No vayas a casa Capítulo 10: No pierdas el paso




Resultaba muy extraño estar pensando en su ahora ex compañero de trabajo, y a todas vistas ex amigo, como un enemigo. A lo largo de su vida, las amistades y las buenas relaciones, si bien no eran todas permanentes, nunca habían terminado de una forma violenta. Aunque en la universidad tuvo una pelea a golpes con un compañero de clase, pero es que no eran amigos especialmente; se trataba del típico grupo que se forma para los estudios, y que de forma inevitable, termina saliendo a alguna parte a beber o a pasar los tiempos de descanso entre jornada de clase. Allí nacieron muchos flirteos, algún noviazgo de un par de semestres, y amistades que se tomaban como verdaderas aunque no lo fueran así. Dentro de este contexto, Vicente se enrolló con una chica, algo sin importancia y de un par de noches, pero resultó que uno de sus amigos del grupo estaba interesado en ella y se enteró de estos escarceos en medio de una salida a beber, por lo que el trago y la envidia hicieron el resto; ambos se insultaron, se golpearon, y terminaron ambos en una comisaría, en donde solo les regañaron por dar un espectáculo patético en un bar un fin de semana. De más era por entender que el grupo se separó desde ese momento, y ni él ni el otro se quedaron con la simpatía de la chica, amén que tampoco volvieron a hablar más que para algo obligatorio dentro de las aulas. Y, a sus treinta y siete años, estaba pensando en qué era lo que había para sospechar de alguien a quien conocía hace mucho, y de quien al mismo tiempo tenía una idea, en un principio, distinta de lo que terminó siendo.

 -No, no puede ser...

De pronto se le pasó por la mente que Joaquín estuviese tan tranquilo porque se escondiera algo detrás de esa actitud; si bien se trataba de un hombre que, por las experiencias conocidas, no reaccionaba bien ante las situaciones de estrés, eso no le restaba inteligencia y capacidad de adaptación, además que no era lo mismo estar enfrentado a cualquier hecho sorpresivo que a una situación escuchada, masticada y digerida con anticipación. Si Joaquín se enteró la noche anterior de todo lo sucedido, tuvo tiempo de sobra para enojarse, sentirse frustrado y dejado de lado, y al mismo tiempo decidir qué hacer al respecto.

"Ambos estaban en la empresa antes que tú."

De hecho, todos estaban ahí, el padre, el hijo y su ex amigo; de pronto se sintió atrapado, como si recién en ese momento descubriera una trama que iba más allá de lo que se imaginó en un principio.

"Piensa, piensa"

Joaquín había llegado antes a la empresa. Lo suficiente antes para estar listo para su llegada. Tal vez estaba esperando junto a la puerta de su oficina, ensayando una salida casual, un tono amable en el saludo, para luego dar el golpe, reflejar con calma que ya lo sabía todo.
Quizás Gerardo había sido quien cambió los planes.
Tal vez todo era en realidad de otra manera: Sergio se vio obligado a llegar más temprano porque Joaquín lo llamó y encaró por la situación ocurrida; mientras esto ocurría, o incluso poco después, apareció el padre, enardecido por la noticia que acababa de conocer, decidido a encarar a su hijo. En ese caso, Joaquín se apartó, dejando que los peces gordos resolvieran el problema, oculto entre las sombras. Al fin y al cabo, había sido apartado ¿Por qué no dejar que los demás se mataran entre ellos? Asimismo, resultaba satisfactorio, desde el punto de vista de la revancha, ver cómo el hijo no se iba de esa empresa del todo tranquilo, viéndose obligado a escuchar la palabrería del padre; lo mismo pasaba con él, que sin sospechar nada, entraba como todos los días, solo para encontrarse con esa sorpresa. Ambos se iban, y Joaquín finalmente sí conseguía lo que quería, pues abandonaba informática y se quedaba con su ex puesto y, desde luego, el favor del dueño. Bien, las cosas podían haberse dado así, pero todavía le resultaba incomprensible que ese hombre, liviano y un tanto nervioso, actuara con semejante frialdad ante la pérdida, ante un hecho que, de seguro, lo frustró desde un principio.
El traidor puede saber que ha cometido traición, pero sigue doliendo más en su mente que alguien más haga lo mismo con él.

“Piensa”

No, no era posible. De pronto se dijo que, en tal caso, existía la posibilidad de que estuviera tan tranquilo por otro motivo, no simplemente porque se controlara.

“Él lo sabe”

¿Y si tuviera planeada una venganza que  no tuviera que ver con el trabajo? No, pero era imposible. A pesar de que Vicente siempre lo involucró en sus planes y lo utilizaba como pantalla en sus arrancadas, jamás hablaron a través de las redes con palabras específicas, todo era eufemismos, propuestos por ellos mismos ante los tan habituales casos de “desaparición” de móviles; por otro lado, él mismo jamás guardó tickets de moteles, ni de bares ni nada, tenía el móvil con contraseña y borraba de forma diaria el historial de llamadas, además que siempre se refirió a las mujeres por su nombre de pila y nada más. Por un momento se quedó pensando en la inmensa cantidad de atención que por años le dedicó a mujeres que no le importaban, y se sorprendió de ver lo poco que en realidad había sopesado esa situación.
Pero igual existía la posibilidad de que Joaquín hablara con Iris. ¿Qué le diría, en cualquier caso? “Escucha, tu esposo acaba de quitarme el puesto de trabajo, él te ha estado engañando por años pero no tengo pruebas” Incluso en su mente sonaba ridículo, homologable a cualquier tontería dicha por una mujer despechada, lo cual no era el caso.
¿Entonces por qué se sentía tan nervioso?
Recordó el incidente donde confundió a su última ex amante, donde estuvo atrapado en la tensión hasta descubrir qué era lo que había pasado en realidad; esta vez no tenía nada que hacer al respecto, nadie con quien investigar, estaba obligado a esperar. De ninguna manera iba a ir a exponerse con él, para preguntarle si, a pesar de ese mal término de la amistad, aún podía guardar sus secretos. Se sobresaltó al escuchar el tono del móvil anunciando una llamada.

— ¿Estás disponible ahora?

Era Sergio, llamando desde un número que no era el suyo; se escuchaba tenso, quizás un poco ansioso.

—Sí, lo estoy.
—Te envié un correo con la dirección donde está la oficina; veámonos ahí en treinta minutos.
—De acuerdo.

La llamada se cortó de inmediato. Vicente decidió no preocuparse de momento por lo que pudiera ocurrir con Joaquín y ver de qué se trataba, en la práctica, su nuevo empleo.


2

Las sorpresas continuaban en esa jornada. Si bien el contrato que firmó estaba leído y casi aprendido, no dejaba de llamar la atención que no se especificara una dirección de labores, sino que hiciera alusión a “Las instalaciones” y aunque no era inusual, sí dejaba u manto de duda; Sergio le dijo que era probable que, si el negocio iba mucho mejor de lo que esperaba, se realizara un cambio.
La dirección que figuraba en el correo era conocida, pero no por eso dejó de llamar su atención cuando llegó: ubicada en pleno barrio empresarial en el sector oriente de la ciudad, la torre del consorcio Verassategui dominaba todo el lugar, siendo visible casi desde cualquier punto; sin embargo, a tan solo un par de calles de distancia, resultaba tan impresionante como quien la había construido pretendía. Nada en varias manzanas a la redonda podía amenazar esa torre alta, con gigantescos espejos que reflejaban con desprecio el resto de la ciudad, como enseñándole al resto su inferioridad; sin embargo, el edificio en donde se encontraba su nuevo empleo no era menos llamativo, dentro de su propio entorno: se trataba de una construcción  robusta, de tres pisos de altura, con frontis directo a la calle y dos entradas a estacionamientos, una a cada lado, señaladas de forma apropiada como “despacho” y “ejecutivos”

—Vaya.

El frontis se alejaba mucho de la sencillez de la empresa de la que acababa de salir; se trataba de una fachada amplia, con una gigantografía con el logo de la empresa y el nombre Seri-prod resaltado, junto a la imagen que representaba el espíritu de la empresa: un laboratorio de maquinaria o una bodega tecnológica, con gente con trajes blancos trabajando sobre amplios mesones de fondo, y una mujer guapísima en primer plano, entregando un dispositivo a un hombre muy bien arreglado y tan sonriente como ella. La imagen, para alguien que trabajaba en el medio, resultaba extraña hasta cierto punto, porque era inexacta: nadie entregaba suministros por mano y sin envolver, mucho menos a una persona que lucía un cuidado traje de diseñador; sin embargo transmitía la idea base, es decir proveer de lo necesario para que el misterioso aunque apropiado proceso que se ubicaba atrás funcionara como era de esperarse. Abajo figuraban las correspondientes redes sociales y formas de contacto. Vicente acercó el auto a la entrada de ejecutivos, encontrándose con un joven de uniforme azul junto a la ventanilla.

—Buenos días.
—Buenos días, tengo una reunió con Sergio Mendoza.
— ¿Señor Sarmiento? Es un placer, mi nombre es Daniel. Pase por favor, don Sergio lo espera. Por favor baje, su estacionamiento es el número tres, es a la izquierda; el ascensor está a un costado, y la oficina del señor Mendoza es la primera de la derecha, la va a reconocer de inmediato.

En seguida activó el mando con el que el bloqueo se retiró de forma silenciosa; Vicente dio las gracias y siguió por una rampa hacia el primer subterráneo. Muy bien iluminada, y preparada, al igual que el muchacho, que no solo hablaba bien, sino que se mostraba muy seguro de su cargo. Por lo visto el hombre tenía las cosas muy bien preparadas.
Una vez fuera del auto, Vicente encontró el ascensor, subiendo con total silencio mientras su reflejo lo miraba desde distintos ángulos en las paredes del armatoste; tras un muy breve movimiento, llegó al primer piso y se encontró con la oficina, la que desde luego se podía reconocer de inmediato por la placa de bronce con el nombre y cargo. Dio un leve toque y entró, encontrándose a Sergio en el interior de una oficina tan amplia y bien decorada como se lo esperaba por la placa en el exterior: unas plantas artificiales de tallo largo y pétalos de colores pastel decoraban las esquinas, mientras un gran cuadro de un paisaje estaba atrás del escritorio, dando a las murallas un aspecto más luminoso, como si hubiera una ventana que dejara que el sol de ese día entrara a raudales. El escritorio era bastante plano, pero diseñado para verse enorme y fuerte, como si soportara no sólo el peso del ordenador, los documentos a un lado y una serie de muestras dispuestas en un aparador pequeño, sino también el cargo de quien lo ocupaba; Sergio en tanto, se había cambiado de ropa, llevando en ese momento un traje azul a la medida con corbata a juego, donde destellaba la piedra en el sujetador, como si de forma silenciosa dijera que era un brillante real, no una simple imitación.

—Siéntate.

Vicente se sentó. Era extraño, pero la tensión que se apoderaba del hombre durante la improvisada reunión el fin de semana, y la evidente molestia de la mañana parecían haber desaparecido por completo, o a lo sumo haber sido relegadas a un segundo plano. Sin embargo, ya no era más el hombre amable y sencillo que durante años vio cada día en el trabajo; había en él esa misma vitalidad, pero asomaba con mucha más fuerza una confianza en sí mismo que se imponía al resto.

—Quiero empezar por decirte que espero grandes cosas de ti —sentenció con calma—, eres un hombre eficiente y siento que de verdad puedes y debes hacerlo.

Eso era algo mucho más amable que todo lo que habían hablado ante,s pero Vicente necesitaba hacer una pregunta.

—Sergio, hay algo que necesito saber.
—Quieres saber por qué no te contacté en primer lugar para este proyecto —interrumpió el otro adelantándose  a la pregunta exacta que pretendía hacer—. Pero la verdad es que esa respuesta debería ser más bien una pregunta. ¿Por qué nunca pensaste en algo más?
—Creo que no entiendo.

Sergio se dio un momento para sopesar sus palabras.

—Escucha, la discusión que viste esta mañana, la reacción de mi padre, es la regla que ha medido nuestras vidas; sé que no es asunto tuyo, pero tiene que ver contigo ya que estás tan interesado en saberlo. Mi padre creció en otra época, y se convenció a sí mismo de llevar adelante una vida que no es la que yo quiero; supongo que tampoco es la que María Angélica quería, pero como no sé de ella más que por correo, no tiene mucha relevancia.

Ella era la hermana mayor, casada con un inglés de muy joven. Jamás había vuelto a pisar el suelo de ese país una vez que se comprometió.

—Yo no soy como él —dijo, a modo de reafirmar lo que ya estaba quedando en evidencia—. Él se contenta con tener una empresa que haga lo que tiene que hacer; con pagar las deudas, ser un buen  jefe, pagar los sueldos y cumplir con lo que él llama “deber social” como si con eso satisfaciera todas las necesidades emocionales de un ser humano. No tiene ambición ¿Nunca has visto que las cosas en esta empresa han sido siempre iguales? Llevo nueve años ahí, menos que tú, y al mirar hacia atrás, es como si llevara una semana, o toda la eternidad: no quiero eso, yo tengo ambición, yo quiero una empresa que mueva millones, cientos de trabajadores, que mi nombre sea un símbolo de alguien, que cada balance de año represente todo lo que he hecho. Tú siempre trabajaste para él, tan comprometido, eficiente, siendo capaz de ir a terreno, de entender el funcionamiento de todo, pero siempre en el mismo sitio. Sí, me puedes decir que mi padre era generoso con los bonos de producción, y es cierto que conseguiste cosas en todo esto, pero nunca me pareció que tomaras un riesgo; estabas en tu zona de comodidad, haciendo algo como si estuvieras en piloto automático, por lo que no fue difícil imaginar que si estabas cómodo y seguro, era esa la clase de persona que eras.

Notó un cierto desprecio en la pronunciación de la última frase, pero lo disimuló bien, al punto de que no quedara claro si en realidad lo decía con esa intención; por lo demás, sus palabras eran claras, pero sólo se impregnaban de pasión al hablar de él.

—Necesitaba a alguien que quisiera venir a trabajar conmigo, tomar el riesgo y hacer algo, pero te descarté porque pensé que, en primer lugar, que te negarías, y en segundo, que tu sentido de la lealtad haría que te pusieras de parte de él y hablaras más de la cuenta. Mientras no tuviera todo listo, no era tan sencillo hacer las cosas, tenía que guardar el secreto para evitarme ese tipo de escenas  por más tiempo.
—Y entonces fue cuando llamó a Joaquín.
—Él ya te había reemplazado, era mejor que nada; me sorprendió un poco que estuviera tan dispuesto, pero claro, con esa esposa que solo le gusta gastar dinero no era tan extraño después de todo. Lo que sí me sorprendió fue esa jugada que hiciste, interponerte entre él y esto a último minuto, habló más de ti que todo lo que vi en nueve años.

Esas palabras tenían un significado más importante de lo que parecía. ¿Quién era a los ojos de los demás, después de todo? Siempre había tenido una buena opinión de sí mismo, pero de ahí a ser considerado como alguien sin mayores ambiciones, para el caso era casi como ser un mediocre; tal vez su actitud tan sosegada, el hecho de preservar sus aventurillas tan secretas y el amor profeso a su familia, hacían que su apariencia dijera algo distinto de lo que era. Al final, lo que quería era éxito, conservar a su familia y las cosas buenas desde luego, pero ser parte del panorama no era una de sus aspiraciones.

—Bien, pues parece que siempre estuvo equivocado con respecto a mí.

Tuvo la precaución de no sonar desafiante, ni tampoco falsamente desinteresado; fue un diagnóstico, claro y contundente. Sergio no pareció molesto.

—Contestada ya esa pregunta, me parece que lo siguiente es que te concentres en tu trabajo, y yo en el mío, pero no aún. Vamos a empezar operaciones el jueves 26 de este mes, y pretendo que nos pongamos en funciones esa misma semana el lunes, por lo que te necesito aquí el lunes siguiente. Tienes descanso desde hoy hasta ese día.
— ¿Ya tengo oficina?
—Claro. No tiene tu nombre por supuesto, pero es la del número cuatro; si quieres puedes verla ahora mismo, a menos que tengas alguna otra duda.

No la tenía. Aunque pudiese haberse sentido molesto por el prejuicio, la verdad es que esta versión de Sergio, más honesta y real, le parecía cada vez mejor; salió de la oficina y fue a la que sería su lugar de trabajo: aunque no estaba decorada, lo que le hizo suponer que el dueño empezó por preparar la suya con rapidez, aun cuando el resto no estaba operativo. Se trataba de una oficina grande, sin nada más en su interior que un escritorio desnudo, dos sillas y un dispensador de agua pequeño, no operativo. Los cables y conectores para las máquinas estaban dispuestos, por lo que no le resultó difícil imaginar la estación de impresión, el mueble con muestras de dispositivos, el armario de documentos y el mesón de la esquina, junto a la puerta. Incluso había espacio para poner dos sillas altas con una mesa de vidrio, para recibir a visitas casuales o clientes con los que pudiera tener una comunicación más cercana que con la mayoría.

“Lo lograste”

Se sintió contento en ese lugar. Fue como si, de pronto, gracias a estar en ese sitio, aunque sin terminar, pudiera ya tener en su poder las ventajas y beneficios del nuevo trabajo, mucho más que cuando tenía firmado el contrato; al fin tenía lo que se había propuesto, un trabajo nuevo, proyección gracias a un empresario ambicioso y con metas altas, y el sueldo que le permitiría ayudar a Iris a cumplir un anhelo, que al mismo tiempo sería un deseo cumplido para ambos.

“Ya lo tienes en tus manos”

Pensándolo bien, esto era algo que debió haber pensado mucho antes. Benjamín ya tenía siete años, lo que significaba que en cinco más ya estaría a punto de entrar a secundaria, donde sería imprescindible tener para él todo lo necesario para que preparara el camino para los estudios superiores; por supuesto que querría estudiar, él amaba los estudios, de seguro se interesaría por algo, y eso pasaría de forma paulatina, pero ellos como padres debían estar preparados. La primaria en la que estaba no era más que el primer paso, tendrían que buscar una secundaria apropiada, y pensar en otras posibilidades, entre ellas aumentar el fondo para sus estudios.

“Lo has conseguido”

Por otro lado, Iris podría iniciar ya mismo su nuevo trabajo. Pensó que sería fabuloso que eso pasara, porque repercutía de forma inmediata en lo que pasaba con ella; sintió que ese leve instante de duda que se reflejó en el rostro de su esposa tenía que ver con sus aventuras extramaritales, con la sorpresa de verse obligada a dejar algo que era parte de su rutina.

“Ahora vas a empezar una nueva vida”

Pero, al ver su entrega y su amor, al entender que él en realidad estaba dispuesto, que no solo se trataba de palabras, ella dejó todo lo demás de lado. De algún modo, Iris tomó la misma decisión que él poco antes, y existía en eso algo mucho más relevante, que en su caso se debía a ver los resultados del amor de ambos a lo largo de todo ese tiempo.

“Es tu triunfo”

Si bien, en su caso, la realidad lo hizo extrellarse contra el peligro inminente, en el caso de su esposa, se trató de algo propiciado por los sentimientos; por verlo comprometido, dispuesto a correr un riesgo y jugar todo por ella, por su hijo y por lo de ambos. Él en verdad había logrado transmitir sus sentimientos, por lo que, a partir de ahora, no sería necesario depender de escapadas, ni siquiera de mirar a alguien más, porque juntos tendrían todo lo que necesitaban, tanto dentro del lecho como fuera de él.

“Lo conseguiste porque fuiste arriesgado”

Todo era tan distinto solo unos días atrás; ni siquiera pasó una semana, y ya las cosas eran por completo diferentes.

“Lo conseguiste porque seguiste un presentimiento”

Nada de eso habría pasado si no hubiera tenido ese infantil deseo de espiar en la pantalla del ordenador de Sergio. Resultaba casi cómico que, dado el caso, en ese instante habría estado golpeando la cabeza contra la pared al saber que quien creía su amigo se iba sin decir palabra, mientras que una oportunidad de trabajo excelente se escapaba sin saber por qué.

“Hiciste lo correcto”

Incluso entró a hurtadillas en la empresa para averiguar lo necesario; aunque esto último quedaría sepultado para siempre como un secreto, en su interior, sentía que esa seguidilla de hechos eran lo que en realidad era el detonante de ese gran y positivo cambio.

—Lo hice —dijo en voz alta—. Lo logré. Qué bueno que escuché ese presentimiento, y le hice caso.



Próximo capítulo: Tienes razón

No vayas a casa Capítulo 9: No esperes más



Vicente llegó a su trabajo el día martes con bastante tiempo de anticipación; en el maletín guardaba la copia del contrato firmado, algo innecesario pero que de alguna manera lo hacía sentirse tranquilo. La noche anterior con Iris había sido muy tierno, y se sentía contento de haber conseguido que ella entendiera su punto de vista al respecto; en la mañana se despidieron a la rápida y no hablaron del tema, tan sólo acordaron charlar con más calma en la tarde, aunque él sabía que ella estaría durante todo el día pensando en ese asunto, evaluando posibilidades, y de alguna manera preparándose para un momento que de seguro no esperaba sucediera con tanta prontitud.
Cuando llegó y estacionó el auto no se percató de la presencia del mercedes del padre de Sergio, cosa un tanto extraña tratándose de un vehículo vistoso; al entrar se topó con la recepcionista, quien le hizo un gesto con la cabeza mientras lo saludaba como si nada anormal estuviera pasando: Vicente captó este gesto y no hizo ninguna pregunta, pero caminó por el pasillo hacia su oficina sin comprender de que podría tratarse; cuando pasó por el lado de la oficina de Sergio entendió todo. La voz del padre de Sergio no era del tipo que se hace escuchar por ser muy alta, sin embargo se distinguía del resto por ser ronca debido a muchos años de ser un fumador empedernido, y en ese momento resultaba imposible negar que el hombre estaba enfadado. Se quedó quieto a muy poca distancia de la puerta, tratando de entender las palabras, aunque sin saber muy bien por qué lo estaba haciendo; lo tomó por sorpresa que unos momentos después la puerta se abrió de forma brusca, y ante sus ojos quedaron ambos hombres, el hijo de de cara al exterior y el padre volteando hacia afuera, resultando obvio que estaba muy alterado.
Gerardo Mendoza, el dueño de la empresa y Sergio, su hijo, eran muy distintos físicamente: mientras Sergio era alto, de complexión fuerte, piel clara y cabello oscuro, su padre era más bien bajo y corpulento, de piel morena y cabello encanecido, de rasgos muy duros, enmarcando los ojos negros por unas cejas pobladas que, junto con el bigote, le conferían un aspecto poco amigable. Siempre había sido un hombre estricto pero justo, pero al parecer en esos momentos las cosas no eran como de costumbre.

—Pero miren qué sorpresa frente a mis ojos. Podrías haberle dicho que esperara en su oficina al menos hasta que yo saliera de la tuya.

Estaba hablando con su hijo, despreciando su presencia al no mirarlo. Atrás, dentro de la oficina, Sergio miraba al exterior, a ningún punto en particular, con el ceño fruncido y una expresión indescifrable.

—Qué buenas actuaciones, qué falta de integridad en la forma de hacer las cosas. ¿quién más estaba metido en esto durante todo este tiempo?

Se trataba de una pregunta retórica; entonces el padre, en efecto, no estaba enterado de nada de eso, y por su expresión, resultaba evidente que el conocimiento reciente hacía peores las cosas de lo que Vicente pudo llegar a esperar antes. Sin embargo estaba muy sorprendido como para hablar antes que el hombre continuara con su parlamento.

—Me preguntó qué es lo que te hizo tomar una decisión como esa ¿más dinero? ¿No te he pagado lo suficiente ya, no te hice los suficientes premios durante estos años?
—Don Gerardo, yo…

Sergio intervino, adelantándose a sus palabras.

—Papá, él no tiene nada que ver en esto.
—Claro que tiene que ver —sentenció el viejo sin titubear— ¿Qué edad crees que tengo? Ya había conocido a ratas traicioneras desde antes que tú nacieras, no intentes hacer que esto aparezca como si fuera lo que realmente es. Tienes diez minutos para salir de estas instalaciones, tú, tu esbirro y cualquiera que esté involucrado en esto.

La expresión era equivocada a propósito; la situación lo estaba violentando mucho más de lo que parecía ¿qué había de los problemas familiares? Resultaba increíble que, llegado ese momento, el padre se comportara como si hasta el día anterior todo en su familia hubiese sido un lecho de flores. Vicente apretó la mandíbula para evitarse una palabrota en respuesta, pero otra vez fue el hijo del empresario quien se adelantó; había salido de la oficina y se interpuso entre ambos, aunque su actitud no era agresiva.

—Papá, sabes que no puedes decirme eso; hay protocolos que cumplir.

El padre se enfrentó a él. Por un momento, mientras el hombre viejo se llenaba de energía proveniente de la rabia que lo inundaba, no apreció más bajo de estatura, y se vio más alto y fuerte, como si con esa furia compensara en actitud lo que le faltaba en cuerpo.

—No me vas a decir tú a mí qué es lo que puedo o no hacer en mi empresa. Esta empresa, cada una de estas malditas paredes las fundé yo, sin tu ayuda, y no vas a quedarte en ellas ni un solo minuto más.
—No puedes hacerlo, ni siquiera tienes una base legal.
— ¿Crees que necesito una base legal para echarte de aquí como el perro callejero que eres? Quédate en este sitio si quieres, pero no olvides ni por un segundo que sé dónde están tus nuevas instalaciones. No olvides que no puedes estar al frente de esa puerta para protegerlas siempre.

El silencio que vino a continuación fue lo suficiente para que Sergio entendiera la amenaza implícita; su padre podía referirse a muchas cosas, pero lo que estaba dejando en claro, era que estaba dispuesto a todo con tal de que se cumpliera la orden que acababa de dar. El hijo mantuvo la mirada del padre durante un momento más, pero al final se rindió y se regresó a su oficina, en donde abrió un maletín al que empezó a echar una serie de papeles en desorden, sin revisarlos. Gerardo desplazó su mirada de él a Vicente, que todavía seguía muy impactado como para reaccionar.

— ¿Qué es lo que haces ahí?

Al escucharlo hablarle de esa forma, Vicente sintió, por primera vez, una oleada de culpabilidad ¿Qué lo había llevado a actuar de esa manera tan impulsiva? Ahora su idea de salir de esa empresa, de un modo más tranquilo, teniendo una conversación tensa pero civilizada con el dueño había quedado en un simple boceto, una concepción que jamás se haría realidad. Había trabajado arduamente durante doce años en una empresa, se ganó la confianza del dueño hasta convertirse en el mejor en su área, y ahora ese hombre, el mismo que lo felicitó tantas veces, lo miraba con desprecio.

—Lamento que las cosas hayan pasado de esta forma.
—Es interesante que hayas tenido la deferencia de pretender, dentro de tu cabeza, algo distinto a lo que está pasando —replicó el viejo esbozando una sonrisa sarcástica—. No quiero seguir perdiendo tiempo contigo, así que mejor sal de aquí, antes que pierda la compostura. Y no te despidas —agregó tras una breve pausa—, alguien lo hará por ti.

Su vista se había desplazado un poco hacia su derecha; Vicente volteó, y se encontró con Joaquín, parado a dos pasos tras él. Muy bien, entonces ya era el momento de sacarse las máscaras.

—Te puedo despedir de los demás, si quieres.

Había escuchado todo, entonces; qué increíble que la amistad que tuvieron por años en ese trabajo se terminara de esa manera, fría e impersonal, en un pasillo de la empresa.

—No creo que sea necesario.
—Pero quiero hacerlo —replicó el otro—, creo que es lo mínimo que puedo hacer por ti antes que te vayas, seguro que con tanto trabajo por delante no vamos a tener tiempo de vernos.

Vicente se quedó viéndolo, tratando de interpretar su actitud. Estaba tranquilo, demasiado tranquilo para alguien que acaba de descubrir que ha sido traicionado por la persona a la que pensaba traicionar por adelantado. Notó que no respiraba de forma agitada, ni había en sus ojos un símbolo, por pequeño que fuese, de rabia o frustración ¿Qué era lo que estaba pasando por su mente?

—No pareces sorprendido.
—No lo estoy; intenté hacer algo para conseguir un puesto mejor y más dinero, pero por lo visto tú, como siempre, te entrometes para lograr algo más.
—Jamás antes había pasado algo como esto.
—No, pero eso no es relevante; siempre tienes que ser el primero, el preferido, el regalado por todos.

Gerardo ya estaba a suficientes pasos de distancia; los dos hombres se desplazaron casi involuntariamente hacia un costado, mientras Sergio pasaba, caminando hacia la salida, con un maletín en la mano y una serie de carpetas. Vicente lo ignoró, concentrándose en las cosas que le estaba diciendo el otro.

—Hablas como si me guardaras rencor ¿Qué fue lo que te hice?

Joaquín se rio en voz baja; todo indicaba que se esperaba algo así.

—Esto no se trata de ti; es algo que viene contigo, eres de esas personas que tienen la capacidad de estar siempre en la primera línea, de conseguir lo que quieren aun sin proponérselo. Estoy seguro de que esta “oferta” vino a ti por un accidente, o porque lo descubriste a través de alguien más, a pesar de todos los intentos que hice para que el asunto quedara en secreto. Dios, Sergio te quería a ti, pero insistí, casi le rogué, le juré lealtad y un trabajo eficiente como si estuviera vendiéndole mi alma al diablo, me mantuve alerta, intercepté el correo ordinario, envié mensajes, hice todo lo necesario, pero un día antes te interpusiste y te quedaste con todo; de la misma manera que siempre lo haces. Como te quedaste con la esposa fiel e ilusa que piensa que la amas de forma incondicional. Como te quedaste con los bonos por rendimiento una y otra vez.

Estaba hablando con un tipo de resentimiento que Vicente nunca había escuchado en persona. Y fue, de un modo especial, muy fuerte escucharlo hablar así, como si fuera uno de esos paranoicos que creen que todo es parte del plan de alguien más, o una conspiración para destruirlos; Vicente jamás se había interpuesto en nada, pero viéndolo desde otra óptica, era Joaquín el que tenía un trabajo más estresante que el suyo, y era, definitivamente, quien tenía una esposa calculadora y absorbente. Pero eso no era su culpa.

—Escucha, sé que estás molesto por lo que pasó, y lo entiendo.
—No, no lo entiendes —repuso el otro con una sonrisa alegre que o descolocó—, no puedes  entenderlo, porque hasta ahora nunca has vivido una vida como la del resto. Nunca has estado en riesgo de perderlo todo, ni has sufrido porque alguien que te ama no te trate como corresponde, ni has visto como otros surgen en el trabajo mientras tú acumulas méritos para nada.

No iba a llegar a ninguna parte intentando dialogar con alguien que se encontraba en ese estado. Suponía que su amistad iba quedar dañada después de todo eso pero, después de todo ¿no estaba ya algo decepcionado de él desde antes? Resultaba difícil engañarse, y a juzgar por lo que estaba pasando justo en ese momento, de verdad que la amistad de Joaquín no era más que superficial.

— ¿Sabes qué? Piensa lo que quieras; no hice nada de esto para perjudicarte a ti, lo hice porque es lo que quería para mí. Por lo demás ¿Cómo puedes hablarme como si esto fuera una conversación de principios, si fuiste tú quien empezó todo esto?
—Porque eras tú el que estaba en una posición mejor que yo, por eso hablo como si se tratara de principios. No necesitas más dinero y comodidad, pero yo sí, yo quiero dinero para hacer feliz a mi esposa, para cambiar mi casa por una más grande, y quiero dejar de ser el de informática al que llaman para arreglar algo pero al que no ven a la hora de repartir los bonos y los premios.

Vicente hizo un airado gesto vago con las manos.

— ¿Y por qué no lo dijiste durante todos estos años? ¿Qué te ocurrió, era demasiado peso como para hablar, charlabas conmigo mientras te llenabas de esa rabia por gusto, por placer?

Joaquín seguía tan tranquilo a pesar del significado de sus palabras, que comenzaba a ser preocupante; era él quien estaba comenzando a actuar mal.

—Mi relación contigo no tiene nada que ver en esto, no seas inocente; siempre te he considerado un tipo agradable, alguien con quien se puede hablar, con quien compartir algo de información, pero nunca perdí el foco de lo que pasa contigo, y con una persona como tú es mucho mejor estar cerca que lejos, al menos así no te sorprende tanto lo que pasa. Y decirte ¿Decirte qué? ¿Para que me miraras con cara de buen amigo y me dieras un consejo, pero de todos modos no hicieras nada? Ya te lo dije, esto no se trata de ti, se trata de las personas que son como tú, que tienen esa vida llena de suerte y de buenos augurios.
—Lamento que pienses de esa forma, pero tampoco te voy a rogar ni nada por el estilo; me sorprende que ahora hables de esta forma, cualquiera diría que nunca fuiste realmente un amigo, pero eso me lo esperaba después de descubrir que estabas involucrado en esto.

El otro se cruzó de brazos, suspirando.

—No importa. Está hecho, estoy seguro de que ya firmaste el contrato, el dinero es tuyo.
— ¿Por qué te molesta tanto? Ahora puedes tener el mismo puesto aquí, puedes pedir más dinero, estoy seguro que te lo darán.
—No estoy molesto. Yo no.

Sn decir más, dio media vuelta y caminó a paso lento hacia su oficina, a la que entró cerrando la puerta con suavidad. Ni portazos, ni gritos, su actitud era por completo opuesta a las cosa que le había dicho tan solo un momento antes. Vicente se percató que el guardia estaba en el inicio del pasillo, a poca distancia de la entrada, mirándolo mientras el dueño hablaba con la recepcionista, a quien él no podía ver desde ese ángulo; no resultaba entonces una broma, el viejo lo haría expulsar por la fuerza si no salía. Apresuró el paso y entró a la oficina para recoger de ella todo lo que pudiera necesitar.


2


Con Sergio inubicable luego de la experiencia dentro de la empresa, Vicente quedó a su suerte durante esa jornada. Antes de salir, la recepcionista le dijo, casi como si se tratara de algo confidencial, que se pondría en contacto con él, para que pudiera retirar los documentos correspondientes y cobrar el dinero que legalmente le correspondía; también le dijo que podía presentar la carta de renuncia hasta el día siguiente, que no se preocupara porque ella arreglaría las cosas. Seguro se trataba de instrucciones de Gerardo, todo con la intención de no verlo más. Fue extraño, pero la mujer no demostró el mayor impacto al hablarle, como si de alguna manera ya hubiese tomado partido por alguien dentro de la situación que sin duda escuchó, o le fue relatada por el dueño. De todos modos, en su caso era comprensible, ella, si bien no estaba involucrada de forma directa, se quedaba en el lugar, por lo que, desde luego que tomaría partido por quien más le convenía. Mientras iba en el auto, sin rumbo fijo, Vicente se sintió un poco deprimido, como si lo que pasaba fuera de algún modo su culpa, no solo lo pasado con Joaquín, sino todo en general.

“No es tu culpa”

Dio un par de vueltas por las calles de la ciudad, sin saber muy bien qué hacer. De momento no le apetecía volver a casa, no solo porque estaría solo, sino porque de alguna forma era una suerte de fracaso, como reconocer que se había ido humillado de su trabajo.

“Fue por algo mejor”

Necesitaba volver a sentirse tranquilo; la decisión había sido por dinero, pero por sobre todo por tranquilidad ¿Cómo no iba a tomarla? Y Joaquín, quien durante tanto tiempo pensó que era su amigo, se demostraba tal como era, con ese resentimiento a flor de labios, como si de alguna manera fuera él, Vicente, el culpable de las desgracias de los demás a su alrededor.

“No es tu culpa, hiciste lo correcto”

Por un momento pensó en llamar a Juan Miguel, un amigo en el que sí podía confiar, pero se sintió algo cansado como para lidiar con la palabrería constante de su amigo, con quien era necesario estar siempre alerta; quería hacer otra cosa, pero seguía sin tomar una decisión clara, así que optó por hacer una parada y pasar a una cafetería a por un café para llevar: lo pidió cargado y con crema, y se regresó al auto, dejando la bandeja de cartón con el vaso alto en el asiento del copiloto.

“¿No sabes por qué estaba tan tranquilo?”

La actitud de Joaquín no dejaba de ser extraña; se sorprendió de sus palabras, de la manera en que se refirió a él, casi como si todo fuera una escena de telenovela, pero si algo lo sorprendió en verdad, fue su aspecto de total calma. Joaquín no era del tipo de persona que reaccionaba con tranquilidad, era de los que ante una situación que lo presionaba se ponía tenso, que ante…

—Oh Dios.

Tuvo que detener el auto, pero un bocinazo lo hizo recordar que no bastaba con detenerse cuando se encontraba en medio del tráfico; aparcó a  un costado, sopesando las ideas en su mente.

“Fue por algo.”

Joaquín no había reaccionado bien la semana pasada ante el accidente de Abel; era un hecho que lo tomó por sorpresa pero ¿Desde cuándo sabía en realidad que él se había quedado con su puesto? Al verlo ahí, de pie enfrentándolo con esa actitud tan relajada pero a la vez guardando la compostura, no supo qué pensar, luego al oírlo creyó que era una forma de enfrentarlo, pero pasó por alto lo esencial, y es que no tenía por qué haberse enterado de todo justo en ese momento

“Ya lo sabía”

No existía nada que pudiera evitarlo. Él mismo dijo que tomó todas las precauciones para quedarse con el puesto en la nueva empresa de Sergio, y que él se interpuso en el último momento; eso significaba que se había enterado la noche anterior, o en la tarde después de salir del trabajo. Había tenido tiempo para decidir cómo comportarse, para tragarse la rabia y actuar de la forma en que quisiera. Alegre, tranquilo, despreocupado.

“Averigua qué es lo que pretende”

¿Qué era lo último que le dijo, antes de dar media vuelta y entrar en su oficina?

“Debes saberlo”

Le había dicho “No estoy molesto. Yo no.”



Próximo capítulo: No pierdas el paso.

No vayas a casa Capítulo 8: Sube



“Hubo una vez silencio.
El silencio es parte de la vida y la creación, es el origen de todo. Se dice que en un principio no había nada, solo silencio; un silencio eterno e infinito, tan largo como el horizonte, tan lejano como la última estrella en el firmamento. Pero en el principio de todo no habían estrellas, porque todo no era más que un espacio vacío, de modo que el silencio era aún más grande, más inmenso e incomprensible.
No había nada.
Luego, hubo una explosión, una detonación causada por algo que no es posible comprender. Simplemente, de pronto, dos partículas colisionaron entre ellas, y al hacerlo, se produjo el primer sonido.
Pero todo eso sólo pasó en el interior; no había nada que explicar ni comprender, porque no existía el entendimiento, ni el conocimiento de las cosas. Aún seguía sin haber más que silencio, con la diferencia de que, a partir de ese momento, el silencio era algo que se podía entender. El silencio es parte de la vida, pero no es toda la vida.
¿Qué hay ahí afuera?
Cuando comenzó, cuando el silencio absoluto se convirtió en el silencio interior, y existió una forma de entender que lo que pasaba ahí, no era más que una parte de la vida, una parte muy pequeña. Pero dentro de ese sitio, seguía habiendo silencio.
En determinado momento comprendió que el silencio no era bueno si era absoluto, porque las cosas absolutas aplastan cualquier otra posibilidad, destruyendo alternativas; el silencio es parte de la vida, es algo natural, pero la ausencia de algo que reemplace al silencio también es parte de toda existencia ¿Cómo se llama lo que se opone al silencio?
Poco a poco el tiempo pasaba, de forma inexorable, pero al mismo tiempo, era como si no estuviera sucediendo nada. Silencio y tiempo alrededor ¿Qué era el tiempo? ¿Cómo sabía que existía el tiempo si en ese sitio sólo había silencio? Las cosas debían explicarse de alguna forma, pero esta no existía, sólo el silencio, pero este también comenzó a tener una apariencia; algo que era posible definir. Ahí, en ese sitio, el silencio era todo, era la ausencia de algo más, la forma de entender que debía haber una oposición, pero que esta no tenía cabida porque el silencio selló todas las opciones; aquella cosa estaba en todas partes, pero no era todo.
¿Qué es, de dónde viene?
El silencio era algo, que estaba ahí y al mismo tiempo estaba en otros sitios. Existían otros sitios, existían lugares donde todo no era sólo esa monotonía y simpleza, y existía también una forma de saberlo; la comprensión del medio llegó poco a poco, y así como el silencio fue comprendido como algo que llenaba el sitio, también fue entendido el tiempo, que era más poderoso y más grande que el silencio, pero no por ello su enemigo; el tiempo estaba en todas partes y en todas las cosas, se transmitía a sí mismo en cada cosa que tocaba, y era lo único que no tenía oposición, porque el tiempo se impregnaba de las cosas y las impregnaba a ellas. Al final, sin importar quién, cómo o dónde, todos volvían al tiempo, todos vuelven al tiempo, a formar parte de él con y de su paso incesante, más extenso y más fuerte que todo.
El silencio y el tiempo.
No eran enemigos, el tiempo estaba ahí desde antes del silencio, y le dejó espacio para que pudiera hacerse cargo de llenar ese vacío.
Vacío.
El vacío era el depositario de todas las cosas. Antes de todo, cuando sólo existía el tiempo, este creó al vacío, y el vacío se extendió hasta el infinito, porque sólo así quedaría completa su labor; el tiempo no tenía lugar, de modo que podía estar en todas partes del vacío, en donde debían comenzar a existir también otras cosas. Así fue como apareció el silencio, que es el reflejo del vacío, la forma física de la ausencia de casi todo en todo lugar; pero luego del tiempo, el vacío y el silencio, comenzó a existir lo que, por definición, debía existir en todo sitio, y de este modo se originó el Ser y el Lugar, el Ser porque representaba la unidad única, irrepetible pero replicable, y el Lugar, porque permitía que el Ser estuviera.
El Ser está en el Lugar, que ocupa una parte del vacío, y crea la oposición al silencio, mientras transcurre el tiempo.
El tiempo decidió que nada podía ser más eterno que él, de forma que creó la vida, y la envió a ocupar un sitio en cada lugar, y a vivir dentro de cada ser, por lo que desde entonces, cada ser vive en un lugar, hasta que el tiempo decide que ha pasado suficiente, y el silencio viene a reclamar el espacio que fue ocupado.
El tiempo es generoso, el silencio es calmo, la vida es buena. Pero el tiempo nunca olvida quién es, por lo que se opone a que las cosas puedan ser más longevas que él; el silencio no hace daño, no hiere ni lastima, pero siempre está ahí, y escoge un momento para llegar y recuperar, porque jamás pierde nada. La vida es buena, pero no es eterna, porque si existiera una vida eterna, esta vida podría ser enemiga del tiempo, y de ocurrir esto, todo lo que ha sido puesto en el manto del silencio y a través del tiempo, desaparecería por completo. De esta forma, la vida creó a su par, usando un espejo proporcionado por el tiempo, y así fue como surgió la muerte, la hermana de la vida, y ambas dejaron su manto a través de todo, existiendo ambas en el mismo sitio, pero jamás juntas; una de ellas daba, mientras la otra quitaba, y ambas sabían en qué momento hacerlo, guiadas por un lenguaje propio, que nadie más podía escuchar.
Tiempo, silencio, vida, muerte, lugar y ser.
Y el ser comenzó a ser, a vivir dentro de un lugar, mientras tuviera tiempo, y entendió que la vida era un trozo de tiempo que le había sido otorgado, mientras la muerte esperaba su turno, de modo que comprendió que era necesario hacer algo para contrarrestar el silencio, que como un manto oscuro evitaba que cualquier otra cosa pudiese suceder.
Los oídos aprendieron a conocer los sonidos  y los ojos aprendieron a ver las cosas, y todo se unió en el ser, para que estuviera completo. Teniendo ojos para ver el lugar, supo también que tenía oídos para conocer el sonido que era un hermano menor del silencio, un intrépido curioso que causaba estragos en el silencio, pero era aceptado con benevolencia por este porque era parte de la vida; porque el ruido permitía que el ser fuese, y ese era el fin último del tiempo.
El tiempo quería que el ser hiciese ruido, y el silencio lo permitía, porque el ruido obstaculizaba muchas cosas. El ruido callaba las preguntas, hacía retroceder al miedo y a la frustración, por lo que cada ser podía elegir qué y cómo hacer, y ese ruido de sus movimiento se volvió desde entonces parte de su vida, desde un inicio, hasta el final.
Con el pasar del tiempo que era eterno, la muerte hizo un trato con el silencio, que hizo que las cosas se equilibraran de una nueva manera: la muerte vendría precedida por el silencio, mientras que la vida vendría anticipada por el ruido; las hermanas separaron entonces sus caminos para siempre, conviviendo como antes, pero convertidas ya no en dos lados de un mismo espejo, sino en dos opuestos irreconciliables, jamás tan distintas así como jamás tan iguales en sentidos contrapuestos. El ser entonces aprendió a entender el ruido y el silencio, y aprendió a temer al silencio repentino por creerlo partícipe de la muerte próxima, y a advertir también por el exceso de ruido, porque la premonición de la nueva podía al mismo tiempo significar la predicción de la mala. Porque el ser comprendió que, por diferentes que fueran, por silenciosa y oscura una, y ruidosa y luminosa la otra, ambas estaba en medio del juego de equilibrio planteado por el tiempo, que exigía que jamás nadie tuviera demasiado de ninguna de ellas. Así fue como el viento, joven participante del gran juego, esparció la voz de temor y de advertencia entre los distintos seres, y estos crearon en su lugar, y en cada lugar de todos, un equilibrio posible, que alejara el silencio de la muerte y no permitiera la llegada inesperada del sonido de la vida. Existieron entonces las voces, los cantos, y todo se pobló de ruidos que interceptaban el silencio y que regulaban el sonido; un carnaval de tonos y timbres, todos distintos, pero todos controlados de una u otra forma.
El ser creyó que había encontrado una forma de manipular al silencio, y que a través del ruido podría saber de él todo lo que fuera necesario, por lo que podría usarlo a su antojo, y dejar de temerle.
Nada es tan poderoso como el silencio, y lo saben todos. O deberían saberlo. Pero no quieren escuchar, no quieren comprender que no existe forma de escapar ni de controlar algo que, de una forma simple, es lo más grande y poderoso. Desde un comienzo, desde el inicio del tiempo, el silencio ha sido quien ha manejado todo; con su manto invisible, que esconde tras sus pliegues a la oscuridad de la muerte y a la luz de la vida, el silencio es el arma más poderosa de todas, porque no importa cuánto ruido puedas hacer, el silencio se escabulle por algún sitio.
Pero el silencio también podía ser un aliado, y algunos lo entendieron así; porque el silencio podía ser fuerte, y era paciente, es que algunos comprendieron que era un compañero, jamás un subordinado. Aprendieron entonces a usar su informe poder en su beneficio, usando ese manto que nadie podía tocar, a través del ruido; creada la paradoja, los secretos nacieron como un arma poderosa, efectiva y eterna, permitida por el silencio, ya que era una de sus tantas armas para mantenerse siempre vigente, siempre existiendo e influyendo. Desde siempre fue que los seres pensaron que habían manipulado al silencio, pero no entendieron que al crear los secretos, hicieron del silencio algo mucho más poderoso, porque lo empezaron a llevar dentro de ellos. A partir de ese momento, se sobrevino la muerte por sorpresa, y el tiempo y el silencio se congratularon de haber conseguido un triunfo que no por merecer, eles era menos grato tener en su poder. Los secretos se convirtieron en un arma de doble filo, pero como el ser no lo sabía, los esparció por todo lugar, llegando a valorarlos y apreciarlos como armas, e incluso como tesoros.
Los seres pensaban que usaban el ruido, que creaban espacios, que manejaban el silencio, y que podían anticipar la muerte y evitar la vida, pero en su interior llevaban aún el silencio, que al estar en todo lugar y desde el principio del tiempo, llevaba consigo también algo de la esencia de la muerte, el tiempo y la vida, por lo que estos no tuvieron que deambular en busca de cada ser, sino que solo esperar a que ellos terminaran el camino que ya estaba marcado por anticipado.
El secreto del silencio escondido en los secretos de los seres podría haber sido revelado, pero el tiempo fue astuto y le dijo a la muerte que apareciera de forma súbita, y esta encontró una forma nueva de llevar su existencia entre los seres, cortando la vida de algunos de ellos sin avisar, callando el sonido de un  golpe. Así fue también como la vida vio esta ventaja, y aprendió a llegar disimulando su ruido, o detonando de golpe un festival de ellos; ambas entonces volvieron a hermanarse, haciendo juegos macabros en donde al mismo ser visitaban ambas, una para llevar y la otra para dar. Los seres, con el paso de más tiempo, se convencieron de que no podían manipular por completo la vida ni la muerte, y se resignaron a que el tiempo era, al final, enemigo de todos, así como un aliado en quien confiar solo lo necesario, pero jamás lo justo. Y guardaron este  temor en su interior por siempre, por lo que el equilibrio se mantuvo, y se mantiene.”

— ¿Te gustó el cuento? Por el brillo en tus ojos, parece que sí.




Prtóximo capítulo: No esperes más

No vayas a casa: Capítulo 7: No es lo que crees



¿Qué te sucede hombre?

Vicente se llevó la mano a los ojos, y los cerró durante un momento mientras se reía en voz baja.

— ¿De qué te estás riendo?
—De nada, es que el agua está tan buena, estoy tan relajado que siento como si alguien me estuviera invitando a quedarme aquí durante todo el día.

Juan Miguel se rió estruendosamente al tiempo que golpeaba la superficie del agua. Tener la razón se contaba entre las cosas que lo hacían divertirse mucho.

—Te lo dije. Te dije que este lugar te iba a encantar y que después de venir ibas a hacerte cliente habitual ¿vas a solicitar un pase por el día o una membresía anual?
—Vamos, no es eso; eso no quiere, es sólo que… al diablo, puede ser que tengas razón. Después de todo, no he estado tan tranquilo como quisiera ¿qué mal me puede hacer? Por supuesto no es ahora cuando me voy a quedar todo el día, pero supongo que tienes razón cuando me dices que es una buena idea; podría venir una vez a la semana o cada dos. Aunque en realidad se supone que en este momento estoy resolviendo un asunto en la empresa, no creo que pueda hacerlo todos los fines de semana.

Juan Miguel hizo un gesto de desprecio con las manos, como si estuviera eliminando algo imaginario que estorbara en la superficie del agua.

—En ese caso, lo que tienes que hacer es escaparte durante la semana —comentó su amigo— ¿sabes algo? Tienes que tratar de dejar de hacerte problemas por situaciones tan sencillas; apuesto que Iris no te pregunta si te parece bien que vaya o no a arreglarse el cabello o a hacerse algo en las uñas ¿verdad? ¿te has preguntado la cantidad de cosas que las mujeres hacen por sí mismas mientras que nosotros nos vamos a cortar el cabello en 5 minutos y nos afeitamos? No estoy diciendo que te conviertas en uno de esos ridículos modelos de televisión con la piel de muñeca y las cejas perfiladas, sólo hazlo y ya.

Pensándolo bien, en los últimos dos días había experimentado muchos cambios emocionales y por otra parte, si quería continuar con su vida según estas nuevas ideas, no le haría mal un poco de cuidado personal.

—Está bien, tienes razón, encontraré la manera de venir a nadar un rato aunque sea una vez cada dos semanas.
—Me gusta esa actitud, es lo correcto. Ahora me parece que deberíamos dejar de estar quietos aquí ¿no crees?

Sin esperar más se zambulló, lo que Vicente interpretó de inmediato como un desafío; inspiró con fuerza y se sumergió también, pudiendo ver la silueta de su amigo en el agua, impulsándose hasta el fondo de la piscina. Ambos nadaron por el fondo durante varios segundos, realizando una competencia de resistencia en lugar de la de velocidad anterior; en este caso se trataba de cuál de los dos podía llegar más lejos conteniendo la respiración. Para su sorpresa, Juan Miguel se rindió antes que él y regresó a la superficie.
 Vicente en tanto se tomó el lujo de avanzar un par de metros más; estaba empezando a sentir el cansancio, la falta de oxígeno que causaba una especie de presión en la cabeza y hacía más lentos sus movimientos. Con el triunfo en el bolsillo regresó arriba impulsándose con lentitud, hasta que regresó a flote y volvió a respirar. Juan Miguel estaba a cierta distancia, sonriendo pero con un evidente síntoma de agotamiento.

— ¿Qué pasó? Te rendiste muy rápido.
—No alcancé a respirar lo suficiente antes de meterme —replicó el otro con naturalidad—. Me salió el tiro por la culata ¿sabes? que creo que por ahora es suficiente de agua. Acompáñame a la sala del sol.

Nadaron de forma relajada hasta la orilla y se acercaron al panel en donde colgaban las toallas y batas.

—Parece que sólo faltan las camareras en traje de baño.
—Ni lo pienses, esto se convertiría en un burdel para gente con dinero ya hay uno a unas cuantas manzanas de aquí. Además, no es ese el tipo de relajación de la que te hablaba cuando estábamos en el agua.
—Lo sé, es sólo una broma.

Caminaron por un pasillo lateral hasta llegar a una puerta, a cuya izquierda había un tarjetero y un casillero metálico en dónde se podían colocar las tarjetas de forma ordenada.

—En la semana o cuando hay más gente hay un chico aquí vigilando que respetemos las horas; como ahora no hay nadie no está. Tú sólo tomas tu tarjeta y la pones en la hora que te parece más necesaria si está libre, ahora por ejemplo no hay nadie, si te fijas.

Sacó del tarjetero una ficha con su nombre y la puso en la hora correspondiente; la sala que había detrás de la puerta era mucho más grande de lo que parecía: se trataba de un salón cuadrado con paredes que parecían desnudas, pero que al ver de cerca explicaba por sí mismo el concepto de sala de bronceado. Los tubos de rayos ultravioleta se encontraban distribuidos por las murallas y también el techo, detrás de una lámina que probablemente era aleación de vidrio que permitiera que la luz pasara sin que aumentara la temperatura en la superficie; habían grandes taburetes de lo que parecía ser imitación de madera de nogal, mientras que al centro se encontraba un pequeño bar refrigerado acompañado de vasos acrílicos y unas píldoras de colores dispuestas en un recipiente.

—Son hidratantes —dijo Juan Miguel como si adivinara en dónde había ido a parar su mirada— son el reemplazo de un buen trago o de una bebida isotónica, ya sabes que hay personas que les gusta nadar pero odian tomar cualquier cosa que no contenga alcohol. ¿Me acompañas?
—No, creo que esta vez voy a pasar del sol; quiero volver a casa antes que Iris comience a sospechar que mi visita excepcional al trabajo es algo más que eso.
— ¿No le has dicho lo de Joaquín? —preguntó el otro mientras se sentaba secándose el cabello— Sabes que eso no es buena idea ¿verdad?
—No, ella  no sabe, no quiero que sepa la forma en que me enteré de todo esto, digamos que no es la manera más alta santa y preferiría mantenerla al margen, al menos hasta que tenga una total claridad sobre lo que voy a hacer.
— ¿No vas a hablar con él?
— ¿Para qué? —replicó Vicente—, es decir no tendría ningún sentido, todo esto ya está finiquitado.

Tal vez en realidad no lo estuviera; hasta este momento, al menos si dependía de la información que consiguió del ordenador de Sergio, no existía ningún trato concreto, es decir todavía no había un contrato firmado. ¿Sería posible que las cosas cambiaran? De alguna manera había estado torturándose con la posibilidad de que su fuente de trabajo estuviera en riesgo por causa de la situación que se estaba suscitando entre el padre y el hijo; sin embargo ¿Qué pasaría si él pudiese intervenir? Tenía las capacidades y sabía que podía enfrentar un nuevo desafío, así que tal vez no sería malo explorar la posibilidad de hacer algo al respecto. ¿Y si sólo se tratara de hablar con él? Quizás estaba complicándose la vida más de lo necesario, de la misma manera que su amigo acababa de decírselo.

—Te veré de nuevo por aquí.
—Lo más probable es que sí, pero ahora me voy, quiero pasar la tarde en familia y además tengo mucho en qué pensar.
—Ya sabes que estoy aquí si me necesitas.
—Lo sé. Oye ¿quieres que te devuelva esto?
— ¿El bañador? No seas ridículo, es tuyo, tengo tanta ropa que podría vestir a un equipo de fútbol completo.

Después de despedirse de su amigo y vestirse, Vicente salió del club de nado mucho más tranquilo y relajado; el viaje a casa y le pareció bastante rápido, acompañado de la música que ponían en las emisoras de radio. Llegó a la conclusión de que estaba en un punto en que tenía que tomar una decisión: continuar con su trabajo normal como si nada estuviera sucediendo, esperando en silencio el momento en que sucediera lo que sea que fuese a suceder, o por el contrario tomar las riendas de la situación y elegir entre la ocupación que tenía y la posibilidad de empezar un nuevo rumbo laboral. No quería comentarle a su esposa la forma en que había confirmado la participación de Joaquín en todo eso, ya que de alguna manera lo hacía sentirse culpable, como si el hecho de descubrir un acto que en potencia era criticable desde un punto de vista moral, se convirtiera en un punto criticable por el método utilizado; de acuerdo se dijo ¿qué hago?

Estacionó el auto en el aparcadero a la derecha de la construcción y descendió, ocupada su mente aún en estos pensamientos.

“Llámalo por teléfono”

Programó la alarma del auto con el mando a distancia, un poco ido, con la vista perdida en un punto entre el vehículo y la casa ¿por qué esperar hasta el lunes? Decidió no aguardar más y marcó en el móvil el número de Sergio, quien contestó al tercer tono.

—Hola.
—Sergio, soy yo, Vicente; me preguntaba si podíamos hablar sobre un asunto, se trata de trabajo por supuesto.

La voz del otro lado de la conexión, que había saludado con amabilidad y ligereza, hizo una pausa muy breve, casi imperceptible, pero que fue suficiente para que se notara el cambio en el tono.

— ¿Sucedió algo en la empresa?
—No es algo que haya sucedido, sino algo que va a suceder, pero creo que no es correcto hablarlo por teléfono.

Una nueva pausa, esta vez un poco más extensa ¿Estaría analizando la situación, habría supuesto ya que había sido descubierto? Aunque a él mismo le pareció extraño, estaba muy tranquilo en ese momento: se sintió dueño de la situación, como si de alguna manera supiera por anticipado cuál iba a ser la respuesta que escucharía del otro lado de la conexión.

—Tengo una tarde muy ocupada-
— ¿En verdad?
—En este momento estoy almorzando en el restaurant italiano de Plaza las Heras, estaré 20 minutos más aquí.

Estaría hasta las cuatro, y a buena velocidad en auto podía llegar en 10 minutos, tiempo más que suficiente.
Ni siquiera se tomó la molestia de avisar, sólo subió de regreso al auto y emprendió la marcha; poco tiempo después no le costó encontrar la mesa ante la cual estaba sentado Sergio en la terraza: tenía ante el un plato de pasta casi por terminar junto con un vaso de refresco. La expresión de su rostro era seria y determinada, bastante lejos de la continua amabilidad que lo caracterizaba en la empresa; se saludaron con un fuerte apretón de manos, tras lo cual Vicente se sentó en la silla desocupada y se aclaró la garganta.

—No voy a quitarle mucho tiempo. Sólo quiero saber si es que hay una plaza disponible para mí en su nueva empresa.

Aparentemente Sergio ya se esperaba algo como eso, ya que su expresión severa no cambió, ni pareció sorprendido o alterado.

— ¿Cómo fue que te enteraste?

No se lo había dicho a Juan Miguel, pero decidió recurrir a él como culpable del manejo de esa información; al tratarse de un empresario independiente, las posibilidades de que estuviera familiarizado con los sitios de registro y dominio de nuevas empresas era mucho más elevado.

—Un amigo mío es empresario independiente —dijo con total seguridad—, estábamos charlando y me comentaba de uno de sus nuevos emprendimientos cuando me pregunto por qué no le había contado de mi nuevo empleo, y como le dije que no sabía de lo que estaba hablando me mostró el registro de la nueva empresa: su nombre y el de su padre es conocido, así que él pensó que se trataba de la misma persona con la que yo había trabajado durante tantos años. Revisé por mí mismo el registro en línea y comprobé que esta nueva empresa es un proyecto suyo.
—Y quieres trabajar conmigo.
—No veo por qué no, quiero decir, es evidente que usted tiene ideas nuevas y un proyecto ambicioso, así que me dije ¿por qué no? Tal vez en este nuevo proyecto usted puede necesitar a alguien joven, con fuerza y carácter.

Durante un momento pensó que el otro iba a hacer algún tipo de recriminación, un juicio de valor o alguna frase conocida como “piensas traicionar a mi padre” sin embargo mientras su actitud continuaba siendo serena y controlada, su voz  expresó algo que Vicente no esperaba escuchar de inmediato.

—Entonces es eso ¿Y no piensas que puede ser arriesgado dejar de tu trabajo de tanto tiempo por un proyecto que apenas está comenzando?
—Pienso que esa pregunta usted ya se la hizo. Siendo honestos no creo que haya invertido dinero y esfuerzo sin tener la seguridad de que el proyecto va a funcionar; si quiere tener una empresa de este rubro que pueda funcionar de una forma correcta y resultando más eficiente que la que ya existe, necesita tener a la mejor gente con usted. Conozco los métodos de despacho, el comportamiento de los clientes y soy eficiente a la hora de tomar decisiones, si tiene a alguien mejor que yo y con más experiencia sólo dígamelo, hemos tenido una buena relación laboral durante más de 10 años, podemos mantener la cordialidad trabajando en sitios separados o ser colaboradores en una empresa con horizontes muy ambiciosos.

Fue extraño porque no había pensado en nada de lo que dijo durante el viaje, sólo se concentró en conducir bien y seguía tan tranquilo como al momento de llamarlo; todo eso era una situación sorpresiva provocada por él mismo, pero ante la cual se comportaba como si se tratara de un plan previamente trazado.

—Una vez que esta empresa comience a funcionar —dijo el otro hombre sin inflexión en la voz—, ya no habrá vuelta atrás, y esta ciudad no es tan grande en realidad, así que no podrían existir…

Vicente levantó las manos para evitar que siguiera hablando; algo le dijo que era mejor dejar el ciertos temas en silencio. Si Sergio estaba a punto de cortar toda relación con su padre de poco serviría entrar en el asunto como si se tratara de una terapia de familia.

—No es necesario que hablemos de cosas que no tienen que ver con el trabajo —sentenció con tranquilidad—, cuando uno comienza un proyecto el anterior ya está terminado, no hay necesidad de continuar preocupándose por eso, así que qué tal si nos concentramos en esto ¿Necesita mi ayuda?
—Es evidente que eres el mejor en este campo, aunque reconozco que me sorprende un poco tu decisión, no pareces el tipo de hombre que deja la seguridad con mucha facilidad.
—Eso es porque tal vez antes no se había presentado la oportunidad.
—Este lunes a primera hora —dijo Sergio pasando a otro tema—, voy a recibir una serie de contratos de parte de mi abogado; si firmas cualquier documento no habrá vuelta atrás.
—Ya le dije que…
—No estoy hablando de ti sino de las personas que trabajan alrededor tuyo; si dices que esto es sólo un asunto laboral, entonces espero que no haya algún tipo de problema sentimental de por medio.
—Le aseguro que no lo habrá.
—Puedo enviarte esta tarde un borrador de un contrato.
—Eso sería fantástico.

Cuando llegó por segunda vez a la casa se encontró con Benjamín jugando en el patio trasero mientras Iris leía, sentada en la mecedora colgante.

—Hola hijo.
—Hola.

Estaba jugando con unos bloques de plástico que le había regalado 2 años atrás. A diferencia de los que él mismo había tenido cuando niño, éstos tenían imanes por dentro, lo que permitía armar estructuras que desafiaban a la gravedad, aunque el grado de dificultad estaba dado por encontrar en cada pieza el polo positivo y el negativo; fue extraño porque cuando se lo regaló, el pequeño no le prestó la menor atención, hasta que dos años más tarde lo encontró en una de sus cajas y se convirtió en un pasatiempo habitual: cada tanto se ponía a jugar con ellos, y resultaba muy interesante ver el nivel de concentración que utilizaba en ello, ignorando por completo a sus padres incluso.

— ¿Cómo te fue —dijo ella con aire distraído mientras dejaba un momento a un lado el libro—, tenías mucho trabajo pendiente?
—Casi nada —dijo él después de darle un beso en los labios—, habría llegado antes pero me tomé un rato para hacer otra cosa: fui a nadar con Juan Miguel.

Iris hizo un asentimiento mientras esbozaba una sonrisa: siempre le había agradado él.

—Vaya, no sabía que tenías ese plan.
—Yo tampoco, se me ocurrió en el momento. En realidad lo llamé para que nos tomáramos un café y me dijo que lo acompañara a nadar, así que me pareció buena idea. Está yendo al club de nado de Fernanda Moreno.
—Como siempre tiene buen gusto —repuso ella—. Ese club está muy bien cotizado, tengo una amiga que va bastante seguido y dice que es un lujo.
—Deberías ir comentó él de forma liviana—, a lo mejor no soy el más entendido en el asunto, pero me da la sensación de que está muy bien construido, es espacioso y muy moderno. ¿Qué estás leyendo?
—Las llaves de la calle de Ruth Rendell; nada más lo estoy comenzando, pero me encanta la forma en que esta autora describe los escenarios. Es como si yo fuera a dedicarme a la literatura después del trabajo que tengo, y estuviera aplicando mis conocimientos.
—Entonces debes amarla —dijo él.

Se sentía tranquilo y relajado después del nado, y mucho más calmado después de su fugaz reunión con Sergio: quería contarle a Iris pero decidió que lo mejor era esperar hasta que las cosas se concretaran.
Finalmente cuando pasó el fin de semana y la jornada del lunes pudo sentirse más tranquilo y llegar a casa con una nueva buena; no obstante tuvo que esperar hasta que Benjamín estuviera durmiendo y ambos ya se encontraran en el cuarto.

—Amor, hay algo que tengo que decirte —comenzó sin rodeos—, voy a tener un nuevo trabajo en un par de semanas más: comenzaré a trabajar en la nueva empresa de Sergio.

Iris estaba sentada en su lado de la cama y al escuchar estas palabras se quedó muy quieta, mirándolo con una expresión que por momentos fue indescifrable; a lo largo de tan sólo un segundo pudo ver en su rostro sorpresa, curiosidad, extrañeza y un asomo de incredulidad. Por suerte en ningún momento vivo enfado o enojo. No todavía.

—No entiendo.
—Mira, para ser sincero no conozco los detalles porque él no los ha querido comentar, todo lo que sé es que él pretende y de hecho ya tiene casi listo el funcionamiento de una nueva empresa de importación y distribución de suministros para la pequeña y mediana industria, y desde luego necesita a alguien que se encargue de gestionar los despachos y soy el más indicado para eso, así que ya tengo el contrato en mis manos y sólo es cuestión de tiempo para que comencemos a trabajar.

Durante un momento la mirada de Iris se perdió, como si entre lo que estaba escuchando hubiese surgido un tema que distrajera su atención.

— ¿Cuándo fue que ya cerraste este trato con él? No me lo habías dicho.
—No te lo dije porque no sabía que él iba a llamarme —replicó él. Seguía manteniéndose firme en su decisión de no mencionar la forma exacta en la que había accedido a la información, aunque por suerte existían otros datos de los cuales tomarse para que no se notara—. Todo esto fue muy sorpresivo para mí ¿Recuerdas cuando te dije que había descubierto por accidente todo este asunto de la nueva empresa? Pues nada, sólo me quedé esperando a ver qué era lo que sucedía, decidí que no tenía sentido ponerme nervioso por causa de algo que obviamente no podía controlar. El sábado cuando volví de haber ido a nadar con Juan Miguel hablamos por teléfono, tuvimos una reunión muy rápido, por eso fue que vine y salí de inmediato; desde luego él necesita a una persona muy capacitada para comenzar en este negocio y es por eso que…
—Vicente no estoy hablando de eso —replicó ella como si fuera obvio—, cuando me comentaste lo que habías descubierto por accidente en su oficina, me imaginé que existía la posibilidad de que en algún momento él te contactara para tratar de contratarte, lo que no entiendo es por qué, es decir cómo es que firmaste un contrato así, con tanta facilidad.

Aunque a primera vista pudiese parecerlo, no se trataba de una crítica o un reclamo por no haberle dicho acerca de ese asunto; lo que en realidad le estaba diciendo era que no tenía mucho sentido dejar a una empresa en la que llevaba doce años trabajando de un momento a otro. Por suerte estaba preparado para eso y ya tenía claro su argumento.

—En el momento no fue fácil —explicó con calma—, pero el contrato que tengo es exactamente lo que quería, y va a funcionar de forma espléndida.
— ¿Por qué es tan bueno?
—Sergio me ofrece un 50% más del salario que estoy ganando en este momento, con un trabajo que es de lunes a viernes sin excepción y además con un contrato por un año para comenzar; y lo que es lo mejor de todo, una cláusula que me protege ante eventualidades, por lo que incluso si este proyecto fracasa tengo un respaldo legal durante todo ese tiempo ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

La expresión de Iris se había vuelto indeciso indescifrable.

—Sí, que vas a ganar más dinero.
—No amor, no es eso; es decir por supuesto que se trata de un aumento de sueldo, pero lo más importante es que esta es una oportunidad para nosotros.
— ¿A qué te refieres?
—Sólo Piénsalo —dijo él con más entusiasmo—, teniendo un salario un 50% más elevado y asegurado durante un año, para empezar tenemos la posibilidad de hacer cosas que tenemos en mente hace mucho tiempo.
—No estoy muy segura de que sea momento para hacer proyectos cuando acabas de comenzar en un trabajo.
—Este es el momento perfecto para hacerlo —mientras hablaba, el entusiasmo que se generaba en su interior comenzó a aflorar, y comprendió que no se trataba sólo de un asunto laboral; había mucho más en juego—. Escucha, considerando el salario que voy a tener a partir de ahora puedes dejar tu trabajo, piensa lo que sería eso. Podrías poner en práctica ese negocio que has estado pensando hace tanto tiempo, el área de compra y venta de propiedades es definitivamente lo tuyo y desde hace mucho has dicho que te gustaría iniciar un proyecto propio, dedicarte a estas mismas transacciones llevando tu propio negocio trabajando con particulares ¿No has pensado que la llamada de esa mujer puede ser una especie de señal, algo que te diga que ya es el momento de confiar en ti, de no postergar, de aprovechar la oportunidad? Teniendo una entrada de dinero mayor puedes dedicarte a eso sin presiones, y además sabes que significa que si yo dispongo de los fines de semana y las tardes de forma fija puedes atender tus proyectos de forma más confiada, incluso descansar en la medida de que lo necesites.

El rostro de Iris hasta ese momento serio había ido cambiando a una expresión mucho más amable; no alcanzaba a esbozar una sonrisa pero estaba más cerca de hacerlo, lo que significaba que su entusiasmo y honestidad a la hora de explicarle cuáles eran sus motivaciones estaba surtiendo efecto.

— ¿De verdad crees que es el momento indicado para hacer eso?
—Amor, es el momento perfecto; sólo me gustaría que pudieras ver esto de la misma manera en que lo estoy viendo yo. Tenías razón cuando me dijiste que estaba sometido a algún tipo de estrés, y de alguna manera no lo supe ver, pero ahora quiero, es decir necesito que hagamos esto, que hagas esto, siento que esta es la oportunidad de comenzar desde cero, al menos en algunos puntos.

En el fondo quería decirle que de verdad había abandonado esa costumbre de buscar sexo en otra parte como si se tratara de un juego, y que quería que ella también lo hiciera, es decir que volcaran sus intereses sexuales al mismo punto en donde estaban los intereses sentimentales; pero sabía que, al no ser esto posible, tenía que apelar a todo lo demás. Y en verdad quería que eso funcionara, pretendía poner todo de su parte no solo para que el nuevo empleo saliera adelante, sino para que cualquier fisura que en el pasado pudiese haber amenazado su relación, desapareciera para siempre.

—Lo que estás diciendo es muy lindo de tu parte, no sé qué decir.
—Dime que me apoyas; di que te apoyas a ti misma, que vas a darte los ánimos de salir de tu trabajo. Podemos hacer esto, puedo hacerme más cargo que ahora de los asuntos de la casa y de Benjamín, y tú puedes iniciar ese negocio personal con tranquilidad, porque estaremos respaldados; podemos hacerlo juntos, yo quiero que tú lo hagas, necesito que esta familia, y lo que hay entre nosotros, sea mucho más.

Iris no respondió por un momento, pero sonrió; estaba hecho, había sembrado en ella la intriga, el interés por saber si de verdad eso podía hacerse realidad. Se acercó y le dio un beso, el que ella respondió con una suavidad y ternura imposible de creer, como si en ese suave roce de sus labios estuviera agradeciendo la forma desinteresada de comprometerse con ella. Sintió que la abrupta decisión de intervenir en los planes del hijo del dueño de su futuro ex trabajo, era el principio de algo muy importante, y bueno.



Próximo capítulo: Sube