La última herida capítulo 19: Sigue caminando




- ¿Dónde vamos?

La doctora estaba cada vez más nerviosa; casi no tenía dudas, ese caso era algo parecido a lo que Roberto le había dicho anteriormente sobre Patricia, pero eso solo hacía que todo fuera muchísimo más peligroso: si efectivamente los interminables rumores acerca de una congregación de profesionales que trataban a personas de poder, y aplicaban en ellas tratamientos sorprendentes y de alcances insospechados, quien sea que hubiera cometido un error, el que desencadenó el ataque de Patricia, estaba claramente dispuesto a todo con tal de mantener el secreto. Ese hombre llamado Vicente, el amigo de Matilde, ¿Cuánta gente más? No sabía en quien confiar y había dejado a Patricia en manos de Medel, quien por cierto no le producía la más mínima confianza, de modo que las alternativas se cerraban.

-Estamos llegando, ya lo verá.

En todo el mundo había pocas personas en quien podía confiar, pero si tenía que elegir a una sola, era Santito. Estacionó el automóvil y bajó a carreras; la casa no tenía timbre, pero ella entró sin golpear.

-Buenos días.

Santito era un hombre de edad indescifrable que vivía recluído por decisión propia en una casa donde hacía sus negocios de todo tipo: ella lo conoció en la época de la universidad, cuando andaba buscando métodos para mantenerse despierta, típica historia de estudiante que llega a un dato por medio del amigo del conocido de un amigo.

-Romina, qué alegría verte.

El hombre era de baja estatura, de piel pecosa y cabello relativamente corto, aunque desordenado; en ese momento vestía una jardinera de mezclilla con evidentes muestras de haber estado trabajando en el jardín.

-Santito, te necesito.
-Siempre me necesitas -dijo él riendo- pero hace tiempo que no pasa.
-No, no es eso, necesito la ambulancia, no puedo explicarte por qué.

Le pareció mejor no decirle nada, aunque era improbable que alguien pudiera establecer una relación entre ellos.

- ¿Está todo bien?
-No, no lo está.

El hombre adoptó una actitud mucho más seria, que a pesar de su aspecto le dio un aire de autoridad; no era de los que hacen preguntas innecesarias.

-Atrás, las llaves están en la guantera.
-No sabes cuánto te lo agradezco. Escucha -replicó mirando a sus ojos tan oscuros- si llega a aparecer alguien...
-No creo que me encuentren, iré a dar un paseo donde mis familiares en el sur.

Ninguno de los dos dijo más. Era un hombre inteligente, muy por sobre la media y gracias a eso podía desarrollar sus propios medicamentos y fórmulas, y era lo suficientemente astuto como para saber cuando había peligro cerca.

-Perdóname por meterte en ésto.
-He pasado por cosas peores -repuso él livianamente- no pasa nada. Pero promete que vas a cuidarte.
-Lo haré.

Un par de minutos después Matilde y Soraya subían a la ambulancia.

- ¿Qué pasará con su auto?
-Este barrio es tranquilo aunque está relativamente cerca del Boulevard, el progreso todavía no llega hasta aquí -tardaremos menos de diez minutos en llegar, dijo para si- estará a salvo, ahora lo importante es que podamos entrar y sacar a su hermana. Matilde, tiene que estar muy atenta, si Antonio está en las inmediaciones las cosas van a ponerse muy feas.

Aún no daba el mediodía, pero la jornada se estaba haciendo interminable. Mientras la doctora conducía hábilmente rumbo a la urgencia en donde permanecía oculta Patricia, Soraya tuvo un sobresalto.

- ¿Qué pasa?
-Ay no, creo que he cometido una tontería.

Mientras lo decía, miró impotente su teléfono celular que ahora mantenía fuera de área. Con todo lo que pasaba lo había olvidado por completo.

- ¿Que pasa?
-Más temprano, cuando estaba tratando de dar contigo, llamé a Eliana: le dije que Patricia había tenido un ataque.

Matilde sintió que el alma se le iba nuevamente al suelo; Eliana, su amiga querida, su amiga tan acogedora y amable, ella sabía más de lo que era apropiado ¿cuanto tiempo había pasado desde la llamada a Soraya?

-No puede ser, si no te encontró a ti, puede querer contactarse con ella ¿Que hacemos?
-Llámela desde mi teléfono.

La doctora le pasó su celular, y Soraya marcó el número de su amiga; después de unos momentos de angustiosa espera Eliana contestó.

- ¿Hola?
-Eliana.
-Hasta que llamas mujer, me tienes preocupada con lo que me dijiste temprano -replicó la mujer al otro lado de la conexión sin saludar- tenías razón, Matilde no contesta el teléfono, estaba preocupada, pero me llamó Antonio y dice que está con ella y con Patricia, que tuvieron que trasladarla a otro centro porque se puso grave.

Soraya sintió que se le salía el corazón por la boca. Antonio había actuado rápidamente y con mucha precisión, pero ella no sabía si en ese momento se encontraba allí o no, junto a su amiga indefensa e inocente de todo lo que estaba sucediendo.

- ¿Te reuniste con él?
-No, pedí permiso en el trabajo, estoy tan atareada, ahora mismo voy para el Hospital General a acompañarla.

Aun podía advertirle. Durante un momento la mujer no supo cómo transmitir la información sin provocarle un ataque de histeria.

-Eliana, escucha.
-No puedo, estoy llegando al tren subterráneo.
-¡Escúchame! -gritó nerviosamente- no puedes ir, es una mentira, Antonio ha enloquecido, es muy peligroso.

La voz de Eliana adquirió un tono mucho más serio.

-No es momento para bromas.
-Estoy hablando en serio -dijo firmemente- por favor no vayas, devuélvete a tu trabajo.
-Soraya...
-¡Haz lo que te digo! -exclamó desesperada- te lo ruego, no hagas esto, es muy peligroso, no puedo decirte más detalles ahora pero no puedes ir.
-No entiendo de lo que estás hablando -dijo la voz dejando oír la duda en su voz- dime qué es lo que está sucediendo.

Soraya miró a Matilde y tomó la decisión que creyó más acertada.

-Patricia no está en el Hospital General. Por favor, por lo que más quieras escucha mis palabras, no puedes confiar en Antonio. Es muy peligroso, te lo juro por mi abuela que está en el cielo que no es una broma.

Jamás sacaba a colación a su abuela, y eso hizo el efecto necesario para que su amiga le creyera.

-Soraya, estoy asustada, ¿Por qué Antonio va a ser peligroso?
-No tengo tiempo de explicarlo.

Matilde le hizo gesto de hablar ella misma, pero Soraya la silenció con un mano; lo mejor era mantenerla desaparecida.

-Pero...
-Por favor -continuó seriamente- solo... solo regresa a tu trabajo y quédate ahí, te explicaré todo con detalles.
-Oh por Dios...

La voz de Eliana se quebró del otro lado de la conexión. Soraya se maldijo por haber puesto el teléfono en altavoz justo en ese instante, porque Matilde reaccionó como si la hubieran pinchado.

- ¿Qué pasa?
-Está aquí.



2


Roberto seguía contemplando embelesado el cuerpo de Patricia, específicamente su cara, que es donde se mostraba el cambio más dramático; ahí estaba, alguien tenía el secreto de la juventud y la belleza eternas y podía aplicarse, y no solo eso, era aplicable en seres humanos con resultados que no solo eran sorprendentes, también resultaban absolutamente revolucionarios. Existía una probabilidad muy grande de éxito, que por cierto y sin lugar a dudas, se encontraba fuera de los márgenes legales pero la pregunta era ¿por qué? ¿Qué hacía que ese tratamiento estuviera al margen y por lo tanto oculto del conocimiento popular o siquiera médico? Esperaba que las muestras que había tomado sirvieran para dilucidar algunas de esas interrogantes, pero definitivamente tenía que mantenerse junto con Romina, apelaría a cualquier cosa con tal de hacerlo, era de vital importancia realizar un estudio mucho más acabado del tema.

-Preciosa -dijo en voz baja- eres la llave de tantas verdades. Y mi puerta de salida.


3


- ¿Qué dices?
-Está en la vereda de enfrente -murmuró Eliana con un hilo de voz- está ahí...

Matilde se cubrió la boca con las manos ante el terror que le estaba transmitiendo la voz de su amiga, pero Soraya volvió a amenazarla apuntando hacia ella con dedos temblorosos.

- ¿Te vio?
-No lo sé, Soraya...
-Dijiste que ibas al tren subterráneo.
-Si...
-Entra mujer, entra.
-Está bien, está bien. Soraya, creo que me vio.

Soraya contuvo una exclamación de angustia; sentía que las cosas estaban a punto de ponerse peores, pero tenía que mantener la calma, tenía que ayudar en lo que pudiera a su amiga, y lo que podía hacer era orientarla para que no se quedara inmóvil.

-Eso no importa ¿Estás bajando?
-Voy por las escaleras.

Matilde quería gritarle que corriera, que pusiera toda la distancia posible entre ese hombre y ella, pero entendía que debía mantenerse callada, que solo conseguiría confundir a su amiga si le revelaba su presencia en ese instante.

-Escucha, solo baja y entra en el primer tren, no importa donde vaya, solo sube.

La voz de Eliana se escuchaba agitada y nerviosa, e hizo una larga y tensa pausa.

- ¿Eliana?
-Creo que me está siguiendo -replicó nerviosamente- no veo ningún guardia, no veo nadie que...
-Escucha, solo escucha mis palabras -la interrumpió Soraya con tono firme- no te preocupes por eso, solo entra al tren ¿está bien?

Eliana no acostumbraba reaccionar tan bien a situaciones de estrés y ellas lo sabían de la era del instituto, era quien más sufría con exámenes y esas cosas, de modo que ambas podían imaginarse muy bien lo que estaba sintiendo en esos momentos.

-Estoy en el andén, estoy angustiada, no estoy segura si me siguió o no y hay tanta gente...
-Tranquila, solo debes subir al carro, dime en que...

La voz de Eliana fue sustituida por un instante por un chirrido.

- ¿Eliana?

Luego se escuchó silencio, aunque la llamada continuaba; inmediatamente la voz de la mujer del otro lado de la línea.

-Soraya.
-Eli, háblame.
-¡Soraya!

La llamada se cortó.

-¡Eli!

Matilde no pudo contener un grito de espanto al escuchar la voz de su amiga e inmediatamente ver como la pantalla del celular anunciaba que la llamada se había cortado.

-Maldición.

Matilde sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.

-No puede ser, no puede ser, tenemos que hacer algo por ella, Antonio va, Antonio va...

Se quedó sin palabras y rompió en llanto; primero Patricia, ahora Eliana, las personas a las que quería estaban sufriendo, en riesgo y era su culpa, era definitivamente su culpa y no podía seguir soportando algo así. Soraya no se movía, mientras por su mente pasaban miles de ideas atroces de lo que podía pasar en esa estación de metro. La doctora conducía en silencio, intentando no perder el norte mientras seguía hacia la urgencia; pero antes de un minuto el teléfono anunció llamada del mismo número al que habían llamado antes.

-¿Soraya me oyes?
-Ay por Dios -exclamó la mujer soltando un gritito de angustia- casi me matas del susto.
-Se cortó la llamada, estoy en el tren, no lo veo, creo que lo perdí, pero sigo muy nerviosa, no sé si puede estar en otro de los carros...

Matilde se secó las lágrimas mientras luchaba por volver a respirar con normalidad; la otra mantenía algo de su temple.

-Hacia qué dirección vas.
-Hacia presidente Hermias.
-Bien, sé lo que tienes que hacer, vas a seguir dos estaciones más y te bajas en Israelíes ¿Recuerdas la cafetería que está ahí?
-Sí, si, la recuerdo.
-Pues te quedas ahí, pides un té o lo que sea y te calmas, voy a llegar en un rato, te voy a explicar todo lo que está sucediendo.
-Está bien pero no te tardes.
-Solo no te muevas de ahí ¿está bien?
-De acuerdo.

Cortó. Matilde sentía que había envejecido durante los últimos minutos.

-Qué susto por Dios. Tenemos que ir por ella.
-Primero lo primero -intervino la doctora- estamos llegando a la urgencia, vamos a llegar por la entrada posterior. Es importante que se queden en la parte de atrás y estén listas y atentas a todo, no me tardaré.

No pudo decir más. El impacto sacudió la ambulancia y quebró la relativa calma en su interior.




Próximo episodio: Sacrificio válido

Anuncio de nueva novela gráfica

Como algunos de los que me conocen saben, soy escritor. De hecho mis novelas están en publicación en http://milrobots.blogspot.com/

Sin embargo, ahora ambos blogs van a tener la oportunidad de estar unidos, y yo tendré la oportunidad de llevar a cabo un proyecto que mezcla ambas aficiones, la literatura y los robots.

La novela plantea un universo en donde la raza predominante es de robots con vida y sentimientos, y en cada temporada abordo los conflictos y guerras que puedan suceder.

De momento está en etapa de pre - producción, pero ya me siento muy contento de asegurar que esa novela que tanto tiempo ha esperado, al fin verá la luz.

Pronto más anuncios al respecto.


La no crítica de libros

En mi página de Wattpad comencé una nueva sección donde hago comentario de lo que me pasó al leer un libro. Comienzo por el primero que subí a la red, ya que lógicamente lo leí una vez terminado.

http://www.wattpad.com/73581230-construyendo-libros-la-traici%C3%B3n-de-ad%C3%A1n?d=ud

En el futuro pretendo subir comentarios de los libros que he leído, con un estilo relajado e irónico.

Wattpad siempre permitiendo innovar.

La última herida capítulo 18: La persona perfecta




Cuando la doctora Miranda llegó al punto donde habían acordado encontrarse con Soraya, probablemente ella estaba más nerviosa incluso que Matilde. Durante el viaje había estado pensando en todo lo que había visto, el cambio de Patricia, y las implicancias que podía tener un caso como ese, incluso más allá de lo que había dicho Roberto Medel. Subió al asiento del conductor que Soraya había desocupado oportunamente para cambiarse al asiento trasero; la mirada anhelante de Matilde solo iba a complicar las cosas, pero no podía mentirle, estaba obligada a decirle lo que había visto.

– ¿Cómo está mi hermana doctora?
–Está bien.
– ¿Por qué me la negaron, por qué motivo me dijeron que no estaba allí?

Romina suspiró profundamente. Aún no podía dejar completamente de lado el tema del pasado de Medel, pero de momento era indispensable poner las cosas en claro.

–El doctor Medel la ocultó porque pensó que podría estar en peligro.
–Y aparentemente no se equivocaba –intervino Soraya en voz baja– pero me pregunto por qué es que él sospechaba algo así.
–Por todo lo que le dijo Matilde anteriormente –replicó la doctora– y además porque usted no regresó de inmediato como le había dicho. Considerando eso, y además que su hermana ha tenido algunos cambios.

El corazón de Matilde dio un vuelco.

– ¿Qué le pasó?
–Es difícil de explicar –repuso la doctora seriamente– en primer lugar debo decirle que a nivel sistémico su hermana no ha experimentado cambios, es decir que sigue inconsciente en una especie de letargo parecido a un sueño profundo, pero ha... cambiado.
– ¿A qué se refiere?
–Aún no sabemos qué clase de procedimiento es el que se realizó en su hermana y mucho menos qué provocó la falla, pero creo que el proceso se ha excedido en su forma original, o al menos eso es lo que opinamos Medel y yo.

Matilde sintió nuevamente miedo de preguntar ¿Que quería decir con exceso?

–Dígame a qué se refiere.
–Las heridas han desaparecido –explicó la mujer tratando de mantener la calma ante un hecho que ella misma no lograba entender del todo– todas las marcas en su piel han desaparecido por completo, como si jamás hubiese sufrido quemaduras de ningún tipo, pero ésto va más allá. La piel de su hermana, su fisiología está cambiando.
–No comprendo.
–Aparentemente está siendo afectada por algún cambio que no podemos determinar, pero la forma de su piel, su rostro... comienza a ser diferente. Como si su cara estuviera empezando a ser la de otra persona.


2


Roberto Medel sabía que su incursión en el mundo de la medicina se debía a un interés mayormente económico, y al hecho de tener antepasados directos relacionados con el medio; desde un principio había confiado en poder labrarse una carrera exitosa y consolidar sus ingresos y un determinado estilo de vida, pero el exceso de confianza destruyó sus planes cuando se vio involucrado en el maldito asunto del tráfico de órganos. Su esposa y Romina, quien era su amiga desde la universidad, habían sido muy duras con él, y desde entonces se había dedicado en su mayoría a atender a pacientes complejos y hacer guardias en servicios de urgencia, lo que lo dejaba con poco tiempo para trabajar en su consulta y hacerse de un capital con el que poder largarse. Sabía que ellas tenían razón, de hecho él mismo se espantaba de solo recordar que había estado cerca de intervenir a personas con el objetivo de extraer órganos, pero no por eso iba a estar pagando eternamente; el objetivo podía cumplirse, pero se estaba tardando demasiado y la opción que se había dado con Patricia Andrade era una oportunidad que no iba a repetirse bajo ningún término.  Para cuando recibió la llamada de Romina ya casi tenía todas las muestras que necesitaba.

– ¿Cómo se encuentra?
–Sin novedad –respondió él– espero que estés buscando un sitio donde llevarla.
–Estoy con su hermana ahora, en unos minutos te llamo para informarte. Ten mucha precaución.
–Lo haré.

Aún tenía tiempo para realizar unas muestras más, pero lamentaba no disponer de tiempo para poder realizar otro tipo de exámenes que sin duda serían más efectivos. Pero no podía sacarla de allí solo y no iba a exponerse cuando existía la posibilidad de tener un negocio gigantesco entre las manos. Si con las muestras de sangre, pelo, piel y las diversas pruebas conseguía al menos un atisbo del impresionante tratamiento que eliminara del rostro de la paciente cualquier herida, entonces tendría en sus manos el método para conseguir todo lo que quería. Incluso podría ofrecerse a ayudar en el traslado y después, Matilde había confiado en él y eso sería útil si Romina trataba de oponerse.


3


Matilde sentía que todo volvía a dar vueltas a su alrededor; lo que escuchaba no tenía el más mínimo sentido.

– ¿A qué se refiere con eso?
–Por desgracia no lo sé con claridad, pero lo que usted me dijo sobre ese hombre complica todo. ¿Las vio?

Soraya negó enérgicamente.

–Estoy segura que no, cuando lo vi la llamé de inmediato, pero alcanzamos a ver que entraba y salía; estábamos diciendo que pensamos a él le dijeron lo mismo que a Matilde, es decir que su hermana no estaba allí.
–Es probable ya que el doctor la ocultó después que usted no apareció en la mañana. Matilde, es muy importante que me diga todo lo que sabe, palabra por palabra.

Pero la joven no estaba segura aun.

– ¿Y qué pasa con Antonio?
–No lo sé, salí por una puerta de personal para evitar algún peligro, supuse que a ese hombre le parecería extraño verme de nuevo el mismo día en dos centros diferentes, además no estoy segura de reconocerlo. Tenemos que sacar a su hermana de ahí lo más pronto posible pero primero necesito la mayor cantidad de información que pueda darme, estoy segura de que puede haber algo más en esto.

Matilde se obligó a respirar más tranquila, y solo en ese momento recordó algo que desde el principio había quedado completamente fuera de su mente, o al menos lo suficiente como para que no le pareciera extraño.

– ¡Oh por Dios!
– ¿Que pasa?

Era algo muy extraño si se ponía a pensar en ello, pero con todas las cosas que habían sucedido quedaba relegado a un último plano; por eso es que durante la mañana después de salir de ese túnel tuvo la sensación persistente de echar algo en falta.

–Vicente...
– ¿Qué Vicente?

No daba crédito a lo que estaba pensando ¿Acaso sería posible?

–No puede ser, creo que las cosas podrían ser mucho peores de lo que me imaginaba.
–Explíquese por favor.
–Patricia iba a salir –explicó lentamente, intentando recomponer en su mente esos últimos momentos normales con su hermana– pero no conmigo, tenía una cita con un hombre, se llama Vicente.
– ¿Y eso qué tiene de raro?

No estaba explicando con claridad porque las cosas aún estaban mezcladas en su mente; pero por supuesto, eso había ocurrido, y definitivamente era una más de las interrogantes que contaba en toda esa locura.

–Patricia iba a salir, incluso estaba arreglada para esa cita –continuó haciendo un esfuerzo por recordar con exactitud– y sufrió ese ataque horrible. Pero cuando sucedió, Vicente estaba del otro lado de la puerta, había llegado justo en ese momento; cuando vi a mi hermana en ese estado corrí a pedirle ayuda, le dije que necesitaba su ayuda, y dijo que tenía su automóvil afuera. Pero nunca más lo vi.
–Puede ser que se haya asustado con la escena –dijo Soraya tentativamente.
–Eso es lo más atemorizante –replicó Matilde lúgubremente– Soraya conoció a ese hombre mientras estaba en tratamiento, dijo que él también lo estaba.

La doctora estaba atando cabos con rapidez, pero seguía sin estar segura completamente. Decidió no demostrar tanta sorpresa como lo ameritaba la información que estaba escuchando.

– ¿Hay algo más que crea que haya olvidado acerca de esos hechos?
–No, eso es todo... las píldoras, las píldoras desaparecieron ¿cree que pueda haber sido él mismo?
–Honestamente no sé muy bien qué pensar, pero es una posibilidad, usted dijo que se llamaba Vicente pero no me dijo su apellido.
–Patricia no me lo dijo, solo recuerdo que me comentaba que tenía una herida en la espalda y que tenía una empresa o era un gerente de algo, no lo recuerdo bien.
– ¿Recuerda cómo era?

Matilde se lo pensó por un momento, pero lo que estaba sucediendo con su hermana era infinitamente más importante que cualquier otra cosa, por lo que no tenía una imagen clara.

–No lo sé, es... treinta y algo supongo, moreno, de cabello corto, parecía llevar una tenida cara; lo único que recuerdo es que tenía los ojos de un color muy especial, castaño pero no como el castaño común, quizás más claro.

Sabía que no era mucha información. Pero recordó lo que había estado hablando antes con su amiga.

–Doctora, estaba hablando con Soraya y creemos que debe haber algo importante en la urgencia en donde internaron a mi hermana en primer lugar, porque Antonio estaba cerca de ese sitio.
–Son demasiados puntos en común para poder analizarlos todos –replicó la profesional– el problema es que él parece bastante asiduo a los centros de salud, y haberlo visto como me dicen ustedes es sumamente preocupante; pero ahora mismo es importante sacar a su hermana de donde está.

Matilde asintió enérgicamente.

–Es lo que más quiero, pero ¿Donde? Temo por ella, temo que Antonio esté buscándola para intentar matarla como lo hizo conmigo.

Eso la hizo pensar en algo más.

–Matilde, no es posible que ese hombre piense por mucho tiempo más que usted está muerta. Si lo que pretendía era matarla, tarde o temprano debe volver al sitio a comprobarlo o a hacer alguna otra cosa para averiguar la verdad, y si eso pasa, las cosas pueden ponerse peores; mientras tanto tenemos que ganar tiempo y sacar a su hermana para llevarla a un lugar seguro.

Soraya dio un brinco cuando su teléfono celular anunció una llamada.

–Diablos. Es Antonio.

Matilde sintió como el miedo volvía a su cuerpo, pero por fortuna la doctora reaccionó fríamente.

–Ya sabe que usted está involucrada, o lo supone y quiere eliminar opciones.
– ¿Qué hago?
–No le conteste, no por ahora, solo lo pondrá sobre aviso.
–No puede ser, si estamos en lo cierto que estaba rastreando el celular de Matilde, también puede rastrear el mío, no pensé en eso.

Durante un momento nadie en el automóvil dijo nada, mientras el celular de Soraya anunciaba una llamada con un tono alegre que nada demostraba de la situación por la que estaban pasando; después de unos instantes la llamada cesó.

–Cielos, apenas puedo respirar.
– ¿Qué vamos a hacer?
–Tendremos que volver a ese sitio para sacar a su hermana, no hay otra alternativa. Pero antes pasaremos a buscar algo.



4


Antonio cortó la llamada. Tenía los ojos inyectados en sangre.

–Maldita sea. Maldita sea, maldita sea.

Estaba pensando demasiado lento; Soraya y esa doctora estaban metidas en eso, no tenía considerado que alguien estuviera sospechando tan pronto ¿Acaso Matilde había hablado con ella antes que con él? Eso tenía sentido, pero no solucionaba su problema.

–Maldita, maldita seas.

Incluso después de muerta seguía dando problemas. Se suponía que al deshacerse de ella todo iba a terminar, y él podría volver a su vida de siempre. Pero ahora la otra estaba desaparecida, y esa entrometida de Soraya y esa mujer que estaba con ella estaban en medio, estaba seguro. Había estado tan cerca, podría haber inventado cualquier cosa para acompañarlas o por último seguirlas, pero pasó ese detalle por alto y eso le estaba pasando la cuenta. Su celular volvió a anunciar una llamada.

– ¿Qué avances hay?
–Estoy en eso.

La voz rasposa del otro lado de la conexión podía ser tan fría que escucharla en un momento como ese resultaba abrumador.

–Dijiste lo mismo más temprano.
–Lo sé.
–Esa mujer no puede vivir –dijo la voz con la misma frialdad que acostumbraba– la única forma de eliminar las pruebas que lleva encima es matarla, las pruebas morirán con ella.
–Estoy consciente, voy a arreglarlo.
–Eso espero.

La voz cortó.

– ¡Maldición!

Solo una más. Patricia terminaría de irse al otro mundo y con ella, sus problemas. Marcó un número.

– ¿Hola?
–Hola –saludó alegremente– Eliana, espero que estés bien, me gustaría que nos viéramos ¿te parece?

A ella desde luego le iba a parecer extraño algo así.

–Estoy un poco apurada en realidad con el trabajo.
–Pero estoy seguro que tienes un minuto para mí –dijo él seriamente– hay un tema importante que me gustaría hablar. Se trata de Matilde.




Próximo episodio: Sigue caminando