Contracorazón Capítulo 15: Cariño y preocupación




Rafael salió a su trabajo el lunes un poco antes de lo acostumbrado con el objetivo de encerrarse en la oficina para tratar de recomponerse antes de comenzar la jornada; después de una pésima noche de sueno estaba casado y con dolor de cabeza, pero no podía faltar a sus deberes.
Antes de llegar vio a Ángel, su antiguo compañero de trabajo, esperando a un costado de la puerta metálica por donde entraban los trabajadores cuando la tienda aún estaba cerrada. Pues bien, se dijo, en algún momento eso tendría que pasar y debería agradecer que sucediera antes del inicio de la jornada y no en medio de la atención de público, pero no dejaba de ser molesto que apareciera para hacer algún tipo de escena; en su mente eso podría tener alguna clase de justificación. Sin embargo, dado como se sentía en esa mañana, no era ni de lejos el momento apropiado para una confrontación como esa.
Pero no por estar cansado o sentirse mal iba a huir.

—¿Podemos hablar?

No sonaba a una pregunta, pero de forma extraña, tampoco a una exigencia; Rafael no pudo identificar cuál era la emoción detrás de esas palabras.

—¿Sobre qué?

No supo si la expresión del otro hombre era fruto del rechazo que le provocaba verlo, o se trataba de algo más.

—Supongo que sabes que me trasladaron a labores de bodega en la planta centro.

El moreno estuvo a punto de pronunciar alguna fase sarcástica al respecto, pero decidió omitirla; no tenía ganas de discutir.

—Sí, lo supe.
—No puedo atender público, según lo que decidieron.
—¿Qué es lo que quieres? —Lo interrumpió, cortante—. ¿Por qué estás aquí?

Vio que el hombre se debatía antes de hablar; sin embargo, no quiso demostrar interés más allá de la pregunta que había hecho.

—Porque hay cosas que tienen que quedar en el entorno laboral, no salir de aquí.
—¿Adonde quieres llegar con eso?
—A que yo tengo una familia —replicó el corpulento hombre, con una mirada dura—, y mi familia no tiene por qué enterarse de las cosas que ocurren en mi trabajo.

¿Entonces se trataba de eso? Ahora estaba viendo que sus acciones podían poner en riesgo su tranquilidad, en vez de hacer algo para mejorar, se estaba dedicando al control de daños.

—Lo que pasa con tu familia no tiene nada que ver conmigo.
—Pero tú sabes lo que pasó aquí —la voz del otro se había vuelto más ronca—, sólo quiero aclarar que no es necesario que nada de lo que pasó aquí hace unos días tiene que salir de este entorno.

No estaba hablando únicamente de él, sino de ambos; Rafael esperó enfadarse por esa actitud, por estar intentando chantajearlo incluso en ese momento, pero en realidad sólo sintió pena. No tanto por él, sino por ver cómo ejemplificaba a la sociedad en la que vivían; con toda la modernidad y los avances sociales, así como la lucha de muchos sectores por lograr igualdad, seguía existiendo un gran grupo que prefería vivir en una cómoda mentira que enfrentar la realidad o asumir los propios errores. Del otro lado de esa moneda, en muchos casos también había una pareja, padres o personas cercanas que preferían no escarbar en la superficie, para no ver su mundo trizarse.

—Ángel, yo no estoy en guerra contigo. Tú empezaste esto, no yo. La verdad —Se encogió de hombros mientras hablaba—, no había pensado en este asunto hasta ahora, pero aunque fuera así, yo no estoy peleando contigo, no me interesa vengarme ni ir a arruinar tu vida ¿Hablando con tu esposa? Probablemente no me creería, no lo sé y tampoco me importa.
—Todos tenemos nuestros asuntos —Apuntó el otro.

Rafael no pudo evitar revolear los ojos al escuchar esas palabras.

—Otra vez con lo mismo; escucha, yo no tengo nada que ocultar, no tengo que dar explicaciones sobre lo que hago en mi vida. No como tú. Pero ese es tu asunto, resuélvelo, no me involucres en eso. Ahora, de verdad tengo mucho trabajo que hacer.

Después del poco agradable encuentro con su ex compañero de trabajo, Rafael entró a la tienda y se quedó un rato en la oficina, intentando mejorar su estado de ánimo, para que ese hecho no le estropeara la jornada.

Aún con sueño, pero algo más tranquilo, se sintió un poco mejor tras tomar un medicamento para el dolor de cabeza, aunque el malestar no había desaparecido del todo. El inicio de la jornada laboral fue algo lento y esperaba poder atender o ayudar a los demás para mantenerse en movimiento, pero llegó una solicitud de despacho con un error y tuvo que emplear algo de tiempo restaurando los datos para enviarlos de forma correcta a la oficina central, a lo que se agregaron otros asuntos que revisar mientras trabajaba en eso.

—¿Se puede?

Reconoció la voz de Sara, y notó que faltaba poco para el mediodía; había estado tan concentrado que no había sentido el paso del tiempo.

—Por supuesto Sara, pasa.

La chica entró a medias, haciendo un gesto hacia la tienda.

—Disculpa, hay alguien que quiere hablar contigo.
—¿Sucedió algo? —Preguntó él, intrigado.
—No, de hecho, ni siquiera compró algo —Explicó ella—, es una señora, y dijo que tenía que hablar contigo algo importante.

Rafael sonrió; esa forma de llegar y expresarse sólo podía pertenecer a una persona.

—Esta bien Sara, muchas gracias, dile que voy en seguida.
—¿No es un reclamo? —Preguntó ella, sospechando de la expresión de él.
—Puede que me reclame algunas cosas —replicó él—, pero nada de aquí, esa mujer es la mujer de mi vida: es mi madre.

La chica sonrió ante el comentario.

—Ah, entiendo.

El moreno salió a la tienda y se encontró a su madre esperando en el exterior; en efecto, no se parecían, ya que ella era de piel clara y cabello castaño, y sus rasgos redondeados evocaban mucho más a Magdalena.

—Hola mamá.

Ella le dio un abrazo y un beso en la mejilla, que de forma inevitable lo hizo sonreír. Su madre era una mujer más formal en entornos públicos, de modo que lo había saludado con menos efusividad que si se hubieran encontrado en su departamento.

—Hola, hijo. Espero no estar interrumpiendo.
—Para nada —replicó él—, estaba actualizando unos informes, pero nada urgente.

Habían caminado por el pesillo hacia un costado, algo ideado por ella para darles algo de intimidad, lesos de las miradas de sus compañeros de trabajo; ella lo miró con esos ojos color castaño, tan vivos, que una y mil veces lo habían traspasado.

—Te ves cansado.

Esa frase significaba mucho más de lo que parecía; en primer lugar, no era una pregunta, ni siquiera un juicio, era una verdad desde su punto de vista de madre. También era un diagnóstico, de algo que ella a simple vista no podía decir, pero que en el fondo de su alma ya conocía. Sabía a la perfección que algo muy distinto al cansancio le pasaba a su hijo, pero estaba dando el espacio para que fuera él quien decidiera si era oportuno contarle o no.

—Es cierto, dormí muy mal —concedió él.

Iba a cambiar de tema, pero vio que los ojos de ella aún estaban a la espera; se dijo que no era el momento para ahondar en esos asuntos, pero tampoco quería preocuparla dejando el tema en el aire.

—La verdad, vengo durmiendo mal hace unos días —explicó al fin—, y esto del ataque a Mariano supongo que me afectó de alguna forma; al final, él es parte de la familia.
—Es cierto, cielo —Apuntó ella con energía—, pero parece que ya todo está bien, Magdalena me dijo que Mariano tenía mucho mejor semblante esta mañana.

Había decidido no hablar de sus sospechas de madre, algo que él agradeció en su interior; quería hablar con ella, escuchar su consejo, pero después de la noche vivida, conversar acerca de eso en el trabajo no era apropiado.

—Sí, Magdalena me dijo lo mismo; quiero estar presente y ayudar, pero no quiero invadir el espacio de ella. Pienso que con los padres de Mariano ya es suficiente.
—Esto y de acuerdo —Indicó ella—, le dije a Matilde que no se apropie le la casa, es una broma, pero es lo que pienso. Toma.

Puso en sus manos una pequeña caja de cubierta aterciopelada de color verde; Rafael reconoció en ella a la que contenía la pinza para corbata de la que hablaron por teléfono.

—Te acordaste. La voy a tener con el traje.
—¿Y cómo es? —preguntó ella.

El hombre se rascó la sien, incómodo.

—La verdad es que aún no lo compro, estoy en eso.
—Hijo —Su madre frunció el ceño—, dejando cosas para última hora, eso no está bien.
—Es cierto —intervino antes que ella iniciar a dosis discurso—, pero lo marqué en la agenda y voy a ir esta semana, no estoy bromeando.

Su madre revoleó los ojos, pero le sonrió; se sentía tan bien hablar con ella y sentirla junto a él.

—No sé si papá te contó que me hizo prometerle que iría a casa un fin de semana completo.
—Deberías ir más seguido —lo reprendió ella—, pero sí me dijo, y cuando vayas, te quedas hasta últimas, nada de que después de almuerzo sales corriendo. Y tiene que ser después del matrimonio de tu hermana por que para esos días vamos a estar por aquí.

Mientras hablaban habían caminado y entado a una galería cercana; Rafael se dio cuenta en ese momento que había pasado algo por alto y le señaló una cafetería.

—Mamá, lo siento, ¿Quieres un café o comer algo?
—No, estoy bien —Ella le dedicó una amable sonrisa—, no tengo apetito en este momento y además voy de pasada, tengo que hacer muchas cosas y el día es muy corto. ¿Te gusta tu nuevo cargo?
—Sí, me está gustando mucho lo que estoy haciendo —replicó él—, todavía tengo que aprender bastante, pero lo estoy llevando bien.
—Me alegra eso. Ahora me tengo que ir, te llamo en la tarde, ¿De acuerdo?

Le dio un beso de despedida, pero al tiempo le dedicó una de sus miradas; esa que Rafael sentía como un escáner en su alma al mirarla a los ojos. A diferencia de cuando lo saludó, ahora no había pregunta, porque ya sabía lo que necesitaba como madre, incluso quizá con mas claridad que él.

—Cuando quieras hablar, sabes dónde estoy.

¿Qué tanto podía averiguar una madre solo con ver en los ojos de su hijo? Por un momento sintió genas de hablarle de esos extraños sueños y experiencias, pero se detuvo por algún motivo que escapaba a su control; jamás había sentido la necesidad de ocultar o evitar hablar de algo con ella, y en este momento sentía que no era correcto hacerlo. Quizás esta inseguridad se debía al mismo origen inexplicable de todos esos sentimientos.

—Gracias mamá. Te prometo que cuando necesite hablar contigo lo haré.

2


Por la tarde, Rafael decidió visitar a su hermana; se alegró que ella se escuchaba más animada por teléfono, de modo que decidió hacer una visita breve, principalmente para asegurarse que todo estuviera en orden; Magdalena había tomado unos días de reposo en su trabajo para cuidar de Mariano, por lo que al llegar se la encontró ocupada de preparar una dieta blanda en contra de las súplicas de su novio. El ambiente en la casa era muy distinto al de la jornada anterior, y se alegró mucho de ver a Mariano más repuesto, hecho que se notaba en un dejo de aburrimiento por tener que estar acostado guardando reposo.
Tras la visita, que le dejó una agradable sensación, regresó a su departamento para poner un poco de orden, ya que con todo lo ocurrido no había tenido tiempo ni mente para preocuparse de su espacio personal; limpió detalladamente las ventanas, barrió desde el pequeño balcón hasta el cuarto, aseó el baño y revisó la despensa y el refrigerador en la cocina, para saber qué comprar. Con esa parte finalizada fue al supermercado para abastecerse, y aprovechó la oportunidad de comprar algunos elementos extra para preparar algo especial para el próximo fin de semana; con todo lo ocurrido, pensó que sería una buena oportunidad para invitar a su hermana y cuñado a comer algo y ayudar con eso a recuperar la normalidad en sus vidas.
Para cuando miró la hora, se dio cuenta de que daban casi las diez y no había comido, de modo que terminó de ordenar y preparó un sándwich de carne fría con especias y algo de verduras y se dispuso a comer; un mensaje de Martín llamó su atención.

«¿Tienes algo que hacer el sábado?»

Estaba planeando la invitación al futuro matrimonio, pero no pensó en el día; quizás dejarlo para el domingo era la mejor opción.

«Nada planeado hasta ahora» —Escribió como respuesta.
«Entonces te invito oficialmente a almorzar con nosotros en la casa de mis padres —Agregó un Emoji con los ojos en blanco—, Carlos está al lado mío exigiendo que te diga que tienes que confirmar tu asistencia.»

Daba la impresión que el positivo cambio del muchacho era permanente; Rafael se alegró de la invitación en ese contexto.

«Muchas gracias a ustedes por invitarme. Y confirmo oficialmente que asistiré.»

Martín lo llamó de inmediato.


—Hola.
—Hola —Saludó el otro—, lo de la invitación es en serio, te lo dije por escrito sólo para molestar a mi hermano; era como decirle que ya era suficiente de insistir con el mismo asunto cada dos días.

Sonaba muy animado; el panorama de poder estar en ese ambiente familiar era muy gratificante, y lo acercaba más en su amistad con Martin.

—Pues voy a estar muy contento de poder ir, en serio. ¿A qué hora tengo que estar allá?
—¿Ya se te olvidó que somos vecinos? —Preguntó el trigueño con una risa ahogada —. Eso lo solucionamos en la semana, además podemos venir juntos.
—Tienes razón, no lo había pensado —Concedió Rafael—, por cierto, olvidé preguntar ¿Tuviste algún problema con el auto?

El vehículo que incidentalmente estaba en poder de Martin durante la noche del asalto había sido vital para llegar lo mas pronto posible al lugar en donde sucedió todo, y era una gratitud extra a la ayuda de su amigo.

—Ninguno, todo está en orden; de todos modos, por las dudas, preferí no decir que había estado corriendo a gran velocidad por las calles de la ciudad.
—Me alegro que no hayas tenido problema.
—Yo también. Estamos de acuerdo entonces; hablamos, que descanses.

Después de finalizar la conversación con Martin, Rafael terminó de comer y se dispuso a ver un poco de televisión; al parecer las cosas estaban volviendo a la normalidad con rapidez.
Excepto, claro, por esos extraños sueños.

3


El hermano menor de Martín había tenido una crisis que interrumpió el curso de la tarde familiar; más tarde, estaba en su cuarto, reposando sobre la cama.

—Permiso.

Generalmente Carlos prefería quedarse solo durante la etapa posterior a una crisis de dolor y Martín lo sabía, pero en ese momento optó por entrar para acompañarlo.

—Disculpa por entrar —dijo con una cálida sonrisa.

Había aprendido a disociar el estado en el que se encontraba su hermano de su yo real; cuando pasaba por una crisis su expresión se tornaba más dura, sus ojeras parecían profundizarse y su cuerpo lucía más frágil y delgado que de costumbre. Pero en sus ojos, Martín seguía viendo a su hermanito, a ese chico que admiraba y amaba con todo su corazón. Se sentó en el suelo, mirándolo con cariño mientras el joven descansaba sobre su costado izquierdo.

—No soy buena compañía en este momento —susurró el muchacho.

Había sido una crisis bastante fuerte; su padre había hecho las infiltraciones con el medicamento, por lo que las reacciones físicas habían sido un poco menores, pero la lucha dentro de su organismo ente su hiperalgesia y el componente analgésico externo lo dejaba agotado, y eso se notaba en todo su ser.

—Tú siempre eres una buena compañía —comentó con honestidad, sin dejar de mirarlo muy fijo a los ojos—, o bueno, a veces eres un poco insoportable, pero es muy poco, la verdad.

Le dedicó una sonrisa luego de decir estas palabras; quería abrazarlo, sostenerlo entre sus brazos y decirle que todo iba a estar bien, pero sabía que lo primero no era recomendable porque podría causarle problemas y lo segundo era algo que estaba por completo fuera de su control.

—Oye, estaba pensando un día de estos pedir el auto en el trabajo y podríamos salir a dar unas vueltas por la ciudad, solo tú y yo ¿Qué dices?

La mirada de su hermano vagó un momento antes de responder.

—No entiendo qué podríamos hacer.
—Nada en especial —replicó Martín—, o tal vez alejarnos un poco, cambiar de aire, ir a conocer algún lugar bonito fuera de la ciudad. O sólo pasar tiempo juntos.

Acercó con suavidad una mano, y con el índice acarició suavemente el puente de su nariz. Siempre había sido difícil verlo sufrir, pero no por saber que no podía ayudarlo iba a dejar de hacer todo lo que estuviera en sus manos por ayudar a que las cosas fueran lo mejor posible; era una lucha que nunca iba a abandonar.

—¿Y no prefieres salir con tus amigos?
—Hay momentos para todo —Observó el mayor—, ahora se trata solo de nosotros, un paseo, tiempo de hombres.
—Gracias —replicó su hermano—, de verdad.
—No tienes que darme las gracias —Martín lo miró con seriedad—. No te estoy haciendo un favor; somos hermanos y quiero pasar tiempo contigo ¿Te acuerdas cuando eras más chico y hablábamos de ir a conocer lugares?

Cuando era más pequeño, a menudo fantaseaba con ideas de viajes a todo tipo de lugares, y jugaba con Carlos a que irían a explorar a esos sitios; ahora que era un adulto había recuperado ese recuerdo al preguntarse por qué, entre las ocupaciones y obligaciones de la vida, había dejado de lado esa parte lúdica entre los dos.

—Sí, me acuerdo, me mostrabas los programas de viajeros y decíamos que íbamos a conocer esos lugares.
—Bueno —reflexionó Martín— no tengo dinero para esos viajes, pero sí podemos hacer algo más cercano. Estoy seguro de que nos hará muy bien a los dos.

El muchacho se lo pensó un momento antes de responder; en un principio el mayor pensó que podría negarse, pero luego comprendió que estaba recordando.

—¿Te acuerdas? Siempre dijiste que te gustaban los molinos de viento.

Martin sonrió de forma involuntaria; sí, desde pequeño había sentido una fascinación por esos grandes artefactos plantados en la mitad de la nada. Sin una explicación concreta, sólo sabía que había algo en ellos que le resultaba intrigante, como si el viento que meciera sus aspas fuera signo de algo maravilloso, un misterio que ansiaba conocer.

—Sí, aún me gustan mucho.
—Tal vez podríamos ir a ver —murmuró Carlos—, debe ser bonito estar ahí.
—Es una gran idea. Buscaré un lugar en donde haya molinos de viento y podamos ir un fin de semana.

Durante unos segundos se miraron sin hablar, y la complicidad entre ellos fue completa, entendiéndose sin necesidad de palabras.

—Escucha, sé que no te gusta ir a eventos sociales, pero estaba pensando que tal vez podrías ir conmigo a la celebración de Rafael. Va a ser algo pequeño, con poca gente.

Su hermano, tal como lo había anticipado, reaccionó con algo de rechazo ante la idea.

—No creo que sea una buena idea.
—Pero dijiste que Rafael te cae muy bien; incluso fue tu idea invitarlo a almorzar.
—Sí, pero no es lo mismo —replicó el muchacho, incómodo—, es más seguro que él venga para acá. Casi olvido preguntarte ¿Le explicaste de esto?

Martin asintió, con calma ante la pregunta.

—Sí, le expliqué. Pero quiero que te lo tomes con normalidad, que no aparentes delante de él si te sientes mal ¿De acuerdo?

Ese siempre había sido un tema delicado de tratar, y más cuando Carlos entró en la adolescencia; no gustaba mucho de salir, y ante situaciones sociales o en donde no estuviera en su zona de confort, se esforzaba por ocultar sus malestares todo lo que fuera posible. En ese sentido, las constantes dudas y suspicacias con respecto a su enfermedad que escuchó de extraños desde que era muy pequeño lo hicieron reacio a mostrarse con tranquilidad.

—Pero si vamos a estar aquí —arguyó intentando demostrar firmeza—, eso no es necesario, puedo disculparme un rato con cualquier excusa.

Martín, sin embargo, negó con la cabeza; pocas veces estaba tan seguro acerca de algo que aún no había ocurrido.

—No, Carlos, te estás equivocando.
—¿Por qué?

Se tomó un momento para responder; en retrospectiva, él y Rafael habían compartido muchos momentos juntos en poco tiempo, y se sentía como en la compañía de alguien a quien conociera desde hace mucho tiempo atrás cuando estaba hablando con él. No sabía el motivo, pero no podía estar equivocado.

—Porque Rafael va a entender.
—¿Tú crees?

Se estaba refiriendo sin decirlo a experimentar lástima por él, algo que ninguno de los dos quería ver en los ojos de los demás.

—Sí. Rafael ya sabe lo que tiene que hacer, él va a ser como uno más de la familia cuando esté aquí, te lo aseguro. Tienes que confiar en mí, además, tú mismo dijiste que tuve un ojo clínico para elegirlo como amigo.

Su hermano menor esbozó una leve sonrisa.

—Tienes razón. Escogiste un buen amigo.

Por la noche en su departamento, Martin se quedó pensando en la conversación con su hermano y en cómo había recordado algo que incluso para él estaba en un lugar lejano de su memoria: cuando era adolescente y buscaba en televisión algún programa para mostrarle a Carlos, en algún momento se quedó viendo los molinos de viento, captados por una cámara a lo lejos.
Solitarios en medio de un horizonte eterno, rodeados de naturaleza silenciosa, meciendo sus aspas al ritmo invisible del viento. Eran tan sencillos y al mismo tiempo parecían esconder en su mecanismo un universo nuevo y sorprendente, una serie de engranajes que funcionaban a otra velocidad, constante pero distinta.
Como en otro tiempo.
Se quedó dormido evocando el sentimiento de paz que le transmitían esos artefactos.


Próximo capítulo: Un abrazo imposible


Las divas no van al infierno Capítulo 13: Nacida para morir


Conoce este capítulo con esta canción: Born to die

—¿Qué te ocurre Lisandra? te pusiste pálida.

La música seguía sonando alrededor; el escenario, a pocos metros de la zona de trabajo en donde ella se encontraba era su próxima parada, pero para Lisandra el mundo se había congelado.
Reacciona, se dijo; tienes que inventar algo, lo que sea, intentó decirse.
Pero no pudo; sin responder a la pregunta, sin mirar a las cámaras ni prestar atención a quienes estaban a su alrededor, la chica volteó y avanzó a paso rápido, casi corriendo, buscando una puerta, cualquiera que le permitiera salir de ahí.

—¡Lisandra!

No escuchó la voz, y solo corrió por el pasillo, intentando poner distancia y esconderse, desaparecer para que nadie la viera en ese estado; corrió por el pasillo hacia el departamento de vestuario, con la vista nublada, casi sin ver ni oír, solo tratando de evitar que los miles de ojos a su alrededor la vieran.
Encontró un pequeño cuarto de atuendos antiguos y entró en él, azotando la puerta y apagando la luz del lugar; se sintió abandonada, traicionada y sola, y aunque intentó evitarlo, no pudo contener un desgarrado grito de frustración.

—¡Perra!

Se desplomó en el suelo, sollozando de impotencia; había decidido doblar esa canción porque la temática del vestido de novia junto con la canción escogida iba al pie de la letra para su idea de transmitir un mensaje acerca de las relaciones de pareja, igual que en la presentación anterior.
La novia que arruina su traje una y otra vez, que lucha y cae, pero al final se levanta y es capaz de imponerse, surgir y vengarse. Era la temática de un videoclip con la canción de otra artista, y se le ocurrió que sería una idea entretenida y original mezclar a dos cantantes en un mismo concepto para esa ocasión.
Y Ch estaba doblando esa canción justo en ese momento.

—Lisandra.

Ignoró la voz masculina que pronunció su nombre del otro lado de la puerta; se quedó sentada en el suelo, sin ser capaz de hacer otra cosa que llorar.

—Lisandra.

La puerta del lugar se abrió y alguien entró, pero ella no miró en esa dirección.

—Déjenme sola —murmuró con voz sollozante.
—Falta muy poco para que tengas que presentarte —dijo la voz del hombre—, tienes que estar en diez minutos y seguramente todos estarán preguntándose en dónde estás.

Ella no respondió. Había logrado llegar al programa, entrar como las otras ¿Y ese iba a ser su final? Humillada por otra más lista que encontró la forma de arruinarla.

—Tienes que levantarte.
—¡Déjame sola!

Al gritar vio a quien le había estado hablando, y se sintió sorprendida de ver quién era: se trataba de Sam, el bailarín, pero en ese momento la expresión de complicidad y gentileza había sido reemplazada por una de fría determinación.

—Tienes que ponerte de pie, falta poco para que te presentes.
—¡No puedo presentarme! —exclamó ella, impotente— ¿No lo estás escuchando? Ella lo hizo, está haciendo su presentación sorpresa usando mi canción, la canción que yo iba a doblar.

Estaba tan furiosa y angustiada que no pensó en lo que estaba diciendo y simplemente lo dijo; él, sin embargo, se mantuvo imperturbable, hablando con un tono de voz medido, como si aquello que la aquejaba no fuera algo tan importante.

—Esa canción no es tuya.

Lo miró estupefacta, sin comprender del todo lo que le estaba diciendo; el chico le respondió con frialdad.

—Esa canción le pertenece a una cantante estadounidense de veintiséis años, y el video a otra que ha sido popular por más de quince. No es tu canción, no es tu letra ni tu disco, ella no te ha robado nada.

La declaración se le hizo cruel e inoportuna ¿Por qué le estaba hablando de ese modo?

—Yo iba a presentar esa canción —protestó tozudamente—, yo preparé todo, era mi presentación, no la de ella.
—¿Quieres ver cuántas mujeres han hecho una presentación con el tema de ese video clip, con la temática de la canción? —preguntó él, levantando las cejas—. Escucha, puede ser que tengas una buena idea, pero no eres la primera ni la única.

Lisandra se puso de pie y lo enfrentó, enfurecida.

—Eso no importa ¡Ella lo hizo a propósito! Lo mantuve en secreto para que nadie que no estuviera ensayando directamente conmigo lo supiera, pero ella lo supo; estuvo husmeando, se enteró de alguna forma ¿Qué mejor forma de asegurar que no la van a mandar de vuelta a casa que tomar la idea de otra? Aunque yo hiciera algo mejor, ella salió primero, será la primera.

La actitud imperturbable de él resultaba todavía más irritante; sintió ganas de gritarle todo tipo de cosas por no entender que era ella quién estaba sufriendo, ella quien estaba a minutos de perder su sueño.

—Este es un programa de competencias —aclaró, con tono determinado—, ¿Qué esperabas, que todas las otras colaboraran contigo y fueran muy buenas personas? El mundo del espectáculo siempre ha sido así, sólo mira los reportajes que hay en internet. Las van a estar eliminando cada semana, no puedes creer realmente que ellas no van a hacer todo lo posible por quedarse aquí, igual que en todos los programas de competencia o en los realitys. Despierta, esta es la vida real, y sólo tienes dos opciones: o eres lista y luchas por lo que quieres, o dejas que los demás se lo queden. Cuando te conocí pensé que eras de las primeras.

Había un dejo de decepción en la última frase, y ella no pudo dejar de notarlo; las palabras dichas con tanta tranquilidad planteaban un escenario real que no se había imaginado hasta ese momento: jugar sucio era una opción para muchas, y después del primer golpe, reaccionar tratando de desenmascararla sólo haría que la afectada quedara peor.

—De todos modos —dijo con voz quebrada—, no podría hacer nada en diez minutos, no tengo nada con qué competir.
—Y entonces te vas a dar por vencida —observó él—, creí que eras diferente.

En tanto, Charlene había terminado su presentación sorpresa, y mientras el escenario se oscurecía, se acercó al conductor del programa, quien aguardaba por ella con la emoción pintada en la cara.

—Charlene, acabas de hacer la presentación que te ha regalado el público aquí en el estudio ¿Cómo te sientes?
—Nerviosa —contestó esbozando una sonrisa—, no había hecho un desafío sorpresa y es mucha presión en muy poco tiempo, no sabía si lo iba a lograr.

Se tomó un instante para tomar aire, esperando que aquello que creía que iba a pasar sucediera; el conductor del programa le dedicó una mirada cargada de emoción.

—Al parecer el público en el estudio está bastante satisfecho con tu presentación sorpresa ¿Qué te parece si vemos lo que opina la gente en las redes sociales ahora mismo?

Mientras la pantalla se dividía en dos para el público en su casa, la imagen de las redes fue proyectada en la gran pantalla al lado del mesón de los maestros. Algunas felicitaciones, otros comentarios positivos, y entre ellos un post de un usuario haciendo una especie de acusación.

«¿Por qué no hablan de lo que le pasó hoy a Charlene? La vi cuando la intentaron asaltar y estaba muy mal, no debería estar en el programa hoy»

Aaron Love había leído el mensaje con su habitual entusiasmo, que mutó en una sorpresa total al terminar de transmitir la información.

—Charlene ¿Trataron de asaltarte?

La expresión de la rubia estaba tensa por la pregunta y había dejado de sonreír, pero luchaba por mantener la compostura.

—¿Podemos por favor no hablar de eso? —murmuró, nerviosa.

La seguidilla de comentarios en la pantalla no se había detenido, hasta que apareció un video subido por un usuario; estaba muy mal grabado y a distancia, pero se alcanzaba a ver cómo un sujeto intentaba quitarle el bolso a la chica; ella tiraba, caía al suelo, pero no soltaba, hasta que el hombre se rendía y escapaba corriendo a toda velocidad, entre gritos de otros transeúntes que se habían dado cuenta del intento de robo. El video duraba poco más, pero se alcanzaba a ver cómo se formaba una especie de tumulto alrededor de la chica, y se oían voces diciendo que había que llamar a la policía o ayudarla a ella de alguna manera. Love se volteó hacia ella después de ver el video, con el rostro desencajado.

—Charlene ¿Por qué no le dijiste a nadie que había pasado esto?

La rubia tragó con dificultad, mirando de forma errática antes de contestar.

—Porque no es nada —respondió con dificultad—, no pasó nada, sólo fue el susto.
—Pero es algo grave —repuso Love, con evidente contrariedad—, debiste decirle a la gente de la producción, quizás pedir que pospusieran tu presentación.
—No puedo hacer eso —replicó ella, dando un respingo—, si la gente me eligió no puedo decepcionarlos, además no fue nada grave, en serio…

No pudo seguir hablando; el conductor del programa la abrazó tiernamente, a todas luces afectado por el estado en que se encortaba la chica, e hizo un gesto que apuntaba fuera del límite de las cámaras.

—Charlene, hiciste un gran esfuerzo, pero no estuvo bien que ocultaras esta información —le dijo con tono paternal—, estoy seguro que todos entenderíamos si ocurre algo que no está bajo tu control, o de cualquiera de tus compañeras. Ahora por favor ve con uno de nuestros amigos de producción para que te calmes y puedas prepararte para tu siguiente presentación, si es que te sientes en condiciones.

Valeria había roto una parte de su atuendo y estaba muy concentrada reparándolo, pero no había perdido detalle de la escena que había tenido lugar; se dijo instantáneamente que Charlene estaba mintiendo, que todo eso no era más que un montaje muy bien planificado para dejarla como víctima asegurar su permanencia en el programa. Charlene, la que siempre estaba hablando de todo, intentando llamar la atención, ¿Y de pronto se volvía muy introvertida y no quería contarle a nadie lo que le había sucedido?
Y justo el día de la eliminación, preparado para que todos se enteraran, ya sea al aire o directamente por el boca a boca del que se formaban las redes sociales en la actualidad; incluso si no hubiese salido al aire el llamativo video, se sabría tarde o temprano, y como una de las reglas de participación en el programa era no interactuar en las redes sociales durante la jornada de emisión del programa, la opción de decir que era un plan de ella quedaba descartada.
Todo eso significaba que Charlene estaba dispuesta a todo con tal de llegar a la cima. Pues bien, ella también, y no iba a dejar que las artimañas de la rubia la superaran.

Más tarde, todas las presentaciones habían terminado, y tras una pausa comercial, Aaron Love retomó la conducción del programa, mientras las luces generales se atenuaban un poco.

—Muchas gracias a todas y todos por acompañarnos en esta jornada, ha sido un programa intenso, lleno de todo tipo de emociones para nuestras participantes. Por favor démosle un gran aplauso a todas estas fabulosas chicas que han dado lo mejor en este escenario.

El público en el estudio aplaudió con fuerza cuando las veinticuatro entraron en el rango de cámara y se quedaron en el escenario, sonriendo a la espera de lo que iba a pasar.

—Todas han hecho lo mejor, y las felicitamos por eso, pero ha llegado el momento de enfrentar una triste realidad: una de las chicas no seguirá en el programa, y son ustedes amigos y amigas en sus casas los que han decidido quién será. La eliminada del día de hoy es Nubia.

La aludida se quedó paralizada al escuchar su nombre. No, no podía ser, tenía que ser alguna clase de error ¡Pero si Lisandra no lo había hecho bien! Recordó cómo todos estuvieron preguntando por ella cuando salió corriendo del área de trabajo, y al parecer nadie sabía en dónde se encontraba; poco después regresó, con los ojos llorosos e hinchados, agitada pero muy callada, sin querer responder cuando le preguntaron qué era lo que le pasaba. Pasó bastante tiempo interviniendo el atuendo que había solicitado antes en el departamento de vestuario, sin querer hablar, y cuando salió a escenas le veía nerviosa. Hizo una presentación correcta por lo mínimo, pero un tanto extraña, una especie de ritual de baile con un traje blanco desgarrado, que incluso el entusiasta público del estudio aplaudió solo lo mínimo.
¿Y había tenido una mejor votación que ella?

—Nubia —dijo Aaron, acercándose a ella—, sé que es un momento muy difícil, porque ninguna de las chicas quiere abandonar el programa.

Sintió que le flaqueaban las piernas; solo en ese momento advirtió que todas las otras habían retrocedido, dejándola en primer lugar, sola y a merced del público ¿Qué iba a hacer?

—Amigos —dijo el conductor del programa—, nuestra querida Nubia está un poco nerviosa por la noticia ¿Qué tal si le damos un caluroso aplauso para que sienta lo mucho que apreciamos su esfuerzo y dedicación en esta noche?

Ella casi no escuchó el sonido de las palmas en su favor. Mis pies, se dijo, no me fallen ahora, llévenme hasta la línea de meta.

“No te quiebres. Por lo que más quieras, no te quiebres.”

Sus propios pensamientos se le hicieron ajenos, como ecos distantes; su corazón se rompía a cada paso que daba, mientras el conductor la llevaba hacia un costado para realizar la despedida.
Es por error o un designio divino sentirse tan sola esa noche de viernes, era algo que no sabía, y se pidió a sí misma no ponerse triste ni hacerse llorar, pero al mismo tiempo que intentaba convencerse de ese pensamiento percibió las lágrimas cayendo por sus mejillas, de seguro arruinando el maquillaje frente a las cámaras y a millones de espectadores en televisión y en las redes sociales.
Pero no le importó, o quizás le importó pero no fue capaz de reaccionar apropiadamente en una situación como esa; porque nunca se la había planteado, porque en su mente el paso por el programa era un camino de largo andar, no un paso o dos para luego terminar la carrera.

—Ese aplauso de auténtica emoción es algo que renueve el corazón —estaba diciendo Love—, yo lo siento y estoy seguro que tu emoción es porque también sientes el cariño del público, que te está premiando esta noche con la mayor muestra de cariño después de tu esfuerzo. ¿Quieres decir algunas palabras?

Nubia pronunció las siguientes palabras con un hilo de voz, sin poder luchar contra la emoción.

—Gracias a todos.

Love se dejó el micrófono un momento y aplaudió con entusiasmo, lo que detonó el aplauso de todo el público en el estudio. Sonó la música característica del programa, y las luces bajaron de intensidad como un gran telón.

2


Kevin y Sandra estaban en la sala de dirección mucho después de la finalización del programa, analizando el reporte final de los datos del programa; muchas personas, incluso varios entendidos en televisión, pensaban que un has en el top de los comentarios era más que suficiente para conocer la relevancia de un tema en las redes sociales, pero los analistas de datos podían hacer un trabajo mucho más detallado, filtrando por área demográfica, así como por alcance y repercusiones de las reacciones del público. Lo que la gente común desconocía era que, con solo dar un toque al corazón en un post, el usuario estaba entregando datos sobre su influencia en las redes y cuánto de su estadía en ellas podía ser útil a una determinada causa.

—El reporte final es claro —concluyó Sandra—. Logramos posicionarnos en el tercer lugar de influencia en redes sociales, por debajo del programa de reportajes Informe total y el capítulo larga duración de la novela “Señora del amor”

El productor no pudo evitar una sonrisa; el programa periodístico era casi imbatible los viernes, por lo que no era de sorprender que se mantuviera en la cima; lo que le satisfacía era que esa novela había programado un episodio larga duración justo para ese día, lo que significaba que la competencia empezaba a ponerse nerviosa.

—Hay tres topes de sintonía —continuó ella—, el primero el final de la presentación de Carla cuando se le quebró el tacón del zapato, el segundo durante el momento drama de Charlene y el tercero con la eliminación de Nubia. Ese último nos dejó segundos en sintonía.

Kevin omitió comentario, sobre lo sospechoso del intento de asalto a esa chica, porque había servido al fin de aumentar la sintonía.

—Ella lo hizo muy bien, de verdad estuve a punto de creerle todo su espectáculo de llanto, con el temblor de mentón y eso. Para ser la primera víctima, es muy apropiada.
—Pero tú dijiste que sabias que ella era una víctima desde el principio —objetó ella—, no debería sorprenderte que esté en malas condiciones.
—Es cierto —admitió él, meneando la cabeza—; supongo que me es difícil creer que su emoción sea real, porque nunca lo es.

Sandra sabía que esa era la opinión de él; en el mundo de la televisión, para ese hombre las personas solo eran simples engranajes en una maquinaria mucho mayor.

—Como sea, ese asunto nos dejó bien posicionados, pero me llama la atención que la gente esté tan poco interesada en la otra víctima.

El plan para quebrar a Lisandra había funcionado a la perfección en opinión de Sandra, por que empujaba a esa chica a una línea límite que no admitía vueltas. En uno o dos días eso explotaría.

—Ayuda con el misterio —apuntó, tras una pausa—, porque ya hay algunos usuarios que han pillado el cabo suelto. Deja que eso descanse el fin de semana y para el miércoles tendremos un lindo espectáculo entre esas dos.
—Está bien, pero si eso no pasa, tendrás que poner en práctica el plan de respaldo.
—Descuida —replicó ella—, sé que pasará.

3


Un grupo de chicas había decidido salir a tomar algo para celebrar la primera semana a salvo de la eliminación. Márgara estaba en las nubes esa jornada, como si seguir en el programa fuera un triunfo adicional a lo que era para las otras.

—Esto es sensacional ¿Ven las reacciones del público? La gente ya entendió la mecánica del programa, están participando; miren esto —señaló el móvil—, el programa terminó hace casi una hora y seguimos siendo tendencia.

Valeria no tenía la menor gana de estar después de medianoche en ese ambiente cuando al día siguiente debía estar en clase otra vez, pero decidió ir para tomar el pulso de lo que todas hacían fuera del fragor de la competencia y las luces.

—Ayer una chica me reconoció en la calle —comentó Estela—, fue emocionante, me saludó y dijo que votaría por mí.
—Qué ternura —dijo Márgara—, estoy segura de esto: eso se va a volver una tendencia, así que hay que tener mucho cuidado con lo que hacemos a diario. Hoy en la mañana en la tienda una chica me quedó mirando cuando escogía unos productos, y por supuesto que escogió una leche sin lactosa como yo; me saludó, tímidamente por supuesto, pero era muy gentil. Podemos ser grandes ejemplos para la sociedad.

Estaba mintiendo; Valeria se dijo que Márgara estaba usando una táctica antigua, que era copiar el concepto de alguien más, pero agregar algo que la hacía lucir superior; en ese caso también decía toparse con un fan, pero para su historia construía la escena de modo de ser no sólo un objeto de admiración, sino también de enseñanza.

—Bueno, ha sido un placer, pero no nos podemos ir muy tarde, hay que estar preparadas; sólo me preocupa que alguna chica tome malas decisiones por seguir malos ejemplos.

La morena analizó la expresión preocupada de Márgara al pronunciar esas palabras, y supo lo que iba a decir.

—¿Por qué lo dices? —le preguntó una de las chicas.
—Por Charlene; entiendo que haya estado nerviosa, y juro que nadie quiere que le suceda algo así, pero no fue correcto que usara la misma canción que Lisandra iba a presentar ¿Vieron cómo estaba? Desde luego que se descompuso, por eso después estaba tan nerviosa. Pero —concluyó, respirando profundo y con expresión de alivio—, lo importante es que cada día podemos aprender y mejorar ¿No lo creen?

Valeria se llevó la copa a la boca, para disimular la mueca de desprecio hacia la otra chica.


Próximo capítulo: Problema

La traición de Adán Capítulo 15: Confusión




Adán estaba en la recepción de la galería cuando escuchó la voz de Carmen, muy temprano, el lunes; al momento de llegar, ella ya estaba ahí, y apenas lo saludó sin abrir la puerta, de modo que decidió dejarla sola hasta que necesitara algo. Consideró algo extraño que lo llamara con cierto tono de urgencia, de modo que decidió ir de inmediato.

—Permiso.
—Pasa —dijo la artista desde el interior—, tienes que ver esto.

Al verla, notó de inmediato que la artista parecía haber recuperado algo de su aplomo habitual, aunque no del  todo. Junto a ella estaban los dos cuadros, cubiertos por telas, lo que quería decir que la espera había terminado.

—Lo lograste ¿verdad?
—Desde luego —replicó ella, orgullosa—; solo necesitaba encontrar la frecuencia, a fin de cuentas, si lo piensas con detención, se trata de mi obra, así que sólo era cuestión de tiempo. Observa.

Descubrió los dos cuadros, y Adán se quedó atónito ante ellos; Carmen había conseguido replicar el efecto del segundo cuadro, dándole otra vez al Regreso al paraíso un aspecto irreal. Nuevamente las texturas se mecían con exquisita suavidad ante  los ojos, otra vez el lienzo se veía igual que una imagen viva, donde la piel del humano parecía respirar y el cielo mismo moverse de manera constante; el efecto tridimensional y dinámico estaba de regreso, y al haber sido replicado por ella, significaba que podía volver a hacerlo cuando quisiera.

—No puedo creerlo...

Pero no era lo mismo. De alguna manera, la artista había conseguido terminar una pintura con la que el efecto era el mismo que el de su predecesora, pero el resultado era completamente diferente; Regreso al paraíso era un festival para la vista, una imagen mágica que despertaba la sensibilidad de quien la viera, y producía calma y armonía interior, mientras que esta nueva segunda pintura hacía que el producto fuese convulso, y que las emociones que despertara fueran la confusión y la angustia. Bello como un cielo cubierto de nubes y relámpagos, tormentoso como estar a merced de aquellas descargas.
¿Qué es lo que había hecho?

— ¿Lo ves? —dijo Carmen, llena de entusiasmo— Lo conseguí, tengo al fin la fórmula y pude rehacerlo, ¿te das cuenta? Es como si nunca hubiera pasado, como si estuvieras viendo otra vez el mismo resultado; todas mis preocupaciones fueron por nada.

Adán  desvió un momento la mirada del cuadro, y la miró. No estaba bromeando, realmente estaba convencida de que era lo mismo. ¿Acaso no se daba cuenta de lo que estaba pasando? Cerró los ojos y volvió a mirar, pero sucedió lo mismo, otra vez el efecto fue tan atormentado como antes, es decir que la artista sí había logrado replicar el estilo y el fondo del cuadro, pero, usando sus propias palabras, plasmándolo en otra frecuencia, que era por completo distinta de la otra pintura. No terminaba de entender cómo es que lo había hecho, pero si tenía que definir lo que estaba pasando frente a sus ojos, podría decir que el segundo cuadro original había sido hecho por alguien que sentía el más profundo amor, y este que tenía frente a sí, por alguien que sentía odio o dolor.

—Estoy muy sorprendido, Carmen —dijo con cautela.
— ¿Creíste que  no podría?

Su actitud en ese momento en tan segura, que si alguien le hubiera dicho que describiera la obra, con toda probabilidad hablaría sobre la armonía y sensibilidad del primer resultado, pero en ningún caso acerca de tristeza, angustia o soledad.
Si le decía lo que estaba pensando, había una gran posibilidad de que ella se lo tomara mal, o que entrara en trance nuevamente, y dadas las circunstancias no podía arriesgarse a algo como eso; en esa situación el silencio sería su mejor aliado.

—Pensé que te tomaría mucho más tiempo.
—Estuve  preocupada al principio —replicó ella—, supongo que influyó la forma en que sucedió todo en esa inauguración y lo de antes, pero tan pronto como me tranquilicé, el pincel y los colores se movieron por sí solos; trabajar en esta obra es como moverme en un terreno que conozco a la perfección ¿Entiendes? Una vez que he tomado el camino indicado, es solo cuestión de trabajar los detalles —y agregó, satisfecha—. Quiero que la inauguración sea mañana a las diez de la noche.

Eso era demasiado pronto; pero por otro lado, con el personal contratado y la prensa especializada sobre ellos, desde un punto de vista estratégico, era la mejor opción.

— ¿Mañana? Tal vez deberías esperar un poco —dijo, sin convicción.
— ¿Y para qué? Los medios no estarán interesados para siempre, ahora que aun todos están preguntándose qué diablos pasó, les entregaré la exposición y tendrán muchísimo de qué hablar.

Claro que tendrán de qué hablar, pensó él, pero no lo dijo. Mientras hablaban, se dio cuenta de que la presencia de los dos cuatros en su vago de visión generaba una especie de fascinación morbosa por verlo, como si de algún modo el juego de colores creara algo doloroso y al mismo tiempo, torcidamente hermoso.

—De acuerdo, entonces me retiro, tengo que programar todo en tiempo record.
—Confío en ti.

Salió del taller dejando a una orgullosísima Carmen, y fue directo a la recepción; justo cuando menos lo necesitaba, se daba esta situación, y no podía sacarse de la cabeza la misteriosa nota. ¿Quién podía haber descubierto algo? No lo creía posible, sabía que había sepultado todo por completo, pero también existía  la posibilidad de que alguien quisiera tender un caza bobos; sea como fuere, necesitaba investigarlo con delicadeza, y con la inauguración otra vez encima, se vería obligado a posponerlo. Tomó el teléfono para comenzar  nuevamente a gestionar al personal y a los medios.

2

Pilar había ido a la casa de su amiga Margarita a tomar desayuno, pero tras compartir una agradable conversación y actualizar temas que no habían hablado con detenimiento, ya estaban en el escritorio, dedicadas a las labores detectivescas que ella se había propuesto.

—Empecemos por aquí —comentó Margarita—, dime exactamente qué fue lo que pasó, palabra por palabra.

Pilar ya sabía que no tenía alternativa, así que comenzó, resignada.

—De pronto recibí la llamada de un desconocido —comenzó, lentamente—; eso fue en la tarde, mientras estaba en el centro comercial. No pude identificar la voz del hombre, pero me dijo con mucha seguridad  que me felicitaba por el excelente negocio que había cerrado y que a partir del día siguiente tendría ya acceso al dinero en mi cuenta personal. Le dije que estaba equivocado de persona, que no sabía de qué me hablaba, y me respondió que estaba todo correcto, recitó mi nombre y el nombre de mi banco, la referencia de mi cuenta y me repitió que el dinero que se me había pagado estaba depositado y podría disponer de él a partir del día siguiente.

Mientras hablaba, su amiga tomaba notas a toda velocidad en una libreta; se estaba tomando todo eso muy en serio.

—Y te cortó.
—Exacto. Mi primera reacción fue pensar que era una pitanza, pero me llamó la atención que tenía muchos datos míos, y por las dudas llamé a mi banco; ahí empezó la pesadilla.

Lo recordaba como si hubiera sido ayer, los ocho meses no habían cambiado nada. Se estremeció al recordar cómo, de un momento a otro, su vida se había convertido en un infierno.

—Desde el banco me confirmaron el depósito en mi cuenta: sentí mareos al escuchar la cifra, eran muchos millones, así, de golpe. Pregunté de dónde provenía el depósito, y me dijeron que había sido ingresado en efectivo por un particular, Sergio Carmona, con el motivo de pago por venta realizada. No comprendía qué era lo que estaba pasando, así que desde luego llamé a Micaela, pero no me contestó, tenía apagado el teléfono.

Margarita tomaba nota de cada detalle en su bitácora, y al mismo tiempo, garabateaba símbolos en una hoja que había dejado a un costado.

— ¿Qué hiciste entonces?
—Fui al antiguo taller de mi madre, porque pensé que tal vez ella había hecho algún negocio a mi nombre o algo por el estilo, que quizás era por la cuenta que había puesto a disposición de ella por cualquier cosa o que se hubiera confundido algo, qué se yo.
—Explícame un poco eso.
—Lo que sucede es que, entre otras cosas, di indicaciones al banco para que mi madre pudiere realizar operaciones bancarias usando mi cuenta, sin necesidad de pedir autorización —suspiró—. Ni siquiera sé muy bien en qué estaba pensando cuando lo hice, supongo que tenía ganas de demostrar que no tenía nada que ocultar, y su cuenta personal es inestable porque a veces saca dinero, o compra alguna cosa; era una forma de decirle “Lo que necesites, aquí estoy”
—Comprendo. Entonces pensaste que podía ser un pago a ella, y fuiste a verla.
—Así es. Cuando me la encontré —prosiguió con angustia—, fue tremendo, estaba enfurecida, jamás la había visto así, parecía que de un momento a otro iba a echarme las manos al cuello; ni siquiera estaba hablando con claridad, pero me gritó que era una traidora, que no quería volver a verme en su vida... me trató de mala hija, incluso dijo que maldecía el día en que me había dado a luz. Le supliqué que me explicara de qué estaba hablando, y entre sus gritos y sus maldiciones, dijo que jamás me perdonaría por haberla traicionado y vender la colección Cielo a Bernarda Solar.
—Cosa que por supuesto no hiciste. Continúa.
—Yo no sabía nada de eso y se lo dije, pero no me creyó, y continuó gritándome que era la peor persona del mundo, y me dijo que no podía ser tan falsa de hablar con ella cuando en ese momento ya tenía el dinero en las manos. Intenté razonar y explicarle que no sabía nada de Cielo, y mucho menos del origen del dinero, pero fue inútil. Al final la vi tan enfurecida que opté por irme de allí, y fui al departamento, estaba completamente confundida y no sabía qué hacer.

Las cosas solo empeoraban al recordarlas. Qué inocente, qué estúpida. Su amiga la miraba con ternura.

—Si quieres nos tomamos un descanso.
—No —replicó, respirando profundo—,  ya empecé, no cambia nada que lo diga todo de una vez o por partes. Como te decía, fui al departamento esperando que Micaela me ayudara en algo, estaba al borde de un ataque de nervios, pero eso fue solo para peor, porque ella sí estaba allí, solo que ya estaba enterada, y además estaba más furiosa que mi madre, si eso era posible. De entrada me gritó que era una traidora.

Aún recordaba con claridad los gritos de Micaela por el departamento ¨eres lo peor, no sé cómo pude enamorarme de ti¨  ¨eres una ladrona, eres lo más bajo que he conocido¨

—Yo seguía sin saber qué pasaba y comencé a llorar, le dije que no sabía lo que pasaba y le expliqué lo de mi madre, esa extraña llamada y todo lo demás, pero fue inútil, Micaela no me escuchaba; le rogué, le supliqué que me escuchara, que me creyera, pero todo fue inútil, ni siquiera escuchó mis palabras de amor, había tanta rabia y tanto desprecio que no parecía la misma persona que horas antes me amaba como siempre. Entonces intenté convencerla con argumentos, pero en ese momento me arrojó a la cara la copia de un contrato en donde se acordaba la venta de la colección Cielo a cambio de un enorme monto de dinero, a propiedad de Bernarda Solar.

Margarita frunció el ceño.

—Después vas a tener que mostrarme ese documento, pero ahora sigue, sigue.
—Me quedé sin palabras cuando vi mi firma en el contrato, y entonces entendí por qué es que ella estaba en ese estado; nuevamente le supliqué que me creyera, que todo eso debía ser un error o algo hecho por un malintencionado, pero no funcionó.
Micaela estaba cerrada en las pruebas que tenía, y no podía escuchar nada más; me quitó las llaves y me echó del departamento, me arrojó a la calle y dijo que no volviera o me arrepentiría, y por cómo se veía, la creí capaz de hacerme algo. No sabía qué hacer ni adónde ir, estaba desesperada y ni mi madre ni Micaela  me querían entender. Creí hacer algo bueno y llamé al abogado de mamá.
—A Izurieta, me habías hablado de él.
—Sí, lo llamé para pedirle consejo, pero él ya estaba enterado y  me dijo que no importaba lo que dijera porque los hechos eran irrefutables, y que si quería podía tomar acciones legales, pero eso pondría en todos los medios lo sucedido, con lo que destruiría la carrera de mi madre.

Otra ver se vio, a sí misma, desamparada, sin tener a quién recurrir, y al mismo tiempo, “n comprenderla magnitud de lo ocurrido.

—Y te aconsejó salir del país.
—En realidad no fue eso —respondió Pilar—, me dijo que mientras hablábamos, él estaba cumpliendo órdenes de mi madre, y bloqueando mis contactos públicos, para impedir que pudiera trabajar, me estaban destruyendo la vida. Y no me quedó alternativa, saqué algo de dinero de la cuenta que me dejó papá y compré pasajes para salir del país.

Margarita seguía haciendo anotaciones a toda velocidad, pero en ese punto, le pidió que se detuviera.

— Espera , necesito aclarar esto; la cuenta de la que me hablaste no es la misma que donde está el dinero que te dejó tu padre.
—No, esa cuesta que mencioné era la de uso común, donde tenía el salario y algunos ahorros; cuando papá murió y me notificaron de la cuenta que dejó a mi nombre, decidí dejarla para algún tipo de emergencia.
—Y el dinero que te transfirieron estaba en la primera. ¿Tu madre podría haberlo sacado?

Pilar se lo pensó un momento.

—No, esa cantidad, no; podía hacer operaciones pequeñas, digamos que podría haber comprado un cuadro usándola, pero era una indicación menor, para uso común, aunque ella nunca la utilizó. Le dije en algún momento que abriéramos una cuenta compartida, por lo que ella necesitara, pero no le dio importancia, así que nunca lo hicimos.

Margarita rehízo algunos de los símbolos en la hoja adicional antes de hablar.

—Lo tengo; entonces, con todo este peso encima, decidiste salir del país ¿Te sentiste amenazada de un forma directa?
—Si lo que me preguntas es si me amenazaron, directamente no, pero si no podía trabajar, mamá y Micaela me odiaban ¿Qué ganaba quedándome aquí? Es taba asustada, sentía que el mundo se caía encima, para lo único que tuve fuerzas, fue para irme.
—No debiste hacer eso, era como reconocer culpas, pero tampoco tenías a nadie y yo no estaba aquí.

La mujer se quedó muy seria, tratando de  controlar todo lo que quería decir; a su modo de ver las cosas, las personas que no confían en las palabras de sus seres queridos no merecen una sola lágrima, pero sabía que su amiga seguía esperando la aprobación de su madre aún con todo lo pasado, y la ayudaría en lo que pudiera, aunque por dentro esperaba el momento de ver a esas personas aplastadas por la verdad. Cómo detestaba la injusticia.

—Ya, mira, tengo todo apuntado, así que nos vamos a poner a investigar. Lo primero, es cómo se enteró Micaela y tu madre de lo que supuestamente hiciste.
— ¿Y eso por qué?
—Ay mujer, porque alguien tuvo que decírselo, si ellas no estaban enteradas no iban a estar siguiendo tus negocios ni tus cuentas; la persona que les dijo es muy importante, también el tipo que hizo el depósito en tu cuenta.
—Pero esa persona podía ni existir, o podría ser un mandado.
—Eso no importa, más todavía si lo enviaron, quiero saber  quién fue. ¿Sabes qué? Tengo la sensación de que Micaela es la clave de esto.

Pilar contuvo la respiración. Aún con la forma en que la había despreciado, no podía creer que ella tuviera tan siquiera algo de culpa.

— ¿Por qué lo dices?
—Por qué ella tenía el contrato. Hay demasiadas cosas aquí que no tienen sentido ¿Cómo se enteró tan rápido tu madre de la venta de esa colección? Me dijiste que estaba en el taller antiguo, lo que significa que las pinturas no estaban ahí. ¿Por qué la urgencia de enviar el contrato al departamento en donde vivían Micaela y tú? ¿Por qué hacer todo esto de una vez?
—No lo sé, nunca me hice ninguna de esos preguntas; el dolor que sentido por el rechazo de mamá y de Micaela...

Margarita decidió salir del área sensible para poder concluir; ya había llorado mucho, ahora ella tenía que ayudarla a surgir.

—Sí, tienes razón. A todo esto, tienes ese contrato aún?
—Tengo una copia, pero está mecanografiada.
—Da igual. Mira, haremos esto, me das el contrato, yo hago unas investigaciones y tú vas a ir al banco de la dichosa cuenta. Por cierto, el dinero sigue ahí, ¿verdad?

Pilar la miró, perpleja.

—Jamás lo toqué.
—Eres un ángel. Como te decía, te vas al banco y preguntas por las grabaciones de las cámaras de seguridad del día del depósito, seguro que las tienen, y si no te las quieren mostrar les dices que vas a llamar a tu abogado o lo que sea, deja que crean que hay un delito detrás de todo esto y vas a ver cómo te ayudan.

Pilar suspiró hondó. Ya no iba a echar pie atrás.

3


Micaela estaba con algo de insomnio, así que sin mucho que hacer por la mañana se fue a la oficina de Esteban para hablar con él. Cuando llegó al edificio vio a uno de los trabajadores de la obra saliendo por una puerta lateral.

—Qué extraño...

Sin saber muy bien por qué, quizás guiada por un presentimiento, decidió seguirlo, pero la voz de Esteban la distrajo.

— ¿Oye y tú qué haces aquí?
—Yo —respondió algo turbada—, nada, me vine a molestar porque estoy con insomnio.
—Buena idea, así me ayudas con lo que estábamos hablando ayer. Además tenemos que hacer muchas llamadas, por lo menos yo voy a darle algunas instrucciones a mi banco.
—Tienes razón, creo que voy a hacer lo mismo, además que una de las primeras cosas que tuve que hacer al volver fue ir a mi banco porque tenían algunos problemas con mis datos.
— ¿Lo ves? Es mejor prevenir, vamos, necesito un café.

Entraron al edificio conversando, pero la imagen del trabajador le seguía pareciendo extraña; por ahora no diría nada, pretendía aclarar algo por las suyas para luego ver que hacer.

—Tenemos visitas —dijo él cuando cruzaban la recepción.
— ¿Quién?
—Bernardo Céspedes —lo indicó disimuladamente—, el hijo del dueño, ¿te acuerdas?
—Sí. Ah, estaba en la balacera baboseando por tu jefa, quizás viene a despedirnos.
—No lo creo, no hace ese tipo de cosas si no es con altos mandos, creo que Eva es lo más bajo que caerá, pero si está aquí, seguro hay reunión de directorio, y estará ella también.
—Diablos, debí haber venido de traje.

Estaban atravesando la recepción directo a uno de los ascensores, cuando Micaela vio cómo entraba una mujer al edificio, y la reconoció de inmediato; alta, de figura imponente, de cabello claro, actitud dominante y segura, caminando por ahí como si fuera su edificio.

— ¿Quién será esa mujer? Me parece conocida pero...
—Es Bernarda Solar —respondió Micaela, sombríamente—. Lo que me pregunto es qué hace aquí.

Vio cómo Bernarda saludaba amigablemente a Céspedes, y este le devolvía el saludo. Al verlos subir juntos a un ascensor charlando de forma amigable, dedujo el resto.

—No puede ser.
— ¿Qué?
—Ella —replicó lentamente—, está aquí porque es accionista de esta constructora.

Esteban sonrió, incrédulo.

— ¿Qué? No, eso es absurdo, hace tiempo que no hay acciones a la venta, seguro tiene algún proyecto con nosotros.

Pero Micaela sabía muy bien cómo actuaba Bernarda Solar, y negó con la cabeza; por suerte, desde el ángulo en que estaban habían sido invisibles para los empresarios.

—No Esteban, ella es accionista o algo peor. Ella no sale de su palacio si no es para apropiarse de algo importante, eso quiere decir que la vamos a ver muy seguido de ahora en adelante.
—Espera, ¿tú la conoces?
—Es una empresaria conocida por absorber todo lo que  quiere para ella —respondió, evadiendo la verdad—. Es dueña de una serie de empresas, y te aseguro que si está aquí, es porque ésta es la próxima.

Esteban no dijo nada, se limitó a ir directo a una secretaria de las antiguas y le hizo las preguntas correctas. Momentos después volvió cargado de noticias.

—Es increíble, acertaste a todo lo que dijiste, esa mujer va a estar en reunión de directorio, pero no pude averiguar más.
— ¿Puedes colarte en la reunión?
—No soy tan importante como para eso, pero ¿Por qué te parece tan relevante?
—Me parece más bien preocupante. Pero que esté aquí y no sepamos nada no nos ayuda, tendríamos que encontrar alguna forma de saber más detalles.

A él ya le había picado la curiosidad, detectaba que ella ocultaba algo, pero no había hecho las conexiones correctas.

—Espera, creo que puede haber una forma, hay una asistente que me debe un favor, haré que investigue por nosotros mientras entra a llevarles café o algo. ¿Hay algo en particular que queremos saber?

Micaela lo miró fijo.

— ¿Por qué estás haciendo esto?
—Porque es interesante, y ya  no tengo mucha confianza en nada después de lo de ayer; confío en tu olfato. Entonces dime.
—Siendo así, solo queremos saber una cosa: qué tan grande es la tajada que tomará de esta constructora.
—Está bien, trataré de averiguarlo, pero sólo dime algo ¿Cómo puedes tener tanta seguridad de lo que ella puede estar haciendo aquí?

Micaela lo miró con expresión sombría.

—Soy una de las pocas personas que la conoce. Bernarda Solar es mi madre.


Próximo capítulo: Errores en cadena



Las divas no van al infierno Capítulo 12: Lo siento, no lo siento

Conoce este capítulo al ritmo de esta canción: Sorry not sorry


—Fernando, escucha esto, todo está funcionando justo como lo esperaba.

El hombre abrió los ojos con pesadez; apenas terminó el programa le envió un saludo a Márgara y se durmió, pero cuarenta minutos más tarde ella llegaba al departamento cargada de energía.

—¿Qué?
—El programa, presta atención — lo reprendió ella con una sonrisa, mientras dejaba el bolso en el armario —, escucha esto, las estadísticas de los votos por mí van muy bien, hay un aumento sostenido desde el inicio hasta ahora ¿No es fantástico?

Él se incorporó a medias en la cama, tratando de concentrarse.

—Te felicito.

Ella terminó de guardar las cosas en el armario y tomó un lazo para recogerse el cabello.

—Es perfecto, ahora está quedando claro cómo es que van las cosas.
—Disculpa —intervino él, soñoliento. —, es que no estoy entendiendo por qué es tan bueno.
—Porque las burbujas se deshacen — explicó ella con tono académico —, las cuatro mejores de la audición ¿Recuerdas? Pues ellas sólo duraron un capítulo como las más votadas, y en cuanto a las peores, ya ves los resultados; ahora que tengo el cariño del público en el estudio y voy aumentando, es sólo cuestión de tiempo para que llegue al primer lugar.

Fernando tenía mucho sueño, pero sabía que de no hacer al menos una pregunta, quedaría como mal educado con su novia.

—¿Quién crees que sea la eliminada? Hay tres con votaciones bajas.
—Sí, pero Charlene no será, estoy segura —Se sentó en la cama y abrió su estuche de maquillaje—, ella tiene una presentación extra, se las ingeniará para que parezca que está sufriendo mucho por tener que hacerlo y la salvarán.

Él se dijo que ese comentario decía mucho de la opinión que ella tenia de esa chica rubia, pero no lo dijo. Sentado junto a ella, acarició su hombro con los nudillos.

—¿Y quién crees que sea la eliminada? También podría ser alguna de las otras.
—No, no en este caso —determinó ella, dándose un instante para dedicarle una coqueta mirada—, será una de ellas, estoy segura, es sólo que es un poco difícil saberlo, por que son bastante similares. En cualquier caso, ninguna de las dos va a llegar muy lejos ¡No están hechas para este mundo!

Se encogió de hombros, desentendiéndose de su propio comentario, como si el significado de este no fuera realmente su responsabilidad; Fernando optó por no mencionarlo para poder dormir.

2


Lisandra despertó el sábado con dolor de cabeza y sin ningún ánimo de moverse; después de la cansadora jornada anterior y la mala noticia de estar dentro de las tres menores votaciones de la semana, la perspectiva de tener que llegar a clase no era agradable. Aún sin levantarse tomó el móvil y entró a Pictagram, de donde provenía la mayor cantidad de votos junto con Veeter; sabiendo que no era la mejor idea, entró al hashtag del programa y filtró por el que le correspondía a ella. Sintió una oleada de emoción al ver que personas que no la habían visto jamás se tomaban el tiempo de escribir algo sobre ella, Y había buenos comentarios: una chica admiraba su cabello, otra que le gustaba cómo bailaba, algunos chicos le dedicaban halagos. Eran buenos comentarios, lo que le preocupaba es que eran pocos en comparación con los de varios de las otras.
Al poco, se dio cuenta que algo se repetido, y era el concepto Demi “Ella luce muy parecida a Demi” “Tal vez si no tratara de parecerse a ella” “Debería dejar de querer ser como ella”

¿Entonces se trataba de eso?
Se levantó y fue hasta el espejo del baño: estaba sin maquillaje, con los ojos hinchados y despeinada, pero si se miraba con cierta distancia, podía asegurar que el parecido con la cantante seguía presente.

—¿Qué hago?

Cambiar el color o el estilo de su cabello de un día para otro era inviable; sabía que no cualquier estilo de peinado le venía bien, pero si al público no le gustaba su parecido con esa estrella, o en el mejor de los casos pensaba que es mejor lucir como ella y no intentando ser otra, lo lógico era escuchar esa sugerencia y hacer algo al respecto.
Se lavó bien la cara y se hizo un recogido con mechones de la parte superior y costados de la cabeza, tras lo cual abrió la maleta pequeña de maquillaje y analizó lo que había hecho la noche pasaba; el público tenía razón en decir que ella trataba de parecerse a la cantante, pero ellos no sabían que se trataba de algo casi involuntario, que se produjo con el tiempo, luego de asumir que existía ese parecido.
Saber que podía tomar una fracción de la vida de esa chica guapa y talentosa ayudó mucho con la sensación de seguridad, y eso hizo que la observara más en sus videos y fotos, por lo que no fue difícil tomar prestado un poco de ella a través de la inspiración para el maquillaje: cejas un poco más marcadas, labios en tonos rosa casi natural, algo de difuminado de sombra de ojos, y con eso se sintió más bonita y segura, porque si funcionaba para alguien famoso, de seguro para ella también.
Al pensarlo en retrospectiva, la opción no había sido la correcta, porque tomó la decisión para esconder una parte de ella que estaba débil ante el mundo. Había maquillado su cuerpo para proteger su alma.
Ya no era momento para eso; ya no podía seguir escondiendo algo, si eso funcionara como un obstáculo para sus planes.
Hizo una prueba rápida con las sombras y eligió colores más llamativos. Al principio se sintió un poco falsa, pero luego sonrió y ajustó la expresión de la cara como si estuviera posando para una cámara, sonriendo y mirando fijo al frente, transmitiendo personalidad y simpatía; se sintió un poco rara aún, pero recordó que en su estadía en el programa era necesario transmitir al público y permitir que a través de las presentaciones la conocieran, lo que significaba torcer algunos conceptos personales en pos de un bien mayor.
Quizás, con el tiempo, descubriría su propio estilo, sin tener que tomar prestado el de alguien más.
Fue a la cocina, en donde su madre preparaba algo de arroz tarareando una canción que sonaba en la radio.

—Buen día, mamá.
—Hola cariño.
—¿Preparado el almuerzo tan temprano? —preguntó la joven algo sorprendida.
—No, es para el desayuno —explicó su madre—, vi una receta en el canal de Mónico y quiero aplicarla, a ver como me queda.

Su madre seguramente hablaba de alguna de las famosos cocineras que habían salido de un programa de aspirantes a chef en televisión algún tiempo atrás; se preguntó si, llegado el momento, podría hacer algo similar orientado a público joven.

—Mamá, necesito que me des tu opinión.
—Claro cielo, te escucho.
—En realidad —comentó la joven—, necesito que me mires.

Su madre bajó el fuego y le dedico a la reluciente olla una mirada que parecía una advertencia de no arruinar su preparación; su madre era una mujer de piel muy morena, que usaba el cabello recortado en una melena que le daba libertad y un aspecto un poco infantil a su rostro de facciones redondas.

—¿Crees que este estilo de maquillaje me sienta bien?
—Sí, se te ve bien, es muy veraniego.

Era una opinión sensata, pero necesitaba algo mas.

—¿Crees que no parezco auténtica con el otro maquillaje que uso?

La mirada de su madre transmitió un mensaje que no pudo comprender; la mujer le dedicó una sonrisa abierta y sincera, como siempre se podía esperar de ella.

—Mi niña. No necesitas querer parecer auténtica, solo tienes que serlo; tienes que mirarte en el espejo y ver a la misma persona que ves en tu interior. Solo piensa en cómo te ves a ti misma, y haz lo que sientas correcto.

3


Cuando Sandra entró en el despacho de Kevin, ya sabía que algo andaba mal; tenía algunas sospechas, pero se había dicho que lo mejor era esperar a saber en qué terreno pisaba; se sorprendió al encontrar también a Vicenta en la oficina, pero no dejó que se notara.

—Buen día —dijo aparentando normalidad.
—Buen día —Kevin le hizo un leve gesto para que se sentara-, las cité porque estoy un poco preocupado por lo que sucedió con las votaciones en el programa. O quizás debería decir que estoy intrigado.

Sandra mantuvo la mirada del productor; había algo en su tono que no era marca común.

—¿Sobre qué en particular estás hablando?
—Las votaciones en el estudio —explicó él—; las primeras beneficiaron a esa chica rubia.
—Charlene.
—Y no se supone que esa votación sea arreglada, pero lo fue.

Ella no era la elegida por él; la mujer sintió una oleada de satisfacción, porque tenía cada vez más descartadas para la eliminación del viernes.

—¿Cómo lo sabes?
—Revisé el reporte de cámaras, y los que la eligieron estaban sentados en bloque —la mirada del hombre era dura como el acero—; es obvio que los incitaron a votar por ella, y quien lo hizo seguramente está ahí, fingiendo que es uno más en el grupo.

Entonces a la que quería eliminar la primera semana no era ninguna de las más débiles, y su preferida no era de las más fuertes; inteligente medida para mantener todo bajo control.

—Sabíamos que al incorporar público real al programa podía pasar algo como esto —dijo ella para ganar algo de tiempo—; eventualmente los amigos o fans querrán entrar para apoyar a sus favoritas.
—¿Desde el primer programa? —preguntó él de forma retórica, con evidente escepticismo—. Lo dudo por completo.

Cambió el foco de su atención a Vicenta, quien había estado mirando el intercambio con algo cercano a la diversión.

—¿Alguno de los bailarines es gay?
—Es estadísticamente probable —respondió la maestra adoptando un tono serio, aunque su expresión decía lo contrario—. ¿Por qué lo preguntas?
—Porque necesito saber si ella tiene un aliado o alguna clase de manager; y necesito saber qué es lo que están planeando.

La maestra omitió referirse a un detalle que había notado en la más reciente emisión del programa; lo usaría cuando fuera más conveniente.

—Los chicos están acercándose a las chicas, pero en ningún momento dijiste que quisieras que uno hiciera de gay.
—Ahora es eso lo que quiero; si es tan lista como para tener alguien trabajando para ella, entonces un simple bailarín que coquetea con ella no será suficiente, porque puede creer que él se acerca por su posible fama. Pero si es evidentemente gay y se le acerca, será como un amigo fiel y soltará toda la información.

Vicenta sabía que Charlene la odiaba, de modo que la idea de poder causarle problemas no le era indiferente.

—Bien, voy a hablar con los chicos y enviar a alguien que sea apropiado.
—Perfecto —asintió el productor, aunque no lucía satisfecho—, ahora necesito algo más, algo para la jornada de eliminación.

Vicenta estaba aburriéndose de esa conversación; miró a Sandra como dándole el pase para hablar.

—Según sé, hay un guion preparado para todo este tipo de situaciones.
—Sí, estamos preparados para esto —dijo la productora—. ¿Quieres adelantar algo de lo que tenemos planeado?
—Sí, algo que haga explotar la eliminación —observó él, con tono definitivo—, pero que parezca natural, incluso casual. Que nadie sepa que esto está preparado.


4


Ante la urgente llamada de Vicenta, Alberto se reunió con Nigel en el gimnasio; el chico le hizo una seña desde la máquina en la que se estaba ejercitando al verlo entrar.

—¿Qué pasa, por qué tanta urgencia?

Alberto hacía mucho ejercicio, pero lo de Nigel era casi una obsesión; de cabello rojizo y múltiples pecas rodeando sus ojos claros, el hombre se sabía atractivo y no dudaba en hacerlo notar, como en el gimnasio donde usaba apenas unos pantaloncillos y una sudadera ajustaba que casi no dejaban espacio a la imaginación.

—Tengo un encargo especial para ti.

Le explicó el trato y lo que necesitaba obtener; el otro se sonrió como ante la idea de una broma muy divertida.

—Bueno, si recesitos a un bailarín, gay y que esté dispuesto, creo que cumplo con los tres requisitos.
—Nigel, es importante que ella crea que todo esto es natural.
—Sí, sí, como todos los demás.
—No, esto es especial —recalcó con severidad—, primero, no te puedes enganchar con ella como si fueras su amigo de verdad.

Nigel se levantó de la máquina y se acercó a él, a mínima distancia, casi al punto de tocarlo. Le dedicó una mirada cargada de intención que no dejaba dudas sobre lo que quería decir.

—Tranquilo, en primer lugar, no voy a querer coquetear con ella, es —hizo una mueca con los labios—, mujer, ya sabes. Y además, soy fiel a la causa por la que me contrataron; mi lealtad está con los billetes.

Alberto sostuvo su mida, manteniéndose firme y aparentando que no había leído el mensaje tan claro en los ojos del otro.

—Es bueno saber que eres leal.
—Podría ser mucho más leal si tú me lo pides —observó acercándose aún más—, sólo tienes que usar las palabras correctas.

Alberto sabía que esa insinuación era personal y no de trabajo, y no era primera vez que se la hacia, de modo que no se sorprendió.

—Sabes que no voy en esa dirección.
—No te estoy pidiendo matrimonio —el otro se sonrió, divertido—, de hecho, no te estoy pidiendo nada; no te preocupes, en un dos por tres esa rubia y yo seremos como hermanos.

5


Para cuando llegó el viernes treinta y uno de mayo, los ánimos de todas las chicas estaban muy distintos a como había sido con anterioridad; la presión de los ensayos y las clases hicieron mella en las chicas, por lo que el inicio de las grabaciones tuvo un sabor distinto.
Ahora todas sabían que podían ser eliminadas ese mismo día, y la inmune de la semana, pese a estar más contenta, también evidenciaba una intranquilidad, porque de no hacerlo bien, podía perder todo lo ganado.

—Charlene ¿Te sientes bien?

La rubia le sonrió a una de las chicas ante su pregunta.

—Desde luego —respondió con suavidad—, todo está bien, no hay nada de qué preocuparse.

Todas estaban yendo en una dirección u otra, ya habiéndose olvidado de las cámaras que las seguían a todas partes; en esos momentos era primordial preparar cada detalle con un máximo de atención para ganar el favor del público. Las que ya habían destacado no querían perder lo avanzado y las que estaban más atrás necesitaban avanzar a toda costa.

— Charlene está un poco rara ¿No lo crees? —le preguntó Jazmín a Rebecca.
—Es cierto, cuando llegó estaba nerviosa o algo parecido, pero insiste en que está bien.

La rubia fue hacia departamento de maquillaje; hasta el momento, ese día había sido el más complejo, porque por una parte había puesto en marcha el plan, y por otra tenía un desafío que no terminaba de cuajar. La propuesta del día era baile y doblaje de canciones en inglés, y aunque escogió un tema que le pareció perfecto, a la hora de interpretar el tema en español sonaba muy mal, y encima tenía que guardar ganas para la presentación extra, que iría con una temática sorpresa.
Abrió la puerta del gran cuarto de maquillaje y lo encontró lleno; por suerte una de las asistentes le dijo que utilizara un cuarto más pequeño a poca distancia.

—Muchas gracias.

Internamente tenía ganas de gritarle a una de las otras que se salieran de ahí, pero no podía dejar la actuación, y al mismo tiempo estaba comenzando a preocuparse.

—Pero aquí no hay nadie.

Se extrañó de encontrar el pequeño cuarto de maquillaje vacío e iba a salir, pero alguien entró en ese momento.

—Disculpa, pensé que habría alguien aquí.

Era uno de los bailarines con que trabajaban para las presentaciones; en ese momento llevaba unos pantalones muy ajustados y casi transparentes de color verde, y el torso desnudo cubierto con purpurina; le había parecido atractivo en un inicio, pero luego captó que era imposible coquetear con él.

—Yo también pensé eso —dijo ella con una sonrisa.
—Ay, me van a matar, mira —le enseñó el maquillaje del rostro—, me pasé a llevar este dibujo y tengo que estar listo para el ensayo, tenemos que marcar los pasos para la coreo de Lisandra.

El dibujo simulaba una especie de tatuaje, y tenía un costado movido; Charlene sabía que Nubia no era competencia para ella, pero le había llamado la atención que Lisandra estuviera trabajando tan en secreto.

—Pero no es algo grave —opinó mirando con detención—, se puede arreglar.
—Oh, pero yo no sé nada de pinceles ni estas cosas —declaró él, como si la insinuación fuera alguna clase de ofensa—, aun que me gusten los machos, yo también soy macho.

Charlene no pudo evitar reírse con el comentario; buscó en uno de los tocadores un delineador y se acercó a él.

—Yo te lo arreglo.
—¿En serio? Eres una diosa.

En un instante ella corrigió el defecto en el dibujo hecho en la piel del chico; se dijo que quizás no era una mala oportunidad de averiguar algunas cosas y aparentó demorarse en terminar.

—No te muevas, dame un segundo. ¿Y cómo es que no habíamos coincidido? Sólo te veo pasar.
—Es que soy un maniático del trabajo —aseguró él, inmóvil—, así que cuando hay una tarea, me quiero concentrar al máximo.
—Usted es son tan eficientes —dijo ella, como al pasar—, y pueden prepararse para varios trabajos distintos al mismo tiempo ¿Qué me decías que estabas haciendo?
-Iba a marcar los pasos de la coreo con Lisandra —replicó el—, está preparando su presentación, es como ese video de la cantante que es como una novia y luego empieza a arrojar pintura en todas direcciones.

Por supuesto que conocía el video. Con que la inocente de Lisandra pretendía derrotarla usando algo de esa artista. Pues bien, era como una declaración de guerra.

—Ya está listo —comentó con tono ido, casi como si no hubiera escuchado lo que dijo él —, ahora no te preocupes, nadie va a notar que esto está reparado.

El musculoso chico se miró en el espejo y sonrió complacido.

—Me salvaste, diosa, te debo la vida, no sé cómo pagarte.

Charlene se dijo que en realidad ya le había pagado, pero se limitó a sonreír.

—Tonterías, fue solo un detalle. Y ahora vamos a movernos, hay mucho que hacer.

Más tarde, Lisandra estaba preparando algunos detalles extra para su presentación; el conductor del programa había anunciado que las tras menos votadas irían al final, precedidas por las presentaciones de la ganadora de la inmunidad y la premiada por el publico en el estudio; sin tiempo para distraerse, la chica escuchó en segundo plano la melodía con toques country de Márgara. El aplauso del público, la voz emocionaba de Aaron Love.
Y estaba revisando el borde del falso del vestido cuando escuchó la voz sintetizada de Charlene para sonar armónica y musical.

«Y sí, sé lo mucho que debe doler.
verme así, pero se pondrá peor.»

Dejó las cosas sobre el tocador y volteó lentamente hacia la pantalla; al mismo tiempo la música sonaba lejana y nítida.

«Cariño, lo siento…pero no lo siento.»

Su canción. Charlene había robado su canción.


Próximo capítulo: Nacida para morir