La última herida Capítulo 17: Personas que caminan - Capítulo 18: La persona perfecta




Soraya había conseguido sacarle la información a Matilde entre sollozos, pero ya tenía una idea más o menos clara de lo que estaba sucediendo, y efectivamente era peor que cualquiera de las cosas que se había imaginado mientras trataba de descubrir alguna pista.

—Y entonces lograste salir de ahí, es un milagro que estés viva mujer.

Matilde luchaba con las lágrimas; dicho de esa manera, las cosas parecían a cada minuto más horribles que antes, y la doctora no aparecía.

—No sabía qué hacer, estaba tan asustada, y cuando salí de ese sitio lo primero que pensé es que si él sabe cosas de internet, perfectamente podría rastrearme, o tal vez lo estaba haciendo desde antes y yo... sé que todo es una locura.
—No, no lo es.

Aunque a ella sí le parecía que lo era, pero después de lo que había escuchado, podía dejar espacio para la duda.

—Escucha, hiciste lo correcto al dejar apagado el teléfono, si ese loco de Antonio hizo eso puede ser capaz de cualquier cosa. Mira, lo importante es que  estás bien, y que esperemos a que la doctora salga de ahí.
—Tengo tanto miedo por Patricia...
—Tranquilízate, mira...

Soraya se quedó con las palabras en la boca. En el retrovisor estaba viendo a Antonio caminando hacia la urgencia.

—Dios mío...

Matilde recorrió el curso de su mirada y vio con espanto como el hombre que hasta unas horas antes creía era su amigo estaba entrando en la urgencia.

—No puede ser, Soraya, tiene que haberme seguido de alguna manera.

Soraya tenía la piel helada; se veía tan normal, tan como siempre ¿Y era un asesino? No podía decirle a su amiga que poco antes se había encontrado "casualmente" con ese mismo hombre, eso solo la pondría peor, aunque la perspectiva de verlo en ese sitio era aterradora. No había tiempo para pensar, mientras no supieran qué pasaba, era mejor mantenerse lejos.

—No lo creo, si te hubiera seguido vendría para acá ¿No crees? creo que más bien vino a lo mismo que nosotras, tengo que llamar a la doctora.

Marcó el número agradeciendo haberle dicho a la mujer que se lo dijera mientras iban en el auto, y ambas esperaron la respuesta. Por fortuna la doctora respondió, aunque su tono era parecido a la incomodidad.

— ¿Qué sucede?
—Ocurrió algo, Antonio está entrando en la urgencia en este momento.
—Demonios, es el mismo hombre que la saludó antes ¿No? no pueden quedarse ahí.
—No podemos irnos...
—Escuche —la cortó firmemente—, Patricia está bien, pero si ese hombre descubre que Matilde está en este sitio puede ponerse peligroso, salgan de ahí ahora mismo.
— ¿Está segura que está bien?
—La estoy viendo ahora mismo. Espérenme en el Boulevard del Parque Centenario, iré tan pronto pueda y por favor, tengan cuidado.
—Está bien.

Soraya cortó y se pasó las manos por el cabello, dejándolo más revuelto de lo que estaba antes. Matilde había captado que estaban hablando de su hermana y la miraba ansiosamente.

— ¿Qué pasó con Patricia?
—La doctora dice que está bien.
— ¡Tengo que ir a verla!

Soraya alcanzó por la mínima a sujetarla y mantenerla dentro del vehículo; nunca había visto a su amiga tan nerviosa y angustiada, ni siquiera cuando había pasado lo del accidente, pero probablemente el ataque de Antonio la había superado.

— ¡No Matilde!
— ¡Tengo que ir por ella!
— ¡Que no ves que Antonio acaba de entrar! Escucha, tenemos que salir de aquí.
— ¡No puedo dejarla de nuevo!
—No vas a dejarla —exclamó Soraya por sobre sus gritos—, escúchame porque es muy importante, la doctora está ahí adentro y dice que tu hermana está bien. No está muerta. Antonio entró hace un momento, tal vez le dicen lo mismo que a ti, espera, espera.

Ambas se quedaron quietas mirando por el retrovisor; Antonio había salido de la urgencia, pero ésta vez su actitud era distinta: daba pasos cortos de un lado a otro mientras se tomaba la cabeza con una mano y mantenía el celular en la otra, al parecer en una conversación bastante fuerte porque se lo veía hablar mucho y con los ojos muy abiertos.

—Tenemos que irnos.
—Pero...

Matilde estaba temblando de pies a cabeza; saber que Antonio había tratado de matarla era muy distinto a verlo ahí ¿Por qué se vería en ese estado? Soraya encendió el motor.

—Está demasiado cerca, tenemos que irnos.
—Está bien, está bien.
—Recuéstate, que no te vea.

Soraya también estaba nerviosa y tenía el pulso a mil, pero desde siempre había podido enfrentar con la mente clara las emergencias, y sabía que en ese momento tenía que ser fuerte. Por suerte al sacar el vehículo no tenía que girar, de modo que valiéndose del retrovisor lateral y con cuidado de no mirar en la dirección equivocada, logró sacar el vehículo mientras Antonio continuaba hablando sin parar ante la portada de la urgencia. Un momento después el vehículo salió del estacionamiento con el rumbo que la doctora había indicado.


2


—No puedo creerlo.

Una vez que cortó la llamada, Romina volvió a sentirse absorta en lo que estaba mirando; sabía que era incorrecto, pero se había dedicado a la medicina por varias razones y una de ellas había sido el interés por la investigación, por descubrir nuevas aristas y campos en los cuales nutrirse de nuevos conocimientos. A pesar de haberse especializado en tratamientos sicológicos derivados de traumas o heridas, el campo de la cirugía no le era ajeno, y constantemente estaba revisando las publicaciones oficiales de los centros avanzados de Europa o Estados unidos en el área. Y lo que estaba viendo en esos momentos no lo había visto en su vida.

— ¿Lo ves? —dijo el doctor apuntándola con dedos ligeros— no estaba hablando de más. Romina, lo que está sucediendo aquí no es algo normal.
—No, no lo es.

Volvió a mirar la fotografía que Medel había sacado una hora antes, y el cambio era sorprendente.

—Espera un momento, dijiste que la habías traído aquí porque pensaste que podía estar en peligro ¿Ocurrió algo que no me hayas dicho?

Por suerte el hombre parecía resignado a decirle todo, pero también había una nota de alteración en su actitud.

—Dijiste que Matilde te había contado ¿te parece poco?
—Por supuesto que no —replicó ella maldiciéndose por no haber hecho más preguntas—, pero ella no sabía que pretendías ocultar a su hermana, hiciste desaparecer los informes o algo parecido.

Medel se alejó un par de pasos dentro de la habitación tan bien iluminada, donde la luz hacía contraste con sus rasgos cansados y alterados. Justo como aquella vez.

—Cuando Matilde me contó todo eso de la clínica y el tratamiento, al principio pensé que eran fantasías suyas, o que un charlatán se las había ingeniado para sacarle dinero, pero luego vi los exámenes y las modificaciones en la piel de Patricia, y pensé que las cosas tal vez iban mucho más allá; recordé esos rumores que circulan hace años, lo de la clínica misteriosa.

Romina también había pensado en eso al ver a Patricia, pero las cosas no parecían tener sentido, al menos no como ella lo veía.

—No lo creo, no tiene sentido.
—Por favor, no puedes negar la evidencia científica, estás viendo a la paciente —dijo él con firmeza—, sabes que en los círculos médicos existe hace años un rumor de una clínica especial, un conjunto de médicos que realizan tratamientos especiales, cosas fuera de lo común.
—Pero esos mismos rumores dicen que es la medicina de los poderosos —replicó ella aun sin dar crédito a esas palabras—, Matilde y su hermana son mujeres comunes y corrientes.
—O eso es lo que nosotros creemos. ¿Qué pasaría si llegado el momento apareciera alguna herencia, un familiar rico que quisiera ayudarlas? Esas cosas pasan y lo sabes. Ahora bien, esto es lo que creo que pasó: Todo iba bien con el tratamiento, pero anoche Patricia tiene ese ataque...
—Exacto, tiene un ataque, ¿por qué?
—Matilde tampoco sospecha nada —dijo él—, pero tiene que haber pasado algo diferente que detonó esa reacción, y creo que por ese motivo esa supuesta clínica despareció, porque alguien quiere cubrirse las espaldas.

Tenía sentido, pero la presencia de Antonio merodeando por los hospitales y la actitud de Medel eran un problema adicional.

— ¿Adónde quieres llegar?
—Solo hay que tomar algunas muestras adicionales —dijo el hombre con energía— necesitamos hacer exámenes y pruebas, con eso podemos descubrir qué tipo de tratamiento se utilizó, podríamos realizar un logro gigantesco.

Sí, estaba actuando justo como la vez anterior; Romina lo fulminó con la mirada.

— ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?
—Desde luego que sí.
—No, no te das cuenta —replicó ella en voz más alta—, es una persona, en este momento se encuentra sin conocimiento y el estado de su piel parece cambiar segundo a segundo ¿Y quieres hacer exámenes?

Medel le devolvió la mirada.

—No me digas ahora que el caso no despierta tu curiosidad.
—No se trata de eso ¿Que acaso vas a empezar con lo mismo de hace siete años?
— ¡Ya te dije que eso está en el pasado!
—Al mirarte eso no es lo que pareciera, no puedes pretender hacer exámenes sobre una persona que probablemente se encuentre en peligro mortal, y no me digas que es para buscar una cura porque no te creo. ¿Qué es lo que piensas, que vas a hacerte rico como aquella vez?
—Eso es diferente.
—Era tráfico de órganos, no me hagas recordarte que ibas a intervenir a pacientes jóvenes para hacer una venta.

Medel golpeó una pared con el puño, pero la mujer no se intimidó.

—Basta, te dije que eso se terminó. Detuve esa locura, y si el culpable no fue a la cárcel y escapó del país no es mi culpa. Desde entonces he vivido para la profesión, soportando la presión de que tú y mi ex mujer estén vigilando cada cosa que hago, no soy un maldito criminal.
— ¡Entonces no te comportes como si lo fueras! —exclamó ella— tenemos que proteger a Patricia y mantenerla a salvo mientras logramos averiguar algo más, no te actúes como si quisieras pasar por sobre ese hecho.
— ¿Qué es lo que quieres que haga entonces?
—Por ahora que te quedes aquí y verifiques que no empeore. Y que no hagas nada que pueda ponerla en peligro. Yo voy a conseguir un medio para sacarla de aquí y llevarla a un lugar seguro.
— ¿Dónde pretendes llevarla?
—No lo sé, aun no pienso en eso.
—Espera ¿quién era ese hombre del que hablabas por teléfono?

Era una pregunta que había estado rondando en su mente; el hombre había estado casi sobre sus pasos, seguro eso porque estaban tras la misma pista, pero quizás no sabía que ella estaba involucrada de momento, al menos no mientras no la viera de nuevo el mismo día; y no podía saber si se lo iba a encontrar o no, además que no estaba segura de poder reconocerlo. Saldría por una salida para personal.

—Creo que es verdad que hay más gente involucrada en esto ¿crees que es seguro estar aquí?
—Sí, el lugar está en mantención, no hay motivo para que se acerque un civil.
— ¿Dijiste que te retirabas verdad?
—Sí.

Era agarrarse a un clavo ardiendo, pero no tenía otra opción mientras no tuviera un poco más de información y un lugar seguro para las hermanas.

—Supongo que eso te mantendrá a resguardo por mientras. Roberto, prométeme que no vas a hacer ninguna tontería.

El doctor se acercó a ella y la miró a los ojos.

—He estado tratando todo este tiempo de demostrar que cambié, no lo voy a estropear justo ahora. Además —continuó esbozando una débil sonrisa—, no puedo ir a ninguna parte, no sin tu ayuda.
—Está bien, mantén el celular encendido, te llamaré apenas tenga noticias.


3


El Boulevard del Parque Centenario era un punto importante dentro de los sitios más visitados de la ciudad. Entre sus decenas de tiendas había de todo tipo de venta de ropa, restaurantes, tiendas temáticas y espacios dedicados al arte y el cuidado personal, y habitualmente era muy visitado tanto por turistas como por familias. Soraya estacionó el auto de la doctora una esquina cerca de la salida a la calle Claro de luna, para poder salir rápido si era el caso, y era bastante fuerte estar pensando de ese modo, estaba paranoica; por suerte Matilde ya estaba un poco más tranquila.

— ¿No ha llamado aún?
—No. Tenemos que esperar.

¿En qué momento su vida se había vuelto una película de acción? Decidió calmarse ella también para no entrar en pánico y concentrarse en seguir indagando en lo que pasaba con su amiga.

—Dime algo, ¿tus padres saben lo que está pasando? Me refiero a lo que acaba de pasar.
—No, no lo saben —replicó Matilde con cansancio—,  cuando mi hermana tuvo el ataque intenté comunicarme, pero las líneas están cortadas, así que no lo saben; y ahora creo que lo mejor es que no sepan nada, no sé qué haría si les pasara algo.
—No pienses en eso ahora. ¿Cómo fue que llegaron a lo de ese tratamiento del que me hablaste?

Matilde le había dicho varias cosas, pero aún no llegaban a la génesis del conflicto, y realmente empezaba a dudar que fuera realmente esa.

— ¿Recuerdas cuando estábamos en la urgencia y salí muy angustiada?
—Sí.
—Lo que pasó es que... ahora siento que todo es tan ridículo, o increíble, ni siquiera sé cómo explicarlo. En una calle cercana vi a una mujer, la modelo Miranda Arévalo.
—Si...
—Ella estaba muy extraña, lloraba y decía cosas sin sentido. La verdad es que no hice nada, solo me acerqué a ella tratando de pensar si podía ayudarla en algo o no, ni siquiera la reconocí; lo que sucede es que después, el día que fui a la entrevista para el trabajo, me encontré casualmente con ella y me dio una tarjeta, dijo que en el sitio que indicaba podían ayudar a mi hermana, que había visto las noticias. Fui a ese sitio, y había todo un sistema, atendieron a mi hermana y dijeron que tenían un tratamiento nuevo, que podían devolverle todo lo que había perdido con las quemaduras.

La historia sonaba a cada segundo más insólita. ¿Por qué alguien creería en la palabra de una desconocida para confiar en un tratamiento del cual aparentemente no había ningún tipo de información? Porque tal vez cuando estás desesperado por el sufrimiento de alguien a quien amas, puedes confiar en lo que sea. Soraya sintió un escalofrío.

—Y tomaron esa opción.
—Sí. Soraya, no dijimos nada porque nos hicieron firmar un contrato de confidencialidad, para que no reveláramos el tratamiento, dijeron que teníamos que mantener el secreto.
—No tienes que darme explicaciones cariño, hiciste lo que creías que era correcto en ese momento, pero dime que sucedió después con Patricia, por qué la mantuvieron tan escondida.

Matilde suspiró.

—Eso era parte del tratamiento. Tenía que guardar reposo, y además mantenerse lejos del sol; además no podíamos dejar que nadie la viera, no habría forma de explicar los resultados.
— ¿A qué te refieres?
—Estaba regresando el tiempo —respondió Matilde con una triste sonrisa en el rostro—, pasaban los días y se veía cada vez mejor, su piel se restauraba, era como si el tiempo corriera hacia atrás. La iban a buscar, la llevaban a la clínica y le hacían tratamientos, ella al principio estaba desconfiada, pero con el paso de los días los resultados la fueron animando. Y de pronto sufrió ese ataque.

Se quedó un momento sin palabras, recordando la creciente alegría y confianza de su hermana, y como eso había cambiado de manera tan drástica en tan poco tiempo. Las cosas no solo habían ido de mal en peor, también faltaban tantas cosas, el cariño y comprensión de sus padres, la sensación de seguridad que perdiera con el ataque, la confianza que en ese momento parecía reducida a Soraya y a la doctora.

—Dijiste que "todo había desaparecido"
—Cuando tuvo el ataque intenté encontrarlos pero —su sonrisa esta vez fue de desconcierto—, no había nada. La clínica no estaba en el lugar en donde se suponía que debía estar, solo había un edificio, y la oficina donde fui en primer lugar tampoco estaba, solo era otro edificio más. Por eso llamé a Antonio, porque pensé que él podría ayudarme a encontrar a Miranda Arévalo, pero se reunió conmigo para tratar de matarme, no viste su mirada, la forma en que me miró antes de empujarme en ese túnel de ascensor, es como si nunca hubiera visto a sus ojos antes.

Soraya escuchaba y trataba de reducir la cara de sorpresa, aunque era bastante difícil. Pero mientras escuchaba, también pensaba en Antonio en el centro de tratamiento, saludándola como si nada, poniendo sonrisas y hablando de una tía imaginaria cuando hacía poco se había desecho según él de Matilde ¿Habría tratado de matarla también a ella si hubiera sabido que ella sospechaba algo? Al verlo se había sentido confundida, pero si no hubiera visto a la doctora ¿Habría querido hablar con él para tratar de buscar apoyo como antes lo había hecho Matilde? A esas alturas todo era cosa de posibilidades.

—Entonces lo que es posible es que Antonio esté involucrado con la gente de la clínica —reflexionó en voz alta—, pero no me explico por qué, o mejor dicho cómo, si la primera vez que lo viste fue en la urgencia cuando aún no pasaba lo de esa modelo.

Matilde también le había estado dando vueltas al asunto. Y aunque con miedo y angustia, ya sentía que podía ordenar algunas ideas, la primera de ellas respecto de ese hombre que de pronto se convirtiera en un monstruo. Al final no se trataba de algo tan complejo, la verdad estaba ahí, en alguna calle, entre todas esas personas de la ciudad que como Antonio parecían ser las mismas de siempre.

—Dijiste que se encontraron con Antonio de camino a la urgencia.
—Sí.
—Lo que creo —dijo con más fuerza— es que la clave está en eso. En saber por qué estaba ahí.




Capítulo 18: La persona perfecta


Cuando la doctora Miranda llegó al punto donde habían acordado encontrarse con Soraya, probablemente ella estaba más nerviosa incluso que Matilde. Durante el viaje había estado pensando en todo lo que había visto, el cambio de Patricia, y las implicancias que podía tener un caso como ese, incluso más allá de lo que había dicho Roberto Medel. Subió al asiento del conductor que Soraya había desocupado para cambiarse al asiento trasero; la mirada anhelante de Matilde solo iba a complicar las cosas, pero no podía mentirle, estaba obligada a decirle lo que había visto.

— ¿Cómo está mi hermana doctora?
—Está bien.
— ¿Por qué me la negaron, por qué motivo me dijeron que no estaba allí?

Romina suspiró profundo. Aún no podía dejar completamente de lado el tema del pasado de Medel, pero de momento era indispensable poner las cosas en claro.

—El doctor Medel la ocultó porque pensó que podría estar en peligro.
—Y parece que no se equivocaba —intervino Soraya en voz baja—, pero me pregunto por qué es que él sospechaba algo así.
—Por todo lo que le dijo Matilde anteriormente —replicó la doctora—, y además porque usted no regresó de inmediato como le había dicho. Considerando eso, y además que su hermana ha tenido algunos cambios.

El corazón de Matilde dio un vuelco.

— ¿Qué le pasó?
—Es difícil de explicar —repuso la doctora con seriedad—, en primer lugar debo decirle que a nivel sistémico su hermana no ha experimentado cambios, es decir que sigue inconsciente en una especie de letargo parecido a un sueño profundo, pero ha... cambiado.
— ¿A qué se refiere?
—Aún no sabemos qué clase de procedimiento es el que se realizó en su hermana y mucho menos qué provocó la falla, pero creo que el proceso se ha excedido en su forma original, o al menos eso es lo que opinamos Medel y yo.

Matilde sintió otra vez miedo de preguntar ¿Qué quería decir con exceso?

—Dígame a qué se refiere.
—Las heridas han desaparecido —explicó la mujer tratando de mantener la calma ante un hecho que ella misma no lograba entender del todo—, todas las marcas en su piel han desaparecido por completo, como si jamás hubiese sufrido quemaduras de ningún tipo, pero esto va más allá. La piel de su hermana, su fisiología está cambiando.
—No comprendo.
—Aparentemente está siendo afectada por algún cambio que no podemos determinar, pero la forma de su piel, su rostro... comienza a ser diferente. Como si su cara estuviera empezando a ser la de otra persona.


2


Roberto Medel sabía que su incursión en el mundo de la medicina se debía a un interés mayormente económico, y al hecho de tener antepasados directos relacionados con el medio; desde un principio había confiado en poder labrarse una carrera exitosa y consolidar sus ingresos y un determinado estilo de vida, pero el exceso de confianza destruyó sus planes cuando se vio involucrado en el maldito asunto del tráfico de órganos. Su esposa y Romina, quien era su amiga desde la universidad, habían sido muy duras con él, y desde entonces se había dedicado en su mayoría a atender a pacientes complejos y hacer guardias en servicios de urgencia, lo que lo dejaba con poco tiempo para trabajar en su consulta y hacerse de un capital con el que poder largarse. Sabía que ellas tenían razón, de hecho él mismo se espantaba de solo recordar que había estado cerca de intervenir a personas con el objetivo de extraer órganos, pero no por eso iba a estar pagando eternamente; el objetivo podía cumplirse, pero se estaba tardando demasiado y la opción que se había dado con Patricia Andrade era una oportunidad que no iba a repetirse bajo ningún término.  Para cuando recibió la llamada de Romina ya casi tenía todas las muestras que necesitaba.

— ¿Cómo se encuentra?
—Sin novedad —respondió él—, espero que estés buscando un sitio donde llevarla.
—Estoy con su hermana ahora, en unos minutos te llamo para informarte. Ten mucha precaución.
—Lo haré.

Aún tenía tiempo para realizar unas muestras más, pero lamentaba no disponer de tiempo para poder realizar otro tipo de exámenes que sin duda serían más efectivos. Pero no podía sacarla de allí solo y no iba a exponerse cuando existía la posibilidad de tener un negocio gigantesco entre las manos. Si con las muestras de sangre, pelo, piel y las diversas pruebas conseguía al menos un atisbo del impresionante tratamiento que eliminara del rostro de la paciente cualquier herida, entonces tendría en sus manos el método para conseguir todo lo que quería. Incluso podría ofrecerse a ayudar en el traslado y después, Matilde había confiado en él y eso sería útil si Romina trataba de oponerse.


3


Matilde sentía que todo volvía a dar vueltas a su alrededor; lo que escuchaba no tenía el más mínimo sentido.

— ¿A qué se refiere con eso?
—Por desgracia no lo sé con claridad, pero lo que usted me dijo sobre ese hombre complica todo. ¿Las vio?

Soraya negó enérgicamente.

—Estoy segura que no, cuando lo vi la llamé de inmediato, pero alcanzamos a ver que entraba y salía; estábamos diciendo que pensamos a él le dijeron lo mismo que a Matilde, es decir que su hermana no estaba allí.
—Es probable ya que el doctor la ocultó después que usted no apareció en la mañana. Matilde, es muy importante que me diga todo lo que sabe, palabra por palabra.

Pero la joven no estaba segura aun.

— ¿Y qué pasa con Antonio?
—No lo sé, salí por una puerta de personal para evitar algún peligro, supuse que a ese hombre le parecería extraño verme de nuevo el mismo día en dos centros diferentes, además no estoy segura de reconocerlo. Tenemos que sacar a su hermana de ahí lo más pronto posible pero primero necesito la mayor cantidad de información que pueda darme, estoy segura de que puede haber algo más en esto.

Matilde se obligó a respirar más tranquila, y solo en ese momento recordó algo que desde el principio había quedado completamente fuera de su mente, o al menos lo suficiente como para que no le pareciera extraño.

— ¡Oh por Dios!
— ¿Qué pasa?

Era algo muy extraño si se ponía a pensar en ello, pero con todas las cosas que habían sucedido quedaba relegado a un último plano; por eso es que durante la mañana después de salir de ese túnel tuvo la sensación persistente de echar algo en falta.

—Vicente...
— ¿Qué Vicente?

No daba crédito a lo que estaba pensando ¿Acaso sería posible?

—No puede ser, creo que las cosas podrían ser mucho peores de lo que me imaginaba.
—Explíquese por favor.
—Patricia iba a salir —explicó lentamente, intentando recomponer en su mente esos últimos momentos normales con su hermana—, pero no conmigo, tenía una cita con un hombre, se llama Vicente.
— ¿Y eso qué tiene de raro?

No estaba explicando con claridad porque las cosas aún estaban mezcladas en su mente; pero por supuesto, eso había ocurrido, y era una más de las interrogantes que contaba en toda esa locura.

—Patricia iba a salir, incluso estaba arreglada para esa cita —continuó haciendo un esfuerzo por recordar con exactitud—, y sufrió ese ataque horrible. Pero cuando sucedió, Vicente estaba del otro lado de la puerta, había llegado justo en ese momento; cuando vi a mi hermana en ese estado corrí a pedirle ayuda, le dije que necesitaba su ayuda, y dijo que tenía su automóvil afuera. Pero nunca más lo vi.
—Puede ser que se haya asustado con la escena —dijo Soraya tentativamente.
—Eso es lo más atemorizante —replicó Matilde con voz lúgubre—, Soraya conoció a ese hombre mientras estaba en tratamiento, dijo que él también lo estaba.

La doctora estaba atando cabos con rapidez, pero seguía sin estar segura completamente. Decidió no demostrar tanta sorpresa como lo ameritaba la información que estaba escuchando.

— ¿Hay algo más que crea que haya olvidado acerca de esos hechos?
—No, eso es todo... las píldoras, las píldoras desaparecieron ¿cree que pueda haber sido él mismo?
—Siendo honesta, no sé muy bien qué pensar, pero es una posibilidad, usted dijo que se llamaba Vicente pero no me dijo su apellido.
—Patricia no me lo dijo, solo recuerdo que me comentaba que tenía una herida en la espalda y que tenía una empresa o era un gerente de algo, no lo recuerdo bien.
— ¿Recuerda cómo era?

Matilde se lo pensó por un momento, pero lo que estaba sucediendo con su hermana era infinitamente más importante que cualquier otra cosa, por lo que no tenía una imagen clara.

—No lo sé, es... treinta y algo supongo, moreno, de cabello corto, parecía llevar una tenida cara; lo único que recuerdo es que tenía los ojos de un color muy especial, castaño pero no como el castaño común, quizás más claro.

Sabía que no era mucha información. Pero recordó lo que había estado hablando antes con su amiga.

—Doctora, estaba hablando con Soraya y creemos que debe haber algo importante en la urgencia en donde internaron a mi hermana en primer lugar, porque Antonio estaba cerca de ese sitio.
—Son demasiados puntos en común para poder analizarlos todos —replicó la profesional—, el problema es que él parece bastante asiduo a los centros de salud, y haberlo visto como me dicen ustedes es sumamente preocupante; pero ahora mismo es importante sacar a su hermana de donde está.

Matilde asintió con energía.

—Es lo que más quiero, pero ¿Donde? Temo por ella, temo que Antonio esté buscándola para intentar matarla como lo hizo conmigo.

Eso la hizo pensar en algo más.

—Matilde, no es posible que ese hombre piense por mucho tiempo más que usted está muerta. Si lo que pretendía era matarla, tarde o temprano debe volver al sitio a comprobarlo o a hacer alguna otra cosa para averiguar la verdad, y si eso pasa, las cosas pueden ponerse peores; mientras tanto tenemos que ganar tiempo y sacar a su hermana para llevarla a un lugar seguro.

Soraya dio un brinco cuando su teléfono celular anunció una llamada.

—Diablos. Es Antonio.

Matilde sintió como el miedo volvía a su cuerpo, pero por fortuna la doctora reaccionó con frialdad.

—Ya sabe que usted está involucrada, o lo supone y quiere eliminar opciones.
— ¿Qué hago?
—No le conteste, no por ahora, solo lo pondrá sobre aviso.
—No puede ser, si estamos en lo cierto que estaba rastreando el celular de Matilde, también puede rastrear el mío, no pensé en eso.

Durante un momento nadie en el automóvil dijo nada, mientras el celular de Soraya anunciaba una llamada con un tono alegre que nada demostraba de la situación por la que estaban pasando; después de unos instantes la llamada cesó.

—Cielos, apenas puedo respirar.
— ¿Qué vamos a hacer?
—Tendremos que volver a ese sitio para sacar a su hermana, no hay otra alternativa. Pero antes pasaremos a buscar algo.



4


Antonio cortó la llamada. Tenía los ojos inyectados en sangre.

—Maldita sea. Maldita sea, maldita sea.

Estaba pensando demasiado lento; Soraya y esa doctora estaban metidas en eso, no tenía considerado que alguien estuviera sospechando tan pronto ¿Acaso Matilde había hablado con ella antes que con él? Eso tenía sentido, pero no solucionaba su problema.

—Maldita, maldita seas.

Incluso después de muerta seguía dando problemas. Se suponía que al deshacerse de ella todo iba a terminar, y él podría volver a su vida de siempre. Pero ahora la otra estaba desaparecida, y esa entrometida de Soraya y esa mujer que estaba con ella estaban en medio, estaba seguro. Había estado tan cerca, podría haber inventado cualquier cosa para acompañarlas o por último seguirlas, pero pasó ese detalle por alto y eso le estaba pasando la cuenta. Su celular volvió a anunciar una llamada.

— ¿Qué avances hay?
—Estoy en eso.

La voz rasposa del otro lado de la conexión podía ser tan fría que escucharla en un momento como ese resultaba abrumador.

—Dijiste lo mismo más temprano.
—Lo sé.
—Esa mujer no puede vivir —dijo la voz con la misma frialdad que acostumbraba—, la única forma de eliminar las pruebas que lleva encima es matarla, las pruebas morirán con ella.
—Estoy consciente, voy a arreglarlo.
—Eso espero.

La voz cortó.

— ¡Maldición!

Solo una más. Patricia terminaría de irse al otro mundo y con ella, sus problemas. Marcó un número.

— ¿Hola?
—Hola —saludó con alegría—. Eliana, espero que estés bien, me gustaría que nos viéramos ¿te parece?

A ella desde luego le iba a parecer extraño algo así.

—Estoy un poco apurada en realidad con el trabajo.
—Pero estoy seguro que tienes un minuto para mí —dijo él seriamente—, hay un tema importante que me gustaría hablar. Se trata de Matilde.



Próximo capítulo: Sigue caminando

Broken spark Capítulo 8: En las profundidades



Terrorsaur se asomó al agujero en la tierra por donde había caído Cheetah, y supo que ese era el único momento que tendría en su favor. A través de decenas de metros de túnel, más abajo, no se veía nada.

“Está bien, creo que es el momento preciso de hacer mi jugada.”

Sabía que Megatron le pediría informe de lo sucedido, luego de su súbito y absurdo interés por los nuevos aliados, de modo que se convirtió a robot y descendió flotando por el túnel por el que cayera momentos antes el maximal. No se escuchaba nada.

—Oye ¿estás bien?

Su voz retumbó en las paredes de piedra sólida del lugar. Bajó otros cincuenta metros, pero llegado a cierto punto, el túnel natural en la tierra se hacía muy estrecho y lleno de protuberancias de algún tipo de mineral muy resistente. No podría bajar por ahí sin hacerse graves heridas, que era lo que seguramente le estaría pasando a ese felino tras caer.

—Si puedes escucharme —gritó hacia abajo—, quédate tranquilo, traeré ayuda de Tarantulas apenas pueda, para que te saque de este foso. Rayos —gritó alarmado tras chocar con un saliente—, no puedo descender por aquí sin herirme, espera ahí y no te muevas.

Dicho eso salió del lugar, teniendo precaución de dejar caer el grabador que Megatron le había entregado; así podría volver por él más tarde y argumentar que había caído por accidente, tal como su propia voz evidenciaba de forma indirecta en la grabación. De vuelta en modo alterno, voló a toda velocidad hacia el punto en donde tenía escondido el energon rojo, y se quedó contemplando su belleza y gran poder con admiración por unos segundos. Era mucha la tentación de utilizarlo, podría derrocar a Megatron con unos cuantos golpes y apropiarse del mando predacon, pero si se confiaba, tendría problemas, sobre todo con el grupo de nuevos que andaban rondando por las instalaciones. De pronto se miró a sí mismo y descubrió con asombro que las lesiones que le habían sido inflingidas por Tigreton habían desaparecido ¿Qué misterioso arte lo había logrado?

—Claro, el energon…

No sabía que ese tipo de energon tuviera propiedades regenerativas, pero el hecho de que las tuviera significaba que tenía aún más en su poder para cumplir con sus objetivos.
Pero la vaina en la que pretendía guardar en energon para su protección estaba desaparecida, y con la amenaza de ese loco del tigre por ahí, no le convenía ir de un lado a otro con esa carga tan valiosa; al fin decidió usar un poco de esa misma fuente de energía para trasladarla a un sitio seguro

—Ya sé en qué lugar estará seguro…

2

El tiempo necesario para que la temperatura descendiera ya estaba llegando a su fin, y con ello la espera a la que los tres habían estado condenados. Hasta entonces se desplazaban de un lado a otro, tanto Optimus como Rattrap, mientras que Dinobot permanecía en un sorprendente silencio y quietud, de pie mirando sin ver el casco humeante de la nave que los tarjera hasta esa superficie.

—Creo que ya podemos entrar —dijo Rattrap—, pero no sé si quiero ver lo que nos vamos a encontrar más allá de la entrada.
—De nada vale preocuparse de más —replicó Optimus—, entremos de una vez.

Tan pronto como empezaron a caminar hacia la nave, Dinobot se puso en movimiento otra vez. En esos momentos resultaba más propicio entrar en los restos de la nave, ya que aunque la temperatura aún era elevada, sus corazas alternas les permitían aislar la temperatura de un modo similar a que lo hacían con el energon en ese planeta.
El interior de la nave era un auténtico desastre; entraron por un pasillo que antes era el que conducía al puente de mando, y que ahora estaba derruido en varias partes, dejando ver a través del techo los niveles superiores; el silencio que llenaba el lugar después del ataque era interrumpido cada tanto por algún circuito que echaba chispas en la pared, intentando sin éxito transportar la energía en un ambiente que se encontraba en penumbras y sin las habituales acciones automáticas a las que estaban acostumbrados. Cuando llegaron al puente vieron que este estaba por completo destrozado, la bóveda estaba aturada de partes metálicas provenientes del techo, que no había soportado la presión de los objetos en la planta superior.

—Qué extraño ¿qué hay arriba que pudo caer de esta manera?
—Arriba nada importante, pero en un nivel superior había una plataforma para respuestos. Lo más probable —observó Dinobot con tono distraído—, es que las vigas que soportan esa parte hayan cedido.

Rattrap no estaba tan seguro.

—Escucha, sé que no he estado antes en esta nave, pero el fuego se propaga hacia arriba cuando hay una explosión.
— ¿A qué te refieres?
—Sólo mira lo que hemos presenciado desde que entramos: se nota que algo explotó adentro, en el primer nivel ¿por qué se cae una planta que está dos niveles más arriba pero no lo que está sobre nuestras cabezas?

El laboratorio de Tarantula.

—Admito que tu razonamiento tiene lógica, pero no conoces la nave como yo; si esa sección se vino abajo, es por un motivo importante. Dinobot ¡Aterroriozar!

Cambió a modo robot sin dar más comentarios, y comenzó a caminar hacia un pasillo lateral. Optimus y Rattrap lo siguieron de inmediato.

— ¿Qué es lo que pasa?
—En esta dirección está una zona muy importante de la nave, si se vino abajo, es porque hay algo detrás de todo esto, y no se trata sólo de un ataque.

Los otros no estaban entendiendo, pero lo cierto es que Dinobot aún no tenía un plan para decir en esos momentos; no podía librarse de ellos, era imperativo llegar primero al laboratorio y diseñar una excusa plausible para que no sospecharan.

—Oye lagartija, vas demasiado rápido ¿no me vas a decir que crees que hay otra bomba en este lugar?

Eso le dio la idea. Tendría la posibilidad de buscar con calma en ese maldito laboratorio aún a ojos vistas de los demás.

—No es una bomba —exclamó mientras se mantenía más delante de los otros dos—, pero puede ser muy peligroso. Adónde vamos es parte importante, es una bodega de armas que está conectada con la zona de repuestos pesados que cayó por el techo de la bóveda central; si mis sospechas son ciertas, los maximales se nos adelantaron luego de escapar, y consiguieron infiltrarse de alguna manera, no para atacar, sino para conseguir armamento de alto poder.
— ¿Algo como qué?
—Como un arma de rayos de energon puro, diseñada por Tarantula. Este planeta, con su sobrecarga de energon, sería el lugar perfecto para probarla.

Durante un momento Optimus no dijo nada; Dinobot les llevaba distancia, era evidente que su alarma era genuina.

—Entonces crees que el agujero en el techo lo pudieron hacer con esa arma.

Estaba tratando de desbaratar su teoría; eso significaba que el simio estaba sospechando de su lealtad a la causa predacon. Era una ironía que el líder del bando enemigo pretendiera convertirse en el principal protector de los deseos de Megatron en su ausencia.

—Eso es ridículo —contestó sin disminuir el avance—, dentro de la nave jamás hubo tal cantidad de energon. Lo que creo que pasó es que utilizaron la bomba para hacer el mayor daño posible, y desviar la atención de Megatron, Terrorsaur y Tarantula a algo más urgente que el robo de tecnología. Pero algo salió mal, o quizás sólo trataron de aprovechar la oportunidad para hacer dos cosas a la vez.

Esa teoría se sostenía por la mínima, pero mientras no encontraran en el laboratorio alguna prueba de lo contrario, soportaría.

—Si usaron el explosivo para distraer, entonces nuestro líder puede estar vivo.
—Debe estarlo —aseguró Optimus a Rattrap—. Tiene que estarlo.

Pasaron algunos momentos de veloz caminata de ambos, siguiendo los pasos, casi carrera, de Dinobot; este, durante un momento pensó en derribar un muro, pero la distancia era demasiado corta y podría fallar por mucho. Pensando de forma ciega en conseguir lo único a lo que podía aferrarse en ese momento, el robot llegó hasta la puerta del laboratorio de Tarantula, y se abalanzó al interior, contando en su mente cada uno de los pasos que separaban a los otros dos de la puerta. Estarían ahí en tan sólo un instante. Utilizó sus sentidos al máximo, miró en todas direcciones, y cuando encontró lo que buscaba, se apresuró a abrir un gabinete en la pared de las dimensiones apropiadas, y depositó el arma que estaba en su interior en el contiguo, alcanzando a cerrarlo en silencio una milésima de segundo antes que los dos entraran.

—Mis sospechas eran ciertas —aseguró con el rostro fijo en los dos—, se llevaron un arma.

Optimus contempló el gabinete vacío durante un instante.

—Lo que había aquí era un arma grande ¿cómo sabes que se trata de eso que mencionaste?
—Porque la probé por órdenes de Megatron.
—Dijiste que no había energon suficiente en esta nave para usarla.

Dinobot hizo un ademán de desechar el comentario del gorila.

—Lo que dices es una tontería ¿acaso crees que probaríamos un arma así con su carga completa? Escucha, según e diseño de Tarantula, bastaba un poco de energon líquido, tan sólo algunas gotas, para poder hacer agujeros en las paredes.
—Esperen un momento —intervino Rattrap—, todo esto suena alarmante, pero aún no encotramos a Megatron.
—Está vivo, eso es seguro —comentó Dinobot—. Lo que creo que pasó es que se anticipó a la bomba y se puso a salvo.
— ¿Cómo?
—Yendo hacia abajo.

Arriesgando todo, caminó con decisión hacia la salida de ese laboratorio; para su tranquilidad, los otros dos lo siguieron. Ahora tenía un nuevo problema, y este era evitar encontrar a Megatron o escapar antes que apareciera, porque tan sólo al verlo, Optimus querría confirmar toda la información, y desde ese momento su vida se contaría en clics, no en ciclos.

3

Cheetah recuperó el movimiento unos momentos después de estrellarse contra el suelo; sin más opciones, había tomado la decisión de hacerse el herido dejándose caer en un socavón, pero subestimó la profundidad del sitio, y un instantes después estaba cayendo de forma inexorable, chocando con los salientes de los muros del estrecho túnel. Por un momento pensó que estaría cayendo de forma indefinida, impotente ante el descenso, luchando sin éxito por sujetarse de algo; de pronto la oscuridad total en la que estaba sumido dio paso al impacto contra el suelo, y la demostración empírica de que los felinos no siempre caen de pie.

 —Rayos.

Pasó a modo robot e iluminó sus ojos para tener alguna noción de en dónde estaba, pero sólo se encontró con que sobre su cabeza había un túnel lo suficientemente largo como para no ver la luz a nivel de suelo. En el fondo en el que se encontraba, de forma paradójica, no había salientes de ningún tipo y esa parte se ensanchaba en exceso, lo que hacía el ascenso muy difícil. A todos lados sólo pared, ni un túnel o acceso lateral. Clavó los dedos en la piedra y comenzó a subir en escalada, encajando pies y garras con todas sus fuerzas, pero conforme subía, la piedra se hacía más y más lisa, hasta que se encontró a alrededor de veinte metros de distancia de los primeros salientes, pero sin poder continuar por causa de la roca, que se había vuelto más dura y lisa, casi impenetrable. Volvió a bajar y evaluó por unos momentos hacer algunos disparos a baja potencia; era eso o morir ahí.
Sin embargo comprobó al instante que era muy mala idea. El disparo que hizo rebotó en la piedra, y comenzó una alarmante ruta de rebotes en las paredes cónicas del túnel, y la piedra lisa hacía efecto de espejo, por lo que el rayo silbaba con fuerza cada vez mayor, en un sentido y otro, por momentos ascendente, al siguiente en ángulo opuesto. Y en un instante, el disparo al fin se incrustó en la roca, dejando un débil rastro humeante que apenas era visible desde su posición.

—Demonios, eso no sirvió de nada.

No funcionaba, y aumentar la intensidad podía ser muy peligroso. ¿Qué iba a hacer? Estaba perdiendo un tiempo demasiado valioso, mientras Terrorsaur estaba afuera con carta libre para hacer lo que quisiera, incluso ir a decirle a Megatron cualquier cosa respecto de él, desbaratando su débil argucia de ser un predacon.

— ¿Qué es eso?

Un sonido ahogado lo hizo volver otra vez la vista arriba; aumentando el espectro lumínico de sus ojos, se esforzó por ver con más claridad, y lo que vio y escuchó lo dejó sin palabras. La piedra, en el punto donde finalmente había terminado el disparo, se estaba resquebrajando a muy alta velocidad, pero eso no concordaba con el nivel de fuerza desplegada, y la roca era en efecto muy resistente ¿Qué podía ejercer tan rápida acción? La respuesta vino un momento después, cuando los trozos de muro comenzaron a saltar en distintas direcciones, siendo empujados por la fuerza incontenible de un chorro de agua.

3

Dinobot continuaba avanzando a paso firme, algunos metros por delante de los otros dos, pero ya sin caminar con tanta vehemencia; necesitaba pensar en algo, pero en esos momentos su mente estaba poblada de muchas ideas que, según o que sabía, no eran necesariamente suyas.

— ¿Ya falta poco?

Sí, de hecho faltaba poco para llegar a las puertas inferiores de la nave, donde según él Megatron podría haberse ocultado del poder devastador de la bomba;  se acercó a una puerta esperando tener que accionarla de forma manual como las otras, pero para su sorpresa, y la de los otros, esta se deslizó de manera automática. Dio un paso al frente y la puerta se cerró, dejándolo apartado del resto.

—Oye maldito saurio, abre la puerta.
—El control está de tu lado, no del mío —exclamó con severidad—, seguramente está estropeado, deben abrir ahora.

Sin embargo esperaba que se tardaran un poco al menos. Extrajo el objeto que había tenido oculto hasta entonces, un dispositivo que escondía dos tipos de fusiones energéticas líquidas, una de color ámbar y la otra amarillo encendido. La primera de ellas estaba rotulada con un símbolo de peligro extremo, y bajo el apelativo de “veneno esclavo”

—Entonces se trataba de eso…

Megatron no había ordenado a Tarantula formular un método para convertir maximales en predacons, sino a cualquier robot en sirvientes ciegos a sus órdenes. Y de seguro que la codificación de aquella fórmula incluía algo más específico, como ideas preconcebidas sobre qué y de qué manera hacerlo. Por eso es que él había tomado esas decisiones, por eso es que a su llegada a la base maximal, después de ofrecerse en sacrificio, logró estar cerca de ellos lo suficiente como para aplicar el veneno dispuesto en un pequeño dardo.
—Todo este tiempo he estado bajo tus órdenes Megatron —murmuró en voz baja, tomando conciencia de lo que estaba sucediendo en realidad—, me has manipulado para que yo sea un sirviente más de ti, y de tus macabros juegos de poder y de codicia. Pero ya no más. Jamás volveré a servir a ningún amo.

Al fin la puerta se abrió, y las miradas de los dos sirvientes del líder predacon se encontraron con la de Dinobot.

4

Cheetah pensó que el torrente de agua iba a impulsarlo hacia la superficie, pero las cosas sucedieron justo de la forma contraria ¡Estaba en las puertas de un río subterráneo!
Sin poderlo evitar, fue arrastrado entre el oleaje, que lo llevaba dando tumbos contra las estrechas paredes de la desgarrada roca, repitiendo la acción anterior, pero con mucha más fuerza y sin darle oportunidad a contenerse de ninguna manera. Se aseguró de sujetar con todas sus fuerzas el arma, pero sin nada de qué agarrarse y el techo cayendo a pedazos a medida que la fuerza del agua lo destrozaba, sólo le quedó rogar a los ancestros no encontrarse con un muro de piedra lo bastante resistente como para aplastarlo de forma definitiva.
El agua era una fuerza imparable; al provenir de un río subterráneo, estaba sometida a mucha más presión que en la superficie, pero por desgracia no podía precisar si estaba ascendiendo o bajando más, el movimiento y los continuos golpes de un lado a otro le impedían tomar algún tipo de cálculo al respecto. Después de un tiempo que le pareció eterno, al fin desembocó en una especie de cueva subterránea, en donde el  cauce de agua tuvo espacio para perder fuerza y tomar ruta por un río que tenía paso por ese sitio. Cheetah salió despedido, pero tuvo tiempo de recuperar el control de sus movimientos, y se quedó a un lado para no ser arrastrado otra vez.

— ¿Qué rayos es esto?

La cueva era como una gran bóveda, muy alta, traspasada por un túnel de agua en donde la tercera abertura había conducido el agua. El silencio era sobrecogedor, y junto con la extraña luz negra que iluminaba de forma fantasmagórica las paredes, parecía dar vida propia al sitio. En el centro de la cueva con forma de cúpula, una serie de piedras con forma de bloques rectangulares estaban dispuestas en crómlech, rodeando el seno de lo que parecía un lago. Se acercó a mirar el centro en donde el agua formaba una laguna temporal antes de proseguir con su recorrido, y se quedó embobado con el sorprendente juego de colores que surgían de la nada.



Próximo capítulo: El fin de la guerra

La última herida Capítulo 15: Pistas equivocadas - Capítulo 16: Carrera contra la muerte




Después de unos minutos Matilde había conseguido sacar de sus manos la mayor parte de las manchas que tenía: se había lavado la cara y atado el cabello a la altura de la nuca, aunque no podía hacer mucho con respecto a las manchas que tenía la ropa. Sabía con más claridad que tenía que recuperar su número celular e ir a ver a Patricia, los golpes y la herida en la pierna no le parecían tan relevantes en ese momento; salió del baño tratando de mostrarse más tranquila y contenida, y le pidió al hombre que la acompañara hasta la calle donde abordó un taxi. Por suerte el taxista, si es que notó el estado en que se encontraba no dijo nada y le permitió estar tranquila mientras regresaban a su departamento. Subió rápidamente intentando no pensar en nada, fue a su habitación y se cambió de ropa, ya tendría tiempo para darse una ducha que le hiciera sentir que podía quitarse del cuerpo aquella sensación de aceite, oscuridad y encierro que la había aterrorizado antes: se puso unos pantalones de vestir con una camisa y una chaqueta encima y unos zapatos cómodos; volcó todo el contenido del bolso en una mochila que usaba muy de vez en cuando pero que le sería más útil en un momento como éste en que necesitaba sentirse cómoda.
Por suerte conservaba consigo todos los documentos, de modo que el siguiente problema que tenía era ocuparse de recuperar su número celular.

Un momento.

Si Antonio había estado acechándola todo el tiempo, si la forma en que había tratado de matarla no era más que la culminación de todo lo que había hecho antes por acercarse a ella ¿Cómo sabía que podía confiar en las otras personas que la rodeaban? No, no podía desconfiar de Soraya y Eliana, ellas eran sus amigas y no simplemente alguien que había aparecido de la noche a la mañana. Pero si no debía desconfiar de sus amigas tal vez sí debería hacerlo de las personas que la rodeaban; al llegar a su edificio el conserje no se encontraba en la entrada, podría ser una casualidad pero quizás sería mejor que él no la viera al momento de salir: decidió bajar por la escalera que daba al estacionamiento trasero y desapareció por la siguiente esquina. Está bien, Antonio había tratado de matarla y según sus propias conjeturas después de haber estado inmiscuyéndose en su vida, pero ella misma había llegado a la conclusión de que no era buena idea ir a la policía porque su versión era por completo inverosímil, no habían pruebas ni testigos y algo en su interior le decía que si llegaban a encontrarlo y preguntarle, él lo negaría todo con la misma facilidad con que le había mentido, y eso si es que en primer lugar alguien lograba encontrarlo. Alejándose un poco más del edificio y siguiendo una ruta que nunca seguía, la joven se encontró a pocas cuadras con una pequeña tienda de oportunidades y compró un teléfono celular en efectivo; puso en su interior la tarjeta de su estropeado teléfono, pero mientras caminaba se detuvo un momento más a pensar si era buena idea o no encenderlo, tal vez estaba pensando tonterías producto de lo que se veía en las películas de acción, pero si Antonio había estado espiándola tal vez tenía una forma de rastrear su número si es que ella lo volvía a poner en funcionamiento. ¿Volvería a terminar el trabajo pendiente si descubría que ella estaba viva? De todas maneras necesitaba la agenda del teléfono y estar preparada para comunicarse en determinado caso, así que optó por  la alternativa que se le ocurrió y encendió el celular dejándolo en modo avión; se sentó en el banquito de una parada de autobús y sacó de su bolso un lápiz y una pequeña libreta donde apuntó el número de Soraya, el de Eliana, el de sus padres y también los números de emergencia de la clínica en donde Patricia estaba internada, aunque de momento no le pareció prudente llamar. Había comenzado a preocuparse de la posibilidad que estuvieran persiguiéndola, pero tal vez el lugar en donde había sido arrojada por Antonio hiciera más improbable que alguien creyera que podía escapar.


2


Soraya entró en la pequeña oficina de la doctora Miranda y se sentó ante su escritorio.

— ¿Se le ocurrió llamar a la policía?
—No, no lo hice, como le dije antes puede ser que todo esto no sean más que figuraciones mías y no quiero que Matilde se enoje conmigo si es que todo es un mal entendido.
—Pero usted sabe que todo esto es extraño —dijo la doctora—, mire, como profesional he visto casos en los que una persona afectada por quemaduras abandona el tratamiento que está siguiendo, mientras que hay otras que optan por tratamientos más costosos en otros centros, o incluso medicina alternativa. Por lo general los profesionales de la salud creen que la medicina alternativa es bastante inútil pero yo no lo creo, pienso que puede ser un buen complemento, pero las heridas que sufrió Patricia no son superficiales. Estuve averiguando y ella no fue registrada en ningún centro médico público o privado, sé que no debería estar investigando porque es antiético, pero luego de la conversación que tuve con su hermana quedé muy preocupada.

Soraya frunció el ceño.

— ¿A qué conversación se refiere? —dijo Soraya.
—Poco después de que se me informara que Patricia había dejado el tratamiento me comuniqué con Matilde y le pregunté qué era lo que había ocurrido; también le dije que quería ver a Patricia pero no me lo permitieron, además Matilde se mostró muy reservada con respecto al tema, no quiso decirme qué tratamiento estaban siguiendo ni tampoco dónde, sólo se limitó a asegurarme que había sido una decisión familiar y que el nuevo tratamiento estaba dando buenos resultados.

Soraya llevaba pensando los últimos minutos en eso mismo, en que Patricia había desaparecido e forma misteriosa ¿después de haber estado completamente desaparecida en realidad? Porque después de salir de la urgencia nadie la había visto, sólo sabía de lo que pasaba con ella a través de su hermana. La doctora Miranda le dedicó una mirada inquisitiva.

— ¿Usted sabe dónde estaba realizando ese tratamiento?

—No, no lo sé, pero usted dijo que antes había estado investigando si Patricia había sido ingresada en alguna clínica, podría volver a revisar la información ahora.

Romina Miranda era una mujer que por lo general se llevaba por sus instintos y eso la había hecho una profesional cercana a sus pacientes pero en situaciones como ésta le hacía arrepentirse ya que quedaba directamente relacionada con algún caso. Su preocupación constante por la forma en que Patricia fue retirada del tratamiento no había disminuido con el paso de los días, y saber por medio de la amiga de su paciente que se había suscitado una emergencia para ella no era más que la culminación de sus temores. En su ordenador ingresó al sistema informático que le permitía ingresar a distintas bases de datos; en realidad las clínicas mantenían en contacto y realizaban intercambio de información de la misma manera que las aseguradoras, por lo tanto no era difícil entender que los datos se encontraban en un punto intermedio aun cuando esto no se supiera de manera oficial. Muy bien podría ser un delito que ella ingresara a esos sistemas utilizando una clave que se había conseguido años antes, pero también es cierto que gracias a esa clave y al acceso a esta información había podido salvarle la vida a un niño hacía tiempo. Ingresó el nombre de Patricia en el sistema y un momento después en control emergencia a la cual se refirió Soraya antes.

—Aquí está el registro de los datos de Patricia —dijo la doctora al cabo de un momento—, dentro de la información de la urgencia de una clínica privada, se trata de la clínica Arces.

No quedaba lejos de ahí, pensó Soraya.

—Doctora ¿puede ver alguna otra información?
—Solo puedo ver el registro de urgencias, probablemente de cuando fue ingresada durante esta madrugada; por lo general por temas de comodidad el resto de los informes se realizan a mano y son ingresados cada cierta cantidad de horas, pero al ser un registro interno de la clínica es improbable que lo pueda ver desde aquí.
—Entonces voy a ir a esa clínica —dijo Soraya decidida—, no me puedo quedar tranquila mientras no sepa qué es lo que está sucediendo.
—Espere —dijo Romina—, voy a acompañarla.
— ¿Está segura?
—Sí, lo estoy, además en el caso que a usted le nieguen la información yo tengo forma de acceder a ella.
—No perdemos nada con investigar —dijo Soraya—, pero si en el camino descubrimos que en realidad es un error ambas vamos a quedar en ridículo.


Salieron de la oficina de la doctora caminando rápido hacia la salida.

—Hola ¿y tú qué haces aquí?

Soraya miró hacia un costado, de dónde provenía la voz la voz. Hizo un gesto de saludo.

—Hola, qué sorpresa.

Antonio sonrió y se acercó a ella.

—Vine a buscar el resultado de los exámenes de una tía ¿y tú estás bien, tienes algún problema de salud?

Soraya pasó la vista de la doctora a Antonio y de vuelta a la profesional; ésta los miraba fijamente pero sin hacer ningún gesto.

—Vine a tomar desayuno con mi amiga —dijo señalando a la doctora—, hace tiempo que no nos vemos y siempre es bueno mantener el contacto.
—Entonces era eso —dijo de él—, por un momento me había preocupado. Y cuéntame cómo están Matilde y Patricia.
—Bien por lo que supe —respondió ella—, hace un par de días que no hablamos, Matilde está con mucho trabajo y Patricia con lo de la recuperación.
—Por supuesto —dijo él frunciendo el ceño—, yo voy a ir a ver lo de mis exámenes, que tengas un buen día.
—Gracias, igual para ti.

Las dos mujeres continuaron caminando hacia la salida del centro médico.

—Ese hombre es amigo suyo.
—Sí —respondió Soraya dubitativa—, qué extraño, no recuerdo que me haya dicho que tenía una tía viviendo aquí en la ciudad.

Le había parecido muy extraño encontrarse con Antonio en ese lugar y precisamente en un momento como ese; desde la salida del instituto no se habían vuelto a ver y ahora se lo encontraba por casualidad dentro de un centro médico cuando su mejor amiga y la hermana de ésta estaban desaparecidas. Claro, y ella había mentido de manera instintiva. ¿Qué les pasaba a todos?

—Mi auto está a un costado en el estacionamiento —dijo la doctora interrumpiendo sus pensamientos—, llegaremos a nuestro destino en unos minutos.



3


Aún no era medio día cuando Matilde llegó a la urgencia de la clínica privada en dónde estaba internada Patricia desde la madrugada, y preguntó en recepción por el doctor Medel. La mujer de la recepción no le prestó mayor atención pero consultó los datos en el ordenador.

—El doctor Medel se retiró temprano en la mañana.
— ¿Qué? Pero no es posible, me dijo que iba estar aquí.
—Según la información que tengo —dijo la recepcionista—, anunció que tenía una emergencia personal y se retiró.

Matilde no se esperaba algo como eso, pero aún necesitaba saber qué estaba pasando con su hermana y saber en qué estado se encontraba.

—Disculpe, necesito saber que doctor está viendo el estado de una paciente.
— ¿Quién es ella?
—Es Patricia Andrade, ingresó en la madrugada.

La recepcionista ingresó la información en el ordenador y después de unos momentos quedó mirándola fijamente.

— ¿Qué nombre me dijo?
—Patricia Andrade.

La mujer de la recepción frunció el ceño.

— ¿Está segura señorita? Porque no tengo registro de ninguna persona con ese nombre que haya ingresado en esta urgencia.


4


No dijo ni una palabra, solo salió de la urgencia lo más rápido que pudo.

—Por Dios, por Dios…

Estaba muerta, estaba muerta.

—Por Dios, no puede ser…

Ni siquiera podía llorar, pero en ese momento estaba segura de lo que estaba ocurriendo era eso, no importaba por qué ni las circunstancias, Patricia estaba muerta igual que debería estarlo ella. Antonio había ido a matarla para deshacerse de ella mientras alguien más eliminaba a su hermana del mapa ¿El doctor Medel?

—Dios….

Estaba entrando en pánico. Desde el momento en que logró salir del túnel del ascensor estaba pensando en qué pasaba, pero su primera preocupación era Patricia, reunirse con ella y saber en qué estado se encontraba, y ella misma había ingresado y hablado con el doctor Medel.
Un doctor que pese a su escepticismo había decidido darle algo de crédito y ayudarla.
¿Cómo había podido ser tan tonta?
Ella había puesto en manos de un asesino a su hermana cuando no podía defenderse, mientras iba de voluntad propia a ponerse en las manos de otro, y poco a poco las cosas comenzaban a encajar, el departamento, la llamada, las casualidades, todo parecía tener sentido y era cada vez más horrible conforme lo pensaba, porque de seguro su relación con la Clínica Cuerpos imposibles y el extraño ataque que sufriera Patricia durante la noche estaban relacionados ¿Alguien quería hacer desaparecer toda la información? ¿Acaso ella y su hermana no eran más que una molestia en el camino para alguien a quien no podía identificar?
Sentía que todo su cuerpo comenzaba a temblar, estaba más sola de lo que jamás podría haber imaginado ¿Qué iba a hacer?
Mientras caminaba apresuradamente a través del estacionamiento volteó un momento hacia la urgencia ¿debería llamar a la policía al menos para denunciar la desaparición de su hermana, del cuerpo de su hermana? ¿O hacer algo así simplemente daría prisa a un trabajo que probablemente estaba inconcluso?
Una mano se posó sobre su hombro.

— ¡Noo!

Soraya trató de acercarse, pero la joven reaccionó apartándose mientras gritaba.

— ¡No se me acerque!
—Matilde, soy yo.
— ¡No, no!

La doctora se acercó a Matilde, y al verla descontrolada optó por darle una bofetada, que consiguió controlar sus gritos.

—Cálmese por favor.

Durante un momento la joven no pareció reconocer a ninguna de las dos, pero después reaccionó y estalló en llanto mientras se arrojaba a los brazos de Soraya.

—La mataron, la mataron, estoy segura de que la mataron….

Soraya la cobijó en sus brazos al tiempo que la consolaba.

—Tranquila, estoy aquí amiga, tienes que calmarte, no entiendo nada de lo que dices.

La doctora Miranda sabía que algo estaba muy mal, pero antes de entrar en una clínica donde aparentemente había ocurrido algo importante quería tener algo más de información. Matilde estaba saliendo muy lento del estado de shock en el que se encontraba.

—La hicieron desaparecer, ellos lo hicieron, sé que ellos lo hicieron…

No estaban llegando a ninguna parte. Soraya tuvo que apartarse de ella, y con el corazón oprimido, mirarla fijo y hablar fuerte y claro.

—Matilde, ahora tienes que calmarte y decirme qué diablos está pasando. Deja de llorar.

La joven la miró durante unos segundos, y conteniendo las lágrimas a la fuerza logró hablar con más claridad.

—No está. Patricia no está en la urgencia, desapareció y dicen que nunca fue ingresada, y el doctor Medel tampoco está.

La doctora sintió que se le revolvía el estómago ¿Podría tener eso que ver con un antiguo caso que recordaba? Si era así, las cosas serían graves.

— ¿Eso es lo que le dijeron?

Matilde apenas podía contener las lágrimas.

—Estoy segura de que la mataron. Soraya, la mataron.
— ¿Pero por qué dices eso? Tal vez es un error, o la trasladaron.
— ¡No! No es un error, tiene que ser obra de la misma gente, él debe estar detrás de todo esto.
— ¿De qué estás hablando?

Hasta ese momento no había tomado en realidad el peso de la situación en la que se encontraba, pero al exteriorizarlo, sintió el real peligro que se había cernido sobre ella y que quizás estaba punto de volver. Al principio, encerrada en ese horrendo lugar había tenido miedo, pero también estaba aturdida, y la confusión había cegado sus sentidos de la misma manera que la oscuridad lo había hecho con sus ojos, y luego, al conseguir escapar, se había obligado a pensar con claridad, enfrentando una situación por completo nueva, en donde no sabía en quien podía confiar. Aún así pensó que aquel acto horrible de parte de alguien a quien creyó conocer era algo superado, o tan siquiera asumido, pero la verdad es que, probablemente de igual manera que el día en que Patricia había tenido el accidente, Matilde solo se había concentrado en lo que tenía que hacer, en la forma de mantenerse activa cuando la situación lo requería. Patricia había sufrido un ataque, todo rastro de la clínica Cuerpos imposibles se había desvanecido en el aire, y cuando pretendía, o mejor dicho creía haber encontrado una vía de escape, alguna forma de volver a encauzar las cosas, la sorpresa atacaba de nuevo. La información que le entregaron en la urgencia de la clínica había colmado su capacidad, y tembló solo de recordar el nombre de quien unas cuantas horas antes habría pensado que era un buen amigo.

—Antonio…
— ¿Qué pasa con Antonio?

Tenía que decirlo, tenía que exteriorizarlo para poder controlarse, o seguiría llorando igual o peor que si estuviera aun encerrada en ese túnel.

—Él trató de matarme.




Capítulo 16: Carrera contra la muerte


Cuando Romina escuchó a Matilde decir que habían tratado de matarla, de inmediato pensó que lo peor podía estar sucediendo en realidad; si sus temores eran acertados, las cosas podían haberse salido de control.

— ¿Qué? —exclamó Soraya mucho más alto de lo que habría querido— ¿de qué estás hablando, por qué?
—No lo sé, no entiendo nada de lo que pasa —dijo Matilde—, pero acaban de decirme que mi hermana nunca estuvo allí —señaló la urgencia con dedos temblorosos—, creo que la mataron, Soraya,  es horrible…

Los peores miedos que pudiera haber tenido Soraya no eran nada en comparación con lo que estaba escuchando, pero antes que ella misma pudiera reaccionar de alguna manera, la doctora lo hizo.

—Tienen que ponerse a resguardo.
— ¿De qué habla?

No podía decirles lo que estaba suponiendo, en primer lugar porque aún no tenía la seguridad, y en segundo porque sería demasiado difícil de explicar con pocas palabras. Pero eran un problema a la hora de ir a resolver las dudas que tenía al respecto.

—Escuche Matilde, si su hermana está o estuvo allí yo puedo averiguar qué es lo que pasó, pero es preciso que se protejan; Matilde, si ese hombre del que habla de verdad intentó matarla, no es bueno que estén afuera. Soraya, lleve a Matilde a mi auto y quédense ahí, yo voy a entrar en esa urgencia para descubrir que sucede.

Le pasó las llaves a Soraya y se fue a paso rápido hacia el interior; mientras tanto la mujer se llevó de inmediato a su amiga al interior del auto de la profesional.

—Siéntate aquí y explícame eso de Antonio ¡Pero si tienes una herida en una pierna!

Matilde estaba tratando de contener las lágrimas, pero a cada segundo las cosas parecían peores; inspiró profundo para intentar hablar con claridad.

—Es mucho peor de lo que parece, de lo que yo misma entiendo, yo…
—Espera, espera —la interrumpió Soraya—, no entiendo nada de lo que dices ¿Por qué estabas con Antonio, qué tiene que ver Patricia?
—Escucha, no sé lo que está pasando, pero mi hermana… te mentí Soraya, no te dije la verdad del tratamiento.

Entonces sí había una razón por la que no habían visto a Patricia, en eso estaba en lo cierto.

— ¿Qué pasó con el tratamiento, qué hicieron?
—Patricia estaba asistiendo a un tratamiento en una clínica privada, y anoche tuvo un ataque muy extraño —hablaba sin detenerse, reviviendo dolorosamente cada uno de los acontecimientos mientras los relataba—, y de pronto la gente de la clínica no estaba, todo había desaparecido… llamé a Antonio para que me ayudara, él me dijo que podía encontrar a una persona que me ayudara y quedamos de vernos hoy, pero cuando nos juntamos…

Su mirada, esos ojos fijos en ella, la mano empujando su pecho con fuerza, no era accidental, recién comenzaba a entender que las cosas no estaban sucediendo de manera accidental.

— ¿Qué hizo?
—Me empujó por el conducto de un ascensor, no sé cómo es que sobreviví, pero ahora creo que de alguna manera todo está relacionado, y aquí me dijeron que Patricia nunca estuvo, creo que él podría estar detrás de todo esto y es mi culpa, es mi culpa…
—No, no es tu culpa —la interrumpió su amiga con firmeza—, no importa lo que pase, no es tu culpa, mira, vamos a hacer esto, vamos a esperar a que vuelva la doctora y mientras tanto me vas a contar todo lo que pasó con lujo de detalles.


2

La doctora Miranda entró en la urgencia a paso firme, luchando por controlar sus emociones; tenía una lista de nombres bastante corta en su mente, y de esos seis nombres sabía que dos estaban en el extranjero, lo que la dejaba con menos opciones ¿Podía ser que después de siete años aquel horrible tema volviera a surgir? La posibilidad de que Patricia estuviera muerta era bastante grande, pero no podía desesperarse, no aún. Lo primero era usar el delantal como un arma para que le hicieran las menos preguntas posibles, de modo que se acercó a la recepción.


— ¿Quién está como jefe de turno?

La recepcionista hizo una breve pausa, y decidió omitir las preguntas.

—La doctora Salvatierra.
—Debe estar en el casino.
—Sí, parece que la conoce.
—Somos compañeras de bastantes años, te lo agradezco.

Se retiró hacia el casino a paso rápido; conocía a esa mujer hacía años, pero no eran ni siquiera amigas, se trataba de una mujer déspota y fría, pero conocerla le serviría para poder hacer unas indagaciones. Se acercó a una enfermera.

—Buenos días, ¿Ha visto al doctor Medel?
—No está, se retiró —respondió la mujer— ¿para qué lo necesita?
—Vengo a una reunión con la doctora Salvatierra y con él, es por un caso muy complejo.

Mencionar a Salvatierra hizo el efecto deseado, la mujer frunció el ceño preocupada ante cualquier relación con ella.

— ¿Preguntó en recepción?
—No pude, había una emergencia, de hecho voy al casino, creo que la doctora está ahí.
—Sí, habitualmente toma una merienda a ésta hora.
— ¿Y sabes qué le pasó al doctor Medel? Es extraño que se haya retirado, es tan responsable.
—Estaba con una paciente complicada —dijo la mujer con tono confidencial—, había sufrido un ataque o algo parecido, dijo que iba a hacerse cargo de manera personal.
—Debe ser el mismo caso por el que me llamaron —replicó Romina con seriedad—, la señorita Andrade, estaba con un cuadro muy complejo por lo que me dijeron.
—Solo se hizo el ingreso —dijo la enfermera algo turbada—, pero no sé qué pasó después, creo que la trasladaron antes que él se retirara, porque no estaba después.

Era suficiente información por el momento, pero aún tenía que investigar algo más.

—Entiendo.
—Doctora, disculpe, pero no quiero tener problemas…
—Ni lo menciones —la interrumpió sonriendo—, esto no lo escuché, no sé nada. Voy a hablar con la doctora Salvatierra como si no hubiera escuchado nada, y tú harías muy bien en hacer lo mismo.

Dejó a la enfermera un poco más tranquila, contando con que el miedo a Salvatierra mantuviera esa conversación en secreto, al menos de momento. Siguió por un pasillo hacia las unidades reservadas, saludó a un par de técnicos con los que había trabajado anteriormente y siguió como si nada pasara alrededor. ¿Cómo podía haber creído siquiera por un momento que Medel no volvería a caer si ya había sucedido una vez antes? Contando con que Salvatierra no decidiera aparecer por los pasillos sorpresivamente, la mujer continuó recorriendo el lugar haciendo un mapa mental del sitio; los hospitales y las clínicas, por muy grandes que fueran, obedecían a un diseño básico muy similar, que se debía a que en todos esos sitios era necesario trasladar pacientes, guardar suministros y recibir ambulancias entre otras cosas. Después de unos minutos ya tenía claro donde estaba cada cosa, pero aún tenía que encontrar el acceso a la planta inferior; poco después se encontró con un cartel que indicaba que cierto pasillo estaba cerrado por trabajos, pero qué redundante el método para ocultarse en el mismo sitio. Con cuidado traspuso el umbral de una puerta, y a paso lento continuó caminando mientras trataba de mantenerse controlada ¿Qué se suponía que iba a decirle a Matilde?
En ese momento sintió ruido de pasos y se acercó a la puerta de un depósito de medicamentos.

—Roberto.

El hombre volteó sorprendido al verla; su rostro pasó de la sorpresa a la consternación y de allí a la confusión en tan solo una milésima de segundo.

—Romina ¿Qué haces aquí?
—Trato de averiguar qué hiciste con Patricia Andrade, y no me digas que no está aquí como dicen en recepción, te conozco lo suficiente como para saber que me mentirías.

Durante unos instantes estuvieron mirándose fijo, pero aunque él no se mostró agresivo, si había un tono de molestia en su voz.

— ¿Cómo sabes de ella?
—Fue mi paciente. Dime que no volviste a hacer lo mismo otra vez.
—Romina, no seas ridícula, todo eso quedó en el pasado.
— ¿De verdad quedó en el pasado? —espetó ella con fuerza, fulminándolo con la mirada— ¿puedes decirme eso después que Patricia desapareció? Sé por lo que ha pasado y sé que no es casual.

El hombre se contuvo de decir algo, claramente no esperaba quedar en evidencia.

—Lo que estás diciendo no tiene sentido.
—Entonces dime dónde está Patricia.
—Está aquí, y está viva y completa si es eso lo que te estás preguntando. La escondí porque creo que corre peligro.

Eso concordaba con lo que le había dicho Matilde, pero si no se trataba de aquel hecho, de verdad no sabía qué era.

—Debo verla.
—Ella está bien.
—No vas a pensar que creo en tu palabra por el amor de Dios. Llévame con ella ahora.

Después de un momento él accedió y la acompañó hacia un cuarto al fondo del subterráneo que se señalaba arriba que estaba en mantención.

— ¿Por qué la sacaste de arriba?
— ¿Qué es lo que sabes?
—Matilde me contó todo, está desesperada porque piensa que mataron a Patricia, y cuando supe que tú estabas en medio creí lo mismo.
—Nunca vas a dejar de condenarme, ya he pagado suficiente diablos.

Entraron en silencio al lugar; Romina esperaba encontrarse con todo un aparataje de máquinas en pleno funcionamiento, pero se quedó de una pieza al ver que la mujer estaba simplemente tendida sobre la camilla, inmóvil con las manos cruzadas sobre el vientre.

— ¿Qué es esto, por qué la tienes así?
—Tienes que acercarte a verla —dijo él cuando ya estaba junto a la mujer—, cuando la veas vas a entender por qué es que la oculté aquí.



Próximo capítulo: Personas que caminan

Broken spark Capítulo 7: Una santísima trinidad



Mientras Optimus y Rattrap avanzaban a paso rápido en dirección de la nave de Megatron, Dinobot ralentó un poco sus pasos, aunque sin dejar de seguir el mismo camino.

— ¿Qué te pasa lagartija?
—No me pasa nada —replicó con sequedad—. Sigan avanzando y no se distraigan, Megatron nos espera.

El viaje estaba siendo silencioso, por suerte. Dinobot no había dejado de observar la actitud de los otros dos mientras avanzaban de regreso a la nave ¿qué era lo que en realidad estaba sucediendo?

—Esto no está bien —murmuró para sí—. Las cosas no son como deberían.

En ese momento recordó su plan, y la forma en que lo había puesto en práctica tan pronto la nave se estrelló en la superficie ¿por qué había dejado todo de lado de un momento a otro? No, no era eso, había cambiado de opinión, proponiendo una alianza a Optimus para vencer al líder, mientras que en realidad sólo estaba ganando el tiempo para provocar la oportunidad necesaria para realizar el plan que estaba delimitado desde antes ¿Por qué le parecía a la vez que eso no tenía sentido, y que sí lo tenía?

—No…no es posible…yo soy…

Se detuvo un momento, necesitaba ordenar sus ideas.

— ¿Vas a caminar o no?
—Dije que no se distraigan —exclamó con firmeza—. Sé cuál es el camino, sigan avanzando mientras los alcanzo.

Dio un paso, dos.

—Por el Allspark…entonces es eso…Megatron me hizo lo mismo que a ellos…

2

Airazor volaba con total soltura, dejando que el viento hiciera el trabajo de trasladarla mientras miraba el horizonte; Tigreton parecía muy seguro de sí mismo, y al mismo tiempo respetuoso de ella, lo que resultaba reconfortante dadas las circunstancias. A numerosos clics de distancia percibió humo, y su instinto le dijo que se trataba de los otros habitantes de ese planeta, el resto de las bestias que estaban desperdigadas por todas partes; sí, era necesario imponer un orden, antes que esos desadaptados destruyeran el lugar ¿Cómo era posible que no pudieran mantener el equilibrio natural? A su alrededor, en las llanuras que estaba sobrevolando en esos momentos, otros seres, incluso algunos similares en forma, vivían y morían en un delicado equilibrio, aprendiendo a protegerse, conseguir alimento, cazar y morir de acuerdo a sus capacidades. Nadie intentaba destruir nada que no fuese necesario, ni controlar algo que no le perteneciera; excepto aquéllos con los que compartía la chispa, y que en esos instantes le parecían tan lejanos como los recuerdos de su paso por Cybertron antes de ser sometida al sueño falso de la vaina stasis: recordaba poco, ya que su ingreso en la vaina fue muy poco después de su salida del manantial, pero ahora que vivía en plenitud, le parecía inconcebible que una raza con tal nivel de avance tecnológico fuese al mismo tiempo tan retrógrada como lo era, con ese afán de destruir y de rechazar la convivencia. Tigreton había expresado su sentir con claridad y un tono correcto, y ella, ahora que veía las cosas con total claridad, estaba convencida de que era eso lo que había que hacer; se encontraban en un paraíso lleno de vida, se encargaría de forma personal de mantenerlo así.
Pero había algo que le faltaba.
De alguna forma, algo en su interior le decía que las cosas estaban de cierto modo, incompletas. Necesitaba algo adicional, algo que complementara su forma de actuar pero ¿De qué se trataría?
Tal vez necesitaba observar un poco más a las especies nativas, y comprender a través de ellas aquello que estaba haciendo falta en su existencia.

3

— ¿Qué fue eso?
—No te distraigas pajarraco.

Cheetah sintió que todos los circuitos se oprimían unos con otros. “Estás sólo” se dijo, no hay nadie más en este planeta a quien recurrir. Quién diría que precisamente yo me iba a convertir en la última esperanza de los maximales.
El sonido había sido lo suficientemente lejano como para confundirse con un trueno, y así se lo hizo saber a Terrorsaur.

— ¿Un trueno?
—Sí, son habituales en esta zona, pensé que Tarantula ya te lo habría dicho.

El otro continuó volando e hizo un gesto de indiferencia.

—Y dime ¿Qué se siente ser un predacon?

Ser veloz le daba la ventaja de poder asimilar las preguntas y replicar sin que se notara una demora que indicara duda. Tenía que deshacerse de él, pero con os comunicadores resultaba difícil.

—Se siente justo como que quisiera encontrarme con ese tigre fanfarrón y llevarlo en pedazos con Lord Megatron ¿No puedes ir más rápido?

Terrorsaur no contestó por un momento.

—Diablos, estoy perdiendo tiempo por tu culpa, a estas alturas ya podría estar de regreso con un informe.

“No, no vas a provocarme” pensaba Terrorsaur en esos momentos; tengo una provisión de energon que me hará el más rápido alrededor, pero no la usaré cuando alguien como tú podría dar informes desafortunados, y no traicionaré la orden de Megatron aunque quiera.

—Lord Megatron fue claro en las instrucciones, si me dejas atrás regresaré a la base y le diré que cometiste traición.
—Qué inteligente de tu parte. Ya falta menos, no te distraigas, terminemos pronto con esto.

Estaba aterrado ¿Cómo se suponía que iba a conseguir encontrar el resto de las vainas estando sólo? Rhinox era el único que quedaba, y a juzgar por sus planes, no había conseguido el antígeno, por lo que había decidido inmolarse junto con la base de Megatron; eso significaba que quedaba sólo Terrorsaur por ese lado, Dinobot junto a los dos nuevos predacons por otro, y el nuevo enemigo en un tercer punto. Resultaba imperativo eliminar a Terrorsaur sin que pareciera su culpa, y encontrar cuanto antes las otras vainas stasis, para tener a alguien a quien recurrir. Sentía que su muerte sólo era cuestión de algunos clics.

4

Para el momento en que Dinobot y los demás llegaron a su destino, la nave predacon era un enorme montón de chatarra espacial humeante y cubierta de cenizas; el olor a azufre y cables quemados inundaba el ambiente, mientras aún en distintos puntos saltaban chispas de energía producto de los incesantes cortocircuitos. Los tre se quedaron inmóviles, mirando sin poder creer lo que sus ópticos contemplaban.

—Por la gloria de Unicron —exclamó Rattrap— ¿Qué diablos pasó aquí?
—Los fugitivos pasaron —replicó Optimus de mal modo, fijando la mirada en la superficie de la nave hecha añicos—. Se nos adelantaron y consiguieron destruir la nave predacon, deben haber tenido este plan desde hace mucho.
— ¿Y qué es lo que se supone que sucedió? ¿Megatron está muerto?

Optimus no respondió, y en cambio activó los propulsores para dar un sobrevuelo; en esos momentos era imposible acercarse más a la nave, el fuego y la temperatura quemarían sus circuitos tan sólo con la cercanía pero ¿era posible que, en realidad, ese fuera el fin del líder predacon? En un vuelo rasante miró con atención la superficie, las hendiduras y los agujeros que las diversas explosiones habían provocado, comprobando que se trataba de un ataque desde dentro, muy probable que fuese a través de una bomba de gran poder. Descendió junto a los otros.

—No se ve nada desde arriba tampoco.
—No puedo creerlo —exclamó Rattrap—, esto es una desgracia, me pregunto si cuando baje la temperatura tendremos algo de los restos de Lord Megatron.
—Merece una ceremonia por todo lo alto —replicó Optimus—, pero de momento es más importante encontrar a os fugitivos y cobrar venganza.

Se hizo un nuevo silencio en el grupo, hasta que la rata notó el extenso silencio del saurio.

— ¿Y a ti qué te pasa, no piensas decir nada?

Dinobot no contestó durante unos segundos. Planes y contra planes se estaban desarrollando en esos momento pero p sería en realidad ese ataque obra de los dos que huyeron desde la nave autobot? ¿O era alguna de las maquinaciones enfermizas de megatron, para despistar, o quizás sólo para divertirse? No importaba lo que pasara, resultaba increíble, y casi imposible, que Megatron hubiese muerto así, sin más, víctima de una explosión, incluso si esta era sorpresiva. Los otros dos no podían saberlo, pero él sí lo conocía, lo conocía lo suficiente para saber que era demasiado hábil como para caer de esa manera, y demasiado ambicioso como para no tener un plan alternativo. O muchos de ellos.

—No iremos en busca de los fugitivos.
— ¿Qué? ¿Te volviste loco?
—No, estoy muy cuerdo —replicó con un tono de voz indescriptible, susurrante aunque no amenazador—. Mientras no se certifique la muerte de Megatron, él sigue siendo el líder de los predacons, y eso significa que no tomaremos decisiones por nuestra cuenta hasta que él nos autorice.
—Pero…
—Sus instrucciones fueron volver a la base, y eso es lo que hemos hecho. Dentro de algunos ciclos la temperatura ya habrá bajado lo suficiente, y podremos acercarnos a explorar la nave atacada; mientras tanto, esperaremos.

5

Cheetah se convirtió a modo robot y se acercó a un grupo de árboles, los que ya empezaban a espaciarse a medida que se aproximaban al territorio congelado en donde el tigre estaba recluido por voluntad propia, esperando atacar.

— ¿Qué es lo que te sucede?
—Estoy con mis reservas de energía un poco alteradas —replicó vagamente—. Necesito estirar los circuitos un instante.

Terrorsaur descendió, posándose sobre una roca, a prudente distancia.

—Hace un par de clics dijiste que tenías mucha prisa, y ahora estás muy cansado ¿No es eso contradictorio?

Ese era el medio para conseguir lo que se proponía. Meneó la cabeza en gesto de cansancio.

—Escucha, creo que ambos estamos sometidos a mucho estrés en estos momentos; tú mismo le dijiste a Lord Megatron que estabas herido por culpa de ese tigre, y mis reservas de energía han estado mejor, te lo aseguro.
— ¿Adónde quieres llegar?
—Creo que empezamos del modo incorrecto —comentó con liviandad, aunque sin sonreír—. Estamos del mismo lado, y aunque ambos queremos lo mismo para la causa, estoy seguro de que ninguno de los dos quiere tener sobre sus hombros un exceso de responsabilidad.

El otro no respondió durante unos segundos.

— ¿Crees que no me molestó lo que hizo ese mastodonte? —comentó con los ojos fijos en los del otro— Él se queda muy seguro en la nave mientras yo tengo que salir a investigar, sin siquiera poder poner algo de aceite en estos engranajes.
—Sí —replicó el reptil en voz baja—. A veces las cosas no son demasiado justas.
—Jamás lo son. Dime ¿Qué experimentos tan maravillosos harían si nosotros, los exploradores, no les lleváramos material, si no los mantuviéramos seguros?

Empezó a caminar hacia unas rocas.

—Nada, eso es lo que harían —se respondió a sí mismo—. Pero sabes, yo pienso que a la larga nosotros tenemos que…

Su voz se interrumpió de pronto, cuando tras sortear una roca, cayó al vacío. Terrorsaur elevó el vuelo de inmediato, a tiempo de verlo caer por un agujero en el suelo.

6

En el hielo eterno, sobre un gran montículo, Tigreton esperaba con paciencia el descenso de Airazor, a quien había percibido entre el celeste del cielo de esa tarde, planeando hacia él.

—Es un placer verte de nuevo, Airazor.
—Lo mismo digo, Tigreton.

Ella se posó con gran gracilidad frente a él, sobre un saliente escogido con habilidad desde antes de llegar al lugar. Ambos estaban a la misma altura, por lo que la relaciónseguía siendo equidistante entre ellos.

—Pensé que no volverías a dejarte ver por este sector hasta la siguiente jornada —comentó con cautela—. Y sin embargo aquí estás, antes que caiga la noche.

Airazor estaba tranquila, mucho más que cuando sobrevolaba las llanuras. Ahora tenía algo más en su poder, algo que quería compartir con él.

—Mi visita es por un motivo muy especial. He traído a quien es necesario para nuestro objetivo, para poder mantenerlos a todos bajo control.
—Creo que no comprendo.
—Lo comprendes, dentro de ti —replicó ella con astucia. Acércate.

Mientras hablaban, una figura se había acercado, con pasos sinuosos, silenciosos como la nieve al caer en copos que se desintegraban al tocar cualquier superficie. Tigreton no la había sentido acercarse.

—Es sorprendente.
—Tú gobiernas en el hielo, en las altas montañas y hacia los roqueríos —declaró Airazor, orgullosa—, mientras que yo gobierno con la mirada que todo lo ve, las llanuras y el desierto a lo lejos. Ahora, no nuestra súbdita, sino nuestra protegida, vigilará con su mirada múltiple el enrevesado entramado de los bosques, tejiendo su red de pistas y trampas para quien intente acercarse, camuflado en aquélla forma.

Blackaracnia hizo un solemne gesto de asentimiento, las delgadas y largas patas en los razos meciéndose mientras ella se presentaba ante ambos.

—Estoy aquí para ustedes —dijo con calma y respeto—. Seré los ojos y las redes que necesitan para controlar todo, y para permitir que la raza permanezca, y no se autodestruya; desde que desperté me sentí perdida, pero gracias a Airazor entiendo muchas cosas. Quiero ayudarlos en su empresa de proteger a este mundo de las amenazas, y a la raza de sí misma.

Tigreton estaba sombrado del excelente trabajo realizado por Airazor, pero acto seguido decidió que no debería sorprenderle confirmar un hecho concreto, que sólo por la mirada y la decisión de carácter ya se dejaba ver desde antes; la protegida de ambos se convirtió de regreso a su forma de viuda negra, manteniéndose entre ambos riscos, entre ellos que intercambiaban miradas determinadas.

—Está decidido entonces Blackaracnia, serás la tercera parte de esta entidad, que protegerá la unidad, y al paz de la naturaleza.
—Por la paz.
—Por la paz.



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