La traición de Adán capítulo 32: Planes desesperados



– ¡Cómo es posible que nadie sepa nada!

Bernarda estaba en su oficina, completamente fuera de sí; el accidente en el Salón de la innovación no le había causado perjuicios físicos, pero si emocionales; ahora sabía que ahí afuera estaba ese loco tratando de matarla o al menos de arruinar su vida. En esos momentos, su apariencia vivaz y estilo sofisticado eran opacados por la furia, que esta vez como pocas, estaba llevada en gran parte por el miedo. En la oficina estaban sus ejecutivos más importantes y su jefe de seguridad.

–Ha entrado alguien a las instalaciones a sabotear una estructura gigante que pudo matarnos, y nadie tiene la menor idea de cómo sucedió.
–Tenemos a nuestro personal revisando los registros y buscando soluciones.
–Eso ya lo sé –replico ácidamente– lo que quiero saber es que clase de seguridad permite que un lunático me amenace de esta manera.
–También estamos exigiendo toda la información, tomaremos medidas de todo tipo.

Pero Bernarda parecía no escuchar nada salvo su propia voz.

– ¡Ese lunático podría estar en cualquier parte! Quiero que mi seguridad esté realmente  resguardada esta vez, y quiero ver a ese loco fuera de la línea de peligro; encárguense de que la noticia no sea relacionada conmigo ni con la constructora, amenacen, exijan, paguen si es necesario, pero quiero mi nombre y mi propiedad fuera de esto. Salgan de aquí, necesito pensar.

Pocos momentos después estaba sola en su oficina. No podía decir que sabía quién era el causante de todo eso, no con los antecedentes que había, era imperativo que se deshiciera de él lo más limpia y prontamente posible, y sin mezclar a ninguna de las tres personas que tenía como más necesarias; Eva, Adán y Luna estaban reservados para otros asuntos. Tenía que calmarse, y encontrar alguna fórmula efectiva, porque Aruse no estaba de regreso en su vida  para exigir nada, ya había pasado la etapa de las recriminaciones para pasar directamente a la acción, quería venganza, y no la había conseguido de forma inmediata solo por un azar del destino. Pero faltaba muy poco, estaba demasiado cerca de ella, por lo que tenía que encontrar la forma  de eliminarlo mientras aún no se hacía pública la relación entre ambos; momentáneamente no estaba efectivamente afectada, solo se trataba de una amenaza real, y contaba con muy poco tiempo en su favor para actuar antes que alguien descubriera algo y su nombre y su imperio comenzara a desmoronarse. Sabía que era responsable de haber subestimado a Aruse, pero había librado batallas mucho más grandes, no se dejaría intimidar por algo como eso. En ese momento le avisaron de una visita.

–Dile que pase.

Luna llegó con expresión preocupada.

–Supe la noticia y de inmediato recordé que me habías contado que irías a ese evento; espero que estés bien.
–Gracias –respondió Bernarda sentándose– estoy un poco nerviosa, pero bien. Lo lamento Luna, creí que llegarías mañana.
–Despreocúpate, decidí volver hoy, así que no hay ningún problema. ¿Por qué estás tan nerviosa?

Bernarda tenía la intención de adelantar su plan, pero decidió esperar un poco más.

–Porque todos los planes que tenía para el Salón de la innovación se fueron al diablo, esperaba poder adelantar algo de un nuevo proyecto en el Sur del país hablando con los empresarios ganaderos y era la mejor oportunidad de hacerlo.

Luna fue al mini bar y sirvió dos whiskies en las rocas.

–Estás  haciendo  una tormenta en un vaso de agua mujer. Esto es solo un percance, ya verás que dentro de poco habrá una nueva oportunidad.
–Tienes razón, estoy exagerando –comentó Bernarda para dejar cambiado el tema– mejor me olvidaré de todo esto por el momento. Cuéntame como te ha ido con Adán últimamente.
–Excelente por supuesto, aunque reconozco que el hombre sabe muy bien cómo poner límites; aún no se desespera, pero estoy en su mapa, así que te aseguro que solo faltan un par de pasos más.
–Genial, eso quiere decir que vas muy bien encaminada Luna. Ya está poniéndose nervioso, sabes que muy pronto tendrás que actuar.
–Por mi encantada.
–Te creo.

Mientras tanto, Micaela y Esteban seguían analizando los últimos hechos.

–Estoy de acuerdo en que puede haber algo más en todo esto, viniendo de Bernarda nada me parece extraño. Lo que no sabemos es quien o cómo está detrás de todo.

En ese momento los llamó F.

– ¿Tienes alguna noticia?
–Sí, y es endiabladamente sabrosa.
–Te escuchamos.
–Así no. Véanme en donde la última vez.

Media hora más tarde estaban en una cafetería muy concurrida; F parecía muy serio y controlado.

–Tienen que saber que aquí hay algunas cosas que les parecerán muy feas.
–A estas alturas me espero cualquier cosa.
–Pues aquí voy: el dueño de la empresa de estructuras que quebró en Inglaterra se llama Vladimir Aruse, y está en el país desde hace poco.

Micaela silbó sorprendida.

–Y viene a vengarse.
–Creo que algo un poco más extremo que eso; en este video de una cámara de seguridad del evento de construcción se ve, aunque no muy nítido, a Aruse subiendo al escenario y accionando alguna clase de dispositivo, parece un mando a distancia sencillo.
–Eso confirmaría que lo del Salón no fue accidental.
–Lo llamativo no es eso –comentó F– lo interesante es a quien está mirando.

Micaela y  Esteban se acercaron más a la pantalla portátil de F para ver nuevamente.

–Es Bernarda.
–Eso quiere decir que Aruse pretende matarla.

La joven se quedó sorprendida de que no le importara lo más mínimo que Bernarda estuviera en peligro; eso era fruto de la lejanía que siempre habían tenido, alimentada por las intrigas y traiciones de la que era su madre.

–No puedo decir que me sorprende la noticia F, Bernarda es del tipo de persona que se hace de enemigos al por mayor.
–Muchachos, creo que no están siguiendo mi lógica. Aruse era el dueño de la empresa que muy presumiblemente quebró por alguna intriga orquestada por Bernarda, y ahora volvió. ¿Por qué creen que se tardó dos largos años en regresar?

Ninguno de los dos tenía la respuesta, básicamente porque no se habían planteado la pregunta.

–No lo sé. Y por tu cara no creo que sea algo trivial.
–Por eso les dije que eran cosas feas. Estuve revisando los informes de personal y algunos históricos de las empresas, y descubrí que Aruse consiguió algo que nadie ha logrado antes: tiene infiltrados en la empresa Biel Asís en cuatro cargos.
–Es decir que se dedicó todo éste tiempo a eso –comentó Esteban asombrado– reconozco que su nivel de odio es importante.
–No es eso por Dios –exclamó el otro– lo importante no es el tiempo que usó o no, lo importante es lo que están haciendo sus aliados: todos los aliados que tiene fueron del grupo más antiguo y fiel de Aruse y seguramente por eso buscaron junto a él la forma de vengarse. Están en lugares estratégicos de Biel Asís, y  creo firmemente que lo del Salón fue sólo una distracción porque está preparando algo más.

Micaela ya no aguantaba el misterio.

–Dinos de una vez qué es lo que crees que está pasando.
–Lo que creo es que Aruse está distrayendo a todo el mundo haca él para que no se descubra su plan de sabotaje.
–El aeropuerto –comprendió Esteban al fin– ese es su objetivo, quiere destruir la principal obra de Bernarda, por eso su empresa está ahí haciéndose cargo.
–Van a hacer en el aeropuerto lo mismo que en el restaurante de Pilar –dijo Micaela a su vez– eso no fue a propósito, fue ensayo para ver cómo funcionaba.

Esteban estaba descolocado.

–No puedo creer que diré lo que voy a decir, pero tenemos que advertirle a Bernarda.

Micaela frunció el ceño.

–No, eso no serviría.
–No te lo tomes así. Sabemos lo que ha hecho, pero no podemos dejar que las peleas entre ellos dos causen más problemas. Si nuestras conjeturas son acertadas, algo intervenido en el Hotel podría provocar un caos.
–No lo entiendes Esteban; conozco a Bernarda, avisarle de algo así tal vez la pondría sobre aviso, pero su reacción sería la de atacar de vuelta, y si Aruse fue capaz de hacer algo como lo del Salón, está claro que si lo presionan podría cometer una locura.
–Ya pero entonces, ¿tú que propones?

Micaela se lo pensó unos momentos. Si, había algo que podían hacer.

–Propongo que usemos ésta información para resolver más de un asunto a la vez. Eva San Román es uno de los brazos derechos de Bernarda, y es un peligro igual que ella, que Luna y Adán Valdovinos; tanta gente como esa reunida no puede no tener algo oculto, y en éste tiempo ya hemos descubierto varios cabos sueltos, pero nos estamos tardando demasiado en ver si es que conseguimos algo sustantivo o no: dejemos que los monstruos se coman entre ellos.

Esteban la miró perplejo.

–A  veces  das miedo.
–No estoy diciendo nada fuera de lo normal; mira, lo único que necesitamos para ganar en ésta situación es hacer que se pongan en contra unos de otros, y creo que todo éste embrollo de Aruse puede sernos de utilidad.

F parecía estar disfrutando la escena.

–Al fin piensan del modo conspirativo en que funciona éste mundo. Continúa.
–Lo que pienso es algo así: hacemos que Bernarda crea que Eva y Adán tratan de quedarse con sus propiedades o algo, y dejamos que ellos piensen que la Biel Asís es lo más provechoso que pueden obtener; así, cuando todo se descubra, ambos lados tendrán culpa y arruinaremos sus planes.
–Suena encantador.
–Ya –dijo Esteban un poco alarmado, aunque tratando de calmarse– digamos que hacemos eso, que encontramos la forma de ponerlos unos contra otros. ¿Cómo hará eso que se evite una tragedia en el Hotel del aeropuerto?

Micaela sonrió.

–Porque faltan meses para que eso siquiera se inicie, y la idea es actuar de una vez por todas. Veamos ahora mismo que es lo que tenemos en su contra, las verdades que sabemos y que podemos hacer con todo eso.
–Aunque no me están pagando por esto en particular muchachos, quiero ayudarlos. Pero llevamos demasiado tiempo aquí, así que les propongo algo: ustedes hagan los planes que quieran, yo mientras tanto reuniré la información más relevante, y volveremos a hablar esta noche. No se pierdan.
–Tampoco tú.

Esa misma noche, los tres se reunieron en un departamento derruido en una zona perdida.

–No me digas que ahora te trasladas aquí.

F sonrió.

–En realidad tengo muchos contactos para este tipo de lugares, pero hoy en particular nos estamos viendo aquí porque voy a tener que desaparecer.
– ¿Qué?
–No se lo tomen a mal, pero descubrí aún más cosas que pueden ser preocupantes, y aunque no lo crean, en este momento yo soy el eslabón más débil de la cadena.

Esteban levantó las cejas mientras se sentaban ante una mesita de centro en donde había un ordenador portátil.

– ¿Qué ocurrió?
–Las cosas están complicadas por acá –señaló el ordenador– tanto por cosas que pasaron como por temas actuales; como recordarán, les dije que Samuel era un informático que estaba relacionado con Adán Valdovinos en sus planes, y con su muerte mis sospechas se fueron directo a él, básicamente porque creí que él era el responsable de lo que le pasó. Ahora bien, el otro hombre involucrado en ese accidente y que también murió, es un administrador agrícola que tiene una lejana y oculta relación con Eva San Román.
– ¿En serio?
–Así es. Resulta ser que ella fue algo así como adoptada por la ex–esposa de Cisternas, el muerto en cuestión, después de que la mujer lo abandonara en medio de un misterio. El tema es que la adoptó cuando era una adolescente, y  por lo que estuve investigando, Cisternas estuvo un corto tiempo en tratamiento mental en una institución privada, adonde solo asisten personas que tienen algún tipo de característica parafílica.

Micaela estaba aprendiendo a atar cabos muy rápido, pero le sonaba cada vez peor lo que veían.

– ¿Estás insinuando que él podría haber intentado abusar de ella cuando fue joven, y por eso la separación y posteriormente este hecho confuso?
–Sí, lo estoy insinuando, primero porque son demasiadas coincidencias, y segundo porque ya no lo podemos comprobar. La ex de Cisternas está muerta, él está muerto y San Román jamás hablaría de algo así.
–Tiene sentido lo de las coincidencias –comentó Esteban– mira que terminar muriendo en el mismo hecho dos enemigos de la pareja del momento, eso pasa solo en las películas.
– ¿Eva y Adán unos asesinos? Suena increíble, pero sobre todo peligroso.

F frunció el ceño.

–Si mal no recuerdo, lo de peligrosos ya se los advertí antes. Sin embargo muchachos, esta información no nos sirve de nada, porque son todo especulaciones, más bien se los digo porque creo que ha llegado el momento en que tienen que decidir qué es lo que van a hacer de ahora en adelante o si de verdad se arriesgarán a continuar con estos antecedentes.
–Hemos llegado hasta aquí, no me voy a rendir F; sé que Bernarda es un peligro público, si puedo hacer algo, no dejaré de intentarlo, al menos no me quedaré con las ganas de tratar de detenerla, a ella y a todos sus secuaces.

F suspiró.

–Bien. Entonces prepárense, porque ahora viene lo nuevo, la información más reciente. El propio Valdovinos está haciendo una serie de investigaciones y movimientos, el tipo ha dejado huellas, pero es endemoniadamente bueno y temo que pronto estará a mi nivel, de modo que dejaré de ser de utilidad y pasaré a ser un factor de riesgo. Les dejaré información importante, muchas pistas falsas y desapareceré, es la única forma de evitar que él llegue hasta adonde ustedes dos.

Esteban pensó en su amiga y en todo lo que había vivido. Sabía que estaba haciendo todo ese trabajo investigativo por amor a Pilar y por venganza en contra de Bernarda y Eva, pero también sabía que por su personalidad, no se detendría a tiempo. Él tendría que hacerlo.

–Está claro entonces, si es por tu seguridad, lo entendemos. Micaela y yo nos haremos cargo, tú solo dinos que hacer.
–Por el dinero que me han pagado me permití ayudarlos con algunos artilugios electrónicos; este ordenador portátil está armado de decenas de partes así que es muy difícil de rastrear, a través del harán todo lo que les diga: estas memorias externas contienen la información que usarán para tratar de engañar a Valdovinos, es importante que nunca conecten el ordenador a cables, y que se conecten solo en lugares públicos y sin dejar que las cámaras de seguridad enfoquen la pantalla, porque como les dije, este tipo está dando pasos de gigante y pronto ya sabrá como explorar los sistemas de seguridad si es que se siente amenazado.
–Está bien, lo tenemos todo claro pero ¿Cuál es el plan?
–Esta es la parte más importante, no hablen por teléfono ni a través de internet de esto, solo deben hablarlo en persona y tratando de usar algún código que solo ustedes entiendan; Adán está tratando de meterse en los sistemas de control de gastos de la Constructora Del Mar y Alzarrieta que como saben ahora es casi propiedad de Solar, obviamente para quedarse con todo lo que pueda. El plan es este, tomarán la memoria externa azul, y a esa hora exacta de mañana enviarán los datos a través del servidor que dejé activado en el ordenador; no tienen que entender nada, solo seguir la orden, y con eso le dejaremos al modelo un regalo, que si funciona, les dará turno al siguiente paso.
– ¿Y si falla?
–Entonces todo se habrá perdido. En caso de resultar, el servidor mandará una señal a este ordenador de manera automática, pero la conexión se perderá si lo apagan, lo lamento pero por seguridad tuve que hacerlo así. El tema es que cuando reciban ese mensaje de regreso, tienen que conectar la memoria externa de color rojo antes de un minuto, no puede estar conectada de antes; esa memoria enviará una serie de datos que harán que ese tipo caiga definitivamente cerrando un trato secreto que según él será maravilloso.
–De acuerdo. ¿Y la tercera tarjeta?
–Ésta solo la tienen que ocupar cuando los dos primeros pasos funcionen. En resumidas cuentas, cuando Adán caiga en la trampa y tome para si lo que él cree es el mejor negocio de su vida, ustedes tendrán que eliminar las pruebas. Esa tarjeta verde tiene un poderoso virus que elimina los datos de origen de cualquier equipo al que se conecte en muy poco tiempo, y tiene el beneficio que destruye las memorias del aparato, con lo que lo deja inútil. Por supuesto que deberán usarla en ese ordenador, pero hay algo más: tendrán que usar esa misma tarjeta en el ordenador a través del que Valdovinos haga sus tratos secretos.

Esteban ahogó una exclamación.

– ¿Qué? ¿Estás diciendo que tendremos que meternos en su territorio para borrar la memoria de su ordenador? ¿Por qué no hacerlo a distancia?
–Porque eso dejaría huellas –explicó F tranquilamente– en cambio, un ordenador destruido no las deja, porque ni siquiera yo puedo revertir el proceso del virus una vez que funcione.
–Pero el ordenador debe estar en su departamento o en su oficina.
–No lo está, sabe lo que hace. En este papel está la dirección, es una bodega en un edificio en los límites de la ciudad. Cómo lo harán para infiltrarse ahí, evitar que él los descubra y salir a salvo, eso es plan de ustedes.

Micaela sintió nauseas; sabía muy bien que era lo que estaba haciendo, estaba convirtiéndose en lo mismo que odiaba, solo esperaba que eso resultara en primer lugar, y que el camino que había emprendido no fuera sin retorno.

–Espera. ¿De qué manera todo esto nos ayuda en contra de Bernarda?
–Sencillo. Porque él quiere robarle a ella, y si cae en esta trampa, no solo le robará, sino que también la hará tambalear. Es mejor que no sepan más detalles, pero tengan esto en cuenta: la única forma en que saldrán adelante es que me hagan caso, y que cada paso funcione a la perfección; ahora me voy, salúdenme la próxima vez que nos veamos.


Próximo episodio: La traición



Por ti, eternamente Capítulo 17: Ojo de cazador



Claudio esperaba sentado ante el escritorio de Fernando de la Torre, jugueteando con un abrecartas con forma de espada; durante años su trabajo había estado tras una oficina y su traje de diseñador, pero en esos momentos llevaba ropa para trabajo de campo.

— ¿Qué pasa Claudio?
—Hay dos cosas de las que tengo que hablarle —dijo saltándose los saludos y dejando el abrecartas—, por eso lo estoy molestando en la mañana.

De la Torre no era especialmente efusivo, pero a todas luces para él una visita de su asistente antes de mediodía era algo llamativo.

— ¿Lo encontraron?
—Hay algo de eso, pero creo que antes es importante hablar de otro tema, señor. Contraté a un hacker.
— ¿Para rastrear información de Segovia?
—No, para investigarlo a usted.

El rostro del hombrón pasó de la incógnita a la sorpresa, de ahí a la indignación y luego a la ofensa, todo solo en un paso, el que lo acercaba mucho más a su asistente. Claudio se puso de pie y le cedió el asiento, ocupando su lugar del otro lado del escritorio, pero De la torre no se sentó aún.

—Dime por qué hiciste eso.
—Porque desde que comenzó todo esto hay algo que no me ha dejado en paz. La señorita Magdalena tenía una serie de conflictos con usted y la familia, y ahora que ya no está y su hijo está en manos de un desconocido, hay un riesgo mucho más latente de que alguna información comprometedora esté en malas manos.
—No te des tantas vueltas.

Claudio se mantenía inmóvil, impertérrito ante la creciente molestia de su jefe. Esa misma tranquilidad la necesitaría después.

—Decidí investigar los ordenadores antiguos que están guardados en las bodegas, los mismos que estaban operativos en el tiempo que la señorita Magdalena aún estaba aquí, y con ayuda del hacker descubrí algo preocupante: hay una carpeta que contenía información comprometedora, la que fue borrada por alguien que claramente no sabía que los datos permanecen en el equipo.

De la Torre frunció el ceño, hablando en voz muy baja.

— ¿Qué clase de información?
—Datos de libros contables, respaldos de otros negocios, algunas fórmulas para encubrir ciertos movimientos, en resumen, un cóctel muy peligroso.

De la Torre se sentó ante su escritorio, una actitud que tomaba regularmente cuando quería demostrar de manera práctica que él era quien mandaba, y en una situación así no quería mostrarse débil.

—Eso no tiene sentido, si Magdalena hubiera tenido datos o algo que hubiera sacado de aquí, lo habría usado en mi contra, o ese tipo lo habría hecho.
—A menos que él no supiera que esa información está en su poder.

De la Torre aguzó la vista, como si eso le permitiera mirar más allá de su asistente. En ese momento estaba perdiendo su autoridad, y además todo lo que tenía corría un riesgo enorme; pero no lo permitiría con facilidad.

—Cuando encontraron a mi hija me dijiste que te estabas haciendo cargo de sus cosas.

Claudio seguía mostrándose frío; esa tranquilidad era lo que iba a necesitar en muy poco tiempo esa mañana.

—Recuerde señor que hay algo que estaba en poder de la señorita Magdalena que aún no recuperamos.

Fernando de la Torre inspiró con lentitud; algo le decía que era mejor para los planes que las cosas quedaran hasta ahí. Sin preguntas.

—La policía no puede encontrar a ese hombre ni a mi nieto antes que nosotros. ¿Por qué estás vestido de esa forma?
—Tengo que hacer una salida importante.
— ¿Y qué no tienes confianza en tu gente?
—Por supuesto que no señor —respondió con  una risita forzada—, es suya esa frase de "No confíes en nada que no haya sido hecho por ti mismo"

El patrón asintió, severo.

—No falles.
—No lo haré señor.


2



En esos momentos Víctor estaba corriendo a toda la posibilidad que le daba el cuerpo, manteniendo a Ariel  firmemente sujeto contra su pecho. Cuando se alejó de la camioneta de los periodistas, se sintió muy desanimado, parecía que todo lo que había hecho no sirviera de nada,  excepto para alejarse un poco del asedio de la policía que estaba otra vez muy cerca, pero cuando llevaba algún trecho caminado todo cambió otra vez. El sonido del choque, los metales friccionando a su espalda y todo ese ruido se sintió como si de verdad hubiese estado mucho más cerca de lo que estaba. Al voltear vio como la camioneta volcaba fuera de la pista, y estuvo a un paso de devolverse para ver en qué podría ayudar. Pero si ese accidente llegaba en un mal momento, lo que pasó después solo podría empeorar las cosas; un automóvil apareció en  el lugar del choque, pero en vez de quedarse como cualquiera lo esperaría, el vehículo salió también de la carretera y se dirigió prácticamente en su dirección. A partir de ahí no tenía tiempo de preocuparse por si se trataba de la policía de  civil o de quien fuera, tenía que alejarse de ese sitio lo más pronto posible, y si quería eso, solo tenía como opción internarse en el bosque que empezaba por ahí y poner la mayor distancia posible.

—Tranquilo bebé, tranquilo...

Pero él mismo no podía tranquilizarse; sentía en corazón azotando su pecho, no tanto por el accidente o lo que podría haber pasado de  estar aún en el asiento del copiloto, sino que directamente por lo que podía suceder, porque, ¿Cuánto podría escapar a pie en contra de un automóvil?

—Todo está bien bebé, todo está  bien, vamos a irnos de aquí ahora mismo.

3

Armendáriz iba en el automóvil rumbo a la siguiente zona poblada, siguiendo las pistas que habían tomado en los últimos momentos, pero algo hacía que se sintiera angustiado y confundido, antecediendo lo que fuera a pasar; fuera como fuera, resultaba inadmisible haber dejado ir  a Segovia, y aunque sabía que estaba cerca, no podía dejar que eso se repitiera.
Pero cuando iba conduciendo a alta velocidad esperando resolver lo más pronto posible un caso que se estaba convirtiendo en algo inesperado, se encontró con una nueva sorpresa, un accidente en el camino.

—Diablos, no puede ser...

Descendió a la carrera tan pronto dejó el vehículo a un costado de la vía; mientras lo hacía marcó en el auricular que llevaba en la oreja el marcado automático, que era Marianne.

—Hay un accidente en la ruta, aproximadamente a trescientos metros de la zona donde me dirigía, tres personas heridas, uno probablemente de gravedad, envía un grupo a ayudar ahora mismo.

El furgón tenía solo un ocupante, un hombre de más de cuarenta, que permanecía inconsciente aunque con pulso, de seguro porque se había golpeado la  cabeza con el parabrisas. De inmediato se acercó a la camioneta que estaba volteada de costado, donde se encontró con dos personas; la posición en que estaba resultaba muy difícil para  acceder, de modo que subió con agilidad por el costado de la puerta que quedaba expuesta.

— ¿Pueden oírme,  se encuentran bien?

No obtuvo respuesta. En ese momento reconoció al hombre, era un periodista que lo había estado acechando cuando tomó el caso, lo que implicaba que probablemente lo habían estado siguiendo sin que lo supiera; encontró en el asiento del volcado  vehículo una libreta, que tomó para revisar.

—Maldición, es imposible...

En la libreta había muchas cosas garrapateadas, pero lo principal que le llamó la atención fue encontrarse con el nombre de Víctor Segovia. ¿Desde cuándo tenía contacto con ellos?

— ¿Dónde está Segovia, me oyes?

No obtuvo respuesta; no podía arriesgarse a mover los cuerpos sin saber si tenían algún daño severo, pero el hombre tenía pulso, lo que de momento lo tranquilizaba. Esforzándose un poco más logró acercarse a la mujer, y tras comprobar que aún tenía pulso, intentó hacerla reaccionar, necesitaba la información que tuvieran en su poder.

— ¿Puedes oírme? Dime donde está Segovia, qué fue lo que pasó con él.

Ella pareció reaccionar, pero solo murmuró algo ininteligible; mientras tanto estaba perdiendo no solo tiempo y espacio valiosos, también perdía posibilidades de terminar ese caso con éxito.

—Escucha,  necesito la respuesta, dime dónde está Segovia.

La mujer se removió un poco más, y abrió los ojos, aunque su mirada estaba perdida y sin enfoque.

—Dime donde está. Segovia estuvo aquí, dime qué pasó con él.
—Está en peligro —balbuceó sin poder enfocar aún la mirada—, está en peligro, tienen que ayudarlo...

No dijo nada más porque volvió a quedar inconsciente; Armendáriz se incorporó fuera de la camioneta, mirando en todas direcciones.

4

—No puede ser, no puede ser...

Víctor continuaba corriendo, pero a esas alturas el cuerpo ya no estaba resistiendo más el escape; no quería mirar atrás, solo sabía que tenía que poner distancia, en esa ocasión más que en cualquier otra.

—Tranquilo bebé, tranquilo...

Jadeando mientras corría, el joven esperaba poder aumentar la distancia de alguna manera, pero momentáneamente solo podía confiar en esconderse en el incipiente bosque para el que faltaba muy poco para llegar. Sin embargo sintió el sonido de un motor muy cerca, y tuvo que voltear para mirar, comprobando con espanto que un automóvil blanco se acercaba a toda velocidad en su dirección.

— ¡Oh no!

El auto pasó a muy poca distancia de él, se le adelantó e hizo un arriesgado giro, quedando a tan solo unos cuantos metros de él. De inmediato descendieron tres hombres del vehículo.

— ¿Sabías que eres muy difícil de atrapar chico?
— ¡Aléjense  de mí!
—Como si eso fuera a funcionar.

El que parecía ser el líder, un hombre atlético y de mirada muy agresiva caminaba hacia él con absoluta calma, sonriendo divertido por lo que estaba pasando; Víctor sabía que no tenía ninguna oportunidad de escapar de esos desconocidos, pero no podía quedarse simplemente mirando, así que aunque estaba con el  corazón oprimido en el pecho y entrando en pánico nuevamente, no se quedó quieto y comenzó a correr hacia la izquierda, pero otro de los tres hombres del auto, uno grande y de aspecto imponente comenzó a perseguirlo; el hombre era sorprendentemente rápido para el cuerpo que tenía, y en solo algunos pasos logró darle alcance, tomándolo por la espalda, atrapándolo entre sus brazos por la cintura como una gran tenaza.

— ¡Suéltame!

El líder se acercó sonriente.

—Mira, hagamos esto simple, dame al  niño y todo terminará mucho más fácil.

Ariel. Querían a Ariel, pero no eran policías, parecían cualquier cosa menos eso. Víctor trató inútilmente de soltarse, pero nada de lo que hacía parecía funcionar; el tercero de los hombres se acercó y le asestó un potente puñetazo en el costado, haciendo que el aire escapara de su cuerpo.

— ¡Aaggg!

El golpe le quitó más movilidad de la poca que le quedaba, y permitió que le arrebataran al pequeño de sus manos.

— ¡Ariel!

El bebé había empezado a llorar con el movimiento y los gritos, pero Víctor estaba absolutamente inútil ante el  hombre que lo apresaba. El líder soltó una risita.

—Dame las gracias y vámonos de aquí antes que vuelva a aparecer la policía.

El grandote soltó con violencia a Víctor, el que cayó de bruces contra el suelo, pero no lo dejó reaccionar y se arrojó sobre él, golpeándolo con los puños en el torso. Víctor no podía hacer nada para defenderse, excepto tratar de cubrirse la cara, pero un golpe más dio justo en la frente, haciendo azotar la cabeza contra el suelo. El golpe se sintió como un sonido ahogado en los oídos, trastornando todo en una especie de sensación de ahogo, de la misma manera que cuando estás bajo el agua durante mucho tiempo.

—Ariel...

Su propia voz se escuchó extraña, como si no pudiera escucharla nadie más que él mismo, pero aunque estaba en el suelo, todavía podía ver, como esos hombres se llevaban al pequeño, ignorando sus llantos.

—Ya cállate.

El líder miró de frente al bebé que lloraba en las manos del tipo más grande, y sin pensarlo dos veces, le dio una bofetada. En ese momento todo cambió por completo, fue como si ver esa agresión contra el niño activara en Víctor un sentimiento que jamás antes había sentido, una conjunción de furia salvaje y odio que lo arrebató por completo; de pronto no podía ver nada más que a Ariel, alejándose en brazos de sus captores, llorando desesperadamente, y todo el miedo y el dolor de los golpes desapareció de manera absoluta.

— ¡Ariel!

Lo siguiente fue como si no hubiera estado pasando realmente  a través de él. Poseído de una fuerza inusitada, Víctor corrió hacia los tres hombres, lanzándose sin pensar hacia el más grande de los tres. El hombre reaccionó al escucharlo gritar, pero no lo suficientemente rápido como para evitar su ataque. El joven se arrojó al cuello y apretó con todas sus fuerzas, recuperando al niño sin causarle ningún daño y apartándose del hombre en un par de pasos.

— ¡Sujétalo!

El grandote retrocedió unos pasos con las manos llevadas al cuello, tosiendo ahogado por el inesperado ataque. El hombre de rasgos orientales se acercó a toda velocidad a Víctor, pero éste seguía dominado por una fuerza tremenda, por lo que se apartó, dejando un instante para colocar a Ariel junto a la raíz de un árbol; no podía evitar su llanto por el momento, pero tenía claro, aún dentro de su furia, que lo primero era detener a esos hombres. Con un movimiento brusco se lanzó contra el oriental, dejando que éste lo golpeara, solo lo suficiente para acercarse y poder darle un cabezazo, el que golpeó directamente en la frente del otro; por un momento pareció que no le había causado daños, pero después el tipo cayó de rodillas, aturdido. Mientras, el líder del grupo había optado por ir a tomar al niño, pero Víctor volteó en su dirección, y gritando nuevamente se lanzó contra él.

— ¡Déjalo!

Ambos cayeron al suelo, forcejeando con violencia; pero unos momentos después Víctor tomó la oportunidad y logró tomar en sus manos la cabeza de su adversario, azotándola contra el suelo. Iba a darle otro golpe, pero los llantos de Ariel lo hicieron reaccionar, y se volvió hacia el bebé, tomándolo en sus brazos; su corazón latía quizás con la misma desesperación con la que lloraba el bebé, pero tenía que controlarse, estaba obligado a salir de ahí, y mientras esos hombres estuvieran en el suelo, tenía que aprovechar cada segundo.
Mientras Víctor se alejaba con Ariel en sus brazos, corriendo lo más rápido que podía, los tres hombres intentaban reaccionar.

— ¿Que fue todo eso? —protestó el oriental— ¿No se suponía que ese tipo era común y corriente, de donde sacó esa fuerza?
—Cállate —replicó el líder sentándose lentamente en el suelo—, eso no importa ahora.
—No puedo creer que haya hecho todo eso —intervino el más grande entre toses—,creí que me iba a ahorcar.

El líder se puso de rodillas; no quería reconocerlo frente a los otros dos, pero a él también le había sorprendido la fuerza y furia de ese hombre.

—Tenemos que movernos —dijo ignorando los otros comentarios— ahora estamos cerca de él, solo hay que encontrarlo y terminar con esto de una vez por todas.




Próximo capítulo: Fin del camino