La traición de Adán Capítulo 15: Confusión




Adán estaba en la recepción de la galería cuando escuchó la voz de Carmen, muy temprano, el lunes; al momento de llegar, ella ya estaba ahí, y apenas lo saludó sin abrir la puerta, de modo que decidió dejarla sola hasta que necesitara algo. Consideró algo extraño que lo llamara con cierto tono de urgencia, de modo que decidió ir de inmediato.

—Permiso.
—Pasa —dijo la artista desde el interior—, tienes que ver esto.

Al verla, notó de inmediato que la artista parecía haber recuperado algo de su aplomo habitual, aunque no del  todo. Junto a ella estaban los dos cuadros, cubiertos por telas, lo que quería decir que la espera había terminado.

—Lo lograste ¿verdad?
—Desde luego —replicó ella, orgullosa—; solo necesitaba encontrar la frecuencia, a fin de cuentas, si lo piensas con detención, se trata de mi obra, así que sólo era cuestión de tiempo. Observa.

Descubrió los dos cuadros, y Adán se quedó atónito ante ellos; Carmen había conseguido replicar el efecto del segundo cuadro, dándole otra vez al Regreso al paraíso un aspecto irreal. Nuevamente las texturas se mecían con exquisita suavidad ante  los ojos, otra vez el lienzo se veía igual que una imagen viva, donde la piel del humano parecía respirar y el cielo mismo moverse de manera constante; el efecto tridimensional y dinámico estaba de regreso, y al haber sido replicado por ella, significaba que podía volver a hacerlo cuando quisiera.

—No puedo creerlo...

Pero no era lo mismo. De alguna manera, la artista había conseguido terminar una pintura con la que el efecto era el mismo que el de su predecesora, pero el resultado era completamente diferente; Regreso al paraíso era un festival para la vista, una imagen mágica que despertaba la sensibilidad de quien la viera, y producía calma y armonía interior, mientras que esta nueva segunda pintura hacía que el producto fuese convulso, y que las emociones que despertara fueran la confusión y la angustia. Bello como un cielo cubierto de nubes y relámpagos, tormentoso como estar a merced de aquellas descargas.
¿Qué es lo que había hecho?

— ¿Lo ves? —dijo Carmen, llena de entusiasmo— Lo conseguí, tengo al fin la fórmula y pude rehacerlo, ¿te das cuenta? Es como si nunca hubiera pasado, como si estuvieras viendo otra vez el mismo resultado; todas mis preocupaciones fueron por nada.

Adán  desvió un momento la mirada del cuadro, y la miró. No estaba bromeando, realmente estaba convencida de que era lo mismo. ¿Acaso no se daba cuenta de lo que estaba pasando? Cerró los ojos y volvió a mirar, pero sucedió lo mismo, otra vez el efecto fue tan atormentado como antes, es decir que la artista sí había logrado replicar el estilo y el fondo del cuadro, pero, usando sus propias palabras, plasmándolo en otra frecuencia, que era por completo distinta de la otra pintura. No terminaba de entender cómo es que lo había hecho, pero si tenía que definir lo que estaba pasando frente a sus ojos, podría decir que el segundo cuadro original había sido hecho por alguien que sentía el más profundo amor, y este que tenía frente a sí, por alguien que sentía odio o dolor.

—Estoy muy sorprendido, Carmen —dijo con cautela.
— ¿Creíste que  no podría?

Su actitud en ese momento en tan segura, que si alguien le hubiera dicho que describiera la obra, con toda probabilidad hablaría sobre la armonía y sensibilidad del primer resultado, pero en ningún caso acerca de tristeza, angustia o soledad.
Si le decía lo que estaba pensando, había una gran posibilidad de que ella se lo tomara mal, o que entrara en trance nuevamente, y dadas las circunstancias no podía arriesgarse a algo como eso; en esa situación el silencio sería su mejor aliado.

—Pensé que te tomaría mucho más tiempo.
—Estuve  preocupada al principio —replicó ella—, supongo que influyó la forma en que sucedió todo en esa inauguración y lo de antes, pero tan pronto como me tranquilicé, el pincel y los colores se movieron por sí solos; trabajar en esta obra es como moverme en un terreno que conozco a la perfección ¿Entiendes? Una vez que he tomado el camino indicado, es solo cuestión de trabajar los detalles —y agregó, satisfecha—. Quiero que la inauguración sea mañana a las diez de la noche.

Eso era demasiado pronto; pero por otro lado, con el personal contratado y la prensa especializada sobre ellos, desde un punto de vista estratégico, era la mejor opción.

— ¿Mañana? Tal vez deberías esperar un poco —dijo, sin convicción.
— ¿Y para qué? Los medios no estarán interesados para siempre, ahora que aun todos están preguntándose qué diablos pasó, les entregaré la exposición y tendrán muchísimo de qué hablar.

Claro que tendrán de qué hablar, pensó él, pero no lo dijo. Mientras hablaban, se dio cuenta de que la presencia de los dos cuatros en su vago de visión generaba una especie de fascinación morbosa por verlo, como si de algún modo el juego de colores creara algo doloroso y al mismo tiempo, torcidamente hermoso.

—De acuerdo, entonces me retiro, tengo que programar todo en tiempo record.
—Confío en ti.

Salió del taller dejando a una orgullosísima Carmen, y fue directo a la recepción; justo cuando menos lo necesitaba, se daba esta situación, y no podía sacarse de la cabeza la misteriosa nota. ¿Quién podía haber descubierto algo? No lo creía posible, sabía que había sepultado todo por completo, pero también existía  la posibilidad de que alguien quisiera tender un caza bobos; sea como fuere, necesitaba investigarlo con delicadeza, y con la inauguración otra vez encima, se vería obligado a posponerlo. Tomó el teléfono para comenzar  nuevamente a gestionar al personal y a los medios.

2

Pilar había ido a la casa de su amiga Margarita a tomar desayuno, pero tras compartir una agradable conversación y actualizar temas que no habían hablado con detenimiento, ya estaban en el escritorio, dedicadas a las labores detectivescas que ella se había propuesto.

—Empecemos por aquí —comentó Margarita—, dime exactamente qué fue lo que pasó, palabra por palabra.

Pilar ya sabía que no tenía alternativa, así que comenzó, resignada.

—De pronto recibí la llamada de un desconocido —comenzó, lentamente—; eso fue en la tarde, mientras estaba en el centro comercial. No pude identificar la voz del hombre, pero me dijo con mucha seguridad  que me felicitaba por el excelente negocio que había cerrado y que a partir del día siguiente tendría ya acceso al dinero en mi cuenta personal. Le dije que estaba equivocado de persona, que no sabía de qué me hablaba, y me respondió que estaba todo correcto, recitó mi nombre y el nombre de mi banco, la referencia de mi cuenta y me repitió que el dinero que se me había pagado estaba depositado y podría disponer de él a partir del día siguiente.

Mientras hablaba, su amiga tomaba notas a toda velocidad en una libreta; se estaba tomando todo eso muy en serio.

—Y te cortó.
—Exacto. Mi primera reacción fue pensar que era una pitanza, pero me llamó la atención que tenía muchos datos míos, y por las dudas llamé a mi banco; ahí empezó la pesadilla.

Lo recordaba como si hubiera sido ayer, los ocho meses no habían cambiado nada. Se estremeció al recordar cómo, de un momento a otro, su vida se había convertido en un infierno.

—Desde el banco me confirmaron el depósito en mi cuenta: sentí mareos al escuchar la cifra, eran muchos millones, así, de golpe. Pregunté de dónde provenía el depósito, y me dijeron que había sido ingresado en efectivo por un particular, Sergio Carmona, con el motivo de pago por venta realizada. No comprendía qué era lo que estaba pasando, así que desde luego llamé a Micaela, pero no me contestó, tenía apagado el teléfono.

Margarita tomaba nota de cada detalle en su bitácora, y al mismo tiempo, garabateaba símbolos en una hoja que había dejado a un costado.

— ¿Qué hiciste entonces?
—Fui al antiguo taller de mi madre, porque pensé que tal vez ella había hecho algún negocio a mi nombre o algo por el estilo, que quizás era por la cuenta que había puesto a disposición de ella por cualquier cosa o que se hubiera confundido algo, qué se yo.
—Explícame un poco eso.
—Lo que sucede es que, entre otras cosas, di indicaciones al banco para que mi madre pudiere realizar operaciones bancarias usando mi cuenta, sin necesidad de pedir autorización —suspiró—. Ni siquiera sé muy bien en qué estaba pensando cuando lo hice, supongo que tenía ganas de demostrar que no tenía nada que ocultar, y su cuenta personal es inestable porque a veces saca dinero, o compra alguna cosa; era una forma de decirle “Lo que necesites, aquí estoy”
—Comprendo. Entonces pensaste que podía ser un pago a ella, y fuiste a verla.
—Así es. Cuando me la encontré —prosiguió con angustia—, fue tremendo, estaba enfurecida, jamás la había visto así, parecía que de un momento a otro iba a echarme las manos al cuello; ni siquiera estaba hablando con claridad, pero me gritó que era una traidora, que no quería volver a verme en su vida... me trató de mala hija, incluso dijo que maldecía el día en que me había dado a luz. Le supliqué que me explicara de qué estaba hablando, y entre sus gritos y sus maldiciones, dijo que jamás me perdonaría por haberla traicionado y vender la colección Cielo a Bernarda Solar.
—Cosa que por supuesto no hiciste. Continúa.
—Yo no sabía nada de eso y se lo dije, pero no me creyó, y continuó gritándome que era la peor persona del mundo, y me dijo que no podía ser tan falsa de hablar con ella cuando en ese momento ya tenía el dinero en las manos. Intenté razonar y explicarle que no sabía nada de Cielo, y mucho menos del origen del dinero, pero fue inútil. Al final la vi tan enfurecida que opté por irme de allí, y fui al departamento, estaba completamente confundida y no sabía qué hacer.

Las cosas solo empeoraban al recordarlas. Qué inocente, qué estúpida. Su amiga la miraba con ternura.

—Si quieres nos tomamos un descanso.
—No —replicó, respirando profundo—,  ya empecé, no cambia nada que lo diga todo de una vez o por partes. Como te decía, fui al departamento esperando que Micaela me ayudara en algo, estaba al borde de un ataque de nervios, pero eso fue solo para peor, porque ella sí estaba allí, solo que ya estaba enterada, y además estaba más furiosa que mi madre, si eso era posible. De entrada me gritó que era una traidora.

Aún recordaba con claridad los gritos de Micaela por el departamento ¨eres lo peor, no sé cómo pude enamorarme de ti¨  ¨eres una ladrona, eres lo más bajo que he conocido¨

—Yo seguía sin saber qué pasaba y comencé a llorar, le dije que no sabía lo que pasaba y le expliqué lo de mi madre, esa extraña llamada y todo lo demás, pero fue inútil, Micaela no me escuchaba; le rogué, le supliqué que me escuchara, que me creyera, pero todo fue inútil, ni siquiera escuchó mis palabras de amor, había tanta rabia y tanto desprecio que no parecía la misma persona que horas antes me amaba como siempre. Entonces intenté convencerla con argumentos, pero en ese momento me arrojó a la cara la copia de un contrato en donde se acordaba la venta de la colección Cielo a cambio de un enorme monto de dinero, a propiedad de Bernarda Solar.

Margarita frunció el ceño.

—Después vas a tener que mostrarme ese documento, pero ahora sigue, sigue.
—Me quedé sin palabras cuando vi mi firma en el contrato, y entonces entendí por qué es que ella estaba en ese estado; nuevamente le supliqué que me creyera, que todo eso debía ser un error o algo hecho por un malintencionado, pero no funcionó.
Micaela estaba cerrada en las pruebas que tenía, y no podía escuchar nada más; me quitó las llaves y me echó del departamento, me arrojó a la calle y dijo que no volviera o me arrepentiría, y por cómo se veía, la creí capaz de hacerme algo. No sabía qué hacer ni adónde ir, estaba desesperada y ni mi madre ni Micaela  me querían entender. Creí hacer algo bueno y llamé al abogado de mamá.
—A Izurieta, me habías hablado de él.
—Sí, lo llamé para pedirle consejo, pero él ya estaba enterado y  me dijo que no importaba lo que dijera porque los hechos eran irrefutables, y que si quería podía tomar acciones legales, pero eso pondría en todos los medios lo sucedido, con lo que destruiría la carrera de mi madre.

Otra ver se vio, a sí misma, desamparada, sin tener a quién recurrir, y al mismo tiempo, “n comprenderla magnitud de lo ocurrido.

—Y te aconsejó salir del país.
—En realidad no fue eso —respondió Pilar—, me dijo que mientras hablábamos, él estaba cumpliendo órdenes de mi madre, y bloqueando mis contactos públicos, para impedir que pudiera trabajar, me estaban destruyendo la vida. Y no me quedó alternativa, saqué algo de dinero de la cuenta que me dejó papá y compré pasajes para salir del país.

Margarita seguía haciendo anotaciones a toda velocidad, pero en ese punto, le pidió que se detuviera.

— Espera , necesito aclarar esto; la cuenta de la que me hablaste no es la misma que donde está el dinero que te dejó tu padre.
—No, esa cuesta que mencioné era la de uso común, donde tenía el salario y algunos ahorros; cuando papá murió y me notificaron de la cuenta que dejó a mi nombre, decidí dejarla para algún tipo de emergencia.
—Y el dinero que te transfirieron estaba en la primera. ¿Tu madre podría haberlo sacado?

Pilar se lo pensó un momento.

—No, esa cantidad, no; podía hacer operaciones pequeñas, digamos que podría haber comprado un cuadro usándola, pero era una indicación menor, para uso común, aunque ella nunca la utilizó. Le dije en algún momento que abriéramos una cuenta compartida, por lo que ella necesitara, pero no le dio importancia, así que nunca lo hicimos.

Margarita rehízo algunos de los símbolos en la hoja adicional antes de hablar.

—Lo tengo; entonces, con todo este peso encima, decidiste salir del país ¿Te sentiste amenazada de un forma directa?
—Si lo que me preguntas es si me amenazaron, directamente no, pero si no podía trabajar, mamá y Micaela me odiaban ¿Qué ganaba quedándome aquí? Es taba asustada, sentía que el mundo se caía encima, para lo único que tuve fuerzas, fue para irme.
—No debiste hacer eso, era como reconocer culpas, pero tampoco tenías a nadie y yo no estaba aquí.

La mujer se quedó muy seria, tratando de  controlar todo lo que quería decir; a su modo de ver las cosas, las personas que no confían en las palabras de sus seres queridos no merecen una sola lágrima, pero sabía que su amiga seguía esperando la aprobación de su madre aún con todo lo pasado, y la ayudaría en lo que pudiera, aunque por dentro esperaba el momento de ver a esas personas aplastadas por la verdad. Cómo detestaba la injusticia.

—Ya, mira, tengo todo apuntado, así que nos vamos a poner a investigar. Lo primero, es cómo se enteró Micaela y tu madre de lo que supuestamente hiciste.
— ¿Y eso por qué?
—Ay mujer, porque alguien tuvo que decírselo, si ellas no estaban enteradas no iban a estar siguiendo tus negocios ni tus cuentas; la persona que les dijo es muy importante, también el tipo que hizo el depósito en tu cuenta.
—Pero esa persona podía ni existir, o podría ser un mandado.
—Eso no importa, más todavía si lo enviaron, quiero saber  quién fue. ¿Sabes qué? Tengo la sensación de que Micaela es la clave de esto.

Pilar contuvo la respiración. Aún con la forma en que la había despreciado, no podía creer que ella tuviera tan siquiera algo de culpa.

— ¿Por qué lo dices?
—Por qué ella tenía el contrato. Hay demasiadas cosas aquí que no tienen sentido ¿Cómo se enteró tan rápido tu madre de la venta de esa colección? Me dijiste que estaba en el taller antiguo, lo que significa que las pinturas no estaban ahí. ¿Por qué la urgencia de enviar el contrato al departamento en donde vivían Micaela y tú? ¿Por qué hacer todo esto de una vez?
—No lo sé, nunca me hice ninguna de esos preguntas; el dolor que sentido por el rechazo de mamá y de Micaela...

Margarita decidió salir del área sensible para poder concluir; ya había llorado mucho, ahora ella tenía que ayudarla a surgir.

—Sí, tienes razón. A todo esto, tienes ese contrato aún?
—Tengo una copia, pero está mecanografiada.
—Da igual. Mira, haremos esto, me das el contrato, yo hago unas investigaciones y tú vas a ir al banco de la dichosa cuenta. Por cierto, el dinero sigue ahí, ¿verdad?

Pilar la miró, perpleja.

—Jamás lo toqué.
—Eres un ángel. Como te decía, te vas al banco y preguntas por las grabaciones de las cámaras de seguridad del día del depósito, seguro que las tienen, y si no te las quieren mostrar les dices que vas a llamar a tu abogado o lo que sea, deja que crean que hay un delito detrás de todo esto y vas a ver cómo te ayudan.

Pilar suspiró hondó. Ya no iba a echar pie atrás.

3


Micaela estaba con algo de insomnio, así que sin mucho que hacer por la mañana se fue a la oficina de Esteban para hablar con él. Cuando llegó al edificio vio a uno de los trabajadores de la obra saliendo por una puerta lateral.

—Qué extraño...

Sin saber muy bien por qué, quizás guiada por un presentimiento, decidió seguirlo, pero la voz de Esteban la distrajo.

— ¿Oye y tú qué haces aquí?
—Yo —respondió algo turbada—, nada, me vine a molestar porque estoy con insomnio.
—Buena idea, así me ayudas con lo que estábamos hablando ayer. Además tenemos que hacer muchas llamadas, por lo menos yo voy a darle algunas instrucciones a mi banco.
—Tienes razón, creo que voy a hacer lo mismo, además que una de las primeras cosas que tuve que hacer al volver fue ir a mi banco porque tenían algunos problemas con mis datos.
— ¿Lo ves? Es mejor prevenir, vamos, necesito un café.

Entraron al edificio conversando, pero la imagen del trabajador le seguía pareciendo extraña; por ahora no diría nada, pretendía aclarar algo por las suyas para luego ver que hacer.

—Tenemos visitas —dijo él cuando cruzaban la recepción.
— ¿Quién?
—Bernardo Céspedes —lo indicó disimuladamente—, el hijo del dueño, ¿te acuerdas?
—Sí. Ah, estaba en la balacera baboseando por tu jefa, quizás viene a despedirnos.
—No lo creo, no hace ese tipo de cosas si no es con altos mandos, creo que Eva es lo más bajo que caerá, pero si está aquí, seguro hay reunión de directorio, y estará ella también.
—Diablos, debí haber venido de traje.

Estaban atravesando la recepción directo a uno de los ascensores, cuando Micaela vio cómo entraba una mujer al edificio, y la reconoció de inmediato; alta, de figura imponente, de cabello claro, actitud dominante y segura, caminando por ahí como si fuera su edificio.

— ¿Quién será esa mujer? Me parece conocida pero...
—Es Bernarda Solar —respondió Micaela, sombríamente—. Lo que me pregunto es qué hace aquí.

Vio cómo Bernarda saludaba amigablemente a Céspedes, y este le devolvía el saludo. Al verlos subir juntos a un ascensor charlando de forma amigable, dedujo el resto.

—No puede ser.
— ¿Qué?
—Ella —replicó lentamente—, está aquí porque es accionista de esta constructora.

Esteban sonrió, incrédulo.

— ¿Qué? No, eso es absurdo, hace tiempo que no hay acciones a la venta, seguro tiene algún proyecto con nosotros.

Pero Micaela sabía muy bien cómo actuaba Bernarda Solar, y negó con la cabeza; por suerte, desde el ángulo en que estaban habían sido invisibles para los empresarios.

—No Esteban, ella es accionista o algo peor. Ella no sale de su palacio si no es para apropiarse de algo importante, eso quiere decir que la vamos a ver muy seguido de ahora en adelante.
—Espera, ¿tú la conoces?
—Es una empresaria conocida por absorber todo lo que  quiere para ella —respondió, evadiendo la verdad—. Es dueña de una serie de empresas, y te aseguro que si está aquí, es porque ésta es la próxima.

Esteban no dijo nada, se limitó a ir directo a una secretaria de las antiguas y le hizo las preguntas correctas. Momentos después volvió cargado de noticias.

—Es increíble, acertaste a todo lo que dijiste, esa mujer va a estar en reunión de directorio, pero no pude averiguar más.
— ¿Puedes colarte en la reunión?
—No soy tan importante como para eso, pero ¿Por qué te parece tan relevante?
—Me parece más bien preocupante. Pero que esté aquí y no sepamos nada no nos ayuda, tendríamos que encontrar alguna forma de saber más detalles.

A él ya le había picado la curiosidad, detectaba que ella ocultaba algo, pero no había hecho las conexiones correctas.

—Espera, creo que puede haber una forma, hay una asistente que me debe un favor, haré que investigue por nosotros mientras entra a llevarles café o algo. ¿Hay algo en particular que queremos saber?

Micaela lo miró fijo.

— ¿Por qué estás haciendo esto?
—Porque es interesante, y ya  no tengo mucha confianza en nada después de lo de ayer; confío en tu olfato. Entonces dime.
—Siendo así, solo queremos saber una cosa: qué tan grande es la tajada que tomará de esta constructora.
—Está bien, trataré de averiguarlo, pero sólo dime algo ¿Cómo puedes tener tanta seguridad de lo que ella puede estar haciendo aquí?

Micaela lo miró con expresión sombría.

—Soy una de las pocas personas que la conoce. Bernarda Solar es mi madre.


Próximo capítulo: Errores en cadena



Las divas no van al infierno Capítulo 12: Lo siento, no lo siento

Conoce este capítulo al ritmo de esta canción: Sorry not sorry


—Fernando, escucha esto, todo está funcionando justo como lo esperaba.

El hombre abrió los ojos con pesadez; apenas terminó el programa le envió un saludo a Márgara y se durmió, pero cuarenta minutos más tarde ella llegaba al departamento cargada de energía.

—¿Qué?
—El programa, presta atención — lo reprendió ella con una sonrisa, mientras dejaba el bolso en el armario —, escucha esto, las estadísticas de los votos por mí van muy bien, hay un aumento sostenido desde el inicio hasta ahora ¿No es fantástico?

Él se incorporó a medias en la cama, tratando de concentrarse.

—Te felicito.

Ella terminó de guardar las cosas en el armario y tomó un lazo para recogerse el cabello.

—Es perfecto, ahora está quedando claro cómo es que van las cosas.
—Disculpa —intervino él, soñoliento. —, es que no estoy entendiendo por qué es tan bueno.
—Porque las burbujas se deshacen — explicó ella con tono académico —, las cuatro mejores de la audición ¿Recuerdas? Pues ellas sólo duraron un capítulo como las más votadas, y en cuanto a las peores, ya ves los resultados; ahora que tengo el cariño del público en el estudio y voy aumentando, es sólo cuestión de tiempo para que llegue al primer lugar.

Fernando tenía mucho sueño, pero sabía que de no hacer al menos una pregunta, quedaría como mal educado con su novia.

—¿Quién crees que sea la eliminada? Hay tres con votaciones bajas.
—Sí, pero Charlene no será, estoy segura —Se sentó en la cama y abrió su estuche de maquillaje—, ella tiene una presentación extra, se las ingeniará para que parezca que está sufriendo mucho por tener que hacerlo y la salvarán.

Él se dijo que ese comentario decía mucho de la opinión que ella tenia de esa chica rubia, pero no lo dijo. Sentado junto a ella, acarició su hombro con los nudillos.

—¿Y quién crees que sea la eliminada? También podría ser alguna de las otras.
—No, no en este caso —determinó ella, dándose un instante para dedicarle una coqueta mirada—, será una de ellas, estoy segura, es sólo que es un poco difícil saberlo, por que son bastante similares. En cualquier caso, ninguna de las dos va a llegar muy lejos ¡No están hechas para este mundo!

Se encogió de hombros, desentendiéndose de su propio comentario, como si el significado de este no fuera realmente su responsabilidad; Fernando optó por no mencionarlo para poder dormir.

2


Lisandra despertó el sábado con dolor de cabeza y sin ningún ánimo de moverse; después de la cansadora jornada anterior y la mala noticia de estar dentro de las tres menores votaciones de la semana, la perspectiva de tener que llegar a clase no era agradable. Aún sin levantarse tomó el móvil y entró a Pictagram, de donde provenía la mayor cantidad de votos junto con Veeter; sabiendo que no era la mejor idea, entró al hashtag del programa y filtró por el que le correspondía a ella. Sintió una oleada de emoción al ver que personas que no la habían visto jamás se tomaban el tiempo de escribir algo sobre ella, Y había buenos comentarios: una chica admiraba su cabello, otra que le gustaba cómo bailaba, algunos chicos le dedicaban halagos. Eran buenos comentarios, lo que le preocupaba es que eran pocos en comparación con los de varios de las otras.
Al poco, se dio cuenta que algo se repetido, y era el concepto Demi “Ella luce muy parecida a Demi” “Tal vez si no tratara de parecerse a ella” “Debería dejar de querer ser como ella”

¿Entonces se trataba de eso?
Se levantó y fue hasta el espejo del baño: estaba sin maquillaje, con los ojos hinchados y despeinada, pero si se miraba con cierta distancia, podía asegurar que el parecido con la cantante seguía presente.

—¿Qué hago?

Cambiar el color o el estilo de su cabello de un día para otro era inviable; sabía que no cualquier estilo de peinado le venía bien, pero si al público no le gustaba su parecido con esa estrella, o en el mejor de los casos pensaba que es mejor lucir como ella y no intentando ser otra, lo lógico era escuchar esa sugerencia y hacer algo al respecto.
Se lavó bien la cara y se hizo un recogido con mechones de la parte superior y costados de la cabeza, tras lo cual abrió la maleta pequeña de maquillaje y analizó lo que había hecho la noche pasaba; el público tenía razón en decir que ella trataba de parecerse a la cantante, pero ellos no sabían que se trataba de algo casi involuntario, que se produjo con el tiempo, luego de asumir que existía ese parecido.
Saber que podía tomar una fracción de la vida de esa chica guapa y talentosa ayudó mucho con la sensación de seguridad, y eso hizo que la observara más en sus videos y fotos, por lo que no fue difícil tomar prestado un poco de ella a través de la inspiración para el maquillaje: cejas un poco más marcadas, labios en tonos rosa casi natural, algo de difuminado de sombra de ojos, y con eso se sintió más bonita y segura, porque si funcionaba para alguien famoso, de seguro para ella también.
Al pensarlo en retrospectiva, la opción no había sido la correcta, porque tomó la decisión para esconder una parte de ella que estaba débil ante el mundo. Había maquillado su cuerpo para proteger su alma.
Ya no era momento para eso; ya no podía seguir escondiendo algo, si eso funcionara como un obstáculo para sus planes.
Hizo una prueba rápida con las sombras y eligió colores más llamativos. Al principio se sintió un poco falsa, pero luego sonrió y ajustó la expresión de la cara como si estuviera posando para una cámara, sonriendo y mirando fijo al frente, transmitiendo personalidad y simpatía; se sintió un poco rara aún, pero recordó que en su estadía en el programa era necesario transmitir al público y permitir que a través de las presentaciones la conocieran, lo que significaba torcer algunos conceptos personales en pos de un bien mayor.
Quizás, con el tiempo, descubriría su propio estilo, sin tener que tomar prestado el de alguien más.
Fue a la cocina, en donde su madre preparaba algo de arroz tarareando una canción que sonaba en la radio.

—Buen día, mamá.
—Hola cariño.
—¿Preparado el almuerzo tan temprano? —preguntó la joven algo sorprendida.
—No, es para el desayuno —explicó su madre—, vi una receta en el canal de Mónico y quiero aplicarla, a ver como me queda.

Su madre seguramente hablaba de alguna de las famosos cocineras que habían salido de un programa de aspirantes a chef en televisión algún tiempo atrás; se preguntó si, llegado el momento, podría hacer algo similar orientado a público joven.

—Mamá, necesito que me des tu opinión.
—Claro cielo, te escucho.
—En realidad —comentó la joven—, necesito que me mires.

Su madre bajó el fuego y le dedico a la reluciente olla una mirada que parecía una advertencia de no arruinar su preparación; su madre era una mujer de piel muy morena, que usaba el cabello recortado en una melena que le daba libertad y un aspecto un poco infantil a su rostro de facciones redondas.

—¿Crees que este estilo de maquillaje me sienta bien?
—Sí, se te ve bien, es muy veraniego.

Era una opinión sensata, pero necesitaba algo mas.

—¿Crees que no parezco auténtica con el otro maquillaje que uso?

La mirada de su madre transmitió un mensaje que no pudo comprender; la mujer le dedicó una sonrisa abierta y sincera, como siempre se podía esperar de ella.

—Mi niña. No necesitas querer parecer auténtica, solo tienes que serlo; tienes que mirarte en el espejo y ver a la misma persona que ves en tu interior. Solo piensa en cómo te ves a ti misma, y haz lo que sientas correcto.

3


Cuando Sandra entró en el despacho de Kevin, ya sabía que algo andaba mal; tenía algunas sospechas, pero se había dicho que lo mejor era esperar a saber en qué terreno pisaba; se sorprendió al encontrar también a Vicenta en la oficina, pero no dejó que se notara.

—Buen día —dijo aparentando normalidad.
—Buen día —Kevin le hizo un leve gesto para que se sentara-, las cité porque estoy un poco preocupado por lo que sucedió con las votaciones en el programa. O quizás debería decir que estoy intrigado.

Sandra mantuvo la mirada del productor; había algo en su tono que no era marca común.

—¿Sobre qué en particular estás hablando?
—Las votaciones en el estudio —explicó él—; las primeras beneficiaron a esa chica rubia.
—Charlene.
—Y no se supone que esa votación sea arreglada, pero lo fue.

Ella no era la elegida por él; la mujer sintió una oleada de satisfacción, porque tenía cada vez más descartadas para la eliminación del viernes.

—¿Cómo lo sabes?
—Revisé el reporte de cámaras, y los que la eligieron estaban sentados en bloque —la mirada del hombre era dura como el acero—; es obvio que los incitaron a votar por ella, y quien lo hizo seguramente está ahí, fingiendo que es uno más en el grupo.

Entonces a la que quería eliminar la primera semana no era ninguna de las más débiles, y su preferida no era de las más fuertes; inteligente medida para mantener todo bajo control.

—Sabíamos que al incorporar público real al programa podía pasar algo como esto —dijo ella para ganar algo de tiempo—; eventualmente los amigos o fans querrán entrar para apoyar a sus favoritas.
—¿Desde el primer programa? —preguntó él de forma retórica, con evidente escepticismo—. Lo dudo por completo.

Cambió el foco de su atención a Vicenta, quien había estado mirando el intercambio con algo cercano a la diversión.

—¿Alguno de los bailarines es gay?
—Es estadísticamente probable —respondió la maestra adoptando un tono serio, aunque su expresión decía lo contrario—. ¿Por qué lo preguntas?
—Porque necesito saber si ella tiene un aliado o alguna clase de manager; y necesito saber qué es lo que están planeando.

La maestra omitió referirse a un detalle que había notado en la más reciente emisión del programa; lo usaría cuando fuera más conveniente.

—Los chicos están acercándose a las chicas, pero en ningún momento dijiste que quisieras que uno hiciera de gay.
—Ahora es eso lo que quiero; si es tan lista como para tener alguien trabajando para ella, entonces un simple bailarín que coquetea con ella no será suficiente, porque puede creer que él se acerca por su posible fama. Pero si es evidentemente gay y se le acerca, será como un amigo fiel y soltará toda la información.

Vicenta sabía que Charlene la odiaba, de modo que la idea de poder causarle problemas no le era indiferente.

—Bien, voy a hablar con los chicos y enviar a alguien que sea apropiado.
—Perfecto —asintió el productor, aunque no lucía satisfecho—, ahora necesito algo más, algo para la jornada de eliminación.

Vicenta estaba aburriéndose de esa conversación; miró a Sandra como dándole el pase para hablar.

—Según sé, hay un guion preparado para todo este tipo de situaciones.
—Sí, estamos preparados para esto —dijo la productora—. ¿Quieres adelantar algo de lo que tenemos planeado?
—Sí, algo que haga explotar la eliminación —observó él, con tono definitivo—, pero que parezca natural, incluso casual. Que nadie sepa que esto está preparado.


4


Ante la urgente llamada de Vicenta, Alberto se reunió con Nigel en el gimnasio; el chico le hizo una seña desde la máquina en la que se estaba ejercitando al verlo entrar.

—¿Qué pasa, por qué tanta urgencia?

Alberto hacía mucho ejercicio, pero lo de Nigel era casi una obsesión; de cabello rojizo y múltiples pecas rodeando sus ojos claros, el hombre se sabía atractivo y no dudaba en hacerlo notar, como en el gimnasio donde usaba apenas unos pantaloncillos y una sudadera ajustaba que casi no dejaban espacio a la imaginación.

—Tengo un encargo especial para ti.

Le explicó el trato y lo que necesitaba obtener; el otro se sonrió como ante la idea de una broma muy divertida.

—Bueno, si recesitos a un bailarín, gay y que esté dispuesto, creo que cumplo con los tres requisitos.
—Nigel, es importante que ella crea que todo esto es natural.
—Sí, sí, como todos los demás.
—No, esto es especial —recalcó con severidad—, primero, no te puedes enganchar con ella como si fueras su amigo de verdad.

Nigel se levantó de la máquina y se acercó a él, a mínima distancia, casi al punto de tocarlo. Le dedicó una mirada cargada de intención que no dejaba dudas sobre lo que quería decir.

—Tranquilo, en primer lugar, no voy a querer coquetear con ella, es —hizo una mueca con los labios—, mujer, ya sabes. Y además, soy fiel a la causa por la que me contrataron; mi lealtad está con los billetes.

Alberto sostuvo su mida, manteniéndose firme y aparentando que no había leído el mensaje tan claro en los ojos del otro.

—Es bueno saber que eres leal.
—Podría ser mucho más leal si tú me lo pides —observó acercándose aún más—, sólo tienes que usar las palabras correctas.

Alberto sabía que esa insinuación era personal y no de trabajo, y no era primera vez que se la hacia, de modo que no se sorprendió.

—Sabes que no voy en esa dirección.
—No te estoy pidiendo matrimonio —el otro se sonrió, divertido—, de hecho, no te estoy pidiendo nada; no te preocupes, en un dos por tres esa rubia y yo seremos como hermanos.

5


Para cuando llegó el viernes treinta y uno de mayo, los ánimos de todas las chicas estaban muy distintos a como había sido con anterioridad; la presión de los ensayos y las clases hicieron mella en las chicas, por lo que el inicio de las grabaciones tuvo un sabor distinto.
Ahora todas sabían que podían ser eliminadas ese mismo día, y la inmune de la semana, pese a estar más contenta, también evidenciaba una intranquilidad, porque de no hacerlo bien, podía perder todo lo ganado.

—Charlene ¿Te sientes bien?

La rubia le sonrió a una de las chicas ante su pregunta.

—Desde luego —respondió con suavidad—, todo está bien, no hay nada de qué preocuparse.

Todas estaban yendo en una dirección u otra, ya habiéndose olvidado de las cámaras que las seguían a todas partes; en esos momentos era primordial preparar cada detalle con un máximo de atención para ganar el favor del público. Las que ya habían destacado no querían perder lo avanzado y las que estaban más atrás necesitaban avanzar a toda costa.

— Charlene está un poco rara ¿No lo crees? —le preguntó Jazmín a Rebecca.
—Es cierto, cuando llegó estaba nerviosa o algo parecido, pero insiste en que está bien.

La rubia fue hacia departamento de maquillaje; hasta el momento, ese día había sido el más complejo, porque por una parte había puesto en marcha el plan, y por otra tenía un desafío que no terminaba de cuajar. La propuesta del día era baile y doblaje de canciones en inglés, y aunque escogió un tema que le pareció perfecto, a la hora de interpretar el tema en español sonaba muy mal, y encima tenía que guardar ganas para la presentación extra, que iría con una temática sorpresa.
Abrió la puerta del gran cuarto de maquillaje y lo encontró lleno; por suerte una de las asistentes le dijo que utilizara un cuarto más pequeño a poca distancia.

—Muchas gracias.

Internamente tenía ganas de gritarle a una de las otras que se salieran de ahí, pero no podía dejar la actuación, y al mismo tiempo estaba comenzando a preocuparse.

—Pero aquí no hay nadie.

Se extrañó de encontrar el pequeño cuarto de maquillaje vacío e iba a salir, pero alguien entró en ese momento.

—Disculpa, pensé que habría alguien aquí.

Era uno de los bailarines con que trabajaban para las presentaciones; en ese momento llevaba unos pantalones muy ajustados y casi transparentes de color verde, y el torso desnudo cubierto con purpurina; le había parecido atractivo en un inicio, pero luego captó que era imposible coquetear con él.

—Yo también pensé eso —dijo ella con una sonrisa.
—Ay, me van a matar, mira —le enseñó el maquillaje del rostro—, me pasé a llevar este dibujo y tengo que estar listo para el ensayo, tenemos que marcar los pasos para la coreo de Lisandra.

El dibujo simulaba una especie de tatuaje, y tenía un costado movido; Charlene sabía que Nubia no era competencia para ella, pero le había llamado la atención que Lisandra estuviera trabajando tan en secreto.

—Pero no es algo grave —opinó mirando con detención—, se puede arreglar.
—Oh, pero yo no sé nada de pinceles ni estas cosas —declaró él, como si la insinuación fuera alguna clase de ofensa—, aun que me gusten los machos, yo también soy macho.

Charlene no pudo evitar reírse con el comentario; buscó en uno de los tocadores un delineador y se acercó a él.

—Yo te lo arreglo.
—¿En serio? Eres una diosa.

En un instante ella corrigió el defecto en el dibujo hecho en la piel del chico; se dijo que quizás no era una mala oportunidad de averiguar algunas cosas y aparentó demorarse en terminar.

—No te muevas, dame un segundo. ¿Y cómo es que no habíamos coincidido? Sólo te veo pasar.
—Es que soy un maniático del trabajo —aseguró él, inmóvil—, así que cuando hay una tarea, me quiero concentrar al máximo.
—Usted es son tan eficientes —dijo ella, como al pasar—, y pueden prepararse para varios trabajos distintos al mismo tiempo ¿Qué me decías que estabas haciendo?
-Iba a marcar los pasos de la coreo con Lisandra —replicó el—, está preparando su presentación, es como ese video de la cantante que es como una novia y luego empieza a arrojar pintura en todas direcciones.

Por supuesto que conocía el video. Con que la inocente de Lisandra pretendía derrotarla usando algo de esa artista. Pues bien, era como una declaración de guerra.

—Ya está listo —comentó con tono ido, casi como si no hubiera escuchado lo que dijo él —, ahora no te preocupes, nadie va a notar que esto está reparado.

El musculoso chico se miró en el espejo y sonrió complacido.

—Me salvaste, diosa, te debo la vida, no sé cómo pagarte.

Charlene se dijo que en realidad ya le había pagado, pero se limitó a sonreír.

—Tonterías, fue solo un detalle. Y ahora vamos a movernos, hay mucho que hacer.

Más tarde, Lisandra estaba preparando algunos detalles extra para su presentación; el conductor del programa había anunciado que las tras menos votadas irían al final, precedidas por las presentaciones de la ganadora de la inmunidad y la premiada por el publico en el estudio; sin tiempo para distraerse, la chica escuchó en segundo plano la melodía con toques country de Márgara. El aplauso del público, la voz emocionaba de Aaron Love.
Y estaba revisando el borde del falso del vestido cuando escuchó la voz sintetizada de Charlene para sonar armónica y musical.

«Y sí, sé lo mucho que debe doler.
verme así, pero se pondrá peor.»

Dejó las cosas sobre el tocador y volteó lentamente hacia la pantalla; al mismo tiempo la música sonaba lejana y nítida.

«Cariño, lo siento…pero no lo siento.»

Su canción. Charlene había robado su canción.


Próximo capítulo: Nacida para morir




Contracorazón Capítulo 14: Verdad incomprensible



Mariano fue dado de alta al mediodía del domingo, y fue trasladado a su casa en ambulancia y silla de ruedas, en medio de sus inútiles protestas por el exceso de cuidados hacia él; una vez estuvo acomodado en su cama, pidió a sus padres un momento para hallar a solos con Rafael y Magdalena.

—Quería hablar con los dos tan pronto como se pudiera — dijo con lentitud.
—¿Por qué no mejor esperas a que te sientas un poco más descansado?

Fuera de su aspecto demacrado, nada delataba lo que le había sucedido; Mariano negó con la cabeza.

—No, amor, estoy bien, de verdad. Primero, quiero que dejen de preocuparse tanto, en serio estoy bien; fue una herida, no es grave y perdí el conocimiento un rato, pero es todo.
—¿Por qué estás diciendo eso? — preguntó ella con cierto tono de alarma.
—Porque estoy viendo cómo estás —respondió el, con voz ahogada —; y me preocupa. Cuando me hirieron y empecé a desvanecerme, trataba de hablarte, de decirte que todo iba a estar bien, pero te sentía llorar y eso me estaba matando, porque me sentía inútil, incapaz de hacer algo.
—Creo que los voy a dejar solos —comentó Rafael haciendo un ademán de salir.

Pero Mariano lo detuvo con un gesto.

—No te vas a ninguna parte, esto también tiene que ver contigo. Magdalena, mi amor, sólo quiero decirte que eres lo más importante para mí, pero necesito que entiendas que esto ya pasó, es la única forma de reponerse y poder retomar nuestra vida.

Rafael vio que su hermana hacía un esfuerzo por contener las lágrimas; en ese momento, su novio estaba hablando de una característica que era común en ambos: hacerse cargo de un asunto importante por completo, incluso más allá de lo racional.

—Estaba muy preocupada —dijo ella en voz baja.
—Yo también, pero ya pasó. Ahora todo está bien ¿De acuerdo? Prométeme que vamos a salir de esto y que estaremos bien.

A ella le tomó un instante reponerse de la emoción, pero pudo hacerlo y responder, mientras lo miraba con infinito cariño.

—Te lo prometo.
—Y tú Rafael — siguió Mariano —, estuviste ahí, Magdalena me contó lo que sucedió; gracias por estar ahí, por todo, de verdad fuiste una bendición.
—No tienes que agradecer —replicó el moreno—, sólo hice lo que pude por ustedes, además tú no sólo eres el novio de mi hermana, eres mi amigo, somos familia, así que no hay nada más que decir al respecto. Me alegra mucho que todo esté bien, y espero que te recuperes muy pronto.
—Yo también, quiero estar en condiciones para el matrimonio.

A pesar de lo que podría haber parecido en la superficie, Magdalena ya había pensado con anterioridad en ese asunto.

—No creo que sea momento para hablar de ese tema.
—¿Por qué?
—Porque primero tienes que recuperarte, no es algo superficial —argumentó ella—. Lo más importante es tu salud.

La expresión de Mariano demostró que no estaba de acuerdo con eso.

—Amor, en quince días voy a estar recuperado, falta mucho para la ceremonia.

Eso distaba por completo de lo que él mismo pensaba poco antes, pero Rafael pensó que ese cambio de punto de vista era una buena señal, porque no cambiaba el espíritu que guiaba esa relación.

—Escuchen, tengo una idea —intervino mientras le daba forma a lo que estaba pensando—. En vez de preguntarse ahora si van a posponer o no el matrimonio, ¿por qué mejor no se olvidan de ese asunto por unos días?
—¿A qué te refieres?
—A que todo está listo para la ceremonia, y la celebración es algo íntimo, sólo para los más cercanos —explicó, recordándoles lo que ellos habían explicado al respecto algún tiempo atrás—; si no tienen que hacer más preparativos, simplemente dejen las cosas como están, y si surge alguna clase de contratiempo, aún hay más de dos semanas para reprogramar todo.

Magdalena en apariencia estaba determinada a posponer el evento para otra fecha, pero ante la sugerencia de Rafael comenzó a dudar.

—Estoy de acuerdo con lo que dice Rafael; me parece que es un buen plan de momento, así no nos preocupamos.
—De acuerdo —aceptó ella al fin—, hagamos eso, pero quiero que me prometas con mi hermano de testigo que no te vas a esforzar ni vas a aparentar que te sientes bien si no es así.
—Te lo prometo.

Después de dejar a Mariano muy bien acompañado, Rafael llamó a su amiga Abigaíl y se reunieron poco después en un café; a pesar de que él no le había anticipado por teléfono de qué se trataba, ella de alguna forma ya lo había predicho.

—Me dejaste un poco preocupada Rafael ¿Qué sucedió?

De seguro él no habría tocado el tema en otras circunstancias, incluso siendo algo que sucediera en reiteradas ocasiones, pero después de lo de Mariano, sentía que no era correcto tomarse esas cosas a la ligera; tal vez se trataba sólo de sueños extraños, pero las sensaciones que eso le produjo eran reales, e ignorarlas no haría que desaparecieran.

—Gracias por venir —comenzó mientras tomaba distraídamente la carta de café—, pero estoy bien, es sólo que hay algo que quiero preguntarte y era importante hablarlo en persona.

Esperaron a que les trajeran el café y continuaron.

—Si te puedo ayudar en algo, sólo dilo.
—Es sobre la muerte de tu abuelo ¿No te molesta tocar ese tema?

El rostro de ella demostraba que estaba sorprendida por la pregunta, pero no se mostró molesta.

—No hay ningún problema, pero no entiendo hacia adónde vas.

Rafael le contó acerca del sueño que recordaba, intentando explicar con claridad lo que sucedía, aunque él mismo no lo sabía con exactitud.

—A lo que quiero llegar con esto, no lo sé muy bien —reflexionó en voz baja—. Cuando sucedió lo de tu abuelo, me contaste que lo soñaste, pero que no era una especie de premonición, que era algo diferente.

Ella lo pensó un momento antes de responder; había adquirido un tono de solemnidad en su voz y en la postura corporal, que demostraba que era algo serio para ella.

—Sí, así fue. Lo recuerdo muy bien, es algo que se me ha quedado muy marcado en la mente; el abuelo no vivía con nosotros, lo veíamos cada cierto tiempo, y de pronto soné con él. Fue raro —recordó, sonriendo ante la memoria que estaba recuperando—, porque en el sueño pasaban cosas que no habían sucedido en realidad, pero era muy real, se sentía como si de verdad hubiera estado con él. Pero lo que me contaste no es sobre alguien que conozcas ¿O sí?

Esa era una pregunta que se había repetido en más de una ocasión; era una de muchas incógnitas en su mente.

—Si te respondo sin pensar, diría que no, pero siendo muy sincero, no lo sé. El sueño era tan extraño, tan real, como si todo eso hubiera pasado y lo estuviera reviviendo; pero yo nunca pasé por una situación como esa.

Le mostró la libreta en donde había tomado nota de lo que recordó al momento de despertar tras esa experiencia; de camino a ese punto de encuentro había vuelto a leer, y aunque lo que veía era en su mayoría frases sin sentido o incompletas, no podía dejar de sentir que detrás de esa forma torpe de transmitir sus sentimientos había sustancia, algo que no era producto de la casualidad.

—Es extraño —dijo ella tras leer las notas—, porque por lo que alcanzo a entender, podría decir que esto lo escribió alguien que sabía de lo que hablaba. Estuve leyendo un tiempo acerca de estas cosas cuando murió mi abuelo, y algo que me quedó es un sentimiento de familiaridad.
—¿A qué te refieres?
—A que lo que escribiste suena como si supieras de lo que estás hablando —explicó ella— ¿Sabes? Ese sueño que tuve con mi abuelo nunca pasó en realidad, pero lo que ocurría ahí era auténtico, era él —sonrió al recordarlo—. Era su forma de hablar, lo que me diría; no soy una mujer especialmente esotérica, pero cuando pasan cosas como esa, uno no puede simplemente cerrar la puerta y actuar como si no estuviera sucediendo algo.

El sí había actuado de esa forma; relacionando los hechos con cansancio, estrés, o simplemente dejando que el tema pasara. Pero conforme se repitió, estuvo en la obligación de hacerse preguntas, las que hasta ahora no tenían respuesta.

—¿Tú crees que son cosas producto de mi imaginación?
—No, no lo creo —replicó ella—. Lo que creo es que hay algo que tienes que descubrir.

A Rafael esa idea se le hacía insuficiente.

—Ese es el punto, que no sé qué es lo que podría tener que descubrir.
—¿Y qué fue lo que sentiste?

Eso era lo más claro, aquello de lo que tenía la certeza que, en el fondo, lo había hecho tomar la decisión de hablar con alguien que le diera confianza.

—Lo que recuerdo es una sensación muy fuerte.

Se quedó un momento en silencio, y al recordar, por primera vez entendió que había estado negándose a ver las cosas como eran; se había estado negando a ver que ese sentimiento era realmente mucho más fuerte y complejo de lo que se atrevió a ver. Y para saberlo, era necesario enfrentar eso, llegar a una zona de fragilidad, aunque eso tuviera un costo.

—Eran muchas cosas a la vez —explicó al cabo de un rato—; lo primero, es una sensación de estar con alguien importante, alguien a quien conozco, porque estaba esa familiaridad de conocer muy bien a esa persona. Pero al mismo tiempo, había temor, mucho miedo a que sucediera algo, y ese miedo venía junto con tristeza.

Por primera vez pudo alcanzar ese sueño de una forma más concreta, y entender parte de lo que en el había sucedido; había un sentimiento, claro que sí, y era amor, un amor puro y poderoso que lo llenaba y hacía que sintiera felicidad ¿Por qué había entonces tanto miedo? ¿Por que después había un dolor tan grande? Era como si nada en el mundo pudiera terminar con ese dolor.

—Es miedo a la separación —concluyó después de un instante de reflexión—. Lo que sentía en el sueño era miedo a que me separaran de esa persona. Pero no tiene sentido, no estoy enamorado de nadie, y tampoco hay nada que me esté amenazando; no lo entiendo, no sé cómo puedo sentir algo tan fuerte y al mismo tiempo no saber de qué se trata.

Ella lo miró fijo a los ojos, atenta a sus reacciones mientras hablaba; al cabo de un momento expresó su opinión.

—Lo que creo es que ese sueño tiene que ver con algo que te va a pasar.
—¿Cómo una premonición? —pregunto él, escéptico—, pero el sueño es como algo que debería recordar.
—Pero si no sucedió —explicó Abigaíl—, es porque algo va a pasar; tienes que ampliar un poco tu horizonte Rafael. Tal vez tú no te das cuenta, pero cuando hablas de lo que sucede en el sueño, es como si estuvieras hablando de ti mismo, se puede ver que es algo que nace de tu interior. Entonces, lo que veo es que esto que estás soñando, esta angustia por perder a alguien es una alerta, algo que te está diciendo que debes estar preparado.

Como si un peligro se acercara; pero no podía saber qué clase de peligro era.

—Lo que estás diciendo es que el sueño me está haciendo creer que va a pasar algo malo.

Ella iba a responder, pero se lo pensó un momento antes; su respuesta fue más esperanzadora de lo que él estaba anticipando.

—No necesariamente tiene que ser algo malo.
—Pero el sueño es sobre cosas malas —refutó él—, es sobre pérdida, miedo y dolor.
—Dijiste que sentías que había alguien importante, que había amor.
—Pero el amor no tiene que ser algo que haga daño —insistió él—, no puedo creer que un amor tenga que vivir con dolor y con sufrimiento, no es justo.

Se detuvo al notar que esas palabras las había dicho sin pensar en su significado; no, la realidad era que había muchas personas que amaban y sufrían al mismo tiempo, o que sufrían porque algo le había sucedido a esa persona. Madres, padres, hijos que perdían a ese familiar tan querido por causa de una enfermedad o un accidente; todos los días morían personas de forma violenta, dejando relaciones amorosas y familiares a medio camino, cortando para siempre los sueños y esperanzas de quienes en muchos casos no tenían el poder de evitar estos sucesos.

—Es cierto —se corrigió, en voz baja—, la verdad es que es así, yo lo puedo negar.
—Eres muy idealista, como siempre —observó ella.

Su pensamiento era tan claro al respecto: desde la lógica, sabía muy bien que las injusticias existían, y que en muchos casos el origen puro e inocente de un amor no era garantía de que las cosas salieran bien. Pero en su interior, un pensamiento distinto, más irracional pero más auténtico no dejaba de pujar por tomar el lugar primordial, aunque no fuera sensato.

—No eres la primera persona que me dice eso en el último tiempo ¿Sabes?
—Tal vez es porque lo eres —afirmó ella, con una cariñosa mirada.

No había descifrado el sueño, pero se sentía un poco más tranquilo respecto a su conciencia; de alguna forma, sacar conclusiones respecto a sus percepciones lo acercaba a algo más concreto, y quizás su amiga tenía razón.

— ¿Qué crees que debo hacer?
—Creo que tienes que confiar en lo que estás sintiendo —replicó ella—; desde que te conozco, siempre has sido un hombre que actúa de forma práctica, que no vives de ilusiones, pero al mismo tiempo eres honesto con lo que sientes y vives de acuerdo con eso.
—Es difícil actuar de acuerdo con estos sentimientos que es como si no fueran míos—murmuró él.
—El cierto, pero quizás la clave es dejar que las cosas pasen. Tal vez esto que sientes ahora es una oportunidad de hacer bien en el futuro algo que de otra manera harías mal. ¿Cuántas oportunidades en la vida hay de prevenir cosas que no sabemos que van a pasar?

2


Después de su reunión con Abigail, Rafael volvió al departamento e intentó poner sus ideas en claro; si partía de la base que el sueño no era algo real, sino una especie de intrincado modo de su mente de mantenerlo alerta, tenía que decidir si tomar en serio esa información o no.
Pero en realidad ya había tomado esa decisión, y no fue al llamar a su amiga para pedir su consejo: había sido antes, cuando tomó la libreta y escribió en ella lo primero que se le vino a la mente, o acaso aún antes, cuando entre sueños intentaba alcanzar esos recuerdos y entenderlos antes que la luz de la conciencia los desvaneciera.
Estaba pensando en estas cosas cuando una llamada lo interrumpió.

—Mamá —saludó al contestar el móvil— ¿Cómo estás?

Como de costumbre, la voz de su madre era fuerte; modulaba muy bien, hablaba rápido y era clara y concreta.

—Bien, hijo. Escucha esto, estaba ordenando algunas cosas en el cuarto de los cachivaches y no me vas a creer lo que encontré: tu ropa con la que te graduaste de secundaria.

Parecía que eso ocurrió mucho tiempo atrás; Rafael sonrió al recordar lo incómodo que se sintió con un traje que le quedaba muy ajustado porque había sido comprado meses antes de la ceremonia y en el transcurso creció lo suficiente como para que la ropa pareciera de una talla menor a lo que necesitaba. Años después la moda más reciente para hombres era, curiosamente, ropa formal más ajustada al cuerpo.

—Vaya, pensé que todo eso estaría mucho más al fondo; pero ahora no me quedaría.
—No, ahora eres más grande —opinó ella, sin disimular su orgullo—, así que pienso que no te molestaría si lo dono junto con otra ropa vieja al hogar.

Colaborar en un hogar que acogía menores era otra de las muchas ocupaciones extra de su madre, y le dedicaba una o dos tardes al mes dependiendo de su tiempo.

—Me parece una buena idea, mamá —resolvió en un instante—, y si encuentras más ropa mía que sea antigua, puedes agregarla también.
—Qué lindo gesto —replicó ella—, entonces eso haré. Pero no te llamaba por eso, era porque encontré la pinza para corbata que venía con el traje ¿Te acuerdas?

Lo recordaba muy bien: era una pinza color plata con un brillante en el centro y un detalle de esmalte negro en un extremo; siendo un adolescente le pareció un exceso y algo demasiado llamativo, pero al verlo en las fotos le parecía que todo era sólo un punto de vista algo inmaduro.

—Sí, me acuerdo.
—¿Y si lo usas en el matrimonio? —preguntó ella—. A todo esto, casi olvido decirte que hablé hace un rato con Matilde, está mucho más tranquila teniendo a Mariano en casa, y dice que él está de muy buen humor y que dice que no quiere que se posponga la boda.
—Sí, Mariano me dijo lo mismo.
—Bueno, sea como sea, ahora que él se está recuperando y ese susto ya pasó, podemos empezar a prepararnos para el matrimonio de Magdalena, y quería pedirte que usaras esa pinza.
—Me encantaría mamá —comentó él, sonriendo—, supongo que ya tienes algo también para que mi hermana lo use ¿No es así?

La risa cristalina de su madre hizo que confirmara la idea.

—Sí, aunque es algo distinto: es el lazo de color verde que le hice cuando estaba en segundo de secundaria; hice una flor con él y creo que puede llevarla en la muñeca o en el tirante del vestido.

De acuerdo con los colores del traje de novia, esa idea funcionaría perfecto, y la perspectiva de tener a la familia reunida para el matrimonio era un alivio después de lo sucedido durante el asalto.

—Es una gran idea, me gusta. Mamá ¿Hablaste con mi hermana?
—Sí cariño, más de una vez. Dije que iría hoy en la tarde, pero insistió en que estaba bien y que no quería que fuera, pero creo que se estaba haciéndose la fuerte.

Rafael pensaba lo mismo, pero considerando que desde luego estaría cansada, y además que contaba con el apoyo de sus suegros, de momento no era de máxima urgencia que su madre viajara a la ciudad.

—No creo que sea tanto eso, es que tiene que retomar el orden de todo en la casa y Mañana ir al trabajo. Pero podrías pasar por acá mañana en la tarde.
—Oh, por supuesto que lo haré —repuso ella con energía—. Me prepararé para un viaje de visita, porque no quiero que mi niña se sienta presionada por mí en su casa.

Por un momento, Rafael se debatió ente decirle o no que él también la extrañaba y necesitaba, y a medio camino de ese conflicto se preguntó por qué estaba cuestionándose algo como eso; reconocer la fragilidad de la nostalgia no lo hacía débil.

—Yo mañana estaré en el trabajo desde temprano, pero podría hacer un espacio para verte, si es que más tarde vas a estar con poco tiempo por lo de la visita a mi hermana.
—¿No te traerá problemas en el trabajo ahora que te cambiaste de puesto?
—Para nada —replicó él—, además tengo que beneficiarme de algo de ser el encargado de la tienda ¿No lo crees?
—Está bien, entonces te llamo cuanto esté por allá ¿Bien?
—De acuerdo mamá. Te quiero.

Después de finalizar la llamada, se quedó pensado en lo que producía en él algo en apariencia tan frío como una comunicación telefónica, cuando era con alguien a quien amaba; si estaba cansado o tenía alguna clase de problema, todo remitía al establecer contacto, y aunque no se solucionara, en su interior sentía mucho más cerca la posibilidad de alcanzar la tranquilidad. Cuando sabía que alguien a quien amaba estaba en problemas, aquéllos eran suyos, y sentía la necesitad de conocer de qué se trataba, así como de hacer algo al respecto; eso era de lo que se trataba el sueño, de alguien a quien amaba, y de quién no quería separarse ¿Se trataba sólo de eso? No lo sabía con claridad, pero después de la conversación con Abigail había hecho algunas conjeturas, y llegó a la conclusión de que lo más probable era que su sensación fuera alguna clase de miedo al cambio o al futuro; de todos modos, se dijo que no había mucho más que pudiera hacer al respeto, y que la mejor opción era estar atento a cualquier cambio a su alrededor.

3


Entonces lo vio, tendido de espalda en el suelo, entre escombros calientes, entre humo, entre otras personas también heridas; vio con horror el uniforme amarillo, quemado, la pierna izquierda en una extraña e inhumana posición, la camisa hecha jirones, la piel fragmentada, el cuerpo apenas haciendo un leve movimiento. No, no podía estar pasando eso, tenía que ser una pesadilla, alguna cruel maquinación de su mente o una fuerza sobrenatural. Todo, el estruendo de hacía unos momentos, los gritos de las personas alrededor y lo que estaba viendo tenía que ser una pesadilla.

— ¡Ayuda! —gritó, mientras se arrodillaba junto a él— ¡Una ambulancia, ayuda por favor!

Nadie atendió a su grito. Ignorando el olor a piedra y metal quemado y el insoportable calor del lugar, se arrodilló junto a él, sin poder procesar del todo lo que estaba pasando; los sonidos a su alrededor eran como un coro demoníaco de voces que aunque no podía entender lo aterrorizaban por completo.

—Mírame —pensó con desesperación—, mírame por favor.

No le importó ver su rostro desfigurado por las quemaduras y cortes; era él, era el mismo de siempre, era la misma presencia que sentiría, aunque el mundo entero se opusiera. Eran los mismos ojos que serían la luz para los suyos en un universo lleno de tinieblas.
Balbuceó su nombre, demostrando que de alguna manera había logrado reconocer su voz; con extrema delicadeza tomó su rostro entre las manos, sintiendo tantas cosas a la vez. El poder de su amor, transmitido en la débil pronunciación de su nombre, y en su mirada, esa forma única de reconocerlo, que tantas veces lo hizo estremecer; y al mismo tiempo, el terror de verlo destrozado, sabiendo que sufría de un modo que no alcanzaba a comprender del todo. Quiso hablar y decir mil cosas, pero el horror tomó el primer lugar en sus labios.

—Estoy aquí, estoy aquí —murmuró con la garganta cerrada—. Sé fuerte, te voy a ayudar.

Había comenzado a sollozar sin darse cuenta; a través de sus ojos empañados lo miró fijo, luchando por no perder el contacto, como si supiera que mantener el lazo visual era la forma de retenerlo.

—Sólo sé fuerte.

Una voz, un entendimiento en su interior le dijo que eso era inútil, que no había algo que él o cualquier persona pudiera hacer para cambiarlo. Su lado lógico había entendido, al instante de ver esas terribles heridas, que era el fin del camino, pero le resultaba imposible aceptarlo; no podía ser, no podía permitir que sucediera. Tenía que salvarlo, tomaría su lugar en la muerte si era necesario, pero tenía que arrancarlo de esas invisibles garras que lo arrastraban.
Escuchó cómo pronunciaba su nombre ¿O sólo era el movimiento de sus labios? Con un estremecimiento entendió que, a pesar del infierno, se habían encontrado en cuerpo y alma, y que podrían comprenderse aún sin palabras.

—Estoy aquí, estoy aquí. Resiste por favor.

Había sollozado el ruego, intentando en su desesperación transmitirle confianza y esperanza, sonriendo entre sus lágrimas a pesar del dolor y el sufrimiento que lo traspasaban en esos momentos; en su mirada, sin embargo, vio un sentimiento que lo desarmó por completo: había alcanzado la comprensión de saber lo que iba a pasar, y de algún modo estaba en paz con eso. Ver esa aceptación al destino hizo que se sintiera más desesperado, porque no era justo tener que aceptar ese cruel destino cuando el de ellos debería haber sido ser felices.
El infierno se había desatado a su alrededor, consumiendo en sólo segundos todos sus sueños y esperanzas; en medio de los escombros ardientes, permaneció arrodillado sobre el suelo quemado, sosteniendo su rostro y luchando contra el tiempo y la muerte, rogando que su fuerza fuera capaz de retenerlo junto a él, o incluso a pesar de él. Aunque fuera un desafío a todas las leyes del universo, tenía que salvarlo, tenía que conseguir para él una segunda oportunidad.

Aún si tenía que atravesar la eternidad, lograría salvarlo.

Rafael abrió los ojos en medio de la madrugada. Estaba en su cama, durmiendo sobre el costado izquierdo, abrazándose así mismo, sintiendo una presión en el pecho que superaba cualquier dolor que hubiera experimentado alguna vez; su vista vagó por la oscuridad y trató de salir del sueño, pero el peso del dolor y la fuerza de aquello que estaba experimentando fueron superiores, y se sumió otra vez en las profundidades de un abismo de pasado contra el que no podía luchar.


Próximo capítulo: Cariño y preocupación

La traición de Adán Capítulo 14: Cosas elementales



Despuntó el alba de aquel Domingo y en el departamento estaban Eva y Adán, abrazados reposando en la cama. Realmente parecía perfecto todo lo que sucediera entre ellos, hacer el amor era una nueva experiencia a cada momento, en la que las caricias eran precisas y quemaban con el placer máximo para los dos; pero no solo el sexo era fantástico, también lo era el después, el quedarse abrazados, siendo mecidos por el compás de sus corazones, hablando con alguien a quien conocían tan poco tiempo, pero tanto en experiencias.

–Siento que pasamos muy poco tiempo juntos.
–Son cosas del trabajo –comentó ella en voz baja–, no podemos estar siempre juntos, además a veces no hace falta.
–Tienes razón.

Rieron, cómplices. Adán se incorporó hasta quedar sentado, Eva se cobijó en su regazo.

–Las cosas van muy rápido en la Constructora –comentó ella, sacudiéndose el cabello–, solo me preocupa el Boulevard.
–Creí que lo habías solucionado.

Eva frunció el ceño; esperaba poder dar un final limpio y rápido a esa historia, pero contra sus pronósticos, no fue así.

–Intenté convencer a Esteban de sacar a la encargada en terreno, pero me soltó un discurso sobre las jerarquías, y dijo que aunque yo sea su jefa no puedo decidir con quién él trabaja, según él esa mujer es perfecta para el puesto.
–Si ese hombre molesta tu trabajo, elimínalo.

Estaba segura de terminar haciéndolo, pero no iba despedirse de él sin antes dejar en claro que era ella quien tenía la última palabra.

–No tengo ningún argumento sólido para hacerlo.
–Pero igual es un inconveniente que no necesitas, eso es más que suficiente —comentó, mientras entrelazaban los dedos—. Si te deshaces de él tendrás cientos esperando por su puesto.
–He estado buscando a quien lo reemplace, pero primero debo respaldar los archivos de los proyectos.
– ¿Por qué, crees que los va a destruir?
–No soy su persona favorita, y si lo despido está en su derecho de sentirse ofendido y querer llevarse su trabajo para que nadie saque provecho de él. De todos modos, ya me estoy encargando de eso, tengo a una persona protegiendo la información más vital.
–Me alegro, así no tienes que preocuparte de detalles como ese; ya estoy preparando algo en qué desarrollar algunas ideas, quiero darle forma para contarte.

Se besaron apasionadamente; esa electricidad, la sensación de estar por completo en la otra persona era algo que no tenía precio.

–Sabía que te traías algo, cuéntame cuando lo tengas listo. ¿Y has sabido algo de la hija de tu artista?
–Nada, está haciendo vida común por lo que veo, pero necesito averiguar más sobre ella, aún me parece un peligro que esté rondándonos.
–Tienes razón. Adán, por lo que me has dicho, ella es un riesgo latente.


2


Micaela y Esteban estaban tomando desayuno en el departamento de ella, y aunque la chica se ofreció a encargar algo preparado, él había insistido en preparar unos huevos con carne que se suponía levantaban muertos; el concierto de Replicantes al que habían ido resultó intenso, justo la descarga de adrenalina que la joven necesitaba para sentirse más animada. Respiró el apetitoso aroma mientras servía café.

–Y al final, el concierto fue mucho mejor de lo que esperé, fue buena idea ir.
–Un logro más en mi lista, genial –dijo él desde la cocina.

Micaela terminó de poner la mesa mientras Esteban llegaba con los platos con la humeante preparación.

–Huele bien.
–Te lo dije, es la receta de un primo del campo, con esto me amarás más, si es posible.

Sirvió para ambos y se sentaron ante la mesa alta; Esteban era realmente un tipo muy agradable, y no se quedaba corto al decir que quería conseguir su amistad; lo estaba logrando a pasos agigantados. Ella probó un bocado, y se deleitó un momento con el sabor de la preparación; si bien, a simple vista parecían unos huevos revueltos con carne picada, al probar, comprobó que tenía algunos ingredientes extra, y un toque de sazón perfecto.

–Está buenísimo, tienes que darme el dato.
– ¿Estás loca? –rio él– la receta es secreta, mi primo me mataría si...

Se interrumpió al escuchar el sonido de su celular. Se puso de pie y lo sacó de su mochila, leyendo en él, con atención.

–Qué extraño.
– ¿Qué ocurre?
–No lo sé replicó, con el ceño fruncido—, mi servicio de correo me manda una notificación para confirmar que mantengo activa mi cuenta.
–Por eso no hay que dejar tiradas las cuentas de correo.
–No lo hice –respondió Esteban sentándose de nuevo–, es la que uso siempre. Seguro es alguna actualización por medidas de seguridad –se encogió de hombros, restando importancia al asunto—, después lo compruebo. A todo esto, tenemos que revisar el tema de los adhesivos para interiores que me dijiste.

Micaela hizo una exagerada mueca de frustración al escuchar esas palabras.

–Oh, pero seguro que puede ser después, es domingo y he dormido muy poco después del concierto.
–Claro –dijo él, sonriendo—, pero te digo para que me acuerdes.



Mientras tanto, la actividad no cesaba en el lujoso departamento de Bernarda Solar; estaba en la sala de sol disfrutando de un desayuno ligero, cuando la criada tocó a la puerta de cristal.

—Señora Bernarda, disculpe. El conserje llamó para avisar que la señorita con la que tiene cita viene subiendo.
—Perfecto, puntual como me gusta. Adela, recoge todo por favor.
–Ahora mismo.

La aludida, una muchacha delgada y joven que hacía servicios para ella, recogió de la mesa todo rastro del desayuno en pocos segundos, dejando en su reemplazo un florero de cristal azul, con un hermoso ramo de flores en él, desapareciendo de vista un momento después. Bernarda abrió la puerta y dejó pasar a su invitada, a una mujer de 23 años, de rasgos exóticos, morena, voluptuosa y de cabello negro, de aspecto sensual y atrevido. Era claramente de ascendencia extranjera, pero en ella había una mezcla que hacía imposible saber si tenía antepasados europeos, asiáticos, hindúes o caribeños, pues de todos ellos parecía tener al menos un rasgo, pero al mismo tiempo no era por completo ninguno; al mismo tiempo lucía como una modelo de ropa alternativa, y una sensual actriz o bailarina, esto último resaltado por una expresión corporal que era muy similar a la cadencia de una inexistente música. Sonrió de forma espléndida y saludó a su anfitriona con un delicado beso en cada mejilla.

–Qué gusto volver a verte, Bernarda.
–Lo mismo digo, Luna –respondió la dueña de casa, haciéndola pasar–, estas aún más encantadora de lo que te recordaba.

La morena entró en la sala del departamento, dando una rápida mirada a la decoración, que aprobó con una nueva sonrisa.

–Gracias, y tú, te ves divina, tan poderosa mujer. Qué hiciste ahora, ¿compraste algún centro comercial, una automotora?

Bernarda rio, y ambas se sentaron cómodamente en sillas altas en el balcón, a un costado de la sala de sol.

–Ya tengo una automotora. En realidad, esta vez te necesito para una temporada, así que primero tengo que saber si es que te puedes quedar un par de meses, al menos.
–Estoy libre –comentó la joven–, así que si me necesitas, te ayudo encantada, sabes que siempre estaré en deuda contigo.

La dueña abrió el mini bar y sirvió bebidas frías para las dos.

–Dentro de poco —explicó, con más seriedad—, comienzo un nuevo proyecto de exhibición, algo así como la galería Cielo pero llegando a un nuevo nivel, y quiero que tú seas la persona que consiga atraer a todo el público que sea posible, algo así como el rostro de la campaña. Eres la mujer perfecta para eso, así que lo único que necesitas es ser tan bella como solo tú sabes serlo.

Luna sonrió. Apreciaba los elogios casi tanto como los ceros, y con Bernarda ambas cosas siempre estaban relacionadas; la historia que las unía era fuerte, y aunque de una mujer como ella jamás se podía hablar de una amistad propiamente tal, la lealtad y el cumplimiento de objetivos a cambio de una buena suma de dinero era el perfecto equivalente. Además, Bernarda era generosa con quienes trabajaban como ella quería, y Luna tenía una gran capacidad de adaptación.

–Solo dime por dónde empezar.
–Todavía no. Por ahora te quedarás en uno de mis departamentos, te iré entregando la información que necesites, y cuando el tren empiece a avanzar, te llamaré.

La chica se dio un momento para beber del exquisito trago, mientras analizaba lo que había oído; eso quería decir que lo de captar público era relevaste, pero lo que de verdad tenía importancia era algo más, una situación o una persona a quien Bernarda estaba analizando, antes de decidir el ataque definitivo.

–Excelente, no tengo objeciones. Haremos un gran trabajo juntas, igual que en Inglaterra hace dos años.
–Será mejor Luna. Infinitamente mejor.

2


Esteban no trabajaba los días domingo, pero estaba frente al ordenador, cuando recordó su conversación con Micaela por la mañana, y por curiosidad ingresó a su cuenta de correo con la que trabajaba, para confirmar la información de seguridad rutinaria que esperaba. Entonces se quedó helado al ver que todas las carpetas de su correo habían desaparecido, y solo quedaban los no leídos en bandeja de entrada. Sintió que se le paralizaba el pulso, porque al ser corporativo, ahí tenía datos, informes y conversaciones importantes, no podía ser que simplemente desaparecieran de un día para otro.

–No puede ser –dijo en voz alta–, no están, los correos no están...

En ese momento de confusión, notó que el indicador de mayúsculas no estaba apagado. ¿Cómo podía haber entrado a su cuenta digitando la contraseña en mayúsculas si él mismo la había configurado para minúsculas? Al instante, una idea horrible apareció en su mente, y sin cerrar esa ventana abrió otra para la segunda cuenta que tenía. No pudo entrar.

–Oh... Dios...

Cerró la cuenta de correo, volvió a ingresar y comprobó con horror que realmente solo entraba la contraseña con mayúsculas; tomó el teléfono y llamó a Micaela.

–Dime que tienes una idea para la cena y me transporto allá —dijo ella, alegremente—. Salí a comprar algo así que estoy muy cerca de tu departamento.
–Tengo un problema grave –replicó él, saltándose los saludos–, alguien saboteó mi correo, perdí toda la información.

Cinco minutos después ella ya estaba en el departamento, tratando de poner paños fríos a la escena que tenía angustiado a su nuevo amigo.

–Tengo datos muy importantes ahí, no sé cómo es que pudo pasar esto...

Esteban estaba pálido, y aún desconcertado por lo que estaba sucediendo.

– ¿Y tenías respaldado algo?
–Los proyectos terminados —replicó, ido—, o lo que haya reenviado, supongo que es posible, pero hay cosas que no... Oh, por todos los cielos...
– ¿Qué?
–La remodelación –respondió con preocupación, mirándola con ojos muy abiertos por la preocupación–, los planos de la remodelación estaban ahí.
–No te preocupes por eso, me los enviaste así que...

Pero ella misma se quedó callada ante la duda que de repente surgió en su mente; parecía imposible, pero hizo una conexión que no se le había ocurrido antes, y para despejar esa incógnita, ingresó a su cuenta propia; la contraseña también había cambiado.

–Maldita sea –protestó él–, esto es sabotaje, es sabotaje, quieren arruinarme.

Pero la joven estaba entrando en otra cuenta.

–Tranquilízate. Mira, tengo todos los correos que me enviaste en esta otra cuenta.
– ¿Qué? ¿Pero cómo lo...?

Desde que ocurrió todo lo relacionado con Pilar, Micaela había tomado una serie de medidas de protección, llevada por una paranoia casi incontrolable.

–Tengo siempre la precaución –respondió ella, evadiendo las verdaderas razones–, esta otra cuenta no está a mi nombre, así que sería difícil que alguien acceda de la misma forma que a la oficial; pero lo que acabas de decir tiene mucho sentido, están saboteando el proyecto.

La imagen de Eva San Román pasó por su mente mientras descargaba todos los archivos adjuntos, pero aunque no se agradaban mutuamente y su contacto había sido más bien rudo, no tenía ningún motivo para llegar hasta ese nivel.

–Fue Eva.
– ¿Que estás diciendo?
–Fue Eva, esto es obra suya –replico él, con voz lúgubre–, quiere sacarme del proyecto, y como no tiene argumentos, está tratando de hacer cosas adicionales.
–Eso es ridículo –dijo Micaela–, ella es la responsable legal del proyecto, si no te quiere ahí, simplemente te despide.

Esteban no le había dicho de la escena en que Eva le exigía sacarla del trabajo, y no se lo diría tampoco, aunque sabía muy bien que si él mismo era despedido, los días de Micaela estaban contados en la constructora. Toda la sorpresa y agrado que experimentó al ver a la nueva ejecutiva se desvaneció cuando comprendió que ella estaba tratando de manipularlo con palabras elegantes y muy bien usadas; si bien no estaba usando la clásica estrategia de la sensualidad, lo que hacía era lo mismo, pero de un modo mucho más sofisticado, y él detestaba que trataran de controlar sus decisiones, de modo que llevó la conversación a un frío término.

–Tenemos que resguardar toda la información y cambiar las contraseñas, y mañana tendremos montañas de trabajo, pero no vamos a denunciar esto.
– ¿Y por qué no?
–Porque denunciar —respondió él, con determinación—, es poner sobre aviso al que lo hizo. Lo que te estoy proponiendo es que sigamos trabajando como si nada de esto hubiera pasado.

Micaela lo miró, sorprendida por su actitud. En un instante había recuperado la calma, y estaba decidido a no dejarse vencer con facilidad.

— Entiendo dónde quieres llegar, pero también es peligroso.
–Sí, pero le quitamos importancia, le hacemos creer que no nos hizo daño, se va a confiar. Y cuando las personas se confían, cometen errores.

Micaela lo miró con el ceño fruncido.

–Puede ser, pero También puede que decida ir mucho más allá, y trate de meterse con nuestras cuentas de banco y los impuestos, eso lo leí en un libro.
–Que se haya metido con nuestras cuentas de correo no significa necesariamente que sea un hacker profesional, Tal vez es sólo alguien con cierta experiencia; pero tu sugerencia es buena, quizás debamos prevenir eso también, por las dudas. Tengo un primo que tiene un amigo que es informático, lo llamo ahora mismo, y él sabrá como rastrear al que nos está perjudicando.

3


Adán estaba disfrutando de unos momentos de tranquilidad en su departamento, y evaluaba lo que iba a pasar desde el lunes en adelante: ya tenía firmado el preacuerdo con Bernarda Solar por una cifra sumamente atractiva, y comenzaría a trabajar con ella tan pronto como terminara con Carmen, aunque al respecto de la fecha en que eso sucedería, tenía algunas dudas, porque ella seguía encerrada pintando. Bernarda no había querido adelantar más acerca de cuál era exactamente el proyecto para el que lo tenía considerado, pero tras revisar la información legal relacionada con ella, podía esperar un cargo importante, o estar a la cabeza de algo nuevo, lo que por un lado explicaría su insistencia en contratarlo, y por otro, aseguraba un futuro luminoso.
De pronto, sentía urgencia por ver el segundo cuadro terminado, por ver renacer aquel efecto mágico frente a sus ojos, pero en su mente permanecía la duda sobre el desarrollo de la obra, porque nadie le podía asegurar que la pintora realmente pudiera recrear el efecto, y no era Carmen la autora completa de esa maravilla; desde la lógica, entendía la desesperación de la artista al ver destruido el segundo cuadro, y a la vez, sabía que toda esa historia del amante del pasado era una influencia adicional al panorama, una de la que no sabía si lograría efectos positivos o negativos.
No, era absurdo, lo haría, y cuando ya no lo necesitara, estaría lista para emprender vuelo hacia su nuevo proyecto, lo que lo dejaría libre para entrar de lleno en su nueva ocupación y conseguir gran parte de sus objetivos a corto plazo, es decir dinero, una buena posición y contactos, todo junto a la importante empresaria Bernarda Solar y su red de negocios; había estado investigando un poco, y ella no solo era la dueña de la Galería Cielo, también lo era de una automotora, una cadena de cafés temáticos, un par de edificios y una productora, todo eso sin contar las acciones. Sabía que usando bien sus cartas tendría a su favor el siguiente escalón en su ascenso, no había motivos para preocuparse.
Hasta que cayó en un detalle que había pasado por alto en su departamento, quizás porque aún estaba embelesado con el aroma de Eva, o porque no estaba pasando mucho por el departamento, pero sí había algo distinto. Miró en derredor y lo descubrió, un pequeño sobre blanco a pocos centímetros de la puerta, seguro había pasado sobre él sin notarlo, pero no admitían vendedores ni publicidad en el edificio, lo que hacía extraña su presencia; tomó el sobre, con el ceño fruncido, y extrajo una tarjeta con una sola frase escrita en imprenta, con letras negras. El texto era escaso, aunque poderoso por su significado.

«Dejaste un cabo suelto. Ya sé quién eres»


Próximo capítulo: Confusión