Las divas no van al infierno Capítulo 14: Problema

Conoce este capítulo al ritmo de esta canción: Problem

Lisandra aprovechó el descanso del lunes para ir a la casa de Nubia; después de la eliminación del viernes, la chica había estado desconectada por completo de las redes sociales y se sentía algo preocupada. Cuando localizo la dirección, tocó el timbre y esperó en la calle, hasta que un chico adolescente asomó a la puerta.

—¿Sí?
—Hola —saludó con una sonrisa—. Busco a Nubia ¿Vive aquí?

El muchacho iba a responder, pero algo llamó su atención desde dentro y se metió en la casa; después de unos segundos la puerta se abrió y salió Nubia, con un aspecto por completo diferente a cono la había visto en clases: llevaba ropa deportiva y nada de maquillaje, por lo que no pudo identificar si su aspecto era cansancio o mal humor. Tenía el cabello corto recogido con numerosas pinzas.

—¿Qué quieres?

La pregunta no había sido dicha con mala intención, pero a Lisandra le chocó escucharla así, sin un saludo de por medio.

—Saber cómo estabas —replicó, suavemente—. El viernes te acompañaron a la salida por otra vía y ya no pudimos hablar.

El rostro de Nubia demostró que esa explicación era del todo insuficiente, pero cerró la puerta tras sí y atravesó el pequeño jardín, aunque no hizo el menor gesto por abrir la reja de calle.

—Estoy fuera del programa, creí que eso había quedado completamente claro el viernes.

Lisandra se dijo que eso no estaba funcionando; no estaba ahí en plan confrontacional, pero llegada a ese momento, tampoco sabia muy bien cuál era su propósito en ese lugar.

—Te vi afectada el viernes —dijo intentando establecer un nexo—, fue muy sorpresivo.

Nubia entrecerró los ojos; no parecía molesta ni sorprendida por verla ahí. En ella había una emoción que no lograba identificar.

—¿A qué viniste?
—A verte —Todo eso estaba saliendo mal, demasiado mal—, para hablar un poco.
—Yo ya no estoy en el programa, eso es evidente —declaró con voz plana—, no hay nada de lo que podamos hablar.

Se quedó mirándola sin expresión; rendida, Lisandra no tuvo otra salida más que despedirse de forma escueta y devolverse sobre sus pasos. Mientras la rubia volvía a entrar en su casa, a menos de dos cuadras de distancia un automóvil gris permanecía estacionado, y la persona en el asiento trasero dio una instrucción mientras miraba fijamente.

—Es suficiente, salgamos de aquí.
—Como usted diga.

Tal como esperaba, Lisandra había ido a ver a Nubia, y esta la había rechazado por completo; ahora que una de las dos ya no era parte del programa y que ella manejaba esa información, sería muy sencillo provocar el siguiente paso.
En su casa, Nubia ignoró las miradas de su familia y fue directo a su cuarto; también había estado ignorando los mensajes en las redes, pero se detuvo al mirar en el móvil uno cuyo remitente era Nick, el bailarín del programa con quien había estado conversando unos días antes: un emoji de sonrisa junto a un saludo informal era lo que estaba pendiente de ver.

Nick.

Pulsó la miniatura de la foto fe perfil y esta se expandió; el joven de cabello rizado sonreía a la cámara mientras posaba en traje de baño con una hermosa playa de fondo. Al mirar con más detención reconoció una playa cerca de la ciudad, que había visto en algún paseo familiar, y de alguna forma le reconfortó saber que él tenía algo en común con ella. Después de minimizar la imagen notó que la hora del mensaje era de antes de la eliminación; había estado esperando su respuesta desde entonces.

«Hola —escribió en respuesta.»

Se sorprendió al ver que él aparecía en línea casi al instante, y le escribía de vuelta.

«No quería molestar enviando más mensajes —indicó él—, y no sabía si me ibas a querer contestar.»

Ella sintió un leve estremecimiento al entender que él se estaba disculpando, cuando en realidad era ella quien debería hacerlo por no ser cortés.

«Perdón por no contestar, es que no quería hablar con nadie.»

Esperaba alguna frase de consuelo clásica, pero se sorprendió al ver lo que él dijo.

«¿Quieres hablar conmigo?»


2


Valeria esperaba muy nerviosa en una pequeña oficina, ubicada a un costado del centro de tratamientos de belleza de Tina Marinovic. Había llegado puntual a las diez de la mañana, y aunque estaba aburrida de esperar, no iba a demostrarlo en esos momentos; finalmente la dueña del centro se dignó a aparecer a las diez cuarenta, sonriendo como si no se hubiera retrasado ni un minuto.

—Querida, un placer verte.
—Tina, qué gusto.

Todo en ella era tan perfecto y artificial que resultaba imposible sentir simpatía real, pero Valeria sabía que de esa mujer dependía de que su aspecto siguiera como ella lo necesitaba.

—Felicidades —dijo la mujer con una sonrisa radiante—, supe que no fuiste eliminada del programa.

Más fue a una felicitación, sonaba cono a una advertencia, y tenía razón en hacerla; el trato para seguir aplicando en ella el tratamiento que la había rejuvenecido era conseguir nuevas clientas, y si era eliminada eso sería mucho más difícil.

—Sí, es magnífico, estoy trabajando mucho para eso. ¿Vinieron?
—Dos de las tres que dijiste que vendrían —Tina asintió con un hilo de sonrisa en sus labios rosa—, al parecer una de ellas tuvo algún contratiempo.

Contratiempo no era la palabra en la que estaba pensando, eso era seguro; Valeria no acusó el golpe y mantuvo tanto la sonrisa como la actitud amable.

—Voy a llamarla para saber qué le sucedió —replicó con tono de que eso solucionaba todo el problema—, y voy a seguir con lo que hablamos, estoy buscando a las personas idóneas para que vengan a tratarse contigo.

La otra mujer le dedicó una sonrisa solo un poco más amplia que la anterior; le estaba dando un ultimátum.

—Las eliminaciones en el programa son el viernes ¿No es así?
—Sí —respondió luchando por no mostrarse nerviosa.
—Eso quiere decir que viernes vas a estar muy ocupada. Llámame el miércoles. Tengo que irme, ya sabes, una cita muy importante; te ves linda, radiante diría yo.

Se despidió con su habitual beso que no tocaba la mejilla y la dejó sola en la pequeña oficina. Tenía que conseguir más gente sin tardanza, o perdería su principal seguro en el programa.


3


Charlene fue a abrir la puerta y se encontró con un sonriente Harry, que la saludó haciendo aspavientos.

—Viva la diva —hizo una reverencia—, acabas de pasar el primer obstáculo, solo te faltan veintidós.

La rubia lo hizo pasar y cerró la puerta tras él.

—¿Qué te pasó? Estás hecha un espantajo.

Lo decía porque ella estaba en tenida deportiva, sin maquillaje y el cabello envuelto en un llamativo gorro de color plateado.

—Es un tratamiento para cuidar el cabello, tú no lo entiendes.
—Sí, bueno, sólo espero que no se te quemen las ideas ahí dentro —indicó el gorro en la cabeza de ella—, sería un drama.

Ella desechó la broma con un gesto de la mano.

—Hay que hacer algunos sacrificios por la causa. Y hablando de eso —lo apuntó, mirándolo con el ceño fruncido—, ese plan de asaltarme de ese modo fue bastante exagerado ¿Era necesario que el tipo ese me jalara de esa manera?

Harry se encogió de hombros, riendo.

—Era la única forma de parecer real ¿Eso querías? Pues ahí tienes, además no tenías para qué sostener de esa forma el bolso, parecías pobre tratando de salvar el dinero del arriendo —soltó una carcajada—. Después ibas a recuperar el bolso de una forma discreta.

La rubia le hizo una mueca.

—Tenía el móvil dentro del bolso, si me lo robaban no podía aparecer con él de nuevo como por arte de magia; ahora que estoy en televisión tengo que cuidar cada paso.
—Bueno, sea como sea, mi plan funcionó a la perfección —dijo mientras se sentaba en el sofá.
—Mi plan —lo corrigió ella—, y baja los pies de mi mesa de centro; ahora, eso está terminado y espero que no queden cabos sueltos.
—Todos los cabos están amarrados —explicó él con liviandad—, no hay forma de que alguien sospeche de esto, y a tu asaltante nunca lo van a encontrar.

Se puso de pie y fue al refrigerador con una de las bolsas que traía en las manos.

—Pero lo mejor es que no te cuente detalles, no vaya a ser que se te escapa algo.
—¿Qué estás haciendo? —exclamó ella.
—Guardando cervezas, por supuesto —de respondió enseñando un envase—, ya que este es el único lugar en donde nos vemos, tengo que mantener una provisión de combustible.

Ella revoleó los ojos.

—De acuerdo, si no hay de otra. A todo esto ¿Tuviste cuidado al venir? Recuerda que nadie puede sospechar que estás en esto.
—Descuida, tuve más cuidado que amante enamorado.

Ella iba a decir algo, pero el sonido del móvil la interrumpió.

—¿No vas a contestar?
—Es mi madre, de nuevo —revoleó los ojos—. Desde el asalto no para de hacer preguntas y estar vigilando si sigo viva.
—¿Y no te serviría incorporarla a todo esto para el botón emotivo?

Charlene hizo una mueca de asco.

—Nunca en la vida ¿Para que la entrevisten y empiece a hablar del triste pasado de la familia en un barrio pobre? Deja eso para Lisandra o para Jazmín. Ahora cállate.

Tomó el celular y contestó con voz dulce, aunque sin cambiar la expresión de hastío en el rostro.

—¿Mamá? Sí, bien. Mamita, me encantaría, pero no puedo, tengo que ir a arreglarme el cabello, las uñas, y después ver los vestidos, no puedo tener ni un detalle en la ropa, tú sabes cómo es esto. Sí, por supuesto. Sí, desde luego. Muchas gracias, y no te olvides de verme. Lo sé, estoy segura, claro. Buenos días.

Terminó la llamada e iba a decir algo, pero sonó el timbre.

—Amiga, soy yo.

La rubia le hizo gestos Harry para que hiciera ruido.

—¿Quién es? —susurró él?
—Es un bailarín del programa —susurró ella—. Escóndete, y deja tu móvil en silencio, no te puede ver.

Luego que Harry se escondiera, Charlene fue a abrir; Nigel iba de blanco, con unos pantalones deportivos y una sudadera muy osada.

—Pero mira lo guapo que te ves —opinó ella mientras el bailarín entraba—, estás hecho un modelo.
—Gracias —replicó él—, siempre me arreglo, porque ya sabes que puede haber alguien mirando en cualquier parte y no voy a desteñir.
—Oh, eso jamás —comentó ella, con una sonrisa—, la apariencia lo es todo, me encanta tu look. Creí que vendrías más tarde.

Mientras él entraba, la chica dio una rápida mirada alrededor para descartar que a Harry se le hubiera quedado algo; más tranquila, le indicó al musculoso bailarín que se sentara.

—Sí, es que como dijiste que necesitabas un poco de ayuda con esos ejercicios de elongación, me dije que era lo mejor venir antes de la hora de almuerzo. ¿Tienes agua o algo saludable?

Charlene abrió la puerta del refrigerador y la cerró de golpe al ver las cervezas.

—Tengo un jugo de fresa sin azúcar —comentó haciendo como que no pasaba nada—, es delicioso ¿Con hielo?
—Dos por favor.

Sirvió dos vasos altos con rapidez para que las latas no quedaran a la vista, y se fue a sentar con él; desde que Nubia había sido eliminada él se mostraba más amigable, de seguro para evitar que ella fuera a decirle a alguien que de él provenían los datos que le habían asegurado quedarse en el programa.

—¿Y cómo estás después de lo del asalto?
—Bueno, no fue un asalto en total —explicó ella—, pero ese hombre horrible lo intentó, eso es seguro; estoy tranquila, es decir, no es sencillo pasar por algo como eso, pero no puedo dejar de hacer mis cosas.
—Este jugo está delicioso —comentó él—, y es cierto lo que dices, hay que ser fuerte y seguir adelante ¿Hiciste una denuncia por lo que sucedió?

Como si ella fuera a arriesgarse a ir a hacer una denuncia al respecto.

—Lo pensé ¿Sabes? Pero estuve viendo ese video que alguien alcanzó a captar cuando sucedió todo, y a ese hombre nunca se le ve el rostro; yo no lo recuerdo, todo fue tan rápido que no podría describirlo ¿Cómo puedo denunciar a alguien así? No, lo mejor que puedo hacer es quitarme de todo eso y seguir con lo que tengo que hacer ¡Hay que olvidar las cosas malas!

Hizo un gesto como para alejar de sí cualquier cosa que estuviera alrededor; lo que acababa de decir estaba muy bien pensado para que el pudiera tomarlo como un mensaje útil para sus propios planes.

—Tienes razón, lo mejor es quedarse con todo lo bueno.
—Es cierto —reafirmó ella—, ahora pensemos en todas las cosas que vamos a hacer de ahora en adelante, porque el pasado pesa mucho para arrastrarlo.
—Me gusta esa filosofía —comentó él— ¿Nos ponemos a practicar?
—Tengo que ir a comprar unas verduras —dijo ella mientras se ponía de pie con mucho ánimo— ¿Me acompañas? Me saco la gorra del tratamiento capilar y volveremos en un minuto.

Procuró decirlo en voz alta para que Harry la escuchara; si ese bailarín seguía soltando información tan importante, tendría muchas más armas a su favor.


4


Valeria había esperado hasta el momento de la primera eliminación para usar algunas de sus armas secretas; después de tanto intentar entrar al mundo de la televisión, tenía guardado un gran lote de atuendos, zapatos y accesorios que nunca había usado, y que en su momento adquirió para el evento de pasar de una audición a algo más importante.
Abrió el gran baúl que había guardado por tanto tiempo, y se quedó contemplando las cajas de zapatos y vestidos, como un tesoro que esperó por largos años volver a tocar; tomó la caja de cubierta aterciopelada y la abrió con dedos suaves, permitiéndose un instante de fascinación por los collares, pulseras y pendientes que brillaban a la espera del momento preciso. Esa era la oportunidad perfecta, porque todas usaban algo propio y recurrían al departamento de vestuario del canal para las pruebas, pero ella había observado con atención, descubriendo que en las imágenes y videos de antes del programa era cosa común que lucieran algo desarregladas. Pues bien, les habían prohibido promocionarse a través de las redes sociales, pero eso no impedía que usara el poder de la imagen para llamar la atención; desde el día siguiente llamaría la atención de todos por ser la mejor vestida. Su teléfono la interrumpió en sus pensamientos.

—Karin ¿Cómo estás? —saludó con falsa simpatía.
—Hola —respondió la voz del otro lado de la conexión—, Valentina, no te había podido llamar.

Era una frase muy vaga, que en principio ignoraba las llamadas perdidas que tendría de ella de más temprano; Valeria necesitaba encontrarla para saber por qué no había ido a hacerse el tratamiento.

—¿Qué sucedió? —Adoptó un tono de preocupación—. Estaba preocupada.
—Ayer me empecé a sentir mal durante la noche —replicó la chica—, y hoy seguía igual en la mañana. Ahora me siento mejor, pero por desgracia, en la mañana no pude ir al centro de estética.

Considerando la sutil amenaza que la dueña del centro había hecho, a Valeria lo que menos le importaba era el estado de salud de esa chica, pero se dijo que quizás podría sacar algo bueno de todo eso.

—Qué mal —pronunció con tono de auténtica preocupación—¿Te sientes mejor ahora?
—Sí, bastante mejor —respondió la chica—. No sabía si ir o no porque no pude llegar a la hora, y como dijiste que es un dato para un descuento, creí que lo mejor sería hablar contigo en primer lugar.

Valeria estaba contemplando un collar de cuentas de cristal dorado que pendía entre sus dedos mientras hablaba; era una decisión acertada hablar con ella, de hecho.

—Entiendo. Escucha, no creo que tengas problema con lo de la clínica de estética, sólo déjame hacer algunas llamadas y podemos solucionarlo. Las chicas dicen que están felices con el resultado.
—Qué bueno.
—Pero, aprovechando que estamos hablando solas tú y yo —agregó con tono confidencial— ¿Crees que podrías hacer algo por mí? Ya sabes, un pequeño favor.
—Si puedo ayudar en algo —Aventuró la chica del otro lado de la línea—, solo dilo.
—Bien, lo que estaba pensando —replicó Valeria, con suavidad—, es que tal vez tú podrías ayudarme a conseguir a otras interesadas en este tratamiento de belleza; ya sabes, no tiene por qué ser una de las chicas, pero me he fijado que tienes muy buena conexión con todo el mundo en el canal y estoy segura de que podrías encontrar a la persona correcta ¿Qué dices? Hoy por ti, y mañana por mí.

Para su suerte, la otra chica no pareció sospechar o tomarse a mal la solicitud; bien, quizás la podría tener como llave para asegurar muchas clientas para el centro.

—No creo que sea complicado —reflexionó—, y pienso que puede haber algo que hacer.
—Fantástico —Celebró con auténtica alegría—, entonces llamaré a nuestro lugar favorito y te llamo de vuelta ¿Te parece?

Después de finalizar la llamada, iba a llamar a Jorge, pero descartó la idea por el momento; cuando estaba consiguiendo lo que quería, sentía la cabeza en las nubes, sin peso en los hombros, y esa sensación era incomparable. Levantarse temprano todas las mañanas, hacer su rutina de cuidado personal, comer algo saludable, y salir a clases los días que correspondía; disfrutar de lo que estaba aprendiendo, sufrir con las ideas locas de Vicenta, luchar con los desafíos de Jaim, desatar toda su creatividad en las clases de arte, y luego, dos días a la semana tener su momento estelar.
El día en que tenía que llegar al estudio, preparar todo y estar lista para brillar cuando salieran al aire era su momento especial, una situación que ni siquiera el peligro de ser eliminada podía amenazar del todo. Ese era su ambiente y allí respiraba con libertad, moviéndose entre focos y luces con comodidad completa, preparada para avanzar por la pista y conquistar al público.
Debería ser más lista y darse cuenta de que sin él tenía un problema menos.
Un problema menos.
Él nunca iba a despertar a la realidad de ella, jamás comprendería que todo lo que ella hacía era como el aire para respirar, que necesitaba estar ahí, porque eso la hacía sentir plena. Debería darse por vencida, sabía que no debería ni volver a llamarlo, pero cada vez que pensaba en eso algo la detenía: lo que sentía por él era muy fuerte y se trataba de algo que no podía negar.
Cuanto él la acariciaba y le decía que la quería se quedaba sin aliento, y otra vez todo se quedaba atrás; además, él se estaba sacrificando por ella al ocultarse y ayudarla a mantener esa mentira, lo que hacía que el sentimiento fuera aún más fuerte.
De alguna forma sabía que no debería quererlo, pero siempre se trataba de él.


Próximo capítulo: Ruleta rusa

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