La traición de Adán Capítulo 15: Confusión




Adán estaba en la recepción de la galería cuando escuchó la voz de Carmen, muy temprano, el lunes; al momento de llegar, ella ya estaba ahí, y apenas lo saludó sin abrir la puerta, de modo que decidió dejarla sola hasta que necesitara algo. Consideró algo extraño que lo llamara con cierto tono de urgencia, de modo que decidió ir de inmediato.

—Permiso.
—Pasa —dijo la artista desde el interior—, tienes que ver esto.

Al verla, notó de inmediato que la artista parecía haber recuperado algo de su aplomo habitual, aunque no del  todo. Junto a ella estaban los dos cuadros, cubiertos por telas, lo que quería decir que la espera había terminado.

—Lo lograste ¿verdad?
—Desde luego —replicó ella, orgullosa—; solo necesitaba encontrar la frecuencia, a fin de cuentas, si lo piensas con detención, se trata de mi obra, así que sólo era cuestión de tiempo. Observa.

Descubrió los dos cuadros, y Adán se quedó atónito ante ellos; Carmen había conseguido replicar el efecto del segundo cuadro, dándole otra vez al Regreso al paraíso un aspecto irreal. Nuevamente las texturas se mecían con exquisita suavidad ante  los ojos, otra vez el lienzo se veía igual que una imagen viva, donde la piel del humano parecía respirar y el cielo mismo moverse de manera constante; el efecto tridimensional y dinámico estaba de regreso, y al haber sido replicado por ella, significaba que podía volver a hacerlo cuando quisiera.

—No puedo creerlo...

Pero no era lo mismo. De alguna manera, la artista había conseguido terminar una pintura con la que el efecto era el mismo que el de su predecesora, pero el resultado era completamente diferente; Regreso al paraíso era un festival para la vista, una imagen mágica que despertaba la sensibilidad de quien la viera, y producía calma y armonía interior, mientras que esta nueva segunda pintura hacía que el producto fuese convulso, y que las emociones que despertara fueran la confusión y la angustia. Bello como un cielo cubierto de nubes y relámpagos, tormentoso como estar a merced de aquellas descargas.
¿Qué es lo que había hecho?

— ¿Lo ves? —dijo Carmen, llena de entusiasmo— Lo conseguí, tengo al fin la fórmula y pude rehacerlo, ¿te das cuenta? Es como si nunca hubiera pasado, como si estuvieras viendo otra vez el mismo resultado; todas mis preocupaciones fueron por nada.

Adán  desvió un momento la mirada del cuadro, y la miró. No estaba bromeando, realmente estaba convencida de que era lo mismo. ¿Acaso no se daba cuenta de lo que estaba pasando? Cerró los ojos y volvió a mirar, pero sucedió lo mismo, otra vez el efecto fue tan atormentado como antes, es decir que la artista sí había logrado replicar el estilo y el fondo del cuadro, pero, usando sus propias palabras, plasmándolo en otra frecuencia, que era por completo distinta de la otra pintura. No terminaba de entender cómo es que lo había hecho, pero si tenía que definir lo que estaba pasando frente a sus ojos, podría decir que el segundo cuadro original había sido hecho por alguien que sentía el más profundo amor, y este que tenía frente a sí, por alguien que sentía odio o dolor.

—Estoy muy sorprendido, Carmen —dijo con cautela.
— ¿Creíste que  no podría?

Su actitud en ese momento en tan segura, que si alguien le hubiera dicho que describiera la obra, con toda probabilidad hablaría sobre la armonía y sensibilidad del primer resultado, pero en ningún caso acerca de tristeza, angustia o soledad.
Si le decía lo que estaba pensando, había una gran posibilidad de que ella se lo tomara mal, o que entrara en trance nuevamente, y dadas las circunstancias no podía arriesgarse a algo como eso; en esa situación el silencio sería su mejor aliado.

—Pensé que te tomaría mucho más tiempo.
—Estuve  preocupada al principio —replicó ella—, supongo que influyó la forma en que sucedió todo en esa inauguración y lo de antes, pero tan pronto como me tranquilicé, el pincel y los colores se movieron por sí solos; trabajar en esta obra es como moverme en un terreno que conozco a la perfección ¿Entiendes? Una vez que he tomado el camino indicado, es solo cuestión de trabajar los detalles —y agregó, satisfecha—. Quiero que la inauguración sea mañana a las diez de la noche.

Eso era demasiado pronto; pero por otro lado, con el personal contratado y la prensa especializada sobre ellos, desde un punto de vista estratégico, era la mejor opción.

— ¿Mañana? Tal vez deberías esperar un poco —dijo, sin convicción.
— ¿Y para qué? Los medios no estarán interesados para siempre, ahora que aun todos están preguntándose qué diablos pasó, les entregaré la exposición y tendrán muchísimo de qué hablar.

Claro que tendrán de qué hablar, pensó él, pero no lo dijo. Mientras hablaban, se dio cuenta de que la presencia de los dos cuatros en su vago de visión generaba una especie de fascinación morbosa por verlo, como si de algún modo el juego de colores creara algo doloroso y al mismo tiempo, torcidamente hermoso.

—De acuerdo, entonces me retiro, tengo que programar todo en tiempo record.
—Confío en ti.

Salió del taller dejando a una orgullosísima Carmen, y fue directo a la recepción; justo cuando menos lo necesitaba, se daba esta situación, y no podía sacarse de la cabeza la misteriosa nota. ¿Quién podía haber descubierto algo? No lo creía posible, sabía que había sepultado todo por completo, pero también existía  la posibilidad de que alguien quisiera tender un caza bobos; sea como fuere, necesitaba investigarlo con delicadeza, y con la inauguración otra vez encima, se vería obligado a posponerlo. Tomó el teléfono para comenzar  nuevamente a gestionar al personal y a los medios.

2

Pilar había ido a la casa de su amiga Margarita a tomar desayuno, pero tras compartir una agradable conversación y actualizar temas que no habían hablado con detenimiento, ya estaban en el escritorio, dedicadas a las labores detectivescas que ella se había propuesto.

—Empecemos por aquí —comentó Margarita—, dime exactamente qué fue lo que pasó, palabra por palabra.

Pilar ya sabía que no tenía alternativa, así que comenzó, resignada.

—De pronto recibí la llamada de un desconocido —comenzó, lentamente—; eso fue en la tarde, mientras estaba en el centro comercial. No pude identificar la voz del hombre, pero me dijo con mucha seguridad  que me felicitaba por el excelente negocio que había cerrado y que a partir del día siguiente tendría ya acceso al dinero en mi cuenta personal. Le dije que estaba equivocado de persona, que no sabía de qué me hablaba, y me respondió que estaba todo correcto, recitó mi nombre y el nombre de mi banco, la referencia de mi cuenta y me repitió que el dinero que se me había pagado estaba depositado y podría disponer de él a partir del día siguiente.

Mientras hablaba, su amiga tomaba notas a toda velocidad en una libreta; se estaba tomando todo eso muy en serio.

—Y te cortó.
—Exacto. Mi primera reacción fue pensar que era una pitanza, pero me llamó la atención que tenía muchos datos míos, y por las dudas llamé a mi banco; ahí empezó la pesadilla.

Lo recordaba como si hubiera sido ayer, los ocho meses no habían cambiado nada. Se estremeció al recordar cómo, de un momento a otro, su vida se había convertido en un infierno.

—Desde el banco me confirmaron el depósito en mi cuenta: sentí mareos al escuchar la cifra, eran muchos millones, así, de golpe. Pregunté de dónde provenía el depósito, y me dijeron que había sido ingresado en efectivo por un particular, Sergio Carmona, con el motivo de pago por venta realizada. No comprendía qué era lo que estaba pasando, así que desde luego llamé a Micaela, pero no me contestó, tenía apagado el teléfono.

Margarita tomaba nota de cada detalle en su bitácora, y al mismo tiempo, garabateaba símbolos en una hoja que había dejado a un costado.

— ¿Qué hiciste entonces?
—Fui al antiguo taller de mi madre, porque pensé que tal vez ella había hecho algún negocio a mi nombre o algo por el estilo, que quizás era por la cuenta que había puesto a disposición de ella por cualquier cosa o que se hubiera confundido algo, qué se yo.
—Explícame un poco eso.
—Lo que sucede es que, entre otras cosas, di indicaciones al banco para que mi madre pudiere realizar operaciones bancarias usando mi cuenta, sin necesidad de pedir autorización —suspiró—. Ni siquiera sé muy bien en qué estaba pensando cuando lo hice, supongo que tenía ganas de demostrar que no tenía nada que ocultar, y su cuenta personal es inestable porque a veces saca dinero, o compra alguna cosa; era una forma de decirle “Lo que necesites, aquí estoy”
—Comprendo. Entonces pensaste que podía ser un pago a ella, y fuiste a verla.
—Así es. Cuando me la encontré —prosiguió con angustia—, fue tremendo, estaba enfurecida, jamás la había visto así, parecía que de un momento a otro iba a echarme las manos al cuello; ni siquiera estaba hablando con claridad, pero me gritó que era una traidora, que no quería volver a verme en su vida... me trató de mala hija, incluso dijo que maldecía el día en que me había dado a luz. Le supliqué que me explicara de qué estaba hablando, y entre sus gritos y sus maldiciones, dijo que jamás me perdonaría por haberla traicionado y vender la colección Cielo a Bernarda Solar.
—Cosa que por supuesto no hiciste. Continúa.
—Yo no sabía nada de eso y se lo dije, pero no me creyó, y continuó gritándome que era la peor persona del mundo, y me dijo que no podía ser tan falsa de hablar con ella cuando en ese momento ya tenía el dinero en las manos. Intenté razonar y explicarle que no sabía nada de Cielo, y mucho menos del origen del dinero, pero fue inútil. Al final la vi tan enfurecida que opté por irme de allí, y fui al departamento, estaba completamente confundida y no sabía qué hacer.

Las cosas solo empeoraban al recordarlas. Qué inocente, qué estúpida. Su amiga la miraba con ternura.

—Si quieres nos tomamos un descanso.
—No —replicó, respirando profundo—,  ya empecé, no cambia nada que lo diga todo de una vez o por partes. Como te decía, fui al departamento esperando que Micaela me ayudara en algo, estaba al borde de un ataque de nervios, pero eso fue solo para peor, porque ella sí estaba allí, solo que ya estaba enterada, y además estaba más furiosa que mi madre, si eso era posible. De entrada me gritó que era una traidora.

Aún recordaba con claridad los gritos de Micaela por el departamento ¨eres lo peor, no sé cómo pude enamorarme de ti¨  ¨eres una ladrona, eres lo más bajo que he conocido¨

—Yo seguía sin saber qué pasaba y comencé a llorar, le dije que no sabía lo que pasaba y le expliqué lo de mi madre, esa extraña llamada y todo lo demás, pero fue inútil, Micaela no me escuchaba; le rogué, le supliqué que me escuchara, que me creyera, pero todo fue inútil, ni siquiera escuchó mis palabras de amor, había tanta rabia y tanto desprecio que no parecía la misma persona que horas antes me amaba como siempre. Entonces intenté convencerla con argumentos, pero en ese momento me arrojó a la cara la copia de un contrato en donde se acordaba la venta de la colección Cielo a cambio de un enorme monto de dinero, a propiedad de Bernarda Solar.

Margarita frunció el ceño.

—Después vas a tener que mostrarme ese documento, pero ahora sigue, sigue.
—Me quedé sin palabras cuando vi mi firma en el contrato, y entonces entendí por qué es que ella estaba en ese estado; nuevamente le supliqué que me creyera, que todo eso debía ser un error o algo hecho por un malintencionado, pero no funcionó.
Micaela estaba cerrada en las pruebas que tenía, y no podía escuchar nada más; me quitó las llaves y me echó del departamento, me arrojó a la calle y dijo que no volviera o me arrepentiría, y por cómo se veía, la creí capaz de hacerme algo. No sabía qué hacer ni adónde ir, estaba desesperada y ni mi madre ni Micaela  me querían entender. Creí hacer algo bueno y llamé al abogado de mamá.
—A Izurieta, me habías hablado de él.
—Sí, lo llamé para pedirle consejo, pero él ya estaba enterado y  me dijo que no importaba lo que dijera porque los hechos eran irrefutables, y que si quería podía tomar acciones legales, pero eso pondría en todos los medios lo sucedido, con lo que destruiría la carrera de mi madre.

Otra ver se vio, a sí misma, desamparada, sin tener a quién recurrir, y al mismo tiempo, “n comprenderla magnitud de lo ocurrido.

—Y te aconsejó salir del país.
—En realidad no fue eso —respondió Pilar—, me dijo que mientras hablábamos, él estaba cumpliendo órdenes de mi madre, y bloqueando mis contactos públicos, para impedir que pudiera trabajar, me estaban destruyendo la vida. Y no me quedó alternativa, saqué algo de dinero de la cuenta que me dejó papá y compré pasajes para salir del país.

Margarita seguía haciendo anotaciones a toda velocidad, pero en ese punto, le pidió que se detuviera.

— Espera , necesito aclarar esto; la cuenta de la que me hablaste no es la misma que donde está el dinero que te dejó tu padre.
—No, esa cuesta que mencioné era la de uso común, donde tenía el salario y algunos ahorros; cuando papá murió y me notificaron de la cuenta que dejó a mi nombre, decidí dejarla para algún tipo de emergencia.
—Y el dinero que te transfirieron estaba en la primera. ¿Tu madre podría haberlo sacado?

Pilar se lo pensó un momento.

—No, esa cantidad, no; podía hacer operaciones pequeñas, digamos que podría haber comprado un cuadro usándola, pero era una indicación menor, para uso común, aunque ella nunca la utilizó. Le dije en algún momento que abriéramos una cuenta compartida, por lo que ella necesitara, pero no le dio importancia, así que nunca lo hicimos.

Margarita rehízo algunos de los símbolos en la hoja adicional antes de hablar.

—Lo tengo; entonces, con todo este peso encima, decidiste salir del país ¿Te sentiste amenazada de un forma directa?
—Si lo que me preguntas es si me amenazaron, directamente no, pero si no podía trabajar, mamá y Micaela me odiaban ¿Qué ganaba quedándome aquí? Es taba asustada, sentía que el mundo se caía encima, para lo único que tuve fuerzas, fue para irme.
—No debiste hacer eso, era como reconocer culpas, pero tampoco tenías a nadie y yo no estaba aquí.

La mujer se quedó muy seria, tratando de  controlar todo lo que quería decir; a su modo de ver las cosas, las personas que no confían en las palabras de sus seres queridos no merecen una sola lágrima, pero sabía que su amiga seguía esperando la aprobación de su madre aún con todo lo pasado, y la ayudaría en lo que pudiera, aunque por dentro esperaba el momento de ver a esas personas aplastadas por la verdad. Cómo detestaba la injusticia.

—Ya, mira, tengo todo apuntado, así que nos vamos a poner a investigar. Lo primero, es cómo se enteró Micaela y tu madre de lo que supuestamente hiciste.
— ¿Y eso por qué?
—Ay mujer, porque alguien tuvo que decírselo, si ellas no estaban enteradas no iban a estar siguiendo tus negocios ni tus cuentas; la persona que les dijo es muy importante, también el tipo que hizo el depósito en tu cuenta.
—Pero esa persona podía ni existir, o podría ser un mandado.
—Eso no importa, más todavía si lo enviaron, quiero saber  quién fue. ¿Sabes qué? Tengo la sensación de que Micaela es la clave de esto.

Pilar contuvo la respiración. Aún con la forma en que la había despreciado, no podía creer que ella tuviera tan siquiera algo de culpa.

— ¿Por qué lo dices?
—Por qué ella tenía el contrato. Hay demasiadas cosas aquí que no tienen sentido ¿Cómo se enteró tan rápido tu madre de la venta de esa colección? Me dijiste que estaba en el taller antiguo, lo que significa que las pinturas no estaban ahí. ¿Por qué la urgencia de enviar el contrato al departamento en donde vivían Micaela y tú? ¿Por qué hacer todo esto de una vez?
—No lo sé, nunca me hice ninguna de esos preguntas; el dolor que sentido por el rechazo de mamá y de Micaela...

Margarita decidió salir del área sensible para poder concluir; ya había llorado mucho, ahora ella tenía que ayudarla a surgir.

—Sí, tienes razón. A todo esto, tienes ese contrato aún?
—Tengo una copia, pero está mecanografiada.
—Da igual. Mira, haremos esto, me das el contrato, yo hago unas investigaciones y tú vas a ir al banco de la dichosa cuenta. Por cierto, el dinero sigue ahí, ¿verdad?

Pilar la miró, perpleja.

—Jamás lo toqué.
—Eres un ángel. Como te decía, te vas al banco y preguntas por las grabaciones de las cámaras de seguridad del día del depósito, seguro que las tienen, y si no te las quieren mostrar les dices que vas a llamar a tu abogado o lo que sea, deja que crean que hay un delito detrás de todo esto y vas a ver cómo te ayudan.

Pilar suspiró hondó. Ya no iba a echar pie atrás.

3


Micaela estaba con algo de insomnio, así que sin mucho que hacer por la mañana se fue a la oficina de Esteban para hablar con él. Cuando llegó al edificio vio a uno de los trabajadores de la obra saliendo por una puerta lateral.

—Qué extraño...

Sin saber muy bien por qué, quizás guiada por un presentimiento, decidió seguirlo, pero la voz de Esteban la distrajo.

— ¿Oye y tú qué haces aquí?
—Yo —respondió algo turbada—, nada, me vine a molestar porque estoy con insomnio.
—Buena idea, así me ayudas con lo que estábamos hablando ayer. Además tenemos que hacer muchas llamadas, por lo menos yo voy a darle algunas instrucciones a mi banco.
—Tienes razón, creo que voy a hacer lo mismo, además que una de las primeras cosas que tuve que hacer al volver fue ir a mi banco porque tenían algunos problemas con mis datos.
— ¿Lo ves? Es mejor prevenir, vamos, necesito un café.

Entraron al edificio conversando, pero la imagen del trabajador le seguía pareciendo extraña; por ahora no diría nada, pretendía aclarar algo por las suyas para luego ver que hacer.

—Tenemos visitas —dijo él cuando cruzaban la recepción.
— ¿Quién?
—Bernardo Céspedes —lo indicó disimuladamente—, el hijo del dueño, ¿te acuerdas?
—Sí. Ah, estaba en la balacera baboseando por tu jefa, quizás viene a despedirnos.
—No lo creo, no hace ese tipo de cosas si no es con altos mandos, creo que Eva es lo más bajo que caerá, pero si está aquí, seguro hay reunión de directorio, y estará ella también.
—Diablos, debí haber venido de traje.

Estaban atravesando la recepción directo a uno de los ascensores, cuando Micaela vio cómo entraba una mujer al edificio, y la reconoció de inmediato; alta, de figura imponente, de cabello claro, actitud dominante y segura, caminando por ahí como si fuera su edificio.

— ¿Quién será esa mujer? Me parece conocida pero...
—Es Bernarda Solar —respondió Micaela, sombríamente—. Lo que me pregunto es qué hace aquí.

Vio cómo Bernarda saludaba amigablemente a Céspedes, y este le devolvía el saludo. Al verlos subir juntos a un ascensor charlando de forma amigable, dedujo el resto.

—No puede ser.
— ¿Qué?
—Ella —replicó lentamente—, está aquí porque es accionista de esta constructora.

Esteban sonrió, incrédulo.

— ¿Qué? No, eso es absurdo, hace tiempo que no hay acciones a la venta, seguro tiene algún proyecto con nosotros.

Pero Micaela sabía muy bien cómo actuaba Bernarda Solar, y negó con la cabeza; por suerte, desde el ángulo en que estaban habían sido invisibles para los empresarios.

—No Esteban, ella es accionista o algo peor. Ella no sale de su palacio si no es para apropiarse de algo importante, eso quiere decir que la vamos a ver muy seguido de ahora en adelante.
—Espera, ¿tú la conoces?
—Es una empresaria conocida por absorber todo lo que  quiere para ella —respondió, evadiendo la verdad—. Es dueña de una serie de empresas, y te aseguro que si está aquí, es porque ésta es la próxima.

Esteban no dijo nada, se limitó a ir directo a una secretaria de las antiguas y le hizo las preguntas correctas. Momentos después volvió cargado de noticias.

—Es increíble, acertaste a todo lo que dijiste, esa mujer va a estar en reunión de directorio, pero no pude averiguar más.
— ¿Puedes colarte en la reunión?
—No soy tan importante como para eso, pero ¿Por qué te parece tan relevante?
—Me parece más bien preocupante. Pero que esté aquí y no sepamos nada no nos ayuda, tendríamos que encontrar alguna forma de saber más detalles.

A él ya le había picado la curiosidad, detectaba que ella ocultaba algo, pero no había hecho las conexiones correctas.

—Espera, creo que puede haber una forma, hay una asistente que me debe un favor, haré que investigue por nosotros mientras entra a llevarles café o algo. ¿Hay algo en particular que queremos saber?

Micaela lo miró fijo.

— ¿Por qué estás haciendo esto?
—Porque es interesante, y ya  no tengo mucha confianza en nada después de lo de ayer; confío en tu olfato. Entonces dime.
—Siendo así, solo queremos saber una cosa: qué tan grande es la tajada que tomará de esta constructora.
—Está bien, trataré de averiguarlo, pero sólo dime algo ¿Cómo puedes tener tanta seguridad de lo que ella puede estar haciendo aquí?

Micaela lo miró con expresión sombría.

—Soy una de las pocas personas que la conoce. Bernarda Solar es mi madre.


Próximo capítulo: Errores en cadena



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