Contracorazón Capítulo 19: Decisión sin vuelta atrás




El miércoles llegó para Rafael como si hubiera estado separado del lunes por muchos días; se sentía cansado física y mentalmente, como si todo lo sucedido desde que descubrió el sentido total de sus sueños estuviera tomando parte de su energía; había disminuido el contacto social, no por no parecerle interesante, sino porque sentía que debía saber con claridad qué hacer antes de retomar el curso normal de su vida.
Con el matrimonio de su hermana a la vuelta de la esquina se sintió acorralado, pero al llegar a su departamento después de una agotadora jornada descubrió que en realidad la decisión ya la había tomado de forma involuntaria: tenía que intentar descubrir qué era lo que amenazaba a Martín, y encontrar una forma de ayudarlo.
El matrimonio de su hermana y Mariano era a las dos de la tarde, así que solicitó un permiso a Recursos humanos y salió a las doce del día, para ir a arreglarse al departamento; el traje era de corte clásico, de color gris pizarra, con una camisa azul cielo y corbata a juego, que iba sujeta con la pinza plateada que su madre le había pedido que usara.
En un principio no tenía pensado hacer algo especial con su aspecto, ya que el cabello lo tenía corto y le crecía lento, pero decidió dejarse una barba recortada en candado para refrescar un poco su apariencia. En el servicio civil estaban los novios y los testigos, entre los que él se encontraba, así como los padres de ambos; probablemente fue el momento en que pudo sentirse más a gusto, casi como de costumbre, rodeado de personas a quienes quería y que se preocupaban de él de la misma manera. Mariano estaba tan nervioso que apenas podía contener las lágrimas de emoción, pero se veía tan feliz que irradiaba, junto con Magdalena, una energía que era imposible de ignorar.
Tras volver al trabajo y terminar su jornada sin mayores contratiempos, regresó rápido al departamento para cambiarse otra vez y regresar a la tenida con que había asistido a la ceremonia civil; estaba aplicándose un poco de perfume cuando su móvil anunció una llamada de Martín. Había hecho el esfuerzo por mostrarse amable y cercano como siempre, pero en los pasados dos días había rehuido, de cierta forma, el intentar comunicarse con él; sin embargo, ya no podía seguir de ese modo, era fundamental controlarse y repetir una y otra vez que las cosas seguían el ritmo acostumbrado; Martín era su amigo y ambos estarían en una reunión social, para acompañar a los recién casados en su momento de alegría.

—Rafael, qué gusto —Lo saludó alegremente—, parece que no hablamos hace un siglo.
-Hola Martín —replicó el moreno—; estoy listo ¿Y tú?
-Preparado como figura de torta de novios, quizás hasta salgo casado ¿Nos encontramos abajo?

Rafael se repitió que todo estaba en orden, aunque no pudo evitar una punzada de nerviosismo mientras bajaba las escaleras hacia el primer piso.

—Y, ¿cómo me veo?

Martín había elegido un traje bastante clásico de un color beige listado, pero dando un toque sofisticado con una camisa blanca perlada y una corbata color terracota.

—Te ves muy bien, de verdad.
—Como me dijiste que era una reunión formal pero en tono de celebración, pensé que podía ir un poco más colorido ¿No es mucho?
—No, estás perfecto —Confirmó Rafael—, además tanto Mariano como mi hermana eligieron colores vibrantes para la ocasión.
—¿Cómo estuvo la ceremonia civil?
—Bien, fue algo breve —Explicó—; esas ceremonias son cortas y además los dos quieren hacer algo especial ahora. ¿Trajiste el auto?

El automóvil en el que habían ido hasta el lugar donde hirieron a Mariano algunos días atrás los esperaba en la calle; Martín desactivó la alarma y le hizo un gesto para que subiera.

—Fue una petición a medias, en realidad estaba hablando con mi jefe y le dije que tenía este evento y empecé a bromear con que iría en el transporte público con estas fachas, y una cosa llevó a la otra.

No era de extrañar; con el carácter afable que tenia, resultaba muy posible que lo hubiera logrado casi sin proponérselo. Rafael ocupó el asiento del copiloto y se ajustó el cinturón de seguridad mientras el trigueño ponía en marcha el vehículo.

—Estoy sorprendido: te iba a decir que fuéramos en un taxi.
—Con esto nos ahorramos esa carrera, el combustible es más barato, en cualquier caso; además, dejamos ese dinero para nuestra salida pendiente.

¿Qué evento podía estar en su futuro como una amenaza en las sombras? Rafael pensó por un momento en el asalto que sufrieron Magdalena y su ahora esposo, y sintió un estremecimiento ante una posibilidad sorpresiva e inesperada como esa.

—¿Salida pendiente? —preguntó algo ido.
—Claro, lo que sucedió —Explicó Martín—, tenemos que hacerlo, ya sabes, dos chicos jóvenes y solteros sueltos en la ciudad.

Lo había olvidado ¿Qué se suponía que debía hacer? No podía estar todo el día pendiente de él sin llamar la atención, y ante la posibilidad que había desterrado de decirle todo sobre ese asunto, no le quedaba otra alternativa que pretender que todo iba como de costumbre y hacer lo que estuviera en sus manos.

—Tienes razón, casi lo paso por alto. Pero ¿Para cuándo?
—Veamos después de fin de mes —comentó Martín con tono ligero—. Así puedo saber si va a ser una salida de celebración porque me quedo o de despedida porque me voy del trabajo.

Soltó una risa transparente, aunque a Rafael no se le hizo muy gracioso el comentario.

—No te veo preocupado.
—Estoy bien evaluado, eso es todo lo que puedo hacer además de ser responsable —respondió el trigueño, encogiéndose de hombros—, más que eso no hay, y tampoco me sirve angustiarme por ese asunto, al menos de momento puedo pasar este mes sin problema.
—¿Y en el trabajo no te han dicho algo al respecto? —preguntó Rafael.
—Nada de momento, solo queda esperar.

Llegaron al centro de eventos en donde estaban citados poco después de las siete y media; Mariano estaba en la puerta del lugar y los saludó alegremente; en ese momento llevaba vaqueros y una camisa, distinto del traje oscuro con que estaba en la ceremonia civil.

—Rafael, qué bueno que llegaron.
—Ya estamos aquí —replicó el moreno—, déjenme presentarlos.

Después de las presentaciones, Mariano estrechó con fuerza y calidez la mano de Martín.

—Con todo lo que pasó y el matrimonio encima no tuve tiempo de darte las gracias por tu ayuda cuando nos asaltaron; de verdad, muchas gracias.

Martín le sonrió amablemente, aunque un poco incómodo.

—No hay nada que agradecer, de verdad; solo ayudé en lo que pude y no fue mucho.
—Yo digo que sí —apuntó Mariano—, estoy agradecido por eso, y también muy contento de que seas amigo de mi cuñado.

El hombre se veía relajado y contento; hizo un gesto hacia el interior a ambos.

—Pasen y tomen una copa; yo me voy a retocar el maquillaje y vuelvo para la ceremonia ¡No me tardo!

Se alejó riendo por un pasillo lateral; el lugar era una casa antigua que había sido modificada para que la mayor parte de la primera planta y el jardín, techado, fueran utilizables para realizar eventos, mientras que la cocina y segunda planta eran salones para desarrollar labores acordes al evento como montaje de platillos y similares.
El ambiente estaba siendo animado por una agradable música ambiental; amigos de Magdalena, los padres de ambos novios, amigos y familiares de Mariano conformaban el grupo de alrededor de treinta personas que estaban compartiendo en esos momentos. Abigaíl y Benjamín se acercaron a Rafael.

—Al fin llegaste —comentó ella—, te estábamos esperando.

—Se saludaron y el moreno hizo las presentaciones correspondientes.

—Un gusto —dijo ella—, Rafael nos ha hablado de ti, dice que eres un amigo muy importante para él.
—Él también me habló de ustedes —replicó el trigueño—, los quiere mucho.
—Julio dejó grabado un saludo para cuando llegaran ustedes —comentó Benjamín con una sonrisa algo torcida—, dijo que estaba seguro de que llegarían juntos.

Rafael sintió una punzada de nerviosismo al pensar en que su amigo podría hacer algún comentario inadecuado, pero mantuvo la calma el recordar que les había dicho que su nexo con Martín era una amistad y no otra cosa; en la pantalla del móvil de apareció Julio, cuyo sonriente rostro estaba cubierto en parte por grandes anteojos oscuros, al parecer por estar al aire libre.

—Hola Rafael, estoy seguro de que te ves guapo como te aconsejé; ah, y tú debes ser Martín, ya tuviste el gusto de conocerme, luego tendré que devolverte la mano.

Rafael sonrió; a pesar de parecer una toma casual, la experiencia de su amigo hacía que se notara que cada detalle había sido considerado, desde el ángulo hasta el volumen del sonido ambiente.

—Ahora no lloren por mí, estoy filmando en exteriores y solo Dios sabe hasta qué hora; disfruten, bailen, beban y no conduzcan. Nos vemos.

Se despedía con una radiante sonrisa antes de que el video se fuera a negro.

—Bueno, ese fue el cinematográfico saludo de nuestro amigo —comentó Abigaíl con una sonrisa—, grabó otro para Magdalena, se lo mostraremos más tarde.

El grupo siguió conversando, y Rafael fue a saludar al resto de los asistentes; poco después regresó Mariano, ya vestido con el traje que había comprado para la ocasión, el que tenía algunas modificaciones que hacían que le quedara muy elegante y ajustado a su talla.

—Te ves genial —Le dijo Rafael, acercándose—, escogiste muy bien el traje, te lo dije.
—Gracias —apuntó Mariano—, ahora que lo estoy usando me siento más seguro y no es muy llamativo.

La madre de Rafael tomó lugar a un lado de una mesa alta preparada para la ocasión comenzó a hablar.

—Gracias a todos por estar aquí y acompañarnos en este momento.

Hizo una pausa, algo emocionada por lo que estaba sucediendo; el padre de la novia y los padres del novio se acercaron a ella, quedando los cuatro de frente a todos.

—Nosotros ya estuvimos en la ceremonia civil —declaró, repuesta—, pero los chicos querían hacer algo especial ahora, unos votos personales, así que los vamos a acompañar. Magdalena, por favor.

La hermana menor de Rafael se había ausentado un poco antes para prepararse; el hombre miró a su lado a su cuñado y vio que estaba muy tenso, con los ojos inundados en lágrimas.

—No voy a llorar.

Su declaración en voz muy baja nada tenía que ver con lo que estaba pasándole; en ese momento, Magdalena apareció en escena, luciendo el vestido diseñado por ella algún tiempo atrás. Llevaba el cabello recogido en un medio moño que dejaba caer el resto en cascada del lado izquierdo del cuerpo; un único pendiente de cristal tornasol daba la nota de brillo a su atuendo, que destacaba el maquillaje en tonos rosa.

—Oh dios mío —susurró Mariano—, se ve tan hermosa.
—Tranquilo —Le dijo Rafael apoyando una mano en su hombro—, conserva la calma.

Magdalena lucía emocionada y contenta, y miró a todos con alegría al quedar quieta junto a sus padres; Mariano avanzó con paso nervioso y se quedó de pie, mirándola muy fijo.

—Ustedes se conocen hace años —pronunció la madre de ella, con voz firme y clara —. Se quieren y prometieron acompañarse el Uno al otro; hoy dieron un paso que es importante para su relación y ahora quieren hacer algo más, una promesa para su vida, un compromiso de cara a las personas que los quieren.
Magdalena ¿Qué Te gustaría decirle a Mariano?

La chica sonrió y respiró profundo; ya sabía muy bien lo que iba a decir.

—Nunca pensé que me iba a comprometer siendo tan joven —Reflexionó, inspirando después—, supongo que de alguna forma pensaba que un compromiso era algo que hacer a una cierta edad. Pero contigo entendí que no es algo de edad: comprometerse y querer vivir con una persona es un asunto de amor y de entenderse, y no tengo ninguna duda de que quiero estar contigo.

Martín se acercó a Rafael con dos copas en las manos y le alcanzó una de ellas.

—Es como un juramento de casados, pero sin sacerdote ¿No?
—Si, ellos querían hacerlo así —replicó Rafael—, y me parece lindo, es más honesto.
—Tu cuñado está muy emocionado.
—Sí, es algo muy importante para él.

El aludido respiraba con algo de dificultad, tratando de mantener la compostura en ese momento; inspiró y soltó una vez más, e intentó hablar con claridad.

—Yo —Hizo una pausa, superado por la emoción—, lo siento, dije que no iba a llorar. Yo sólo quiero decir que soy demasiado afortunado de haberte conocido y de poder estar con una mujer fuerte y con tantas cualidades como tú. Y que voy a hacer todo lo que pueda para que seas feliz.

Se tomaron de las manos y se dieron un tierno beso en los labios, tras lo cual él la abrazó con fervor, entre los aplausos de todos.
Rafael se tomó un momento para mirar a todos en el lugar, y también a ese esperado y emotivo momento de compromiso. Ahí estaba la mayoría de las personas que le importaban, y lo que estaba pasando era mucho más que una ceremonia; era la oportunidad de estar juntos, de apoyarse y compartir una forma de ver la vida, de amar y descubrir los sueños y proyectos para el futuro. Y eso era lo que quería preservar a toda costa.

2


Después de la ceremonia y algunas palabras de los recién casados, la reunión siguió en un ambiente relajado y ameno para todos; gracias a su cordialidad y buen trato, Martín se había mezclado sin problemas con los invitados, y al poco parecía uno más en el grupo.

—Y entonces le dice “No, pero podría ser más tarde”

Las risas salieron de forma espontánea ante el relato, mientras el trigueño imitaba los gestos; Rafael había escuchado ese chiste suyo, pero le seguía pareciendo divertido, además que le gustaba que él estuviera tan integrado con todos.

—¿Ya me olvidaron? —preguntó livianamente mientras se acercaba al grupo en donde estaba el trigueño y sus amigos del trabajo.
—Totalmente —replicó Abigaíl alzando una copa hacia él—. Te reemplazamos por tu amigo más joven y escultural que tú.
—Eso es maldad.
—¿Y en qué trabajas Martín?

El aludido hizo un encogimiento de hombros, como quitando algo de importancia al tema.

—Por ahora, en lo que sea; ventas, atención de público, pero no los voy a aburrir con eso.
—No es aburrimiento —comentó Benjamín—, pero me suena a que estás buscando.
—Un poco, sí. No me quiero quedar quieto, me gusta el dinamismo.
—Buero, si es así —Le replicó el otro hombre—, si necesitas un dato, están contratando personal en la librería Andes ¿la conoces?

Rafael había pasado por ahí en varias ocasiones; cerca de su trabajo, junto a una iglesia, estaba una sucursal muy antigua de esa librería, y no se le había ocurrido acercarse a mirar al tablero de anuncios que tenían en la pared junto a la puerta de entrada. Ese tipo de letrero era una costumbre muy antigua y esa librería lo había conservado probablemente para mantener la estética clásica que caracterizaba a la construcción en donde se ubicaba.

—Sí, en el centro comercial en donde trabajé había una, no se me ocurrió pasar a preguntar.
—La casa central es la que está al lado de la plaza de armas —explicó—, ahí reclutan gente.

Entonces la que él había recordado era la indicada para eso; le pareció curioso que esa información lo llevara tan cerca de donde él trabajaba, tan solo algunas cuadras hacia el norte caminando por el paseo peatonal.

—Muchas gracias —Estaba diciendo Martín—, iré a ver pronto.
—¿Alguien quiere más Martini?

De pronto, Rafael se sintió distinto, y dejó de escuchar la conversación; había algo familiar, una sensación que le era muy conocida pero que no conseguía entender del todo. Estaba sucediendo, era algo real.

Habían empezado a organizar su tiempo de acuerdo con los horarios de trabajo; él tenía turnos que podían cambiar de la mañana a la noche, y días de descanso que también podían rotar, lo que era algo complejo para poder verse, pero que decidieron tomar como una buena opción de refrescar el panorama y sentirse libres ante nuevas opciones.
Eran amigos a vista de los demás, pero su relación era la de una pareja formal cuando estaban solos.

—¿Rafael?

Dio un respingo en el asiento cuando notó que le estaban hablando; había perdido por completo el hilo de la conversación y la noción del tiempo.

—¿Qué, cómo?
—No recordaba que fueras tan sensible al alcohol —opinó Abigaíl con una media sonrisa.

No, no era el alcohol, pero prefería que pensaran eso a tener que decir la verdad de lo que estaba pasando; paseó la mirada por el grupo, y se preguntó qué tanto de ese desconcertante recuerdo se había reflejado en su cara. Optó por ponerse de pie, haciendo un gesto para quitar importancia a lo que sucedía, como si de verdad el suave brebaje hubiera hecho efecto en él.

—Creo que la anterior me la bebí muy rápido —Bromeó separándose del grupo—. Voy a mojarme la cara o tendrán que sacarme de aquí en una carretilla; ahora vengo.

Esperando que sus palabras hubiesen sido suficiente para distraer la atención, Rafael se alejó hacia uno de los baños habilitados en el lugar. Agradeció encontrarlo vacío, y se quedó un momento frente al gran espejo, apoyado en uno de los tres lavamanos mientras se miraba con un dejo de ansiedad.
No soy yo, no soy yo, se repitió mirando fijo en sus ojos; otro fragmento de sueño, un trozo de recuerdo que no era suyo, vagando frente a su mirada, casi como si pudiera tocarlo, como si de verdad hubiera en ello una clave que no conseguía descifrar.

—Muy fuerte el Martini ¿No?

Miró por el reflejo y vio a Martín apoyado en la pared, mirándolo de brazos cruzados; fantástico, no había conseguido engañarlo.

—Sólo fue algo leve, por la que me tomé antes.

Se estaba agarrando a un clavo ardiendo, y falló por completo; Martín le dedicó una mirada un poco preocupada.

—Si hay algo que te esté pasando, sólo dilo, aquí estoy.

La posibilitad de decirle que tenía unos extraños sueños en donde un hombre muy parecido a él moría resultaba absurda y por completo fuera de lugar; incluso si pudiera hilvanar todos esos trozos de historia en algo remotamente coherente, le resultaba imposible explicar con propiedad lo que sentía o la forma en que estaba seguro del origen real de aquellos recuerdos. No se trataba de creer, sino de saber, pero era más sencillo saberlo en su interior que transmitir ese mensaje.

—Gracias —replicó hablando con calma, controlando las emociones—, pero estoy bien, en serio.

Su mentira era tan débil que casi podía verse a través de ella; Martín lo miró un momento en silencio, sin cambiar la expresión en su rostro. Rafael quiso hacer algo normal como mojarse la cara, pero en cambio se quedó quieto, fingiendo normalidad mientras por dentro temía temblar y revelar su nerviosismo si se movía.

—Bien, como tú digas —replicó el trigueño al fin, volteando hacia la puerta—, en ese caso no tengo de qué preocuparme.

Estaba a punto de salir; Rafael se dijo que ya lo había logrado, que no tenia más que esperar  un momento más; pero Martín se detuvo justo antes de salir, y le habló con un tono casual, aunque sin mirarlo.

—Aunque tú y yo sabemos que no te hizo efecto el Martini, porque no te tomaste otra copa antes de esa.

No era una recriminación en regla, pero era evidente que Martín lo había dicho por una razón; había descubierto esa mentira desde un principio, y en vez de usar esa información de forma negativa, estaba dando la chance de estar ahí y escuchar si era necesario. Todo eso hacía que la mentira de Rafael, por superficial que fuera, sonara mucho peor, ya que daba la impresión de no estar teniéndole confianza.

—Voy a estar por ahí con los demás.

No esperó respuesta y salió, dejando la puerta cerrándose lentamente por el silencioso mecanismo que la sostenía.
Rafael se sentía mal por lo que acababa de pasar, pero se dijo que no tenía otra alternativa; decirle todo aquello que estaba pasando por su mente, incluso si no estuvieran en ese entorno, sería el comienzo de una bola de nieve imposible de detener. No conseguía imaginar la reacción exacta de Martín ante una situación como esa, pero si tomaba como referencia su propia experiencia al respecto, lo menos que podía suceder era que no creyera una sola palabra, o que creyese que estaba delirando.

Afuera, Martín deambuló por el amplio espacio en donde se desarrollaba la animada reunión; no estaba molesto por la repentina actitud tan reservada de Rafael, y de alguna forma no le sorprendía. Rafael era más introvertido que él, pero desde un principio sintió que él se encontraba en confianza cuando conversaban, de modo que fue natural pensar que, al verlo incómodo o en una situación donde las cosas no iban bien, se ofrecería para escucharlo.

—Martín.

La voz de Magdalena lo sacó de sus pensamientos; la flamante esposa se acercó a él radiante y sonriente.

—¿Cómo te sientes en nuestra reunión?
—Muy bien —respondió cordialmente—, todo está perfecto.
—¿Y mi hermano? —Preguntó ella mirando en todas direcciones—. No me digas que te dejó abandonado.
—Para nada —Hizo un gesto para apaciguar el comentario—, solo fue a mojarse la cara; se tomó una copa de un solo trago y se mareó un poco.
—Mi hermano tomando una copa de un solo trago —comentó ella, perpleja—, eso sí que es una sorpresa, Rafael bebe pero siempre de forma muy controlada.

Eso Martín ya lo sabía, pero decidió mantener la versión entregada por su amigo en primer lugar.

—Sí, creo que se dejó llevar por el sabor en realidad; pero no era algo grave.
—Me habría gustado ver eso, realmente —comentó ella con tono alegre— ¡Rafael! —agregó llamando a su hermano—. Ven acá ahora.

Rafael se demoró en acercarse a ambos, estudiando las expresiones de los dos; su hermana lucia contenta, mientras que Martín parecía igual que de costumbre.

—Martín me dice que pretendes emborracharte ¿En mi matrimonio? —Puso los brazos en jarras? — ¿Te das cuenta de cómo me siento con esa idea?

Martín se había ubicado un paso atrás, fuera de la vista de ella, y le hizo un gesto de complicidad, diciendo sin palabras que lo estaba apoyando en esa charada.

—No me estoy emborrachando, estaba exagerando —contestó tratando de sonar lo más natural posible—, sólo fue un trago un poco largo pero es temprano para ver doble.

Por suerte, ella estaba en la dinámica de bromas con él, de modo que podría esquivar cualquier probable sospecha.

—Espero que sea así, te lo advierto.
—Te prometo que no haré ningún espectáculo —Le sonrió e hizo la señal de promesa con la derecha—. No me verás bailando arriba de las mesas ni nada parecido.
—Más te vale.

Ella se alejó hacia unos amigos que la estaban saludando, y por un momento los dos hombres se miraron fijo, sin decir palabra; antes que uno de los dos hablara, el padre de Rafael se acercó a ellos con el móvil en las manos.

—Hasta que los veo juntos. Este muchacho —indicó a Martín—, es muy simpático y amable, te lo digo.
—Gracias —comentó el aludido, sonriendo ante el cumplido—, pero me está halagando mucho.

El hombre mayor le dedicó una mirada que Rafael reconoció como sus clásicos análisis humanos; conocía a las personas con facilidad y casi nunca se equivocaba.

—Ustedes dos se llevan muy bien, son buenos amigos.

No supo si fue a propósito o no, Martín no habló en primer lugar, dejando esa responsabilidad en Rafael; dudó una milésima de segundo, pero optó por decir lo que sentía y confiar en Martín.

—Es cierto —Se aventuró a decir—, Martín es un amigo genial y sé que puedo contar con él.
—Eso es bueno —reflexionó su padre—, tener personas en quien confiar; y ya que están juntos aquí, quiero una foto de los dos, espero que no me digan que no.

Se pararon uno al lado del otro, y para tranquilidad de Rafael, Martín lo abrazó pasando una mano por encima de su hombro; pareció cono si gracias a la foto todo se hubiera arreglado.

Por la noche, Rafael y Martín se despidieron de todos y salieron charlando animadamente; la reunión después de la ceremonia había sido amena para todos, en especial para los novios, quienes en todo momento se preocuparon de conversar y compartir con sus amigos y familiares. Por momentos parecía que todo estaba igual que antes entre ellos, pero se sintió en la necesidad de decir algo, aunque no fuera la verdad que había decidido callar.

—Martín, escucha, sobre lo que pasó en la tarde…
—No hay nada pendiente, tranquilo —dijo mientras sacaba las llaves del bolsillo.

Estaban cada uno a un lado del auto; Rafael vio en Martín la misma mirada honesta que se había ganado su confianza desde casi el primer momento.

—No quiero que parezca que no confío en ti.
—Entonces no mientas —Martín se encogió de hombros—. No hay que hacerse el fuerte, eso no es necesario; si quieres hablar de algo, dilo, y si no, dímelo también y eso es todo.

Tal vez podría haber aplicado ese sencillo razonamiento, de no ser porque su mente se encontraba aprisionada por todo tipo de complejos pensamientos; al menos podía decir que las cosas habían salido bien en la ceremonia, y que a pesar del malentendido, su amistad no había sido perjudicada.

—Tienes razón —Admitió mientras subían al auto—, sólo quiero decir que confío en ti, de verdad.

Poco después llegaron al edificio y se separaron; Rafael acababa de entrar en su departamento cuando recibió un mensaje de su padre.

«Para que tengas una copia por si no se sacaron una foto juntos.»

El breve mensaje estaba acompañado por la foto, que en el momento no había tenido la oportunidad de mirar con atención; ambos sonreían de forma muy relajada, distraídos y unidos de forma amistosa. Le gustó ver que esa cercanía entre ambos se transmitía incluso en la imagen, y que la preocupación que él sentía no había traspasado más allá de los muros de su mente. Estaba escribiendo un agradecimiento para su padre cuando este envió una segunda foto.

«Tu madre dice que con este filtro se ve muy bien, es estilo antiguo.»

Se trataba de la misma imagen, pero con un filtro en blanco y negro y un marco de efecto desgastado en los bordes; el hombre se quedó inmóvil a tan solo unos pasos de la puerta, contemplando el teléfono en su mano como si fuera algo ajeno a este mundo.

—No puede ser.

En ningún momento desde que tuvo ese revelador sueño se le pasó por la mente hacer algo tan sencillo, pero que podía cambiar tanto a la vez; la foto, en blanco y negro, era una especie de retrato irreal, una captura imposible en el presente, pero real en el pasado.

Los rasgos se desdibujaban un poco, y ciertas formas óseas tomaban un aspecto distinto; tan ligero como para no llamar demasiado la atención, pero tanto como para establecer una conexión más y más fuerte. Viendo esa foto de aquel modo, la imagen del hombre al que llamó Miguel y su pareja era parecida de un modo alarmante a Martín y él.
Como si fueran antepasados, personas de otro tiempo.
Se había repetido tantas veces que no era él, que ese recuerdo no era suyo, pero por momentos dudaba y se decía que quizás tenía otro significado, que ese parecido era algo de su imaginación; pero con esa foto modificada fue imposible equivocar el camino. Ellos dos habían existido algún tiempo atrás, existieron, fueron amados el uno por el otro, y de alguna forma, contraviniendo las leyes de la lógica, seguían en el presente, estaban ahí a través de ese sentimiento y esas fracciones de memoria, ajenas a él por completo, pero vívidas y palpables
Ya no había duda en su mente, todo lo que estaba sucediendo era una advertencia; antes había pasado algo que destruyó las vidas de dos personas, y por algún motivo que no podía comprender, de alguna forma las cosas estaban a punto de repetirse.
Martín estaba caminando sin saberlo por el borde del precipicio, y la única forma de descubrir cuándo iba a caer era tener en sus manos la mayor cantidad de información posible.
Tenía que sumergirse en esos sueños y buscar una clave para poder evitar que algo malo sucediera.


Próximo capítulo: Una clave incierta

Las divas no van al infierno Capítulo 17: Once de marzo




Valeria había recibido un mensaje de una de las asistentes en la mañana del jueves, en donde le pedían que llegara un poco antes al edificio donde se desarrollaban las jornadas de clase, para una reunión. Después de la gran noticia de haber sido escogida como la presentación más divertida, pensó que tal vez había llegado uno de los momentos que esperaba dentro del programa: que los representantes de un auspiciador quisieran hablar con ella.
Sabía que en el mundo espectáculo había enviados de las marcas a cada programa nuevo para testear nuevos rostros; en muchas ocasiones el representante de una marca hablaba con la potencial figura semanas o hasta meses antes de firmar un contrato. Una vez que llegó a las instalaciones fue directo a la oficina en donde le indicaron que la estaban esperando; Sandra, la productora encargada del espacio abrió la puerta al instante.

Buenos días Sandra.
Llegaste puntual —observó la mujer, haciendo un gesto para que entrara en la oficina —, pasa por favor y siéntate.

Valeria entró al lugar; le pareció extraño que fuera de un escritorio básico y sillas, el lugar estaba apenas decorado.

—Valeria.

El nombre había sido pronunciado con total seguridad, por parte de la mujer que a su espalda había cerrado la puerta.
Lo sabía, la había descubierto.
Tantas veces practicó el gesto y la voz, que, aunque se le encogió el corazón al escuchar su verdadero nombre, reaccionó de la forma en que cualquier persona haría cuando alguien lo nombra de forma equivocada, es decir sin hacer aspavientos, pero aclarando un error menor.

—Es Valentina, creo que te confundiste.

Se había sentado, y se obligó a mantener una postura física relajada, aunque todo en ella le gritaba que las cosas estaban muy mal. Sandra, en tanto, rodeó el escritorio y se quedó de pie frente a ella.

—¿Tengo cara de tonta?
—Sandra, no sé…

No alcanzó a terminar la frase, y esta fue interrumpida por la otra mujer, que arrojó sobre la mesa unos papeles, coronados con una impresión a color de su cédula real de identidad, en donde estaba su nombre verdadero, así como su foto con la antigua apariencia; se quedó sin palabras, incapaz de reaccionar de la forma apropiada ¿Cómo había conseguido toda esa información de un día para otro?

—¿Qué es lo que me vas a decir? —espetó la otra mujer, fulminándola con la mirada—. ¿Que no sabes de lo que estoy hablando, que seguramente es un error? Entonces yo soy una estúpida, tú me estás viendo como una estúpida.

Era demasiada información, no se trataba solo de un dato aislado; pero ella había contactado a un profesional ¿Cómo habían descubierto su engaño? Sintió pánico instantáneo, y todo lo que intentó, todo lo que estaba sacrificando y todo lo que quería para su carrera estaba al borde de un precipicio, sin que hubiera alguien para sujetarla y detener su caída.

—Sandra, yo…
—Tú ¿Qué? —la mujer la fulminó con la mirada—. ¿Qué es lo que me quieres decir? ¡Si tú no existes ¡Estoy parada frente a un holograma, tú no eres nada de lo que dijiste, todo es una gran mentira! ¿Quién eres? ¡Quién eres!

La segunda frase no era una pregunta, y la coronó con un violento gesto con el que arrojó el portalápices al suelo; Valeria temblaba de pies a cabeza, tomada demasiado por sorpresa como para poder recomponerse y saber qué hacer, dio un salto en el asiento, mirando a la otra mujer como si fuera alguna fuerza incapaz de contrarrestar.

—Sandra, escúchame por favor.
—¿Sabes cuánto tiempo llevo en este mundo? —preguntó la productora con voz de acero, sin dejar de mirarla con furia—. Años, los suficientes años como para no dejarme engañar por cualquier mujerzuela que cree que con cara de inocente puede hacer pasar por alto cualquier cosa. ¿Crees que eres la primera que intenta esconder sus secretos, la primera delincuente que lo hace?

Valeria estalló en una exclamación ahogada; no podía estar pasando, todo eso era una pesadilla.

—¡Yo no soy una delincuente!
—¿No? —Sandra la miró con expresión escéptica—, eso es lo que eres ¿No te pusiste a pensar por un segundo en que falsificar documentos es un delito? ¿Que las personas que usan una identidad falsa para firmar contratos están haciendo algo ilegal? Hay cámaras por todas partes, no sólo firmaste un contrato, también aseguraste frente a una cámara que todo lo que decías era verdad. ¿Cómo se le llama a una persona que miente de esa manera?
—Pero yo no quería cometer ningún delito —suplicó ella, sin poder contener las lágrimas—, yo no le he hecho daño a nadie.

Se sintió pequeña y abrumada en ese lugar; ridícula por creer que podía conseguir burlar todas las medidas de seguridad, tonta por creer en un futuro de fama en donde sus fallos serían cubiertos por un futuro brillante y prometedor. Ilusa por pensar en la posibilidad de cumplir sus sueños, y completamente ciega por no ver en lo que se había metido.

—No le has hecho daño a nadie —parafraseó la productora, cruzándose de brazos—, no le hiciste daño a nadie, eso suena muy lindo, pero no resiste análisis de ninguna persona. Yo soy la productora de este programa y por debajo de Kevin yo soy la persona con más responsabilidad, soy quien tiene toda la culpa si las cosas salen mal; las horas de trabajo, el tiempo de esfuerzo, semanas de planeación y de puesta en marcha, y todo se tambalea ¡por culpa de lo que hiciste tú!

Valeria dio otro salto en el asiento; estaba llorando ante las acusaciones de la mujer, quien la continuaba atacando sin piedad; todo se había derrumbado de pronto, y no podía hacer nata excepto llorar sin parar. La mujer hizo una pausa, tras la cual se sentó frente a ella, mirándola con actitud de completa superioridad.

—Dime tu verdadero nombre —le ordenó en voz baja.
—Yo...
—Dilo —repitió, con determinación—. Deja de llorar, no tienes derecho a eso después de lo que hiciste.
—Mi nombre. Soy Valeria.
—Valeria. Eso el algo de sinceridad, al menos es un comienzo.

No sabia cómo actuar frente a ella; desde la audición la había visto como una mujer fuerte y capaz, el prototipo de productora experimentada. Pero ahora, en el interior de esa oficina y después de las acusaciones, parecía alguien mucho mas fría y calculadora, alguien que tenía en mente algo que iba mucho más allá de mostrar sus documentos de identidad.

—¿Por qué hiciste esto? ¿Por qué cambiar tu identidad?
—Yo solo quería entrar al programa —replicó con tono suplicante.
—No, no, no nos distraigamos —la interrumpió Sandra, con una expresión indescifrable en el rostro, hablándole con firmeza, pero sin agresividad como un momento atrás—. Necesito entender qué te llevó a cambiar tu identidad.

Valeria se obligó a respirar profundo y tratar de calmarse; tendría que decirle, aunque no entendía qué podía cambiar eso.

—Solo lo hice para poder entrar en el programa.
—¿Qué edad tienes en realidad?

El tratamiento facial para verse más joven, la deuda con la dueña del centro de estética, todo eso estaba en juego en el momento de entrar al programa, y luego de lo ocurrido, todo estaba destruido.

—Tengo veintisiete años.
—Entonces te quitaste años para poder pasar las etapas preliminares —observó la productora.
—Yo sólo quería mostrar que tengo talento, que puedo hacerlo bien —explicó con voz temblorosa—, pero estaba la restricción de edad hasta los veintiséis, y supe que no me iban a dejar participar, que incluso si tuviera veintiséis no me serviría de nada, porque en este mundo las mujeres jóvenes son las que tienen futuro. Entre una de veintiséis años que puede hacer un buen trabajo por cuatro y una de veintidós que pueden enseñarle y sacar provecho por ocho, la elección es muy clara.

Sandra la miró con los ojos entrecerrados; después de una nueva pausa siguió analizando y preguntando.

—Y entonces conseguiste una identidad falsa.
—Conocí a un sujeto que fabricó la cédula —explicó la morena—, y él me dio las indicaciones; todo funcionó, pude incluso hacer algunos trámites con el documento con el otro nombre.
—Pero firmaste un contrato —apuntó la productora—. Esas cosas no desaparecen por sí solas, y lo sabes; después de entrar en el programa ¿Cómo hiciste para que nadie te reconociera?
—Me hice un tratamiento facial para verme más joven —explicó, resignada—, y creé redes sociales nuevas; también me hice un cambio de apariencia.
—¿Me estás diciendo que mantienes dos perfiles simultáneamente en las redes sociales?
—Fue lo único que se me ocurrió para distraer la atención —replicó con tono suplicante—, pensé que eso ayudaría; inventé que mi perfil real tenía un viaje de trabajo, y he estado subiendo fotos y comentarios como si estuviera ahí.
—Como si Valeria estuviera de viaje —puntualizó la otra mujer—, mientras Valentina estudia y se presenta aquí en un escenario. ¿Nadie le dijo en las redes a tu yo real que había una chica parecida en televisión?

Sí, lo habían hecho por lo que su novio le había dicho, pero había controlado esa situación. Como si le sirviera de algo.

—Pocas personas, pero lo mantuve lejos con lo del viaje; además, nadie creería que yo fingiera no ser alguien de la televisión.
—Apelaste a lo poco probable —dijo la productora—, te aseguraste de tapar todos los agujeros en la historia para que tu identidad fuera perfecta. ¿Qué pensabas hacer en el futuro?
—Pensé que, con el tiempo, si todo salía bien, podría asumir que era sólo un seudónimo, un nombre artístico; que podría solucionarlo cuando ya hubiera demostrado lo que valgo y el talento que tengo.

Siempre había pensado que con el tiempo lograría solucionar todos los problemas. Qué equivocada estaba.

—Bien, eso fue bastante dramático —comentó Sandra, ahora con un tono algo divertido—, ahora, vamos a hablar en serio.
—¿Me vas a denunciar?

Sandra soltó un bufido y sacó desde un punto no visible para ella una grabadora portátil. Entonces por eso las pausas, por eso los cambios de tono.

—Ahora que tengo toda tu confesión correctamente respaldada en esta grabación —indicó la productora—, tú y yo vamos a hablar en serio; eres una mujer adulta, sécate esas lágrimas y deja de lloriquear. Viniste hasta aquí con mentiras, pues muy bien, quiero saber exactamente si estás dispuesta a conservar todo lo que tienes aquí, y si estás dispuesta a hacer un trato.
—¿Un trato?
—Sí, un trato, es como un acuerdo —le respondió con mal tono—. Si estás dispuesta a trabajar para mí, puede que aún sigas siendo Valentina ¿Estás dispuesta a negociar?

2


El viernes de eliminación llegó muy rápido, y Lisandra estaba demasiado harta y cansada; el día anterior las clases fueron especialmente difíciles y sentía que todo le estaba costando.
Sin embargo, se hizo del mejor ánimo para el día, tomó un buen desayuno y almuerzo y salió preparada, escuchando música bailable en el IPad y repitiéndose que todo iba a estar bien. Como se lo esperaba, Charlene hizo lo posible por seguir recordando a todos que era la inmune de la semana, pero luchó por hacer como que no la escuchaba y prepararse de la mejor forma.
Normalmente la emisión del programa empezaba con la música de introducción, pero en esa ocasión fue Aaron Love quien dio el puntapié inicial.

—Gracias por estar aquí con nosotros en esta nueva jornada de su programa Siempre divas. Hoy queremos comenzar con el espectáculo que Charlene, nuestra inmune de la semana ha preparado para todos nosotros, así que sigan atentos porque después de una pausa de anunciantes muy breve, podremos verla en el escenario en todo su esplendor.

Charlene la primera en salir a escena. Pues bien, eso sería cumplir uno de sus deseos, seguramente, pero Lisandra se dijo que eso incluso sería mejor, ya que después de presentarse estaría ocupada con las preguntas de Aaron Love y alguno de los maestros saldría del escenario para hablar con ella. Mientras se presentaban ante las cámaras, las otras estaban en la zona de trabajo ultimando cualquier detalle que fuese necesario, y la que recién salía de escena hacía una ronda de preguntas o comentarios con un maestro.

"Te sientas en frente, y ni te imaginas "

En el momento que la voz de la vocalista del grupo español llegó hasta ella, Lisandra se dijo que de seguro estaba escuchando mal; todas usaban canciones de divas de la música pop o electrónica para presentarse, por lo que no tenía sentido usar una balada para pararse en el programa.

"que llevo por ti mi falda más bonita”

Excepto que Charlene era inmune esa semana.
Por un eterno segundo no quiso voltear, como si de alguna forma estuviera anticipando lo que iba a ver en la pantalla; esa canción era un homenaje, una invitación a reflexionar y valorar, y tenía que ser interpretada con respeto.

"yo cierro los ojos, tú apartas la vista"

Si no hubiera estado sentada, probablemente se habría caído; Charlene había llenado el escenario de cintas y colores, de globos y bailarines en parejas en poses exageradas y excesivamente dulces. Era como la reunión de todos los estereotipos de romanticismo empalagoso posibles, con ella caracterizada de nena inocente.

"Estación a estación, de frente tú y yo…"

Las caras del público en el estudio eran de extrañeza, como si no comprendieran del todo lo que estaba sucediendo; Lisandra estaba muda de espanto por el espectáculo ridículo que la rubia estaba haciendo ¿Cómo permitían que hiciera eso? Miró a las otras chicas a su alrededor, y vio algunas caras sorprendidas y otras un poco divertidas, aunque no era capaz de entender qué veían de divertido en todo eso. Quiso ponerse de pie, gritar que terminaran con ese espectáculo, pero no podía hablar, estaba tan sorprendida por lo que estaba sucediendo que no era capaz de reaccionar de forma alguna.

—Y esa fue la presentación de nuestra inmune de la semana, la chispeante Charlene —declaró Aaron Love, mientras el público aplaudía—. Charlene, ¿Cómo te sientes?
—Muy contenta de estar aquí —replicó ella, radiante—, muy agradecida de todos, y espero que les haya gustado mi presentación.

Hizo una reverencia y salió del escenario; unos momentos después entró en la zona de trabajo, sonriendo ampliamente.

—¿Qué les pareció mi presentación?

Se veía tan alegre y satisfecha que eso hizo que Lisandra se sintiera mucho peor; la miró de abajo a arriba, estupefacta.

—¿Presentación? —exclamó; con voz mucho más alta de lo que habría querido—. Eso no se le puede llamar presentación.

Ignoró por completo las miradas de asombro de las demás; se olvidó de todo, de las cámaras, de sus objetivos y de su propio desafío para ese día. Charlene había pasado el límite y si nadie se lo decía, lo haría ella.

—Yo creo que fue bastante colorida —se aventuró una de las chicas con tono conciliador.
—¿Colorida? —Exclamó Lisandra—. Esto es imposible ¿Colorida?
—¿Qué te sucede?

Charlene había quedado descolocada, y la miraba con extrañeza a dos metros de distancia.

—¿Qué me sucede? ¿No te das cuenta lo que hiciste, no entendiste la letra de la canción?
—Amor, una pareja que...
—¡No, no es eso! —estalló, hablando en un tono mucho más agudo—. No es una canción sobre una pareja, ese tema lo compusieron después de un atentado terrorista. Terrorismo ¿Entiendes, puedes entender eso en tu cabecita? Es sobre la pérdida, sobre personas que murieron ¿Cómo puedes convertir eso en una tarjeta de día de San Valentín? ¡Estúpida!

Charlene había perdido la sonrisa y se sintió al borde de un ataque de histeria; vio la letra de la canción en un lyric video en la red y lo asoció con un video de amor, pero no se ocupó de investigar al respecto. ¿Cómo en todo un mundo de canciones de amor sin contenido había chocado justo con esa?  Pero no había dicho nada hasta el momento, y el conductor del programa no le preguntó acerca de la idea central de la presentación, lo que significaba que aún podía salvarse. Tenía que alargar esa situación lo más posible hasta que se le ocurriera algo.

—Lisandra, por favor tranquilízate, estás haciendo un escándalo —dijo con tono dulce.
—¿Escándalo? —bramó la otra chica, fuera de sí—. Tú haces el ridículo, ofendes una canción como esa delante de millones de personas y yo soy la que hace un escándalo; hay gente que ve este programa como una inspiración, como un ejemplo ¿Y es eso lo que le das al público?

¡Bingo! Charlene se dijo que su inesperada enemiga acababa de darle la clave para escapar de todo ese embrollo; pero no podía hacer de víctima, así que aunque fuera mucho más arriesgado, tendría que jugar la carta de la heroína.
Se dijo mientras comenzaba a hablar, que era hora de tener toda la ayuda que fuera posible, de modo que se tocó el lóbulo de la oreja izquierda, confiando en que Harry viera el gesto y se pusiera a trabajar.

—Escucha, voy a ignorar que estás siendo tan agresiva conmigo —pronunció lentamente—, porque yo sí estoy pensando en el público, en las personas que me ven y en las niñas...

Se felicitó internamente por esa pausa de una milésima de segundo; esperaba que le estuvieran haciendo un primer plano.

—Esta presentación no era para ti —rectificó, con tono de contrariedad—, la hice con un objetivo muy claro, pero no te lo voy a decir porque no voy a dejar que lo ensucies con tus malos modos.
—¿De qué estás hablando? —exclamó Lisandra, visiblemente confundida.
—No importa, no es tu asunto —le respondió con dignidad—, no importa lo que digas, hice lo que me dijo mi corazón y estoy contenta por haber sido fiel a lo que siento y a las personas que me importan. Ahora, por favor deja de gritar, es terrible.

Lisandra estaba descolocada por las serias palabras de Charlene; esperaba que se hiciera la víctima o que comenzara a discutir con ella, no que la tratara como si estuviera hablando tonterías. Miró a las otras personas, buscando con la vista alguna clase de apoyo, pero todas las demás estaban expectantes, de seguro esperando ver quién ganaba para ponerse de su lado ¿Qué acababa de hacer?

—No trates de dar vuelta las cosas.

Intentó acusarla, pero la sensación de que estaba equivocada en algo hizo mella en su actitud y su voz perdió fuerza ¿Charlene estaba mintiendo o de verdad había algo más? ¿Acaso al principio dijo algo y ella no se dio cuenta?

—No estoy intentando nada —replicó, pasando junto a ella—, no importa si no lo quieres entender, pero por favor deja de gritar, vas a poner nerviosas a las demás.

Pasó junto a ella y fue hasta su tocador para retocar las extensiones de cabello que había usado para esa jornada; estaba caminando sobre un cristal tan delgado que casi podía ver la ruina esperándola abajo, pero estaba obligada a mantenerse firme hasta el final.

Lisandra no se resignaba; no estaba preparada para esa clase de respuesta por parte de Charlene, pero no estaba dispuesta a dejar las cosas así, no después de todo lo que había pasado.

—Espera un momento, no he terminado de hablar contigo.
—Linda, en serio —Alma se interpuso y la miró fijo a los ojos—, basta, no necesitamos esto.

Más tarde y tras un programa con una gran sensación de incomodidad para todos tras el escenario, llegó el momento en que el conductor del espacio pidió a todas que se reunieran frente a las cámaras.

—Bien, damas y caballeros, el momento más esperado de la jornada ha llegado y ustedes han decidido. Como recodarán, en la edición pasada les contamos que las menores votaciones eran Lisandra, Carol y Rebecca. Ahora, empezaré por decir que Rebecca ha subido en las votaciones del público, por lo que queda libre por hoy, como pueden ver en nuestros medidores de popularidad en pantalla. Y ahora, por un estrecho margen, Lisandra permanece en el programa, y la eliminada de esta semana es Carol.

La chica demostró una gran fortaleza al despedirse de forma clara y agradecer al público por su apoyo en las redes sociales; a diferencia de la semana anterior, la descartada por el público no salió por otra ruta y llegó hasta la zona de trabajo junto con todas. Dedicó un momento a recoger sus cosas y luego se dirigió a las demás.

—Eso fue todo, fue muy lindo mientras duró. Sólo quiero decirles que tengan mucho cuidado con las personas que se quieran destacar, como Lisandra.

La aludida estaba convencida de que la iban a eliminar del programa, por lo que aún no salía de su asombro porque no fuera así.

—Carol, lo siento mucho…
—No, realmente no creo que lo siestas —la interrumpió la otra chica, con una sonrisa que nada tenía de alegre—; hasta el miércoles te estabas yendo y ahora hiciste ese espectáculo patético. Te quedaste por la polémica, no por talento, y lo sabes.
—¡No! —exclamó, abrumada—. No es así, yo no quería…
—¿Sabes qué? No importa. Pero ahora que no tengo nada que perder te puedo decir en tu cara lo que pienso de ti: llegaste como la amable e inocente, y mira cómo es que lograste salvarte. Felicidades, chica.

Se despidió rápido y salió del lugar; Lisandra se dio cuesta en ese momento que todas la estaban mirando con mala cara.

—De verdad, yo no quise.
—Lisandra, de verdad —comentó Sussy—, mejor no digas nada.


Próximo capítulo: Freak

Contracorazón Capítulo 18: Una muerte sin sombra




Rafael tenía que hacer muchas consideraciones antes de seguir con su vida, pero fue imposible hacerlo; después de llegar a su casa se sintió cansado, y apenas pudo pensar en lo que estaba sucediendo. Después tuvo que dormir y levantarse temprano para ir a trabajar.
¿Qué iba a hacer desde ese momento en adelante?
No podía quitarse la imagen de la mente, mucho menos ignorar el significado que esto podría tener en el presente, pero por sobre todo en el pasado. Las dos personas que podía identificar en ese recuerdo eran muy parecidos a Martín y él. ¿Cómo reaccionar ante eso? Se había repetido una y mil veces que no eran ellos, que los rostros eran similares, aunque no iguales, pero la amenaza de esa similitud volvió a pesar sobre él antes de dormirse, como una advertencia incesante acerca de la importancia fundamental de todas esas imágenes.
¿Cuál era el significado completo de esa unión?
Una vez, tiempo atrás, dos hombres se conocieron y aprendieron a amarse; enfrentados al rechazo de una sociedad indiferente a los sentimientos, se vieron obligados a mantener su amor en secreto, protegido por débiles paredes que hacían que creyeran que podrían ser felices. Luego, todo se había derrumbado, y aunque no entendía cómo, ambos se enfrentaron a una muerte horrible; el primero, herido sin posibilidad de salvación, el segundo quedándose con él hasta el final, hasta acompañarlo en su mismo destino.
Quizás habían imaginado un futuro distinto, pero la realidad había caído sobre ellos con una fuerza brutal; el poder desconocido que había interrumpido sus vidas llegó en dos oleadas, dando apenas un misericordioso segundo para una frase, unas últimas palabras que no tuvieron el tiempo de ser el sello para una historia.
No había final feliz, ni una amorosa despedida; el abrazo final era un llanto mudo de desesperación ante un destino incontrarrestable, un grito sordo de impotencia, y al mismo tiempo una promesa vana.
Miguel había amado a ese hombre con una fuerza que él podía entender, pero no dimensionar del todo, y había sido amado por él de la misma forma, creando un lazo poderoso; al final habían estado juntos, envueltos en el dolor de la agonía, pero juntos de todos modos.
¿Por qué esa unión se sentía tan amarga?
No había consuelo a lo largo del tiempo, ni en ese pasado ni ahora. ¿Por qué podía acceder a esos momentos tan íntimos? ¿Por qué existía ese parecido con el hombre al que bautizó como Miguel? Y lo más inquietante de todo ¿Por qué el otro hombre en el recuerdo era tan similar a Martín? Él no estaba enamorado de Martín; cuando lo conoció se planteó algún asomo de interés amoroso, pero el carácter afable de él y la confianza automática entre ambos hizo que el sentimiento que nació fuera el de una amistad sincera, por lo que no había una similitud. Se conocían, eran amigos, pero no eran pareja, y no estaban...

—No puede ser...

Tardó mucho en comprender que lo que le impedía dormir no era insomnio, sino miedo.
¿Miedo a qué?
Todo eso tenía que estar sucediendo por una razón. No era casual, y de ninguna forma se trataba de algo sin sentido; tal vez no pudiera explicarlo, pero sabía con seguridad que esos recuerdos eran reales: eran el último grito de alguien que ya no estaba ahí. Y se dijo que, si él estaba accediendo a esos recuerdos, tenía que haber una razón, que de lo contrario sería una intromisión grotesca y grosera a un espacio al que no tenía derecho.
¿Y si las coincidencias entre ambas historias era un aviso?
Su amiga le había dicho que pensaba que esos sueños y frases sin sentido tenían un carácter auténtico, y que podían ser una advertencia sobre algo que iba a pasar en el futuro. El miedo que lo embargó fue producto de este pensamiento, porque en su interior sintió que algo se avecinaba, un peligro sin nombre como la repetición de un ciclo, el fin de la vuelta de una inmensa rueda.
Un peligro invisible pero imparable que los amenazaba a Martín y a él.

Comenzó la semana laboral con una gran sensación de cansancio, pero no tuvo más alternativa que reunir fuerzas y emprender con energía. El lunes fue un día intenso, ya que uno de los trabajadores de la tienda se reportó enfermo y tuvieron aumento de clientes, por lo que tuvo que abandonar las labores de oficina y volver al mesón para ayudar a los demás con la atención de público. Se dio cuenta que extrañaba la labor de atender, más que por interactuar con la gente, por la posibilidad de estar en movimiento de forma constante y en cierto modo por el desafío permanente de adivinar en base a nada qué era lo que tenían que vender.

—Rafael ¿Qué es una lámpara de Gobel?

En un momento de la mañana uno de los chicos que llevaba menos tiempo se le acercó con disimulo mientras él sacaba unas cajas de repuestos de interruptores; el moreno se quedó un momento pensando, con la vista desenfocada.

—Es una lámpara incandescente —dijo al cabo de un instante.
—Qué raro el nombre —murmuró el joven.
—Es el nombre del que las inventó —replicó con una sonrisa—. ¿Es el señor de allá?
—Sí, es él.

Parte importarte del trabajo en una tienda como esa era interpretar lo que los clientes querían. Muchas veces las personas pensaban que una descripción vaga bastaba para saber cuál era su necesidad, por lo que era común escuchar sobre “aparato que sirve para las fiestas” “el repuesto de esa máquina” y cosas similares.

—Tal vez lo que quiere es un repuesto para una lámpara halógena.
—¿Y eso por qué?

Se sintió como un anciano explicando todo eso en medio del trabajo, pero al mismo tiempo resultaba divertido.

—Porque las lámparas incandescentes calientan, y antiguamente no había tantas opciones como ahora; pregúntale si es una lámpara o una especie de estufa para calentar lo que está usando.

Dejó al joven buscando una solución a ese problema mientras él regresaba a atender. La tienda estuvo a tope todo el día, de modo que salvo una pausa que acortó para almorzar, estuvo pendiente de atender y reponer productos para mantener una buena atención.
Poco después de las cuatro, apenas terminaba de atender a una clienta, dio un respingo al recordar algo importante.

—La nómina de anticipos.

Corrió a la oficina al notar la hora y fecha que era; las nóminas de anticipos de remuneraciones debían ser enviadas a más tardar el día doce de cada mes a las cuatro y media de la tarde, y en el caso de no hacerlo, los trabajadores tendrían que esperar hasta la remuneración del mes.
Le quedaban cinco minutos y ni siquiera había hecho la planilla.
Por suerte había preguntado al respecto a todos el viernes en la tarde, de modo que tenía los datos necesarios; presionado por el tiempo y la responsabilidad, aporreó el teclado ingresando la información según el formato requerido y consiguió enviarlo justo un minuto antes del plazo límite. Más tranquilo al haber cumplido con la tarea que casi había olvidado, se dedicó a revisar algo de material pendiente, confirmó los correos electrónicos que eran necesarios e ingresó algunas solicitudes en espera; para cuando terminó casi era su hora de salir, y dejó la oficina por un momento, encontrándose con la tienda vacía excepto por un cliente que estaba saliendo.

—¿Dónde se fue la gente?
—El público empezó a bajar recién hace un rato —comentó Sara mientras ordenaba unas cajas.
—Qué bueno…

Iba a decir algo más, pero lo interrumpió una llamada al celular; era de la oficina de Recursos humanos, de modo que hizo un gesto a todos para que bajaran la voz.

—Buenas tardes… sí, así es…el cliente oculto, entiendo…

Lo pronunció con voz desprovista de emoción, pero hizo una seña característica dentro de la empresa para explicar que era de eso de lo que hablaba; la empresa contrataba personal externo para enviarlo como un supuesto cliente, y esta persona analizaba todos los detalles de atención, fórmulas de cortesía al trato, tiempos de espera y muchos otros factores. En el tiempo que llevaba ahí solo había ido uno, y cuando era encargado desde hace tan poco se topaba con una nueva visita; todos sabían que una mala evaluación implicaba potenciales cambios de localización, así como otras medidas internas. El silencio llenó el lugar.

—Comprendo. Muchas gracias por la información, buenas tardes.

Finalizó la llamada, y todos en la tienda lo estaban mirando, atentos a lo que iba a decir.

—Bien, ya oyeron que vino el diente oculto.
—¿Qué nota sacamos? —preguntó Sara sin poder esperar.

Respiró profundo antes de decirlo; era una noticia relevante como para hablar del modo incorrecto.

—Sacamos cien por ciento.

El alivio y alegría en todos fue evidente al escuchar esa declaración, y hasta él se tranquilizó mucho al verbalizarlo. Tener una evaluación perfecta en el cliente incógnito era algo muy difícil, pero señalaba que, durante ese lapso, aún con una persona menos y la tienda llena al completo, habían podido funcionar coordinadamente con eficiencia.

—Escuchen, esto es una muy buena noticia —señaló, más calmado—; si de aquí a que termine el mes no hay otra evaluación perfecta de otra tienda, nos debería llegar un bono incentivo en dinero para fin de mes.
—Eso sí que es una gran noticia —apuntó uno de los vendedores.
—Es cierto, pero también es una gran responsabilidad; a partir de ahora no podemos bajar el nivel de atención porque seguramente van a estar observándonos mucho desde arriba. Sé que estoy a cargo hace muy poco, pero de todos modos quiero felicitar a todos por el trabajo que están haciendo y decir que estoy aquí para apoyar en lo que sea necesario.

Poco después había terminado su jornada de trabajo y salió con una agradable sensación; desde que era el jefe de la tienda era la primera vez que sentía que las cosas iban mejorando junto a él y que estaba en lo cierto al proponerse hacer un liderazgo con participación, en donde no solo se ocupara del papeleo y tomar decisiones, sino también de estar en terreno ayudando al igual que antes.
Iba pensando en estas cosas cuando alguien tocó su hombro; algo sorprendido volteó y dio un salto hacia atrás al ver a la persona.

—iEpa!

Martín se quedó quieto al ver la reacción de Rafael y levantó las manos en gesto apaciguador.

—Soy yo —dijo con voz cauta—, soy yo, me conoces, no soy un asaltante.

No había visto a Martín luego de todo lo que había pasado, y toparse con él de forma intempestiva resultó un golpe mucho más fuerte de lo que habría esperado en primer lugar; tantas veces se preguntó cómo sería ese momento al verlo otra vez, cómo se sentiría al tener en su mente la imagen desdibujada de un hombre tan parecido a su amigo mientras lo veía a él, de cuerpo presente y respirando.
Pero Martín nada sabía de lo que él había visto, y en su interior Rafael sabía que la decisión de no hablar de eso con él ya estaba tomada; ese iba a ser su secreto y tenía que reaccionar antes de perder el control por completo.

—Martín.
—Rafael, en serio soy yo —explicó el otro, mirándolo con un leve dejo de alarma en los ojos—. ¿No me vas a caer a golpes o algo así?

En realidad, lo que quería era sostenerlo por los hombros y decirle lo que estaba pensando, del temor que sentía y todas las dudas que azotaban su mente, pero sabía que eso era imposible; Martín jamás le creería esa historia, y con franqueza, él tampoco se creería de no ser por haberlo vivido.

—Es que no te sentí acercar —dijo con un hilo de voz.
—¿Estás bien?

¿Tanto se había notado su reacción? Tenía que hablar, moverse, comportarse como una persona normal.

—Sí, claro, perdona la reacción tan exagerada, es solo que iba pensando en muchas cosas y estaba en otro mundo.

Venciendo el miedo y la angustia que le provocaba toda esa escena, se acercó a Martín y lo saludó de la forma en que lo hacía habitualmente; estrechó su mano y se acercó a él, en un medio abrazo que era común al verse.

—Es que fue un día muy agitado y tuvimos una sorpresa de última hora —explicó intentando sonar natural— ¿Has escuchado de algo que se llama Cliente incógnito?

Estaba hablando demasiado, más de lo que lo hacía de forma común; y además se estaba sobre explicando. Martín lo miraba un poco extrañado aún.

—No, no sé lo que es.
—Es alguien que envía la empresa a hacerse pasar por un cliente común —se obligó a hablar más despacio—, y nos evaluaron hoy, salió todo muy bien; tenía la cabeza en cualquier parte, creo que si no es por ti me habría ido de cabeza contra un poste. Disculpa por reaccionar así.
—No importa, no es nada —el trigueño hizo un gesto de quitar importancia al tema.
—¿Y esta sorpresa? —preguntó cambiando de tema—. ¿Saliste más temprano?
—Sólo un poco —replicó Martín, más relajado—, fue el mecánico a ver el auto, así que me quedé sin mucho que hacer y me dejaron ir un poco antes, al final no era muy útil sin tener algo que conducir. Así que me dije que tal vez podríamos ir por unas cervezas.

Desde el trabajo de Martín esa zona quedaba de paso, y su actitud era la habitual cuando hablaban; había una complicidad entre ellos que siempre era sana, y la única diferencia en ese momento radicaba en él. Pero no quería que su amistad con él resultara dañada, y, a fin de cuentas, tendría que hacerse a la idea de interactuar con él aún con lo que sabía.
O lo que no sabía.

—Creo que es la mejor idea que pudiste tener —repuso con más ánimo—, vamos, será bueno.
—Conozco un lugar un poco más allá —comentó Martín—, no es caro y es bastante tranquilo. ¿Cómo es eso del cliente oculto que me estabas contando?

Rafael le explicó con más detalle de qué se trataba ese método; para cuando terminó, el trigueño parecía más confundido que antes.

—Es un poco raro ese método—comentó, pensativo—; es como que quisieran que estuvieras siempre actuando en vez de simplemente hacer lo que corresponde.

En eso tenía razón; en alguna ocasión Rafael se había preguntado qué sentido tenía reorganizar al personal entre una tienda y otra, obligando a que todo empezara de nuevo en los equipos de trabajo, en vez de descubrir si había una razón de peso para ese mal diagnóstico, incluyendo en ello que los procesos diseñados por la empresa podrían quedar obsoletos o no ser los más apropiados.

—Es cierto, pero piensa que no toda la gente hace las cosas como se supone que debería.
—Ese es un gran punto —accedió Martín—. Allá hay un mensajero, es de estos que usan bicicleta; no trabaja realmente con nosotros, es del personal del edificio ¡Pero no sé a qué hora trabaja! En serio, sé que yo estoy a las idas y venidas, pero de verdad que cada vez que estoy ahí, él ya estaba desde antes.

La conversación siguió con bastante normalidad, aunque Rafael trató de hacer que la conversación fuera más por parte de Martín que por la suya, para reservar energías y a la vez poder darse el tiempo de analizar toda esa situación.

—Oye, escucha esto —dijo Martín señalando su teléfono, más tarde en el bar al que habían asistido—, me están invitando a beber de mi ex grupo de trabajo en la otra empresa.

Rafael vio que lo habían agregado a una sala de conversación grupal.

—¿Del restaurante?
—No, del trabajo de antes, en la consultora —replicó el trigueño—; no habíamos hablado desde que me fui de ese trabajo.
—¿Y son muy amigos?

Martín se lo pensó un momento antes de responder.

—No exactamente, digamos que son muy buenos conocidos, o buenos amigos del trabajo; sí, creo que esa es la mejor definición para ellos.

Rafael sirvió un poco más de cerveza para ambos; el burbujeante líquido era refrescante y ayudaba a hacerlo sentir cómodo en esos momentos, olvidando por instantes todo el torbellino en su mente.

—¿Te das cuenta de que no me has hablado mucho de tus amigos y esas cosas?
—Sí, tienes razón —admitió Martín—, pero tampoco hay mucho que contar; tengo pocos amigos en general: tú, un par de amigos desde la secundaria, mi tío René que es parte de la familia, y algún amigo de la vida, o amiga por supuesto. Es extraño, pero no se me hace sencillo confiar en las personas más allá de una buena voluntad o llevarse bien, lo que pasó contigo es una excepción a la regla. Mi tío René siempre me dice que yo tengo muchísimos conocidos, pero muy pocos amigos de verdad.

Escuchar esa expresión hacía mucho con su estado de ánimo, pero de todas formas resultaba contradictorio que esa expresión de amistad sincera con él fuera a la vez una probable segunda lectura que sólo Rafael podía comprender.
Sea como fuere, no tenía otra alternativa que continuar con su actuación, simulando que todo iba de forma normal.

—¿Y se van a reunir?
—Bueno, en el chat no dicen directamente en qué momento es que piensan reunirse.
—Deberías ir —comentó; al instante notó que había sonado muy apresurado y rectificó—, quiero decir, si se llevaban bien, es una buena oportunidad de no perder el contacto. ¿No pensaste en volver a ese trabajo? Ahora que tu hermano sabe lo que sucedió, podrías retomar lo que estabas haciendo.

Martín se lo pensó un momento antes de responder; era algo que se había planteado en un inicio, pero ya tenía una decisión al respecto.

—Lo pensé ¿Sabes? Es decir, no a esa empresa en particular porque no podría, Recursos humanos tiene una política de no reintegrar personal por un plazo de dos años, pero en realidad no es solo por eso; creo que es una etapa que ya terminó, y prefiero mantenerme fiel al plan original: me quedaré en este trabajo si se da la oportunidad, y si no, entonces buscaré otra opción en lo que sea que salga.
—¿Y por qué no volver a trabajar en lo que tú haces? —preguntó Rafael.
—No es un problema concreto con esa área —replicó Martín—. Es algo que me gusta hacer, pero recién cuando empecé en lo del restaurant me di cuenta que no había hecho nada mas en la vida , y me sentí un poco desprotegido.

Rafael no lo había pensado de ese modo; en su caso, había trabajado en distintas cosas desde que terminó la secundaria.

—Pero eres joven, tienes veinticuatro y estudios técnicos, tienes mucho en tu favor.
—Sí, es solo queme puse a pensar en las alternativas de la vida; de alguna manera pienso que mis papás me ayudaron con lo de los estudios técnicos porque era su forma de darme herramientas extra para el futuro. Pero sucede que salí de la secundaria, estuve dos años y medio en el técnico y después comencé a trabajar en eso, y me quedé con la sensación de no haber avanzado mucho en la vida. En el restaurante y ahora como conductor he aprendido tantas cosas que pienso que es la mejor forma de crecer. Además estaré más preparado para lo que pase más adelante.

Eso era toda una declaración de intenciones, y hablaba del esfuerzo de Martín por ser una persona más integral; por otro lado, dejaba entrever que los padres habían hecho un esfuerzo para ayudarlo a tener esa base de estudios porque sabían que la lucha por su hijo menor sería más ardua y constante. Sin embargo no quiso referirse a ese último punto porque entendió que Martín tomaba esos actos como parte de su vida y no como una carga a nivel personal o familiar.

—Es una buena forma de verlo. Mientras te sientas bien con tu decisión, todo está bien.
—Sí. Y a todo esto, creo que no lo habíamos hablado ¿Piensas estudiar algo o eso no es una prioridad?
—Me interesa, pasa que yo decidí hacer las cosas de otra forma —comentó Rafael—. Creo que fue como a los diecisiete que tomé la decisión de irme de la casa porque quería ser independiente.
—Como en Estados unidos.
—Algo parecido; hablé con papá y mamá esperando que se alarmaran, pero lo tomaron muy bien. No en el sentido de librarse de una carga, eso espero al meros.

Ambos rieron ante la broma; la conversación iba lo suficientemente bien como para que Rafael pretendiera que todo iba como de costumbre.

—El punto es quede alegraron de que tuviera un plan de vida —continuó Rafael—, que tomara una responsabilidad y me hiciera cargo de eso. Mamá me llenó de recomendaciones y papá dijo que estaba orgulloso de mí, pero me amenazó con que tendría que ser el criado de los quehaceres domésticos si fracasaba y tenía que volver con ellos.
—Pero ¿Te lo dijo en serio?
—No exactamente, pero creo que era su forma de decirme que tenía que hacer las cosas de verdad, que aunque era joven esa decisión no era un juego. Y sirvió porque me lo tomé como un desafío, mantenerme por mí mismo y aprender a no ser dependiente; desde luego que no podía estudiar y trabajar al mismo tiempo porque no me daba el tiempo ni los ingresos, y en cierto modo fue mejor, porque en realidad no sabía qué era lo que quería a esa edad.

Por momentos se preguntaba cuánto de la afinidad que había entre ellos tenía que ver con aquello que albergaba en su recuerdo; por un lado sentía miedo de que se perdiera parte de la autenticidad de su amistad, pero por otra, sentía que ese nexo entre los dos era demasiado honesto y real como para haber sido creado por algún medio fuese de su control y entendimiento. Más tarde Martín se interrumpió en la conversación.

—Es Carlos —explicó mientras sacaba el móvil del bolsillo—, dame un minuto.
—Adelante —comentó Rafael.

Generalmente su hermano menor no lo llamaba y se comunicaba con él por el chat, de modo que el trigueño contestó con naturalidad pero con un cierto toque de preocupación.

—¡Hola! Sí. No, estoy con Rafael tomando algo rápido. ¿Todo está bien? Sí, no hay problema, puedo ir de pasada. Está bien.

Cuando cortó lucía algo confundido.

—¿Sucedió algo? —preguntó el moreno.
—No. Es decir, sí, pero nada malo; Carlos sonaba un poco ansioso para la costumbre, pero dice que todo está en orden y que quiere enseñarme algo.
—¿Terminamos esta ronda y salimos o te vas ahora?
—No, terminemos la ronda con calma —respondió Martín—, estoy asumiendo que no es algo malo así que no hay prisa. Y hablando de hermanos ¿El matrimonio va?

Parecía increíble que al fin las cosas estuvieran bien con respecto a ese evento luego de lo sucedido; al menos en ese sentido tenia una tranquilidad total.

—Sí, todo sigue en pie —explicó después de dar un trago largo—, la ceremonia es el dieciséis a las dos de la tarde y luego la fiesta es en un centro de reuniones que está cerca de la casa de Magdalena, desde las siete; te esperamos allá o si quieres puedes ir conmigo. Quería ir desde antes para acompañar a Mariano pero ahora está en plan de no alterarse por nada y dijo que no era necesario, así que iré rápido a la ceremonia civil entre mi horario de trabajo.

Después de pagar la cuenta salieron charlando del bar; hacía una noche agradable, aunque fresca.

—Creo que podemos salir juntos.
—Confirmamos entonces.
—Hecho —replicó Martín—, me voy a ver qué se le ocurrió a mi hermano, hablamos después.
—Por supuesto —y agregó sin poderlo evitar—, cuídate.

Más tarde, Martín llegó a la casa de sus padres y fue hasta la habitación de su hermano menor. El joven lucía animado y lo saludó con una media sonrisa, sentado ante su escritorio.

—¿No estaba interrumpiendo?
—Para nada —replicó Martín—, nos juntamos con Rafael para una cerveza, era algo rápido. Y bien, ya estoy aquí ¿De qué se trata ese tema tan secreto que no podías decirme por teléfono?

El joven le enseñó un paquete con sellos que demostraban que era una encomienda, aunque no tenía identificación de su procedencia.

—La semana pasada se me ocurrió un proyecto. No sé si es un proyecto así con todas las letras —dudó un instante—, pero decidí hacerlo de todos modos.

Martín se sentó frente a él sin comprender.

—No te sigo.
—Estaba pensando en que hay muchas personas que hacen serigrafía o estampados en remeras, pero no he visto que hagan esto en el país.
—Aún no te sigo —apuntó el mayor.

El joven le entregó el paquete con cierto tono de ceremonia.

—Ábrelo y lo entenderás.

Martín, guiado por la curiosidad de aquella declaración, abrió el paquete y se quedó contemplando el contenido, asombrado.

—Carlos, esto es…
—Es el dibujo de un ornitorrinco que hice cuando era pequeño —comentó el chico, aunque sabía que su hermano lo había entendido—. Esa remera que estampaste con el dibujo que hice cuando era un niño me dio la idea; se me ocurrió que podría reinventar el diseño original para que no sea esa cosa que dibujé, y que se viera mejor hecho, como si hubiera crecido contigo. Es para ti.

Martín observó el diseño en la remera con todo detalle: estaba hecho con estilo de caricatura, pero para él que conocía el dibujo original era evidente que se trataba de la misma idea.

—Carlos, es genial, hiciste un trabajo increíble.
—Lo que estuve pensando es en hacer algo que he visto en Pictagram; podría ofrecer el servicio a personas que lo quieran y ordenar una impresión como esa.

Martín conocía la destreza que su hermano menor había desarrollado tanto para el dibujo como la edición en programas especializados; pero hasta el momento, nunca lo había visto tan auténticamente interesado por un proyecto como por ese.

—Estoy muy sorprendido ¿Por qué no me contaste antes que tenías estos planes?
—Quería que fuera una sorpresa —explicó el muchacho.
—Pues resultó, y es fantástica. Entonces ¿Quieres hacer un negocio con esta idea?

El muchacho le mostró una imagen en la pantalla del ordenador: se trataba del área trabajo en un programa de edición de imagen en donde, a la izquierda figuraba un dibujo infantil, y a derecha un proyecto que planteaba la misma idea, pero más detallado y trabajado.

—Esto lo pidió una persona que me contactó —explicó el chico—, no me va a pagar, pero me hará publicidad.
—Es una idea estupenda, te lo digo en serio —opinó Martín—, lo que me tiene más sorprendido es cómo llegaste a este proyecto, era todo un secreto.
—Hace tiempo vi un reportaje de unos joyeros que hacían algo parecido —explicó Carlos—: ellos hacían pendientes para cadenas con la misma imagen, así que me dije que podría ir un paso mas allá.

Martín estaba sorprendido y a la vez muy contento de ver cómo su hermano era capaz de llevar una idea a la práctica con tal grado de responsabilidad; recordó cómo Rafael le dijo que ya no era un niño, y que su deber era apoyarlo en su camino.

—Me gusta mucho esa idea ¿Sabes? Y me gusta verte implicado, que te importe esto y quieras hacerlo de corazón. Y esta va a ser mi segunda remera favorita, te lo aseguro. Estoy tan orgulloso de ti.

Mientras, Rafael estaba en su departamento reflexionando acerca de lo que había sucedido esa tarde; a todo lo que había en su mente tuvo que sumar la experiencia de volver a interactuar con Martín después de lo que había visto en ese recuerdo.
No era él, no era él.
Se repitió mil veces que no se trataba de él, que las similitudes seguían el mismo camino que con el nombre que había denominado como Miguel; que no la era la misma persona, solo alguien con un parecido, pero incluso en ese caso le resultaba imposible quedar tranquilo al respecto.
Porque el recuerdo tenía un significado tráfico que no podía ignorar, un cúmulo de sentimientos que habían sucedido, en algún momento a personas reales; personas que se amaron y que ya no tenían una segunda oportunidad.
¿Existía la oportunidad de evitar que la historia se repitiera? ¿Era eso lo que le trataban de decir esos recuerdos, como si se tratara de una advertencia?
Seguía diciéndose que todo eso no podía estar pasando por casualidad, que tenía que haber un motivo para eso, y llegado a la imagen del hombre que se parecía tanto a Martín, le asustaba la idea de que él pudiera estar en peligro.
¿Podía ser que la historia se estuviera repitiendo?
Pero era una amenaza que no podía identificar, porque en su sueño no sabía de dónde era Miguel, ni cómo había sucedido su muerte; no podía luchar o tratar de anticipar algo que no tenía un punto de origen específico.
Era como estar de manos atadas frente a algo que iba a golpear en cualquier momento.


Próximo capítulo: Decisión sin vuelta atrás










Las divas no van al infierno Capítulo 16: Jueves




El programa del miércoles 05 comenzó con una sensación de ansiedad generalizada, gracias a que el programa se convirtió en tendencia en las redes sociales desde la mañana, cuando un reportaje sobre el concurso en un programa misceláneo a las cuatro de la tarde ahondó en la competencia y los perfiles de las competidoras.

—Las cosas están funcionando como lo esperabas.

En la oficina de Kevin, Sandra estaba analizando los datos entregados por la consultora de redes; del otro lado del escritorio, el productor jugaba con un abrecartas.

—Lo que anunciaste que sucedería está pasando —comentó en voz baja—, la gente en las redes está empezando discutir acerca de las chicas y tomando partido por ellas.
—Pero no te veo satisfecho —observó ella.
—Sí, lo que ocurre es que necesito algo más —apuntó él—, hay algunos anunciantes en espera para hacer contratos con el programa, pero no han firmado.

Ella aún no estaba por completo segura de que la chica que suponía era la elegida por el para ser la ganadora, pero no podía seguir presionando; su carta bajo la manga aún estaba en camino, y si era de lo que se imaginaba, podría usarla para manipular a las competidoras de una forma mucho más eficiente. Para calmar a Kevin y no llamar la atención tendría que jugar una sorpresa.

—Podemos revolver un poco los medidores si así lo quieres; puedo hacer una llamada tendremos una sorpresa en las votaciones.

Kevin había ordenado que un equipo cuidadosamente camuflado mantuviera perfiles falsos en las redes sociales; estos funcionaban como personas comunes que participaban de ellas, pero lo cierto es que era una farsa: un grupo de expertos en redes conectados, con acceso a decenas de cuentas cada uno, preparados para votar por quién él quisiera elegir como inmune, listos para dejar en lo más bajo a quien él decidiera poner en peligro de eliminación. Y al tratarse de perfiles sociales aparentemente reales, estas personas ganaban seguidores de forma paulatina, a diferencia de los perfiles automáticos.
Una palabra, y él decidía todo.

—¿Cómo va eso de hacer explotar a una de las chicas?
—Oh, eso está en su punto —replicó ella.
—Perfecto, en ese caso une ambos asuntos, que los temas estén relacionados.

2


Equilibrio era la palabra del día y Márgara sabía exactamente qué hacer; buscó entre las cosas que había traído al canal unos stilettos de color rojo encendido y los calzó, sintiendo cómo los pies se acostumbraban a la forma de los zapatos. Su prueba era con banderas, de modo que podría desplazarse con comodidad por el escenario, pero como tenía la idea de resultar muy llamativa, pidió a los tramoyas que fabricaran una pasarela angosta y alta. Lo suficientemente alta cono para parecer arriesgada, pero con las medidas perfectas para desplazarse con toda tranquilidad y sin riesgo de caerse.

—Con esas medidas es perfecta —indicó con una sonrisa—, y no olviden que en el extremo debe tener una rosa roja, es muy importante. Ahora voy a maquillaje.

Dejó a los tramoyas trabajando según sus indicaciones, y fue de inmediato a maquillaje.

—Buenas tardes, necesito un poco de espacio por favor.

El cuarto de maquillaje estaba lleno en ese momento, y varias de las chicas miraron con escepticismo a través de los reflejos.

—¿No ves que estamos ocupadas? —preguntó Jazmín.

Márgara desplazó la mirada de unas a otras, como si no comprendiese lo que estaba sucediendo.

—Pero yo necesito maquillarme, es una parte fundamental de mi presentación.
—Y yo necesito que no se me caigan las extensiones de cabello —comentó Lucine desde un costado, con un falso tono divertido—, pero ya sabes lo que dicen: no se puede tener todo en esta vida.
—Márgara —intervino una de las maquilladoras—, si quieres, puedes esperar en el cuarto pequeño que está al lado, y cuando alguien se desocupe irá a ayudarte.
—¿Ayudarme? —exclamó ella, descolocada—. Tengo que hacer una presentación muy importante, el maquillaje es vital y tiene que estar listo lo más pronto posible, porque debo ensayar con él ¿Cómo puedo estar esperando? ¿Tendré que hacer esperar al público en su casa, en el estudio?

Valeria fingía estar revisando sus uñas mientras la maquilladora aplicaba el corrector con un aplicador especial, pero lo cierto es que estaba escuchando todo con lujo de detalles; había sospechado que Márgara era una chica un tanto extraña, pero hasta el momento le resultaba difícil saber cuál era su defecto. En principio parecía amable, simpática, pero a medida que la escuchaba hablar en distintas situaciones notó que era lista y manipuladora, algo que a su juicio quedó claro cuando puso de manifiesto que Charlene había usado un concepto para presentación antes que Lisandra; pero aún con eso sentía que había algo más, que su principal defecto no era tratar de parecer un ángel cuando en realidad era una víbora, sino algo más.
Y al verla en la sala de maquillaje, de pie mientras todos trabajaban de Forma ardua sin poder entender que simplemente tenía que esperar, comprendió cual era su problema: Márgara no soportaba no tener la razón; entonces era el momento perfecto para atacar y hacer daño.

—Chicas, sean un poco más comprensivas con Márgara — comentó con tono de absoluta bondad —, ella está un poco ofuscada por lo que pasó en las redes sociales, es natural que se sienta un poco insegura.

La aludida reaccionó como si la hubieran pinchado.

—¿Qué pasó en las redes sociales? No podemos usar redes sociales los días de programa, nos advirtieron eso.
—No, no, lo decía por lo que está pasando ahora, porque no lo sé — levantó la vista y la miró a través del espejo — Perdona ¿No lo sabías? Hoy en el matinal hablaron un poco sobre el programa y mostraron algunos comentarios en las redes sociales, creo que era en Verter y como no hablaban muy bien de ti, creí que eso te tenía un poco nerviosa.

Había puesto Una expresión perfecta de inocencia con un toque de confusión; llegada a ese momento, las cámaras serían sus mejores aliadas, porque en vez de mostrarla molesta, les dirían a todos que ella intentaba ayudar y cometió un error sin darse cuenta. Márgara no pudo evitar que su expresión mostrara que estaba confundida.

—¿Qué? ¿Por qué alguien iba a hablar mal de mí? ¿Por qué nadie me dijo?

Charlene se hizo la desentendida, aprovechando que en ese momento le estaban aplicando una sombra de ojos con glitler que la obligaba a mantener los párpados inmóviles, pero por dentro se moría por ver esa escena. ¿Así que la máscara de bondad de la princesita se estaba cayendo y estaba quedando al descubierto? Pues muy bien, eso era sólo lo primero que le iba a pasar si no la echaban del programa esa misma semana; incapaces de guardar chismes, algunas chicas eran muy útiles a sus objetivos, y en particular lo fue cuando una de ellas terminó por contarle que la doble de Lana había estado diciendo que ella robó la presentación de Lisandra.
Lo había hecho, en parte; se había asegurado de humillarla cambiando en el último momento la canción escogida por la que sabía que iba a usar, pero estaba convencida de que nadie iba a notarlo. No había cámaras en el pequeño cuarto de maquillaje donde el bailarín había soltado la información, y para cubrir todas las apariencias, hizo todo un teatro hablando con personas de vestuario y Su equipo de baile, diciendo que estaba insegura con su elección; hasta se disculpó con los bailarines por cambiar la canción a última hora, pero de algún modo ella lo había descubierto.
O tal vez no la descubrió, sino que hizo Una asociación de ideas; de cualquier modo, no se había dado por aludida, pero ya era hora de hacerla pagar.

—No, Márgara — dijo Valeria con un toque de alarma en la voz —, no estaban hablando mal de ti, eran comentarios de algunos usuarios, eso es Todo.

La chica volvió a mirar en todas direcciones, como si de alguna forma esperara que alguien desmintiera lo que Valentina había dicho; pero el resto de las personas en esa sala de maquillaje habían optado por el silencio o seguir trabajando sin prestarle atención.

—Entonces era eso — aseguró con voz que contradecía la seguridad que intentaba demostrar —. Siendo así, no hay nada de qué preocuparse ¿No es así? Iré a preparar algunas cosas mientras se desocupa un lugar.

Salió rápido de la sala de maquillaje, casi chocando con uno de los camarógrafos que pasaba siguiendo los pasos de otra de las chicas a quien no pudo identificar; desde algunos días atrás había olvidado las cámaras, y sentía que eso era bueno porque significaba que ya estaba cómoda, en su ambiente. Pero, al estar en esa situación, donde alguien acusaba que había ocurrido algo como eso, nada menos que una queja o un mal comentario en su contra, sintió que la habían tomado por sorpresa, y que todas esas cámaras eran intrusos en una situación que no entendían de forma correcta. ¿Por qué alguien hablaría mal de ella? Había sido escogida como la favorita del publico y sus estadísticas iban en ascenso, no tenia sentido algo como eso.

En Tanto, Lisandra estaba trabajando en lo que esperaba fuera la mejor presentación que había hecho hasta el momento: su concepto para trabajar el equilibrio en ese día era Telas, y eso de inmediato la transportó a espectáculos de circo que había visto en televisión.
Su conversación con Jaime la había ayudado a replantear algunas cosas sobre su permanencia en ese concurso; era cierto, no podía estar esperando a que los demás valoraran su esfuerzo, tenía que ser ella quien les demostrara con hechos de lo que era capaz. Que podía producir y presentar un espectáculo que los sorprendiera a todos por estar bien desarrollado, por una puesta en escena inteligente y con significado, no solo algo efectista. Pidió a los asistentes que hicieran una escalera en semi circulo y fue de inmediato a vestuario a conseguir telas en color blanco, celeste, azul y verde, las que se dedicó a entrelazar como una Trenza en un inicio, para luego dejar caer con libertad; haría una cascada que cayera sobre la escalera y bailaría una melodía clásica sobre ella, demostrando que no solo la música bailable daba buenos resultados.

Una vez comenzó el programa, Aaron Love fue hacia la sala acondicionada en donde estaba Sarki, la estrella invitada del programa. Acompañado de cámaras, el hombre lucía perfecto para la cámara, y la saludó con una gran sonrisa.

—Sarki al fin nos vemos cara a cara en este programa ¡Hemos estado tan ocupados!
—Te he visto con las manos llenas —comentó ella, con una mirada cargada de picardía —, no lo tomes a mal, me refería a que tienes un ramillete ahí en el escenario ¿No es así?

El hombre mantuvo la sonrisa ante la cámara, aunque internamente se recordó redoblar los esfuerzos por evitar que ella usara cualquier cosa en su contra, como esa sutil broma; pero con el programa al aire no era momento para esas cosas.

—A veces creo que soy demasiado afortunado por estar en este programa y tener la oportunidad de ver a estas chicas Tan Talentosas ¿Piensas que la lucha por ser Tu sucesora será muy ardua ¿
—Oh, realmente no espero que ninguna de ellas sea mi Sucesora — replicó ella con una amable sonrisa.

El conductor del programa hizo el acostumbrado asentimiento que hacía cuando todo iba bien en la conversación, sin demostrar que en el oído el director le estaba gritando que cambiara el tema porque ella lo estaba arruinando. Sarki no usaba soro, pero como si hubiera adivinado el efecto de sus palabras, siguió tras una pausa casi imperceptible.

—No me gustaría que ellas siguieran mis errores o desaciertos ¿Sabes a lo que me refiero? Estos son tiempos de ir por eso que tanto quieres de una forma nueva, tomar ese lugar que está esperando y hacer lo que corresponde. Y sé que ellas se están haciendo poderosas, que están tomando este desafío y harán todo lo que puedan para llegar tan alto como se lo merezcan.

Hacia el final había añadido un toque de emoción en sus palabras; nuevamente, sin decir algo concreto, se quedaba con la razón en todo.

—Siempre eres tan certera, estoy seguro de que esto es algo que nuestro público y las chicas valoran ¿Sabes que tu sección fue lo más comentado el programa anterior? La gente no para de elogiarte, y tienen razón en hacerlo.
—Oh, son unos aduladores tan irresistibles — comentó ella, con una risilla —, todos mis seguidores saben que mi corazón es de ellos.
—Así es. Y hoy el desafío de las chicas es sobre equilibrio, tendrán que mantenerse firmes sobre algún tipo de escenario que será algo difícil ¿Qué consejo podrías dar?
—Bueno, eso realmente es un desafío grande — comentó ella, reflexionando —, así que lo que podría decir es que recuerden en todo momento que el futuro está hacia adelante y que nunca dejen de mirar en esa dirección.

Terminó la oración apuntando a la cámara con un gesto elegante con una de sus cuidadas manos, en ese momento adornada por uñas color rubí. Aron Love se despidió de ella y regresó al estudio para avanzar con el programa.
La jornada fue intensa y no exenta de accidentes; con un público enardecido, el conductor del programa se mantuvo todo el tiempo en el tope Máximo de la emoción, felicitando a cada una de las chicas por su dedicación y esfuerzo en la presentación, e ignorando por completo cualquier falla que hubiesen cometido. Por otro lado, la participación del público en las redes sociales se mantuvo alta desde la etapa en que se captaban los movimientos de las participantes antes del programa, por lo que Love no escatimó en agradecimientos para las personas en su casa y estuvo mostrando diversas reacciones entre las presentaciones y antes de las pausas publicitarias.
Cuando finalizó la ronda de espectáculos de las veintitrés competidoras, el llamativo conductor del programa se ubicó al centro del escenario y sonrió ante las cámaras, que estaban por completo en él.

—Gracias por seguir con nosotros, y quiero también agradecer a cada uno de ustedes por hacer de siempre divas el programa número uno en redes sociales el día de hoy; nos encanta que nos vean, que disfruten de las espectaculares presentaciones de nuestras participantes y las apoyen con sus comentarios. Ustedes son la razón por la que ellas están aquí, así que no dejen de animarlas y aconsejar en lo que creen que pueden mejorar.
Y hablando de eso, Tenemos a la primera ganadora de esta modalidad de concurso: En este momento en pantalla pueden ver el nombre de la afortunada ganadora de dos entradas para la función de premieres de “Conquista en la ciudad” la película que explora las aventuras de Mandy, la sensual reportera que siempre está a la moda. En seguita veremos su comentario y cómo una de nuestras chicas lo siguió al pie de la letra en nuestra emisión pasada.

Tan pronto terminó de hacer ese anuncio, las luces cambiaron un poco hacia más oscuro y la cámara central se acercaba a él; esto ayudado por la música dramática daba luces del inicio de la etapa más esperada del día.

—Bien, pediremos a nuestras fabulosas chicas que entren y saluden a Todos. ¡Un Fuerte aplauso para ellas, que lo han dado todo en el escenario! Ahora es momento de dar a conocer las votaciones de hoy, y están muy reñidas, sabemos que ustedes no quieren que ninguna se vaya a casa. Comenzaremos por la votación en el estudio, que ha elegido como la presentación más divertida a nuestra querida Valentina.

Valeria había disimulado a la perfección que durante su tiempo en escena se había torcido un tobillo; su idea había sido apostar por la comedia, simulando estar a punto de perder el equilibrio sobre un armado que aparentaba ser un velero. Pero para que todo resultara, nadie podía saber que había fallado su equilibrio, y escuchar su nombre fue como un analgésico para el dolor; cuando la cámara enfocó, Sonrió con auténtica sorpresa y agradecimiento, haciendo un gesto hacia el público a través de la pantalla.

—Como saben, nuestra ganadora tendrá una presentación adicional el viernes para su beneficio, y eso le permitirá acumular más votos para ella. felicitaciones Valentina. Ahora, usando el hashtag de su favorita, nuestro público ha determinado que las ganadoras de premios de nuestros auspiciadores son Marina, Karin y Analie; ellas se llevan a casa un set completo de productos para el cuidado del cabello, cortesía de nuestro auspiciador Potente, porque tu cabello eres tú.

Lisandra había sentido pánico al ver a Alma caerse en el escenario y se esforzó mucho más por no cometer el mismo error; se sentía confiada, quizás no para ganar el día, pero sí para superar a otras. Su presentación estuvo libre de fallas y ese era su momento.

—Ahora diré las tres votaciones más bajas del día de hoy, que quedan en zona de eliminación para el viernes —anunció el conductor con seriedad—. Y las nominadas son Lisandra, Carol y Rebecca.

Lisandra sintió que se le iban los colores del rostro. ¿De nuevo? ¿Otra vez entre las menos votadas? Pero dos de las otras chicas se habían caído, mientras que ella lo había hecho muy bien. ¿Por qué otra vez la nominaban?

—Y ahora —seguía el conductor—, el momento más esperado por todas, conocer a la elegida del público, que será inmune en la votación del viernes y además asegura de inmediato otra semana en competencia. La elegida por ustedes es Charlene.

Mientras la rubia ahogaba un grito de sorpresa ante la mención, Lisandra no pudo sostener la sonrisa; esa elección era la peor posible, un ejemplo demasiado claro sobre una Forma de votación que ella no compendia.

—Charlene, acércate por favor —siguió el conductor con la emoción plasmada en la voz—, te veo muy contenta con el resultado de la votación del público.

En esa ocasión no necesitaba fingir algún tipo de emoción porque de verdad estaba sorprendida y feliz; estaba preocupada de las consecuencias de las malas palabras de Márgara, pero nada la había afectado, y aún más, se había destacado como la favorita de todos. Eso significaba que tendría que preparar algo memorable para que el viernes su presentación fuera la más comentada y acumulara votos desde ya.

—Estoy tan sorprendida —dijo al acercarse a Aaron—, esto no lo esperaba, y es tan maravilloso.
—¿Tienes alguna idea sobre qué harás el viernes?
—¡Ninguna! —Replicó ella con una risilla un tanto aguda—. Estoy tan asombrada, pero les prometo que no van a olvidar lo que haré, en serio.

Aaron Love le dio las gracias a Charlene y se dirigió de nuevo al público.

—Eso es alegría y entusiasmo, y sé que muchos están acompañándote desde sus casas en este momento tan importante; recuerden amigas y amigos que no todo está dicho: Charlene es inmune a la eliminación el viernes próximo, pero nadie puede descuidarse porque todo puede cambiar en cualquier momento.
Recuerden que nuestras tres votaciones más bajas tendrán que hacer una presentación con el doble de pasión para poder remontar, pero además las restantes participantes no pueden descuidarse un solo segundo. Sigan comentando en nuestras redes con el hashtag de su favorita, descubran más contenido especial y las repeticiones de los mejores momentos del programa, y nos veremos nuevamente en dos días. Gracias a nuestro ferviente público, a los maestros, a nuestra maravillosa Sarki, y nos despedimos por hoy en Siempre divas.

El público aplaudió mientras las luces se apagaban, y Lisandra aprovechó la momentánea oscuridad para apurar el paso y llegar a la zona de trabajo antes que el resto.
Otra vez nominada, otra vez dentro de las menos votadas, y lo peor era que de todas era la única que se repetía, mientras que las demás habían rotado. No era grosera, no discutía, se esforzaba al máximo y tenía una actitud positiva, pero de todos modos seguía siendo invisible para el público ¿Acaso alguien no notaría que ella se encontraba de nuevo en riesgo de eliminación y por segunda semana seguida? ¿Estaría sirviendo eso para que en ese preciso momento se burlaran de ella en las redes sociales? ¿O era tan invisible que hasta eso resultaba improbable?

Se ató el cabello a la altura de la nuca, tomó un cambio de ropa y corrió al vestuario para cambiarse con rapidez; se dio el lujo de vestirse a la rápida, de disfrutar las zapatillas en vez de los tacones, salió y guardó rápido.

—Tan apurada, Lisandra.
—Es que tengo mucho que ensayar, no me puedo quedar de brazos cruzados.

Hizo una despedida rápida y salió; bien, había logrado disimular lo suficiente para que no se viera su frustración, y al mismo tiempo darse prisa para no toparse con Charlene. Sólo escuchó su aguda voz a cierta distancia, pero se dijo que no era tan importante, que era recompensa suficiente poder salir de ahí y no tener que soportar sus gritos y la forma en que haría patente que había sido la elegida por el público; salió del canal con una fuerte sensación de frustración, porque hasta el momento sentía que una y otra vez las cosas salían mal, como si de alguna forma todo conspirara en su contra para que, pese a lo que intentara, siguiera en la misma situación.
Otro viernes de eliminación, otro viernes de sentir que estaban a punto de terminar con su sueño.

3


Charlene llegó tan contenta a su departamento que llamó a Harry por el trayecto y le dijo que llegara de forma disimulada al edificio.

—Pasa —le dijo tan pronto como él tocó el timbre—, estoy feliz, tan feliz que casi podría abrazarte. Pero no lo haré.

Soltó una risa alegre y sincera tras cerrar la puerta; el hombre fue hasta el refrigerador y se quedó contemplando el contenido.

—Dónde dejaste mis cervezas? ¿Por qué hay tantas cosas verdes?
—Las escondí al fondo porque no quiero que alguna visita piense que me gusta beber de esa manera —replicó ella haciendo una pose de modelo—, y no son “cosas” verdes, son ensaladas y productos saludables para mantener esta silueta de diosa con la que me gané mi primera inmunidad.

Harry, que ese día iba de celeste, se sentó en el sofá y abrió una lata de cerveza.

—Estoy sorprendido.
—Gracias —su expresión cambió por una de sorpresa—. ¿Cómo que sorprendido? ¿Por qué no me estás felicitando?
—Porque estoy más sorprendido que contento —explicó él mostrando una gran sonrisa—. No entiendo por qué ganaste.
—Porque fui la mejor, obviamente —pronunció ella—, no entiendo qué clase de asistente dices ser.

Harry hizo un gesto simbólico de brindis hacia ella.

—Tenemos algo en común, los dos no entendemos algo — se encogió de hombros —, pero tienes razón en que soy tu asistente, así que ¡Te felicito por tu triunfo! Eres la mejor por un día y la inmune por otro, enhorabuena por tener este éxito.
—Solo era cuestión de tiempo —dijo ella con tono académico—, la gente sabe lo que es bueno.
—Y haber estado dando lástima en pantalla puede haberte empujado un poquito hacia arriba —observó el hombre haciendo comillas con los dedos—, pero no nos distraigamos en esa clase de tonterías en este momento. Mejor dime qué es lo que piensas hacer en esa presentación que tienes el viernes.

Charlene fue hasta el refrigerador y sacó una fruta; su mente estaba en muchos sitios en el instante, menos en pensar en una presentación.

—No sé, algo se me va a ocurrir. Pero estaba pensando en otra cosa, en lo que me dijiste más temprano.
—Se te está abriendo el apetito, chica con suerte —observó él, divertido—, puedo hacer muchas sugerencias ahora mismo, pero algo me dice que esa retorcida mente tuya ya pensó en algo.
—Es bueno que sepas que soy yo la que toma las decisiones —la chica se sentó frente a él como si el sofá fuera un trono—, escucha, estuve viendo a algunas chicas famosas, y sé que muchas de ellas promocionan mallas de maquillaje o esas cosas, es algo obvio. Pero yo quiero marcar la diferencia ¿Entiendes? Así que lo que quiero hacer es ayudar a alguna fundación o algo parecido donde trabajen con niñas y enseñarles a ser estrellas, jugar con maquillajes y eso ¿De qué te ríes?

El hombre había dejado la cerveza en la mesa de centro y se sujetaba el estómago mientras luchaba por no ahogarse con el trago por causa de la risa.

—¿De qué? Charlene, tú odias los niños.
—¿Cómo sabes eso?
—Porque basta con verte —explicó él, muy divertido—, es obvio que no te gustan los niños, y no es una crítica, yo lo entiendo porque los críos generalmente son ruidosos, sucios y molestos.
—Bueno, eso no importa, no te pongas melodramático —replicó ella, quitando toda la importancia al tema—, lo que importa es que es una idea muy buena, solo tienes que encontrar un lugar que sea discreto y pequeño, esto tiene que ser como esas famosas que apoyan a una fundación y nadie lo sabe ¿Cómo era ese dicho que usaste?

Harry recuperó la compostura y volvió a tomar la lata de cerveza.

—Invierte y pronto recibirás. Bien, entonces si esas son las órdenes de la reina ¿Quién soy yo para oponerme? Vamos hacia adelante, el triunfo nos espera.


Próximo capítulo: Once de marzo