La última herida Capítulo 17: Personas que caminan





Soraya había conseguido sacarle la información a Matilde entre sollozos, pero ya tenía una idea más o menos clara de lo que estaba sucediendo, y efectivamente era peor que cualquiera de las cosas que se había imaginado mientras trataba de descubrir alguna pista.

–Y entonces lograste salir de ahí, es un milagro que estés viva mujer.

Matilde luchaba con las lágrimas; dicho de esa manera, las cosas parecían a cada minuto más horribles que antes, y la doctora no aparecía.

–No sabía que hacer, estaba tan asustada, y cuando salí de ese sitio lo primero que pensé es que si él sabe cosas de internet, perfectamente podría rastrearme, o tal vez lo estaba haciendo desde antes y yo... sé que todo es una locura.
–No, no lo es.

Aunque a ella si le parecía que lo era, pero después de lo que había escuchado, realmente podía dejar espacio para la duda.

–Escucha, hiciste lo correcto al dejar apagado el teléfono, si ese loco de Antonio hizo eso puede ser capaz de cualquier cosa. Mira, lo importante es que  estás bien, y que esperemos a que la doctora salga de ahí.
–Tengo tanto miedo por Patricia...
–Tranquilízate, mira...

Soraya se quedó con las palabras en la boca. En el retrovisor estaba viendo a Antonio caminando hacia la urgencia.

–Dios mío...

Matilde recorrió el curso de su mirada y vio con espanto como el hombre que hasta unas horas antes creía era su amigo estaba entrando en la urgencia.

–No puede ser, Soraya, tiene que haberme seguido de alguna manera.

Soraya tenía la piel helada; se veía tan normal, tan como siempre ¿Y era un asesino? No podía decirle a su amiga que poco antes se había encontrado "casualmente" con ese mismo hombre, eso solo la pondría peor, aunque la perspectiva de verlo en ese sitio era aterradora. No había tiempo para pensar, mientras no supieran qué pasaba, era mejor mantenerse lejos.

–No lo creo, si te hubiera seguido vendría para acá ¿No crees? creo que más bien vino a lo mismo que nosotras, tengo que llamar a la doctora.

Marcó el número agradeciendo haberle dicho a la mujer que se lo dijera mientras iban en el auto, y ambas esperaron la respuesta. Por fortuna la doctora respondió, aunque su tono era parecido a la incomodidad.

– ¿Qué sucede?
–Ocurrió algo, Antonio está entrando en la urgencia en este momento.
–Demonios, es el mismo hombre que la saludó antes ¿No? no pueden quedarse ahí.
–No podemos irnos...
–Escuche –la cortó firmemente– Patricia está bien, pero si ese hombre descubre que Matilde está en este sitio puede ponerse peligroso, salgan de ahí ahora mismo.
– ¿Está segura que está bien?
–La estoy viendo ahora mismo. Espérenme en el Boulevard del Parque Centenario, iré tan pronto pueda y por favor, tengan cuidado.
–Está bien.

Soraya cortó y se pasó nerviosamente las manos por el cabello, dejándolo más revuelto de lo que estaba antes. Matilde había captado que estaban hablando de su hermana y la miraba ansiosamente.

– ¿Qué pasó con Patricia?
–La doctora dice que está bien.
– ¡Tengo que ir a verla!

Soraya alcanzó por la mínima a sujetarla y mantenerla dentro del vehículo; nunca había visto a su amiga tan nerviosa y angustiada, ni siquiera cuando había pasado lo del accidente, pero probablemente el ataque de Antonio la había superado.

– ¡No Matilde!
– ¡Tengo que ir por ella!
– ¡Que no ves que Antonio acaba de entrar! Escucha, tenemos que salir de aquí.
– ¡No puedo dejarla de nuevo!
–No vas a dejarla –exclamó Soraya por sobre sus gritos– escúchame porque es muy importante, la doctora está ahí adentro y dice que tu hermana está bien. No está muerta. Antonio entró hace un momento, tal vez le dicen lo mismo que a ti, espera, espera.

Ambas se quedaron quietas mirando por el retrovisor; Antonio había salido de la urgencia, pero ésta vez su actitud era distinta: daba pasos cortos de un lado a otro mientras se tomaba la cabeza con una mano y mantenía el celular en la otra, al parecer en una conversación bastante fuerte porque se lo veía hablar mucho y con los ojos muy abiertos.

–Tenemos que irnos.
–Pero...

Matilde estaba temblando de pies a cabeza; saber que Antonio había tratado de matarla era muy distinto a verlo ahí ¿Por qué se vería en ese estado? Soraya encendió el motor.

–Está demasiado cerca, tenemos que irnos.
–Está bien, está bien.
–Recuéstate, que no te vea.

Soraya también estaba nerviosa y tenía el pulso a mil, pero desde siempre había podido enfrentar con la mente clara las emergencias, y sabía que en ese momento tenía que ser fuerte. Por suerte al sacar el vehículo no tenía que girar, de modo que valiéndose del retrovisor lateral y con cuidado de no mirar en la dirección equivocada, logró sacar el vehículo mientras Antonio continuaba hablando sin parar ante la portada de la urgencia. Un momento después el vehículo salió del estacionamiento con el rumbo que la doctora había indicado.


2


–No puedo creerlo.

Una vez que cortó la llamada, Romina volvió a sentirse absorta en lo que estaba mirando; sabía que era incorrecto, pero se había dedicado a la medicina por varias razones y una de ellas había sido el interés por la investigación, por descubrir nuevas aristas y campos en los cuales nutrirse de nuevos conocimientos. A pesar de haberse especializado en tratamientos sicológico derivados de traumas o heridas, el campo de la cirugía no le era ajeno, y constantemente estaba revisando las publicaciones oficiales de los centros avanzados de Europa o Estados unidos en el área. Y lo que estaba viendo en esos momentos no lo había visto en su vida.

– ¿Lo ves? –dijo el doctor apuntándola con dedos ligeros– no estaba hablando de más. Romina, lo que está sucediendo aquí no es algo normal.
–No, no lo es.

Volvió a mirar la fotografía que Medel había sacado una hora antes, y el cambio era sorprendente.

–Espera un momento, dijiste que la habías traído aquí porque pensaste que podía estar en peligro ¿Ocurrió algo que no me hayas dicho?

Por suerte el hombre parecía resignado a decirle todo, pero también había una nota de alteración en su actitud.

–Dijiste que Matilde te había contado ¿te parece poco?
–Por supuesto que no –replicó ella maldiciéndose por no haber hecho más preguntas– pero ella no sabía que pretendías ocultar a su hermana, hiciste desaparecer los informes o algo parecido.

Medel se alejó un par de pasos dentro de la habitación tan bien iluminada, donde la luz hacía contraste con sus rasgos cansados y alterados. Justo como aquella vez.

–Cuando Matilde me contó todo eso de la clínica y el tratamiento, al principio pensé que eran fantasías suyas, o que un charlatán se las había ingeniado para sacarle dinero, pero luego vi los exámenes y las modificaciones en la piel de Patricia, y pensé que las cosas tal vez iban mucho más allá; recordé esos rumores que circulan hace años, lo de la clínica misteriosa.

Romina también había pensado en eso al ver a Patricia, pero las cosas no parecían tener sentido, al menos no como ella lo veía.

–No lo creo, no tiene sentido.
–Por favor, no puedes negar la evidencia científica, estás viendo a la paciente –dijo él firmemente– sabes que en los círculos médicos existe hace años un rumor de una clínica especial, un conjunto de médicos que realizan tratamientos especiales, cosas fuera de lo común.
–Pero esos mismos rumores dicen que es la medicina de los poderosos –replicó ella aun sin dar crédito a esas palabras– Matilde y su hermana son mujeres comunes y corrientes.
–O eso es lo que nosotros creemos. ¿Qué pasaría si llegado el momento apareciera alguna herencia, un familiar rico que quisiera ayudarlas? Esas cosas pasan y lo sabes. Ahora bien, ésto es lo que creo que pasó: Todo iba bien con el tratamiento, pero anoche Patricia tiene ese ataque...
–Exacto, tiene un ataque, ¿por qué?
–Matilde tampoco sospecha nada –dijo él– pero tiene que haber pasado algo diferente que detonó esa reacción, y creo que por ese motivo esa supuesta clínica despareció, porque alguien quiere cubrirse las espaldas.

Tenía sentido, pero la presencia de Antonio merodeando por los hospitales y la actitud de Medel eran un problema adicional.

– ¿Adónde quieres llegar?
–Solo hay que tomar algunas muestras adicionales –dijo el hombre con energía– necesitamos hacer exámenes y pruebas, con eso podemos descubrir que tipo de tratamiento se utilizó, podríamos realizar un logro gigantesco.

Sí, estaba actuando exactamente como la vez anterior; Romina lo fulminó con la mirada.

– ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?
–Desde luego que sí.
–No, no te das cuenta –replicó ella en voz más alta– es una persona, en este momento se encuentra sin conocimiento y el estado de su piel parece cambiar segundo a segundo ¿Y quieres hacer exámenes?

Medel le devolvió la mirada.

–No me digas ahora que el caso no despierta tu curiosidad.
–No se trata de eso ¿Que acaso vas a empezar con lo mismo de hace siete años?
– ¡Ya te dije que eso está en el pasado!
–Al mirarte eso no es lo que pareciera, no puedes pretender hacer exámenes sobre una persona que probablemente se encuentre en peligro mortal, y no me digas que es para buscar una cura porque no te creo. ¿Qué es lo que piensas, que vas a hacerte rico como aquella vez?
–Eso es diferente.
–Era tráfico de órganos, no me hagas recordarte que ibas a intervenir a pacientes jóvenes para hacer una venta.

Medel golpeó una pared con el puño, pero la mujer no se intimidó.

–Basta, te dije que eso se terminó. Detuve esa locura, y si el culpable no fue a la cárcel y escapó del país no es mi culpa. Desde entonces he vivido para la profesión, soportando la presión de que tú y mi ex mujer estén vigilando cada cosa que hago, no soy un maldito criminal.
– ¡Entonces no te comportes como si lo fueras! –exclamó ella– tenemos que proteger a Patricia y mantenerla a salvo mientras logramos averiguar algo más, no te actúes como si quisieras pasar por sobre ese hecho.
– ¿Qué es lo que quieres que haga entonces?
–Por ahora que te quedes aquí y verifiques que no empeore. Y que no hagas nada que pueda ponerla en peligro. Yo voy a conseguir un medio para sacarla de aquí y llevarla a un lugar seguro.
– ¿Dónde pretendes llevarla?
–No lo sé, aun no pienso en eso.
–Espera ¿quién era ese hombre del que hablabas por teléfono?

Era una pregunta que había estado rondando en su mente; el hombre había estado casi sobre sus pasos, seguramente eso porque estaban tras la misma pista, pero quizás no sabía que ella estaba involucrada de momento, al menos no mientras no la viera de nuevo el mismo día; y no podía saber si se lo iba a encontrar o no, además que no estaba segura de poder reconocerlo. Saldría por una salida para personal.

–Creo que es verdad que hay más gente involucrada en esto ¿crees que es seguro estar aquí?
–Sí, el lugar está en mantención, no hay motivo para que se acerque un civil.
– ¿Dijiste que te retirabas verdad?
–Sí.

Era agarrarse a un clavo ardiendo, pero no tenía otra opción mientras no tuviera un poco más de información y un lugar seguro para las hermanas.

–Supongo que eso te mantendrá a resguardo por mientras. Roberto, prométeme que no vas a hacer ninguna tontería.

El doctor se acercó a ella y la miró a los ojos.

–He estado tratando todo este tiempo de demostrar que cambié, no lo voy a estropear justo ahora. Además –continuó esbozando una débil sonrisa– no puedo ir a ninguna parte, no sin tu ayuda.
–Está bien, mantén el celular encendido, te llamaré apenas tenga noticias.


3


El Boulevard del Parque Centenario era un punto importante dentro de los sitios más visitados de la ciudad. Entre sus decenas de tiendas había de todo tipo de venta de ropa, restaurantes, tiendas temáticas y espacios dedicados al arte y el cuidado personal, y habitualmente era muy visitado tanto por turistas como por familias. Soraya estacionó el auto de la doctora una esquina cerca de la salida a la calle Claro de luna, para poder salir rápidamente si era el caso, y era bastante fuerte estar pensando de ese modo, estaba paranoica; por suerte Matilde ya estaba un poco más tranquila.

– ¿No ha llamado aún?
–No. Tenemos que esperar.

¿En qué momento su vida se había vuelto una película de acción? Decidió calmarse ella también para no entrar en pánico y concentrarse en seguir indagando en lo que pasaba con su amiga.

–Dime algo, ¿tus padres saben lo que está pasando? Me refiero a lo que acaba de pasar.
–No, no lo saben –replicó Matilde cansadamente– cuando mi hermana tuvo el ataque intenté comunicarme, pero las líneas están cortadas, así que no lo saben; y ahora creo que lo mejor es que no sepan nada, no sé qué haría si les pasara algo.
–No pienses en eso ahora. ¿Cómo fue que llegaron a lo de ese tratamiento del que me hablaste?

Matilde le había dicho varias cosas, pero aún no llegaban a la génesis del conflicto, y realmente empezaba a dudar que fuera realmente esa.

– ¿Recuerdas cuando estábamos en la urgencia y salí muy angustiada?
–Sí.
–Lo que pasó es que... ahora siento que todo es tan ridículo, o increíble, ni siquiera sé cómo explicarlo. En una calle cercana vi a una mujer, la modelo Miranda Arévalo.
–Si...
–Ella estaba muy extraña, lloraba y decía cosas sin sentido. La verdad es que no hice nada, solo me acerqué a ella tratando de pensar si podía ayudarla en algo o no, ni siquiera la reconocí; lo que sucede es que después, el día que fui a la entrevista para el trabajo, me encontré casualmente con ella y me dio una tarjeta, dijo que en el sitio que indicaba podían ayudar a mi hermana, que había visto las noticias. Fui a ese sitio, y había todo un sistema, atendieron a mi hermana y dijeron que tenían un tratamiento nuevo, que podían devolverle todo lo que había perdido con las quemaduras.

La historia sonaba a cada segundo más insólita. ¿Por qué alguien creería en la palabra de una desconocida para confiar en un tratamiento del cual aparentemente no había ningún tipo de información? Porque tal vez cuando estás desesperado por el sufrimiento de alguien a quien amas, puedes confiar en lo que sea. Soraya sintió un escalofrío.

–Y tomaron esa opción.
–Sí. Soraya, no dijimos nada porque nos hicieron firmar un contrato de confidencialidad, para que no reveláramos el tratamiento, dijeron que teníamos que mantener el secreto.
–No tienes que darme explicaciones cariño, hiciste lo que creías que era correcto en ese momento, pero dime que sucedió después con Patricia, por qué la mantuvieron tan escondida.

Matilde suspiró.

–Eso era parte del tratamiento. Tenía que guardar reposo, y además mantenerse lejos del sol; además no podíamos dejar que nadie la viera, no habría forma de explicar los resultados.
– ¿A que te refieres?
–Estaba regresando el tiempo –respondió Matilde con una triste sonrisa en el rostro– pasaban los días y se veía cada vez mejor, su piel se restauraba, era como si el tiempo corriera hacia atrás. La iban a buscar, la llevaban a la clínica y le hacían tratamientos, ella al principio estaba desconfiada, pero con el paso de los días los resultados la fueron animando. Y de pronto sufrió ese ataque.

Se quedó un momento sin palabras, recordando la creciente alegría y confianza de su hermana, y como eso había cambiado de manera tan drástica en tan poco tiempo. Las cosas no solo habían ido de mal en peor, también faltaban tantas cosas, el cariño y comprensión de sus padres, la sensación de seguridad que perdiera con el ataque, la confianza que en ese momento parecía reducida a Soraya y a la doctora.

–Dijiste que "todo había desaparecido"
–Cuando tuvo el ataque intenté encontrarlos pero –su sonrisa esta vez fue de desconcierto– no había nada. La clínica no estaba en el lugar en donde se suponía que debía estar, solo había un edificio, y la oficina donde fui en primer lugar tampoco estaba, solo era otro edificio más. Por eso llamé a Antonio, porque pensé que él podría ayudarme a encontrar a Miranda Arévalo, pero se reunió conmigo para tratar de matarme, no viste su mirada, la forma en que me miró antes de empujarme en ese túnel de ascensor, es como si nunca antes hubiera visto a sus ojos antes.

Soraya escuchaba y trataba de reducir la cara de sorpresa, aunque era bastante difícil. Pero mientras escuchaba, también pensaba en Antonio en el centro de tratamiento, saludándola como si nada, poniendo sonrisas y hablando de una tía imaginaria cuando hacía poco se había desecho según él de Matilde ¿Habría tratado de matarla también a ella si hubiera sabido que ella sospechaba algo? Al verlo se había sentido confundida, pero si no hubiera visto a la doctora ¿Habría querido hablar con él para tratar de buscar apoyo como antes lo había hecho Matilde? A esas alturas todo era cosa de posibilidades.

–Entonces lo que es posible es que Antonio esté involucrado con la gente de la clínica –reflexionó en voz alta– pero no me explico por qué, o mejor dicho como, si la primera vez que lo viste fue en la urgencia cuando aún no pasaba lo de esa modelo.

Matilde también le había estado dando vueltas al asunto. Y aunque con miedo y angustia, ya sentía que podía ordenar algunas ideas, la primera de ellas respecto de ese hombre que de pronto se convirtiera en un monstruo. Al final no se trataba de algo tan complejo, la verdad estaba ahí, en alguna calle, entre todas esas personas de la ciudad que como Antonio parecían ser las mismas de siempre.

–Dijiste que se encontraron con Antonio de camino a la urgencia.
–Sí.
–Lo que creo –dijo con más fuerza– es que la clave está en eso. En saber por qué estaba ahí.






Próximo episodio: La persona perfecta

La última herida Capítulo 16: Carrera contra la muerte




Cuando Romina escuchó a Matilde decir que habían tratado de matarla, de inmediato pensó que lo peor podía estar sucediendo realmente; si sus temores eran acertados, las cosas podían haberse salido de control.

- ¿Qué? –exclamó Soraya mucho más alto de lo que habría querido- ¿de qué estás hablando, por qué?
-No lo sé, no entiendo nada de lo que pasa –dijo Matilde- pero acaban de decirme que mi hermana nunca estuvo allí –señaló la urgencia con dedos temblorosos- creo que la mataron, Soraya,  es horrible…

Los peores miedos que pudiera haber tenido Soraya no eran nada en comparación con lo que estaba escuchando, pero antes que ella misma pudiera reaccionar de alguna manera, la doctora lo hizo.

-Tienen que ponerse a resguardo.
- ¿De qué habla?

No podía decirles lo que estaba suponiendo, en primer lugar porque aún no tenía la seguridad, y en segundo porque sería demasiado difícil de explicar con pocas palabras. Pero eran un problema a la hora de ir a resolver las dudas que tenía al respecto.

-Escuche Matilde, si su hermana está o estuvo allí yo puedo averiguar qué es lo que pasó, pero es preciso que se protejan; Matilde, si ese hombre del que habla realmente intentó matarla, no es bueno que estén afuera. Soraya, lleve a Matilde a mi auto y quédense ahí, yo voy a entrar en esa urgencia para descubrir que sucede.

Le pasó las llaves a Soraya y se fue a paso rápido hacia el interior; mientras tanto la mujer se llevó inmediatamente a su amiga al interior del auto de la profesional.

-Siéntate aquí y explícame eso de Antonio ¡Pero si tienes una herida en una pierna!

Matilde estaba tratando de contener las lágrimas, pero a cada segundo las cosas parecían peores; inspiró profundamente para intentar hablar con claridad.

-Es mucho peor de lo que parece, de lo que yo misma entiendo, yo…
-Espera, espera –la interrumpió Soraya- no entiendo nada de lo que dices ¿Por qué estabas con Antonio, qué tiene que ver Patricia?
-Escucha, no sé lo que está pasando, pero mi hermana… te mentí Soraya, no te dije la verdad del tratamiento.

Entonces si había una razón por la que no habían visto a Patricia, en eso estaba en lo cierto.

- ¿Qué pasó con el tratamiento, que hicieron?
-Patricia estaba asistiendo a un tratamiento en una clínica privada, y anoche tuvo un ataque muy extraño –hablaba sin detenerse, reviviendo dolorosamente cada uno de los acontecimientos mientras los relataba- y de pronto la gente de la clínica no estaba, todo había desaparecido… llamé a Antonio para que me ayudara, él me dijo que podía encontrar a una persona que me ayudara y quedamos de vernos hoy, pero cuando nos juntamos…

Su mirada, esos ojos fijos en ella, la mano empujando su pecho con fuerza, no era accidental, recién comenzaba a entender que las cosas no estaban sucediendo de manera accidental.

- ¿Qué hizo?
-Me empujó por el conducto de un ascensor, no sé cómo es que sobreviví, pero ahora creo que de alguna manera todo está relacionado, y aquí me dijeron que Patricia nunca estuvo, creo que él podría estar detrás de todo esto y es mi culpa, es mi culpa…
-No, no es tu culpa –la interrumpió su amiga con firmeza- no importa lo que pase, no es tu culpa, mira, vamos a hacer esto, vamos a esperar a que vuelva la doctora y mientras tanto me vas a contar todo lo que pasó con lujo de detalles.


2

La doctora Miranda entró en la urgencia a paso firme, luchando por controlar sus emociones; tenía una lista de nombres bastante corta en su mente, y de esos seis nombres sabía que dos estaban en el extranjero, lo que la dejaba con tres opciones ¿Podía ser que después de siete años aquel horrible tema volviera a surgir? La posibilidad de que Patricia estuviera muerta era bastante grande, pero no podía desesperarse, no aún. Lo primero era usar el delantal como un arma para que le hicieran las menos preguntas posibles, de modo que se acercó a la recepción.


- ¿Quién está como jefe de turno?

La recepcionista hizo una breve pausa, y decidió omitir las preguntas.

-La doctora Salvatierra.
-Debe estar en el casino.
-Sí, parece que la conoce.
-Somos compañeras de bastantes años, te lo agradezco.

Se retiró hacia el casino a paso rápido; conocía a esa mujer hacía años, pero no eran ni siquiera amigas, se trataba de una mujer déspota y fría, pero conocerla le serviría para poder hacer unas indagaciones. Se acercó a una enfermera.

-Buenos días, ¿Ha visto al doctor Medel?
-No está, se retiró –respondió la mujer- ¿para qué lo necesita?
-Vengo a una reunión con la doctora Salvatierra y con él, es por un caso muy complejo.
Mencionar a Salvatierra hizo el efecto deseado, la mujer frunció el ceño preocupada ante cualquier relación con ella.

- ¿Preguntó en recepción?
-No pude, había una emergencia, de hecho voy al casino, creo que la doctora está ahí.
-Sí, habitualmente toma una merienda a ésta hora.
- ¿Y sabes qué le pasó al doctor Medel? Es extraño que se haya retirado, es tan responsable.
-Estaba con una paciente complicada –dijo la mujer con tono confidencial- había sufrido un ataque o algo parecido, dijo que iba a hacerse cargo personalmente.
-Debe ser el mismo caso por el que me llamaron –replicó Romina seriamente- la señorita Andrade, estaba con un cuadro muy complejo por lo que me dijeron.
-Solo se hizo el ingreso –dijo la enfermera algo turbada- pero no sé qué pasó después, creo que la trasladaron antes que él se retirara, porque no estaba después.

Era suficiente información por el momento, pero aún tenía que investigar algo más.

-Entiendo.
-Doctora, disculpe, pero no quiero tener problemas…
-Ni lo menciones –la interrumpió sonriendo- esto no lo escuché, no sé nada. Voy a hablar con la doctora Salvatierra como si no hubiera escuchado nada, y tú harías muy bien en hacer lo mismo.

Dejó a la enfermera un poco más tranquila, contando con que el miedo a Salvatierra mantuviera esa conversación en secreto, al menos de momento. Siguió por un pasillo hacia las unidades reservadas, saludó a un par de técnicos con los que había trabajado anteriormente y siguió como si nada pasara alrededor. ¿Cómo podía haber creído siquiera por un momento que Medel no volvería a caer si ya había sucedido una vez antes? Contando con que Salvatierra no decidiera aparecer por los pasillos sorpresivamente, la mujer continuó recorriendo el lugar haciendo un mapa mental del sitio; los hospitales y las clínicas, por muy grandes que fueran, obedecían a un diseño básico muy similar, que se debía a que en todos esos sitios era necesario trasladar pacientes, guardar suministros y recibir ambulancias entre otras cosas. Después de unos minutos ya tenía claro donde estaba cada cosa, pero aún tenía que encontrar el acceso a la planta inferior; poco después se encontró con un cartel que indicaba que cierto pasillo estaba cerrado por trabajos, pero qué redundante el método para ocultarse en el mismo sitio. Con cuidado traspuso el umbral de una puerta, y a paso lento continuó caminando mientras trataba de mantenerse controlada ¿Qué se suponía que iba a decirle a Matilde?
En ese momento sintió ruido de pasos y se acercó a la puerta de un depósito de medicamentos.

-Roberto.

El hombre volteó sorprendido al verla; su rostro pasó de la sorpresa a la consternación y de allí a la confusión en tan solo una milésima de segundo.

-Romina ¿Qué haces aquí?
-Trato de averiguar qué hiciste con Patricia Andrade, y no me digas que no está aquí como dicen en recepción, te conozco lo suficiente como para saber que me mentirías.

Durante unos instantes estuvieron mirándose fijo, pero aunque él no se mostró agresivo, si había un tono de molestia en su voz.

- ¿Cómo sabes de ella?
-Fue mi paciente. Dime que no volviste a hacer lo mismo otra vez.
-Romina, no seas ridícula, todo eso quedó en el pasado.
-¿De verdad quedó en el pasado? -espetó ella con fuerza, fulminándolo con la mirada- ¿puedes decirme eso después que Patricia desapareció? Sé por lo que ha pasado y sé que no es casual.

El hombre se contuvo de decir algo, claramente no esperaba quedar en evidencia.

-Lo que estás diciendo no tiene sentido.
-Entonces dime dónde está Patricia.
-Está aquí, y está viva y completa si es eso lo que te estás preguntando. La escondí porque creo que corre peligro.

Eso concordaba con lo que le había dicho Matilde, pero si no se trataba de aquel hecho, realmente no sabía qué era.

-Debo verla.
-Ella está bien.
-No vas a pensar que creo en tu palabra por el amor de Dios. Llévame con ella ahora.

Después de un momento él accedió y la acompañó hacia un cuarto al fondo del subterráneo que se señalaba arriba que estaba en mantención.

- ¿Por qué la sacaste de arriba?
- ¿Qué es lo que sabes?
-Matilde me contó todo, está desesperada porque piensa que mataron a Patricia, y cuando supe que tú estabas en medio creí lo mismo.
-Nunca vas a dejar de condenarme, ya he pagado suficiente diablos.

Entraron en silencio al lugar; Romina esperaba encontrarse con todo un aparataje de máquinas en pleno funcionamiento, pero se quedó de una pieza al ver que la mujer estaba simplemente tendida sobre la camilla, completamente inmóvil con las manos cruzadas sobre el vientre.

- ¿Qué es esto, por qué la tienes así?
-Tienes que acercarte a verla -dijo él cuando ya estaba junto a la mujer- cuando la veas vas a entender por qué es que la oculté aquí.








Próximo episodio: Personas que caminan

La última herida Capítulo 15: Pistas equivocadas




Después de unos minutos Matilde había conseguido sacar de sus manos la mayor parte de las manchas que tenía: se había lavado la cara y atado el cabello a la altura de la nuca, aunque no podía hacer mucho con respecto a las manchas que tenía la ropa. Sabía con más claridad que tenía que recuperar su número celular e ir a ver a Patricia, los golpes y la herida en la pierna no le parecían tan relevantes en ese momento; salió del baño tratando de mostrarse más tranquila y contenida, y le pidió al hombre que la acompañara hasta la calle donde abordó un taxi. Por suerte el taxista, si es que notó el estado en que se encontraba no dijo nada y le permitió estar tranquila mientras regresaban a su departamento. Subió rápidamente intentando no pensar en nada, fue a su habitación y se cambió de ropa, ya tendría tiempo para darse una ducha que le hiciera sentir que podía quitarse del cuerpo aquella sensación de aceite, oscuridad y encierro que la había aterrorizado antes: se puso unos pantalones de vestir con una camisa y una chaqueta encima y unos zapatos cómodos; volcó todo el contenido del bolso en una mochila que usaba muy de vez en cuando pero que le sería más útil en un momento como éste en que necesitaba sentirse cómoda.
Por suerte conservaba consigo todos los documentos, de modo que el siguiente problema que tenía era ocuparse de recuperar su número celular.
Un momento.
Si Antonio había estado acechándola todo el tiempo, si la forma en que había tratado de matarla no era más que la culminación de todo lo que había hecho antes por acercarse a ella ¿Cómo sabía que podía confiar en las otras personas que la rodeaban? No, no podía desconfiar de Soraya y Eliana, ellas eran sus amigas y no simplemente alguien que había aparecido de la noche a la mañana. Pero si no debía desconfiar de sus amigas tal vez sí debería hacerlo de las personas que la rodeaban; al llegar a su edificio el conserje no se encontraba en la entrada, podría ser una casualidad pero quizás sería mejor que él no la viera al momento de salir: decidió bajar por la escalera que daba al estacionamiento trasero y rápidamente desapareció por la siguiente esquina. Está bien, Antonio había tratado de matarla y probablemente según sus propias conjeturas después de haber estado inmiscuyéndose en su vida, pero ella misma había llegado a la conclusión de que no era buena idea ir a la policía porque su versión era completamente inverosímil, no habían pruebas ni testigos y algo en su interior le decía que si llegaban a encontrarlo y preguntarle, él lo negaría todo con la misma facilidad con que le había mentido, y eso si es que en primer lugar alguien lograba encontrarlo. Alejándose un poco más del edificio y siguiendo una ruta que nunca seguía, la joven se encontró a pocas cuadras con una pequeña tienda de oportunidades y compro un teléfono celular en efectivo; puso en su interior la tarjeta de su estropeado teléfono, pero mientras caminaba se detuvo un momento más a pensar si era buena idea o no encenderlo, tal vez estaba pensando tonterías producto de lo que se veía en las películas de acción, pero si Antonio había estado espiándola tal vez tenía una forma de rastrear su número si es que ella lo volvía a poner en funcionamiento. ¿Volvería a terminar el trabajo pendiente si descubría que ella estaba viva? De todas maneras necesitaba la agenda del teléfono y estar preparada para comunicarse en determinado caso, así que optó por  la alternativa que se le ocurrió y encendió el celular dejándolo en modo avión; se sentó en el banquito de una parada de autobús y sacó de su bolso un lápiz y una pequeña libreta donde apuntó el número de Soraya el de Eliana, el de sus padres y también los números de emergencia de la clínica en donde Patricia estaba internada, aunque de momento no le pareció prudente llamar. Había comenzado a preocuparse de la posibilidad que estuvieran persiguiéndola, pero tal vez el lugar en donde había sido arrojado por Antonio hiciera más improbable qué alguien creyera que podía escapar.


2


Soraya entró en la pequeña oficina de la doctora Miranda y se sentó ante su escritorio.

– ¿Se le ocurrió llamar a la policía?
–No, no lo hice, como le dije antes puede ser que todo esto no sean más que figuraciones mías y no quiero que Matilde se enoje conmigo si es que todo es un mal entendido.
–Pero usted sabe que todo esto es extraño –dijo la doctora– mire, como profesional he visto casos en los que una persona afectada por quemaduras abandona el tratamiento que está siguiendo, mientras que hay otras que optan por tratamientos más costosos en otros centros, o incluso medicina alternativa. Por lo general los profesionales de la salud creen que la medicina alternativa es bastante inútil pero yo no lo creo, pienso que puede ser un buen complemento, pero las heridas que sufrió Patricia no son superficiales. Estuve averiguando y ella no fue registrada en ningún centro médico público o privado, sé que no debería estar investigando porque es antiético, pero luego de la conversación que tuve con su hermana quedé muy preocupada.

Soraya frunció el ceño.

– ¿A qué conversación se refiere? –dijo Soraya.
–Poco después de que se me informara que Patricia había dejado el tratamiento me comuniqué con Matilde y le pregunté qué era lo que había ocurrido; también le dije que quería ver a Patricia pero no me lo permitieron, además Matilde se mostró muy reservada con respecto al tema, no quiso decirme qué tratamiento estaban siguiendo ni tampoco dónde, sólo se limitó a asegurarme que había sido una decisión familiar y que el nuevo tratamiento estaba dando buenos resultados.

Soraya llevaba pensando los últimos minutos en eso mismo, en que Patricia había desaparecido misteriosamente ¿después de haber estado completamente desaparecida en realidad? Porque después de salir de la urgencia nadie la había visto, sólo sabía de lo que pasaba con ella a través de su hermana. La doctora Miranda le dedicó una mirada inquisitiva.

– ¿Usted sabe dónde estaba realizando ese tratamiento?

–No, no lo sé, pero usted dijo que antes había estado investigando si Patricia había sido ingresada en alguna clínica, podría volver a revisar la información ahora.

Romina Miranda era una mujer que por lo general se llevaba por sus instintos y eso la había hecho una profesional cercana a sus pacientes pero en situaciones como ésta le hacía arrepentirse ya que quedaba directamente relacionada con algún caso. Su preocupación constante por la forma en que Patricia fue retirada del tratamiento no había disminuido con el paso de los días, y saber por medio de la amiga de su paciente que se había suscitado una emergencia para ella no era más que la culminación de sus temores. En su ordenador ingresó al sistema informático que le permitía ingresar a distintas bases de datos; en realidad las clínicas mantenían en contacto y realizaban intercambio de información de la misma manera que las aseguradoras, por lo tanto no era difícil entender que los datos se encontraban en un punto intermedio aun cuando ésto no se supiera de manera oficial. Muy bien podría ser un delito que ella ingresara a esos sistemas utilizando una clave que se había conseguido años antes, pero también es cierto que gracias a esa clave y al acceso a esta información había podido salvarle la vida a un niño hacía tiempo. Ingresó el nombre de Patricia en el sistema y un momento después en control emergencia a la cual se refirió Soraya anteriormente.

–Aquí está el registro de los datos de Patricia –dijo la doctora al cabo de un momento– dentro de la información de la urgencia de una clínica privada, se trata de la clínica Arces.

No quedaba lejos de ahí, pensó Soraya.

–Doctora ¿puede ver alguna otra información?
–Solo puedo ver el registro de urgencias, probablemente de cuando fue ingresada durante esta madrugada; generalmente por temas de comodidad el resto de los informes se realizan a mano y son ingresados cada cierta cantidad de horas, pero al ser un registro interno de la clínica es improbable que lo pueda ver desde aquí.
–Entonces voy a ir a esa clínica –dijo Soraya decidida– no me puedo quedar tranquila mientras no sepa qué es lo que está sucediendo.
–Espere –dijo Romina– voy a acompañarla.
– ¿Está segura?
–Sí, lo estoy, además en el caso que a usted le nieguen la información yo tengo forma de acceder a ella.
–No perdemos nada con investigar –dijo Soraya– pero si en el camino descubrimos que en realidad es un error ambas vamos a quedar en ridículo.


Salieron de la oficina de la doctora caminando rápidamente hacia la salida.

–Hola ¿y tú qué haces aquí?

Soraya miró hacia un costado, de dónde provenía la voz la voz. Hizo un gesto de saludo.

–Hola, qué sorpresa.

Antonio sonrió ampliamente y se acercó a ella.

–Vine a buscar el resultado de los exámenes de una tía ¿y tú estás bien, tienes algún problema de salud?

Soraya pasó la vista de la doctora a Antonio y de vuelta a la profesional; ésta los miraba fijamente pero sin hacer ningún gesto.

–Vine a tomar desayuno con mi amiga –dijo señalando a la doctora– hace tiempo que no nos vemos y siempre es bueno mantener el contacto.
–Entonces era eso –dijo de él– por un momento me había preocupado. Y cuéntame cómo están Matilde y Patricia.
–Bien por lo que supe –respondió ella– hace un par de días que no hablamos, Matilde está con mucho trabajo y Patricia con lo de la recuperación.
–Por supuesto –dijo él frunciendo el ceño– yo voy a ir a ver lo de mis exámenes, que tengas un buen día.
–Gracias, igual para ti.

Las dos mujeres continuaron caminando hacia la salida del centro médico.

–Ese hombre es amigo suyo.
–Sí respondió Soraya dubitativa– qué extraño, no recuerdo que me haya dicho que tenía una tía viviendo aquí en la ciudad.

Le había parecido muy extraño encontrarse con Antonio en ese lugar y precisamente en un momento como ese; desde la salida del instituto no se habían vuelto a ver y ahora se lo encontraba por casualidad dentro de un centro médico cuando su mejor amiga y la hermana de ésta estaban desaparecidas. Claro, y ella había mentido de manera instintiva. ¿Qué les pasaba a todos?

–Mi auto está a un costado en el estacionamiento –dijo la doctora interrumpiendo sus pensamientos– llegaremos a nuestro destino en unos minutos.



3


Aún no era medio día cuando Matilde llegó a la urgencia de la clínica privada en dónde estaba internada Patricia desde la madrugada, y preguntó en recepción por el doctor Medel. La mujer de la recepción no le prestó mayor atención pero consultó los datos en el ordenador.

–El doctor Medel se retiró temprano en la mañana.
– ¿Qué? Pero no es posible, me dijo que iba estar aquí.
–Según la información que tengo –dijo la recepcionista– anunció que tenía una emergencia personal y se retiró.

Matilde no se esperaba algo como eso, pero aún necesitaba saber qué estaba pasando con su hermana y saber en qué estado se encontraba.

–Disculpe, necesito saber que doctor está viendo el estado de una paciente.
– ¿Quién es ella?
–Es Patricia Andrade, ingresó en la madrugada.

La recepcionista ingresó la información en el ordenador y después de unos momentos quedó mirándola fijamente.
– ¿Qué nombre me dijo?
–Patricia Andrade.

La mujer de la recepción frunció el ceño.

– ¿Está segura señorita? Porque no tengo registro de ninguna persona con ese nombre que haya ingresado en esta urgencia.


4


No dijo ni una palabra, solo salió de la urgencia lo más rápido que pudo.

–Por Dios, por Dios…

Estaba muerta, estaba muerta.

–Por Dios, no puede ser…

Ni siquiera podía llorar, pero en ese momento estaba completamente segura de lo que estaba ocurriendo era eso, no importaba por qué ni las circunstancias, Patricia estaba muerta igual que debería estarlo ella. Antonio había ido a matarla para deshacerse de ella mientras alguien más eliminaba a su hermana del mapa ¿El doctor Medel?

–Dios….

Estaba entrando en pánico. Desde el momento en que logró salir del túnel del ascensor estaba pensando en qué pasaba, pero su primera preocupación era Patricia, reunirse con ella y saber en qué estado se encontraba, y ella misma había ingresado y hablado con el doctor Medel.
Un doctor que pese a su escepticismo había decidido darle algo de crédito y ayudarla.
¿Cómo había podido ser tan tonta?
Ella había puesto en manos de un asesino a su hermana cuando no podía defenderse, mientras iba de voluntad propia a ponerse en las manos de otra, y poco a poco las cosas comenzaban a encajar, el departamento, la llamada, las casualidades, todo parecía tener sentido y era cada vez más horrible conforme lo pensaba, porque seguramente su relación con la Clínica Cuerpos imposibles y el extraño ataque que sufriera Patricia durante la noche estaban relacionados ¿Alguien quería hacer desaparecer toda la información? ¿Acaso ella y su hermana no eran más que una molestia en el camino para alguien a quien no podían identificar?
Sentía que todo su cuerpo comenzaba a temblar, estaba más sola de lo que jamás podría haber imaginado ¿Qué iba a hacer?
Mientras caminaba apresuradamente a través del estacionamiento volteó un momento hacia la urgencia ¿debería llamar a la policía al menos para denunciar la desaparición de su hermana, del cuerpo de su hermana? ¿O hacer algo así simplemente daría prisa a un trabajo que probablemente estaba inconcluso?
Una mano se posó sobre su hombro.

– ¡Noo!

Soraya trató de acercarse, pero la joven reaccionó apartándose mientras gritaba.

– ¡No se me acerque!
–Matilde, soy yo.
– ¡No, no!

La doctora se acercó a Matilde, y al verla descontrolada optó por darle una bofetada, que consiguió controlar sus gritos.

–Cálmese por favor.

Durante un momento la joven no pareció reconocer a ninguna de las dos, pero después reaccionó y estalló en llanto mientras se arrojaba a los brazos de Soraya.

–La mataron, la mataron, estoy segura de que la mataron….

Soraya la cobijó en sus brazos al tiempo que la consolaba.

–Tranquila, estoy aquí amiga, tienes que calmarte, no entiendo nada de lo que dices.

La doctora Miranda sabía que algo estaba realmente mal, pero entes de entrar en una clínica donde aparentemente había ocurrido algo importante quería tener algo más de información. Matilde estaba saliendo muy lentamente del estado de shock en el que se encontraba.

–La hicieron desaparecer, ellos lo hicieron, sé que ellos lo hicieron…

No estaban llegando a ninguna parte. Soraya tuvo que apartarse de ella, y con el corazón oprimido, mirarla fijo y hablar fuerte y claro.

–Matilde, ahora tienes que calmarte y decirme qué diablos está pasando. Deja de llorar.

La joven la miró durante unos segundos, y conteniendo las lágrimas a la fuerza logró hablar con más claridad.

–No está. Patricia no está en la urgencia, desapareció y dicen que nunca fue ingresada, y el doctor Medel tampoco está.

La doctora sintió que se le revolvía el estómago ¿Podría tener eso que ver con un antiguo caso que recordaba? Si era así, las cosas serían realmente graves.

– ¿Eso es lo que le dijeron?

Matilde apenas podía contener las lágrimas.

–Estoy segura de que la mataron. Soraya, la mataron.
– ¿Pero por qué dices eso? Tal vez es un error, o la trasladaron.
– ¡No! No es un error, tiene que ser obra de la misma gente, él debe estar detrás de todo esto.
– ¿De qué estás hablando?

Hasta ese momento no había tomado en realidad el peso de la situación en la que se encontraba, pero el exteriorizarlo, sintió el real peligro que se había cernido sobre ella y que quizás estaba punto de volver. Al principio, encerrada en ese horrendo lugar había tenido miedo, pero también estaba aturdida, y la confusión había cegado sus sentidos de la misma manera que la oscuridad lo había hecho con sus ojos, y luego, al conseguir escapar, se había obligado a pensar con claridad, enfrentando una situación por completo nueva, en donde no sabía en quien podía confiar. Aún así creyó que aquel acto horrible de parte de alguien a quien creyó conocer era algo superado, o tan siquiera asumido, pero la verdad es que, probablemente de igual manera que el día en que Patricia había tenido el accidente, Matilde solo se había concentrado en lo que tenía que hacer, en la forma de mantenerse activa cuando la situación lo requería. Patricia había sufrido un ataque, todo rastro de la clínica Cuerpos imposibles se había desvanecido en el aire, y cuando pretendía, o mejor dicho creía haber encontrado una vía de escape, alguna forma de volver a encauzar las cosas, la sorpresa atacaba de nuevo. La información que le entregaron en la urgencia de la clínica había colmado su capacidad, y tembló solo de recordar el nombre de quien unas cuantas horas antes habría pensado que era un buen amigo.

–Antonio…
– ¿Qué pasa con Antonio?

Tenía que decirlo, tenía que exteriorizarlo para poder controlarse, o seguiría llorando igual o peor que si estuviera aun encerrada en ese túnel.

–Él trató de matarme.



Próximo episodio: Carrera contra la muerte