No vayas a casa Capítulo 18: No explicaste




—Vengo aquí cada dos días por una hora o dos. La paga es buena, pero también hay algo más que me impulsa. ¿Sabes? Se trata de los avances que veo cada visita que hago; sé que nunca será de otra forma, es como es, pero hay algo en su interior que es diferente. Sí, como te decía hace unos días, son esos pequeños cambios, ya sabes que dicen que los ojos son la ventana del alma, y nunca lo vi con tanta claridad como ahora; ¿Revisaste el cuaderno de mis notas? Ah, veo que estuviste revisando eso. ¿En serio? Sabía que ibas a poder notarlo ¿Le leíste un cuento?
—Sí —dijo la otra voz—, pero se me ocurrió probar algo diferente esta vez. Aquí hay tantos libros, que pensé que podría hacer alguna diferencia, tratar a ver si es que notaba cambios, no me era tan sencillo como a ti cuando le hablas.
— ¿Y qué idea fue esa?
—Busqué unos libros distintos; en el ático encontré unos libros de sicología.
—Pero ibas a aburrirlo con ellos.
—Pensé lo mismo pero fue diferente; quizás sea porque en su estado, la mente es el campo que más se utiliza, pero en verdad que se interesó.
— ¡Eso es maravilloso! Nunca se me habría ocurrido ¿Y qué cambios notaste?
— ¿Recuerdas que me dijiste que aunque no puede regular el movimiento de los ojos, de todos modos hay un leve desplazamiento? Pues es eso, me puse justo en frente y comencé a leer, y luego de un rato me moví hacia un costado ¡Y siguió mi movimiento! Fue sólo un poco, pero se quedó fijo; y cuando repetí la acción volvió a hacerlo ¡Le gusta la sicología!
—Eso es fantástico. Tenemos una mente maravillosa por aquí ¿Cuánto te gustaría aprender?


2


El sol de la mañana era frío para él; hacía una mañana calurosa, probablemente, pero el calor había huido del cuerpo de Vicente, dejando un frío seco y amargo. No sabía cuánto llevaba ahí, pero era necesario volver a moverse y poner en práctica la decisión ya tomada.

"Tócala"

Había vuelto, después de un breve periodo de no escucharla; necesitaba que eso terminara ¿y si fuera parte de aquello que hizo? Quizás ahora, que tenía una conciencia real de los hechos y tenía claro lo que iba a hacer, no sería necesario seguir escuchándola, tal vez se apagara por sí sola.

"¡Tócala!"

El grito resonó en sus oídos al mismo tiempo que sentía un fuerte dolor en las piernas; en un principio no reaccionó, pero se encogió en sí mismo al percibir que el dolor iba en aumento.

— ¡Maldición!

Punzante y penetrante, el dolor en ambas piernas era el mismo que sintió en el baño de su casa un par de horas antes; resopló mientras trataba de controlar las piernas, o masajear de alguna manera para recuperar la movilidad. Sin embargo, el dolor persistió, haciéndose mucho más fuerte que la última vez.

"Vas a hacer lo que yo te diga"

—Maldición, maldición.

El dolor se elevó a un tipo de sacudida, como si los músculos se contrajeran por una descarga eléctrica muy potente; sintió un espasmo de desesperación, atenazado por un dolor que no parecía tener explicación y por el sentimiento de que eso no era algo normal dentro de su cuerpo.

—Maldito dolor...

"¿Sabes tú lo que es el dolor?"

Se detuvo por un momento, dejándolo en el suelo en una indigna posición, casi en posición fetal, respirando sin compás sobre la tierra que entraba en sus fosas nasales.

"No sabes nada del dolor. Te enseñaré lo que es el dolor"

Esta vez la voz tenía una personalidad. Más allá de lo que escuchó antes, de la voz monótona e hipnotizante, más allá de los atisbos de carácter y rasgos de furia, esta vez, la voz tenía un carácter, era como la de un ser humano. Un ser humano que no era él.

"Te enseñaré el dolor como nunca lo has conocido. Te daré dolor más allá de lo que puedes imaginar"

Las palabras, escupidas con furia, el tono determinado, humillante, poderoso sobre él. El dolor regresó, pero esta vez se internó en el torso, ubicándose en el bajo vientre, precisamente en la base de los genitales. Vicente dio un aullido de dolor, mientras se retorcía, llevándose las manos a la entrepierna pero sin poder alcanzar o tomar entre los dedos una zona específica afectada, ya que lo que fuera que estaba sucediendo, venía desde dentro de su cuerpo; tuvo movimientos reflejos en las piernas, que como controladas por un agente externo se sacudieron, azotándose contra el guardafangos del vehículo. Al cabo de unos segundos, la sensación desapareció, dejándolo exhausto y con una fuerte carga de resentimiento físico; de igual manera que al recibir un golpe fuerte, la huella dejada por la punzante sensación permanecía, aumentando el agotamiento. Intentó estirar un poco el torso, pero le resultó imposible con los músculos agarrotados y cansados; apoyó las manos en el suelo, viendo la piel de los dedos blanca, las yemas con raspaduras por la caída y los movimientos involuntarios. Respiraba rápido, tragaba polvo y tenía la vista empañada, y sin fuerzas se sintió como un despojo sobre la tierra.

"Hay muchos sitios en donde sentir dolor. Hay muchas partes de ti que puedo atacar. Toqué un punto sensible de ti, tu hombría ¿Qué pasará si cambio un poco, tan sólo un poco, mi objetivo?"

Sintió una nueva puntada de dolor, más interna, pero que nacía en una zona más externa del cuerpo; esta vez se trasladó hacia el recto, y se adentró, arrancando un nuevo grito de dolor al tiempo que sufría un estiramiento involuntario, fruto de la nueva oleada interna. En esta ocasión perdió el control de los brazos, mientras su espalda se arqueaba. Sintió el golpe de la cabeza contra la tapa metálica de la llanta delantera, todo tierra en suspensión y sus propios gritos como marco.
Cuando el dolor se esfumó, descubrió que los espasmos lo llevaron hasta un costado del auto; estaba agotado, intentando ponerse de pie en circunstancias en que no tenía fuerzas para ello; estaba tendido de espaldas, las piernas un poco flectadas, los brazos a los costados del cuerpo con los dedos clavándose en la tierra y respirando de forma entrecortada.

"He esperado tanto por esto"

Sin poder regular el ritmo de la respiración, con el corazón azotando el pecho y una creciente sensación de dolor expandido por el cuerpo, Vicente trató de ponerse de pie con brazos y piernas como de papel, temblorosas extremidades que no lo soportaban. A duras penas pudo sentarse otra vez en el suelo, comprobando en el acto que ponerse de pie resultaba por completo imposible, de momento.

"Tú, exitoso, amante, bueno —dijo la voz—, qué mentira para ti mismo y para el mundo, qué recompensa tenerlo todo. Pero eso se terminó, todo se terminó para ti"

El odio que estaba escuchando se ponía en el mismo plano que el dolor, acorralando su mente en un espacio reducido, como si a través de las palabras que lo hacía escuchar contribuyera a que las energías escaparan de su cuerpo y se disolvieran segundo a segundo.

"Has sentido dolor, y haré que sientas más"

—Basta —consiguió articular Vicente—, basta, basta, esto tiene que terminar. No sé lo que está pasándome, pero tiene que terminar, tengo que hablar, tengo que librarme de esto y decir todo lo que pasó...

"¡Tú no tienes nada que decir! No has hecho nada, sólo has sido un juguete bajo mi control"

Inspiró con fuerza, a pesar del polvo alojado en la garganta, y trató de calmarse, aunque el eco de la voz en la cabeza era cada vez más fuerte.

"Te he estado controlando desde hace mucho tiempo, pero algo salió mal en algún momento. Empezaste a notar que estoy aquí, y eso puso en peligro todo lo que he hecho. Así que tenía que doblegarte"

¿Doblegarlo? A cada segundo tenía un poco más de claridad mental, y lo que estaba escuchando dentro de su ser no tenía sentido.

— ¿Doblegarme?

"Estabas escapando de mí, descubriendo sin darte cuenta lo que estoy haciendo, y no podía permitirlo ¿entiendes? Después de todo el tiempo, de lograr hacerlo, no podía simplemente perder, así que cambié mis planes"

—Tú no eres real, eres sólo un producto de mi imaginación.

"¡Soy real!"

Junto con el grito que apareció en su mente, una nueva ola de dolor de extendió por su espina dorsal, haciéndolo retorcerse, atenazado por la descarga mientras su cabeza, con un movimiento de látigo, se golpeaba dos, tres veces contra la puerta del auto; al fin cayó sobre el costado derecho, quizás un poco atontado por los golpes, pero consciente como para entender lo que estaba escuchando.

"Soy real —gritó otra vez—, soy real como tú, soy real"

—No eres real; estoy imaginando esto, es una pesadilla.

"No, no es una pesadilla. Sé que estás despierto, y que estás sintiendo cada cosa que estoy haciendo, escuchando lo que digo. He estado en ti desde hace mucho, más de lo que sabes"

En un inútil gesto de auto protección, Vicente se tapó los oídos, sin intentar levantarse del suelo, sólo tratando de dejar de oír.

—No puedes estar aquí. Voy a terminar con esto, alguien podrá ayudarme.

"Nadie puede ayudarte"

¿Qué? mientras se secaba restos de saliva que había expelido sin darse cuenta, con el dorso sucio de la mano, tomó conciencia del nuevo cambio en la voz. Seguía siendo furiosa y poderosa contra su mente, pero estaba demostrando frustración al relatar aquella situación.

"Nunca debiste saber lo que yo hacía, lo que yo era, pero de alguna forma empezaste a saber, y eso te hizo fuerte en mi contra. Así que para ganar, tenía que doblegarte"

— ¿Qué?

"Eres mi juguete ahora. Harás todo lo que yo quiera"

¿Era o no real? Llegado a ese momento, caído sobre el suelo terroso, con múltiples dolores que seguían latiendo, no supo qué era, en realidad, lo que estaba pasando. Todo comenzó como una suposición, una especie de susurro incesante que le hizo creer que escuchaba a alguien más, que fue evolucionando hasta aconsejarlo, acosarlo, y al fin torturarlo. El hallazgo y la existencia de esa voz le decían que todo no era más que una creación sórdida de su sub conciente, pero la misma voz le decía lo contrario.

—No eres...real...

"Siempre he sido real, desde el primer momento. Pretendía hacer que no supieras nada, destruir todo lo que tienes a través de ti, manipulando tu mente y borrando partes de ella, para poder actuar a mi antojo. Pero para poder controlarte por completo tenía que quebrarte, sólo que cuando lo hice, me excedí. Ese sueño que te hice tener sobre tu hijo fue demasiado"

Durante un instante, todo lo demás desapareció. Su mente volvió a la pesadilla que tuvo un par de semanas antes, justo después que creyera que su relación ocasional con Renata iba a quedar al descubierto. Despertó en la madrugada, acurrucado en el suelo, sollozando por un sueño que había sido demasiado real, que durante una cantidad de tiempo durante el sueño, vivió ese temor, el dolor de la pérdida y el castigo impuesto por la fantasía creada por su mente ¿Cómo era posible?

— ¿Tú?

"Tenía que quebrarte —explicó la voz—. La única forma de llegar a tener el control total sobre ti era quebrar tu espíritu. Superar la primera barrera de quién eres ante los demás fue fácil, alcanzar la segunda barrera de ti, encontrar tus miedos más básicos, fue un largo trabajo, pero lo hice. Sólo faltaba quebrar tu ser, usando la energía de tus miedos reales, pero fue mucho, y de alguna manera te las ingeniaste para descubrirme"

— ¿Para descubrirte?

El término de la pesadilla. Recordaba que, en el horror que vivió dentro de su ser durante esa pesadilla, llegó a sentir que lo peor que podía suceder no era el futuro que le deparaba estar en la cárcel por haber sido el causante de la muerte de su hijo, ni los castigos a los que pudiera ser sometido; lo verdaderamente terrible para él era destruir la vida de su hijo, ese era un miedo contra el que no podía luchar. Y cuando sintió eso, cuando algo en su interior se rompió, se entregó al sufrimiento y la tristeza sin límites.
Se abandonó a sí mismo.

Haciendo un esfuerzo casi inconsciente, consiguió ponerse de costado, y luego quedar semi sentado, apoyado otra vez en el costado del auto; se miró las manos, sucias de tierra y con pequeños rasmillones ensangrentados en el borde de las uñas, los dedos temblorosos, muestra tal vez sutil pero potente a la vez de estado en el que se encontraba.

— ¿Qué es lo que me está pasando?

"Cuando despertaste, cortaste una parte de mi conexión contigo. Y de forma inconsciente entendiste que yo estaba ahí, en tu mente, así que tuve que pensar rápido y actuar de otra manera; supe que, para recuperar el control sobre ti, primero tenía que ganarme tu confianza, y hacer que quisieras que yo estuviera presente"

¿Qué significa? La pegunta había aparecido en su mente, el sábado siguiente a la horrible pesadilla que tuvo; para ese momento estaba tranquilo, sentía que era un gran día, hasta que por su mente comenzaron a pasar todas esas preguntas,  cuestionarse cuál era el papel que él jugaría en la nueva empresa de Sergio. Y esas dudas persistieron hasta que hizo algo al respecto.

"Convencerte de querer tener mi ayuda era más complicado de lo que creí. Después de tanto tiempo de estar entre tus pensamientos, de ocultarme en las zonas oscuras de ti mientras fornicabas con tu esposa, mientras te llevabas a la cama a esas mujeres, resultaba más difícil hacerlo sin causar nada, como un espectador mudo ante una película que no podía controlar. Tuve que convertirme en la voz de tu conciencia, susurrando a cada segundo, insistiendo en que hicieras algo, en que demostraras interés"

Recordó también lo que buscó, la información acerca del sueño que lo aquejó: el verse a sí mismo matar por accidente no era un reflejo de querer hacerlo en realidad, sino que era una respuesta inconsciente a una situación de estrés, en donde se perdía el control de lo que lo rodeaba. Como cuando existía un peligro fuera del control de la persona, que pudiera amenazar a las personas más importantes para él.
Sintió que los músculos de la garganta se contraían y relajaban de forma involuntaria; comenzó a salivar espasmódicamente, sintiendo cómo las gotas saladas caían por las comisuras de la boca, abierta en un inútil acto de inspiración de aire. El sabor ácido llenó las papilas gustativas, sólo una milésima de segundo antes que por acto natural se comprimieran los órganos, y el vómito saliera despedido como un chorro a través de la boca; sintió que el líquido viscoso salía por la boca, como extraído por fuerza desde el exterior, mientras su cuerpo se doblaba hacia adelante por el esfuerzo realizado. Escuchó su voz, ahogada, como un rugido siendo expelida de la misma forma que el chorro de contenido intestinal, que fue a caer sobre la tierra como una imagen borrosa mientras su vista se nublaba; se llevó una mano al vientre, mientras con la otra hacía resistencia para no caer de bruces al suelo, pero el vómito no se detuvo. Como si se tratara de un respiro, la acción corporal se repitió, haciendo corvar su torso, salpicando las rodillas y el brazo de apoyo, llenando las fosas nasales del olor acre de los fluidos internos, sin embargo de lo cual no se detuvo, y un tercer impulso hizo que junto a la postura, llegara líquido a la nariz, convirtiendo todo en una escena oscura, agria y siniestra.
Después de unos segundos, tosió con fuerza, liberando las fosas nasales de los restos que las habían impregnado, y pudo volver a respirar, cayendo el cuerpo hacia atrás con un sonido sordo contra el frío metal del auto; exhausto, cerró los ojos por un momento, abriéndolos después a la luminosidad del día, que nada tenía que ver con los olores que también lo cubrían ahora y que estaban esparcidos alrededor.

—Esto...en verdad está pasando...

Su voz era un murmullo ahogado, sin fuerza ni carácter, pero de todos modos sirvió para identificar con claridad en su mente lo que estaba pasando; el haber llegado a la conclusión, al entendimiento definitivo, de que lo que decía la voz era la verdad, en contra de todas las confusiones y contradicciones anteriores, hizo que se sintiera ultrajado y vulnerado en lo más profundo de su ser, y que los inexplicables dolores cobraran un sentido nuevo, y aterrador. Sintió la ropa adherida al cuerpo por el sudor que brotó por sus poros, y que mezclado con la tierra del lugar ayudaban a aumentar su sensación de indignidad. Pero en todo eso, algo sí tenía sentido, algo era a lo menos, gratificante.
No estaba loco.

"Ya no importa lo que pienses"

—Tú sí eres real —no le importó su estado, ni que su voz sonara como un eco patético de lo que en verdad era—, no eres un producto de mi imaginación... eres algo real, algo que se metió en mí.

"¡Sí! —gruñó la voz—, soy real, mucho más real que tú"

—Si eres real —replicó Vicente, jadeando—, entonces te puedo eliminar.

Se pasó el antebrazo por la cara, intentando despejar un poco más la vista y quitar algo de la transpiración; sus ojos se irritaron con la salinidad del sudor, pero pestañeó y los mantuvo abiertos. Algo, o alguien, estaba jugando con él, alguien estaba detrás de todos esos hechos incomprensibles, tramando en su contra a través de mensajes inexplicables y acciones que parecían fuera de la realidad, pero que al fin y al cabo, no lo estaban.

"Tú no puedes eliminarme. ¿No te das cuenta? Tú permitiste que yo llegara hasta este punto"

Hizo un nuevo esfuerzo, pasando por alto el dolor y agotamiento en las extremidades, y logró ponerse de pie, apoyadas las manos en el capó del automóvil; gotas de sudor caían sobre la pintura gris brillante, en donde no se veía reflejado de forma concreta, nada más una sombra opuesta al sol.

— ¿En qué momento pasó esto, cuándo dejé que me hicieras esto?

"Mi control sobre ti iba en baja —explicó la voz. Sonaba como si estuviera disfrutando cada palabra que decía—. Desde que tuviste ese sueño, provocado por mí, creado por mí, se quebró el equilibrio que yo había construido, y empezaste a pensar por ti mismo, ignorando lo que yo decía. No escuchaste, y eso empezó a dejarme fuera"

—Pero Renata...

El miedo afloró de nuevo al mencionar su nombre; entre el efecto de los dolores, las náuseas y lo que estaba comprendiendo, había dejado eso en segundo plano, pero era tan real como todo lo demás.

"El sueño que te induje a tener fue el causante. Te sumergí en el sueño más profundo, alejándote de la realidad que te rodeaba, y así pude hacer que salieras de tu casa, llevándotela a ella hacia el lugar en donde iba a darle fin"

Esa misma noche. Eso quería decir que habían pasado veintiún días exactos desde que había sido hecho; no tenía nada en el estómago, pero aún así sintió una arcada nueva al comprobar cuánto, en días, era el tiempo pasado. Renata, una mujer un tanto superficial, pero una buena persona, no la indicada para él, y ahora para nadie más. La realidad de su muerte fue más intensa al tener claridad del tiempo pasado, y cómo la acción sobre ella cometida había degenerado no sólo su cuerpo, sino también sus sueños y esperanzas ¿cuánto supo de ella en el tiempo que compartieron? No hablaron mucho, pero aún cuando se tratara de encuentros sexuales, siempre había algo, un atisbo de la persona que era en un contexto más amplio. Se trataba de una mujer profesional, independiente, de carácter fuerte, que no temía decir lo que pensaba y luchaba por conseguir lo que quería; no era, sin embargo, una romántica, más bien una enamorada de las cosas buenas de la vida. Eso le dijo una vez.
Renata estaba muerta, había sido asesinada por sus manos, pero no por él; esto es algo que nadie nunca creería, pero pasaba, estaba pasando en ese mismo instante. La mitad de la cara visible bajo los matorrales y el ojo inexistente dirigido a él estarían mirándolo desde las sombras de la muerte, hasta que pudiera hacer algo al respecto.

— ¿Por qué, por qué ella?

Lo que le había pasado a ella era por mucho peor a lo que le estaba pasando a él; solo en la mitad de la nada, sucio, vomitado, con los sentidos aturdidos y una serie de inexplicables dolores internos, aún estaba vivo, aún podía hacer algo por él o por alguien más. Pero, ahí, también se dijo que estar vivo, y haber tomado conciencia de lo que sucedía tenía que ser por algo, y el primer motivo que tenía era saber. Tenía que saber toda la verdad.

— ¿Por qué hacerle esto a Renata?

"No se trata de ella en particular, tenía que ser alguien a quien pudieras acercarte. Alguien para eliminar"

— ¿Y Nadia?

Necesitaba hacer preguntas, entender y hacer encajar las piezas que todavía seguían moviéndose. Tragó una desagradable mezcla de polvo, ácidos remanentes de sus propios fluidos y sudor, y se forzó a seguir concentrándose.

"Ella se volvió un peligro"

— ¿Querías que ella muriera al igual que Renata?

"Sí"

— ¿Por qué?

"Porque ella estaba averiguando. Ella quería saber"

Su mente se trasladó entonces hacia el pasado más reciente. La teoría que tenía, acerca de que recurrió a ella en busca de ayuda sobre un problema mental era correcta, excepto por un detalle, y es que no era la preocupación genuina de él, sino una treta de ese agente externo.

—Yo fui donde ella porque estaba asustado, y tú me hiciste atacarla para que no te descubriera.

Decirlo hizo que las cosas fueran más sencillas de comprender; la voz que durante varios días entendió como la de la conciencia, la que lo instaba y supuestamente entendía, en realidad estaba ahí vigilando sus pasos. Como le dijo un instante antes, estaba perdiendo el control sobre él, de modo que dejó que se asustara, para luego ejercer de nuevo el control y hacer que la atacara.

—Por eso es que Nadia ahora se encuentra bien —dijo con voz entrecortada—, trataste de hacer lo mismo de la vez anterior, pero no pudiste, por eso los recuerdos volvieron.

La voz no se dejó oír. Entonces de verdad era así, realmente la voz estaba perdiendo fuerza en él.

—Estás perdiendo tu control sobre mí.

"No"

Una nueva puntada se sintió en la mitad de la espalda, pero Vicente la contuvo; el impulso era como una fuerza aguijoneando la espina dorsal, pero se negó a dejarse vencer. El dolor continuó, como una corriente dirigida a un punto específico, más intenso que los anteriores; resopló, gruñó, presa de una sensación  que se extendía por los nervios, traspasándose de un disco a otro, y presionó los débiles brazos contra el capó del vehículo, mientras las piernas apenas lo sujetaban. Tuvo un acceso de furia, una energía desatada desde su interior, producto de la frustración, el miedo y la rabia, y gritando como un poseso, azotó la cabeza contra el metal, una, dos, tres veces.

— ¡Sal de mi cabeza!

Escuchó el sonido sordo de su cráneo estrellarse contra el metal y fue, por un momento, más rápido su movimiento que las sensaciones de dolor causadas por el daño auto infligido. Su vista se nubló, y luchó con todas sus fuerzas por no caer y continuar con lo que pretendía, pero la punzada en la espalda fue más fuerte, y lo hizo derrumbarse; cayó de bruces sobre el auto, teniendo una breve vista de la abolladura que había causado, y luego se desplomó, cayendo de espalda al suelo. Ambos, el dolor de la espalda y el causado por él mismo se esfumaban.

— ¿Por qué?

"Quiero destruirte"

— ¿Pero por qué? —hizo un nuevo esfuerzo y se sentó otra vez en el suelo. Lo que estuviera pasando, no podía permitir que lo derrotara, no todavía—, tiene que haber algún motivo.

La voz, otra vez no contestó. La muerte de Renata, el ataque a Nadia, la voz que lo asediaba ahora, y que antes había tratado con éxito de hacerse oír como un agente que lo apoyaba, todo estaba conectado, y si bien el nudo era querer destruirlo a través de la manipulación, tenía que haber algo más. Tenía que saber.

—No puede ser porque sí —murmuró con torpeza mientras ponía una rodilla en tierra, esforzándose para controlar la debilidad que amenazaba con tirarlo otra vez—, debe ser por un motivo...

Y entonces lo entendió. Por un momento tuvo una claridad mayor a la que esperaba de sí mismo en una situación como esa, y pudo olvidar los dolores y la avalancha de sensaciones que inundaban su cuerpo. Se puso de pie, con dificultad, pero incluso en ese momento, haciendo acopio de parte de sus fuerzas.

—Yo... —se corrigió. La realidad era otra— Tú me conoces...

Nunca en su vida había tenido tanta claridad con respecto a algo intangible; se trataba de alguien, no de una simple voz o un ente indefinible, era la voz de alguien que, en algún sitio, ansiaba con todas sus fuerzas destruirlo, y que tenía los medios para hacerlo.

"Sí"

Una nueva confirmación. Miró al cielo, no en busca de respuestas, sino tratando de que la luz de esa mañana entrara por sus ojos, que iluminara algo de la oscuridad que se estaba apoderando de él.

— ¿Quién eres?

"No lo sabrás"

—Dime quién eres, dime por qué quieres hacerme todo esto.

Sin embargo, la respuesta vino a través de una nueva oleada de dolor, en vez de por una palabra; arrancó un nuevo grito, al aparecer esta vez en el centro del pecho, poco más arriba del esternón. Se encorvó, cayendo con una rodilla en tierra, las manos llevadas al pecho en una fútil acción de protección. Pero, otra vez, el dolor desapareció, y al mismo tiempo sintió que la voz se alejaba, al igual que en una ocasión anterior; es decir que no sólo estaba perdiendo capacidades contra él, sino que no podía permanecer de modo constante.

—Estás en alguna parte —dijo con voz ronca—. Me obligaste a hacer esto, pero no te voy a dejar ganar.

Sentía como si hubiera sido duramente golpeado; estaba agotado, sucio tanto en el cuerpo como en la mente, pero al menos de momento, libre de la voz y de la tortura a la que había estado sometido. Enfocó la vista en el auto, quedando durante un instante detenido en la abolladura que hizo en el capó, una hendidura que perfectamente podría haber sido hecha por un ariete y que sin embargo, era producto de su propio actuar. Llevándose las manos a la cabeza, miró en todas direcciones, percatándose de que, en realidad, nada había cambiado desde que llegó, nadie se percató de su presencia y los automóviles, de momento lejanos, seguían su curso sin prestar atención a lo que sucedía en un punto insignificante de la carretera. Se miró a sí mismo con un sentimiento de irrealidad, como si fuera imposible que el sujeto torturado por dolores sin explicación, humillado y patético, fuera la misma persona que ahora estaba parada ahí; su ropa estaba sucia al igual que él, tenía inclusive algunas desgarraduras en la tela de los pantalones producto de las caídas, además de rasmillones en las manos y antebrazos, pero en ese instante estaba mejor que unos momentos antes. El día estaba claro, tratándose de una mañana luminosa y en apariencia cálida, aunque él no sentía ninguna tibieza, estaba dominado por una insensibilidad general que por suerte excluía a los pensamientos.

Esa voz era alguien, una persona que, desde algún sitio que no podía identificar, estaba haciendo uso de un arte que él no comprendía, pero que tenía el poder de controlarlo; lo llevó a matar a una mujer inocente y atacar a otra, la primera sólo como un absurdo acto de destrucción, la segunda como un intento de defensa ante el peligro de ser descubierta.

La pregunta que quedaba sin contestar era ¿por qué? ¿Por qué alguien querría utilizarlo de esa forma, destruir su seguridad y obligarlo a hacer cosas que como persona jamás habría hecho? Pretender destruirlo no era suficiente, así que entendió que se trataba de alguien a quien él conocía, o en su defecto una persona que tenía conocimiento de él ¿A quién podría haber dañado tanto como para que usara esas misteriosas formas para vengarse? Se acercó al auto, y su mirada cayó en primer lugar, a través del vidrio de la ventana, en donde el teléfono, dejado sin cuidado sobre el asiento del copiloto, anunciaba en la pantalla bloqueada, con un mensaje en púrpura brillante, la hora que era en ese momento y las notificaciones; eran más de las ocho quince de la mañana, es decir mucho más tarde de lo que él había supuesto en un principio que pasó: en ese mismo instante había una llamada de Iris, de seguro una de tantas entre tanto tiempo pasado. Se preguntó, parado junto a la puerta del automóvil, que de momento no quiso abrir por el extremo cansancio al que estaba sometido, qué estaría pasando por la mente de su esposa; la noche anterior, él le dijo que tenía miedo de estar perdiendo sus capacidades mentales, a lo que ella reaccionó con un natural temor debido a su historia personal, pero al mismo tiempo con la entrega y la dedicación propia de su carácter y su amor por él. Muy poco después, Vicente salió de la casa sin dar aviso, tomó el auto, y desapareció del mapa, encontrándose más de dos horas después inubicable, con el móvil encendido pero sin dar respuesta de sus constantes llamadas. Luego de unos toques, la llamada se cortó, dejando paso a la pantalla en reposo donde se acumulaban las notificaciones de mensajes en el chat directo y las llamadas perdidas. Tuvo el instinto de abrir la puerta y contestar los mensajes, de llamarla y decirle todo lo que estaba pasando, pero tan pronto como apareció ese sentimiento, se quedó quieto, y ni siquiera tocó la puerta. Renata estaba muerta, por su propia mano, y así también hirió a Nadia, y aunque en su interior sabía que no era algo causado por sus propios deseos, eso no cambiaba el hecho de que de todas formas era un peligro para cualquiera que estuviera cerca: la voz no estaba en ese momento, pero nada aseguraba que no volviera a suceder, y poner en peligro a su esposa e hijo era lo último que quería. Cuando abrió la puerta del auto, le sorprendió la tibieza que emanaba de su interior, junto sonido del móvil que otra vez anunciaba una llamada; por primera vez sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, ante el escenario que se dibujaba en su vida. Podría volver a casa, decirle todo a Iris, pero eso sólo aumentaría el nivel de peligro sobre su cabeza, como una espada de Damocles cuyo hilo pudiese cortarse en cualquier momento; por otro lado, desaparecer por completo significaría sacrificar más que nunca antes, y poner en riesgo el amor de Iris. Se contraponían dos opciones: la inseguridad de su familia teniéndolo cerca un minuto más, o su tranquilidad sin saber nada de él.


3


Había sido mucho tiempo en sumersión, bajo ese silencio; pero cuando aprendió a escuchar, poco a poco aprendió también a ver, y eso hizo que tuviera una imagen más completa del mundo. No solo de su mundo, sino de lo que significaba en general, el saber que era algo mucho más grande de lo que pensaba.

Pero las limitaciones eran muchas. No se trataba sólo de ver y oír, sino de desplazarse, y eso estaba negado por completo, de forma que las cosas seguían siendo lejanas y, en muchos casos, inalcanzables, poco a poco comprendió que lo que oía, esas palabras, eran moduladas por las personas a las que veía, y comprendió que existían las expresiones, que todo iba de la mano en una cadena incesante. No podía expresarse de esa manera, pero podía entender ¿Por qué estar dentro de esa prisión? Eventualmente, se hizo patente que había algo más que le faltaba, que no solamente se trataba de expresar las emociones que se traducían de las palabras escuchadas, sino que le faltaba la voz. Una diferencia entre la voz de su mente y la que se podía hacer sonar. Dentro de su prisión, escuchar su propia voz era lo mismo que oír las que aparecían desde el exterior, pero con el tiempo entendió que existía una diferencia fundamental: la voz interior era un secreto para los demás, mientras que la hablada era sonido, que rasgaba el aire y llegaba hasta alguien más.



— ¿Sabes qué me pregunto? Me pregunto qué es lo que estarás pensando, ahí. Estoy segura de que hay muchas cosas, que los cuentos y los libros que te leo te hacen vivir y reflexionar muchas cosas; hace tiempo que te leemos libros, y te contamos cuentos ¿Quién iba a imaginar que te iba a interesar la sicología, las ciencias? Supongo que es porque tienes la posibilidad de pensar en muchas cosas, y el tiempo para hacerlo, pero también he pensado, es decir estábamos pensando en eso, que de seguro tienes una capacidad superior a la de otras personas, para entender y para pensar en muchas cosas. ¿Qué es lo que más te gustaría hacer?

"Hablar"

—Qué extraño.
—Hola ¿Qué sucede, por qué tienes esa cara?
—No es nada, sólo creo que...no importa.
—Te ves un poco cansada.
—Sí, debe ser eso; creí escuchar que alguien me hablaba.

Risas. La risa era un reflejo de la alegría interna; pero jamás la había expresado, sólo oído en labios de los otros, en particular de él.

—Sí, definitivamente es cansancio; además de nosotras, en este cuarto no hay nadie más.
—Bueno, en realidad sí hay alguien más.
—Lo sé, sabes a lo que me refiero, a alguien que pueda hablar en voz alta.

Ambas estaban riendo, pero no se trataba de risa de alegría; era una especie de burla. Otra vez, por no ser igual, por estar dentro de ese encierro horrible. No, no eran en realidad buenas personas, sólo trataban de aparentar, de mantener sus verdaderos pensamientos en secreto y decirle con palabras al mundo que eran personas distintas a lo que las demás eran; ya lo había presenciado antes, ya había sido testigo de la cercanía, las promesas y la falsa verdad, proveniente de alguien a quien creyó conocer, de quien creyó ser una parte, pero que al final no era nada.

— ¿Y qué le has estado leyendo hoy?
—Esto, es sobre los estados de la personalidad.
—Interesante.
—Es bastante complicado en realidad; habla de que las personas son como estratos, es decir que lo que uno es se forma de varios niveles, desde el más básico hasta la personalidad que tenemos. No me ha despegado la vista en un momento, casi esperaba que en un momento, cuando fui por un vaso con agua, me dijera ¡No, sigue leyendo!
—Fue un gran descubrimiento ese que hiciste.
—Sí, y nos permite salir de los cuentos. Después del tiempo que ha pasado, es interesante pensar en esto, creo que dentro de poco va a saber más de estas cosas que un sicólogo licenciado.
—Apuesto que analizas todo ¿Verdad? ¿Qué es lo que estarás pensando en este preciso momento?

"Vicente...no vayas a casa"



Próximo capítulo: Comencé a oír

No vayas a casa Capítulo 17: Te marchaste




El dolor punzante en el muslo aumentó de golpe; sintió una especie de corriente de energía, como una sacudida que llegó hasta la cadera. Perdió el equilibrio y cayó sentado en el suelo.

—Rayos.

No fue un golpe fuerte, de hecho no era nada del otro mundo, pero caerse por un simple calambre resultaba algo molesto en ese momento. Un simple calambre.
Que no tenía nada de simple.

"No vas a dejarme"

¿Qué significaba eso? Mientras seguía sobándose la pierna, sintió algo distinto, aunque no era la primera vez: la voz ya no era la misma de siempre. Unos momentos antes había percibido ese cambio, en que la voz monótona y ausente sentimientos adquiría un tono más real, aún imposible de identificar, pero más humana, expresando un sentimiento.

— ¿Dejarme? —repitió tontamente.

El dolor se esfumó con la misma rapidez con que había aparecido; quedó una sensación de adormecimiento, que venía desde el interior del muslo, similar a lo que producía el frío intenso. Lo suficiente como para que todavía no pudiera levantarse.

"¿Por qué me desprecias?"

—No eres real.

"¡Soy real!"

Fue un grito. Un grito dentro de su cabeza, que lo hizo quedar sin respiración, impactado y sorprendido por lo que estaba sucediendo. Y, por primera vez desde que todo eso comenzó, se preguntó algo que cambiaba todo, la pregunta que movía el foco de la inquietud hacia un sitio en donde las cosas para él quedaban en un punto más inestable y definitivamente más riesgoso.

— ¿Quién eres tú?

Se sorprendió a sí mismo hablando en voz muy baja, temeroso de que alguien más escuchara sus palabras, murmurando sin poder poner más fuerza a las cuerdas vocales. Pero no sólo era eso, también fue que, al exteriorizarlo, descubrió por primera vez que el hecho de que el factor determinante en todo eso no fuera el cómo, sino el por qué, hacía que cualquier cosa pensada, dicha y hecha por él en los últimos días quedaba sumergida en un pantano del que, en ese instante, no veía la orilla.

"Soy real"

La voz cambió su tono de la sorpresiva furia a otro ¿cuál era? Las dos palabras quedaron flotando en su mente durante unas milésimas de segundo, permitiendo que entendiera cuál era el tono con el que habían sido dichas. Rencor.

"Soy real"

Lo repitió, pero esta vez cobró fuerza y volvió a ser furiosa, sólo que más contenida. Vicente seguía sentado en el suelo con la pierna flectada hacia el pecho, rodeándola con las manos.

—Tú...

Por un momento no pudo seguir; notó que la mandíbula inferior experimentaba un ligero temblor, y que la voz estaba a punto de quebrarse; con la garganta seca, cerrada, sintió al mismo tiempo un deseo irrefrenable de escapar, y una necesidad imperiosa de expresar lo que estaba pensando. La pugna entre ambas sensaciones hizo que olvidara el dolor en la pierna, y que su vista se perdiera en un vacío que no era capaz de identificar.

—Tú... No eres la voz de mi conciencia.

De nuevo el mismo enfrentamiento entre ambas sensaciones, queriendo oír y al tiempo ensordecer. No hizo una pregunta, fue una afirmación, con una seguridad pasmosa en esas circunstancias, seguridad que contrastaba con el nerviosismo creciente en su organismo.

"No"

La respuesta fue entregada con el tono de voz propio de una verdad descarnada, dicha sin mayor intención que confirmar algo que ya es sabido por el interlocutor. Al escuchar esa respuesta, quiso reír de alegría y gritar de terror al mismo tiempo, pero no hizo ninguna de ellas. No estaba loco como para escuchar voces dentro de su cabeza ¿o lo estaba lo suficiente como para escuchar los pensamientos alguien que no era él?

— ¿Quién eres? ¿Qué eres?

No obtuvo respuesta. Por primera vez desde que comenzó a ocurrir todo eso, pudo experimentar la diferencia entre saber que iba a escuchar la voz, y saber que iba a mantenerse en silencio; fue como si escuchara que una respiración se hacía más y más lejana, aunque en realidad no estaba pasando nada. Y quiso hablar, exigir o rogar que no dejara de hablarle, que le respondiera más preguntas, pero se quedó sin energías como para poder formular estas palabras, al mismo tiempo que nacía en él un enorme miedo a saber cualquier tipo de respuesta.


2


El paso de la noche fue en vela. Fingió estar durmiendo el tiempo suficiente como para que Iris se durmiera profundo, y luego de levantó a hurtadillas, bajando al primer piso.
De pronto fue como si todo lo que lo rodeaba, la casa y lo que había en su interior, hubiese tomado un significado distinto por completo al que tenía antes para él. Mientras estaba en su lado de la cama se preguntó ¿por qué resultaba tan relevante ese nuevo conocimiento? Y no le costó encontrar la respuesta: desde que toda esa absurda y loca situación comenzó, todo se remitía a su interior, a cosas que podían o no estar pasando dentro de su mente; se engañó de distintas formas, pero al final de cada día, cuando estaba en casa, sabiendo que su hijo estaba a salvo y su esposa junto con él, entendía que el mundo, su mundo, seguía siendo el mismo. Quizás estaba bajo presión, o comenzando a experimentar un síndrome, pero aún así, eso le pasaba a él, era algo que existía sólo dentro de su ser. Pero al oír esa voz de aquella manera, al tener esa confirmación clara, significaba que ese "algo" que antes asoció a un estado mental, era algo que estaba fuera de su control, y eso lo aterraba.

"No puedes borrarme"

Tan claro como lo volvía a escuchar en esos momentos. Pero esta vez la voz estaba más serena ¿por qué lo alteraba más escucharla ahora que demostraba sentimientos que antes, cuando era una especie de eco sin vida?
Porque ahora tenía una vida que parecía propia.

— ¿Qué eres?

No contestó, pero esa respuesta silenciosa decía tanto como las otras.

— ¿Qué eres, qué eres, qué eres, qué eres, qué eres, qué eres, qué eres?

Sin respuesta. Pero estaba ahí. ¿Qué quería decirse a sí mismo con "ahí"? ¿Cómo podía estar en alguna parte si no era nada?

— ¿Qué eres?

"Yo soy... Real"

— ¿Real como qué? ¿Quién eres, dónde estás?

"Estoy en ti"

Sin quererlo, miró en todas direcciones, como si con eso pudiera descartar la posibilidad de que, en realidad, hubiera algún ahí. La sala estaba en semi oscuridad, sólo encendida una luz tenue en el centro del techo, programada para dar un aspecto cálido; sin embargo, en ese momento las sombras alrededor parecían tan tétricas como antes lo eran las luces brillantes en el cuarto de baño.

—No puedes estar en mí. Tú no eres la voz de mi conciencia como quisiste que creyera.

"No soy la voz de tu conciencia"

—Acabo de decir eso maldita sea.

Inspiró profundo para evitar gritar. Al hacerlo, apretó los músculos del cuerpo, como si estuviera sintiendo un escalofrío, aunque en realidad no podía saber si estaba en un ambiente cálido o no, sus sentidos estaban demasiado golpeados como para poder saber eso. Ahora había paz en la voz ¿por qué? ¿Cuál era el cambio desde la vez anterior, sólo un par de horas antes?

—Dime quién eres.

"No puedes borrarme"

— ¿Por qué estás haciendo esto?

"No deberías querer borrarme, yo quise ayudarte pero no escuchas"

—Quisiste ayudarme —masculló con rabia—. Todo esto es ridículo.

"No quieres mi ayuda. Por eso lo hice"

Por su mente pasó el fuerte calambre en la pierna; sucedido al mismo tiempo que la voz demostraba por primera vez algún tipo de sentimiento. Una reacción natural ¿Qué podría tener de extraño sufrir un calambre? Pero en ese momento se dijo que no era un simple malestar, que algo distinto era lo que estaba pasando, sólo que se lo dijo en segundo plano, sin prestar realmente atención a eso, porque la voz y sus palabras recientes resultaban mucho más importantes.

— ¿Qué hiciste?

"No puedes borrarme, no puedes"

No era obstinación, más bien sonaba a que estaba explicando una y otra vez algo que ya estaba claro; como cuando él mismo le repetía a Benjamín que no podía tener algo con lo que insistía una y otra vez. Sintió escalofríos.

—Dime por qué.

"Intenté ayudarte, porque estás pasando por algo que no puedes controlar"

Entonces lo recordó. Cuando los recuerdos volvieron a él la jornada pasada, y se vio a sí mismo junto a Nadia, atacando a Nadia, era como si todo eso no hubiera pasado; recuerdos propios, desde su punto de vista, y al mismo tiempo ajenos, como si de alguna manera fuesen implantados en su memoria.

"Algo que no puedes controlar"

Él atacó a Nadia. La dejó inconsciente, abandonada a su suerte en plena calle; sólo la fortuna había impedido que pasara algo más grave pero ¿por qué no recordaba lo sucedido? Los recuerdos aparecieron después, pero nunca parecieron suyos.

—Yo no hice eso. Yo no ataqué a Nadia.

La voz no contestó.

— ¿Qué has hecho?

Otro silencio; en ese momento, algunos hechos inconexos comenzaron a tener sentido, como si de un rompecabezas tratara. La razón por la que no recordaba haber agredido a Nadia tenía directa relación con el ataque mismo, y esa voz que de pronto apareció, estaba relacionada con aquellos momentos que no podía recordar con claridad. Ahora lo veía desde el presente hacia el pasado, pero era como si, de a poco, hubiese comenzado a perder el control de sí mismo; no sabía con claridad si lo que estuvo perdiendo fue el control de su propia persona, o la capacidad de saber lo que estaba pasando.

—Dime qué fue lo que hiciste.

"No escuchas mis consejos"

Necesitaba aclarar sus ideas. Hasta ese momento, todo tenía que ver con el interior de su mente; el ataque a Nadia era un asunto demasiado complejo, algo que no podía enfrentar, para lo que terminó ocultando todo al momento de ir a verla. Ocultó toda esa información, pero si se trataba de algo complejo, había ocultado lo demás, lo que significaba que, escarbando un poco, podía dar con el origen de otras interrogantes. Entonces se hizo una pregunta más crucial aún ¿desde cuándo estaba sucediendo todo eso?

—Dime... ¿desde cuándo estás...aquí?

Quiso correr, salir de la casa a toda velocidad aunque estuviera en boxers, aunque fueran las dos de la mañana, y escapar de alguna manera de lo que estaba sucediendo, pero supo que eso no sólo no tenía sentido, sino que no resolvería nada en lo inmediato.

"Llevo mucho tiempo aquí"

—Dime qué es lo que quieres.

"No quisiste escucharme"

—No quiero escucharte —replicó entre dientes—, no quiero que existas, quiero que desaparezcas para siempre.

"Quise ayudarte"

— ¡No!

No le importó que su voz saliera más fuerte. Estaba en la planta baja, Iris no lo escucharía y Benjamín seguro dormía con tranquilidad; pero al menos en ese momento, necesitaba expresar, aunque fuera un poco, la frustración que estaba sintiendo. No es la voz de la conciencia, no es algo que está pasando dentro; se trata de algo que viene de fuera.

"No"

Algo le decía que las cosas eran de determinada forma. Algo le dijo que estaba involucrado con el asunto de Nadia, que debía investigar; algo le dijo que tenía que intentar...

—Oh no... tú... tú no quieres ayudarme, nunca quisiste.

"No"

—Dime qué es lo que quieres.

"Quiero destruirte"


3


— ¿Sucede algo cariño?

Vicente volteó hacia la escalera, y vio a su esposa al borde de ella, mirándolo con una expresión en la que se conjugaba la preocupación y el sueño, aunque la primera prevalecía. Estaba muy erguida, como solía pararse cuando algo la sacaba de su zona de tranquilidad, envuelta en la bata y con los brazos cruzados a la altura del estómago.

—Estoy bien.
—Son casi las cuatro de la mañana y estás aquí en la sala. Y tu cara no es de que todo esté bien.

¿En verdad había pasado tanto? Al escuchar la voz de su esposa, notó que estaba sudado, y experimentando un cansancio muy alto. Tuvo la intención, casi instintiva, de mirar en todas direcciones, como parta comprobar si estaba sucediendo algo extraño que pudiera delatar su conversación con una voz invisible.

—Estoy bien, en serio.
— ¿Por qué estás aquí?

No estaba escuchando nada en esos momentos; la voz parecía haberse esfumado otra vez, dejando la inquietante sensación de vacío en su interior. No estaba, pero su no estadía confirmaba una vez más que se trataba de algo, porque lo que no existe, no puede dejar de estar.

—No podía dormir, bajé para no molestarte.

¿Cómo se había dado cuenta? ¿Tal vez habló algo sin darse cuenta del real volumen de su voz?

—Vicente, me preocupa que estés así.

Era una afirmación, pero al mismo tiempo un paso a la comunicación, una forma de hacerle ver que no se trataba una crítica, sino de la oportunidad de hablar, sincerarse y decir las cosas tal como eran. El problema es que no tenía nada claro en la mente, no se percató ni siquiera del paso del tiempo, por lo que no disponía de una excusa. Y en esos momentos revelar lo que estaba pasando era más impensable aún que hablar del asunto de Nadia ocurrido anteriormente. La expresión de Iris, en el potencial caso de revelar lo que estaba pasando, sería una mueca difícil de olvidar.

—No me siento muy bien, pero te prometo que no es nada grave.

Iris descendió las escaleras a paso lento; ahora estaba envuelta en la bata color rosa pálido, con los brazos cruzados en actitud de auto protección, o tal vez como si sintiera frío. ¿Estaba haciendo frío en ese instante? De pronto se preguntó si ella habría percibido, en las horas o días anteriores, algo que la hiciera sospechar, y pasar de la preocupación a sentirse amenazada por algo; algún suceso o comportamiento además del incidente del cuarto, que ya estaba superado.

—Vicente, mírame.

Percibió en su interior un extraño sentimiento de rechazo, pero no hacia ella, sino con respecto a él mismo, como si de alguna manera el tocarla en ese momento pudiese contaminarla, o afectarla de un modo todavía indescifrable. Sintió la opresión en el pecho y quiso decirle que se alejara, que no quería lastimarla pero ¿cómo decir algo así sin que significara otra cosa?

—Iris.

Dijo su nombre en voz muy baja, conteniendo la emoción, de súbito presionado por un peligro que no era físico, y quizás, tampoco mental.

"Quiero destruirte"

En esa ocasión no lo escuchó, pero el eco de la voz llegó a su mente casi con la misma intensidad. Era una declaración, la afirmación de algo que hasta entonces permanecía oculto tras un velo de misterio. No había vuelto a repetirlo, pero esa afirmación era más que suficiente.

—No me siento bien —dudó un momento, pero llegado a esa instancia, no tenía mayor alternativa. A pesar del desvelo, y del estado en el que se encontraba, tuvo la claridad suficiente para entender la oportunidad que se daba: Iris sabía, gracias a su gran percepción y capacidad empática, que algo no estaba bien en él, y que no se trataba de un simple dolor de cabeza o insomnio. Si no aprovechaba ese momento para decir algo contundente, generaría en ella una desconfianza que luego sería difícil de borrar—. No me siento nada bien.
—Explícate.
—Siento —hizo una pausa. No, no podía arriesgar tanto, al menos no hasta saber más—, siento que estoy perdiendo mis capacidades; creo que podría estar presentando algún tipo de cuadro de deterioro mental.

La mirada de Iris había estado fija en la de él durante todo ese tiempo, con una calma y atención que daban a entender que sólo podía tener ojos para él. Ahora, al escuchar esa declaración, su ceño ser fruncía ligeramente, y los músculos de la cara de tensaban. Vicente supo que escuchar eso era violento para ella, después de haber vivido con la enfermedad de su padre; pero no dio esa versión para agredirla, sino porque, llegado el momento, sería la única salida aún válida para justificar lo que pudiera suceder.

— ¿En qué te basas para decir eso?

Hubo una cierta violencia en la voz, como si le costara referirse a ese asunto después de tantos años; Vicente sabía que costaba.

—Han estado pasando cosas extrañas conmigo.
—Podría ser estrés.

Lo dijo de forma un poco apresurada; aún a la moderada distancia que los separaba, él pudo notar la sequedad en la garganta, y cómo el hablar estaba significando un esfuerzo mayor al habitual.

—No es eso. Iris, algo no está bien conmigo.

Ella había estado avanzando para tocarlo, pero un sentimiento superior la hizo detenerse. Estaban a un costado del sofá, separados por un metro y medio, que en ese momento era como una vida completa, tristezas pasadas y miedos.

—Hay cosas que no han estado funcionando bien los últimos días; tengo lagunas mentales, son momentos que no puedo recordar, no puedo saber lo que pasó o lo que hice.

Los ojos de ella se empequeñecieron; ese era el primer síntoma, muchas veces desapercibido, que comenzaba el camino. Asociado a cansancio, falta de sueño, estrés o distintos factores, siempre ignorado, de alguna manera despreciado en pro de mantener la estabilidad; no tomado en cuenta por la persona afectada, y de alguna manera tampoco por quienes estaban a su alrededor, ciegos por una malentendida conveniencia. Sin embargo mantuvo la calma, de seguro diciéndose en su interior que no era posible, que era todavía muy pronto; Iris era una persona que no se dejaba apabullar con facilidad, no sin haber completado la información que necesitaba.

— ¿Desde cuándo es que estás sintiendo esto?

Por un momento creyó ver en sus ojos un asomo de censura, como si la potencial respuesta fuese algo a criticar, pero contuvo también ese sentimiento; su estómago se comprimió de la culpa por estarla haciendo pasar por esa situación ¿Cómo explicarle que lo que decía era en realidad el mejor de los escenarios posibles y no el peor?

—No estoy seguro.
—Pero tiene que haber pasado algo que te haga pensar en esto.
—Ahora es un ejemplo; me levanté, pero no sé lo que pasó en estas horas, son casi dos horas y no sé lo que ocurrió.
—Pero podrías estar un poco dormido...

Su voz casi se quebró, sujetándose con debilidad a una súplica que sabía por adelantado no tendría buen destino. La veía con tanta claridad, de una forma en que parecía que la débil luz de la sala que estaba encendida se estuviera concentrando sólo en ella, en ella en su aspecto más real y al mismo tiempo más vulnerable, con los brazos cruzados protegiendo el corazón, y los dedos de la mano que quedaba oculta apretados, haciendo que la fuerza descargara la presión contra la palma. Vicente negó con la cabeza mientras contestaba.

—No estaba durmiendo; no me dormí en ningún momento, es sólo que... No lo recuerdo. Y ha pasado antes, me he encontrado a mí mismo mirándome en el espejo del baño, o sentado ante el volante en el auto, y no sé cuánto tiempo luego ahí, ni si hablé o hice algo ¿Entiendes? No hay nada en mi memoria. Si se tratara de un acontecimiento aislado, podría creerlo, pero no es así.

Guardó silencio al ver una nota de pánico en los ojos de ella; pero aún estuvo tranquila, hizo un esfuerzo por apartar de sí lo que la afectaba, y concentrarse en el presente; pero también existía un conflicto, que enfrentaba lo que él decía con sus propios recuerdos del pasado reciente; su mirada vagó por unos segundos, de seguro haciendo conexión entre lo que él decía y los hechos pasados. ¿Cuánto de lo que recordaba sería lo mismo a lo que él se refería? Supo entonces que ella comenzaba a sentir lo que sucedía, a relacionar quizás cosas sencillas de la vida diaria que en otras circunstancias no tendrían importancia, pero que ahora cobraban una, y descomunal.

—Está bien, escucha —se interrumpió a sí misma, probablemente sintió su propia voz más aguda de lo necesario—, entiendo que es complicado, pero también puede ser un cuadro de estrés agudo.

"No"

—Lo primero aquí es mantener la calma, no preocuparse. Puede ser un cuadro de estrés agudo, lo principal es saber exactamente qué es lo que ha estado pasando. Pero cuando te golpeaste la cabeza, los exámenes salieron bien, no había nada que...

Volvió a interrumpirse; de seguro había notado que, tocando ese punto, estaba dando más realce a las palabras de Vicente, en vez de rechazarlas; Iris siempre sabía lo que decía, pero esa madrugada las cosas no eran como siempre.

—Ahora tenemos que descansar; voy a llamar al Centro de análisis y tratamiento mental para pedir una hora para un especialista, tienes que hacerte una serie de exámenes para que sepamos con claridad de qué se trata ¿está bien?

La actitud de Iris, y su fuerza ante un evento como ese, con todo lo que implicaba, hizo que su sentimiento de amor hacia ella fuera más grande y más sólido. Y el terror que sentía ante la existencia de la voz, mucho más visceral.

—Lo siento.
— ¿Por qué te estás disculpando? —la pregunta de ella sonó un tanto alterada, pero hizo otra vez un esfuerzo. No iba a llorar.
—Por hacerte pasar por esto. Es sólo que no quiero que tú y Benjamín estén en riesgo.

No quiso continuar, pero ambos sabían muy bien de qué hablaban; el padre de Iris comenzó a sufrir los síntomas propios de una enfermedad mental degenerativa, y el final de sobrevino con bastante rapidez. Pero primero estuvo el amargo trance, de verlo ido, sin reconocer a nadie, siendo agresivo sin querer serlo; ese periodo, a muy poco de salir de la Universidad, había sido duro para todos.

—No tienes que sacar conclusiones apresuradas —dijo ella con énfasis, aunque con poca fuerza—, no conseguimos nada preocupándonos más de la cuenta. Escucha, mañana veremos lo de la hora con un especialista, todo lo demás lo vemos después ¿de acuerdo?

En muchas ocasiones, Vicente se había sentido siendo egoísta, como si la mayor parte de las cosas que hacía en la vida fueran por interés propio; pero en eso era distinto, y si existía aunque fuera la más mínima posibilidad de poner en riesgo a su familia, estaba obligado a hacer algo al respecto. Sentía miedo acerca de lo que pudiera pasar, o significar la existencia de esa voz, pero resultaba mucho más importante proteger a los suyos.
Se dijo que no iba a permitir que algo, sea lo que fuere, amenazara con controlarlo.

"Pero ya lo hiciste"

Abrió mucho los ojos, retrocediendo un paso; Iris captó ese movimiento y, como activada por un resorte, se puso tensa.

— ¿Qué?

Ella trató de encontrar su mirada, pero él volteó hacia la ventana, la mirada perdida en un punto indefinible.

"Ya lo hiciste. Y si pude hacerlo una vez, puedo hacerlo de nuevo"

— ¿Vicente?

Escuchó la voz de ella, impregnada de un tono de alarma propio de la situación que acababa de ocurrir; aún sin mirarla supo que su expresión habría mutado al miedo, y que su reacción anterior de no acercarse estaría en pugna con la de sí hacerlo, de abrazarlo y decirle “Estoy aquí, escúchame” de la misma forma en que lo había hecho con su padre años antes. Pero eso fue algo que percibió con distancia, ya que lo que pasaba con la voz estaba ocupando todo el espacio de su atención. No, no era posible, no había llegado tan lejos.

—No.

"Has estado viviendo un engaño hasta ahora"

— ¿Por qué?

Sabía que no tenía que hablar en voz alta, pero la amenaza dentro de la sutil y suave voz lo impulsaban a seguir preguntando; era un momento en que tendría que saber.

"Ya está hecho. Se lo hiciste a ella. ¿Podrás mirar su rostro otra vez cuando sepas lo que hiciste?"

¿Cuando sepas lo que hiciste? No lo dijo, en ese momento calló pero la expresión se grabó a fuego en su recuerdo. ¿De quién estaba hablando? Nadia estaba recuperándose.

"Hasta ahora has vivido en una ilusión"

—Vicente.

La voz ahora era dulce, amigable, casi se podría decir que divertida. Estaba disfrutando de esa incógnita, de hacerlo saber algo a partes, de tenerlo prisionero de una duda que debía resolver.

"¿Sabes lo que le hiciste?"

No estaba hablando de Nadia; perdida su mirada en la nada, de espalda a su esposa, pero internamente en otro sitio muy lejos de allí, intentó encontrar en su memoria y dar con un resultado, encontrándolo imposible.

"Crees que se olvidó de ti cuando te olvidaste de ella. Pero no fue así"

¿De quién podría olvidarse?

—Oh, no...

"Ella no te olvidó. La enviaste al olvido"



4


A partir de ese momento, cualquier expectativa de conciliar el sueño de convirtió en una utopía que no tendría lugar; convenció a Iris de quedarse en el cuarto de alojados en la primera planta para dejarla dormir, y aunque ella insistió en que no estaba de acuerdo, aceptó por la perspectiva de seguir la intención de él. Odiaba quedarse fuera del cuarto, pero la alternativa era más riesgosa. ¿Cómo podría haber supuesto que ese nuevo escollo se interpondría entre él y la tranquilidad?
Una vez que estuvo encerrado en el cuarto de alojados, se encontró insomne y solo, pero a la vez, acompañado.

"La enviaste al olvido"

La voz había callado otra vez, como descubriendo en la práctica que esos intervalos estaban volviéndose más amenazadores cada vez que sucedían. Tuvo temor de hacerlo, y se quedó sentado en la cama, mirando el número en el teléfono móvil, esperando reunir la fuerza y decisión necesarias para enfrentar la decisión y el paso a dar. Se preguntó mil veces si sería lo correcto, si quizás sería un error, o estaría poniendo en riesgo algo más, como la tranquilidad que esperaba haber conseguido luego de dar aquel paso. Al final se decidió, y aunque era de madrugada, hizo la llamada.
Renata no contestó. Su móvil figuraba fuera de servicio.

—No puede ser.

El móvil de Renata nunca estaba fuera de servicio. Trabajaba en una clínica estética para la alta sociedad, en donde en cualquier momento podían recibir la llamada urgente de una modelo o señora enemiga del tiempo que necesitaba de forma desesperada un cambio en su anatomía. Y cada llamada era dinero. Ni siquiera enviaba al buzón voz.

—No puede ser, no puede ser...

"Has estado viviendo en una ilusión"

¿Hasta dónde podía llegar lo que estaba pasando? ¿Se trataba de un tipo de enajenación, algo no sólo fuera de su entendimiento, sino de su control, e incluso de su memoria?

"¿Podrás mirar su rostro?"

Sabía que algunos episodios eran confusos, pero al fin recordó lo sucedido con Nadia ¿acaso no era el primer incidente?

"¿Sabes lo que le hiciste?"

También existía la posibilidad de que su teléfono móvil estuviera descompuesto, o la hubieran asaltado. O que simplemente no quisiera contestar. Pero habían pasado más de dos semanas desde la última vez que supo de ella, no era posible que después de todo ese tiempo aún tuviera la precaución de apagar el móvil ante una probable llamada de él. Miró la hora: cinco cincuenta; no podía simplemente ignorar esa situación, por muy paradójico que fuera estar pensando en saber de ella cuando fue él quien hizo lo necesario para apartarse. Ahora todo ese rollo de estar buscando aventuras parecía algo tan ajeno y lejano, los juegos infantiles de alguien más, a quien no reconocía. Iris, era casi seguro, despertaría alrededor de las seis en modo operativo, dispuesta a hacerse cargo de todo y acompañarlo a realizar cualquier examen que fuera necesario.

Se vistió y salió en silencio, tomó el auto y salió a toda velocidad.
Al llegar al edificio en donde estaba el departamento rentado de Renata, tuvo un instante de vacilación mientras bajaba del vehículo, pero al fin decidió que ya no podía dar pie atrás. Al menos hasta esa hora podía decirle a Iris que fue a dar un paseo, y nada más.

—Buenos días.

A diferencia de las otras veces en que estuvo ahí, el conserje lo saludó, ya que desde luego no iba acompañado por alguien que él conociera.

—Buen día. Necesito saber si se encuentra la señorita Fosquin está, es el departamento 601.
—No está señor —replicó el conserje de forma automática—. No hay noticias de la señorita Renata desde hace muchos días.

No. Eso no podía estar pasando. Tragó saliva casi de forma compulsiva.

— ¿A qué se refiere con que no hay noticias?
— ¿Usted es amigo de ella?
—Claro que soy su amigo —notó la violencia en su voz, y se controló—. Lo siento, es sólo que he tratado de saber de ella y no contesta el móvil...
—No, no lo contesta —dijo el hombre como pasando por alto lo que él decía—. La verdad es extraño, nunca había pasado en cuarenta años que alguien desapareciera de un día para otro de un departamento.
— ¿Desaparecer?
—El día seis —explicó el hombre como si eso diera forma a sus palabras—, salió en la mañana y no ha vuelto; la hemos llamado al número del que tenemos la referencia pero no contesta.

No era posible que una persona estuviera tanto tiempo desaparecida y nadie hiciera nada.

—No entiendo, si ella no está y no saben nada ¿Por qué no llamaron a la policía?
— ¿Porque la persona que habita un departamento que ya está pagado no llega en unos días? —replicó el hombre con cierto escepticismo—. La señorita Fosquin ha pagado el semestre por adelantado, por lo tanto no hay nada de qué preocuparse; hay muchas personas que pagan por adelantado.
—Pero usted dijo que habían intentado comunicarse con ella.
—Eso es porque habitualmente las personas que no van a estar en varios días dejan un aviso al respecto, o una instrucción sobre si puede ir alguna persona de parte de ellos, o peticiones de que alguien del personal del edificio se encargue de alguna labor; pero no lo hizo, la hemos llamado tres veces a lo largo de estos días y no contesta, es un poco extraño porque siempre dejaba aviso si se iba a ausentar por uno o dos días.

Veinte días. La cantidad de tiempo pasada era mucho más de lo que en cualquier caso habría podido imaginar, y abría un horizonte de dudas tan enorme como el que se presentaba con respecto a su propia situación.

—Gracias.
— ¿Quiere dejarle algún recado?

Por un momento temió que su mirada reflejara el pánico que esa pregunta le producía, pero por suerte ese sentimiento pasó desapercibido; en cambio, asintió mientras comenzaba a despedirse.

—No es necesario, intentaré contactarla por otros medios.

Cuando volvió al automóvil, notó que estaba temblando ¿por qué esa maldita voz no le decía qué era lo que pasaba, si es que de verdad pasaba algo?
Pero saber que no estaba no disminuía la incertidumbre, y en cambio la aumentaba hasta niveles que no era capaz de entender bien; Renata tenía veinte días de no volver a su departamento, y él no conocía a nadie más cercano a ella. En el móvil, entró a redes sociales y la buscó, con lo que su nivel de alarma subió de forma considerable al ver que su perfil llevaba ausente el mismo tiempo que ella de su departamento.
¿Dónde estaba?
Pero tampoco podía tener una respuesta así como así, por fuerza debía existir algo que lo ayudara, aunque no imaginaba qué. La voz insistió en que se trataba de algo que él había hecho, pero a diferencia de lo sucedido con Nadia, ahora no había ningún recuerdo que apareciera de pronto en su mente.
"Pero ya lo hice" había dicho la voz.
Esa parte, esas palabras en particular hicieron sentido de un modo distinto; decía que ya lo había hecho, luego de que él pensara en que debía evitar que lo controlara algo que estuviera fuera de su ser. ¿Entonces era eso, algo lo controló de una forma en que ahora no recordaba nada? ¿No recordaba porque no había nada que recordar?
No tenía adónde ir, ni tiempo o siquiera un plan para poner en práctica. La voz no estaba, daba la impresión de haber aprendido a incitar su descontento a través del silencio, entregar sólo una parte de las pistas y dejar el resto en duda. Tenía que volver a casa antes que Iris se preocupara más de la cuenta. Si es que no estaba ya preocupada; pero en ese caso lo habría llamado por teléfono en primer lugar.
¿Cómo descubrir algo, si ese algo no era parte de sus recuerdos? ¿Qué tan mal podían estar las cosas con él como para dejarse dominar por algo que ni siquiera podía explicar con claridad?

—Hay una posibilidad...

Siguiendo un presentimiento, se dijo que era lo único que podía hacer era enfrentarlo, de la misma manera que enfrentó el camino hacia ese edificio; saliendo de la zona de pequeñas calles, enfiló el automóvil hacia el único otro lugar en donde existía una conexión entre ambos: el bar en donde se conocieron.
Se trataba de un sitio sencillo pero con estilo propio, inspirado en la década de los setenta, en el extremo norte de la ciudad; Vicente entró allí una tarde durante una escapada, se miraron, y al cabo de poco rato estaban coqueteando, tomando un trago y, por supuesto, seduciéndose. El motel más cercano estaba a veinte minutos, los que parecieron largos mientras él conducía y ella le acariciaba los muslos; de forma increíble, rememorar eso no le producía ningún tipo de satisfacción ni interés, quizás por el cambio que había experimentado con respecto a su relación de pareja, o tal vez por algo más profundo.
Detuvo el auto en la calle con la que hacía esquina con la del bar, pero antes de bajar se quedó pensando en lo que había pasado esa tarde, tratando de reconstruir los hechos tal como habían sucedido. Después de salir del bar, él le dijo que lo acompañara en su auto, a lo que ella respondió que quería beber algo; Vicente tenía lista una lata de cerveza en el auto para beber un poco y justificar el aliento a alcohol, pero de ninguna manera podía beber otra cosa, así que ella dijo que no le importaba beber sola mientras ambos se divirtieran. Salieron por la calle Norte, que llevaba a la carretera urbana y a través de ella al motel. No, ella mencionó lo de beber algo cuando ya iban en camino, de forma que él le dijo que tendrían que parar si en una salida veían una botillería funcionando. La vieron.
E hicieron una parada en la mitad del camino.

"¿Cómo vas a mirarla a la cara?"

Salió de la carretera. Se trataba de una salida que conducía a un conjunto de casas bastante antiguas, una zona residencial bastante típica que se había quedado al margen de las modificaciones hechas por la empresa vial. Los había atendido una persona que les pidió que esperaran unos minutos, ya que tenía que buscar la botella específica que Renata quería, un trago no muy caro pero poco usual. Vicente le dijo que se tomara el tiempo necesario, y ambos caminaron sin rumbo fijo. La botillería estaba en el inicio del conjunto de casas, el que a su vez estaba distante de la salida de la carretera por unos cientos de metros de terreno vacío.
Estaban divagando mientras esperaban a que el dependiente buscaba el trago que ella quería. A tan sólo unos metros del borde la carretera urbana, y a unos cuantos cientos de esas villas pobladas por gente de esfuerzo, como de común se denominaban por la prensa, había una zona desierta, un extraño paraje con pasto seco y piedras alrededor que muy bien podría estar junto a una carretera rumbo al campo.
Un lugar para perderse.
Resultaba extraño, pero las carreteras urbanas tendían a establecer un límite social entre las personas. Muchas veces de un lado, como en ese, había edificios de oficinas y grandes empresas, y del otro casas antiguas, habitadas por personas que a menudo eran parte del rechazo al avance científico y de obras, pero que de manera irremediable quedaban aislados, sujetos a una forma de vida fuera de época, rodeados incluso por una porción tierra con errores que nunca serían tapados por los avances del otro extremo.
Un terreno baldío, un lugar para desaparecer.
Hizo el viaje en el límite de la velocidad, ignorando los primeros y tímidos rayos del sol que anunciaban el inicio del día; pasaba poco de las seis, pero aunque sabía que Iris iba a llamarlo, puso el teléfono en silencio cuando estaba a poco de llegar a su destino.
La salida de una carretera, hacia ningún sitio importante para alguien ajeno, un lugar para morir.


6


—...y así fue como todo comenzó.
Te gusta este cuento ¿verdad? Puedo verlo en tus ojos cuando te lo leo. Oh, disculpa.

La voz de alejaba poco a poco, interactuando con la de alguien más. Pero aún era posible escucharla.

— ¿Cansada? Para nada, es muy estimulante hacerlo. No, te equivocas, tiene reacciones; al principio, cuando empecé a cuidarlo, pensaba lo mismo, que no había nada, pero aprendes a entender ciertas variaciones. Hay cambios en sus ojos, no es como en las películas eso de los pestañeos, se trata de algo mucho más sutil. Puedes ver que su mirada se pierde cuando es algo que no le interesa, y cómo sus ojos están fijos en ti cuando le hablas de algo que les gusta; hacer ese cambio es dedicarle tiempo y atención.
Le estaba leyendo este cuento, es su favorito, puedes ver el brillo en sus ojos. ¿No lo has oído? Se llama "El manto del silencio" pienso que le gusta porque habla sobre la historia, es como contar la historia del mundo y de la humanidad, es muy bonito en realidad.
¿Qué? Claro que sí. Yo sé que la gusta, sé que es su favorito.


7


Estacionó el auto a un costado de la salida de la carretera; no tuvo mayor dificultad en encontrar el punto en donde había sucedido.
La voz no estaba, nada había en ese lugar más que él.
Estaba sobre el suelo, en una cavidad en la tierra lo suficientemente grande para que una persona pudiera estar recostada a su largo, y tan cubierta de matorrales por los bordes como para que no fuera posible verla, a menos que quien llegara se acercara a mínima distancia. La cavidad en el suelo era, con toda probabilidad, producto de los movimientos de tierra hechos por los trabajos de la empresa constructora, que en su desdén por determinados sitios generaba montículos, los que en muchos casos quedaban hundidos o quebrados, dispuestos a que en ellos naciera la vegetación. Miró por un momento arriba, y se encontró con que, por casualidad, si alguien asomara por el borde de la reja protectora de la carretera, no podría ver la cavidad, ya que el ángulo era demasiado cerrado; por otra parte, la calle asfaltada que conducía a la salida de la vía rápida tomaba una curva, que hacía innecesario acercarse hasta ese punto.
De pronto fue como si toda la luminosidad de la mañana que comenzaba permitiera que su vista fuese mucho más nítida, apreciando los detalles de la macabra escena como si, en vez de separarlo un par de metros, fueran tan sólo algunos centímetros. Estaba tendida de espalda, el abundante cabello negro enmarañado, cubriendo parte del rostro, dejando a la vista la mejilla izquierda y parte del mentón; la piel era de un color ceniciento, donde las grietas habían formado caminos incontables sin dirección ninguna. Siguiendo la curva del pómulo hacia el rabillo del ojo, había un largo surco negro, contiguo al ojo que ya no existía: en su lugar, el párpado estaba muy abierto, sellado al contacto con la piel por una membrana y una sustancia gelatinosa de un color indefinible; por el borde del lacrimal se extendía un camino de color negro verdoso, que se veía solidificado con el paso del tiempo; otro camino se marcaba desde la comisura de la boca, perdiéndose hacia el cuello donde el cabello se mezclaba con la tierra y los hierbajos propios del terreno. Sobre el tallo de un solitario diente de león que se mecía, una mariposa de color anaranjado con unas diminutas pintas amarillas, permanecía inmóvil, con tanta vida en su pequeño y frágil cuerpo como jamás volvería a haber en el que, ignorado por esta, permanecía a una muy escasa distancia. El cuerpo había perdido sustancia, por lo que las ropas sobre él, ya de un color difícil de especificar por causa de los líquidos emanados, estaban adheridas como si de papel mojado se tratase, sobre una superficie rugosa; el brazo izquierdo, descubierto desde poco más abajo del hombro, mostraba un color de piel más pálido que el de la cara, aunque los efectos del paso del tiempo sobre él eran, por contradicción, más evidentes: los dedos de la mano estaban anormalmente quietos, detenidos en forma de garfios cada uno de ellos, separados más de lo que de manera natural estarían, ya que en ellos el paso del tiempo había secado la piel, convirtiendo cada uno de ellos en vestigios como ramas secas, con las uñas sobresalidas y el dorso de la mano, expuesto a la luz del sol, en un mapa por el cual deambulaban unos pequeños insectos oscuros. Se dirigían al centro de la mano, donde la piel abierta y seca era una especie de grieta, y los bordes mismos de esta eran pequeñas puntas salientes, resquebrajadas y resecas. El volumen del cuerpo era amorfo, resaltando más el lado que quedaba cubierto por los matorrales del borde, como si de alguna forma algo abajo mantuviera una porción más erguida, en tanto el lado izquierdo perdió su forma, desdibujando las curvas para volverlas una masa, contenida en parte por los tejidos de la tela que, humedecidos y vueltos a secar por los efluvios corporales, eran una especie de cascarón sin definición clara. Lo que, a primera vista parecía parte de la vegetación, se mostró entonces como una serie de vaporoso moho de color blanco verdusco, surgido desde el interior de la piel y expandido con los días hasta encontrar en el terreno una forma de mantenerse. Si bien en un principio había visto que corría una hilera de insectos diminutos hacia la mano tendida sobre el suelo, con el pasar de los segundos entendió que había muchos más, la mayoría de ellos mimetizados en su tránsito con el color oscuro de la ropa o con las piedrecillas propias del lugar.
No sintió náuseas ni mareo, sólo una larga sensación de vacío, como si al mirar esa escena que jamás esperó, todo lo que había pasado antes se convirtiera en una sola cosa, sin lugar a dudas ni preguntas.
No estaba escuchando voces, nadie lo controlaba desde ningún sitio. Había algo en él, una faceta de su propia personalidad que lo llevó a matar, mucho antes incluso de que comenzara a sospechar de sí mismo.
Se alejó del pequeño promontorio de tierra y matorrales, y caminó a paso lento hacia el automóvil, ignorante de la luz matutina que inundaba todo y del sonido en eco de los automóviles pasando a alta velocidad, se sentó en el suelo, apoyando la espalda en el guardafangos delantero, derrotado, solitario.

—Tengo que decidir cómo hablar de esto.

Su voz sonó ronca a sus propios oídos; garganta cerrada, ojos secos, miembros temblorosos. Ya no había nada más que dar vueltas a ese asunto, estaba más allá del punto en donde debía detenerse, y si no pudo o no supo de sus propios actos, entonces debía usar lo que le quedaba de cordura para entregarse a la policía, antes de destrozar la vida de alguien más.

"Tócala"

Por extraño que a él mismo le pareciera, volver a oír la voz no tuvo el mismo efecto de las veces anteriores; ya nada importaba, su mente y el destino de esta eran nada en comparación con el horrendo daño causado.

"Tócala"

—Tengo que...tengo que llamar a la policía. Lo mejor será que llame a Iris, que le diga... que le diga que ha ocurrido una desgracia y que debe dejar a Benjamín con Jacinta. Que mi niño no se entere...

Su voz se secó.



Próximo capítulo: No explicaste

No vayas a casa Libro 2: En el fondo - Capítulo 16: No me escuchaste

Libro 2: En el fondo

Capítulo 16: No me escuchaste

Todo fue muy confuso al principio.
Todo era oscuridad y silencio, algo tan grande que resultaba aterrador en todas las formas.
En la única forma que conocía.
En determinado momento, entendió que no todo era así; que se trataba de una cárcel, una especie recinto enorme con paredes antes impenetrables y repleto de silencio, pero no absoluto y, por lo tanto, posible de derrotar.
Supo, a través de ciertos hechos, que estaba tras una especie de pared, detrás de la cual había un mundo, el mundo. Quería conocerlo, pero aún no sabía cómo salir; poco a poco su capacidad de escuchar fue mejorando, y supo que había sido creada una grieta, un espacio que le permitió acceder a lo que había en el exterior aunque fuera de forma remota: esa distancia se volvió entonces un motor, la inspiración para continuar. Resultaba extraño, porque empezó a aprender cómo eran los sonidos, pero este mismo conocimiento era triste, ya que le decía que no pertenecía a ese lugar, que no tenía la experiencia ni los medios para llegar ahí.
Pero tenía tiempo.


1


Sebastián era un hombre de 35 años, de contextura maciza y actitud algo nerviosa, que se vio aumentada por su evidente angustia al momento de llegar a la urgencia; llevaba una tenida deportiva con una vieja campera de mezclilla encima, detalle de vestuario que, aunque podría pasar desapercibido, para ellos resultaba muy importante, debido a que él usaba esa prenda sólo cuando iba al campo. De seguro el estrés estaba haciendo mella en su estado de ánimo.

— ¿Les dan dicho algo, saben cómo está?

Iris se adelantó al verlo entrar en la urgencia y le dio un afectuoso abrazo, que el hombre aceptó con la sencillez de un niño; se trataba de un hombre simple, amante de su casa y esposa, que no quería otra cosa que ser feliz con ella, y hacer lo posible porque ella también lo fuera.

—Aún no sabemos nada, llegamos hace menos de diez minutos.
—Entiendo.
—Tal vez deberíamos ir a la sala de espera, no está lejos y puedes beber algo.

Tenía los ojos inyectados en sangre; de seguro había estado llorando, pero en ese momento se controlaba lo suficiente como para poder hablar con claridad, a pesar de la nota de tensión constante en su voz.

— ¿Cómo fue? Dime lo que pasó, necesito que me cuentes todo.

Sólo habían pasado diez minutos desde que ellos llegaron, por lo que las noticias al respecto eran nulas. Vicente lo hizo sentarse a un costado del pasillo en una de las incómodas y duras sillas blancas empotradas en la pared.

—Decidimos salir a ver si podíamos hacer algo —explicó con calma—, yo salí en primer lugar; pensamos que tú ibas a tener que estar en casa por cualquier cosa, de forma que podríamos ser de ayuda si hacíamos preguntas en las estaciones de servicio o en las tiendas de atención nocturna, por si alguien la había visto.

Sebastián lo miraba con total atención, casi como si de las palabras que estaba escuchando dependiera una parte importante de lo que estaba en juego en ese momento.

— ¿Dónde la encontraste, cómo estaba?

Vicente apoyó una mano en su hombro, mirándolo fijo a los ojos.

—Lo primero es que tienes que estar tranquilo.
—Sí, lo sé.

Vicente se dio un instante para dar énfasis a lo que acababa de decir, luego habló con tranquilidad.

—Estaba en el parque urbano que está cerca de su casa; puedo suponer que recibió un golpe, o tal vez se desmayó, pero no tenía ninguna herida visible. Nada.

Recalcó la última palabra; no pretendía hablar de manera directa acerca de una agresión sexual, pero era evidente que era una opción, y que Sebastián querría saber de eso. La compungida expresión del hombre se relajó un poco.

— ¿Hablaron con el doctor a cargo?
—Aún le están haciendo exámenes, para saber exactamente qué fue lo que ocurrió —replicó Iris—, de momento tenemos que esperar.

Vicente asintió, muy serio.

—Tranquillo, te vamos a apoyar.
—Muchas gracias Vicente, Iris. Gracias de verdad.

Los tres quedaron un momento en silencio; Iris iba a decir algo, pero Vicente le hizo un gesto sutil y ella lo captó en seguida, comprendiendo que, de momento, había que esperar en vez de insistir en sacarlo de ahí. Además, ese era el lugar en el que quería estar.

—No entiendo lo que pasó —dijo de pronto el hombre—, ayer, anoche fui a comprar algo y Nadia estaba leyendo un poco, siempre le gusta estudiar alguna cosa; no estaba vestida para salir, no iba a ir a ninguna parte así que cuando volví y no la encontré, pensé...—su voz se volvió un susurro durante un momento, pero recuperó las fuerzas para continuar— pensé que había ido a la tienda, es decir, sé que no tenía sentido porque yo salí a eso, lo que quiero decir es, no había ningún motivo para procurarse ¿O no? No es como que uno salga de pronto y eso sea motivo para llamar a la policía, pero cuando pasó el rato yo... No lo sé, de pronto dije que eso no era normal, quizá ella salió a caminar, pero nunca sale sin el móvil porque, porque puede pasar algo o llamarla un paciente y ella siempre quiere ayudar en lo que pueda.

Vicente e Iris se miraron mientras su amigo hablaba; estaba liberando parte de la tensión que había pasado, en vez de lanzarse a llorar, relatando cada detalle de la agonía que, de seguro, había pasado por la ausencia ella. Ambos guardaron respetuoso silencio mientras el hombre continuaba con su relato.

—Cuando vi el móvil me preocupé; fui a preguntarle a los vecinos, pero en la casa de junto no estaban y al otro lado tampoco. Fue como si hubiera salido justo en un momento en que nadie estaba cerca, o mirando casualmente por la ventana. Lo que más me preocupa es todo el tiempo que pasó ¿dónde estuvo, por qué pasó esto?

Su angustia iba en aumento; Iris iba a intervenir, pero en ese momento apareció en el pasillo una enfermera con un impecable atuendo blanco y expresión seria.

— ¿Familiares de Nadia...?

No tuvo tiempo de terminar de pronunciar el nombre, mucho menos de empezar por el apellido; Sebastián se puso de pie como activado por un resorte y se acercó a ella.

—Soy su esposo, déjeme verla por favor, dígame qué fue lo que le pasó.

La mujer, acostumbrada a ese tipo de reacciones, no se mostró sorprendida.

—Señor, su esposa se encuentra en coma inducido.
— ¿Qué?
—Esto es —explicó con tranquilidad—, porque sufrió un golpe en la cabeza, de forma que es necesario mantenerla en ese estado por algunas horas mientras se realizan los exámenes correspondientes.

Por un momento, Vicente creyó que él iba a romper en llanto, pero aunque su semblante tembló, se mantuvo estoico, asumiendo el rol del fuerte en esa situación.

— ¿Qué fue lo que le hicieron?
—A vista de los primeros exámenes, da la impresión de que sólo se trata del golpe en la cabeza; hay dos traumatismos, probablemente uno causado por el golpe y el otro por la caída, pero no parece haber otro tipo de herida.
— ¿De ningún tipo?

La mujer asintió con energía, comprendiendo a qué se refería en realidad.

—No hemos detectado ningún otro tipo de lesión; sin embargo, realizaremos todos los exámenes para descartar, por supuesto.

Sebastián asintió agradecido.

—Necesito verla.
—En este momento no es posible, se está realizando una serie de exámenes; tiene que esperar, le avisaré cuando pueda.
—Por favor...

Vicente intervino y de acercó a ambos, tomando a su amigo desde la derecha, pasando un brazo por su hombro.

—Escuchaste lo que dijo ¿verdad?
—Sólo es un momento...
—Si quieres que todo salga bien, no puedes intervenir; vamos, ven conmigo.

Le dio las gracias a la enfermera y se llevó casi a rastras a Sebastián al baño; en el interior, su amigo se quebró.

—Por Dios, tengo tanto miedo ¿Y si es algo grave?
—Tienes que calmarte.
— ¿Qué le habrán hecho? —dijo empezando a sollozar, apoyada la espalda en la pared— no lo entiendo, Nadia jamás le haría daño a nadie.

Vicente se acercó a él y apoyó sus manos en los hombros.

—Escúchame, tienes que calmarte, Nadia necesita de ti. Te aseguro que todo va a estar bien.
—Pero no puedes saberlo, no logro entender cómo es que pasó todo esto.
—Eso no importa ahora; ya te confirmaron que se va a recuperar, ahora sólo tienes que esperar a que terminen los análisis para ver lo del golpe en la cabeza, y la podrás ver. Ella tiene que verte bien y fuerte.

Llevado por un arranque, Sebastián se abrazó a él, sollozando y al mismo tiempo intentando controlarse. Vicente le dio unas palmadas en la espalda.


2


Iris dio aviso en el trabajo que iba a ausentarse por algunas horas; después de algún tiempo de espera, Sebastián pudo ver a Nadia, que aunque aún estaba en coma inducido, tenía un buen pronóstico: los especialistas dijeron que no había otras lesiones aparte del golpe en la cabeza, por lo que esperaban que en unas horas pudiese ser retirada de terapia intensiva. Dejaron a Sebastián en compañía de unos familiares, y ambos regresaron a casa, en un viaje corto y silencioso.

—Esto es muy extraño —comentó Iris cuando estaban entrando en la casa—, viviendo de Nadia, en verdad resulta increíble que haya podido pasar algo así.

Vicente dejó las llaves colgadas en uno de los tres ganchos ubicados tras la puerta de entrada y fue a sentarse en el sofá.

—De seguro sólo se trata de mala suerte.
—Pero de todas maneras es extraño —reflexionó ella mientras dejaba su cartera sobre el mueble auxiliar—, nosotros conocemos a Nadia, ella no sólo es una mujer tranquila, sino que además es metódica, una profesional como ella no deja su móvil así como así, recuerda que gracias a eso es que pude localizarla cuando te caíste ¿recuerdas?
—Claro que sí.

Ella se sentó en el sillón, meditando aún sobre lo ocurrido; tenía el móvil en las manos, como si con ese artefacto en su poder estuviera manteniendo la estabilidad ¿o quizás se trataba de un medio para atarse a la tierra, una forma de seguir conectada y ayudar, aunque fuera con su atención, a alguien que podría necesitarla?

—Cariño, tienes que tomar esto con calma.
—Lo sé, es sólo que es complejo; si se tratara de una amiga, ya sabes, fiestera, podría pensar que tuvo mala suerte, pero no es su caso. Pobre Sebastián, estaba destrozado.
—Se pondrá bien —repuso él más animado—. Escucha, ya hicimos todo lo que podíamos por ellos por ahora, creo que tenemos que desconectarnos un poco ¿no lo crees así?

Iris programó el equipo de sonido con una mezcla ambiental relajante y en seguida dejó sobre la mesa de centro el pequeño control remoto; cuando se ató el cabello con una liga, Vicente notó que sus manos temblaban ligeramente.

— ¿Qué pasa cariño?

Iris se tomó un instante para responder; por lo visto la situación la había afectado más de lo que parecía.

—No lo sé, es sólo que esta situación, lo que le sucedió a Nadia de esa forma tan extraña, me hizo pensar en lo frágil que es la estabilidad que uno cree tener en la vida.
— ¿A qué te refieres?
— ¿No has pensado que todo esto es muy extraño? —dijo ella gesticulando de forma vaga, física representación de lo que intentaba decir— a lo que quiero llegar es a que es muy extraño todo eso, es como si de pronto ella simplemente hubiera salido de casa sin motivo aparente, para luego ser golpeada sin ninguna razón.

No terminó la frase, pero era evidente que estaba de indicar que algo muy oscuro se escondía detrás de esos extraños hechos; Vicente asintió con lentitud, sin cambiar la postura corporal ni mostrarse alterado.

—Creo que te estás tomando las cosas demasiado a pecho; estoy seguro de que cuando ella despierte nos dirá que fue a dar una simple caminata y que tuvo un accidente o algo por el estilo.
— ¿Y el golpe?
—Producto de la caída.
—El doctor dijo que detectaron dos golpes, por fuerza uno fue dado por alguien.

El hombre se puso de pie y se estiró; tenía un poco de sueño.

—Hablas como si esperaras que a nuestra amiga la hubieran violado o dejado desnuda en la calle para que todo esto tuviera una explicación más clara.

Se encontró con la mirada de Iris, una mezcla entre sorpresa y violencia.

—No digas eso ni en broma por favor.
—No lo estoy diciendo en serio y lo sabes —replicó él con tranquilidad—, pero me gustaría que vieras esto con la óptica que yo lo estoy viendo: esto no es un caso policial como los que aparecen en televisión, es nuestra amiga que tuvo un percance. Fin del asunto.
—Eso no me parece...
—Te aseguro que ella misma va a decirte que hiciste una tormenta en un vaso de agua ¿acaso no sabes cómo es? Nadia es una mujer estructurada, sensata, fría, ella va a tomarse esta situación tal como es, un hecho puntual y ya está; tenemos que estar contentos ya porque la encontré, y estar tranquilos mientras esperamos los resultados de los exámenes.

Iris lo miró con detenimiento, analizando cada una de sus palabras mientras lo escuchaba; al final pareció que su discurso hizo efecto, porque se mostró un poco más tranquila.

—Sí, creo que tienes razón; aunque no puedo dejar de sentirme preocupada por lo que pasó.
—Es natural; pero confía en mí, todo va a estar bien.

Ella esbozó una sonrisa de ternura, y habló en voz baja, mirándolo con ojos brillantes por la emoción.

—Me conmovió mucho tu actitud con Sebastián, fuiste su apoyo en estos momentos.
—Sólo hice lo correcto.
—Lo sé pero, ya sabes, él no es tan sociable y ustedes alternan cuando los reunimos para cenar o algo así; nunca han tenido una cercanía mayor, pero actuaste con entrega con él, lo apoyaste y eso habla muy bien de ti.

Vicente esbozó una sonrisa algo avergonzada, pero de todos modos se acercó a ella y le dio un suave beso en los labios; Iris dio un respingo y se apartó.

— ¿Qué pasa?
—Nada, es que me dio la electricidad.

La sonrisa en el rostro del hombre de ensanchó.

—Debe ser por lo que siento por ti.

Iris se restregó los labios con el dorso de la mano, aunque divertida.

—Muy gracioso; todavía siento el cosquilleo, fue como una pequeña descarga eléctrica, en serio.
—Lo lamento, no fue intencional.
—Lo sé —sonrió, encogiéndose de hombros—, no importa, ya se pasó.


3


Vicente volvió a casa alrededor de las siete; el trabajo había pasado como un soplo, y por lo que le dijo su esposa por el chat directo, en su caso había sido lo mismo, de modo que la ausencia inicial por ir en auxilio de unos amigos no repercutió de forma negativa en sus labores. Al momento de entrar, Benjamín estaba entrando a la sala desde la cocina.

—Hola hijo.

Durante un segundo que pareció durar horas, el pequeño no se movió; su expresión, a menudo tan viva y atenta, se volvió una máscara seria, que conservaba la redondez y buena salud propia de su edad, pero al mismo tiempo demostraba la contrariedad que estaba experimentando, presa de un sentimiento que en su juventud e ingenuidad no podía definir, pero que de forma instintiva comprendía, y estaba viviendo en ese mismo instante.

— ¿Qué pasa hijo, no vas a saludar a tu padre?

Los ojos del pequeño se abrieron más, convirtiendo por un instante su rostro en una mueca difícil de interpretar, pero que a todas luces no representaba nada bueno ni esperanzador. Sin embargo, la vista de esa expresión en su rostro duró tan sólo una milésima de segundo, debido a que Iris entró también desde la cocina, sonriendo.

—Hola cariño.
—Hola amor —sonrió con alegría mientras se sentaba en el sofá que enfrentaba a la puerta de la cocina—, acabo de entrar y estaba saludando a nuestro amado hijo, pero parece que ha sido un día ajetreado porque se quedó congelado.

Iris desvió la mirada de su cónyuge al niño, que se había ruborizado de forma repentina.

— ¿Estás cansado hijo? Hace un minuto parecías muy animado.

El niño desvió la mirada de Vicente al suelo, sin pronunciar palabra; esto preocupó  a su madre, que se inclinó junto a él.

— ¿Qué pasa cielo?

Parado a menos de un metro de su madre,  y a tres o poco más de su padre, durante un momento su rostro fue el de un niño que no tiene a nadie a su alrededor, y el juego de colores que pasaron por su piel, desde el súbito rubor hasta una intensa palidez fue lo único que pudo decir, arrebatado por tantas emociones que no podía entender pero que se asentaban en su interior. Al fin habló, con voz temblorosa, casi en un susurro

—Nada mamá, estoy bien.

Pero Iris no estaba de acuerdo con eso; con delicada mano tocó su frente.

—Tienes un poco de temperatura, pero no estuviste corriendo ni nada, estábamos tomando un vaso de jugo —esto último dijo hacia Vicente, quien asintió—. ¿Te duele algo?
—No mamá.

La respuesta fue directa, sin sentimiento en la voz, dada como un autómata. Ella miró a Vicente por un momento, pero él no agregó nada a la escena.

—Me parece que no estás muy bien —frunció el ceño al no escuchar respuesta, pero su voz siguió siendo cariñosa con él—. Vamos a hacer esto, te vas a recostar diez minutos, puede que sea simple cansancio, veremos qué pasa ¿de acuerdo?

El niño asintió en silencio, sin levantar la vista del suelo.

—Ve, iré en un rato ¿está bien?

Volvió a asentir, tras lo cual rodeó el sofá y subió las escaleras a paso rápido, sin decir nada más ni voltear atrás. Iris se quedó de pie, viéndolo subir.

—Qué raro, estaba bien hace un minuto.
—No es nada.
— ¿Te dijo algo?
—Nada, pero creo que estaba un poco cansado la verdad; ya sabes cómo es, usa mucha energía todo el tiempo; tuviste una magnífica idea al decirle que se recostara un rato, ya verás que eso hará efecto y lo tendremos saltando en un instante y pidiendo algo para comer.

Iris dio un suspiro, dando la razón a las palabras de Vicente; acto seguido se encogió hombros.

—Veremos cómo está en un rato; voy a la cocina ¿quieres algo?
—Nada cariño, gracias. Voy a buscar algo al auto, ahora vengo.
—De acuerdo.

Salió de la casa a paso animado y entró en el auto, sentándose en el asiento del conductor; con la mano izquierda ajustó el espejo retrovisor y se miró en él, contemplando los ojos que, fijos en el reflejo y con las luces apagadas, por un momento parecieron ser negros.
Cerró los ojos, apretando fuerte los párpados, enfocando otra vez la vista en el reflejo de su propio rostro en el cristal; la noche empezaba a refrescar, justo lo necesario para conciliar el sueño con facilidad. Bajó del auto, activó la alarma con el mando a distancia y regresó a la casa, caminando animadamente, sintiendo que era en verdad una muy buena tarde.

— ¿Aún está arriba?
—Cariño, sólo pasaron dos minutos. ¿Encontraste lo que olvidaste?

Vicente tenía las manos vacías; dirigió a su esposa una mirada divertida.

—Creo que en realidad estaba dentro de mis cosas porque no lo encontré, lo veré en el maletín luego. Voy a subir un instante a ver cómo está.
—Está bien.

Subió las escaleras de dos en dos, y de inmediato fue a la habitación del pequeño; las luces estaban encendidas, y en la cama ubicada al centro del rectángulo rodeado de paredes pintadas en colores claros, el niño permanecía quieto, tendido sobre el costado derecho, dando la espalda a la puerta.

— ¿Estás despierto?

El niño no se movió; no vio en él ninguna reacción, nada que indicara que estaba quieto en apariencia pero despierto en realidad. Avanzando con pasos muy lentos, sin hacer ruido sobre la alfombra, el hombre se acercó hasta la cama, manteniendo la vista fija en el niño, que reposaba en calma, sin la tensión que vio en él tan sólo unos momentos antes en la sala en el primer piso; cuando estuvo al borde de la cama, se inclinó un poco sobre él y lo miró, un poco ausente la mirada, pero fija en él.
No se movió, más que el acompasado ritmo del pecho siguiendo la tranquila respiración; salió del cuarto, entró al baño y cerró la puerta con pestillo tras sí, enfrentándose luego al reflejo de su persona en el espejo de medio cuerpo. Sintió que la luz le molestaba un poco, pero cerró los ojos con fuerza y al abrir, se encontró a gusto otra vez; en el reflejo estaba el mismo hombre de siempre.

—Esto no está bien.

Miró sus ojos color castaña, que relucían ante la luz cálida artificial del cuarto de baño; todo en ese sitio estaba pensado para la calma y el bienestar, desde las paredes de un tono de blanco que ayudaba a expandir la luz sin hacer demasiado brillo, hasta el espejo tras el lavamanos que tenía una imperceptible capa de protección que evitaba las manchas y que se adhiriera el vapor.

"Todo está bien"

No sabía si tenía frío o calor; la tarde estaba refrescando ¿Sudó durante un rato o era sólo una percepción interna?

—No, esto no está bien.

Llegó a pensar, por un momento, que al entrar al baño y encerrarse, no volvería a escucharla, después de varias horas de que estuviera ausente. Pero ahí estaba de nuevo.

—Esto no está bien, todo es una locura.

"Las cosas están saliendo bien"

Tuvo ganas de gritar. De levantar la voz con toda su fuerza y decir ¡No, no es así!
Pero se contuvo. Benjamín estaba en el cuarto, Iris abajo, y ninguno de ellos podía escuchar aquello que estaba sucediendo en ese sitio.

"Estás fuera de peligro"

En ese momento sintió ganas de reír.

—Estoy en medio de todo el peligro; Nadia, una amiga de años, está hospitalizada, inconsciente, y es mi culpa. Yo provoqué esto.

"Nadie va a culparte"

—Por supuesto —replicó cáusticamente en voz baja—, nadie lo hará, excepto la involucrada cuando despierte, y eso va a pasar de un momento a otro.

"Todo va a estar bien"

—Deja de decir eso, deja de hablar —quiso rugir, exclamar, hacer algo para que esa voz dejara de molestarlo con ese tono irreal y si mismo tiempo tan calmo, como si de verdad pensara que las cosas eran como lo estaba diciendo—. Es imposible que todo vaya a estar bien.

"Nadie va a culparte"

Abrió el grifo y se mojó la cara, sintiendo el agua como un líquido denso que tocaba su piel, pero sin hacer el efecto de relajación o de frescura que debería; siguió mirando su rostro en el espejo.

—Cuando Nadia despierte, llamarán a la policía. No debería haber esperado tanto, eso solo va a empeorar las cosas. Pero aún puedo entregarme; si lo hago, al menos evitaré que Benjamín me vea en esa situación. Iris puede decirle que estoy de viaje, que es un asunto de trabajo.

Se quedó por un momento sin palabras; la perspectiva de ver a su hijo, atemorizado en brazos de su madre, viendo cómo la autoridad, que ellos mismos le habían enseñado, capturaba a los malos, se llevaba a su propio padre. Iris lo soportaría, pero su hijo ¿cómo iba a mirarlo a los ojos después? Quizás no iría a la cárcel, pero habría un proceso, y tendría que asistir a un tratamiento psiquiátrico para atender el mal que lo aquejaba; luego acceder a las incómodas visitas, la mirada de distancia y dolor de ella, la reacción de los amigos.

"Nadie sabrá lo que hiciste"

—Tengo que hablar ahora.

En ese momento, la voz de Iris de escuchó desde el primer piso, con una nota de euforia contenida, pero presente.

—Vicente, ven, baja.

Una nota que sin embargo, no pasó desapercibida para él. Sin saber muy bien por qué en un principio, se sintió preocupado, casi temeroso, como si hubiera un mensaje oculto en la entonación.

— ¿Qué pasa?

Sintió su propia voz con un dejo de violencia, el que de seguro sería amortiguado por las paredes del cuarto y la distancia que lo separaba del irme piso. Iris contestó de inmediato.

—Es sobre Nadia, baja por favor.

Sus palabras tenían algo de imperativas, y así fue como lo sintió él; Nadia y una noticia sólo podían significar una cosa. La voz se mantuvo en silencio.
Salió el baño y bajó las escaleras un peldaño a la vez, intentando demostrar tranquilidad mientras por su interior pasaban miles de ideas. En la sala, Iris estaba de pie junto a la mesa alta en donde reposaba el teléfono de casa, y aunque el dispositivo estaba en su sitio, el hecho de que ella estuviera ahí después de llamarlo a voces era muy significativo.

—Vicente, Nadia despertó.

El hombre terminó de bajar los últimos tres peldaños mucho más lento que los anteriores; examinó la expresión en el rostro de su esposa, buscando la alerta, el dolor o la confusión, pero no encontró nada de eso.

— ¿Escuchaste lo que dije?
— Sí —replicó él— ¿Cómo...? Quiero decir ¿Qué sucedió?

Iris dio un suspiro de auténtico alivio.

—Sebastián acaba de llamar, está eufórico. Me dijo que Nadia despertó, ha sucedido ahora hace un minuto.
— ¿Y qué dijo?
— ¿Como qué dijo?
—Me refiero a si dio alguna razón de lo que pasó, pensé que la habías preguntado.
—Ah, es eso; me dijo que recuperó la conciencia, pero está muy desorientada y confundida.
— ¿Sobre todo?
—No, está bien en todo sentido, pero dice que no recuerda nada del accidente. En cualquier caso, está muy tranquila; tenías razón cuando dijiste que había que mantener la calma.

Claro que la tenía. Vicente asintió, sonriendo con agrado por la noticia.

—Me alegro de que haya despertado. Tal vez deberíamos ir a verla, para saber más del asunto; estamos involucrados.

Lo dijo sin pensar; de inmediato reaccionó en que se escuchaba muy mal dicho de esa forma, pero por suerte Iris no tomó sus palabras de manera literal y respondió con naturalidad.

—Es cierto, tenemos que ir; creo que ella va a querer verte, eso es seguro.

La voz seguía en silencio. ¿Pero desde cuándo se suponía que esperaba escucharla? Frunció el ceño, sin comprender qué era lo que pretendía en esos momentos, tanto con pensamientos como con palabras, pero de un modo u otro, ya estaba hecho, tendría que ir y asumir lo que fuera a pasar.

"Te dije que todo iba a estar bien"

Iris notó cómo dio un respingo, y lo miró fijamente.

— ¿Qué pasa?
—Nada.

"No recordará nada"

Mal momento para que volviera a manifestarse; sonrió, sabiendo que eso no sería suficiente más que por un instante.

—Voy a darme una ducha.
—De acuerdo, voy a llamar a Jacinta ¿Benjamín estaba dormido?

Vicente se quedó a medio voltear hacia la escalera; su respuesta fue mucho más firme de lo que esperaba, y de lo que pensaba.

—Sí, estaba dormido. Creo que de verdad estaba muy cansado como dijiste.
—Quema muchas energías.
—Es verdad.

Subió las escaleras sintiendo que a su respuesta sobre ese tema le estaba faltando algo, como si no tuviera una base sólida sobre la cual sustentar sus palabras. Pero su hijo estaba en su cuarto, durmiendo en paz.

"Todo va a estar bien"

Volvió a encerrarse en el baño; que Nadia despertara abría todo un nuevo espectro de posibilidades, ninguna ellas buena.

"Todo estará bien"

—No, no va a estar bien, ella despertó, no puedo entender cómo pude sugerir que fuéramos a verla, se suponía que iba a hablar para poder dejar todo en manos de la justicia.

"No estás pensando con claridad"

—Claro que no —replicó con aspereza—, nada de esto está claro, excepto lo que hice y lo que va a pasar.

"¿No lo comprendes? Ella no va a recordar"

—Tuvo un golpe en la cabeza, es natural que esté confundida, pero de un momento a otro...

Se quedó callado, como si de pronto las palabras que estaba escuchando cobraran el sentido que desde un principio escapaba a su entendimiento. Nadia estaba bien después del golpe, pero según palabras de su esposo, no recordaba nada del accidente.

—No, no puede ser...

¿Y si no recordaba jamás?

"Debes estar tranquilo. Confía en mí"

No se trataba simplemente de confiar, sino de la sangre fría que necesitaría para hacer acto de presencia en la urgencia, para enfrentar a Sebastián otra vez, incluso para enfrentarla a ella.

"Confía"

¿Y si al verlo en persona recordaba? ¿Qué pasaba si, contra todo pronóstico, seguía con éxito con la farsa hasta ese lugar, y de forma repentina ella recordaba todo al ver sus ojos? Imaginó, como si de un golpe de luz se tratara, el rostro de ella, siempre pulcro y de emociones controladas, de pronto convertido en la cara de la sorpresa, el miedo del recuerdo, la indefensión, y al final la rabia, que desplegaría todas las consecuencias sobre él.

"Todo saldrá bien"

—Todo... Todo está en juego ahora —dijo en voz baja—, y estoy considerando seguir mintiendo. Hasta este momento, aún podría hablar, decir que el miedo me llevó a callar, que estaba esperando el momento correcto, el lugar indicado. Pero si voy a esa urgencia, ya no tengo excusa.


4


Sebastián tenía cuatro hermanos, y una familia matriarcal que tenía una tendencia a reunirse y apoyarse en todo momento, por lo que la sala de espera que dejaron en la mañana era muy distinta a la que encontraron a la noche; ahora estaba repleta, aunque gobernada por el entusiasmo desbordante de Sebastián, que expresaba su alegría sin contenerse. Abrazó con efusividad a Vicente e Iris cuando los vio llegar.

—Aquí están, muchas gracias por venir; escuchen —dijo hablando a todos en general—, estos son los mejores amigos que puedes querer en la vida, les debo tanto.

Vicente sintió que se le subían los colores al rostro; en tanto su esposa sonrió con condescendencia, entendiendo que tras el estrés de la incertidumbre, la alegría de las buenas nuevas era superior a él.

—Nos alegra que Nadia esté bien.
—Me ha vuelto el alma al cuerpo —replicó él con ojos brillantes de la emoción—. Vicente, Nadia quiere verte.

Sintió cómo el rubor daba paso a una incontenible palidez; verla, en ese momento, era lo que más quería evitar.

—Después podremos, ahora ella tiene que descansar, además es tu momento, no la puedes dejar sola.
— ¿Descansar? —replicó él con escepticismo— Dices eso como si no la conocieras; es que todo está muy bien, los exámenes indican que no hay ningún tipo de daño, es casi como si se hubiera golpeado con la puerta o algo así ¿puedes creerlo?

No, no podía ¿cómo era eso posible después de la noche a la intemperie, y del golpe, no hubiera secuelas?

—Es increíble.
—Ella misma habló con el doctor a cargo y estuvieron revisando los exámenes; está aburrida y cansada, quiere ir a casa pero todavía falta para que le den el alta médica. Te aseguro que si de ella dependiera, iría a operar ahora mismo. Ven, ven, tienes que verla y hablar con ella.

Iris le dedicó una tierna mirada de aprobación ¿existía realmente la posibilidad de que todo eso fuera a mantenerse? Hasta ese momento, si estado mental era de alerta, y si mismo tiempo estaba sintiendo que a cada segundo se hundía más y más, por lo que esa perspectiva de que todo pudiera solucionarse resultaba abrumadora.
Al entrar en la sala donde se encontraba la camilla con Nadia sobre ella, la impresión de Vicente comenzó a afirmarse: lucía ojerosa y cansada, con la piel de la cara algo deslucida, pero por lo demás, estaba como de costumbre. Tenía el cabello atado a la altura de la nuca, y el torso cubierto por una bata clínica blanca, que de alguna manera no conseguía darle aspecto de estar enferma; hizo un enérgico asentimiento al verlo entrar, pero nada en su actitud demostraba que su presencia la incomodara.

—Vicente, qué bueno que estás aquí.

Sintió la necesidad de salir de ahí, de no tener que enfrentarla ni mirarla a los ojos, sabiendo lo que había hecho para que ella llegara a estar en ese sitio; sin embargo, avanzó con lentitud, no llegando a tocar la camilla, pero sorteando estar cómodo.

—Parece que ya te sientes mejor.
—No me duele nada —replicó ella con tono profesional—, de seguro estaré experimentando cansancio o alguna dificultad menor para dormir, pero nada más. Tenemos algo más en común, ahora también tengo un golpe en la cabeza ¿no has tenido ninguna secuela?

Por un momento tuvo ganas de reír; en verdad, Sebastián no se había equivocado en decir que las cosas iban muy bien, lo suficiente como para que ella se comportara como la doctora en vez de la afectada.

—Yo estoy bien.
—Quería agradecerte —replicó ella con sinceridad—. Sebastián me contó que fuiste tú quien me encontró.

Asintió con lentitud. No, ella no recordaba nada; resultaba increíble, pero al mismo tiempo era una bomba, que podía estallar en sus manos de un momento a otro.

—No creo merecer ningún crédito.
—Ayudaste a que yo estuviera segura y eso habla mucho de ti —repuso ella—. Escucha, no recuerdo nada del accidente, pero estoy tranquila sabiendo que ya todo está bien, y que cuento con ustedes como amigos.
— ¿En serio no recuerdas nada de lo que pasó ayer?

Ella asintió, con mucha más tranquilidad de la que él podría esperar en una situación como esa.

—Nada en absoluto; lo último que recuerdo es que Sebastián salió a comprar algo, y yo estaba en casa. Luego se corta la transmisión hasta ahora que desperté.
—Eso es muy extraño.
—No tanto, puede suceder cuando has sufrido un trauma por golpe ¿recuerdas que cuando te caíste en tu casa tuviste unos minutos en los que no tenías claridad mental ni podías expresarte? Pues esto es similar, existe la posibilidad de que con el golpe, junto a una situación de estrés, se haya generado un bloqueo de la memoria de corto plazo.
—Es decir que piensas que sucedió algo o que te atacaron.

Notó un cierto tono de ansiedad en su voz, y se ordenó controlarlo; sin embargo, tenía que saber.

—Lo natural es pensar que ocurrió algo, según los exámenes hay dos golpes, uno en el frontal y el otro en límite entre el occipital y el parietal, ambos son bastante comunes en lesiones por agresión; el sujeto trata de golpearte en la cara, pero haces un gesto instintivo de protegerte, por lo que el golpe da en la frente en vez de en la nariz o en la mandíbula. Si hay la suficiente fuerza ejercida o la víctima es tomada por sorpresa, puede resbalar y al caer se produce el segundo golpe, que es el más fuerte. Por fortuna tengo la cabeza dura, así que no pasa de ser un susto.

Sebastián tenía cara de que era mucho más que un susto, pero no dijo nada.

— ¿Y no te intriga saber lo que sucedió?
—Seguro intentaron asaltarme, pero no tenía nada de valor ¡estaba con ropa de casa! Recuerdo que más temprano estaba pensando en que quería hablar con una conocida que hace trabajos de bordado, y vive en las cercanías, así que pienso que tal vez decidí ir hacia allá y me asaltaron en el trayecto.
—Pareces muy tranquila.
—No tiene sentido que me estrese por eso —replicó con calma—, ya que eso podría causar estrés post traumático, y hasta este momento no percibo signos de ello; si va a volver, lo hará.
— ¿Crees que suceda?

Tenía que dejar de hacer preguntas, y salir de ahí lo más pronto posible.

—No lo sé. En ocasiones sucede, en otras no, lo más importante es que estoy bien y que Sebastián está a mi lado.

Intercambió con él una rápida pero significativa mirada de cariño; luego volteó hacia Vicente y le dedicó una amable mirada.

—Otra vez gracias.
—No hay nada que agradecer. Los voy a dejar solos.

No sabía cómo definir lo que estaba sintiendo al momento de salir del cuarto; Iris estaba afuera, charlando con un hermano se Sebastián, y al verlo me dedicó una mirada entre satisfecha y cariñosa ¿cómo podía estar ahí, él junto con ellos, después de lo que había causado? Ahora no se escuchaba la voz diciéndole que mantuviera la calma, sólo estaba él con su silencio, ansiado y a la vez temido en un momento como ese.


5


Entró otra vez al baño, cerrando la puerta tras sí. Se quedó quieto, mirando su rostro en el espejo ¿por qué se miraba tanto? ¿Qué era lo que esperaba encontrar?

—No puedo creer lo que hice.

"Ella no va a recordar nada. Todo estará bien"

Pero eso no era algo seguro. Durante el viaje de regreso había estado callado, justificando el silencio con que estaba algo cansado, pero la verdad es que los pensamientos lo atormentaban segundo a segundo.

—Tan pronto como Nadia recuerde lo que sucedió, todo habrá terminado.

"No recordará nada"

—Eso no puedo saberlo maldita sea, no puedo saberlo, en cualquier momento las cosas pueden cambiar.

"No cambiarán. Debes confiar en mí, soy la voz de tu conciencia"

—Eso no importa. Maldición, esto no está bien, pude haber matado a mi amiga y ahora estoy aquí, mirándome en un espejo y hablando solo.

"No estás solo"

—Eres un producto de mi imaginación.

"No lo soy"

Se encogió de hombros, casi sonriendo.

—Claro que lo eres. Estoy sometido a estrés, cometí una locura, casi asesino a una persona, escuchar voces es casi un detalle sin importancia.

"No soy una simple voz"

—No, de hecho, no eres nada.

Quedó en silencio durante varios segundos, contemplando en el reflejo los ojos que, algo cansados, lo miraban regreso, buscando una respuesta.

"Soy la voz de tu conciencia"

—No, no lo eres —dijo, divertido. De pronto la escena en la que estaba tomando parte le pareció muy divertida—. Mi conciencia debería ayudarme a no cometer errores.

"A veces no escuchas lo que te digo"

—Eso es como las excusas de los políticos ¿Sabes? No, no eres la conciencia, sólo eres una voz que estoy imaginando, la respuesta interna a lo que estoy viviendo.

"No puedes negarme"

Estuvo a punto de largarse a reír, pero se contuvo otra vez. Él, un hombre sano, culto, experimentado trabajador, amante esposo y padre, adulto con historias vividas, escuchando voces luego de haber agredido a una amiga, en una ocasión que ni siquiera podía recordar. El reloj, muda prueba de sus actos, estaba guardado en el segundo cajón de su velador, al fondo de este, oculto y tapado, como si mantenerlo a la vista hiciera que la culpa latente fuera más fuerte.

—No eres más que un producto de mi imaginación. Y tienes que desaparecer.

Tal vez el camino, ahora que no podía deshacer lo hecho, era ir a un centro, a que lo diagnosticara un profesional; seguramente padecía de alguna enfermedad, que causó la agresión a Nadia y esa voz.
La pérdida de memoria del ataque a Nadia.
La inexplicable agresión a Iris.
Por supuesto, habían más hechos conectados, esos cuatro en particular. De pronto se encontró preguntándose cómo era que no había comprendido eso, que esas acciones no eran algo normal, sino muestra de que algo funcionaba mal dentro de él. Tenía alguna especie de trastorno mental, y aunque él mismo no lo habría pensado de esa manera antes, tener esa constatación era sentir tranquilidad, porque no estaba viendo ni escuchando cosas, tenía un problema, y podía enfrentarlo.

"No"

Hablaría con Iris; sí, sería duro para ella, pero también lo entendería, sabría comprender que él estaba diciendo lo que le pasaba pensando en algo más que en él mismo. Que lo hacía por ella y por su hijo, para preservar su futuro.

"No"

—Necesito ayuda. Me voy a someter a un tratamiento que me ayude a volver a ser quien soy, y que borre todo esto de mi mente.

"No puedes borrarme"

—Te voy a eliminar —dijo, sonriendo ante el espejo—, te voy a eliminar para siempre.

"No puedes borrarme, yo te ayudé"

—No me ayudaste en nada; estoy mal y tengo que dejar de escuchar cosas.

"No puedes"

Sintió más calma al llegar a esa decisión; traería consecuencias, pero sería por un bien mayor, que era lo más importante en ese momento, poner a salvo a su familia y recuperar la tranquilidad.
Volteó y dio un paso hacia la puerta, y un punzante dolor en el muslo derecho lo detuvo.

—Rayos, un calambre.

Se apoyó en el lavamanos y con ambas manos presionó el muslo; no solía tener calambres nocturnos, pero no era tan fuerte de todas maneras.

"No vas a borrarme"

El dolor se intensificó. Masajeó el muslo con más vehemencia, pero el dolor aumentó conforme lo hacía.

—Diablos.

El dolor era penetrante, similar al que provoca un pinchazo con una aguja o algo similar; en ese momento notó que no tenía agarrotados los músculos, cosa extraña ya que eso era el primer signo de un calambre.

"No vas a borrarme"

Por primera vez, sintió que la voz dejaba de ser tan irrealmente neutra, para tener algún tipo de entonación; algo parecido a la rabia, que se dejó oír al mismo tiempo que el dolor en el muslo derecho.

"No lo harás"

El dolor se volvió más fuerte, e hizo que perdiera la fuerza en la extremidad; se sujetó la pierna con la izquierda mientras con la derecha se sostenía del lavamanos.

—No puede ser.

Cuando tenía trece, se cayó y se pinchó una pierna con un clavo; recordaba que lo ocultó a sus padres en un infantil esfuerzo de probarse a sí mismo que era un hombre y no un niño que necesitaba de mamá por una simple caída. El dolor era similar, como una puntada, muy distinto a un calambre.
No era posible.
La voz ser volvió más violenta, al tiempo que otra oleada de dolor aparecía.

"Soy la voz de tu conciencia. Y no vas a borrarme jamás"

— ¿Qué eres?



Próximo capítulo: Te marchaste