Contracorazón Capítulo 09: Una conversación sincera




Magdalena y Mariano invitaron a Rafael a almorzar el sábado, y él aceptó encantado; por una parte, el nuevo cargo lo dejaba trabajando de lunes a viernes, de modo que era divertido disponer de un tiempo como ese, y por otro, quería tomar el pulso del estado de ambos cuando faltaba poco menos de un mes para el matrimonio.
Mariano había preparado unas croquetas de pollo al horno con salteado de papas, y mientras ella sacaba la preparación en la cocina, ellos se dedicaron a montar la mesa y preparar dos tipos de ensalada.

— ¿Necesitas ayuda? —preguntó Mariano desde la mesa de la sala.
—Todo está en orden —replicó ella, siéntense, llego en un minuto.

Ambos se sentaron, quedando frente a Frente, Mariano de espalda a la cocina; Rafael sirvió vino en las copas dispuestas para ello.

— ¿Más tranquilo? —preguntó en voz baja.
—Sí, todo está bajo control —replicó el novio, radiante—. Me he estado repitiendo una y mil veces que tengo que conservar la calma, y hasta ahora está funcionando. Pero cambiemos de tema —susurró—, no quiero que Magdalena escuche.
—Está bien.

Lucía más tranquilo que la última vez que hablaron, y esa era una muy buena señal; Rafael se prometió comprar el traje para el matrimonio dentro de la semana siguiente sin falta, por si tenía mucho que hacer en el trabajo y después no era posible.

—A todo esto —comentó su cuñado— ¿Cómo le fue a tu amigo con la entrevista en la empresa que me preguntaste?

Rafael se quedó de piedra al ver que su hermana había aparecido en la sala, y alcanzado a escuchar lo que dijo su novio; Mariano hizo una mueca de disculpa y moduló la palabra, y aunque estaba siendo sincero en la excusa, a Rafael el gesto se le hizo cómico.

—Ahora que lo pienso —pronunció ella, con un tono indescifrable pero una clara expresión en el rostro—, olvidé un condimento en la cocina y creo que no lo alcanzo.
—Te ayudo —su novio intentó ponerse de pie.
—No —lo cortó ella—, Rafael es de la familia, tiene que ayudar también.
—Te acompaño entonces —comentó Rafael.

Para terminar su teatral presentación, la chica dio media vuelta y volvió a la cocina; Mariano volvió a murmurar una disculpa por hablar de más, pero Rafael lo calmó y entró después de ella. En el interior, su hermana lo esperaba, de brazos cruzados y con una expresión de sorpresa coronada por cejas alzadas.

— ¿Amigo?

Al verlo en retrospectiva, había sido peor idea no contarle a Magdalena que comenzó un contacto amistoso con su vecino que explicar todo ahora; sin embargo, decidió no caer en el juego de los reproches y tomarlo con calma.

—Sí, amigo —respondió con tranquilidad.

— ¿Y cómo se llama ese amigo?

Sí, en efecto, sonaría mucho más complejo explicar todo.

—Martín.
—Y es un amigo nuevo —pronunció ella con voz más aguda—, porque no me habías hablado de ningún Martín.
—Es el anfitrión del restaurante en el centro comercial, tú lo saludaste.

Su hermana ladeó la cabeza y por un momento no habló, hasta que ató los cabos.

— ¡Tú, mentiroso! —le arrojó un paño de cocina—, me aseguraste que no te interesaba para nada.

Rafael atrapó el paño en el aire y empezó a reír.

—No empieces a practicar el papel de esposa celosa, te estás adelantando.
—No me cambies el tema ¿Desde cuándo están saliendo?
—Magdalena, no estamos saliendo -corrigió él.
—Oh, no me vengas con esas —lo apuntó con un salero—, lo conoces hace nada y le estás buscando trabajo.

La voz de Mariano los interrumpió desde la sala.

—Aún estoy aquí.
—Vamos en un instante, cielo —exclamó ella, y luego hacia su hermano—, ¿Son novios?

Rafael decidió terminar con todo eso de una vez por todas y decir todo de una vez.

—Magdalena, no hay nada sexual ni romántico. Martín se cambió al edificio de junto, nos encontramos y nos caímos bien, hablamos de autos, de trabajo, de la vida —y antes que ella pudiera interrumpirlo—, y no le atraen los hombres.

Su hermana lo miró durante un largo par de segundos, analizando su expresión y mirada; Rafael respondió con honestidad, y llegado a ese momento, podía decir que realmente su interés por Martín era amistoso, nada más. Tenía casi por completo confirmado que era heterosexual, pero, aunque no fuera así, en su interior no sentía la llama de un deseo romántico, porque la fuerza del carácter del hombre que estaba conociendo le sonaba familiar, y le gustaba estar en esa compañía; se trataba de algo que nunca había sentido, pero era una agradable sensación, como de haber encontrado a alguien en la vida con quien querría ser amigo para siempre incluso antes de saber bien todos los detalles de su persona.

—Bueno, eso no explica por qué te tomaste todo este tiempo en decírmelo, como si me ocultaras algo -la chica le hizo un fingido desprecio.
—No te lo dije porque lo primero que pensé es que intentarías asociarlo con un romance — replicó Rafael—, como si estuvieras buscándome un novio.
—Pero es que tú podrías tener un novio —protestó ella.

Rafael se encogió de hombros.

—O tal vez no; o puede que sea más adelante ¿No lo ves? En verdad, aprecio tu interés, pero no necesito desesperadamente un novio; si conozco a alguien y me pasan cosas, veré cómo se da todo, pero no me estoy desangrando por esto. Estoy bien, en serio.

Magdalena hizo un mohín.

—Está bien, será como tú digas entonces —frunció el ceño—, pero no me ocultes información.
—En eso tienes razón —admitió el, asintiendo—, fue un error no habértelo dicho, pero quiero que admitas que tuviste parte de la responsabilidad por esa actitud de casamentera.
—De acuerdo —la chica revoleó los ojos—, volvamos a la sala antes que mi flamante novio empiece a comerse las servilletas.

Volvieron a la mesa y sirvieron el platillo; Mariano le dedicó a Rafael una mirada cautelosa.

— ¿Todo está bien?
—Todo en orden —se adelantó Magdalena, sonriente—, le estaba diciendo a mi hermano que, si no tiene con quien ir a nuestro matrimonio, puede invitar a Martín, y que estaremos encantados de conocer a su nuevo amigo.

Rafael le hizo una mueca de burla.

—Muy graciosa —y a Mariano—, y sobre lo que me preguntabas, por lo que me contó va a estar haciendo un reemplazo por tres semanas, y creo que tratará de quedarse ahí.
—Eso es bueno —se alegró su cuñado—, hice una buena obra, eso suma puntos.
—Dejemos el puntaje tal como está —intervino Magdalena mientras servía algo de ensalada—, estabas bajando con lo otro.

Mariano hizo como que no escuchó y cambió el rumbo de la conversación mientras servía vino para los tres.

—A todo esto, no creo que Magdalena te haya contado, pero tenemos oficialmente nuestro primer regalo de matrimonio.
— ¿En serio?
—Sí —respondió, alzando la copa—, sucede que Recursos humanos estuvo sorteando unas invitaciones al teatro, para ver el estreno de Anastasia en viaje, y me gané una entrada doble.
—Anastasia —agregó Magdalena—, es un sueño, amo ese musical.

Rafael no era tanto de las películas animadas, pero recordaba que esa cinta la vieron numerosas veces cuando eran pequeños.

—Por supuesto que lo recuerdo, ¿Y cuándo es?
—En dos semanas, el sábado tres -explicó Magdalena-. Lo veremos en el teatro La Cúpula; ese día tenemos que ir a ver a Lidia, mi amiga, así que nos pasaremos directo al teatro ¡Va a ser fabuloso!

Rafael se recordó que no sólo tenía que comprar el traje, sino que tomar la decisión sobre el regalo que le haría a su hermana; asintió con energía.

Me alegro mucho, lo van a pasar muy bien.


2


Después de una entretenida jornada en casa de Mariano y Magdalena, Rafael decidió terminar con los dos pendientes que tenía al respecto de la ceremonia que se avecinaba, y fue de inmediato a una tienda de trajes formales; eligió un traje compuesto por pantalón gris listado, con chaleco con tres botones y chaqueta a juego, y lo combinó con una corbata azul grisáceo y camisa blanca, dejando los accesorios en lo sencillo de una pinza de corbata con detalle brillante y pañuelo para chaqueta en un tono gris verdoso. Con el traje cuidadosamente envuelto se dirigió a la joyería en donde había visto el primer broche y lo compró, pidiendo que se lo entregaran en una caja de color verde, que combinara con uno de los tonos predominantes en el vestido de su hermana.
Al fin con los pendientes listos, volvió a su departamento; más tarde estaba viendo un poco de televisión cuando recibió un mensaje de Martín.

— ¿Estás?
—Sumamente ocupado —escribió de inmediato—, estoy a punto de decidir entre ver un resumen de los Premios de diamante y la sección de humor.
—Es una decisión difícil.

Después de una pausa breve, volvió a escribir.

— ¿Una cerveza?
—Sí, me parece bien —escribió Rafael.
— ¿Vienes?
—Subo ahora —respondió.

Mientras iba subiendo notó que tenía sueño; entre las compras y el generoso almuerzo, había sido un día bastante cargado, aunque por suerte nada había salido mal; Martín lo saludó con un enérgico apretón de manos y lo invitó a pasar.

— ¿Cómo estuvo el día?

Rafael le contó lo del almuerzo, pero omitió deliberadamente la teatral escena de verdades con su hermana; de todos modos mencionó lo del matrimonio.

— ¿A mí? —pronunció, extrañado— Qué raro que me inviten a su matrimonio.
—Es que a mi hermana le caíste muy bien —comentó con evasivas—, y además siempre me está diciendo que salgo muy poco y socializo menos, así que dice que quiere ayudar a que nuestra amistad tenga una base firme.

Después de decirlo notó que quizás era una frase demasiado comprometedora, pero por suerte Martín se lo tomó bien.

—Es un gesto muy bonito, en serio —replicó, asintiendo—, dile que se lo agradezco mucho; en cualquier caso, creo que nuestra amistad va bien ¿qué piensas tú?

La mención de la palabra hablaba muy bien de lo que estaba dándose entre ellos, y Rafael se lo tomó de la mejor forma.

—Sí, pienso lo mismo. De todos modos, el matrimonio es hasta dentro de un par de semanas, y ellos son relativamente sencillos para las celebraciones; lo que quiero decir es que no será demasiada gente, habrá buena comida y algo para beber, así que si puedes ir estás invitado, solo tendrás que tener un traje apropiado.
—Eso no sería problema —reflexionó Martín—. Para la graduación de primaria de mi hermano me compré un traje y nunca lo he vuelto a usar. Ahora que recuerdo, ya tengo horarios en mi futuro trabajo y será de lunes a viernes, así que creo que la invitación es muy tentadora ¡No puede ser!

Rafael lo miró extrañado; Martín había activado una notificación en el móvil y le mostró la pantalla de este.

—Hablando de socializar, y mira a quién me sugiere esta red social.

Era una chica de más o menos la edad de él, de largo cabello castaño oscuro, que miraba sonriente a la cámara. Aparecía encabezando las sugerencias de personas a quienes probablemente el propietario de la cuenta conocía.

— ¿Y quién es ella?
—Es una ex —replicó Martín, con una sonrisa burlona—; bueno, no ex en todo el sentido de la palabra, no estábamos comprometidos en matrimonio ni nada parecido, pero llevábamos saliendo un cierto tiempo.

Parecía muy divertido por la situación; Rafael supuso que iba a contarle alguna historia al respecto de aquella relación.

— ¿Por qué tengo la sensación de que las cosas no terminaron bien?

Martín soltó una carcajada.

—Porque si no escapo de ahí, seguramente ahora estaría bajo tierra o en un psiquiátrico, eso es seguro.
— ¿Tanto así? —preguntó Rafael, muy extrañado.
—Ese destino es el más probable —explicó mientras abría una segunda cerveza—. Esto fue hace un poco mas de un año, el punto es que nos agregamos en las redes y estábamos saliendo, en esa etapa en donde todo va bien; un día vi que había posteado una imagen que decía algo como que una hembra cuido su territorio o algo por el estilo, y me pareció un poco sacado de onda, pero me dije que si yo también tengo un humor especial, no puedo ponerme grave por cualquier cosa.
—Pensaste que era con humor —apuntó Rafael.
—Exacto. Entonces sucede que un día me pregunta, así de la nada —puso los brazos en jarras—, algo como quién era una mujer.

Hizo un gracioso gesto de perderse y mirar a la nada; Rafael estaba tentado de reírse, pero sospechaba que la situación en general no era tan divertida.

—Disculpa, me estoy empezando a reír.
—Ríete con toda confianza, yo también me río ahora —el trigueño se encogió de hombros—, aunque en ese momento no era gracioso, pero ya da lo mismo; bueno, la cosa es que me quedo colgado un momento tratando de saber de quién me habla, y hago la conexión que era una amiga del trabajo que había comentado una foto que subí ¡Dos meses atrás! La quedé mirando como si fuera un alien, y me dice que lógicamente debe saber con qué mujeres me relaciono; le dije que eso era absurdo y que parecía muy preocupada de personas a quienes no conocía, y entonces enloqueció y me dijo que si no le tenía la suficiente confianza era porque tenía algo que esconder, y le empezó a salir espuma por la boca.

Lo último era una broma, y ambos rieron sonoramente de ella.

—Estaba loca —comentó Rafael.
—Completamente —apuntó Martín— ¿Me pasas ese condimento?

Señaló el mesón tras ellos, y Rafael volteó para tomar el frasco mientras aun se reía.

—Escapaste entonces.
—Corrí como si me persiguiera el diablo en persona —replicó el trigueño entre risas—. Ese es el increíble mundo de los ex.
—Puede pasar cualquier cosa con los ex —repuso Rafael, de forma relajada—, es como lo que sucedió con Arturo cuanto me lo encontré y…

Se quedó sin palabras; lo había dicho, después de la larga duda y planeación, en ese momento estaba tan relajado y divertido que simplemente acotó lo primero que se le vino a la mente.

— ¿Tuvieron un desencuentro?

La voz de Martín no se oía distinta a como era de costumbre; Rafael sintió que su rostro pasaba por distintos colores, pero no perdió el punto: ya había hablado, no podía evadir.

— ¿No quieres hablar de eso?

Finalmente volteó y lo miró; no había un asomo de burla ni sorpresa, ni siquiera escepticismo en él.

—Eso fue un poco incómodo.
—Si te complica hablar de tu ex, no te preocupes —comentó el trigueño—, a todos nos ha pasado.

Se quedó un momento sin hablar ¿Qué era lo que pasaba con él? Se supone que debería sentirse bien ante la actitud de normalidad de Martín, pero por algún motivo no lo lograba.

—No pareces sorprendido.
— ¿Sobre qué? -preguntó Martín.
—Martín, por favor, me escuchaste, y yo no había dicho nada de esto hasta ahora.

El trigueño adoptó una actitud más seria.

—Si lo que me estás tratando de preguntar es si estoy sorprendido de que seas gay, no lo estoy.
— ¿Lo sospechabas?
—No sospechaba ninguna cosa —exclamó Martín—; nos estamos conociendo ¿No es así? Pensé que ya había dicho que lo que me interesa de las personas es como son, los puntos importantes.

Rafael no sabia bien cómo reaccionar, ni por qué estaba tan nervioso ¿No debería sentirse mejor?

—Pero igual es un tema que puede ser complicado.
—No es ningún tema —respiró profundo, para calmarse—. A ver, vamos a empezar de nuevo ¿Tuviste problemas, pasaste por episodios de violencia o algo así?
—No más que cualquier persona, y no tuve problemas en mi familia —replicó Rafael.
—Entonces no deberías sentirte tan inseguro ¿No lo crees?

En eso tenía razón; Rafael se sentó nuevamente, intentando entender lo que le ocurría.

—No sé lo que me pasa; estaba tratando de encontrar un medio para decírtelo dentro de una conversación trivial.
—Pero esto era una conversación trivial.
—Lo sé, lo sé —se llevó las manos a la cabeza y se cubrió los ojos con las palmas por un momento—, yo tampoco entiendo por qué me comporté así.
— ¿Para ti es un secreto? —le preguntó el trigueño.
—No, nunca tuve la necesidad desde mi familia; ahora que soy adulto, no siento la necesidad de decirlo si no viene al caso, pero tampoco lo niego. Creo que no es un tema.

La expresión de Martín demostraba que no estaba de acuerdo con eso.

—Pero conmigo sí fue tema. Entonces te voy a hacer una pregunta —lo miró a los ojos— ¿Cuándo supiste que soy heterosexual?

Rafael no supo hacia dónde iba esa pregunta.

—No lo había pensado.
— ¿Ves a lo que me refiero? —replicó el otro—. ¿Por qué yo tendría que estar pensando si eres gay o no, pero tú no estabas pensando si yo soy hetero?

Se sintió dentro de una comedia de equivocaciones; pero se dijo que, si Martín estaba mostrando esa gran actitud hacia él, no era justo quedarse con verdades a medias.

—En realidad sí me lo pregunté, pero no de una forma concreta; a lo que quiero llegar es a que dijiste algo que me hizo mucho sentido y pensé que eso podía tener otro significado.
— ¿Qué dije?

Tal vez todo se remitía a ese día en que se conocieron; no lo sabía con exactitud, pero le pareció la opción correcta mencionarlo.

—Dijiste que te gustaría poder casarte sin que importara nada más.
—Pero eso no es sólo en ese sentido —argumentó el trigueño—, o de alguna manera sí; a lo que quiero llegar es a que me violenta que estamos en un mundo donde las personas no somos iguales ni tenemos los mismos derechos. Mi hermano no es como los otros porque tiene una enfermedad, tú no puedes casarte, si yo no me caso soy un tipo extraño o inmaduro ¿Entiendes a lo que me refiero? Cuando te dije que me gustaría que uno pudiera casarse sin que importara nada más, lo decía en un sentido amplio: estaba hablando de que nadie te diga que estás desesperado por casarte o que se te pasó el tren, o que deberías casarte o tener hijos para que sientes cabeza.

Era toda una declaración de intenciones, y a Rafael le llamó la atención lo similar de sus argumentos a los suyos, con esa parte idealista que en el mundo actual quedaba tan fuera de los márgenes sociales, que hacía pensar muchas veces que quien los tenía estaba equivocado.

—Gracias por eso.
—No quiero que me agradezcas —repuso el otro—, escucha, porque esto es muy importante: tú tuviste un gran gesto hacia mí, y esas son las cosas que más valen. Me escuchaste cuando te conté lo de la enfermedad de mi hermano, y cuanto estuviste ahí, fuiste sincero y me apoyaste, sin mirarme con lástima ni nada parecido; eso es lo que tiene valor para mí, y aunque no lo pensé de esa forma en particular cuando sucedió, te puedo decir que fue un antes y un después, creo que ahí te empecé a tomar como un amigo.
—No sé qué decir.
—No digas nada si no quieres —dijo Martín—. Ese día me dijiste que estarías ahí para escucharme si lo necesitaba, ahora yo te lo digo a ti. En serio.

En ese momento, Rafael se sintió como debería haberse sentido desde un principio; probablemente nunca sabría con exactitud por qué se había complicado tanto en hablar de ese asunto con Martín, pero se dijo que quizás era porque tenía una expectativa muy alta de esa amistad, y de forma inconsciente no quiso que algún elemento amenazara esa conexión entre los dos.

—O si quieres me puedes contar, yo también estoy aquí para eso.
—Toda esta conversación no fue como esperaba —dijo Rafael al fin—, pero me siento bien de que no sea un problema en nuestra amistad.
—Deberías haber sabido eso desde antes —apuntó el trigueño.
—Lo sé, lo sé, ya no me lo recrimines —levantó las manos en gesto de defensa—, me quedó claro.

Como si se adelantara a sus pensamientos, Martín le pasó otra cerveza, que Rafael agradeció; sacando cuentas, se habría evitado el nerviosismo y toda la maraña mental con solo abordar el tema de forma clara desde el principio, pero al menos el punto al que llegó era bueno.

— ¿Y entonces estás solo o hay un novio por ahí?
—No, nadie oculto, desde que me separé de Arturo no he tenido interés en nadie.
—Me pasa parecido —reflexionó el otro—, tal vez es por la carga de trabajo, pero no me veo con tiempo de estar en una relación ahora mismo. ¿Ustedes terminaron en buenos términos?

Era tan sencillo cuanto todo funcionaba de esa forma, sentados con una cerveza y algo para comer mientras hablaban de distintos temas, y sin embargo se sintió temeroso de que ese nexo se viera perjudicado por su orientación sexual; en ese momento pensó que debería analizarse un poco a sí mismo, y comprobar que no volviera a suceder algo como eso en el futuro.

—En cierto modo sí; supongo que debería estar enfadado con él o algo así, pero no puedo tener malos sentimientos para alguien con quien viví una parte de mi vida. A todo esto, lo que iba a decir al principio era que me encontré por accidente con él, fue raro volver a verlo.
— ¿Te pasaron cosas? —preguntó Martín.
—Para nada, es solo que no me lo esperaba; además, cuando me vio reaccionó como si fueranos los mejores amigos; me quedé extrañado, porque una cosa es que no le guarde rencor y otra muy distinta que seamos amigos.

La conversación siguió hacia otros temas, y fue tan natural como lo anterior; Rafael se dijo que era muy afortunado de haber conocido a alguien como Martín, y que él quisiera su amistad.


3

De vuelta en su departamento, Rafael no pudo menos que rememorar toda la conversación con Martín, y lo que había aprendido de ello; contrastó esa situación personal con lo que pasó antes en su trabajo con las insinuaciones y ataques de Ángel, y notó la diferencia fundamental entre ambos casos. No le importaba que sus compañeros supieran de sus preferencias, pero sí le molestaba que alguien intentara usar eso como un arma en su contra, como si de alguna forma fuese una debilidad laboral o incluso social.
De alguna manera, ante esa situación actuaba de forma frontal porque sentía que no tenía riesgo, que era mucho peor que alguien tratara de amenazarlo que tomar la situación entre sus manos, pasara lo que pasara. Por otro lado, la situación con Martín se le escapó de las manos sin darse cuenta, y era porque él sí le importaba, quería su amistad y la posibilidad de perder el contacto o que las cosas ya no fueran iguales se convirtió en un obstáculo en su camino.
Sólo tendría que terminar la frase, y todo habría sido mucho más sencillo.
Se acostó y quedó pensando en estas cosas, y al estar quieto y en silencio en la oscuridad de su habitación, unas palabras aparecieron en su mente.

"Recuérdame, cuando nuestros..."

Se sintió extraño ¿Acaso esas palabras tenían un significado especial? Se preguntó si eran sólo esas dos, y sin darse cuenta llegó a la conclusión de que eran más, que se trataba de una frase completa, algo que debería hacerle sentido.
Algo que debería recordar.
No eran palabras al viento, se trataba de algo importante, pero no podía determinar qué; mientras el sueño lo vencía poco a poco, intentó concentrarse en esas palabras y descubrir lo que eran. En el bullicio de un lugar no había nadie más, y no podía comprender esos sonidos porque estaba solo; no, no estaba solo, había alguien más, y esas palabras provenían de esa persona, como si se tratara de un ruego, o una forma de impulsarlo a algo.
Todo era sombras, y personas que se movían sin rumbo fijo; un recuerdo en un sueño, tan real como olvidado, el aroma de alguien a quien conoció, y un dolor imposible de ignorar.
¿Quién era, y por qué sentía que debía saberlo? Las memorias eran confusas, estaban en un lugar que no podía alcanzar, pero estaban a su vista, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo, era como un horizonte al que podía correr, pero nunca llegar.
Se quedó dormido intentando alcanzar algo que siempre escapaba de él.


Próximo capítulo: Visita sorpresa


Las divas no van al infierno Capítulo 07: Que no pare la música

Vive este capítulo al ritmo de esta canción: https://youtu.be/yd8jh9QYfEs


El martes 21 los ánimos hervían en la academia; después de un rápido descanso de día lunes, faltaba muy poco para que la primera emisión del programa saliera al aire y todas sabían que el tiempo apremiaba.

—No puedo creer que ya vamos a salir en pantalla desde mañana —comentó Charlene—, es tan divino, en verdad es fabuloso.
—Se está haciendo tarde —comentó Adriana—, me pregunto dónde estarán los maestros.

Alguien iba a comentar algo, pero la respuesta se adelantó a ellas; el bass inundó el gran salón donde las chicas estaban, y la puerta se abrió, entrando Sandra, la productora del programa.

—Buenos días, chicas.

Todas saludaron de vuelta, y la mujer hizo un gesto hacia el exterior, indicando a quien esperaba que podía pasar.

—Vicenta me pidió que la ayudara con esta parte, porque está un poco ocupada ahora mismo; por ahora sólo pueden mirar.

Unos momentos después entraron veinticuatro hombres apenas vestidos; de no más de veinticinco, todos tenían cuerpos atléticos, musculados, lucían un saludable bronceado y llevaban un bañador similar a los de competencias de nado, de color blanco. Charlene notó que todos eran bien parecidos, seguramente modelos o deportistas; el grupo de atractivos chicos se quedó de pie, ocupando el extremo opuesto a la sala en donde se encontraban.

—Vicenta vendrá en un segundo.

Las chicas aun no salían de su asombro, cuando del techo del lugar surgió un nuevo sonido; hasta el momento ninguna había advertido que una parte del cielo falso era removible, por lo que se quedaron sorprendidas al ver cómo un montón de colores descendía con lentitud mientras la música continuaba inundando el lugar. Pudieron ver que se trataba de un grupo de telas que colgaban desde la parte superior, como un arcoíris llamativo; en cuanto las telas tocaron el suelo, se agitaron, y desde el interior de ellas surgió Vicenta, ataviada con el mismo estilo de vestuario, el que mostraba sólo los brazos y se extendía como un vestido largo y ajustado al cuerpo. La multitud de colores resaltaban sus curvas, y la hacían ver más alta estilizada, siendo todo esto coronado por un peinado de inspiración afro, junto a un llamativo maquillaje en todos los colores posibles; con todo, la mujer no parecía exagerada, y el atuendo en general era muy cercano al estilo de una bailarina de carnaval.

—Buen día, señoritas, llegó el gran momento: les vio y a dar un desafío de verdad.

Con gran actitud, la mujer camino hacia los hombres; mientras ellos permanecían de pie mirando al frente, Vicenta paseó frente a todos como si estuviera en una pasarela, actuando como si los ignorara por completo. Cuando terminó de pasar frente a la formación, volteó para devolverse, y caminando de forma sugerente se acercó al primero de ellos, poniendo en una de sus manos el extremo de una de las múltiples cintas que formaban su vestido, tras lo cual él tiró suavemente, desprendiendo el largo trozo de tela.

—No puede ser…

Valeria comprendió lo que iba a pasar desde que el primero de los chicos tomó un trozo de tela; había visto algo similar en un espectáculo de cabaret, y tal como en aquella ocasión, se presentaba un acto de falso desnudismo en donde la mujer, como centro de la atención, se despojaba poco a poco de las supuestas partes de la ropa, para después revelar un atuendo mucho más osado.
Así fue como la mujer se despojó uno a uno de los múltiples colores que llevaba encima, hasta que quedó con un vestido corto de color amarillo neón, cortado en la cintura por un lazo de color rosa encendido; cada uno de los chicos tenía una cinta en las manos.

—Hice un espectáculo con cintas —explicó la mujer, con una gran sonrisa—, y ahora ustedes tendrán que hacer algo parecido. Les dijimos que tienen que estar listas para preparar una presentación en muy poco tiempo, y para que vayan preparándose, tendrán que usar a uno de estos guapos chicos y la cinta que tienen en sus manos para hacer con ellos una decoración viva para un espectáculo.

Las chicas no parecían haber comprendido del todo lo que se les estaba diciendo, y las palabras de la maestra dieron a entender que ya se había anticipado a eso.

—Consideren que van a tener que subir a un escenario grande y negro, en donde tienen que poner un objeto que adorne, pero con el que ustedes no van a intervenir; sólo debe estar ahí y ser lindo. Pues bien, estos chicos ya son lindos, pero queremos que ustedes usen esta cinta y la conviertan en parte del todo —y agregó con malicia—, un todo que tenga sentido, por supuesto. Tienen cinco minutos y pueden elegir al chico que ustedes quieren, pero los bañadores no los pueden mover de su lugar.

Se generó un revuelo en el grupo, igual que en todas las actividades anteriores; mientras Vicenta se sentaba a un costado para observar todos los detalles, Valeria se acercó al chico que había escogido: era fuerte, lampiño, y tenía una estructura física que demostraba que hacía mucho deporte, no sólo pesas.

—Hola —murmuró él, sonriendo.

Era muy atractivo; pero ella se recordó que el tiempo era escaso, y que casi era el momento de demostrar de todo lo que era capaz.  Realmente, con ese diminuto bañador, no había mucho para hacer, de modo que se tomó un instante para imaginar qué tipo de presentación hacer: se vio a sí misma vestida de rojo y púrpura al completo, con unos telones de terciopelo negro atrás, oscuros y misteriosos como la noche, y se imaginó con música de saxofón de fondo.

— ¿Puedo? —le dijo al chico— Es que se me ocurrió una idea, pero…
—Por mí no te preocupes —replicó él con ligereza—, estoy disponible para lo que se te ocurra, haz de cuenta que soy un maniquí.

Un maniquí muy agradable, por lo demás, se dijo ella mientras aplica a la idea que se le había ocurrido; la cinta que tenia en las manos era de color dorado, perfecta para sus planes.

—Parece que se divierten por aquí.
—Sí, tenemos mucho que hacer y aprender.

Se complicó, pero él le facilitó las cosas y separó el costado del bañador para que ella pudiera pasar la cinta.

—Gracias.
—Por nada —replicó él—, no puedo aportar ideas, pero puedo ser maleable, si lo necesitas.

Se miraron por un momento; él desplegaba una energía impresionante, era como un aura que ella no podía ignorar. Se preguntó cómo sería estar con él en una pista de baile, quizás habiéndose conocido por accidente, y actuando después de una forma traviesa.

—Inclínate un poco.

El chico obedeció la instrucción, y flectó un poco las piernas, marcando más los músculos mientras ella rodeaba su pierna izquierda con la cinta. Hizo un nudo simple, y luego pasó la cinta como espiral por el brazo del mismo lado; sólo en ese momento notó que él la miraba de un modo muy intenso.

— ¿Qué ocurre?
—Cuando tus manos estaban rodeando mi cintura —susurró él—, no te diste cuenta, pero estabas llevando el ritmo de la música con los dedos.

Valeria sintió que se le subían los colores al rostro.

—Lo siento.
—No, no te disculpes —replicó él—, sólo deja que la música suene.

Ella había terminado la idea, y se quedó un instante quieta frente a él; cara a cara, casi pudo anticipar lo que el iba decir.

—Ahora solo dime qué quieres que haga.
—Lo que pensaba es —se aclaró la garganta—, que estés volteado con el lado de las cintas hacia donde estuviera el público, y que seas como una veleta.

Vicenta dio la indicación de treinta segundos de tiempo disponible, lo que generó un pequeño revuelo en todas las chicas.

—Haré todo lo que tú quieras —murmuró él, con una sonrisa llena de picardía.

Vicenta dio un par de aplausos para indicar que el tiempo de trabajo había terminado, y les indicó a todas que debían ocupar un extremo de la sala, de frente a los chicos que habían escogido, quienes estarían del otro lado. Después de algo breve y con un solo elemento, el cambio del resultado era notable a simple vista: los hombres parecían mucho más vestidos y adornados, a pesar de que en regla sólo tenían una porción pequeña del cuerpo cubierta por una cinta, dispuesta en cada caso de una forma en particular.

—Al menos no se copiaron entre ustedes —comentó Vicenta—, eso es un buen primer paso; ahora, cada una me va a explicar en pocas palabras qué es lo que significa lo que inventaron, y su modelo va a representarlo.

2


Después de la encendida presentación con los modelos, la siguiente tarea del día previo a la salita al aire fue de cargo de Jaim, quien había encargado que dispusieran de una pasarela, justo en medio de la sala.

—Estoy seguro de que todas ustedes han estado esperando este momento —declaró desde la altura que le daba la pasare la más las botas con tacón que llevaba—, pero primero quiero que me digan cómo se han sentido todos estos días ensayando sin los tacones.
—Al principio fue difícil —se adelantó Charlene—, pero dijiste que era importante asumir el desafío, así que empecé a dejarlos, incluso en mi departamento.

Lisandro reprimió una mueca de disgusto; apenas ese mismo día la había visto llegar al lugar con tacones, los que guardó en un bolso apropiado luego de entrar.

—Esa es una buena idea. apuntó el maestro.
—Yo vi videos de bailarinas —agregó Márgara—, pero no de cuando bailan, sino de cuando caminan, y es increíble todo lo que se aprende porque ellas ensayan para verse largas y estilizadas.
—Muy buen comentario, Márgara —replicó Jaim—, pero ahora llegó el momento de que se pongan los tacones y empiecen a demostrar todo lo que pueden hacer; van a tomar un par de zapatos de ese aparador del costado, son todos iguales así que será equitativo.

El hombre esperó hasta que todas calzaron y se acercaron de regreso a la pasarela, y recién en ese momento les dijo de fe iba todo eso, dando el ejemplo ante la miraba atónita de ellas.

—Ahora, señoritas, ustedes van a hacer lo mismo que estoy haciendo en este momento: van a hacer todo el recorrido por esta pasarela de siete metros, en cuclillas.

Ninguna de las chicas se movía; Jaim demostró especial talento caminando de cuclillas, sin perder la actitud, tropezar ni resbalar, y manteniendo en todo momento el torso erguido y la mirada al frente, como si estuviera caminando como de costumbre. Cuando terminó, se estiró e hizo una reverencia, que detonó un aplauso espontáneo de todas.

—Gracias por eso, ahora es su turno.

Las cosas no fueron tan bien para las chicas, y pronto la sala se llenó de murmuraciones, exclamaciones de dolor y sonido de caídas; a las torceduras de tobillo y la humillación de caer en público se sumó el nerviosismo de estar fallando en una prueba el día anterior a la salida al aire, considerando que hasta el momento todo iba para mejor en los ensayos; mientras descansaban durante una pausa que Jaim tuvo la misericordia de darles, Nubia pensó que parecía como si esa complicada experiencia hubiese sido puesta en último lugar a propósito, para desequilibrarlas.

3


Había sido una jornada muy larga, y ya faltaba menos de un día para el inicio del programa; Valeria se había despedido de las demás y caminaba por una de las silenciosas calles del sector, cuando escuchó que alguien la llamaba.

—Valentina.

Era el chico modelo; vestía vaqueros desgastados y una sudadera blanca, y le sonreía de forma amistosa.

—Hola.
—Hola —replicó él—. Qué sorpresa, pensé que se retirarían más temprano.
—No, la jornada era hasta bastante tarde.

¿Por qué insistía en mirarla de ese modo?

—A todo esto, no me he presentado —hizo una reverencia—, me llamo Harris. Un placer.
—Para mí también.
— ¿Y tienes algo que hacer? —preguntó él con tono casi ingenuo—. Conozco un lugar donde ponen música energética todo el tiempo.

Lo dijo mientras miraba sus manos, en una evidente referencia al incidente durante la dase; Valeria no pudo evitar sonreír.

— ¿Quieres ir a una disco a las ocho?
—No es una disco, es un bar; y, si quieres, puedo decirle al DJ que sólo deje sonar la música y nos dejemos llevar. Después prometo dejarte en la puerta de tu departamento para que descanses.

Al escucharlo, sonaba tan honesto y sencillo, como si sólo fuera hacerlo y ya; pero Valeria se obligó a recordar que en menos de un día debía estar impecable para enfrentar el programa, y que además ese coqueteo, por sutil que fuera, era por completo incorrecto.

—Es una interesante invitación, pero no puedo.
—Entonces dime que lo vas a pensar para otro día —replicó él sin desanimarse—; voy a tener que estar para el programa también.

Era guapo, tenía un cuerpo de infarto y no tenía prejuicios. Pero eso no cambiaba que ella se debía a un compromiso, independiente del estado en que estuviera.

—Gracias por el ofrecimiento, en serio, pero no puedo. Me tengo que ir.

Hizo un gesto de despedida, ante lo que él automáticamente reaccionó repitiendo los gestos de aquel ensayo, moviéndose hacia ella. Como una veleta al viento.

4


Kevin Haim sabía que su porte, estilo y forma de expresarse decían mucho de él, y que al mismo tiempo casi nadie conocía de verdad sus intenciones; en el fondo, sabía que la mayoría lo miraba con admiración, pero no con respeto. No todavía.
En ese momento las dependencias de la improvisada academia estaban libres de los oídos intrusos de las postulantes a estrella, y con la primera emisión del programa a sólo horas, quiso darse el lujo de reunir por primera vez a todos los involucrados en ese proyecto: Aaron Love, el estrafalario conductor del programa, Vicenta Menares, Jaim Marsh, Marcos Canalle, Rebecca Solís, Danielle Panab y Ana María, los maestros de actitud, pasarela, artes, sincronización de labios, actuación e improvisación, respectivamente; Sandra y Vicenta, las dos productoras principales del programa, asistentes de confianza de ambas, el equipo de guionistas encargado de armar el argumento del programa, y por supuesto, Sarki a la estrella principal y la mayor contratación del programa. La mujer había llegado puntual, muy sobria con un largo abrigo negro y el cabello suelto, peinado hacia atrás.

—Gracias a todos por estar aquí.

El saludo era meramente una formalidad, ya que la invitación no había sido en tono de pregunta, excepto para Sarki, por supuesto.

—Como saben, mañana comienza el programa y quiero que todos estén bien preparados; nos enfrentamos a una primera emisión, y eso siempre es complejo. Los guionistas ya tienen preparado el argumento de los dos programas de esta semana, y es muy importante que en los días de clase las cosas se inclinen dependiendo de eso. Así las chicas estarán preparadas sin saberlo para rendir como necesitamos que lo hagan.

Notó que Sarki había hecho un leve gesto, y asintió hacia ella para darle turno de hablar.

—Querida ¿Tienes alguna duda?
—Sí —respondió ella con voz dulce—, varias en realidad, pero la primera de ellas ¿Por qué estoy aquí?
—Porque necesito pedirte que pongas especial atención en todas las chicas; más adelante necesitaré que hagas una elección.

La mujer aguzó un poco la vista, pero no varió su expresión.

—Tiene que ver con el concepto del anuncio que grabé ¿No es así?
—Así es —replicó él.
—Sabes que no escogeré a una de esas chicas si no me parece que sea digna ¿Cierto?

Sí, sabía que una de las razones por las que ella había permanecido en el mundo del espectáculo por tanto tiempo es por un compromiso con la calidad de todo lo que la rodeaba; su representante se encargaba de los asuntos legales de los contratos, pero ella jamás cedía en su forma de trabajar.

—Lo sé, y me encanta que sea así, porque cuando suceda será honesto, será real.

La mirada de ella indicaba un claro “si es que sucede” con grandes caracteres, pero no lo dijo.

—De todos modos, también hay otro tema que es importante, y es tu participación en el programa; queremos que estés en una sala acondicionada haciendo los comentarios acerca de las presentaciones de las chicas.
—Eso es auténticamente mi área —declaró ella— ¿Necesitas la verdad televisiva o la completa?
—Por el momento, la televisiva, quiero darles chance a las chicas de mostrar un poco de lo que saben hacer —replicó él, con una amable sonrisa—, y una cosa más: que me regales un posteo en Pictagram anunciando que mañana estarás con nosotros.

Ella esbozó una sonrisa; en la actualidad se había convertido en una de las celebridades más seguidas en las redes sociales sin necesidad de auspiciar productos, algo que muchas de las estrellas con la mitad de su edad no podían ni sónar con lograr.

—Está bien, pero tienes que saber que este favor me lo debes, bribón.

Después de finiquitar el resto de los detalles con el equipo, Kevin los despidió a todos, sabiendo que Sarki se estaba rezagando por un motivo. Cuando al final los dos quedaron solos, él le dedicó una mirada cargaba de intención.

—Ahora nadie nos escucha, puedes decirlo con toda libertad.

Ella le devolvió una mirada lo suficientemente acerada como para dejar en claro que iba a hablar en serio.

—Sabes que no me involucro en proyectos que fracasan.
—Lo sé —replicó él, con calma.
—Necesito que me digas que este programa va a funcionar —continuó ella, aunque su tono no era el de una petición—, quiero oírlo, Kevin.
—Te garantizo que será un éxito.

El sostuvo la mirada de la mujer, mientras ella se daba el tiempo de extender el silencio entre los dos.

—Tiene que haber algo más —indicó ella, con tranquilidad—, eres un chico listo, demasiado listo como para confiar en que un reality va a funcionar sólo porque tiene guionistas.
—En eso tienes razón —explicó él, resignándose a entregarle la información—. Escucha Sarki, esto es confidencial, no puedes decírselo a nadie.
—No saldrá de aquí —confirmó ella, imperturbable.

Kevin se lo dijo, y cuanto hubo terminado de darle esa valiosa información, la mujer esbozó una amplia sonrisa de satisfacción. Si, en efecto el éxito del programa estaba asegurado.


Próximo capítulo: Cuatro minutos