La traición de Adán capítulo 33: La traición



En ocasiones era difícil controlar los tiempos, de modo que Adán decidió trabajar en sus proyectos informáticos más cerca de la noche; tenía establecido un rudimentario pero efectivo laboratorio en un minúsculo departamento junto a una bodega de su propiedad, en la planta baja de un edificio en la periferia de la ciudad, mismo lugar en donde aún estaba escondida la van parte del fracasado plan de engaño contra Samuel; en ocasiones se sentía presionado por la necesidad de librarse de esa prueba en su contra, pero sabía que de momento, y mientras la investigación de la policía siguiera abierta, le convenía mucho más dejar todo tal como estaba.
Dentro del pequeño departamento tenía un bar y un computador, portátil y sumamente potente, a través del que había estado haciendo sus investigaciones en el último tiempo; las horas pasaban con rapidez, y necesitaba encontrar una salvaguarda, un método para sacar provecho de Bernarda y a la vez librarse de ella en caso de ser necesario, pero hasta el momento no había dado con el punto.

–Un momento...

Explorando en el infinito mundo virtual, descubrió algo interesante: la empresa Masters. Era propiedad de Bernarda a través de algunos subterfugios legales, eso ya lo sabía, lo que le pareció muy notorio fue la cantidad de dinero que había estado desviándose hacia sus cuentas últimamente. Eran cifras estratosféricas, y tratándose de Bernarda, no era por casualidad. Decidió investigar un poco más, guiado por un presentimiento; Masters era fabricante de maquinaria industrial de precisión, dedicaba su trabajo al rubro metal mecánico, y no estaba involucrado en Boulevard ni en Hotel porque no le daba el campo, aunque si tenía proyectos importantes con compañías mineras y fabricantes de componentes para vehículos. ¿Por qué Bernarda estaría desviando grandes sumas de dinero hacia esta empresa? Estaba en esas conjeturas cuando recibió una llamada de Eva a través de la línea alternativa que mantenían.

–Dime.
–Acabo de descubrir algo muy interesante –explicó ella saltándose los saludos– estuve viendo algunos videos de seguridad del Salón de la innovación, y lo que vi es sorprendente: un hombre se subió al escenario y gritó algo, aunque lamentablemente el Angulo es pésimo, pero se me ocurrió buscar referencias, y se trata de Vladimir Aruse, empresario que terminó arruinado después del escándalo en Londres hace dos años. Pero eso no es todo, busqué vínculos por todas partes, y resulta ser que hay colaboradores suyos dentro de Biel Asís.
–Entonces es por eso –concluyó Adán a su vez– lo que me dices tiene más sentido con lo que acabo de descubrir, Bernarda ha estado desviando grandes sumas de dinero hacia Masters, una empresa de maquinaria de precisión. Seguramente descubrió que Aruse está metido en una de sus empresas importantes y se está poniendo a salvo lo más rápido que puede.

Eva hizo una pausa.

–Necesitamos vernos.
–Desde luego, agendaré algunas cosas y voy para allá. Eva, puede ser que estemos a punto de lograr lo que queremos.

Mientras tanto, Micaela y Esteban estaban en un centro comercial, con el ordenador portátil que F les había pasado el día anterior.

–Mira, aquí está la respuesta Esteban, dame la memoria roja ahora.
–Toma. Al fin, tanto esperar, pero parece que está resultando.

Habían tenido una jornada muy intensa, mientras esperaban a que la información que habían enviado diera buenos frutos, pero al fin tenían una respuesta. Siguiendo las instrucciones de F, conectaron al ordenador la memoria externa de color rojo que les había entregado su desaparecido informante, lo que hizo que al momento el sistema lo reconociera, abriendo una ruta codificada a la red, a través de la que envió una serie de datos; ninguno de los dos sabía qué tipo de información específica era la que estaba siendo enviada, pero sabían que ese era el segundo de los pasos que tenían que seguir, y prácticamente el más importante.

–No puedo creerlo, parece que Valdovinos cayó en la trampa.
–Lo que me preocupa ahora –comentó Micaela– es cómo vamos a hacer para meternos en el departamento de ese tipo.

Esteban tomó un mapa impreso mientras en ordenador seguía haciendo su trabajo.

–Este es el lugar: es un edificio antiguo en una zona periférica de la ciudad, y es en el subterráneo junto a los estacionamientos.
–Debe ser hermoso.
–Según F, esta información hará que Adán caiga en lo que cree que es un gran negocio, así que tendremos que esperar hasta que la información se envíe en primer lugar, y después hasta recibir la otra respuesta, para infiltrarnos y borrar el ordenador. Yo iré.

Pero Micaela lo detuvo.

–No. Esto es mío, yo tengo que hacerlo.
–Pero es muy peligroso, si alguien te descubre pueden llamar a la policía y todos nuestros planes se arruinarían.
–Si a ti te descubren pasará lo mismo.
–No, porque soy menos importante que tú. Si a mí me atrapan, aún puedes seguir adelante con algún nuevo plan.

La joven frunció el ceño.

–No. Esteban, Adán es un hombre sumamente inteligente, no tendremos una nueva oportunidad como ésta. Éste es el momento preciso, y tengo que ser yo. Tú vas a vigilar a Valdovinos para asegurarnos que tenga el tiempo suficiente.

Más tarde, Eva recibió en su habitación de hotel a Adán. Al principio no hicieron falta las palabras, porque la tensión de los últimos acontecimientos hicieron aflorar toda la pasión, llevándolos a hacer el amor desesperadamente; en momentos como ese, cuando la conexión era absoluta, nada más importaba, a su alrededor se extendía una muralla intraspasable, dejándolos en un sitio en donde solo existían ellos dos, los seres perfectos, el amor perfecto.
Después, la pareja estaba ocupándose de los asuntos que los llevaban en esos momentos.

–Eva, tenemos algo muy importante. Accedí a las cuentas de la Constructora Del Mar y Alzarrieta, eso quiere decir que ahora podemos hacer lo que queramos.

Eva se recogió el cabello mientras él se acomodaba sobre la cama.

–Dadas las circunstancias, me parece que es la mejor medida, sobre todo por lo que le está pasando a Bernarda en éste preciso momento: Aruse es un peligro potencial, estoy segura de que viene dispuesto a destruir a Bernarda y nosotros dos estamos justo en el medio.
– ¿Has hablado con ella?
–No, está muy desaparecida, pero lo que supe es que ordenó una búsqueda exhaustiva de Aruse y que redobló su seguridad, así que está asustada. Adán, creo que nuestro futuro no está en éste país.

Adán ya había pensado en eso,

–Creo que tienes razón. Las cosas están complicándose, hay demasiadas implicancias, estamos metidos hasta el cuello con Solar y ella ahora es un barco que se hunde.
–Dijiste que podíamos hacer muchas cosas, pero aún estamos atados por contratos con Bernarda, y sabes qué clase de contratos firmamos, aún si escapamos con lo que tendremos, ella podría seguirnos no sólo por esa causa, sino que principalmente por el incumplimiento. Necesitamos ponernos a salvo de eso.

Se besaron.

–Lo sé, pero aunque estoy muy avanzado en mis investigaciones, todavía no encuentro los accesos necesarios para poder protegernos.

Eva lo miró fijamente.

–Pero entonces lo que me has dicho no sirve de nada. Mientras estemos atados a Bernarda Solar, apropiarnos de cualquier cuenta o propiedad suya nos afecta directamente, y una denuncia de ella tendrá como respaldo cada firma que hemos hecho.
–Concuerdo contigo en todo lo que has dicho mi amor. Somos prisioneros de ella, pero ya contamos con algo en nuestro favor, así que por ahora tendremos que seguir aparentando y continuar de su lado, hasta que consiga los accesos necesarios.
– ¿Y cómo vas con eso?
–En este mismo momento tengo un proceso en marcha –dijo Adán satisfecho– dentro de unos minutos ya tendré el trabajo terminado, y una de las cuentas importantes de Bernarda Solar seguirá, en apariencia a su nombre, pero en realidad en nuestro poder.

Por la noche, Micaela descendió del taxi, quedando sola en medio de una calle. El sector en el que estaba era realmente pobre, las calles lucían abandonadas y a maltraer, aunque sin embargo, lo más llamativo es que no parecía haber gente en las casas o en los edificios. Mejor.
La joven había memorizado el mapa y pasado ya una vez por ahí más temprano, así que caminó decidida hacia el edificio; por seguridad marcó el número de Esteban.

– ¿Está ahí?
–Sí, no se ha movido del Hotel. Micaela, no te confíes, date prisa.
–Sí. Y tú no dejes de vigilar.

En medio de la noche, la joven se escabulló por un costado del edificio, y no le costó mucho llegar hasta el subterráneo. Según la información que tenía, su destino era el apartado 31B, justo atravesando uno de los accesos.

–Vamos, éste es el momento.

Se acercó a la puerta, pero en ese momento su teléfono celular vibró, anunciando una llamada.

– ¿Qué pasa?
–Acaba de salir del hotel en su auto –susurró Esteban alarmado– tomó la misma vía por la que se vino para acá... creo que va para el edificio, tienes que salir de ahí.

Micaela sintió que el corazón se le oprimía.

–Espera. Aún tendría que tardarse como diez minutos, puedo hacerlo, estoy en la entrada del departamento.
–Es muy peligroso.
–Síguelo y avísame cuando esté cerca.

Cortó. Esteban, que ya se suponía algo así, oprimió en su auto el acelerador; no pretendía seguir a Valdovinos, más bien le interesaba adelantarse y estar a una distancia prudente del edificio para poder advertir a Micaela.

–Diablos.

Mientras tanto, la joven consiguió entrar al pequeño departamento en donde debía hacer su trabajo; no había resultado difícil forzar la entrada con una ganzúa, y ya dentro, lo que quedaba era lo más sencillo: el ordenador portátil de Adán Valdovinos estaba ahí, encendido, con el acceso a una ruta similar a las que habían visto en el ordenador que les entregó F, lo que significaba que las cosas habían resultado, y el confiado de Valdovinos dejó todo eso ahí porque estaba convencido de haber sellado el negocio. Sacó la memoria de color verde, y la conectó al ordenador.
No pasó nada.
El tiempo comenzaba a pasar, y se sintió más impaciente que antes por tener algo pendiente, la llegada de Adán como una amenaza constante, porque sabía que, de descubrirla, perdería todo el trabajo. Luego de unos estremecedores segundos, la memoria externa comenzó a hacer su trabajo, y desplegó una pantalla nueva, que arrojó un mensaje de alerta. F no les dijo nada de eso.
Presionada por el factor tiempo, Micaela decidió no hacer nada, lo que al final terminó siendo la mejor decisión, porque después de unos momentos apareció otro mensaje, que mostraba una cuenta regresiva: la burlesca forma del creador del virus para enseñar como destruía el sistema sin que eso se pudiera evitar.

–Ay no… ¿Siete minutos?

El tiempo de trabajo del programa era mucho más extenso del que se había imaginado, y Valdovinos venía en camino. Llamó a Esteban.

– ¿Dónde estás?
–Voy en camino –respondió él– por favor dime que ya saliste de ahí.
–Tengo un problema –replicó ella a su vez– estoy destruyendo el ordenador, pero todavía faltan seis minutos.
– ¿Qué? No puedes quedarte ahí, el camino es corto Micaela. Estoy adelantándome para llegar antes, pero si lo veo cerca de ti solo tendrás algunos momentos para salir.

El tiempo era en esos momentos su mayor enemigo. La joven apretó los puños.

–Apúrate.

Volvió a cortar y miró de nuevo la pantalla del ordenador. Seis minutos.

Esteban iba a toda velocidad en su automóvil. Había adelantado a Valdovinos esperando que el otro no sospechara nada, y enfiló a toda velocidad hacia su destino; en esos momentos no le importaba hacia donde iba ese tipo, solo le importaba evitar que Micaela se metiera en un grave problema, y si no llegaba a tiempo, lo haría, porque estaba seguro de eso, ella no se detendría ante nada. Finalmente, la ruta por la que avanzaba era sólo en línea recta, y el hombre miró por el retrovisor, no había señales de Valdovinos, lo que significaba que al menos le llevaba unos dos minutos de adelanto, suficiente para sacar a su amiga de donde estaba. Volvió a marcar.

– ¿Cuánto tiempo falta?
–Dos minutos –respondió ella nerviosamente– dime dónde estás.
–A una cuadra de donde está el edificio, en la siguiente calle. Sal de ahí y ve hacia el árbol con flores.

Dentro del edificio, Micaela estaba con la puerta del pequeño departamento entreabierta.

–No puedo salir de aquí aún, falta. ¿Lo ves?
–Maldición, su auto acaba de pasar Micaela. Llegará ahí en solo un momento.
–No puedo, todavía no termina.
– ¡Micaela!

Adán bajó de su auto y enfiló directamente hacia el edificio en donde tenía el departamento con las llaves en la mano; ya todo estaba terminado, la etapa más reciente de su plan para apoderarse de una de las cuentas más importantes de Bernarda Solar había concluido, ahora solo le quedaba eliminar las pruebas, es decir el ordenador con el que realizara el trabajo, ya tenía otro listo para la siguiente parte, es decir anular cualquier rastro legal de su unión con la Constructora. En eso sonó su teléfono celular. Era Luna.

–Hola Adán, necesito verte.

Directa y sincera, como siempre. Adán se detuvo antes de llegar al edificio.

–Es un poco tarde Luna.
–Por eso es que te necesito. Te acabo de enviar la dirección, te espero.

Y cortó. Adán se quedó unos momentos quieto, sopesando la situación. ¿Cuántas veces había recibido invitaciones de ese tipo? Pero no era cualquier mujer, era Luna, sabía exactamente qué era lo que podía conseguir de ella, y no podía mentirse más, no podía simplemente decir que no, o ignorarla. Se devolvió a su automóvil y emprendió viaje a toda velocidad.

Micaela se subió al auto de Esteban con el corazón en la mano.

– ¿Viste que pasó?
–No Esteban, estaba tratando de salir de ahí.
–Valdovinos estaba a pasos del edificio, pero de pronto se devolvió y se fue. Creo que lo llamaron por teléfono, debe haberle pasado algo, así que agradece que la suerte estuviera de nuestro lado. ¿Te fue bien?

La joven mostró triunfante la tarjeta de color verde.

–El ordenador de ese tipo está destruido, ahora solo tenemos que salir de éste lugar de una vez por todas y hacer desaparecer también el otro.

Emprendieron viaje a toda velocidad.

Ya había pasado la una de la mañana cuando Adán llegó a un lujoso hotel, directo a la habitación en donde estaba Luna. Verla fue más de lo que se esperaba, básicamente porque esperaba verla desnuda en la cama esperándolo, y la encontró completamente vestida, aunque con una apariencia exótica que combinaba perfectamente con su estilo.

–Qué bueno que viniste.
–Tú sabías que iba a venir de todas maneras.

Luna estaba descalza, con su cuerpo cubierto por un vestido muy ceñido hasta la cintura, que insinuaba sus pechos, y caía sensualmente por sus caderas hasta arriba de las rodillas, y con el cabello negro suelto cayendo libremente. Parecía una modelo de calendario barato, pero al mismo tiempo tenía algo que una imagen así jamás podría tener: estaba viva, sudaba pasión y deseo, y lo más impactante de todo, es que como ninguna mujer, Luna no lo deseaba a él con desesperación, sino que más bien lo quería, porque a través de él podía conocer una parte más del mundo, y deseaba tener su pasión y su cuerpo porque sabía que uniéndose, ambos llegarían a un nuevo nivel que hasta entonces les había estado prohibido.

–Sí. Sabía que ibas a venir, pero me preguntaba si tú lo tenías claro.
–Tú querías que esto pasara, lo quisiste desde un principio.

Adán se quedó de pie en la habitación, mientras la mujer caminaba a su alrededor, en círculos, desnudándolo con la mirada, contorneándose levemente, en una caminata que se veía como la danza de una figura mitológica, al acecho de su objetivo más preciado.

– ¿Por qué no? No hay nada que se interponga entre nosotros y lo sabes tan bien como yo, así que no veo el problema. Esto debió haber pasado hace mucho, no me gusta esperar.
–Imagino que no Luna, debes estar acostumbrada a conseguir siempre lo que quieres.

La joven rió alegremente, sin dejar de caminar a su alrededor.

–Lo mismo digo de ti. Un hombre como tú, siempre tiene lo que quiere, eso es a la vez interesante y angustiante. ¿Alguna vez vas a estar satisfecho?
– ¿Te preocupa realmente?
–Solo si eso interviene en lo que estoy buscando ahora, porque en todo éste tiempo te veo y te siento Adán, sé que lo deseas tanto como yo, pero al mismo tiempo siento que estás deteniéndote.

Adán estaba deleitándose con la escena, no sólo por la hermosura salvaje de Luna, sino también por sus movimientos, por esa danza silenciosa que aún lo mantenía a distancia, ofreciéndole todo lo que podía conseguir, pero al mismo tiempo negándoselo, esperando hasta el último momento para tomar la decisión final.

–Siempre hay muchas cosas involucradas, actualmente las decisiones no son sencillas.
–O tal vez quieres decir que hay personas involucradas.
–Eso también Luna, pero no solo se trata de eso. No somos adolescentes, no podemos simplemente tomar todo lo que queremos.
– ¿Y porque no? –la joven reía divertida con la sensación, pero sin dejar de mirarlo con la misma intensidad de antes – eres un hombre excepcional Adán Valdovinos, y lo sabes muy bien. Uno en un millón, el hombre más hermoso, inteligente, capaz, poderoso, tienes todo ante ti, el mundo se inclina ante tu presencia y siempre será así, pero escúchame bien... nunca serás tan joven y perfecto como ahora, éste es el momento preciso de hacer todo lo que siempre has querido, yo no soy alguien a quien podrás tener cualquier vez, pero ésta noche si, ésta noche quiero compartir contigo mi pasión, y quiero que descubras lo que sé y lo que puedo hacer. Ven Adán, haz lo que quieres sin pensar en nada más, y jamás te arrepientas.

Finalmente la joven se quedó quieta, mirándolo fijamente, y Adán no resistió más, y se entregó a lo que secretamente había deseado, a tomar entre sus brazos a Luna y sentir su calor, experimentar de su cuerpo la frenética emoción que sólo salía de ella, como un sueño prohibido e interminable, que solo podrás vivir una vez, ésta, la primera y la última. Comenzaron a besarse con ardor mientras se despojaban de la ropa.


Próximo episodio: La sombra de Adán



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