Las divas no van al infierno Capítulo 05: Amigas y competidoras



La jornada del miércoles debían presentarse a las diez de la mañana en la productora, de modo que Valeria había invitado a su departamento a una de las competidoras a desayunar, y estaban charlando animadamente cuando vieron el comercial; la sensación de estar incluidas en el anuncio, aunque fuera a modo de referencia, hizo un gran efecto en ambos, y fue Marina, la invitada, quien buscó en las redes sociales hasta encontrar el anuncio para poder verlo.

—Lo encontré, mira.

Duraba treinta y cinco segundos, pero era oro puro; Valeria no pudo menos que imaginarse en una nueva versión de ese comercial, como protagonista absoluta.

—Es estupendo, es una gran sorpresa.
—Pienso que esto estaba listo desde antes ¿sabes? —Valeria se puso de pie y sacó una jarra con jugo natural de naranja y aloe, y sirvió para ambas—. Ahora que lo veo con más calma, pienso que las escenas ya estaban hechas, y sólo dejaron a las que quedamos seleccionadas.

La otra chica asintió, mostrándose de acuerdo.

—Gracias. Tienes razón, eso debió ser. ¿Te imaginas si ahora nos dicen que tendremos que hacer uno?
—Sería maravilloso, y sólo nos queda una semana para eso, porque después vamos al aire.

Volvieron a ver el comercial un par de veces más, antes de seguir charlando; la chica le hizo una pregunta que, al parecer, tenía en mente desde hace tiempo.

—Valentina ¿Te puedo hacer una pregunta?
—Claro.
—¿Este departamento es tuyo, o es arrendado? Pregunto porque tenemos la misma edad, y no veo cómo a los 23 puedes tener un departamento, a menos que seas de una familia adinerada, porque si es así, retiro todo lo dicho.

Valeria se dio un momento para contestar, mientras guardaba en el refrigerador la jarra con jugo; al cerrar, vio en el metálico reflejo su rostro, cinco años más joven, y se dijo que tenía que revisar muy bien cada detalle de su vida, para que no existiera información contradictoria, o que diera lugar a dudas. Ahora que estaba en el programa, era fundamental mantener las preguntas incómodas muy lejos.

—Este departamento lo dejó mi familia, lo heredé así que no lo compré, sería imposible.
—Oh ¿Entonces significa…?

Valeria no contestó; dejó que la pregunta vagara en el aire el tiempo suficiente para que hiciera efecto, y luego habló, sonriendo amistosamente.

—Cambiemos de tema.
—Lo siento, no quise importunar —La chica se había puesto roja de incomodidad al pensar que estaban hablando de un tema tan sensible como padres muertos, y Valeria dejó que esa idea se quedara así.
—Relájate, todo está bien —replicó, haciendo un gesto con las manos para quitar la importancia al asunto—, ahora hablemos un poco más del programa. ¿Pudiste ver bien a las cuatro que llamaron en primer lugar?

Marina las había visto con detalle, así que comenzó a explayarse acerca de eso; Valeria sonrió, escuchando con atención, mientras luchaba en su interior por creer lo que estaba viviendo. Más allá de su participación en el programa, el hecho de haber conseguido filtrarse entre las participantes era un premio, y pretendía utilizarlo al máximo para su beneficio; necesitaba saber lo más posible de las otras participantes, empaparse de conocimiento y avanzar sin llamar la atención en un primer momento, para dar la sorpresa cuando fuera indicado.

2


El departamento que estaba arrendando Charlene era muy pequeño, pero de momento era lo único que podía permitirse, y, por otra parte, el edificio era decente; estaba a un par de cuadras del centro comercial Plaza centenario, lo que significaba no sólo buena ubicación y estar a veinte minutos del canal de televisión, sino a un paso del centro comercial. El departamento venía equipado con una cama nueva, aunque de una plaza, lo indispensable en la cocina, y una mesa de centro con un par de sillones, y nada más, de forma que lo único que pudo hacer cuando llegó a instalarse después de la intensa experiencia en el canal, fue dejar la ropa en el armario, poner la caja con vestuarios en un lugar cómodo, y recordar que sólo había almorzado un sándwich; revisó el sobre que su madre le había dejado discretamente en el bolsillo del pantalón cuando la abrazó, y comprobó que era dinero, un perfecto modo de despedirla.

—Ay, mamita, siempre puedo contar con tu ayuda.

Poco más tarde estaba en el supermercado, y se quedó detenida en el tablón de anuncios ante uno que le llamó la atención: estaba mal editado, y trataba de ser llamativo, invitando a jóvenes entre dieciocho y veintidós a participar de un casting para una productora. Ella tenía veintiuno, ahora estaba participando en un programa de talento de difusión nacional, pero un par de años atrás había estado visitando esas supuestas agencias, siempre dirigidas por personas que hablaban mucho y tenían importantes llamadas, de personas cuyos nombres eran los de figuras del espectáculo. Una oficina grande con afiches de programas que eran producciones externas a los canales, diciendo que estaban " trabajando con la productora" y necesitaban personas para los siguientes proyectos; te necesitaba ti, a ti y por supuesto, a ti, porque se estaban preparando los proyectos del siguiente semestre. No importa, decían, puedes ir de público, de extra, en cualquier momento se les cae un extra con texto y ahí entras, la cámara te va a amar, porque lo que viene ahora, lo que se está usando es a la gente real, así que siendo tú, lo lograrás. Sólo paga este pequeño monto, para las fotos, crear tu álbum y agregarte al listado, terminamos el proceso mañana, y pasado mañana llamamos desde primera hora, así que no apagues el móvil. Y en dos días, la oficina ya no estaba, y la gente se quedaba con las ganas mientras los "productores " se iban con los bolsillos llenos de dinero.

—¿Buscando la fama?

Volteó hacia la voz, pensando que se encontraría con un hombre apuesto y seductor, pero no: era bastante corriente, de unos veintiséis, bien vestido, aunque en exceso llamativo.

—Y tú eres el dueño de esto —Señaló el letrero—, gracias, pero estoy haciendo el trabajo por mi cuenta.
—No te equivoques preciosa. Soy un asistente de estrellas.

Había volteado para seguir su camino, pero el concepto la hizo girar de nuevo hacia él.

—¿Asistente? Eso es nuevo —dijo, con las cejas alzadas.
—Es lo que una persona inteligente necesita si quiere llegar muy alto.
—Ah, ya entiendo —dijo ella, cruzándose de brazos—, eres uno de esos managers.
—Por favor lindura, no; no pretendo esas cosas. Mira, mi negocio no es la fama, es la construcción —Apuntó él.
—¿Cómo?

Era evidente que el hombre tenia todo un discurso preparado.

—Mira, cuando vas a trabajar para ser una estrella, como obviamente quieres ser tú —Agregó, con un guiño—, lo que necesitas es un asistente. No un perchero, alguien que pueda aportar y decidir todos los detalles, para que tú sólo te concentres en brillar.

Charlene se dijo que ese sujeto era un charlatán, pero no dejaba de tener razón.

—Entonces tú eres ese tipo de persona —Lo miró de arriba abajo.
—Lo soy, y estoy disponible para ayudar en todo, sé muchas cosas, tengo iniciativa, prestancia, elegancia y sé cómo estar siempre ahí.
—Y todo eso debe costar una fortuna —La chica revoleó los ojos.
—Te equivocas, preciosa —El hombre esbozó una sonrisa cómplice —. Yo pongo en plan el concepto de "Invierte y luego recibirás". Es bíblico.

Teniendo muy poco tiempo disponible para prepararse como es debido, Charlene sabía que tenía que darse prisa, para poder destacar como quería en el concurso.
Su acompañante en esos momentos se presentó con un nombre tan llamativo como Harry Nicanor, haciendo especial énfasis en que Nicanor era un apellido y no un nombre; hablaba mucho, pero no le había dicho muchas cosas concretas hasta el momento.

—Oh, Charlene, tan bella como arruinada —dijo él al entrar al departamento—¿Qué vamos a hacer?
—Muy gracioso —dijo ella, haciendo una mueca—, te dije que me cambié apenas hoy; además, con el certamen encima, es lo que menos importancia tiene.

La mirada de Harry dio a entender que no estaba de acuerdo con eso, pero en vez de verbalizarlo, sonrió ampliamente.

—Estoy de acuerdo, ahora tenemos que mentalizarnos en lo que es verdaderamente importante. La fama.
—Mi fama —Corrigió ella, de inmediato—. Pero antes, quiero saber exactamente a qué te refieres con eso de asistirme y ayudarme.

El hombre puso el bolso sobre una mesa, y le enseñó parte de su contenido.

—Mi trabajo consiste en que la estrella, tú en este caso, pueda hacer lo suyo, sin preocuparse por detalles que sólo te hacen perder tiempo; por ejemplo, toma esto.
—Es un corrector de ojeras —Apuntó ella.
—Error, cariño, es un corrector de ojeras con refrescante instantáneo. Prueba ahora mismo.

Invadida por la curiosidad, la chica sacó una toalla desmaquillante de su cartera y se quitó hábilmente la base de maquillaje del ojo derecho, mirándose al espejo. Luego aplicó una pequeña porción del producto, y se sorprendió del efecto: al tacto era muy ligera, y al momento de aplicarla, demostraba que era casi traslúcida, pues se mezclaba con el color de su piel, y a la vez eliminaba el sombreado natural de esa zona; se quedó mirando el tubo aplicador, que no tenía etiqueta, y de pronto recordó que había visto un comercial en televisión sobre ese producto, que pertenecía a una marca de maquillaje europea, que no se vendía en el país.

—¿Dónde conseguiste esto?
—Se cuenta el milagro, pero no el Santo —Respondió el hombre, haciendo un exagerado guiño—. Esto es una muestra, pero no de productos, sino de lo que puedo hacer por ti. Maximizo los recursos, y convierto todo lo que toco en oro, o algo muy parecido.

Charlene pensó de inmediato en que había algo que ese hombre podía hacer para ganarse su confianza.

—Necesito trajes. Vestidos para participar en el programa, pero estuve viendo lo de las postulantes, algunas tenían trajes realmente, ya sabes, impactantes.

Harry demostraba una seguridad a toda prueba; asintió como si ella le estuviera hablando del más común de los temas.

—Por supuesto, dime qué es exactamente lo que necesitas, y de cuánto dinero dispones, y dame un tiempo para conseguirlo.

Mientras él hablaba, la chica fue hasta el refrigerador, y sacó de él una botella de agua mineral; había pensado en usar cierto dinero, pero necesitaba hacer que rindiera al máximo.

—Harry, no es simplemente ir a la tienda.
—Sí, sí, entiendo, no hay problema —replicó él, mostrando absoluta confianza.
—Supongo que no —Hizo una mueca—. Hagamos esto: te voy a dar la información sobre lo que necesito, tú lo consigues, lo traes para acá, y te doy el dinero.
—¿Y cómo voy a pagarlo en diferido?
—Eso no será problema —Respondió ella, sonriendo—. Tú vas a ser mi asistente ¿No es así? Estoy segura de que lo resolverás; después de eso, nos espera el cielo.



3


Vicenta estaba en su departamento, retocando su maquillaje en la sala; se escuchaba una música ambiental relajante, y las luces que caían del techo estaban programadas en un celeste tenue. Del cuarto de baño salió un chico de veinticuatro años, que llevaba sólo una diminuta toalla a la cintura mientras con otra se secaba el cabello.

—¿Estaba deliciosa el agua?
—Tú eres deliciosa —dijo él, acercándose.
—Eres un embustero —Ella se rió, apreciando su cuerpo a través del reflejo de su espejo de tocador—, un embustero muy bueno para hablar.

El hombre llegó hasta ella y se arrodilló en el suelo, a un milímetro de tocarla; Vicenta sintió el calor de su cuerpo emanando después de la ducha, un vapor cálido que le recordaba a su apasionado actuar la noche anterior.

—Sólo digo lo que siento. Y hago lo que siento.
—Eso último no lo puedo negar. Quédate quieto.

Volteó hacia él, y con mano experta deslizó el fino y suave pincel del delineador negro por su mejilla, dibujando mientras él permanecía inmóvil sin dejar de mirarla; no lo dijo, pero se sintió abrumada por la entrega de ese hombre joven y vigoroso, en una actitud que era por completo parte de la energía de la juventud: era un chico lleno de fuerzas que quería experimentar, y no tenía reparos en dejarse dominar o enseñar, porque su hombría no dependía de la ilusión de posesión o control. Esa expresión de hacer lo que sentía era por completo honesta; dejó el espejo a un costado y lo miró a los ojos.

—¿La gente a la que contactaste está lista?
—Sí —Repuso él—. Pero no entiendo por qué no quieres que participe.
—Porque podrías tentarte con una de esas chicas.

Pero él negó con la cabeza.

—No me gustan las niñas.
— ¡Descarado! —rió, frunciendo el ceño al mirarlo— Tú eres un niño también.
—¿No crees que fui suficientemente hombre? Porque puedo hacer más mérito si quieres.

Vicenta quería decirle que eso era una gran opción, pero recuperó la concentración tras unos momentos.

—Ahora no, tengo que ir a la productora y tú tienes que ir a ejercitar ese cuerpo.
—Había pensado broncearme un poco —comentó él.
—Bien, pero que no te queden marcas de traje de baño —Ella le guiñó un ojo—, se ve mucho mejor así.

4


Sandra se reunió temprano con Kevin en un café cercano a las instalaciones de la productora; después de tomar el desayuno, tuvieron oportunidad de enfocarse en lo que los había reunido allí.

—¿Hoy sabrán las características del programa?
—Sí, está todo preparado.

La mujer jugueteaba distraída con la cuchara de su expreso doble; Kevin le dedicó una mirada apreciativa.

—Pareces un poco desconcentrada —Apuntó él.
—Sólo estaba preguntándome si ya decidiste quién será la primera eliminada.
—Sí, ya lo decidí.
—¿Y cuál es? —Preguntó ella.

El esbelto hombre la miró con agudeza.

—¿Por qué quieres saberlo?
—¿Por qué no quieres decírmelo? —La mujer lo miró con las cejas un poco levantadas.
—Porque quiero que todo esto tenga un elemento de caos en su interior.

Ella pensaba que tener a veinticuatro mujeres juntas ya era motivo suficiente de caos, pero no lo dijo.

—Entonces vamos a tener una semana democrática en donde todas creerán que tienen una oportunidad de ganar; cuando sepan el verdadero desafío que les espera en el primer programa, se volverán locas.
—Confío en que será así —comentó el hombre—, por los informes que vi de ayer, recuperaron bastante bien de las primeras pruebas; aun están en su zona cómoda.

La mujer se dijo que tenía que averiguar a cualquier costo cuál era la primera eliminada del programa; era necesario para poder comenzar a dirigir sus esfuerzos hacia otra candidata.

—Entonces las sacaré de esa comodidad hoy mismo —Y agregó, más animada—; este programa va a ser un éxito.

Kevin asintió, pero no dijo lo que estaba pensando en ese momento; para él, el destino de ese programa en muy importante para sus propios planes, ya que un éxito le garantizaba un avance importante en su carrera, pero se trataba de algo que no iba a comentar con otras personas, ni siquiera con Sandra. Ella era una fiel colaboradora en su trabajo durante años, pero no la necesitaba para ese futuro en especial; Sandra era también descartable.

5


Las chicas se reunieron en el gran salón de estudio, que ese miércoles lucía bastante similar a la última porción del día anterior, es decir con sillas para todas y una gran pizarra blanca, como si se tratase de una sala de clases.

—Aquí podríamos grabar un video clip —comentó Charlene mientras entraban—, sólo falta uno de esos timbres antiguos en las paredes para empezar.

Márgara revoleó los ojos; aún había algunas que se creían que eso era un programa de dobles.

—Es por eso por lo que estamos viniendo a estas clases, porque podemos aprender muchas cosas.

Charlene frunció el ceño sin captar el sentido total de la oración, pero antes que pudiera decir algo, entró alguien al salón.

—Buen día señoritas, por favor tomen asiento.

Quien había entrado era Marcos Canalle, un hombre grande como un roble y de apariencia bondadosa, quien estuvo con ellas al final de la jornada anterior; de cerca de cincuenta años, con la cabeza rapada y unos grandes anteojos enmarcando sus expresivos ojos oscuros, el hombre vestía un traje a la medida, que contrastaba con el anillo de su dedo anular izquierdo, que ostentaba una enorme piedra facetada roja.

—Gracias por estar aquí —Comenzó, con una sonrisa—, ahora, por suerte, ya no tengo que seguir evadiendo las preguntas que me hicieron ayer.

Nubia recordaba que, de todas las actividades que tuvieron que hacer el día anterior, el tiempo en que estuvieron con él fue el único que no tenía una definición clara, y se redujo a una amena charla.

—¿Entonces nos vas a decir de qué nos vas a enseñar? —preguntó Sussy.
—Sí, pero antes de eso, les voy a decir cuál es la mecánica del programa en el que van a participar —Sonrió animado—. Pongan mucha atención.

Escribió tres palabras en la pizarra, con grandes y elegantes letras, siendo la primera imaginar, la segunda construir y la tercera presentar. Valeria estaba con los sentidos al máximo para poder captar todo lo que iba a conocer a partir de ese momento.

—El programa dura dos horas, dos días a la semana —explicó el gran hombre—, y el orden es el siguiente, por favor pongan mucha atención: martes, jueves y sábado deben estar aquí a las once de la mañana, y miércoles y viernes deberán estar en las dependencias del canal a las seis de la tarde, lo que significa que solo tienen tres horas para preparar su presentación.

Lisandra sintió un golpe de emoción al escuchar eso: ya estaba decidido, el calendario a seguir era una realidad y nada iba a detenerlo.

—Los tres días que no hay programa estarán ensayando actitud, pasarela, actuación, sincronización de labios y algunas otras cosas, muy parecido a ayer, pero los dos días que hay programa, durante esas tres horas, ustedes estarán bajo mi tutela, mientras desarrollan esto.

Indicó a la pizarra, donde las tres palabras seguían enviando un mensaje hacia todas. Fue Nubia quien hizo la pregunta más obvia, dado el caso.

—¿Qué significa exactamente imaginar, construir y presentar?
—Creí que nunca lo preguntarías —Susurró el hombre, haciéndole un guiño—. Desde el momento en que lleguen al canal, estarán en un lugar cerrado y acondicionado, con cámaras que estarán captando todo lo que hagan antes del programa, mientras desarrollan los tres pasos que tengo escritos aquí.

Charlene sintió que algo faltaba, que de alguna forma él se estaba guardando algo; y a juzgar por la tensión en casi todas las demás, no era la única que pensaba eso.

—Lo que harán, señoritas —Agregó, con una sonrisa entre divertida y malvada—, será tener a su cargo a un equipo de personas e insumos, un objetivo, y tres horas para hacer que eso esté en el escenario, listo para su presentación.

“Construir” era la palabra que Kevin había usado la primera vez que habló con ellas, y que a Valeria se le había quedado dando vueltas en la cabeza; y entonces unió las piezas y lo comprendió, el verdadero desafío del programa.

—¿Tenemos que dirigir a los tramoyas? —preguntó Márgara.
—No cariño, ustedes tienen que hacer el trabajo. Ustedes —Explicó, mientras con las manos simulaba construir algo—, van a ser las artífices de su propio espectáculo: tendrán que decidir las telas con las que se hará el vestuario, los colores y combinaciones, elegir los elementos dentro del escenario, y trabajar en todo eso para que esté listo antes de tres horas.
—¿A qué te refieres con trabajar? —Lo interrumpió Márgara.
—Es lo que la gente que no vive de alguien más hace para sobrevivir —Murmuró Eva.

Marcos no pareció escuchar el segundo comentario, y si lo hizo no dio señas de que así fuera.

—Me refiero a producir todo en persona, nada menos —Acotó el maestro, con una sonrisa benevolente—. Nada está hecho, la producción les dará el espacio y lo necesario para que puedan desarrollar lo que tienen en mente, pero el programa será un espectador más; de ahora en adelante, todo lo que vea el público en sus casas será gracias a cada una de ustedes.

La noticia cayó como una bomba en todas; lo que Marco les estaba diciendo era que no sólo tendrían que presentarse ante las cámaras y en vivo, sino que además deberían encargarse de la preproducción del espectáculo. Nubia sintió que una semana de plazo para esa presentación era lo mismo que cinco minutos, y se sintió completamente desvalida.


Próximo capítulo: Mejor, trabaja

La traición de Adán Capítulo 07: Paso a paso



Adán no estaba acostumbrado a preocuparse por motivos de trabajo, pero la verdad es que ese martes ya se encontraba frente a algo que amenazaba con complicarse aún más. La repentina visita de Pilar le había abierto un espectro de imagen mucho más complejo de lo que él mismo había supuesto en un principio.
Y le bastó solo una llamada para comprobar que las cosas estaban realmente en riesgo.

–Buenos días, abogado.
–Adán, me leíste el pensamiento –replicó Izurieta saltándose las formalidades–, estaba a punto de llamarte, por la visita que acabo de tener.

Pilar.

– ¿A qué se refiere? –preguntó con un tono de voz perfectamente creíble.

El abogado se escuchaba nervioso.

–Supongo que estás en la galería.
–Claro, estoy trabajando a toda máquina con lo de los preparativos.
–Excelente, estoy a cinco minutos, prefiero hablar este asunto en persona.

Y cortó sin siquiera despedirse. Excelente, la pequeñita Pilar se le había adelantado, ese era un punto en su favor que Adán tenía que darle, además de que era totalmente inmune a sus encantos; pero en un caso como ese, estaba obligado a tener el pulso más firme que nunca, o se iba a arrepentir.

–Pase, abogado. Me dejó preocupado con su llamada.

Lo recibió en el taller de Carmen igual que a la hija de esta, pero en esa ocasión se ubicó junto a una de las obras más etéreas y hermosas de la artista. Izurieta estaba muy inquieto, y se notaba en su actuar que no estaba cómodo con la idea de salir de la comodidad y seguridad de su oficina; y al igual que al teléfono, fue directo al punto.

–Adán, tenemos un grave problema entre manos.
– ¿Qué sucede?
–Pilar quiere que suspenda la inauguración de la galería, y tiene en su poder información que me hace creer que puede hacerlo.

La expresión de sorpresa del más joven fue genuina, ya que, de hecho, eso era algo que no tenía entre las posibilidades que había previsto. ¿Información?

–Creo que no lo entiendo, es decir, no puede ser, ella estuvo aquí hace poco y me confirmó su presencia en la inauguración, estaba preocupada, desde luego, pero en ningún momento insinuó algo como esto.

Eso no era completamente cierto, pero para el caso, era irrelevante; el abogado adoptó un tono de voz mucho más confidencial, que, dada, las circunstancias, tenía más de un significado.

–Adán, no te dejes engañar por Pilar.
–No lo entiendo.
–Para decirte esto, estoy confiando mucho en ti, así que espero el máximo de confidencialidad –replicó, hablando en voz baja, con el ceño fruncido—. Tal vez su apariencia no lo demuestre, pero Pilar es una mujer de mucho cuidado, cosa que lamento decir porque es hija de Carmen, que es una clienta importante, pero también es mi amiga.

Adán se puso de pie, con una expresión en el rostro, que podía ser interpretada tanto cono sorpresa, como incredulidad.

–Abogado, no creo que sea pertinente que hable de esa manera de la hija de Carmen, está insinuando algo grave.

Eso provocó el efecto que esperaba, y el hombre relajó un poco su postura; de seguro, se trataba de una prueba para confirmar si podía confiar en él.

–Sólo te lo digo porque confío en ti, por eso te pido confidencialidad. Además, sé que Carmen confía en ti, o de lo contrario no dejaría en tus manos su trabajo de manera temporal, ella es mi amiga y sé que si le preguntaras, te diría cosas aún peores que las que te dije yo.

Adán volvió a sentarse, preocupado.

–Lo escucho.
–Pilar no es lo que aparenta, pero todo lo que tiene que ver con eso sucedió desde antes que tú conocieras a Carmen. Supongo que te has preguntado en algún momento porque es que ella no habla de su hija.
–Pensé que se trataba de algo personal, por eso jamás se me ocurrió preguntarle.

Izurieta asintió.

–Tuviste razón. Mira, las cosas son realmente complejas, pero voy a resumirlo. Pilar vendió una colección completa de arte de Carmen, sin su autorización, a una sociedad comercial que la utilizó para instalarse en el país. Me refiero a la galería Cielo.

En esa ocasión Adán se quedó realmente de una pieza. Galería Cielo era una marca impuesta en el mercado hacía años, pero había tomado impulso con una muestra propia y anónima estrenada hace siete meses, es decir poco antes que él comenzara su trabajo con Carmen. Cielo, a diferencia de Carmen Basare, era una galería integral que reunía diversas muestras de arte, dentro de las cuales por supuesto hay pinturas. Cielo en particular, que fue el nombre que se le asignó a la muestra anónima, era una reunión de expresiones, colores y detalles realmente exquisita, sorprendente, incluso inspiradora. La muestra, en cada cuadro tenía las características casi perfectas, para convertirse en la niña bonita de los medios involucrados, que no cesaron en elogios y alabanzas. Cielo fue considerada por los medios la muestra más influyente de la ciudad, se convirtió en el comentario obligado por su rentabilidad, por el efecto que provocaba en el público, por los comentarios de los obnubilados estudiantes de arte, además de la intriga que significaba ser anónima.
¿Y era de Carmen Basaure? ¿Y Pilar la había vendido sin su autorización?

–No puedo creerlo.
–Es lógico si consideramos que trabajas con Carmen, y me juego la cabeza a que jamás te mencionó esto.
–Es que ni siquiera se me habría pasado por la mente.
–Aún te faltan muchas cosas por aprender –comentó el profesional–, y todo esto es porque existen personas como Pilar que pueden cometer traiciones enormes, sin siquiera preocuparse por ello.

Adán estaba elaborando un plano mental mientras tanto, pero necesitaba más información, y estaba trabajando a toda máquina.

–Espere, usted dijo que Pilar tiene información que le permitiría detener la inauguración de la galería ¿A qué se refiere?
–A eso voy, pero tenía que decirte esto para que comprendieras lo demás. Carmen sufrió un ataque de un desconocido hace un tiempo, incluso antes de que ocurriera lo de Pilar. Esta persona intentó realizar algunas operaciones bancarias suplantándola, pero afortunadamente todo fue detenido a tiempo.
–Pero no se resolvió por completo –apuntó el joven.
–Piensas rápido, eso me agrada. Así es, pudimos tomar precauciones a tiempo, pero la gente que encargué de descubrir de quién se trataba, no pudo dar con el origen, lo que significaba que en cualquier momento una situación como esa podía repetirse; desde luego que Carmen estaba preocupada, así que decidió redactar junto conmigo el documento en donde especifica que cualquier cosa que se relacione con ella, es decir sus operaciones en la bolsa, movimientos de dinero y todo lo relativo a sus obras, debe ser autorizado y supervisado directamente por ella. Seguramente te estarás preguntando por qué en este tiempo jamás supiste de la existencia de eso, y la respuesta es simple: según el acuerdo que hicimos Carmen y yo, sería letra muerta mientras ella estuviera de cuerpo presente y trabajando como de costumbre. El punto es que si ella estaba a mano del teléfono para comprobar cualquier cosa, sería absurdo aplicar el documento, no así si estaba enferma, perdida en alguno de sus viajes o algo por el estilo.

Entonces no era primera vez que la artista estaba involucrada en algún asunto que pusiera en riesgo su seguridad; y nada de eso pudo ser detectado por él durante el tiempo que estuvo investigando acerca de ella.

–Pero usted dijo que el documento era secreto.
–Lo era, y por lo que te conté antes, se me figuraba completamente imposible que ella pudiera saberlo. De hecho la propia Carmen, luego de aquel acto deleznable, me recalcó que había que impedir a toda costa que algo como eso se repitiera otra vez.

Adán trabajaba a toda máquina, pero eso empezaba a ser harina de otro costal.

–Lo que no entiendo es cómo Pilar pudo hacer algo tan grande como vender esa obra de Carmen sin que nadie la detuviera, sin su autorización y además existiendo el documento del que me habla.

Izurieta lo miró detenidamente; estaba evaluando hasta donde podía confiar en él, y vio que el elástico aún podía estirarse más.

–Recuerda que te dije que el documento era secreto y solo se haría efectivo en ciertas circunstancias y si Carmen no se encontraba ubicable, y resulta que ella estaba en perfectas condiciones. Además, Pilar se aprovechó del temperamento de Carmen para conseguir lo que hizo; es complicado, pero básicamente le sacó una firma que le dio el poder para vender la colección Cielo, cosa que hizo de inmediato y bajo un contrato de confidencialidad, con lo que se protegió por completo.

Adán recordó la conversación que había tenido con Carmen exactamente antes de que comenzara todo el asunto de los dos cuadros. No tenía que preguntarle a la artista cuál era la razón de que en esa época no luchara por demostrar que las obras eran suyas y por qué es que no había comenzado ninguna acción judicial, y la razón de esto es que más allá de que estaba involucrada su propia hija, había algo mucho más importante: si ella, la afamada Carmen Basaure, se atrevía a poner en juego su trayectoria acusando a quien fuera de robarle la obra, bien podría ganar o perder, pero eso no dejaría de afectar su reputación, porque eventualmente alguien muy bien podría decir que todo el caso era el de una artista de ciertos años que, viéndose en decadencia o ensombrecida por otra muestra de arte, tratara de manera desesperada de recuperarse. Conociendo el enorme ego de Carmen, ella jamás se arriesgaría a algo como eso.
Pilar había hecho la jugada perfecta, la traición a su madre, los millones en su cuenta corriente, un contrato de confidencialidad, saliendo a divertirse por el mundo y sabiendo que nadie nunca iba a poder tocarla. Notable Pilar, realmente notable.

–Déjeme ver si entiendo –replicó al fin Adán, con tono lúgubre–. Pilar sabe de algún modo de la existencia de este documento secreto de Carmen, y quiere suspender la inauguración de la galería, cosa que a usted le preocupa porque tiene antecedentes de que Pilar es capaz de cualquier cosa. Y ahora puede ponerlo entre la espada y la pared porque sabe que, si pone en público el primer documento, complicará todo mucho más.
–Estás en lo cierto. De hecho esa es la amenaza que me hizo.
– ¿Se atrevió a amenazarlo?
–Así sin más. Como verás, ella tiene las cartas en su favor, y para eso, me indica que intervenga la sociedad que le está vendiendo la galería a Carmen.

Adán sí sabía de eso. El edifico en que se encontraba la galería era de una sociedad inmobiliaria, que luego de ver ciertos aspectos decidió vendérsela a ella, pero eso aún estaba en proceso, faltaban una serie de trámites legales, lo que significaba que Izurieta podría poner cualquier excusa absurda que hiciera necesario, por ejemplo, realizar alguna medición o cierre temporal de la galería. Y eso sería un gran golpe.

–Entiendo todo lo que me explica, de hecho me parece... no sé cómo explicarlo, es horrible la actitud de Pilar, pero no sé de qué manera yo podría ayudar si es que ella se atrevió a amenazarlo a usted.
–Precisamente porque tú eres un factor con el que ella no cuenta; ella debe considerarte una molestia porque seguramente no se esperaba que alguien inteligente y fiel estuviera de lado de Carmen, pero no se debe imaginar que seas una amenaza real. Así las cosas, mi plan es que tú intervengas para desestabilizarla y permitirnos continuar con lo de la galería, sin problemas.
–No me imagino cómo podría.
–Pero yo sí. En realidad, y considerando que el tiempo se nos viene encima, ahora no importa cómo Pilar supo del documento de acreditación de Carmen, y ni siquiera me importa por qué diablos es que está tan interesada en detener la inauguración, lo que me importa es que consigamos sacar adelante la muestra, porque tan pronto como lo esté, si ella tiene cualquier otro plan, tendrá que esperar a un momento en donde no se delate. Y la idea es que Carmen tenga una grave recaída.
– ¿Qué?
El hombre se encogió ligeramente de hombros, sin preocuparse.

–Hasta ahora el tema de Carmen se ha mantenido alejado de los medios, y eso nos sirve para manejar ciertos asuntos. El punto es hacerle creer a la hija que la madre está muy grave, lo que la va a obligar a mantener las apariencias y acudir en su visita, dejando de lado sus planes; para esto puedo hacer algunos simples movimientos, y tu parte consiste en acompañarla como sea al lugar de los hechos, mientras yo recurro a otras artimañas para dejarla entrampada.

El viejo era más zorro de lo que Adán se había imaginado, pero su plan tenía sentido.

– ¿Y qué hará usted?
–Confundir su identidad con la de otra persona para que la policía la detenga y la enrede en un asunto por horas, mientras nosotros celebramos con champaña la inauguración de la muestra de arte. Pero necesito saber si es que estás dispuesto a jugártelo todo por Carmen.

Adán asintió enérgicamente.

–Haré lo que usted diga abogado, sé que Carmen confía en usted.

2


Micaela se enfrentaba a un problema más en sus planes en la llegada al país. Las cosas se habían vuelto duras, y había tenido pesadillas toda la noche ¿cómo podía tener tan mala suerte?
No importaba. Era relativamente temprano, estaba agotada por esos sueños en donde estaba aún durmiendo, con Pilar a su lado, y su madre de pie junto a ellas diciéndole con tono lúgubre esas palabras que todavía rondaban por su mente: lo lamento hija, jamás imaginé que ella estaba detrás de todo esto. Lo lamento.
Lo lamento.
Eso en ese momento estaba entre las cosas que menos le importaban. Era cierto que la aparición de Pilar en esas circunstancias le producía náuseas, pero fuese como fuese, las cosas seguro que pasaban por algo, y si habían coincidido, no tenía más opción que tomar las riendas con mano firme y terminar con todo.
Casi daba risa que ella y Pilar estuvieran en el país de vuelta al mismo tiempo, a poco de inaugurarse la galería de Carmen Basaure, y además topándose cerca de la torre, de aquella torre. Ni modo, también tenía problemas más terrenales, y el más urgente era conseguir un trabajo, porque si bien arreglar sus problemas con el banco y su antiguo trabajo le llevaría relativamente poco tiempo, estaba claro que no se quedaría más de un par de horas por allí, y en ese sentido mantenerse inactiva sería contraproducente. La entrevista que tenía en esos momentos era en la oficina de diseño ejecutivo de la constructora Del mar y Alzarrieta. Quien la recibió era nada menos que el gerente de proyectos, y esa deferencia le hizo recordar que ahí era alguien, no como en el extranjero.

–Buenos días Micaela, soy Esteban Méndez, es un placer.

Micaela lucía un atuendo formal y sobrio, distinto de lo usual, con un traje dos piezas negro y violeta, el cabello peinado simplemente hacia atrás y atado con un lazo violeta; elegante y aplicando el estilo de ''menos es más''

–Gracias por recibirme, Esteban.
–Me sorprende que estés aquí, tenía entendido que estabas en el extranjero.
–Volví hace poco, y ya sabes lo que dicen, si es por trabajar, no me voy a quedar de brazos cruzados. ¿Tienes algo para mí?

El ejecutivo era alto, increíblemente delgado, blanco, de cabello negro refulgente, de mirada penetrante. Un tipo elegante que tenía en su apariencia algo que no encajaba con el lugar, al igual que ella.

–Para alguien de tu fama y experiencia, seguro que sí. Acabo de poner la primera piedra —es un eufemismo–, en un proyecto, y me encantaría que participaras en él; se trata de la remodelación del boulevard del parque Centenario, y en eso te necesito como encargada de proyecto en terreno. Básicamente te necesito de mala, ladrando órdenes y asegurándote de que todo va al pie del calendario, además de evaluar las pistas de trabajo y todos esos menesteres.
–Así que no encontraste a nadie que quisiera ser asesinado.

Esteban sonrió satisfecho; por lo que Micaela veía, era la clase de hombre que habla mucho, rápido, y piensa con más velocidad todavía, justo el tipo de persona que le gustaba tener cerca en un trabajo.

–Es del tipo de trabajo ingrato, ya sabes, pero eres apropiada para eso y dijiste que querías algo por poco tiempo, así que ¿Qué dices?
–Que tienes razón en todo. Si tienes la proyección de dinero ahí en tu escritorio y casualmente un contrato, cerramos ahora mismo.

Poco después y con un contrato firmado, ambos salieron del edificio.

–Ya que estamos afuera y que somos socios, pensé que podríamos tomarnos un café y charlar.

¿Acaso estaba flirteando con ella? Se dijo que era posible, pero que al mismo tiempo, la idea del sujeto lascivo con una mujer recién contratada, por alguna razón, no coincidía con él.

–Pues no sé si sea bueno, imagina lo que dirían tus colaboradores.
–En este momento no estoy trabajando, y además no me importa lo que digan, nadie puede mandarme ¿Qué dices?

Como cambiaban las cosas. Micaela aceptó, pensando en que nada podía perder excepto un poco de tiempo, y por otra parte resultaba un poco divertido estar en medio de una situación como esa.  Minutos después estaban sentados en un café temático, pero con dos whiskies.

– ¿Y bien? esta es la parte en donde me dices qué es lo que realmente estás haciendo en el país por estas fechas.

Micaela lo miró fijamente. Estaba pensando divertirse un poco a costas de él, pero por lo visto, Esteban escondía algunos secretos, y era mucho más observador de lo que ella había esperado; pero también le había resultado simpático desde el primer momento.

– ¿Quién eres, Esteban?
–Un tipo más inteligente de lo que parezco, y sobre todo muy bien informado. Sé que tus logros siempre han estado llevados por tu propia mano, por eso es por lo que, en vez de trabajar del modo fácil, te hiciste una experta en administración de personal, proyectos y diseño integral. Eres una mujer joven, inteligente, capaz, que de la noche a la mañana cierra su oficina y se larga a empezar de cero en el extranjero, y vuelve ocho meses después, buscando trabajo. Disculpa si considero extraño esto.

Pensaba rápido y bien. Interesante.

– Cualquiera diría que has estado investigándome.

Pero él, en vez de responder, rio alegremente.

– ¿Qué?
–De acuerdo, me doy por vencido, tú definitivamente no te acuerdas de mí.
– ¿Acordarme?
–Mira, sé que no soy exactamente el tipo de hombre inolvidable, incluso creí que estabas disimulando o algo, pero ahora estoy convencido que de verdad no me recuerdas. Tú me mandaste al diablo cuando traté de trabajar contigo hace poco más de dos años en tu oficina, y ahora que, humildemente lo digo, los papeles están invertidos, me estoy permitiendo el placer de acosarte con preguntas, creo que es lo menos que me merezco.

Sólo entonces lo recordó. Claro, pero en ese tiempo él tenía una apariencia distinta, el cabello más largo, era más corpulento y definitivamente tenía otro estilo.

– ¿Estás tratando de decirme que me contrataste como venganza por no haber querido trabajar contigo la vez anterior?

Él sonrió ante la inteligente pregunta.

– No, te contraté porque eres una profesional de buen nombre y sé que lo harás aún mejor de lo que crees. Y también te contraté esperando que nos conozcamos más, y por ejemplo, ser amigos.
– ¿Estás coqueteando conmigo?
–En cierto modo, pero debo decepcionarte porque estoy ocupado.
–Me rompes el corazón.
–Estoy seguro de eso.

Micaela se reclinó en el asiento. Ah, se trataba de eso, pero a ella por lo menos le resultaba bastante lógico no recordarlo, porque en esos tiempos ella estaba cargada de trabajo. Era una situación extraña, pero le serviría tener alguien con quien conversar además del trabajo.

–Te rechacé porque tenía muchas cosas en mente. Y sobre lo otro, mi salida del país no fue tan sorpresiva de todos modos.
–Eso me tranquiliza, viví semanas pensando que la conocida Micaela Riveros me ignoraba porque era un mal ejemplar de ejecutivo. Pero así fue como redoblé mis esfuerzos, y subí algunos niveles hasta estar donde estoy ahora.
–Espero que no estés resentido.
–Para nada —el hombre se terminó el whisky de un trago—. Incluso diría que me sirvió para esforzarme más aún. Debes reconocer que tuve una entrada muy teatral, así que creo que eso me suma puntos.
– ¿Y quieres ser amigo mío a causa de eso?
–Por extraño que te suene, sí; sé que no lo recuerdas, pero cuando me dedicaste un minuto y medio en tu apretada agenda, dije “Cielos, es el tipo de persona que quiero conocer” y no me iba a perder la oportunidad ahora. Y si en el camino te parezco horrible, aún seré tu jefe, y por lo demás tendrás que trabajar conmigo por los siguientes dos meses, así que seguro que podremos aprender a llevarnos bien.

Micaela bebió de su copa, lentamente.

–Eres muy extraño.
–Ya lo sé.
–Pero eso me agrada. Cielos, nunca me habían pedido amistad, pero acepto.

Se hizo un silencio, y luego ambos rieron.

—Eso alegra mi día a niveles que no te imaginas.
–Esto está dentro de las cosas más extrañas que he escuchado, pero me parece bien. Solo que tendrás que asegurarme que además del trabajo, tendremos jornadas como ésta en el futuro.
—Ya lo tengo apuntado en mi agenda electrónica.

Próximo capítulo: Un engaño sencillo