparición imposible, pero ese gesto nunca llegó a concretarse, quedando sólo en un temblor de las extremidades superiores y una voz frágil, a punto de trizarse.

—Usted es él.

Después de tanto intentar, la respuesta estaba en algo tan sencillo como abrir la mente; Rafael le dedicó una amable sonrisa, conmovido.

—No, no soy él. Sé que tal vez hay un parecido, pero no soy él; escuche, hay muchas cosas que no puedo explicar, pero de alguna forma he podido ver parte de sus recuerdos, y aunque nunca lo conocí, sé que tuvo una muerte violenta, que no puede descansar en paz y yo sólo... yo sólo quiero ayudarlo.

El anciano respiró con algo de dificultad y les dijo escuetamente que entraran a la casa; los jóvenes lo siguieron en silencio, llegando poco después al interior de la vivienda. Se trataba de un lugar muy sencillo, no por falta de recursos, sino por una economía en el diseño; por un momento pareció no saber en qué lugar tomar asiento o qué hacer, pero finalmente se sentó en una antigua silla de madera junto a la ventana.

—¿Por qué vinieron aquí?

Era una pregunta justa, pero no sencilla de responder; los jóvenes se sentaron ante él y Rafael optó por decir la verdad completa. Incluso después de haber hablado con Martín sobre la forma de proceder, en esos instantes sentía que debía obedecer al instinto que lo estaba guiando.

—Porque creo que su hijo quedó con algo pendiente en este mundo, algo que no se pudo concretar; yo no debería poder ver partes de lo que pensaba Miguel, pero empezó a pasar, y me dije que no podía ser sin motivo.
Y entendí que tenía que tratar de ayudarlo a descansar en paz.
No sé si usted lo supo, pero Miguel estaba comprometido.

El anciano lo había estado mirando con atención, pero también con un sentimiento que la madre de Miguel no había mostrado en momento alguno.

—No, no lo sabía, pero supongo que era el menor castigo que me merecía por cómo me comporté.
—¿Castigo?

Martín nunca había escuchado una voz así; en sus palabras había un dolor y desesperanza que jamás imaginó conocer. Incluso antes de escuchar lo que iba a decir, supo que eso era el resultado de décadas de cargar con culpa y arrepentimiento.

—Siempre fui un hombre débil sin saberlo. Alicia se encargaba de todo, y yo nunca presté atención al daño que eso le estaba causando a nuestro matrimonio y a nuestro hijo.
Cuando nos pidió un tiempo para hablar y nos contó lo que ocurría con él —rememoró con un dolor amargo en la voz—, el pobre temblaba como una hoja. Alicia se puso furiosa, le dijo que era un enfermo, que no podía exponer a la familia a una vergüenza como esa y que tendría que irse de la casa. Él ya sabía que eso iba a pasar, pero no reclamó ni discutió con ella; tomó un bolso con su ropa y se fue.
Durante mucho tiempo no supe más de él, dejando que las cosas se quedaran así, que su propia madre lo matara en vida. Tiempo después lo localicé —su mirada se humedeció por el recuerdo—, y traté de hablar con él; intenté convencerlo de que buscara una forma de sanarse y que con eso se solucionarían todos los problemas, porque en mi ignorancia estaba convencido de lo que decía.
Sé que le dolió la actitud de su madre, pero cuando le hablé de ese modo, supe que de verdad había roto su corazón, porque en el fondo él esperaba mucho más de mí que de ella; pero aún con todo eso, aún siendo tan joven, fue tan generoso que incluso después de lo que le dije, no me atacó ni me reclamó por mis palabras. Me dijo que me quería, y que si algún día yo estaba dispuesto a quererlo tal como era, siempre me iba a recibir con los brazos abiertos.

Su vista vagó por las desnudas paredes de la casa, buscando algo que no podía encontrar; el amargo recuerdo parecía tan reciente en él como el eco de sus palabras.

—Dejé que mi hijo se marchara por segunda vez; mi matrimonio estaba arruinado desde mucho antes, así que no fue extraño que me separara. De todos modos, Alicia no necesita a nadie, nunca fue así.
Cuando se contactaron conmigo luego del atentado —continuó hablando en voz baja—, me di cuenta de que había desperdiciado la vida de mi hijo. Yo, un hombre adulto, había tirado a la basura la vida de mi hijo; no por su muerte, sino por todo lo que sucedió en vida, por las cosas que no pudieron ser.

Hizo una larga pausa; su mentón tembló ligeramente, muestra quizás muy pequeña de todo el dolor que estaba reviviendo. A pesar de haber dos personas más en ese lugar, ese hombre anciano estaba completamente solo.

—Las personas tenemos solo una oportunidad de ser quienes somos —declaró. Sin embargo, su voz no sonaba a orgullo por las palabras que había dicho, más bien se escuchaban amargas—; si hubiera sabido eso en esa época, tal vez habría podido ayudarlo, pero ayudarlo de verdad, no diciéndole que estaba enfermo. Debí quererlo, estar con él; debí escuchar lo que tenía para decirme y quizás no me habría enterado por extraños que estaba enamorado.

Se hizo un silencio extenso entre ellos; Rafael y Martín se miraron, comprendiendo que el anciano no había terminado de hablar. Estaba luchando, décadas después, por reconciliarse con su pasado.

—¿El sabrá lo arrepentido que estoy?

Por un momento, Rafael tuvo que reconocer que sentía ganas de satisfacer ese deseo y decirle que sí, que podía comunicarse con él. Pero no era posible, él no era un médium, y llegado a ese momento, la verdad era lo único que podía darles paz.

—Su hijo no tenía rabia ni resentimiento contra nadie —explicó con calma—, yo no puedo hablar por él, sólo estoy diciendo lo que vi, lo que sentí.
De alguna manera él me pidió ayuda, y creo que su forma de hacerlo fue transmitirme parte de lo que estaba sintiendo antes que todo cambiara; él estaba feliz, estaba comprometido con un chico que lo amaba y tenía planes para el futuro. No tenía espacio para el rencor.

Esas palabras llegaron al anciano con un efecto mucho más fuerte de lo que se esperaba; tragó saliva con dificultad antes de volver a hablar.

—No merecía a mi hijo entonces, y no me lo merezco ahora. Pero, si no puedo escucharlo hablar, si no puedo protegerlo ¿Qué puedo hacer por él?
—Usted no sabía que él estaba con alguien ¿No es así? —preguntó Martín.
—Nunca lo supe.

Esa era la parte a la que quería llegar, la suposición a la que Martín y él llegaron después de una serie de conjeturas, lo único que aparentemente podía guiar a una solución. Ya no les quedaba más.

—Descubrimos que ambos estaban en el lugar del atentado —explicó lentamente—, y ambos murieron cuando sucedió. Ellos estaban juntos en ese sitio, pero lo que sucedió los separó, y como nadie sabía de su relación…
—Quedaron separados —intervino Martín—. Pensamos que de alguna forma sus almas no pueden estar juntas, y creo que por alguna razón los molinos tienen algo que ver.

El hombre mayor frunció el ceño, por un instante confundido; luego soltó el aire en una exhalación, como si hubiese estado conteniendo la respiración sin darse cuenta.

—Los molinos. Por supuesto, ellos estuvieron ahí. Usted sabe quién era él ¿verdad?
—Estoy casi seguro de que su nombre era Joaquín.

El anciano esbozó una leve y triste sonrisa, entendiendo antes de replicar a esas palabras.

—Claro, esa era la respuesta. Joaquín era hijo de un trabajador de la empresa que administraba los molinos, su padre era un amigo que yo conocía; los chicos se conocieron aquí, un verano, y yo nunca lo comprendí.

Rafael sintió cierto alivio por escuchar eso; entonces había una conexión entre ellos, algo que iba más allá de las suposiciones de un padre solitario y de las cosas que él había comprendido luego de experimentar todos esos sueños.

—Entonces ¿Usted conoció a Joaquín?
—Sí, era un muchacho muy educado, su padre lo había educado bien, es lo que siempre pensé. Se conocieron aquí, aunque por supuesto este lugar no era así hace casi cuarenta años. Estaba el molino grande, de agua, con el que se molían cereales para la casa grande —de pronto su dolor remitió un poco, dejando algo de espacio para la nostalgia de tiempos que sin duda habían sido mejores—. Yo pensé sólo que se habían hecho buenos amigos como pasa con los jóvenes; no me puedo imaginar cuánto miedo debe haber sentido en ese tiempo, siendo tan joven, conociendo todas esas cosas que deberían ser bonitas, escondido y con temor de que su padre lo descubriera. Debe haberse sentido tan solo y perdido.

Seguramente así era, pero no valía la pena remarcar esas palabras cuando el anciano ya estaba haciendo un proceso sin necesidad de ello.

—El proyecto de los molinos de viento no fue rentable en esa época —continuó, perdiendo el toque de sana emoción en la voz—, hoy en día funcionaría, pero ya no. Miguel tenía diecisiete, y cuando supo que todo eso iba terminar se puso muy triste; nunca pude ver que había algo más, que no eran sólo los molinos.

Significaba que también se separaría del chico del que estaba enamorado; nunca podrían saber a ciencia cierta si en ese entonces esa tristeza era por separarse de su pareja, o el miedo de perder contacto antes de tener el valor para hablar.

—Después del cierre de la planta de los molinos, y con todo lo que sucedió, nunca se me ocurrió averiguar lo que pasó con esa familia.
—Solo el padre de Joaquín sobrevive —dijo Rafael como réplica a esas palabras—, aún no hemos hablado con él, pero estamos casi seguros de que tampoco estaba al tanto de la relación de ellos dos.
—Entonces ese pobre muchacho estaba en una situación parecida.

Tal vez había estado bajo una presión menor, pero ellos ya sabían que Joaquín también había mantenido todo en secreto.

—¿Por qué dice que cree que los molinos tienen algo que ver? Es decir —Se corrigió—, entiendo que es muy posible que se hayan conocido aquí, pero ya no hay nada de eso. No queda nada.
—Señor, nosotros pensamos que aquí hay un lugar —Rafael apeló una última vez a los recuerdos, e intentó transmitir lo que sentía—, un sitio que era importante para ellos.
Hay un lugar al que siempre podían volver, es algo propio de los dos, es donde sintieron que podían decirse que se amaban con total libertad. Y ahora que ya no están, lo que creo es que Joaquín está esperando a Miguel en ese sitio, pero que Miguel estaba tan perdido y asustado que no puede encontrar el camino.
—¿Y qué puedo hacer yo?
—Tal vez podría empezar por perdonarse —repuso Martín—, su hijo no habría querido eso para usted, eso es seguro. Y tal vez estamos aquí porque usted sin saberlo conoce esa clave; tal vez usted conoce ese lugar.

El anciano guardó silencio por largos momentos; de seguro, estaba intentado revivir algún concepto o hecho de hace más de treinta años, algo que sin duda no podría entender en el presente por no haber querido comprender en el pasado.

—No se me ocurre nada —dijo al fin—. Usted dijo que el padre de Joaquín aún vivía, pero no ha hablado con él.
—No hemos podido —Explicó Martín—, no tenemos contacto hasta ahora.
—¿Y tampoco saben dónde vive?
—No de un modo concreto.

El hombre se puso de pie con algo de dificultad; enfrentado a ese mar de recuerdos y revelaciones, su aspecto parecía haberse deteriorado por completo, como si estuviera haciendo aquel viaje al ayer con toda la carga que significaba.

—¿Podrían darme un momento? Necesito pensar un poco y aclararme.
—Sí, por supuesto —replicó Rafael—, esperaremos afuera.

Los dos jóvenes salieron de la casa, quedando en el exterior a la espera; Rafael se dijo que de seguro el hombre mayor necesitaba algo de espacio, porque no podría mostrar tristeza frente a otras personas. Incluso habiendo tenido la apertura mental para reconocer en él los rasgos de su hijo y para reconocer su error, aún vivían en su interior aquellos prejuicios antiguos que impedían a los hombres mostrar sus sentimientos frente a otros. En el presente, una parte de él estaba aún cautiva.

—¿Qué crees que va a pasar ahora? —Preguntó Martín.
—No lo sé —replicó en voz baja—, lo único que sé es que todo se termina aquí, ya no podemos hacer más.

Aguardaron en silencio, hasta que el hombre apareció momentos después; lucía un poco más repuesto, aunque ambos pudieron ver que había llorado.

—Hay algo que necesito saber. ¿Por qué están haciendo todo esto? Ustedes ni siquiera habían nacido en esa época.
—Lo estamos haciendo porque pensamos que esta conexión está sucediendo por alguna razón —explicó Rafael—; y lo que creo es que algo de ellos quedó aquí.
—¿En ustedes? —preguntó el hombre mayor, con un cierto tono de alarma.
—Tal vez, pero no somos nosotros, no es la misma vida, nosotros no somos las mismas personas; pero los hechos se repiten, la humanidad puede volver a pasar por los mismos ciclos. Me pregunté qué pasaría si sucediera una vez, que las cosas volvieran a pasar, que se diera la oportunidad de arreglar, aunque sea un poco las cosas.
Ya no podemos regresar el tiempo para evitar lo que sucedió, pero si pudiera hacer algo para que estuvieran mejor, para que puedan descansar en paz, eso sería lo correcto. Me gustaría creer que hay algo que todavía se puede hacer por ellos.

El hombre mayor lo miró fijo durante un largo rato; por su mente pasaron tantas ideas y tantas cosas de las que ya no podía hablar, tanto pasado que estaba cobrándole el presente.

—Usted es muy parecido a él; Miguel era un chico noble, más de lo que él mismo podía entender. Tome.

Le entregó un sobre con mano temblorosa.

—Esa cadena era de él. Le pregunté de dónde la había sacado y me dijo que la encontró en el campo; la tenía consigo cuando sucedió ese atentado, y fue una de las dos cosas que me pudieron entregar de él, porque su ropa estaba demasiado dañada. Me quedé con el anillo que le di cuando era un niño, pero siempre me pregunté por qué era que tenía esta cadena desde que era un chico y no tenía dinero; es extraño, pero nunca pensé que se hubiera robado o algo parecido, solo la conservé y dejé que pasara el tiempo, como lo hice con todo. También anoté una dirección, creo que es correcta, aunque no estoy completamente seguro.
—¿De qué es esta dirección?
—Era la dirección del padre de ese chico, de Joaquín, en esos años; creo que tenía una familia o un pequeño terreno ahí, es algo parecido. Búsquelo.

Rafael observó la cadena dorada, opacada por los años y la falta de uso; si ese era el regalo con el que había soñado, tal vez aún tuvieran una esperanza.

—Gracias. ¿No cree que podría venir con nosotros? Tal vez le haría bien hablar con él, usted dijo que fueron amigos.
—No podría hacerlo —replicó el anciano; su cansancio era muy evidente—, es algo más fuerte que yo, es que no podría mirarlo a la cara y disculparme con él, no hay forma de expresar cuánto lo lamento.

Martín comprendió que el hombre estaba en una situación muy compleja; después de tanto tiempo, de sufrir una pérdida en esas condiciones y de años de silencio, era muy difícil rehacer los caminos. Pero parte de todo eso, incluso por lo que sabía por experiencia personal, tenía que ver con conocer cuáles eran los errores y miedos propios, con enfrentarlos y ser capaz de convertirse en una mejor persona, tanto por sí mismo como por los que eran importantes para él. Todos podían mejorar y construir algo más positivo si tenían el coraje y la decisión de hacerlo.

—Lo que sucedió en ese atentado no fue su culpa.
—Pero yo no hice nada por él —Refutó el anciano—, lo dejé solo y de alguna forma también dejé solo a Joaquín. ¿Cómo puedo mirar a su padre ahora, como podría hablar con él si me siento tan culpable, tan inútil?
—No es necesario que sea ahora —dijo Rafael—, todo esto es difícil de asimilar, lo sabemos; piénselo, nosotros vamos a tratar de encontrar al padre de Joaquín y hablaremos con él. Sólo quiero que usted piense en su hijo: si usted realmente pensó las cosas, incluso si ahora no puede cambiar el pasado, siempre puede reconciliarse con su recuerdo.

Le entregó una nota con su número de teléfono escrito, y junto a Martín volvieron al auto. Durante un largo momento ninguno de los dos se movió ni habló.

—¿Crees que esa cadena es el regalo del que hablaste?
—Sí, o al menos quiero creer que lo es; después de todo lo que pasó, solo quisiera ver que podemos hacer algo, pero siento que todo depende del padre de Joaquín y me da nervios pensar que no nos vaya a resultar.
—Te jugaste todo con eso —dijo Martín—, es como si hubieras sabido lo que tenías que decir.
—Ojalá lo supiera.
—Pues yo sé la dirección de ese señor —Reflexionó el otro hombre—, según el mapa está a un poco más de una hora de aquí, tendríamos que pasar a cargar combustible en alguna parte y podemos ir ahora mismo ¿Qué dices?

El anciano se había devuelto al interior de lo casa. Rafael se preguntó si existiría una forma de que dejara de sentir esa soledad, porque no era soledad de no tener a alguien consigo, sino de no haber podido encontrarse a sí mismo en el momento indicado.

—Intentémoslo.


Próximo capitulo: No es necesario decir adiós

Las divas no van al infierno Capítulo 24: Encontramos amor




Después de la competencia del día viernes, los siguientes días de clase para las ocho finalistas se convirtieron en jornadas de ensayo, supervisadas por los maestros; además, fueron un poco más breves para permitir que las chicas preparan su última presentación en solitario, pues se les informó que la última participación sería en una modalidad diferente.

Charlene salió a recibir a Harry el miércoles en la mañana; no lo había visto desde la semana anterior.

—Por fin te dignaste a aparecer —dijo a modo de saludo—, me dejaste abandonada o algo parecido.

Harry iba a decir algún sarcasmo acerca de la incapacidad de ella para ver que él estaba ojeroso y cansado; muerto de sueño, agotado y harto. Pero decidió no mencionarlo.

—Estaba juntando votos para ti, por supuesto; sobre todo porque dijiste algunas cosas mal como la cantidad de meses que llevas colaborando con ese hogar y tengo que hacer lo posible para subirte en las listas.

Entró y fue directo al refrigerador para sacar una cerveza.

—Una botella de champaña —comentó alzando las cejas.
—Por supuesto, habrá que celebrar cuando gane el programa el viernes, así que tomaremos una copa en algún momento para festejar que seas mi representante oficial. ¿No puedes vestirte un poco mejor?

Harry iba vestido de azul oscuro con cadenas doradas y plateadas al cuello, y anillos brillantes en la mano izquierda; hizo un giro con estilo artístico y remató con una pose exagerada, sonriendo.

—Vamos a hacer una cosa. Cuando tú aprendas a leer y escribir como una persona normal, yo me vestiré de otra manera.
—Muy gracioso.
—Por otro lado —continuó, tomando uno de los collares con un dedo—, éste atuendo y mi maravilloso actuar son lo que me han permitido conseguirte más y más votos, así que no puedes quejarte. Ah, en ese bolso está el vestido de flequillos que querías para hoy, fue un parto conseguirlo a un precio decente, pero lo logré.

Charlene abrió el discreto bolso negro y extrajo de él un vestido blanco cubierto de cientos de flequillos que resplandecían ante la luz; lo admiró un rato y comprobó en la etiqueta que fuera original como le había dicho a su asistente que debía ser.

—Perfecto, lo hiciste muy bien, con este vestido hoy voy a parecer una novia.
—Tendría que ser rojo en ese caso —comentó el con tono divertido—, y con unos grandes lunares verdes.
—Cállate, tu no entiendes de los colores que me vienen perfecto.
—Y tú no entiendes de ecuaciones diferenciales ¿Cuál es el punto?

Charlene hizo un breve baile, como un vals, moviendo el vestido de un lado al otro.

—Todo lo que he tenido que aguantar con esas chiquillas ruidosas ha servido muy bien hasta ahora, porque la gente entiende que soy una mujer completa y dedicada, y humilde.
—Sobre todo humilde.
—La idea es perfecta para hoy, estoy segura —Continuó ella, ignorándolo—, porque voy a hacer la presentación de la despedida, como si no me importara si gano o no.

Harry se sentó y la miró con los ojos entrecerrados.

—Y eso te dará mas votos.
—¡Claro! —replicó ella—, porque las otras estarán intentando figurar a costa de todo, menos la tonta de Nubia, y yo estaré ahí atrás, humilde y sencilla, para que todos vean que soy sincera y me elijan. Marcar la diferencia va a ser fundamental.

Harry decidió dejar que ella se quedara con su ilusión; Charlene no iba a ganar el programa, eso era algo seguro, pero no iba a tratar de convencerla cuando faltaban unas cuantas horas para el penúltimo programa, y la final recién sería el viernes. De momento, su trabajo estaba completo.

2


Alberto estaba terminando su sesión de trote matutino cuando recibió una llamada de Sandra. Siendo el penúltimo programa, no había muchas opciones acerca de lo que iba a decirle.

—¿Puedes hablar?
—Sí.
—Bien, escucha esto: las piezas deben moverse hoy.

Las piezas eran todo lo que los bailarines habían estado obteniendo de información durante esos meses de competencia; se trataba de una larga lista de fortalezas, debilidades y oportunidades que la producción podía usar para hacer caer o subir a una de las participantes.

—¿Cuáles piezas?
—Excepto la número cuatro y seis —Respondió la fría voz de ella—, todas.

Alberto cortó la llamada y se quedó de pie en la vereda, pensando. Entonces la gente del programa quería que una de dos ganara ¿Por qué no sabotear a todas las otras y dejar libre a una, para que llegara en mejores condiciones a la final?
Se dijo que era un movimiento extraño, pero que por otro lado a él no le afectaba quién ganara y quién perdiera en esa competencia; el dinero que a él y los demás les ofrecieron para infiltrarse, ganar su confianza y obtener información útil ya estaba pagado. Marcó un número en el móvil.

—Nigel —Pronunció tan pronto le contestaron—, llama a los demás, necesito una reunión en cuarenta minutos.
—¿Tan pronto? —contestó la voz del otro lado de la línea.
—Sí, es algo urgente, pero vamos a cambiar el lugar, por si acaso.
—¿Alguien sospecha?

Hasta el momento, los movimientos de tobos habían sido perfectos; constantemente aparentando ser simples trabajadores dentro de la gran maquinaria de la producción, y todo el tiempo insistiendo en mantener las amistades o coqueteos con las concursantes en un estricto secreto. Incluso, cuando uno de ellos recibió una oferta por un trabajo por dos meses en otro país, inventaron que había sido despedido por hacerse amigo de una de las participantes, asegurándose de que todas se enteraran de esto para reforzar la idea de una producción inflexible.

—No, pero es mejor que nada falle, mucho menos ahora. Además, tendremos que estor todos coordinados, esto no puede fallar.
—Está bien, mándame los datos para reunirnos.
—Prefiero que no queden pruebas —Replicó, con frialdad—, reúnanse en el sitio donde bailó Massimo y les daré instrucciones.

Terminó la llamada y volvió a correr, en ese momento más rápido. En esa jornada todo tenía que salir bien.

3


Harris había insistido tanto en que se reunieran, que finalmente Valeria aceptó; de todos modos, ella también quería verlo, y ese sentimiento era cada vez más fuerte, aunque se negara a aceptarlo.
Se reunieron en una cafetería en un barrio discreto; él lucía elegante con una tenida en colores claros, compuesta por camisa blanca y pantalones a juego. Le invitó un café y dijo que quería hablar con ella y felicitarla por su avance.

—Estoy tan contenta de estar en la final —Estaba diciendo ella—, ha sido todo tan intenso, es increíble que ya pasaron varios meses desde que empecé en todo esto.

Se sentía halagada por la forma en que él la miraba con tanta atención, pero más por ese respeto por sus decisiones. Ella se había encargado de sostener la versión pública sobre la soltería de su identidad falsa, y él no había vuelto a mencionar nada sobre un acercamiento entre los dos después que ella dijera que no era el momento.

—Qué bueno que todo esté bien —dijo él, sin dejar de mirarla con intensidad—, yo sólo quería felicitarte por todo lo que lograste en el programa.
—Gracias.

Harris se puso de pie y se acercó a ella; por algún motivo, Valeria había anticipado que él iba a abrazarla, y se puso de pie con cierta alarma por un gesto así en un lugar público.

—¿Qué sucede?
—No creo que sea el lugar.
—Solo es un abrazo —replicó él, con simpleza—.  Tómalo como un abrazo de amigo o de colega.

Estar tan cerca hizo que todas sus defensas se derrumbaran; dejó que él se acercara, que le diera un suave beso en los labios y que la abrazara con ternura.
Y mientras lo estaba abrazando, sintiendo su corazón junto a su pecho, abrió los ojos, y vio a Jorge a unos metros de ellos, mirando con el rostro pálido y desencajado.

—Disculpa, no tenía que haber hecho eso —murmuró el bailarín, sin soltarla.

No podía hablar ni moverse; era como si su corazón se hubiese congelado junto a todo su cuerpo ¡Cómo podía ser que, entre todos los sitios de la ciudad, Jorge entrara precisamente a ese!
Pero su mente reaccionó al instante y todas las ideas vinieron al mismo tiempo; Harris no estaba mirando en esa dirección, lo que significaba que no sabría lo que pasaba a menos que ella tuviera una reacción exagerada o Jorge hiciera un escándalo. Y si Harris se enteraba de algo, toda su mentira quedaría expuesta.
Pero Jorge no haría algo como eso; con una expresión terrible en el rostro, salió de la cafetería.

—¿Qué pasa? —preguntó Harris cuando se separó de ella.

No podía dejar que el bailarín sospechara algo, pero tampoco dejar que Jorge se fuera de ese modo. Quizás no había hecho un escándalo en ese momento, pero desconocía por completo lo que podía pasar después.

—No es nada —respondió, luchando por controlarse—, es mejor que me vaya.
—Pero…
—Hablemos en otro momento ¿De acuerdo?

Salió rápido del lugar y tomó un taxi, sabiendo que Jorge iría en primer lugar al departamento; lo alcanzó cuando el recién estaba entrando.

—Vete —exclamó él cuando la escuchó entrar—. Lo mejor puedes hacer es irte ahora.

Valeria no sabía qué hacer; jamás había pensado en algo como eso ¿Cómo enfrentarlo?

—Jorge, escúchame.

Él le estaba dando la espalda; apoyado sobre el mueble de la pared, sus brazos temblaban por la rabia.

—Qué estúpido. Estúpido, estúpido, y yo esperándote todo este tiempo, soportando todo esto…
—Jorge, escúchame, no es...

Él se volteó y la miró con una rabia que jamás imaginó ver en sus ojos; su mandíbula tensa por la emoción contenida daba a su rostro un aspecto salvaje.

—Ni siquiera te atrevas a decir que no era lo que parecía. No te atrevas a decir eso. —repitió—. Estuve todos estos meses esperando, soportando que hicieras esa doble vida para estar en ese maldito programa de televisión, te he sido fiel como un animal, y todo para esto.
—Jorge, por favor, las cosas no son así.
—¡Te estabas besando con ese bailarín! —rugió él, con los ojos desorbitados—.Yo ni siquiera miré a otra mujer durante todo este tiempo ¿Qué es lo que me vas a decir  ¿Que fue la primera vez, que te tomó por sorpresa? Es un tipo guapo, joven y fuerte ¿Qué tan estúpido crees que soy? ¡Contéstame!

Al gritar dio un manotazo, con el que golpeó sin darse cuenta el florero, que estalló en mil pedazos; no pareció darse cuenta del golpe, ni de los trozos de vidrio que hacían que sus dedos sangraran. Valeria no podía hablar.

—Vete, en serio. No puedo verte.

4


Márgara había decidido ir temprano al centro comercial para comprar unos esmaltes de uñas; debido a que Fernando estaba trabajando, llamó a Miguel, su nuevo amigo bailarín y le dijo que la acompañara. Él era parte del equipo del programa, pero ella realmente nunca le había prestado atención hasta que, pasado el primer mes de participación, se toparon a la salida y empezaron a hablar.
Para ella era obvio que Miguel estaba interesado de un modo romántico, pero no le correspondía hacerle cargo de los sentimientos de los demás, principalmente porque todos sabían que estaba feliz y comprometida. Pero Miguel era muy amable, educado y simpático, por lo que se dijo que no había problema en ir a un lugar público como un centro comercial o a tomar un helado en su compañía, ya que podía charlar sobre distintas cosas de un modo amigable.
Ya habían salido de otra tienda, y ella caminaba con las pequeñas y coloridas bolsas de papel de los esmaltes, contenta y relajada.

—Estás de muy buen humor hoy.
—Oh, claro —respondió ella—, las clases por fin terminaron y solo queda un programa más además de hoy, va a ser divino.
—¿Por qué dices que va a ser divino?

Ella ladeó la cabeza y sonrió, un poco burlona ante la pregunta del bailarín.

—Porque voy a ganar, por supuesto ¿Por qué más?
—No estás hablando en serio.
—Claro que sí, tonto —Soltó una risa alegre—; es sólo cosa de ver las redes sociales ¿No es así?

Miguel la hizo detenerse, parándose frente a ella. Lucía algo divertido.

—Ya, en serio, tú no vas a ganar el programa.
—¿Por qué me dices eso? —preguntó ella, confundida.

El hombre soltó una carcajada sarcástica que la descolocó; si se trataba de una broma, no estaba entendiendo hacia dónde iba.

—Márgara, no puede ser que no te hayas dado cuenta en todos estos meses que es imposible que ganes el programa.
—¿Por qué sería imposible? —la voz de ella había comenzado a temblar—; soy favorita, la gente me quiere y aprecia mi talento.
—No, tú eres bonita —replicó él, cruzando los brazos mientras la miraba con una inconfundible expresión de superioridad—. Márgara, tú estas en el programa porque eres bonita, esa es tu importancia ahí, pero ¿Ganar? Eso no.

Márgara sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas. ¿Por qué le estaba diciendo esas cosas?

—Eso no es cierto.
—Sí, lo es —reafirmó él, con frialdad—. ¿No te has tomado el tiempo de ver a las otras finalistas? ¿Con qué piensas competir tú? Cada vez que sales al escenario haces un poco de improvisación sexy, mueves el cabello y levantas una pierna, no puedes creer realmente que con ese nivel tan básico puedes vencer a las demás.
Este programa lo va a ganar Joanna por su talento; Alma porque es perfecta, lo podría ganar Nubia porque es como la cenicienta, o Lisandra porque se hizo un espacio al pasar de tonta a zorra. Lo puede ganar Charlene por esa tontería de la labor humanitaria, Sussy porque es graciosa, hasta Valentina por ese aspecto medio exótico que tiene ¿Pero tú? Tú solo eres bonita, sirves para adornar la pantalla.

Márgara estaba temblando, impotente ante las frías palabras de él; necesitaba que se detuviera.

—No entiendo por qué me estás diciendo estas mentiras, pero…
—No son mentiras, te estoy ayudando —corrigió él, con perfecta calma—. Deberías agradecerme, la verdad. Y deberías estar agradecida también por la pantalla, porque te dejaron estar mucho más tiempo que a otras que lo merecen más. Lo mejor que puedes hacer es buscar algo como ser modelo, pero de catálogo. No te alcanza para más.
—¡Eso no es cierto! —estalló, gritando entre lágrimas—. Yo tengo talento, yo soy una triunfadora.
—No —negó él, con una sonrisa cargada de condescendencia—, sin alguien que te sostenga en alto, tú no eres nada. Y lo vas a comprobar cuando salgas última y a la semana, nadie hable de ti.

5


Nubia había tomado la decisión de formalizar un noviazgo con Nick en la final del programa; todo estaba saliendo tan bien, que se dijo que era el momento indicado para hacerlo.
Pero como no quería que fuera una sorpresa para él ni actuar por sí sola, se dijo que debería hablar con él en persona y tomar una decisión; hasta el momento no habían hablado de un noviazgo con palabras concretas, pero para ella resultaba obvio que estaban en el camino de concretar algo como eso. Esa mañana de miércoles estaba pensando en qué momento hablarle del tema, cuando él le envió un mensaje y le dijo que estaría por el gimnasio de la calle Nueva Extremadura, por si tenía tiempo al mediodía para verse.
Tan pronto como llegó al lugar y se encontró con él en la puerta, se dijo que algo no estaba bien.

—Gracias por venir —Dijo el a modo de saludo; no le dio un beso en la mejilla como era su costumbre—. Tenía algo que hablar contigo y es mejor que sea ahora.
—¿Qué ocurre? —Preguntó ella, confundida.
—Pasa que tengo que decirte que nuestra cercanía —Usó un tono especial para la palabra, que se le antojó muy extraño—, eso tiene que terminar.

Se sintió un poco tonta al quedarse en silencio, sin comprender. Su lado lógico le decía que lo que Nick estaba diciendo era bastante claro, pero los sentimientos en esa jornada estaban primero.

—¿De qué estás hablando?
—De que conocí una chica —Explicó él, con simpleza—, no ha sucedido nada, por supuesto; está en el gimnasio y bueno, estas cosas son así, hemos empezado a hablar mucho, ella es culta y tiene tanto mundo, no lo sé, supongo que solo se dieron las cosas.

Esa descripción fue abrumadora para Nubia. Nick nunca le hablado a ella misma de ese modo en esos meses.

—El punto es —Siguió el bailarín—, que siento que me gusta, y no puedo estar así. Me acordé de cuando dijiste que la sinceridad en una persona es muy importante, y tienes razón; si hay alguien que me está causando algo, lo lógico es que sea honesto.
—¿Y cuando la conociste? —Se arrepintió al instante de haber hecho la pregunta, porque su voz salió con un inconfundible tono de reproche—, quiero decir, esto es muy raro.

Él se encogió de hombros como inicio de su respuesta.

—Solo estoy siendo honesto contigo, es todo. Pero escucha esto, fue divertido, lo pasamos bien este tiempo ¿No es así?

Quería salir de ahí y dejar de exponerse a esa humillación, pero era como tener los pies clavados al piso.

—Entonces eso es todo.
—La sinceridad, ante todo, eso dijiste siempre —Sonrió de forma amistosa—. lo importante era decírtelo a la cara, y que supieras que nunca estuve jugando a dos bandas; ni siquiera sé si a ella le interesaré o no, pero lo primero era dejar las cosas en claro.
6


La noche del viernes, cuando la euforia por el programa había pasado y el escenario estaba a oscuras, Lisandra fue la última en salir de las instalaciones del canal; había medios de prensa de espectáculos en las afueras del canal, y al igual que con las anteriores, se acercaron a ella para conseguir algunas declaraciones.

—Lisandra, te estábamos esperando.
—Perdón por la tardanza —Sonrió con picardía—, tenía un nudo en el cabello y no podía dejarlo así.
—¿Nos podrías dar tus impresiones sobre la final del día de hoy?

Ella se encogió de hombros.

—Creo que todas ya hablamos mucho en el escenario; eso es algo que agradezco, que además de presentarnos tuvimos la oportunidad de comunicar. Ahora hay que dormir y descansar ¿Se dan cuenta que casi son las dos de la mañana?
Ah, y ahora de verdad me tengo que disculpar, mi novio está esperándome. ¡Benjamín! Ahora voy.

El chico hizo un tímido gesto a cierta distancia.

—Siempre bien acompañada —Observó otra periodista, intentando hacerla hablar—. Tu novio te acompaña mucho.
—Soy tan afortunada —dijo ella como respuesta—, el entiende mi trabajo, aunque no es mucho de cámaras. Ahora queremos celebrar esta etapa y ver lo que viene para el futuro.

Se despidió de la prensa y apuró el paso hasta donde Benjamín la esperaba, junto a un taxi particular.
El camino no fue largo hasta el departamento en donde ella estaba viviendo, y que había comenzado a arrendar un tiempo atrás. Subieron de inmediato, en silencio, y el cerró la puerta.

—Ahora ya estamos solos.

La chica se había sentado en el sofá; seguía callada al igual que durante todo el viaje.
Benjamín tampoco había tenido ganas de hablar; esa farsa de noviazgo lo tenía cansado, y todos los regalos que venían de auspiciadores de ella que constantemente recibía no cambiaban mucho las cosas. Tenía dinero en la cuenta, y cosas, pero estaba vacío.

—Bien, ya se terminó —dijo en voz baja; odiaba lo que iba a decir, pero no podía callarse —. Te peleaste con tus padres por tu cambio de actitud, te fuiste de tu casa, empezaste a arrendar este departamento en un barrio acomodado, me pediste que fingiera este noviazgo para ayudar con tu imagen, inventaste una nueva versión de ti que es una especie de mujer fatal, llegaste a la final, y el primer lugar se lo llevó Sussy.
El segundo, Alma, y el tercero, Joanna.
¿Sirvió todo lo que hiciste? ¿Sirvió cambiar hasta ser otra persona?

Lisandra no contestó; el llanto que había estado conteniendo todo ese tiempo no le permitió hablar.

Al mismo tiempo, Charlene estaba llegando al departamento; estaba cansada de todo y quería mandar el mundo al demonio, pero hasta no estar tras paredes seguras, sabía que no podía perder la actitud.

—Hasta que apareces.

Ni siquiera volteó al escuchar la voz de Harry, y se limitó a poner la llave en la cerradura y dejar la puerta abierta mientras dejaba el bolso de mano en el mueble.

—No sé por qué, pero me imaginé que no iba a volver a verte.
—Hola Harry ¿Cómo estuvo tu día? —la imitó él.

Charlene se sentó y lo miró, un poco sorprendida de verlo de tan buen humor.

—Supongo que esta es la parte donde me dices que tengo que pagarte por tu trabajo de asistente en estos meses —Dijo con cansancio—, pero como te darás cuenta, no hay nada.

Aún le dolía la pierna después de la caída en el escenario; era obvio que alguien había saboteado su parte, pero eso ya no importaba.

—No, rubia debilidad, no es esa parte. Nunca puse mis esperanzas en que ganaras.
—Oh pues muchas gracias —replicó ella, con acidez—, pudiste decirlo hace meses en vez de soltar toda esa palabrería sobre llevarme al estrellato.

Harry revoleó los ojos; por suerte su plan había funcionado.

— Charlene, nunca fue sobre este programa. Aparte de conseguirte votos y accesorios, lo que estuve haciendo durante este tiempo fue hablar muchas veces con empresarios que quisieran apoyarte. El lunes tienes una reunión con unos ejecutivos que quieren contratarte para que conduzcas un programa estilo “Conociendo la ciudad” para su canal de cable.

Charlene había entendido todo, pero se detuvo en otro punto al hablar.

—¿Por qué no me lo dijiste? Harry, estuve sufriendo como una bestia todo este rato.
—Pasando por alto que aún no me agradeces —replicó él con sorna—, es porque vendí el cuento de que eras casi como esas protagonistas pobres de telenovela, y si te lo decía, obviamente te ibas a relajar y todos nuestros planes se irían por la basura.

La rubia iba a rebatir, pero tuvo que reconocer que eso era verdad; dio un largo suspiro.

—Qué alivio, ya estaba pensando en meterme a un reality.
—¿Y mis felicitaciones? —Reclamó él, falsamente ofendido.
—Saca la champaña, hay que celebrar —Dijo ella, sonriendo—. Lo hiciste de verdad muy bien, Harry. Así que un programa de televisión, eso es un muy buen paso, pero hay que planear muy bien cómo seguir.

Harry descorchó la champaña y sacó dos copas; haber logrado eso era un gran paso para él también, y no estaba dispuesto a ocultar su satisfacción por eso.

—Ya estás tramando algo.
—Por supuesto, no hay que confiarse —Bebió un corto trago y sonrió ampliamente—, ah, yo cumplo lo que prometo, desde ahora serás mi manager oficial, y más vale que nos pongamos a trabajar, porque desde aquí, quiero alcanzar las estrellas.
—Esa es la actitud, leona. Pero ahora brindemos por este triunfo, y porque no tuviste que entrar a uno de esos programas donde todo está manipulado.


6


Un poco más temprano, Márgara había llegado al departamento, y se encontró con Fernando sentado en el sofá de la sala.

—¿Por qué no me contestas el teléfono? —exclamó, arrojando la cartera a un lado—, necesitaba que me fueras a buscar ¿No te importa que no haya ganado? Es obvio que alguien cambió las votaciones y por eso pasó todo esto ¿No me vas a decir nada?

El joven desvió la mirada por un momento a la pequeña caja en donde tenía cosas de su trabajo, y suspiró.

—Me despidieron.
—¿Qué? —exclamó ella, confundida.
—De mi trabajo, me despidieron. ¿Recuerdas todas esas veces que me llamaste el miércoles? ¿Recuerdas que al final te contesté, cuando me hablaste de esa discusión con tu compañero de trabajo?
—Oh, ese hombre horrible —Soltó ella, pasando por sobre sus palabras—, y hoy tuvo el descaro de estar ahí como si nada.

Fernando se tapó la cara con las manos; en ese momento estaba escuchando otra vez las difíciles palabras de la madre de ella, y al hacerlo quería gritar o romper algo. Quería gritarle que él tenía un problema y necesitaba su apoyo esa vez, no exigencias ni reclamos.

—Acabo de decirte que me despidieron ¿No vas a decir algo sobre eso?
—Bueno —Ella pareció incómoda con la pregunta—, si es un despido injustificado los demandas y eso es todo.
—No, no es eso —replicó poniéndose de pie—, me advirtieron el miércoles que no podía estar hablando por teléfono.
—¿Y no puedes decir que es una emergencia?

La pregunta en tono escéptico lo hizo callar por un segundo; se calló de nuevo todo lo que pensaba.

—Voy a salir.
—¿Adónde vas? —preguntó con voz chillona—. No puedes hacer eso ¿Vas a dejarme hablando sola? Tuve un día horrible con todo lo que pasó en la final.

El hombre estuvo demasiado cerca de decirle que ella ya estaba hablando sola, pero lo evitó; la seguía amando demasiado.

—Voy al bar de Henry. Me voy a tomar una cerveza. O dos, o diez, no importa. Y no te preocupes por enfadarte y echarme del cuarto, cuando regrese dormiré aquí en la sala. Buenas noches.



7


Valeria llegó al departamento con una sensación global de frustración y agotamiento.
¿De qué le había servido todo lo hecho hasta ese momento? Ni siquiera por las mentiras y la forma en que se mantuvo en el programa, sino por todas esas semanas de estar interviniendo en las presentaciones de las otras participantes, haciendo algo para perjudicarlas día a día según las instrucciones exactas de Sandra. Se dijo una y otra vez que eso era parte de los sacrificios que debía hacer para subsistir en ese mundo, pero lo cierto es que la culpa de saberse responsable de dañar los sueños de las otras empezó a afectarla.
Le dijo en más de una ocasión a la productora que necesitaba los resultados y ver que todo eso había servido para algo; le repitió que necesitaba ganar el programa o al menos quedar entre las mejores tres, y esa mujer le aseguró que podría hacerlo, que solo tenía que seguir las ordenes al pie de la letra.
Jorge la había visto con el bailarín en la peor situación posible, y después de eso, como si no fuera suficiente con ese estrés y angustia, la productora había cortado todo contacto con ella, y como si fuera una premonición, no consiguió posicionarse entre las tres mejores del programa. La dejaron sola.
Estaba sola, se sentía culpable por haber saboteado las presentaciones de sus compañeras las últimas semanas, y Jorge estaba tan furioso que ni siquiera le contestaba el teléfono.
Marcó el número de Harris, y se sorprendió al escuchar música fuerte de fondo.

—¿Hola?

La voz de él se escuchaba eufórica, y eso la descolocó.

—Harris, soy yo.
—Lo sé, tu nombre apareció en la pantalla —Replicó con una risa—. ¿Qué ocurre?
—Pensé que podríamos hablar —Respondió, sin saber muy bien por qué seguía hablando cuando claramente él estaba en una fiesta—. Como estuviste ensayando tanto ayer y no pudimos hablar.
—Valentina, estamos en la disco —Él sonaba muy alegre mientras hablaba—, acaba de terminar el programa, podemos divertirnos, por unos días no hay horarios ni exigencias ¡Hay que vivirlo! ¿O qué, eres una vieja de treinta que se queda en casa sacudiendo?

Esa expresión la desarmó por completo; nunca lo había visto hablar de esa forma, y aunque no podía saber si lo estaba diciendo a propósito o sólo como una frase, se sintió tonta al tratar de seguir hablando con él.

—Como sea —Estaba diciendo el bailarín—, estamos en una disco genial, si te animas dejé la localización en Pictagram.

Se escuchó su despedida un poco a lo lejos, mientras la música engullía todo antes de cortar la comunicación. Valeria se dio cuenta de que estaba completamente sola.

En tanto, Harris se guardó el móvil en el bolsillo de la camisa y se acercó a los demás bailarines, que estaban junto a una mesa en donde había alcohol y distintas cosas para comer.

—¿Cómo resultó? —Preguntó Alberto.
—Perfecto —Respondió, sonriendo—, se quedó muda cuando le dije lo que me aconsejaste ¿De verdad tiene casi treinta?
—Así es —Replicó el líder del grupo—, tiene algunos fantasmas ocultos.
—Vaya, eso sí que es raro.

Harris se unió al grupo, y Alberto fue hacia un costado, por donde venía regresando Nigel con unas copas.

—Gracias.
—El bar está a reventar, pero conseguí los tragos perfectos ¿Cómo va todo?
—Harris ya se deshizo de Valentina, así que oficialmente estamos todos libres de este trabajo y todo salió de acuerdo con el plan. Pero quiero preguntar algo —Siguió con una sonrisa—. Hoy cambiaste todo a última hora y dijiste que no era necesario hacer nada contra Charlene. ¿Tú dañaste el escenario?

El otro hombre se encogió de hombros, sonriendo ampliamente.

—Solo digamos que alguien tenía que bajarla de donde estaba.
—Pero se las va a arreglar para seguir en este mundo y habrá que verla, estoy seguro.

Nick también lo estaba, pero eso ya no era problema. Tarde o temprano lograría hacerle algo de daño.

Mientras los bailarines celebraban su finalización de trabajo, Kevin Aim descendió de su auto y le dijo al chofer que esperara con el motor en marcha; esa visita no tomaría mucho tiempo.
Había descubierto que Sandra estaba manipulando las cosas por su cuenta, para lograr que su elegida se convirtiera en la ganadora del certamen; estaba contando con la ayuda de una de las participantes, y estaba saboteando las participaciones de las otras para que sus errores se vieran en pantalla, y eso las perjudicara en el juicio que emitía el público a través de las redes sociales.
Que lo hiciera, que ganara.
Su plan no había sido descubierto, y en ese momento podía decir que el verdadero triunfo era solo suyo, porque el programa siempre fue una pantalla para sus verdaderas intenciones.

—Buenas noches —Saludó cuando abrieron la puerta.
—¿Usted?
—Sí, yo —Respondió con calma, saliendo que era lógico que ella estuviera confundida de verlo ahí—, lamento la hora ¿Podemos hablar?

Era una de las ocho finalistas del programa; después de ese día viernes de alto rating y muchos comentarios en las redes, después de las luces y las notas de prensa que inundarían los programas misceláneos durante los días siguientes, lo único que importaba era esa breve e informal reunión. El programa jamás había sido relevante.

—Estoy sorprendida, como el programa ya terminó.
—Sí, pero no es exactamente de eso de lo que vengo a hablar —Respondió mientras entraba—, vengo a hacerte una pregunta ¿Quieres seguir en el mundo del espectáculo?

La expresión confundida de ella pasó de inmediato a una de determinación; por supuesto, toda la exigencia en las clases, la forma en que se manipularon las redes para que ciertos comentarios, positivos o negativos, fueran más visibles, los meses de ensayos, los premios y regalos de los auspiciadores, todo había sido programado paso a paso para generar ese tipo de reacción; lo que había provocado era que un grupo de chicas que querían estar en ese mundo, se transformaran en personas que desearan más que cualquier otra cosa seguir ahí.

—Sí, por supuesto.
—Entonces podemos hablar de negocios.
—Pero el programa —replicó ella.
—Olvídate del programa —La interrumpió él—, eso es pasado. Tengo un contrato con unos auspiciadores que creen en tu talento y en mi capacitad creativa. Te propongo que firmes con ellos, y te convertiré en algo mucho más grande que una simple participante de programa de talento.

La chica estaba sorprendida, pero procesó rápido la información; en realidad, esa decisión ya estaba tomada.

—Claro que me interesa.
—Entonces es una cita. Te voy a convertir en algo mucho mejor.
—¿En qué? —preguntó ella.
—En una celebridad.


Fin









Contracorazón Capítulo 26: Último paso




Después de hablar muy brevemente durante el día, Rafael recibió a Martín en su departamento después de las cinco de la tarde; tenía una idea en mente pero no quiso decirlo hasta verse en persona.

—¿Cómo estuvo el día?
—Bien, me dediqué a ver televisión: vi todo lo del campeonato en 250 cc, ese Jorge Prado lo hizo muy bien realmente. También cociné unas cosas. ¿Y tú?

Le alcanzó una botella de cerveza mientras volvía a sentarse en el sofá.

—Gracias. Estuvo movido, tuve un buen día porque vendí todo lo que me quedaba, así que soy un cesante de nuevo.
—Pero ¿Lo del dinero está bien? —Preguntó Rafael
—Sí, de momento todo está bajo control; estoy viendo cómo me las arreglo ahora para que no se me escape de las manos.
—Si necesitas ayuda, sólo dilo ¿De acuerdo?
—Gracias, pero estoy seguro de que lo solucionaré —replicó Martín.
—Está bien, pero quiero saber que si pasa cualquier cosa no me lo vas a ocultar.

El trigueño hizo un gesto de asentimiento mientras bebía el refrescante líquido.

—Está bien, prometido. Y ahora dime qué era eso tan importante que no me podías decir por teléfono.

El propio Rafael no estaba seguro de que eso tuviera alguna importancia, pero ya había tomado la decisión.

—No sé si es algo importante o no, pero pasó y creo que debe haber algún motivo. Anoche tuve un sueño otra vez.
—¿Un sueño? —repitió Martín, muy interesado—, pero pudiste decirme en la mañana.
—Sí, pero quería hablarlo con calma; es raro porque es la primera vez que no despierto con una sensación de angustia o algo parecido ¿Por qué me estás mirando de ese modo?

Martín estaba muy serio en ese momento; Rafael no lo había mencionado y de seguro no lo haría, pero él había estado pensando en eso, y no le gustaba.

—Lo hiciste a propósito.
—No es algo que se pueda programar —replicó el moreno con tono evasivo—, si fuera así, sería mucho más sencillo descubrir cómo arreglar todo esto.
—No estoy hablando de eso y lo sabes; cuando me contaste todo esto, dijiste algo sobre entrar en esos recuerdos, al principio fue involuntario, pero después encontraste una forma de hacer que pase.

Rafael entendió hacia dónde iban las palabras de su amigo, y de pronto se sintió frágil y expuesto; no había querido hablar con detalle de ese asunto, pero por lo visto no había tenido la suficiente precaución de ocultar todo lo que pasaba con respecto a eso.

—Sí, bueno ¿Qué importa?
—Por supuesto que importa —exclamó, gesticulando para apoyar ese gesto—. Rafael, puede que yo no entienda bien todo lo que está pasando, pero igual me parece que no es sano que hagas eso. Siento que es peligroso.
—Pero es la única forma que tengo de descubrir algo sobre esto —Protestó en voz baja, sabiendo que su amigo tenía razón—, es por eso que lo hice.
—¿Y hasta dónde pretendes llegar? Rafael, este es un terreno que no conocemos. ¿Crees que no me preocupa pensar en cómo estabas esa noche cuando te escuché gritar? Estuve pensando en eso, y no puedo dejar de recordar cómo estabas; en ese momento me convencí de que solo era una pesadilla como dijiste, porque no sabía lo que estaba pasando, pero ahora que lo pienso, es como si te viera de nuevo, y es preocupante.
—Escucha, sólo tienes que confiar en mí —Lo interrumpió Rafael—, todo va a estar bien, no me va a pasar nada. Te lo prometo, pero esto era necesario, estoy tan cerca de alcanzarlo que no me puedo detener.

Martín se dio cuenta de que esa batalla estaba perdida; Rafael no iba a cambiar de opinión hasta que agotara todas las opciones.

—Bien, será como tú digas, pero quiero dejar claro que no estoy de acuerdo. Ahora dime qué es lo que viste en ese sueño.
—Es esto —Respiró profundo y se preparó para decirlo—, en el recuerdo están ambos juntos; es como un momento importante, intimo, no sé cómo explicarlo bien. El punto es que hablan de un lugar, que es su lugar más importante; no puedo ver nada más, pero tengo una sensación, como si ese fuera un lugar vital para ellos, el sitio donde son felices y donde siempre podrían volver a encontrarse.
—Eso suena importante —comentó Martín—. ¿Recuerdas algo más?
—Sí, es curioso porque no es un recuerdo, así directamente. Es una sensación que no puedo explicar, pero lo primero que se me vino a la mente cuando me desperté fue un molino de viento.

Martín se llevó las manos a la cabeza y rió, aunque no era una risa divertida, sino nerviosa.

—¿Qué sucede?
—Esto es increíble —murmuró, sin poder salir de su asombro—. ¿Sabes una cosa? No puedo creer que voy a decir esto dos minutos después de lo que te dije antes, pero hiciste lo correcto.
—No entiendo —repuso Rafael.
—Los molinos —explicó Martín—. Nunca en mi vida he visto uno, ni de lejos, pero siempre me han causado algo, es como si los conociera de antes.
—¿Estás hablando en serio?
—Sí. Esto solo me hace pensar en una cosa: se están acercando; es como si estuvieran intentando decirnos que lo estamos logrando.

Rafael se puso de pie; en esa ocasión no iba a dejarse llevar por la emoción, que si bien seria justificada por estar encontrando una nueva pista, no lo era del todo por no tener un significado más concreto.

—Eso suena bien, es lo que he estado esperando desde hace tiempo. Pero a menos que encontremos algo que tenga sentido con un molino de viento, no nos sirve tener este dato porque no nos lleva a ninguna parte.
Es cierto —Admitió Martín—; dejemos eso por ahora porque es bueno pero todavía necesitamos algo más, y hablemos del otro asunto: la madre de Miguel.

Rafael también había estado pensando en eso durante el día; tenían que poder acercarse a esa mujer de un modo que no resultara tan violento, a pesar de las circunstancias.

—Estuve pensando en eso y creo que se me ocurrió una idea; pensé que podríamos decir que somos de una organización no gubernamental que hace análisis históricos o algo parecido, y que estamos recopilando información.
—Si es una organización de ese tipo da espacio para inventar cualquier cosa —Reflexionó Martín—, podría ser, déjame revisar algo.

Hizo una búsqueda rápida en el móvil, y después de analizarlo dio una respuesta.

—Escucha, esto podría funcionar; hay una empresa consultora que estuvo reuniendo información de familiares de personas heridas o muertas de forma violenta. Podría funcionar si decimos que estamos trabajando con ellos.
—Hay que intentarlo —replicó Rafael, más animado—, dame el número y llamaré ahora mismo.
—¿Ahora?
—Es una empresaria —Explicó el moreno—, de conseguir algo seguro que nos darán una cita para otro día, así que tendremos tiempo de pensar bien en lo que vamos a decir.

Martín le dio los datos, y Rafael llamó sin pensar más. Después de hablar con dos personas distintas, la tercera lo dejó en espera mientras realizaba unas preguntas.

—¿Qué te dijo? —Preguntó Martín.
Aun nada —Respondió Rafael en un susurro—, me dejaron en espera.

Después de más de dos minutos de espera, la persona le dio una respuesta; el hombre dio las gracias y se despidió, sorprendido.

—Eso fue extraño, me dieron cita para mañana a las once.
—No tan raro, algunas empresas trabajan media jornada el sábado —Repuso el trigueño—. Entonces ya tenemos algo. ¿Mañana? Es pronto pero mejor; ahora tendremos que ponernos a trabajar para salir de dudas y ver si funciona. A todo esto, encontré un número de contacto del padre de Joaquín, pero parece que está obsoleto o fuera de área, porque no me contesta.
—Tendremos que esperar y ver cómo nos va con esto —reflexionó Rafael—, sin tener un dato en concreto de esa persona, no podemos aparecer en su puerta así nada más. Espero que todo salga bien.


2


Cuando Rafael y Martín llegaron al edificio en donde tenían programada la cita el día sábado, algo le decía al moreno que se trataba del momento más importante de esa búsqueda.

—Bien, ahora tenemos que hacerlo —comentó Martín—. Estamos de acuerdo con el plan original ¿Cierto?
—Sí, diremos lo que está planeado, como hablamos.

El edificio de cinco pisos precedía a las instalaciones en donde se realizaban operaciones de movimiento de maquinaria para la pequeña industria; el recepcionista les dio la indicación de la oficina de gerencia, que se encontraba en la primera planta, y ambos avanzaron por el pasillo, dándose ánimos para poner en marcha el plan que tenían en mente.
La oficina, si bien espaciosa, estaba decorada con gusto minimalista, destacando el escritorio con algunos objetos necesarios y un par de adornos, y el asiento anatómico que usaba la dueña; era una mujer vestida formal y con elegancia, que lucía varios años más joven de lo que ambos esperaban. Los miró con frialdad al entrar.

—Buenas tardes.
—Siéntense, por favor.

Martín pensó que ella definitivamente no era una persona amable, pero en ese momento no era importante; debían sostener la versión que habían inventado.

—Voy a empezar directamente, porque no tengo mucho tiempo —dijo ella para empezar—. Hice las averiguaciones necesarias y sé que la empresa consultora que ustedes mencionaron cuando solicitaron la cita no está realizando ninguna clase de encuesta, así que me gustaría que me dijeran en este momento qué es lo que quieren.

Ese era un escenario que no se habían planteado; Rafael tragó saliva, incómodo y nervioso por haber sido descubierto antes de decir una palabra.

—Disculpe por decir algo que no es verdad.
—No necesito sus disculpas —replicó ella con total calma—. Solo necesito la verdad; admito que estoy intrigada.

Los dos hombres se miraron; no tenían alternativa, o se iban, o intentaban lograr su propósito.

—La verdad es que estamos aquí a causa de su hijo.

Esperaba ver algún tipo de reacción, pero nada ocurrió; a último momento se le pasó por la mente utilizar la misma idea que Martín había empleado con anterioridad.

—Sucede que mi tío tiene algunos problemas de salud, se le van un poco las ideas.

Martín adoptó un gesto de reflexión al comprender qué era lo que estaba intentando hacer su amigo; era una mentira frágil y no habían ensayado ni planeado nada de eso.

—Nosotros como familia estamos ayudándolo a recuperar sus recuerdos; él fue amigo de Miguel en su juventud, y estamos tratando de reunir información o de obtener algún recuerdo de él; sé que es una situación dolorosa para usted y lamento hacerlo, pero de verdad no estaríamos aquí si no fuera realmente necesario.

La mujer, de cabello castaño oscuro perfectamente tomado en un elaborado peinado pareció un poco divertida por un segundo, antes de hablar.

—Sí, supongo que ese tío suyo puede haber sido amigo de Miguel. Seguro que Miguel tuvo una gran cantidad de amigos.

Al escucharla hablar, Martín se dijo que ella ya lo sabía, que la orientación sexual de su hijo no era una sorpresa; pero, por sobre eso, llamó su atención la total falta de empatía con la que se había referido a él, como si no hubiera hecho referencia a un hijo muerto en tan trágicas circunstancias. Se dijo que algo estaba muy mal.

—Ellos eran buenos amigos —Repitió Rafael, algo desconcertado—, por eso estamos intentando reunir información o recuerdos sobre esta época.
—¿Y qué es lo que creyeron que podían encontrar, alguna carta de amor o algo parecido? —replicó la mujer, con una expresión casi divertida—. ¿Una foto de ellos tomados de la mano? Por favor.

Rafael se quedó de una pieza, no tanto por descubrir que ella evidentemente sabía todo lo que ellos asumieron que no, sino por el tono de desprecio con el que se expresó. Antes había pensado que el peor escenario era que no quedara familia viva, pero ahora entendía que era mucho peor que quienes lo sobrevivieran no tuvieran buenos sentimientos hacia él.

—Solo estamos tratando de revivir algo del pasado, también es la historia de su hijo —dijo, con voz ahogada.
—Sí, bueno, lo que ocurre es que vinieron al lugar equivocado —replicó ella—, conmigo no pueden encontrar nada que los ayude en esa búsqueda o como le llamen. Yo eliminé todo lo que tuviera que ver con Miguel cuando supe en lo que se había convertido.

Martín comprendió que no era falta de empatía, sino puro desprecio. De todas las personas que tuvieron posibilidad de encontrar en su búsqueda, se habían topado con la peor opción posible; tenían que irse de ahí.

—¿Eliminar? —Rafael pronunció la palabra sin poder asimilarla—. Pero Miguel es su hijo.
—No desde que eligió ese tipo de vida —replicó ella con total frialdad.

Martín intentó controlar curso de esa conversación antes que se les fuera de las manos; sabía que a Rafael le iba a afectar mucho eso.

—Disculpe, creo que no debimos venir.
—No, espera —Lo interrumpió el moreno—, señora, estamos hablando de su hijo.
—Un hijo deja de serlo cuando se desvía de los valores que le fueron enseñados —Pronunció ella, con vehemencia—, y debería hacerle caso a su amigo o lo que sea, porque realmente no debieron venir.

Rafael no se dio cuenta en qué momento se puso de pie.

—¿Cómo puede decir algo como eso? —exclamó, estupefacto— ¿Cómo puede hablar así de su propio hijo?
—Rafael, cálmate —Intervino Martín—, disculpe, ya nos vamos.
—Su hijo murió en un atentado terrorista —Prosiguió Rafael, imparable—. Algo que fue causado por personas que pretendían hacer daño a otros.
—Rafael…
—Pero su hijo tenía amor, él no tenía malos sentimientos con nadie, ni siquiera con usted —Siguió hablando, sin notar cómo le temblaban los puños—. Tenía razones para sentir rencor, pero el eligió quedarse con las cosas buenas. ¿Cuánto odio tiene que haber en su corazón para que ni siquiera cuando está muerto pueda darle paz?
—Rafael, ya basta.

La mujer había permanecido impávida durante todo ese tiempo, inmune a sus palabras; el hombre se sintió abrumado por esa falta total de sentimientos, porque era algo que no podía comprender.

—Es cierto, no debimos venir.

Apartó la silla y salió a toda máquina del lugar; Martín lo alcanzó en la calle, tratando de controlarlo.

—Rafael, tienes que calmarte.
—No me quiero calmar —exclamó el otro hombre, estaba furioso y decepcionado de todo lo que había visto y oído en ese lugar—. ¿No la escuchaste?
—Sí, pero…
—La miré a los ojos —Continuó, enfurecido—, y no había nada, es como si todos esos sentimientos simplemente no existieran.

Le dio un puñetazo al poste de luz que tenía al frente, ignorando por completo el dolor que sentía en la mano por causa de ese acto.

—Estoy cansado. Estoy cansado de todo esto; estábamos tan cerca, ¿Qué es lo que se supone que vamos a hacer ahora? ¿cómo podré…?

Martín lo enfrentó y puso las manos en sus hombros; en ese momento, más que en cualquier otro, tenía que mantenerse centrado.

—Mírame. Lo primero que tienes que hacer es calmarte; escucha, estoy tan molesto como tú, pero no nos sirve de nada discutir con una persona como ella.
—Pero necesitábamos algo —Protestó Rafael con voz ronca—, y ella misma dijo que había eliminado todo ¿Qué más puedo hacer?

Se sentía tan frustrado, habiendo chocado con una pared imposible de salvar; pero Martín se esforzó por tranquilizarlo.

—Tal vez todavía hay algo que podemos hacer. Mira.

Le enseñó una fotografía en el móvil; no estaba bien angulada, pero el enfoque era suficiente como para ver los detalles del interior de la oficina en la que habían estado.

—¿En qué momento sacaste la foto?
—Aproveché el revuelo que armaste —Explicó el trigueño—, mira con atención el portarretrato en el escritorio.

El moreno tomó el móvil y trató de tranquilizarse, para mirar con más atención. El portarretrato estaba en una posición oblicua respecto de quien la había capturado, pero se veía con suficiente claridad.

—Parece que es ella de joven —Observó Rafael—. Debe ser una foto con Miguel de niño y el padre de él. Oh, no puede ser…
—Creo que estás pensando lo mismo que yo —comentó Martín—. Al fondo se ve un molino de viento. ¿Recuerdas que lo hablamos?

El tema de la fascinación de Martín con los molinos, y que Rafael tuviera eso entre sus sueños era algo que se habían planteado, pero en su momento no los llevó a ninguna parte.

—Entonces, esto explicaría eso —murmuró mientras ordenaba sus ideas—, quizás ellos se conocieron en un molino, o ahí se enamoraron, pero eso tampoco nos sirve.
—Puede que sí —reflexionó Martín—. Estuve pensando en todo lo que sucedió ¿Recuerdas que te dije que no encontré datos sobre el padre de Miguel?
—Sí, dijiste que seguramente había muerto cuando él era muy pequeño…

Volvió a mirar la foto: en ella, el pequeño tenía unos doce, lo que no cuadraba con cierta fecha clave mencionada por Martín.

—¿Estás diciendo que el padre podría estar vivo?
—¿Por qué no? Si ella fue capaz de sacar a su propio hijo de su vida ¿Por qué no podría hacer lo mismo con su marido o ex marido?
—Eso es bastante macabro, pero ¿Cómo podríamos saberlo?
—A través de los molinos. Hace cuarenta años no debe haber habido muchos, y esta señora es una empresaria. Estoy pensando que ella, de soltera o de casada, pudo tener algo que ver con una empresa que manejara molinos; tengo que darle un par de vueltas, pero siento que se puede lograr algo.

Eso significaba aferrarse de nuevo a una esperanza muy vaga, pero Rafael necesitaba creer. Necesitaba hacer todo lo que estuviera en sus manos para ayudar a que todo pudiera solucionarse.

3


Después de la hora de almuerzo, Magdalena estaba recostada en el sofá mientras la película pasaba sin llegar a afectarla; Mariano llegó desde el cuarto y se quedó un momento mirándola antes de hablar.

—¿Vas a decirme lo que pasa?

Ella levantó la vista hacia él; había estado eludiendo el tema en los últimos dos días, pero era injusto mantenerlo preocupado acerca de su estado.

—No es nada en concreto.
—Por favor no me digas que no pasa nada —dijo él, con calma, aunque con firmeza—, tú no eres así. No quiero presionar, en serio, pero necesito saber.

Ella se puso de pie y lo enfrentó. El amor sincero y entregado de Mariano era lo que más atesoraba y no podía fallarle.

—Estoy preocupada por Rafael.
—No me has dicho que le pase algo.
—No es eso, no es algo que esté sucediendo —replicó ella—. Es sólo que conozco a mi hermano, y sé cuándo le sucede algo, aunque él no me lo diga. Hace un tiempo, antes de ese accidente, estaba evasivo, y sé que tuvieron una discusión o algo parecido con Martín y que por eso estaba así.
—Pero ellos son tan amigos —comentó Mariano, confundido—, no me parece que se peleen.
—No fue eso —Magdalena suspiró—, además lo solucionaron. Pero ahora también está pasando algo, lo sé.

Mariano no tenía hermanos como para comparar, pero sabía que Magdalena no era una persona con supersticiones vanas, lo que significaba que hablaba en serio. De pronto recordó el día del atentado, y el modo en que ella lo llamó por teléfono para decirle que tenía que ir con ella a ver a Rafael porque había sufrido un accidente; en un caso como ese, ella anteponía a quien amaba antes que a ella misma, de igual forma que en aquella nefasta noche donde los habían asaltado. Eso significaba que Rafael de seguro estaba dando todo de su parte por ayudar a alguien, incluso a costa de su propia tranquilidad.

—¿Crees que él no te lo diría?
—Es obvio que no —replicó ella—, y sé que no puedo hacer nada porque es algo que tiene que hacer por sí mismo, pero de todas formas me preocupo.
—Tienes razón —dijo Mariano mirándola con infinito cariño—. Escucha, solo no me dejes fuera ¿De acuerdo? Rafael también es mi familia; por ahora no podemos hacer más que confiar en que él va a hacer lo correcto.

4


Por la noche, Rafael y Martín tuvieron que terminar con la búsqueda de datos por el día, ya que no había dado resultados.

—Tendremos que seguir mañana.
—¿No estás ocupado? —preguntó Rafael—. Es domingo.
—No, creo que mi veta de oro de las ventas está empezando a morir —replicó Martín—, por suerte no tenía nada comprado, así que por ahora no me voy a arriesgar a nada; incluso vi en la red algunas personas que ya están en el mismo negocio y sabes que cuando pasa eso, la mina de oro se acaba. Así que estoy listo para que sigamos con esto; solo quiero que prometas que estarás tranquilo.
—Te lo prometo.

El trigueño iba hacia la puerta cuando Rafael lo detuvo.

—Espera, hay algo que quiero decirte.
—Por supuesto, dilo.

Dentro de todo lo que había pasado, se dio un tiempo para tomar una decisión al respecto; al principio pensó esperar hasta que todo se hubiera resuelto, pero después concluyó que lo correcto era separar ambos asuntos. Su vida y decisiones debían estar separadas de lo que involucraba a Miguel y Joaquín.

—Esto es algo que pensé hace un tiempo, pero estaba buscando un momento apropiado.
—Bien.
—Y este no es el momento, o no lo sé.
—Rafael —Martín lo interrumpió, se estaba empezando a reír—, sólo dilo.
—Está bien —Respiró profundo antes de hablar—. Éste es el tema: quiero tener un departamento propio lo más pronto posible, y ahora que soy jefe de local tengo la posibilidad de hacerlo; tengo algo de dinero ahorrado, y creo que en un mes o así podría hacer todo para comenzar.
—Bien —Su amigo sonrió—, eso es una muy buena noticia, me alegro mucho por ti.
—El caso es, que no es eso lo que te iba a decir. Lo que quiero decir es una propuesta, que te vayas a vivir conmigo; podemos compartir los gastos, y creo que podría funcionar, que podría salir bien.

Martín se había cruzado de brazos, y lo miró pensativo mientras hablaba.

—¿Lo dices en serio?
—Por supuesto —replicó Rafael—. Pero no pasa nada, es sólo una idea.
—Es una idea magnifica, es perfecta —exclamó el otro—. No puedo decir otra cosa, es una idea estupenda.
—¿En serio?
—¡Claro que sí! Digo, si es que no te preocupa proponerle algo así a alguien que no tiene un trabajo ni un ingreso fijo todavía.
—No es ningún problema. Tenemos confianza, no puedo pensar en nadie más apropiado que tú para esto.

Martín sonrió, auténticamente contento ante la proposición que su amigo le había hecho; estaba sorprendido, pero de una buena manera, porque a su juicio se trataba de un gesto muy importante.

—Gracias por tenerme confianza.

Rafael se encogió de hombros ante esa frase.

—Lo que se gana no se agradece, eso dice papá y tiene razón; entonces tenemos que darnos un tiempo para ver ese asunto, hay que ver detalles, dónde será y eso.
—Hablas como si fuera algo para muy pronto.
—Claro que es para muy pronto —Explicó Rafael— . Mi contrato de arriendo se puede terminar en diciembre sin pagos extra, y me dijiste que el tuyo era por uno y luego dos meses; todo coincide para que en enero nos cambiemos ¿No lo crees?
—Pero Rafael, yo aún no tengo un trabajo estable.
—Eso no importa ; yo me haré cargo, estoy seguro de que vas a solucionarlo sin problemas. Si estás de acuerdo con mi idea, solo hagámoslo y ya está, no veo por qué retrasarlo; cualquier cosa la solucionaremos en el camino.

Martín se acercó y le dio un afectuoso abrazo luego de escucharlo.

—Está bien; pero con la condición de que todo va a quedar arreglado apenas yo pueda estabilizarme, hasta el ultimo peso.
—De acuerdo, vamos a tomar nota de todo.
—¿Te das cuenta que eso nos deja muy poco tiempo? Es menos de un mes, y todavía tenemos que resolver este asunto.
—Sí, me doy cuenta —replicó el moreno —, pero lo haremos de alguna forma. Descansa, mañana veremos cómo seguir con esta investigación.

Después de despedirse de Martín , se quedó con una buena sensación ; había sido lo correcto hablar de ese tema sin darle más largas, y con la respuesta positiva de su amigo , estaba seguro de que ese sería el inicio de una mejor etapa en ese aspecto.
Necesitaba saber que también podría terminar de buena manera lo de Miguel y Joaquín.


Próximo capítulo: Molinos de viento

Las divas no van al infierno Capítulo 23: Mundo de mujeres


Conoce este capítulo al ritmo de: Womans world

Cuando la música terminó, todas las chicas se quitaron la peluca y los anteojos, revelando su identidad ante el público; Lisandra, Sussy Alma, Charlene, Márgara, Nubia, Valeria y Joanna eran las ocho finalistas del programa, y así lo anunció Aaron Love.

—Damas y caballeros, hemos visto esta poderosa presentación de las ocho finalistas del programa, las que ustedes eligieron para llegar hasta aquí; por favor demos un gran aplauso a todas, mientras se retiran para ir a la zona de trabajo para preparar su presentación del día de hoy. Como todos saben, solo quedan dos emisiones del programa después de hoy, y los ánimos están por los cielos ¡Un fuerte aplauso!

Mientras el público en el estudio aplaudía y vitoreaba, las ocho caminaron rápido hacia la zona de trabajo, en donde Jaim las esperaba sonriente y como siempre, muy elegante.

—Felicidades chicas, su presentación en conjunto estuvo muy bien.
—Gracias —comentó Alma—, estaba nerviosa, nunca habíamos bailado todas juntas.
—Lo hicieron bien —confirmó el maestro—, siguieron muy bien las instrucciones y cada una de ustedes tuvo la oportunidad de brillar sin pasar por sobre las otras.

Los camarógrafos las habían seguido durante todo el trayecto hasta esa zona, y en esos momentos estaban repartidos por el lugar para poder captar las mejores tomas, pero después de todo ese tiempo, nadie les prestaba atención; era como si los ojos del mundo estuvieran sobre ellas, pero ninguna pudiera darse cuenta.

—¿Cuál va a ser el desafío de hoy? —preguntó Susy, emocionada—. Nos dijeron hace dos horas que preparáramos maquillaje, vestidos y peinado pero todavía no nos dicen cuál es el concepto que hay que trabajar.
—Es cierto —comentó Alma—, ahora sólo nos queda una hora, es muy poco.

El maestro descubrió la pizarra en donde, como cada semana, se mostraba el concepto base sobre el que tendrían que trabajar; en esa ocasión la pizarra estaba en blanco.

—Como saben, en los últimos tres programas no habrá eliminación: van a acumular puntos de acuerdo con los votos por presentación para decidir quién ganará. Así que esta vez haremos una diferencia y les daremos libertad total: pueden preparar el espectáculo que ustedes quieran, solo hagan aquello con lo que se sienten más cómodas, y después be eso el escenario es suyo. Como anunciamos la semana pasada, estos últimos programas tendrán una duración de cuatro horas, de las cuales dos fueron la etapa previa habitual, y de las cuatro siguientes, una será dedicada para terminar los preparativos, y luego el tiempo destinado a verlas en escena. Por supuesto, todos esperamos sólo lo mejor.

La noticia fue bien recibida por todas; a medida que había pasado el tiempo y fueron eliminadas más participantes, los tocadores individuales fueron separados y se les asignó más espacio y mobiliario; en esos momentos cada una disponía de un tocador con espejo con luces, un mueble para dejar pertenencias, un aparador de pelucas, un display de zapatos y bases para colgar joyería. Con el tiempo, todas habían adquirido o ganado accesorios y complementos que llevaron al programa para contar con ellos como adicional a lo proporcionado por la producción del programa.
Todas eran tratadas como estrellas.

—Esta era la oportunidad que estaba esperando —exclamó Joanna con tono alegre—, por fin poder hacer lo que queramos, es maravilloso.

Ella y Charlene fueron de inmediato hacia el departamento de vestuario; poder cortar con libertad creativa era un gran punto a favor y nadie iba a desperdiciarlo.

—Esta vez estoy decidida a hacer algo espectacular —comentaba Sussy, mientras se soltaba el cabello—, esta es una muy buena idea ¿sabes?
—Es cierto, y si te fijas —dijo Charlene asintiendo—, cada una de nosotras tiene un estilo propio, es el momento perfecto para sacar lo mejor de cada una.
—¿Y ese anillo tan grande? —preguntó la otra chica —. Es muy llamativo.
—Sí, es una baratija —replicó la rubia, haciendo un exagerado gesto con la mano derecha, donde ostentaba un gran anillo de fantasía con una piedra roja—. Me lo regaló un amigo.

Sussy hizo un gesto de picardía, con la sonrisa pintada en el rostro.

—Así que un amigo ¿eh?

En ese momento habían entrado en el área de cambio de ropa, donde los camarógrafos y equipos de audio no tenían permitido entrar. La rubia soltó una risa ligera.

—¡No! No amigo en ese sentido, es gay.
—Ah, entonces no hay posibilidad.
—Ninguna ni en un millón de años —replicó Charlene—, pero no se puede tener todo en la vida.
—¿Y son muy amigos?
—Todo lo amigos que se puede ser con un gay; pero es tan divertido, me río con todas las tonterías que dice. De todos modos, no se puede pedir otra cosa, es como si los gays existieran para ser divertidos y saber de moda y cabello.
—Qué mala.
—No es de mala, cómo crees; pero no me puedo imaginar a un gay de otra forma ¿No lo crees? Vanos, hay que darse prisa y hacer lo mejor, estoy tan emocionada.

Después de cambiarse, ambas salieron del lugar, sin percatarse que en el interior siempre había estado alguien más. Nigel había esperado a que Charlene llegara a la final del programa y ya tenía pensado hablar con ella; le diría que lo enviaron en un principio a espiarla, al igual que a los otros bailarines a las demás, pero que con el pasar del tiempo había aprendido a valorarla como persona, hasta considerarla una amiga de verdad.
Pero para ella, él era solo una diversión, alguien de quien reírse y a quien preguntarle por moda. Alguien desechable.
Salió del lugar y chocó con alguien, pero lo ignoró y caminó por el pasillo hacia la parte de atrás, sintiendo que quería abandonar todo e irse de ahí.

—¡Nigel!

Alberto estaba intentando reunir a los bailarines para darles algunas instrucciones de último momento; intentó detenerlo, pero se vio obligado a seguirlo a toda prisa.

—Niguel.
—Ya voy, sólo dame momento ¿Quieres?

Alberto se dio cuenta de que en ese momento no estaba haciendo un espectáculo o algo parecido; estaba sentado en el suelo, con la cara cubierta por las manos.

—¿Qué pasa?

No podía decirle que estuvo a punto de traicionar el plan original por creer que Charlene lo valoraba como un amigo; pero en ese momento sólo se sentía muy desdichado, y solo.

—Me gustaría que alguien me valorara por quien soy; que no me juzgaran, pero más que todo, que alguien se preocupara de verdad por mí.

Ya habían hablado de eso con anterioridad, pero el bailarín supuso que se trataba de algo más, no solo de lo que había escuchado antes. Se puso de cuclillas frente a él y lo miró, auténticamente preocupado.

—¿Sucedió algo con una persona importante?
—Más o menos, no importa —quitó las manos de su rostro; en vez de lucir angustiado, se veía determinado—. Hice algunas tonterías, pero no es nada grave, así que no me regañes.
—No quiero regañarte, en serio —replicó el otro—, es sólo que me preocupa verte así, me gustaría ayudarte, o por lo menos escucharte; lo que dije sobre ser amigos era en serio, no fue hablar por hablar.

Al final, había tenido mal ordenadas todas sus prioridades desde el principio, pero no era tarde para volver a sus objetivos iniciales, y tal vez ganar un amigo.

—Por ahora no es necesario hablar, pero te lo agradezco, en serio; ahora dime cuáles son las nuevas instrucciones, porque estoy seguro que es por eso que habías venido.
—¿Seguro?
—Sí, seguro. Me va a hacer bien trabajar ahora, será como tener un objetivo fuerte y claro.

2


Nubia estaba feliz con todo lo que había pasado en los últimos meses; después de haber sido eliminada la primera semana, creyó que todo para ella estaría perdido, pero un azar del destino había abierto la puerta para que volviera, y descubrió que el cariño del público era suficiente para permitirle regresar.
Estar en el programa de regreso había sido una situación muy importante para ella, y la había hecho reconsiderar todo lo que pensaba con respecto al mundo de la televisión y el espectáculo; quería estar ahí, actuar, bailar y presentarse para todos con un producto de calidad, siempre entregando un material cuidado y el resultado de un trabajo minucioso, pero nunca olvidando el respeto por el público y también por sus compañeras, incluso si ellas no hacían lo mismo o tenían actitudes de diva.
Se dijo que era sencillo figurar en las redes por algún escándalo, o diciendo una frase pegajosa que fuera divertida, pero que, si esa frase era usada para burlarse de alguien, era algo que no quería para ella. Decidió que marcaría una diferencia sin decirlo, y que avanzaría en el programa usando sus mejores armas, sin discutir ni agredir.
En un principio no fue sencillo, ya que sintió algún rechazo de parte de varias de las otras chicas, pero, por otro lado, el cariño y reconocimiento de la gente a través de las redes sociales fue en aumento, y en la tercera semana desde su regreso ya era la más popular del día. Eso la hizo tomar confianza y creer que el horizonte que había planeado no era tan difícil de alcanzar; además su familia estaba siempre con ella, apoyándola.
También, por supuesto, estaba lo suyo con Nick.

«Espero que disfrutes el programa de hoy.»

La breve nota había sido dejada entre los materiales que estaban disponiendo para su presentación de ese día; Nick se las ingeniaba para acercarse durante la preparación, y le dejaba una nota, o un dulce de regalo, como una muestra de afecto que por supuesto era muy bienvenido. Ella intentó resistir el curso de los acontecimientos, pero Nick era tan amable y cariñoso, tan dedicado, que finalmente decidió dejar que las cosas pasaran; se había ido enamorando de él tan de a poco, que cuando lo hablaron y él le dijo que quería que fueran novios, simplemente aceptó.
De todos modos, se sentía culpable por tener que mantenerlo en secreto, ya que como bailarín del programa, él tenía prohibido mantener un nexo o favoritismo de cualquier tipo, y ella no quería ser la responsable de que lo despidieran.
Habían mantenido su relación en secreto, viéndose a escondidas e ignorándose mientras hubiera gente y cámaras alrededor, comportándose casi como dos delincuentes. Pero ahora que quedaban dos semanas para la final, no solo tenía la alegría de estar entre los ocho mejores, sino que además podría contarle al mundo de su relación con Nick.
Tenía casi todo lo que quería.

3


Valeria estaba pasando por un estado de nervios durante esa jornada, aunque no era algo especifico de ese día; el último mes había sido exigente y gratificante en el programa a partes iguales, y al mismo tiempo parecía que todo estaba de cabeza.
Su relación con Jorge pendía de un hilo, algo esperable ya que apenas podían verse; la última vez, dos semanas atrás, él se mostró tierno y comprensivo como siempre, pero también se veía muy cansado; ella lo entendía, porque en su paso por el programa era cada vez más popular, lo que requería su tiempo y extremar las medidas de seguridad para que nadie pudiera sospechar de su verdadera identidad.
Ansiaba el momento en que pudiera dejar de mentir, pero al mismo tiempo tenía miedo de que las cosas cambiaran, porque sus sentimientos hacia Harris habían ido creciendo hasta un punto en que no quería ver ni aceptar.
Él había estado constantemente presente en el teléfono y cuando era posible, en persona, y sin la presión de tener que escuchar réplicas o consejos con tono sobreprotector. Había ido confiando en él más y más; incluso él había tenido la deliciosa sinceridad de decirle que se moría por besarla, pero que no lo haría hasta que ella lo decidiera.
Y ella se mentía, todos los días, diciéndose que él era atento y amistoso, pero nada más, ignorando el auténtico sentimiento de emoción que sentía al recibir un mensaje de buenos días o simplemente por sentir que él se preocupaba por ella; además, la última semana no había recibido ninguna instrucción de Sandra para sabotear las presentaciones de las demás, lo que le había dado tranquilidad.

—Valentina.

Había estado distraída mientras arreglaba unos detalles en el atuendo; dio un respingo cuando escuchó a Gael, el asistente de Vicenta, hablarle.

—Perdona, me distraje.
—No es nada, no hay problema —replicó el chico con una amable sonrisa—, disculpa por interrumpir, pero las necesitan en el escenario a todas.
—¿Ahora? —preguntó, algo confundida—, pero falta media hora.
—Parece que hay un cambio, no me dijeron.

Le dio las gracias al chico y salió del lugar en donde estaba trabajando; en la zona de trabajo ya estaban todas, con un aspecto similar al suyo: parte de ropa de uso común, parte de traje, maquillaje incompleto y el cabello recogido con un lazo o con pinzas. Asimismo, todas parecían confundidas.

—Gracias por venir.

Vicenta estaba representando a la perfección su papel de maestra amable y cariñosa. Todas las cámaras estaban trasmitiendo en vivo a miles de hogares.

—Esta es la última vez que hablo con ustedes como su maestra —dijo con un tono de emoción—, este tiempo ha sido intenso, parece que fue ayer cuando llegaron aquí, con tantos sueños e ilusiones.

Si no fuera por las cámaras, Charlene habría puesto los ojos en blanco; en la última clase se encargó de humillarlas de todas las formas posibles, dejando en claro que aún con el tiempo y el trabajo duro, podía encontrar más y más errores en su desempeño.

—Ahora están aquí, ustedes son las ocho finalistas, y me siento muy orgullosa de haber contribuido a que estén en este lugar. Mi trabajo aquí está terminando, pero nos seguiremos viendo en algún escenario; no dejen de pulirse.

Tenía que terminar con un ataque, aunque fuera solapado, se dijo Lisandra; pero no le importaba, porque había conseguido llegar hasta la final y estaba segura de que ganaría el programa. Su nueva actitud triunfadora había conseguido eso y no estaba dispuesta a retroceder ni un centímetro.

—Ahora les voy a pedir que vayan al escenario, Aaron quiere hacerles algunas preguntas.

Las chicas obedecieron la instrucción y fueron al lugar indicado, que en ese momento estaba sin público y solo con una luz central.

—Gracias por estar aquí —comenzó él—, he pedido que vengan para una pequeña ronda de preguntas ¡El público en sus casas está muy emocionado!
—Pero vamos a tener que cobrarte estos minutos —comentó Charlene con tono alegre—, nos estás interrumpiendo.
—Estoy seguro de que todo se puede solucionar —replicó él con una sonrisa impecable—, y ya que estamos en esta dinámica, acércate por favor.

El hombre sonreía a la cámara, pero internamente se decía que era el momento exacto para cobrarse de ese intento de broma de ella.

—Eh, mucha gente comenta que es muy lindo que colabores con un un hogar de chicas en riesgo social, pero tú no has querido hablar mucho de eso; cuéntame ¿Hace cuánto tiempo que estás colaborando en este sitio?

En su departamento, Harry estaba mordiendo un pañuelo mientras veía el programa; tenía un mal presentimiento.

—Sal de ahí si no te acuerdas —masculló tirando del pañuelo con las manos.
—Cinco meses ¿O más? —estaba diciendo ella—, el tiempo es relativo como decía ese famoso químico, siento que llegué ayer y que no me alianza el tiempo para compartir con esos angelitos.

Harry se puso de pie y le lanzó el pañuelo a la pantalla, impotente.

—No. ¡No! Son once meses, te lo escribí en un papel, ya lo habías dicho antes ¡Estúpida! Estúpida, ay por qué es tan estúpida, ¿por qué no pude trabajar con Joanna, con Alma, por último con Márgara? Pero no, tenía que ser con la que no sabe contar los meses ¡Es la final ¡Es el momento de que logre que firmes un contrato con un auspiciador y ser tu mánager oficial ¿Por qué? ¡Todo el país te está viendo!

Se sentó, frustrado, mientras Love seguía entrevistando a otra y Charlene mantenía una sonrisa de princesa; dio un salto cuando su móvil anunció una llamaba.

—Catalina —saludó con tono alegre—. Es una gran sorpresa; de nada, esas flores solo eran un detalle y tú te lo mereces. Sí —hizo una atenta pausa—. ¿En serio?

Se quedó escuchando con suma atención a la mujer del otro lado de la conexión. Se trataba de una novedad muy relevante para él. Puso la televisión en silencio.

—Nada importante, soy todo oídos.
En tanto, Fernando estaba en el departamento, viendo otra vez el programa; como de costumbre, lo había dejado grabando, para que Márgara pudiera verlo después; suspiró mientras ella se acercaba a Aaron Love con su clásica sonrisa perfecta.

—¿Cuáles son tus planes para el próximo programa? —le preguntó él.
—Bueno, estuve viendo las opiniones del público en las redes sociales porque todos ellos son muy importantes para mí —replicó ella—, son la prioridad.
—Porque todo mi trabajo va dedicado a ellos.

Prácticamente podía anticipar sus diálogos, de tanto que ella los practicaba y repetía cuando estaba en el departamento.

-¿Cuál es el mensaje que quieres entregar?
-Pues, este es un mundo de mujeres -respondió, señalando alrededor-. Decirle a las mujeres que no importa si están desechas o humillabas, ustedes son lo suficientemente fuertes; este es el momento de ponerse de pie.

¿Cuánto más iba a resistir?
Su vida era trabajar y dedicarse a admirarla y escucharla quejarse o auto elogiarse, dependiendo del día; luego de hablar con su madre, intentó una y otra vez tomar cursos de acción distintos, pero era como chocar con una pared todo el tiempo; Márgara se comportaba ante el mundo como si su vida fuera perfecta, y paralelamente estaba quejándose con él de falta de atención o de tiempo, o ignorando cualquier otra cosa que no fuera su necesidad y su primer puesto en todo.
Estaba tan cansado, sintiéndose como un monigote al servicio de una mujer a quien conocía cada vez menos, y que parecía no entender cómo su actitud lo afectaba. Tenía ganas de ver terminar ese programa, pero al tener ese final tan cerca, descubrió que no se trataba del espacio de televisión ni la competencia, sino de ella.
Si ganaba, su ego subiría hasta las nubes, y si no, todo se convertiría en un drama sin precedentes.


Próximo capítulo: Encontramos amor