Las divas no van al infierno Capítulo 12: Lo siento, no lo siento

Conoce este capítulo al ritmo de esta canción: Sorry not sorry


—Fernando, escucha esto, todo está funcionando justo como lo esperaba.

El hombre abrió los ojos con pesadez; apenas terminó el programa le envió un saludo a Márgara y se durmió, pero cuarenta minutos más tarde ella llegaba al departamento cargada de energía.

—¿Qué?
—El programa, presta atención — lo reprendió ella con una sonrisa, mientras dejaba el bolso en el armario —, escucha esto, las estadísticas de los votos por mí van muy bien, hay un aumento sostenido desde el inicio hasta ahora ¿No es fantástico?

Él se incorporó a medias en la cama, tratando de concentrarse.

—Te felicito.

Ella terminó de guardar las cosas en el armario y tomó un lazo para recogerse el cabello.

—Es perfecto, ahora está quedando claro cómo es que van las cosas.
—Disculpa —intervino él, soñoliento. —, es que no estoy entendiendo por qué es tan bueno.
—Porque las burbujas se deshacen — explicó ella con tono académico —, las cuatro mejores de la audición ¿Recuerdas? Pues ellas sólo duraron un capítulo como las más votadas, y en cuanto a las peores, ya ves los resultados; ahora que tengo el cariño del público en el estudio y voy aumentando, es sólo cuestión de tiempo para que llegue al primer lugar.

Fernando tenía mucho sueño, pero sabía que de no hacer al menos una pregunta, quedaría como mal educado con su novia.

—¿Quién crees que sea la eliminada? Hay tres con votaciones bajas.
—Sí, pero Charlene no será, estoy segura —Se sentó en la cama y abrió su estuche de maquillaje—, ella tiene una presentación extra, se las ingeniará para que parezca que está sufriendo mucho por tener que hacerlo y la salvarán.

Él se dijo que ese comentario decía mucho de la opinión que ella tenia de esa chica rubia, pero no lo dijo. Sentado junto a ella, acarició su hombro con los nudillos.

—¿Y quién crees que sea la eliminada? También podría ser alguna de las otras.
—No, no en este caso —determinó ella, dándose un instante para dedicarle una coqueta mirada—, será una de ellas, estoy segura, es sólo que es un poco difícil saberlo, por que son bastante similares. En cualquier caso, ninguna de las dos va a llegar muy lejos ¡No están hechas para este mundo!

Se encogió de hombros, desentendiéndose de su propio comentario, como si el significado de este no fuera realmente su responsabilidad; Fernando optó por no mencionarlo para poder dormir.

2


Lisandra despertó el sábado con dolor de cabeza y sin ningún ánimo de moverse; después de la cansadora jornada anterior y la mala noticia de estar dentro de las tres menores votaciones de la semana, la perspectiva de tener que llegar a clase no era agradable. Aún sin levantarse tomó el móvil y entró a Pictagram, de donde provenía la mayor cantidad de votos junto con Veeter; sabiendo que no era la mejor idea, entró al hashtag del programa y filtró por el que le correspondía a ella. Sintió una oleada de emoción al ver que personas que no la habían visto jamás se tomaban el tiempo de escribir algo sobre ella, Y había buenos comentarios: una chica admiraba su cabello, otra que le gustaba cómo bailaba, algunos chicos le dedicaban halagos. Eran buenos comentarios, lo que le preocupaba es que eran pocos en comparación con los de varios de las otras.
Al poco, se dio cuenta que algo se repetido, y era el concepto Demi “Ella luce muy parecida a Demi” “Tal vez si no tratara de parecerse a ella” “Debería dejar de querer ser como ella”

¿Entonces se trataba de eso?
Se levantó y fue hasta el espejo del baño: estaba sin maquillaje, con los ojos hinchados y despeinada, pero si se miraba con cierta distancia, podía asegurar que el parecido con la cantante seguía presente.

—¿Qué hago?

Cambiar el color o el estilo de su cabello de un día para otro era inviable; sabía que no cualquier estilo de peinado le venía bien, pero si al público no le gustaba su parecido con esa estrella, o en el mejor de los casos pensaba que es mejor lucir como ella y no intentando ser otra, lo lógico era escuchar esa sugerencia y hacer algo al respecto.
Se lavó bien la cara y se hizo un recogido con mechones de la parte superior y costados de la cabeza, tras lo cual abrió la maleta pequeña de maquillaje y analizó lo que había hecho la noche pasaba; el público tenía razón en decir que ella trataba de parecerse a la cantante, pero ellos no sabían que se trataba de algo casi involuntario, que se produjo con el tiempo, luego de asumir que existía ese parecido.
Saber que podía tomar una fracción de la vida de esa chica guapa y talentosa ayudó mucho con la sensación de seguridad, y eso hizo que la observara más en sus videos y fotos, por lo que no fue difícil tomar prestado un poco de ella a través de la inspiración para el maquillaje: cejas un poco más marcadas, labios en tonos rosa casi natural, algo de difuminado de sombra de ojos, y con eso se sintió más bonita y segura, porque si funcionaba para alguien famoso, de seguro para ella también.
Al pensarlo en retrospectiva, la opción no había sido la correcta, porque tomó la decisión para esconder una parte de ella que estaba débil ante el mundo. Había maquillado su cuerpo para proteger su alma.
Ya no era momento para eso; ya no podía seguir escondiendo algo, si eso funcionara como un obstáculo para sus planes.
Hizo una prueba rápida con las sombras y eligió colores más llamativos. Al principio se sintió un poco falsa, pero luego sonrió y ajustó la expresión de la cara como si estuviera posando para una cámara, sonriendo y mirando fijo al frente, transmitiendo personalidad y simpatía; se sintió un poco rara aún, pero recordó que en su estadía en el programa era necesario transmitir al público y permitir que a través de las presentaciones la conocieran, lo que significaba torcer algunos conceptos personales en pos de un bien mayor.
Quizás, con el tiempo, descubriría su propio estilo, sin tener que tomar prestado el de alguien más.
Fue a la cocina, en donde su madre preparaba algo de arroz tarareando una canción que sonaba en la radio.

—Buen día, mamá.
—Hola cariño.
—¿Preparado el almuerzo tan temprano? —preguntó la joven algo sorprendida.
—No, es para el desayuno —explicó su madre—, vi una receta en el canal de Mónico y quiero aplicarla, a ver como me queda.

Su madre seguramente hablaba de alguna de las famosos cocineras que habían salido de un programa de aspirantes a chef en televisión algún tiempo atrás; se preguntó si, llegado el momento, podría hacer algo similar orientado a público joven.

—Mamá, necesito que me des tu opinión.
—Claro cielo, te escucho.
—En realidad —comentó la joven—, necesito que me mires.

Su madre bajó el fuego y le dedico a la reluciente olla una mirada que parecía una advertencia de no arruinar su preparación; su madre era una mujer de piel muy morena, que usaba el cabello recortado en una melena que le daba libertad y un aspecto un poco infantil a su rostro de facciones redondas.

—¿Crees que este estilo de maquillaje me sienta bien?
—Sí, se te ve bien, es muy veraniego.

Era una opinión sensata, pero necesitaba algo mas.

—¿Crees que no parezco auténtica con el otro maquillaje que uso?

La mirada de su madre transmitió un mensaje que no pudo comprender; la mujer le dedicó una sonrisa abierta y sincera, como siempre se podía esperar de ella.

—Mi niña. No necesitas querer parecer auténtica, solo tienes que serlo; tienes que mirarte en el espejo y ver a la misma persona que ves en tu interior. Solo piensa en cómo te ves a ti misma, y haz lo que sientas correcto.

3


Cuando Sandra entró en el despacho de Kevin, ya sabía que algo andaba mal; tenía algunas sospechas, pero se había dicho que lo mejor era esperar a saber en qué terreno pisaba; se sorprendió al encontrar también a Vicenta en la oficina, pero no dejó que se notara.

—Buen día —dijo aparentando normalidad.
—Buen día —Kevin le hizo un leve gesto para que se sentara-, las cité porque estoy un poco preocupado por lo que sucedió con las votaciones en el programa. O quizás debería decir que estoy intrigado.

Sandra mantuvo la mirada del productor; había algo en su tono que no era marca común.

—¿Sobre qué en particular estás hablando?
—Las votaciones en el estudio —explicó él—; las primeras beneficiaron a esa chica rubia.
—Charlene.
—Y no se supone que esa votación sea arreglada, pero lo fue.

Ella no era la elegida por él; la mujer sintió una oleada de satisfacción, porque tenía cada vez más descartadas para la eliminación del viernes.

—¿Cómo lo sabes?
—Revisé el reporte de cámaras, y los que la eligieron estaban sentados en bloque —la mirada del hombre era dura como el acero—; es obvio que los incitaron a votar por ella, y quien lo hizo seguramente está ahí, fingiendo que es uno más en el grupo.

Entonces a la que quería eliminar la primera semana no era ninguna de las más débiles, y su preferida no era de las más fuertes; inteligente medida para mantener todo bajo control.

—Sabíamos que al incorporar público real al programa podía pasar algo como esto —dijo ella para ganar algo de tiempo—; eventualmente los amigos o fans querrán entrar para apoyar a sus favoritas.
—¿Desde el primer programa? —preguntó él de forma retórica, con evidente escepticismo—. Lo dudo por completo.

Cambió el foco de su atención a Vicenta, quien había estado mirando el intercambio con algo cercano a la diversión.

—¿Alguno de los bailarines es gay?
—Es estadísticamente probable —respondió la maestra adoptando un tono serio, aunque su expresión decía lo contrario—. ¿Por qué lo preguntas?
—Porque necesito saber si ella tiene un aliado o alguna clase de manager; y necesito saber qué es lo que están planeando.

La maestra omitió referirse a un detalle que había notado en la más reciente emisión del programa; lo usaría cuando fuera más conveniente.

—Los chicos están acercándose a las chicas, pero en ningún momento dijiste que quisieras que uno hiciera de gay.
—Ahora es eso lo que quiero; si es tan lista como para tener alguien trabajando para ella, entonces un simple bailarín que coquetea con ella no será suficiente, porque puede creer que él se acerca por su posible fama. Pero si es evidentemente gay y se le acerca, será como un amigo fiel y soltará toda la información.

Vicenta sabía que Charlene la odiaba, de modo que la idea de poder causarle problemas no le era indiferente.

—Bien, voy a hablar con los chicos y enviar a alguien que sea apropiado.
—Perfecto —asintió el productor, aunque no lucía satisfecho—, ahora necesito algo más, algo para la jornada de eliminación.

Vicenta estaba aburriéndose de esa conversación; miró a Sandra como dándole el pase para hablar.

—Según sé, hay un guion preparado para todo este tipo de situaciones.
—Sí, estamos preparados para esto —dijo la productora—. ¿Quieres adelantar algo de lo que tenemos planeado?
—Sí, algo que haga explotar la eliminación —observó él, con tono definitivo—, pero que parezca natural, incluso casual. Que nadie sepa que esto está preparado.


4


Ante la urgente llamada de Vicenta, Alberto se reunió con Nigel en el gimnasio; el chico le hizo una seña desde la máquina en la que se estaba ejercitando al verlo entrar.

—¿Qué pasa, por qué tanta urgencia?

Alberto hacía mucho ejercicio, pero lo de Nigel era casi una obsesión; de cabello rojizo y múltiples pecas rodeando sus ojos claros, el hombre se sabía atractivo y no dudaba en hacerlo notar, como en el gimnasio donde usaba apenas unos pantaloncillos y una sudadera ajustaba que casi no dejaban espacio a la imaginación.

—Tengo un encargo especial para ti.

Le explicó el trato y lo que necesitaba obtener; el otro se sonrió como ante la idea de una broma muy divertida.

—Bueno, si recesitos a un bailarín, gay y que esté dispuesto, creo que cumplo con los tres requisitos.
—Nigel, es importante que ella crea que todo esto es natural.
—Sí, sí, como todos los demás.
—No, esto es especial —recalcó con severidad—, primero, no te puedes enganchar con ella como si fueras su amigo de verdad.

Nigel se levantó de la máquina y se acercó a él, a mínima distancia, casi al punto de tocarlo. Le dedicó una mirada cargada de intención que no dejaba dudas sobre lo que quería decir.

—Tranquilo, en primer lugar, no voy a querer coquetear con ella, es —hizo una mueca con los labios—, mujer, ya sabes. Y además, soy fiel a la causa por la que me contrataron; mi lealtad está con los billetes.

Alberto sostuvo su mida, manteniéndose firme y aparentando que no había leído el mensaje tan claro en los ojos del otro.

—Es bueno saber que eres leal.
—Podría ser mucho más leal si tú me lo pides —observó acercándose aún más—, sólo tienes que usar las palabras correctas.

Alberto sabía que esa insinuación era personal y no de trabajo, y no era primera vez que se la hacia, de modo que no se sorprendió.

—Sabes que no voy en esa dirección.
—No te estoy pidiendo matrimonio —el otro se sonrió, divertido—, de hecho, no te estoy pidiendo nada; no te preocupes, en un dos por tres esa rubia y yo seremos como hermanos.

5


Para cuando llegó el viernes treinta y uno de mayo, los ánimos de todas las chicas estaban muy distintos a como había sido con anterioridad; la presión de los ensayos y las clases hicieron mella en las chicas, por lo que el inicio de las grabaciones tuvo un sabor distinto.
Ahora todas sabían que podían ser eliminadas ese mismo día, y la inmune de la semana, pese a estar más contenta, también evidenciaba una intranquilidad, porque de no hacerlo bien, podía perder todo lo ganado.

—Charlene ¿Te sientes bien?

La rubia le sonrió a una de las chicas ante su pregunta.

—Desde luego —respondió con suavidad—, todo está bien, no hay nada de qué preocuparse.

Todas estaban yendo en una dirección u otra, ya habiéndose olvidado de las cámaras que las seguían a todas partes; en esos momentos era primordial preparar cada detalle con un máximo de atención para ganar el favor del público. Las que ya habían destacado no querían perder lo avanzado y las que estaban más atrás necesitaban avanzar a toda costa.

— Charlene está un poco rara ¿No lo crees? —le preguntó Jazmín a Rebecca.
—Es cierto, cuando llegó estaba nerviosa o algo parecido, pero insiste en que está bien.

La rubia fue hacia departamento de maquillaje; hasta el momento, ese día había sido el más complejo, porque por una parte había puesto en marcha el plan, y por otra tenía un desafío que no terminaba de cuajar. La propuesta del día era baile y doblaje de canciones en inglés, y aunque escogió un tema que le pareció perfecto, a la hora de interpretar el tema en español sonaba muy mal, y encima tenía que guardar ganas para la presentación extra, que iría con una temática sorpresa.
Abrió la puerta del gran cuarto de maquillaje y lo encontró lleno; por suerte una de las asistentes le dijo que utilizara un cuarto más pequeño a poca distancia.

—Muchas gracias.

Internamente tenía ganas de gritarle a una de las otras que se salieran de ahí, pero no podía dejar la actuación, y al mismo tiempo estaba comenzando a preocuparse.

—Pero aquí no hay nadie.

Se extrañó de encontrar el pequeño cuarto de maquillaje vacío e iba a salir, pero alguien entró en ese momento.

—Disculpa, pensé que habría alguien aquí.

Era uno de los bailarines con que trabajaban para las presentaciones; en ese momento llevaba unos pantalones muy ajustados y casi transparentes de color verde, y el torso desnudo cubierto con purpurina; le había parecido atractivo en un inicio, pero luego captó que era imposible coquetear con él.

—Yo también pensé eso —dijo ella con una sonrisa.
—Ay, me van a matar, mira —le enseñó el maquillaje del rostro—, me pasé a llevar este dibujo y tengo que estar listo para el ensayo, tenemos que marcar los pasos para la coreo de Lisandra.

El dibujo simulaba una especie de tatuaje, y tenía un costado movido; Charlene sabía que Nubia no era competencia para ella, pero le había llamado la atención que Lisandra estuviera trabajando tan en secreto.

—Pero no es algo grave —opinó mirando con detención—, se puede arreglar.
—Oh, pero yo no sé nada de pinceles ni estas cosas —declaró él, como si la insinuación fuera alguna clase de ofensa—, aun que me gusten los machos, yo también soy macho.

Charlene no pudo evitar reírse con el comentario; buscó en uno de los tocadores un delineador y se acercó a él.

—Yo te lo arreglo.
—¿En serio? Eres una diosa.

En un instante ella corrigió el defecto en el dibujo hecho en la piel del chico; se dijo que quizás no era una mala oportunidad de averiguar algunas cosas y aparentó demorarse en terminar.

—No te muevas, dame un segundo. ¿Y cómo es que no habíamos coincidido? Sólo te veo pasar.
—Es que soy un maniático del trabajo —aseguró él, inmóvil—, así que cuando hay una tarea, me quiero concentrar al máximo.
—Usted es son tan eficientes —dijo ella, como al pasar—, y pueden prepararse para varios trabajos distintos al mismo tiempo ¿Qué me decías que estabas haciendo?
-Iba a marcar los pasos de la coreo con Lisandra —replicó el—, está preparando su presentación, es como ese video de la cantante que es como una novia y luego empieza a arrojar pintura en todas direcciones.

Por supuesto que conocía el video. Con que la inocente de Lisandra pretendía derrotarla usando algo de esa artista. Pues bien, era como una declaración de guerra.

—Ya está listo —comentó con tono ido, casi como si no hubiera escuchado lo que dijo él —, ahora no te preocupes, nadie va a notar que esto está reparado.

El musculoso chico se miró en el espejo y sonrió complacido.

—Me salvaste, diosa, te debo la vida, no sé cómo pagarte.

Charlene se dijo que en realidad ya le había pagado, pero se limitó a sonreír.

—Tonterías, fue solo un detalle. Y ahora vamos a movernos, hay mucho que hacer.

Más tarde, Lisandra estaba preparando algunos detalles extra para su presentación; el conductor del programa había anunciado que las tras menos votadas irían al final, precedidas por las presentaciones de la ganadora de la inmunidad y la premiada por el publico en el estudio; sin tiempo para distraerse, la chica escuchó en segundo plano la melodía con toques country de Márgara. El aplauso del público, la voz emocionaba de Aaron Love.
Y estaba revisando el borde del falso del vestido cuando escuchó la voz sintetizada de Charlene para sonar armónica y musical.

«Y sí, sé lo mucho que debe doler.
verme así, pero se pondrá peor.»

Dejó las cosas sobre el tocador y volteó lentamente hacia la pantalla; al mismo tiempo la música sonaba lejana y nítida.

«Cariño, lo siento…pero no lo siento.»

Su canción. Charlene había robado su canción.


Próximo capítulo: Nacida para morir




Contracorazón Capítulo 14: Verdad incomprensible



Mariano fue dado de alta al mediodía del domingo, y fue trasladado a su casa en ambulancia y silla de ruedas, en medio de sus inútiles protestas por el exceso de cuidados hacia él; una vez estuvo acomodado en su cama, pidió a sus padres un momento para hallar a solos con Rafael y Magdalena.

—Quería hablar con los dos tan pronto como se pudiera — dijo con lentitud.
—¿Por qué no mejor esperas a que te sientas un poco más descansado?

Fuera de su aspecto demacrado, nada delataba lo que le había sucedido; Mariano negó con la cabeza.

—No, amor, estoy bien, de verdad. Primero, quiero que dejen de preocuparse tanto, en serio estoy bien; fue una herida, no es grave y perdí el conocimiento un rato, pero es todo.
—¿Por qué estás diciendo eso? — preguntó ella con cierto tono de alarma.
—Porque estoy viendo cómo estás —respondió el, con voz ahogada —; y me preocupa. Cuando me hirieron y empecé a desvanecerme, trataba de hablarte, de decirte que todo iba a estar bien, pero te sentía llorar y eso me estaba matando, porque me sentía inútil, incapaz de hacer algo.
—Creo que los voy a dejar solos —comentó Rafael haciendo un ademán de salir.

Pero Mariano lo detuvo con un gesto.

—No te vas a ninguna parte, esto también tiene que ver contigo. Magdalena, mi amor, sólo quiero decirte que eres lo más importante para mí, pero necesito que entiendas que esto ya pasó, es la única forma de reponerse y poder retomar nuestra vida.

Rafael vio que su hermana hacía un esfuerzo por contener las lágrimas; en ese momento, su novio estaba hablando de una característica que era común en ambos: hacerse cargo de un asunto importante por completo, incluso más allá de lo racional.

—Estaba muy preocupada —dijo ella en voz baja.
—Yo también, pero ya pasó. Ahora todo está bien ¿De acuerdo? Prométeme que vamos a salir de esto y que estaremos bien.

A ella le tomó un instante reponerse de la emoción, pero pudo hacerlo y responder, mientras lo miraba con infinito cariño.

—Te lo prometo.
—Y tú Rafael — siguió Mariano —, estuviste ahí, Magdalena me contó lo que sucedió; gracias por estar ahí, por todo, de verdad fuiste una bendición.
—No tienes que agradecer —replicó el moreno—, sólo hice lo que pude por ustedes, además tú no sólo eres el novio de mi hermana, eres mi amigo, somos familia, así que no hay nada más que decir al respecto. Me alegra mucho que todo esté bien, y espero que te recuperes muy pronto.
—Yo también, quiero estar en condiciones para el matrimonio.

A pesar de lo que podría haber parecido en la superficie, Magdalena ya había pensado con anterioridad en ese asunto.

—No creo que sea momento para hablar de ese tema.
—¿Por qué?
—Porque primero tienes que recuperarte, no es algo superficial —argumentó ella—. Lo más importante es tu salud.

La expresión de Mariano demostró que no estaba de acuerdo con eso.

—Amor, en quince días voy a estar recuperado, falta mucho para la ceremonia.

Eso distaba por completo de lo que él mismo pensaba poco antes, pero Rafael pensó que ese cambio de punto de vista era una buena señal, porque no cambiaba el espíritu que guiaba esa relación.

—Escuchen, tengo una idea —intervino mientras le daba forma a lo que estaba pensando—. En vez de preguntarse ahora si van a posponer o no el matrimonio, ¿por qué mejor no se olvidan de ese asunto por unos días?
—¿A qué te refieres?
—A que todo está listo para la ceremonia, y la celebración es algo íntimo, sólo para los más cercanos —explicó, recordándoles lo que ellos habían explicado al respecto algún tiempo atrás—; si no tienen que hacer más preparativos, simplemente dejen las cosas como están, y si surge alguna clase de contratiempo, aún hay más de dos semanas para reprogramar todo.

Magdalena en apariencia estaba determinada a posponer el evento para otra fecha, pero ante la sugerencia de Rafael comenzó a dudar.

—Estoy de acuerdo con lo que dice Rafael; me parece que es un buen plan de momento, así no nos preocupamos.
—De acuerdo —aceptó ella al fin—, hagamos eso, pero quiero que me prometas con mi hermano de testigo que no te vas a esforzar ni vas a aparentar que te sientes bien si no es así.
—Te lo prometo.

Después de dejar a Mariano muy bien acompañado, Rafael llamó a su amiga Abigaíl y se reunieron poco después en un café; a pesar de que él no le había anticipado por teléfono de qué se trataba, ella de alguna forma ya lo había predicho.

—Me dejaste un poco preocupada Rafael ¿Qué sucedió?

De seguro él no habría tocado el tema en otras circunstancias, incluso siendo algo que sucediera en reiteradas ocasiones, pero después de lo de Mariano, sentía que no era correcto tomarse esas cosas a la ligera; tal vez se trataba sólo de sueños extraños, pero las sensaciones que eso le produjo eran reales, e ignorarlas no haría que desaparecieran.

—Gracias por venir —comenzó mientras tomaba distraídamente la carta de café—, pero estoy bien, es sólo que hay algo que quiero preguntarte y era importante hablarlo en persona.

Esperaron a que les trajeran el café y continuaron.

—Si te puedo ayudar en algo, sólo dilo.
—Es sobre la muerte de tu abuelo ¿No te molesta tocar ese tema?

El rostro de ella demostraba que estaba sorprendida por la pregunta, pero no se mostró molesta.

—No hay ningún problema, pero no entiendo hacia adónde vas.

Rafael le contó acerca del sueño que recordaba, intentando explicar con claridad lo que sucedía, aunque él mismo no lo sabía con exactitud.

—A lo que quiero llegar con esto, no lo sé muy bien —reflexionó en voz baja—. Cuando sucedió lo de tu abuelo, me contaste que lo soñaste, pero que no era una especie de premonición, que era algo diferente.

Ella lo pensó un momento antes de responder; había adquirido un tono de solemnidad en su voz y en la postura corporal, que demostraba que era algo serio para ella.

—Sí, así fue. Lo recuerdo muy bien, es algo que se me ha quedado muy marcado en la mente; el abuelo no vivía con nosotros, lo veíamos cada cierto tiempo, y de pronto soné con él. Fue raro —recordó, sonriendo ante la memoria que estaba recuperando—, porque en el sueño pasaban cosas que no habían sucedido en realidad, pero era muy real, se sentía como si de verdad hubiera estado con él. Pero lo que me contaste no es sobre alguien que conozcas ¿O sí?

Esa era una pregunta que se había repetido en más de una ocasión; era una de muchas incógnitas en su mente.

—Si te respondo sin pensar, diría que no, pero siendo muy sincero, no lo sé. El sueño era tan extraño, tan real, como si todo eso hubiera pasado y lo estuviera reviviendo; pero yo nunca pasé por una situación como esa.

Le mostró la libreta en donde había tomado nota de lo que recordó al momento de despertar tras esa experiencia; de camino a ese punto de encuentro había vuelto a leer, y aunque lo que veía era en su mayoría frases sin sentido o incompletas, no podía dejar de sentir que detrás de esa forma torpe de transmitir sus sentimientos había sustancia, algo que no era producto de la casualidad.

—Es extraño —dijo ella tras leer las notas—, porque por lo que alcanzo a entender, podría decir que esto lo escribió alguien que sabía de lo que hablaba. Estuve leyendo un tiempo acerca de estas cosas cuando murió mi abuelo, y algo que me quedó es un sentimiento de familiaridad.
—¿A qué te refieres?
—A que lo que escribiste suena como si supieras de lo que estás hablando —explicó ella— ¿Sabes? Ese sueño que tuve con mi abuelo nunca pasó en realidad, pero lo que ocurría ahí era auténtico, era él —sonrió al recordarlo—. Era su forma de hablar, lo que me diría; no soy una mujer especialmente esotérica, pero cuando pasan cosas como esa, uno no puede simplemente cerrar la puerta y actuar como si no estuviera sucediendo algo.

El sí había actuado de esa forma; relacionando los hechos con cansancio, estrés, o simplemente dejando que el tema pasara. Pero conforme se repitió, estuvo en la obligación de hacerse preguntas, las que hasta ahora no tenían respuesta.

—¿Tú crees que son cosas producto de mi imaginación?
—No, no lo creo —replicó ella—. Lo que creo es que hay algo que tienes que descubrir.

A Rafael esa idea se le hacía insuficiente.

—Ese es el punto, que no sé qué es lo que podría tener que descubrir.
—¿Y qué fue lo que sentiste?

Eso era lo más claro, aquello de lo que tenía la certeza que, en el fondo, lo había hecho tomar la decisión de hablar con alguien que le diera confianza.

—Lo que recuerdo es una sensación muy fuerte.

Se quedó un momento en silencio, y al recordar, por primera vez entendió que había estado negándose a ver las cosas como eran; se había estado negando a ver que ese sentimiento era realmente mucho más fuerte y complejo de lo que se atrevió a ver. Y para saberlo, era necesario enfrentar eso, llegar a una zona de fragilidad, aunque eso tuviera un costo.

—Eran muchas cosas a la vez —explicó al cabo de un rato—; lo primero, es una sensación de estar con alguien importante, alguien a quien conozco, porque estaba esa familiaridad de conocer muy bien a esa persona. Pero al mismo tiempo, había temor, mucho miedo a que sucediera algo, y ese miedo venía junto con tristeza.

Por primera vez pudo alcanzar ese sueño de una forma más concreta, y entender parte de lo que en el había sucedido; había un sentimiento, claro que sí, y era amor, un amor puro y poderoso que lo llenaba y hacía que sintiera felicidad ¿Por qué había entonces tanto miedo? ¿Por que después había un dolor tan grande? Era como si nada en el mundo pudiera terminar con ese dolor.

—Es miedo a la separación —concluyó después de un instante de reflexión—. Lo que sentía en el sueño era miedo a que me separaran de esa persona. Pero no tiene sentido, no estoy enamorado de nadie, y tampoco hay nada que me esté amenazando; no lo entiendo, no sé cómo puedo sentir algo tan fuerte y al mismo tiempo no saber de qué se trata.

Ella lo miró fijo a los ojos, atenta a sus reacciones mientras hablaba; al cabo de un momento expresó su opinión.

—Lo que creo es que ese sueño tiene que ver con algo que te va a pasar.
—¿Cómo una premonición? —pregunto él, escéptico—, pero el sueño es como algo que debería recordar.
—Pero si no sucedió —explicó Abigaíl—, es porque algo va a pasar; tienes que ampliar un poco tu horizonte Rafael. Tal vez tú no te das cuenta, pero cuando hablas de lo que sucede en el sueño, es como si estuvieras hablando de ti mismo, se puede ver que es algo que nace de tu interior. Entonces, lo que veo es que esto que estás soñando, esta angustia por perder a alguien es una alerta, algo que te está diciendo que debes estar preparado.

Como si un peligro se acercara; pero no podía saber qué clase de peligro era.

—Lo que estás diciendo es que el sueño me está haciendo creer que va a pasar algo malo.

Ella iba a responder, pero se lo pensó un momento antes; su respuesta fue más esperanzadora de lo que él estaba anticipando.

—No necesariamente tiene que ser algo malo.
—Pero el sueño es sobre cosas malas —refutó él—, es sobre pérdida, miedo y dolor.
—Dijiste que sentías que había alguien importante, que había amor.
—Pero el amor no tiene que ser algo que haga daño —insistió él—, no puedo creer que un amor tenga que vivir con dolor y con sufrimiento, no es justo.

Se detuvo al notar que esas palabras las había dicho sin pensar en su significado; no, la realidad era que había muchas personas que amaban y sufrían al mismo tiempo, o que sufrían porque algo le había sucedido a esa persona. Madres, padres, hijos que perdían a ese familiar tan querido por causa de una enfermedad o un accidente; todos los días morían personas de forma violenta, dejando relaciones amorosas y familiares a medio camino, cortando para siempre los sueños y esperanzas de quienes en muchos casos no tenían el poder de evitar estos sucesos.

—Es cierto —se corrigió, en voz baja—, la verdad es que es así, yo lo puedo negar.
—Eres muy idealista, como siempre —observó ella.

Su pensamiento era tan claro al respecto: desde la lógica, sabía muy bien que las injusticias existían, y que en muchos casos el origen puro e inocente de un amor no era garantía de que las cosas salieran bien. Pero en su interior, un pensamiento distinto, más irracional pero más auténtico no dejaba de pujar por tomar el lugar primordial, aunque no fuera sensato.

—No eres la primera persona que me dice eso en el último tiempo ¿Sabes?
—Tal vez es porque lo eres —afirmó ella, con una cariñosa mirada.

No había descifrado el sueño, pero se sentía un poco más tranquilo respecto a su conciencia; de alguna forma, sacar conclusiones respecto a sus percepciones lo acercaba a algo más concreto, y quizás su amiga tenía razón.

— ¿Qué crees que debo hacer?
—Creo que tienes que confiar en lo que estás sintiendo —replicó ella—; desde que te conozco, siempre has sido un hombre que actúa de forma práctica, que no vives de ilusiones, pero al mismo tiempo eres honesto con lo que sientes y vives de acuerdo con eso.
—Es difícil actuar de acuerdo con estos sentimientos que es como si no fueran míos—murmuró él.
—El cierto, pero quizás la clave es dejar que las cosas pasen. Tal vez esto que sientes ahora es una oportunidad de hacer bien en el futuro algo que de otra manera harías mal. ¿Cuántas oportunidades en la vida hay de prevenir cosas que no sabemos que van a pasar?

2


Después de su reunión con Abigail, Rafael volvió al departamento e intentó poner sus ideas en claro; si partía de la base que el sueño no era algo real, sino una especie de intrincado modo de su mente de mantenerlo alerta, tenía que decidir si tomar en serio esa información o no.
Pero en realidad ya había tomado esa decisión, y no fue al llamar a su amiga para pedir su consejo: había sido antes, cuando tomó la libreta y escribió en ella lo primero que se le vino a la mente, o acaso aún antes, cuando entre sueños intentaba alcanzar esos recuerdos y entenderlos antes que la luz de la conciencia los desvaneciera.
Estaba pensando en estas cosas cuando una llamada lo interrumpió.

—Mamá —saludó al contestar el móvil— ¿Cómo estás?

Como de costumbre, la voz de su madre era fuerte; modulaba muy bien, hablaba rápido y era clara y concreta.

—Bien, hijo. Escucha esto, estaba ordenando algunas cosas en el cuarto de los cachivaches y no me vas a creer lo que encontré: tu ropa con la que te graduaste de secundaria.

Parecía que eso ocurrió mucho tiempo atrás; Rafael sonrió al recordar lo incómodo que se sintió con un traje que le quedaba muy ajustado porque había sido comprado meses antes de la ceremonia y en el transcurso creció lo suficiente como para que la ropa pareciera de una talla menor a lo que necesitaba. Años después la moda más reciente para hombres era, curiosamente, ropa formal más ajustada al cuerpo.

—Vaya, pensé que todo eso estaría mucho más al fondo; pero ahora no me quedaría.
—No, ahora eres más grande —opinó ella, sin disimular su orgullo—, así que pienso que no te molestaría si lo dono junto con otra ropa vieja al hogar.

Colaborar en un hogar que acogía menores era otra de las muchas ocupaciones extra de su madre, y le dedicaba una o dos tardes al mes dependiendo de su tiempo.

—Me parece una buena idea, mamá —resolvió en un instante—, y si encuentras más ropa mía que sea antigua, puedes agregarla también.
—Qué lindo gesto —replicó ella—, entonces eso haré. Pero no te llamaba por eso, era porque encontré la pinza para corbata que venía con el traje ¿Te acuerdas?

Lo recordaba muy bien: era una pinza color plata con un brillante en el centro y un detalle de esmalte negro en un extremo; siendo un adolescente le pareció un exceso y algo demasiado llamativo, pero al verlo en las fotos le parecía que todo era sólo un punto de vista algo inmaduro.

—Sí, me acuerdo.
—¿Y si lo usas en el matrimonio? —preguntó ella—. A todo esto, casi olvido decirte que hablé hace un rato con Matilde, está mucho más tranquila teniendo a Mariano en casa, y dice que él está de muy buen humor y que dice que no quiere que se posponga la boda.
—Sí, Mariano me dijo lo mismo.
—Bueno, sea como sea, ahora que él se está recuperando y ese susto ya pasó, podemos empezar a prepararnos para el matrimonio de Magdalena, y quería pedirte que usaras esa pinza.
—Me encantaría mamá —comentó él, sonriendo—, supongo que ya tienes algo también para que mi hermana lo use ¿No es así?

La risa cristalina de su madre hizo que confirmara la idea.

—Sí, aunque es algo distinto: es el lazo de color verde que le hice cuando estaba en segundo de secundaria; hice una flor con él y creo que puede llevarla en la muñeca o en el tirante del vestido.

De acuerdo con los colores del traje de novia, esa idea funcionaría perfecto, y la perspectiva de tener a la familia reunida para el matrimonio era un alivio después de lo sucedido durante el asalto.

—Es una gran idea, me gusta. Mamá ¿Hablaste con mi hermana?
—Sí cariño, más de una vez. Dije que iría hoy en la tarde, pero insistió en que estaba bien y que no quería que fuera, pero creo que se estaba haciéndose la fuerte.

Rafael pensaba lo mismo, pero considerando que desde luego estaría cansada, y además que contaba con el apoyo de sus suegros, de momento no era de máxima urgencia que su madre viajara a la ciudad.

—No creo que sea tanto eso, es que tiene que retomar el orden de todo en la casa y Mañana ir al trabajo. Pero podrías pasar por acá mañana en la tarde.
—Oh, por supuesto que lo haré —repuso ella con energía—. Me prepararé para un viaje de visita, porque no quiero que mi niña se sienta presionada por mí en su casa.

Por un momento, Rafael se debatió ente decirle o no que él también la extrañaba y necesitaba, y a medio camino de ese conflicto se preguntó por qué estaba cuestionándose algo como eso; reconocer la fragilidad de la nostalgia no lo hacía débil.

—Yo mañana estaré en el trabajo desde temprano, pero podría hacer un espacio para verte, si es que más tarde vas a estar con poco tiempo por lo de la visita a mi hermana.
—¿No te traerá problemas en el trabajo ahora que te cambiaste de puesto?
—Para nada —replicó él—, además tengo que beneficiarme de algo de ser el encargado de la tienda ¿No lo crees?
—Está bien, entonces te llamo cuanto esté por allá ¿Bien?
—De acuerdo mamá. Te quiero.

Después de finalizar la llamada, se quedó pensado en lo que producía en él algo en apariencia tan frío como una comunicación telefónica, cuando era con alguien a quien amaba; si estaba cansado o tenía alguna clase de problema, todo remitía al establecer contacto, y aunque no se solucionara, en su interior sentía mucho más cerca la posibilidad de alcanzar la tranquilidad. Cuando sabía que alguien a quien amaba estaba en problemas, aquéllos eran suyos, y sentía la necesitad de conocer de qué se trataba, así como de hacer algo al respecto; eso era de lo que se trataba el sueño, de alguien a quien amaba, y de quién no quería separarse ¿Se trataba sólo de eso? No lo sabía con claridad, pero después de la conversación con Abigail había hecho algunas conjeturas, y llegó a la conclusión de que lo más probable era que su sensación fuera alguna clase de miedo al cambio o al futuro; de todos modos, se dijo que no había mucho más que pudiera hacer al respeto, y que la mejor opción era estar atento a cualquier cambio a su alrededor.

3


Entonces lo vio, tendido de espalda en el suelo, entre escombros calientes, entre humo, entre otras personas también heridas; vio con horror el uniforme amarillo, quemado, la pierna izquierda en una extraña e inhumana posición, la camisa hecha jirones, la piel fragmentada, el cuerpo apenas haciendo un leve movimiento. No, no podía estar pasando eso, tenía que ser una pesadilla, alguna cruel maquinación de su mente o una fuerza sobrenatural. Todo, el estruendo de hacía unos momentos, los gritos de las personas alrededor y lo que estaba viendo tenía que ser una pesadilla.

— ¡Ayuda! —gritó, mientras se arrodillaba junto a él— ¡Una ambulancia, ayuda por favor!

Nadie atendió a su grito. Ignorando el olor a piedra y metal quemado y el insoportable calor del lugar, se arrodilló junto a él, sin poder procesar del todo lo que estaba pasando; los sonidos a su alrededor eran como un coro demoníaco de voces que aunque no podía entender lo aterrorizaban por completo.

—Mírame —pensó con desesperación—, mírame por favor.

No le importó ver su rostro desfigurado por las quemaduras y cortes; era él, era el mismo de siempre, era la misma presencia que sentiría, aunque el mundo entero se opusiera. Eran los mismos ojos que serían la luz para los suyos en un universo lleno de tinieblas.
Balbuceó su nombre, demostrando que de alguna manera había logrado reconocer su voz; con extrema delicadeza tomó su rostro entre las manos, sintiendo tantas cosas a la vez. El poder de su amor, transmitido en la débil pronunciación de su nombre, y en su mirada, esa forma única de reconocerlo, que tantas veces lo hizo estremecer; y al mismo tiempo, el terror de verlo destrozado, sabiendo que sufría de un modo que no alcanzaba a comprender del todo. Quiso hablar y decir mil cosas, pero el horror tomó el primer lugar en sus labios.

—Estoy aquí, estoy aquí —murmuró con la garganta cerrada—. Sé fuerte, te voy a ayudar.

Había comenzado a sollozar sin darse cuenta; a través de sus ojos empañados lo miró fijo, luchando por no perder el contacto, como si supiera que mantener el lazo visual era la forma de retenerlo.

—Sólo sé fuerte.

Una voz, un entendimiento en su interior le dijo que eso era inútil, que no había algo que él o cualquier persona pudiera hacer para cambiarlo. Su lado lógico había entendido, al instante de ver esas terribles heridas, que era el fin del camino, pero le resultaba imposible aceptarlo; no podía ser, no podía permitir que sucediera. Tenía que salvarlo, tomaría su lugar en la muerte si era necesario, pero tenía que arrancarlo de esas invisibles garras que lo arrastraban.
Escuchó cómo pronunciaba su nombre ¿O sólo era el movimiento de sus labios? Con un estremecimiento entendió que, a pesar del infierno, se habían encontrado en cuerpo y alma, y que podrían comprenderse aún sin palabras.

—Estoy aquí, estoy aquí. Resiste por favor.

Había sollozado el ruego, intentando en su desesperación transmitirle confianza y esperanza, sonriendo entre sus lágrimas a pesar del dolor y el sufrimiento que lo traspasaban en esos momentos; en su mirada, sin embargo, vio un sentimiento que lo desarmó por completo: había alcanzado la comprensión de saber lo que iba a pasar, y de algún modo estaba en paz con eso. Ver esa aceptación al destino hizo que se sintiera más desesperado, porque no era justo tener que aceptar ese cruel destino cuando el de ellos debería haber sido ser felices.
El infierno se había desatado a su alrededor, consumiendo en sólo segundos todos sus sueños y esperanzas; en medio de los escombros ardientes, permaneció arrodillado sobre el suelo quemado, sosteniendo su rostro y luchando contra el tiempo y la muerte, rogando que su fuerza fuera capaz de retenerlo junto a él, o incluso a pesar de él. Aunque fuera un desafío a todas las leyes del universo, tenía que salvarlo, tenía que conseguir para él una segunda oportunidad.

Aún si tenía que atravesar la eternidad, lograría salvarlo.

Rafael abrió los ojos en medio de la madrugada. Estaba en su cama, durmiendo sobre el costado izquierdo, abrazándose así mismo, sintiendo una presión en el pecho que superaba cualquier dolor que hubiera experimentado alguna vez; su vista vagó por la oscuridad y trató de salir del sueño, pero el peso del dolor y la fuerza de aquello que estaba experimentando fueron superiores, y se sumió otra vez en las profundidades de un abismo de pasado contra el que no podía luchar.


Próximo capítulo: Cariño y preocupación

La traición de Adán Capítulo 14: Cosas elementales



Despuntó el alba de aquel Domingo y en el departamento estaban Eva y Adán, abrazados reposando en la cama. Realmente parecía perfecto todo lo que sucediera entre ellos, hacer el amor era una nueva experiencia a cada momento, en la que las caricias eran precisas y quemaban con el placer máximo para los dos; pero no solo el sexo era fantástico, también lo era el después, el quedarse abrazados, siendo mecidos por el compás de sus corazones, hablando con alguien a quien conocían tan poco tiempo, pero tanto en experiencias.

–Siento que pasamos muy poco tiempo juntos.
–Son cosas del trabajo –comentó ella en voz baja–, no podemos estar siempre juntos, además a veces no hace falta.
–Tienes razón.

Rieron, cómplices. Adán se incorporó hasta quedar sentado, Eva se cobijó en su regazo.

–Las cosas van muy rápido en la Constructora –comentó ella, sacudiéndose el cabello–, solo me preocupa el Boulevard.
–Creí que lo habías solucionado.

Eva frunció el ceño; esperaba poder dar un final limpio y rápido a esa historia, pero contra sus pronósticos, no fue así.

–Intenté convencer a Esteban de sacar a la encargada en terreno, pero me soltó un discurso sobre las jerarquías, y dijo que aunque yo sea su jefa no puedo decidir con quién él trabaja, según él esa mujer es perfecta para el puesto.
–Si ese hombre molesta tu trabajo, elimínalo.

Estaba segura de terminar haciéndolo, pero no iba despedirse de él sin antes dejar en claro que era ella quien tenía la última palabra.

–No tengo ningún argumento sólido para hacerlo.
–Pero igual es un inconveniente que no necesitas, eso es más que suficiente —comentó, mientras entrelazaban los dedos—. Si te deshaces de él tendrás cientos esperando por su puesto.
–He estado buscando a quien lo reemplace, pero primero debo respaldar los archivos de los proyectos.
– ¿Por qué, crees que los va a destruir?
–No soy su persona favorita, y si lo despido está en su derecho de sentirse ofendido y querer llevarse su trabajo para que nadie saque provecho de él. De todos modos, ya me estoy encargando de eso, tengo a una persona protegiendo la información más vital.
–Me alegro, así no tienes que preocuparte de detalles como ese; ya estoy preparando algo en qué desarrollar algunas ideas, quiero darle forma para contarte.

Se besaron apasionadamente; esa electricidad, la sensación de estar por completo en la otra persona era algo que no tenía precio.

–Sabía que te traías algo, cuéntame cuando lo tengas listo. ¿Y has sabido algo de la hija de tu artista?
–Nada, está haciendo vida común por lo que veo, pero necesito averiguar más sobre ella, aún me parece un peligro que esté rondándonos.
–Tienes razón. Adán, por lo que me has dicho, ella es un riesgo latente.


2


Micaela y Esteban estaban tomando desayuno en el departamento de ella, y aunque la chica se ofreció a encargar algo preparado, él había insistido en preparar unos huevos con carne que se suponía levantaban muertos; el concierto de Replicantes al que habían ido resultó intenso, justo la descarga de adrenalina que la joven necesitaba para sentirse más animada. Respiró el apetitoso aroma mientras servía café.

–Y al final, el concierto fue mucho mejor de lo que esperé, fue buena idea ir.
–Un logro más en mi lista, genial –dijo él desde la cocina.

Micaela terminó de poner la mesa mientras Esteban llegaba con los platos con la humeante preparación.

–Huele bien.
–Te lo dije, es la receta de un primo del campo, con esto me amarás más, si es posible.

Sirvió para ambos y se sentaron ante la mesa alta; Esteban era realmente un tipo muy agradable, y no se quedaba corto al decir que quería conseguir su amistad; lo estaba logrando a pasos agigantados. Ella probó un bocado, y se deleitó un momento con el sabor de la preparación; si bien, a simple vista parecían unos huevos revueltos con carne picada, al probar, comprobó que tenía algunos ingredientes extra, y un toque de sazón perfecto.

–Está buenísimo, tienes que darme el dato.
– ¿Estás loca? –rio él– la receta es secreta, mi primo me mataría si...

Se interrumpió al escuchar el sonido de su celular. Se puso de pie y lo sacó de su mochila, leyendo en él, con atención.

–Qué extraño.
– ¿Qué ocurre?
–No lo sé replicó, con el ceño fruncido—, mi servicio de correo me manda una notificación para confirmar que mantengo activa mi cuenta.
–Por eso no hay que dejar tiradas las cuentas de correo.
–No lo hice –respondió Esteban sentándose de nuevo–, es la que uso siempre. Seguro es alguna actualización por medidas de seguridad –se encogió de hombros, restando importancia al asunto—, después lo compruebo. A todo esto, tenemos que revisar el tema de los adhesivos para interiores que me dijiste.

Micaela hizo una exagerada mueca de frustración al escuchar esas palabras.

–Oh, pero seguro que puede ser después, es domingo y he dormido muy poco después del concierto.
–Claro –dijo él, sonriendo—, pero te digo para que me acuerdes.



Mientras tanto, la actividad no cesaba en el lujoso departamento de Bernarda Solar; estaba en la sala de sol disfrutando de un desayuno ligero, cuando la criada tocó a la puerta de cristal.

—Señora Bernarda, disculpe. El conserje llamó para avisar que la señorita con la que tiene cita viene subiendo.
—Perfecto, puntual como me gusta. Adela, recoge todo por favor.
–Ahora mismo.

La aludida, una muchacha delgada y joven que hacía servicios para ella, recogió de la mesa todo rastro del desayuno en pocos segundos, dejando en su reemplazo un florero de cristal azul, con un hermoso ramo de flores en él, desapareciendo de vista un momento después. Bernarda abrió la puerta y dejó pasar a su invitada, a una mujer de 23 años, de rasgos exóticos, morena, voluptuosa y de cabello negro, de aspecto sensual y atrevido. Era claramente de ascendencia extranjera, pero en ella había una mezcla que hacía imposible saber si tenía antepasados europeos, asiáticos, hindúes o caribeños, pues de todos ellos parecía tener al menos un rasgo, pero al mismo tiempo no era por completo ninguno; al mismo tiempo lucía como una modelo de ropa alternativa, y una sensual actriz o bailarina, esto último resaltado por una expresión corporal que era muy similar a la cadencia de una inexistente música. Sonrió de forma espléndida y saludó a su anfitriona con un delicado beso en cada mejilla.

–Qué gusto volver a verte, Bernarda.
–Lo mismo digo, Luna –respondió la dueña de casa, haciéndola pasar–, estas aún más encantadora de lo que te recordaba.

La morena entró en la sala del departamento, dando una rápida mirada a la decoración, que aprobó con una nueva sonrisa.

–Gracias, y tú, te ves divina, tan poderosa mujer. Qué hiciste ahora, ¿compraste algún centro comercial, una automotora?

Bernarda rio, y ambas se sentaron cómodamente en sillas altas en el balcón, a un costado de la sala de sol.

–Ya tengo una automotora. En realidad, esta vez te necesito para una temporada, así que primero tengo que saber si es que te puedes quedar un par de meses, al menos.
–Estoy libre –comentó la joven–, así que si me necesitas, te ayudo encantada, sabes que siempre estaré en deuda contigo.

La dueña abrió el mini bar y sirvió bebidas frías para las dos.

–Dentro de poco —explicó, con más seriedad—, comienzo un nuevo proyecto de exhibición, algo así como la galería Cielo pero llegando a un nuevo nivel, y quiero que tú seas la persona que consiga atraer a todo el público que sea posible, algo así como el rostro de la campaña. Eres la mujer perfecta para eso, así que lo único que necesitas es ser tan bella como solo tú sabes serlo.

Luna sonrió. Apreciaba los elogios casi tanto como los ceros, y con Bernarda ambas cosas siempre estaban relacionadas; la historia que las unía era fuerte, y aunque de una mujer como ella jamás se podía hablar de una amistad propiamente tal, la lealtad y el cumplimiento de objetivos a cambio de una buena suma de dinero era el perfecto equivalente. Además, Bernarda era generosa con quienes trabajaban como ella quería, y Luna tenía una gran capacidad de adaptación.

–Solo dime por dónde empezar.
–Todavía no. Por ahora te quedarás en uno de mis departamentos, te iré entregando la información que necesites, y cuando el tren empiece a avanzar, te llamaré.

La chica se dio un momento para beber del exquisito trago, mientras analizaba lo que había oído; eso quería decir que lo de captar público era relevaste, pero lo que de verdad tenía importancia era algo más, una situación o una persona a quien Bernarda estaba analizando, antes de decidir el ataque definitivo.

–Excelente, no tengo objeciones. Haremos un gran trabajo juntas, igual que en Inglaterra hace dos años.
–Será mejor Luna. Infinitamente mejor.

2


Esteban no trabajaba los días domingo, pero estaba frente al ordenador, cuando recordó su conversación con Micaela por la mañana, y por curiosidad ingresó a su cuenta de correo con la que trabajaba, para confirmar la información de seguridad rutinaria que esperaba. Entonces se quedó helado al ver que todas las carpetas de su correo habían desaparecido, y solo quedaban los no leídos en bandeja de entrada. Sintió que se le paralizaba el pulso, porque al ser corporativo, ahí tenía datos, informes y conversaciones importantes, no podía ser que simplemente desaparecieran de un día para otro.

–No puede ser –dijo en voz alta–, no están, los correos no están...

En ese momento de confusión, notó que el indicador de mayúsculas no estaba apagado. ¿Cómo podía haber entrado a su cuenta digitando la contraseña en mayúsculas si él mismo la había configurado para minúsculas? Al instante, una idea horrible apareció en su mente, y sin cerrar esa ventana abrió otra para la segunda cuenta que tenía. No pudo entrar.

–Oh... Dios...

Cerró la cuenta de correo, volvió a ingresar y comprobó con horror que realmente solo entraba la contraseña con mayúsculas; tomó el teléfono y llamó a Micaela.

–Dime que tienes una idea para la cena y me transporto allá —dijo ella, alegremente—. Salí a comprar algo así que estoy muy cerca de tu departamento.
–Tengo un problema grave –replicó él, saltándose los saludos–, alguien saboteó mi correo, perdí toda la información.

Cinco minutos después ella ya estaba en el departamento, tratando de poner paños fríos a la escena que tenía angustiado a su nuevo amigo.

–Tengo datos muy importantes ahí, no sé cómo es que pudo pasar esto...

Esteban estaba pálido, y aún desconcertado por lo que estaba sucediendo.

– ¿Y tenías respaldado algo?
–Los proyectos terminados —replicó, ido—, o lo que haya reenviado, supongo que es posible, pero hay cosas que no... Oh, por todos los cielos...
– ¿Qué?
–La remodelación –respondió con preocupación, mirándola con ojos muy abiertos por la preocupación–, los planos de la remodelación estaban ahí.
–No te preocupes por eso, me los enviaste así que...

Pero ella misma se quedó callada ante la duda que de repente surgió en su mente; parecía imposible, pero hizo una conexión que no se le había ocurrido antes, y para despejar esa incógnita, ingresó a su cuenta propia; la contraseña también había cambiado.

–Maldita sea –protestó él–, esto es sabotaje, es sabotaje, quieren arruinarme.

Pero la joven estaba entrando en otra cuenta.

–Tranquilízate. Mira, tengo todos los correos que me enviaste en esta otra cuenta.
– ¿Qué? ¿Pero cómo lo...?

Desde que ocurrió todo lo relacionado con Pilar, Micaela había tomado una serie de medidas de protección, llevada por una paranoia casi incontrolable.

–Tengo siempre la precaución –respondió ella, evadiendo las verdaderas razones–, esta otra cuenta no está a mi nombre, así que sería difícil que alguien acceda de la misma forma que a la oficial; pero lo que acabas de decir tiene mucho sentido, están saboteando el proyecto.

La imagen de Eva San Román pasó por su mente mientras descargaba todos los archivos adjuntos, pero aunque no se agradaban mutuamente y su contacto había sido más bien rudo, no tenía ningún motivo para llegar hasta ese nivel.

–Fue Eva.
– ¿Que estás diciendo?
–Fue Eva, esto es obra suya –replico él, con voz lúgubre–, quiere sacarme del proyecto, y como no tiene argumentos, está tratando de hacer cosas adicionales.
–Eso es ridículo –dijo Micaela–, ella es la responsable legal del proyecto, si no te quiere ahí, simplemente te despide.

Esteban no le había dicho de la escena en que Eva le exigía sacarla del trabajo, y no se lo diría tampoco, aunque sabía muy bien que si él mismo era despedido, los días de Micaela estaban contados en la constructora. Toda la sorpresa y agrado que experimentó al ver a la nueva ejecutiva se desvaneció cuando comprendió que ella estaba tratando de manipularlo con palabras elegantes y muy bien usadas; si bien no estaba usando la clásica estrategia de la sensualidad, lo que hacía era lo mismo, pero de un modo mucho más sofisticado, y él detestaba que trataran de controlar sus decisiones, de modo que llevó la conversación a un frío término.

–Tenemos que resguardar toda la información y cambiar las contraseñas, y mañana tendremos montañas de trabajo, pero no vamos a denunciar esto.
– ¿Y por qué no?
–Porque denunciar —respondió él, con determinación—, es poner sobre aviso al que lo hizo. Lo que te estoy proponiendo es que sigamos trabajando como si nada de esto hubiera pasado.

Micaela lo miró, sorprendida por su actitud. En un instante había recuperado la calma, y estaba decidido a no dejarse vencer con facilidad.

— Entiendo dónde quieres llegar, pero también es peligroso.
–Sí, pero le quitamos importancia, le hacemos creer que no nos hizo daño, se va a confiar. Y cuando las personas se confían, cometen errores.

Micaela lo miró con el ceño fruncido.

–Puede ser, pero También puede que decida ir mucho más allá, y trate de meterse con nuestras cuentas de banco y los impuestos, eso lo leí en un libro.
–Que se haya metido con nuestras cuentas de correo no significa necesariamente que sea un hacker profesional, Tal vez es sólo alguien con cierta experiencia; pero tu sugerencia es buena, quizás debamos prevenir eso también, por las dudas. Tengo un primo que tiene un amigo que es informático, lo llamo ahora mismo, y él sabrá como rastrear al que nos está perjudicando.

3


Adán estaba disfrutando de unos momentos de tranquilidad en su departamento, y evaluaba lo que iba a pasar desde el lunes en adelante: ya tenía firmado el preacuerdo con Bernarda Solar por una cifra sumamente atractiva, y comenzaría a trabajar con ella tan pronto como terminara con Carmen, aunque al respecto de la fecha en que eso sucedería, tenía algunas dudas, porque ella seguía encerrada pintando. Bernarda no había querido adelantar más acerca de cuál era exactamente el proyecto para el que lo tenía considerado, pero tras revisar la información legal relacionada con ella, podía esperar un cargo importante, o estar a la cabeza de algo nuevo, lo que por un lado explicaría su insistencia en contratarlo, y por otro, aseguraba un futuro luminoso.
De pronto, sentía urgencia por ver el segundo cuadro terminado, por ver renacer aquel efecto mágico frente a sus ojos, pero en su mente permanecía la duda sobre el desarrollo de la obra, porque nadie le podía asegurar que la pintora realmente pudiera recrear el efecto, y no era Carmen la autora completa de esa maravilla; desde la lógica, entendía la desesperación de la artista al ver destruido el segundo cuadro, y a la vez, sabía que toda esa historia del amante del pasado era una influencia adicional al panorama, una de la que no sabía si lograría efectos positivos o negativos.
No, era absurdo, lo haría, y cuando ya no lo necesitara, estaría lista para emprender vuelo hacia su nuevo proyecto, lo que lo dejaría libre para entrar de lleno en su nueva ocupación y conseguir gran parte de sus objetivos a corto plazo, es decir dinero, una buena posición y contactos, todo junto a la importante empresaria Bernarda Solar y su red de negocios; había estado investigando un poco, y ella no solo era la dueña de la Galería Cielo, también lo era de una automotora, una cadena de cafés temáticos, un par de edificios y una productora, todo eso sin contar las acciones. Sabía que usando bien sus cartas tendría a su favor el siguiente escalón en su ascenso, no había motivos para preocuparse.
Hasta que cayó en un detalle que había pasado por alto en su departamento, quizás porque aún estaba embelesado con el aroma de Eva, o porque no estaba pasando mucho por el departamento, pero sí había algo distinto. Miró en derredor y lo descubrió, un pequeño sobre blanco a pocos centímetros de la puerta, seguro había pasado sobre él sin notarlo, pero no admitían vendedores ni publicidad en el edificio, lo que hacía extraña su presencia; tomó el sobre, con el ceño fruncido, y extrajo una tarjeta con una sola frase escrita en imprenta, con letras negras. El texto era escaso, aunque poderoso por su significado.

«Dejaste un cabo suelto. Ya sé quién eres»


Próximo capítulo: Confusión



Contracorazón Capítulo 13: Desde el pasado




La noche en la urgencia había sido larga, silenciosa y angustiante, pero sin novedades. Magdalena accedió a ir a la cafetería del lugar, pero no quiso comer ni tomar algo, sólo se quedó sentada ante la mesa, mirando al frente, con la vista un poco desenfocada y sin pronunciar palabra.
Rafael entendió que nada conseguiría intentando hacerla hablar, por lo que optó por guardar silencio y acompañarla tras asegurarse de pedir que le avisaran de cualquier novedad. Se vio en la obligación de llamar a los padres de Mariano para informarles, y trató de minimizar el efecto de sus palabras, sabiendo que eso no daría resultado; estaban muy tensos cuando llegaron, y se quedaron junto con ellos en la cafetería.
A las cuatro de la mañana una enfermera les dijo que Mariano había superado la cirugía y que había sido trasladado a cuidados intensivos; en ese momento la emoción de Magdalena afloró, pero tuvo un increíble aplomo para expresarse.

— ¿Puede entrar alguien a verlo?
—Solo una persona —advirtió la enfermera—, y sólo por un minuto.

Rafael sintió un estremecimiento al ver el generoso acto de su hermana menor; sin dudarlo, hizo un gesto hacia los padres de Mariano.

—Tiene que ir uno de ustedes.
—Pero Magdalena, tú... —murmuró la madre de Mariano, conmovida.

Haciendo un gran esfuerzo, la chica les dedicó una cariñosa sonrisa, que era por completo honesta.

—No es una pregunta; Mariano se está recuperando ¡Los necesita a ustedes primero! Vamos, tienen que decidir ahora.

El padre de Mariano le hizo un gesto de asentimiento a su esposa, y esta acompañó a la enfermera hacia la habitación correspondiente.

—Rafael, creo que tenías razón —dijo la chica—, me hace falta un té.
—Yo te lo traigo, hija —intervino el padre de Mariano—, vuelvo en un momento.

Ambos hermanos esperaron a que el hombre desapareciera de vista, y sólo en ese momento Rafael habló.

—Lo que hiciste fue muy bonito —comentó en voz baja—, es un gran gesto.
—Es lo correcto.

Apenas pudo pronunciar estas palabras y rompió en llanto, pero en esa ocasión fue distinto que cuando recién ocurrió el ataque; esa vez fue un llanto ahogado, profundo, que tenía que ver más con pérdida que con desesperación, porque estaba haciendo un sacrificio en pos de un bien mayor, a costa de su propia tranquilidad. Estaba postergándose para que el hombre al que amaba tuviera la compañía de su madre. Rafael la abrazó, y por largos segundos se mantuvieron ahí, entre paredes asépticas y el movimiento incesante de otras emergencias alrededor. Después de un momento, ella se separó de él y se secó las lágrimas, respirando fuerte y repetidas veces para tratar de calmarse.

—Voy a mojarme la cara —dijo con algo de dificultad—, vuelvo en seguida.
—Te espero aquí —replicó Rafael.

Magdalena alcanzó a entrar en el baño justo un segundo antes que la madre de Mariano regresara de la habitación; la mujer se veía angustiada, pero contenida.

— ¿Cómo está? —le preguntó Rafael al verla.
—Dormido —replicó ella—. Dicen que salió bien de la cirugía, pero hay que esperar a que evolucione.
—Mariano es fuerte, se va a poner bien.

Magdalena volvió más repuesta, y pocos momentos después el padre de Mariano. Los tres se quedaron muy juntos, hablando de lo que su madre había visto en esa habitación.

La madrugada siguió sin mayores novedades; Rafael fue al baño a refrescarse, y luego a la cafetería por otro café de mala calidad. En realidad, no tenía sueño ni sentía ganas de consumir cafeína, pero realizar esa acción le permitía sentir que estaba haciendo algo, manteniéndose en movimiento. A las seis treinta, cuando iba de salida de la cafetería, se topó con Martín.

—Martín ¿Qué haces aquí?
—Obviamente te vine a ver, eso es lo que hacen los amigos.

Rafael no pudo evitar sentir una oleada de emoción ante las palabras de Martín; en esos momentos lo necesitaba mucho.

—No sabes cuánto te agradezco que hayas venido, pero no era necesario que vinieras tan temprano, me voy a sentir culpable.
—Vine porque quise —replicó Martín—, así que no te puedes sentir culpable por nada. Cuéntame cómo va todo.

Rafael le contó lo que había pasado en su ausencia.

—Escucha, traje el auto, había pensado que si quieres podemos ir a tu departamento para que te des una ducha o algo.

Rafael pensó en la madre de Mariano, que había llegado a la urgencia con un bolso de mano, el que discretamente le había pasado a Magdalena como una muestra de solidaridad femenina y preocupación, para que pudiera mantenerse en buenas condiciones. Estaba algo sudado, y definitivamente la ropa que traía no era la apropiada para pasar una noche en vela.

—No lo había pensado, es sólo que me da un poco de nervios de dejar sola a mi hermana.
—Pero dijiste que les avisarían de cualquier cambio, y que por el momento tendrían que esperar el reporte de las siete y media; no creo que nos tardemos mucho.

Rafael se lo pensó un momento y decidió que era una buena opción. Después de decirle a su hermana que se ausentaría un rato, salieron rápido en el vehículo que el trigueño mantenía aún en su poder; más tarde en su departamento, Rafael agradeció la ducha y se vistió rápido para salir.

—Estoy listo —exclamó saliendo del baño.
—Perfecto, bajamos ahora ¿Te sientes mejor?
—Sí, me ayudó mucho esa ducha, en serio —replicó volviendo a la sala—, gracias de nuevo.

Martín le alcanzó la chaqueta mientras se ponía de pie.

—Deja de darme las gracias.
—Es lo justo —dijo el moreno— ¿Te acuerdas cuando me dijiste que las cosas que más importan al final son los detalles, esas cosas que a veces se pasan por alto? Tú me apoyaste anoche, pero lo de ahora es algo diferente, porque pensaste en mí más allá de un tema puntual. Sé que estoy sonando un poco cursi, pero de verdad te lo agradezco, vale mucho esto para mí.

Martín le sonrió, un poco avergonzado.

—Sí, sonó un poco cursi.
—No importa. Gracias, pero no por esto; por tu amistad.

Salieron del departamento y regresaron al auto, empezando el trayecto de regreso a la urgencia; minutos más tarde estaban estacionándose en el lugar indicado para ello en el centro de salud.

—Gracias por traerme —dijo cuando se estacionaron—, ahora vuelve a casa y descansa.
— ¿Estás seguro? —preguntó el trigueño.
—Sí, seguro. Me ayudaste más que suficiente, y tienes que devolver ese auto; a todo esto, tengo que hacer algo.

No dijo lo que había hecho hasta que estuvo terminado, anticipando que Martín pudiera negarse.

—Te hice una transferencia de dinero para la gasolina, así no tendrás problema.
—No tenías que molestarte —replicó el otro.
—Yo digo que sí. Además, las cuentas claras conservan la amistad ¿No es así?
—En eso tienes razón —admitió el trigueño—, lo voy a dejar con gasolina antes de devolverlo. Llama por cualquier cosa ¿está bien?
—De acuerdo, eso haré.

Se despidió de Martín y regresó a la urgencia con una agradable sensación; dentro de todo lo que había pasado, la ayuda y compañía de un amigo como él resultaba fundamental, y la agradecía de todo corazón.
En el interior de la urgencia todo seguía igual; después de las ocho de la mañana les dieron noticia sobre Mariano, anunciando que había pasado bien la noche, y que había sido trasladado a una camilla en la sección de cuidados intermedios, a la espera de su evolución. A las diez de la mañana se esperaba que hubiera un comunicado, y en efecto, un doctor los llamó para entregar un informe.

—Doctor ¿Cómo está Mariano? —preguntó Magdalena con un tono reprimido de ansiedad.
—Fuera de peligro —explicó el profesional.

El alivio de todos fue evidente al escuchar esta noticia; Magdalena, sin embargo, todavía se mostraba cautelosa.

— ¿Se va a poner bien entonces?
—Hasta el momento, todo ha avanzado de buena manera, es un hombre fuerte.
—Perdón, es que hay algo que me ha estado dando vueltas en la cabeza desde que ocurrió todo esto —comentó ella con seriedad—; no sé si es una idea mía, pero no sé cómo explicar que Mariano haya perdido el conocimiento tan pronto, creí que era por la sangre, y eso me asustó mucho.
—En realidad, la pérdida de conciencia es por un golpe, no por la herida.

El rostro de Magdalena se mostró confundido.

—No me di cuenta de que lo habían golpeado, todo fue tan rápido.
—Es un golpe en la nuca —advirtió el profesional.
—Probablemente fue cuando lo acorralaron —se aventuró Rafael—, por eso no pudiste verlo.
—En cualquier caso —comentó el doctor—, es probable que esa pérdida de conciencia junto a la acción rápida en la herida haya ayudado, ya que no hubo gran pérdida de sangre a pesar de lo que parece, y muy poco riesgo de absorción de oxígeno. Tendrá que permanecer en observación durante algunas horas, pero el diagnóstico es muy positivo.
—Qué alegría.
— ¿Podemos verlo? —preguntó ella, ya sin casi poder contener la emoción.
—Sí —replicó el médico—, pero debe ser breve; está dormido por efecto de los sedantes; pueden entrar dos personas a la vez.

Mientras los padres de Mariano entraban a la habitación, Rafael se dedicó a su hermana, que debido a esta nueva noticia estaba otra vez más nerviosa.

—Escucha, tienes que estar tranquila.
—Lo sé —replicó ella—, aunque esté dormido, sé que puede sentirme.

Poco después, los hermanos entraron a la habitación, en donde una única camilla albergaba a Mariano; el hombre estaba conectado a la máquina que medía su ritmo cardiaco con un sonido agudo y rítmico.

—Mi negrito —susurró ella, inclinándose sobre su rostro dormido—, todo va a estar bien, estoy segura; yo te voy a cuidar, y después esto sólo será un mal recuerdo.

Le dio un tierno beso en la frente, y con dedos sorprendentemente firmes acarició su rostro, dedicándole una intensa mirada de amor; después murmuró algo solo para ellos, y salió de la habitación en compañía de su hermano.

— ¿Cómo te sientes ahora? —le preguntó él cuando salieron.
—Más tranquila —repuso ella—, verlo hace que todo sea más real, necesitaba estar con él, sentir su respiración.
—Tal vez deberías tomar un descanso —aconsejó él—; ir a casa a cambiarte, reposar un poco.
—Todavía no —concluyó ella—, cuando despierte lo pensaré ¿De acuerdo?


2


Alrededor del mediodía Mariano despertó y Magdalena pudo hablar con él, para su completa tranquilidad; aún estaba bajo los efectos de sedantes, pero pudo comunicarse y hablar un poco, de modo que la familia pudo darse un respiro de todo el estrés que había pasado con anterioridad.
Rafael le había pedido las llaves de la casa a su hermana y fue a buscar un cambio de ropa para ella, y armó un bolso pequeño con elementos que ella podría necesitar ya que se oponía a dejar la urgencia hasta ese momento. No pudo evitar quedarse un instante viendo la gran caja blanca que contenía el vestido de su hermano, y preguntarse qué habría pasado de ser un ataque con peores consecuencias; parecía que Magdalena y Mariano se conocían de toda la vida, e imaginar que uno de los dos no estuviera creaba un panorama imposible de imaginar.
Tras tomar lo necesario, fue a su departamento a comer algo rápido, y también porque necesitaba algo de actividad para no sentirse inútil. Cuando entró a su hogar, fue hasta su cuarto y abrió la caja del broche que había comprado para regalárselo a su hermana antes de su matrimonio; se quedó contemplando la estructura de metal fundido, y por un momento se perdió en los incontables destellos que debían adornar a la felicidad de Magdalena en un día tan importante para ella. Todo había cambiado de forma tan abrupta, y a punto estuvo de suceder algo mucho peor ¿Cómo evitar algo como eso? Los caminos que seguía el destino eran muchos, incontables, y ellos no podían anticipar lo que iba a pasar; días atrás, la óptica de ese fin de semana era de diversión y descanso, y por causa de un hecho imprevisto, todo había cambiado por completo.
Era imposible saber lo que iba a pasar en futuro.

“No podemos saber lo que va a pasar después”

Nunca había escuchado esa voz, pero la conocía; había algo en el acento, en cómo se expresaba, que le daba confianza y tranquilidad. Nunca la había escuchado, pero la conocía.

“Solo tenemos que ser fuertes y tener cuidado.”
“Tengo miedo de lo que pueda suceder.”

De una forma inexplicable, también lo sentía; no sabia por qué, pero escuchar esa voz hablar de su miedo era experimentarlo también, más que como una transferencia, como una identificación pura y completa. Lo que te ocurre, me ocurre a mí también.

“Yo también tengo miedo.”
“A veces actúas como si no lo tuvieras.”

Era cierto; pero no se trataba de negación, sino de otro enfoque para los mismos asuntos: ante un peligro sin cuerpo, actuaba con tranquilidad, ante un evento sin fecha concreta, actuaba con determinación. Eso le daba tranquilidad.

“Discúlpame; pero también tengo miedo, es algo que también me pasa. Es sólo que tenemos que enfrentarlo. Tú sabes que es difícil y yo lo sé, pero podemos hacerlo.”

No podía culparle por su sentimiento de inseguridad; también le pasaba, y en ocasiones se preguntaba si realmente tendrían un futuro ¿Cómo saberlo? La única opción era enfrentarse a lo que viniera, y tratar de hacer lo mejor posible.

“Sólo quiero que seamos felices.”

La esperanza estaba en su voz, y así pudo sentirla; sí, él también quería eso, pero había otro sentimiento, que se imponía incluso a uno tan fuerte y transparente como ese. Un sentimiento puro y poderoso, que se imponía a todo lo demás; cuando se enfrentaba a una dificultad, o sentía que sus fuerzas no eran suficientes, aquella sensación lo hacía regresar a su centro. Sí, quería que ambos fueran felices, pero además…

Rafael despertó desconcertado; las horas en vela y el silencio del departamento habían traicionado a sus sentidos, y se había quedado dormido, sentado en el sofá, con la pequeña caja con el broche en las manos.

—Cielos.

Confirmó la hora en su móvil y vio que había estado dormido casi veinte minutos. Bastante tiempo para ser inesperado, pero poco considerando que no había dormido nada en más de veinticuatro horas.
¿Qué clase de sueño había sido ese?
Se despertó con una extraña sensación que no podía explicarse; no recordaba lo que sucedió en el sueño, pero se trataba de algo intenso, una mezcla de sentimientos que no por ser desconocida resultaba ajena. Era como si aquello que soñó fuera el espejo de algún sentimiento antiguo, tanto que no podía precisarlo, pero a la vez tan fuerte como para no desaparecer, y permanecer de forma indeleble.

—Qué extraño.

Pensó en almorzar, pero después de haber comido algo liviano no sentía apetito; se tomó un café cargado y tomó el bolso que tenía listo para su hermana, disponiéndose a salir de inmediato en dirección a la urgencia.

3


Por la tarde de un largo día, Mariano ya estaba más recuperado de la anestesia y pudo hablar con algo de comodidad, de modo que fue posible convencer a Magdalena de ir a casa a cenar y dormir un poco, mientras sus padres se quedaban en la urgencia; Rafael la acompañó, y la chica se quedó dormida a poco de haber llegado. Poco después de las nueve regresaron a la urgencia y pudieron hablar con él, lo que sin duda ayudó al estado de ánimo de la chica; fue el propio Mariano quien la convenció de ir a casa y pasar la noche en su cama en vez de en la sala de espera, y a juzgar por su aspecto, estaba débil y cansado, pero lo suficientemente bien como para resultar convincente en sus palabras.
Finalmente, la familia accedió, y ya que de todos modos no habría posibilidad de verlo durante la noche, descansar en un sitio conocido y cómodo era la mejor opción para poder comenzar el siguiente día con una dosis de energía. De vuelta en su departamento, se dio una ducha y decidió comer algo antes de dormir una noche que esperaba fuera más tranquila que la anterior. Estaba en eso cuando recibió una llamaba de Martín.

— ¿Cómo va todo?

Y a habían hablado del asunto durante el día, y Rafael le había dado la buena nueva del inicio de la recuperación de Mariano.

—Bastante mejor, por lo que se ve —replicó mientras encendía el fuego en la cocina—, Mariano está mejorando, así que por esta noche decidimos ir a casa.
— ¿Convenciste a tu hermana? —preguntó Martín.
—En realidad fue el propio Mariano quien lo hizo; es fuerte y quiere que Magdalena esté bien, creo que por eso lo dijo. Además, las visitas son en el día, no tiene sentido que nos quedemos allá; por el momento ella estará mejor con sus suegros acompañándola. Nos dijeron que es probable que mañana temprano lo den de alta.

Martín hizo una pregunta que a Rafael también se le había pasado por la mente.

— ¿Crees que ella sea capaz de pasar toda la noche en casa y no ir a la urgencia?
—No estoy seguro de eso —replicó el moreno—, pero estoy seguro de que la madre de Mariano ya pensó en eso y va a estar atenta por cualquier cosa.

Había decidido saltear unos filetes de pollo con verduras y especias, y acompañarlos con papas chips para no tener mucho trabajo por delante. El aroma de las especias al contacto con el aceite en el sartén le hizo notar lo ansioso que estaba por comer algo más producido que un sándwich.

—Entonces estás tranquilo ¿Estás en casa?
—Sí, voy a comer algo ¿Tú? —preguntó Rafael.
—Me bajó el cariño familiar y vine a casa de mis padres —explicó con ligereza—, así que estamos preparando algo para cenar también; hasta Carlos está ayudando.

El hermano menor de Martín intervino en la conversación.

—Dile lo que te dije.
—Deja de espiar mis conversaciones —lo reprendió Martín del otro lado de la conexión, aunque se notaba que no estaba hablando en serio—. Carlos dice que te invita a almorzar con nosotros un fin de semana; sé que ya lo había dicho antes pero ahora es oficial.

Al parecer el cambio en el muchacho era algo definitivo y para mejor, y Rafael se sintió muy contento, más que por la invitación en particular, porque el hermano de su amigo mostraba un comportamiento sensato; eso sería un alivio para Martín.

—Muchas gracias por la invitación, será un placer acompañarlos entonces.
—Pero le dije que tenías algunos problemas ahora mismo, así que la fecha va a quedar pendiente —comentó el trigueño del otro lado de la conexión—. Espero que no te sientas obligado.
—Para nada —replicó Rafael—, me parece un excelente panorama, y va a ser un placer poder compartir con tu hermano y tus padres.

La invitación era un gran gesto para él, y se sintió contento de saber que iba a conocer al núcleo familiar de Martín; por otro lado, tener la oportunidad de conversar con su hermano menor y asegurarse que no hubiera alguna clase de mal entendido luego del tenso momento en el que se conocieron era una excelente opción.
Después de finalizar la llamada, pudo cenar, y se dio cuenta de que estaba rendido; al día siguiente iría a primera hora a la urgencia, ya que de ir todo bien, Mariano podría ser enviado a su casa dentro de la jornada y quería estar presente para ayudar en lo que pudiera.
Entró a su cuarto, se quitó la remera y se sentó en la cama, cansado y con mucho sueño; las luces de la habitación jugaban a las escondidas con él, y poco a poco su percepción de todo se fue volviendo borrosa, hasta que cerró los ojos y cayó de espalda.

“A veces tengo miedo de lo que pueda pasar si nos descubren.”

Podía sentir su miedo, y cuando lo sentía, él también temblaba por dentro.

“Todo va a estar bien.”

Sabía que era una respuesta demasiado segura para una situación que no lo era; a nivel social, una relación como la de ellos sería objeto de burlas y ataques, tanto en el entorno cercano como en general. Él mismo había visto despidos sin motivo, en lugares de trabajo donde no querían "gente como ellos'
¿Y a nivel cercano? De seguro la vida de sus familias se volvería mucho más complicada, ya que amigos y conocidos reaccionarían con mal gesto ante una persona como él, y aquellos a los que no le importaría o estarían de acuerdo serían callados por el temor de resultar también perjudicados.

“No quiero sonar fatalista —le estaba diciendo—, pero me preocupa todo esto. No quiero que pienses que me arrepiento, es sólo que es tan difícil vivir escondidos todo el tiempo.”

Se suponía que ese día debían estar celebrando, pero eventualmente la conversación tomó ese rumbo; el constante secreto y aparentar que eran amigos resultaba agotador. Eran dos hombres que sólo querían ser felices y amarse, pero tenían que comportarse como criminales.

“Lo sé, para mí también es difícil. Pero piensa en esto, estamos juntos hace más de un año, y hasta ahora todo ha resultado; sólo hay que tener paciencia y ser cuidadosos.”

Su primer aniversario; oficialmente se conocían desde hace más tiempo, pero establecieron esa fecha como el inicio de su relación Y en ese momento estaban juntos, en ese cuarto, sentados uno frente al otro, mirándose de una forma que reservaban únicamente para los momentos de intimidad.

“Quiero que lo nuestro siga funcionando.”
“Yo también, y estoy seguro de que podemos hacerlo funcionar.”

Se miraron más de cerca, y supo a través de esa mirada que, a pesar de lo difícil que era enfrentar todo lo que les pasaba, la amistad y el amor existente entre ambos era tan firme como siempre. Supo que mientras estuvieran juntos podrían seguir en contra de todo.

Rafael despertó de golpe, incorporándose en la cama, por completo despierto.

— ¿Qué fue eso?

Recordaba el sueño; por primera vez en años, había despertado recordando un sueño, poro no se trataba de algo normal. No era un sueño normal.

— ¿Por qué me siento así?

Su pregunta quedó flotando en el silencio de la habitación; notó que estaba cansado y con el cuerpo adolorido, como si al dormir estuviera tenso. Pero no sólo era algo físico, también había una sensación interna, una angustia que era ajena a él, como un sentimiento que podía percibir en su interior pero que no estaba experimentando; recordó entonces que ya lo había sentido antes, en dos ocasiones, y que cada vez que pasaba era más doloroso que la anterior.
La primera vez fue cuando por casualidad sucedió estando en medio de una conversación con Martín, y entonces era una mezcla de un sentimiento cálido y angustia. Después, en otra ocasión, fue sólo dolor, como si hubiera una explicación en frente de sus ojos, pero no fuera capaz de alanzarla.
Y ahora, el sueño.

—Esto no puede estar bien.

No sabía si sus palabras eran retórica ante la forma brusca de despertarse, o por el contenido del sueño; se sentía más cansado que antes de llegar al departamento, con una sensación de angustia que, en esa ocasión, era demasiado intensa para evadirla. El sueño también hacía su parte, dando vueltas en su cabeza como una película que se repetía a alta velocidad; era como si fuera algo que estaba viviendo en ese momento, reviviendo cada instante, cada sensación.
Pero esa conversación nunca había tenido lugar. Y sin embargo era tan real, tan palpable ¿Era posible experimentar sensaciones ajenas? Sabía cuál era su vida y las cosas que había vivido, y ninguna de ellas era como eso. Un sentimiento ajeno, pero de alguna forma conocido; se preguntó por qué estaba sucediendo todo eso, y se dijo que no podía asociarlo al cansancio o al estrés de lo sucedido a Mariano. Tenía que ser algo más, pero no lograba dar con una potencial respuesta.
Se levantó con algo de dificultad, y sacó de un mueble una libreta de notas y un lápiz, y decidió escribir lo que había soñado, antes que el vívido recuerdo se esfumara de su mente.

— ¿Por qué?

La pregunta surgió espontánea en sus labios al ver que había escrito en primera persona sin pensarlo; pero a la vez, lo que estaba escribiendo se le hacía ajeno ¿Cómo podía sentir como suyo algo que sabía no lo era? No era un simple sueño, pero no era recuerdo.
No podía ser un recuerdo, era imposible que lo fuera.

—No puede ser.

Dejó de escribir cuando descubrió que antes ya había ocurrido algo muy similar a ese sueño; sólo unas horas antes, se quedó semi dormido cuando pasó rápido por el departamento, y aunque no recordaba nada de ese lapso de tiempo, sí recordaba muy bien que despertó con una sensación muy similar a esta. ¿O había sucedido en más de una ocasión? Angustia, un sentimiento de pérdida, la visión de algo que era extremadamente importante, pero que no podía explicar ni clasificar; alguien que era muy importante para él, y una fuerza en su interior que hacía sentido en dos direcciones a la vez: por un lado, miedo de que las cosas salieran mal, y por otro, el imperioso deseo de proteger y conseguir que todo funcionara.


Próximo capitulo: Verdad incomprensible