Contracorazón Capítulo 11: Un día de descanso



Rafael había decidido dormir hasta más tarde el último domingo del mes, pero poco después de las ocho de la mañana, alguien tocaba el timbre en su departamento.

—Rayos.

Balbuceó una maldición mientras intentaba encontrar el móvil en el velador; sintió que tenía demasiado sueño, aunque eran las ocho y diez de la mañana, y se debatió largos segundos entre ignorar al visitante y salir a ver qué podía estar sucediendo.
Insistieron en tocar.

— ¡Ya voy! —gritó con hartazgo.

Se cubrió la cabeza con las sábanas y esperó a que el timbre no volviera a sonar, pero lo hizo; resignado, salió de la cama y se puso unos pantaloncillos, caminando hacia la puerta sin poder quitarse el sueño.

—Ya voy.

Se dijo que si era una tontería iba a estar de mal humor toda la mañana; tratando de calmarse, abrió la puerta sin haber visto antes por la mirilla, y se quedó de una pieza al ver de quien se trataba.

— ¿Papá?

El hombre lo miraba con una expresión calmada, con una media sonrisa, pero el ceño un poco fruncido.

—Hola, hijo.

La casa de sus padres no estaba en la ciudad, y ellos salían de su zona muy pocas veces; no eran citadinos, y vivían a un ritmo distinto del resto del mundo.

—Pero ¿Cómo? ¿Qué?
— ¿Me vas a dejar pasar o no? —exclamó el hombre—, estas cosas pesan un poco.

Aún sin salir de su asombro, Rafael se movió un paso, permitiendo que el hombre entrara; su padre era un poco más bajo que él, de contextura fuerte, ancho de espalda, firme y saludable a sus sesenta años. El cabello cano muy bien arreglado y los ojos color castaña le daban un aspecto un tanto serio, aunque se trataba de alguien con un muy buen sentido del humor; obedeciendo a una de sus costumbres, se dio el tiempo de dejar las cosas que traía consigo en la mesita de centro antes de contestar cualquier pregunta. Rafael revoleó los ojos y cerró la puerta.

—Bien ¿Qué me decías?
—Papá ¿Qué haces aquí? No es que me moleste, pero no me avisaste ¿Mamá no vino contigo? ¿Todo está bien?

Su padre le dedicó una mirada entre divertida y condescendiente.

—Sí, hijo, todo está bien.
—Pero no me avisaste que venías —recalcó el joven.
—Si, bueno —hizo una mueca divertida—, lo que ocurre es que hoy antes de salir le mandé un mensaje a Magdalena, pero olvidé enviarte uno.

Rafael lo miró con los ojos muy abiertos y las cejas levantadas.

— ¿Lo olvidaste? Papá, sólo tienes dos hijos ¿y olvidaste a uno de los dos?
—Dicho así suena muy feo —el hombre mayor extendió los brazos—, mejor ven acá y saluda a tu padre.
—Me voy a vestir.
—No seas ridículo —lo corrigió su progenitor—, te cambié los pañales, no me voy a poner quisquilloso ahora porque estás en calzoncillos; además aquí hace bastante calor. Ven acá.

Tomó su cara con ambas manos, le dio un sonoro beso en la mejilla, y luego le dio un abrazo apretado, que Rafael devolvió de la misma forma; por un momento se sintió igual que cuando era un niño, en una época donde el abrazo de mamá o papá eran el fin de todos los problemas, y el principio de cualquier cosa mejor.

—Qué bueno verte, papá.
—Yo también me alegro, hijo.

Se sentó en el sofá, aflojando un poco el botón del cuello de la camisa.

—Vine a la ciudad porque tenía que comprar unas cosas: encontré en la internet una tienda que vende insumos para jardinería, y como eran buenos precios, hicimos el acuerdo.
—Te las estás arreglando bien con internet.
—Es mucho más fácil —declaró su padre—, estamos más acostumbrados.

Pasando por alto que no le había avisado de su visita, era una grata sorpresa tenerlo ahí.

— ¿Tomaste desayuno?
—Por supuesto, antes de salir —replicó su padre.
— ¿Quieres un café o algo?
—Podría ser un café, no estaría mal.

El joven se puso de pie resueltamente.

—Papá, me estoy levantando recién ¿Te parece si pones a calentar el agua mientras me ordeno un poco?
—Está bien, sólo dime dónde están las cosas en tu departamento.

Rafael le dio las indicaciones a su padre y fue al baño a refrescarse, y se quedó en pantalones cortos y una remera. Para cuando volvió a la sala, se encontró con que su padre ya estaba ubicado frente al televisor, divirtiéndose con el mando a distancia.

—No es igual que el control de mi tele —reflexionó, oprimiendo algunos botones—, pero ya entendí, aquí va subiendo.
—Sí, es más o menos así.
— ¿No tienes contratado el canal del deporte?
—El especial no, no me gusta el futbol —le recordó—, pero el canal de deportes regular está dentro del plan.

Fue a la cocina y sirvió café para ambos, con sólo una de azúcar para su progenitor y dos para él; sacó algo de pan y mermelada, omitiendo el queso para no invitar a las quejas por consumir “alimentos plásticos” y no naturales. Había pensado en decirle que se sentara con él en la mesa de la cocina, pero dado que ya estaba concentrado en la televisión, decidió reacomodar las compras de su padre y poner lo del desayuno en la mesita, sentándose junto a él.

—Espero que no me ignores por estar viendo el fútbol.
—No, además no están pasando partidos de la liga europea —replicó su padre—. ¿Cómo va todo?

Rafael le contó sobre el ascenso en el trabajo y los cambios que eso le traería, aunque omitió los problemas con su antiguo jefe y un compañero para no revivir esa mala experiencia.

—Entonces te vas a cambiar de aquí.
—Sí, eso quiero —dio un mordisco al pan y tragó rápido—, quiero un departamento un poco más grande.
—Y con aire acondicionado —observó el mayor—, aquí hace mucho calor.
—Y en el invierno hace frío —comentó, asintiendo—, supongo que estoy un poco acostumbrado ya, pero si tendré el dinero, quiero algo mejor.

Su padre le dedicó una mirada seria.

— ¿Vas a volver a arrendar un departamento como cuando estabas de novio con ese muchacho?

Había reprimido el tono, pero de todos modos se notaba su molestia al respecto. Cuando Rafael terminó con Arturo, fue imposible ocultar el hecho porque tenía que decirles de su cambio de domicilio, pero intentó maquillar su estado de ánimo cuando sus padres le exigieron que los fuera a ver para comprobar que seguía vivo; su madre lo consoló y procuró apoyarlo en todo, pero fue su padre quien más se enfadó con el asunto. Consideraba una ofensa la actitud de Arturo y nunca lo había perdonado por eso.

—No, esta vez quiero algo propio, estuve ahornando para eso —explicó, con cautela—, quiero un buen departamento, no muy lejos de aquí, un poco más grande.
—Si necesitas un aval, aquí estamos.
—Gracias papá —le sonrió—, lo que estoy pensando es buscar una buena alternativa y hacer los primeros pagos para empezar, según mis cálculos con el aumento de sueldo podría cambiarme en febrero.
—Te queda muy poco tiempo entonces —observó su padre— ¿Te sientes contento con tu nuevo trabajo?
—Sí, estoy muy contento, siento que las cosas van a salir bien con este cambio; además me gusta mi trabajo, quiero demostrar que se puede ser el encargado de la tienda, pero no tomar distancia del público ni de mis compañeros de trabajo.

Su padre lo miró con cariño.

—Siempre eres tan idealista.
— ¿Por qué lo dices? —preguntó Rafael.
—Porque quieres conseguir cosas que son muy difíciles, o que la mayoría de la gente no hace.

En eso tenía bastante razón, pero Rafael sintió ganas de debatir un poco al respecto; independiente de ser un adulto, quería disponer de un consejo o una opinión de su padre para mantener el horizonte amplio.

— ¿Crees que no se puede ser un buen jefe y trabajar junto con la gente?
—Usualmente las personas no son así —reflexionó su padre.
—Pero tú me has contado de un jefe que era una muy buena persona contigo y tus compañeros —apuntó el joven.
—Esos eran otros tiempos, ustedes ni siquiera habían nacido; el mundo actualmente es mucho más de competencia, de tratar de estar por sobre los demás. Pero no digo que esté mal —aclaró—, es tu forma de ser, no vas a cambiar, sólo digo que sería bueno que tengas cuidado, porque puede que tú tengas las mejores intenciones, pero los demás no. No te confíes demasiado.

Aunque no se trataba de eso de un modo concreto, las palabras de su padre tenían mucho sentido con el conflicto que había ocurrido algún tiempo atrás en su trabajo; seguramente no habría podido evitar que sucediera, pero con algo más de atención, al menos no se habría llevado una sorpresa tan grande.

—Gracias por eso. ¿Cómo está mamá?
—Bien, ahora no habría venido, aunque esto estuviese planeado desde antes, porque está muy ocupada con su nuevo proyecto.

Su madre había jubilado un par de años atrás, pero eso no significó que dejara de estar ocupada; Rafael la recordaba de siempre yendo de un lado a otro, y en la comunidad era conocida por saber de manualidades, primeros auxilios, arte, moda y muchas otras cosas.

—Cuando hablamos no me dijo nada —observó el más joven— ¿Qué está haciendo ahora?
—Dando clases para que aprendan a hacer esas cosas redondas ¿Cómo se llaman? Mandalas, eso es. Ya tiene un grupo de estudiantes, y no lo hace gratis, lo está haciendo como un servicio prestado a la municipalidad.
—Eso es fantástico, de verdad.

Después de terminar el café, Rafael retiró lo del desayuno y volvió a sentarse con su padre; el hombre le dedicó una mirada curiosa.

— ¿Y?
— ¿Y qué? —preguntó el hijo a su vez.
— ¿Hay novio nuevo?

El moreno miró al techo, sonriendo; se le hizo muy gracioso que muchos hombres y mujeres pagarían por ver esa clase de interés de su padre, mientras que a él se le hacia un poco bochornoso.

—No papá, no hay novio.
— ¿Por qué no?

El hijo cambió de lugar y se sentó junto a él, mirándolo con cariño.

—Porque no ha aparecido; también por que estoy muy ocupado, antes hacía turnos extra, luego vino lo del cambio de trabajo, he tenido poco lugar para salir y esas cosas.
—Pero ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien, todo está bien.
— ¿Y has salido a divertirte? —agregó, con una evidente sonrisa maliciosa— Ya sabes, nada serio, pero eres joven y fuerte, no te vas a quedar así nada más.

Rafael soltó una risa nerviosa; llegar a escuchar a su padre preguntarle si tenía aventuras o no era un regalo del destino.

—Últimamente no —repuso, sintiéndose algo avergonzado—, también he estado ocupado para eso.
— ¿Todo está funcionando bien? —preguntó con una ceja levantada.
— ¡Papá!
—Vamos, es una pregunta de padre, estoy preocupado por tu salud.
—Está bien, está bien —concedió Rafael—, te aseguro que todo mi cuerpo funciona bien, en serio.
—Deberías salir más.

Eso era un gran consejo, y el joven supo interpretarlo así.

—Lo voy a hacer papá, gracias por preocuparte tanto por mí.
—Es lo mínimo que tiene que hacer un padre —reflexionó el hombre mayor—, además, si es de estos temas es mejor que lo hablemos cuando estamos solos, porque tu madre saldría con que el amor y todo eso —y agregó con picardía en los ojos—, y yo digo que eso está muy bien, pero mientras encuentras el amor, nada impide que salgas a divertirte ¿No es así?

Rafael miró la honesta expresión de su padre y recordó cómo él le contó en más de una ocasión la forma en que conocer a su madre había cambiado su vida por completo; decía que su horizonte era muy estrecho, y que desde que la conoció se había ampliado por completo. Tener la posibilidad de vivir esos momentos lo hacía muy afortunado.

—Tienes razón, me estás dando un gran consejo; lo voy a tomar en cuenta y bueno, tengo que decir que la próxima semana voy a salir a un bar con un amigo, así que es un avance.
— ¡Muy bien! —celebró su padre— Me gusta esa actitud; además, ahora que tienes un cargo puedes hacerlo con más comodidad porque hay más presupuesto.
—Es cierto. ¿Te quedas a almorzar?
—No, hijo, tengo que estar en el terminal de autobús a mediodía, y antes de eso tengo que pasar donde Magdalena y comprar unas cosas más.

Apagó el televisor y se puso de pie con decisión.

—Así que creo que lo mejor es que me prepare para salir ya.
— ¿Te importa si te acompaño? —preguntó Rafael, poniéndose también de pie.
—Cómo crees, es tu día de descanso.
—Pero quiero hacerlo.

Su progenitor se debatió un instante entre una escena y otra; al final llegó a una conclusión.

—Mira, más de las nueve, estaré en una hora en casa de tu hermana, no tiene sentido sacarte de tu casa para eso. Sólo promete que cuanto puedas irás a vernos por un fin de semana completo.
—Te lo prometo.

La sorpresiva visita de su padre había hecho un gran efecto en Rafael; después que se despidieron, se quedó con una sensación agradable, como si su compañía fuera la confirmación de que las cosas estaban comenzando a ir mejor, y que seguirían así en el futuro.
A veces extrañaba la vida en la casa paterna: mamá llegando del trabajo a ocuparse de algo, papá tratando de ver el futbol cada que pudiera, el olor de la cena por la tarde, preparada a medios por ambos, o con participación de todos; los fines de semana de aseo y películas, las tardes de domingo de conversar en familia y los días festivos de no programar alarmas para dormir hasta tarde. Pero su vida estaba en la ciudad y con los proyectos que tenía, por lo que su decisión de ir a vivir solo era la más sensata; con el tiempo lo había comprobado, y ver a sus padres cada cierto tiempo siempre era una buena noticia.
Se quedó sentado frente al televisor apagado, pensando en todas esas cosas.

2


Faltaba tan poco para que las cosas cambiaran para ellos.
Había estado muy nervioso durante toda la jornada anterior, y esa mañana era mucho más; intentaba decirse que todo estaría bien, pero en el fondo, sentía como si esa decisión fuera un punto de riesgo en vez de lo contrario. Sabía que no era por ellos, sino por el mundo que constantemente los amenazaba alrededor, como si a cada momento los ojos y los oídos de todos se intentaran colar por las rendijas.
A veces tenía miedo.
Cuando era más joven, sus padres comentaban acerca de un caso sucedido a un vecino del lugar, que había caído en desgracia por esa causa; él sólo lo recordaba como un señor bastante callado y poco sociable, pero ¿Cómo no sentirse lejos de la sociedad, si de la noche a la mañana la sociedad se convertía en un enemigo visible y al mismo tiempo imposible de identificar?
Lo que menos quería en la vida era ser responsable de causarle algún tipo de sufrimiento; luchaba por estar siempre atento a todo, dispuesto a evitar que quedaran en la línea de peligro.
Todo era gritos y confusión ¿Qué era ese terrible dolor en su interior? Olor a azufre, un calor más allá de lo humano, y la sensación de una angustia que jamás se iría. No, no podía ser, no podía permitir que sucediera ¿Por qué estaba sucediendo eso? Era injusto que tuvieran que pasar por algo así, que quedaran atrapados entre el dolor y el sufrimiento, sin tener oportunidad de escapar; todo lo que había intentado se estaba desmoronando, y poco a poco las cenizas cubrían su cuerpo, como un manto silencioso y gris. El frio lo había cubierto por completo, ya no podía luchar, sólo aferrarse a lo único que le quedaba, el deseo absoluto de no perderlo.

Rafael despertó de pronto, sobresaltado.
El sueño de la mañana le había jugado una mala pasada, y tras la visita de su padre, se había quedado dormido sin darse cuenta; bostezó y se estiró, un poco atontado por la sorpresa. Pero recordaba muy bien que había estado soñando, aunque extrañamente no podía alcanzar los recuerdos específicos; se quedó pensando en esto, y tras unos largos momentos comprendió que ya había sentido algo así antes.

—Qué sueño tan raro.

Se puso de pie y fue a la cocina a tomar un poco de gaseosa; en su interior subsistía esa sensación de angustia, algo como un dolor que era antiguo, conocido, pero que a la vez no sabía qué era. En otra ocasión, no muchos días atrás, experimentó algo parecido ¿Cuándo fue? Hizo un esfuerzo por recordar, pero sólo sabía que se trataba de algo que le pasó con anterioridad, nada más.
Decidió dejar ese tema de lado al no poder descifrarlo, y se ocupó en hacer aseo y ordenar un poco; tal vez más tarde viera una película.
De pronto notó que llevaba un rato bastante largo en esa dinámica, que se volvió obsesiva sin percibirlo; limpió a fondo los muebles de la cocina, cambió cosas de lugar, y tuvo que detenerse al ver que estaba actuando como un maniático ¿Qué le estaba pasando? Se sentó ante la mesa vacía de la cocina, y en silencio intentó entender lo que sucedía, y entonces recordó que en dos ocasiones había sentido algo parecido: la primera fue cuando Martin y él se dieron un abrazo cuando celebraban sus nuevos planes, y la segunda cuando hablaba con él por teléfono. Entonces sólo había sido coincidencia, porque ahora ni siquiera habían hablado por mensaje; se suponía que debía haber pasado todo el estrés de las situaciones que ocurrieron en el trabajo ¿Por qué persistía ese sentimiento, y por qué era en momentos espaciados? No era como ningún estado en el que se hubiera sentido antes, porque no se trataba de una sola sensación, era como una amalgama con distintas facetas: la primera vez fue una mezcla de emoción y dolor, la segunda era angustia, y la más reciente era dolor y miedo.
Lo que más le llamaba la atención de todo eso era experimentar ese algo inexplicable que le decía que eso ya era conocido, que no era algo ajeno; como si se tratara de una conexión que no podía identificar, pero seguía en el mismo sitio, jalando hacia ese punto. Si recordaba un momento triste de su vida, era capaz de evocar sensaciones muy similares, lo mismo con emociones más alegres; sonreía de forma casi espontánea al regresar a un bello momento, y sabia que se debía a estar reviviendo algo con lo que tenía una conexión.
¿Cómo podía, entonces, sentir que había una conexión con algo, pero no saber de qué se trataba?
Se preguntó si estaría pasando por alguna clase de crisis de la edad, pero lo descartó de inmediato: la edad para él era irrelevante, e incluso en ocasiones se sentía de edades diferentes a la que tenia, dependiendo de cada caso. A veces se sentía como si perteneciera a otra época, cuando se decía que debía ser precavido y cuidadoso, o le costaba hablar de conquistas y romances; en otras, se sentía muy joven como para no asumir un desafío, y se sorprendía de ver chicos de cinco o seis años menos con temor o falta de energía para iniciar algún proyecto.
No, no era un tema de la edad, era otra cosa, pero le resultaba imposible adivinar qué. De todos modos, se dijo, debía tener alguna explicación, y si no era por cercanía con Martin, de seguro tenía otra causa, pero se negaba a creer que algo tan fuerte no tuviera motivo alguno.

—No es un recuerdo —se repitió en voz alta—, pero significa algo, tiene que ser algo.

De algo estuvo seguro: la incógnita le producía angustia, y tendría que controlarla o eso iba a arruinarle el día. Procuraría estar ocupado, ya fuera con deberes o haciendo algo que fuera divertido, pero no quería angustiarse por algo que no tenía solución de momento.


Próximo capitulo: Planes interrumpidos





Las divas no van al infierno Capítulo 09: Mujer peligrosa

Disfruta este capítulo al ritmo y la letra de esta canción: Dangerous woman


Ese día Fernando estaba en su departamento con un grupo de amigos de ambos, esperando el inicio del programa; por un momento sintió ganas de reír de lo que estaba sucediendo, porque Márgara se había encargado de decirle a todo el mundo durante la pasada semana que iba a estar en ese programa, pero llegados a ese momento, sentía que él era quien menos sabía de la participación de su novia en el concurso. Ella hablaba todo el tiempo de ese asunto, pero los detalles de la formación y el formato del concurso palidecían ante todo lo que tenía que contarle sobre ella misma; la reunión de esa noche había sido organizada por ella, desde luego, para que su grupo de amistades estuviera reunido, admirándola.

—Por fin va a empezar —comentó una de sus amigas.

Hasta el momento la charla había sido distendida, tocando solo de forma tangencial el programa cuando alguien veía material de ella en las redes sociales; a Fernando le había parecido que su novia estaba demasiado relajada en las fotografías dentro de ese set de televisión, pero pensó que quizás sólo era una idea suya.
Y entonces la vio.
Después de la pantalla negra, la cámara enfocó a todas las chicas, y la vista la encontró de inmediato: lucía un vestido básico negro, con stilettos a juego, y el abundante cabello recogido en un moño. Lucía tan hermosa y feliz que a Fernando se le olvidó el cansancio del trabajo y la sensación de estar en segundo plano durante todo ese tiempo; verla comenzar a cumplir un sueño como ese era su sueño también, y lo hacía muy feliz poder estar con ella en ese momento tan importante, aunque fuera en espíritu.

—Buenas noches, nos vemos de nuevo —exclamó un exultante Aaron Love en el centro mismo del escenario—, espero que hayan estado muy atentos a nuestras redes sociales durante la tarde, porque ahora mismo vamos a comenzar con la carrera para convertirse en la nueva estrella del espectáculo nacional.

La pantalla se fue a negro, y en pocos segundos se delineó en color rosa neón el título del programa, acompañado de la forma de unos zapatos de tacón alto. Después de un silencio de un segundo, la cámara mostró otra vez al conductor del programa, de pie en medio del público, cuyo aplauso llenó los altavoces.

—Esto es emocionante ¿Saben la energía que se siente en este estudio? Todo está listo, y nuestros asistentes están ansiosos por ver a las chicas, que ya están preparadas, concentradas y muy tranquilas para comenzar.

2


— ¡No puedo, no puedo hacerlo!
— ¡Cálmate, estás histérica!

Vicenta había tomado asiento en un costado del área de trabajo, y en ese momento estaba presenciando el primer ataque de pánico escénico entre las chicas; al fin, después de casi tres horas de correr, armar, dar instrucciones y prepararse, las jóvenes se daban cuenta de que presentarse en un escenario, en vivo y sin el sustento de un equipo de producción trabajando por ellas era muy fuerte. Estela sollozaba frente a su espejo, mientras Carla trataba de calmarla.

—Señoritas —anunció Sandra—, quedan dos minutos para que se presenten, ahora es el momento.

Márgara estaba muy tranquila en ese momento, porque todo estaba saliendo según el plan; tenía preparada su presentación, los bailarines habían recibido sus cuidadosas instrucciones y ella estaba lista para la cámara. Se puso de pie, verificó que la sombra de ojos no tuviera defecto alguno y caminó hacia la puerta que conducía al escenario.

—Estoy lista.

Había procurado en todo momento sonar confiada y amable con todos; era muy importante que, si tomaban una foto o captura de video de ella en el proceso de preparación, se viera segura y decidida, pero nunca como una líder negativa.

Lisandra estaba cansada de estar fingiendo que todo iba bien, pero estaba determinada a no dejar que los nervios la aplastaran; durante las últimas tres horas había hecho y rehecho sus planes en base a nada, sin tener claro en ningún momento si todo tenía sentido o no. Llevaba una capa negra que cubría todo su cuerpo, y se repetía una y otra vez que iba a resultar, que cuando estuviera en el escenario y escuchara la música sentiría que todo encajaba, como un rompecabezas.

—Si lo necesitas, usa este labial —le decía Charlene a otra de las competidoras.
—Gracias.
—No es nada —respondió con modestia.

La rubia había escogido un atuendo muy de los años dos mil para comenzar, y estaba segura de que funcionaría a las mil maravillas, porque el estilo de veinte años atrás estaba poniéndose de moda en todas partes; por supuesto, mantuvo la actitud perfecta de lucir como la participante ideal y amigable, no como esas tontas que estaban comenzando a chillar. Ella iba a ser la protagonista indiscutida de esa noche.

—Demos la bienvenida a nuestras veinticuatro aspirantes al cetro de reina del programa —estaba diciendo Aaron Love—, todas están felices de estar aquí, conózcanlas y comiencen a decidir cuál es su preferida. Recuerden que pueden votar por su candidata usando el hashtag del programa, que está en pantalla, agregando el hashtag de la elegida; sólo puedes votar por una en cada post ¡No lo olvides!

Nubia tenía el corazón a mil en ese momento; entró en el escenario sintiendo las piernas débiles sobre los tacones, pero se obligó a permanecer firme, sonreír y caminar hasta pararse junto a las demás ¿Había mucha luz o la zona del público estaba demasiado oscura? Sólo podía ver al conductor del programa a su derecha, hablando con intensidad, y percibía vagamente las cámaras, aunque no sabía con exactitud si mirar a una o no. Se acordó de las luces de color rojo como seña de que esa cámara estaba operativa, y trató de identificarlas, pero no podía ¿le estaba dando un ataque de pánico? Sosteniendo la sonrisa y una mirada fija al frente, recordó respirar profundo y pausado, y se repitió que eso no iba a derrotarla, que ella podía demostrar todo de lo que era capaz.

Valeria estaba en la cima del mundo en ese momento; todo lo que había luchado, el esfuerzo por hacer desaparecer cualquier incongruencia de su historial de vida y no cometer error alguno estaba al fin dando resultado. Había decidido empezar por algo que le diera confianza, y para ello optó por un vestido largo color magenta, con tacones a juego y el cabello con un estilo osado, peinado hacia la izquierda y entrelazado con cintas blancas muy largas; esa noche su cabello la iba a ayudar a ganar.

El público aplaudió cuando al fin las veinticuatro estuvieron presentes en el escenario, y Aaron dio el pase preciso para que se iluminara el mesón en donde los maestros estaban sentados, dominando la escena y estando listos para dar su opinión.

—Queremos dar las gracias a nuestros fabulosos maestros —exclamó el conductor—, ellos son Vicenta Menares, Jaim Marsh, Marcos Canalle, Ana María y nuestra querida Milena; ellos le han estado enseñando actitud, desfile en tacones, arte, actuación y baile, y ahora están aquí para dar su opinión profesional acerca del desempeño de nuestras participantes.

Los cinco maestros fueron enfocados, y cada uno hizo un breve saludo a la cámara; acto seguido la imagen se trasladó al público, en donde las personas enseñaron sus teléfonos móviles.

—Nuestro público en el estudio también votará, al igual que ustedes, pero la votación de ellos será un poco distinta; a través de sus móviles y con un hashtag especial para los asistentes, ellos van a elegir a la chica que hizo la presentación más divertida, y la ganadora tendrá un premio muy especial: cuatro minutos extra para presentar una idea nueva, improvisada y válida para puntaje que la ayudará a salir de la zona de eliminación la próxima semana.
Por ahora, vamos a conocer un poco de las chicas que están en ese escenario, acompáñenme en un divertido desfile de pasarela.

Mientras las chicas desfilaban por el escenario enseñando su mejor sonrisa y atuendos, Kevin y Sandra estaban en la sala de dirección, en donde Abel, el director de cámaras, daba instrucciones sin cesar a los camarógrafos. Haciendo uso de una larga experiencia, el hombre casi se adelantaba a los movimientos de las chicas, ordenando distintos ángulos según cada una de ellas; sabía muy bien que un cambio de cámara podía hacer que la persona luciera por completo diferente.

—Sigue así, dales tiempo.

Abel asintió sin contestar, y siguió dando órdenes a diestra y siniestra; en tanto, Sandra estaba viento en una tablet las métricas de las redes sociales.

—Estamos en el top cincuenta en el área local, ochenta a nivel país; considerando que van diez minutos de programa, no está mal.
—Abel, avisa que la primera en salir es Márgara, luego Charlene, después Alma, Sussy y Marina —dijo Kevin casi al mismo tiempo.

Entonces no era ninguna de ellas, o era la primera; la productora ya sabía que habría una lucha secreta entre ellos durante todo el programa, ya que él tenía planes propios que incluían ser el único en saber quién era la primera eliminada, y ella estaba dispuesta a todo con tal de conseguir que la ganadora del programa fuera decidida por su voluntad, no la de él. Pero Kevin era listo, sabría cómo ocultar sus deseos muy bien, de modo que tendría que estar atenta a cualquier mínimo detalle que delatara a la primera eliminada antes de la emisión del viernes de la semana próxima.

3


Cuando Márgara supo que sería la primera en salir al escenario, vio en ello la mano de la providencia, una señal de que todo iba a resultar como lo esperaba; se reunió brevemente con sus bailarines, les dijo unas palabras motivacionales, y se dirigió al escenario para hacer la primera de muchas presentaciones.

Saxofón, algo de vapor en el escenario, luces púrpura y blancas, y acordes con toques de jazz de fondo; las puertas se abrieron, y la chica entró en el escenario, caminando con naturalidad, en apariencia sin un destino fijo. Los bailarines, todos hombres para destacarla ante la cámara, aparecieron desde ambos costados, desplazándose por el suelo con movimientos sigilosos, como si no estuvieran ahí; empujando un sofá de estilo clásico, cubierto de telas blancas y vaporosas hasta el centro, en donde caía una luz de un tono violeta más intenso. Márgara se dejó caer con gracia, al tiempo que se quitaba la bata blanca para dejar a la vista el conjunto de lencería escogido para ese momento: de color negro, con multitud de encaje, daba la impresión de revelar mucho, pero en realidad mostraba muy poco y eso le daba mayor seguridad.
Se dijo que debió actuar con elegancia, y se puso en la piel de una cantante exitosa y amada por todos, un modelo a seguir y una fuente de inspiración; imaginó que estaba frente al hombre perfecto, a alguien que provocaba y a la vez era un riesgo, y se dedicó a conquistarlo, sin parecer rendida a sus pies pero a la vez dispuesta a dar todo de sí.
Tomó la decisión para poner a prueba sus límites, con Dios como testigo, que no necesitaba apoyo para tomar el control de esa clase de momentos, y sacudió el cabello con pasión, encontrando la cámara y dedicándole una mirada mortal, completamente concentrada y con la mente abierta. Miró al frente, como si ese hombre irreal e imposible estuviera ahí, y le dijo con su actitud corporal que él tenía algo que la hacia sentir una mujer peligrosa, y que hacía que deseara cosas que no debería.
Se puso de pie, al tiempo que uno de los bailarines disparaba un cañón de confeti; ella, de acuerdo con el plan, traspasó la explosión como si fuera a prueba de balas, y sabiendo lo que estaba haciendo, comenzó a moverse junto con ellos al ritmo de una sensual coreografía. Se sintió dueña del escenario y del mundo, avanzó casi hasta el  borde y los chicos la sujetaron, como si Márgara hubiera estado a punto de caer; pero ella vivía para el peligro, y sin inmutarse regresó a realizar el mismo baile, pero en ese momento con un toque de malicia, cambiando un poco los movimientos. En el fondo, todas las chicas querían ser así, un poco malas, un poco peligrosas; todas querían ser mujeres peligrosas cuando veían al chico que tenía algo que las provocaba.

El publicó aplaudió cuando la presentación terminó, y las luces del escenario se apagaron una a una, hasta dejar sólo un destello púrpura en donde se veía el rostro de ella.
En casa, Fernando sintió que la cabeza le daba vueltas, mientras los demás aplaudían lo visto en pantalla; desde luego, Márgara era hermosa, lucía espectacular en ese atuendo y había escogido una presentación sencilla pero efectiva Seguro que se trataba de algo digno de aplaudir, excepto por un detalle que sólo él conocía además de ella. Su novia había insistido mucho en que él le comprara ese conjunto, hasta que como de costumbre él accedió y lo encargó al fabricante en el extranjero, ya que no estaba disponible en el país y era parte de una colección limitada.
Le había dicho, feliz en cuanto recibió el obsequio, que sería para estrenarlo en una noche especial de los dos, y ahí estaba, un año y medio después, usándolo para una presentación en vivo ante millones de personas. Se reclinó en el sofá y se dedicó a sonreír ante todos sus conocidos, que era lo único que le quedaba por hacer.

4


Las presentaciones habían sucedido sin pausa más que para el conductor del programa reiterara el hashtag de una participante y presentara a la siguiente, y el público en el estudio reaccionaba con euforia ante cada nueva actuación de las chicas. Aaron Love no escatimaba en elogios para las competidoras, recordando al público en su casa cuáles eran los hashtag correspondientes a cada una y la forma de determinar a la ganadora del día; cuando habían pasado diez competidoras, el conductor hizo una pausa para anunciar que estaban en sexto lugar de tendencias esa noche, y que confiaba en que antes de finalizar el programa, serían número uno.

—Nuestras competidoras han mostrado su talento en el escenario —dijo el conductor del programa enseñando una incansable sonrisa—, ustedes ya han visto a todas y han estado votando ¡Somos tendencia principal esta noche! Ahora, por favor, denle un gran aplauso a las veinticuatro joyas que nos deleitan con su presencia.

Las chicas ingresaron una a una al escenario, entre aplausos y vítores; Lisandra estaba muy cansada, ya que en contra de lo que esperaba, al regresar al área de trabajo después de presentarse, no podía sentarse a descansar o relajarse, porque los camarógrafos seguían ahí, y además Verónica se hizo presente con una larga lista de comentarios y preguntas para cada una. Le pesaba el postizo de cabello y sentía un calambre a punto de hacerla perder el equilibrio, pero se dijo que podía soportarlo, que si había hecho la presentación y conservado la dignidad todo el tiempo, no iba a rendirse en ese momento.

—Todas han hecho un gran trabajo chicas —apuntó Love—, y hemos llegado al momento más esperado, cuando podremos conocer la decisión del público en la casa. Nuestras participantes no han tenido acceso a redes sociales durante este tiempo, así que será una gran sorpresa.

Una gran pantalla ubicada entre el espacio de los maestros y el público mostró el acceso a las redes sociales, incluyendo un recuadro donde se mostraban las estadísticas detalladas del hashtag del programa y de cada una de las veinticuatro.

—Y ya tenemos a la ganadora del día —anunció Love—, quien ha sido elegida por el público es Alma.

Nubia ya se lo esperaba; todos decían a cada momento que ella era tan hermosa y perfecta, y de las cuatro mejores en la audición, era la única que siempre destacaba de forma positiva en las clases.

—Nuestra ganadora se llevará un fabuloso premio, cortesía de nuestros anunciantes; pero no hemos terminado, porque les dijimos que podían elegir a la más bella, la más elegante y la más creativa, y ustedes desde sus casas han seleccionado a Adriana, Joanna y Eva.

Las cuatro mejores en la audición eran aún las mejores de todas; Nubia no perdió la esperanza con esa noticia, y en cambio, se dijo que para la siguiente semana su objetivo debería ser conseguir algún premio del público para empezar.

—El premio de nuestra ganadora —estaba explicando Aaron—, es un set completo de productos de maquillaje de nuestro auspiciador Neydeline, porque si está en ti, es Neydeline. Las tres destacadas se llevan a casa un set de sombras Neydeline. Y ahora —agregó cambiando de expresión a una más seria—, ha llegado el temido momento de conocer las tres votaciones más bajas; recuerden que esta semana no hay eliminación, pero todos los votos hechos durante el tiempo de emisión del programa hasta la próxima semana se acumulan.

Charlene se mantenía firme y sonriente; no le importaba no ser la mejor del día, porque estaba segura de no ser la peor.

—Antes de dar las cifras, recuerden que nuestro público en el estudio puede escoger a la más creativa, y ella tendrá la posibilidad de hacer una presentación adicional. Y el público en el estudio ha decidido premiar a Charlene.

La rubia supo que, por un momento, todas las miradas estarían en ella, y pudo al fin utilizar la expresión que había practicado infinidad de veces ante el espejo: una mezcla de asombro genuino y humilde agradecimiento, la combinación perfecta para que los espectadores cayeran rendidos a sus pies.

—Estoy seguro que nuestra querida Charlene está muy feliz de tener este premio para el viernes de la próxima semana, porque las tres votaciones más bajas son para Lucine, Carol y Charlene; así que no pierdas ese entusiasmo, porque la próxima semana tienes una oportunidad adicional para evitar la eliminación.

¿Una de las menos votadas? La rubia sintió que se le caía el alma a los pies ¿Entonces había encantado a la gente en el estudio, pero no a los televidentes?

Cuando terminó el programa y pudo cambiarse, se despidió de todos con perfecta amabilidad, y procuró salir de las inmediaciones lo más rápido posible; estaba enojada, porque lo que en un momento era un premio, al siguiente era como una sentencia.

—Al fin te encuentro, princesa.

Harry Nicanor lucía tranquilo y relajado, y eso hizo que se molestara más.

— ¿Qué quieres? —replicó ella, con molestia.
—Que me felicites por mi excelente trabajo el día de hoy, hicimos una buena dupla.

La chica lo miró sin disimular una mueca de enojo.

— ¿Buena dupla? Casi me sacan del programa.
—Si no fuera por esa milagrosa salvada —apuntó él.
—No entiendo.

El hombre le enseñó una grabación de video, a todas luces hecha de forma furtiva, en donde se veía a un grupo de personas, y se escuchaba la voz de él; Charlene no pudo evitar una expresión de sorpresa al escuchar cómo Harry le ofrecía dinero “y la posibilidad de ganar premios” a cambio de votar por ella.

—Apenas tuve tiempo de hacer uso de mi don de la palabra, pero lo hice ¿No merezco una felicitación?

Charlene se quedó pensando un largo momento antes de contestar; entonces no sólo había sido la menos votada del público en su casa, también había sido ignorada por el público en el estudio. Sin embargo, las acciones de Harry podían tener un significado útil de todos modos.

—Entonces tú lograste eso.

El hombre revoleó los ojos.

—Para ser una felicitación suena bastante decepcionante.
—No, no es eso —corrigió ella—, escucha, esto puede haber servido, pero el truco solo va a servir una vez, si lo repites, alguien puede sospechar.
— ¿Y tu punto es?
—Mi punto es —reflexionó la rubia— que según todas esas reglas, es muy difícil intervenir en las votaciones. Pero eso no impide que hagamos que el público quiera votar por mí.

Harry se había adelantado a sus conjeturas, y lanzó la idea antes que ella.

—La gente tiende a votar por las víctimas, pero es tarde para que te inventes una enfermedad crónica.
—No pensaba en algo tan definitivo —replicó Charlene con una risilla—, más bien algo sencillo, una sola cosa.

El hombre hizo la simulación de una pistola con las manos y le apuntó, sonriendo con expresión divertida.

—Señorita, esto es un asalto, lo siento tanto.
—Llévese todo —fingió ella con tono suplicante—, pero no me haga daño, mi público me espera.


Próximo capítulo: Jeans azules