La última herida Capítulo 15: Pistas equivocadas - Capítulo 16: Carrera contra la muerte




Después de unos minutos Matilde había conseguido sacar de sus manos la mayor parte de las manchas que tenía: se había lavado la cara y atado el cabello a la altura de la nuca, aunque no podía hacer mucho con respecto a las manchas que tenía la ropa. Sabía con más claridad que tenía que recuperar su número celular e ir a ver a Patricia, los golpes y la herida en la pierna no le parecían tan relevantes en ese momento; salió del baño tratando de mostrarse más tranquila y contenida, y le pidió al hombre que la acompañara hasta la calle donde abordó un taxi. Por suerte el taxista, si es que notó el estado en que se encontraba no dijo nada y le permitió estar tranquila mientras regresaban a su departamento. Subió rápidamente intentando no pensar en nada, fue a su habitación y se cambió de ropa, ya tendría tiempo para darse una ducha que le hiciera sentir que podía quitarse del cuerpo aquella sensación de aceite, oscuridad y encierro que la había aterrorizado antes: se puso unos pantalones de vestir con una camisa y una chaqueta encima y unos zapatos cómodos; volcó todo el contenido del bolso en una mochila que usaba muy de vez en cuando pero que le sería más útil en un momento como éste en que necesitaba sentirse cómoda.
Por suerte conservaba consigo todos los documentos, de modo que el siguiente problema que tenía era ocuparse de recuperar su número celular.

Un momento.

Si Antonio había estado acechándola todo el tiempo, si la forma en que había tratado de matarla no era más que la culminación de todo lo que había hecho antes por acercarse a ella ¿Cómo sabía que podía confiar en las otras personas que la rodeaban? No, no podía desconfiar de Soraya y Eliana, ellas eran sus amigas y no simplemente alguien que había aparecido de la noche a la mañana. Pero si no debía desconfiar de sus amigas tal vez sí debería hacerlo de las personas que la rodeaban; al llegar a su edificio el conserje no se encontraba en la entrada, podría ser una casualidad pero quizás sería mejor que él no la viera al momento de salir: decidió bajar por la escalera que daba al estacionamiento trasero y desapareció por la siguiente esquina. Está bien, Antonio había tratado de matarla y según sus propias conjeturas después de haber estado inmiscuyéndose en su vida, pero ella misma había llegado a la conclusión de que no era buena idea ir a la policía porque su versión era por completo inverosímil, no habían pruebas ni testigos y algo en su interior le decía que si llegaban a encontrarlo y preguntarle, él lo negaría todo con la misma facilidad con que le había mentido, y eso si es que en primer lugar alguien lograba encontrarlo. Alejándose un poco más del edificio y siguiendo una ruta que nunca seguía, la joven se encontró a pocas cuadras con una pequeña tienda de oportunidades y compró un teléfono celular en efectivo; puso en su interior la tarjeta de su estropeado teléfono, pero mientras caminaba se detuvo un momento más a pensar si era buena idea o no encenderlo, tal vez estaba pensando tonterías producto de lo que se veía en las películas de acción, pero si Antonio había estado espiándola tal vez tenía una forma de rastrear su número si es que ella lo volvía a poner en funcionamiento. ¿Volvería a terminar el trabajo pendiente si descubría que ella estaba viva? De todas maneras necesitaba la agenda del teléfono y estar preparada para comunicarse en determinado caso, así que optó por  la alternativa que se le ocurrió y encendió el celular dejándolo en modo avión; se sentó en el banquito de una parada de autobús y sacó de su bolso un lápiz y una pequeña libreta donde apuntó el número de Soraya, el de Eliana, el de sus padres y también los números de emergencia de la clínica en donde Patricia estaba internada, aunque de momento no le pareció prudente llamar. Había comenzado a preocuparse de la posibilidad que estuvieran persiguiéndola, pero tal vez el lugar en donde había sido arrojada por Antonio hiciera más improbable que alguien creyera que podía escapar.


2


Soraya entró en la pequeña oficina de la doctora Miranda y se sentó ante su escritorio.

— ¿Se le ocurrió llamar a la policía?
—No, no lo hice, como le dije antes puede ser que todo esto no sean más que figuraciones mías y no quiero que Matilde se enoje conmigo si es que todo es un mal entendido.
—Pero usted sabe que todo esto es extraño —dijo la doctora—, mire, como profesional he visto casos en los que una persona afectada por quemaduras abandona el tratamiento que está siguiendo, mientras que hay otras que optan por tratamientos más costosos en otros centros, o incluso medicina alternativa. Por lo general los profesionales de la salud creen que la medicina alternativa es bastante inútil pero yo no lo creo, pienso que puede ser un buen complemento, pero las heridas que sufrió Patricia no son superficiales. Estuve averiguando y ella no fue registrada en ningún centro médico público o privado, sé que no debería estar investigando porque es antiético, pero luego de la conversación que tuve con su hermana quedé muy preocupada.

Soraya frunció el ceño.

— ¿A qué conversación se refiere? —dijo Soraya.
—Poco después de que se me informara que Patricia había dejado el tratamiento me comuniqué con Matilde y le pregunté qué era lo que había ocurrido; también le dije que quería ver a Patricia pero no me lo permitieron, además Matilde se mostró muy reservada con respecto al tema, no quiso decirme qué tratamiento estaban siguiendo ni tampoco dónde, sólo se limitó a asegurarme que había sido una decisión familiar y que el nuevo tratamiento estaba dando buenos resultados.

Soraya llevaba pensando los últimos minutos en eso mismo, en que Patricia había desaparecido e forma misteriosa ¿después de haber estado completamente desaparecida en realidad? Porque después de salir de la urgencia nadie la había visto, sólo sabía de lo que pasaba con ella a través de su hermana. La doctora Miranda le dedicó una mirada inquisitiva.

— ¿Usted sabe dónde estaba realizando ese tratamiento?

—No, no lo sé, pero usted dijo que antes había estado investigando si Patricia había sido ingresada en alguna clínica, podría volver a revisar la información ahora.

Romina Miranda era una mujer que por lo general se llevaba por sus instintos y eso la había hecho una profesional cercana a sus pacientes pero en situaciones como ésta le hacía arrepentirse ya que quedaba directamente relacionada con algún caso. Su preocupación constante por la forma en que Patricia fue retirada del tratamiento no había disminuido con el paso de los días, y saber por medio de la amiga de su paciente que se había suscitado una emergencia para ella no era más que la culminación de sus temores. En su ordenador ingresó al sistema informático que le permitía ingresar a distintas bases de datos; en realidad las clínicas mantenían en contacto y realizaban intercambio de información de la misma manera que las aseguradoras, por lo tanto no era difícil entender que los datos se encontraban en un punto intermedio aun cuando esto no se supiera de manera oficial. Muy bien podría ser un delito que ella ingresara a esos sistemas utilizando una clave que se había conseguido años antes, pero también es cierto que gracias a esa clave y al acceso a esta información había podido salvarle la vida a un niño hacía tiempo. Ingresó el nombre de Patricia en el sistema y un momento después en control emergencia a la cual se refirió Soraya antes.

—Aquí está el registro de los datos de Patricia —dijo la doctora al cabo de un momento—, dentro de la información de la urgencia de una clínica privada, se trata de la clínica Arces.

No quedaba lejos de ahí, pensó Soraya.

—Doctora ¿puede ver alguna otra información?
—Solo puedo ver el registro de urgencias, probablemente de cuando fue ingresada durante esta madrugada; por lo general por temas de comodidad el resto de los informes se realizan a mano y son ingresados cada cierta cantidad de horas, pero al ser un registro interno de la clínica es improbable que lo pueda ver desde aquí.
—Entonces voy a ir a esa clínica —dijo Soraya decidida—, no me puedo quedar tranquila mientras no sepa qué es lo que está sucediendo.
—Espere —dijo Romina—, voy a acompañarla.
— ¿Está segura?
—Sí, lo estoy, además en el caso que a usted le nieguen la información yo tengo forma de acceder a ella.
—No perdemos nada con investigar —dijo Soraya—, pero si en el camino descubrimos que en realidad es un error ambas vamos a quedar en ridículo.


Salieron de la oficina de la doctora caminando rápido hacia la salida.

—Hola ¿y tú qué haces aquí?

Soraya miró hacia un costado, de dónde provenía la voz la voz. Hizo un gesto de saludo.

—Hola, qué sorpresa.

Antonio sonrió y se acercó a ella.

—Vine a buscar el resultado de los exámenes de una tía ¿y tú estás bien, tienes algún problema de salud?

Soraya pasó la vista de la doctora a Antonio y de vuelta a la profesional; ésta los miraba fijamente pero sin hacer ningún gesto.

—Vine a tomar desayuno con mi amiga —dijo señalando a la doctora—, hace tiempo que no nos vemos y siempre es bueno mantener el contacto.
—Entonces era eso —dijo de él—, por un momento me había preocupado. Y cuéntame cómo están Matilde y Patricia.
—Bien por lo que supe —respondió ella—, hace un par de días que no hablamos, Matilde está con mucho trabajo y Patricia con lo de la recuperación.
—Por supuesto —dijo él frunciendo el ceño—, yo voy a ir a ver lo de mis exámenes, que tengas un buen día.
—Gracias, igual para ti.

Las dos mujeres continuaron caminando hacia la salida del centro médico.

—Ese hombre es amigo suyo.
—Sí —respondió Soraya dubitativa—, qué extraño, no recuerdo que me haya dicho que tenía una tía viviendo aquí en la ciudad.

Le había parecido muy extraño encontrarse con Antonio en ese lugar y precisamente en un momento como ese; desde la salida del instituto no se habían vuelto a ver y ahora se lo encontraba por casualidad dentro de un centro médico cuando su mejor amiga y la hermana de ésta estaban desaparecidas. Claro, y ella había mentido de manera instintiva. ¿Qué les pasaba a todos?

—Mi auto está a un costado en el estacionamiento —dijo la doctora interrumpiendo sus pensamientos—, llegaremos a nuestro destino en unos minutos.



3


Aún no era medio día cuando Matilde llegó a la urgencia de la clínica privada en dónde estaba internada Patricia desde la madrugada, y preguntó en recepción por el doctor Medel. La mujer de la recepción no le prestó mayor atención pero consultó los datos en el ordenador.

—El doctor Medel se retiró temprano en la mañana.
— ¿Qué? Pero no es posible, me dijo que iba estar aquí.
—Según la información que tengo —dijo la recepcionista—, anunció que tenía una emergencia personal y se retiró.

Matilde no se esperaba algo como eso, pero aún necesitaba saber qué estaba pasando con su hermana y saber en qué estado se encontraba.

—Disculpe, necesito saber que doctor está viendo el estado de una paciente.
— ¿Quién es ella?
—Es Patricia Andrade, ingresó en la madrugada.

La recepcionista ingresó la información en el ordenador y después de unos momentos quedó mirándola fijamente.

— ¿Qué nombre me dijo?
—Patricia Andrade.

La mujer de la recepción frunció el ceño.

— ¿Está segura señorita? Porque no tengo registro de ninguna persona con ese nombre que haya ingresado en esta urgencia.


4


No dijo ni una palabra, solo salió de la urgencia lo más rápido que pudo.

—Por Dios, por Dios…

Estaba muerta, estaba muerta.

—Por Dios, no puede ser…

Ni siquiera podía llorar, pero en ese momento estaba segura de lo que estaba ocurriendo era eso, no importaba por qué ni las circunstancias, Patricia estaba muerta igual que debería estarlo ella. Antonio había ido a matarla para deshacerse de ella mientras alguien más eliminaba a su hermana del mapa ¿El doctor Medel?

—Dios….

Estaba entrando en pánico. Desde el momento en que logró salir del túnel del ascensor estaba pensando en qué pasaba, pero su primera preocupación era Patricia, reunirse con ella y saber en qué estado se encontraba, y ella misma había ingresado y hablado con el doctor Medel.
Un doctor que pese a su escepticismo había decidido darle algo de crédito y ayudarla.
¿Cómo había podido ser tan tonta?
Ella había puesto en manos de un asesino a su hermana cuando no podía defenderse, mientras iba de voluntad propia a ponerse en las manos de otro, y poco a poco las cosas comenzaban a encajar, el departamento, la llamada, las casualidades, todo parecía tener sentido y era cada vez más horrible conforme lo pensaba, porque de seguro su relación con la Clínica Cuerpos imposibles y el extraño ataque que sufriera Patricia durante la noche estaban relacionados ¿Alguien quería hacer desaparecer toda la información? ¿Acaso ella y su hermana no eran más que una molestia en el camino para alguien a quien no podía identificar?
Sentía que todo su cuerpo comenzaba a temblar, estaba más sola de lo que jamás podría haber imaginado ¿Qué iba a hacer?
Mientras caminaba apresuradamente a través del estacionamiento volteó un momento hacia la urgencia ¿debería llamar a la policía al menos para denunciar la desaparición de su hermana, del cuerpo de su hermana? ¿O hacer algo así simplemente daría prisa a un trabajo que probablemente estaba inconcluso?
Una mano se posó sobre su hombro.

— ¡Noo!

Soraya trató de acercarse, pero la joven reaccionó apartándose mientras gritaba.

— ¡No se me acerque!
—Matilde, soy yo.
— ¡No, no!

La doctora se acercó a Matilde, y al verla descontrolada optó por darle una bofetada, que consiguió controlar sus gritos.

—Cálmese por favor.

Durante un momento la joven no pareció reconocer a ninguna de las dos, pero después reaccionó y estalló en llanto mientras se arrojaba a los brazos de Soraya.

—La mataron, la mataron, estoy segura de que la mataron….

Soraya la cobijó en sus brazos al tiempo que la consolaba.

—Tranquila, estoy aquí amiga, tienes que calmarte, no entiendo nada de lo que dices.

La doctora Miranda sabía que algo estaba muy mal, pero antes de entrar en una clínica donde aparentemente había ocurrido algo importante quería tener algo más de información. Matilde estaba saliendo muy lento del estado de shock en el que se encontraba.

—La hicieron desaparecer, ellos lo hicieron, sé que ellos lo hicieron…

No estaban llegando a ninguna parte. Soraya tuvo que apartarse de ella, y con el corazón oprimido, mirarla fijo y hablar fuerte y claro.

—Matilde, ahora tienes que calmarte y decirme qué diablos está pasando. Deja de llorar.

La joven la miró durante unos segundos, y conteniendo las lágrimas a la fuerza logró hablar con más claridad.

—No está. Patricia no está en la urgencia, desapareció y dicen que nunca fue ingresada, y el doctor Medel tampoco está.

La doctora sintió que se le revolvía el estómago ¿Podría tener eso que ver con un antiguo caso que recordaba? Si era así, las cosas serían graves.

— ¿Eso es lo que le dijeron?

Matilde apenas podía contener las lágrimas.

—Estoy segura de que la mataron. Soraya, la mataron.
— ¿Pero por qué dices eso? Tal vez es un error, o la trasladaron.
— ¡No! No es un error, tiene que ser obra de la misma gente, él debe estar detrás de todo esto.
— ¿De qué estás hablando?

Hasta ese momento no había tomado en realidad el peso de la situación en la que se encontraba, pero al exteriorizarlo, sintió el real peligro que se había cernido sobre ella y que quizás estaba punto de volver. Al principio, encerrada en ese horrendo lugar había tenido miedo, pero también estaba aturdida, y la confusión había cegado sus sentidos de la misma manera que la oscuridad lo había hecho con sus ojos, y luego, al conseguir escapar, se había obligado a pensar con claridad, enfrentando una situación por completo nueva, en donde no sabía en quien podía confiar. Aún así pensó que aquel acto horrible de parte de alguien a quien creyó conocer era algo superado, o tan siquiera asumido, pero la verdad es que, probablemente de igual manera que el día en que Patricia había tenido el accidente, Matilde solo se había concentrado en lo que tenía que hacer, en la forma de mantenerse activa cuando la situación lo requería. Patricia había sufrido un ataque, todo rastro de la clínica Cuerpos imposibles se había desvanecido en el aire, y cuando pretendía, o mejor dicho creía haber encontrado una vía de escape, alguna forma de volver a encauzar las cosas, la sorpresa atacaba de nuevo. La información que le entregaron en la urgencia de la clínica había colmado su capacidad, y tembló solo de recordar el nombre de quien unas cuantas horas antes habría pensado que era un buen amigo.

—Antonio…
— ¿Qué pasa con Antonio?

Tenía que decirlo, tenía que exteriorizarlo para poder controlarse, o seguiría llorando igual o peor que si estuviera aun encerrada en ese túnel.

—Él trató de matarme.




Capítulo 16: Carrera contra la muerte


Cuando Romina escuchó a Matilde decir que habían tratado de matarla, de inmediato pensó que lo peor podía estar sucediendo en realidad; si sus temores eran acertados, las cosas podían haberse salido de control.

— ¿Qué? —exclamó Soraya mucho más alto de lo que habría querido— ¿de qué estás hablando, por qué?
—No lo sé, no entiendo nada de lo que pasa —dijo Matilde—, pero acaban de decirme que mi hermana nunca estuvo allí —señaló la urgencia con dedos temblorosos—, creo que la mataron, Soraya,  es horrible…

Los peores miedos que pudiera haber tenido Soraya no eran nada en comparación con lo que estaba escuchando, pero antes que ella misma pudiera reaccionar de alguna manera, la doctora lo hizo.

—Tienen que ponerse a resguardo.
— ¿De qué habla?

No podía decirles lo que estaba suponiendo, en primer lugar porque aún no tenía la seguridad, y en segundo porque sería demasiado difícil de explicar con pocas palabras. Pero eran un problema a la hora de ir a resolver las dudas que tenía al respecto.

—Escuche Matilde, si su hermana está o estuvo allí yo puedo averiguar qué es lo que pasó, pero es preciso que se protejan; Matilde, si ese hombre del que habla de verdad intentó matarla, no es bueno que estén afuera. Soraya, lleve a Matilde a mi auto y quédense ahí, yo voy a entrar en esa urgencia para descubrir que sucede.

Le pasó las llaves a Soraya y se fue a paso rápido hacia el interior; mientras tanto la mujer se llevó de inmediato a su amiga al interior del auto de la profesional.

—Siéntate aquí y explícame eso de Antonio ¡Pero si tienes una herida en una pierna!

Matilde estaba tratando de contener las lágrimas, pero a cada segundo las cosas parecían peores; inspiró profundo para intentar hablar con claridad.

—Es mucho peor de lo que parece, de lo que yo misma entiendo, yo…
—Espera, espera —la interrumpió Soraya—, no entiendo nada de lo que dices ¿Por qué estabas con Antonio, qué tiene que ver Patricia?
—Escucha, no sé lo que está pasando, pero mi hermana… te mentí Soraya, no te dije la verdad del tratamiento.

Entonces sí había una razón por la que no habían visto a Patricia, en eso estaba en lo cierto.

— ¿Qué pasó con el tratamiento, qué hicieron?
—Patricia estaba asistiendo a un tratamiento en una clínica privada, y anoche tuvo un ataque muy extraño —hablaba sin detenerse, reviviendo dolorosamente cada uno de los acontecimientos mientras los relataba—, y de pronto la gente de la clínica no estaba, todo había desaparecido… llamé a Antonio para que me ayudara, él me dijo que podía encontrar a una persona que me ayudara y quedamos de vernos hoy, pero cuando nos juntamos…

Su mirada, esos ojos fijos en ella, la mano empujando su pecho con fuerza, no era accidental, recién comenzaba a entender que las cosas no estaban sucediendo de manera accidental.

— ¿Qué hizo?
—Me empujó por el conducto de un ascensor, no sé cómo es que sobreviví, pero ahora creo que de alguna manera todo está relacionado, y aquí me dijeron que Patricia nunca estuvo, creo que él podría estar detrás de todo esto y es mi culpa, es mi culpa…
—No, no es tu culpa —la interrumpió su amiga con firmeza—, no importa lo que pase, no es tu culpa, mira, vamos a hacer esto, vamos a esperar a que vuelva la doctora y mientras tanto me vas a contar todo lo que pasó con lujo de detalles.


2

La doctora Miranda entró en la urgencia a paso firme, luchando por controlar sus emociones; tenía una lista de nombres bastante corta en su mente, y de esos seis nombres sabía que dos estaban en el extranjero, lo que la dejaba con menos opciones ¿Podía ser que después de siete años aquel horrible tema volviera a surgir? La posibilidad de que Patricia estuviera muerta era bastante grande, pero no podía desesperarse, no aún. Lo primero era usar el delantal como un arma para que le hicieran las menos preguntas posibles, de modo que se acercó a la recepción.


— ¿Quién está como jefe de turno?

La recepcionista hizo una breve pausa, y decidió omitir las preguntas.

—La doctora Salvatierra.
—Debe estar en el casino.
—Sí, parece que la conoce.
—Somos compañeras de bastantes años, te lo agradezco.

Se retiró hacia el casino a paso rápido; conocía a esa mujer hacía años, pero no eran ni siquiera amigas, se trataba de una mujer déspota y fría, pero conocerla le serviría para poder hacer unas indagaciones. Se acercó a una enfermera.

—Buenos días, ¿Ha visto al doctor Medel?
—No está, se retiró —respondió la mujer— ¿para qué lo necesita?
—Vengo a una reunión con la doctora Salvatierra y con él, es por un caso muy complejo.

Mencionar a Salvatierra hizo el efecto deseado, la mujer frunció el ceño preocupada ante cualquier relación con ella.

— ¿Preguntó en recepción?
—No pude, había una emergencia, de hecho voy al casino, creo que la doctora está ahí.
—Sí, habitualmente toma una merienda a ésta hora.
— ¿Y sabes qué le pasó al doctor Medel? Es extraño que se haya retirado, es tan responsable.
—Estaba con una paciente complicada —dijo la mujer con tono confidencial—, había sufrido un ataque o algo parecido, dijo que iba a hacerse cargo de manera personal.
—Debe ser el mismo caso por el que me llamaron —replicó Romina con seriedad—, la señorita Andrade, estaba con un cuadro muy complejo por lo que me dijeron.
—Solo se hizo el ingreso —dijo la enfermera algo turbada—, pero no sé qué pasó después, creo que la trasladaron antes que él se retirara, porque no estaba después.

Era suficiente información por el momento, pero aún tenía que investigar algo más.

—Entiendo.
—Doctora, disculpe, pero no quiero tener problemas…
—Ni lo menciones —la interrumpió sonriendo—, esto no lo escuché, no sé nada. Voy a hablar con la doctora Salvatierra como si no hubiera escuchado nada, y tú harías muy bien en hacer lo mismo.

Dejó a la enfermera un poco más tranquila, contando con que el miedo a Salvatierra mantuviera esa conversación en secreto, al menos de momento. Siguió por un pasillo hacia las unidades reservadas, saludó a un par de técnicos con los que había trabajado anteriormente y siguió como si nada pasara alrededor. ¿Cómo podía haber creído siquiera por un momento que Medel no volvería a caer si ya había sucedido una vez antes? Contando con que Salvatierra no decidiera aparecer por los pasillos sorpresivamente, la mujer continuó recorriendo el lugar haciendo un mapa mental del sitio; los hospitales y las clínicas, por muy grandes que fueran, obedecían a un diseño básico muy similar, que se debía a que en todos esos sitios era necesario trasladar pacientes, guardar suministros y recibir ambulancias entre otras cosas. Después de unos minutos ya tenía claro donde estaba cada cosa, pero aún tenía que encontrar el acceso a la planta inferior; poco después se encontró con un cartel que indicaba que cierto pasillo estaba cerrado por trabajos, pero qué redundante el método para ocultarse en el mismo sitio. Con cuidado traspuso el umbral de una puerta, y a paso lento continuó caminando mientras trataba de mantenerse controlada ¿Qué se suponía que iba a decirle a Matilde?
En ese momento sintió ruido de pasos y se acercó a la puerta de un depósito de medicamentos.

—Roberto.

El hombre volteó sorprendido al verla; su rostro pasó de la sorpresa a la consternación y de allí a la confusión en tan solo una milésima de segundo.

—Romina ¿Qué haces aquí?
—Trato de averiguar qué hiciste con Patricia Andrade, y no me digas que no está aquí como dicen en recepción, te conozco lo suficiente como para saber que me mentirías.

Durante unos instantes estuvieron mirándose fijo, pero aunque él no se mostró agresivo, si había un tono de molestia en su voz.

— ¿Cómo sabes de ella?
—Fue mi paciente. Dime que no volviste a hacer lo mismo otra vez.
—Romina, no seas ridícula, todo eso quedó en el pasado.
— ¿De verdad quedó en el pasado? —espetó ella con fuerza, fulminándolo con la mirada— ¿puedes decirme eso después que Patricia desapareció? Sé por lo que ha pasado y sé que no es casual.

El hombre se contuvo de decir algo, claramente no esperaba quedar en evidencia.

—Lo que estás diciendo no tiene sentido.
—Entonces dime dónde está Patricia.
—Está aquí, y está viva y completa si es eso lo que te estás preguntando. La escondí porque creo que corre peligro.

Eso concordaba con lo que le había dicho Matilde, pero si no se trataba de aquel hecho, de verdad no sabía qué era.

—Debo verla.
—Ella está bien.
—No vas a pensar que creo en tu palabra por el amor de Dios. Llévame con ella ahora.

Después de un momento él accedió y la acompañó hacia un cuarto al fondo del subterráneo que se señalaba arriba que estaba en mantención.

— ¿Por qué la sacaste de arriba?
— ¿Qué es lo que sabes?
—Matilde me contó todo, está desesperada porque piensa que mataron a Patricia, y cuando supe que tú estabas en medio creí lo mismo.
—Nunca vas a dejar de condenarme, ya he pagado suficiente diablos.

Entraron en silencio al lugar; Romina esperaba encontrarse con todo un aparataje de máquinas en pleno funcionamiento, pero se quedó de una pieza al ver que la mujer estaba simplemente tendida sobre la camilla, inmóvil con las manos cruzadas sobre el vientre.

— ¿Qué es esto, por qué la tienes así?
—Tienes que acercarte a verla —dijo él cuando ya estaba junto a la mujer—, cuando la veas vas a entender por qué es que la oculté aquí.



Próximo capítulo: Personas que caminan

Broken spark Capítulo 7: Una santísima trinidad



Mientras Optimus y Rattrap avanzaban a paso rápido en dirección de la nave de Megatron, Dinobot ralentó un poco sus pasos, aunque sin dejar de seguir el mismo camino.

— ¿Qué te pasa lagartija?
—No me pasa nada —replicó con sequedad—. Sigan avanzando y no se distraigan, Megatron nos espera.

El viaje estaba siendo silencioso, por suerte. Dinobot no había dejado de observar la actitud de los otros dos mientras avanzaban de regreso a la nave ¿qué era lo que en realidad estaba sucediendo?

—Esto no está bien —murmuró para sí—. Las cosas no son como deberían.

En ese momento recordó su plan, y la forma en que lo había puesto en práctica tan pronto la nave se estrelló en la superficie ¿por qué había dejado todo de lado de un momento a otro? No, no era eso, había cambiado de opinión, proponiendo una alianza a Optimus para vencer al líder, mientras que en realidad sólo estaba ganando el tiempo para provocar la oportunidad necesaria para realizar el plan que estaba delimitado desde antes ¿Por qué le parecía a la vez que eso no tenía sentido, y que sí lo tenía?

—No…no es posible…yo soy…

Se detuvo un momento, necesitaba ordenar sus ideas.

— ¿Vas a caminar o no?
—Dije que no se distraigan —exclamó con firmeza—. Sé cuál es el camino, sigan avanzando mientras los alcanzo.

Dio un paso, dos.

—Por el Allspark…entonces es eso…Megatron me hizo lo mismo que a ellos…

2

Airazor volaba con total soltura, dejando que el viento hiciera el trabajo de trasladarla mientras miraba el horizonte; Tigreton parecía muy seguro de sí mismo, y al mismo tiempo respetuoso de ella, lo que resultaba reconfortante dadas las circunstancias. A numerosos clics de distancia percibió humo, y su instinto le dijo que se trataba de los otros habitantes de ese planeta, el resto de las bestias que estaban desperdigadas por todas partes; sí, era necesario imponer un orden, antes que esos desadaptados destruyeran el lugar ¿Cómo era posible que no pudieran mantener el equilibrio natural? A su alrededor, en las llanuras que estaba sobrevolando en esos momentos, otros seres, incluso algunos similares en forma, vivían y morían en un delicado equilibrio, aprendiendo a protegerse, conseguir alimento, cazar y morir de acuerdo a sus capacidades. Nadie intentaba destruir nada que no fuese necesario, ni controlar algo que no le perteneciera; excepto aquéllos con los que compartía la chispa, y que en esos instantes le parecían tan lejanos como los recuerdos de su paso por Cybertron antes de ser sometida al sueño falso de la vaina stasis: recordaba poco, ya que su ingreso en la vaina fue muy poco después de su salida del manantial, pero ahora que vivía en plenitud, le parecía inconcebible que una raza con tal nivel de avance tecnológico fuese al mismo tiempo tan retrógrada como lo era, con ese afán de destruir y de rechazar la convivencia. Tigreton había expresado su sentir con claridad y un tono correcto, y ella, ahora que veía las cosas con total claridad, estaba convencida de que era eso lo que había que hacer; se encontraban en un paraíso lleno de vida, se encargaría de forma personal de mantenerlo así.
Pero había algo que le faltaba.
De alguna forma, algo en su interior le decía que las cosas estaban de cierto modo, incompletas. Necesitaba algo adicional, algo que complementara su forma de actuar pero ¿De qué se trataría?
Tal vez necesitaba observar un poco más a las especies nativas, y comprender a través de ellas aquello que estaba haciendo falta en su existencia.

3

— ¿Qué fue eso?
—No te distraigas pajarraco.

Cheetah sintió que todos los circuitos se oprimían unos con otros. “Estás sólo” se dijo, no hay nadie más en este planeta a quien recurrir. Quién diría que precisamente yo me iba a convertir en la última esperanza de los maximales.
El sonido había sido lo suficientemente lejano como para confundirse con un trueno, y así se lo hizo saber a Terrorsaur.

— ¿Un trueno?
—Sí, son habituales en esta zona, pensé que Tarantula ya te lo habría dicho.

El otro continuó volando e hizo un gesto de indiferencia.

—Y dime ¿Qué se siente ser un predacon?

Ser veloz le daba la ventaja de poder asimilar las preguntas y replicar sin que se notara una demora que indicara duda. Tenía que deshacerse de él, pero con os comunicadores resultaba difícil.

—Se siente justo como que quisiera encontrarme con ese tigre fanfarrón y llevarlo en pedazos con Lord Megatron ¿No puedes ir más rápido?

Terrorsaur no contestó por un momento.

—Diablos, estoy perdiendo tiempo por tu culpa, a estas alturas ya podría estar de regreso con un informe.

“No, no vas a provocarme” pensaba Terrorsaur en esos momentos; tengo una provisión de energon que me hará el más rápido alrededor, pero no la usaré cuando alguien como tú podría dar informes desafortunados, y no traicionaré la orden de Megatron aunque quiera.

—Lord Megatron fue claro en las instrucciones, si me dejas atrás regresaré a la base y le diré que cometiste traición.
—Qué inteligente de tu parte. Ya falta menos, no te distraigas, terminemos pronto con esto.

Estaba aterrado ¿Cómo se suponía que iba a conseguir encontrar el resto de las vainas estando sólo? Rhinox era el único que quedaba, y a juzgar por sus planes, no había conseguido el antígeno, por lo que había decidido inmolarse junto con la base de Megatron; eso significaba que quedaba sólo Terrorsaur por ese lado, Dinobot junto a los dos nuevos predacons por otro, y el nuevo enemigo en un tercer punto. Resultaba imperativo eliminar a Terrorsaur sin que pareciera su culpa, y encontrar cuanto antes las otras vainas stasis, para tener a alguien a quien recurrir. Sentía que su muerte sólo era cuestión de algunos clics.

4

Para el momento en que Dinobot y los demás llegaron a su destino, la nave predacon era un enorme montón de chatarra espacial humeante y cubierta de cenizas; el olor a azufre y cables quemados inundaba el ambiente, mientras aún en distintos puntos saltaban chispas de energía producto de los incesantes cortocircuitos. Los tre se quedaron inmóviles, mirando sin poder creer lo que sus ópticos contemplaban.

—Por la gloria de Unicron —exclamó Rattrap— ¿Qué diablos pasó aquí?
—Los fugitivos pasaron —replicó Optimus de mal modo, fijando la mirada en la superficie de la nave hecha añicos—. Se nos adelantaron y consiguieron destruir la nave predacon, deben haber tenido este plan desde hace mucho.
— ¿Y qué es lo que se supone que sucedió? ¿Megatron está muerto?

Optimus no respondió, y en cambio activó los propulsores para dar un sobrevuelo; en esos momentos era imposible acercarse más a la nave, el fuego y la temperatura quemarían sus circuitos tan sólo con la cercanía pero ¿era posible que, en realidad, ese fuera el fin del líder predacon? En un vuelo rasante miró con atención la superficie, las hendiduras y los agujeros que las diversas explosiones habían provocado, comprobando que se trataba de un ataque desde dentro, muy probable que fuese a través de una bomba de gran poder. Descendió junto a los otros.

—No se ve nada desde arriba tampoco.
—No puedo creerlo —exclamó Rattrap—, esto es una desgracia, me pregunto si cuando baje la temperatura tendremos algo de los restos de Lord Megatron.
—Merece una ceremonia por todo lo alto —replicó Optimus—, pero de momento es más importante encontrar a os fugitivos y cobrar venganza.

Se hizo un nuevo silencio en el grupo, hasta que la rata notó el extenso silencio del saurio.

— ¿Y a ti qué te pasa, no piensas decir nada?

Dinobot no contestó durante unos segundos. Planes y contra planes se estaban desarrollando en esos momento pero p sería en realidad ese ataque obra de los dos que huyeron desde la nave autobot? ¿O era alguna de las maquinaciones enfermizas de megatron, para despistar, o quizás sólo para divertirse? No importaba lo que pasara, resultaba increíble, y casi imposible, que Megatron hubiese muerto así, sin más, víctima de una explosión, incluso si esta era sorpresiva. Los otros dos no podían saberlo, pero él sí lo conocía, lo conocía lo suficiente para saber que era demasiado hábil como para caer de esa manera, y demasiado ambicioso como para no tener un plan alternativo. O muchos de ellos.

—No iremos en busca de los fugitivos.
— ¿Qué? ¿Te volviste loco?
—No, estoy muy cuerdo —replicó con un tono de voz indescriptible, susurrante aunque no amenazador—. Mientras no se certifique la muerte de Megatron, él sigue siendo el líder de los predacons, y eso significa que no tomaremos decisiones por nuestra cuenta hasta que él nos autorice.
—Pero…
—Sus instrucciones fueron volver a la base, y eso es lo que hemos hecho. Dentro de algunos ciclos la temperatura ya habrá bajado lo suficiente, y podremos acercarnos a explorar la nave atacada; mientras tanto, esperaremos.

5

Cheetah se convirtió a modo robot y se acercó a un grupo de árboles, los que ya empezaban a espaciarse a medida que se aproximaban al territorio congelado en donde el tigre estaba recluido por voluntad propia, esperando atacar.

— ¿Qué es lo que te sucede?
—Estoy con mis reservas de energía un poco alteradas —replicó vagamente—. Necesito estirar los circuitos un instante.

Terrorsaur descendió, posándose sobre una roca, a prudente distancia.

—Hace un par de clics dijiste que tenías mucha prisa, y ahora estás muy cansado ¿No es eso contradictorio?

Ese era el medio para conseguir lo que se proponía. Meneó la cabeza en gesto de cansancio.

—Escucha, creo que ambos estamos sometidos a mucho estrés en estos momentos; tú mismo le dijiste a Lord Megatron que estabas herido por culpa de ese tigre, y mis reservas de energía han estado mejor, te lo aseguro.
— ¿Adónde quieres llegar?
—Creo que empezamos del modo incorrecto —comentó con liviandad, aunque sin sonreír—. Estamos del mismo lado, y aunque ambos queremos lo mismo para la causa, estoy seguro de que ninguno de los dos quiere tener sobre sus hombros un exceso de responsabilidad.

El otro no respondió durante unos segundos.

— ¿Crees que no me molestó lo que hizo ese mastodonte? —comentó con los ojos fijos en los del otro— Él se queda muy seguro en la nave mientras yo tengo que salir a investigar, sin siquiera poder poner algo de aceite en estos engranajes.
—Sí —replicó el reptil en voz baja—. A veces las cosas no son demasiado justas.
—Jamás lo son. Dime ¿Qué experimentos tan maravillosos harían si nosotros, los exploradores, no les lleváramos material, si no los mantuviéramos seguros?

Empezó a caminar hacia unas rocas.

—Nada, eso es lo que harían —se respondió a sí mismo—. Pero sabes, yo pienso que a la larga nosotros tenemos que…

Su voz se interrumpió de pronto, cuando tras sortear una roca, cayó al vacío. Terrorsaur elevó el vuelo de inmediato, a tiempo de verlo caer por un agujero en el suelo.

6

En el hielo eterno, sobre un gran montículo, Tigreton esperaba con paciencia el descenso de Airazor, a quien había percibido entre el celeste del cielo de esa tarde, planeando hacia él.

—Es un placer verte de nuevo, Airazor.
—Lo mismo digo, Tigreton.

Ella se posó con gran gracilidad frente a él, sobre un saliente escogido con habilidad desde antes de llegar al lugar. Ambos estaban a la misma altura, por lo que la relaciónseguía siendo equidistante entre ellos.

—Pensé que no volverías a dejarte ver por este sector hasta la siguiente jornada —comentó con cautela—. Y sin embargo aquí estás, antes que caiga la noche.

Airazor estaba tranquila, mucho más que cuando sobrevolaba las llanuras. Ahora tenía algo más en su poder, algo que quería compartir con él.

—Mi visita es por un motivo muy especial. He traído a quien es necesario para nuestro objetivo, para poder mantenerlos a todos bajo control.
—Creo que no comprendo.
—Lo comprendes, dentro de ti —replicó ella con astucia. Acércate.

Mientras hablaban, una figura se había acercado, con pasos sinuosos, silenciosos como la nieve al caer en copos que se desintegraban al tocar cualquier superficie. Tigreton no la había sentido acercarse.

—Es sorprendente.
—Tú gobiernas en el hielo, en las altas montañas y hacia los roqueríos —declaró Airazor, orgullosa—, mientras que yo gobierno con la mirada que todo lo ve, las llanuras y el desierto a lo lejos. Ahora, no nuestra súbdita, sino nuestra protegida, vigilará con su mirada múltiple el enrevesado entramado de los bosques, tejiendo su red de pistas y trampas para quien intente acercarse, camuflado en aquélla forma.

Blackaracnia hizo un solemne gesto de asentimiento, las delgadas y largas patas en los razos meciéndose mientras ella se presentaba ante ambos.

—Estoy aquí para ustedes —dijo con calma y respeto—. Seré los ojos y las redes que necesitan para controlar todo, y para permitir que la raza permanezca, y no se autodestruya; desde que desperté me sentí perdida, pero gracias a Airazor entiendo muchas cosas. Quiero ayudarlos en su empresa de proteger a este mundo de las amenazas, y a la raza de sí misma.

Tigreton estaba sombrado del excelente trabajo realizado por Airazor, pero acto seguido decidió que no debería sorprenderle confirmar un hecho concreto, que sólo por la mirada y la decisión de carácter ya se dejaba ver desde antes; la protegida de ambos se convirtió de regreso a su forma de viuda negra, manteniéndose entre ambos riscos, entre ellos que intercambiaban miradas determinadas.

—Está decidido entonces Blackaracnia, serás la tercera parte de esta entidad, que protegerá la unidad, y al paz de la naturaleza.
—Por la paz.
—Por la paz.



Próximo capítulo: En las profundidades

La última herida Capítulo 13: Caída libre - Capítulo 14: Llamada distante




Matilde seguía mirando fijo a Antonio a los ojos; le había respondido con tanta seguridad que eso la había animado a seguir hablando.

— ¿De verdad crees que puedes hacerlo?
—Por supuesto —dijo él sin dejar de mirarla fijamente—, sólo tengo que encender mi ordenador y en un par de horas te conseguiré un número privado o algo más.

Eso no era nada. Patricia seguía inconsciente y la gente de la clínica seguía desaparecida, pero si podía encontrar esa mujer por medio de Antonio tal vez podría encontrar también a los responsables de lo que fuera que estuviera sucediéndole a su hermana.

—Eso sería maravilloso.

Antonio abrió mucho los ojos por un momento y luego volvió a concentrarse en ella con el ceño fruncido, marcando las arrugas alrededor de los ojos.

—Esa modelo te habló de la clínica.

El ascensor llegó y Matilde sintió a su espalda cómo las puertas metálicas se abrían con un sordo sonido, un tintineo agudo y breve anunciando que la máquina ya estaba en el piso solicitado.

—Sí.

La mano de él ya estaba frente a ella; la empujó tan rápido y con tanta fuerza que Matilde no tuvo ninguna oportunidad de reaccionar. Durante un eterno momento la joven pudo ver como el rostro de él desaparecía de su campo visual y era sustituido por el techo gris y frío sobre ella. Dio un paso hacia atrás, pero el segundo paso fue torpe, y con el cuerpo torcido por la fuerza sobre él desatada fue en falso. En ese instante perdió por completo el equilibrio; durante una fracción de segundo quiso gritar, moverse o reaccionar de alguna manera pero toda la energía parecía haber abandonado su ser con tan sólo un movimiento. Con terror vio el umbral de la puerta del ascensor y nuevamente el techo oscuro pero no se estrelló contra ninguna superficie; flotó y flotó de espalda cayendo como en un terrorífico sueño antes de despertar, como cuando era niña y no podía diferenciar entre la realidad y lo que pasaba por su mente. Estaba desapareciendo, siendo absorbida por algo que no podía identificar y para cuando su mente comprendió lo que estaba pasando ya era demasiado tarde: una de sus piernas chocó con algo, su cuerpo cambió de curso en la caída, se golpeó la espalda y los brazos, sintió como que rodaba contra algo, luego un tirón y casi de inmediato se estrelló contra una superficie, escuchó su propio grito ahogado en sus pulmones, la cabeza como presionada por un gran peso, y después todo se oscureció.






2


Soraya estaba maquillándose antes de salir esa mañana; no se lo había dicho a nadie, tampoco a Eliana cuando estaban hablando el día anterior a la hora de almuerzo, pero había algo que no estaba bien. Llevaba pensando lo mismo hacía días a pesar de que nadie de su familia había pasado por una situación similar, ella comprendía bastante bien lo que tenía que ver con heridas y esas cosas y desde un principio había entendido que Patricia y su familia quisieran mantener reserva respecto del tratamiento y en el proceso de recuperación, sobre todo considerando que la mujer había sido afectada en la cara. Pero habían sacado a Patricia de la clínica y después de eso nadie la había vuelto a ver y su vida a partir de entonces había transcurrido entre el departamento donde estaban sus padres y el centro donde estaba realizando tratamientos, que por la callada alegría de Matilde por lo visto prometía bastante. Ni siquiera ella que era del círculo más íntimo de las hermanas había visto a Patricia ¿cuál es el motivo? Matilde no había podido disimular su nerviosismo cuando la llamó por teléfono, y eso de reunirse así porque sí era también muy extraño, más parecía una excusa para disimular algo. Había pensado en llamarla, pero decidió que era mejor esperar un poco más para averiguar que estaba sucediendo.


3


Cuando abrió los ojos, Matilde no vio nada a su alrededor. ¿Qué había sucedido?
Inmediatamente después sintió dolor expandido por su cuerpo, y de forma instintiva intentó moverse pero no pudo hacerlo ¿Qué estaba pasando, dónde estaba, por qué estaba tan oscuro? Había una especie de olor como a aceite o líquido de frenos, y era evidente que estaba aturdida; de momento no podía recordar qué es lo que estaba sucediendo, y sentir que estaba atrapada en una especie de pesadilla no estaba ayudando mucho. Sintió su corazón azotando su pecho y la respiración cada vez más agitada, estaba entrando en pánico pero justo en ese momento la mente hizo el trabajo necesario y recordó qué era lo que había sucedido. ¿Acaso realmente estaba dentro de un sueño  horrendo? ¿Acaso todo no era más que una pesadilla y aún estaba en su departamento luchando contra la realidad? Intentó gritar o hablar, pero sólo salió un balbuceo jadeante de sus labios, tenía el pecho oprimido y la garganta cerrada; de pronto frente a sus ojos, en su memoria, volvió a ver Antonio empujándola con un movimiento decidido y un instante antes esa mirada extraña con los ojos muy abiertos, para luego mirarla fijamente sin pestañear. ¿Por qué la había empujado, qué era lo que estaba sucediendo?
Entonces recordó lo que había sucedido antes: habían quedado de juntarse en un café, pero a última hora le dijo que se reunieran en un restaurante en un subterráneo, se encontraron en el estacionamiento y caminaron juntos hacia la puerta del ascensor; ella estaba pidiéndole apoyo, había decidido contarle algunas cosas del caso de Patricia para que él pudiera ayudarla a encontrar a la modelo Miranda Arévalo, y se sentía tan nerviosa mientras le hacía preguntas, sentía que tenía que confiar en él, que tenía que confiar en alguien que pudiera ayudarla y su amigo del instituto había demostrado tener conocimientos. ¿Por qué la había empujado? ¿Por qué? ¿Dónde se encontraba en ese momento? Unos instantes después los recuerdos aparecieron con un poco más de claridad: estaban hablando frente a la puerta del ascensor y éste anunció su llegada con esa campanilla, sintió en sus oídos el sonido anunciando que el ascensor ya estaba en el piso y se volteó hacia él para decirle algo más. Luego vio pasar el techo frente a sus ojos y desaparecer el suelo bajo sus pies, pero ahora todo estaba oscuro y ella estaba completamente perdida dentro de un lugar que no podía identificar. ¿Habría perdido el conocimiento? trató de moverse palpando la zona en donde estaba, y encontró cables y tuercas, la superficie era metálica y había algo grasiento en algunas partes; sentía dolor en la espalda, en la cabeza y en las extremidades, pero hizo un esfuerzo y consiguió ponerse de rodillas. El miedo continuaba amenazando con apoderarse de ella.

—Cálmate, tranquilízate, respira, tienes que respirar.

Se dijo a sí misma tratando de animarse de alguna manera; en ese preciso instante no importaba Antonio ni lo que hubiera hecho, lo que importaba era descubrir en dónde estaba y qué era lo que había ocurrido. Decidió que debía comprobar si tenía alguna herida grave además de los dolores que se expandían por su cuerpo. Respira Matilde, respira.
Después de unos momentos había conseguido controlar un poco su respiración y comprobado que no tenía algún hueso roto aunque sí tenía muchos dolores; tocó a su alrededor y continuó encontrando superficie metálica, tuercas y salientes también de metal, lo que significaba que no podía estar dentro del ascensor, ninguna de esas cosas era de lo que hay dentro de un ascensor, más parecía  el interior de un auto o algo parecido. Por supuesto que tenía miedo y ese sentimiento sólo parecía aumentar con el paso de los momentos, pero su lado sensato le decía que tenía que estar tranquila al menos hasta saber en dónde se encontraba. Lentamente intentó ponerse de pie, pero apoyar la pierna izquierda sobre la superficie la hizo dar un grito de dolor; volvió a arrodillarse en la superficie y comprobó que tenía inflamado el tobillo y casi no lo podía mover, además lo que tenía en la pierna no era la misma grasa de la superficie metálica, era sangre. Pero al tocar se dio cuenta que el corte no era profundo.

—Ayúdenme...

Su voz salió entre sollozos, otra vez estaba quebrándose. ¿Qué iba a hacer sola, golpeada, herida y completamente perdida? Necesitaba ayuda, pero la última vez que había pedido ayuda habían tratado de matarla. Sin embargo tenía claro que no podía quedarse allí sin más, estaba obligada a hacer algo, de modo que volvió a intentar ponerse de pie aunque apoyando el peso del cuerpo en la pierna derecha; así logró mantener algo de estabilidad y extendió los brazos hacia delante y a los lados para ver si podía encontrar algo.
Estaba encerrada, sola, perdida, herida y muerta de miedo, pero no podía quedarse así, aun cuando la oscuridad confabulara en su contra. Se arriesgó a desplazarse por la superficie irregular mientras sus manos tocaban más tuercas y salientes de metal hasta que tocó una cadena engrasada; sólo podía ser eso, una cadena gruesa y de metal que iba de arriba a abajo ¡estaba en el interior del conducto del ascensor! Por fin comprendió que de alguna manera Antonio había conseguido arrojarla al interior del conducto, pero no se encontraba en el compartimiento del ascensor, estaba encerrada en un pasillo oscuro y vertical. Se le congeló el corazón al pensar que si ya no estaba en el interior del ascensor, esa máquina en cualquier momento podría descender y aplastarla.



4


El doctor Medel había estado evaluando la situación de Patricia durante las últimas horas; desde un punto de vista clínico jamás había imaginado algo semejante y como profesional se sentía profundamente intrigado, pero estaba consciente de que había algo más. Le había mentido a Matilde al decirle que solicitaría exámenes, ya que casi desde el principio había tomado la decisión de mantener todo lo más oculto posible.
Las insólita historia de esa muchacha, el estado en el que se encontraba Patricia y los distintos signos que él como profesional podía advertir le decían que se encontraba frente a un caso casi calificable como sobrenatural, y a pesar de saber que el médico en jefe daría aviso a las autoridades, tomó la decisión de hacerse cargo en persona de ese caso utilizando en su favor el habitual ajetreo de todos estos pasillos y habitaciones. Estaba casi seguro de que esa muchacha no podría encontrar información que le ayudara a dilucidar sus dudas, pero su constante presencia allí y sus llantos no eran de ayuda, por lo cual agradeció cuando ella fue a dormir un poco a su casa ya que le permitió sacar a Patricia y esconderla en el lugar en donde en ese momento se encontraba; no esperó más y desconectó el saturómetro y apagó también las otras máquinas de las que disponía en ese lugar, y se sentó junto a la camilla, esperando saber qué es lo que iba a ocurrir a partir de ese preciso instante ¿Acaso la bella durmiente iba a pasar a mejor vida?



Capítulo 14: Llamada distante



Matilde tenía claro ya que estaba dentro del conducto del ascensor, aunque no conseguía entender cómo la puerta podía haberse abierto sin que llegara el aparato, pero eso no importaba en ese momento; estaba asustada y sentía que en cualquier momento podría ocurrir algo peor.

—Ayúdenme… ayúdenme por favor…

Gritó con más fuerza, pero su voz sonaba ahogada y retumbando dentro del conducto como si se encontrara en un túnel o en algún lugar muy profundo. Antonio había cometido ese acto demencial cuando se encontraban en el subterráneo, es decir más abajo del nivel de la calle ¿Cuántos pisos podía haber hacia abajo? En ese momento recordó que tenía el bolso en sus brazos cuando él la empujó. Necesitaba el bolso porque dentro estaba el teléfono celular y con él podría llamar a la policía: volvió a ponerse de cuclillas y palpó su alrededor, extendiéndose muy lento hacia los costados. Después de unos momentos volvió a sentirse desesperada, el bolso no estaba en el suelo en el área en que estaba y el cuadrado no podía tener más de cuatro por cuatro metros ¿Dónde estaba, por qué no lo tenía con ella? Pensó que sí había caído tal vez el bolso se hubiera enredado en alguna de esas salientes metálicas con las que había chocado en varias ocasiones, lo que significaba que podría estar colgando más arriba; con un poco más de energía comenzó a palpar también la pared, aunque en un principio no tuvo éxito siguió intentándolo, y lentamente se desplazó por el lugar en el que se encontraba, tocando la pared correspondiente desde abajo hacia arriba, hasta donde podrían alcanzar sus manos; casi estaba rindiéndose cuando creyó tocar algo, aunque estaba más arriba de lo que sus manos podían alcanzar; se estiró un poco más apoyándose en la muralla y alargó la mano derecha, y con las yemas de los dedos pudo tocar algo ¡ahí estaba su bolso! De seguro había quedado enganchado en algo, y lo necesitaba para poder sacar de él el celular y llamar a la policía; con un poco más de esfuerzo consiguió meter el dedo en una hebilla del bolso y tiró de él, pero el objeto se mantuvo en su lugar.

—No puede ser…

 Seguramente estaba enganchado en alguno de esos salientes.

—Suéltate por favor…

Murmuró tirando otra vez. Estaba segura de que era su bolso y necesitaba desesperadamente el teléfono celular; después de unos momentos el bolso se soltó y cayó con un ruido sordo dentro del lugar. Estuvo a punto de abalanzarse sobre él, pero el dolor del pie la detuvo, de modo que se arrodilló con lentitud y cuidado y comprobó que estaba en lo cierto: era su bolso; con dedos temblorosos buscó en el interior hasta que tocó la superficie lisa y suave de su celular y oprimió en el costado el botón para desbloquear la pantalla, ansiosa de ver un pequeño recuadro de luz que en ese instante significaba la diferencia entre el miedo y la salvación, pero no ocurrió nada.

— ¿Qué pasa?

Tal vez se había apagado con el golpe, así que pensando eso lo encendió y luego de unos momentos apareció en la pantalla la señal de inicio del aparato.

—Vamos, vamos…

Le pareció que se demoraba una eternidad en encenderse mientras ella estaba allí arrodillada esperando que sucediera: cuando por fin la pantalla indicó que el celular estaba encendido Matilde se quedó de una pieza al notar que la pantalla tenía dos grandes trizaduras, y en la esquina superior el símbolo indicaba que no había registrado la tarjeta sim en el interior del teléfono.

—No, no, no, no puede ser…

Jadeando por el nerviosismo quitó la tapa trasera del celular y revisó la pequeña tarjeta en donde se escondía su número y por lo tanto la posibilidad de comunicarse y volvió a iniciar el teléfono. Unos segundos después sin embargo no hubo cambio.

— ¿Qué voy a hacer?

Se dijo a sí misma sollozando; durante unos momentos había estado segura de poder llamar a la policía y salir de ese horrible lugar, pero si por causa del golpe el teléfono había dejado de funcionar correctamente y no podría conectarse a la red, la única utilidad que le daba ese aparato era la luz que podría proporcionar.

—Sáquenme de aquí…

Gritó con voz débil; al hacerlo constató lo agotada que estaba por el miedo y los accesos de llanto además de los golpes. Intentando calmarse de nuevo utilizó la linterna del equipo celular para mirar a su alrededor, y comprobó que estaba en el túnel vertical por donde pasaba el ascensor y había metal, cadenas y poleas por todas partes; luego se iluminó a sí misma, tenía cortes y raspaduras en los brazos, grasa y sangre en las manos y una herida en la misma pierna que le dolía al apoyar el pie en el suelo, pero tal como había constatado antes, no parecía tener alguna herida de mayor gravedad, por lo que era un milagro que estuviera consciente después de haber si empujada por Antonio. Decidió apagar la linterna del equipo celular y comprobó que la batería estaba en un cincuenta y dos por ciento; aunque la luz la calmaba un poco no podía desperdiciar la batería en eso, tendría que conformarse con la tenue luz de la pantalla. ¿Estaría acaso en un piso menos dos o en un menos tres? Era imposible saberlo, pero no se habían escuchado ruidos alrededor y no conocía el lugar, sin embargo sabía que habían algunos edificios que tenían estacionamientos con varias plantas bajo el nivel de la calle, y le daba terror la idea de que el lugar en donde se encontraba estuviera cercano a una bodega o que simplemente fuera un ascensor en desuso. Si lo pensaba un poco más, existía la posibilidad de que Antonio la hubiera engañado para llevarla a ese sitio sabiendo que si no moría por el golpe quedaría abandonada a su suerte. ¿Cuánto tiempo podría estar así, abandonada y sola en ese lugar? Patricia estaba en un estado grave e indeterminado y sus padres estaban de vuelta en el campo y probablemente seguían incomunicados. ¿Además qué pasaría si llamaban y no tenían respuesta? Un momento después se sintió un sonido cerca, era algún tipo de movimiento metálico, tal vez alguna máquina o un vehículo ¡Eso quería decir que había alguien cerca de ahí! Tenía que conseguir que la escucharan para que la ayudaran a salir de allí, pero con el cansancio que estaba sintiendo no sabía si tendría la fuerza para poder gritar; después de un par de intentos bastante débiles recordó que había otra forma de hacerlo y buscó con el reproductor de música de su teléfono celular alguna canción de música electrónica y lo reprodujo subiendo el volumen al máximo: el estridente sonido se dejó de escuchar por todo el túnel y el eco hizo que se escuchara aún más fuerte. Puso en pausa la música durante unos momentos para escuchar a través de la muralla de metal y ver si el sonido metálico o de algún tipo de máquina continuaba escuchándose alrededor.

 — ¡Ayúdenme!

Gritó con todas sus fuerzas y decidió esperar unos momentos, a ver si obtenía algún tipo de respuesta, preparada para volver a utilizar la música como un agente llamativo para que alguien prestara atención; sin embargo parecía que todo había vuelto a quedar en silencio del otro lado de las murallas.

—No, no puede ser —dijo en voz baja—, alguien tiene que ayudarme.

De forma sorpresiva sintió un nuevo sonido, pero esta vez mucho más cerca, casi como si estuviera sucediendo en el mismo lugar en donde se encontraba ella.

— ¡Ayúdenme!

Volvió a gritar aunque escuchó su propia voz más débil que antes, y otra vez se hizo silencio. De pronto se le pasó la atroz idea por la mente de que Antonio en realidad no se hubiera ido después de empujarla sino que se encontrara ahí, observando. Volvió a utilizar la linterna para iluminar a su alrededor, hacia arriba por las paredes tratando de ver algo que se moviera, pero no parecía ocurrir nada distinto; el sonido extraño muy cerca de ella volvió escucharse, era como una puerta metálica o tal vez eso le parecía a ella. Giró una vez más y de pronto una puerta se abrió y una sombra humana se dejó ver. Tenía un arma en las manos.


2


Soraya no había podido aguantar la curiosidad y decidida llamó otra vez a Matilde ¿Por qué no le contestaba el teléfono? Ya desde el día anterior le había parecido raro que la llamara porque sí, diciéndole que tuvieran una reunión, y además con ese tono de voz tan raro, evidentemente tratando de ocultar algo. Y ahora no contestaba el celular.

— ¿Hola?
—Hola, soy yo —dijo mientras giraba en una curva— ¿Estás ocupada?
—Estoy en el trabajo —respondió Eliana con lentitud—, pero puedo hablar.

Soraya estaba llegando en esos momentos al edificio en donde vivía Patricia.

— ¿Matilde te ha llamado?
—Para nada —respondió Eliana con voz extrañada— ¿Ocurrió algo?

El conserje del edificio la conocía, de modo que fue directo a las escaleras mientras hablaba por teléfono.

—No lo sé —repuso en voz baja—, pero ayer Matilde me llamó y dijo que nos juntáramos las tres en la tarde.
—Pero eso no tiene nada de extraño mujer.
—Lo tendría para ti si hubieras escuchado como hablaba —replicó enérgicamente Soraya—, además ahora no contesta el celular y —continuó tocando el timbre—, ninguna de las dos está en casa.

Un breve silencio hizo que Soraya comprendiera que Eliana ya había entendido el sentido de sus palabras; claro que las cosas estaban mal, no era una cosa normal que de la noche a la mañana y en medio del trabajo de Matilde y el misterioso tratamiento de Soraya nadie apareciera.

—Está bien, eso es muy extraño —concedió sin querer darse por convencida—, pero tal vez está ocupada, ya sabes que con ese trabajo que consiguió y lo de Patricia…
—Espera un momento, no me cortes.

Soraya se dejó el teléfono en el bolsillo y regresó sobre sus pasos hacia el primer piso ¿Por qué no se le había ocurrido preguntar en conserjería en primer lugar?

—Disculpe, ¿usted vio a Matilde en la mañana?
—No, no —replicó el conserje asintiendo—, desde anoche cuando ocurrió la emergencia no ha vuelto.

Soraya cortó la comunicación.

— ¿Qué emergencia?
—No lo sé con claridad —replicó el conserje—, parece que su hermana se puso mal, porque llamaron a una ambulancia y salieron a toda velocidad; no sé hacia dónde habrán ido.

 Soraya contuvo la respiración un momento ¿Patricia se había agravado y Matilde no le había avisado a ella ni a Eliana que eran sus mejores amigas? ¿Y por qué la había llamado para que se juntaran haciendo como si nada?

—Escuche —le dijo al conserje tratando de conservar la calma—, si ella o alguien de la familia pasa por aquí, por favor dígale que se contacte conmigo, a cualquier hora del día.
—Muy bien, lo haré.
—Es importante —continuó apuntando su número de celular en una hoja—, se trata de una emergencia, por favor no se olvide.

Salió del edificio a tiempo para contestar una llamada de la propia Eliana.

— ¿Qué pasa, por qué me cortaste?
—Patricia tuvo una emergencia, se la llevaron en una ambulancia.
— ¿Qué?
—Acabo de comprobarlo, y las dos están desaparecidas amiga. Creo que está ocurriendo algo grave y tenemos que hacer algo.



3



— ¡Cálmese señorita!

Matilde había gritado de espanto al ver al hombre asomando en la puerta del túnel, pero lo que en un principio le había parecido un arma no era más que un taladro; el hombre tenía poco menos de cincuenta años y vestía un overol de trabajo y levaba un cinturón con diversas herramientas.

—Gracias, gracias…

Después de ese segundo de confusión salió trastabillando y se arrojó a los brazos del trabajador, quien la sostuvo al percatarse de lo que estaba pasando.

— ¿Se encuentra bien? Pero por Dios, ¿cómo llegó a éste lugar?

Matilde sentía que el corazón se le iba a escapar por la boca, y tuvo el instinto de decirle que quería llamar a la policía, pero en ese instante recordó la mirada de Antonio y lo que había hecho.

— ¿Señorita?

Antonio había tratado de matarla. Mientras asimilaba la libertad dentro de ese lugar, que al parecer era un estacionamiento, recordó su fría mirada al empujarla, y como de alguna manera llegaban a ese momento, quizás por alguna extraña maquinación suya. No podía simplemente llamar a la policía ¿Qué iba a decir, que un amigo suyo había tratado de matarla luego de que ella misma le pidiera que se reunieran? No, no podía hacer algo así, tenía que calmarse y pensar con claridad, y además tenía que estar en condiciones de volver a ver qué es lo que estaba pasando con su hermana.

—Señorita, hábleme.
—Tuve un accidente —replicó en voz baja—, caí por el ascensor y… yo…

El hombre la miraba con suma atención; parecía una buena persona, pero ese concepto estaba bastante relativizado durante las últimas horas.

— ¿Se cayó desde el estacionamiento?
—Si…
—Ese ascensor está fuera de servicio señorita, incluso hay un letrero que dice que no hay que usarlo, es porque hay un problema con las poleas, no entiendo cómo pudo caer, las puertas están trancadas.

A menos que alguien que tuviera conocimientos de tipo electrónico hiciera algo al respecto. A Matilde se le revolvieron los intestinos.

—No lo sé…
—Déjeme llevarla afuera, voy a llamar una ambulancia.
— ¡No!
— ¿Qué?

No podía perder tiempo en eso, tenía que saber en qué condiciones estaba su hermana, recuperar su número celular y ponerse al corriente. Una vez fuera los golpes no parecían tan graves.

—Estoy bien, son solo unos golpes.
—Señorita, cayó un par de metros, además mírese, tiene sangre en las manos y en la pierna, puede tener un golpe en la cabeza.
—Lo sé, es solo que… —continuó tratando de ordenar sus ideas—, yo… trabajo en un centro de salud, voy a ir a que me atiendan.
— ¿Está segura?
—Sí.

No sonaba segura de ninguna manera. Por alguna razón, estar fuera y saber que ya había escapado de ese horrendo sitio le daba un tipo de energía que probablemente fuera adrenalina, y sabía con mucha más claridad que antes que tenía que mantener el control.

— ¿Cree que podría acompañarme a un baño? —dijo con lentitud, tratando de sonar más segura—, me gustaría beber un poco de agua y limpiarme la cara antes de salir.

El hombre accedió y se la llevó a un baño en el piso superior, que era en el que estaba antes de que ocurriera toda esa pesadilla. Se comprometió a esperarla fuera; una vez dentro del baño se miró en el espejo del minúsculo lugar y vio que realmente era un desastre, con el delineador corrido por la cara y marcas de aceite y sangre en el rostro y en la ropa. A la luz artificial podía ver que los cortes no eran tan graves como había creído, aunque el corte que tenía en la pierna era un poco más preocupante y también lucía bastante inflamación en el tobillo; el bolso estaba rasgado en un extremo, seguramente el que se enganchara en la muralla del ascensor. ¿Qué iba a hacer? Antonio había tratado de matarla, y ahora todo el mundo estaba de cabeza. ¿Por qué motivo? ¿Cuál sería la verdadera motivación para que él, un ex compañero de estudios en el instituto, un tipo tranquilo, parte de su círculo de amigos quisiera hacerle algún tipo de daño?
Él había estado ahí, le había dicho que iba a ayudarla a contactarse con Miranda Arévalo, él había ido a la urgencia cuando sucedió el accidente de su hermana, para acompañarla, incluso había utilizado sus conocimientos para ayudarla con un tema relacionado con la informática, por eso es que ella después…

—Oh por Dios…

Antonio.

—Oh no… no…

Volvió a sentir un miedo casi como el que sintiera dentro del conducto del ascensor. Antonio había estado en la urgencia para acompañarla luego del accidente de Patricia, Antonio había aparecido de sorpresa a darle su apoyo después que no se vieran desde la salida del instituto, Antonio había respondido a su llamada y dicho que iba a ayudarla en todo lo posible, que iba a concertar una cita con esa modelo, que con sus conocimientos podía descubrir cualquier tipo de información.

—No, no puede ser…

Antonio. Él había estado desde el principio, él dijo que tenía acceso a información de todo tipo gracias a su trabajo, y luego trataba de matarla. ¿Por qué no lo había visto desde el principio, por qué no sospechó de esa aparición tan inesperada, de la disposición?
Porque en un mundo normal las personas que te conocían no trataban de matarte.


4


Soraya ya estaba entrando en pánico cuando llegó a la urgencia en  donde habían tratado a Patricia luego del accidente de la explosión; al salir lo que sentía era que nada tenía sentido.


— ¿Dónde están?

Inmediatamente había ido al centro médico donde Patricia se trataba con una sicóloga o terapeuta antes de que la familia tomara esa extraña decisión de someterla a otro tipo de tratamiento, pero tampoco obtuvo respuesta, la última vez que estuvo allí fue la que ella ya sabía; iba de salida cuando se topó con una doctora que se le acercó.

—Buenos días, ¿Usted estaba preguntando por Patricia Andrade?

Le pareció vagamente conocida.

—Si ¿Usted la atendió?
—Estaba haciendo terapia con ella antes que la sacaran de aquí —repuso la mujer asintiendo—, disculpe, pero escuché cuando preguntaba por ella y pensé que le sucedía algo. Mi nombre es Romina Miranda.

Matilde le había hablado de ella, dijo que estaba haciendo un gran trabajo con Patricia; era probable que la hubiese visto en una visita.

—Usted estaba en la urgencia.
—Sí, aunque en ese momento no trabajaba en su caso, pero puede ser que me haya visto, también trabajo en el Centro de tratamiento Acacios y en mi consulta particular.

A esas alturas Soraya tenía muy poca idea de qué era lo que podía hacer, y si bien era cierto que en ocasiones podía pecar de exagerada, en ese momento estaba segura de que no era un error, además sus presentimientos iban desde la noche anterior cuando lo único que tenía en su poder era una llamada rara.

—No sé si pasa algo o no doctora —anunció tratando de no sonar alarmista—, y sé que tal vez Matilde va a matarme cuando sepa que vine para acá pero…
— ¿Qué ocurrió?
—Acabo de descubrir que Patricia tuvo alguna emergencia de salud en la madrugada, y ahora no puedo ubicar a Matilde, ya fui a la urgencia y al Acacios y no la encuentro.

La doctora Miranda frunció el ceño al escuchar eso; en un momento así deseaba no tener ese séptimo sentido que le advertía de cosas que finalmente no podía evitar ¿Acaso ese misterioso tratamiento que Matilde aseguraba estar resultando de maravillas había terminado mal?

—Eso es preocupante.
—Matilde no contesta el celular y sus padres no están en la ciudad, no quiero alarmarlos si es que todo no es más que un mal entendido, pero estoy preocupada porque ella me llamó anoche y… va a pensar que estoy loca, pero sonaba extraña.
—No voy a pensar que está loca —afirmó la doctora—, de hecho cuando Patricia avisó que abandonaría el tratamiento fui personalmente a hablar con ella, pero no me dejaron verla.

Soraya no comentó nada, pero recordó sus propias dudas sobre Patricia ¿Por qué nadie la había visto desde que iniciara ese tratamiento nuevo?



Próximo capítulo: Pistas equivocadas

No traiciones a las hienas Capítulo 10: Ante un gran jardín



Gotham. Ahora.

Haber visto su rostro no resolvía las dudas que había tenido hasta entonces, más bien las multiplicaba. Esto no podía estar pasando, era imposible, por completo imposible. Llevaba una camisa y pantalones de pana con zapatos de vestir a juego, en colores pastel, nada espectacular ni llamativo, pero con esa tenida sencilla parecía otra persona.

—Reconozco que te convertiste en un problema más grande de lo que esperaba. Aunque a decir verdad tú siempre eres un problema. Me sorprendió mucho que no desistieras a pesar de mis intentos, sé que la ambición es lo que te mueve, pero juzgué mal tu lista de prioridades; pensé que ante el riesgo o una amenaza pondrías en primer término tu seguridad, y no las cosas que podías conseguir. Claro, en ese momento no sabía lo que había ocurrido en New York, pensé que sólo se trataba de tu ansia desmedida.

Las últimas palabras las dijo con una ligera sonrisa, su mirada sin embargo destellaba determinación.

—En cuanto comenzaste a hacer investigaciones y meter tu nariz más allá de lo normal me preocupé, y pensé que las cosas tal vez no eran como yo las imaginaba, perdí tiempo haciendo preguntas y averiguando cosas sin llamar la atención, así que cuando descubrí que tu vida soñada en esa ciudad estaba hecha trizas no tardé en comprender que tú habías sacado las cuentas en tu beneficio, y que por lo tanto no estarías dispuesto a salir de Gotham, no con las manos vacías.
Reconozco que mis acciones fueron lentas en un principio, las cosas estaban complicadas en la ciudad con la aparición de ese lunático de Red Hood, Máscara negra echando fuego por los ojos, cambiando los planes, los destinos de los embarques y las formas de vigilancia a cada rato, tenía que caminar con cuidado durante todo este tiempo; el principal factor de éxito en mi desempeño ha sido mantener este bajo perfil.

Se sentó sobre el suelo, con las piernas cruzadas: la distancia suficiente para que él pudiera ver su rostro. Lo contempló un momento en silencio, antes de continuar con su monólogo.

—El bajo perfil ha sido siempre mi mejor arma, y tal vez tú deberías saberlo, pero desde luego siempre has sido demasiado importante como para prestar atención a los detalles; siempre fuiste demasiado importante como para notar a alguien a tu alrededor que permaneció siempre en un segundo plano, tras las sombras, teniendo la misma importancia que un mueble, que te sirve para un fin específico, pero al que no consideras para nada más. Tal vez podrías haberlo supuesto, quizás un análisis detallado de ese primer mensaje te habría permitido descubrir más que todas tus correrías por la ciudad, pero aunque corrí un riesgo imprudente, tuve la oportunidad de comprobar una vez más tu increíble falta de atención por alguien que no seas tú. Pudiste haber hecho aunque fuese una mínima relación o tenido una sospecha ¿cómo puede ser que no hayas identificado la letra de tu madre?

La última pregunta no la hizo con tono de reproche, más bien se escuchó como una suerte de burla. La perfecta letra casi escrita con caligrafía, cada uno de los caracteres individuales correcto, de las dimensiones correspondientes, al mismo tiempo tan bien redactado, pero tan común, la letra que podría haber sido admirada pero que en cambio había sido ignorada.

—Supongo que debes estar pensando que esta es una de esas situaciones en donde tu enemigo habla y habla sin cesar, hasta que tú tienes la oportunidad de escapar o hacer algo en su contra ¿sabes qué? Eso no va a pasar.

Era imposible. Todas las cosas que no encajaban desde el principio, la sensación de que alguien lo estaba vigilando, alguien que conocía su rostro y antecedía sus pensamientos. Quería gritar, zarandearla o al menos correr, irse de ahí lo más lejos que pudiera, pero estaba inmovilizado por completo.

—Debes tener ganas de gritar y por supuesto de huir de aquí, o acaso en el fondo de tu ser quieres echarme las manos al cuello y ahorcarme. Nada de eso va a pasar. Pero no quiero que te quedes en la ignorancia, te entregaré la información que necesitas; nunca estuviste presente ni te preocupaste a lo largo de todos estos años, pero Steve, tienes que saber que ahora vas a escuchar cada maldita palabra que voy a decirte, ahora que eres un hombre vas a hacer lo que no logré que hicieras cuando eras un niño, te vas a quedar quieto y vas a prestar atención a todo lo que te diré.
A lo largo de tus investigaciones en la ciudad debes haber sabido acerca de los sujetos que limpian las calles, los que preparan el terreno para que los cargamentos de los grandes empresarios puedan llegar a destino; estoy segura de que también debes tener una idea acerca de los traficantes menores y los informantes, pero es improbable que alguien te haya hablado de los informantes fantasma, todas esas personas que están ocultas tras una apariencia común y cuyo principal trabajo es vigilar al resto, tanto a los delincuentes como a los civiles. Piensa en esto como un simple control de calidad, si hay un limpiador de calles que ofrece dinero por silencio, debes saber si todo el dinero que destina a ese tipo de soborno se usa de verdad para el fin último que se le ha destinado; es un trabajo sencillo como te darás cuenta, pero exige ser metódico, silencioso, no estar rodeado de personas que puedan significar un problema o que llamen la atención. Nosotros trabajamos para los mandos altos, sin que nadie sepa quiénes somos además de ellos. ¿Que podría ser mejor que un ama de casa? Una vecina chismosa aquí, un dueño de un pequeño negocio de barrio allá, y resulta que tienes una red de información a la cual ni siquiera tienes que pagarle; desde que eras un niño intenté que fueras silencioso, que no llamaras la atención. Con el potencial que tenías desde pequeño y la herencia genética de tu padre, creí que sería sencillo lograr que te convirtieras en un muchacho educado, obediente y que pudiese ampliar esto al nivel de un negocio familiar. No, si te lo estás preguntando, tu padre nunca supo nada de esto, su forma de ser era útil para mis objetivos porque jamás se metía en cosas que no le correspondieran, yo podría haber dejado un libro lleno de información sobre una mesa y él no lo habría abierto si no era su asunto, pero al mismo tiempo no me servía para involucrarlo, siempre tuvo ese sentido de la moral tan alto.
Tú habrías podido continuar con mi trabajo e incluso ampliarlo, porque siendo hombre y joven habrías podido acceder a lugares y puntos de control en donde una inocente ama de casa como yo no tenía oportunidades sin llamar la atención ¿quién sabe todo lo que habrías podido conseguir sólo siendo distinto? Pero de este pequeño fuiste rebelde, siempre quisiste ser el centro de la atención, y no te bastaba con lograrlo, tenías que salirte con la tuya en lo que sea que pensaras; comportándote de esta manera no serías de ninguna utilidad para mí, el riesgo de que te involucraras en trifulcas o cualquier clase de conflicto era demasiado alto, no sabes el alivio que sentí cuando te fuiste de la ciudad, de verdad fue como un premio para mí, porque a partir de ese momento tuve la posibilidad de trabajar tranquila, aprovechando los tiempos en que tu padre estaba ausente, trabajando. El papel de madre amorosa era mucho más fácil de representar cuándo tú no te encontrabas presente, te aseguro que fueron 10 años muy satisfactorios, aumenté el dinero en mi cuenta y la confianza que la mano derecha de Kronenberg tenía en mí era algo seguro. Obviamente a lo largo de los años fui haciendo algunos favores, traficantes o espías de poca monta que cometían algún delito menor no eran acusados por mí, a cambio de comprometerse a realizar en algún momento alguna gestión que yo les pidiera, sin contárselo a nadie y sin hacer preguntas.
Me costó, pero lo logré persuadir a tu padre de aceptar el trato con El amuleto con la excusa de tener más dinero disponible para que te regalara el auto con el que venía insistiendo hace tanto tiempo, y estaba confiada en que ese delincuente de mala muerte se iba a limitar a hacer lo que le correspondía. Pero empezó a averiguar más de la cuenta y terminó por descubrir las dos cosas que lo habrían convertido en un criminal mucho más grande: primero, haciendo averiguaciones en el ayuntamiento llegó a la conclusión de que podría apropiarse de la empresa de tu padre, y segundo, lo más peligroso, hizo tantas rondas de seguimiento por su cuenta que de forma inevitable me encontró hablando con un informante ¿te imaginas lo que habría sido que ese sujeto terminara conmigo? Si le decía a Kronenberg que yo tenía una serie de delincuentes menores cumpliendo determinadas labores a sus espaldas, mis segundos estarían contados. Así que tuve que actuar rápido, pero aunque este tipo nunca se dio cuenta, sus acciones no lo beneficiaron mucho; después de engañarlo y atraerlo a un lugar en donde fuese vulnerable, hice que bebiera un trago con una sustancia que lo puso a dormir de inmediato, estas sustancias son muy útiles, son compuestos a base de hierbas que alguien consiguió para mí. Después de eso sólo fue necesario comprar algunos favores y hacerle creer a tu padre que quienes lo habían atacado eran El amuleto y sus secuaces en persona, y a la mano derecha de Kronenberg que su trabajador había decidido hacer negocios por su cuenta. Siguieron la pista que les entregué y localizaron la cuenta de El amuleto, en la que obviamente no se encontraba el dinero porque yo misma lo había trasladado antes.

Hablaba a un ritmo constante, como si tuviera prisa por ser muy clara y al mismo tiempo estuviera disfrutando su exposición. Sus palabras eran medidas y bien pronunciadas, como si estuviera enseñando algo a un público que está atento, por lo que no necesita subir la voz, pero sí mantener la actividad para no perder una sola mirada.

—Es increíble que en este mundo nunca te sales del negocio al que has entrado, pero ante esta situación, donde uno de sus trabajadores se volvía en su contra y perjudicaba a otro, aceptaron concederme un tiempo, algo así como un duelo; con el amuleto muerto y la culpa sobre sus hombros este asunto podía darse por terminado, yo tendría a mi disposición unos días para descansar y dejar que todo pasara al olvido. Fue una desgracia tener que llamarte, es sólo que estaba convencida de que no ibas a venir, e incluso cuando lo hiciste, supuse que después de representar tu papel de hijo sufrido por el destino de su padre, volverías a tu vida y lo que te importaba. Pero te quedaste, y eso provocó nuevas complicaciones: si empezabas a hacer preguntas inapropiadas, o peor aún si encontrabas respuestas, las cosas podían ponerse complicadas para mí, tenía que actuar rápido ¿por qué me miras así, hay algo que quieras preguntarme? No, el mensaje escrito en ese perro no era para ti, en ese momento aún pensaba qué estabas a punto de irte, dejé programado eso desde antes para darle más dramatismo; de hecho, para ser sincera, cuando fuiste a verme pensé que había conseguido impresionarte lo suficiente como para que te largaras de una vez. ¡Cielos! Casi me reí con el asunto de la cadena, era como una película de los 50; sin embargo hubo algo en ti ese día, una actitud que me hizo sospechar, me pareció extraña tu insistencia, así que cobré algunos favores más y de esa manera confirmé que tus maravillosos negocios en New York estaban por completo arruinados, de verdad que era una gran molestia, sobre todo cuando al poco ignoraste también la otra amenaza escrita. Casi al mismo tiempo descubrí que ese infame de Carnagge había conseguido material de tipo militar, y mis informantes me decían que tú seguías deambulando por la ciudad. No me preguntes cómo, pero de alguna manera supe que esos dos hechos estaban relacionados, tal vez porque Carnagge y Kronenberg tuvieron una serie de conflictos en el pasado; en parte te subestimé, porque pensé que con pasar la voz de que un merodeador andaba por las calles de Gotham sería suficiente para que te eliminaran, pero demostraste que te habías entrenado lo suficiente como para convertirte en una mosca demasiado cerca de la comida. La aparición de ese amigo tuyo me sirvió de maravilla a pesar de que todo fue muy apresurado; había llegado un momento en el que no podía confiar en nadie, cualquier paso en falso me haría caer de la forma más estrepitosa; no podía continuar confiando en informantes o delincuentes menores, así que decidí terminar con todo a través de un método que resultaría infalible con alguien como tú: me reuní con una chica de vida fácil, y estaba dándole las instrucciones correspondientes para que te atrajera e hiciera el trabajo, cuando de pronto apareció ese amigo tuyo ¿puedes creer que me hizo recriminaciones? Me dijo que estaba loca, que mi forma de actuar y las cosas que te había ocultado eran un crimen y una ofensa, realmente estaba inspirado cuando me dijo todas esas cosas. Pero por suerte le quedaba la cantidad de ingenuidad suficiente como para creer en mi arrepentimiento, es increíble cómo a veces repetir un truco da tan buenos resultados; para el momento en que descubrió que mis lágrimas eran fingidas ya había ingerido un líquido con un componente específico, con la cantidad suficiente como para perder el conocimiento, y permitirme inyectarle la droga que lo hizo perder la memoria de las últimas horas. Parecía que al fin todo estaba controlado, pero entonces enloqueciste y se te ocurrió hacer esas pinturas en las paredes ¿te sorprendería si te digo que estaba muy cerca cuando hiciste la primera de ellas? En ese momento supe que no tenía otra alternativa que enviarte el mensaje y entregarte el maldito dinero por el que me habías hecho pasar tantos problemas; como te darás cuenta, Steve, tenía controlada una situación pero surgía otra más, y es que hasta entonces Kronenberg y sus lugartenientes no habían prestado atención a conflictos menores como esas peleas en las que te viste involucrado, pero el graffiti con sangre en la pared resultaba por decir lo menos preocupante. El amuleto estaba muerto, tu amigo se había ido de la ciudad y tú también ¿cuánto tiempo más podría mantener las miradas lejos de mí? Entonces supe que había sólo una forma de eliminar todo tipo de sospecha, se trataba de la fórmula más riesgosa y por lo mismo la más efectiva: para ser sincera, la muerte de tu padre me pareció bastante triste pero era absolutamente necesaria, en esta ocasión fui a hablar en persona con uno de los hombres más importantes al servicio de Kronenberg y le conté lo que había descubierto con la condición de ser yo quien se hiciera cargo.

La mujer se levantó suspirando, aliviada.

— ¿Sabes algo? Es cierto lo que dicen, uno se siente aliviado y renovado cuando habla de las cosas que tiene en mente, tantos años callando y manteniendo las apariencias, y ahora es como si todo pudiese empezar de nuevo; en realidad creo que va a ser así.


Gotham. Tres meses después.


Miranda y Arnette se dieron un estrecho abrazo sin hablar durante varios segundos.

—Estoy sorprendida querida, te ves muy bien.

La joven ahora llevaba el cabello corto, cayendo de forma libre enmarcando el rostro; un cambio físico necesario por los tratamientos, tan sólo una pérdida menor.

—A veces yo también me sorprendo —repuso la joven—, después de lo que sucedió, resulta bastante increíble casi no presentar secuelas.

Ambas comenzaron a caminar por la calle rodeada de jardines de pasto bajo y muy bien recortado; en algunos puntos había pequeños grupos de flores que se mecían con el viento otoñal. Era un enorme jardín verde, en donde se escuchaba el silencio y el sonido del viento casi durante toda la jornada, interrumpido sólo por algún ave trinando en las copas de los árboles que cercaban el gran lugar.

—Me sorprendió mucho tu llamada Miranda, pensé que no querías volver a esta ciudad después de lo que pasó.

La joven suspiró mientras recorría el amplio lugar con la mirada.

—Supongo que de alguna manera tenía que dar un final a esta situación.
—Pero no es fácil para ti.
—Es mucho más difícil para usted Arnette, parece como si los últimos tres meses fuera en tan sólo unos segundos.

La mujer del mayor se estremeció, cruzándose de brazos.

—No puedo dejar de sentirme culpable por lo que te ocurrió.

Miranda había estado en un intensivo tratamiento para recuperar sus aptitudes; Sam había sido fundamental en ese proceso, alimentando su orgullo, haciendo que se sintiera capaz de salir adelante. Primero fue volver a hablar, luego caminar, y aunque el tratamiento no había terminado en su totalidad, ya era una mujer autónoma de nuevo. El resto sería recuperar aspectos más finos de la vida cotidiana. En comparación con la madre de Steve, no había perdido tanto.

—Por favor, ya hablamos de eso.
—No, es que es la verdad. Así es como me siento —repuso Arnette en voz baja—, habíamos mantenido contacto durante todos estos años, yo hablaba contigo con la misma familiaridad que cuando eras una muchachita, sentía que de alguna manera compartía el éxito de la vida de Steve en Atlanta a pesar de no estar ahí, y que a través de ti que habías sido tan importante para él cuando jóvenes me encontraba un poco más cerca de él. Un día, a través de una antigua conocida que tenía un hijo viviendo en Atlanta, descubrí que Steve no sólo no vivía en esa ciudad, sino que además nunca había estado en la universidad de la que me hablaba en sus mensajes; casi de forma instantánea sucedió el ataque a mi esposo, y yo estaba desesperada, no sabía qué hacer ni en quién confiar; pensé que tú con tu entrenamiento militar sabiendo mucho más del mundo exterior que yo podrías hacer algo por ayudarlo, pensé que si esos hombres habían sido capaces de atacar a mi esposo perfectamente podían estar detrás de la ida falsa de Steve. Mi amor de madre me cegó, y pensé que él era una víctima en todo.
—No es su culpa.
—Es difícil para mí pensar eso después de todo lo que ha pasado. Te llamé de forma tan urgente porque pensé que eras la única que podía ayudarme a poner a salvo a mi familia, jamás pensé que terminarías siendo una víctima más de él.

Miranda no respondió de inmediato; volver a Gotham había sido duro, y volver a ver a Steve en un momento en que su relación con Sam tambaleaba por causa de sus diferencias en el trabajo aún más. Hasta entonces nunca había dimensionado lo importante que se había vuelto su existencia, aunque fuese de forma remota, por causa de las constantes conversaciones telefónicas con su madre; guardar silencio y no decirle el motivo de su investigación había sido una exigencia de Arnette, que tras confesarle sus temores le rogó que no lo involucrara en el asunto, que tenía miedo de que a su único hijo le sucediera algo al igual que a su padre, sólo por el hecho de saber más de lo que era conveniente. El contraste entre su actitud tan relajada durante su charla y el recuerdo constante de la horrible noche en que había confirmado los temores de la madre de Steve permanecía vívido en su memoria.

—Cuando me dijo lo que había sucedido no dudé un segundo en venir para poder prestar ayuda; desde que murieron mis padres mis visitas a estas ciudad fueron disminuyendo, así que como esto coincidió con mi alejamiento del ejército, me dije que sería una buena oportunidad. Cuando me encontré con ese hombre enmascarado pensé de inmediato que se trataba de la misma persona que encabezaba el grupo que había atacado a su esposo en reemplazo del El amuleto, y decidí tomar cartas en el asunto. Reconozco que tuve un conflicto interno, porque volver a actuar como un soldado iba en contra de la decisión que había tomado de dejar el ejército y privilegiar mi familia, pero si había tomado la decisión de venir a Gotham para tenderle una mano a una amiga, no podía simplemente dejar de hacerlo; comencé a hacer averiguaciones por mi cuenta y a poco andar supe algo terrible, ese rumor que llegó a mis oídos acerca del padre de Steve era horrible, pensar que él hubiese sido atacado como represalia por parte de otros delincuentes en vez de por ser una víctima resultaba increíble.
—Fui tan ciega durante tantos años —reflexionó Arnette—, estaba tan segura de la honorabilidad de mi esposo que nunca se me ocurrió que sus negocios podían no ser lo que él me decía de ellos.
—Yo también interpreté las cosas mal —comentó Miranda—, pensé que Steve estaba en riesgo, que se convertiría en una víctima de los enemigos de su propio padre, de modo que cuando lo descubrí todo y supe la verdadera identidad del hombre enmascarado, me sentí superada, era como si todo se tratara de una horrible pesadilla.
— ¿Ves por qué me siento culpable? —dijo Arnette— Si no te hubiera llamado para pedir tu ayuda, nada de esto habría sucedido, tú no habrías sufrido ese terrible accidente por culpa de mi hijo.
—Sólo hice lo que creí que era correcto. Soy una mujer adulta, tomé mi propia decisión; Steve volvió a la ciudad buscando mantener sobre seguro el negocio de su padre sin importarle la seguridad de su propia madre, de verdad es un milagro que a usted no le hayan hecho daño.
—Tal vez si hubiera descubierto algo de esto antes habría podido evitar esta tragedia.
—O tal vez habría terminado muerta por averiguar más —dijo Miranda—. Ya no vale la pena hacer conjeturas sobre lo que pudo ser, al menos por mi parte estoy tranquila de haber ayudado en lo posible, por eso es que volví a la ciudad. De alguna manera necesito verlo.

Se hizo un silencio largo entre ambas.

—Ahora ya no puede responder ninguna de nuestras preguntas.
—Lo sé, se ha ido para siempre, pero es algo que de todas formas necesito hacer; a través de usted mantuve un lazo con esta ciudad incluso después que pensé que se cortaría para siempre por causa de la muerte de mis padres, siempre me sentí cercana Steve, supongo que si él no se hubiese ido tal vez las cosas entre nosotros habrían sido distintas. Pero ahora que terminó todo, necesito estar frente a él, dar este asunto por terminado y poder continuar mi vida. Sam me espera.
—Tienes un hombre maravilloso a tu lado, desearía que mi hijo hubiera sido un hombre diferente, que estuviera conmigo o siguiera mis enseñanzas, pero nada salió como lo esperaba.

Guardó silencio durante unos momentos; Miranda, respetuosa, decidió no decir nada hasta pasado un tiempo prudente.

— ¿Está ahí? —dijo señalando a cierta distancia.
—Sí, justo ahí. Me quedaré un momento aquí si lo prefieres.
—No es necesario, no hay nada que ocultar al respecto, nosotras nunca tuvimos secretos en esta situación. Arnette, sé que todo esto es muy difícil, y me cuesta siquiera pensar el dolor por el que ha pasado, pero tal vez sería mejor que intentara quedarse con los buenos recuerdos.
— ¿Aunque sean una mentira?

Miranda no contestó durante unos momentos. Habían hablado mucho del tema con Sam durante su recuperación, y él opinaba algo muy concreto, como acerca de todo lo que le merecía importancia. El debate entre ambos fue largo, porque ella en primer lugar despertó sin saber en dónde ni en cuándo estaba, y además con la abrumadora sensación de estar en peligro de muerte como cuando descubrió la identidad de Steve en aquella azotea. Sam se encargó de tranquilizarla y explicarle lo que había sucedido, que los separaban casi quince días de aquella situación, por lo que los acontecimientos posteriores ya estaban decantando.

—Antes de descubrir todo, me encontré con Steve por casualidad; tuve la intención de decirle que estaba investigando acerca de los delincuentes que habían atacado a su padre, pero decidí mantener la precaución que usted me había pedido y guardé silencio. Steve era un hombre igual de soberbio y engreído que como lo era de niño, pero había algo de verdad en él, era como si no pudiese ser la misma persona que estaba ocultando un negocio criminal junto a su padre y a espalda de su madre. Y entonces me dije que tal vez, en el fondo, él no quería ser así, pero que ya se encontraba en un punto en que no podía dar pie atrás.
— ¿Te refieres a eso que dicen en las películas sobre que no puedes escapar?

Miranda asintió, pensativa.

—Sí, a eso me refiero. Habían pasado diez años, tal vez Steve se fue de Gotham ya trabajando en eso, y cuando se volvió un hombre supo que no podía escapar, que nunca estaría seguro si intentaba traicionar o delatar a los delincuentes con los cuales trabajaba, de modo que se inventó una vida a imagen de lo que quería que fuera ¿por qué si no habría mantenido con usted el contacto por diez años, inventando toda una vida en Atlanta cuando en realidad estaba en New York? No tenía necesidad de hacerlo, porque su padre estaba ahí todo el tiempo, atento a sus probables sospechas, y además no tenía nada que ganar con esas mentiras.

Arnette cerró os ojos, un instante antes de hablar.

—Dormía con el enemigo y leía la correspondencia del enemigo, toda la vida estuve dentro de una mentira.
—No lo vea de esa manera. Si Steve inventó todo esto sin  ganar nada a cambio, entonces yo creo que fue porque quería hacerlo, porque no quería que el mal en el que estaba involucrado llegara hasta usted; quédese con esa imagen de él, piense que se trata de su hijo universitario y exitoso, eso hará más sencillo llevar la carga.

Llegaron hasta un punto donde la sombra de la glorieta caía a esa hora de la tarde; Miranda contuvo una exclamación de sorpresa y se obligó a ser respetuosa y mantener la calma.

—Qué triste que haya terminado de esta forma.
—Ahora no sufre.

La joven se puso de cuclillas, mirando al rostro del hombre que reposaba sentado sobre la silla de ruedas, la cabeza un poco ladeada, apoyada sobre la almohadilla acolchada del respaldo de la silla de ruedas. El tiempo comenzaba a pasar para él, y aunque se trataba de poco tiempo, podía ver cómo la piel del rostro, antes tensa y fuerte, evidenciaba algunos signos de fragilidad: lo peor de una condición como la que él tenía era que dependía de todos para seguir ahí, qué brutal diferencia con lo que había sido hasta antes de eso.

—Cuesta creer que esté así.
—La historia no fue sencilla de reconstruir a fin de cuentas —dijo Arnette en voz baja—. Por lo que me informaron, en New York, lo encontraron en el suelo de su departamento, inconsciente, con espuma en la boca, pero nadie vio entrar ni salir a nadie, debe haber sido un trabajo profesional; justo el tipo de cosas que terminaron con mi esposo, personas insanas que limpiaron su camino para que nadie pudiera encontrarlos. El resultado que dejaron atrás fue un hombre que murió porque su corazón no resistió más lo que le hicieron, y un hijo en estado vegetativo.
—Eso quiere decir que de alguna manera trató de huir.
—Eso supongo. Yo estaba muy mal en esos momentos, imagino que se vio acorralado por las cosas que hizo o tal vez lo descubrieron en algo más. Quizás sólo fue remordimiento por lo que te hizo, me refiero a de lo que era culpable. Pensé en llamar a la policía, pero ya no hay necesidad de eso, se ha sufrido demasiado y no tengo fuerzas para eso, lo que me queda debo usarlo en cuidar a mi hijo hasta que tenga vida.
—Cuánto lo siento Steve —dijo Miranda con los ojos brillantes por la emoción—. Sé que me escuchas, y aunque ahora no puedas contestar, sólo quiero saber que no te guardo rencor por lo que hiciste. Me voy de Gotham, estoy en paz con lo que sucedió, y espero que en tu interior puedas encontrar paz también para ti. Adiós Steve.

Se puso de pie y le dio un abrazo a Arnette. La joven comenzó a alejarse a paso lento, pero la mujer mayor se quedó rezagada un instante, inclinada para hablar a su hijo, mirándolo a los ojos, sin que nadie más pudiera oír.

—Eres un buen chico. Mamá se va a encargar que alguien te saque a este jardín todos los días, no puede ser que estés siempre dentro de este centro especializado, en esa habitación. ¿Ves cómo al final no eras tan malo? Hiciste algo bueno por mamá, te quedaste con la responsabilidad para que ella pudiera seguir con sus negocios, y ahora todo es mucho mejor. Adiós Steve, no grites muy fuerte dentro de ti, el eco en tu cabeza debe ser horrible.



Fin