Por ti, eternamente Capítulo 14: Caminos convergentes



Álvaro llegó pedaleando a toda la velocidad que podía al sitio en donde estaba estacionada la camioneta; se bajó de un salto, dejó la bicicleta tirada, y corrió hasta ella, que estaba sentada sobre el capó.

— ¡Romina!

Ella volteó lentamente al escuchar su voz. Se le veía alterada, demacrada por el susto que había pasado, pero aún conservaba el control de sí misma.

— ¿Te hicieron daño?
—No —replicó ella con voz grave—, no estaban detrás de mí, yo no era lo importante.

Eso lo tranquilizó mucho, aunque aún sentía el corazón oprimido por la idea de que a su amiga le hubiera pasado algo grave.

— ¿Qué ocurrió?
—Estaba distraída —explicó hablando lento, cuidando las palabras—, me estacioné aquí porque Segovia estaba siguiendo ésta ruta, pero de pronto lo perdí, fue de esos momentos en que pestañeas y desaparece. Estaba en eso cuando aparecieron esos hombres, eran tres, con facha de matones, me quitaron los binoculares, me reventaron un neumático y se fueron.

Álvaro procesaba la información a toda velocidad. Por teléfono ella no le había dicho casi nada.

— ¿Qué te dijeron?
—Eso es lo que me preocupa —siguió más grave— me preguntaron por Segovia y el niño.
— ¿Qué?

Si antes estaba angustiado por ella, esa información lo dejó helado.

—Eso es lo que querían saber. Ya cambié la llanta. ¿Cómo te fue?
—Dejé a Armendáriz con una mano herida y esperando a que llegaran sus colegas. Seguro que viene todo un contingente para acá.

Pero de pronto él se sintió inseguro y débil; Romina y él no solo eran amigos hace años por motivos laborales, realmente su amistad había sobrepasado lo técnico y todo lo que les pasara era importante. En esos momentos no solo se preocupaba por el caso, la seguridad de Romina estaba primero.

—Romina... lo lamento.
—No es tu culpa.
—Puedes dejarlo, no tienes por qué involucrarte.
—Eso no es lo que me preocupa.
— ¿A qué te refieres?

Se miraron fijo unos momentos; si, Romina estaba nerviosa por lo que había vivido poco antes, pero había pasado momentos duros, era fuerte y lo resistiría.

—Nos falta algo muy importante en éste caso Álvaro. Piensa en esto, hay matones persiguiendo a Segovia, ¿Por qué? ¿De dónde salieron? ¿Quién es Segovia?
—Comprendo tu punto, pero lo que no comprendo es qué es lo que tendrían que ver ellos con él, a menos que lo que estuvimos hablando al principio fuera así.
—Que hay algo que no sabemos. Eso explicaría por qué es que Armendáriz está en el caso, por qué e.s que la familia hizo una denuncia tan rápido y por qué el tipo escapó de esa manera.
—Sí, pero aunque tuviera sentido, aún no sabemos nada. Tiene que haber un nexo —siguió él un poco más animado—, imagino que puede ser algún tema de familia, una venganza o algo parecido, resulta más comprensible si tomamos en cuenta la desaparición del niño.

Romina bajó del capó.

—No podemos publicar nada sin tener una información concreta, si lo hacemos nos vamos a hundir de inmediato. Tenemos que descubrir qué es lo que realmente se oculta tras éste caso.


2


Esa tarde de Sábado se estaba convirtiendo en el día más largo de la vida de Víctor, pero no solo tenía eso en mente, también otras cosas; perder el furgón había tenido varias consecuencias para él, la primera de ellas, que no tenía un par de bolsos, en donde tenía ropa suya y comida. Por otra parte, si podía pensar en algo bueno de todo lo que le estaba pasando, contaba que había rescatado el bolso con las cosas de Ariel, que en los otros dos había comida para el bebé, insumos y algo de comida para adulto, y que conservaba la mochila con los más esencial como el dinero y el teléfono celular, aunque no tenía el mapa y eso hacía todo mucho más complicado. La noche se acercaba con rapidez, lo que significaba que tenía que encontrar donde alojar, y principalmente deshacerse del vehículo del policía. A la hora de escapar de esa pelea el auto le había servido de mucho, ya que alcanzaba una gran velocidad, pero no solo era vistoso, sino que de seguro ya estaba encargado por robo, de modo que solo era cuestión de tiempo para que alguien notara que estaba pasando, y siempre estaba la posibilidad de que se le cruzara alguna patrulla de policía. Estaba en una zona semi rural, muy próximo a una zona industrial, por lo que tenía la posibilidad de encontrar alojamiento o algo. Estacionó el automóvil a un costado de la ruta, cerca de unos árboles, y apagó los faros. Desde ese momento era mejor caminar.

— ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre, tienes hambre?

El bebé se removía incómodo en las cobijas en las que estaba envuelto; durante la tarde se había mostrado de bastante buen humor y silencioso como siempre, pero el propio Víctor había optado por concentrarse lo más posible en conducir, no quería pasar por una nueva sorpresa cuando todavía sentía los malestares de los golpes y el dolor incesante en la cara, cerca del ojo izquierdo.

—Espera, ahora te veo. Oh, te hiciste. Lo siento, tengo la cabeza en cualquier parte, ahora te cambio, espera un poco.


Reclinó el asiento del conductor, y tomó uno de los bolsos para preparar la muda del bebé. Mientras tanto pensaba en todo lo que estaba sucediendo.

—Ahora te cambio, vas a ver como quedas sequito.

El niño se comportaba muy calmado cuando estaba cerca suyo. Era sorprendente, pero al pensarlo, le daba la sensación de que estaban en contacto más tiempo, como si de alguna manera Magdalena le hubiera traspasado algo de sus conocimientos y su experiencia, para que las cosas no resultaran tan difíciles; sabía muy bien que todo sería más complejo que antes, pero eso mismo lo impulsaba a creer en su plan original, es decir conseguir un sitio en donde refugiarse y contactar un abogado, en esos momentos era la única forma de protegerse, porque estaba claro que si la policía lo encontraba no iba a poder ni hablar antes de terminar en un calabozo. Pensó en Arturo, pero desechó la idea de inmediato, no podía exponerlo, no después de todo lo que había pasado, además ni siquiera tenía la seguridad de que poner a su amigo en peligro a vez sirviera de algo.

— ¿Lo ves? Ya estás seco de nuevo, ahora ya podemos seguir, te voy a llevar a pie para ver si pasamos un poco más discretos.

Una vez ya cambiado el bebé, se quedó tranquilo como era su costumbre hasta el momento; estaba decidido, tenía que seguir a pie, pero internarse en la próxima zona industrial solo, caminando y con el bebé en sus brazos seguía siendo tanto motivo de peligro como todo lo que había pasado antes, además el sol estaba iluminando con fuerza a pesar de la hora y eso era peligroso para el niño, en gran medida. Pero de todas maneras tenía que seguir, así que haciendo uso de lo que se le ocurrió y lo poco que tenía a mano, se echó a la espalda la mochila y los bolsos, cargó al pequeño en sus brazos, y lo cubrió a él y a si mismo con una cobija para protegerse de la luz, y comenzó a caminar.

—Escucha, vamos a caminar un rato así, para que estés cubierto del Sol; cuando estemos más allá o encuentre donde alojarnos te voy a descubrir.

Poco después escuchó el sonido de un motor acercándose, lo que hizo que se asustara nuevamente. ¡La policía!
No tenía donde esconderse; la calle por donde había entrado en la zona industrial estaba cubierta por murallas y puertas a la calle, y en el momento en donde sintió el sonido del motor estaba lejos de la siguiente esquina. Se quedó quieto en la vereda, apoyado en un poste de luz aún apagado, con el bebé en brazos y cubierto por la cobija; no tenía sentido correr, más le valía taparse lo posible de la cara y esperar.

—Tranquilo...

Sentía el corazón a mil, pero el vehículo que se acercaba no era un auto de policía, de hecho no era de calidad como el que usaba el grandote; bajó la vista cuando se estacionó junto a él, quedándose quieto, rogando que pasara, que lo dejara solo para saber qué destino elegir. Pero cuando el automóvil arrancó, se quedó con una tremenda sorpresa.

—No puede ser...

Le habían arrojado unas monedas.

—Creyeron que era un mendigo —murmuró para sí, sin creerlo—, Ariel, creyeron que era un mendigo ¿te das cuenta?

Por primera vez sintió algo similar al alivio; que creyeran que era un mendigo tenía sentido viéndolo bien, ya que se notaba que traía bultos y estaba muy tapado, pero no solo eso, también era una buena idea para continuar.

—Ya sé lo que voy a hacer. Voy a ser un mendigo, es la forma perfecta de salir de la vista de todo el mundo. Por ahora me voy a olvidar de los medios de transporte, lo principal es conseguir un lugar donde alojar, antes que caiga la noche.


3


Armendáriz iba en el asiento de atrás de un automóvil que conducía Marianne; tenían que reunirse en la siguiente zona poblada, pero en esos momentos el policía estaba pensando en todo lo que había pasado antes.

—Tome.

Marianne le alcanzó unas vendas; la compañía de ella era apropiada, nunca hacía preguntas inadecuadas, y en un momento como ese, aunque probablemente tenía decenas de preguntas, no las iba a hacer mientras él se mostrara silencioso y pensativo. No se trataba de la mano, de hecho la quemadura no era grave y no acostumbraba a quejarse por cualquier cosa, lo que tenía realmente herido en esos momentos era el orgullo, y más importante que eso, la seguridad en sí mismo; desde un principio había subestimado a Segovia y su capacidad física, en primer lugar por verlo como un tipo normal, casi flacucho, que no tendría conocimientos de técnicas de combate ni reflejos entrenados, y eso fue un tremendo error. Es cierto que el hombre no conocía nada específico, pero estaba realmente desesperado, y en casos así la gente podía sorprender, como había pasado en el momento del enfrentamiento que tuvieron; al final, con dispararle a la rueda del furgón solo había logrado asustarlo más, y detonar con ello reacciones inesperadas. Ahora había pasado de estar a un paso de él a solo tener una noción de donde se encontraba ¿Cómo estaría el pequeño?

—Señor...
—Si Marianne.
— ¿Quiere que nos detengamos un momento? Aún falta un poco para llegar al punto de encuentro.

Levantó la vista del suelo y la miró por el espejo retrovisor. Para su sorpresa vio que su mirada no era de incógnita, sino de angustia.

—Estoy bien Marianne.

Se miraron un momento más.

— ¿Qué ocurre?
— ¿Cómo se encontraba el menor?

¿Estaba preocupada por el pequeño, por él o por el destino de la investigación ahora que sabía que su oficial al mando tenía en la cuenta un vergonzoso fracaso?

—Está bien. Y vamos a mantenerlo así.

Ella desvió la vista del retrovisor y volvió a la pista; no más palabras, pero en esos momentos se preguntaba si ella era la única que tenía dudas acerca de su cargo.


 4


La idea de aparentar ser un mendigo había resultado estupenda; desde que lo hiciera, al llevar el cuerpo cubierto y al bebé fuera de vista se sentía mucho más seguro, aunque cuando ya terminaba la tarde su problema se había trasladado a encontrar un sitio donde alojar;

—Tienes que ir por ahí.

Quizás por primera vez en su vida escuchar que le demostraban rechazo lo hacía sentir bien, resultaba reconfortante pasar desapercibido después de estar siendo buscado por la policía; después de bastante trecho llegó a la puerta de una casa que le habían indicado, donde salió a recibirlo una mujer de alrededor de treinta años, morena, de mirada penetrante y fuerte, que lo miró de arriba a abajo.

—La hospedería está más abajo.
—Necesito un cuarto para pasar la noche, tengo dinero.

Ella dudó un momento; iba a mandarlo al diablo, tenía que adelantarse.

—Por favor, solo quiero dormir y darme un baño.
—Está bien, pero si haces cualquier desorden te vas de inmediato, no me importa que hayas pagado.
—Le prometo que no haré nada.
—Entra. Tendrás que pagarme ahora mismo.

Entró junto a ella en la casa; no era muy grande, pero estaba bien ambientada y se veía cómoda. Pagó una cantidad de dinero que desde luego era más de lo que le habrían cobrado si no aparentara ser lo que era, pero no le importó, en esos momentos salir de la calle era lo más importante.

—Tiene baño propio, pero no hay teléfono, si quieres puedes usar el de la sala pero solo para alguna emergencia o algo local. A las once puedes pedir una once o cena, en la mañana a las nueve un desayuno, y eso es todo. Me llamo Eva.
—Muchas gracias.

La mujer lo volvió a mirar de arriba a abajo ¿Que acaso los mendigos no daban las gracias? quizás estaba hablando demasiado bien.

Por fin entró en el cuarto, cerró con pestillo para evitarse problemas, y de inmediato cerró la cortina que cubría la única ventana en la habitación, para después despojarse de la cobija que lo cubría. Ariel estaba somnoliento, pero de todos modos pareció más relajado al sentirse libre también.

—Por fin, ahora podemos tener un poco de tranquilidad.

De inmediato dejó en el suelo la mochila y los bolsos, y al bebé sobre la cama. La sensación de ligereza era sorprendente, pero no era lo único, también sentía cansados los brazos.

— ¿Sabes qué? Creo que tengo que encontrar la forma de llevarte cargando sin tenerte en los brazos, es muy complicado para los dos, además si voy a seguir así necesito disimularte lo mejor posible.

Buscó en uno de los bolsos hasta que encontró una sábana o algo parecido, con la que se envolvió y le hizo una serie de nudos, hasta que formó una improvisada pero firme mochila, como un canguro para llevar al bebé a la espalda o al pecho.

—Estupendo, mañana cuando salgamos de aquí te voy a llevar de ésta forma y vas a estar más tranquilo; ahora lo que necesitamos los dos es un baño, que no por parecer de la calle tenemos que estar malolientes.

Fue directo al baño, y se alegró de encontrar que la ducha tenía tina. Parecía un sueño, y como no pensaba desperdiciarla, dejó corriendo el agua tibia para que se llenara, y volvió a la cama donde Ariel, como ya era su costumbre, lo miraba fijamente.

—Esto es algo que los dos necesitamos, vas a ver como duermes después del baño.

Se desnudó, y de inmediato, arrodillado en el suelo despojó al bebé de sus ropas.

—Espero que no te asuste el agua porque si lloras voy a tener que inventar una mentira bien grande, y aquí ni siquiera hay equipo de música como para disimular. Vamos.

Entró al baño con el bebé en brazos, pero no pudo evitar quedarse mirando un momento su reflejo en el espejo; en el torso desnudo podía ver una serie de marcas enrojecidas, por los golpes que había recibido del policía, y las heridas con sangre seca en la cara producto de ese aterrador disparo, y aún después de varias horas le costaba ver con el ojo izquierdo, pero al menos el dolor había disminuido.
Se recostó con suma lentitud en el agua tibia y reconfortante, sintiendo que esa tibieza lo abrazaba, calmando el dolor y el cansancio que sentía ¡Qué cansado estaba! Una vez que estuvo recostado en la tina, bajó con cuidado al bebé que mantenía en alto, haciendo que tocara poco a poco el agua, aunque el pequeño no se asustó en lo más mínimo.

— ¿Se siente bien?

Al principio se veía algo confundido, pero al estar con el agua casi hasta los hombros se sintió mucho más a gusto y le sonrió.

—Ah, parece que te gusta, que bien, lo que es a mí me hace genial, no me había dado cuenta pero estoy cansado y adolorido. ¿Qué dices? podemos quedarnos en un lugar así, yo podría trabajar en una pensión o en alguna tienda, en éstos pueblos dicen que siempre hay trabajo para el que lo necesita, así que solo sería eso. Podríamos quedarnos aquí para siempre.

De pronto el niño golpeó el agua con una de sus manos, lo que pareció resultarle muy divertido porque rio alegremente.

— ¡Oye! Mira lo que haces, te gusta jugar con agua.

Se quedó mirándolo mientras el niño golpeaba el agua una y otra vez, riendo divertido.



Próximo capítulo: Asuntos personales

La traición de Adán capítulo 28: Verdades absolutas



La noche del cuatro de Enero terminó siendo trascendental para Eva y Adán; ambos, por separado, llegaron a la conclusión de que no podían seguir ocultándose cosas, así que al reunirse en el cuarto de hotel de Eva optaron por hablar con toda sinceridad. Adán le contó su pasado en el hogar de infantes, y Eva de su paso fallido por el matrimonio en el campo, aunque ambos dejaron detalles sin decir: Eva no habló de las insinuaciones que había obviado, y Adán no mencionó su identidad original; de algún modo ambos habían sellado parte de su pasado de manera definitiva, y extendieron el límite de la confianza hasta el máximo que  se permitieron, hasta el punto en que creyeron entregar y recibir el ciento por ciento. Lo más gratificante para ambos fue que nada pareció cambiar o arruinarse, más bien la unión entre los dos se volvió más intensa y completa; cerca del amanecer compartían plácidamente la cama, aunque en realidad sus pensamientos estaban lejos de ser calmos.

–Estuve pensando en todo esto –dijo ella– y creo que puede haber algo que nos beneficie.
– ¿Algo como qué?
–Que quienes nos están amenazando no saben de la existencia de la otra persona.

Adán inspiró profundamente.

–Samuel es un genio de la informática, es seguro que ya sabe que tenemos una relación, así que ese elemento no es ningún beneficio.
–No me refería a eso. Pero piensa en esto: quien me persigue es peligroso y seguramente pretende actuar muy pronto, mientras que quien te acosa es pasivo, pretende conseguir beneficios a largo plazo.

Adán recordó la expresión de Samuel. Que irónico, antes había usado su encanto para conseguir cosas incluso de hombres, siempre sin entregar nada a cambio, y la única vez que había estado dispuesto a cualquier cosa, había sido rechazado.

– ¿Y eso cómo nos ayuda?
–Hagamos que se encuentren –explicó ella lentamente, aun pensando– no quiero ensuciarme las manos, pero ellos ya las tienen manchadas, usemos eso en su contra, convirtamos a cada uno en rival del otro.

Adán guardó silencio. Si Cisternas llegaba a saber de la existencia de un hombre en la vida de Eva, bien podía querer eliminarlo de su camino y en cuanto a Samuel, si explotaba su capacidad de investigación y  sobretodo sus deseos de venganza, bien podía ser una buena idea.

–Creo que tienes razón. No lo había pensado, pero tendríamos que actuar ahora mismo, para no darle tiempo a ninguno de los dos de descubrir el plan.
–Lo que tiene que ver con Cienfuegos es sencillo –comentó Eva– basta con que crea que tengo una relación con Samuel, pero no sé muy bien cómo hacer que él  encaje.
–Samuel es curioso, dejemos que crea que me iré escapando del país, y que me llevo conmigo mi dinero; después solo hay  que hacer  que las cosas coincidan.
–Me parece perfecto. Eso quiere decir que tenemos que poner en  funcionamiento el plan ahora mismo, cuando comience el día.

Eva se sintió un poco más tranquila, ya teniendo algo en mente para defenderse y continuar adelante; por su parte Adán trabajaba en la forma de lograr que todo se diera en su favor.

Micaela estaba en su departamento cuando sonó su teléfono celular; era muy temprano, pero el sonido era el tono de Esteban, así que significaba algo  importante.

–Dime.
–Acabo de comprobarlo –dijo Esteban bastante  excitado– F me llamó, la empresa de armado de estructuras que contrató Bernarda Solar hace dos años está instalada en el país, está dentro de las concursantes para el Hotel del Aeropuerto y ya tiene varios negocios más chicos.

Micaela aún dormía un poco, pero no encontró nada llamativo.

–Perdona, pero no veo que es lo tan importante. Ya habíamos dicho que era probable que eso pasara.
–Eso no es lo importante. Se trata de con quien están haciendo negocios. El restaurante de Pilar tiene instalaciones fabricadas por esa empresa, y un ejecutivo al servicio de Bernarda estuvo sumamente interesado en comprar, aunque lo rechazaron de inmediato.

¿Bernarda tratando de comprar el restaurante de Pilar? ¿Y una empresa suya detrás de parte de la construcción del inmueble? Eso activó los radares de Micaela.

–Espera. ¿Hiciste toda esa investigación por mí?
–Eso es lo que hacen los amigos.
–Eres el mejor hombre del mundo –replicó ella  con la voz quebrada– te lo juro que eres el mejor.
–Espero que muchas otras mujeres también lo descubran –comentó Esteban livianamente– pero si te sigo lo suficiente en tus conjeturas sobre Bernarda, puede ser algo preocupante.
–Lo es. Aquí hay algo muy extraño, no es casual que ocurra una cosa como esta. Muchísimas gracias Esteban, eres el mejor, ahora solo tengo que encontrar la forma de advertirle a Pilar sobre lo que está pasando.

Esa misma mañana Micaela fue al restaurante Morlacos; había oído de él, pero era realmente bonito. No tuvo necesidad de llegar a la administración porque se topó con Margarita antes, y la amiga de Pilar estaba claramente en modo defensivo.

–Margarita, necesito hablar con Pilar.

La otra sacudió su cabello y le dedicó una mirada de rechazo.

–No está.
–Escucha, es importante, sé que debe estar aquí.
–Pilar no está. No para ti.

No estaba llegando a ninguna parte. Decidió no entrar en conflictos.

–Margarita, es importante, por favor, necesito hablar con ella ahora mismo.
– ¿Es  molesto cuando no quieren escucharte, verdad? –atacó directamente– espero que sepas lo que se siente.
–No quiero discutir contigo, necesito hablar de algo urgente, esto no se trata de Pilar y yo.
–Al parecer ese es el problema, que no se trata de Pilar. ¿Tienes alguna idea de lo que ha pasado, de lo que ha sufrido mi amiga por ti? Se supone que está librándose de ti, así que no sé qué es lo que quieres ahora.

Micaela se quedó sin palabras un instante. Pilar, que había escuchado la última parte, decidió intervenir.

–Margarita, voy a hablar con ella.
– ¿Qué? –la mujer se sorprendió al verla– pero Pilar...
–Estaré bien, te lo prometo.

Margarita se rindió y se alejó. Pilar enfrentó a Micaela, aunque sin acercarse.

–Lamento venir a molestarte –empezó torpemente– pero descubrí que Bernarda intentó comprar tu restaurante.
–Le dije que no está en venta –replicó Pilar enfática– y se terminó el asunto. ¿Por qué estás aquí?
–Porque descubrí algo más. Una empresa perteneciente a Bernarda, una creadora de estructuras, trabajó aquí, es decir que tiene parte en la construcción de este lugar.
– ¿Y eso que tiene que ver contigo? Es decir, dime cuáles son tus verdaderas motivaciones.
–Es porque me parece muy sospechoso el interés tan repentino en comprar tu restaurante por parte de ella, y el hecho de que una empresa suya esté involucrada me da mala espina, me hace sentir que tiene malas intenciones.
–No veo qué podría hacer en mi contra.
–Pero yo si –afirmó Micaela con fuerza– Bernarda es capaz de cualquier cosa y eso lo sabes. ¿Qué tal si quiere hacerte algún daño por todo lo que pasó antes?

El argumento tenía peso. En ese momento Pilar recordó lo que sintió cuando la llamaron por teléfono, y como es que amenazó a Bernarda Solar por precaución.

–Escúchame –siguió Micaela– sé que estas enojada conmigo y tienes toda la razón del mundo, pero quiero que pongas atención en esto porque es importante para ti. Sé muy bien que Bernarda no tiene límites, y aunque estoy tratando de hacer algo en su contra para evitar que siga haciéndole  mal a todos, no  sé cuánto me voy a tardar, por eso quiero que te protejas. Lo último que quiero es que salgas más perjudicada, ya te hice demasiado daño.

Tenía los ojos inundados en lágrimas. Estaba siendo sincera al máximo, y solo rogaba que entre  la rabia, esa mujer que la había querido pudiera reaccionar a tiempo.

–Gracias por la información –replicó Pilar al fin– lo tendré en cuenta.
–Por favor hazlo. No te  confíes, Bernarda puede ser muy peligrosa pero también es astuta.
–Lo sé. Ahora tengo cosas que hacer.

Se dio media vuelta y entró en su oficina, seguida a los pocos momentos por Margarita. Micaela le dedicó una mirada al lugar mientras salía, estaba muy bien decorado y se olía la buena comida; pero algo no estaba bien, había algo, indefinido aún, pero que no terminaba de gustarle, o tal vez solo era la sensación de peligro que representaba la figura de Bernarda. Dentro de la oficina, Margarita estaba al borde de la desesperación.

–No lo entiendo, la tenía controlada, no tenías por qué aparecer.
–Está bien Margarita –replicó  Pilar tratando de calmarla– las cosas son distintas ahora, tengo que enfrentarla en algún momento o nunca sabré si estoy preparada.
–Igual no era el momento.
–Quizás sí.

Se quedó un momento pensando, lo que detonó las alarmas de su amiga.

– ¿Por qué tienes esa cara?
–Micaela me dijo algo que me llamó mucho la atención. La empresa de armado de estructuras que  trabajo aquí es propiedad de Bernarda Solar.

La otra mujer se quedó un momento en blanco; no hizo conjeturas en voz alta, pero vaya sí que las había hecho.

–Estas tratando de decirme que... ay por Dios... eso significa que ella ¿podría estar tramando algo en nuestra contra?
–No lo sé. Pero de todos modos es raro, no creo que sea una coincidencia que esa empresa justo haya trabajado aquí.
–Pero claro que no es coincidencia –dijo Margarita con tono lúgubre– sabemos lo que  es capaz de hacer ella, pero aun no veo porque... oh por Dios, oh por Dios...
– ¿Qué?
–Ella quiere vengarse de ti, es por eso que lo hizo.
–Pero ya me arruinó la vida, no hay forma de que... a menos que... claro –descubrió al fin– por eso es que la empresa trabajó aquí. No puede hacerme nada, a menos que me ataque a través del restaurante. Lo compra o lo destruye. Margarita, tenemos que conseguir un equipo que haga una evaluación de la construcción y de los materiales de este lugar, temo que pueda haber algo que esté muy mal.

Luna estaba disfrutando de una sesión de belleza en uno de los centros de tratamiento del Boulevard. Estaba contenta con su trabajo y con lo que se venía para el Hotel, pero recientemente había  descubierto una nueva atracción: Adán. Ese hombre era increíblemente atractivo, tenía un excelente físico hasta donde había visto hasta ahora, era bello de rasgos, visiblemente apasionado, fuerte, inteligente y exitoso, pero además de todo eso tenía un ingrediente adicional, y es que estaba completamente enamorado de una mujer; al principio creyó que era algo a la distancia, pero recientemente descubrió que esa mujer era nada menos que Eva San Román, la ejecutiva perfecta contratada por Bernarda. Estaba claro que tenían un romance de máximo secreto, aunque aún no sabía bien el motivo, es decir, casi parecían la pareja perfecta, por lo que no veía algún motivo evidente. Claro que  también estaba la opción más obvia, y es que mantuvieran en secreto el romance para poder sacar beneficios por separado de los negocios y trabajos en los que estaban involucrados. Muy interesante, pero más lo era algo que había visto desde el principio, ese deseo reprimido en  él cuando la veía; seguramente con Eva tenían sexo espectacular y todo eso, pero lo que Luna veía en la mirada de Adán hacia ella era otra cosa, algo que nunca podría encontrar en ninguna otra parte, era deseo en estado puro, ganas de tomar y entregar el cuerpo a lo salvaje, a lo prohibido y oscuro, porque ese hombre seguro que podía tener a la mujer que quisiera y cuando quisiera, menos a ella cuando estaba con la otra.
A menos que Luna hiciera algo al respecto.

Adán ya había dado el importante paso para cumplir con su objetivo de sacar de su camino a los nuevos obstáculos que tenía. Usando direcciones de correo falsas e identidades inventadas, consiguió a través de Internet pasajes para él y otra persona, directo a un país en el Norte del continente europeo, con lo que esperaba que Samuel picara de inmediato. Acto seguido lo llamó por teléfono y lo citó en una cafetería en el barrio bohemio de la ciudad.
Para cuando Samuel llegó al lugar indicado, se encontró con Adán en compañía de Eva San Román, de quien desde luego sabía, pero a quien no tenía considerada en sus planes.

–Siéntate Samuel. Te presento a Eva, ella está colaborando conmigo en algunos negocios.

Samuel se sentó frente a ellos con una expresión inescrutable en el rostro. Ambos se veían tan confiados, tan seguros.

–Samuel, estoy preocupado por un asunto personal y necesito que hagamos un cambio en el acuerdo que tenemos. Disculpa, es de la oficina.

Se levantó y contestó el celular, dejando solos en la mesa a Eva frente  a Samuel. La mujer lo miró evaluándolo.

–Adán no me dijo que además de inteligente eras atractivo.
–Imagino que no.
– ¿Y nunca has pensado en que puedes utilizar algo más que tu cerebro en la vida?
– ¿A qué te refieres?

Eva se puso de pie, rodeó la mesa, y lenta y sutilmente se acercó a Samuel que la miraba sin comprender; pronto el acercamiento fue tanto que sus rostros estaban peligrosamente cerca.

–Ese  perfume es exclusivo. Me encanta.
– ¿Qué es lo que quieres?
–Dímelo tú.

Y con gracia, lentamente, acercó aún más su rostro, rozando con sus labios los de él, dejando que la respiración y la sorpresa hicieran el resto, una mano en el hombro en la posición adecuada bastaba para completar la escena. No hubo respuesta.
Eva volvió a sentarse sin un ápice de insatisfacción, más bien parecía divertirse con la situación.

–Estás en el lugar equivocado preciosa.
–No puedes culparme por intentarlo –dijo ella con voz susurrante– en la vida todo se trata de posibilidades.
–Lo sé.

En ese momento volvió Adán, y Eva recuperó su apariencia fría de antes.

–Eva, el contrato con la operadora de máquinas se cayó, tendremos que buscar otra ahora mismo.
–Lo tendré en cuenta.
–Volviendo a lo nuestro  Samuel, me incomoda seguir tus pasos en el acuerdo que tenemos. Ahora mismo estoy con muchos ojos sobre mí y no quiero levantar sospechas, pero una cantidad considerable de dinero saliendo de mis cuentas en estos tiempos puede acarrearnos problemas.
–Supuse que tenías resuelta una coartada.
–No fue así, no desde que el Hotel depende de mí desde antes de comenzar a funcionar; en términos técnicos, soy auditable desde que firmé el contrato.

La mente de Samuel trabajaba a toda velocidad.

–La mayoría de las veces suceden cosas similares, así que no hay mayor motivo para que te preocupes.
–Si lo hay, desde que un hombre se suicidó en medio de la galería de Carmen Basaure. Ahora estoy indirectamente involucrado y lo peor es que el suicidio dejo una serie de interrogantes, de modo que cualquier cosa extraña que ocurra puede ser vista u oída. De todos modos tengo un plan alternativo, porque retiré mis inversiones relacionadas con  esa galería, así que pondré ese dinero en una cuenta de uso compartido, a la que tendrás acceso directo tú o quien tú dispongas. El modo de operar de la cuenta es que por contrato solo se podrá disponer de una cantidad específica de dinero cada cierto tramo de tiempo, así que no será sospecha que el dinero sea retirado por ti o por mí porque la cuenta está  pensada para eso.
–Me parece lógico, aunque desde luego delegaré el acceso a otra persona por motivos de seguridad. De todos modos podríamos haber hablado esto por teléfono.

Adán sonrió espléndidamente.

–No voy a arriesgarme de ninguna manera. En el sobre que tienes en el bolsillo están los datos que necesitas, solo tienes que seguir el procedimiento a través de internet y tendrás acceso a la cuenta; lo único que necesito es que me estregues una dirección de correo electrónico segura a través de la que nos podamos comunicar.

Samuel sacó de  su bolsillo el sobre que Eva había depositado sin que él lo notara. Se dejó el contenido y apuntó en el reverso del sobre una dirección de un apartado creado por él, a través de la cual podía inmiscuirse en la vida de Adán con solo un clic. Le entregó el sobre al otro, quien se lo guardó sin leerlo.

–Sigue las instrucciones al pie de la letra. Y ten ciudado con lo que haces.
–Descuida –comentó él obviando la amenaza velada– tengo muy clara la situación en la que estoy. Ahora nos vamos.

Eva se alejó primero, mientras los dos hombres se ponían de pie.

–No me traiciones Adán, sabes que puedo hacer muchas cosas en tu contra.
–No voy a traicionarte Samu –replicó el otro usando su antiguo trato amistoso– tengo demasiadas cosas de que ocuparme como para perder tiempo en una pelea en la que no soy el más fuerte. Nos veremos.

Samuel volvió a sentarse mientras Adán se desvanecía entre la gente. Que estuviera tratando de huir del país era comprensible, sobre todo si intentaba distraerlo  con el asunto de la cuenta, pero no se saldría con la suya. De momento lo tendría vigilado, y tan pronto como cometiera el error, tendría un argumento más con el que controlarlo, y esta vez por completo.




Próximo episodio: Una sola dirección

Por ti, eternamente Capítulo 13: Lejanía




Arturo estaba aún en la sala muy iluminada y de paredes lisas adonde lo había llevado la policía; nada de dramatismos, nada de teatralidad, solo se trataba de tenerlo ahí y convencerlo de hablar.

—Esto es totalmente absurdo.

Estaba con los mismos oficiales que lo habían ido a buscar a su casa. No habían sido agresivos ni hecho el juego del policía malo y el bueno, lo que en cierto modo era mejor, porque no tenía que plantearse una situación rara, y tenía claro que ambos estaban tratando de convencerlo, usando una mezcla de autoridad y sensatez.

—Sólo estamos pidiéndole algo de cooperación, nada más.
—No, lo que me están pidiendo es que hable algo que no sé.
—Pero usted puede ser cómplice de un delito.
— ¡No lo soy porque no sé nada!

La mujer se mostró algo más empática. Buena, ahora trataban de confundirlo.

—Escuche, alguien nos dijo que usted está involucrado en la huida de Segovia.
—Eso es imposible.
—No lo es, usted conoce a Arnaldo Márquez.

Escuchar el nombre lo puso nervioso, aunque ya había pensado en que pudieran preguntarle por él; de cualquier manera era absurdo negarlo, pero podía usar eso para desviar la atención del tema que era de verdad importante.

—Lo conozco.
—Ese hombre es un reducidor de especies, y según su declaración, cuando fue al domicilio de Segovia usted estaba ahí.
—Por supuesto que estaba ahí —replicó con lentitud—, Víctor me dijo que tenía que pagar una deuda grande, y que por eso necesitaba una gran cantidad de dinero.
—Entonces debería parecerle extraño que lo hiciera así, tan de repente, a menos que usted ya supiera algo.

Lo de sacar una verdad con otra era algo que también se esperaba. Pero en esos momentos agradeció que Víctor no le hubiera contado en ese momento en particular, aunque de todas formas lo supiera después; se había entrenado lo más posible para soportar esa situación, pensando y pensando en preguntas difíciles, pero de todos modos era mucho más complejo y fuerte estando en el caso.

—Me dijo ese mismo día que necesitaba ayuda para conseguir el dinero, por eso contacté al tipo.
— ¿El bebé en sus brazos no le pareció llamativo?

La pregunta del policía estaba teñida de dobles intenciones, pero no podía dejarse impresionar.

—No tenía ningún bebé en sus brazos por el amor de Dios, y el reducidor puede confirmarlo, estuvo dentro del cuarto de Víctor igual que yo.
—Si es su amigo, debería estar preocupado por él.
—Claro que estoy preocupado.
—Entonces ayúdenos.
—No voy a tenderle una trampa si es eso lo que están pensando —replicó desafiante— hasta ahora he tratado de comunicarme con él, incluso le envié un correo pidiéndole que volviera, pero si no lo hace no voy a decirle que nos juntemos en tal parte ni nada de eso que hacen en las telenovelas, no voy a traicionar a mi amigo.

La mujer frunció el ceño.

—Habla como si supiera de qué habla.
—No, no lo sé, ni siquiera sabía que tenía un bebé hasta que salió en las noticias. Pero no necesito saber nada más, él es mi amigo, lo conozco.

Eso había sido un error. Había tratado de mantenerse apegado a lo técnico, pero mezclar  la amistad lo había hecho equivocarse.

—Hay muchas personas que creen conocer a alguien hasta que descubren que tiene una vida secreta —opinó el hombre—, y eso cambia las cosas.
—Puede ser —afirmó forzándose a ser firme—, pero a Víctor lo están buscando todavía, mientras no tenga una prueba irrefutable de que es culpable de algo, voy a seguir confiando en él. Si quieren les doy mis claves de correo si piensan que estoy ocultando algo, pero lo demás es su trabajo, búsquenlo entonces.

2

Armendáriz retrocedió unos pasos. El arma cayó a unos metros de distancia, mientras el policía se cubría la mano derecha con la otra, gruñendo por la quemadura que le provocó la detonación del revólver. Víctor cayó sobre el suelo de la parte trasera del furgón, con las manos cubriéndose la cara y gritando descontroladamente; cuando el policía estaba casi sobre él, el joven lo golpeó con una botella de vidrio, dando el golpe justo en el arma, lo que hizo que se disparara por fuerza. La detonación destrozó la botella, desarmando al policía y arrojando esquirlas de vidrio en todas direcciones, pero principalmente hacia Víctor, que se revolvía de dolor.

Los llantos del bebé lo reactivaron de alguna manera, y de nuevo, guiado por la adrenalina, y también por el dolor que estaba sintiendo, reaccionó, y tomó uno de los termos que él mismo había cargado al interior del furgón. El policía lo había agarrado por las piernas para sacarlo del piso del vehículo, lo que le dio una oportunidad de defenderse; sin parar de gritar y viendo nublado, el joven se encorvó y lanzó un golpe certero en la cabeza, aunque el corpulento policía no lo soltó.

— ¡Detente!

Fue inútil. Víctor volvió a golpear, con todas sus fuerzas, y ésta vez logró alejarlo de su cuerpo. Trastabillando se bajó, y aprovechando que Armendáriz estaba medio aturdido, volvió a golpearlo con todas sus fuerzas.

— ¡AAhhh!

Armendáriz se vio totalmente sorprendido por toda la situación, y con el primer golpe como sorpresa, no alcanzó a reaccionar, dándole espacio al otro de volver a golpearlo; se sintió aturdido como con los golpes recibidos en las sesiones de boxeo, y por instinto se cubrió la cara, pero un nuevo golpe le dio en las costillas, haciéndolo doblarse, dejándole libre el campo. Dos golpes más lo desestabilizaron y dejaron medio de rodillas en el suelo.

— ¡Segovia!

El grito sonó ahogado en sus propios oídos. Víctor soltó el termo, corrió al furgón y tomó de él la mochila, los bolsos que alcanzó, y fue al auto del policía; Ariel seguía llorando estruendosamente, pero el joven lo tomó en sus brazos, subió al asiento del piloto, y emprendió la marcha a toda velocidad hacia el sur. Armendáriz se puso de pie impotente.


3


La camioneta de Álvaro y Romina seguía detenida en la elevación de terreno que estaba a cierta distancia de la granja.

—Oh Dios santo, Álvaro, esto es de antología.
—Pero cuéntame la última parte, no me dejes con la duda —protestó él ansioso—, te quedaste en la parte donde Segovia y el gorila forcejeaban.

Romina no soltaba los binoculares.

— ¡Esto es la lotería! Con las fotos que tengo vamos a poder hacer muchas cosas más.
—Romina...
—Ya, ya, lo siento. Mira, ellos forcejeaban, pero el tipo se soltó, el gorila iba a dispararle o a hacer una advertencia y al mismo tiempo el prófugo lo golpeó con algo.
—Parece mentira. ¿Pudiste ver qué era?
—No, pero cuando veamos las fotos lo sabremos, debe haber sido un tubo de luz, una botella o algo así, la cosa es que ambos quedaron heridos, pero Segovia reaccionó como un gato y lo volvió a golpear.

Álvaro se frotaba las manos ante la noticia que estaban consiguiendo.

—Increíble, increíble...
—Pero eso no es todo, porque Segovia se quedó con el auto de Armendáriz y huyó con él.

Álvaro se bajó de la camioneta con energías renovadas y sacó de la parte de atrás una bicicleta.

—Escucha, voy a quedarme aquí para sacar unas fotos del sitio del enfrentamiento.
—Yo seguiré a Segovia —comentó ella pasándose al volante—, tenemos que establecer un cronograma de huida.
—Ten cuidado, ese tipo es más peligroso de lo que creíamos.
—No te preocupes —replicó ella guiñándole un ojo—, no tengo pensado acercarme, y tú mantente oculto, el gorilote debe estar echando fuego por los ojos y si te ve, es capaz de esposarte a un árbol y dejarte abandonado.
—No hay problema —sonrió él—, no va a verme. Estamos en contacto.


 4


Había conducido sin detenerse durante casi una hora, pasando velozmente del pueblo que era su punto de destino en primer lugar; había callado sus propios gritos a la fuerza, obligándose a estar callado, pero con las manos aferrándose al volante, mirando adelante, sin pensar en nada, solo sintiendo el terror vivo en el cuerpo después de todo lo que había pasado. Ariel había llorado de manera incesante, pero producto del cansancio terminó durmiéndose, lo que a fin de cuentas era mejor porque no estaba en condiciones mentales de hacerse cargo de sus llantos.

Al final, cuando traspasó el pueblo, siguió por un camino rural que vio a un costado y continuó por él, avanzando entre árboles y vegetación. Cuando consideró, dentro de su angustia, que estaba los suficientemente lejos del lugar en donde había tenido el enfrentamiento con el policía, buscó un sitio escondido, una cuna de árboles, y detuvo al fin el automóvil. Luego permanecía inmóvil aún en el asiento del conductor, mirándose fijo en el espejo retrovisor; una decena de heridas poblaban el lado izquierdo de la cara, y en esos momentos estaba quitando el que creía era la última esquirla de vidrio que podía ver, con la piel del rostro y las manos ensangrentadas.

—Parece que esa era la última.

Se recostó con desgano en el asiento, con el dolor punzante en el rostro y los dolores de los golpes que había recibido durante su enfrentamiento con el policía.

—Y yo que siempre había sido pacífico...ahora además tengo una anotación  por agresión a un policía y robo de auto...no puedo creer todo lo que está sucediendo.

Miró a su derecha, encontrándose con los vivaces ojos de Ariel, que recostado en el asiento del copiloto lo miraba de nuevo, tranquila y fijamente.

—Nada de esto habría pasado si no fuera por ti. Estoy herido, agredí a un oficial, robé un auto y estoy perdido en la mitad de la nada.

Pero la mirada del bebé seguía ahí, contemplándolo como desde que lo tenía consigo, con el mismo interés; no era justo, nada de lo que decía era justo, al menos no así.

—Lo siento —murmuró—, no quise decir eso...

Se quedó sin palabras durante un momento. No sentía el impulso de llorar, solo se sentía desprovisto de fuerzas.

—Lo lamento, no quise decir que la culpa fuera tuya...es solo que yo...estoy tan asustado, ese hombre amenazándome por teléfono, y luego ese cura tratando de llevarte, ahora ese policía, y él no escuchaba nada de lo que decía, como si ya estuviera decidido que yo soy un delincuente y...

Cerró los ojos otra vez. Su vida completa era una locura, pero no terminaba ahí, nada había terminado.

—Todo eso fue una cosa tan extrema...pudiste haber terminado herido, pasaste peligro y yo no podía hacer nada, sólo reaccioné lo mejor que pude. Pero es extraño, porque a la vez siento que no deberías estar pasando por esas cosas, que no deberías pasar por ejemplo una noche en descampado ni que te asusten éstos gritos, pero también siento que Magdalena siempre tuvo la razón, que su familia no debe acercarse a ti y yo...yo solo quisiera que estés a salvo.


No solo estaba lastimado, también estaba confundido, dividido entre la idea de mantener su promesa y seguir adelante con la débil alternativa de esconderse y conseguir un abogado que lo ayudara a defenderse. Desvió la mirada otra vez hacia el retrovisor.

—Estoy todo con sangre —comentó sin inflexión en la voz—, pero lo que me preocupa es mi ojo izquierdo, no sé si me pegué o algo, pero me duele mucho...al menos tú eres afortunado, tus cosas y tu comida están en los bolsos...

Volvió a encender el motor; no podía quedarse ahí demasiado tiempo.

—Ésta ha sido la hora más larga de mi vida...pero tengo que seguir, hay que salir de aquí y alejarse lo más posible, porque ese policía debe haberle avisado a toda la ciudad. Y tengo que deshacerme de éste  auto, es demasiado vistoso, aunque nos ha servido bastante...no podemos seguir al sur, tendré que buscar un desvío y después pensar en algo.


5


Un automóvil blanco avanzaba a gran velocidad por la carretera. Al volante iba un hombre moreno, muy musculoso, enfundado en una camiseta blanca; junto a él otro, delgado, de rasgos orientales, y atrás el que parecía ser el líder, un hombre delgado, de figura esbelta y atlética, de cabello negro y rasgos y mirada aguda, que en ese momento contestaba el celular.

—Señor Claudio.
— ¿Cómo va la investigación?
—Estamos detrás de la pista que nos dijo —replicó sonriendo—, hay movimiento de policías por aquí, creo que es porque están cerca. ¿Quiere que nos deshagamos de ese hombre?

La voz del otro lado de la conexión se escuchaba fría y segura, como de costumbre.

—Por ahora solo importa el bebé, ya saben eso. De cualquier manera lo del policía puede ser importante, así que quiero que estés atento, te avisaré cualquier cosa.

Cortó. Adrián sabía que ese tipo de cuello y corbata que era el asistente o lo que fuera de Fernando de la Torre no era lo que parecía, era lo mismo que ellos, solo un matón a sueldo, pero con un sueldo mejor que el de ellos. No era la primera vez que tenían algún tipo de trabajo así, pero si la primera en que tenían que ser cuidadosos y preocuparse de alguien, en éste caso el nieto. El que se lo había robado no sabía en la historia que se había metido al llevárselo de esa manera. Pasado de una pequeña granja, el hombre de rasgos orientales le indicó al conductor que estuviera el vehículo, justo en una elevación del terreno, y se bajó inmediatamente.

— ¿Y a éste que le pasa?
— ¿Qué sé yo? sabes que siempre hace esas cosas.

El oriental ya estaba de rodillas revisando el suelo.

—Jail...
—Espera.

El musculoso se sentó en el capó. Adrián se cruzó de brazos.

—La pelea de la policía fue más adelante...
—No estamos solos —dijo el otro seriamente poniéndose de pie—, alguien más estuvo aquí.
—Tal vez la policía.
—La policía no usa bicicletas —replicó el que llamaban Jail—, además el hombre dijo que la llamada de la policía decía que tuvieron un enfrentamiento después y hacia el oriente. Es decir que alguien está siguiendo al policía o a Segovia, y son dos personas por lo menos. Llegaron aquí en una camioneta y se separaron, uno de ellos va en bicicleta.

Adrián frunció el ceño. Claudio no les había dicho que hubiera más gente involucrada ¿Tenía que llamarlo o no? Decidió esperar, al menos por el momento, hasta que supieran algo más.

— ¿A quién tendríamos que seguir, al de la camioneta?
—Es lo mejor, seguro que ese va tras Segovia.

Ese hombre era muy intuitivo.

—Está bien, suban al auto, vamos a seguir esa pista, pero solo un poco, no podemos dejar que el tipo con el niño se aleje demasiado.


6


Romina estacionó la camioneta a un costado de la carretera y volvió a barrer el terreno con los binoculares. Parecía mentira que ella y Álvaro estuvieran sobre una pista tan buena, con las fotos de la pelea de Segovia y Armendáriz y siguiendo de cerca al fugitivo; aunque en esos momentos la situación podía ser un poco decepcionante, porque a pesar de ser ella misma quien siguió a Segovia en su huida, incluso antes que la policía misma, casi dos horas después no lograba encontrarlo.

—No puede ser —murmuró barriendo nuevamente—, no puede haber desaparecido en el aire.

Ya se había comunicado con Álvaro y le había indicado su ubicación para que se reunieran. Independientemente del caso en sí, sabían que ahora que el policía estaba herido en su orgullo, movería cielo, mar y tierra para encontrarlo, lo que quería decir que ellos tenían que llegar antes para tomar la exclusiva y luego correr para lanzarla en primer lugar. En eso sintió un golpe de nudillos en el vidrio.

— ¿Sacaste buenas fotos?

Otro golpe más fuerte la hizo reaccionar. Miró y se encontró con dos hombres junto a su puerta y a otro delante, apoyado en el capó. Se quedó muy quieta, guiada por un presentimiento.

— ¿Están perdidos?
—Estamos buscando a alguien —respondió el tipo de penetrantes ojos negros—, y algo me dice que tú has visto algo.

No le gustaba, ni la actitud de él ni que la mirara de ese modo, pero sabía muy bien que ante situaciones así tenía que mantener la calma.

— ¿Algo de qué? no te entiendo.

El tipo se acercó un poco más, haciendo que resultara inútil el vidrio, eso no la hacía sentir más segura. Al inclinarse sobre la ventana, Romina vio un arma asomada en el cinturón.

—Yo creo que si me entiendes. Estamos buscando a un hombre con un bebé, el mismo de las noticias. Dime lo que viste. Por favor.

La sorpresa de la visión del arma la anuló por un segundo. El tipo sonrió y le hizo un gesto. Baja el vidrio bonita. No quería hacerlo, pero lo hizo, lentamente, tratando de pensar si resultaría presionar el acelerador a fondo. ¿Tendría que atropellar al de adelante? La camioneta era fuerte, quizás podría, pero no tenía la seguridad, al menos sabía que el motor estaba encendido.

—Dime lo que viste, tengo prisa.
—El hombre pasó por éstos lados hace poco —respondió luchando por no sonar demasiado asustada—, va en un auto gris.
— ¿Hacia dónde fue?
—No lo sé —respondió con total sinceridad—, creí que estaba por aquí pero parece que lo perdí.

El otro pareció satisfecho.

—Gracias. Ahora mejor ve a tu casa, y ten cuidado, acuérdate que a los periodistas no es difícil encontrarlos.

Con un rápido movimiento le quitó los binoculares de las manos, y alejándose tomó el arma y disparó, reventando uno de los neumáticos. Inmediatamente los tres subieron a un auto blanco y emprendieron la marcha, dejando a Romina temblando en el interior de la camioneta. Un momento después la mujer tomó con manos temblorosas el teléfono celular para llamar a Álvaro.




Próximo capítulo: Caminos convergentes






La traición de Adán capítulo 27: Dos balas



Eva estaba en su oficina muy temprano por la mañana; ya había comenzado el mes de Enero y la parte previa de los trabajos estaba andando rápidamente, los permisos y contratos estaban en trámite y ya dentro de poco se comenzaría la intervención en el terreno en donde estaría el Hotel. Recibió entonces comunicación de su secretaria.

–Señorita San Román, al teléfono está Méndez.
–Páseme la llamada. Gracias.

Ya estaba ansiosa por recibir la llamada del detective privado, no podía sacarse de la cabeza la idea del peligro que representaba en esos momentos cualquier tipo de amenaza; tomó el auricular y saludó.

–Buenos días.
–Hola preciosa.

Sintió que se le contraían todos los músculos de la cara en una mueca de espanto; era él, usando el nombre del detective privado. No alcanzó a hablar cuando la melodiosa voz volvió a oírse.

–Es tu culpa. Lo que está pasando en este momento es tu culpa.

Cortó. Lívida, Eva dejó el auricular sobre el escritorio, pero en vez de sentarse tomó el mando remoto del televisor de su oficina y lo encendió, sintonizando el canal de noticias; con horror vio como en ese preciso instante se mostraba la secuencia mientras un periodista relataba los hechos: un vehículo a toda velocidad por la carretera se estrellaba contra un camión al pasar sin detenerse una luz roja. Mientras se mostraba el video, que claramente pertenecía a un ciudadano que había grabado con el celular, en pantalla aparecía la fotografía de la víctima fatal,  identificado como Mijaíl Macrura. Era el detective que había contratado, y estaba muerto. Mientras hablaba un oficial de policía volvieron a pasar el video, y pudo entenderlo: no había sido un accidente, el detective iba siguiendo a alguien en su vehículo, iba siguiendo al automóvil barato y pasado de época que iba justo adelante.
Sonó su teléfono celular, y Eva lanzó un grito de miedo. Era Adán. No podía contestarle, no en ese momento, de modo que cortó y apagó el celular momentáneamente; estaba ahí, en alguna parte, pero estaba ahí, y ya no podía poner distancia entre ellos nuevamente.
Entonces, Eva recordó el pasado, y se sintió nuevamente en medio de la situación que había originado la desgracia que la acechaba sin cesar. Julio Cisternas era un próspero administrador de terrenos en el campo, precisamente en una zona cercana a la casa hogar en donde ella se había criado; un lugar decadente y sucio, presentado a las autoridades como un hogar de esfuerzo, pero que en realidad era sobrellevado por los dirigentes en un régimen estricto como en época de guerra, donde los jóvenes eran lo mismo que prisioneros y trabajadores, dedicados por obligación a realizar las labores que eran necesarias, pero para las que no se les entregaba siquiera lo mínimo, y a cambio de las que recibían menos comida que la indicada. Ella era parte de ese grupo, pero desde siempre supo que eso no era para ella, había algo más afuera de esas paredes y tenía que conocerlo; todos decían que  cumplir los dieciocho era la libertad porque podía irse, pero Eva no podía esperar tanto, no cuando tenía trece y ya estaba desesperada por huir. Debía salir de ese sitio a como diera lugar, y no podía hacerlo sola, así que buscó y buscó, hasta que dio con el objetivo perfecto, un matrimonio sin hijos. Comenzó el acercamiento con bastante facilidad, se hizo de la confianza y amistad de la esposa, y sin adelantarse a los hechos, dejó que su inteligencia terminara el trabajo que sus bellos ojos habían comenzado. Sabía que tenía un efecto en las personas, de modo que cuando ya los tenía en sus manos, dejó que ellos se sintieran como su familia, calculando las palabras y los hechos para que, sin decirlo ella misma, pasaran a considerarla como una hija. Pasaron varios meses en los que estaba cada vez menos en el hogar y más con el matrimonio, más con buena comida y menos hambrienta, pero hubo algo que no pudo calcular con anticipación, y eso  comenzó a pasar, la mirada del marido se modificaba, aunque eran solo destellos, nada más una impresión momentánea. Hizo caso omiso, ignoró las señales, y obsesionada por salir del hogar cinco años antes de lo presupuestado, siguió adelante con la familia a la que estaba decidida a integrarse. Pero el castigo por su soberbia y ceguera estaba muy cerca, porque de la noche a la mañana las miradas con fugaces segundas intenciones se convirtieron en realidad, y el hasta entonces agradable posible padre se volvió en el acosador con perversas intenciones; todo estaba en su contra, pero Eva no se rindió, y aprovechó las oscuras intenciones de él en su favor, para montar un espectáculo en el que a fin de cuentas ella quedó como la víctima absoluta. El matrimonio se quebró, y aunque la esposa jamás creyó que la joven tuviera responsabilidad alguna, tampoco podía seguir cerca de ella, porque su existencia le recordaba como el hombre al que había amado se había convertido en un monstruo. Esa parte del plan falló por completo, pero al menos consiguió en su beneficio una cantidad de dinero en una cuenta bancaria y una beca en un internado, fruto de una combinación de amor maternal y culpa. Jamás volvió a saber de ninguno de los dos, aprovechó la estancia en el internado para pulirse y adquirir el máximo de los conocimientos que ese lugar podía entregarle, y una vez que salió era otra, una jovencita hermosa, inteligente, culta, propia y vivaz, capaz de llegar tan lejos como quisiera. Utilizando una sutil mezcla de encanto y capacidad, se hizo de los contactos necesarios entre miembros de una universidad, ingresó y logró viajar, cultivándose aún más y logrando un ascenso meteórico que muchas otras solo podían imaginar, y que muchas lograrían a lo máximo a los cuarenta, mientras ella no tenía treinta y ya lo estaba logrando; pero el fantasma de ese hombre nunca se fue en realidad, solo había estado buscándola incesantemente, hasta encontrarse con ella en esa ciudad finalmente. Tuvo una aterradora idea, buscó ciertos datos en la red, y comprobó lo que a esas alturas era una especie de profecía críptica: la ex esposa de Julio Cisternas se había suicidado hacía un par de años.
Se sentó ante su escritorio tratando de calmarse. Había llegado demasiado lejos, pero había fallado estruendosamente tanto en escapar como en encontrar un método para alejarlo, y ese hombre estaba loco, ya no importaba si lo estaba por ella, por la ruina o por sus propios demonios, pero lo cierto es que lo estaba, y la siguiente víctima de su locura después del detective, seguramente sería ella.
A menos que hiciera algo al respecto.

Adán viajaba a toda velocidad en su automóvil rumbo a la galería de arte de Carmen Basaure; dejó a un lado el teléfono celular, extrañado de que Eva no solo le cortara, sino que además apagara su dispositivo. Eso no era normal, podía ser muestra de algún peligro, pero sabía que no era de importancia vital o ella se lo habría dicho.
¿Se lo habría dicho?
Recordó la amenaza y el chantaje de Samuel, y se sintió incómodo ante una ficticia escena en donde Eva se preguntaba si él sería absolutamente sincero con ella. Pero no era lo mismo, la situación son Samuel le exigía secreto, por un lado para no arriesgarla a ella, y por otro para tener libertad de acción a la hora de quitarlo de su camino.
Para el momento en que llegó a la galería de arte, la policía ya se le había adelantado y tenía acordonado el sector.

–Oficial, soy Adán Valdovinos, hablamos por teléfono.

El policía a cargo era un tipo cincuentón, de los que han hecho su carrera en las calles. Era demasiado duro para que algo lo impresionara.

–Qué bueno que llegó pronto. El hombre se llamaba Bastián Donoso, estaba con visa de turista, y básicamente se voló la cabeza de un disparo en medio de la galería.

Adán supo al instante que aquel acto de locura había sido cometido en un lugar específico, justo frente a El regreso al paraíso, así que no necesitaba verlo.

– ¿Saben cómo entró?
–Sí, forzó la entrada con una ganzúa. El servicio de alarma funcionó, pero el vehículo de vigilancia no tuvo tiempo de llegar, el hombre se suicidó casi al momento de entrar en el lugar. ¿Sabe quién es este hombre o si tiene alguna relación con la galería o con la señora Basaure?

Adán respondió  con total seguridad.

–El nombre me es desconocido por completo. ¿Tiene alguna fotografía?
–Sí, pero dudo que quiera verla. Aunque tengo su identificación, vea.

Le exhibió un sobre de plástico hermético dentro del que había una tarjeta de identificación. El hombre era prácticamente de treinta y algo, muy atractivo, moreno y de mirada penetrante, eso solo era parte de lo que había atraído  a Carmen.

–No lo he visto, además tampoco es una persona que Carmen haya siquiera mencionado en el pasado. Me pregunto si la pintura habrá tenido algo que ver en esto.
– ¿Por qué lo dice?
–La pintura central de la muestra –explicó Adán para darle sustento  a su argumento– es un cuadro doble, que al mirarlo produce un efecto tridimensional, es decir la persona ve como si estuviera dentro de la pintura, y fue calificada como un espectáculo tormentoso para los sentidos, quizás en determinadas personas pueda provocar un efecto incorrecto.

El policía pareció entrar en sintonía.

–Explíqueme un poco más.
–La idea del cuadro es provocar sensaciones reales, es decir trascender del simple gusto, y se logró. Sin embargo... oficial, yo he visto muchas cosas en mi vida, supongo que entiende  a lo que me refiero.
–Sí.
–Y pues... este cuadro  era perturbador. Pero no sé si a una persona que ya estuviese perturbada podía causarle algún efecto más allá de un simple estremecimiento.
– ¿Está tratando de decir que la pintura podría provocar el suicidio de alguien con las facultades psicológicas perturbadas?
–No lo digo, me pregunto si es una posibilidad.
–El hombre está muerto en el centro de la galería –reflexionó el policía– y su sangre salpicó dos cuadros, se refiere a esos dos.
–Si están exactamente en el centro de la galería y en Angulo de menos de 180 grados, sí.
–Entonces si son esos cuadros. Nunca lo he visto, pero he escuchado de gente que ha enloquecido por personas, objetos, canciones, artistas y actrices, supongo que resulta posible, así que lo agregare a las vías de investigación. ¿Tiene como ubicar a la señora Basaure?
–Esta fuera del país en un viaje de introspección, así que esta desconectada del mundo. ¿Cree que es necesario contarle?

El policía lo miró perplejo.

–Hay un muerto en su galería, y su sangre está en sus cuadros.

Adán se dio cuenta muy tarde de que estaba siendo demasiado frio.

–Lo entiendo, a lo que me  refiero es a si ella es relevante para la investigación.
–Claro. De momento no, ya que no estaba en el país al momento de la muerte de Donoso, pero si le recomiendo que la localice, a la larga la necesitaremos.
–Desde luego. Oficial,  necesito pedirle dos cosas.
–Dígame.
–Lo primero, es que haga lo posible por evitar los detalles escabrosos, la carrera de Carmen depende mucho de eso; sé que es imposible evitar que la noticia se sepa, pero al menos quisiera protegerla lo más posible.
–Haré lo que pueda.
–Lo otro que necesito pedirle es que me contacte a cualquier hora si necesita algún dato, o tiene alguna noticia relevante sobre la investigación; mientras la artista está en el extranjero soy yo quien es responsable de ese tipo de gestiones.
–De acuerdo, estaremos en contacto entonces  ante cualquier situación. Ahora como comprenderá el sitio está acordonado, nadie puede entrar. Si necesita alguna documentación podré buscarla para usted mañana. Tengo trabajo pendiente.
–Gracias oficial.
–Una cosa más.

El oficial lo miró muy fijo, tratando de identificar cualquier rasgo que delatara alguna verdad oculta.

–Le escucho.
–Donoso efectuó dos disparos con esa arma, pero en el lugar solo hemos encontrado huella de una bala. ¿Eso le dice algo?

Entonces Bastián Donoso era el culpable del ataque en la fallida primera inauguración de la galería. No tenía sentido ocultarlo, solo generaría sospechas innecesarias.

–Sí, me dice y a la vez no. Hay un expediente abierto por un ataque a bala realizado aquí mismo, aunque sin heridos, si lo revisa tal vez haya una relación.
–Lo revisaré de inmediato. Buenas tardes.

Si el policía quería encontrar un caso interesante ya tenía uno, pensó Adán, pero la real pregunta era qué tan secreto había sido el romance entre ese hombre y Carmen, porque si se llegaba a establecer alguna conexión entre ellos, las cosas podrían complicarse; tenía que retirar su inversión en las obras de Carmen de inmediato, antes que la noticia se hiciera pública y sus obras se convirtieran en basura maldita. Donoso había disparado una vez antes, y si sus conjeturas  eran correctas, el disparo al cuadro no era accidental, él quería dispararle a la pintura, solo que no podía saber cuál de las dos era la correcta. Si había  sido amante de ella en un pasado distante, tenía que haber un motivo para que se matara de esa forma tan explícita, queriendo decir algo. ¡Claro! Lo que había planteado en un principio como una distracción para la policía podía ser correcto, ¿o acaso no había sido ella quien dijo que en medio del apasionado romance había extremado los detalles de la pintura? Bien podía ser que Donoso también sintió aquello, y al encontrarla más de una década después, le envió el cuadro envuelto en misterio, pero  mostrando un mensaje de paz y amor, que luego se vería trastocado; primero ella usufructuaba de la obra en vez de conservarla como un secreto de amor, y después de la locura de él, en donde destruía el cuadro, la artista hacía otro que demostraba no amor, sino odio y tormento. Ingredientes especiales para cometer una locura. Ahora vendría la investigación de la policía. ¿Qué diría o haría la  inocente Pilar? Tal vez ese era el momento que esperaba para dar el siguiente paso, oculta hasta ahora en las sombras y el silencio. Emprendió nuevamente el viaje en su  automóvil, pensando en que era una buena oportunidad para apartarse de todo eso definitivamente, dejando el capítulo de Carmen Basaure en el pasado y enfocándose en su éxito con Boulevard y el Hotel que venía, y solo tenía que ocuparse de una molestia antes de continuar. Volvió a marcar el número de Eva.

–Dime.
– ¿Estás bien?
–Estoy saliendo de la ciudad para ocuparme de unos asuntos.

No estaba bien; él tampoco, era un mal momento para hablar.

–Yo también estoy atareado. Nos veremos más tarde.
–Sí, veámonos en mi hotel.
–Espero el momento.

Cortó. Aparcó el auto a un costado, con el teléfono celular aún en la mano; algo no estaba bien con Eva, así como a él mismo le ocurrían cosas, pero sentirlo así en esos momentos era muy complejo, también sorprendente. Recién en ese momento reflexionó, y se dio cuenta de que lo que le ocultaba a ella no solo era por seguridad, sino que además había una cuota de desconfianza, no porque ella quisiera perjudicarlo, sino por temor a que algo saliera mal, a que la información una vez transmitida tuviera fisuras y por lo tanto alguien a quien culpar después. Eva lo era todo, era la persona perfecta para él, la única, pero ni siquiera ese amor sobrenatural era más fuerte que sus ansias de supervivencia. Y había tanto en juego.
Sentado en su automóvil, Adán pensó en estas cosas, y pensó también que si así era, bien podía estar ocurriendo lo mismo del otro lado; era un riesgo de quiebre, algo impensable, porque la gente normal con romances débiles quebraban, pero ellos, que estaban conectados hasta el alma, que se habían entregado por entero y más allá de la razón, no podían romper, no podían separarse o de lo contrario, algo así los destruiría. Y por primera vez en mucho tiempo, quizás en toda su vida, Adán no supo qué hacer.





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