La última herida Capítulo 14: Llamada distante




Matilde tenía claro ya que estaba dentro del conducto del ascensor, aunque no conseguía entender cómo la puerta podía haberse abierto sin que llegara el aparato, pero eso no importaba en ese momento; estaba asustada y sentía que en cualquier momento podría ocurrir algo peor.

–Ayúdenme… ayúdenme por favor…

Gritó con más fuerza, pero su voz sonaba ahogada y retumbando dentro del conducto como si se encontrara en un túnel o en algún lugar muy profundo. Antonio había cometido ese acto es demencial cuando se encontraban en el subterráneo, es decir más abajo del nivel de la calle ¿Cuántos pisos podía haber hacia abajo? En ese momento recordó que tenía el bolso en sus brazos cuando él la empujó. Necesitaba el bolso porque dentro estaba el teléfono celular y con él podría llamar a la policía: volvió a ponerse de cuclillas y palpó su alrededor extendiéndose lentamente hacia los costados. Después de unos momentos volvió a sentirse desesperada, el bolso no estaba en el suelo en el área en que estaba y el cuadrado no podía tener más de cuatro por cuatro metros ¿Dónde estaba, porque no lo tenía con ella? Pensó que sí había caído tal vez el bolso se hubiera enredado en alguna de esas salientes metálicas con las que había chocado en varias ocasiones, lo que significaba que podría estar colgando más arriba; con un poco más de energía comenzó a palpar también la pared, aunque en un principio no tuvo éxito siguió intentándolo, y lentamente se desplazó por el lugar en el que se encontraba tocando la pared correspondiente desde abajo hacia arriba, hasta donde podrían alcanzar sus manos; casi estaba rindiéndose cuando creyó tocar algo, aunque estaba más arriba de lo que sus manos podían alcanzar se estiró un poco más apoyándose en la muralla y alargó la mano derecha y con las yemas de los dedos pudo tocar algo ¡ahí estaba su bolso! Seguramente había quedado enganchado en algo, y lo necesitaba para poder sacar de él el celular y llamar a la policía; con un poco más de esfuerzo consiguió meter el dedo en una hebilla del bolso y tiró de él, pero el objeto se mantuvo en su lugar.

–No puede ser…

 seguramente estaba enganchado fuertemente en alguno de esos salientes.

–Suéltate por favor…

Murmuró tirando nuevamente. Estaba segura de que era su bolso y necesitaba desesperadamente el teléfono celular; después de unos momentos el bolso se soltó y cayó con un ruido sordo dentro del lugar. Estuvo a punto de abalanzarse sobre él, pero el dolor del pie la detuvo, de modo que se arrodilló con lentitud y cuidado y comprobó que efectivamente era su bolso; con dedos temblorosos buscó en el interior hasta que tocó la superficie lisa y suave de su celular y oprimió en el costado el botón para desbloquear la pantalla ansiosa de ver un pequeño recuadro de luz que en ese instante significaba la diferencia entre el miedo y la salvación, pero no ocurrió nada.

–¿Qué pasa?

–Tal vez se había apagado con el golpe, así que pensando eso lo encendió y luego de unos momentos apareció en la pantalla la señal de inicio del aparato.

–Vamos, vamos…

Le pareció que se demoraba una eternidad en encenderse mientras ella estaba allí arrodillada esperando que sucediera: cuando por fin la pantalla indicó que el celular estaba encendido Matilde se quedó de una pieza al notar que la pantalla tenía dos grandes trizaduras y en esquina superior el símbolo indicaba que no había registrado la tarjeta sim en el interior del teléfono.

–No, no, no, no puede ser…

–Jadeando por el nerviosismo quitó la tapa trasera del celular y revisó la pequeña tarjeta en donde se escondía su número y por lo tanto la posibilidad de comunicarse y volvió a iniciar el teléfono. Unos segundos después sin embargo no hubo cambio.

– ¿Qué voy a hacer?

Se dijo a sí misma sollozando; durante unos momentos había estado segura de poder llamar a la policía y salir de ese horrible lugar, pero si por causa del golpe el teléfono había dejado de funcionar correctamente y no podría conectarse a la red la única utilidad que le daba ese aparato era la luz que podría proporcionar.

–Sáquenme de aquí…

Gritó débilmente; al hacerlo constató lo agotada que estaba por el miedo y los accesos de llanto además de los golpes. Intentando calmarse nuevamente utilizó la linterna del equipo celular para mirar a su alrededor y comprobó que efectivamente estaba en el túnel vertical por donde pasaba el ascensor y había metal, cadenas y poleas por todas partes; luego se iluminó a sí misma, tenía cortes y raspaduras en los brazos y grasa y sangre en las manos y una herida en la misma pierna que le dolía al apoyar el pie en el suelo pero tal como había constatado anteriormente no parecía tener alguna herida de mayor gravedad, por lo que era un milagro que estuviera consciente después de haber si empujada por Antonio. Decidió apagar la linterna del equipo celular y comprobó que la batería estaba en un cincuenta y dos por ciento; aunque la luz la calmaba un poco no podía desperdiciar la batería en eso, tendría que conformarse con la tenue luz de la pantalla. ¿Estaría acaso en un piso menos dos o en un menos tres? Era imposible saberlo, pero no se habían escuchado ruidos alrededor y no conocía el lugar, sin embargo sabía que habían algunos edificios que tenían estacionamientos con varias plantas bajo el nivel de la calle, y le daba terror la idea de que el lugar en donde se encontraba estuviera cercano a una bodega o que simplemente fuera un ascensor en desuso. Si lo pensaba un poco más, existía la posibilidad de que Antonio la hubiera engañado para llevarla a ese sitio sabiendo que si no moría por el golpe quedaría completamente abandonada a su suerte. ¿Cuánto tiempo podría estar ahí abandonada y sola en ese lugar? Patricia estaba en un estado grave e indeterminado y sus padres estaban de vuelta en el campo y probablemente seguían incomunicados. ¿Además que pasaría si llamaban y no tenían respuesta? Un momento después se sintió un sonido cerca, era algún tipo de sonido o movimiento metálico, tal vez alguna máquina o un vehículo ¡Eso quería decir que había alguien cerca de ahí! Tenía que conseguir que la escucharan para que la ayudaran a salir de allí, pero con el cansancio que estaba sintiendo no sabía si tendría la fuerza para poder gritar; después de un par de intentos bastante débiles recordó que había otra forma de hacerlo y buscó con el reproductor de música de su teléfono celular alguna canción de música electrónica y lo reprodujo subiendo el volumen al máximo: el estridente sonido se dejó de escuchar por todo el túnel y el eco hizo que se escuchara aún más fuerte. Puso en pausa la música durante unos momentos para escuchar a través de la muralla de metal y ver si el sonido metálico o de algún tipo de máquina continuaba escuchándose alrededor.

 – ¡Ayúdenme!

Gritó con todas sus fuerzas y decidió esperar unos momentos, a ver si obtenía algún tipo de respuesta, preparada para volver a utilizar la música como un agente llamativo para que alguien prestara atención; sin embargo parecía que todo había vuelto a quedar en silencio del otro lado de las murallas.

–No, no puede ser –dijo en voz baja– alguien tiene que ayudarme.

Sorpresivamente sintió un nuevo sonido, pero esta vez mucho más cerca, casi como si estuviera sucediendo en el mismo lugar en donde se encontraba ella.

–¡Ayúdenme!

Volvió a gritar aunque escuchó su propia voz más débil que antes, y nuevamente se hizo silencio. De pronto se le pasó la atroz idea por la mente de que Antonio en realidad no se hubiera ido después de empujarla sino que se encontrara ahí, observando. Volvió a utilizar la linterna para iluminar a su alrededor, hacia arriba por las paredes tratando de ver algo que se moviera, pero no parecía ocurrir nada distinto; el sonido extraño muy cerca de ella volvió escucharse, era como una puerta metálica o tal vez eso le parecía a ella. Giró una vez más y de pronto una puerta se abrió y una sombra humana se dejó ver. Tenía un arma en las manos.





2


Soraya no había podido aguantar la curiosidad y decidida llamó nuevamente a Matilde ¿Por qué no le contestaba el teléfono? Ya desde el día anterior le había parecido raro que la llamara porque si, diciéndole que tuvieran una reunión, y además con ese tono de voz tan raro, evidentemente tratando de ocultar algo. Y ahora no contestaba el celular.

– ¿Hola?
–Hola, soy yo –dijo mientras giraba en una curva– ¿Estás ocupada?
–Estoy en el trabajo –respondió Eliana lentamente– pero puedo hablar.

Soraya estaba llegando en esos momentos al edificio en donde vivía Patricia.

– ¿Matilde te ha llamado?
–Para nada –respondió Eliana con voz extrañada– ¿Ocurrió algo?

El conserje del edificio la conocía, de modo que fue directamente a las escaleras mientras hablaba por teléfono.

–No lo sé –repuso en voz baja– pero ayer Matilde me llamó y dijo que nos juntáramos las tres en la tarde.
–Pero eso no tiene nada de extraño mujer.
–Lo tendría para ti si hubieras escuchado como hablaba –replicó enérgicamente Soraya– además ahora no contesta el celular y –continuó tocando nuevamente el timbre– ninguna de las dos está en casa.

Un breve silencio hizo que Soraya comprendiera que Eliana ya había entendido el sentido de sus palabras; claro que las cosas estaban mal, no era una cosa normal que de la noche a la mañana y en medio del trabajo de Matilde y el misterioso tratamiento de Soraya nadie apareciera.

–Está bien, eso es muy extraño –concedió sin querer darse por convencida– pero tal vez está ocupada, ya sabes que con ese trabajo que consiguió y lo de Patricia…
–Espera un momento, no me cortes.

Soraya se dejó el teléfono en el bolsillo y regresó sobre sus pasos hacia el primer piso ¿Por qué no se le había ocurrido preguntar en conserjería en primer lugar?

–Disculpe, ¿usted vio a Matilde en la mañana?
–No, no –replicó el conserje asintiendo– desde anoche cuando ocurrió la emergencia no ha vuelto.

Soraya cortó la comunicación.

– ¿Qué emergencia?
–No lo sé con claridad –replicó el conserje– parece que su hermana se puso mal, porque llamaron a una ambulancia y salieron a toda velocidad; no sé hacia dónde habrán ido.

 Soraya contuvo la respiración un momento ¿Patricia se había agravado y Matilde no le había avisado a ella ni a Eliana que eran sus mejores amigas? ¿Y por qué la había llamado para que se juntaran haciendo como si nada?

–Escuche –le dijo al conserje tratando de conservar la calma– si ella o alguien de la familia pasa por aquí, por favor dígale que se contacte conmigo, a cualquier hora del día.
–Muy bien, lo haré.
–Es importante –continuó apuntando su número de celular en una hoja– se trata de una emergencia, por favor no se olvide.

Salió del edificio a tiempo para contestar una llamada de la propia Eliana.

– ¿Qué pasa, por qué me cortaste?
–Patricia tuvo una emergencia, se la llevaron en una ambulancia.
– ¿Qué?
–Acabo de comprobarlo, y las dos están desaparecidas amiga. Creo que está ocurriendo algo grave y tenemos que hacer algo.



3



–¡Cálmese señorita!

Matilde había gritado de espanto al ver al hombre asomando en la puerta del túnel, pero lo que en un principio le había parecido un arma no era más que un taladro; el hombre tenía poco menos de cincuenta años y vestía un overol de trabajo y levaba un cinturón con diversas herramientas.

–Gracias, gracias…

Después de ese segundo de confusión salió trastabillando y se arrojó a los brazos del trabajador, quien la sostuvo al percatarse de lo que estaba pasando.

– ¿Se encuentra bien? Pero por Dios, ¿cómo llegó a éste lugar?

Matilde sentía que el corazón se le iba a escapar por la boca, y tuvo el instinto de decirle que quería llamar a la policía, pero en ese instante recordó la mirada y lo que había hecho Antonio.

– ¿Señorita?

Antonio había tratado de matarla. Mientras asimilaba la libertad dentro de ese lugar, que al parecer era un estacionamiento, recordó su fría mirada al empujarla, y como de alguna manera llegaban a ese momento, quizás por alguna extraña maquinación suya. No podía simplemente llamar a la policía ¿Qué iba a decir, que un amigo suyo había tratado de matarla luego de que ella misma le pidiera que se reunieran? No, no podía hacer algo así, tenía que calmarse y pensar con claridad, y además tenía que estar en condiciones de volver a ver qué es lo que estaba pasando con su hermana.

–Señorita, hábleme.
–Tuve un accidente –replicó en voz baja– caí por el ascensor y… yo…

El hombre la miraba atentamente; parecía una buena persona, pero ese concepto estaba bastante relativizado durante las últimas horas.

–¿Se cayó desde el estacionamiento?
–Si…
–Ese ascensor está fuera de servicio señorita, incluso hay un letrero que dice que no hay que usarlo, es porque hay un problema con las poleas, no entiendo cómo pudo caer, las puertas están trancadas.

A menos que alguien que tuviera conocimientos de tipo electrónico hiciera algo al respecto. A Matilde se le revolvieron los intestinos.

–No lo sé…
–Déjeme llevarla afuera, voy a llamar una ambulancia.
–¡No!
–¿Qué?

No podía perder tiempo en eso, tenía que saber en qué condiciones estaba su hermana, recuperar su número celular y ponerse al corriente. Una vez fuera los golpes no parecían tan graves.

–Estoy bien, son solo unos golpes.
–Señorita, cayó un par de metros, además mírese, tiene sangre en las manos y en la pierna, puede tener un golpe en la cabeza.
–Lo sé, es solo que… –continuó tratando de ordenar sus ideas– yo… trabajo en un centro de salud, voy a ir a que me atiendan.
– ¿Está segura?
–Si.

No sonaba segura de ninguna manera. Por alguna razón, estar fuera y saber que ya había escapado de ese horrendo sitio le daba un tipo de energía que probablemente fuera adrenalina, y sabía con mucha más claridad que antes que tenía que mantener el control.

– ¿Cree que podría acompañarme a un baño? –dijo lentamente– me gustaría beber un poco de agua y limpiarme la cara antes de salir.

El hombre accedió y se la llevó a un baño en el piso superior, que era en el que estaba antes de que ocurriera toda esa pesadilla. Se comprometió a esperarla fuera; una vez dentro del baño se miró en el espejo del minúsculo lugar y vio que realmente era un desastre, con el delineador corrido por la cara y marcas de aceite y sangre en el rostro y en la ropa. A la luz artificial podía ver que los cortes no eran tan graves como había creído, aunque el corte que tenía en la pierna era un poco más preocupante y también lucía bastante inflamación en el tobillo; el bolso estaba rasgado en un extremo, seguramente el que se enganchara en la muralla del ascensor. ¿Qué iba a hacer? Antonio había tratado de matarla, y ahora todo el mundo estaba definitivamente de cabeza. ¿por qué motivo? ¿Cuál sería la verdadera motivación para que él, un ex compañero de estudios en el instituto, un tipo tranquilo, parte de su círculo de amigos quisiera hacerle algún tipo de daño?
Él había estado ahí, le había dicho que iba a ayudarla a contactarse con Miranda Arévalo, él había ido a la urgencia cuando sucedió el accidente de su hermana, para acompañarla, incluso había utilizado sus conocimientos para ayudarla con un tema relacionado con la informática, por eso es que ella después…

–Oh por Dios…

Antonio.

–Oh no… no…

Volvió a sentir un miedo casi como el que sintiera dentro del conducto del ascensor. Antonio había estado en la urgencia para acompañarla luego del accidente de Patricia, Antonio había aparecido de sorpresa a darle su apoyo después que no se vieran desde la salida del instituto, Antonio había respondido a su llamada y dicho que iba a ayudarla en todo lo posible, que iba a concertar una cita con esa modelo, que con sus conocimientos podía descubrir cualquier tipo de información.

–No, no puede ser…

Antonio. Él había estado desde el principio, él dijo que tenía acceso a información de todo tipo gracias a su trabajo, y luego trataba de matarla. ¿Por qué no lo había visto desde el principio, por qué no sospechó de esa aparición tan inesperada, de la disposición?
Porque en un mundo normal las personas que te conocían no trataban de matarte.


4


Soraya ya estaba entrando en pánico cuando llegó a la urgencia en  donde habían tratado a Patricia luego del accidente de la explosión; al salir lo que sentía era que nada tenía sentido.


– ¿Dónde están?

Inmediatamente había ido al centro médico donde Patricia se trataba con una sicóloga o terapeuta antes de que la familia tomara esa extraña decisión de someterla a otro tipo de tratamiento, pero tampoco obtuvo respuesta, la última vez que estuvo allí fue la que ella ya sabía; iba de salida cuando se topó con una doctora que se le acercó.

–Buenos días, ¿Usted estaba preguntando por Patricia Andrade?

Le pareció vagamente conocida.

–Si ¿Usted la atendió?
–Estaba haciendo terapia con ella antes que la sacaran de aquí –repuso la mujer asintiendo– disculpe, pero escuché cuando preguntaba por ella y pensé que le sucedía algo. Mi nombre es Romina Miranda.

Matilde le había hablado de ella, dijo que estaba haciendo un gran trabajo con Patricia; seguramente la vio en una visita.

–Usted estaba en la urgencia.
–Si, aunque en ese momento no trabajaba en su caso, pero puede ser que me haya visto, también trabajo en el Centro de tratamiento Acacios y en mi consulta particular.

A esas alturas Soraya tenía muy poca idea de qué era lo que podía hacer, y si bien era cierto que en ocasiones podía pecar de exagerada, en ese momento estaba segura de que no era un error, además sus presentimientos iban desde la noche anterior cuando lo único que tenía en su poder era una llamada rara.

–No sé si pasa algo o no doctora –anunció tratando de no sonar alarmista– y sé que tal vez Matilde va a matarme cuando sepa que vine para acá pero…
– ¿Qué ocurrió?
–Acabo de descubrir que Patricia tuvo alguna emergencia de salud en la madrugada, y ahora no puedo ubicar a Matilde, ya fui a la urgencia y al Acacios y no la encuentro.

La doctora Miranda frunció el ceño al escuchar eso; en un momento así deseaba no tener ese séptimo sentido que le advertía de cosas que finalmente no podía evitar ¿Acaso ese misterioso tratamiento que Matilde aseguraba estaba resultando de maravillas había terminado mal?

–Eso es preocupante.
–Matilde no contesta el celular y sus padres no están en la ciudad, no quiero alarmarlos si es que todo no es más que un mal entendido, pero estoy preocupada porque ella me llamó anoche y… va a pensar que estoy loca, pero sonaba extraña.
–No voy a pensar que está loca –afirmó la doctora– de hecho cuando Patricia avisó que abandonaría el tratamiento fui personalmente a hablar con ella, pero no me dejaron verla.

Soraya no comentó nada, pero recordó sus propias dudas sobre Patricia ¿Por qué nadie la había visto desde que iniciara ese tratamiento nuevo?




Próximo episodio: Pistas equivocadas

La última herida Capítulo 13: Caída libre




Matilde seguía mirando fijamente a Antonio a los ojos; le había respondido con tanta seguridad que eso la había animado a seguir hablando.

– ¿De verdad crees que puedes hacerlo?
–Por supuesto –dijo él sin dejar de mirarla fijamente– sólo tengo que encender mi computador y en un par de horas te conseguiré un número privado o algo más.

Eso no era nada. Patricia seguía inconsciente y la gente de la clínica seguía desaparecida, pero si podía encontrar esa mujer por medio de Antonio tal vez podría encontrar también a los responsables de lo que fuera que estuviera sucediéndole a su hermana.

–Eso sería maravilloso.

Antonio abrió mucho los ojos por un momento y luego volvió a concentrarse en ella con el ceño fruncido, marcando las arrugas alrededor de los ojos.

–Esa modelo te habló de la clínica.

El ascensor finalmente llegó y Matilde sintió su espalda como las puertas metálicas se abrían con un sordo sonido, un tintineo agudo y breve anunciando que la máquina ya estaba en el piso solicitado.

–Sí.

La mano de él ya estaba frente a ella; la empujó tan rápido y con tanta fuerza que Matilde no tuvo ninguna oportunidad de reaccionar. Durante un eterno momento la joven pudo ver como el rostro de él desaparecía de su campo visual y era sustituido por el techo gris y frío sobre ella. Dio un paso hacia atrás, pero el segundo paso fue torpe, y con el cuerpo torcido por la fuerza sobre él desatada fue en falso. En ese instante perdió por completo el equilibrio; durante una fracción de segundo quiso gritar, moverse o reaccionar de alguna manera pero toda la energía parecía haber abandonado su ser con tan sólo un movimiento. Con terror vio el umbral de la puerta del ascensor y nuevamente el techo oscuro pero no se estrelló contra ninguna superficie; flotó y flotó de espalda cayendo como en un terrorífico sueño antes de despertar, como cuando era niño y no podía diferenciar entre la realidad y lo que pasaba por su mente. Estaba desapareciendo, siendo absorbida por algo que no podía identificar y para cuando su mente comprendió lo que estaba sucediendo ya era demasiado tarde: una de sus piernas chocó con algo, su cuerpo cambió de curso en la caída, se golpeó la espalda y los brazos, sintió como que rodaba contra algo, luego un tirón y casi de inmediato se estrelló contra una superficie, escuchó su propio grito ahogado en sus pulmones, la cabeza como presionada por un gran peso y después todo se oscureció.






2


Soraya estaba maquillándose antes de salir esa mañana; no se lo había dicho a nadie, tampoco a Eliana cuando estaban hablando el día anterior a la hora de almuerzo, pero había algo que no estaba bien. Llevaba pensando lo mismo hacía días a pesar de que nadie de su familia había pasado por una situación similar, ella comprendía bastante bien lo que tenía que ver con heridas y esas cosas y desde un principio había entendido que Patricia y su familia quisieran mantener reserva respecto del tratamiento y en el proceso de recuperación, sobre todo considerando que la mujer había sido afectada en la cara. Pero habían sacado a Patricia de la clínica y después de eso nadie la había vuelto a ver y su vida a partir de entonces había transcurrido entre el departamento donde estaban sus padres y el centro donde estaba realizando tratamientos, que por la callada alegría de Matilde por lo visto prometía bastante. Ni siquiera ella que era del círculo más íntimo de las hermanas había visto a Patricia ¿cuál es el motivo? Matilde no había podido disimular su nerviosismo cuando la llamó por teléfono, y eso de reunirse así porque sí era también muy extraño, más parecía una excusa para disimular algo. Había pensado en llamarla, pero decidió que era mejor esperar un poco más para averiguar que estaba sucediendo.


3


Cuando abrió los ojos, Matilde no vio absolutamente nada a su alrededor. ¿Qué había sucedido?
Inmediatamente después sintió dolor expandido por su cuerpo e instintivamente intentó moverse pero no pudo hacerlo ¿Qué estaba pasando, dónde estaba, porque estaba tan oscuro? Había una especie de olor como aceite o líquido de frenos y obviamente estaba aturdida; de momento no podía recordar qué es lo que estaba sucediendo, y sentir que estaba atrapada en una especie de pesadilla no estaba ayudando mucho. Sintió su corazón azotando su pecho y la respiración cada vez más agitada, estaba entrando en pánico pero precisamente en ese momento la mente hizo el trabajo necesario y recordó qué era lo que había sucedido. ¿Acaso realmente estaba dentro de un sueño  horrendo? ¿Acaso todo no era más que una pesadilla y aún estaba en su departamento luchando contra la realidad? Intentó gritar o hablar, pero sólo salió un balbuceo jadeante de sus labios, tenía el pecho oprimido y la garganta completamente cerrada; de pronto frente a sus ojos en su memoria volvió a ver Antonio empujándola con un movimiento decidido y un instante antes esa mirada extraña con los ojos muy abiertos, para luego mirarla fijamente sin pestañear. ¿Por qué la había empujado, que era lo que estaba sucediendo?
Entonces recordó lo que había sucedido anteriormente: habían quedado de juntarse en un café pero a última hora y le dijo que se reunieran en un restaurante en un subterráneo, se encontraron en el estacionamiento y caminaron juntos hacia la puerta del ascensor; ella estaba pidiéndole ayuda había decidido contarle algunas cosas del caso de Patricia para que él pudiera ayudarla a encontrar a la modelo Miranda Arévalo, y se sentía tan nerviosa mientras le hacía preguntas, sentía que tenía que confiar en él, que tenía que confiar en alguien que pudiera ayudarla y su amigo del instituto había demostrado tener conocimientos. ¿Por qué la había empujado? ¿Por qué? ¿Dónde se encontraba en ese momento? Unos instantes después los recuerdos aparecieron con un poco más de claridad: estaban hablando frente a la puerta del ascensor y éste anunció su llegada con esa campanilla, sintió en sus oídos el sonido anunciando que el ascensor ya estaba en el piso y se volteó hacia él para decirle algo más. Luego simplemente vio aparecer el techo y desaparecer el suelo bajo sus pies, pero ahora todo estaba oscuro y ella estaba completamente perdida dentro de un lugar que no podía identificar. ¿Habría perdido el conocimiento? trató de moverse palpando la zona en donde estaba y encontró cables y tuercas, la superficie era metálica y había efectivamente algo grasiento en algunas partes; sentía dolor en la espalda, en la cabeza y en las extremidades, pero hizo un esfuerzo y consiguió ponerse de rodillas. El miedo continuaba amenazando con apoderarse de ella.

–Cálmate, tranquilízate, respira, tienes que respirar.

Se dijo a sí misma tratando de animarse de alguna manera; en ese preciso instante no importaba Antonio ni lo que hubiera hecho, lo que importaba ir a descubrir en donde estaba y que era lo que había ocurrido. Decidió que debía comprobar si tenía alguna herida grave además de los dolores que se expandían por su cuerpo. Respira Matilde, respira. Después de unos momentos había conseguido controlar un poco su respiración y comprobado que no tenía algún hueso roto aunque sí tenía muchos dolores; tocó a su alrededor y continuó encontrando superficie metálica, tuercas y salientes también de metal, lo que significaba que no podía estar dentro del ascensor, ninguna de esas cosas era de lo que hay dentro de un ascensor, más parecía  el interior de un auto o algo parecido. Por supuesto que tenía miedo y ese sentimiento sólo parecía aumentar con el paso de los momentos, pero su lado sensato le decía que tenía que estar tranquila al menos hasta saber en dónde se encontraba. Lentamente intentó ponerse de pie, pero apoyar la pierna izquierda sobre la superficie la hizo dar un grito de dolor; volvió a arrodillarse en la superficie y comprobó que tenía inflamado el tobillo y prácticamente no lo podía mover, además lo que tenía en la pierna no era la misma grasa de la superficie metálica, era sangre. Pero al tocar se dio cuenta que el corte no era profundo.

–Ayúdenme...

Su voz salió entre sollozos, nuevamente estaba quebrándose. ¿Qué iba a hacer sola, golpeada, herida y completamente perdida? Necesitaba ayuda, pero la última vez que había pedido ayuda habían tratado de matarla. Sin embargo tenía claro que no podía quedarse allí simplemente, estaba obligada a hacer algo, de modo que volvió a intentar ponerse de pie aunque apoyando el peso del cuerpo en la pierna derecha; así logró mantener algo de estabilidad y extendió los brazos lentamente hacia delante y a los lados para ver si podía encontrar algo.
Estaba encerrada, sola, perdida, herida y muerta de miedo, pero no podía quedarse simplemente así, aun cuando la oscuridad confabulara en su contra. Se arriesgó a desplazarse por la superficie irregular mientras sus manos tocaban más tuercas y salientes de metal hasta que tocó una cadena engrasada; sólo podía ser eso, una cadena gruesa y de metal qué iba de arriba a abajo ¡estaba en el interior del conducto del ascensor! Por fin comprendió que de alguna manera Antonio había conseguido arrojarla al interior del conducto, pero no se encontraba en el compartimiento del ascensor, estaba encerrada en un pasillo oscuro y vertical. Se le congeló el corazón al pensar que si ya no estaba en el interior del ascensor, esa máquina en cualquier momento podría defender y aplastarla.



4


El doctor Medel había estado evaluando la situación de Patricia durante las últimas horas; desde un punto de vista clínico jamás había imaginado algo semejante y como profesional se sentía profundamente intrigado, pero estaba consciente de que había algo más. Le había mentido a Matilde al decirle que solicitaría exámenes, ya que casi desde el principio había tomado la decisión de mantener todo lo más oculto posible.
Las insólita historia de esa muchacha, el estado en el que se encontraba Patricia y los distintos signos que él como profesional podía advertir le decían que se encontraba frente a un caso prácticamente sobrenatural, y a pesar de saber que probablemente el médico en jefe daría aviso a las autoridades, tomó la decisión de hacerse cargo personalmente de ese caso utilizando en su favor el habitual ajetreo de todos estos pasillos y habitaciones. Estaba prácticamente seguro de que esa muchacha no podría encontrar información que le ayudara a ir a dilucidar sus dudas, pero su constante presencia allí y sus llantos no eran de ayuda, por lo cual agradeció cuando ella fue a dormir un poco a su casa ya que le permitió sacar a Patricia y esconderla en el lugar en donde en ese momento se encontraba; no esperó más y desconectó el saturómetro y apagó también las otras máquinas de las que disponía en ese lugar, y se sentó junto a la camilla esperando saber qué es lo que iba a ocurrir a partir de ese preciso instante ¿Acaso la bella durmiente iba a pasar a mejor vida?



Próximo episodio: Llamada distante

La traición de Adán en rostros humanos

Debido a la re-publicación de La traición de Adán en diversos medios, decidí hacer un arte conceptual donde los personajes de ésta entretenida novela de intriga son "interpretados" por actores y actrices de carne y hueso.

En la imagen promocional de La traición de Adán, con los rostros referenciales que ven a continuación.
Podemos ver a Hellen Mirren como Carmen Basaure, Rebecca de Mornay como Bernarda Solar, Elizabeth Olsen como Pilar Basaure, Ginifer Goodwin como Micaela Riveros y Eduardo Verastegui como Adán Valdovinos.


Pronto más novedades



La última herida capítulo doce: Como bella durmiente



Una vez que terminó la llamada con Antonio, Matilde vio la hora y comprobó que era más de la una de la mañana y estaba completamente agotada. Volvió a pedir noticias de su hermana, pero seguía bajo cuidado y en toma de exámenes, de modo que no podía hacer mucho. Le recomendaron ir a dormir, pero no quería dejarla sola, no mientras no supiera algo concreto, mientras que por otro lado tenía la cita con Antonio muy temprano, y aún faltaba hacerse cargo de contactarse con sus padres y enfrentar lo que fuera que pasara. No le quedó otra opción que irse al departamento, se acostó y consiguió conciliar un sueño ligero, pero que ayudó a reponer algo de energías para lo siguiente: se levantó a las seis en punto, se dio una ducha, tomó desayuno rápidamente y se fue a la urgencia, donde seguía sin encontrar noticias. Mientras iba hacia el café donde se encontraría con Antonio, se aplicó cuidadosamente algo de maquillaje para disimular las ojeras, y se ató el cabello en una cola para mantener un aspecto más despierto; había elegido una tenida muy sencilla con pantalón holgado y blusa y un bolso de mano con zapatos bajos para poder estar preparada para cualquier cosa, ya fuera quedarse todo el día en la urgencia, salir a buscar a esa modelo o a recibir a sus padres, si es que podía contactarlos en primer lugar, aunque eso último lo estaba retrasando hasta poder tener alguna buena noticia.


2


El doctor Medel sabía que estaba haciendo algo incorrecto, pero dadas las circunstancias prefería hacerlo, al menos mientras supiera algo más. Encargar los exámenes de esa joven era una cosa, sacar los resultados a escondidas y borrar los expedientes era otra muy distinta. Sacar a la paciente y trasladarla personalmente y sin notificarlo hacia una sala cerrada e incomunicada no solo era suficiente para ser destituido, lo era para ir a la cárcel.

–Por Dios ¿qué fue lo que te hicieron?

Simplemente no podía dar crédito a lo que estaba viendo; tendría que mentirle a muchas personas, a auxiliares, técnicos, enfermeras, a guardias y también a otros doctores, pero en su interior sentía que estaba haciendo lo correcto, aún a costa de las consecuencias.
Entró en la sala empujando la camilla. Por suerte en el piso inferior de esa construcción estaba esa sala en desuso, pero perfectamente operativa, higienizada y sanitizada, a la espera que se terminara la reconstrucción de un acceso lateral del estacionamiento y que por el momento se usaba solo cuando estaban con lleno total.

–¿Cómo pudieron hacer algo así?

No podía dejar de mirarla mientras conectaba el suero y encendía el saturómetro; la información que veía en esa pequeña pantalla no le decía nada en especial, mucho menos cual era el motivo de ese sueño profundo, como si estuviera en coma pero sin estarlo; lo que habían hecho con ella era malo, definitivamente malo, pero al mismo tiempo su lado científico, el que había estudiado en la universidad y ahora lo hacía trabajar constantemente le decía que no solamente era eso, también era un gran descubrimiento ¿Pero lo sería realmente? Muchas veces en la historia de la medicina se consiguen avances sorprendentes, modificaciones que pueden llevar la vida de las personas a un punto inesperado, y de hecho la cirugía estética era uno de ellos, pero claramente esta mujer no había sido intervenida por métodos tradicionales. Había vuelto a ver la noticia y aquellas imágenes del accidente con el reporte de la policía: el delincuente involucrado en ese accidente estaba crítico en el hospital y había un policía muerto y Patricia también estaba allí, no podía ser simplemente que unas cuantas semanas después todo estuviera casi resuelto. ¡Si solo había pasado poco más de un mes¡ Su rostro estaba casi como debería haber sido antes o en este caso sería perfecto, y él mismo como especialista sentía que ella casi estaba completamente recuperada o que en su defecto habían pasado muchísimos meses desde que sufriera esas quemaduras; se podía ver claramente cómo la piel estaba tersa y suave. La regeneración celular había sido impresionante sin ningún tipo de intervención, sin fallas e inclusive podría decir que estaba en mejores condiciones que antes aunque no tenía una prueba del estado de la piel antes de sufrir quemaduras pero si lo comparaba con el estado de la piel del resto del cuerpo claramente había una diferencia ¿Cómo no se había dado cuenta su familia? De alguna manera sentía que le estaba diciendo la verdad, que no sabía qué es lo que estaba sucediendo, pero él como médico tenía que hacer algo al respecto y sacarla escondida era el primer paso y sabía que ahora ya no había vuelta atrás.
Esa mujer muy bien podía ser un descubrimiento revolucionario de la ciencia. La pregunta es por qué alguien en éste país o en cualquier parte del mundo era capaz de crear una técnica para curar las heridas de una forma tan milagrosa y no la compartía con nadie. Estaba seguro de que no había ningún tratamiento nuevo, ni siquiera en los países más avanzados y sin embargo ahí tenía la prueba de que se podía restablecer el estado de una piel quemada con heridas de segundo grado profundo hasta dejarla como estaba antes e incluso mejorar el aspecto general. ¿Por qué no iba a donde uno de sus superiores? ¿Porque no le avisaba la comunidad médica, al decano de la universidad donde había estudiado? la respuesta es simple: hacerlo destruiría toda oportunidad de investigar más, se comenzaría a realizar investigaciones al respecto que no lo involucraría a él. No podía quedarse simplemente de brazos cruzados esperando que todo estuviera resuelto, tenía que saber y tenía que salir a flote esa misma noche por lo menos uno de los datos necesarios para poder completar un informe. Escondido en ese lugar podía tomar muestras y examinarla de manera particular y tenía los medios para hacerlo, sólo debía actuar rápido y ser sumamente sigiloso. Pero en su mente no dejaba de vagar la idea de que haya día algo más; a menos que la hermana menor estuviera completamente chiflada o que realmente estuviera actuando de una manera magistral ella no sabía lo que estaba sucediendo y tenía razón al decir que los responsables de la recuperación milagrosa estaban completamente desaparecidos.
¿Tenía alguna relación el repentino sueño en el que estaba sumido Patricia con la recuperación milagrosa y la desaparición de los responsables de la clínica fantasma? ¿Qué pasaría si detrás de todo eso hubiera algo ilegal, alguna técnica, tratamientos, medicamento o tipos de intervención prohibida y que por eso repentinamente las cosas se hubieran salido de control? ¿Qué pasaría si en términos médicos alguien hubiera descubierto algo completamente revolucionario y lo aplicara sin más ni más? Sólo con el afán de conseguir dinero, fama o simple satisfacción de hacer experimentación esas cosas pueden pasar, pero si alguien lega a algún resultado a través de métodos cuestionables no puede responder ante la ley porque no tiene ningún tipos de permiso o autorización legal o incluso más, tal vez allí se podría estar cometiendo un crimen.


3

La posibilidad de reunirse con Antonio y que él encontrara una forma de descubrir cosas a través de la red que ella no a hizo más efecto en su estado de ánimo de lo que la propia Matilde había pensado; en un principio bien podía ser sólo la necesidad de tener alguna buena noticia pero la verdad es que necesitaba algo a lo que sostenerse cuando se encontraba más sola que nunca. A pocos pasos de llegar al café donde iban a reunirse Antonio la llamó a su celular.

–Hola Matilde.

Por un momento pensó que le iba a decir que tenía algún tipo de contratiempo.

–Hola, estoy llegando.
–Qué bueno que todavía no hayas llegado dijo él porque necesito pedirte que nos juntemos en otra parte, el estacionamiento que está junto al café está lleno y vengo en auto ¿podrías torcer en la siguiente esquina en la calle Condell? si ves en el número 321 hay una puerta que dice "Restaurante oriental" porque  está en el subterráneo, me estoy estacionando.

Matilde caminó hasta la siguiente esquina y giró la dirección que le había dicho su amigo: una puerta entre dos locales comerciales tenía un letrero muy simple que decía "Restaurante oriental." Entró y caminó por una rampla hacia el subterráneo donde se veían luces y se escuchaba algo de ruido.

–Ya encontré el número –dijo ella– enseguida llego.

Guardó el teléfono en el bolsillo interior del bolso que llevaba al hombro y continuó caminando por la rampla ligeramente inclinada; las paredes estaban desnudas y eran de un color oscuro iluminada sólo por unos débiles focos en el techo. Unos momentos después llegó al subterráneo pero no se encontró con un restaurante sino que con el estacionamiento; iba a llamar a Antonio para preguntarle dónde estaba el lugar que le había mencionado cuando escuchó su voz.

–Hola.

El hombre venía con una mochila a la espalda además de un bolso y algunas cosas en las manos y parecía bastante atareado, pero sonrió al verla.

–Discúlpame por la instrucción que te di, estaba pensando como conductor y no como peatón –dijo a modo de saludo– a veces vengo a este restaurante y me parece que es un buen lugar para que comamos, hacen unos desayuno exóticos y muy ricos.

Matilde aún meditaba que era lo que podía decirle y que no sobre el caso de Patricia, pero la verdad es que estaba tan angustiada que cualquier cosa que pudiera ayudarle era mejor que la situación en la que se encontraba actualmente, e incluso no le importaba tener que trabajar el resto de su vida para pagar la hipoteca y además la multa que pesaba sobre su familia si a cambio conseguía algo. Por supuesto para que alguien cobrara esa hipoteca e hiciera válido el contrato que pesaba sobre su cabeza primero los responsables de la clínica o sus representantes deberían aparecer y eso a esas alturas parecía bastante improbable.

–Entonces aquí hay un restaurante.
–Está un poco más arriba, la verdad es que es una especie de zócalo y por eso no está a nivel de calle –dijo él sonriendo un poco incómodo– sólo tenemos que caminar por aquí y subir por el ascensor llegaremos enseguida.

Caminaron unos momentos en silencio a través del estacionamiento en la dirección que le había dicho Antonio, que parecía más comunicativo que de costumbre, o quizás Matilde no estaba para alegres conversaciones, en ese momento no lo tenía muy claro. El hombre llegó primero que ella hasta el ascensor, pero una vez llegado allí se volteó y volvió a sonreírle.

–Lo siento pero creo que vas a tener que pulsar tú el botón, estoy muy complicado con todo esto.
–¿Trabajo? –dijo ella escuetamente.
–Sí –respondió él apartándose de la placa donde estaban los botones– tengo que presentar algunos informes ya sabes lo que dicen, cuando llega el trabajo llega todo junto, y actualmente en Datacam hay muchísimo trabajo.

Había dos botones en la placa, uno de subida y otro de bajada, en el que Matilde pulsó el superior. Ya había tomado la decisión, aunque le costara muy caro le diría todo lo que sabía a Antonio, si es que él demostraba poder conseguir información que cualquier usuario común no pudiera. Comenzaría con algunas cosas sencillas y luego si todo iba como esperaba le explicaría lo de Cuerpos imposibles, el repentino ataque de su hermana y la necesidad que tenía de encontrar a alguien responsable de esa clínica  o en su defecto a la modelo que en un principio había permitido que llegaran hasta este lugar.

–Antonio –dijo lentamente– te agradezco que me des algo de tu tiempo, pero la verdad es que estoy pasando por un muy mal momento y necesito de tu ayuda.
–¿Qué ocurre? pensé que tu hermana estaba mucho mejor ¿acaso se agravó?

Matilde seguía mirando la pared mientras esperaban el ascensor, esa placa plateada en la pared desnuda con dos botones iluminados inmóviles y todo el mundo vuelto de cabeza a su alrededor. Necesitaba algo o alguien que pudiera darle algún tipo de ayuda, lo que fuera. Hasta ese momento había estado en un estado de negación, sin querer reconocerse a sí misma que las cosas estaban muchísimo peor de lo que imaginaba, y que tal vez sólo un milagro podría salvarla.

–Es algo parecido –dijo en voz baja– escucha, dijiste que trabajas en sistemas de internet y esas cosas y necesito que me ayudes.
–Por supuesto, si puedo ayudarte en algo.
–Necesito –titubeó un momento pero volvió a cobrar energía– necesito que me ayudes a encontrar a una persona, se trata de Miranda Arévalo, la modelo.
–¿Y por qué quieres hablar con ella?
–Es complicado, pero necesito hablar con ella urgentemente, es decir lo más pronto posible, pero como es una persona famosa no es tan sencillo como llamarla por teléfono o hablarle por las redes sociales y pensé que tú podrías usar tus conocimientos y ubicarla de alguna manera.
–Que sea una persona famosa hace que sea menos accesible.
–Lo sé. Solamente sé que está en un  programa en televisión por cable y que es rostro de algunas campañas.
–Pero tú no la conoces –dijo la voz a su espalda.
–No –dudó nuevamente, necesitaba al menos una respuesta inicial– Antonio ¿crees que puedas ayudarme?
–Soy experto en internet, redes y sistemas, creo que sí podría.

Escuchar eso era una luz de esperanza.

–Necesito hablar con ella.
–Pero tú no la conoces.
–La he visto dos veces –dijo Matilde sintiendo que se detenían los latidos del corazón– y ahora necesito desesperadamente encontrarla.
–¿De qué hablaron?
–Ella me entregó información sobre un lugar y ahora no puedo encontrar ese sitio, creo que ella es la única que me puede ayudar.
–¿De qué lugar te habló?

Matilde se giró y lo miró a los ojos; todo rastro de sonrisa había desaparecido de su rostro, la estaba mirando fijamente. Durante unos momentos ninguno de los dos dijo nada.

–¿Tiene que ver con Patricia?
–Sí –respondió ella con un hilo de voz–
–¿Patricia está bien?
–No. Antonio por favor dime que puedes encontrarla.
–Por supuesto que puedo, haré que hablen ya mismo.

Los signos vitales de la paciente se encontraban en perfectas condiciones hasta el momento. La temperatura corporal estaba en el rango aceptable presión 90 sobre 110, ritmo cardíaco constante; la máquina marcaba cada uno de los latidos del corazón como un reloj, no podría estar en mejor estado y sin embargo estaba completamente inconsciente, sin demostrar ningún tipo de reacción ante los estímulos. El doctor Medel sabía que la paciente estaba en perfectas condiciones, pero llegado a ese punto también sabía perfectamente que en realidad no sabía nada. No había pasado el tiempo suficiente para asegurarlo, pero casi podría jurar que mientras respiraba ahí dormida en esa camilla, absorta del mundo, la piel de Patricia estaba recuperándose a una velocidad admirable.
La pregunta era de qué serviría que su piel se volviera perfecta si nunca más despertaba.



Próximo episodio: Caída libre