La traición de Adán capítulo 30: Deseo en ausencia




–Está muerto.
–Lo sé, acaban de informarme.
– ¿Entonces es todo? Ayer murió Cisternas, esta tarde murió Samuel, quiere decir que todo terminó.
–Siempre tendremos que ser precavidos, pero el peligro más inmediato está eliminado. Salimos librados de esto.
–Es insólito. Pero está bien.
–Sí.

Eva y Adán estaban en uno de los restaurantes del Boulevard, ante una larga mesa, esperando a que comenzaran a llegar los invitados. La noticia había llegado en ese momento a oídos de ambos, así que rompiendo el trato, habían tenido que hablar, en voz baja y asegurándose de que no los oían. Los detalles los hablarían luego, pero de momento, tenían al menos la tranquilidad de que la amenaza inmediata de ser delatados o acusados se había extinguido. Precisamente en esos momentos Bernarda apareció vestida de rojo oscuro y completamente dichosa.

–Sabía que ustedes serían los primeros en llegar. Esta reunión con el equipo de trabajo es muy importante para dar energías a todos, ya tenemos una semana de trabajo y además tengo una noticia. Estamos cerca de la hora, seguro empiezan a llegar los ejecutivos.

Adán sabía que ese almuerzo era importante para estrechar puntos de vista y ganar tiempo, ya que llevaban avance en los tiempos y él personalmente creía que era lo más recomendable terminar cuanto antes el Hotel.

–Supongo que Luna también vendrá.
–No, ella está de viaje, le encargué algunas cosas –comentó Bernarda sonriendo enigmáticamente– y la extrañan, todos lo hacen, pero es entendible, yo también la echo de menos. Ahí llegan mis ejecutivos.

En pocos minutos llegaron a la mesa los gerentes y encargados de las distintas áreas, completando una treintena de personas, en una mesa encabezada por Bernarda y flanqueada por Eva y Adán. Durante el aperitivo, uno de los ingenieros dio una importante noticia.

–Debido al éxito de Boulevard y a las grandes expectativas que se están generando con Hotel, la constructora Del Mar está invitada al salón de la innovación y construcción que será inaugurado dentro de un mes, el 17 de Marzo en Espacio Infinito. En ese salón expondrán sus proyectos las compañías más importantes del continente.

Bernarda estaba muy complacida.

–Esta será una oportunidad de oro, tanto para la constructora como para nosotros, ya que por un lado podremos hacer tratos o acuerdos con marcas de diferentes países sin tener que ir por ellos, y además a ustedes les lloverán ofertas si muestran que son realmente los mejores, como espero que lo sean. Ahora que ya tenemos ese anuncio quiero que alguien me diga que es lo que vamos a exponer.

Intervino un ejecutivo.

–En materia de construcción pesada, contamos con la tecnología anti incendios y las innovaciones en aleaciones perdurables; en materia de estructuras y acabados, podemos contar con las más modernas estructuras y los terminados artesanales exclusivos. También hemos pensado en un apartado a la difusión del éxito de Boulevard, más que como negocio, como una nueva forma de acercar a la población a los placeres de la vida y de fomentar la amistad y la familia.
–Es perfecto, me encanta –Bernarda alzó su copa– este evento es lo que estaba esperando para mostrarle al mundo el grandioso equipo que tengo; ahora brindemos.

Poco después Bernarda, Eva y Adán estaban en la oficina de la primera.

–Se estarán preguntando porque no les informé de todo el asunto del Salón de la innovación.
–En realidad es un poco extraño.
–Tiene todo el sentido si lo miran desde mi óptica. Esto es sencillo, me interesa que mi Constructora sea exhibida, me conviene que mis ejecutivos sean reconocidos, pero no necesito que ustedes dos se vayan por el momento, así que por eso no están incluidos; de hecho no estarán presentes en ese Salón.

Los dos guardaron silencio un instante; cada uno sabía lo que estaba pensando el otro sin necesidad de mirarse.

–Creo que es halagador –comentó Eva livianamente– pero entiendo tu punto; ahora que si vamos a lo del Salón en particular, no vi ninguna idea especial.
–Eso me da lo mismo, me basta con que estemos ahí y tengamos la publicidad necesaria, para algo espectacular tenemos el hotel, además que de todos modos tengo pensado algo que sea bien notorio.
–Bernarda, hasta ahora solo sacamos cuentas alegres, supongo que estás contenta.
–Contenta si, satisfecha no, quiero ver terminado ese hotel lo más pronto posible, no veo la hora de que pasen esos ocho meses.

Adán sonrió.

–Tranquila. De pronto notarás que ya pasó el tiempo sin haberlo sentido.
–Eso espero.

Esa noche Adán estaba duchándose en su departamento cuando recibió una llamada. Un número desconocido.

–Hola.
–Hola Adán.

Era Luna.

–Que sorpresa, Bernarda me dijo que estabas de viaje.
–Si –replicó la sensual voz del otro lado de la línea– pero volveré pronto. Llamaba para preguntarte por el Salón de la innovación, supongo que Bernarda ya les habló de eso.

Adán sintió que se le subía la temperatura del cuerpo a pesar de haber estado bajo el agua fría.

–Sí, nos lo dijo hoy.
–Es tan raro. Me envió la información, pero al parecer no estoy incluida; acabo de llamarla pero tiene el teléfono apagado.
–Eso es porque no quiere que estés presente –se aventuró a decir– lo mismo pasó conmigo, dijo que no quiere exponer a los mejores a que alguna multinacional quiera llevárselos.
–Al menos eso habla bien de nosotros.

Se había creado una formula cómplice entre ambos aún con solo unos momentos de charla; Adán había omitido a Eva sin cuestionárselo, y Luna sonaba tan natural y melódica como siempre.

–Es verdad, nos tiene bien considerados.
–Así que tendremos que olvidarnos de los viajes por los continentes, aunque de todos modos podríamos hacerlo, en otro momento.
–Por supuesto siempre hay posibilidades.

Luna hizo una breve pausa, un suave suspiro que bien podía ser solo su respiración.

–Entonces eso es todo. Perdona por llamarte a esta hora.
–No te preocupes, no estaba durmiendo aún.
–Que bien. Nos vemos a mi regreso Adán.
–Nos vemos.

Luna cortó, y el hombre se quedó un momento inmóvil, mirando en la semi oscuridad su reflejo en el espejo que lo mostraba tal cual era, y por un instante la vio, a esa mujer misteriosa y atrayente, de pie junto a él, a un milímetro de tocarlo, mirándolo fijo con esos ojos negros que bien transmitían sus sentimientos, o simplemente no decían nada; unos segundos después la imagen en su mente se esfumó. Desde luego que había considerado el atractivo de Luna, pero una llamada como esa, y escuchar su voz, lo habían hecho imaginar todo tipo de cosas placenteras. Era tarde, así que no le dio más vueltas al asunto y decidió irse a dormir.

– ¿Lo llamaste?
–Sí, y todo funcionó como esperaba.

Luna y Bernarda estaban en el departamento de esta última esa noche, pero la jornada estaba aún lejos de finalizar para ellas.

–Luna, es muy importante que no cometas errores.
–Tranquilízate, no es primera vez que seduzco a un hombre.

Las dos rieron.

–Lo sé, pero este no es un hombre común; es demasiado bello, capaz e inteligente para ser común, además es intuitivo, no quiero que te descubra.
– ¿Por qué tanta urgencia de la noche a la mañana?
–Porque descubrí que él y Eva son amantes en secreto.

Luna meditó un momento las palabras antes de hablar. Pero qué gran papel habían representado los dos, actuando como si solo fueran ejecutivos en el mismo proyecto. Bernarda nunca lo había sospechado, lograron engañarla.

–Reconozco que me sorprendes, pero tampoco es tan importante.

Bernarda negó con la cabeza.

–Tanto Adán como Eva son personas poco comunes y eso lo sabes tan bien como yo; ya desde un principio tomé la precaución de darles poder pero no demasiado, pero si están juntos, ten por seguro que traman algo, seguro que quieren más de lo que les ofrezco.

La joven se revolvió el cabello. Por un lado tenía sentido, por otro sonaba improbable que ella lograra hacer demasiado al respecto; incluso con todo su dinero y astucia, Bernarda desconocía algo muy importante en las personas, y eso era la capacidad de llegar a hacer lo impensable guiándose por todo tipo de instintos más allá de la razón.

–No lo sé, supongo que tienes razón; de cualquier manera asumo que seguimos con lo mismo, aún no voy a dar un paso definitivo.
–Aún no. Pero quiero que cuando sea necesario, incluso nuestro precioso Adán esté en nuestras manos.

Eva estaba en su habitación sin poder dormir aún; en un momento había pensado en alquilar un departamento, pero los últimos hechos la habían convencido de permanecer allí, le otorgaba más seguridad y anonimato.
¿Por qué le molestaba la imagen de Adán preguntando por Luna? Resultaba increíble que en su relación pudieran haber celos ya que lo que sentían el uno por el otro era mucho más que simple amor, entonces, ¿qué sucedía? No era la belleza de Luna, tampoco que como mujer notara claramente que la morena deseaba a Adán, eso no era difícil de entender, era algo más. Le resultaba un poco difícil reconocerlo, pero en el fondo, sabía que la razón de inquietud no estaba en esa mujer, ni en ella misma. La razón de su preocupación era el mismo Adán, y lo tenía muy claro aunque fuera doloroso reconocerlo. Sabía que él la había mirado con otros ojos, que Luna tenía en su mente un lugar más grande que el que tienen las fantasías, lo que significaba que en ella había algo que encontrar, algo más allá del sexo.
Nada.
Eso era, en cierta forma, lo que Adán había visto en esa exótica mujer. Donde todos los hombres buscarían pasión salvaje, el buscaría un espacio vacío, un cuerpo, un juego de sensaciones que no significaran nada, ni para ella ni para él, lo opuesto a lo que tenía ahora, que era todo significados absolutos y respuestas concretas. En cierto modo la propia Eva también necesitaba algo así, una válvula de escape, algo que fuese intrascendente para recordar que no todo es de vital importancia, y para olvidar quizás, en lo que ambos se estaban convirtiendo.

Al mediodía del día 20 de Febrero, Pilar estaba en el restaurante junto a unos trabajadores; últimamente se sentía a ratos incómoda ahí, desde que por su mente había pasado la imagen de algún peligro oculto. Los expertos no habían detectado anomalías, lo que quería decir que todo estaba en regla con la construcción de su restaurante, pero con ese resultado no había conseguido un ápice de calma, como si la amenaza de Bernarda Solar siguiera ahí, incluso más presente que antes. En esos momentos estaban cambiando unas lámparas muy altas, de hierro forjado, de más de dos metros y medio de altura, de un lugar a otro de la instalación, aprovechando que el local estaba vacío por esos momentos.
Y en ese momento a los trabajadores se les soltó la pesada estructura.

– ¡Ciudado!

El grito de Pilar fue inútil, y finalmente ahogado por el estruendo; la alta estructura fue a estrellarse directo contra la muralla, y su parte más alta dio de lleno en el techo que ahí era más bajo; el techo en esa zona estaba cubierto por un decorado artístico, el que se destrozó en mil pedazos. Los trabajadores corrieron a ponerse a salvo, mientras los trozos de acrílico del recubrimiento caían en todas direcciones. Uno de los hombres se acercó a ella.

– ¿Está bien señorita Pilar?
–Si Gabriel, ¿ustedes están bien, hay heridos?
–No, alcanzamos a protegernos. Perdone, se nos fue de las manos.

Pilar negó con la cabeza.

–Fue un accidente, lo importante es que estamos todos bien.

El trabajador tomó un trozo de acrílico en sus manos.

–Mire, yo no soy experto, pero este acrílico debe ser bastante malo si se rompió con el golpe.
–Déjame verlo.

Tomó el afilado trozo en sus manos y lo miró de cerca; ese brillo, ese perfil tan agudo...y sintió que se le cortaba la respiración, por fin todo tenía sentido.

–No puede ser...

Dejó caer el trozo, tomó una copa de una de las mesas y la golpeó suavemente contra un pedazo más grande que también había caído.

–Dios Santo. Esto no es acrílico de alta resistencia. Es vidrio común.
–Pero no puede ser señorita, no podrían poner vidrio en un revestimiento en altura porque sería peligroso, a lo menos tendrían que instalar algo más resistente.

Pilar dejó la copa. Ahora lo entendía todo.

–Dejen todo tal como está y cierren. Pongan un letrero de cierre por hoy por remodelación. Vuelvo en seguida.

Corrió a su oficina dejando a sus trabajadores sin entender lo que había ocurrido, y de inmediato tomó el teléfono.

–Hola Pilar.
–Margarita, necesito que vengas ahora.
– ¿Qué pasó?
–No tengo tiempo para explicarte, te lo diré aquí. Llámame cuando estés llegando.
–Está bien.

Cortó y marcó otro número. La voz de Micaela se escuchaba sorprendida.

–Qué sorpresa Pilar.
–Tenías razón –dijo la joven saltándose los saludos– acabo de descubrirlo.
–Descubrir qué, no te entiendo.
–La empresa de estructuras –replicó con algo de urgencia– aquella de la que me advertiste; parte de los recubrimientos en altura que instalaron están defectuosos, no son de acrílico de alta densidad, son de vidrio común.

Micaela entendía del tema y se quedó helada al escuchar la descripción.

–No puedo creerlo, pero ¿tú estás bien?
–Estoy bien, lo importante es lo que descubrí. Seguramente tu madre planeó esto.
–Lamento decir que me parece muy posible, aunque por desgracia, legalmente esa empresa no tiene relación con ella, así que no puedo culparla. Pilar, has que quiten cada uno de esos revestimientos, o podría ocurrir un accidente grave, imagina lo que pasaría si hay un terremoto.
–Lo sé. Tengo que irme, gracias por la advertencia.

Cortó. Micaela se quedó pensando en lo que acababa de escuchar, ese era el tipo de trabajo que hacía o mandaba a hacer Bernarda Solar, encubierto, sin dejar sospechas previas, delatando la verdad solo en el momento preciso, cuando no hay más que hacer; pero era cierto, no podía hacer nada en su contra por mucho que supiera a quien pertenecía esa empresa de estructuras, e ir a encararla de nuevo era absurdo, incluso peligroso. El principal problema es que, más allá de los riesgos a los que estuvo expuesta Pilar, no veía cual era el beneficio que podía sacar Bernarda de todo eso. Tendría que analizarlo con más calma. Lo bueno que podía sacar de todo eso, además que Pilar saliera ilesa, es que al menos la había llamado, eso significaba que tenía su reconocimiento y era bastante más de lo que había esperado después de que se supiera toda la verdad.




Próximo episodio: Venganza de cristal



Por ti, eternamente Capítulo 15: Asuntos personales

x

Víctor despertó mucho más descansado de lo que esperaba; ya era Domingo por la mañana, bastante temprano y se sentía más despejado después de dormir seguro y en una cama, luego de una relajante ducha y además de haber compartido con el bebé momentos diferentes de estar corriendo y escapando de peligros. Pero sabía que no era conveniente quedarse ahí por más tiempo, aún tenía que poner más distancia para poder estar a salvo y preparar lo que había pensado.
Después de levantar y mudar a Ariel, le dio desayuno y él mismo comió algo de entre las provisiones que le quedaban; por desgracia había perdido casi toda su comida junto con los bolsos que quedaron en el furgón, pero podía mantenerse tranquilo con respecto a las pertenencias y alimentación del bebé, al menos si no tenía que comprar esas cosas llamaría menos la atención.

—Creo que ya es momento de irnos, todavía no dan las ocho y media así que creo que es lo mejor, antes que Eva nos descubra o venga para acá.

Comenzó a ordenar nuevamente las cosas; le gustaría quedarse más tiempo allí, pero haber pasado toda la noche bajo techo y descansando era lo más que podía permitirse en esos momentos.

En ese momento tocaron a la puerta.

—Oye, ¿Me escuchas?

Víctor vio con espanto como el pomo de la puerta giraba, y de manera automática miró en dirección a la cama, donde el pequeño permanecía quieto e ignorante de todo. El pestillo cedió ¡Tenía llave por supuesto! Contar con que el seguro interno le daría privacidad había sido una insensatez, pero ahora que ella había tratado de abrir ya sabía que la puerta estaba trancada.

— ¡Oye! ¿Por qué está trancada la puerta?
—Ahora salgo.
—No quiero que tranques la puerta, abre ahora mismo.

Víctor se abalanzó sobre la cama y se puso al pecho el artesanal arnés que había hecho; necesitaba cubrir al bebé, lo demás no tenía mayor relevancia.

—Ven acá —susurró mientras cargaba al pequeño—, por favor no hagas ruido.

Los golpes en la puerta se escucharon otra vez. Cuando ya estuvo cubierto, con el bebé oculto, trató de mostrarse sereno y quitó el bloqueo de la puerta. Eva entró en el cuarto con el ceño fruncido.

— ¿Por qué tenías así la puerta?
—Quería dormir en paz, solo eso —se excusó en voz baja—, no quiero molestarla.

Ella pareció conforme con el comentario, pero aún quería demostrar su autoridad, al parecer; por un momento quitó de él la mirada para mirar en derredor.

— ¿Tienes hambre?
—Tengo comida.

La mujer tenía la vista desenfocada de él a pesar de estar justo enfrente y a poca distancia; se tardó unos momentos en decir algo más.

—Entonces comiste.
—Sí.
—Y claro —siguió lúgubremente—, seguramo tomaste leche en ese biberón.

Víctor giró la cabeza lentamente hacia la cama; con la prisa por ocultar al bebé en las cobijas que cubrían su cuerpo había pasado por alto algo tan llamativo. En ese momento ella lo descubrió y ahogó una exclamación.

—Oh por Dios...tienes un bebé...eso quiere decir que tú...

Lo había descubierto; Víctor volvió a cubrirse con la cobija y tomó, a toda prisa de la cama el biberón, que era lo único que le faltaba por guardar.

—Es mejor que me vaya.

Pero Eva le tapó la salida.

—Voy a llamar a la policía.
—No tienes que hacerlo —dijo él enfrentándola— mira, no quiero problemas y no quiero darte problemas, así que solo déjame salir.

Eva sin embargo no parecía estarlo escuchando.

—No se trata de eso, no lo entiendes...todo el mundo debe estar buscándote, saliste en las noticias, pero escogiste el peor lugar para esconderte.

Aunque aún no sabía de qué se trataba, la mirada y la actitud de ella lo asustaron; dio un paso atrás, con el corazón oprimido. ¿Por qué lo angustiaba esa mirada preocupada?

— ¿Quién eres tú?

 2

Romina y Álvaro estaban cerca de la entrada del pueblo, con ella al volante y él mirando a través de los binoculares.

—Estoy cansado —comentó él por decir algo—, ha sido una noche larga.
—Al parecer Segovia tiene una capacidad natural para perderse —dijo ella con voz neutra—, ayer pasamos de estar a un paso de él a perderlo, y luego de estar tras su pista a no saber si está en éste pueblito o no.
—Al menos no somos los únicos, solo imagina la cara de Armendáriz, debe estar hecho una bestia por lo que pasó ayer.

Romina se sacudió el cabello mientras abría otra botella de agua mineral con sabor a frutas.

—Tengo la sensación de que estamos en la ruta correcta, además se me hace lógico que se haya quedado, tendría que reorganizarse después de la sorpresa del gorilote.

Pero él ignoró esos comentarios al ver algo con los binoculares.

—Diablos.
— ¿Qué pasa?
—El vehículo del que me hablaste, está entrando al pueblo.

Romina no dio muestras de angustia, al parecer ya tenía superado ese tema, pero fuera de eso seguía siendo una mala noticia.

—Eso significa que no pudimos distraerlos.
—Tenemos que localizar a Segovia lo más pronto posible, a ver qué es lo que se esconde en todo esto.

A distancia se veía que el vehículo iba lento, seguramente los tipos tenían alguna idea o habían sacado conjeturas, pero no llegaban a destino. No aún.

— ¿Alguna noticia de Armendáriz?
—Hasta ahora su equipo sigue peinando la zona; seguro que está reorganizando las ideas, no puede arriesgarse otra vez a fallar.

Mientras los periodistas hablaban de eso, Adrián y sus dos colegas estaban recorriendo al lugar a no mucha distancia.

—Ustedes dos pregunten por ahí si hay alguna pensión o algo parecido, el tipo tiene que haber pasado por aquí.

Mientras los otros bajaban del automóvil, Adrián contestaba una llamada.

—Señor Claudio.
—Te has tardado en encontrarlo.

Sabía que iba a decirle eso, pero aún no sabía lo demás.

—Es verdad, el policía complicó las cosas.
— ¿Por qué?
—Porque al parecer tuvieron una pelea o algo y el tipo escapó, así que ahora está prevenido y se está ocultando; de todos modos estamos más adelantados ahora que la policía, así que ya por la tarde lo tendremos.

Claudio hizo una pausa lo suficientemente clara, sin necesitar decir más.

—No me asegures nada, a estas alturas yo esperaría que ya lo tuvieras resuelto, sabes que la noticia está en todas partes.
—Tiene razón, pero lo haremos bien.
—Eso espero.

Cortó.

3

Víctor retrocedió un paso ante las palabras que había escuchado de Eva. ¿En dónde se había ido a meter en esa ocasión?

— ¿Quién eres tú?
—No importa quién soy, sino lo que hice —dijo ella sin quitarse aún del umbral de la puerta del cuarto—, hace cuatro años maté a mi esposo.

Se quedó un momento sin palabras. Eso no se lo esperaba de ninguna manera, pero claramente ella trataba de decirle algo más ¿Por qué se veía tan angustiada?

— ¿Por qué lo hiciste?
—Porque me tenía encerrada en el sótano, tenía dos cuchillos y quería matarme. Así que decidí que no iba a matarme, al menos no tan fácilmente.

Escuchar eso lo hizo recordar su enfrentamiento con el policía, y se le tensaron todos los músculos del cuerpo; él mismo había estado, unas cuantas horas antes, en una situación muy fuerte, quizás no de peligro mortal, pero si lo tan peligrosa como para actuar por instinto, porque en una situación común no se arriesgaría a hacerle frente a un hombre como ese policía. Pero antes que pudiera preguntar lo que se estaba formulando en su mente, ella siguió hablando.

—Si te éstas preguntando porqué es que te digo esto, es por lo que pasó después. Aunque tendría que haber salido libre sin cargos porque fue defensa propia, tenía antecedentes, así que me creyeron a medias; no fui a la cárcel, pero me obligaron a ser contacto de la policía, por eso es que tengo una pensión, porque así siempre estoy enterada de todo.
—Oh por Dios...
—Y si descubro algo tengo que llamarlos de inmediato, o me meteré en problemas.

Tenía que salir de ahí, era imperativo alejarse lo más rápido posible de esa casa; todo el descanso del baño, la comida y el sueño parecían estar muy lejos ya.

—Eva —murmuró él, muy lento—, escucha, solo quiero irme, te dije que no quiero problemas. No tienes porqué interponerte, no tienes por qué decir que estuve aquí.

Pero ella sonrió con tristeza.

—No lo entiendes. No tengo alternativa, en la sala y en los pasillos de ésta casa hay cámaras grabando, sabrán que les mentí en algún momento.

De pronto se sintió otra vez expuesto, como si decenas de ojos estuvieran mirándolo fijamente. Eva se movió sólo un poco, lo suficiente para quedar por fuera del umbral de la puerta, y marcó el número de la policía; Víctor no podía perder tiempo, así que armándose de valor salió del cuarto.

— ¿Hola? Sí, soy yo, tengo algo que decirles. El hombre que andan buscando, el que se robó al niño, está en mi casa.

Se le oprimió el corazón al escuchar esas palabras, pero decidió no mirar atrás, y cubriéndose de nuevo con la misma cobija que había usado la jornada anterior salió a toda prisa de la pensión; toda la distancia que podría haber puesto entre él y ese policía no había servido de nada, ahora otra vez tenían una pista de su paradero, así que tenía que salir de ese pueblito lo más rápido que pudiera, antes que lo encontraran.

 4        

Armendáriz llegó al pueblo de San Andrés junto con su equipo de trabajo mientras respondía una llamada telefónica.

—Gracias Martínez, déjalo en el corral, por ahora ese auto no me sirve de nada.

Cortó y bajó del vehículo junto con Marianne. Había algo extraño en el aire, y sus temores se empezaban a hacer realidad.

—Está aquí.
— ¿Cómo dice señor?
—Segovia está o estuvo en éste lugar Marianne, en éste pueblo pasó algo.
— ¿Cómo lo sabe?

El policía señaló la calle principal del pueblo.

—Es temprano, pero hay gente en las calles y en las puertas, se ve que ocurre algo. Seguramente lo vieron, o alguien preguntó por él, y por eso están nerviosos, recuerda que en éstos pueblos nunca pasa nada.

—Pero nosotros no hemos hecho nada, usted dijo que había que actuar de otra forma.

Armendáriz pensó en ese periodista que lo había molestado antes; alguien más estaba por esos lados, y la perspectiva de algún periodista muy aventajado no era alentadora.

—Por ahora quiero que se ocupen de hacer todas las preguntas, vayan a los sitios que ya saben.
—De acuerdo.

Marianne se alejó para dirigir a los demás, mientras un hombre descendía de un automóvil y caminaba hacia Armendáriz.

—Buenos días oficial.
—Buenos días.

Era policía. Se saludaron formalmente; el otro hombre era mayor de cuarenta años, corpulento, de figura fuerte y actitud un poco tosca, lo que te da una vida alejado de la ciudad.

—Armendáriz.
—Un gusto señor, soy Vidal. ¿Que lo trae por aquí?
—Estamos haciendo un barrido de la zona, se trata de la búsqueda de una persona, concretamente el hombre que se llevó a un lactante.

El otro se cruzó de brazos.

—Lo vi en las noticias, fuerte el asunto.
—Es verdad. ¿Ha visto algo extraño, algo fuera de lo común?
—Pasó un auto blanco hace poco, se nota que no es de por aquí; no hablé con ellos, pero una persona me dijo que consultaron por lugares para alojar, pero no se quedaron en la pensión. Ahora que si me pregunta por alguna persona sospechosa, no he visto nada.

Periodistas.

— ¿Hace cuánto fue eso?
—Hace más o menos diez minutos.
—Gracias.
—Espere, creo que puedo ayudarlo en algo más; tenemos una persona que puede darnos más información, si me acompaña le diré.
—Está bien —replicó Armendáriz— ¿De quién se trata?
—De la dueña de la pensión.

5

Álvaro se había subido al techo más alto que había encontrado en la entrada del pueblo, tratando de tener la mejor visual; era cierto que habían perdido mucho, pero seguía teniendo la sensación de que estaban en la línea correcta. En ese momento, mientras permanecía acostado boca abajo, recibió una llamada de Romina.

— ¿Ya estás arriba?
—Si —respondió enérgicamente—, tengo una muy buena vista, pero no he visto a Segovia.
— ¿Y los del auto blanco?
—Por irónico que suene, a un par de cuadras del gorilote; quédate ahí, trata de no llamar la atención, en seguida te aviso hacia donde hay que ir.

No cortó, pero se mantuvo en silencio mientras miraba por las calles de cemento y tierra del lugar, donde resaltaban tanto el auto blanco de esos matones como los oficiales de policía repartiéndose por puertas y ventanas haciendo preguntas. Y en ese momento vio.

—Romina, lo encontré.
— ¿Donde?
—Por la calle principal, va directo a donde pasan los buses, quiere salir de aquí.
—Voy a dar la vuelta para tener buen punto de vista desde el otro extremo —dijo ella mientras se sentía el motor de la camioneta arrancar— ¿Quién crees que lo va a atrapar primero?
—A éste paso los del auto blanco, lo que quiere decir que podríamos tener la exclusiva de su captura, si es que Armendáriz se aviva y se mueve más rápido. Además sabremos si es que esos tipos son aliados suyos o no.

Tenían la mejor oportunidad, por fin estaban sobre una noticia que hasta el momento nadie más tenía, y si las cosas funcionaban como lo esperaba, al día siguiente estarían cocinando la noticia perfecta.



Próximo capítulo: La noticia principal

La otra matrix Capítulo 13: Palabras clave



Heavythread y otros dos fueron los que resultaron más dañados durante el ataque del clon de  Shockwave, y aunque la intervención de Filence fue clave para evitar más daños, entre los que resultaron afectados por los disparos de manera directa, los que cayeron de la corte y los que recibieron daño, hubo un total de 15 heridos; sin embargo, ante la muerte de Undertow, nadie se preocupó de esos detalles, e incluso el propio Heavythread exigió que lo ayudaran a asistir a la ceremonia póstuma.
Entre los restos de la plataforma de aterrizaje, que había sido reducida casi a un tercio después del ataque, se instaló la pira funeraria, que consistía en una sencilla base triangular con postes en los extremos, los cuales generaban gravedad de bajo poder y sostenían el cuerpo levitando, mientras desde sus extremos se esparcía una solución química que junto con el fuego de la plataforma base permitiría incinerar los restos del caído robot. Aldren dijo unas breves palabras de despedida, pero viéndose superada por la emoción, guardó un respetuoso silencio, que se extendió a los demás en la corte, mientras con el viento de esa aciaga jornada se dispersaba el polvo de estrellas en el que se había convertido Undertow; después, durante ese mismo día, nada se hizo en la corte de los despreciados, y aunque muchas de las heridas eran de gravedad, nadie quiso interrumpir la ruta de partida del guerrero más valeroso del grupo, y defensor del asteroide.

—Empiecen las reparaciones más urgentes y reparen a los heridos para que podamos partir —dijo Aldren al despuntar el día siguiente—, aún estamos en riesgo en este planeta y debemos alejarnos.

Las labores en la corte se retomaron con una aparente normalidad, pero la líder notaba el temor, cansancio y por sobre todo la tristeza que inundaba a todos: hacía muchísimo tiempo que no perdían a uno de ellos y la experiencia era muy dura de enfrentar, sin embargo en su interior sabía que estaba obligada a animar al resto y empujarlos a seguir adelante, o de lo contrario el sacrificio de Undertow sería en vano.


2


Cybertron. Laboratorios subterráneos en Tarn. Mientras tanto.

Al comenzar la siguiente jornada, Spektre salió de sus aposentos y entró precipitadamente en los de Arciagan.

— ¿Qué sucede? —dijo ella sorprendida de verlo actuar de esa manera— ¿Hay noticias sobre Runflight?


Spektre, por primera vez en mucho tiempo, estaba angustiado por algo; es más, incluso podía reconocerse a sí mismo estar asustado.

—Nuestros planes de ayudar a los Autobots para detener a Runflight van a tener que quedar en el olvido —replicó ásperamente—, hemos cometido un grave error.

Arciagan hizo a un lado el escáner que registrada de manera diaria el funcionamiento de su cuerpo y enfrentó a su compañero.

—El Clon de Shockwave.

Spektre le enseñó una tableta en donde figuraba un mensaje codificado: el remitente era el mismísimo cíclope, y luego de ingresar unos códigos, la información quedó legible para ambos. El texto era breve, sencillo en contenido, pero poderoso por su significado.

“Acabo de recibir la señal remota de la desactivación que ordené tiempo atrás del clon”

Arciagan volvió a leer el mensaje; recordaba a la perfección que cuando sustrajeron el clon, realizaron la desmantelación de este y un escaneo profundo de las partes, con el fin de evitar cualquier tipo de dispositivo de rastreo que delatara su nueva ubicación, y aquella revisión había terminado con éxito.

— ¿Cómo? —dudó un instante antes de continuar hablando— ¿Cómo puede haberlo sabido?
—Lo revisamos antes de realizar todas las mejoras —replicó él—, y siempre estuvimos tan seguros de haberlo hecho bien que no realizamos una revisión posterior, es decir antes de enviarlo a esa misión de prueba.

Es decir, pensó Arciagan, que las noticias eran malas por partida doble. El Clon no sólo había fallado en su misión de destruir a Aldren, sino que ese fracaso los había delatado antes del cíclope; sin embargo la gran pregunta era por qué les enviaba un aviso en vez de llamarlos ante su presencia o enviar a alguien a destruirlos.

—Entonces él siempre supo que el clon no fue destruido —concluyó ella—, sólo dejó que pasara el tiempo hasta descubrir quién se encontraba detrás de todo esto, y cuáles eran sus objetivos.
—Sus cálculos son brillantes como siempre —replicó Spektre en voz baja—, y nos deja a nosotros en una situación difícil y comprometida, ahora él sabe que estamos entre la espada y la pared ¿qué es lo que vamos a hacer? ¿iremos ante él a entregarnos, le diremos que el clon fue usado para una causa que era conveniente para él, jugándonos la vida en que nos crea, quizás nos quedaremos aquí haciendo como que no ocurre nada, quizás intentaremos escapar?

Mientras hablamos, pensó ella, puede haber una escuadra de elite esperando a que salgamos de este sector, las comunicaciones pueden estar intervenidas o simplemente puede haber ordenado que se corte el suministro de energía a esta zona y se bloqueen de manera permanente todos los accesos; siempre nos sentimos seguros en los subterráneos, y ahora es como si hubiéramos cavado en ellos una tumba.

—No podemos quedarnos sin reaccionar, es imperativo que tomemos una decisión.
— ¿Qué sugieres?
—Jugarnos el todo por el todo por el plan original. Si saber qué es lo que pretende Runflight no nos ayuda, entonces nada lo hará.

3

Los siguientes dos días en la corte de los despreciados fueron de bastante trabajo para todos; alejados del ambiente festivo y cómodo que había conocido antes, las acciones de todos estuvieron principalmente definidas por Aldren, quien manejó todo presencialmente y consiguió que, al segundo día, ya estuvieran fuera de la órbita del planeta que tan malos momentos les había traído.

— ¿Dónde está Soulbreaker?
—En el promontorio.

Heavythread había estado muy silencioso durante esos dos días, procurando ayudar en todo lo posible tan pronto estuvo recuperado de las heridas de batalla. Esa jornada, Aldren se había quedado sola en el puente por decisión propia y el tanque entró sin pedir permiso.

— ¿Aún piensas ir por la amatista estelar?

Aldren giró en su asiento y lo miró.

— ¿Por qué me estás preguntando eso?
—Para que alguien hable de algo —replicó él con simpleza—. Me estoy volviendo loco con este silencio; Usleazy aún no se recupera del trauma del ataque, y aunque estuviera bien, el bar seguiría vacío, nadie habla con nadie, parecemos esclavos dentro de este lugar y no porque tú nos des órdenes, sino porque todos están muy afectados.

Aldren sabía que los ánimos estaban mal, pero su propio estado le impedía salir del ensimismamiento.

—No es primera vez que pasamos por esto, cuando murieron Starheil y Mirr también estuvimos bastante mal.
—Lo sé, es sólo que a veces me pregunto si estas cosas no pueden terminar por quebrarnos.

No hablaban muy a menudo de las cosas que tenían relación con las aptitudes especiales de los dos, pero ella supo que se trataba justo de eso, en ese momento.

—No habrías podido hacer nada.
—Mi escudo pudo haber hecho la diferencia.
—O podrías haber muerto junto con él —replicó ella con firmeza—. Escucha, me siento tan mal como tú por la muerte de Undertow, pero a él es a quien le debemos volver a animarnos, ayudar a los más débiles de la corte y recuperar nuestro humor.

Se hizo un largo silencio entre ambos. Al final, Heavythread tomó la decisión de preguntar algo que había estado en su mente desde la jornada del ataque.

— ¿También te sientes frustrada por no haber podido hacer más?

Aldren no respondió de inmediato; se quedó mirando cómo Filence entraba en el puente de mando a paso lento.

—Filence ¿ocurre algo?

El robot asintió, pero en vez de mantenerse en silencio como era su costumbre, alzó la voz, un sonido calmo y medido que contrarrestaba la ansiedad de él y la angustia de ella.

—Todos te necesitan. También él.
—Lo sé.

Heavythread se interpuso entre ambos.

— ¿De qué están hablando, qué no me has dicho?

Desde que descubriera la forma de utilizar su capacidad de ver algo del inmenso mar del futuro, Aldren jamás se había sentido, a la vez, tan segura y tan atemorizada por algo de lo que no tenía certeza ninguna. Pero Filence, el silencioso y al tiempo sabio robot tenía razón.

—Esta falta de certeza es lo que me está matando.
—Pero en este asteroide, tú eres la luz que nos ilumina. Aconseja a tu propia voz interior, de la misma manera que lo has hecho con nosotros durante todo este tiempo.

Heavythread sintió que se quedaba sin soporte; Aldren no podía ver, estaba ciega con respecto a algo, a alguien en particular. No se trataba de lo que no querían decirle, sino de lo que no podían.

—Dime que no es cierto. Dime que no es por el mismo motivo que él…



4

Espacio. Asteroide mecánico. Mientras tanto.

Sentinel Tau siguió la misma ruta que la vez anterior, volando a baja velocidad mientras ubicaba en el asteroide la misma zona donde descendiera la vez anterior, aunque en esta ocasión lo hizo de manera independiente y sin seguir instrucciones. Unos instantes después, cambió a modo robot y se internó en el mismo sitio que antecedía a la construcción en donde alojaba quél al que iba a buscar.

—Runflight.

No escuchó voces ni sonidos, y ante eso, tomó la decisión de entrar en el lugar; estaba desocupado.

—Qué extraño.

Sólo faltaban dos días para que la reunión con Rodimus tuviera lugar, de modo que ya era momento de reunirse con el mercenario retirado y viajar hacia Cybertron, traspasar junto a él LA muralla autobot y entrevistarse con el líder; estaba seguro que, bajo su supervisión y el beneplácito del comandante supremo de los autobots, Runflight se convertiría en un estandarte de la redención, y en un futuro no muy lejano, incluso luchar junto a él en contra del asedio de los decepticons.

—Sentinel Tau.

La voz lo sorprendió, y giró hacia el umbral de la puerta de entrada; Runflight aparecía allí en forma de un lobo, mirándolo con destellantes ojos escarlata.

—Qué tal.

El otro no dijo nada, sólo cambió a robot y se le acercó.

—Me extrañó no verte al llegar.
—Perdí un poco la noción del tiempo —explicó el mercenario saludando—. Me dediqué a recorrer por última vez el asteroide; mal que mal, ha sido mi hogar hasta ahora, y no volveré otra vez.

Dio unos cuantos pasos y regresó hacia la puerta, haciendo un gesto a su interlocutor de que lo acompañara.

—No tienes que ser tan drástico —dijo Sentinel Tau con tacto—, no es necesario que te despidas de todo para siempre.

Juntos caminaron hacia un costado de la construcción, donde una serie de artefactos de fabricación propia lucían amontonados, aparentemente sin uso.

—Sí, es necesario, por completo —explicó Runflight—. A partir de hoy, ya no seré más el que se conoció, comenzaré una nueva etapa y quiero dejar todo atrás, necesito que todo esto —señaló de manera amplia el entorno—, sea parte del pasado.

Sentinel Tau lo observaba en silencio mientras se explayaba, y se convencía cada vez más de que sus decisiones al respecto habían sido las correctas.

—Reconozco que pensé, durante estos días, que podías arrepentirte de ir de cuerpo presente ante el líder autobot.

El otro se detuvo ante el montón de artefactos.

— ¿Arrepentirme? Esa idea jamás pasó por mi mente.

Eso hizo que se sintiera confundido. No era lo mismo que le dijera la vez anterior.

—No entiendo, me dijiste que tenías dudas acerca de revelar tu paradero o enfrentarte a los autobots.
—Desde luego, no sería sensato de mi parte hacer algo como eso, pero dijiste que tenías concertada una cita con el líder. Dijiste que contigo harían una excepción.
—Sí.
—Dijiste que podrías entrevistarte con él, que eras casi su mayor oficial, el más confiable.

Las palabras de Runflight denotaban cierta ansiedad, pero Tau no podía identificar a qué se debía.

—No puedo pasar por la burocracia —contestó sin saber hacia qué punto se dirigía en esa parte de la conversación, que a la vez parecía repetirse, y ser una nueva, con otro sentido—. Por eso es que te ofrecí mi compañía.
—Por eso es que nunca dudé —reflexionó el otro— De alguna manera, siempre supe que salvarte la vida sería útil, pero tengo que reconocer…
— ¿Qué quieres decir con…?
—…que nunca pensé…que tanto…

Mientras hablaban, y Tau trataba de descifrar las confusas palabras de su interlocutor, este se había ubicado, de manera estratégica, entre él y el armatoste. Con un movimiento rápido y muy fuerte, empujó al autobot hacia el amasijo de metales, que tan sólo al contacto con su cuerpo, demostró su verdadera naturaleza.

— ¿Qué significa esto?

Por instinto, Sentinel Tau intentó activar los cañones, pero lo que en apariencia era un montón de chatarra, era un sistema de tentáculos roba energía, que con una tecnología inspirada en la principal característica de los insecticons, funcionaban como sanguijuelas que se adherían y chupaban la energía de cualquier ser robótico, usando ese mismo flujo para hacerse más fuertes.

—Libérame, ¡Runflight!

El mercenario contempló a cierta distancia la macabra escena, donde el amasijo de metales envolvía el cuerpo del centinela, mientras este luchaba infructuosamente por liberarse; de haber reaccionado al momento de recibir el empujón, habría tenido una oportunidad de liberarse, pero la había perdido, por creer.

—No te alarmes, esa cosa no va a matarte.

Sin esperar más, disparó un láser al punto central de la sanguijuela energética, con lo que la desactivó; Sentinel Tau se liberó con un esfuerzo tremendo, pero sólo alcanzó a dar dos pasos antes de caer de espalda, exhausto.

— ¿Qué…qué sucede?
—Sucede —explicó el otro inclinándose sobre él—, que dejar de trabajar me dio mucho tiempo para fabricar esa cosa que consiguió inmovilizarte; debe sentirse terrible volver a caer en un estado como este.
— ¿Por qué…?
—Porque en el bando autobot hay algo que tú, Ultramagnus y un sucio loco encontraron, trasladaron y protegieron sin apreciar su inestimable poder.
— ¿De qué estás hablando?

Runflight soltó el arma; no la necesitaba en ese momento.

De la copia de la matrix de liderazgo autobot. Y ahora que tú has caído ante mí, al fin podré traspasar la Muralla sin interrupciones.

Sentinel Tau comprendió con horror que los planes de Runflight jamás habían contemplado dejar de ser quien era. Pero sí pretendía llegar hasta Rodimus. Tenía que detenerlo.

—Aunque me mates, no podrás llegar sin mí.
—No seré yo quien vaya hasta ese lugar —replicó el mercenario, con voz alegre—. ¿Por qué me pondría en riesgo a mí mismo, cuando puedo ir, disfrazado de ti?

Sentinel Tau levantó un brazo, tratando de llegar al otro que aún lo miraba con atención, inclinado sobre él.

—No los engañarás.

Runflight soltó una risa malévola.

—Claro que van a caer ante el engaño, porque no usaré un simple holograma o un disfraz. Iré hasta el centro mismo del bando autobot, convertido en ti.

El centinela sintió una punzada de terror.

—No…
—Sí —corrigió el mercenario—. Sí, y mil veces sí. Mi objetivo siempre fue el mismo, pasar al siguiente nivel, fusionando tu coraza con la mía, y ahora que he depurado la técnica, solo necesito un ingrediente más: tu chispa.

Sentinel Tau se aferró al otro, intentando extraer de sí mismo una energía que lo había abandonado por causa de la sanguijuela.

—Yo… yo confié en ti…
—Y eso —dijo el mercenario, exultante—, es algo que jamás dejaré de agradecer.
— ¡¡Noooo!!

Con un movimiento certero, Runflight clavó su mano, como una garra, en el pecho del autobot, activando a la vez el comando de conversión múltiple que había modificado durante el último tiempo; la chispa del centinela estalló en mil colores, entre un desgarrador grito de horror del caído, y la risa eufórica del mercenario, que mientras su enemigo caía, adoptaba su apariencia por completo, hasta convertirse en él.




Próximo capítulo: Tres luces, un origen

La traición de Adán capítulo 29: Una sola dirección




–Me iré. Ya no puedo seguir quedándome aquí.

Las cosas se habían salido de control. Ya no se trataba de encontrarla, porque eso lo había hecho. Se trataba de que ya no seguiría con eso, no soportaba estar con el juego del gato y el ratón.

–No permitiré que arruine mi vida. Si me encontró aquí, entonces me iré tan lejos como donde no pueda encontrarme.

No, definitivamente no entraría en ese juego. Ella estaba ahí, a solo un palmo de distancia, tenía que llegar a ella de una vez. Pero no, nuevamente se le escapaba, con esa misma actitud caprichosa que había tenido cuando era más joven, mirándolo con esos ojos tan intensos y seduciéndolo, pero a la vez burlándose y huyendo; no lo permitiría más, ahora estarían juntos, y ella jamás volvería a escapar. Sería su Eva y de nadie más.

–Ya llegamos.

Julio Cisternas volvió de sus pensamientos y bajó del vehículo; estaba en una zona residencial, a muy poca distancia de la carretera que salía de la ciudad, un territorio antiguo, marcado por el tiempo que había establecido allí a la gente y a sus casas en el silencio y la calma, al menos aparente. El hombre pasaba la cincuentena, pero los años de trabajo en el campo le habían conferido un físico imponente, y aún alejado de esas labores, se mantenía como un hombre grande y de miembros fuertes. El taxi en el que iba Eva se había detenido solo momentos antes, ignorando por completo al vehículo común en el que iba él. Iba a escapar, iba a subirse a un vehículo que la llevaría oculta junto a ese hombre que la poseía ahora, pero no por mucho tiempo más. Caminó a paso firme, viró en la siguiente esquina y la vio caminando algunos metros más adelante; ocultó tras un vehículo estacionado, el hombrón vio como ella tomaba en la siguiente esquina a la izquierda, y aguzando el oído, le pareció sentir un motor ronronear no muy lejos de ahí. Apuró el paso, y entonces la vio, acercándose a una van, encontrándose con el mismo hombre al que había visto besar en la cafetería el día anterior. El hombre la enfrentaba por algún motivo y ella trataba de acercarse. ¿Pelea de amantes? No duraría, no le daría oportunidad a ese tipo de poseerla nuevamente.

– ¡Eva!

Su grito atronó en la silenciosa calle, e hizo que los dos voltearan sorprendidos. No había más tiempo, esta vez ella no volvería a burlarse de él.

– ¿Quién es ese tipo? –le preguntó Samuel a Eva sin comprender– ¿qué significa esto?

Había descubierto los planes de Adán de huir del país junto con ella, y creía haber llegado en el momento preciso a intervenir y arruinar sus planes, pero la mirada fría de Eva y ese extraño hombre acercándose lo hicieron dudar. Demasiado tarde entendió que las cosas no eran lo que parecían.

– ¡Que has hecho!

La tomó fuertemente por los hombros, pero para ese momento el hombrón estaba muy cerca de ellos, y lo empujó a un costado; hábilmente Eva se quitó del camino, lo que le dejó el camino libre a Cisternas para lo siguiente.

–No lo vas a hacer Eva... ni tú ni él se burlarán de mí.

Eva retrocedió hacia la van que la esperaba a poca distancia; algo había salido mal, aún no sabía qué, pero la mirada desquiciada de ese hombre le advirtió que el plan que habían trazado con Adán había sido un error. En el vehículo a una cuadra de distancia, Adán soltó el volante y se dispuso a bajar, presintiendo también que las cosas habían salido de control, pero todo sucedió muy rápido. Cisternas extrajo un arma de su bolsillo, y con una expresión colérica en el rostro apuntó a Samuel, que reaccionó por instinto a correr justo en dirección a donde iba Eva a toda velocidad.

– ¡No me dispares! ¡No dispares! ¡No dispares!

En medio de los gritos de horror de Samuel, Adán regresó al volante y arrancó el motor, dispuesto a sacar de ahí a Eva antes que las cosas se pusieran peor de lo que estaban. Cisternas no esperó más y disparó.

– ¡No!

Samuel cayó fulminado por el disparo, pero el hombre no se detuvo y volvió a apuntar.

– ¡Eva!

Adán presionó con todas sus fuerzas el acelerador y enseguida el freno, sacando chispas del pavimento mientras el vehículo se sacudía; Eva aprovechó la cercanía para arrojarse al interior por la puerta lateral, pero Cisternas los había alcanzado y trató de subir también a la van detrás de ella. Sin pensarlo dos veces, Adán volvió a presionar el acelerador, y giró el volante con fuerza, sacudiendo nuevamente el vehículo en una maniobra muy arriesgada para una calle tan estrecha; consiguió girar la van en 180 grados, aplastando al hombre contra una muralla. Eva aprovechó para empujarlo, y de inmediato arrancaron el vehículo a toda velocidad, perdiéndose por las calles mientras los vecinos del sector comenzaban a salir, alarmados por los gritos y los disparos.
Poco después, Adán había dejado la van oculta en una bodega, y junto con Eva habían vuelto en el mismo anonimato en el que habían salido de un departamento alquilado en una zona apartada; la idea original había sido salir de ahí en secreto para despertar las sospechas de las personas indicadas, pero ahora se hacía vital volver para tramar una coartada. Eva estaba fuera de sí, y realmente Adán estaba muy cerca del límite.

–Es un desastre Adán, ¿has visto lo que hicimos?
–Eva, tienes que tranquilizarte.
– ¡No me digas que me tranquilice! –gritó ella con desesperación– no me digas lo que tengo que hacer Adán Valdovinos, no después de la catástrofe que causamos.
–Aún no sabemos con claridad lo que pasó.

Eva se acercó a él y lo empujó con fuerza, transmitiéndole una corriente eléctrica que explicaba muy bien su estado.

–Por supuesto que sabemos lo que pasó Adán, no hay ningún tipo de interpretación para esto: somos asesinos.

Adán la fulminó con la mirada.

–Cállate, eso no es cierto.
–Claro que sí, todo esto es nuestra culpa. Somos culpables de lo que le ha pasado a esos hombres, tú y yo tenemos esa responsabilidad.
– ¡Ellos eran una amenaza para nosotros y lo sabes! –gritó él de vuelta, pero estaba sintiendo el peso de las palabras de ella– lo único que podíamos hacer era defendernos.
–Eso no cambia el resultado –replicó ella lúgubremente– ahora también tenemos eso en la conciencia.

Adán sabía que estaban en la situación más compleja que pudieron haber ideado, pero no iba a rendirse, tenía que haber una forma de salir adelante.

–Puedo vivir con eso –dijo decidido– puedo sobrellevarlo, prefiero eso a que te ocurra algo, o que no estemos juntos.

Se miraron fijamente. Habían tantas cosas que sabían el uno del otro, tanto en común, una conexión tan fuerte a nivel físico y sensorial que resultaba insoportable la sola idea de estar separados, pero una situación como la que enfrentaban los ponía al límite, enfrentando el amor y la unión que tenían con lo más básico de sus instintos, lo que los llevaba a sobrevivir a costa de cualquier cosa.

–Tenemos que salir de aquí e investigar en que va todo –dijo al fin Eva, sin calmarse pero obligándose a mantenerse en su centro– además necesitaremos una coartada para este tiempo.
–Por el momento sabemos que es difícil que nos localicen en ese lugar, tomamos precauciones para empezar.
–Salgamos de este lugar entonces.

Por la noche recién se emitió una noticia más o menos completa con respecto a los hechos ocurridos antes; la información era escasa y confusa, pero algo sorprendió a Adán mientras estaba en su departamento: ninguno de los dos involucrados estaba muerto. Samuel había recibido el disparo en el pecho, pero en una zona no vital, así que estaba entubado en ciudados intensivos con pronóstico reservado, lo que significaba que habían bastantes posibilidades de que las cosas empeoraran para él; Cisternas en tanto, tenía múltiples heridas provocadas por el que los medios informaban como choque, y varios órganos comprometidos, lo que indicaba que también estaba fuera de combate por el momento.
Eso podía ser bueno desde un punto de vista moral, pero multiplicaba los riesgos prácticos, porque había dos testigos vitales que aun podían arruinar todos sus planes. Habían decidido con Eva mantenerse alejados de momento y siempre visibles, de modo de evitar cualquier sospecha en el entorno; por el momento nadie podía relacionarlos con esos hechos, pero eventualmente alguien podía decir alguna referencia del pasado de Cisternas, o haber visto a Samuel con algún misterioso conocido, y eso llevaría a que quisieran investigar. Tenía planeado algún tipo de enfrentamiento entre Cisternas y Samuel para poder hacer intervenir a la policía y anularlos momentáneamente, inclusive exponer alguna historia inventada que surgiera como verdad oculta, algo de abuso o de drogas para causarles más problemas mientras ganaban más tiempo y podían armar algo más, pero no se imaginó una balacera con todas esas consecuencias. Eva tenía razón, la situación era catastrófica, más todavía porque se encontraban en un punto ciego donde todo podía complicarse aún más en varias direcciones, y además de eso estaba atado de manos momentáneamente.
Solo tenía una alternativa, y esa era seguir adelante sin detenerse. El producto de sus inversiones en la galería ya estaba seguro en una cuenta en el extranjero, y las ganancias por Boulevard y por Hotel estaban dirigidas a otra cuenta, lo que lo protegía ante cualquier eventualidad; no se lo había preguntado, pero lo más probable es que Eva estuviera protegiéndose de un modo similar. Por un lado agradecía haber salido ileso tanto él cómo Eva, pero por otro, estaba sumido en una incertidumbre total, obligado a permanecer firme ante cualquier circunstancia.

Eva estaba momentáneamente recluida en su habitación de hotel, luchando por volver a ser la de siempre; las cosas habían pasado los límites, y lo peor es que ni siquiera podía darse por satisfecha, porque aún tenía que esperar los resultados de los tratamientos a los que estaban siendo sometidos tanto Cisternas como Samuel. Por el momento estaba a salvo, protegida, pero a la vez enfrentada a un mar de incertidumbres; muy a su pesar, trasladó todos sus bienes, las inversiones y ganancias a una cuenta en el extranjero, para protegerse ante cualquier eventualidad. ¿Acaso tendría que escapar dado el caso? Era una mala perspectiva, pero definitivamente preferible a la de encontrarse cara a cara con la policía. Adán tenía razón, debía aprender a sobrellevar lo que había hecho, y no rendirse, porque solo así podría cumplir con sus objetivos, y precisamente en esos momentos el trabajo en Hotel ya le estaba reportando tanto beneficios como interesantes utilidades, que no estaba dispuesta a perder.

Una semana más tarde, las cosas seguían en las mismas condiciones, excepto que tanto Eva como Adán habían regresado a su vida de costumbre, haciendo oídos sordos a cualquier posible peligro mientras este no fuera explícito, aunque en secreto mantenían los ojos puestos en los servicios de urgencia ante cualquier movimiento fuera de lo común. Y lo más tenso es que todo seguía igual.

–Adán, ya tenemos firmado el último permiso, empezamos a trabajar en la zona de construcción hoy mismo.
–Excelente, creí que íbamos a tener que esperar hasta Febrero pero al fin estamos autorizados. Las empresas de maquinarias, la asignación de obreros, los tiempos fuera de horario, las estructuras, los acabados, las obras gruesas, los equipos, está todo definido.

Estaban solos en una de las oficinas de la constructora, después de las seis, afinando los últimos detalles. Sabían que Bernarda estaría en júbilo al saber la buena nueva.

–Ahora viene lo más pesado, la coordinación de todo, porque hasta ahora luce bien en el papel – comentó Eva mirando los detallados planos– me parece un diseño fuerte y sin puntos débiles, creo que la primera impresión será fundamental en los clientes.
–Es cierto, ya de entrada los túneles exclusivos con los decorados especiales y las rutas hacia los estacionamientos modulares son interesantes, además el Hotel cumple con todo lo que se necesita para ser de gran categoría. ¿Sabes qué? Creo que el segundo punto fuerte es la sala de recepción.
–Si es tan impresionante como la sugerimos, entonces si será un gran punto fuerte. Ahora tenemos que avisarle a Bernarda y prepararnos para que nos arrastre a una de sus alcoholizadas celebraciones.
–Es un precio aceptable por ésto –comentó Adán– además lo necesitamos después de todo el trabajo al que hemos estado sometidos. Solo mira la hora, casi dan las siete y ni siquiera hemos almorzado. Propongo que dejemos que Bernarda pague el almuerzo–cena y nos desentendemos de detalles.
–Estoy de acuerdo, hagamos eso.

Adán marcó el número de Bernarda; Eva sabía muy bien que tenían el acuerdo de no mencionar el más mínimo detalle personal durante horas de trabajo, pero sentía en él la irritación y el cansancio por la espera. Ella también estaba nerviosa mientras pasaban los días.

Esteban estaba en su departamento cuando recibió la llamada de F, su misterioso informante al que solo había visto un par de veces y del que no tenía ningún dato; contestó esperando alguna novedad.

–Hola.
– ¿Has visto las noticias? –le preguntó de golpe– ¿eso de que hay dos heridos en un incidente confuso casi a las afueras de la ciudad?

Esteban se quedó un momento sin saber que decir, pero al fin recordó.

–Sí, la vi. ¿Por qué me estás preguntando esto?
–Uno de los dos involucrados, Samuel Benavente, es un genio de la informática; no lo conozco personalmente, pero en este mundo siempre terminas sabiendo algo del resto, y este tipo se inmiscuyó en una serie de asuntos que te van a interesar: estuvo rastreando datos para Adán Valdovinos.
– ¿Qué? ¿Cómo lo sabes?
–No lo entenderías si te explico cómo rastreo a las personas, pero Samuel recibió un par de visitas de Valdovinos antes que la galería de Carmen Basaure fuera inaugurada, y recientemente ellos dos y Eva San Román estuvieron juntos en una cafetería, justo antes del incidente que mandó a nuestro genio a urgencias.

Esteban no entendía nada.

–Cielos, no sé qué decir, ni siquiera entiendo cómo llegaste a eso.
–En parte gracias a las cámaras de seguridad, el resto es ingenio.
–Te creo. Pero tienes razón, me interesa pero no lo comprendo del todo; por lo que imagino, Valdovinos podría necesitar los servicios de Benavente para poder hacer investigaciones o... claro, la forma en que sabotearon nuestro correo.
–Es una posibilidad.
–Por lo que se ha dicho en las noticias, este hecho es confuso y se piensa que hay más involucrados, así que perfectamente... oh, Dios, estoy pensando que Valdovinos podría haber querido deshacerse de él por algún motivo.
–Como tener información.
–No es muy alentador para ti.
–Por eso es que nadie sabe nada de mí, y por suerte soy del tipo físico que con un cambio de cabello y ropa me vuelvo irreconocible; voy a tratar de conseguir más información, aunque estando otro genio en medio puede ser más complicado, pero te digo esto Esteban: me caes bien, este consejo es gratis, cuídate de este tipo, porque tengo la sensación de que a su alrededor siempre hay alguien que sale perjudicado.




Próximo episodio: Deseo en ausencia