Tan pronto como salió de la pensión, Víctor se apresuró
hacia el extremo contrario del pueblo en el que había pasado la noche;
nuevamente sentía que todos estaban observándolo, aunque el hecho de haber
salido temprano en la mañana de la pensión hacía que hubiera menos gente por
las callecitas de un lugar que ya no le parecía tan acogedor y calmo como
antes. Encontró un pequeño grupo de buses de transporte por zona y subió al
primero que encontró, afortunadamente con un poco de tranquilidad por no
resultar demasiado llamativo, seguramente porque por esos lados había mucha más
gente rara o que viviera en las calles. Al subir al bus y acomodarse lo mejor
posible en el pequeño asiento con la mochila, los dos bolsos y el bebé en sus
brazos, se sintió un poco más tranquilo, aunque entonces comenzó la molestia
del bebé, que, cubierto por la cobija que lo disimulaba, estaba incómodo y
evidentemente acalorado.
— ¿Qué pasa bebé? —murmuró con disimulo— no puedo
descubrirte ahora...
El pequeño se removía incómodo, sofocado por el calor, pero
aunque había solo un par de personas en el vehículo y no estaban en asientos
contiguos, sentía que cualquier cosa que hiciera llamaría la atención. Pero
Ariel seguía moviéndose, y la perspectiva de algún llanto en un bus en
movimiento con la amenaza de la policía en camino a la pensión que dejara solo
momentos antes era muy preocupante.
—Espera, por favor espera...
Ya estaba muy nervioso y esa escena no estaba ayudando en
nada, así que, sentado hacia la ventana, abrió la de corredera y se volteó
hacia el exterior, descubriendo al bebé para que su torso quedara expuesto; la
reacción del pequeño fue instantánea.
— ¿Ves? —susurró sonriéndole— solo estamos desplazándonos un
poco. Sé que hace calor y que estás sofocado, pero en un rato más vamos a
bajar, espera un poco por favor.
2
Romina detuvo la camioneta mientras Álvaro corría a subir al
asiento del copiloto.
—Apresúrate, el bus acaba de irse.
Álvaro se subió mientras ella reiniciaba la marcha; llevaban muy poca distancia del bus, y
estaban obligados a guardarla para evitar delatarse, pero justo cuando estaban
tomando la misma ruta del bus, un obstáculo apareció en el camino.
—Diablos, es el gorila, desvíate ahora.
Romina hizo un giro y se ocultó en una esquina al borde del
pueblo, muy cerca de donde iniciaba una nueva vía; lo que pasó fue la camioneta
institucional con Armendáriz en el asiento del copiloto hablando enérgicamente
por teléfono.
—Maldición, no sé en qué momento se adelantó.
— ¿Habrá descubierto que Segovia va en el bus?
Romina le quitó de las manos la cámara fotográfica.
—No lo creo, probablemente solo es una coincidencia, pero si
va en esa dirección es posible que se le ocurra investigar en los medios de
transporte, así que no podemos quedar fuera.
Estaba revisando de manera distraída las fotos mientras
hablaba; no las veía en realidad, sabía muy bien que en un trabajo como ese
solo veinte de cada cien fotos servía de algo, pero era lo necesario y además
muchas veces las fotos sacadas al azar revelaban cosas que las sacadas a
propósito no podían. Mientras la camioneta comenzaba lentamente la marcha, la
mujer se quedó mirando una imagen que le llamó la atención y decidió acercarla
con el zoom.
—Qué raro...
— ¿Qué pasa?
En la foto se veía el lateral del bus en donde iba Segovia,
pero la foto, si bien era perfecta porque a pesar del ángulo lo mostraba,
enseñaba también algo que no se esperaba.
—No lo sé, es solo que...
— ¿Qué?
—Ésta foto —dijo sin poder quitarle los ojos de encima a la
imagen—, es tan extraña. Lo que veo aquí Álvaro...
— ¿Qué? Dilo de una vez.
—Es que en la foto...se ve un padre con su hijo en brazos.
Álvaro no respondió por unos momentos, pero cuando lo hizo,
parecía tan enfocado en el caso como antes.
—Se supone que eso es lo que esos tipos pretenden, ¿O no?
—Sí, lo sé, también estaba en los cursos de sicología del
delito, recuerda que estudiamos juntos —replicó ella más livianamente— es solo
que verlo así me hace pensar que definitivamente no podemos perderle la pista,
porque si lo hacemos es probable que después empiece a mezclarse con la
multitud.
Él se lo pensó un momento.
—Sí, creo que tienes razón, lo que puede ocurrir es que el
niño se acostumbre, al final es pequeño y es más sencillo; espero que todo
resulte bien.
3
Dos oficiales de policía estaban dentro de la cabaña de
Gladys, y aunque el lugar resultaba a todas luces acogedor, la actitud de ella
no lo era.
—Señora, necesitamos su cooperación, se trata de un caso muy
serio.
Pero ella estaba más alterada de lo que cualquiera de los
dos podía esperar; y no solo estaba alterada, la preocupación la invadía
también, y no era por ella misma por quien temía.
—No sé qué es lo que ustedes pretenden ahora mismo.
—Señora —le explicó la mujer policía—, escuche, el hombre
que estuvo aquí cometió al menos un delito, usted lo vio con ese niño en sus
brazos.
—Es su hijo.
—No, no lo es, se lo llevó de los brazos de su madre.
—Sí, si es su hijo —replicó obstinadamente la mujer—,
ustedes no lo vieron, no tienen idea de lo que están hablando, ni ustedes ni
ese policía bruto que estuvo aquí.
El hombre intervino para tratar de convencerla.
—Escuche señora Gladys, ese hombre.
—Se llama Víctor.
—Víctor —concedió él para no desviar la atención—,
obviamente le dijo que el niño era su hijo, no es la primera persona a quien se
lo dice, él está convencido de que lo es.
Pero esas palabras solo consiguieron alterarla más; la mujer
se puso de pie de manera orgullosa y fulminó a ambos con la mirada.
— ¿Y quién les dijo que él me había dicho alguna cosa?
—Escuche señora...
—No, escuchen ustedes. Pueden ir a decirle a todo el mundo
lo que quieran, pero ustedes no han visto a Víctor, ustedes no han hablado con
él. Víctor es un buen hombre, y nadie tuvo que decirme que ese niño es su hijo,
porque eso es algo que se ve, no se dice.
La policía parecía dar por perdida la situación.
— ¿Le dijo ese hombre adonde pensaba ir?
—No, y lo mejor es que no me lo haya dicho, porque está
claro que ustedes no lo quieren ayudar. Pero quiero que le digan a ese bruto
que estuvo aquí antes que está totalmente ciego, y que si no reacciona va a
cometer un grave error. Víctor es el padre de ese niño y solo quiere mantenerlo
a salvo, pero todos ustedes lo están empujando justo en la dirección contraria.
4
Víctor vio como el bus, después de un viaje relativamente corto, llegaba a una zona
industrial, pero como vio la terminal muy cerca, decidió bajar antes de llamar
la atención más de lo que lo había hecho hasta el momento. Desconocía
totalmente el lugar en donde estaba, pero sabía con bastante seguridad que
seguía alejándose hacia el sureste, así que lo mejor que podía hacer era seguir
en esa dirección; por suerte el pequeño se había calmado durante el corto
viaje, pero él mismo no estaba tranquilo, necesitaba poner distancia entre el
sitio de donde venía.
—Espero encontrar algo por aquí.
Las zonas industriales como esa muchas veces tenían
servicios de buses que iban hacia diferentes destinos, así que solo tenía que
armarse de paciencia y encontrar uno, por lo que comenzó a caminar a un costado
del camino rural, lo más cerca de los árboles y matorrales que serían lo único
que podría protegerlo si alguien se acercaba, aunque afortunadamente todavía
podía contar con que era temprano.
Mientras Víctor hacía esto, Romina estacionó la camioneta a
varias decenas de metros de distancia, en un recodo que los mantenía protegidos
de la vista de Segovia.
—Excelente Álvaro, estamos a la delantera del gorilote, y
pensar que estuvo tan cerca igual que esos tipos.
Pero en esos momentos él no se mostraba tan optimista.
—Pero estamos tan cerca, esto me preocupa.
— ¿Qué quieres decir?
Álvaro no la miraba a ella, miraba con el lente de la cámara
en dirección a Segovia y el camino por donde seguía.
— ¿Qué pasaría si esos tipos que te amenazaron fueran amigos
de Segovia? Tal vez escaparían con él. ¿Y si lo agarra la policía así por
sorpresa como la vez anterior, pero ésta
vez sí lo atrapan?
—Es parte de la crónica.
Pero él sonrió, un poco divertido; generalmente era ella
quien hacía las conjeturas más allá de lo normal.
— ¿No te das cuenta? Nuestra crónica termina si Armendáriz
lo atrapa, y si esos tipos lo ayudan, será empezar de nuevo las persecuciones.
En ese momento ella comprendió el punto.
—Nos va a faltar el contrapunto.
—Exacto. ¿Y si lo hacemos nosotros?
—No lo sé, no estoy segura de que sea buena idea, sabes que
lo de intervenir en el objeto del reportaje es siempre muy complicado.
—Lo sé —replicó él volteando a mirarla—, pero no me digas
que no te prende la idea de tener las declaraciones exclusivas del
secuestrador.
—Por supuesto que sí. Además —fantaseó con la vista perdida
en el techo de la camioneta—, esa declaración nos servirá en cualquier caso,
esa exclusiva será oro puro.
Álvaro abrió la puerta del copiloto para bajar.
—Sabía que entenderías; ahora vamos antes que alguien
aparezca.
5
Víctor iba caminando por el costado de la ruta de cemento
estropeado hacia la zona industrial; no era un lugar especialmente bonito, pero
eso reducía la cantidad de gente que podía verlo, de modo que era una buena
opción por el momento.
—Ya vamos a llegar bebé, vamos a buscar un nuevo lugar para
nosotros.
Ariel se mostraba otra vez tranquilo en sus brazos, un poco
menos sofocado que antes. De pronto sintió el sonido de un motor a su espalda y
se le volvió a oprimir el corazón.
—Oh, no puede ser...
No contaba con que alguien se acercara faltando tan pocos
metros para llegar a las calles iniciales de la zona industrial; aún no se veía
ningún vehículo, pero el motor estaba cerca y tenía muy claro que no había
puesto aún demasiada distancia. Preocupado porque pudiera estar expuesto,
decidió internarse entre los matorrales, al menos hasta saber claramente de que
se trataba, o por lo menos ver al vehículo pasar, sabía que no era mucho pero
al menos lo tranquilizaría un poco.
—Vamos a quedarnos un momento por aquí —dijo en voz baja—,
no te muevas por favor.
El bebé seguía tranquilo en sus brazos; de cuclillas tras unos matorrales de más de un metro de
alto, el hombre esperó a que el sonido se hiciera más intenso y apareciera algo
a su vista, pero después de varios segundos seguía sin pasar nada.
— ¿Habrá sido un bus en sentido contrario?
No alcanzó a preguntarse nada más. Una voz a su espalda lo
hizo dar prácticamente un salto.
—Víctor Segovia.
— ¡Oh!
Se puso de pie y volteó asustado; a poca distancia de él
había dos personas, una mujer de cabello largo, de mirada aguda y rasgos
bastante agraciados, y un hombre de cabello muy corto, de piel llena de pecas y
el mismo tipo de mirada fulminante que ella.
— ¿Que quieren?
—No te asustes, sólo queremos hablar contigo.
Estaba atrapado, y esos dos habían aparecido de la nada.
¡Claro! Ese era el sonido de motor, y estaban tan cerca que no tenía por donde
huir. Pero no podía pasar eso, no podía ser tan sencillo después de lo que
había pasado.
—No se acerquen.
Eso resultaría absurdo si es que ellos eran policías de
civil, aunque no tenían facha de serlo. Además se mostraban muy tranquilos.
—Tranquilízate —dijo el hombre en voz baja—, no queremos
hacerte ningún daño, solo queremos hablar.
—Déjenme en paz por favor.
—Escucha, no somos policías si es eso en lo que estás
pensando —intervino la mujer—, somos periodistas.
¿Periodistas? El hombre le enseñó la cámara profesional
colgando de su cuello y una tarjeta de identificación, la que a tres metros de
distancia claramente no podía ver con todo detalle pero que parecía ser de
algún sindicato o algo parecido; pero sea como fuere, eso no cambiaba su
situación, necesitaba alejarse y no veía cómo.
— ¿Qué es lo que quieren?
—Hemos estado siguiendo tu pista —le dijo ella en voz baja—,
y queremos hacer un reportaje sobre lo que está pasando ahora mismo contigo.
— ¿Un reportaje? —repitió tontamente— ¿Por qué estarían
haciendo un reportaje de mí? no lo entiendo.
Álvaro iba a acercarse un paso más, pero Romina lo detuvo;
lo mejor era tomarse todo con demasiada calma, tenían que ser precavidos.
—Solo queremos hablar contigo.
La reacción de Víctor fue bastante sorprendente, se rió
nerviosamente de ellos, sin acercarse y manteniéndose inmóvil, con ese extraño
atuendo con el que lo habían visto, que ocultaba la carga en la espalda y el
bebé en sus brazos.
— ¿Hablar conmigo? ¿Quién podría querer hablar conmigo? la
policía está persiguiéndome, tuve que escapar pero al parecer todos creen que
soy una especie de monstruo.
Tenía una idea bastante clara de lo que pasaba a su
alrededor, eso haría más interesante el reportaje.
—Precisamente por eso —replicó ella sin titubear—, creemos
que es justo que tú entregues tu versión de los hechos, para que la gente sepa.
Víctor se quedó un momento sin palabras; no había pensado,
ya a esas alturas, que alguien pudiera ir a decirle algo así, o que alguien
quisiera escucharlo, sobretodo asumiendo que la noticia de su enfrentamiento
con el policía ya era pública como su desaparición.
— ¿Por qué ...? Es decir, no lo entiendo, dime por qué
tendría que confiar en ustedes, podrían estar tratando de detenerme.
—La policía está muy cerca sin que nosotros hayamos hecho
nada.
— ¿Qué?
—Álvaro —lo reprendió ella tratando de sonar más empática—,
no digas eso, es descortés. Escucha Víctor, nosotros somos periodistas, nuestro
trabajo no es entregarte a las autoridades, es contar las cosas que pasan.
Sabemos lo que pasó con Armendáriz, es decir por qué tienes esas heridas en la
cara, pero aunque ya hay bastante información en los medios e hicieron una
denuncia, nadie sabe nada, nadie sabe por qué hiciste esto.
Todo eso tenía sentido, y mucho más si pensaba en su propio
plan de alejarse un poco mientras conseguía un abogado que lo ayudara a
explicar todo sin exponerse a la Familia De la Torre.
—Sé que dicen que tengo horribles intenciones, pero es
mentira.
—Entonces dinos la verdad —lo instó Romina mirándolo con
ojos brillantes de emoción contenida—, cuéntanos tu verdad, y te aseguramos que
cuando salga el reportaje no cambiaremos nada.
Álvaro intervino para no quedar mal.
—Mira, creemos que tienes mucho que decir, pero no es un
buen lugar para hablar, la policía anda cerca. ¿Hacia dónde vas?
Víctor aún no estaba seguro de lo que estaba pasando, había
tomado muchas malas decisiones, pero realmente no parecía tener muchas mejores
opciones de seguir a pie y sabiendo que la dueña de la pensión lo había
delatado.
—Necesito alejarme de aquí —respondió con evasivas—, pero no
conozco el lugar y perdí el mapa.
—Tenemos un mapa —replicó Álvaro—, y un vehículo. Mira, si
no quieres decirnos adónde vas está bien, podemos llevarte un trecho mientras
nos cuentas todo, y luego seguirás tu camino.
—Te prometemos que no vamos a decirle a nadie donde estás —complementó
Romina sonriendo—, será como si nunca hubieras estado en nuestra camioneta.
Subir a un vehículo con otras dos personas desconocidas no
era la mejor idea, pero ella pareció adelantarse a los hechos y le enseñó el
mando a distancia que desbloqueaba las puertas.
—Si quieres te dejo las llaves. Así tú decides cuando quieres
detenerte, y bajar.
Varios minutos después, la camioneta, conducida por Álvaro,
había sobrepasado la zona industrial donde Víctor había bajado del bus y se
desplazaba a velocidad media por la carretera; dentro del vehículo, ninguno de
los dos periodistas podía evitar posar los ojos, aunque fuera un momento, en el
hombre que permanecía sentado en el asiento del copiloto con el bebé en sus
brazos.
—Creo que con lo que nos dijiste es suficiente —comentó
Romina revisando sus notas—, tengo una idea bastante clara.
—Soy inocente.
—Entiendo a lo que te refieres —dijo la mujer sin
comprometerse a nada—, pero debes entender que tu versión de los hechos es
bastante inverosímil.
Víctor miró por la ventana; los prados que se extendían a
los lados y el inicio de esos bosques podía ser un lugar paradisíaco, pero al
estar en la situación en que estaba, todo resultaba muy desesperanzador.
—Sé que no es fácil, supongo que yo mismo no me creería,
pero es la verdad.
—Es difícil cuando piensas que si ese niño es tu hijo,
deberías haber ido a la policía en primer lugar; con un simple examen de Adn
todo se resolvería.
—No es tan sencillo, no después de que me llamó ese hombre
del que te hablé amenazándome; me asusté, no sabía qué hacer, y Magdalena me
pidió que lo mantuviera alejado de su familia, porque tienen negocios sucios,
ella me lo dijo. Si me atrapan, no sé lo que me pueda pasar, pero no creo que
sea nada bueno y además me quitarán a Ariel.
Ariel. Lo decía con tanta confianza que nadie creería que
era un demente; Álvaro pensaba que sería tan sencillo, solo una llamada y todo
terminaría, pero por otra parte eso los comprometería, y necesitaban la mayor
independencia posible para poder armar el reportaje. Luego de eso su carrera
daría un vuelco.
—Por lo pronto lo importante es que tenemos la información —intervino
Álvaro—, estamos en conversaciones con varios medios para publicar un
reportaje, y la idea es que tu declaración sea lo más importante, nos
comprometemos a decir todo lo que nos
has dicho ahora.
—Gracias.
—Ahora —siguió Romina—, creo que ya estamos cerca... sí,
mira, luego de ese giro hay una zona poblada, desde ahí podrás decidir adonde
ir.
—Por favor no me delaten.
—No lo haremos, puedes confiar en nosotros. Oh, espera, a la
entrada de ésta zona hay un puesto de vigilancia de la policía zonal, creo que
lo mejor es que hagas un rodeo.
Le enseñó la referencia en el mapa; Víctor agradeció
internamente esa advertencia, al menos parecía buena decisión haber subido al
vehículo con ellos para poner un poco de distancia, pero sea como fuere, ellos
estaban tras una noticia y no para ayudarlo, así que lo mejor que podía hacer
era bajar pronto y alejarse; mientras les relataba todo lo que había sucedido,
pensaba que no solo tenía que separarse de los periodistas, sino que además
poner toda la distancia posible, porque si ellos lo habían estado siguiendo,
era una suerte increíble que la policía no lo hubiera atrapado de nuevo, y
después de esa espantosa pelea no quería volver a encontrarse con Armendáriz.
—Toma —dijo pasándole las llaves del vehículo a Álvaro—, lo
mejor es que baje ahora, tengo que seguir. Por favor no me delaten.
—No lo haremos.
La camioneta se detuvo y Víctor bajó rápidamente con el bebé
otra vez cubierto en sus brazos; Álvaro dejó estacionada la camioneta a un
costado de la vía mientras Romina miraba al hombre caminar hacia la maleza y
los árboles.
—Me pregunto si esto es correcto.
— ¿Estás loca? Tenemos algo que ningún medio tiene.
—No me refiero a eso —replicó ella—, me refiero a dejarlo ir
así... solo es una llamada, tenemos tarjetas de prepago, nadie sabrá que fuimos
nosotros.
Álvaro suspiró; a él también le hacía sentido algo así, pero
mantenía sus dudas al respecto.
—Pero es que sabes que si avisamos lo van a agarrar, ésta
zona es menos compleja que la anterior, se nos va a acabar el reportaje.
Romina lo miró fijamente.
— ¿Podrías tú con el cargo de conciencia? Hasta ahora en
niño está bien, pero no sabemos hasta cuándo.
—Tienes razón, entonces los llamamos como anónimo. De todos
modos sabemos que contamos con un material de primera para publicar, será
perfecto.
No pudo decir nada más. En ese momento una van que avanzaba
por la carretera en sentido contrario aceleró al máximo, se desvió y chocó a la
camioneta; el sonido de los metales se mezcló con el chirrido de los
neumáticos, mientras la fuerza del golpe impulsaba a la camioneta de los
periodistas fuera de la vía, dejándola volteada de costado.
Próximo capítulo: Ojo de cazador