La última herida Capítulo 13: Caída libre - Capítulo 14: Llamada distante




Matilde seguía mirando fijo a Antonio a los ojos; le había respondido con tanta seguridad que eso la había animado a seguir hablando.

— ¿De verdad crees que puedes hacerlo?
—Por supuesto —dijo él sin dejar de mirarla fijamente—, sólo tengo que encender mi ordenador y en un par de horas te conseguiré un número privado o algo más.

Eso no era nada. Patricia seguía inconsciente y la gente de la clínica seguía desaparecida, pero si podía encontrar esa mujer por medio de Antonio tal vez podría encontrar también a los responsables de lo que fuera que estuviera sucediéndole a su hermana.

—Eso sería maravilloso.

Antonio abrió mucho los ojos por un momento y luego volvió a concentrarse en ella con el ceño fruncido, marcando las arrugas alrededor de los ojos.

—Esa modelo te habló de la clínica.

El ascensor llegó y Matilde sintió a su espalda cómo las puertas metálicas se abrían con un sordo sonido, un tintineo agudo y breve anunciando que la máquina ya estaba en el piso solicitado.

—Sí.

La mano de él ya estaba frente a ella; la empujó tan rápido y con tanta fuerza que Matilde no tuvo ninguna oportunidad de reaccionar. Durante un eterno momento la joven pudo ver como el rostro de él desaparecía de su campo visual y era sustituido por el techo gris y frío sobre ella. Dio un paso hacia atrás, pero el segundo paso fue torpe, y con el cuerpo torcido por la fuerza sobre él desatada fue en falso. En ese instante perdió por completo el equilibrio; durante una fracción de segundo quiso gritar, moverse o reaccionar de alguna manera pero toda la energía parecía haber abandonado su ser con tan sólo un movimiento. Con terror vio el umbral de la puerta del ascensor y nuevamente el techo oscuro pero no se estrelló contra ninguna superficie; flotó y flotó de espalda cayendo como en un terrorífico sueño antes de despertar, como cuando era niña y no podía diferenciar entre la realidad y lo que pasaba por su mente. Estaba desapareciendo, siendo absorbida por algo que no podía identificar y para cuando su mente comprendió lo que estaba pasando ya era demasiado tarde: una de sus piernas chocó con algo, su cuerpo cambió de curso en la caída, se golpeó la espalda y los brazos, sintió como que rodaba contra algo, luego un tirón y casi de inmediato se estrelló contra una superficie, escuchó su propio grito ahogado en sus pulmones, la cabeza como presionada por un gran peso, y después todo se oscureció.






2


Soraya estaba maquillándose antes de salir esa mañana; no se lo había dicho a nadie, tampoco a Eliana cuando estaban hablando el día anterior a la hora de almuerzo, pero había algo que no estaba bien. Llevaba pensando lo mismo hacía días a pesar de que nadie de su familia había pasado por una situación similar, ella comprendía bastante bien lo que tenía que ver con heridas y esas cosas y desde un principio había entendido que Patricia y su familia quisieran mantener reserva respecto del tratamiento y en el proceso de recuperación, sobre todo considerando que la mujer había sido afectada en la cara. Pero habían sacado a Patricia de la clínica y después de eso nadie la había vuelto a ver y su vida a partir de entonces había transcurrido entre el departamento donde estaban sus padres y el centro donde estaba realizando tratamientos, que por la callada alegría de Matilde por lo visto prometía bastante. Ni siquiera ella que era del círculo más íntimo de las hermanas había visto a Patricia ¿cuál es el motivo? Matilde no había podido disimular su nerviosismo cuando la llamó por teléfono, y eso de reunirse así porque sí era también muy extraño, más parecía una excusa para disimular algo. Había pensado en llamarla, pero decidió que era mejor esperar un poco más para averiguar que estaba sucediendo.


3


Cuando abrió los ojos, Matilde no vio nada a su alrededor. ¿Qué había sucedido?
Inmediatamente después sintió dolor expandido por su cuerpo, y de forma instintiva intentó moverse pero no pudo hacerlo ¿Qué estaba pasando, dónde estaba, por qué estaba tan oscuro? Había una especie de olor como a aceite o líquido de frenos, y era evidente que estaba aturdida; de momento no podía recordar qué es lo que estaba sucediendo, y sentir que estaba atrapada en una especie de pesadilla no estaba ayudando mucho. Sintió su corazón azotando su pecho y la respiración cada vez más agitada, estaba entrando en pánico pero justo en ese momento la mente hizo el trabajo necesario y recordó qué era lo que había sucedido. ¿Acaso realmente estaba dentro de un sueño  horrendo? ¿Acaso todo no era más que una pesadilla y aún estaba en su departamento luchando contra la realidad? Intentó gritar o hablar, pero sólo salió un balbuceo jadeante de sus labios, tenía el pecho oprimido y la garganta cerrada; de pronto frente a sus ojos, en su memoria, volvió a ver Antonio empujándola con un movimiento decidido y un instante antes esa mirada extraña con los ojos muy abiertos, para luego mirarla fijamente sin pestañear. ¿Por qué la había empujado, qué era lo que estaba sucediendo?
Entonces recordó lo que había sucedido antes: habían quedado de juntarse en un café, pero a última hora le dijo que se reunieran en un restaurante en un subterráneo, se encontraron en el estacionamiento y caminaron juntos hacia la puerta del ascensor; ella estaba pidiéndole apoyo, había decidido contarle algunas cosas del caso de Patricia para que él pudiera ayudarla a encontrar a la modelo Miranda Arévalo, y se sentía tan nerviosa mientras le hacía preguntas, sentía que tenía que confiar en él, que tenía que confiar en alguien que pudiera ayudarla y su amigo del instituto había demostrado tener conocimientos. ¿Por qué la había empujado? ¿Por qué? ¿Dónde se encontraba en ese momento? Unos instantes después los recuerdos aparecieron con un poco más de claridad: estaban hablando frente a la puerta del ascensor y éste anunció su llegada con esa campanilla, sintió en sus oídos el sonido anunciando que el ascensor ya estaba en el piso y se volteó hacia él para decirle algo más. Luego vio pasar el techo frente a sus ojos y desaparecer el suelo bajo sus pies, pero ahora todo estaba oscuro y ella estaba completamente perdida dentro de un lugar que no podía identificar. ¿Habría perdido el conocimiento? trató de moverse palpando la zona en donde estaba, y encontró cables y tuercas, la superficie era metálica y había algo grasiento en algunas partes; sentía dolor en la espalda, en la cabeza y en las extremidades, pero hizo un esfuerzo y consiguió ponerse de rodillas. El miedo continuaba amenazando con apoderarse de ella.

—Cálmate, tranquilízate, respira, tienes que respirar.

Se dijo a sí misma tratando de animarse de alguna manera; en ese preciso instante no importaba Antonio ni lo que hubiera hecho, lo que importaba era descubrir en dónde estaba y qué era lo que había ocurrido. Decidió que debía comprobar si tenía alguna herida grave además de los dolores que se expandían por su cuerpo. Respira Matilde, respira.
Después de unos momentos había conseguido controlar un poco su respiración y comprobado que no tenía algún hueso roto aunque sí tenía muchos dolores; tocó a su alrededor y continuó encontrando superficie metálica, tuercas y salientes también de metal, lo que significaba que no podía estar dentro del ascensor, ninguna de esas cosas era de lo que hay dentro de un ascensor, más parecía  el interior de un auto o algo parecido. Por supuesto que tenía miedo y ese sentimiento sólo parecía aumentar con el paso de los momentos, pero su lado sensato le decía que tenía que estar tranquila al menos hasta saber en dónde se encontraba. Lentamente intentó ponerse de pie, pero apoyar la pierna izquierda sobre la superficie la hizo dar un grito de dolor; volvió a arrodillarse en la superficie y comprobó que tenía inflamado el tobillo y casi no lo podía mover, además lo que tenía en la pierna no era la misma grasa de la superficie metálica, era sangre. Pero al tocar se dio cuenta que el corte no era profundo.

—Ayúdenme...

Su voz salió entre sollozos, otra vez estaba quebrándose. ¿Qué iba a hacer sola, golpeada, herida y completamente perdida? Necesitaba ayuda, pero la última vez que había pedido ayuda habían tratado de matarla. Sin embargo tenía claro que no podía quedarse allí sin más, estaba obligada a hacer algo, de modo que volvió a intentar ponerse de pie aunque apoyando el peso del cuerpo en la pierna derecha; así logró mantener algo de estabilidad y extendió los brazos hacia delante y a los lados para ver si podía encontrar algo.
Estaba encerrada, sola, perdida, herida y muerta de miedo, pero no podía quedarse así, aun cuando la oscuridad confabulara en su contra. Se arriesgó a desplazarse por la superficie irregular mientras sus manos tocaban más tuercas y salientes de metal hasta que tocó una cadena engrasada; sólo podía ser eso, una cadena gruesa y de metal que iba de arriba a abajo ¡estaba en el interior del conducto del ascensor! Por fin comprendió que de alguna manera Antonio había conseguido arrojarla al interior del conducto, pero no se encontraba en el compartimiento del ascensor, estaba encerrada en un pasillo oscuro y vertical. Se le congeló el corazón al pensar que si ya no estaba en el interior del ascensor, esa máquina en cualquier momento podría descender y aplastarla.



4


El doctor Medel había estado evaluando la situación de Patricia durante las últimas horas; desde un punto de vista clínico jamás había imaginado algo semejante y como profesional se sentía profundamente intrigado, pero estaba consciente de que había algo más. Le había mentido a Matilde al decirle que solicitaría exámenes, ya que casi desde el principio había tomado la decisión de mantener todo lo más oculto posible.
Las insólita historia de esa muchacha, el estado en el que se encontraba Patricia y los distintos signos que él como profesional podía advertir le decían que se encontraba frente a un caso casi calificable como sobrenatural, y a pesar de saber que el médico en jefe daría aviso a las autoridades, tomó la decisión de hacerse cargo en persona de ese caso utilizando en su favor el habitual ajetreo de todos estos pasillos y habitaciones. Estaba casi seguro de que esa muchacha no podría encontrar información que le ayudara a dilucidar sus dudas, pero su constante presencia allí y sus llantos no eran de ayuda, por lo cual agradeció cuando ella fue a dormir un poco a su casa ya que le permitió sacar a Patricia y esconderla en el lugar en donde en ese momento se encontraba; no esperó más y desconectó el saturómetro y apagó también las otras máquinas de las que disponía en ese lugar, y se sentó junto a la camilla, esperando saber qué es lo que iba a ocurrir a partir de ese preciso instante ¿Acaso la bella durmiente iba a pasar a mejor vida?



Capítulo 14: Llamada distante



Matilde tenía claro ya que estaba dentro del conducto del ascensor, aunque no conseguía entender cómo la puerta podía haberse abierto sin que llegara el aparato, pero eso no importaba en ese momento; estaba asustada y sentía que en cualquier momento podría ocurrir algo peor.

—Ayúdenme… ayúdenme por favor…

Gritó con más fuerza, pero su voz sonaba ahogada y retumbando dentro del conducto como si se encontrara en un túnel o en algún lugar muy profundo. Antonio había cometido ese acto demencial cuando se encontraban en el subterráneo, es decir más abajo del nivel de la calle ¿Cuántos pisos podía haber hacia abajo? En ese momento recordó que tenía el bolso en sus brazos cuando él la empujó. Necesitaba el bolso porque dentro estaba el teléfono celular y con él podría llamar a la policía: volvió a ponerse de cuclillas y palpó su alrededor, extendiéndose muy lento hacia los costados. Después de unos momentos volvió a sentirse desesperada, el bolso no estaba en el suelo en el área en que estaba y el cuadrado no podía tener más de cuatro por cuatro metros ¿Dónde estaba, por qué no lo tenía con ella? Pensó que sí había caído tal vez el bolso se hubiera enredado en alguna de esas salientes metálicas con las que había chocado en varias ocasiones, lo que significaba que podría estar colgando más arriba; con un poco más de energía comenzó a palpar también la pared, aunque en un principio no tuvo éxito siguió intentándolo, y lentamente se desplazó por el lugar en el que se encontraba, tocando la pared correspondiente desde abajo hacia arriba, hasta donde podrían alcanzar sus manos; casi estaba rindiéndose cuando creyó tocar algo, aunque estaba más arriba de lo que sus manos podían alcanzar; se estiró un poco más apoyándose en la muralla y alargó la mano derecha, y con las yemas de los dedos pudo tocar algo ¡ahí estaba su bolso! De seguro había quedado enganchado en algo, y lo necesitaba para poder sacar de él el celular y llamar a la policía; con un poco más de esfuerzo consiguió meter el dedo en una hebilla del bolso y tiró de él, pero el objeto se mantuvo en su lugar.

—No puede ser…

 Seguramente estaba enganchado en alguno de esos salientes.

—Suéltate por favor…

Murmuró tirando otra vez. Estaba segura de que era su bolso y necesitaba desesperadamente el teléfono celular; después de unos momentos el bolso se soltó y cayó con un ruido sordo dentro del lugar. Estuvo a punto de abalanzarse sobre él, pero el dolor del pie la detuvo, de modo que se arrodilló con lentitud y cuidado y comprobó que estaba en lo cierto: era su bolso; con dedos temblorosos buscó en el interior hasta que tocó la superficie lisa y suave de su celular y oprimió en el costado el botón para desbloquear la pantalla, ansiosa de ver un pequeño recuadro de luz que en ese instante significaba la diferencia entre el miedo y la salvación, pero no ocurrió nada.

— ¿Qué pasa?

Tal vez se había apagado con el golpe, así que pensando eso lo encendió y luego de unos momentos apareció en la pantalla la señal de inicio del aparato.

—Vamos, vamos…

Le pareció que se demoraba una eternidad en encenderse mientras ella estaba allí arrodillada esperando que sucediera: cuando por fin la pantalla indicó que el celular estaba encendido Matilde se quedó de una pieza al notar que la pantalla tenía dos grandes trizaduras, y en la esquina superior el símbolo indicaba que no había registrado la tarjeta sim en el interior del teléfono.

—No, no, no, no puede ser…

Jadeando por el nerviosismo quitó la tapa trasera del celular y revisó la pequeña tarjeta en donde se escondía su número y por lo tanto la posibilidad de comunicarse y volvió a iniciar el teléfono. Unos segundos después sin embargo no hubo cambio.

— ¿Qué voy a hacer?

Se dijo a sí misma sollozando; durante unos momentos había estado segura de poder llamar a la policía y salir de ese horrible lugar, pero si por causa del golpe el teléfono había dejado de funcionar correctamente y no podría conectarse a la red, la única utilidad que le daba ese aparato era la luz que podría proporcionar.

—Sáquenme de aquí…

Gritó con voz débil; al hacerlo constató lo agotada que estaba por el miedo y los accesos de llanto además de los golpes. Intentando calmarse de nuevo utilizó la linterna del equipo celular para mirar a su alrededor, y comprobó que estaba en el túnel vertical por donde pasaba el ascensor y había metal, cadenas y poleas por todas partes; luego se iluminó a sí misma, tenía cortes y raspaduras en los brazos, grasa y sangre en las manos y una herida en la misma pierna que le dolía al apoyar el pie en el suelo, pero tal como había constatado antes, no parecía tener alguna herida de mayor gravedad, por lo que era un milagro que estuviera consciente después de haber si empujada por Antonio. Decidió apagar la linterna del equipo celular y comprobó que la batería estaba en un cincuenta y dos por ciento; aunque la luz la calmaba un poco no podía desperdiciar la batería en eso, tendría que conformarse con la tenue luz de la pantalla. ¿Estaría acaso en un piso menos dos o en un menos tres? Era imposible saberlo, pero no se habían escuchado ruidos alrededor y no conocía el lugar, sin embargo sabía que habían algunos edificios que tenían estacionamientos con varias plantas bajo el nivel de la calle, y le daba terror la idea de que el lugar en donde se encontraba estuviera cercano a una bodega o que simplemente fuera un ascensor en desuso. Si lo pensaba un poco más, existía la posibilidad de que Antonio la hubiera engañado para llevarla a ese sitio sabiendo que si no moría por el golpe quedaría abandonada a su suerte. ¿Cuánto tiempo podría estar así, abandonada y sola en ese lugar? Patricia estaba en un estado grave e indeterminado y sus padres estaban de vuelta en el campo y probablemente seguían incomunicados. ¿Además qué pasaría si llamaban y no tenían respuesta? Un momento después se sintió un sonido cerca, era algún tipo de movimiento metálico, tal vez alguna máquina o un vehículo ¡Eso quería decir que había alguien cerca de ahí! Tenía que conseguir que la escucharan para que la ayudaran a salir de allí, pero con el cansancio que estaba sintiendo no sabía si tendría la fuerza para poder gritar; después de un par de intentos bastante débiles recordó que había otra forma de hacerlo y buscó con el reproductor de música de su teléfono celular alguna canción de música electrónica y lo reprodujo subiendo el volumen al máximo: el estridente sonido se dejó de escuchar por todo el túnel y el eco hizo que se escuchara aún más fuerte. Puso en pausa la música durante unos momentos para escuchar a través de la muralla de metal y ver si el sonido metálico o de algún tipo de máquina continuaba escuchándose alrededor.

 — ¡Ayúdenme!

Gritó con todas sus fuerzas y decidió esperar unos momentos, a ver si obtenía algún tipo de respuesta, preparada para volver a utilizar la música como un agente llamativo para que alguien prestara atención; sin embargo parecía que todo había vuelto a quedar en silencio del otro lado de las murallas.

—No, no puede ser —dijo en voz baja—, alguien tiene que ayudarme.

De forma sorpresiva sintió un nuevo sonido, pero esta vez mucho más cerca, casi como si estuviera sucediendo en el mismo lugar en donde se encontraba ella.

— ¡Ayúdenme!

Volvió a gritar aunque escuchó su propia voz más débil que antes, y otra vez se hizo silencio. De pronto se le pasó la atroz idea por la mente de que Antonio en realidad no se hubiera ido después de empujarla sino que se encontrara ahí, observando. Volvió a utilizar la linterna para iluminar a su alrededor, hacia arriba por las paredes tratando de ver algo que se moviera, pero no parecía ocurrir nada distinto; el sonido extraño muy cerca de ella volvió escucharse, era como una puerta metálica o tal vez eso le parecía a ella. Giró una vez más y de pronto una puerta se abrió y una sombra humana se dejó ver. Tenía un arma en las manos.


2


Soraya no había podido aguantar la curiosidad y decidida llamó otra vez a Matilde ¿Por qué no le contestaba el teléfono? Ya desde el día anterior le había parecido raro que la llamara porque sí, diciéndole que tuvieran una reunión, y además con ese tono de voz tan raro, evidentemente tratando de ocultar algo. Y ahora no contestaba el celular.

— ¿Hola?
—Hola, soy yo —dijo mientras giraba en una curva— ¿Estás ocupada?
—Estoy en el trabajo —respondió Eliana con lentitud—, pero puedo hablar.

Soraya estaba llegando en esos momentos al edificio en donde vivía Patricia.

— ¿Matilde te ha llamado?
—Para nada —respondió Eliana con voz extrañada— ¿Ocurrió algo?

El conserje del edificio la conocía, de modo que fue directo a las escaleras mientras hablaba por teléfono.

—No lo sé —repuso en voz baja—, pero ayer Matilde me llamó y dijo que nos juntáramos las tres en la tarde.
—Pero eso no tiene nada de extraño mujer.
—Lo tendría para ti si hubieras escuchado como hablaba —replicó enérgicamente Soraya—, además ahora no contesta el celular y —continuó tocando el timbre—, ninguna de las dos está en casa.

Un breve silencio hizo que Soraya comprendiera que Eliana ya había entendido el sentido de sus palabras; claro que las cosas estaban mal, no era una cosa normal que de la noche a la mañana y en medio del trabajo de Matilde y el misterioso tratamiento de Soraya nadie apareciera.

—Está bien, eso es muy extraño —concedió sin querer darse por convencida—, pero tal vez está ocupada, ya sabes que con ese trabajo que consiguió y lo de Patricia…
—Espera un momento, no me cortes.

Soraya se dejó el teléfono en el bolsillo y regresó sobre sus pasos hacia el primer piso ¿Por qué no se le había ocurrido preguntar en conserjería en primer lugar?

—Disculpe, ¿usted vio a Matilde en la mañana?
—No, no —replicó el conserje asintiendo—, desde anoche cuando ocurrió la emergencia no ha vuelto.

Soraya cortó la comunicación.

— ¿Qué emergencia?
—No lo sé con claridad —replicó el conserje—, parece que su hermana se puso mal, porque llamaron a una ambulancia y salieron a toda velocidad; no sé hacia dónde habrán ido.

 Soraya contuvo la respiración un momento ¿Patricia se había agravado y Matilde no le había avisado a ella ni a Eliana que eran sus mejores amigas? ¿Y por qué la había llamado para que se juntaran haciendo como si nada?

—Escuche —le dijo al conserje tratando de conservar la calma—, si ella o alguien de la familia pasa por aquí, por favor dígale que se contacte conmigo, a cualquier hora del día.
—Muy bien, lo haré.
—Es importante —continuó apuntando su número de celular en una hoja—, se trata de una emergencia, por favor no se olvide.

Salió del edificio a tiempo para contestar una llamada de la propia Eliana.

— ¿Qué pasa, por qué me cortaste?
—Patricia tuvo una emergencia, se la llevaron en una ambulancia.
— ¿Qué?
—Acabo de comprobarlo, y las dos están desaparecidas amiga. Creo que está ocurriendo algo grave y tenemos que hacer algo.



3



— ¡Cálmese señorita!

Matilde había gritado de espanto al ver al hombre asomando en la puerta del túnel, pero lo que en un principio le había parecido un arma no era más que un taladro; el hombre tenía poco menos de cincuenta años y vestía un overol de trabajo y levaba un cinturón con diversas herramientas.

—Gracias, gracias…

Después de ese segundo de confusión salió trastabillando y se arrojó a los brazos del trabajador, quien la sostuvo al percatarse de lo que estaba pasando.

— ¿Se encuentra bien? Pero por Dios, ¿cómo llegó a éste lugar?

Matilde sentía que el corazón se le iba a escapar por la boca, y tuvo el instinto de decirle que quería llamar a la policía, pero en ese instante recordó la mirada de Antonio y lo que había hecho.

— ¿Señorita?

Antonio había tratado de matarla. Mientras asimilaba la libertad dentro de ese lugar, que al parecer era un estacionamiento, recordó su fría mirada al empujarla, y como de alguna manera llegaban a ese momento, quizás por alguna extraña maquinación suya. No podía simplemente llamar a la policía ¿Qué iba a decir, que un amigo suyo había tratado de matarla luego de que ella misma le pidiera que se reunieran? No, no podía hacer algo así, tenía que calmarse y pensar con claridad, y además tenía que estar en condiciones de volver a ver qué es lo que estaba pasando con su hermana.

—Señorita, hábleme.
—Tuve un accidente —replicó en voz baja—, caí por el ascensor y… yo…

El hombre la miraba con suma atención; parecía una buena persona, pero ese concepto estaba bastante relativizado durante las últimas horas.

— ¿Se cayó desde el estacionamiento?
—Si…
—Ese ascensor está fuera de servicio señorita, incluso hay un letrero que dice que no hay que usarlo, es porque hay un problema con las poleas, no entiendo cómo pudo caer, las puertas están trancadas.

A menos que alguien que tuviera conocimientos de tipo electrónico hiciera algo al respecto. A Matilde se le revolvieron los intestinos.

—No lo sé…
—Déjeme llevarla afuera, voy a llamar una ambulancia.
— ¡No!
— ¿Qué?

No podía perder tiempo en eso, tenía que saber en qué condiciones estaba su hermana, recuperar su número celular y ponerse al corriente. Una vez fuera los golpes no parecían tan graves.

—Estoy bien, son solo unos golpes.
—Señorita, cayó un par de metros, además mírese, tiene sangre en las manos y en la pierna, puede tener un golpe en la cabeza.
—Lo sé, es solo que… —continuó tratando de ordenar sus ideas—, yo… trabajo en un centro de salud, voy a ir a que me atiendan.
— ¿Está segura?
—Sí.

No sonaba segura de ninguna manera. Por alguna razón, estar fuera y saber que ya había escapado de ese horrendo sitio le daba un tipo de energía que probablemente fuera adrenalina, y sabía con mucha más claridad que antes que tenía que mantener el control.

— ¿Cree que podría acompañarme a un baño? —dijo con lentitud, tratando de sonar más segura—, me gustaría beber un poco de agua y limpiarme la cara antes de salir.

El hombre accedió y se la llevó a un baño en el piso superior, que era en el que estaba antes de que ocurriera toda esa pesadilla. Se comprometió a esperarla fuera; una vez dentro del baño se miró en el espejo del minúsculo lugar y vio que realmente era un desastre, con el delineador corrido por la cara y marcas de aceite y sangre en el rostro y en la ropa. A la luz artificial podía ver que los cortes no eran tan graves como había creído, aunque el corte que tenía en la pierna era un poco más preocupante y también lucía bastante inflamación en el tobillo; el bolso estaba rasgado en un extremo, seguramente el que se enganchara en la muralla del ascensor. ¿Qué iba a hacer? Antonio había tratado de matarla, y ahora todo el mundo estaba de cabeza. ¿Por qué motivo? ¿Cuál sería la verdadera motivación para que él, un ex compañero de estudios en el instituto, un tipo tranquilo, parte de su círculo de amigos quisiera hacerle algún tipo de daño?
Él había estado ahí, le había dicho que iba a ayudarla a contactarse con Miranda Arévalo, él había ido a la urgencia cuando sucedió el accidente de su hermana, para acompañarla, incluso había utilizado sus conocimientos para ayudarla con un tema relacionado con la informática, por eso es que ella después…

—Oh por Dios…

Antonio.

—Oh no… no…

Volvió a sentir un miedo casi como el que sintiera dentro del conducto del ascensor. Antonio había estado en la urgencia para acompañarla luego del accidente de Patricia, Antonio había aparecido de sorpresa a darle su apoyo después que no se vieran desde la salida del instituto, Antonio había respondido a su llamada y dicho que iba a ayudarla en todo lo posible, que iba a concertar una cita con esa modelo, que con sus conocimientos podía descubrir cualquier tipo de información.

—No, no puede ser…

Antonio. Él había estado desde el principio, él dijo que tenía acceso a información de todo tipo gracias a su trabajo, y luego trataba de matarla. ¿Por qué no lo había visto desde el principio, por qué no sospechó de esa aparición tan inesperada, de la disposición?
Porque en un mundo normal las personas que te conocían no trataban de matarte.


4


Soraya ya estaba entrando en pánico cuando llegó a la urgencia en  donde habían tratado a Patricia luego del accidente de la explosión; al salir lo que sentía era que nada tenía sentido.


— ¿Dónde están?

Inmediatamente había ido al centro médico donde Patricia se trataba con una sicóloga o terapeuta antes de que la familia tomara esa extraña decisión de someterla a otro tipo de tratamiento, pero tampoco obtuvo respuesta, la última vez que estuvo allí fue la que ella ya sabía; iba de salida cuando se topó con una doctora que se le acercó.

—Buenos días, ¿Usted estaba preguntando por Patricia Andrade?

Le pareció vagamente conocida.

—Si ¿Usted la atendió?
—Estaba haciendo terapia con ella antes que la sacaran de aquí —repuso la mujer asintiendo—, disculpe, pero escuché cuando preguntaba por ella y pensé que le sucedía algo. Mi nombre es Romina Miranda.

Matilde le había hablado de ella, dijo que estaba haciendo un gran trabajo con Patricia; era probable que la hubiese visto en una visita.

—Usted estaba en la urgencia.
—Sí, aunque en ese momento no trabajaba en su caso, pero puede ser que me haya visto, también trabajo en el Centro de tratamiento Acacios y en mi consulta particular.

A esas alturas Soraya tenía muy poca idea de qué era lo que podía hacer, y si bien era cierto que en ocasiones podía pecar de exagerada, en ese momento estaba segura de que no era un error, además sus presentimientos iban desde la noche anterior cuando lo único que tenía en su poder era una llamada rara.

—No sé si pasa algo o no doctora —anunció tratando de no sonar alarmista—, y sé que tal vez Matilde va a matarme cuando sepa que vine para acá pero…
— ¿Qué ocurrió?
—Acabo de descubrir que Patricia tuvo alguna emergencia de salud en la madrugada, y ahora no puedo ubicar a Matilde, ya fui a la urgencia y al Acacios y no la encuentro.

La doctora Miranda frunció el ceño al escuchar eso; en un momento así deseaba no tener ese séptimo sentido que le advertía de cosas que finalmente no podía evitar ¿Acaso ese misterioso tratamiento que Matilde aseguraba estar resultando de maravillas había terminado mal?

—Eso es preocupante.
—Matilde no contesta el celular y sus padres no están en la ciudad, no quiero alarmarlos si es que todo no es más que un mal entendido, pero estoy preocupada porque ella me llamó anoche y… va a pensar que estoy loca, pero sonaba extraña.
—No voy a pensar que está loca —afirmó la doctora—, de hecho cuando Patricia avisó que abandonaría el tratamiento fui personalmente a hablar con ella, pero no me dejaron verla.

Soraya no comentó nada, pero recordó sus propias dudas sobre Patricia ¿Por qué nadie la había visto desde que iniciara ese tratamiento nuevo?



Próximo capítulo: Pistas equivocadas

No traiciones a las hienas Capítulo 10: Ante un gran jardín



Gotham. Ahora.

Haber visto su rostro no resolvía las dudas que había tenido hasta entonces, más bien las multiplicaba. Esto no podía estar pasando, era imposible, por completo imposible. Llevaba una camisa y pantalones de pana con zapatos de vestir a juego, en colores pastel, nada espectacular ni llamativo, pero con esa tenida sencilla parecía otra persona.

—Reconozco que te convertiste en un problema más grande de lo que esperaba. Aunque a decir verdad tú siempre eres un problema. Me sorprendió mucho que no desistieras a pesar de mis intentos, sé que la ambición es lo que te mueve, pero juzgué mal tu lista de prioridades; pensé que ante el riesgo o una amenaza pondrías en primer término tu seguridad, y no las cosas que podías conseguir. Claro, en ese momento no sabía lo que había ocurrido en New York, pensé que sólo se trataba de tu ansia desmedida.

Las últimas palabras las dijo con una ligera sonrisa, su mirada sin embargo destellaba determinación.

—En cuanto comenzaste a hacer investigaciones y meter tu nariz más allá de lo normal me preocupé, y pensé que las cosas tal vez no eran como yo las imaginaba, perdí tiempo haciendo preguntas y averiguando cosas sin llamar la atención, así que cuando descubrí que tu vida soñada en esa ciudad estaba hecha trizas no tardé en comprender que tú habías sacado las cuentas en tu beneficio, y que por lo tanto no estarías dispuesto a salir de Gotham, no con las manos vacías.
Reconozco que mis acciones fueron lentas en un principio, las cosas estaban complicadas en la ciudad con la aparición de ese lunático de Red Hood, Máscara negra echando fuego por los ojos, cambiando los planes, los destinos de los embarques y las formas de vigilancia a cada rato, tenía que caminar con cuidado durante todo este tiempo; el principal factor de éxito en mi desempeño ha sido mantener este bajo perfil.

Se sentó sobre el suelo, con las piernas cruzadas: la distancia suficiente para que él pudiera ver su rostro. Lo contempló un momento en silencio, antes de continuar con su monólogo.

—El bajo perfil ha sido siempre mi mejor arma, y tal vez tú deberías saberlo, pero desde luego siempre has sido demasiado importante como para prestar atención a los detalles; siempre fuiste demasiado importante como para notar a alguien a tu alrededor que permaneció siempre en un segundo plano, tras las sombras, teniendo la misma importancia que un mueble, que te sirve para un fin específico, pero al que no consideras para nada más. Tal vez podrías haberlo supuesto, quizás un análisis detallado de ese primer mensaje te habría permitido descubrir más que todas tus correrías por la ciudad, pero aunque corrí un riesgo imprudente, tuve la oportunidad de comprobar una vez más tu increíble falta de atención por alguien que no seas tú. Pudiste haber hecho aunque fuese una mínima relación o tenido una sospecha ¿cómo puede ser que no hayas identificado la letra de tu madre?

La última pregunta no la hizo con tono de reproche, más bien se escuchó como una suerte de burla. La perfecta letra casi escrita con caligrafía, cada uno de los caracteres individuales correcto, de las dimensiones correspondientes, al mismo tiempo tan bien redactado, pero tan común, la letra que podría haber sido admirada pero que en cambio había sido ignorada.

—Supongo que debes estar pensando que esta es una de esas situaciones en donde tu enemigo habla y habla sin cesar, hasta que tú tienes la oportunidad de escapar o hacer algo en su contra ¿sabes qué? Eso no va a pasar.

Era imposible. Todas las cosas que no encajaban desde el principio, la sensación de que alguien lo estaba vigilando, alguien que conocía su rostro y antecedía sus pensamientos. Quería gritar, zarandearla o al menos correr, irse de ahí lo más lejos que pudiera, pero estaba inmovilizado por completo.

—Debes tener ganas de gritar y por supuesto de huir de aquí, o acaso en el fondo de tu ser quieres echarme las manos al cuello y ahorcarme. Nada de eso va a pasar. Pero no quiero que te quedes en la ignorancia, te entregaré la información que necesitas; nunca estuviste presente ni te preocupaste a lo largo de todos estos años, pero Steve, tienes que saber que ahora vas a escuchar cada maldita palabra que voy a decirte, ahora que eres un hombre vas a hacer lo que no logré que hicieras cuando eras un niño, te vas a quedar quieto y vas a prestar atención a todo lo que te diré.
A lo largo de tus investigaciones en la ciudad debes haber sabido acerca de los sujetos que limpian las calles, los que preparan el terreno para que los cargamentos de los grandes empresarios puedan llegar a destino; estoy segura de que también debes tener una idea acerca de los traficantes menores y los informantes, pero es improbable que alguien te haya hablado de los informantes fantasma, todas esas personas que están ocultas tras una apariencia común y cuyo principal trabajo es vigilar al resto, tanto a los delincuentes como a los civiles. Piensa en esto como un simple control de calidad, si hay un limpiador de calles que ofrece dinero por silencio, debes saber si todo el dinero que destina a ese tipo de soborno se usa de verdad para el fin último que se le ha destinado; es un trabajo sencillo como te darás cuenta, pero exige ser metódico, silencioso, no estar rodeado de personas que puedan significar un problema o que llamen la atención. Nosotros trabajamos para los mandos altos, sin que nadie sepa quiénes somos además de ellos. ¿Que podría ser mejor que un ama de casa? Una vecina chismosa aquí, un dueño de un pequeño negocio de barrio allá, y resulta que tienes una red de información a la cual ni siquiera tienes que pagarle; desde que eras un niño intenté que fueras silencioso, que no llamaras la atención. Con el potencial que tenías desde pequeño y la herencia genética de tu padre, creí que sería sencillo lograr que te convirtieras en un muchacho educado, obediente y que pudiese ampliar esto al nivel de un negocio familiar. No, si te lo estás preguntando, tu padre nunca supo nada de esto, su forma de ser era útil para mis objetivos porque jamás se metía en cosas que no le correspondieran, yo podría haber dejado un libro lleno de información sobre una mesa y él no lo habría abierto si no era su asunto, pero al mismo tiempo no me servía para involucrarlo, siempre tuvo ese sentido de la moral tan alto.
Tú habrías podido continuar con mi trabajo e incluso ampliarlo, porque siendo hombre y joven habrías podido acceder a lugares y puntos de control en donde una inocente ama de casa como yo no tenía oportunidades sin llamar la atención ¿quién sabe todo lo que habrías podido conseguir sólo siendo distinto? Pero de este pequeño fuiste rebelde, siempre quisiste ser el centro de la atención, y no te bastaba con lograrlo, tenías que salirte con la tuya en lo que sea que pensaras; comportándote de esta manera no serías de ninguna utilidad para mí, el riesgo de que te involucraras en trifulcas o cualquier clase de conflicto era demasiado alto, no sabes el alivio que sentí cuando te fuiste de la ciudad, de verdad fue como un premio para mí, porque a partir de ese momento tuve la posibilidad de trabajar tranquila, aprovechando los tiempos en que tu padre estaba ausente, trabajando. El papel de madre amorosa era mucho más fácil de representar cuándo tú no te encontrabas presente, te aseguro que fueron 10 años muy satisfactorios, aumenté el dinero en mi cuenta y la confianza que la mano derecha de Kronenberg tenía en mí era algo seguro. Obviamente a lo largo de los años fui haciendo algunos favores, traficantes o espías de poca monta que cometían algún delito menor no eran acusados por mí, a cambio de comprometerse a realizar en algún momento alguna gestión que yo les pidiera, sin contárselo a nadie y sin hacer preguntas.
Me costó, pero lo logré persuadir a tu padre de aceptar el trato con El amuleto con la excusa de tener más dinero disponible para que te regalara el auto con el que venía insistiendo hace tanto tiempo, y estaba confiada en que ese delincuente de mala muerte se iba a limitar a hacer lo que le correspondía. Pero empezó a averiguar más de la cuenta y terminó por descubrir las dos cosas que lo habrían convertido en un criminal mucho más grande: primero, haciendo averiguaciones en el ayuntamiento llegó a la conclusión de que podría apropiarse de la empresa de tu padre, y segundo, lo más peligroso, hizo tantas rondas de seguimiento por su cuenta que de forma inevitable me encontró hablando con un informante ¿te imaginas lo que habría sido que ese sujeto terminara conmigo? Si le decía a Kronenberg que yo tenía una serie de delincuentes menores cumpliendo determinadas labores a sus espaldas, mis segundos estarían contados. Así que tuve que actuar rápido, pero aunque este tipo nunca se dio cuenta, sus acciones no lo beneficiaron mucho; después de engañarlo y atraerlo a un lugar en donde fuese vulnerable, hice que bebiera un trago con una sustancia que lo puso a dormir de inmediato, estas sustancias son muy útiles, son compuestos a base de hierbas que alguien consiguió para mí. Después de eso sólo fue necesario comprar algunos favores y hacerle creer a tu padre que quienes lo habían atacado eran El amuleto y sus secuaces en persona, y a la mano derecha de Kronenberg que su trabajador había decidido hacer negocios por su cuenta. Siguieron la pista que les entregué y localizaron la cuenta de El amuleto, en la que obviamente no se encontraba el dinero porque yo misma lo había trasladado antes.

Hablaba a un ritmo constante, como si tuviera prisa por ser muy clara y al mismo tiempo estuviera disfrutando su exposición. Sus palabras eran medidas y bien pronunciadas, como si estuviera enseñando algo a un público que está atento, por lo que no necesita subir la voz, pero sí mantener la actividad para no perder una sola mirada.

—Es increíble que en este mundo nunca te sales del negocio al que has entrado, pero ante esta situación, donde uno de sus trabajadores se volvía en su contra y perjudicaba a otro, aceptaron concederme un tiempo, algo así como un duelo; con el amuleto muerto y la culpa sobre sus hombros este asunto podía darse por terminado, yo tendría a mi disposición unos días para descansar y dejar que todo pasara al olvido. Fue una desgracia tener que llamarte, es sólo que estaba convencida de que no ibas a venir, e incluso cuando lo hiciste, supuse que después de representar tu papel de hijo sufrido por el destino de su padre, volverías a tu vida y lo que te importaba. Pero te quedaste, y eso provocó nuevas complicaciones: si empezabas a hacer preguntas inapropiadas, o peor aún si encontrabas respuestas, las cosas podían ponerse complicadas para mí, tenía que actuar rápido ¿por qué me miras así, hay algo que quieras preguntarme? No, el mensaje escrito en ese perro no era para ti, en ese momento aún pensaba qué estabas a punto de irte, dejé programado eso desde antes para darle más dramatismo; de hecho, para ser sincera, cuando fuiste a verme pensé que había conseguido impresionarte lo suficiente como para que te largaras de una vez. ¡Cielos! Casi me reí con el asunto de la cadena, era como una película de los 50; sin embargo hubo algo en ti ese día, una actitud que me hizo sospechar, me pareció extraña tu insistencia, así que cobré algunos favores más y de esa manera confirmé que tus maravillosos negocios en New York estaban por completo arruinados, de verdad que era una gran molestia, sobre todo cuando al poco ignoraste también la otra amenaza escrita. Casi al mismo tiempo descubrí que ese infame de Carnagge había conseguido material de tipo militar, y mis informantes me decían que tú seguías deambulando por la ciudad. No me preguntes cómo, pero de alguna manera supe que esos dos hechos estaban relacionados, tal vez porque Carnagge y Kronenberg tuvieron una serie de conflictos en el pasado; en parte te subestimé, porque pensé que con pasar la voz de que un merodeador andaba por las calles de Gotham sería suficiente para que te eliminaran, pero demostraste que te habías entrenado lo suficiente como para convertirte en una mosca demasiado cerca de la comida. La aparición de ese amigo tuyo me sirvió de maravilla a pesar de que todo fue muy apresurado; había llegado un momento en el que no podía confiar en nadie, cualquier paso en falso me haría caer de la forma más estrepitosa; no podía continuar confiando en informantes o delincuentes menores, así que decidí terminar con todo a través de un método que resultaría infalible con alguien como tú: me reuní con una chica de vida fácil, y estaba dándole las instrucciones correspondientes para que te atrajera e hiciera el trabajo, cuando de pronto apareció ese amigo tuyo ¿puedes creer que me hizo recriminaciones? Me dijo que estaba loca, que mi forma de actuar y las cosas que te había ocultado eran un crimen y una ofensa, realmente estaba inspirado cuando me dijo todas esas cosas. Pero por suerte le quedaba la cantidad de ingenuidad suficiente como para creer en mi arrepentimiento, es increíble cómo a veces repetir un truco da tan buenos resultados; para el momento en que descubrió que mis lágrimas eran fingidas ya había ingerido un líquido con un componente específico, con la cantidad suficiente como para perder el conocimiento, y permitirme inyectarle la droga que lo hizo perder la memoria de las últimas horas. Parecía que al fin todo estaba controlado, pero entonces enloqueciste y se te ocurrió hacer esas pinturas en las paredes ¿te sorprendería si te digo que estaba muy cerca cuando hiciste la primera de ellas? En ese momento supe que no tenía otra alternativa que enviarte el mensaje y entregarte el maldito dinero por el que me habías hecho pasar tantos problemas; como te darás cuenta, Steve, tenía controlada una situación pero surgía otra más, y es que hasta entonces Kronenberg y sus lugartenientes no habían prestado atención a conflictos menores como esas peleas en las que te viste involucrado, pero el graffiti con sangre en la pared resultaba por decir lo menos preocupante. El amuleto estaba muerto, tu amigo se había ido de la ciudad y tú también ¿cuánto tiempo más podría mantener las miradas lejos de mí? Entonces supe que había sólo una forma de eliminar todo tipo de sospecha, se trataba de la fórmula más riesgosa y por lo mismo la más efectiva: para ser sincera, la muerte de tu padre me pareció bastante triste pero era absolutamente necesaria, en esta ocasión fui a hablar en persona con uno de los hombres más importantes al servicio de Kronenberg y le conté lo que había descubierto con la condición de ser yo quien se hiciera cargo.

La mujer se levantó suspirando, aliviada.

— ¿Sabes algo? Es cierto lo que dicen, uno se siente aliviado y renovado cuando habla de las cosas que tiene en mente, tantos años callando y manteniendo las apariencias, y ahora es como si todo pudiese empezar de nuevo; en realidad creo que va a ser así.


Gotham. Tres meses después.


Miranda y Arnette se dieron un estrecho abrazo sin hablar durante varios segundos.

—Estoy sorprendida querida, te ves muy bien.

La joven ahora llevaba el cabello corto, cayendo de forma libre enmarcando el rostro; un cambio físico necesario por los tratamientos, tan sólo una pérdida menor.

—A veces yo también me sorprendo —repuso la joven—, después de lo que sucedió, resulta bastante increíble casi no presentar secuelas.

Ambas comenzaron a caminar por la calle rodeada de jardines de pasto bajo y muy bien recortado; en algunos puntos había pequeños grupos de flores que se mecían con el viento otoñal. Era un enorme jardín verde, en donde se escuchaba el silencio y el sonido del viento casi durante toda la jornada, interrumpido sólo por algún ave trinando en las copas de los árboles que cercaban el gran lugar.

—Me sorprendió mucho tu llamada Miranda, pensé que no querías volver a esta ciudad después de lo que pasó.

La joven suspiró mientras recorría el amplio lugar con la mirada.

—Supongo que de alguna manera tenía que dar un final a esta situación.
—Pero no es fácil para ti.
—Es mucho más difícil para usted Arnette, parece como si los últimos tres meses fuera en tan sólo unos segundos.

La mujer del mayor se estremeció, cruzándose de brazos.

—No puedo dejar de sentirme culpable por lo que te ocurrió.

Miranda había estado en un intensivo tratamiento para recuperar sus aptitudes; Sam había sido fundamental en ese proceso, alimentando su orgullo, haciendo que se sintiera capaz de salir adelante. Primero fue volver a hablar, luego caminar, y aunque el tratamiento no había terminado en su totalidad, ya era una mujer autónoma de nuevo. El resto sería recuperar aspectos más finos de la vida cotidiana. En comparación con la madre de Steve, no había perdido tanto.

—Por favor, ya hablamos de eso.
—No, es que es la verdad. Así es como me siento —repuso Arnette en voz baja—, habíamos mantenido contacto durante todos estos años, yo hablaba contigo con la misma familiaridad que cuando eras una muchachita, sentía que de alguna manera compartía el éxito de la vida de Steve en Atlanta a pesar de no estar ahí, y que a través de ti que habías sido tan importante para él cuando jóvenes me encontraba un poco más cerca de él. Un día, a través de una antigua conocida que tenía un hijo viviendo en Atlanta, descubrí que Steve no sólo no vivía en esa ciudad, sino que además nunca había estado en la universidad de la que me hablaba en sus mensajes; casi de forma instantánea sucedió el ataque a mi esposo, y yo estaba desesperada, no sabía qué hacer ni en quién confiar; pensé que tú con tu entrenamiento militar sabiendo mucho más del mundo exterior que yo podrías hacer algo por ayudarlo, pensé que si esos hombres habían sido capaces de atacar a mi esposo perfectamente podían estar detrás de la ida falsa de Steve. Mi amor de madre me cegó, y pensé que él era una víctima en todo.
—No es su culpa.
—Es difícil para mí pensar eso después de todo lo que ha pasado. Te llamé de forma tan urgente porque pensé que eras la única que podía ayudarme a poner a salvo a mi familia, jamás pensé que terminarías siendo una víctima más de él.

Miranda no respondió de inmediato; volver a Gotham había sido duro, y volver a ver a Steve en un momento en que su relación con Sam tambaleaba por causa de sus diferencias en el trabajo aún más. Hasta entonces nunca había dimensionado lo importante que se había vuelto su existencia, aunque fuese de forma remota, por causa de las constantes conversaciones telefónicas con su madre; guardar silencio y no decirle el motivo de su investigación había sido una exigencia de Arnette, que tras confesarle sus temores le rogó que no lo involucrara en el asunto, que tenía miedo de que a su único hijo le sucediera algo al igual que a su padre, sólo por el hecho de saber más de lo que era conveniente. El contraste entre su actitud tan relajada durante su charla y el recuerdo constante de la horrible noche en que había confirmado los temores de la madre de Steve permanecía vívido en su memoria.

—Cuando me dijo lo que había sucedido no dudé un segundo en venir para poder prestar ayuda; desde que murieron mis padres mis visitas a estas ciudad fueron disminuyendo, así que como esto coincidió con mi alejamiento del ejército, me dije que sería una buena oportunidad. Cuando me encontré con ese hombre enmascarado pensé de inmediato que se trataba de la misma persona que encabezaba el grupo que había atacado a su esposo en reemplazo del El amuleto, y decidí tomar cartas en el asunto. Reconozco que tuve un conflicto interno, porque volver a actuar como un soldado iba en contra de la decisión que había tomado de dejar el ejército y privilegiar mi familia, pero si había tomado la decisión de venir a Gotham para tenderle una mano a una amiga, no podía simplemente dejar de hacerlo; comencé a hacer averiguaciones por mi cuenta y a poco andar supe algo terrible, ese rumor que llegó a mis oídos acerca del padre de Steve era horrible, pensar que él hubiese sido atacado como represalia por parte de otros delincuentes en vez de por ser una víctima resultaba increíble.
—Fui tan ciega durante tantos años —reflexionó Arnette—, estaba tan segura de la honorabilidad de mi esposo que nunca se me ocurrió que sus negocios podían no ser lo que él me decía de ellos.
—Yo también interpreté las cosas mal —comentó Miranda—, pensé que Steve estaba en riesgo, que se convertiría en una víctima de los enemigos de su propio padre, de modo que cuando lo descubrí todo y supe la verdadera identidad del hombre enmascarado, me sentí superada, era como si todo se tratara de una horrible pesadilla.
— ¿Ves por qué me siento culpable? —dijo Arnette— Si no te hubiera llamado para pedir tu ayuda, nada de esto habría sucedido, tú no habrías sufrido ese terrible accidente por culpa de mi hijo.
—Sólo hice lo que creí que era correcto. Soy una mujer adulta, tomé mi propia decisión; Steve volvió a la ciudad buscando mantener sobre seguro el negocio de su padre sin importarle la seguridad de su propia madre, de verdad es un milagro que a usted no le hayan hecho daño.
—Tal vez si hubiera descubierto algo de esto antes habría podido evitar esta tragedia.
—O tal vez habría terminado muerta por averiguar más —dijo Miranda—. Ya no vale la pena hacer conjeturas sobre lo que pudo ser, al menos por mi parte estoy tranquila de haber ayudado en lo posible, por eso es que volví a la ciudad. De alguna manera necesito verlo.

Se hizo un silencio largo entre ambas.

—Ahora ya no puede responder ninguna de nuestras preguntas.
—Lo sé, se ha ido para siempre, pero es algo que de todas formas necesito hacer; a través de usted mantuve un lazo con esta ciudad incluso después que pensé que se cortaría para siempre por causa de la muerte de mis padres, siempre me sentí cercana Steve, supongo que si él no se hubiese ido tal vez las cosas entre nosotros habrían sido distintas. Pero ahora que terminó todo, necesito estar frente a él, dar este asunto por terminado y poder continuar mi vida. Sam me espera.
—Tienes un hombre maravilloso a tu lado, desearía que mi hijo hubiera sido un hombre diferente, que estuviera conmigo o siguiera mis enseñanzas, pero nada salió como lo esperaba.

Guardó silencio durante unos momentos; Miranda, respetuosa, decidió no decir nada hasta pasado un tiempo prudente.

— ¿Está ahí? —dijo señalando a cierta distancia.
—Sí, justo ahí. Me quedaré un momento aquí si lo prefieres.
—No es necesario, no hay nada que ocultar al respecto, nosotras nunca tuvimos secretos en esta situación. Arnette, sé que todo esto es muy difícil, y me cuesta siquiera pensar el dolor por el que ha pasado, pero tal vez sería mejor que intentara quedarse con los buenos recuerdos.
— ¿Aunque sean una mentira?

Miranda no contestó durante unos momentos. Habían hablado mucho del tema con Sam durante su recuperación, y él opinaba algo muy concreto, como acerca de todo lo que le merecía importancia. El debate entre ambos fue largo, porque ella en primer lugar despertó sin saber en dónde ni en cuándo estaba, y además con la abrumadora sensación de estar en peligro de muerte como cuando descubrió la identidad de Steve en aquella azotea. Sam se encargó de tranquilizarla y explicarle lo que había sucedido, que los separaban casi quince días de aquella situación, por lo que los acontecimientos posteriores ya estaban decantando.

—Antes de descubrir todo, me encontré con Steve por casualidad; tuve la intención de decirle que estaba investigando acerca de los delincuentes que habían atacado a su padre, pero decidí mantener la precaución que usted me había pedido y guardé silencio. Steve era un hombre igual de soberbio y engreído que como lo era de niño, pero había algo de verdad en él, era como si no pudiese ser la misma persona que estaba ocultando un negocio criminal junto a su padre y a espalda de su madre. Y entonces me dije que tal vez, en el fondo, él no quería ser así, pero que ya se encontraba en un punto en que no podía dar pie atrás.
— ¿Te refieres a eso que dicen en las películas sobre que no puedes escapar?

Miranda asintió, pensativa.

—Sí, a eso me refiero. Habían pasado diez años, tal vez Steve se fue de Gotham ya trabajando en eso, y cuando se volvió un hombre supo que no podía escapar, que nunca estaría seguro si intentaba traicionar o delatar a los delincuentes con los cuales trabajaba, de modo que se inventó una vida a imagen de lo que quería que fuera ¿por qué si no habría mantenido con usted el contacto por diez años, inventando toda una vida en Atlanta cuando en realidad estaba en New York? No tenía necesidad de hacerlo, porque su padre estaba ahí todo el tiempo, atento a sus probables sospechas, y además no tenía nada que ganar con esas mentiras.

Arnette cerró os ojos, un instante antes de hablar.

—Dormía con el enemigo y leía la correspondencia del enemigo, toda la vida estuve dentro de una mentira.
—No lo vea de esa manera. Si Steve inventó todo esto sin  ganar nada a cambio, entonces yo creo que fue porque quería hacerlo, porque no quería que el mal en el que estaba involucrado llegara hasta usted; quédese con esa imagen de él, piense que se trata de su hijo universitario y exitoso, eso hará más sencillo llevar la carga.

Llegaron hasta un punto donde la sombra de la glorieta caía a esa hora de la tarde; Miranda contuvo una exclamación de sorpresa y se obligó a ser respetuosa y mantener la calma.

—Qué triste que haya terminado de esta forma.
—Ahora no sufre.

La joven se puso de cuclillas, mirando al rostro del hombre que reposaba sentado sobre la silla de ruedas, la cabeza un poco ladeada, apoyada sobre la almohadilla acolchada del respaldo de la silla de ruedas. El tiempo comenzaba a pasar para él, y aunque se trataba de poco tiempo, podía ver cómo la piel del rostro, antes tensa y fuerte, evidenciaba algunos signos de fragilidad: lo peor de una condición como la que él tenía era que dependía de todos para seguir ahí, qué brutal diferencia con lo que había sido hasta antes de eso.

—Cuesta creer que esté así.
—La historia no fue sencilla de reconstruir a fin de cuentas —dijo Arnette en voz baja—. Por lo que me informaron, en New York, lo encontraron en el suelo de su departamento, inconsciente, con espuma en la boca, pero nadie vio entrar ni salir a nadie, debe haber sido un trabajo profesional; justo el tipo de cosas que terminaron con mi esposo, personas insanas que limpiaron su camino para que nadie pudiera encontrarlos. El resultado que dejaron atrás fue un hombre que murió porque su corazón no resistió más lo que le hicieron, y un hijo en estado vegetativo.
—Eso quiere decir que de alguna manera trató de huir.
—Eso supongo. Yo estaba muy mal en esos momentos, imagino que se vio acorralado por las cosas que hizo o tal vez lo descubrieron en algo más. Quizás sólo fue remordimiento por lo que te hizo, me refiero a de lo que era culpable. Pensé en llamar a la policía, pero ya no hay necesidad de eso, se ha sufrido demasiado y no tengo fuerzas para eso, lo que me queda debo usarlo en cuidar a mi hijo hasta que tenga vida.
—Cuánto lo siento Steve —dijo Miranda con los ojos brillantes por la emoción—. Sé que me escuchas, y aunque ahora no puedas contestar, sólo quiero saber que no te guardo rencor por lo que hiciste. Me voy de Gotham, estoy en paz con lo que sucedió, y espero que en tu interior puedas encontrar paz también para ti. Adiós Steve.

Se puso de pie y le dio un abrazo a Arnette. La joven comenzó a alejarse a paso lento, pero la mujer mayor se quedó rezagada un instante, inclinada para hablar a su hijo, mirándolo a los ojos, sin que nadie más pudiera oír.

—Eres un buen chico. Mamá se va a encargar que alguien te saque a este jardín todos los días, no puede ser que estés siempre dentro de este centro especializado, en esa habitación. ¿Ves cómo al final no eras tan malo? Hiciste algo bueno por mamá, te quedaste con la responsabilidad para que ella pudiera seguir con sus negocios, y ahora todo es mucho mejor. Adiós Steve, no grites muy fuerte dentro de ti, el eco en tu cabeza debe ser horrible.



Fin

La última herida Capítulo 11: Caminos cortados - Capítulo 12: Como bella durmiente

Capítulo 11: Caminos cortados


Matilde había tenido que sacar dinero de un cajero automático para convencer al taxista de tener con qué pagar el largo viaje que estaban realizando; mientras iban en la dirección indicada llamó a la urgencia, pero le dijeron que su hermana seguía en observación y se le estaban realizando una serie de exámenes.
Llegar al sitio era distinto de escuchar hablar de él, pero Patricia no se había quedado corta en adjetivos acerca del lugar, un prado más que jardín cercado precediendo a una edificación no muy grande, de siete u ocho pisos que lo mismo podría ser una clínica privada como un conjunto de oficinas o cualquier otra cosa. Cuando se acercó a la oficina de conserjería junto a las grandes puertas de la entrada de automóviles ya temía lo peor, de modo que no fue tan sorpresivo que el hombre en ese lugar la tratara como si fuera loca por hablarle de una clínica y de personas que están tratando diversos tipos de heridas en ese sitio.

—Lo siento mucho señorita, tal vez está confundida, lo que hay en ese edificio es un centro de eventos y una serie de oficinas corporativas; es cierto que viene mucha gente aquí, pero son personas sanas y que vienen a trabajar.

La dejó con una tarjeta del centro de eventos en donde figuraba la dirección del lugar y varios números de contactos y la página web del sitio. Matilde sintió náuseas.

— ¿Adónde la llevo ahora?
—De vuelta al centro de urgencias por favor. Eso es todo.

Llorar o gritar ante lo que estaba sucediendo no habría sido suficiente, de hecho, mientras avanzaba en el taxi de regreso de aquel viaje le parecía que hacer algo así era infantil, como una niña que se queja porque le quitaron un dulce o un juguete.
Se sentía abrumadoramente sola.
¿La habían estafado a ella y su familia?
No podía pensar con claridad, las ideas se atropellaban en su cabeza a medida que regresaba una y otra vez a ellas, pero la información más concreta que tenía a su disposición era que su hermana estaba internada con un cuadro desconocido producido por un agente desconocido; comenzar a tratar de darle forma al conjunto de hechos que estaban aplastándola hacía que el accidente y las quemaduras fueran tan solo un juego de niños en comparación: cuál era el tratamiento, qué le habían dado a tomar como pastillas, que le inyectaron, cómo consiguieron que su piel se recuperara, qué agente extraño provocó ese ataque después de tanto tiempo de tratamiento, quién pudo robar las pastillas del departamento y por qué la oficina y la Clínica habían desaparecido en el aire eran solo las primeras preguntas en las que podía pensar, pero nada de eso la ayudaba, y su afán de ser independiente y capaz estaba hecho añicos debajo del peso de lo desconocido junto con la amenaza de algo sin nombre que en ese momento podría estar a punto de matar a su hermana.
Pero estaba estable.
¿Qué significaba estable? Podía ser que estuviera suspendida en algún estado ¡Por Dios! Las personas que quedan en estado vegetal, los cuadrapléjicos y los que tienen daño cerebral perfectamente podían quedar dentro de ese calificativo y solo pensarlo le revolvía los intestinos. ¿Y sus padres?

—Mamá, papá...

El accidente y las consecuencias en el cuerpo de Patricia, la hipoteca, la muerte de un hombre que más que un trabajador era un amigo de toda la vida, y ahora ella tenía que llamarlos para decirles que a su hija le estaba pasando algo extraño y potencialmente peligroso para su salud. Y que la clínica que hasta horas antes estaba devolviendo a su vida la normalidad anterior, se había esfumado.

— ¿Por qué?
— ¿Disculpe, me dijo algo?

El taxista la miraba curioso por el retrovisor; Matilde negó lentamente.

—No es nada.
—Parece que ha tenido un mal día.
—Todo mi mundo está de cabeza, voy a volverme loca.

Iba a decir algo más pero prefirió callar. De todos modos no sabía qué decir.

—No se vuelva loca señorita —dijo el taxista lentamente—, así no va a arreglar nada. Piense las cosas con calma ¿tiene a alguien en la urgencia?
—Sí.
—Entonces tiene que estar bien porque si se enferma de los nervios no le va a servir de nada. ¿Sabe? solo tómese las cosas de poco a poco, espere a ver que le dicen, y si puede hacer algo, hágalo, pero no se apure.

Era un consejo bastante sencillo pero muy sensato.

—Se lo agradezco.
—Nada que agradecer —replicó él con una media sonrisa—, espero que las cosas mejoren.

El resto del viaje fue silencioso. Tenía que calmarse en primer lugar, sentirse devastada era perfectamente válido en una situación tan loca como esa, pero era verdad que no servía de nada.
En la urgencia pidió hablar con el doctor  Medel, quien se mostró bastante irritado ante las noticias. Era un hombre cercano a la cincuentena, moreno, de brillante cabello gris que resaltaba sus ojos claros y le confería cierta autoridad junto a su cuerpo grande y fuerte.

—Matilde, no sé si tal vez no fui claro, pero necesito esas pastillas de las que me habló para poder analizar qué es lo que le causó a su hermana y hacer algo al respecto; si no las tengo, debo ordenar decenas de exámenes para descartar opciones, y eso toma mucho tiempo.

Matilde asintió con pesadez.

—Lo entiendo doctor, y sé que es una locura lo que le estoy diciendo, pero de verdad que alguien las robó del departamento, y no sé qué es lo que está pasando.
—Supongo que entiende que en éstas condiciones me resulta difícil creer que no consumen algún tipo de sustancia ilícita.

Y lo peor es que ni si quiera ella misma sabía si es que había o no alguna sustancia ilícita en el cuerpo de su hermana.

—Entonces haga esos exámenes sobre drogas en primer lugar para comprobar que lo que le digo es cierto. Doctor, solo quiero el bien de mi hermana, jamás haría nada para perjudicarla.

El hombre pareció creerle y la condujo hacia una oficina minúscula. Se veía cansado y alterado.

—Escuche, por alguna extraña razón le creo, pero lo que yo crea no sirve de nada para el caso de su hermana. Dígame todo lo que sabe.

¿Qué iba a decirle? ¿Iba a relatarle toda la historia reciente? El profesional haría una orden para internarla por desorden mental.

—No sé qué es lo que puedo decirle. Luego del accidente  encontramos un método, un centro en donde comenzaron a hacerle terapia para las quemaduras y a recetarle unas pastillas, dijeron que se hacía una receta personalizada según su constitución física, y que eran vitaminas para que pudiera sentirse bien durante el tratamiento.
— ¿Qué clase de tratamiento?

Hablar sobre algo que no existía, de algo que le habían dicho en su cara que no estaba era demencial, pero si algo de eso podía servir no iba a callarse.

—Según mi hermana, utilizaban una especie de ungüento sobre la zona quemada, desde los bordes hacia el interior, y le daban a beber un batido preparado durante el tratamiento y las pastillas para tomarlas dos veces al día en la casa; estaban en una caja que las mantenía refrigeradas.

Eso fue lo único que llamó la atención de todo lo que escuchara de sus labios. El doctor se sirvió café de una cafetera bastante antigua, y al no ofrecerle le dio la sensación de estar frío o ser de mala calidad.

— ¿Pastillas refrigeradas?
—Sí.
— ¿Que apariencia tenían?
— ¿Las pastillas? —repitió sin entender—, son...pequeñas como un frijol, con infinidad de líneas en ella.

El doctor bebió un sorbo y dejó la taza en el pequeño escritorio. Su expresión cansada había sido superada por una de intriga.

—Dígame qué clase de líneas.
—No lo sé, solo eran líneas, como arrugas muy pequeñas en toda ella.

Medel se perdió en sus pensamientos por unos instantes, tratando de deducir algo de las palabras que escuchaba aunque para ella no tenían sentido.

—Usted dijo que preparaban esas pastillas para ella, como una receta ¿No le dieron el nombre, alguna referencia?
—Si lo hicieron Patricia no me lo dijo, y hablamos mucho del tema, siempre me contaba sus avances y las cosas que hacían.
—Lo que no me ayuda en nada. Me queda claro que esas pastillas no son algo conocido, de modo que si usted dice que no tiene más información lo único que puedo hacer es esperar los resultados de los exámenes que ordené del contenido del estómago de ella y de las muestras de sangre, se supone que debería aparecer algo ¿Sabe si alcanzó a tomar la pastilla por la tarde como me dijo?
—No estaba con ella, no lo sé.
—Igualmente debería salir algo en las muestras, pero aún no van a estar listas, tenemos mucho material en espera.

Matilde no quería hacer esa pregunta, pero llegado el momento estaba obligada a hacerla, de manera directa, para saber a qué se enfrentaba.

—Doctor ¿qué le va a pasar a mi hermana?

Medel se esperaba esa pregunta, pero no por eso su tono de voz fue menos sombrío.

—Hacer un tratamiento alternativo como el que me ha relatado puede ser peligroso porque no tiene un sustento clínico, no hay un historial del qué tomarse. Usted no tiene las pastillas, no sabe o no puede encontrar  a la gente que hace el tratamiento, no hay recetas, es como buscar a ciegas. Me llama muchísimo la atención que haya perdido el conocimiento y que quede sin reacción hasta ahora, más de una hora después, pero como no sé qué ingirió, lamento decirle que las consecuencias pueden ser desde una simple intoxicación hasta secuelas de todo tipo.
— ¿Se va a morir?
—Honestamente me parece improbable, pero entre las alternativas también está eso, pero si es por hacer hipótesis, podría decirle mil cosas distintas. Lo que más me preocupa es esas heridas, cómo es que sanaron con tanta rapidez. Jamás había visto algo parecido, ni siquiera en países desarrollados o con las más avanzadas tecnologías. Ese nivel de avance en la recuperación de las quemaduras es equivalente a por lo menos cuatro meses de tratamiento, y en heridas de segundo grado superficial o intermedio, no profundo como me dijo que eran las que ella tenía.
— ¿Pero usted cree que tiene algo que ver con el ataque que sufrió?

El doctor le dedicó una mirada enigmática.

—Sería lo mismo que decir que una torcedura de tobillo está relacionada con una enfermedad degenerativa de los huesos; si no tenemos un punto de partida las opciones son tantas que nos perdemos en el camino. ¿Tiene alguna forma de encontrar a esa gente, ya agotó todas las posibilidades?

Matilde se lo pensó unos momentos.

—No estoy segura, estoy tan confundida que no sé muy bien qué pensar. Pero supongo que podría seguir intentando, creo que hay un par de personas con las que puedo hablar.
—Hágalo —dijo el doctor—, voy a ver si puedo hacer algo por apurar el resultado de los exámenes, mientras tanto haga lo posible por conseguir alguna prueba adicional o las pastillas de las que me habló, si efectivamente todos los preparados son hechos para una persona, no sé con lo que puedo encontrarme en los resultados.
—Está bien doctor.

Salieron de la oficina y Matilde se quedó sola en el pasillo de la urgencia; su corazón latía con fuerza, estaba en medio de una situación en que no sabía absolutamente nada, y lo que le dijera el doctor Medel no hacía más que preocuparla con la incertidumbre. ¿Tendría que llamar a sus padres antes de saber algún detalle? En su memoria aún latían las críticas que recibió de parte de ambos después del accidente, pero en esas circunstancias en particular, aun considerando lo anterior, lo mismo podía estar todo bien en unas horas o complicarse muchísimo. Pero sí, tenía que ser honesta y decir la verdad, incluso sin saber nada, transmitirles lo esencial, quizás no lo del asalto al departamento o lo de la clínica, pero sí que Patricia estaba internada otra vez y que no tenían más información.
Haciendo uso de toda la fuerza que le quedaba, marcó el número de Río dulce, pero para su sorpresa no dio tono.

— ¿Qué ocurre?

Volvió a marcar sin éxito. Irritada por tener que pasar por un problema tan doméstico en medio de la locura que estaba viviendo, marcó el número de su compañía de teléfonos.

—Lo siento señorita, pero no es un problema de señal, es por el temporal. Se cayeron algunas antenas en la periferia de la zona por la que está consultando, por lo tanto no hay conexión. Según lo que me informan del área técnica, la conexión va a estar repuesta mañana antes de las diez de la mañana.

Lo bueno de consultar por teléfono es que no tenía que preocuparse por su expresión mientras le indicaban lo que pasaba. Dio las gracias y cortó. Así que sus padres no estarían comunicados hasta el día siguiente, no era extraño ya que a las afueras de pueblo más cercano a Río dulce había montes junto a la carretera, y en ocasiones había algún rodado o problema con los cables; por lo menos tendría algunas horas para reunir fuerzas para decirles lo que estaba pasando sin ser responsable de eso. Pero por contradictorio que sonara, necesitaba que alguien la acompañara, no sentirse perdida y sola en el mundo.

Haberle dicho al doctor que podía investigar con algunas personas más resultó ser casi una mentira. ¿A quién le podía preguntar cualquier cosa? Ahora que se enfrentaba a una situación tan anormal, todo lo sucedido en el pasado tomaba un curso por completo distinto ¿Por qué si no le habrían exigido secreto? No había oficina, ni clínica, ni nadie a quien llamar, era como si todo lo de la recuperación de su hermana no fuera más que un sueño o una fantasía que no podía comprobarse.
El abogado.
No era la hora más indicada, pero no le importaba, una copia del contrato con Cuerpos imposibles estaba en poder de Benjamín Larios y seguramente podría obtener más datos al respecto; después de buscar durante un rato en su bolso encontró la tarjeta del profesional, pero le saltó el buzón de voz. Llamó a Soria, pero tampoco le contestó, aunque en su lugar escuchó la voz de una mujer joven.

—Buenas noches.
—Buenas noches, necesito hablar con el señor Soria, soy Matilde Andrade.
—Matilde —replicó la voz cordial—, está hablando con Sonia. El señor está durmiendo ahora mismo ¿La puedo ayudar en algo?

Sonia era una asistente del abogado,  por eso la conocía.

—No estoy segura, necesito hablar urgente con Benjamín Larios, es un tema familiar.
—Benjamín —repitió la mujer—, no creo que sea posible, está de vacaciones, se fue a alguna playa no recuerdo donde y al parecer quiere desconectarse de todo. De cualquier manera estaba muy cargado de trabajo, pero me dijo que no tenía pendientes de ningún tipo.

Por supuesto, las cosas siempre pueden ir un poco peor.

—No puede ser, necesito encontrarlo, es por un contrato y él tiene la copia, la idea era que estuviera en un lugar seguro.
—Por desgracia no hay forma de acceder a su documentación sin su ayuda ¿Es muy urgente?
—Es de vida o muerte.
—Comprendo —replicó la otra mujer con voz seria—, ahora me es difícil,  pero a primera hora de la mañana puedo ver de qué manera ayudarla.
— ¿No puede hablar con el abogado? Estoy segura que él entendería.

Sonia le respondió de inmediato y seguía sonando igual de seria; al menos no la estaba tomando por loca.

—Lo haría, pero está con medicamentos para dormir, ha tenido problemas para conciliar el sueño. Lo lamento Matilde, pero por ahora no puedo hacer nada.

Le dio las gracias y cortó. De nuevo estaba en la mitad de la nada, sin tiempo para reaccionar y mucho menos para pensar en lo que podía estar sucediendo, y la verdad es que no quería comenzar el camino de suponer de qué podía tratarse toda aquella situación porque eso la aterraba.
Miranda Arévalo.
La escultural figura de la modelo apareció en su mente; claro, ella le había pasado la tarjeta con la referencia de Cuerpos imposibles ¿Cómo podría contactarla? Pensar en una nueva coincidencia era dejar demasiado al destino, además una figura del espectáculo como ella no es de las personas que puedes encontrar en una guía telefónica. Pero es que tampoco sabía mucho acerca de esa mujer. Podría investigar en internet, ver si trabajaba de manera estable en alguna parte, pero ese tipo de noticias nunca le llamaban la atención, prefería el cine y la música a los famosos. Marcó el número de Soraya.

—Cariño, justo estaba pensando en ti —dijo la enérgica mujer sin saludar—, hace días que no te veo y una eternidad desde que no vemos a Patricia ¿están todos bien?

No podía esperar algo distinto de Soraya, pero definitivamente no era el momento para contarle todo. Tal vez al día siguiente.

—Bien, Soraya, ¿Tú sabes algo de Miranda Arévalo?

Soraya dudó lo que en su frecuencia era mucho tiempo.

— ¿La modelo? Pues no es que sea su fan, pero es famosa, asquerosamente bonita y es rostro de varias campañas de maquillaje y ropa ¿por qué lo preguntas?
—Es complicado —respondió con evasivas— ¿Sabes si tiene algún trabajo fijo, alguna aparición en un programa o algo?
—Tiene un programa en el cable —respondió de forma automática—, espera que estoy viendo la guía en éste momento —haces preguntas extrañas a veces—, es en el canal Tv Ozz, es de belleza, se supone que si sigues sus rutinas de ejercicio y comes igual de sano serás tan bella como ella, aunque no dicen nada de los genes. Sale dos veces a la semana ¿por qué me estás preguntando eso?
—Necesito algo de información —replicó a toda prisa—,  me pregunto si habrá alguna forma de encontrarla o hablar con ella.
— ¿Hablar así como en persona? —preguntó Soraya bastante sorprendida—, es difícil, ya sabes lo que hablan de los famosos que se contaminan con la gente común como uno a menos que haya una campaña de por medio, pero están sus cuentas en las redes sociales.
—Eso no me sirve, necesito hablar con ella en persona, o por último por teléfono.

Había intentado sonar natural, o a lo sumo cansada, pero su amiga notó el temblor de su voz. De ahí a hacer una relación directa con Patricia, un paso.

— ¿Ocurre algo con tu hermana?
—Nada en especial —respondió sabiendo que esa mentira no soportaría mucho tiempo—, es solo que necesito hablar con esa modelo, después te cuento los detalles.
—Mira —dijo Soraya pasando por alto la anterior respuesta—, estoy viendo ahora mismo en la red, y dice que ella va a participar en un evento para la marca de cremas para las arrugas en unos días, se supone que es en el hotel Lamarca. Fuera de eso, supongo que tendría que ocurrir un milagro para que la encontraras.

Los milagros estaban bastante lejos de ella en esos momentos; pero no necesitaba un problema extra, de modo que decidió decir una pequeña mentira para mantener ocupada a su amiga.

—Escucha, necesito que nos juntemos tú, Eliana y yo mañana en la tarde, pero no tengo cabeza entre el trabajo y todo ¿podrías buscar un lugar bonito para que conversemos las tres?
—Claro, mañana en la mañana tengo varias cosas que hacer pero puedo en la tarde, te llamo apenas tenga el lugar.
—Te lo agradezco, te dejo, hablamos luego.
—Hablamos.

Mientras tanto estuviera ocupada no la acosaría con preguntas. Se sentía mal por mentirle, pero era necesario mientras no pudiera organizar todo, y eran demasiadas las cosas fuera de lugar. Si tan solo pudiera encontrar una forma de encontrar a la modelo.
Su teléfono anunció una llamada. Era Antonio, el mismo amigo del instituto que luego del accidente de Patricia había hecho una serie de averiguaciones en internet por ella. ¿Le había dicho que trabajaba en eso o era un recuerdo errado?

—Antonio.
—Hola —replicó él con algo de sorpresa en la voz—, cualquiera diría que esperabas mi llamada.
—Creo que necesito tu ayuda —dijo sin preámbulos—, necesito contactarme con una persona famosa ¿podrías hacer algo por mí?
—Seguro que sí —dijo Antonio con naturalidad— ¿De quién se trata?
—Miranda Arévalo.

Se hizo un silencio bastante prolongado, tanto que Matilde miró  el celular creyendo que se había cortado la comunicación.

— ¿Hola?
—Ah, la modelo —dijo al fin con una risita—, lo siento, es que de primera no sabía de quien me hablabas.
— ¿Entonces podrías encontrarla?
—Por supuesto, mañana a las ocho voy a estar en el café Starhounds de Las Almeras con Vegas antes de ir a trabajar, si me encuentras ahí te puedo dar una noticia.
— ¿Crees que puedas conseguirte un número o algo tan pronto?
—No te aseguro algo tan concreto Matilde, pero trabajo en redes, siempre puedo investigar cosas si me lo piden, y si es para ti, con mayor razón.

Era una respuesta mucho mejor que lo que se esperaba antes de recibir esa llamada.

—No sabes cuánto te lo agradezco.
—No hay qué agradecer —dijo él—, me gusta poder ayudar. Iba a preguntarte cómo va todo, pero podemos hablar en persona mañana. Te espero.



Capítulo 12: Como bella durmiente


Una vez que terminó la llamada con Antonio, Matilde vio la hora y comprobó que era más de la una de la mañana y estaba completamente agotada. Volvió a pedir noticias de su hermana, pero seguía bajo cuidado y en toma de exámenes, de modo que no podía hacer mucho. Le recomendaron ir a dormir, pero no quería dejarla sola, no mientras no supiera algo concreto, mientras que por otro lado tenía la cita con Antonio muy temprano, y aún faltaba hacerse cargo de contactarse con sus padres y enfrentar lo que fuera que pasara. No le quedó otra opción que irse al departamento, se acostó y consiguió conciliar un sueño ligero, pero que ayudó a reponer algo de energías para lo siguiente: se levantó a las seis en punto, se dio una ducha, tomó desayuno rápido y se fue a la urgencia, donde seguía sin encontrar noticias. Mientras iba hacia el café donde se encontraría con Antonio, se aplicó con sumo cuidado algo de maquillaje para disimular las ojeras, y se ató el cabello en una cola para mantener un aspecto más despierto; había elegido una tenida muy sencilla con pantalón holgado y blusa y un bolso de mano con zapatos bajos para poder estar preparada para cualquier cosa, ya fuera quedarse todo el día en la urgencia, salir a buscar a esa modelo o a recibir a sus padres, si es que podía contactarlos en primer lugar, aunque eso último lo estaba retrasando hasta poder tener alguna buena noticia.


2


El doctor Medel sabía que estaba haciendo algo incorrecto, pero dadas las circunstancias prefería hacerlo, al menos mientras supiera algo más. Encargar los exámenes de esa joven era una cosa, sacar los resultados a escondidas y borrar los expedientes era otra muy distinta. Sacar a la paciente y trasladarla personalmente y sin notificarlo hacia una sala cerrada e incomunicada no solo era suficiente para ser destituido, lo era para ir a la cárcel.

—Por Dios ¿qué fue lo que te hicieron?

No podía dar crédito a lo que estaba viendo; tendría que mentirle a muchas personas, a auxiliares, técnicos, enfermeras, a guardias y también a otros doctores, pero en su interior sentía que estaba haciendo lo correcto, aún a costa de las consecuencias.
Entró en la sala empujando la camilla. Por suerte en el piso inferior de esa construcción estaba esa sala en desuso, pero perfectamente operativa, higienizada y sanitizada, a la espera que se terminara la reconstrucción de un acceso lateral del estacionamiento y que por el momento se usaba solo cuando estaban con lleno total.

— ¿Cómo pudieron hacer algo así?

No podía dejar de mirarla mientras conectaba el suero y encendía el saturómetro; la información que veía en esa pequeña pantalla no le decía nada en especial, mucho menos cual era el motivo de ese sueño profundo, como si estuviera en coma pero sin estarlo; lo que habían hecho con ella era malo, definitivamente malo, pero al mismo tiempo su lado científico, el que había estudiado en la universidad y ahora lo hacía trabajar le decía que no solo era eso, también era un gran descubrimiento ¿Pero lo sería realmente? Muchas veces en la historia de la medicina se consiguen avances sorprendentes, modificaciones que pueden llevar la vida de las personas a un punto inesperado, y de hecho la cirugía estética era uno de ellos, pero esta mujer no había sido intervenida por métodos tradicionales. Había vuelto a ver la noticia y aquellas imágenes del accidente con el reporte de la policía: el delincuente involucrado en ese accidente estaba crítico en el hospital y había un policía muerto y Patricia también estaba allí, no podía ser simplemente que unas cuantas semanas después todo estuviera casi resuelto. ¡Si solo había pasado poco más de un mes! Su rostro estaba casi como debería haber sido antes o en este caso sería perfecto, y él mismo como especialista sentía que ella casi estaba por completo recuperada o que en su defecto habían pasado muchísimos meses desde que sufriera esas quemaduras; se podía ver cómo la piel estaba tersa y suave. La regeneración celular había sido impresionante sin ningún tipo de intervención, sin fallas e inclusive podría decir que estaba en mejores condiciones que antes, aunque no tenía una prueba del estado de la piel antes de sufrir quemaduras, pero si lo comparaba con el estado de la piel del resto del cuerpo claramente había una diferencia ¿Cómo no se había dado cuenta su familia? De alguna manera sentía que le estaba diciendo la verdad, que no sabía qué es lo que estaba sucediendo, pero él como médico tenía que hacer algo al respecto y sacarla escondida era el primer paso y sabía que ahora ya no había vuelta atrás.
Esa mujer muy bien podía ser un descubrimiento revolucionario de la ciencia. La pregunta es por qué alguien en éste país o en cualquier parte del mundo era capaz de crear una técnica para curar las heridas de una forma tan milagrosa y no la compartía con nadie. Estaba seguro de que no había ningún tratamiento nuevo, ni siquiera en los países más avanzados y sin embargo ahí tenía la prueba de que se podía restablecer el estado de una piel quemada con heridas de segundo grado profundo hasta dejarla como estaba antes e incluso mejorar el aspecto general. ¿Por qué no iba a donde uno de sus superiores? ¿Por qué no le avisaba la comunidad médica, al decano de la universidad donde había estudiado? la respuesta es simple: hacerlo destruiría toda oportunidad de investigar más, se comenzaría a realizar investigaciones al respecto que no lo involucraría a él. No podía quedarse de brazos cruzados esperando que todo estuviera resuelto, tenía que saber y tenía que salir a flote esa misma noche por lo menos uno de los datos necesarios para poder completar un informe. Escondido en ese lugar podía tomar muestras y examinarla de manera particular y tenía los medios para hacerlo, sólo debía actuar rápido y ser sumamente sigiloso. Pero en su mente no dejaba de vagar la idea de que había algo más; a menos que la hermana menor estuviera chiflada o que realmente estuviera actuando de una manera magistral, ella no sabía lo que estaba sucediendo y tenía razón al decir que los responsables de la recuperación milagrosa estaban desaparecidos.
¿Tenía alguna relación el repentino sueño en el que estaba sumida Patricia con la recuperación milagrosa y la desaparición de los responsables de la clínica fantasma? ¿Qué pasaría si detrás de todo eso hubiera algo ilegal, alguna técnica, tratamientos, medicamento o tipos de intervención prohibida y que por eso las cosas se hubieran salido de control? ¿Qué pasaría si en términos médicos alguien hubiera descubierto algo revolucionario y lo aplicara sin más ni más? Sólo con el afán de conseguir dinero, fama o simple satisfacción de hacer experimentación esas cosas pueden pasar, pero si alguien llega a algún resultado a través de métodos cuestionables no puede responder ante la ley porque no tiene ningún tipo de permiso o autorización legal o incluso más, tal vez allí se podría estar cometiendo un crimen.




3


La posibilidad de reunirse con Antonio y que él encontrara una forma de descubrir cosas a través de la red que ella no podía hizo más efecto en su estado de ánimo de lo que la propia Matilde había pensado; en un principio bien podía ser sólo la necesidad de tener alguna buena noticia, pero la verdad es que necesitaba algo a lo que sostenerse cuando se encontraba más sola que nunca. A pocos pasos de llegar al café donde iban a reunirse Antonio la llamó a su celular.

—Hola Matilde.

Por un momento pensó que le iba a decir que tenía algún tipo de contratiempo.

—Hola, estoy llegando.
—Qué bueno que todavía no hayas llegado —dijo él—, porque necesito pedirte que nos juntemos en otra parte, el estacionamiento que está junto al café está lleno y vengo en auto ¿podrías torcer en la siguiente esquina en la calle Condell? si ves en el número 321 hay una puerta que dice "Restaurante oriental" porque  está en el subterráneo, me estoy estacionando.

Matilde caminó hasta la siguiente esquina y giró la dirección que le había dicho su amigo: una puerta entre dos locales comerciales tenía un letrero muy simple que decía "Restaurante oriental." Entró y caminó por una rampla hacia el subterráneo donde se veían luces y se escuchaba algo de ruido.

—Ya encontré el número —dijo ella—, enseguida llego.

Guardó el teléfono en el bolsillo interior del bolso que llevaba al hombro y continuó caminando por la rampla ligeramente inclinada; las paredes estaban desnudas y eran de un color oscuro, iluminada sólo por unos débiles focos en el techo. Unos momentos después llegó al subterráneo pero no se encontró con un restaurante sino que con el estacionamiento; iba a llamar a Antonio para preguntarle dónde estaba el lugar que le había mencionado cuando escuchó su voz.

—Hola.

El hombre venía con una mochila a la espalda además de un bolso y algunas cosas en las manos y parecía bastante atareado, pero sonrió al verla.

—Discúlpame por la instrucción que te di, estaba pensando como conductor y no como peatón —dijo a modo de saludo—, a veces vengo a este restaurante y me parece que es un buen lugar para que comamos, hacen unos desayuno exóticos y muy ricos.

Matilde aún meditaba qué era lo que podía decirle y qué no sobre el caso de Patricia, pero la verdad es que estaba tan angustiada que cualquier cosa que pudiera ayudarle era mejor que la situación en la que se encontraba actualmente, e incluso no le importaba tener que trabajar el resto de su vida para pagar la hipoteca y además la multa que pesaba sobre su familia si a cambio conseguía algo. Por supuesto para que alguien cobrara esa hipoteca e hiciera válido el contrato que pesaba sobre su cabeza primero los responsables de la clínica o sus representantes deberían aparecer y eso a esas alturas parecía bastante improbable.

—Entonces aquí hay un restaurante.
—Está un poco más arriba, la verdad es que es una especie de zócalo y por eso no está a nivel de calle —dijo él sonriendo un poco incómodo—, sólo tenemos que caminar por aquí y subir por el ascensor, llegaremos enseguida.

Caminaron unos momentos en silencio a través del estacionamiento en la dirección que le había dicho Antonio, que parecía más comunicativo que de costumbre, o quizás Matilde no estaba para alegres conversaciones, en ese momento no lo tenía muy claro. El hombre llegó primero que ella hasta el ascensor, pero una vez llegado allí se volteó y volvió a sonreírle.

—Lo siento pero creo que vas a tener que pulsar tú el botón, estoy muy complicado con todo esto.
— ¿Trabajo? —dijo ella.
—Sí —respondió él apartándose de la placa donde estaban los botones—, tengo que presentar algunos informes y ya sabes lo que dicen, cuando llega el trabajo llega todo junto, y actualmente en Datacam hay muchísimo trabajo.

Había dos botones en la placa, uno de subida y otro de bajada, en el que Matilde pulsó el superior. Ya había tomado la decisión, aunque le costara muy caro le diría todo lo que sabía a Antonio, si es que él demostraba poder conseguir información que cualquier usuario común no pudiera. Comenzaría con algunas cosas sencillas y luego si todo iba como esperaba, le explicaría lo de Cuerpos imposibles, el repentino ataque de su hermana y la necesidad que tenía de encontrar a alguien responsable de esa clínica  o en su defecto a la modelo que en un principio había permitido que llegaran hasta este lugar.

—Antonio —dijo lentamente—, te agradezco que me des algo de tu tiempo, pero la verdad es que estoy pasando por un muy mal momento y necesito de tu ayuda.
— ¿Qué ocurre? pensé que tu hermana estaba mucho mejor ¿acaso se agravó?

Matilde seguía mirando la pared mientras esperaban el ascensor, esa placa plateada en la pared desnuda con dos botones iluminados inmóviles y todo el mundo vuelto de cabeza a su alrededor. Necesitaba algo o alguien que pudiera darle algún tipo de ayuda, lo que fuera. Hasta ese momento había estado en un estado de negación, sin querer reconocerse a sí misma que las cosas estaban muchísimo peor de lo que imaginaba, y que tal vez sólo un milagro podría salvarla.

—Es algo parecido —dijo en voz baja—, escucha, dijiste que trabajas en sistemas de internet y esas cosas y necesito que me ayudes.
—Por supuesto, si puedo ayudarte en algo.
—Necesito —titubeó un momento pero volvió a cobrar energía—, necesito que me ayudes a encontrar a una persona, se trata de Miranda Arévalo, la modelo.
— ¿Y por qué quieres hablar con ella?
—Es complicado, pero necesito hablar con ella urgentemente, es decir lo más pronto posible, pero como es una persona famosa no es tan sencillo como llamarla por teléfono o hablarle por las redes sociales y pensé que tú podrías usar tus conocimientos y ubicarla de alguna manera.
—Que sea una persona famosa hace que sea menos accesible.
—Lo sé. Solo sé que está en un  programa en televisión por cable y que es rostro de algunas campañas.
—Pero tú no la conoces —dijo la voz a su espalda.
—No —dudó otra vez, necesitaba al menos una respuesta inicial—. Antonio ¿crees que puedas ayudarme?
—Soy experto en internet, redes y sistemas, creo que sí podría.

Escuchar eso era una luz de esperanza.

—Necesito hablar con ella.
—Pero tú no la conoces.
—La he visto dos veces —dijo Matilde sintiendo que se detenían los latidos del corazón—, y ahora necesito encontrarla.
— ¿De qué hablaron?
—Ella me entregó información sobre un lugar y ahora no puedo encontrar ese sitio, creo que ella es la única que me puede ayudar.
— ¿De qué lugar te habló?

Matilde se giró y lo miró a los ojos; todo rastro de sonrisa había desaparecido de su rostro, la estaba mirando fijamente. Durante unos momentos ninguno de los dos dijo nada.

— ¿Tiene que ver con Patricia?
—Sí —respondió ella con un hilo de voz.
— ¿Patricia está bien?
—No. Antonio por favor dime que puedes encontrarla.
—Por supuesto que puedo, haré que hablen ya mismo.


4


Los signos vitales de la paciente se encontraban en perfectas condiciones hasta el momento. La temperatura corporal estaba en el rango aceptable, presión 90 sobre 110, ritmo cardíaco constante; la máquina marcaba cada uno de los latidos del corazón como un reloj, no podría estar en mejor estado y sin embargo estaba inconsciente, sin demostrar ningún tipo de reacción ante los estímulos. El doctor Medel sabía que la paciente estaba en perfectas condiciones, pero llegado a ese punto también sabía que en realidad no sabía nada. No había pasado el tiempo suficiente para asegurarlo, pero casi podría jurar que mientras respiraba ahí dormida en esa camilla, absorta del mundo, la piel de Patricia estaba recuperándose a una velocidad admirable.
La pregunta era de qué serviría que su piel se volviera perfecta si nunca más despertaba.



Próximo capítulo: Caída libre