Las divas no van al infierno Capítulo 16: Jueves




El programa del miércoles 05 comenzó con una sensación de ansiedad generalizada, gracias a que el programa se convirtió en tendencia en las redes sociales desde la mañana, cuando un reportaje sobre el concurso en un programa misceláneo a las cuatro de la tarde ahondó en la competencia y los perfiles de las competidoras.

—Las cosas están funcionando como lo esperabas.

En la oficina de Kevin, Sandra estaba analizando los datos entregados por la consultora de redes; del otro lado del escritorio, el productor jugaba con un abrecartas.

—Lo que anunciaste que sucedería está pasando —comentó en voz baja—, la gente en las redes está empezando discutir acerca de las chicas y tomando partido por ellas.
—Pero no te veo satisfecho —observó ella.
—Sí, lo que ocurre es que necesito algo más —apuntó él—, hay algunos anunciantes en espera para hacer contratos con el programa, pero no han firmado.

Ella aún no estaba por completo segura de que la chica que suponía era la elegida por el para ser la ganadora, pero no podía seguir presionando; su carta bajo la manga aún estaba en camino, y si era de lo que se imaginaba, podría usarla para manipular a las competidoras de una forma mucho más eficiente. Para calmar a Kevin y no llamar la atención tendría que jugar una sorpresa.

—Podemos revolver un poco los medidores si así lo quieres; puedo hacer una llamada tendremos una sorpresa en las votaciones.

Kevin había ordenado que un equipo cuidadosamente camuflado mantuviera perfiles falsos en las redes sociales; estos funcionaban como personas comunes que participaban de ellas, pero lo cierto es que era una farsa: un grupo de expertos en redes conectados, con acceso a decenas de cuentas cada uno, preparados para votar por quién él quisiera elegir como inmune, listos para dejar en lo más bajo a quien él decidiera poner en peligro de eliminación. Y al tratarse de perfiles sociales aparentemente reales, estas personas ganaban seguidores de forma paulatina, a diferencia de los perfiles automáticos.
Una palabra, y él decidía todo.

—¿Cómo va eso de hacer explotar a una de las chicas?
—Oh, eso está en su punto —replicó ella.
—Perfecto, en ese caso une ambos asuntos, que los temas estén relacionados.

2


Equilibrio era la palabra del día y Márgara sabía exactamente qué hacer; buscó entre las cosas que había traído al canal unos stilettos de color rojo encendido y los calzó, sintiendo cómo los pies se acostumbraban a la forma de los zapatos. Su prueba era con banderas, de modo que podría desplazarse con comodidad por el escenario, pero como tenía la idea de resultar muy llamativa, pidió a los tramoyas que fabricaran una pasarela angosta y alta. Lo suficientemente alta cono para parecer arriesgada, pero con las medidas perfectas para desplazarse con toda tranquilidad y sin riesgo de caerse.

—Con esas medidas es perfecta —indicó con una sonrisa—, y no olviden que en el extremo debe tener una rosa roja, es muy importante. Ahora voy a maquillaje.

Dejó a los tramoyas trabajando según sus indicaciones, y fue de inmediato a maquillaje.

—Buenas tardes, necesito un poco de espacio por favor.

El cuarto de maquillaje estaba lleno en ese momento, y varias de las chicas miraron con escepticismo a través de los reflejos.

—¿No ves que estamos ocupadas? —preguntó Jazmín.

Márgara desplazó la mirada de unas a otras, como si no comprendiese lo que estaba sucediendo.

—Pero yo necesito maquillarme, es una parte fundamental de mi presentación.
—Y yo necesito que no se me caigan las extensiones de cabello —comentó Lucine desde un costado, con un falso tono divertido—, pero ya sabes lo que dicen: no se puede tener todo en esta vida.
—Márgara —intervino una de las maquilladoras—, si quieres, puedes esperar en el cuarto pequeño que está al lado, y cuando alguien se desocupe irá a ayudarte.
—¿Ayudarme? —exclamó ella, descolocada—. Tengo que hacer una presentación muy importante, el maquillaje es vital y tiene que estar listo lo más pronto posible, porque debo ensayar con él ¿Cómo puedo estar esperando? ¿Tendré que hacer esperar al público en su casa, en el estudio?

Valeria fingía estar revisando sus uñas mientras la maquilladora aplicaba el corrector con un aplicador especial, pero lo cierto es que estaba escuchando todo con lujo de detalles; había sospechado que Márgara era una chica un tanto extraña, pero hasta el momento le resultaba difícil saber cuál era su defecto. En principio parecía amable, simpática, pero a medida que la escuchaba hablar en distintas situaciones notó que era lista y manipuladora, algo que a su juicio quedó claro cuando puso de manifiesto que Charlene había usado un concepto para presentación antes que Lisandra; pero aún con eso sentía que había algo más, que su principal defecto no era tratar de parecer un ángel cuando en realidad era una víbora, sino algo más.
Y al verla en la sala de maquillaje, de pie mientras todos trabajaban de Forma ardua sin poder entender que simplemente tenía que esperar, comprendió cual era su problema: Márgara no soportaba no tener la razón; entonces era el momento perfecto para atacar y hacer daño.

—Chicas, sean un poco más comprensivas con Márgara — comentó con tono de absoluta bondad —, ella está un poco ofuscada por lo que pasó en las redes sociales, es natural que se sienta un poco insegura.

La aludida reaccionó como si la hubieran pinchado.

—¿Qué pasó en las redes sociales? No podemos usar redes sociales los días de programa, nos advirtieron eso.
—No, no, lo decía por lo que está pasando ahora, porque no lo sé — levantó la vista y la miró a través del espejo — Perdona ¿No lo sabías? Hoy en el matinal hablaron un poco sobre el programa y mostraron algunos comentarios en las redes sociales, creo que era en Verter y como no hablaban muy bien de ti, creí que eso te tenía un poco nerviosa.

Había puesto Una expresión perfecta de inocencia con un toque de confusión; llegada a ese momento, las cámaras serían sus mejores aliadas, porque en vez de mostrarla molesta, les dirían a todos que ella intentaba ayudar y cometió un error sin darse cuenta. Márgara no pudo evitar que su expresión mostrara que estaba confundida.

—¿Qué? ¿Por qué alguien iba a hablar mal de mí? ¿Por qué nadie me dijo?

Charlene se hizo la desentendida, aprovechando que en ese momento le estaban aplicando una sombra de ojos con glitler que la obligaba a mantener los párpados inmóviles, pero por dentro se moría por ver esa escena. ¿Así que la máscara de bondad de la princesita se estaba cayendo y estaba quedando al descubierto? Pues muy bien, eso era sólo lo primero que le iba a pasar si no la echaban del programa esa misma semana; incapaces de guardar chismes, algunas chicas eran muy útiles a sus objetivos, y en particular lo fue cuando una de ellas terminó por contarle que la doble de Lana había estado diciendo que ella robó la presentación de Lisandra.
Lo había hecho, en parte; se había asegurado de humillarla cambiando en el último momento la canción escogida por la que sabía que iba a usar, pero estaba convencida de que nadie iba a notarlo. No había cámaras en el pequeño cuarto de maquillaje donde el bailarín había soltado la información, y para cubrir todas las apariencias, hizo todo un teatro hablando con personas de vestuario y Su equipo de baile, diciendo que estaba insegura con su elección; hasta se disculpó con los bailarines por cambiar la canción a última hora, pero de algún modo ella lo había descubierto.
O tal vez no la descubrió, sino que hizo Una asociación de ideas; de cualquier modo, no se había dado por aludida, pero ya era hora de hacerla pagar.

—No, Márgara — dijo Valeria con un toque de alarma en la voz —, no estaban hablando mal de ti, eran comentarios de algunos usuarios, eso es Todo.

La chica volvió a mirar en todas direcciones, como si de alguna forma esperara que alguien desmintiera lo que Valentina había dicho; pero el resto de las personas en esa sala de maquillaje habían optado por el silencio o seguir trabajando sin prestarle atención.

—Entonces era eso — aseguró con voz que contradecía la seguridad que intentaba demostrar —. Siendo así, no hay nada de qué preocuparse ¿No es así? Iré a preparar algunas cosas mientras se desocupa un lugar.

Salió rápido de la sala de maquillaje, casi chocando con uno de los camarógrafos que pasaba siguiendo los pasos de otra de las chicas a quien no pudo identificar; desde algunos días atrás había olvidado las cámaras, y sentía que eso era bueno porque significaba que ya estaba cómoda, en su ambiente. Pero, al estar en esa situación, donde alguien acusaba que había ocurrido algo como eso, nada menos que una queja o un mal comentario en su contra, sintió que la habían tomado por sorpresa, y que todas esas cámaras eran intrusos en una situación que no entendían de forma correcta. ¿Por qué alguien hablaría mal de ella? Había sido escogida como la favorita del publico y sus estadísticas iban en ascenso, no tenia sentido algo como eso.

En Tanto, Lisandra estaba trabajando en lo que esperaba fuera la mejor presentación que había hecho hasta el momento: su concepto para trabajar el equilibrio en ese día era Telas, y eso de inmediato la transportó a espectáculos de circo que había visto en televisión.
Su conversación con Jaime la había ayudado a replantear algunas cosas sobre su permanencia en ese concurso; era cierto, no podía estar esperando a que los demás valoraran su esfuerzo, tenía que ser ella quien les demostrara con hechos de lo que era capaz. Que podía producir y presentar un espectáculo que los sorprendiera a todos por estar bien desarrollado, por una puesta en escena inteligente y con significado, no solo algo efectista. Pidió a los asistentes que hicieran una escalera en semi circulo y fue de inmediato a vestuario a conseguir telas en color blanco, celeste, azul y verde, las que se dedicó a entrelazar como una Trenza en un inicio, para luego dejar caer con libertad; haría una cascada que cayera sobre la escalera y bailaría una melodía clásica sobre ella, demostrando que no solo la música bailable daba buenos resultados.

Una vez comenzó el programa, Aaron Love fue hacia la sala acondicionada en donde estaba Sarki, la estrella invitada del programa. Acompañado de cámaras, el hombre lucía perfecto para la cámara, y la saludó con una gran sonrisa.

—Sarki al fin nos vemos cara a cara en este programa ¡Hemos estado tan ocupados!
—Te he visto con las manos llenas —comentó ella, con una mirada cargada de picardía —, no lo tomes a mal, me refería a que tienes un ramillete ahí en el escenario ¿No es así?

El hombre mantuvo la sonrisa ante la cámara, aunque internamente se recordó redoblar los esfuerzos por evitar que ella usara cualquier cosa en su contra, como esa sutil broma; pero con el programa al aire no era momento para esas cosas.

—A veces creo que soy demasiado afortunado por estar en este programa y tener la oportunidad de ver a estas chicas Tan Talentosas ¿Piensas que la lucha por ser Tu sucesora será muy ardua ¿
—Oh, realmente no espero que ninguna de ellas sea mi Sucesora — replicó ella con una amable sonrisa.

El conductor del programa hizo el acostumbrado asentimiento que hacía cuando todo iba bien en la conversación, sin demostrar que en el oído el director le estaba gritando que cambiara el tema porque ella lo estaba arruinando. Sarki no usaba soro, pero como si hubiera adivinado el efecto de sus palabras, siguió tras una pausa casi imperceptible.

—No me gustaría que ellas siguieran mis errores o desaciertos ¿Sabes a lo que me refiero? Estos son tiempos de ir por eso que tanto quieres de una forma nueva, tomar ese lugar que está esperando y hacer lo que corresponde. Y sé que ellas se están haciendo poderosas, que están tomando este desafío y harán todo lo que puedan para llegar tan alto como se lo merezcan.

Hacia el final había añadido un toque de emoción en sus palabras; nuevamente, sin decir algo concreto, se quedaba con la razón en todo.

—Siempre eres tan certera, estoy seguro de que esto es algo que nuestro público y las chicas valoran ¿Sabes que tu sección fue lo más comentado el programa anterior? La gente no para de elogiarte, y tienen razón en hacerlo.
—Oh, son unos aduladores tan irresistibles — comentó ella, con una risilla —, todos mis seguidores saben que mi corazón es de ellos.
—Así es. Y hoy el desafío de las chicas es sobre equilibrio, tendrán que mantenerse firmes sobre algún tipo de escenario que será algo difícil ¿Qué consejo podrías dar?
—Bueno, eso realmente es un desafío grande — comentó ella, reflexionando —, así que lo que podría decir es que recuerden en todo momento que el futuro está hacia adelante y que nunca dejen de mirar en esa dirección.

Terminó la oración apuntando a la cámara con un gesto elegante con una de sus cuidadas manos, en ese momento adornada por uñas color rubí. Aron Love se despidió de ella y regresó al estudio para avanzar con el programa.
La jornada fue intensa y no exenta de accidentes; con un público enardecido, el conductor del programa se mantuvo todo el tiempo en el tope Máximo de la emoción, felicitando a cada una de las chicas por su dedicación y esfuerzo en la presentación, e ignorando por completo cualquier falla que hubiesen cometido. Por otro lado, la participación del público en las redes sociales se mantuvo alta desde la etapa en que se captaban los movimientos de las participantes antes del programa, por lo que Love no escatimó en agradecimientos para las personas en su casa y estuvo mostrando diversas reacciones entre las presentaciones y antes de las pausas publicitarias.
Cuando finalizó la ronda de espectáculos de las veintitrés competidoras, el llamativo conductor del programa se ubicó al centro del escenario y sonrió ante las cámaras, que estaban por completo en él.

—Gracias por seguir con nosotros, y quiero también agradecer a cada uno de ustedes por hacer de siempre divas el programa número uno en redes sociales el día de hoy; nos encanta que nos vean, que disfruten de las espectaculares presentaciones de nuestras participantes y las apoyen con sus comentarios. Ustedes son la razón por la que ellas están aquí, así que no dejen de animarlas y aconsejar en lo que creen que pueden mejorar.
Y hablando de eso, Tenemos a la primera ganadora de esta modalidad de concurso: En este momento en pantalla pueden ver el nombre de la afortunada ganadora de dos entradas para la función de premieres de “Conquista en la ciudad” la película que explora las aventuras de Mandy, la sensual reportera que siempre está a la moda. En seguita veremos su comentario y cómo una de nuestras chicas lo siguió al pie de la letra en nuestra emisión pasada.

Tan pronto terminó de hacer ese anuncio, las luces cambiaron un poco hacia más oscuro y la cámara central se acercaba a él; esto ayudado por la música dramática daba luces del inicio de la etapa más esperada del día.

—Bien, pediremos a nuestras fabulosas chicas que entren y saluden a Todos. ¡Un Fuerte aplauso para ellas, que lo han dado todo en el escenario! Ahora es momento de dar a conocer las votaciones de hoy, y están muy reñidas, sabemos que ustedes no quieren que ninguna se vaya a casa. Comenzaremos por la votación en el estudio, que ha elegido como la presentación más divertida a nuestra querida Valentina.

Valeria había disimulado a la perfección que durante su tiempo en escena se había torcido un tobillo; su idea había sido apostar por la comedia, simulando estar a punto de perder el equilibrio sobre un armado que aparentaba ser un velero. Pero para que todo resultara, nadie podía saber que había fallado su equilibrio, y escuchar su nombre fue como un analgésico para el dolor; cuando la cámara enfocó, Sonrió con auténtica sorpresa y agradecimiento, haciendo un gesto hacia el público a través de la pantalla.

—Como saben, nuestra ganadora tendrá una presentación adicional el viernes para su beneficio, y eso le permitirá acumular más votos para ella. felicitaciones Valentina. Ahora, usando el hashtag de su favorita, nuestro público ha determinado que las ganadoras de premios de nuestros auspiciadores son Marina, Karin y Analie; ellas se llevan a casa un set completo de productos para el cuidado del cabello, cortesía de nuestro auspiciador Potente, porque tu cabello eres tú.

Lisandra había sentido pánico al ver a Alma caerse en el escenario y se esforzó mucho más por no cometer el mismo error; se sentía confiada, quizás no para ganar el día, pero sí para superar a otras. Su presentación estuvo libre de fallas y ese era su momento.

—Ahora diré las tres votaciones más bajas del día de hoy, que quedan en zona de eliminación para el viernes —anunció el conductor con seriedad—. Y las nominadas son Lisandra, Carol y Rebecca.

Lisandra sintió que se le iban los colores del rostro. ¿De nuevo? ¿Otra vez entre las menos votadas? Pero dos de las otras chicas se habían caído, mientras que ella lo había hecho muy bien. ¿Por qué otra vez la nominaban?

—Y ahora —seguía el conductor—, el momento más esperado por todas, conocer a la elegida del público, que será inmune en la votación del viernes y además asegura de inmediato otra semana en competencia. La elegida por ustedes es Charlene.

Mientras la rubia ahogaba un grito de sorpresa ante la mención, Lisandra no pudo sostener la sonrisa; esa elección era la peor posible, un ejemplo demasiado claro sobre una Forma de votación que ella no compendia.

—Charlene, acércate por favor —siguió el conductor con la emoción plasmada en la voz—, te veo muy contenta con el resultado de la votación del público.

En esa ocasión no necesitaba fingir algún tipo de emoción porque de verdad estaba sorprendida y feliz; estaba preocupada de las consecuencias de las malas palabras de Márgara, pero nada la había afectado, y aún más, se había destacado como la favorita de todos. Eso significaba que tendría que preparar algo memorable para que el viernes su presentación fuera la más comentada y acumulara votos desde ya.

—Estoy tan sorprendida —dijo al acercarse a Aaron—, esto no lo esperaba, y es tan maravilloso.
—¿Tienes alguna idea sobre qué harás el viernes?
—¡Ninguna! —Replicó ella con una risilla un tanto aguda—. Estoy tan asombrada, pero les prometo que no van a olvidar lo que haré, en serio.

Aaron Love le dio las gracias a Charlene y se dirigió de nuevo al público.

—Eso es alegría y entusiasmo, y sé que muchos están acompañándote desde sus casas en este momento tan importante; recuerden amigas y amigos que no todo está dicho: Charlene es inmune a la eliminación el viernes próximo, pero nadie puede descuidarse porque todo puede cambiar en cualquier momento.
Recuerden que nuestras tres votaciones más bajas tendrán que hacer una presentación con el doble de pasión para poder remontar, pero además las restantes participantes no pueden descuidarse un solo segundo. Sigan comentando en nuestras redes con el hashtag de su favorita, descubran más contenido especial y las repeticiones de los mejores momentos del programa, y nos veremos nuevamente en dos días. Gracias a nuestro ferviente público, a los maestros, a nuestra maravillosa Sarki, y nos despedimos por hoy en Siempre divas.

El público aplaudió mientras las luces se apagaban, y Lisandra aprovechó la momentánea oscuridad para apurar el paso y llegar a la zona de trabajo antes que el resto.
Otra vez nominada, otra vez dentro de las menos votadas, y lo peor era que de todas era la única que se repetía, mientras que las demás habían rotado. No era grosera, no discutía, se esforzaba al máximo y tenía una actitud positiva, pero de todos modos seguía siendo invisible para el público ¿Acaso alguien no notaría que ella se encontraba de nuevo en riesgo de eliminación y por segunda semana seguida? ¿Estaría sirviendo eso para que en ese preciso momento se burlaran de ella en las redes sociales? ¿O era tan invisible que hasta eso resultaba improbable?

Se ató el cabello a la altura de la nuca, tomó un cambio de ropa y corrió al vestuario para cambiarse con rapidez; se dio el lujo de vestirse a la rápida, de disfrutar las zapatillas en vez de los tacones, salió y guardó rápido.

—Tan apurada, Lisandra.
—Es que tengo mucho que ensayar, no me puedo quedar de brazos cruzados.

Hizo una despedida rápida y salió; bien, había logrado disimular lo suficiente para que no se viera su frustración, y al mismo tiempo darse prisa para no toparse con Charlene. Sólo escuchó su aguda voz a cierta distancia, pero se dijo que no era tan importante, que era recompensa suficiente poder salir de ahí y no tener que soportar sus gritos y la forma en que haría patente que había sido la elegida por el público; salió del canal con una fuerte sensación de frustración, porque hasta el momento sentía que una y otra vez las cosas salían mal, como si de alguna forma todo conspirara en su contra para que, pese a lo que intentara, siguiera en la misma situación.
Otro viernes de eliminación, otro viernes de sentir que estaban a punto de terminar con su sueño.

3


Charlene llegó tan contenta a su departamento que llamó a Harry por el trayecto y le dijo que llegara de forma disimulada al edificio.

—Pasa —le dijo tan pronto como él tocó el timbre—, estoy feliz, tan feliz que casi podría abrazarte. Pero no lo haré.

Soltó una risa alegre y sincera tras cerrar la puerta; el hombre fue hasta el refrigerador y se quedó contemplando el contenido.

—Dónde dejaste mis cervezas? ¿Por qué hay tantas cosas verdes?
—Las escondí al fondo porque no quiero que alguna visita piense que me gusta beber de esa manera —replicó ella haciendo una pose de modelo—, y no son “cosas” verdes, son ensaladas y productos saludables para mantener esta silueta de diosa con la que me gané mi primera inmunidad.

Harry, que ese día iba de celeste, se sentó en el sofá y abrió una lata de cerveza.

—Estoy sorprendido.
—Gracias —su expresión cambió por una de sorpresa—. ¿Cómo que sorprendido? ¿Por qué no me estás felicitando?
—Porque estoy más sorprendido que contento —explicó él mostrando una gran sonrisa—. No entiendo por qué ganaste.
—Porque fui la mejor, obviamente —pronunció ella—, no entiendo qué clase de asistente dices ser.

Harry hizo un gesto simbólico de brindis hacia ella.

—Tenemos algo en común, los dos no entendemos algo — se encogió de hombros —, pero tienes razón en que soy tu asistente, así que ¡Te felicito por tu triunfo! Eres la mejor por un día y la inmune por otro, enhorabuena por tener este éxito.
—Solo era cuestión de tiempo —dijo ella con tono académico—, la gente sabe lo que es bueno.
—Y haber estado dando lástima en pantalla puede haberte empujado un poquito hacia arriba —observó el hombre haciendo comillas con los dedos—, pero no nos distraigamos en esa clase de tonterías en este momento. Mejor dime qué es lo que piensas hacer en esa presentación que tienes el viernes.

Charlene fue hasta el refrigerador y sacó una fruta; su mente estaba en muchos sitios en el instante, menos en pensar en una presentación.

—No sé, algo se me va a ocurrir. Pero estaba pensando en otra cosa, en lo que me dijiste más temprano.
—Se te está abriendo el apetito, chica con suerte —observó él, divertido—, puedo hacer muchas sugerencias ahora mismo, pero algo me dice que esa retorcida mente tuya ya pensó en algo.
—Es bueno que sepas que soy yo la que toma las decisiones —la chica se sentó frente a él como si el sofá fuera un trono—, escucha, estuve viendo a algunas chicas famosas, y sé que muchas de ellas promocionan mallas de maquillaje o esas cosas, es algo obvio. Pero yo quiero marcar la diferencia ¿Entiendes? Así que lo que quiero hacer es ayudar a alguna fundación o algo parecido donde trabajen con niñas y enseñarles a ser estrellas, jugar con maquillajes y eso ¿De qué te ríes?

El hombre había dejado la cerveza en la mesa de centro y se sujetaba el estómago mientras luchaba por no ahogarse con el trago por causa de la risa.

—¿De qué? Charlene, tú odias los niños.
—¿Cómo sabes eso?
—Porque basta con verte —explicó él, muy divertido—, es obvio que no te gustan los niños, y no es una crítica, yo lo entiendo porque los críos generalmente son ruidosos, sucios y molestos.
—Bueno, eso no importa, no te pongas melodramático —replicó ella, quitando toda la importancia al tema—, lo que importa es que es una idea muy buena, solo tienes que encontrar un lugar que sea discreto y pequeño, esto tiene que ser como esas famosas que apoyan a una fundación y nadie lo sabe ¿Cómo era ese dicho que usaste?

Harry recuperó la compostura y volvió a tomar la lata de cerveza.

—Invierte y pronto recibirás. Bien, entonces si esas son las órdenes de la reina ¿Quién soy yo para oponerme? Vamos hacia adelante, el triunfo nos espera.


Próximo capítulo: Once de marzo

Contracorazón Capítulo 17: Tiempo atrás




A diferencia de otras veces, en esa ocasión podía ver con claridad lo que estaba sucediendo; los recuerdos lo envolvieron en silencio, como un manto transparente que cambiaba toda su visión del mundo.
Era un día importante.
Había habido otros antes, pero ese tenía un significado muy especial; sintió un creciente nerviosismo por la mañana, mientras se preparaba para dar ese importante paso.
Tranquilo, se había repetido una y mil veces.

Su vida había estado marcada por los secretos, muy a su pesar; el primero de ellos, sobre quién era, y eso fue una carga constante en su día a día. Al final, se consoló con el mal de los muchos, diciéndose que así era el mundo, que su caso no era especial, ni siquiera único, y que por tanto no valía la pena pensar que las cosas debían ser de otra manera.
Muchas veces se sintió solo, y se dijo que estaba bien, que era el precio que le había tocado pagar en esta vida por ser quien era y no doblegarse; tuvo tantas oportunidades de negarse, de mentirle al mundo y a sí mismo, sepultando para siempre su verdadera naturaleza. Tantas veces se dijo que quizás sería mejor así, que a la larga encontraría paz en esa mentira, porque una vez dicha, ya nadie lo atacaría, no existiría el peligro constante a su alrededor.
Pero no pudo.
La idea de involucrar a alguien más para justificar su mentira se le hizo intolerable ¿Dañar a alguien inocente solo para salvarse él? No pudo, era imposible para él hacer algo como eso, por lo que tomó la decisión más difícil, ser completamente sincero con los suyos, rogando en su interior por un poco de comprensión.
No tuvo la comprensión, ni el apoyo de hubiera querido, pero a eso también se resignó; obligado al secreto, lo único que lo confortaba era saber que había sido honesto consigo mismo, que no se había traicionado.
Entonces lo conoció, y por primera vez sintió que algo en su vida estaba bien. Una amistad sincera en un principio, y luego ese nerviosismo exquisito, el sentimiento de anticipación cuando la tensión entre ellos era inevitable, pero ninguno se atrevía a decir lo que estaba pensando.
Aquellos momentos de complicidad, las miles de veces que hablaron de tantas cosas y cómo esas sensaciones evolucionaron poco a poco en un sentimiento real; antes de eso sentía pánico de ser descubierto, y cuando supo que lo que sentía era algo total, fue la primera vez que el concepto de secreto tomó un valor positivo para él. Le hacía bien su presencia, lo extrañaba cuando no estaba, y disfrutaba cada momento en su compañía; pero nadie le enseñó qué hacer en ese tipo de situaciones o arte esos sentimientos, lo que hizo que sintiera miedo de lo que podía pasar.
Cuántas veces se preguntó, solo en su cuarto, qué hacer y cómo abordar el tema. Muchas de aquellas veces terminó diciéndose que quizás lo mejor era dejar todo tal como estala, en vez de tomar el riesgo y arruinar esa amistad; resignado al silencio, decidió no hacer nada, hasta que las cosas sucedieron por sí solas.
Fue el primer día tan importante en su vida, uno que jamás olvidaría; de pronto, las cosas simplemente sucedieron, y de un momento a otro estaban muy cerca, mirándose de una forma limpia y sincera, dominados ambos por una energía natural que no admitía falsas interpretaciones.
Ese primer beso, torpe y sin experiencia, despertó en él toda una nueva gama de emociones que no conocía; supo lo que era no querer soltar jamás a una persona, y el temor de que esa descarga de energía no volviera a sentirse, así como la emoción de la confirmación al volver a tocar sus labios.
Conoció el latido de su corazón, y por un segundo todo entre ellos fue eterno, no hubo miedo ni dolor que fuera capaz de amenazar el lazo que se había formado entre ambos. Si eso era amor, sólo una persona demasiado vacía de sentimientos podía pensar que estaba mal.
Luego, tuvo que resignarse a un secreto, pero que tenía un sabor dulce; la recompensa por callar y ocultar era tener esos maravillosos momentos juntos. Nunca fue algo solo de cuerpo, aunque por supuesto que había algo ahí; era hablar de cualquier cosa, era reírse y discutir seriamente sobre los temas que les importaban, y también era guardar silencio por largo rato, paso poder mirarse y sentirse, para reposar recostados, abrazados sin que importara el mañana.
Tendrían que haber sido felices.
El segundo día más importante estaba también cubierto por un secreto. Era el día donde le diría que estaba listo para que se unieran para siempre; sabía que tendría que mentir al respecto, pero no le importaba. El mundo podía cerrar los ojos, y las personas podían odiar, pero lo que había entre ellos era puro, y sobreviviría a pesar de esos prejuicios.

Estar juntos en un espacio propio era lo más a lo que podía aspirar; no habría compromisos, ni festejos, mucho menos una noticia pública celebrada por los conocidos, pero no le importaba. Con el tiempo aprendió a quedarse con las cosas buenas por sobre las malas, y decidió que ese amor sincero entre ambos era algo que merecían, un regalo a pesar de la injusticia, no algo por lo que debieran pagar un precio.
Ya no le importaban las mentiras que tuviera que sostener, mientras estuvieran juntos para apoyarse; era su mundo, y dentro de él nadie podía lastimarlos.

Todo ardía alrededor. No entendía por qué y las razones ya no importaban, porque el presente los estaba destruyendo. Estaba de rodillas en un suelo que lo quemaba, sosteniendo entre sus brazos a la persona más importante, al único por quien haría y daría todo; su cuerpo estaba destrozado, podía ver la sangre y las heridas como un silencioso ejemplo de lo que estaba pasando ¿Quién podía ser causante de algo tan horrendo?
Podía sentir el débil pulso de su corazón, abandonando la lucha, y sintió un dolor como nunca antes, uno que lo traspasaba; rogó que fuera fuerte, e intentó decirle que iba a ayudarlo, que todo estaría bien, pero la verdad lo golpeaba de forma inevitable con la fuerza de un muro. Esos cortes profundos, esas heridas expuestas tenían un único significado, y supo al verlo, al tocarlo, que su cuerpo no lo iba a resistir, que el castigo por él sufrido era demasiado para soportarlo.
Pero no podía ser así, no podía terminar así; tenía que haber alguna forma de salvarlo. Lo miró a los ojos, y entendió que en su infinito dolor había alcanzado la comprensión de la agonía, y que estaba en paz con ello.
Con los ojos inundados en lágrimas lo miró, desesperado, suplicando que no sucediera, que ese terrible acto no lo arrebatara de este mundo; que pudiera salvarse a pesar de ser imposible. Supo en ese momento que ese ferviente deseo no era por egoísmo, sino por amor; no quería que lograra salvarse para tenerlo consigo, quería que se salvara porque era lo correcto, porque se trataba de un buen hombre que no merecía que su vida fuera destrozada de esa forma.
Lo amaba con todo su ser, pero de ser necesario no lo quería para él; si era suficiente con eso, se sacrificaría en su lugar, y con gusto cambiaria lugar con él, para preservarlo. Se iría de este mundo con una sonrisa en el alma si era posible salvarlo a él.

«Recuérdame, cuando nuestros corazones se unieron.»

Rafael no necesitaba tomar nota de nada, a diferencia de alguna ocasión anterior; nunca iba a olvidar ese sueño, a partir de ese momento estaría grabado a fuego en su mente como una escena imposible de borrar.

Nunca había sido solo un sueño.
Había estado viniendo a él poco a poco, desde hacía tiempo, y ahora todas las piezas encajaban en esa secuencia, que como una vista en primera persona daba sentido a esas sensaciones que antes no tenían explicación. Cuando despertó en la noche, gritando, se vio obligado a reprimir los sentimientos que lo embargaban para disimular frente a Martín y evitar que se inmiscuyera. De eso no podía hablar con él.
Pero cuando tuvo un poco más de soledad, ya no fue necesario mentir, porque nadie podría ver ni oír lo que pasara en el departamento; se derrumbó, atenazado por la presión de todo lo experimentado como si estuviera en primera persona, como si realmente le estuviera sucediendo a él, porque de una u otra forma, eso le estaba pasando.
Derrotado, se sentó en el borde de su cama, y sin fuerzas para resistir, lloró. No era un hombre de llorar con facilidad, y quizás eso hizo más lacerante el proceso, porque la energía del dolor lo lastimaba desde dentro en vez de ser un acto de sanación; se abrazó a sí mismo, encogido sobre su cuerpo, sintiéndose débil y roto en un momento en que nadie podía ayudarlo, y de seguro nadie podría entenderlo.
¿Cómo explicar que eso que estaba pasando era real, a pesar de no haberle pasado a él?
Estuvo largos minutos en la misma posición, esperando sin éxito que ese desasosiego pasara, pero no sucedió, y tuvo que resignarse a seguir experimentado la misma sensación; más tarde, logró incorporarse, aunque se quedó sentado en la cama, inmóvil mirando a la nada.

Los recuerdos lo envolvían.
Solía haber amor y lo encontró junto a alguien que lo amaba con la misma intensidad. Pero no, no era él, se trataba de otra persona, alguien que existió mucho tiempo atrás, alguien que de alguna forma podía entender, con quien tenía una conexión imposible de ignorar.
¿Quién era esa persona sin nombre?
Tenía que identificarlo, tenía que asignarle un nombre en su mente, o las similitudes acabarían por volverlo loco; se dijo que necesitaba saber que era alguien más, que, aunque el desvaído reflejo en el espejo insistiera en hacer que se reconociera a sí mismo, no era él.

Miguel.

El nombre surgió de forma espontánea en su mente, y al pensar en él de esa forma sintió un asomo de tranquilidad; él era Rafael, y ese hombre cuyos recuerdos estaba viendo como un intruso sin autorización, era Miguel.
Ese hombre existía, no era un producto de su imaginación; no era una maquinación de su mente, ni producto del estrés. Era un hombre, o al menos lo había sido.
Un hombre que había enfrentado el odio o el rechazo de su familia, así como el temor de ser descubierto ante una sociedad que no podía o no quería entenderlo; él no había vivido nada de eso, era afortunado por haber nacido y crecido en una familia que lo apoyó en sus decisiones y nunca lo hizo sentir rechazado o distinto de forma alguna. Mil veces fue afortunado por tener a su alrededor a personas que le enseñaron a ser fuerte, pero Miguel no había vivido de la misma forma; Miguel había estado solo en contra de un mundo que no lo entendía ni lo dejaba vivir, y aún con eso en contra, había tenido la enorme suerte de encontrar a alguien con quien nació el amor. Porque ese sentimiento tan fuerte, esa pasión y el arraigo solo podían ser signo de amor verdadero, una emoción completa que era más importante que todo; también tuvo el valor de asumir el desafío de vivir ese amor, porque ocultarlo no era una muestra de debilidad, sino un acto de rebeldía contra el mundo que intentaba cortar sus alas.
Ese hombre a quien no conocía había tenido una vida difícil, pero en vez de rendirse, había luchado con todas sus fuerzas hasta lograr formar algo con alguien; en un mundo lleno de odio, conoció el amor.
Pero ese hombre ya no estaba. Se había enfrentado a la peor situación posible, porque sin previo aviso, una tragedia había desolado su vida; había alcanzado a sentir junto a su cuerpo el último latido del corazón de alguien a quien amó con todo su ser, y sufrió el horrible sentimiento de la pérdida cuando esa vida se escurrió entre sus dedos. Y ahí, en medio de destrucción y el infierno pleno, se abrazó a esa persona tan amada, haciendo un último juramento; juró que encontraría la forma de salvarlo de las garras de la muerte.
Temeroso de que sus ojos pudieran traicionarlo, Rafael fue hasta el baño y contempló su imagen en el espejo, en medio de la penumbra de su departamento; era el mismo de siempre, nada había cambiado su forma de ser ni su aspecto, lo que significaba que en el exterior nada había cambiado.
Pero el hombre cuyos recuerdos había visitado sin proponérselo era tan real como él; la diferencia entre ambos era él estaba ahí, mientras que Miguel estaba muerto; ese hombre a través de cuyos ojos había visto con tanta claridad había muerto, aferrado al amor de su vida, quien había muerto momentos antes.
Y, sin embargo, sus recuerdos seguían ahí, vivos en él.

2


Rafael tuvo que hacerse ánimo de retomar su vida diaria aparentando normalidad a pesar de lo sucedido la noche anterior. Tenía que ir donde su hermana ese domingo, pero lo habría eliminado de la agenda si no fuera porque eso desataría sospechas; de cualquier modo, lo único que podía hacer era ser fuerte y asumir ese día como un desafío, agradeciendo de cierto modo que tenía algunas horas para adaptarse y regresar al trabajo aparentando que todo estaba bien.
Sin ánimo, volvió a poner el programa de cocina donde el chef explicaba paso a paso todo lo necesario para el platillo, y dispuso los ingredientes que había procesado con anterioridad; trabajar en ello de forma metódica lo ayudó a centrarse, y aunque no disfrutó el proceso como habría sido en otras circunstancias, pudo decir que el resultado era correcto y ayudaría en su plan.
Mientras iba en el metro con la bandeja metálica muy bien envuelta, pensó con detenimiento en cómo iba a enfrentar esa reunión sin llamar la atención, y se puso manos a la obra tan pronto llegó.

—Hermanito, pasa por favor.

Durante la semana la casa de la pareja había vuelto a la normalidad casi por completo, ya que los padres de Mariano habían terminado su visita y a partir del miércoles, Magdalena estaba de regreso en su trabajo, mientras que el afectado estaba con reposo solo hasta el domingo.

—¿Cómo está el herido? —preguntó Rafael al entrar.
—Recuperado —exclamó Mariano desde la sala. Te estoy escuchando.

Magdalena revoleó los ojos.

—No pierde oportunidad de decir lo bien que está de la herida —dijo en voz baja—; cuando lo examinaron, el profesional le dijo que estaba casi perfecto, que sanaba como un chico de quince años. Si no fuera porque conozco a sus amigos, pensaría que él lo era
—Me alegro de que esté bien –comentó Rafael mientras entraban en la sala.
—Sí, tuvimos que amenazarlo los primeros días, pero cuando el martes el doctor dijo que el reposo no era absoluto, lo perdimos.

Mariano lucía de mejor semblante en esos momentos; Rafael diría que estaba un poco más delgado, lo que hacía sentido con los extremos cuidados en la alimentación luego de la herida.

—¿Cómo te sientes?
—Un poco aburrido, pero me las he arreglado estos días para no desesperarme; estuve cocinando y haciendo cosas de casa, pero con cuidado para que mi señora futura esposa no pierda la cabeza.

Se saludaron amistosamente, y los hermanos siguieron hasta la cocina.

—No tenías que molestarte –comentó Magdalena—, sabes que no necesitas hacer algo especial si vas a venir.

Ese día, Magdalena llevaba una tenida muy sencilla para estar en casa: pantalones deportivos, una camisa blanca y el cabello recogido en una coleta alta. Lucía contenta y animada, y eso era algo que ayudaba mucho con el humor de Rafael.

—No es molestia –replicó, quitando importancia al tema—, solo espero que me haya quedado bien, seguí las instrucciones al pie de la letra. Supongo que ahora no estás pensando en postergar el matrimonio ¿verdad?

Inicialmente había dejado el tema para cuando se vieran en persona, porque no sabía con exactitud cómo sería la evolución de Mariano, y al mismo tiempo era él quien había sugerido que se tomaran todo con calma, lo que lo obligaba a esperar. Pero en ese momento, dado el estado mental en el que estaba, era la mejor oportunidad para hacerlos hablar con todo detalle de la situación en la que estaban, así no tendría que hablar él.

—Tengo que reconocer que tenías razón cuando nos dijiste que lo mejor era esperar y no complicarnos por lo que pudiera pasar –admitió ella—; recién ayer Mariano y yo volvimos a hablar del tema ¿Me puedes creer que me amenazó con enojarse conmigo si yo tan siquiera proponía posponer la boda?

Mariano entró en ese momento en la cocina, con el ceño fruncido.

—Aún puedo oírte ¿Sabes?
—No estaba hablando mal de ti, cariño.
—¿Y qué fue lo que trajiste, Rafael? —preguntó él haciendo como que la despreciaba—. Yo iba a cocinar hoy, pero Magdalena insistió en que tú habías traído algo.

El aludido terminó de abrir el envoltorio de lo que traía consigo; el aroma de la preparación inundó la cocina.

Un pastel de carne, me encanta –exclamó Mariano—, déjame probar.

Pero Magdalena le dio un golpe en la mano cuando él trató de acercarla a la preparación.

—¡No!
—Ay cariño, ¿No ves que estoy convaleciente?
—Convaleciente cuando te conviene –lo reprendió ella—. No, vamos a esperar porque apenas es pasado del mediodía. Rafael, deja eso en el horno y lo vemos en un rato ¿Pasemos por favor a la sala?

Con Mariano resignado regresaron a la sala; ella sirvió unos aperitivos refrescantes sin alcohol, muy coloridos.

—Entonces todo sigue en pie para la boda ¿No es así?
—Sí, todo sigue en pie —confirmó Mariano—. Supongo que contamos contigo.

Rafael aprovechó de avisar algo que tenía en mente; se dijo internamente que hasta el momento iba muy bien, y debía mantener ese comportamiento.

—Por supuesto, ya tengo mi traje.
—Y no me dijiste –exclamó Magdalena, haciendo una mueca de enfado, aunque no era en serio—, podría haberte acompañado.
—Fue de improviso, en serio –replicó con tono liviano—, lo había estado dejando para más tarde una y otra vez, y un día solo salí a almorzar, me hice el tiempo y lo compré.

Eso era estirar la verdad hasta el límite tolerable, porque en realidad había sido su amigo Julio quien le había avisado de una tienda apropiada, y prácticamente lo obligó a ir de inmediato.

—Está bien –refunfuñó su hermana—, te perdono solo porque estos días han sido muy movidos para todos. No recuerdo si confirmaron tus amigos.
—Sí, hablé con ellos, pero Julio no va a poder venir –aprovechó la oportunidad para alargar el tema—. Nos reunimos hace algunos días para tomar un café, y estuvimos hablando de muchas cosas; julio está con mucho trabajo y precisamente ese día tiene una grabación en exteriores, así que como es el director del proyecto, es imposible que escape.
—Qué lástima –comentó ella—, tendremos eso en mente para invitarlo cuando hagamos algo.

Vio una mirada de extrañeza de Mariano y se preocupó ¿o solo era una idea suya?

—Perdón, pero tengo que preguntar —comentó como si no percibiera la mirada de su cuñado— ¿Qué estamos tomando?

Magdalena soltó una risa cristalina que llenó el lugar, e hizo que Mariano sonriera de forma automática al verla; esa sonrisa significaba que las cosas estaban mucho mejor en ese momento para ambos, pero además era una confirmación mucho más importante: ante cualquier clase de dificultad que enfrentaran, ellos se iban a tener el uno al otro y eso los ayudaría a seguir adelante.

—Ahora que te tomaste casi todo el vaso me lo preguntas. Es una infusión de té de jengibre con frutilla y mora; la hice hoy en la mañana ¿Qué te parece?

Realmente no le parecía de ninguna manera, porque apenas estaba percibiendo el sabor de la bebida; estaba nervioso y cansado, pero a fuerza tenía que mantener la máscara. Tenía que mentir a como diera lugar.

—Me encanta, el sabor es muy especial, y no es tan dulce. Podrías enseñarme la receta para hacerla en casa.
—Pero tú no tomas mucho té —objetó ella, un poco extrañada.

No, no lo hacía, pero en ese momento cualquier excusa era buena para diluir la conversación lo mas posible.

—Es cierto, pero si no tengo la idea tampoco me voy a motivar a hacerlo ¿No crees?
—Rafael tiene razón en eso —intervino Mariano_, recuerda que cuando nos conocimos yo no era muy dedicado a tareas hogareñas y ahora ¡Mírame! Soy un amo de casa hecho y derecho; los hombres también podemos evolucionar.

Rafael asintió con interés; vio de reojo la hora en el reloj de pared y comprobó que aún era muy pronto para almorzar, de forma que tendría que usar alguna otra estrategia.

—Escuchen, perdón por preguntar, pero en estos días no hemos hablado de esto ¿Hay alguna novedad sobre los delincuentes?

La expresión de Magdalena se contrajo, pero la de Mariano se mantuvo en calma.

—Hasta ahora no hay novedad —respondió él_, la denuncia está hecha y entregamos toda la información que pudimos, pero realmente no hay mucho; los hombres no tenían algo que yo recuerde con claridad, ni siquiera sé si los podría reconocer si los viera otra vez.
—Hablamos con un amigo de Mariano que es abogado y nos está ayudando en esto —complementó ella—, pero la verdad, a menos que aparezcan en otro robo y los atrapen, se ve complicado.

Rafael sabía que era una situación difícil para ambos, pero se alegraba de ver que la reacción de ella iba hacia la frustración de no ver un avance real en el asunto y no un estancamiento en el miedo inicial. El miedo podía paralizar.

—Vamos a tomarnos ese asunto con mucha calina —explicó Mariano—; lo estuvimos conversando mucho ¿Sabes? Es cierto que sería mejor si a esos sujetos los atraparan ahora mismo, pero no sabemos lo que va a pasar. No por nosotros, quisiéramos que los atraparan porque son un peligro público, pero no podemos hacer de esto un motor.
—Eso es cierto _exclamó ella con decisión—. Nosotros tenemos nuestros propios planes ¡No podemos dejar que los arruinen! Además, viendo cómo funciona la justicia, no tengo demasiadas esperanzas con este asunto; de momento preferimos vivir las cosas buenas, y como estábamos hablando antes, prepararnos para el matrimonio.

Era una gran oportunidad para ellos, y Rafael lo sabía con claridad; pese a todo, podía hacer un espacio para alegrarse de forma honesta por ellos, por ver que estaban luchando por sus sueños y que estaban determinados a seguir con su proyecto de vida, dejando de lado las adversidades.
Ojalá fuera posible hacer eso en todos los casos.
Resistió bastante bien todo el almuerzo sin que ellos sospecharan, pero eso hizo que se sintiera mucho más cansado cuando terminó su visita y se devolvió a su casa.
Desde la noche anterior, muchas cosas habían cambiado para él, pero una en particular había sido trastocada del cielo a la tierra, y nada nunca sería lo mismo.
Había asignado un nombre para el hombre en su sueño, para poder separar a su yo interno de ese yo que no era él. Lo llamó Miguel sin saber por qué, y cuando pensó en él como un ser independiente pudo sentir algo de firmeza bajo sus pies, evitando que la densa bruma del doloroso recuerdo lo envolviera sin salida.
Pero, con todo ese sufrimiento, con la angustia de sentir esos recuerdos como si los estuviera viviendo, no fue eso lo que más lo perturbó en esa jornada; pese a todo no fue el dolor ni el horror alrededor, sino quien estaba en sus brazos.
Porque, así como ese hombre que no era él era muy similar en aspecto, como una versión borrosa y fantasmal que se asemejaba demasiado a su propio reflejo en el espejo, quien yacía en sus brazos, quien había muerto mirándolo a los ojos, era aterradoramente parecido a Martín.


Próximo capítulo: Una muerte sin sombra

Las divas no van al infierno Capítulo 15: Ruleta rusa

Conoce este capítulo al ritmo de esta canción: Roussian roulette


Fernando estaba terminando de atender a una persona en la tienda del centro comercial cuando sacó de su bolsillo el móvil, que anunciaba una llamada.

—¿Por qué no me contestas? —dijo la voz de Márgara a modo de saludo—. Te estoy llamando desde hace rato.

Su jefe en ese momento estaba ocupado y no miraba en su dirección; el hombre se apartó un momento del módulo de atención.

—Cariño, hay mucho público hoy, estamos a tope.
—Eso no me parece suficiente —refutó la voz de ella—, soy tu novia, tienes que cuidarme.

El hombre se llevó la mano libre a la frente y luchó por mostrarse tranquilo.

—Amor, lo lamento en serio, pero no quiero que me regañen en el trabajo.
—Ven a buscarme —la voz de ella se volvió dulce de un momento a otro—, y podrás llevarme a tomar un helado, hace una tarde muy bonita y acabo de pensar en eso durante el almuerzo.

Fernando miró de reojo hacia el módulo de atención; su jefe no iba a estar para siempre ocupado en lo que estaba haciendo.

—Salgo a las siete de la tarde y tú a las siete y media, entre lo que me despido de las otras chicas —estaba diciendo ella—, y me arreglo un poco, tú alcanzas a venir sin problema, vi los tiempos de viaje en la aplicación de mapas.
—Márgara —comenzó a decir él.
—Te espero, ya sabes dónde es ¿O lo olvidaste? Por las dudas te envío la localización ahora mismo, un beso.

En el casino, Márgara cortó y se guardó el móvil en el bolsillo antes de volver a la mesa donde estaban las demás chicas del grupo.

—Perdón por la interrupción, estaba hablando con mi novio.
—Parecías muy acaramelada hablando con él —opinó Mayre.
—Sí, es que siempre se preocupa mucho por mí, como es obvio —replicó ella, con una sonrisa.
—¿Y no se ha puesto complicado con esto? —preguntó Esmeralda—. Ya sabes, los trajes que usamos son sensuales, y en las redes sociales los hombres dicen muchas cosas.

Márgara, sabiendo que toda la atención estaba en ella, se reclinó en el asiento con el vaso de jugo de frutas en la mano.

—Para nada, él sabe que todo esto es un trabajo, además tiene que apoyarme en todo lo que yo haga, es lo que corresponde.

Vio que algunas de las chicas la miraban con algo de confusión, y decidió dar un consejo al respecto, hablando con calma y seguridad.

—Escuchen, las relaciones no son tan complicabas en realidad; lo primero que tienes que saber es que es la mujer quien dirige una relación de pareja ¡Somos nosotras quienes tomamos las decisiones! Los hombres no saben hacerlo, se complican con cualquier cosa demasiado sencilla porque son unos niños ¿No han visto que se comportan de una forma tan inmadura?
—¿Entonces hay que ser más imperativa?

La chica se sacudió el cabello haciendo un gesto para quitar importancia a eso.

—De ninguna manera; escucha, ninguna mujer quiere ser la madre de su pareja, eso nunca funciona. Mi propia madre trató de controlar a papá, y por eso todo funcionó mal para ellos; una mujer tiene que ser discreta, inteligente, saber cómo manejar las cosas. Deja que se sienta macho alfa, pero debes ser tú quien decida todo, y cuando él ve que las cosas funcionan bien, que se siente cómodo y que tú llevas las riendas, simplemente se deja llevar, porque a los hombres les gusta esa comodidad.

Esmeralda la miró con algo de envidia.

—Haces que suene tan fácil.
—Oh, lo es, solo es cuestión de actitud.

En tanto, Lisandra había terminado de almorzar rápido y había regresado a uno de los salones en donde estudiaban; al día siguiente sería miércoles de nominación y tenía que conseguir quedar fuera del grupo de las nominadas. De momento no le importaba sacar premios, pero necesitaba salir de la zona de peligro y la única vía aceptable que veía era trabajar el doble y el triple, hasta que ese esfuerzo y dedicación se vieran en pantalla.
Calzó un par de tacones altos con plataforma y puso una canción de fondo, mientras se equilibraba y miraba en el gran espejo de pared; no era tan difícil mantenerse de pie y posar, lo que era complicado de sostener era una presentación en donde tuviera que moverse o bailar ¿Tanto se notaba esa inseguridad? El día anterior había estado revisando los videos suyos en el portal del canal de televisión y no le parecían tan mal, aunque tampoco podía decir que fuesen lo mejor del universo; en las redes sociales, en tanto, seguía viendo comentarios amables hacia ella, pero se sentía enfrentada a un mar de elogios hacia las otras y eso la hacia sentir invisible.

—¿Qué haces aquí, chica?

Concentrada en mirarse en el gran espejo, la chica no había visto entrar al maestro de desfile en tacones. Jaim la miraba con expresión de curiosidad.

—Solo quería ensayar un poco.

El hombre estaba apoyado en el umbral de la puerta, mirándola con la cabeza un poco ladeada.

—No te sientes a gusto en el escenario usando tacones.

El diagnostico era certero e infalible; ella suspiró, resignada.

—¿Tanto se me nota en clase?
—No contestaste la pregunta.
—Me siento insegura —admitió ella—; quiero decir, tú haces lo que sea en tacones y quiero poder hacerlo, a mi realmente me gustan, pero no lo consigo. Quiero decir, me estoy esforzando tanto que pienso que eso debería tener un sentido, que se debería notar, pero no es así, siento que las otras destacan y yo no. Me gustaría recibir algo de crédito por estar dejando todo en el escenario.

Jaim la observó en silencio por unos momentos, hasta que habló, dando su opinión con voz clara y desprovista de sentimientos.

—¿Sabes cuál es tu problema? Todavía no has entendido en dónde estás. ¿Qué quieres que suceda? ¿Qué el poder del esfuerzo te ayude a conseguir tus objetivos? Un día te despertarás y el universo entenderá lo mucho que te esfuerzas en la vida, así que las cosas empezarán a salir bien y todos dirán “Miren qué esforzada y eficiente es esta chica”.
Pero el mundo no funciona de esa manera. Cuando estás en el escenario, cuando la gente está ocupando su tiempo y sus caracteres para opinar en las redes sociales, a nadie le importa si estabas sangrando detrás del telón o si todo fue improvisación. Ahí afuera es un circo romano, acostúmbrate y empieza a hacer las cosas porque esa fue la decisión que tomaste. ¿Viniste? Entonces toma esto, las cosas malas con las buenas, y elige que es lo que vas a hacer con eso; si pierdes tiempo en ver si la gente te valora o no, nunca vas a poder mantener el equilibrio.

Dijo las últimas palabras indicando los zapatos con uno de sus largos dedos, tras lo cual hizo una ligera reverencia y salió del lugar, dejando a la chica con el eco de su declaración. En uno de los pasillos, el estilizado maestro se cruzó con Verónica, quien caminaba apurada y con evidente nerviosismo.

—¿Qué te ocurre mujer de Dios?
—¿Viste a Sandra? —replicó ella.
—Creo que estaba al fondo —señaló él un poco extrañado— ¿Todo está bien?
—Sí, por supuesto —replicó ella—. ¿Por qué no lo estaría?

La mujer siguió caminando a toda velocidad por los pasillos de las instalaciones hasta que dio con Sandra, que en ese momento daba algunas indicaciones a un grupo de técnicos; al ver la expresión de la otra productora despachó a todos y cerró la puerta para asegurarse que nadie las estaba escuchando.

—Por tu cara, parece algo importante —observó la productora.
—¿Recuerdas que dijiste que pidiera una investigación del origen de todas las chicas?

Sandra era una mujer de baja estatura, corpulenta y de rasgos fuertes; sus ojos oscuros evidenciaron una cierta alarma ante la pregunta, pero se mantuvo firme en su posición.

—Sí, lo recuerdo.
—Pues la persona que ha estado viendo ese asunto dice que hay una inconsistencia: una de las chicas nos estuvo mintiendo.

Y aún lo estaba haciendo; Sandra se dijo que esa información, manejada de la forma apropiada, podía asegurarle encontrar un modo de bloquear los planes de Kevin y al mismo tiempo asegurar que la ganadora del programa fuera definida por ella.

—¿Ya saben quién es?
—Todavía no —aseguró la otra mujer—. Dijo que necesita más tiempo porque quien hizo esa farsa sabía muy bien lo que estaba haciendo.

En cierto modo eso le convenía. Había dos días entre esa jornada y la siguiente eliminación, de modo que disponer del dato a lo largo de la semana le permitía tener en su poder algo que le permitiera cambiar el curso de los acontecimientos.

—Bien, escucha esto, esta información tiene que quedar guardada entre nosotras ¿De acuerdo?
—Pero Kevin…
—Yo voy a manejar este asunto —dijo Sandra sin comprometer palabras concretas—; tú no te preocupes nada, solo dile a tu contacto que cuando tenga las pruebas necesito saberlo de inmediato.
—Está bien, como quieras.

Era una excelente noticia que una de las chicas estuviera mintiendo; podría tomar las riendas del destino de ese programa.

2


Charlene caminaba animadamente por la calle en dirección al canal el miércoles; llevaba una cómoda tenida deportiva y a la espalda una pequeña mochila, mientras arrastraba la maleta con los vestuarios que iba a usar ese día. Se sentía de un humor magnífico, y estaba segura de que sus trucos anteriores le asegurarían un lugar cada vez más privilegiado entre las competidoras.
Pero a media cuadra del canal se quedó de una pieza.
Vio a Valentina más adelante, completamente producida; iba con un vestido básico negro, tacones a juego, un pequeño bolso al hombro, y su largo cabello negro resplandecía con un alaciado casi perfecto.
Charlene había pensado salir del canal con un atuendo preparado, para ser la primera en estar fuera de cámara lista para las fotos y los probables fans que la vieran al salir victoriosa una vez más. Ser la primera en mostrar estilo y determinación era muy importante para hacerse notar en las redes sociales.
Y Valentina se le había adelantado.

—Desgraciada —murmuró con rabia.

Tuvo que resignarse y seguir caminando, ya que en las cercanías del canal siempre podía haber fans eventuales o cámaras; se moría por salir de ahí y regresar cambiada, pero no le quedaba otra opción más que continuar con el juego. Ya se le ocurriría algo.
Su móvil anunció una llamada de Harry; no tenía registrado el número bajo ese nombre, por precaución ante cualquier eventualidad.

—¿Qué pasa?
—Tengo una información que podría interesarte —replicó él con tono confidencial—, pero aún no está confirmado a muerte.
—Me faltan diez pasos para llegar al canal, habla antes que tenga que cortar.

Harry se dio el tiempo de hacer una pausa dramática; la rubia revoleó los ojos.

—Me enteré que una consultora externa está haciendo un estudio de mercado sobre personas de entre veinte y veinticinco años que puedan resultar influyentes en determinados mercados. Y atención, sólo están analizando rostros en etapa de inicio.
—Harry, ve al grano.

El otro soltó una risa burlesca.

—No entendiste nada, lo sabía; bueno, el punto es que tu querido programa de talentos está pegando fuerte, y eso hace que las empresas quieran a algunos de sus rostros para que eventualmente sean parte de sus colaboradores.

Charlene contuvo la respiración para no soltar un grito; esa era una de las cosas que había esperado con más ilusión para empezar su vida artística.

—¿Me estás diciendo —habló más bajo, por las dudas—, que me quieren para una campaña de publicidad?
—No —respondió él con gentileza fingida—, no te estoy diciendo eso, te estoy diciendo que empezaron a hacer estudios de mercado porque a futuro puede que elijan a una o más chicas para que la represente. Y te digo —continuó hablando muy despacio y pronunciado—, que están buscando algunos perfiles de persona.

Ella decidió pasar por alto el tono burlesco de él y se concentró en el asunto que le parecía importante.

—Entonces ¿qué clase de persona es la que buscan?
—Gente buena, caritativa y desinteresada, justo lo opuesto a ti.

La rubia bufó ante el comentario.

—Será mejor que me lo digas ahora mismo antes que me canse.
—Está bien, está bien —concedió él—. Escucha, el perfil que están buscando es de personas que puedan inspirar a otros, líderes de acción es el nombre.
—Ya, no entiendo cómo hacer eso.
—Igual que como hiciste lo otro —replicó él en tono de obviedad—, aparentando que no sabes lo que estás haciendo ni en dónde estás parada. Aprovecha el impulso y demuestra que te interesa alguna causa como los niños con cáncer o algo parecido, en el matinal siempre hablan de esas cosas.

En eso tenía razón; la vena sensible de la gente nunca dejaba de estar abierta, y aunque ella misma se había dicho que no podía volver a hacerse la víctima tan pronto, esa faceta en particular no la había pensado: estimular a la gente a pensar lo mejor de ella, como una benefactora del prójimo o algo parecido. Sonaba muy bien.

—Está bien, pero no puede ser de un día para otro; voy a pensar con calma qué es lo que tengo que hacer.

Cortó y terminó el camino hasta el canal; que Valentina hiciera lo que le diera la gana, ella iba a brillar por muchas más razones que ella.

Mientras, Valeria se sentía feliz de que su plan estuviera funcionando a la perfección; desde que entró en el canal sintió las miradas asombradas de todos alrededor, y ese era un excelente inicio para sus planes. las participantes entraban por una puerta lateral a la gran escalera de entrada del canal, lo cual no era en regla algo que hiciera mella en su estatus, aunque a ella en particular le hacía mucha emoción un día llegar y salir por esa puerta enorme y bajar las escaleras mientras todos la miraban. Pero para eso había tiempo; de momento era mucho más importante conseguir que su imagen y estilo llamaran la atención, y lo estaba logrando.
De seguro las demás la imitarían después, pero lo vital era que la primera en hacerlo era ella, y ese precedente no sería pasado por alto; llegar bien preparada al canal hablaba de ser una mujer integral, que está dispuesta y concentrada en brillar como una forma de vida, no solo como el paso previo a estar ante las cámaras. En todo momento procuró lucir amable y relajada, nunca como una diva para llamar la atención como otras que luchaban por destacar; su plan era ser moderna, elegante y atractiva, pero a la vez muy cercana y natural.

—Buenas tardes Valentina.

Gael, el asistente personal de Vicenta, iba pasando con unas cajas a cuestas; ella se adelantó y abrió la puerta de vidrio del salón al que él se dirigía.

—Gracias —exclamó él, algo sorprendido.
—Por nada. Gracias a ti por estar siempre para nosotras.

Era una frase sencilla y dicha para causar efecto en cualquier persona que la escuchara, pero no dejaba de tener razón; cuando no estaba asistiendo a Vicenta en sus ideas para las clases, el joven hacía de tramoya en el canal y generalmente tenía energía para resistir todo. Casi de forma involuntaria el joven sonrió, agradecido, lo que hizo que ella se planteara con más seriedad seguir con esa actitud mucho más allá de un cambio de atuendo; podía verse mejor y a la vez demostrar con hechos que era mejor que las otras y no sólo pensaba en sí misma.

—Hola Lisandra.
—Hola, qué tal.

Lisandra se quedó un poco sorprendida ante la cordial actitud de Valentina al llegar al canal; si bien no había visto discusiones explícitas entre los participantes, era evidente que había algunos grupos menores en clase, y que en día de competencia eran frecuentes los comentarios al aire con algún texto escondido o una broma de mal gusto. Quizás Valentina solo intentaba mejorar la actitud, y para ella era algo bueno.

Tan pronto estuvieron en la zona de trabajo a las tres de la tarde, las luces y cámaras se encendieron y todo comenzó nuevamente; en esa ocasión fue Jaim quien estuvo a cargo de presentar el concepto con el que trabajarían en esa jornada.

—Buenas tardes preciosas; muy bien, no voy a hacer que pierdan tiempo, así que iré directo al grano: la palabra sobre la que tendrán que trabajar el día de hoy es equilibrio, y todas tendrán que hacer su presentación con un elemento donde deban demostrar su capacidad de mantenerse erguidas y dignas hasta el final.

¿Equilibrio? Lo que eso quería decir era en toda regla torceduras de tobillo. Charlene sonreía con amabilidad, pero por dentro se dijo que seguramente esa era una prueba diseñada para enviar a alguien directo a la eliminación.

—Como saben —continuó él—, desde la semana pasada se tomó la decisión de hacer una tómbola con los objetos que tendrán que incorporar a su presentación, así que por favor pasen, tomen una de esas pelotas de color y en el interior van a encontrar lo que les corresponde; después de memorizarlo deben dejarlo en la pizarra que está allá.

Lisandra se adelantó y fue la primera en llegar a la tómbola. Respira, respira profundamente, introduce tus dedos en ella como si estuvieras tomando un arma, se dijo, no hay tiempo para pensar.
Su corazón estaba latiendo de un modo intenso, casi podía verse el latido desde el exterior; de alguna manera estaba aterrorizaba, pero no se iba a ir, estaría en ese lugar y en ningún otro.
Cerró los ojos por una fracción de segundo, sabía que debía apretar el gatillo, así que tomó la esfera como si estuviera empuñando un arma. Sí, realmente no había entendido hasta ese momento en donde estaba, pero la jornada de eliminación del viernes pasado había pintado un panorama muy claro para todas: el hecho de estar ahí indicaba con una abrumadora claridad que era porque ninguna había perdido el juego, y ser concierte de eso hizo que sintiera un escalofrío. Su vida, todo lo que había querido lograr en el mundo del espectáculo estaba al final de un largo corredor sin salidas, y todas ellas estaban apuntando a las imágenes de las otras, que eran lo único que las mantenía allí. Al final de cada semana, siempre habría una que perdería el juego, un tocador menos en esa zona, una foto manchada de lápiz labial con la palabra “Eliminada”
¿Vería otra jornada amanecer con la luz de la salvación? Ya sabía que quien se iba no tendría la oportunidad de decir adiós.



Próximo capítulo: jueves

La traición de Adán Capítulo 17: Mariposas calcinadas



La mañana del día de la inauguración de la galería avanzaba rápidamente, y Carmen estaba tranquila en su departamento, hasta que tocaron insistentemente a la puerta. Le pareció extraño que no usaran el timbre, y tocaran de forma directa; al comprobar quién era, abrió, pero se quedó en el umbral de la puerta.

—Pilar, ¿qué haces aquí?

Se le veía algo demacrada, y lo que más llamaba la atención de ella, era la expresión de su rostro; definitivamente estaba enfadada.

—Había pensado dejar esto para otro momento —dijo, entrando sin preguntar—; incluso me dije que el asunto podía esperar, pero después lo pensé mejor; sé que hoy inauguras tu galería, pero no voy a privarte de nada.

Carmen alzó las cejas, sorprendida de la intromisión en su espacio, y de la extraña actitud de la joven; cerró la puerta con lentitud a su espalda, mirándola con extrañeza.

—No sé de qué estás hablando, pero no recuerdo haberte invitado. Cuando te necesite, te llamaré.

Le hablaba como a un empleado. Qué indiferencia qué capacidad de ignorar a alguien a quien había visto crecer. ¿Acaso cambiaría al saber la verdad, o seguiría importándole tan poco como ahora? Pilar Sintió un escalofrío al plantearse esa pregunta, pero después de lo que había descubierto, no podía seguir guardando silencio.

—En realidad no creo que te importe, pero no voy a quedarme con esto aquí dentro, tú también tienes que saberlo.
— ¿A qué te refieres?

Al fin, después de toda una vida, pudo ver a su madre como una persona real, con todo lo que eso significaba, y por primera vez, pudo sentir que, al hablarle, no tenía que respetarla ni temerle; ni siquiera insultarla, la verdad haría el trabajo necesario.

—A todo lo que ha pasado entre nosotras, desde siempre —explicó con una serenidad que la sorprendió—, porque haciendo memoria mamá, es lo mismo que antes; siempre me has subestimado, siempre me has considerado... poca cosa para ser tu hija, y yo siempre traté de contentarte, siempre quise que me valoraras por quien soy, pero nada funcionaba —miró un cuadro—. Tú tenías cosas más importantes de qué ocuparte.
—No tengo ganas de escuchar esa clase de cursilerías de ti —la interrumpió Carmen—, no después de cómo te has comportado.
—Como según tú me he comportado —la corrigió la joven, impasible—, porque las cosas son muy distintas ahora que cuando me echaste de tu casa, gritándome que era una traidora y una ladrona.

A Carmen se le agotó la paciencia, y decidió reflotar el asunto que había ignorado desde su regreso al país.

—Pero si eso es lo que eres —exclamó, decidida—, o dime cómo se le llama a una hija que le roba a su madre algo invaluable y lo vende al mejor postor.

Pilar respiró. Otra vez el mismo desprecio, de nuevo la misma rabia; sabía que después de lo que iba a decir nada mejoraría, pero ya no importaba, porque ya había llegado al límite de la humillación.

—Es divertido que ahora recuerdes que soy tu hija —comentó con dureza—, por lo visto es solo porque te conviene. Pero si algo recuerdas de lo que pasó, tal vez se te pase por la mente que esa tarde te supliqué de rodillas que me ayudaras y que me creyeras, y no solo me diste la espalda, también me echaste de tu vida, me maldijiste; y no conforme con eso, hiciste lo posible para perjudicarme. Qué clase de madre le hace eso a una hija sin escucharla.
—No te atrevas a hablarme así.

Pilar la fulminó con la mirada; durante años había temido replicar a sus palabras, pero ahora, sabía que podía hablar con ella, de igual a igual, era un derecho que se había ganado.

—Me atrevo, Carmen Basaure —le espetó, desafiante—, me atrevo a decirte que no eres una madre, porque una madre de verdad, iría al infierno por proteger a un hijo, y a ti te bastó con ver un par de papeles para arrojarme de tu vida. Jamás me quisiste.

Carmen iba a decir algo pero no lo hizo, ahogada por una exclamación que más parecía por sorpresa que por verse afectada por las palabras de Pilar. La joven sacó de su bolso un disco en un sobre transparente.

—La venta de tu querida colección de arte no la hice yo, y ahí está la prueba; como te dije entonces, soy inocente, y fui utilizada porque quisieron perjudicarme. Fui una estúpida por confiar en las personas equivocadas, pero aunque permití que me hicieran daño, eso no te quita la responsabilidad en lo que hiciste, o en lo que me dijiste.
Si quieres saberlo por adelantado te lo diré, la responsable de esto, quien falsificó mi firma y envió gente a perjudicarme fue la madre de Micaela.
— ¿Qué?

La pregunta no tenía otro toro, más que el de una persona incrédula de la información que estaba recibiendo; y de alguna forma, también, por el hecho de reabrir una herida cerrada. Pero Pilar sabía que esa herida no era por ella, sino por la colección de cuadros.

—Así es, y en la grabación que hay en ese disco lo vas a comprobar.
—Eso es ridículo, no hay ningún motivo para que ella...
—Ella fue la única que salió ganando —siguió Pilar, implacable— ¿No lo ves? La verdad siempre ha estado ahí frente a tus ojos, pero si no quieres entenderlo, no te mereces más mi insistencia. Solo vine a eso, ahora si te satisface más seguir engañada, déjalo, si quieres comprobar lo que te estoy diciendo, entonces escúchalo, es material de primera, lo grabé en un disco para que puedas escucharlo con toda comodidad, como a ti te gusta.

Salió del departamento sin decir más, dejando a Carmen perpleja; la artista miró el disco con desconfianza, casi como si pudiera hacerle algún daño, pero no sabía aún si sería peor la incertidumbre o la verdad. Desde siempre había predicho que Pilar le provocaría problemas, y ahora mismo no sabía qué pensar, más bien parecía todo orquestado como parte de un plan de ella. Sin embargo y aunque tenía cientos de dudas al respecto, la curiosidad pudo más, y finalmente la artista tomó en sus manos el disco, decidida a escuchar su contenido.

2


— ¿Sabes para qué vuelan las mariposas?

La mujer se quedó inmóvil, escuchando. Habían entrado al departamento sin permiso y sin avisar, y en ese momento la chica que hacía las labores no estaba, por lo que se encontraba sola ante la intromisión. Bernarda salió del escritorio, y miró hacia la puerta de entrada, pero estaba cerrada; habían usado llave.

—Las mariposas vuelan para llegar al cielo. Pero nunca lo logran, porque cuando están demasiado alto, la luz del sol les quema las alas.

La mujer volteó lentamente, hacia la sala; no creyó escuchar de alguien más esa críptica descripción, pero había pasado y sabía quién era la persona que había entrado por su cuenta a su departamento.

—Micaela.

La vio, y al momento se sintió sorprendida: físicamente se veía como de costumbre, quizás con el cabello más largo, pero su expresión era distinta, su rostro estaba endurecido, la mirada afilada como un puñal.

—Hola, Bernarda.

Bernarda Solar miró de pies a cabeza a Micaela; tenía la sospecha de que ella volvería en algún momento, pero pensó que se tardaría más.

—Pudiste avisarme, te habría tenido algo especial.

Un saludo típico para ganar tiempo; pero en el estado mental en que se encontraba Micaela, no seguiría su juego. De la tristeza había pasado a la rabia, y no pretendía guardarse lo que tenía dentro.

—Ya sé lo que hiciste. Ya sé que tú armaste la estrategia para quedarte con la colección Cielo y que me mentiste para lograrlo/ que manipulaste todo desde un principio. Ya sé todo lo que hiciste, mamá.

Lo último lo dijo como disparando un arma; Bernarda la miró fijo, así que después de esos meses finalmente lo había descubierto, no podía culparla por estar enfadada, pero desde su punto de vista, nada más.

—Qué sorpresa, no creí que estuvieras investigando este tema después de tanto tiempo.
—Me mentiste Bernarda. Me hiciste creer que estabas de mi lado, mientras a mi espalda tramabas la forma de intrigar contra mi relación con Pilar. Usaste mi cercanía con ella para conseguir información, y te valiste de engaños y falsificaciones.

La mujer se reclinó ligeramente en un aparador, sonriendo.

—Culpable de esos cargos —replicó sin inmutarse—, por fin caen las máscaras hija mía, ahora podemos hablar con la verdad.
—Quiero que me digas por qué.
—Porque nunca iba a estar de acuerdo en esa aventurilla tuya con esa muchacha. ¿Por qué más?

Micaela la miró con desprecio. Siempre había sabido que su madre era una bestia de caza en los negocios, y nunca la apoyó ni estuvo de acuerdo, pero de alguna manera creyó que por ser su hija, ella establecería un límite de no dañar, de no destruir. Qué estúpida había sido.

—Eso ya lo había supuesto, me refiero a por qué me hiciste creer que eras mi aliada.
—Porque era la única forma de entrar en el área de Carmen sin poner en riesgo mis planes —respondió la otra, sin alterarse—; todo se trataba de oportunidades.

La joven vio por un momento la escena desde afuera, con ella por un lado, joven, natural, sincera, y por el otro Bernarda, madura, artificial, mentirosa. No tenía ningún sentido estar allí pidiendo explicaciones, mejor era pasar a la parte importante. Tomó en sus manos una costosa figura tallada a mano en cristal blanco, una especie de hada con corazón de brillante.

—Así que solo fue otro negocio —comentó jugando con la estatuilla—, otro día, otro billete para ti, nada más y nada menos. Solo otro comerciante pequeño expropiado, porque pondrás en lugar de su tienda una automotora, otro grupo de obreros despedidos para abaratar costos, otra empleada tirada a una casa de reposo, a cambio de una más joven. Eso fue para ti tu hija, y yo que creí que me mantendrías al margen de tus maquinaciones, al menos para no perjudicar tus propios intereses.

Arrojó violentamente la figura contra una pared, haciéndola mil pedazos; Bernarda contrajo los músculos de su cara al ver la destrucción de una de sus posesiones, pero se mantuvo firme, a tres metros de distancia de la más joven, decidida a no dejarse intimidar por nadie, como siempre.

—Estás haciendo un melodrama barato —atacó, haciendo ojos ciegos a la estatuilla—, a fin de cuentas, yo no soy la bruja de la historia si eso es lo que pretendes. ¿O acaso fui yo quien se llenó de desconfianza?

Eso fue un golpe bajo, y Micaela sabía que lo recibiría, pero por suerte, ya se había culpado tanto desde la jornada anterior, que tenía asimilado ese dolor.

—Claro que no, pero sí eres responsable de tus actos, a la larga todo lo que haces termina por tener una consecuencia, no puedes ser tan inocente como para creer que eso no pasará nunca. Soy una tonta, fui la mujer más estúpida del mundo al creer que tú, específicamente tú, ibas a tener alguna cuota de humanidad teniendo un botín jugoso a la vista; te creí, te creí tu apoyo y tus palabras, incluso di por correcto que me pidieras mantener lo nuestro en secreto, porque pensé que era el precio que tenía que pagar por tener a mi madre de aliada. Luego —continuó con rabia—, estuvo esa noche en la galería, cuando estábamos tú y yo y me mostraste esa horrenda pintura: un cielo tormentoso iluminado por infinitos colores, salidos de las alas de las más exquisitas mariposas, volando en ascensión hacia el cielo.

Se detuvo por un momento, recordando esa jornada; ella siempre se refirió a Pilar como “mariposa” pero no tuvo la capacidad de ver que, en ese cuatro que su madre le mostraba como si fuera una inocente adquisición, estaba la lectura correcta, la predicción de lo que terminaría sucediendo.


¿Lo recuerdas? Las que estaban más arriba, con las alas incendiándose; me dijiste cuál era el concepto de esa obra, y mientras yo miraba esas frágiles vidas destruirse, te escuchaba diciéndomelo ¨nunca logran llegar al cielo, porque cuando están demasiado alto la luz del sol les quema las alas¨ Y sabías que yo le decía a Pilar que era mi mariposa, tú lo sabías. ¿Qué te ocurrió en ese momento? ¿Estabas advirtiéndome en un momento de debilidad, a ver si yo comprendía el mensaje, o simplemente estabas anunciando mi destino?
—Un poco de las dos cosas —contestó Bernarda, sin alterarse—; pero como te darás cuenta, nada de eso importa ahora, y ni siquiera en ese momento; lo importante ya estaba hecho, no iba a dar pie atrás, y lo mismo digo de ti, no te arrepentiste de mezclarte con esa chiquilla, y ahí tienes; pudiste elegir mantener tus gustos como un elegante secreto, pero escogiste el camino difícil. Pude haberte dado el mundo si hubieras sido más inteligente, fueron tus decisiones las que te llevaron a donde estás. Todo el amor que supuestamente tenías ni siquiera era tan grande después de todo.

Micaela miró de arriba a abajo a su madre; esa era la verdadera, la que había visto siempre y no otra. La empresaria sonriente, excelente anfitriona, falsa desde el amanecer hasta la noche; pero quizás, en su principal fortaleza podría encontrar una debilidad.

—No estoy hablando de eso, ya te lo dije. Mis sentimientos por Pilar y lo que pueda pasar con ella son asunto mío, pero te concierne actuar contra tu hija, y lo sabes. Estás completamente sola en el mundo, mi papá huyó de ti, tus amigos solo se te acercan porque vives un buen momento, y no cuidas a tu hija ni siquiera por interés.

Bernarda sabía desde siempre que ser madre no era lo suyo, y en realidad Micaela había sido un dolor de cabeza desde que se convirtió en lesbiana, pero ya era irrelevante, simplemente tenía que quitarla del camino.

—No tengo interés en ti, no te necesito Micaela, siempre he sido autosuficiente, y si ya terminaste tu teatro, es mejor que te vayas.
—No tengo mayor interés en quedarme contigo aquí —la chica esbozó una ruda sonrisa—, pero sí quiero que sepas que no me voy a cruzar de brazos viendo como le sigues arruinando la vida a los demás.
— ¿Y qué vas a hacer? ¿Destruir mis adornos?

Micaela la miró fijamente; escuchar a la propia madre hablarle como a una desconocida era duro, pero lo superaría, y cumpliría con lo que estaba anunciando.

—No sé exactamente lo que voy a hacer; tal vez no voy a destruirte a ti —sentenció, decidida— tal vez no pueda cambiar el engaño que hiciste, pero te conozco, Bernarda Solar, y no solo puedo entrar a tu departamento, también conozco varios otros sitios, veremos qué tan molesta puede ser para una leona como tú una mariposa volando a su alrededor.

Una hora después, Micaela estaba en la obra del Boulevard, y aprovechó un momento para hablar con el mismo obrero que había visto saliendo del edificio de la constructora anteriormente.

—Mario, quiero que me digas por qué estabas en el edificio de la constructora.

El hombre la miró, sorprendido. Disimuló la sorpresa lo mejor que pudo, pero ella notó que había dado con algo importante; sabía que era una estupidez darse a conocer de regreso, pero con Bernarda rondando la constructora, su destino estaba sentenciado, así que no disponía de demasiado tiempo.

— ¿En el edificio? Nunca estuve ahí, además ¿para qué?
—No lo niegues —replicó ella—, sé que tienes estudios de informática, y creo saber lo que hiciste, pero quiero que primero me lo digas tú. Sé que hemos trabajado muy poco, pero siempre estuve de su lado, respétame un poco y dime la verdad, me lo merezco.

El hombre tragó saliva. No tenía escapatoria, y ella lo estaba presionando con todo lo que podía.

—Tiene que comprender que es mucho dinero, y lo necesito.

Podría haber dejado la conversación hasta ese punto, pero no lo hizo; no se iba a negar a ninguna verdad de nuevo.

—No te voy a juzgar. Solo dímelo.
—Me pagaron por conseguir información de los proyectos que lleva don Esteban —explicó el trabajador en voz baja—, y lo hice. Es mucho lo que me pagaron, lo siento, pero lo hice por mi familia.
— ¿Quién te pagó?
—La misma mujer que estuvo aquí la otra vez. Por favor no le diga a los demás, o van a matarme.

Micaela lo miró, y comprendió por qué personas como Bernarda tenían éxito: porque había personas como él que les pavimentaban el camino, sacrificando ideales, dignidad y hasta su vida por ellos, quizás por intereses propios que eran respetables, pero haciendo las cosas del modo incorrecto.

—No le voy a decir a nadie. Además, no tendría sentido, me van a despedir dentro de muy poco.
— ¿Por lo que hice?
—No, iba a pasar igual —y añadió, con tristeza—. Eres un buen hombre Mario, no te arriesgues a colaborar con este tipo de gente, porque así como ahora te pagan por algo que necesitan que hagas, el día de mañana le pagarán a otro para quitarte de su camino si les estorbas; cuídate mucho de las personas como Eva San Román, con ellos lo único que tienes claro es que algún día te causarán problemas.

3


— ¿Y ahora qué hago?

Pilar estaba nuevamente en la casa de su amiga Margarita, después de las visitas que les había hecho a Micaela y a su madre; no sabía definir si estaba triste o no, pero estaba muy claro que estaba cansada. Tenía tanto que agradecerle a su amiga, desde escucharla hasta darle fuerzas para enfrentar esa difícil situación, sin olvidar que fue su idea que grabara la conversación con Marcia, para tener a su disposición una prueba concreta.

—Mira, lo importante es que ya diste ese paso tan importante.
—No lo habría logrado sin tu apoyo.
—Ni lo menciones —comentó la otra sonriendo—, es lo mínimo que haría por ti, amiga. Ahora, si ya pasaste esta etapa, creo que deberías hacer alguna clase de proyecto nuevo.
— ¿Pero de qué, con qué dinero?
— ¿Cómo que con qué dinero? Pues —le indicó, con los brazos en jarras—, con el del pago, ese que tienes ahí desde hace ocho meses.

Pilar frunció el ceño.

—Nunca he pensado en usar ese dinero, creo que no corresponde.
— ¿Y por qué no? Ese dinero no es mal habido si es eso en lo que estás pensando, es un pago mínimo en comparación con todo lo que has sufrido mujer; tómalo como una indemnización, si se pudiera enjuiciar a alguien por lo que te hicieron, exigirías una reparación o una multa, esto es exactamente lo mismo.
—La verdad es que no lo había tomado de esa manera.
—Ya veo. Pero hazme caso, te aseguro que es la mejor decisión.

Pilar sabía que había estado haciendo algunas cosas, además de algunas inversiones con el dinero que le dejara su padre, pero la idea, ahora planteada, tenía sentido.

—Margarita, y tú ¿qué harías con ese dinero?
— ¿Yo?
—Claro, es tu idea, dime en qué lo usarías.
—Pues si lo pones así... mira, la verdad yo pondría un restaurant o algo parecido, en estos tiempos está de moda eso de los lugares temáticos y tú has viajado, así que tienes más conocimientos.

Pilar se lo pensó un momento. La idea tenía sentido tanto por el argumento de Margarita como por la perspectiva de estar ocupada.

— ¿Sabes qué? Que me parece una idea genial, eso voy a hacer, y tú vas a ayudarme.
—Pero cómo te voy a ayudar yo mujer, si no sé nada de negocios.
—Pero sabes de recetas —replicó, animándose—, y yo no. Así que te voy a contratar, desde ahora serás mi asesora, pondremos un restaurante que será un éxito, y nos vamos a olvidar de todos estos problemas.

Interiormente sabía que no sería fácil, pero si ya había enfrentado a su madre y a Micaela, seguramente todo lo demás era tarea que podía enfrentar; no más escapes, se iba a quedar en el país de forma definitiva, le gustase a quien le gustase, y usaría ese dinero para crear empleos, y también para ayudarse a sí misma.


Próximo capítulo: Paraíso sin retorno