Contracorazón Capítulo 05: Escuchar de más




Cuando el turno del sábado había terminado, Rafael llegó a la conclusión de que, en efecto, algo muy raro estaba ocurriendo con Ángel; durante toda la semana, hizo un perfecto acto de capacidad actoral, mostrándose ameno y bromista como siempre, pero evitando todo contacto con Rafael, excepto para algo puntual como pedirle una nota o darle el código de un producto. A ojos externos, incluso de los otros trabajadores de la tienda, no sucedía algo fuera de orden, y tampoco hubo frases con doble lectura o miradas que pudieran tener otro tipo de interpretación, lo que significaba que se estaba cuidando para no dar una mala imagen; en parte por sensatez y en parte por cautela, Rafael optó por actuar como de costumbre en el entorno laboral, y aparentar que no se daba cuenta de ese cambio. Para cuando terminó la semana, estaba un poco cansado, pero por suerte ese otro asunto había pasado a un segundo plano, y no le merecía mayor importancia.
Se había cambiado y estaba saliendo de la tienda, poco después de las siete, cuando sonó una llamada en su móvil.

—Magdalena —saludó— ¿Cómo va todo?
—Está aquí, está aquí, está aquí —chilló alegremente—, acaba de llegar.

Estaba hablando del vestido; el secreto mejor guardado del mundo, la información clasificada que nadie conocía, ni siquiera mamá; Magdalena había diseñado el vestido en persona, se reunió con la modista y concretó todos los detalles por su cuenta, lo que significaba que ese era un gran momento.

— ¿Qué es lo que acaba de llegar? —preguntó con voz inocente.
—El vestido —declaró ella, feliz—. Ya saliste ¿Verdad? Ven a verlo, tienes que venir; Mariano todavía no llega y no puede verlo, obviamente.

La casa de su hermana estaba a veinte minutos en metro; empezó a caminar en dirección a la estación más cercana.

—No lo sé, ha sido un día largo.
— ¡Por favor!  —rogó ella, con voz aguda— Tienes que verlo, además tú eres mi compinche en esto.
—Está bien, está bien, voy para allá.

Ella se refería a que fue él quien convenció a mamá de aceptar las dos principales características del vestido: que iba a ser por completo una decisión de Magdalena, y que no sería blanco.
Minutos después, Rafael estaba llegando a la casa de su hermana; estaba ubicada en un barrio muy tranquilo, a pasos de un centro comercial, y con todos los servicios a poca distancia. Cuando tocó el timbre, su hermana asomó a la ventana y le hizo un gesto para que entrara.

— ¿Quieres algo para tomar? Tengo gaseosa y jugo, Mariano no compró alcohol.
—Gaseosa está bien —replicó él.

Magdalena era casi igual a su madre a su edad; era de piel más clara que él, de cabello castaño, naturalmente ondulado, que usaba largo y en ese momento llevaba recogido en un moño alto. De rasgos redondos, lo que la diferenciaba de su progenitora era la zona de los pómulos, mucho más pronunciados, y los ojos oscuros enmarcados por cejas delgadas y curvas, que hacían su rostro una imagen gentil que representaba muy bien su carácter: los pómulos y cejas eran herencia paterna.

—Toma —le pasó un vaso con el burbujeante contenido—, ahora espérame, vuelvo en un segundo.

A pesar de que los vestidos de novia ocupaban uno de los últimos lugares en su lista de intereses, Rafael tuvo que reconocer que su hermana había puesto todo su corazón en ese diseño: el talle estaba compuesto por una serie de capas de diez o doce centímetros de largo, que se superponían unas a otras, creando una cintura firme y que era el centro del traje. Hacia arriba, la tela se dividía en capas a lo largo, que cubrían el busto con delicadeza y dando forma, y rematando en tirantes asimétricos, siendo el izquierdo más delgado y el derecho con una pequeña hombrera; hacia abajo, el vestido no escatimaba en más capas de texturas, en ese caso combinando lisas y con relieves bordados, creando un ruedo amplio con movimiento dinámico. Y por supuesto, estaba el color; Magdalena había escogido dos tonalidades de verde, una de celeste y un blanco perlado, todos claros pero identificables a simple vista, y estaban combinados de tal forma que la sucesión de capas y colores suaves daban la sensación de degradado. A Rafael se le vino a la mente el mar al ver el conjunto.

—Te ves maravillosa —exclamó, auténticamente sorprendido—. Magdalena, este vestido es increíble, de verdad.
—Gracias —la chica irradiaba felicidad—, quedó tal como lo quería, estoy tan contenta. ¿sabes en qué me inspiré?

Su hermano mayor negó con la cabeza.

—Ni idea; pero me recordó al mar.
— ¡Sí! —respondió ella—. Específicamente ¿Te acuerdas cuanto fuimos a la casa de La poetisa cuando éramos chicos?
—Sí.
—Esa es la idea; tu no estabas, fue un día en que fuiste con papá a las rocas. Pues mamá y yo dimos una vuelta por los alrededores, y encontramos un lugar, una porción de la playa en donde la arena era de estos colores; se me quedó grabada esa imagen, y decidí que iba a ser ese el color de mi vestido.

Fuera de lo que tenía que ver directamente con la boda, su hermana no tenía el comportamiento de una princesa de cuento en potencia, pero para lo que tenía que ver con su boda, había dejado volar al máximo su imaginación. Rafael hizo una reverencia.

—Supongo que vas a permitirme una pieza en el vals.
—Por supuesto, tienes el tercer lugar, después de mi flamante esposo y papá, claro.

Dio una vuelta que hizo agitar las capas del ruedo del vestido, pero se detuvo al escuchar algo.

—Ay no —dijo en un susurro—, es Mariano ¡No puede verme así antes de la boda!

Rafael le hizo señas de que se devolviera a la habitación.

—Ve al cuarto.
—Entretenlo, dile cualquier cosa —susurró ella mientras corría de regreso a la habitación.

Rafael salió a tiempo de la casa para encontrarse con Mariano; el novio de su hermana era un hombre de veinticuatro años, de complexión fuerte, ancho de espalda y rasgos rudos, pero que era la representación de la amabilidad y los buenos sentimientos. Sonrió de forma amigable al verlo.

—Rafael, qué sorpresa ¿Cómo estás?
—Bien, vine a hacerle una visita rápida a mi hermana, y tengo que detenerte mientras ella se quita el vestido de novia.

Mariano puso los brazos en jarras y una fingida expresión de disgusto.

—Y soy el último en enterarme. Esto es el colmo.

Los dos rieron. Cuando Magdalena y Mariano empezaron su noviazgo tres años atrás, él pasó a convertirse en uno más de la familia con mucha rapidez, incluso al punto que los padres le habían dicho a su hija menor que si algún día se separaban, ella iba a tener que acostumbrarse a seguirlo viendo de forma corriente.

—Ya sabes cómo es con ese asunto.
—Sí, es muy importante para ella, lo sé —repuso Mariano— ¿Es muy bonito, o muy estrafalario? Espera, no me digas nada, prometí no estar husmeando.
—Tampoco podría responderte, Magdalena se volvería loca; supongo que ya tienes listo tu traje.

Hubo un destello de la misma emoción que en ella en los ojos de él al mostrarle la foto en su móvil.

—Mira, esta fue mi elección.
—Se ve muy bien.

Era un traje de inspiración en el estilo italiano, de cortes rectos, que hacían que su figura se viera más estilizada; el color elegido era una tonalidad de azul, con un osado detalle de terciopelo en las solapas, chaleco con cuatro botones en diagonal, cinturón a juego y una destellante pinza para la corbata. La camisa parecía de un color celeste, o eso fue lo primero que se le pasó por la mente; Rafael pensó, con cierta angustia, que faltaba sólo un mes para el matrimonio, y el tiempo se le terminaba para comprar un traje apropiado.

—El traje es azul ópalo, y la camisa es azul aguamarina, yo mismo elegí los colores —explicó, con orgullo—; aunque esa foto es de la prueba del traje, todavía no estaba con los ajustes.
—Te ves muy bien, estoy seguro de que a mi hermana le va a encantar.

Entraron a la sala mientras charlaban; Magdalena aún no daba señales.

—Nos prometimos mantenerlo en secreto —le estaba explicando—, así que no le digas nada de esto; al principio no me gustaba la idea del color, soy un poco más tradicional y no quería verme disfrazado. Y no le digas que dejé de beber y me estoy matando haciendo abdominales para no quedar como una barra de pan.
—No te preocupes, todo estará bien, te lo aseguro. Además, el traje te queda genial y estás en buen peso.

Mariano se dio un golpe en el estómago, el que parecía tonificado, a diferencia de lo que él estaba diciendo.

—Si fuera más alto como tú, podría confiarme, pero no quiero tener barriga.
—Estás bien, hombre, tranquilo.

Recordó que había pensado en hablar con el futuro esposo de su hermana con respecto a algunas oportunidades de trabajo; ella no aparecía aún, así que decidió arriesgarse y preguntar.

—Mariano, tengo una pregunta.
—Por supuesto, te escucho —replicó su cuñado mientras dejaba el maletín en el sofá.
— ¿Tienes idea de si en tu trabajo necesitan un analista de datos?
—No, pero creo que necesitan un chofer, así que no te sirve ¿Qué pasó en la tienda?
—No es para mí —repuso Rafael—, es para un amigo.
— ¿Amigo? —el otro hombre esbozó una sonrisa.
—Sí, amigo, no te pongas como mi hermana; y él sabe conducir.

Por suerte, Mariano se conformó con esos datos y no le dio más vueltas al tema.

—Veamos si le sirve; te envié el número de recursos humanos, dile que llame, tal vez le sirva.
—Gracias. Y una cosa: no le digas a mi hermana.
— ¿Por qué? —el hombre lo miró con sus gruesas cejas levantadas.
—Porque no quiero que empiece a fantasear con mi vida sentimental.
—Como quieras —Mariano se encogió de hombros—. Pero sabes que lo hace porque te ama.

Rafael lo sabía muy bien; pero tratándose de Martín, con quien no sabía qué pensar de sus propios sentimientos en el escaso tiempo que lo conocía, prefería mantener el flujo de información al mínimo.

—Y tú sabes que la adoro, pero estoy grande, puedo resolverlo solo, y cuando tenga que venir, vendrá.

2


Después de la breve visita a su hermana, Rafael se devolvió al departamento sintiendo por primera vez una punzada de emoción por lo que estaba por pasar: el viernes 16 del próximo mes, Magdalena y Mariano contraerían matrimonio por las dos leyes y sería una ceremonia muy importante para ellos, como una forma de concretar su amor en un paso formal que para ellos era necesario. En lo personal, Rafael no tenía una opinión al respecto, no sabía si era o no importante dar ese paso de aquella forma, ya que nunca lo había considerado como una posibilidad; en las dos relaciones formales que había tenido hasta el momento sintió que cuando las cosas iban bien y se encontraba pleno, no necesitaba declararlo ni que alguien más lo autorizara.
Apenas había enviado el mensaje con el dato y el número de contacto, cuando Martín apareció en línea y le contestó.

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En seguida volvió a aparecer fuera de línea; Rafael bajó del metro y comenzó a caminar las ocho cuadras que lo separaban de su edificio, pensando en cuál era exactamente el sentimiento que tenía hacia Martín. No podía negarse que lo había visto guapo, ya que lo era, pero no estaba seguro de que le gustara propiamente tal; a diferencia de ocasiones anteriores, no sentía una atracción sexual hacia él, incluso cuando lo había visto a torso desnudo por accidente. Lo que sí sabía era que le agradaba mucho, y que lo que habían conversado fue gratificante, porque se sintió en confianza con él.
Como si lo conociera de antes.
Había escuchado esa expresión muchas veces, pero nunca había sentido algo así con una persona; haciendo memoria, cuando lo ayudó a ponerse de pie en el centro comercial el día que se conocieron, se sintió casi como sería en frente de alguien a quien no hubiera visto en un tiempo, pero que ya conocía. Quizás solo era una coincidencia. Estaba pensando en eso cuando recibió una llamada del propio Martín.

—Hola.
—Hola —la voz del otro lado de la conexión se escuchaba distinta, y Rafael pensó que seguramente sería por la señal—, perdón por ser tan corto en contestar.
—No pasa nada, no hay ningún problema —respondió, quitando toda importancia al asunto—, seguramente estabas ocupado.

El silencio fue breve, pero evidenció que se estaba saltando ese punto.

—Quería darte las gracias en persona por pasarme ese dato, es un gran gesto.
—No es necesario, no es nada.
—Te diría que nos tomáramos algo rápido, pero es tarde y ya debes estar cansado.

Rafael sí estaba cansado, pero no encontró argumento para negarse a ese ofrecimiento.

—En realidad aún no llego a mi casa, estaba de visita donde mi hermana, así que me siento con ganas.
— ¿En serio? —preguntó Martín, con tono más animado—, yo también vengo de otra parte, llego en menos de cinco minutos ¿En mi departamento?
—Me parece perfecto. Paso a comprar cerveza —comentó Rafael.

Minutos después, caminaba con la compra por la calle en donde vivía. Vio aparecer a Martín en una esquina y estuvo a punto de llamarlo, pero se dio cuenta que estaba hablando por teléfono, así que siguió caminando hacia él; cuando estuvo cerca, no pudo evitar escuchar lo que estaba diciendo.

—Todo está bien. Sí, por supuesto.

Ralentó la marcha, indeciso acerca de llegar hasta él o esperar a que terminara de hablar; notó que su tono de voz era muy dulce y cariñoso.

—No, tú eres el mejor —corrigió, con voz sonriente—. Y no admito discusiones, Carlos.

¿Carlos?

—Te amo; hablamos después ¿Sí?

Rafael aún estaba a un par de pasos de distancia tras Martín, y como este no volteó en ningún momento, decidió dejarlo avanzar y quedarse fuera de vista. La ternura con la que hablaba decía mucho de sus sentimientos, y era una señal bastante clara; todo estaba definido en ese momento, y ya no le quedaban dudas.
Estaba sorprendido, y por un momento se le pasó por la mente la idea de enviarle un mensaje diciendo que se sentía muy cansado como para tomar una cerveza, pero luego se lo pensó mejor; si él mismo se había repetido que lo que buscaba en él era una amistad sincera, era contradictorio poner algún tipo de distancia al comprobar que estaba comprometido.

—De acuerdo —dijo, hablando consigo mismo—, calmate y actúa natural.

Después de lo que había escuchado, le pareció fuera de lugar mencionar algo al respecto, ya que en regla no debería haber escuchado nada; se trataba de una curiosa situación, pero si Martín no mencionaba el tema, no había motivo para que él lo hiciera, al menos no de momento. Apuró el paso y cuando estuvo cerca otra vez, habló con la mayor naturalidad posible.

— ¡Hola!

El trigueño volteó hacia él y se detuvo.

—Hola; veo que ya compraste.
—Sí, venía del metro y compré al pasar.

Las palabras que había escuchado seguían resonando en su cabeza, pero se dijo que estaba bien; si Martín estaba con alguien y era feliz, eso era bueno; tal vez cuando tuvieran más confianza podrían hablar de ese tema.

— ¿Todo bien? —preguntó Martín.
—Sí, perfecto —reaccionó—, como te decía antes, vengo de la casa de mi hermana, ya tiene listo el vestido para su matrimonio.

Continuaron caminando el escaso trecho que faltaba para llegar al edificio; Rafael sintió que nuevamente se sentía en confianza y tranquilidad, y optó por no pensar más en el otro asunto.

—Sí, me comentaste eso; debe estar feliz.
—Es cierto, andaba prácticamente saltando por la casa.

Poco después llegaron al departamento, y Martín dispuso vasos anchos y una bandeja de vidrio con separaciones para poner los snacks que había comprado.

—Queso, tenía que comprar queso en cubos —reflexionó mientras servían la cerveza—, lo olvidé.
—Está bien, así está perfecto.
—Escucha, te quería dar las gracias otra vez, pero cara a cara —la expresión de Martín se volvió seria—, de verdad es muy importante esta ayuda.
—Pero si no he hecho nada —arguyó Rafael—; ni siquiera sabes si va a resultar o no.
—Pero hiciste algo, y eso es lo que cuenta. ¿Te has preguntado cuántas veces las personas dicen que van a hacer algo por ti y no lo hacen, o la cantidad de veces que necesitaste ayuda y los que te rodean no se tomaron la molestia de preguntar si estabas bien?

No, nunca se lo había preguntado; Rafael se sintió un poco descolocado por esa pregunta, sintió que tenía un segundo significado, pero que él no alcanzaba a comprender.

—No especialmente —respondió con evasivas.
—Esas son las cosas que importan —explicó, con seriedad—. Escucha, alguien me enseñó que lo que haces como persona en el día a día habla más de ti que las grandes acciones.

Hizo una pausa para tomar un largo trago de cerveza; era segunda vez que lo veía hablar con tanta vehemencia de un tema.

—Tal vez puedes hacer grandes obras ¿Y qué? ¿De qué te sirve ser, por ejemplo, un gran empresario y donar dinero a la caridad, si tratas a tus trabajadores como si fueran basura? Nosotros nos conocemos hace poco, me caes muy bien y parece que yo también a ti, pero no tenemos más contacto que ese, tú perfectamente podrías haber dicho “Bien, este tipo necesita trabajo, que busque” pero en vez de eso hiciste algo, y eso es importante. Para mí es importante.

Esa era una declaración de principios mucho más fuerte de lo que se esperaba; pero a Rafael le gustó escuchar esas palabras, y sintió que lo que había dicho Martín también hablaba muy bien de él.

—Estoy sorprendido, creo —comentó—. La verdad, nunca me había planteado las cosas de esta manera.
—Pero tú eres un tipo sincero, y eres idealista —apuntó el trigueño—; lo vi cuando te enfrentaste a ese técnico que no quería reparar los daños que hizo.
—Me estás dando demasiado crédito por eso —negó con las manos—. Aunque sí soy un poco idealista, supongo. Pero a lo que me refería es a que creo que uno no toma demasiado en cuenta las actitudes comunes de las personas.

Martín pensó un momento mientras tomaba un puñado de maní con pasas.

—Míralo de esta manera: de tus seres queridos ¿Quién es la persona más especial?
—Creo que sería Magdalena, mi hermana menor —respondió de inmediato—. Es decir, amo con mi vida a papá y mamá, pero la relación con ella es diferente, supongo que porque siempre fuimos muy cercanos.

La diferencia de cuatro años no había hecho mella en la conexión entre ellos; desde pequeños fueron compañeros de juegos y travesuras, y les sacaron varias canas a sus padres con las ocurrencias que tenían; recordó cuando tenían doce y ocho años y se cayeron de un árbol, quedando él con una costilla fracturada, y ella con un dedo. Sonrió al recordar que estuvieron más tiempo encerrados por el castigo después de esa aventura que por la recuperación de las heridas.

—Bueno, entonces esto es lo que digo: si lo piensas, todos esos momentos importantes con ella no son grandes proezas, son cosas del día a día, y eso es lo que más vale.
—Tienes razón, estaba pensando en eso mientras hablabas —admitió Rafael—, con Magdalena podríamos escribir un libro con nuestras aventuras cuanto éramos niños.

Pensó en lo que había escuchado poco antes, y aunque se dijo que iba a dejar el asunto de lado, decidió que ya que estaban hablando de eso, la pregunta no venía del todo mal.

—Y en tu caso ¿Quién sería esa persona tan especial? No necesariamente un familiar, puede ser cualquier persona. Seguro que hay alguien.

El rostro de Martín se iluminó de inmediato al escuchar la pregunta.

—Sí, claro que hay alguien. Y es todo para mí.


Próximo capítulo: Dolor perpetuo

La traición de Adán Capítulo 5: Certezas




Adán estaba consciente de que la inauguración de la galería de arte era al día subsiguiente; daban las diez de la noche, por lo que faltaban menos de 48 horas para el gran momento. Y tenía demasiadas cosas en mente.
La aparición de Pilar en el cuadro había complicado todo de un modo violento, aunque también se alejaba de cierta manera de lo que se le pasara por la mente, porque ella se veía diferente a las fotos, al menos cuando la mirabas con detención. Y no se trataba de la angustia que pudiese experimentar por una madre enferma, sino que había algo más. Seguramente había otra tristeza en la vida de esa mujer, y eso la hacía mostrarse más insegura. Pilar era como un avecilla frágil y atormentada ¿Sería por eso que no estaba en el país y Carmen evitaba hablar de ella de un modo concreto?
Al menos podía tener la tranquilidad de que Pilar solo sería un problema pasivo mientras tanto, ya que no parecía del tipo de persona que aparece de improviso para poner todo de cabeza, de forma inesperada y ante la gravedad de una madre, pero al mismo tiempo, sin saber nada de ella, no podía confiarse de ningún modo, acaso fuera una loba con piel de oveja.
Debía arreglárselas para que la ceremonia de inauguración pareciera pensada exclusivamente para homenajear a Carmen sin delatar nada de lo que estaba ocultando, además de aprovechar la presencia de la hija para realzar el contenido del mensaje implícito, sin ser especifico. Pilar debería estar agradecida, y sin embargo se limitó a darle las gracias, pero no con el sentimiento que esperaba, sino más bien como alguien que se quita de encima un peso que no es capaz de cargar. Mejor que estuviera así, y hospedada en el hotel San Martín.
La galería estaba en perfectas condiciones, solo faltaba comenzar el siguiente día con el bullicio de los trabajadores realizando las ultimas instalaciones. La misión de Adán entonces sería programar cada centímetro de tela, cada trabajador y cada copa, hasta conseguir que el reloj funcionara a la perfección, dejando a todos atónitos con su funcionamiento, y dando a entender sin palabras, que la ausencia de la artista no hacía mella en su obra.
También tenía que decidir qué es lo que haría con los dos cuadros, y ahí radicaba el principal problema. El cuadro principal de la muestra, la obra cumbre de Carmen Basaure como artista y que aún estaba envuelta en misterio, el objeto más codiciado, tenía un duplicado, no un clon o un doble, sino una imagen fantasmal que parecía reproducirlo desde otro ángulo, mirado a través de otros ojos, o quizás a través de los mismos ojos, pero de otra manera, en otro tiempo, en otro sitio.
Lo que creía que había sucedido, es que luego de separarse del amante nativo, como definió a Donoso, probablemente él decidió exprimir su propia capacidad, comenzando un trabajo que culminaría quince años después; se lo imaginó, viajando hasta el país, con el cuadro en su poder, como si se tratara de un talismán, o quizás una muestra de amor hacia ella, hacia la mujer que hubiera robado sus sentidos, y llenado su mente con colores, trazos y fantasías, mientras reposaban después de sus amoríos.
Un momento.
Como pocas veces, Adán no había caído en un detalle que a estas alturas era primordial. El regreso al paraíso era una obra secreta hasta el momento, porque ella había mantenido oculta su existencia en imágenes, remitiéndose a solo dar un par de escuetas entrevistas a medios muy especializados, en donde decía que la obra principal de la nueva galería era muy importante a nivel personal, y un desafío artístico que cambiaría su visión del mundo y las cosas. Eso quería decir que Donoso llevaba el suficiente tiempo en el país, como para poder informarse de lo que estaba ocurriendo, y trazar ese plan que involucraba chantaje, y una suerte de castigo moral para ella; de cualquier manera, ya era extraño que Adán se hubiera encontrado con un departamento vacío y sin ningún tipo de vigilancia, con la puerta abierta, dispuesto para robar la obra, casi como si esa persona tuviera que salir apresuradamente de ahí, y más aún, que luego del robo no se presentaran mensajes de correo haciendo alguna amenaza por la desaparición del cuadro. A primera vista, podía parecer que todo eso no tenía ningún sentido, pero al analizar la situación, surgía una opción que era más preocupante, pero que haría encajar todas las piezas de ese rompecabezas. ¿Y si Bastián Donoso estuviera trastornado?
Eso significaba que tenía que preocuparse por lo que pasara al día siguiente durante la ceremonia. Lo único bueno de todo, era que los medios no sabían cuáles eran las características específicas del cuadro, por lo que en caso de verse obligado a ocultarlo, aun el resto de la obra serviría para encubrir momentáneamente la ausencia de esa obra.
La obra cumbre de Carmen, la exposición de arte, la galería, Pilar, Carmen, el manejo de los medios, el destino del Regreso al paraíso, las acciones del abogado Izurieta.
Todo estaba en sus manos.
Como opciones tenía el éxito o el fracaso rotundo, pero Adán no había nacido para fracasar.
Fue nuevamente a la galería, y aunque a el mismo le pareció extraño, se sintió algo paranoico, de modo que se ocupó de verificar que todo estuviera como antes de salir, y por precaución extra cerró todas las puertas, desconectó los teléfonos y apagó las luces, todas menos la del taller de Carmen.
Ahí, disimulada a la perfección, había una puerta, que nadie que no supiera su existencia podría descubrir, porque incluso a tacto daba la apariencia de ser parte de la pared, tanto por peso como por forma, e inclusive al golpear se sentía como el resto de las paredes. Adán descorrió un costado, presionó, y pudo deslizar con lentitud la pesada puerta que daba paso a una habitación muy pequeña, en donde con suerte cabría una persona de baja estatura. En el interior de paredes desnudas no había nada, salvo por dos cuadros, ambos envueltos con telas blancas. En el silencio espectral de esa pequeña sala, el hombre descubrió ambas obras, las que quedaron prácticamente enfrentadas, una a la izquierda y la otra a la derecha, ambas orientadas a él, como un enorme libro abierto justo por la mitad, hojas desplegadas a punto de rozarse; y lo que vio en ese momento le hizo decidir cuáles serían sus acciones. Dentro de dos días, la galería de arte de Carmen Basaure sería inaugurada, y no solo se trataría de un éxito, sino que a partir de ese momento, nadie podría quedar indiferente. A partir de ese momento y gracias a él, nada en el mundo del arte volvería a ser lo mismo.

2


Pilar se había hospedado en el hotel San Martín, simplemente porque era el primero que se le había cruzado en el camino; no tenía pensado tomar un hospedaje, pero luego de conocer el estado de su madre, no le quedó otra alternativa. Estaba exhausta, porque ver a su madre en esas condiciones no solo le había dejado claro que estaría obligada a verla y a quedarse más tiempo del que pudiera llegar a haber imaginado en un principio, sino que además haría que las cosas fueran más dolorosas, reviviendo los hechos que se había esforzado por dejar en el recuerdo durante todo ese tiempo. No estaba de vuelta para resolver nada en las sombras, tenía que volver para hacerse cargo.
Ese Adán Valdovinos era un tipo realmente poco común, eso lo notó a pesar del estado mental en que la dejó la noticia entregada por él, de forma tan sorpresiva. No solo se trataba de su evidente atractivo físico, sino que transmitía algo, era como ese tipo de persona que la ves y sabes que nació para hacer bien cualquier cosa que se le ponga por delante. Eficiente, directo, sensible, inteligente, educado, cercano, práctico, lógico, perfecto. Demasiado perfecto, pero para ella eso solo habría tenido algún otro significado si no se encontrara en esas condiciones; por lo menos podía decir que era un bálsamo que él se ocupara de una situación tan embarazosa cuando no había nadie más disponible.

—La inauguración…

Sentada en la cama del hotel, aún con el equipaje dentro de la maleta, Pilar recordó que la inauguración de la galería de arte de su madre estaba a menos de dos días de ocurrir, alrededor de las siete de la tarde. Y en ese momento recordó las palabras que había escuchado como en sueños, mientras ambos se dirigían a la habitación por los pasillos de la clínica.

—No te preocupes Pilar, todo está bajo control, te lo aseguro...Carmen me dejó instrucciones precisas de continuar con todo...

Eso quería decir que no estaba suspendido, que el evento iba a realizarse de todos modos. ¡Pero era una completa locura! Cinco minutos después, comprobó que sus temores eran ciertos; Adán le había explicado, con un tacto que estaba a un milímetro del trato que se le da a una estúpida, que la muestra de arte seguiría su curso sin alteraciones, por orden expresa de Carmen. Eso significaba que en esos momentos las decisiones pasaban por completo por las manos de Valdovinos; cualquier otra persona se habría sentido ofendida por verse desplazada en autoridad en un caso como ese, pero en vez de eso, a Pilar le pareció demasiado extraño y bien orquestado que su madre tuviera un ataque justo antes de la exposición, y cuando había una instrucción expresa que lo favorecía a él en todo. Tal vez fuera débil y cobarde, pero gracias a Dios Pilar no era tonta, y la capacidad de detectar cosas extrañas, por suerte la conservaba intacta. Estaba cansada y era tarde, pero la joven tenía que pensar con claridad; no contaba con mucha información reciente, pero conocía bien a su madre, y sabía que además de ser una persona temperamental, era una mujer que amaba su trabajo, quizás más que a las cosas o a cualquier persona, y lo amaba tanto que no dejaría de presenciar un evento tan importante para ella solo porque algo se interponía en su camino. El sentimiento y su vanidad desmedida se lo impedirían.
¿Por qué entonces tendría esa urgencia por inaugurar, por qué un interés tan profundo por mantener el curso de las cosas, incluso dejándose ella misma en segundo plano? En alguna ocasión, podía recordar que ella había pospuesto una exposición completa, sólo por un absurdo capricho, y ahora descubría que tenía programado desde tiempo antes, un mecanismo dedicado a permitir que la galería de arte subsistiera a pesar de su ausencia. Algo no andaba bien.

3


Esa noche, Sofía estaba sola en su departamento, hasta que llegó Miguel, dispuesto a consolarla. Miguel era un hombre fuerte, de 27 años, de figura bien proporcionada, moreno, guapo, saludable y atractivo, que bien podía conseguir a cualquier mujer que quisiera, excepto que esa mujer fuera precisamente la que estaba frente a sus ojos en ese momento, Sofía. Se conocían desde la secundaria, y todo había indicado que serían una linda pareja, pero de pronto apareció en el mapa el hombre perfecto, conocido como Adán Valdovinos y todo cambió del cielo a la tierra. De pronto Sofía empezó a orbitar en torno a él, como una patética luna que no tendría luz sin la facilitada por el astro rey, ni movimiento sin la gravedad propia de su existencia, y el resto del universo desapareció para ella. Cualquier persona, incluyendo al propio Miguel, aunque no quisiera reconocerlo a viva voz, tendría que decir que Adán era un tipo especial, endiabladamente atractivo, seguro y perfecto en todos los aspectos, un muñequito de tienda de carne y hueso. Demasiado perfecto, pero se notaba a la legua que ella no le interesaba, que solo le decía palabras bonitas para mantenerse entretenido sin tener que esforzarse, pero supo que aunque a ella se lo gritaran en el oído, no se daría por enterada, y desde entonces, así fue. Para Miguel había un tema de orgullo personal, cómo no, pero también la deseaba como mujer, la quería para sí y no se resignaba a dejar todo tan sencillamente, por eso es que cuando la muchacha lo llamó llorando desconsolada, supo que al fin había llegado su oportunidad.
Miguel sirvió un par de whiskies suaves mientras ella le contaba todos los detalles, completamente devastada.

— ¿Te das cuenta? —dijo al cabo de un rato— Solo me dijo que lo perdonara, y eso fue todo. Yo no pude hablar más.

En una escena como esa, aprovecharse de ella sería relativamente sencillo, pero lo que él quería era logros y venganza a largo plazo, y para eso tendría que actuar con la cabeza fría dejando los instintos para otro momento.

—Tienes que ser fuerte, esto es algo que debes superar.
—No sé cómo hacerlo —dijo ella, en voz baja.
—Mira —se sentó frente a ella para captar algo de su atención—, sé que es difícil de entender, pero quizás en este momento tengas que tomar una decisión muy importante.

Sofía lo miró sin entender.

—No sé de qué hablas.
—Escúchame —la miró, muy serio, tratando de conectar profundamente con ella—. Sé que estás dolida porque Adán te abandonó, pero la verdad es que eso ya pasó y no puedes cambiarlo, a menos que decidas olvidar tu nivel y tu dignidad y arrastrarte patéticamente ante él.

La idea claramente había cruzado por la mente de la joven, pero su crianza aún la mantenía a raya en ese sentido.

—Pero...
—Ni lo pienses. Sencillamente es que Adán tiene otros planes, y tú no estás ni vas a estar involucrada en ellos desde ahora. Nunca más volverás a ser parte de su vida.
—Lo dices como si supieras algo —ella se mostró alarmada ante su propia sugerencia.
—No se trata de eso. ¿No te das cuenta del momento en el que ocurre esto?
— ¿A qué te refieres?
—Adán está a punto de inaugurar junto a Carmen Basaure una importantísima galería de arte —replicó, haciendo un gesto amplio con las manos—; he descubierto algo que seguramente tú sabes mejor que yo, y es que ella está muy bien considerada en los círculos comerciales, y tan pronto como los medios expongan su obra, todos los involucrados van a verse beneficiados y sus vidas podrían dar un vuelco. Lo que quiero decir es que Adán está buscando algo más, quizás alguna artista famosa o la dueña de algún museo que este inundada en dinero, y si esos son sus planes, pues tú no le sirves.

Sofía lo miró incrédula.

—Eso es ridículo, el jamás sacó provecho de nuestra relación.
— ¿Por qué no te pedía dinero? —Miguel la miró, escéptico—. Vamos, hay muchas otras formas de sacar provecho, como por ejemplo acompañarte a todos los sitios, dejar que el mundo sepa de su buen gusto, su inteligencia y sus contactos, eso te crea conexiones y los conocidos pueden valer oro, esa es una frase de tu padre. Hay que reconocer que fue inteligente para hacer las cosas, pero tú misma me dijiste que hace días se mostraba lejano e indiferente.
—Pensé que era por el trabajo.
—Eso, o era una indirecta. Escucha Sofía, si de verdad valoras tu integridad y tu dignidad, lo primero que debes hacer es tenerte respeto y recuperarte. Yo te prometo que voy a estar contigo para todo lo que necesites, y cuando sea el momento, actuaremos, no puedes dejar que Adán te haga daño sin recibir nada a cambio.

En realidad, la muchacha no estaba convencida de nada, solo estaba destrozada por lo que le había sucedido, porque creía que estarían juntos por siempre, que Adán la amaba o que al menos estaba empezando a amarla. ¿Acaso se trataba solo de una ilusión? Quizás Miguel tuviera razón, pero todo resultaba tan difícil, porque al mismo tiempo pensaba que no podía convencerse de eso , y parecía tener sentido... el punto es que Adán era el único hombre que conseguía hacer que el mundo se detuviera por completo.
En dos días, sería la inauguración de la galería. La artista había confiado tanto en él como todos los que le rodeaban, y de seguro, cuando la galería se inaugurara, Adán estaría a su lado como un fiel caballero, listo para mostrarse al mundo como un efectivo asistente, quizás para hacer los contactos necesarios y conseguir un trabajo mejor que el que ya tenía; pensándolo bien, en esa clase de eventos sociales es que se sellaban muchos negocios, y eso ella lo sabía muy bien, por medio de su padre  ¿cuál sería su límite entonces? Ir a hacer un escándalo en medio de la inauguración no era su estilo, Sofía podía estar dolida, pero tenía muy claro su buen nombre y apellido, y sabía que una mujer de buena familia no se expone de esa forma.
Pero por lo visto Adán quería para él algo que ella, con su apellido y origen no podía darle ¿O se trataba simplemente de querer disponer del espacio y la libertad necesarios para poder escalar, incluso usando su atractivo, en caso de necesitarlo?
No iba a permitir que todo eso la destruyera; de algún modo le demostraría a Adán Valdovinos que no era tan simple dejarla y burlarse de su amor. Por el momento solo quería llorar, pero ya llegaría su  turno, ya tendría la claridad mental suficiente para decidir qué, y cuándo hacer.

4


Para cuando Micaela llegó al departamento que había alquilado por teléfono mientras regresaba a la capital, eran más de las seis de la tarde y estaba agotada. Se dio una ducha, se tendió en la cama, y se quedó profundamente dormida; despertó a las once de la noche, sudada, aturdida y hambrienta, preguntándose si ese aturdimiento sería por dormir a horas no adecuadas, o por haber empleado tanta energía luchando contra la tristeza.
Desfallecía de hambre, así que se dio una ducha y salió del agua justo para recibir una pizza doble queso con extra carne y botones con salsa barbacoa, una receta que seguro habría hecho desmayarse al chef del barco en el que había viajado; se sentó en la cama con la caja y una botella de gaseosa de dieta, y encendió la televisión, más por escuchar algo de ruido mientras trataba de organizar el mapa mental de lo que tendría que hacer en los próximos días. Las cosas no habían resultado tan expeditas como pensó en un principio, así que con esa expectativa, su mejor opción era tener fuerzas y enfrentarlo de la mejor forma posible. Estaba cambiando de uno a otro los canales del cable, y se quedó de piedra cuando vio la noticia.
Era una ironía demasiado grande que la galería de arte de Carmen Basaure, la madre de Pilar, estuviera a punto de ser inaugurada ¿Las coincidencias de ese tipo no solo ocurrían en las películas? resultaba molesto para la digestión.
Al menos saber de ese evento le aseguraba algo, y es que otra coincidencia, la de toparse con Pilar en la ciudad, era del todo improbable.
Improbable, pero no imposible.
La posibilidad era muy, pero muy remota, ya que Pilar hacía ocho meses había hecho algo monstruoso, y una de las primeras personas que celebraron su partida fue la misma Carmen, eso era seguro ¿por qué iba a volver justo en un momento como ese para arruinarle la fiesta otra vez?
En fin, se dijo, no era su tema en esos momentos, ya no. Solo lo tendría en cuenta para no terminar cruzándose con la pintora en algún estúpido accidente; nunca tuvieron una relación cercana ni mucho menos, pero era preferible evitar toparse con ella, incluso de modo accidental. Tenía algo de tiempo disponible a partir de la próxima jornada, así que aprovecharía su estadía forzosa en la ciudad para hacer un camino propio; para dejar de huir, lo primero era enfrentarse a la realidad, y en ese sentido, volver a pasar por sitios importantes sería un buen punto de partida.
Uno a uno, iba a eliminar  de su mente todo recuerdo del pasado, no simplemente sepultando, sino que mirando y estando allí, desterrando esa rabia para poder continuar; el primer paso sería la torre del Nuevo extremo, si lograba superar esa prueba, lo demás sería sencillo.



Próximo capítulo: Confrontación