Por ti, eternamente Capítulo 10: Buscando el olvido



Víctor conducía a velocidad moderada hacia el sur por una carretera totalmente desierta mientras comenzaba a caer la noche; no sabía ninguna canción de cuna, pero había inventado una, y tarareaba lentamente, en voz baja, sin detenerse, solo repitiendo lo mismo que había ideado.

—En el pueblo...de San Vicente...le cantaban...a los inocentes...para que sueñen...con ternura...y descansen...sus almas puras...en el pueblo...

Ahogó lentamente la voz. A su lado Ariel se había dormido al fin, agotado.

—Al fin se durmió.

Había estado llorando sin detenerse desde su escape de la Iglesia, pero no pudo tomarlo en sus brazos para calmarlo, estaba demasiado alterado y además sentía que debía seguir avanzando sin parar, manteniendo apenas el curso del vehículo con sus temblorosas manos; pasó mucho tiempo hasta que se calmó un poco, pero seguía inquieto, sin llorar pero inquieto, así que optó por cantarle esa canción de cuna inventada, tratando de tranquilizarlo, aunque al mismo tiempo intentaba calmarse a sí mismo. La carretera se extendía negra y solitaria a su vista, solo removida de momento por las débiles luces de los faros. Vio la hora en el reloj, y se sorprendió al ver que casi daban las once de la noche ¿en qué momento? Pero claro, habían pasado cosas que lo habían hecho perder la noción del tiempo. Sentía dolor en el brazo por el golpe que había recibido del sacerdote, pero más le dolía la traición, porque había confiado en ese hombre que se suponía debía apoyarlo y darle cobijo, pero simplemente lo había engañado con palabras dulces. Lo más seguro es que él ya había escuchado la noticia, y descubriendo que se trataba de la misma persona, se decidió por la fórmula más sencilla: utilizar la cercanía que se había provocado para intentar...

—Oh, por Dios...

La frase quedó bailando en sus labios. El sacerdote le dijo que iba a cerrar la Iglesia, pero en realidad sacó las llaves del furgón para evitar que se fuera del lugar, pero tardó demasiado considerando que el vehículo estaba cerca de la puerta.
¡La policía!

Ahogó una exclamación justo a tiempo para no asustar al bebé. Claro, la razón por la que se había tardado más era para llamar a la policía, lo que significaba que en ese mismo momento podían estar siguiéndolo; miró por el retrovisor, y se encontró con la misma carretera vacía por la que ya había pasado antes, pero eso no lo calmaba. Estaba procesando la información demasiado lento, y eso no lo ayudaba, pero ¿qué podía hacer? Si empezaba a pensar de esa manera, podía creer que la policía no necesariamente lo estaba siguiendo, ¿Para qué? podía estarlo esperando en la siguiente zona poblada. Aparcó el vehículo a un costado de la carretera, necesitaba ver el mapa para tomar una decisión más sensata que la última que había tomado.


2


Armendáriz estaba entrevistando al sacerdote mientras su equipo se alejaba a paso lento y cuidado explorando las cercanías de la Iglesia; la llamada de ese lugar solo confirmaba sus sospechas, aunque sí tenía que reconocer que el tipo se movía rápido.

— ¿Se encuentra bien?

El sacerdote asintió mientras el policía miraba alrededor.

— ¿Qué sucedió?
—Traté de ayudarlo —explicó despacio— me di cuenta de quién era mientras me contaba cómo había salido de la ciudad, pero yo quería ayudarlo de alguna manera.
—Me estaba contando que llegaron hasta aquí sin problemas.
—Sí, y le ofrecí un techo para alojar; pero se notaba en su actitud que no estaba bien,  actuaba muy extraño. Me golpeó, y luego se fue.
— ¿Cómo fue el enfrentamiento?
—Me arrojó al suelo. Yo traté de detenerlo, pero me golpeó con mi bastón y luego se fue en el furgón en el que lo encontré al principio, con el niño con él.

El sacerdote hizo una pausa mientras Armendáriz miraba alrededor otra vez; si tan solo Segovia no hubiera huido. Pero al menos saber que el niño estaba con él confirmaba todas las sospechas iniciales, y además lo dejaba en un buen pie para encontrarlo.

— ¿Qué clase de persona le pareció que era Segovia?
—Parecía perturbado —explicó el otro hombre— traté de explicarle que podía hacerle daño al bebé, pero no me escuchó.
— ¿Y el bebé?
—Estaba tranquilo al principio, luego cuando se lo llevó lloraba mucho, aunque en ningún momento pude acercarme a él.
—Escuche padre, un equipo médico viene en camino para constatar lesiones; tengo que retirarme.
—Muchas gracias.

Regresó al automóvil  paso vivo. Por las dudas tenía a su equipo revisando la zona más cercana, pero si Segovia había escapado en esas condiciones era improbable que estuviera cerca aún. Al frente se extendía la única dirección, una carretera hacia la siguiente zona poblada, al sur, por lo que era lógico pensar que el tipo hubiera tomado ese camino; pero nada en ese caso era lógico, partiendo por la desaparición del niño, de modo que no necesariamente tenía que haber ido en esa dirección. Era obvio que devolverse era entregarse, pero si miraba alrededor, podía deducir que al Poniente no podía ir, porque era demasiado escarpado y dejar el vehículo no era opción, al menos no todavía. Pero sí podía ir al Oriente, un furgón podía resistir esos movimientos, al menos lo suficiente como para evitar la principal entrada a la siguiente zona poblada; agradeció tener un vehículo que parecía de ciudad, pero que estaba adaptado para terrenos diversos.

—Demonios.

Mirando el mapa, ya en el auto, descubrió que al sur, casi en línea recta estaba la siguiente zona poblada, y que efectivamente la planicie al Oriente daba bastantes posibilidades de desplazamiento, aunque por fuerza tenías que volver a las cercanías del siguiente pueblo para poder seguir, porque una antigua zona industrial impedía el paso. Por el momento dejaría a los demás trabajando en la zona, esperando que sus presentimientos estuvieran en lo cierto y el caso terminara lo más pronto posible.


Mientras tanto, la camioneta donde iban Álvaro y Romina seguía detenida a un costado de la carretera, a prudente distancia del sector de la Iglesia.

—No debimos quedarnos aquí, el equipo de Armendáriz lleva diez minutos de adelanto.
—Calma.
—Ya veo lo que sucedió, mira, Segovia se refugia en la Iglesia o amenaza al cura, luego escapa, pero él ve hacia dónde va y por eso llama a la policía.
—Es probable.
—Esas camionetas —continuó Álvaro— son rápidas, nos vamos a perder la exclusiva, ahora mismo deben estar a un paso de atraparlo.
—Cálmate Álvaro por Dios —lo interrumpió ella firmemente—, pareces un niño. Escucha, Armendáriz siempre lleva la investigación personalmente, ¿no es así?

Él respiró profundo.

—Es cierto.
—Entonces las cosas cambian un poco; mira, esto es lo que creo: Segovia habla con el cura, y le dice algo importante, recuerda que los desequilibrados hablan en los momentos más inesperados.
—Romina, el secreto de confesión es un secreto, no lo pueden entregar; incluso recuerda ese caso en Escocia donde el sacerdote no pudo revelarlo y el asesino huyó finalmente.
—El punto no es el secreto, sino lo que puede significar. Imagina que el tipo habla algo, o da alguna pista de algo, y por eso es que Armendáriz se queda para investigar. Ahora te apuesto a que el gorilote va en otra dirección, de eso estoy segura.   

Él se revolvió el cabello.

—Está bien, de acuerdo, las cosas están pasando como tú dices. Entonces se supone que él va por la pista mayor.
—Así es colega —sonrió divertida—, así que por el momento sólo tenemos que esperar, y los resultados se verán después, ya vas a ver como ese gorila nos lleva al centro del caso.


3


La madrugada ya comenzaba en la lejanía de las montañas, con un aire frío que por fortuna no era tan fuerte como se lo habría esperado anteriormente. Víctor se vio obligado a detener el avance del furgón, exhausto después de horas continuas de viaje, cuando notó que ya no podía continuar manteniendo el curso del manejo. Deseaba descansar, pero en esos momentos era imposible.

—Cielos...

Faltaba poco más de veinte minutos para las cinco de la mañana, realmente en el volante se perdía la noción del tiempo, pero estaba muy cansado y con sueño.
Había mantenido las ventanas cerradas para evitar que el viento entrara, por lo que además se sentía sofocado; en medio de la relativa oscuridad salió rápido para disfrutar de un poco del viento de la madrugada, que se sentía refrescante en comparación con lo de antes, aunque desde luego que el sueño aún persistía, era como si el peligro y los enfrentamientos anteriores se hubieran convertido en sueño.

— ¿Y ahora qué hago?

Miró en todas direcciones, pero a donde quiera que mirara era lo mismo; ¿estaría avanzando realmente hacia el oriente como se lo había propuesto?

—Cálmate Víctor —siguió  hablando consigo mismo — vas en la dirección correcta, el Norte es en esa dirección, por lo tanto vas al Oriente. El único problema es que sigo sin ver nada.

Había tratado de seguir el mapa, según el cual desviándose hacia el oriente debería llegar a la siguiente zona poblada por una vía antigua, con lo que podría salir de la vista de todos.
A lo lejos, un poco hacia el norte, divisó una sombra en movimiento, y aguzó la vista para ver con más claridad. Parecía un auto, aunque no iba en su dirección, pero de todas maneras eso parecía preocupante. Por mayor preocupación, decidió apagar las luces del furgón, quedándose momentáneamente en la oscuridad, aunque esto no duraría mucho, muy pronto el día ya estaría sobre él y no podía seguir al descubierto.

—Dios, qué sueño tengo...

El viento frío de la madrugada lo había refrescado, pero aún no lo suficiente como para estar completamente despierto; de todos modos entró en el vehículo, donde en el asiento del copiloto Ariel dormía con una inusitada calma. Encendió el celular y conectó el dispositivo a internet; se sorprendió al ver que tenía señal, aunque era débil, pero le permitía navegar de todos modos. No había entrado a sus redes sociales y tampoco pensaba hacerlo, desde un principio supo que eso sería delatarse, aunque de todos modos no podía negar que sentía muchos deseos de saber qué era lo que estaba sucediendo en el resto del mundo. Pero tenía una dirección de correo electrónico, así que después de mucho titubear, optó por ingresar. Tenía decenas de correos electrónicos, increíblemente la menor parte eran publicidad, quizás unos cinco o seis. El resto era de remitentes anónimos, casi todos con asunto "Comunicar urgente" o "Solicitamos se comunique" Eran remitentes y mensajes aterradores, pero por ningún motivo iba a abrir ninguno de ellos, básicamente porque no quería angustiarse aún más. Cuando estaba a punto de cerrar el correo, un mensaje en particular llamó su atención, uno que era de Arturo.

—Un correo de Arturo...

Se le oprimió el corazón. Arturo, su mejor amigo, el mismo que sin saber lo había ayudado a salir de la ciudad, pero ¿acaso no estaría él también metido en problemas gracias a él? No había pensado en eso hasta el momento, pero de verdad, si lo estaban buscando a él, era muy probable que también hubieran hablado con Arturo y con quienes lo conocieran. Dudó un momento, pero al fin decidió abrirlo. El mensaje distaba bastante de ser lo que se había imaginado en los momentos previos.

"Víctor.
        Estoy devastado con la noticia que acabo de ver en las noticias. ¿Qué pasó, por qué desapareciste de esa forma? Viejo, no entiendo nada, no sé qué es lo que está pasando ¿Qué van a decir en tu trabajo? ¿Qué van a decir tus  amigos? Por favor, no importa lo que esté pasando, yo sé que puedes arreglarlo, solo tienes que volver y te ayudarán en lo que sea necesario. Los que te queremos vamos a estar contigo, te apoyaremos en todo, pero no desaparezcas, no hagas esto.”

Se quedó un momento releyendo el correo; era muy extraño, principalmente porque no era el tipo de escritura o la forma de hablar de Arturo. Parecía escrito por alguien más ¿sería eso posible? Ya estaba arrepintiéndose de haber leído el correo y de entrar al mismo en primer lugar, pero luego se calmó un poco. El correo era extraño, sí, pero no se comprometía a nada, era como...como si supiera que alguien más podía leerlo; claro, se trataba de eso, Arturo, donde estuviera, aún con sus mentiras y con todo lo que seguramente estaba pasando, aún estaba de su lado. Entonces recordó cuando estaban estudiando y se pasaban datos en los exámenes, escribiéndolos como si no significaran nada. ¡Eso era! estaba hablando en clave. Volvió a leer el correo, y comenzó a interpretarlo; lo primero relevante es que le estaba diciendo que no se comunicara con nadie, ni con sus amigos, por eso hacía esa pregunta, y luego hablaba sobre volver y mencionar que lo ayudarían, eso podía referirse a que ya era público que lo estaban buscando. Y, por último, al final hablaba en plural, sobre las personas que lo querían, pero no tenía sentido si antes le advertía que no hablara con nadie. A menos que no estuviera hablando de eso.

— ¿Que puede ser?

Se quedó mirando unos momentos más el correo, tratando de descifrar el mensaje, intentando entender lo que su amigo quería decirle, hasta que creyó comprender. Desaparezcas no era un término que Arturo usara habitualmente, menos incluso que el resto del correo, era lo más importante, era una petición, le pedía que se comunicara con él. ¿Pero cómo iba a comunicarse? No podía llamarlo, si estaba en lo cierto y lo estaban rastreando, no podía simplemente llamar, lo ubicarían de alguna manera. Pero internet no era tan sencillo de rastrear, por eso es que podía usarlo, al menos de momento. Entonces recordó que cuando estudiaban, usaban un sitio de internet para comunicarse, en una época donde las redes sociales aún estaban en pañales y era relativamente escaso el acceso. Rogando que su presentimiento fuera el correcto, ingresó al sitio, y se identificó; en su fuero interno sintió un estremecimiento, habían pasado años, pero aún recordaba el usuario, una palabra absurda como Máquina, y la clave terror, algo que no tenía sentido ahora mismo, aunque sí lo tenía en sus mentes en esa época, por lo que tenía sentido que se comunicara por ahí ya que no sería sencillo identificarlo. Para su sorpresa el usuario funcionaba, así que buscó el chat interno, y se encontró con un mensaje de Engrane, es decir Arturo.

— ¿Eres tú?
—Si —escribió rápidamente—, qué sorpresa.

Sentía un nudo en el estómago, hablar, aunque fuera por internet con Arturo era más fuerte de lo que podría haberse esperado.

—Creí que nunca ibas a escribir, estoy con los nervios de punta.
— ¿La policía ya habló contigo?
— ¿Crees que eso es necesario? —le preguntó el interlocutor— todo el mundo lo sabe, ya es noticia oficial, dime qué diablos fue lo que hiciste.
—No es lo que parece, de verdad, no estoy haciendo nada malo.

Durante unos angustiosos momentos no apareció ningún mensaje de regreso.

—No te estaría escribiendo si no creyera en ti.
—Gracias.
—Pero no es fácil creer en ti cuando me mentiste, saliste sin avisar, vendiste todas tus cosas y te robaste un bebé.

Al leer esas palabras sonaba muchísimo peor de lo que parecía, así que eso le daba al menos una dimensión de lo que estaba ocurriendo en el mundo exterior.

—Sé que parece extraño, pero no es nada malo. El bebé es mi hijo.
— ¿Qué?
—Es en serio, es hijo de ella y mío.
— ¿Y entonces por qué estás desaparecido? Si es tu hijo simplemente ve a la policía y di toda la verdad.

Dicho así parecía muy fácil.

—No puedo.
— ¿Por qué no?
—Porque la familia es de delincuentes, son una mafia, ya me llamaron para amenazarme.
—Pero con mayor razón ve a la policía.

Y estaría muerto o en la cárcel para el momento en que lo hiciera.

—Mira, no puedo, nadie me va a creer, tengo miedo, ellos me amenazaron, tienes que creerme.
—Te creo, pero no sé, se supone que la policía te ayude, ellos pueden probar que es tu hijo.
— ¿Pero cuando? No sé lo que me pueda pasar, podrían hacerme algo.

Otra vez el silencio. Claro, Arturo estaba midiendo los hechos, decidiendo si debía continuar o no.

— ¿Dónde estás?
—No puedo decírtelo.
— ¿Qué vas a hacer?
—Por ahora estar lejos de todo. Después voy a ver como consigo arreglar las cosas.
—Está bien, pero tienes que saber que la policía está buscándote, todos están pendientes.
—Necesito saber si estás conmigo.
— ¿Bromeas? Claro que sí, por algo soy tu amigo, si dices que es tu hijo lo es, solo necesito saber que vas a arreglarlo, que vas a aparecer y a decir toda la verdad.
—Lo haré.
—No vuelvas a entrar a éste sitio ni a tus redes, deben estar rastreándote.
— ¿Qué vas a hacer?
—Esperar a que la policía venga a buscarme, les diré que te fuiste y que no sé dónde estás.
—Gracias.
—No me lo agradezcas tanto, solo cuídate. Y vuelve.

Enseguida apareció desconectado. Por seguridad se desconectó también, con las letras de Arturo grabadas en la mente ¿Realmente las cosas se habían torcido tanto en el último tiempo? Pensar que podía ir a la policía era sencillo, pero esa voz amable amenazándolo le había dicho muchas cosas más de las que se escuchaban; de alguna manera sabía que si volvía, le quitarían a Ariel, y después de eso, lo que pasara con él en la cárcel era algo que solo se había imaginado por reportajes en la televisión, y era demasiado crudo como para exponerse.



 4



Armendáriz estaba detenido en su automóvil en medio de la nada, en medio de la noche y en medio de una serie de sentimientos que no se esperaba. En su carrera se había guiado exitosamente por su instinto, pero en esos momentos las cosas no estaban ocurriendo como se lo esperaba desde un principio, había algo mal.
Entonces recibió una llamada de Marianne, una de sus oficiales.

—Marianne.
—Señor, tengo algunas noticias.
— ¿Qué ocurrió?
—Estuvimos revisando la información de la gente cercana a Segovia, y hay un correo sospechoso, creo que es un mensaje en clave.
—No pierdan tiempo en descifrarlo, busquen a la persona que la envió y entrevístenla.

Cortó, pero de inmediato recibió otra llamada.

—Señor, soy Méndez.

Su corazón ni siquiera se agitó; sabía que no tendría buenas noticias.

— ¿Que hay?
—Ya estamos en la zona adonde se supone que tendría que estar Segovia. No hay rastros de él.
—Dejen dos puntos fijos y los demás regresen por la carretera, después los contacto.
—Está bien señor.

Cortó y se quedó mirando la carretera; tenía un presentimiento, algo que podía parecer tonto de su parte, pero de todas maneras estaba ahí, presente, dando vueltas en su mente. Segovia, como la mayoría de las personas, iría a través de la carretera hacia la siguiente zona poblada, o en su defecto iría por un desvío, es decir por donde mismo iba él, pero no estaba ahí, y parecía no estar en ninguna parte. ¿Qué pasaba con ese hombre, que había de él que no sabía y que ahora lo hacía desaparecer frente a sus ojos?

En ese momento el sueño amenazaba su cuerpo, pero no iba a dormirse, estaba entrenado para no dormir si era necesario, y se quedaría en la ruta, rastreando, porque sabía que estaba ahí, y no podía tardarse tanto en encontrarlo, solo tenía que ser más preciso, y todo terminaría.



Próximo capítulo: Huellas extraviadas

La traición de Adán capítulo 25: Asesino de identidad



Eva estaba en su oficina saboreando el amargo gusto de la llamada que había recibido momentos antes.

–Suspenda mis reuniones y no me pase llamadas por favor.

La secretaria entendió su tono glacial y decidió no hacer ninguna pregunta; pensó en Adán, pero al instante desechó la idea, porque era imposible hablar con él de asuntos como ese. Su relación era perfecta, no podía simplemente decirle que había un demente persiguiéndola, no si existía detrás todo el resto de la historia. No, ese era un problema que tenía que resolver sola, y tan  rápido como fuera posible, porque si ese hombre estaba tras sus pasos y había conseguido localizarla después de tanto tiempo, cualquier paso en falso sería fatal para sus planes; eso explicaba que hubieran estado espiándola y su enviado no pudiera dar con el origen de esos hechos; tenía que cortar el problema de raíz.  Marcó un número en la extensión del teléfono de su oficina.

–Buenas tardes.
–Necesito hablar con usted. Esta tarde.
–Dígame la hora y el lugar señorita.
–En el estacionamiento del centro comercial Altamira, a las siete, lo volveré a llamar cuando este allí.
–Comprendido.

Cortó y salió rápidamente de su oficina. Alrededor de media hora  después ya estaba de regreso y llamando a Adán desde su nuevo número.

–Hola.
–Soy yo.
– ¿Qué ocurre? –preguntó la voz de Adán– tu teléfono está fuera de servicio.
–Bórralo, ahora tengo esta nueva línea.

Adán comprendió de inmediato el tono de su voz y supo que no era momento de hacer preguntas.

–De acuerdo. Hablamos después.
–Muy bien. Nos vemos.

Cortó y se comunicó con su secretaria para retomar sus funciones momentáneamente.

En tanto, Adán  estaba viajando a toda velocidad por la carretera; aun no podía quitarse las imágenes de la cabeza, y se sentía vulnerable, un estado que además de desagradarle era poco usual en él. No quería contacto con nadie por el momento, necesitaba hacer algo antes, y sobre todo recuperar la serenidad y el aplomo que le eran característicos, o de lo contrario se encontraría en una encrucijada más. Sabía que el asunto de Samuel no era una molestia solamente, y como tal, tenía que encargarse seriamente, más aún si con solo hablarle le había causado esa tormenta de sensaciones. Después de algunos minutos de viaje a toda velocidad, Adán llegó hasta una zona de bosque denso, y tomó un desvío rural que lo internó entre caminos invisibles circundados de árboles, solo mirando al frente, recorriendo una vez más un territorio que esperaba nunca tener que volver a visitar; el sol de la tarde hacía cálido el ambiente, a veces sofocante igual que dos décadas atrás.
Detuvo el automóvil en la parte en donde sabía que ya no podía continuar sobre ruedas, y siguió caminando con la misma seguridad que cuando tenía seis años, sabiendo que ahí estaba la pared de árboles centenarios que lo había cobijado en su huida tantas veces, como testigo presencial del secreto que era su fantasma, y en ocasiones como esa, su tortura. Sabía bien por dónde ir, no se dejó engañar por la tupida vista que había y siguió avanzando, recordando las piedras y las raíces que no eran suyas pero a la vez seguían persiguiéndolo. Después de unos minutos de caminata superó la pared de árboles y quedó enfrentado a un acantilado, desde el que se podía ver, alrededor de cincuenta metros más abajo, el cauce de un río; entonces se quedó inmóvil, recordándose a sí mismo, casi en ese mismo sitio, mirando a lo lejos a esa familia a la que quería pertenecer, a esos padres y su hijo, sabiendo quizás inconscientemente que podía conseguir ser parte de la familia, que ya había comenzado el proceso haciéndose amigo secreto de él, pensando cada cosa, tomando nota mental de cada hecho y cada juego, a cada momento. Y así fue como ese día presenció la subida repentina del rio, confirmando una especie de mito popular que decía que el río era traicionero, y volvió a ver a las tormentosas aguas salir de la nada, sorprendiendo a la familia que reposaba sin preocupaciones, y vio como el agua arrastró al niño a toda velocidad, y en seguida a los padres a su cauce, sin compasión por la felicidad de ninguno de ellos. Se recordó corriendo por el borde del acantilado, viendo impotente como el agua se llevaba al pequeño, y como el padre luchaba con todas sus fuerzas para salvar aunque fuera a la madre; ella parecía aturdida, pero el hombre era grande y fuerte, no se dio por vencido, y en un momento estuvo cerca de conseguirlo, se sujetó de una rama con una mano y contuvo a su esposa con la otra, luchando con toda su fuerza por evitar el arrastre, pero sin poder evitar una nueva traición del rio que soltó algunos pedruscos del borde. Trató de evitarlo, pero le fue imposible, al final se soltó y  también fue arrastrado a su suerte, directo a una muerte segura. Y él los había estado viendo, era el único testigo de la tragedia, pero no se tardaría en saber, en algún momento el rio se tranquilizaría y arrojaría los cuerpos en alguna parte. No supo muy bien por qué, pero corrió de  regreso, rehízo el camino a toda velocidad rumbo a la finca del matrimonio, y por primera vez entró en la casa, descubriendo la realidad de la que solo sabía hasta entonces por palabras de su amigo; ahí habían cosas hermosas y costosas, había dinero, comodidad, algo que hasta ese momento se le había negado por completo en ese sitio inmundo del que procedía. Recorrió frenéticamente las habitaciones, cada una de ellas, y con pasión tomó las fotos que encontró de la familia, pero eran muy pocas, tal vez una decena, posiblemente porque en un sitio alejado como ese no se conseguía fotógrafos con facilidad y algunos beneficios de la tecnología como las cámaras fotográficas eran prescindibles. Esas fotos eran la única prueba, así que las tomó todas y las destruyó, reduciéndolas a trozos diminutos de papel imposibles de identificar, los que después quemó con un encendedor. Había perdido la oportunidad de conseguir todo eso y a esa familia, pero no quería perder esa casa ni esa vida, y solo entonces su mente infantil creó la idea; no habían testigos, así que volvió a correr rumbo al río, encontró la zona que había sido asolada por el caudal y se quedó ahí, aguantando el hambre y las ansias, esperando. Esa jornada pasó, y por primera vez no volvió al orfanato, se quedó a la intemperie, soportando el frio y la oscuridad, hasta que llegó el momento tan esperado, cuando un grupo de policías llegó al  lugar y lo encontraron; lo llevaron a una unidad, le dieron comida y abrigo, y fueron muy  ciudadosos con el trato, pero al principio no sabía que era lo que estaba sucediendo, hasta que confirmó lo que de vista tenía supuesto: el cadáver del hijo del matrimonio nunca apareció, de modo que fue muy sencillo dejar que creyeran que él era el hijo, sobretodo porque ya conocía la casa y sabía todas las historias de memoria. Nunca lo había tenido tan claro, pero ahora que era un adulto lo sabía bien; físicamente había muerto una persona, pero en realidad, a quien había asesinado era a sí mismo, arrojando por el río su pasado y su identidad, dejando que las aguas destruyeran todo lo que había sido antes. Una vez  más, de frente al acantilado, Adán volvió a ser él mismo, y decidió cerrar el ciclo que secretamente había dejado abierto sin medir las consecuencias; él era Adán Valdovinos, habían pasado demasiados años como para volver atrás, ese río traicionero se llevó el cuerpo como si se lo llevara a él  en una vida anterior y así era, esa era la única verdad, así que no permitiría que nadie interviniera en su camino, no dejaría que los fantasmas revivieran, mucho menos que una persona amenazara su futuro y sus planes. La vida que tuvo antes de ser quien era estaba sepultada, y se quedaría ahí a costa de cualquier cosa. Tenía que deshacerse de Samuel.

Eva llegó al estacionamiento en donde tenía la cita, puntualmente  a las siete de la tarde en un taxi privado sin identificación, y llamó de inmediato al hombre, que la estaba esperando en un rincón discreto. Era un hombre común y corriente, ideal para el trabajo.

–Buenas tardes señorita.
–Buenas tardes. En este sobre está la información que necesita, este es el hombre que me está causando problemas.

El otro recibió el sobre, reviso rápidamente el contenido y lo cerró.

–Este hombre tiene características psicopáticas, eso se ve de inmediato, podría hablar con la policía.

Siempre usaba ese argumento, le permitía saber que tan desesperado estaba el cliente. Pero esta hermosa mujer no era un cliente habitual, ni siquiera era una persona habitual.

–La policía no puede intervenir en este caso, cuando  vea el detalle entenderá por qué. Lo primero que necesito es que sepa exactamente donde está, lo siguiente es bloquearlo.
–Comprendo, y asumo que cualquier otra acción dependerá del curso de los acontecimientos.
–Así es. En el sobre más pequeño está el primer pago, en efectivo y billetes comunes como lo pidió.
–Se lo agradezco.

El detective le entregó un celular de la gama más baja, que solo podía hacer o recibir llamadas.

–Si necesita información de mi trabajo o está  preocupada o tiene una emergencia, llame, estaré permanentemente disponible.
–De acuerdo.
–No le quito más tiempo. Le tendré buenas noticias muy pronto.
–Eso espero.

El hombre se retiró caminando con normalidad, mientras que Eva se devolvió al taxi y reinició su marcha, guardando el celular barato en su bolso. Le dio algunas instrucciones al conductor y se sumió en el silencio, sintiendo como los malos recuerdos volvían a ella; sabía que tenía una gran parte de la responsabilidad en lo que estaba desarrollándose, y eso aumentaba la sensación de vulnerabilidad. Era responsable de haber detonado la bomba, aunque a veces creía que también lo era de no haber podido identificar la clase de hombre al que había provocado. ¿Que acaso nunca vio las señales? No, no las vio, o era demasiado joven y arrogante como para poder reaccionar, y ahora que creía que todo había quedado en el pasado, ahora que tenía el éxito en sus manos, aquello volvía a hacerse presente y complicarle la existencia. Ahora sabía con claridad que estaba en problemas que no podía resolver escapando. Estaría atenta a los resultados de la investigación, pero también a todo lo que sucediera a su alrededor, a la visita que no quería tener, pero que permanecía como una amenaza constante.

Micaela estaba llegando a su departamento; había conseguido un empleo administrando una sociedad inmobiliaria nueva y enfocada a pequeñas propiedades, por lo que su gestión era a menor escala, aunque igualmente era interesante; seguía sin sentirse cómoda con el trabajo de oficina, pero necesitaba un empleo mientras estuviera en el país tratando de ajustar cuentas con su madre, y esa era la mejor opción para mantenerse invisible. Pocos minutos después llegó Esteban en tenida deportiva.

– ¿Cómo te fue?
–Normal, ya sabes que llevar inventarios es un trabajo sin sorpresas, excepto por el sueldo que casi es demasiado como para aceptarlo. Micaela, tengo buenas noticias, estuve hablando con F y me entregó algunos datos.
–Ya era hora. ¿Qué es?

Se sentaron ante la mesa con refrescos para ambos.

–Pidamos una pizza.
–Luego, ahora dime de qué se trata.

El hombre tomó su computador portátil y accedió a unos archivos.

–Esto es sobre dos personas que nos interesan bastante; el primero es Adán Valdovinos, el modelito del que te hablé. Resulta que él es artífice del éxito mediático de la galería de Carmen Basaure, y ahora mismo ejerce como administrador de la galería mientras es nada menos que Gerente en el Boulevard de Bernarda Solar y está involucrado en un nuevo  proyecto de la constructora Del Mar, que por lo que se  sabe  en el registro nacional de construcción, es algo de grandes dimensiones alrededor del Aeropuerto.
–Es  decir que juega a dos bandos.
–Yo diría que solo juega a su bando. Mira ésto: tiene inversiones en algunas obras de Carmen Basaure, y ha invertido en la constructora.

Micaela frunció el ceño. Era la clase de persona que Bernarda quería junto a ella.

–Es decir que está cubierto por todos lados.
–Sí, pero eso no es lo más llamativo. El tipo es un aparecido, sin mirar en menos, ya que solo tiene algunos estudios técnicos, por lo que veo todo lo ha conseguido con esfuerzo o acostándose con las personas indicadas.
–O ambos –comentó ella– aunque  no hay que pensar que es solo eso, si trabaja con Bernarda quiere decir que además de bonito es inteligente y zorro.
–Sí que lo es. La razón por la que esto es importante es que Bernarda podría estar usando los conocimientos de Adán para otros fines además de los que te digo, pero eso claramente no lo podemos comprobar de momento.
–Por ahora da igual, porque si están juntos en Boulevard y además en ese nuevo proyecto, quiere decir que tenemos que investigar justo esa parte, porque de seguro que dejaran víctimas en su trabajo.
–Como nosotros –comentó Esteban– también F estuvo investigando sobre Luna Arriaga, y claro, trabajó con Bernarda hace poco más de dos años, pero las cosas son un poco diferentes de lo que crees.

Micaela se encogió de hombros.

–Comprenderás que no soy seguidora de esa mujer, lo que supe en esa época es que Bernarda estaba a punto de perder un contrato millonario, y que de pronto apareció la morena y todo se solucionó.
–Pues ahí está lo divertido; según lo que investigó F, la razón por la que ella iba a perder el negocio es que en los trabajos iniciales tenía a una compañía fabricante de estructuras que fue denunciada por políticas deficientes y riesgos, y ante algunas fallas menores los representantes de los mandamases del edificio quisieron terminar el contrato, hasta que apareció Luna como representante y ofreciendo un cambio estructural en la constructora a cambio de conservar el contrato y rebajar algo los honorarios, a lo que la otra parte accedió.

Micaela se puso de pie, y comenzó a pasear sin estar aún muy convencida de todo.

–Eso me suena incongruente; mira, Bernarda puede ser cualquier cosa, pero tiene un ego tan grande que dudo que haga peligrar su reputación contratando una empresa que hace trabajos deficientes.
–No lo hizo, voy para allá.
–No te entiendo.
–Entonces escúchame –sonrió él– la cosa es que la empresa de estructuras se fue a la quiebra poco después gracias a la mala fama, y en sustitución llego una nueva en donde la propia Bernarda tiene invertidas acciones. Sé que me vas  a decir que es sospechoso o ilegal, pero solo un genio como F pudo descubrirlo, oficialmente ella y esa empresa no tienen relación.
–Y esa empresa está en el país –interrumpió Micaela– y puedo jurar que va a ser contratada para ese nuevo proyecto.
–Por lo que mi querido F investigó, es aún más interesante, porque aunque está muy  bien cubierto, parece que hay sabotaje de por medio.

Micaela rió con falsa alegría.

–Pues claro, esa es la forma en que trabaja Bernarda; puede ser que no tenga sentido, pero si lo ves desde cierto punto de vista... mira, la empresa cobra muy caro, o critica a Bernarda por alguna mala gestión de ella, y no puede separarse porque hay un contrato, así que hace sabotaje para deshacerse de ellos y paralelamente crea una empresa de lo mismo y la pone a nombre de alguien más; como siempre ella sale ganando.
– ¿Se te ocurre algo?
–Sí, hay que investigar si es que de verdad esa empresa de estructuras está en el país; tengo la sensación de que ahí la ambición de Bernarda podría estar jugándole una mala pasada.

Esteban guardó silencio unos momentos. Estar tratando de encontrar el modo de hacerle frente a una persona como Bernarda Solar parecía una locura, pero al mismo tiempo era sensato intentarlo; de cualquier forma él había perdido un excelente trabajo solo por mostrarse en desacuerdo con una persona así, y sonaba justo hacer lo posible por, al menos, devolverle la mano.





Próximo episodio: Destino decidido

La otra matrix Capítulo 9: Nuevo hogar



1

La corte de los despreciados
Soulbreaker se quedó literalmente de una pieza cuando escucho lo que Chainrack le dijo.

—En este lugar hay autobots y decepticons.

Underslow intervino en la conversación restándole importancia al asunto.

—No, en este lugar no hay autobots y decepticons; los bandos no existen aquí.
—  ¿A qué te refieres?
—Lo de los bandos es un asunto inventado hace centurias, y es, probablemente, origen de muchas de Las Guerras que han habido entre los Transformers; todos los que nos encontramos aquí hemos llegado en busca de un horizonte distinto, de un sitio en donde no importe cuál es nuestra procedencia.

A Soulbreaker le costaba comprender lo que estaba escuchando, pero al mismo tiempo le hacía sentido el nombre del lugar con lo que estaban diciéndole.

—Pero la guerra entre autobots y decepticons existe hace mucho tiempo, no pueden ser indiferentes a lo que sucede, aunque vivan separados.
—La guerra —respondió Underslow— es algo que nos perjudica a todos. Es una catástrofe. Y eso no discrimina si perteneces a un lado a otro.
— Eso quiere decir que ustedes están aquí escapando de la guerra.
—No, estamos aquí porque en la corte encontramos un lugar en donde podemos vivir a nuestra manera, sin tener que servir a los intereses de otros.

 Soulbreaker no contestó durante unos momentos; las palabras de Underslow parecían fuertes y rudas aunque las dijera con un tono desapasionado, y tras una pausa, el otro pareció interpretar su silencio y se adelantó a las preguntas que pudiera realizar.

— ¿Nunca te lo habías preguntado verdad? Puedo ver que eres un autobot por tu forma de expresarte, y seguro que te sorprende tan sólo la idea de comparar a los autobots con los decepticons; tal vez puedas decirme que los decepticons son un grupo de mercenarios, forajidos y delincuentes al servicio de su líder, y puede ser que tengas razón. A ellos sólo les sirves si es que eres un guerrero fuerte y obediente que esté dispuesto a seguir instrucciones, y a dar su vida si es necesario por una causa que no sabes si vas a vivir para disfrutar. ¿Y qué ocurre con los autobots? Ellos te permiten desarrollar tus habilidades, luchar por la paz y la justicia, pero eso sólo es otra forma de ejercer control. Si es que eres como ellos te necesitan. ¿O acaso entre ellos hay dementes o desadaptados? Claro que no, a los que son diferentes a ellos, los que no puedan colaborar con los intereses, los apartan o los encierran para evitar que sean un peligro para su facción.
—No seas tan duro en tus palabras, hermano.

La intervención fue dicha por una voz profunda y serena, proveniente de un robot que estaba entrando en esos momentos en el salón.

—Undertow, eres tú.
—Por lo que entiendo, la situación que aquejaba a esta corte fue subsanada, es un momento muy alegre para todos.

Heavythread se acercó a Soulbreaker.

—Él es Undertow, es nuestro caballero de brillante fuselaje.
—Escudero de los Caballeros de Cybertron —corrigió el otro con calma— es un placer conocerte, visitante.

Heavythread le había dicho poco después de llegar a la corte que en ese lugar vivían seres que habían sido dejados de lado o no eran aptos mental o físicamente, dejando en claro que alguien como él, que había escapado de una institución de tratamiento mental se encontraría como en su casa; sí era así, eso significaba que el a sí mismo se llamaba escudero podía haberse convencido de este hecho y su forma de expresarse lo confirmaba.

—El placer es todo mío —respondió con toda educación—. Mi nombre es Soulbreaker.
—No estaba enterado de que La dama azul había admitido a alguien más en la corte.
—Eso todavía no sucede —respondió Heavythread con evasivas— pero después de que este muchacho nos salvara la vida, ten por seguro que se va a quedar un largo tiempo con nosotros.
—Mientras venía hacia acá escuché por los pasillos que el problema mecánico del centro del asteroide había sido resuelto por un genio. ¿Eres tú el artífice de esta hazaña?

Al escuchar hablar a Undertow, Soulbreaker se sintió leyendo los textos que hacían referencia a los tiempos antiguos de Cybertron, pero no quería que la atención otra vez se centrara sólo en él.

—No es ninguna hazaña —respondió con sencillez— se trata de un trabajo rutinario y si puedo hacerlo, estaré encantado de ayudar.
—Es muy noble de tu parte —replicó el otro con solemnidad—. Ahora,con respecto a las palabras de mi hermano, debo corregir la forma en que se ha expresado y también, en cierta forma, el fondo de su exposición.
— ¿A qué te refieres?

2

La batalla que se estaba desarrollando entre Aldren y Arciagan continuaba sin que ninguna de las dos estuviera dispuesta a rendirse; ambas habían comprendido en una fracción de segundo que la otra se encontraba en ese lugar porque quería apropiarse del control del yacimiento de amatista estelar, y con semejante poder a la vista, era imposible abandonar el intento. Utilizando el láser de precisión, las poderosas guerreras se trenzaron una vez más en un enfrentamiento violento y a toda velocidad, ignorando las lesiones que en sus cuerpos provocaban los ataques de su adversaria; ubicadas en el espacio a cierta distancia del cúmulo de rocas espaciales entre las que estaba el yacimiento, ambas estaban dispuestas a todo con tal de vencer, pero de manera repentina, Aldren retrocedió asombrada, mirando a un punto más atrás de donde se encontraba su enemiga mortal. Sin pensar que podía tratarse de una treta, Arciagan miró hacia atrás en dirección a donde lo había hecho su rival y comprendió de inmediato cuál era el motivo de su sorpresa.

—Rayos.

Hacia ellas se acercaba un grupo de rocas de hielo espacial, antecedida por una de gigantescas dimensiones; Arciagan sabía que el hielo se desplazaba por el espacio a gran velocidad, absorbiendo en su paso por las galaxias todo tipo de partículas microscópicas, que si bien lo hacían inservible para usos industriales resultaba peligroso, al volverse básicamente un escombro muy resistente que podía aplastar objetos de menor envergadura.
Con apenas unos segundos disponibles, ambas guerreras se apartaron de la trayectoria de las rocas, observando impotentes cómo estas describían una curva que hizo estrellarse a la roca de hielo más grande contra el yacimiento de amatista estelar. En medio de un atronador silencio, se produjo una reacción en cadena, que en cuestión de unos momentos generó un arrecife de amatista y hielo imposible de penetrar sin armas de alto calibre. Sin pensarlo dos veces, las guerreras abandonaron el campo de batalla y emprendieron un vuelo a toda velocidad en direcciones opuestas.


3


—A lo que me refiero, mi querido amigo, es a que no podemos generalizar con respecto al resto de los Transformers, porque eso es pagarles con la misma moneda que ellos a nosotros mismos; si bien puedo estar de acuerdo en muchas de las cosas que dice mi hermano, lo cierto es que hay guerreros poderosos, valerosos y honorables en el bando de los decepticons al igual que en el de los autobots, y por cierto, este hecho es el que hace que la guerra se vuelva aún más trágica de lo que ya es. Todo enfrentamiento entre congéneres, toda lucha entre razas, y todas segmentación mal habida, es una pérdida para la buena convivencia, y un daño en muchos casos irreparable.

Las palabras de Undertow habían provocado en el grupo un respetuoso silencio. Más allá de que su forma de expresarse fuese ajena a la época en la que vivían, el contenido de su exposición no sólo era correcto, sino que además hacía referencia a una de las bases del conflicto que perduraba en la raza por tantas centurias.

—Cómo podrás darte cuenta —comentó Heavythread— en la corte hay todo tipo de personalidades: Undertow es un antiguo escudero de los Caballeros de Cybertron y nuestro Guerrero más renombrado, su hermano Underslow es nuestro propio historiador, Chainrack es un mapeador, y te voy a presentar también a nuestro herrero, la encargada del depósito de armas, nuestros exploradores y médicos.
— ¿Y tú qué eres?
—Explorador como otros, así fue como te encontré.
—Mis queridos compañeros —dijo Undertow—. Lamento tener que interrumpir su conversación, pero alguien se acerca a la corte.

Heavythread hizo un abogado elogio a la capacidad auditiva de Undertow y se acercó a una de las pantallas de monitoreo, donde confirmó que Aldren estaba muy cerca de la corte; algunos minutos después, ella descendía en la plataforma de aterrizaje, pasaba a modo robot y avanzaba a paso rápido hacia el interior.

—Heavythread —dijo al pasar—, reúne en la sala de mando a los que estén aptos para defender la corte, y déjalos a cargo de Undertow, y tú y el nuevo diríjanse ahora mismo a mi aposento.

Tras estas palabras desapareció por un pasillo lateral, dejando a todos los otros sumidos en un silencio absoluto.

—Ya sabe que estoy aquí —comentó Soulbreaker—. Dijiste que se lo ibas a comentar cuando llegara.

Mientras tanto los otros se habían dispersado ante las órdenes de Aldren, y aparentemente sabiendo de antemano de otras instrucciones que no había verbalizado, murmurando con nerviosismo acerca de las evidentes lesiones que ella tenía en el cuerpo.
Heavythread hizo un gesto vago con las manos.

—Tengo que comentárselo de todas maneras pero, es complicado. No importa, vamos al aposento.

Unos momentos después ambos entraron en una habitación cerrada en donde Aldren los esperaba sentada ante un mesón; un diminuto drone de atención personal se acercó flotando hacia ella para atender las lesiones que tenía en diversas partes del cuerpo, pero ella lo descartó con un movimiento de su mano.

— ¿Por qué lo trajiste sin consultarme?

Heavythread respondió con tranquilidad e indicando hacia el techo.

— ¿Puedes escuchar eso? Es decir ¿puedes escuchar ese suave ronroneo de electricidad y engranajes a nuestro alrededor?

Ella pareció desconcertada durante una milésima de segundo, pero no respondió, su vista clavada en un punto intermedio entre ambos.

—Él lo hizo —respondió con sencillez—. Se había activado otra vez la alarma el reactor y esta vez era algo muy grave; todos habríamos volado en pedazos, pero este muchacho utilizó nuestras mismas herramientas con sus conocimientos y lo reparó sin siquiera apagarlo.

Aldren esperó en silencio, sin inmutarse.

—Pero no lo traje por eso, no sabía que podía hacer esas cosas —admitió—. La verdadera razón por la que lo traje es que él puede verme.

La líder hizo un imperceptible movimiento.

—Sabes que no puede estar presentando un desperfecto.

Ella se puso de pie resueltamente.

—No puedo ocuparme de él ahora. Llama a Filence y dile que se ocupe de él —y directo a Soulbreaker—. Voy asignarte un guardaespaldas y cuidador, va a quedarse contigo cada segundo mientras estés en este lugar.
— ¿Qué sucede preguntó Heavythread— ¿Está sucediendo algo que no nos hayas dicho?
—Aún no, pero puede suceder; es imperativo que cambiemos el curso de la órbita de la Corte ahora mismo.

4

Spektre recibió el aviso de llegada de Arciagan un poco sorprendido por su retorno tan pronto, pero se mostró alarmado al ver las lesiones que ya exhibía en distintas partes de su cuerpo.

— ¿Qué sucedió querida?
—Las cosas se complicaron —dijo ella escuetamente.

Spektre sabía que ella era una guerrera hábil y sumamente poderosa, por lo que verla lesionada significaba que se había enfrentado a un enemigo poderoso, no a una misión rutinaria de conseguir energía en el espacio.

— ¿Se trata de algo que quieras contarme ahora mismo?

Arciagan estaba frustrada y al mismo tiempo enfadada por lo que había sucedido; sintió desde un principio que tenía la situación bajo control, y sin embargo una eventualidad la había alejado de su objetivo principal. Además la presencia de su mortal enemiga en las inmediaciones de este banco de amatista estelar significaba que podía volver a aparecer.

—En este momento tengo que…

No continuó hablando, se quedó inmóvil y sin poder reaccionar, al notar que tras Spektre, un cíclope observaba a ambos, su ojo púrpura muy fijo en los suyos, casi como si pudiera ver a través de sus sensores ópticos el interior de su chispa.



Próximo capítulo: Una jornada normal

Por ti, eternamente Capítulo 9: Sin aliento



Cuando miró por la ventanilla de la puerta trasera, Víctor se quedó inmóvil ante lo que estaba viendo. Una sombra humana se acercaba directamente al furgón, desde la parte de atrás y avanzando con lentitud. Volteó hacia el niño, de regreso hacia la ventanilla trasera, y de inmediato hacia la parte delantera del vehículo, cuyo motor estaba apagado.

—Dios mío —murmuró asustado—, viene para acá...

Por desgracia no podía simplemente acercarse adelante y encender el vehículo, porque había tenido la mala idea de estacionarlo entre árboles, por lo que tendría que maniobrar bastante para salir de ahí. La sombra seguía acercándose, no podía quedarse ahí esperando, tenía que hacer algo.

A gatas por el suelo tomó al bebé en sus brazos y lo ubicó en un rincón seguro.

—No hagas ruido.

Sintió un sudor frío en la espalda, todos los músculos contraídos por el nerviosismo; pero en ese momento pensó que tal vez, quien fuera que se acercaba, no tenía por qué saber quién era él. Muy bien podía ser un simple lugareño.

—No te muevas, todo va a estar bien.

Pero él mismo no se sentía muy animado con lo que se escuchaba susurrar. Haciendo acopio de valor, abrió la puerta trasera lo justo para bajar, y dejando entreabierto alzó la voz con la mayor seguridad de la que fue capaz.

— ¡No se acerque!

Su grito casi se perdió en el vacío de la tarde, pero tuvo algún efecto porque la sombra se detuvo a algunos metros de distancia.

—Discúlpame hijo, no quise molestar.

La voz se escuchaba amable, pero aún no estaba tranquilo.

— ¿Qué es lo que quiere?
— ¿Puedo acercarme?
— ¡No!
—De acuerdo —exclamó impasible— no voy a hacerte daño, es sólo que iba camino a la Iglesia, y como vi las luces del auto y empieza a caer la tarde, pensé que podrían necesitar ayuda.

¿Iglesia?

— ¿Quién es usted?

La voz sonó casi divertida.

—Lo lamento, no lo dije. Soy el padre Osvaldo, de la Iglesia que está a poco camino de aquí.

Esa respuesta era lo último que se esperaba, no supo qué decir. ¿Qué hacía un sacerdote a esa hora en la mitad de la nada?

—Acérquese un poco.

La sombra se volvió persona cuando el hombre se acercó a paso lento. Efectivamente era un sacerdote, con sotana y alzacuello.

— ¿Qué hace aquí?
—Vengo del otro pueblo —explicó con una voz amable y sencila— estaba acompañando a una familia que tiene uno de sus miembros enfermo. Y tú, ¿estás bien, necesitas ayuda?

Por Dios que la necesitaba. El sacerdote era un hombre de aproximadamente cincuenta años, de cabello cano muy corto, bien afeitado, de aspecto saludable y contextura media; se acercó un poco más, mirándolo con ojos claros y una media sonrisa.

—Estoy bien, solo estoy pasando la tarde aquí.
— ¿Y dónde vas a pasar la noche?

Parecía estar leyéndole la mente; Víctor se sentía incómodo en esa situación, pero de alguna manera no podía mostrar rechazo hacia el sacerdote. No era especialmente religioso, pero la presencia y la actitud desinteresada de ese hombre le provocaban confianza.

—Estoy pensando en eso.
—Pues no te queda mucho tiempo para decidirlo hijo —comentó — porque la tarde está empezando a refrescar y por éstos lados las noches a veces son heladas. Tú no eres de por aquí.

Eso se le notaba a distancia.

—No, solo estoy de paso.
—Siendo así —asintió como mostrando satisfacción por sus propios comentarios— creo que lo más conveniente es que me acompañes, a menos que quieras pasar la noche a la intemperie. Puedo darte alojamiento en la Iglesia.

Víctor miró hacia el furgón y nuevamente hacia el sacerdote; no estaba helado, pero la perspectiva de pasar la noche con el niño en plena pradera no era muy alentadora, y considerando que tenía dinero limitado, bien podía servirle ahorrarse alojamiento, al menos por una noche.

2

Armendáriz estaba detenido en un semáforo abriendo una bebida negra cuando sonó su teléfono celular.

— ¿Qué pasa Gómez?
—Acabamos de recibir la información, tenemos datos de donde podría estar Segovia.

Dejó la bebida a un lado y reinició la marcha.

—Dame los datos.
—Según lo que vimos en las cámaras de seguridad, el tipo entregó todas sus cosas a un hombre que reduce especies legalmente, pero no se fue con ellos.
—Dime que lo rastrearon.
—Ya hablamos con él jefe —comentó la otra voz con un dejo de satisfacción en la voz— nos dijo que el hombre estaba muy nervioso y apurado por deshacerse de todo y nos dio señas del que les hizo el contacto, aunque por supuesto no tenía el nombre completo, así que estamos localizándolo ahora mismo. Pero en el lugar no había ningún bebé.

Eso era extraño, o preocupante, o ambas cosas.

— ¿Algo más?
—Sí, una llamada de un anónimo que dijo que lo vio ésta mañana en los alrededores de una urgencia, hay alguien haciendo preguntas en ese sitio. Y dos de personas que dicen haber visto a un hombre joven con un bebé, una en la zona oriente y la otra por la zona sur, ambas son poco claras, estamos investigando igualmente.

La zona sur de la Capital, un tipo vendiendo todas sus pertenencias, un bebé desaparecido, todo tenía el mismo acento.

— ¿Que parte de la zona sur?
—Espere...hacia la salida antigua de Los ermitaños.
—Cualquier otro dato me llaman, tengo que cortar.

En su carrera siempre había tomado el riesgo de seguir su instinto, y en esos momentos algo le decía que el tipo estaba tratando de salir de la ciudad por uno de los accesos sur, era la forma más discreta si querías hacerlo rápido, pero no podías hacerlo en transporte público, necesitabas un vehículo particular; si había vendido todas sus cosas, perfectamente podía haber comprado algún auto barato, pero automotoras de mala reputación había demasiadas y la tarde ya estaba avanzando, llevaba todo el día moviendo a su equipo y aún estaba con la sensación de dar vueltas sin sentido.

— ¿Qué ocurre?
—Buena nueva —explicó Gómez saltándose los saludos— tenemos una llamada del hombre que le vendió a Segovia el vehículo con el que pretende escapar.

La noticia, por una vez en la vida, estaba ayudándolos.

— ¿Dónde fue?
—Por Miguel Antares.

Estaba equivocado por sólo algunas cuadras. Y lo mejor es que estaba relativamente cerca de esa zona, podía llegar en quince minutos, pero la pregunta realmente importante es hacia qué punto había ido él después de tomar el vehículo.

—Manden a algunos de ustedes para allá, establezcan un punto de control en ese sitio y hagan lo usual, preguntas y revisar el área. Nos encontramos por allá.

Cortó. Mientras avanzaba veía el mapa en la pequeña pantalla del GPS del automóvil; excelente, por esa salida sólo podías seguir dos alternativas para salir de la ciudad hacia la siguiente región, y ambos caminos eran semi rurales, de modo que no había forma de esconderse, no demasiado. No tardaría mucho en dar con él, pero lo que más le preocupaba no era el hombre, sino el hecho de tener un testimonio, aun siendo preliminar, de una persona que habría interactuado con él luego de la desaparición del bebé, sin haber visto a un menor. Por el momento no quería pensar en lo que eso significaba.

3

Romina dejó los binoculares a un lado en el asiento del copiloto.

—Parece que van a detenerse.
—Están en algo.

La camioneta seguía detenida en una esquina; habían seguido a Armendáriz a prudente distancia, pero aún a pesar de llevar todo el día tras su pista no tenían noticias satisfactorias.

—Entrevistar a la familia de la madre no fue mucho avance en realidad, pero seguro que tendremos que mantener el ojo ahí. Pero nos falta el amigo, es increíble que la gente en estos tiempos no se sepa el apellido de las personas ni donde trabajan.

Álvaro se pasó nerviosamente las manos por la cabeza.

—Romina, éste puede ser realmente un buen caso, siento que va a ser un gran golpe.
—Escucha esto, última hora mandó un periodista y dos noticieros también, pero los demás aún están esperando a tener alguna información adicional porque no quieren arriesgarse.
—Es cierto, varios quedaron bastante mal cuando ocurrió lo del secuestro del contador que resultó ser auto — secuestro.

Ella volvió a tomar los binoculares; tenían que seguir pendientes a ver hacia dónde seguían sus objetivos.

—Excelente, acaba de llegarme un mensaje de "Reportaje a fondo" y dice que si conseguimos algo contundente, nos hace el contacto con el editor de la revista "Crónica nacional" para un centro de revista.

Álvaro se mostró disconforme mientras se preparaba para arrancar nuevamente.

— ¿Y solo eso?
— ¿Que más querías?
—Una portada, por lo menos, estamos autofinanciándonos en esto.
—Álvaro por favor; está bien que nos hayamos especializado en reportajes de seguimientos en éste tiempo, pero sabes que en éste mundo es difícil hacerse un espacio. Por lo pronto roguemos que el globo no se desinfle, y si hacemos un buen seguimiento seremos los primeros, eso nos dará muchos créditos.

4

El sacerdote se había ofrecido a llevar consigo al bebé tan pronto lo vio, pero Víctor prefirió mantenerlo en su regazo mientras conducía; habían hablado casi durante todo el corto trayecto, y aunque al principio se había sentido un poco invadido, la actitud natural y bondadosa del hombre le había dado confianza; la calle por la que iban remataba algunos metros después en una Iglesia modesta pero muy bien conservada.

—Entonces llegaste aquí para buscar la forma de salir de la capital.
—Sí, era la única manera que se me ocurrió.

Dejó las llaves en el encendido y ambos bajaron del furgón. En sus brazos Ariel comenzaba a dormirse; mejor, ya estaba muy entrada la tarde.

—Ésta es la Iglesia de la que te hablé.

Se acercaron a un costado de la Iglesia, donde había una edificación pequeña que correspondía a la casa del sacerdote. Dentro, encontró una sala modestamente arreglada, con dos puertas que, de seguro, eran las de la habitación y la cocina; el sacerdote le señaló el sofá mientras encendía la luz.

—Siéntate.
—Gracias.
—Puedes pasar la noche aquí —le dijo mientras dejaba las llaves en un mesón cerca de la puerta— no es el mejor alojamiento pero es mejor que pasar la noche en la calle y con un bebé tan pequeño.
—Se lo agradezco mucho.

Víctor se sentó con el bebé en los brazos; el sofá se sentía cálido y acogedor en comparación con el furgón, una diferencia para mejor luego de todo lo que había pasado.

— ¿Tienes hambre?
—No.
—Pero te ves un poco pálido, puedo servirte un poco de café si quieres.
—Gracias.
—Vengo en un minuto.

El sacerdote se internó en la cocina, dejando la puerta entreabierta para poder seguir el curso de la conversación; la luz en la sala estaba tenue, y aunque no parecía haber calefacción, estaba tibio, o tal vez la diferencia era que afuera ya corría viento y no se estaba percatando. De pronto sentía pesados los párpados.

— ¿Por qué no recurriste a una Iglesia en primer lugar?
—No lo sé —respondió con voz de pronto cansada— estaba muy asustado. Le prometí a Magdalena, a la madre de Ariel, que iba a mantenerlo a salvo, y luego ocurrió lo de la llamada y lo de la noticia, decían que había un secuestro, no supe qué hacer, solo intentaba hacer lo mejor.

El sacerdote se sentó frente a él en una silla, hablando en voz muy baja, como si no quisiera interrumpir su descanso.

—Debiste pedir ayuda, siempre la puedes encontrar en un lugar como éste. Tu café estará listo muy pronto, pero te ves muy cansado, tal vez deberías recostarte un poco.

Víctor tenía los ojos entrecerrados, sin mirar de manera directa al hombre frente a él, en realidad parecía que no estaba mirando a ninguna parte. La tranquilidad lo hacía sentirse cómodo en cierto modo, y la voz del sacerdote era calma, del tipo de voz que te hace sentir como con un amigo de toda la vida. El hombre mayor se puso de pie mientras tanto.

—Descansa, yo ahora voy a cerrar la Iglesia y vuelvo. Duerme hijo mío, tienes que descansar.

Se quedó solo con el niño en sus brazos. La Iglesia se sentía tan acogedora en esos momentos, era como el lugar perfecto para pasar la noche después de lo que había sucedido antes, y más calmado, sentía que necesitaba dormir; se recostó sobre el lado izquierdo con el bebé abrazado y apoyó la cabeza en uno de los brazos del sofá, sintiendo como el cuerpo comenzaba a agradecer la superficie cálida y suave, mientras el pequeño dormía profundamente después de un día en el que también había pasado por muchas cosas.

—Debí cantarte una canción de cuna —susurró con los ojos cerrados— pero no me sé ninguna... ¿Qué te cantaría tu madre? Tenía una voz bonita, especial...creo que debería inventarte una canción de cuna...

Sus pensamientos vagaban por la oscuridad; allí parecía haber encontrado una repentina tranquilidad, un acogedor sitio donde descansar y reponer las fuerzas, sin pensar por el momento en lo que tendría que hacer a la mañana siguiente. Sintió la voz del sacerdote acompañada de sus pasos lentos, continuando con la conversación de antes, pero no se sentía con ganas de hablar, sólo quería descansar.

—Debes estar cansado.
—Si...
— ¿Crees que debías huir con el bebé?
—No tuve otra opción...

Un breve silencio. Tenía sueño, cada vez más sueño, y la voz tan melodiosa ayudaba a esa sensación.

— ¿Por qué huiste?
—Se lo prometí a Magdalena, le dije que protegería a su hijo.
—Pero has estado corriendo peligros, quizás esto no es lo mejor.
—Las cosas siempre pueden ser mejores.
— ¿Quieres lo mejor para él?
—Si...quiero lo mejor para él, estoy...solo estoy haciendo lo mejor que puedo...
—Estoy seguro de eso...es sólo que tal vez...su madre quería que estuviera seguro...con su familia...

Casi lo admitió, pero algo en su interior le dijo que las cosas no estaban bien, que había algo incorrecto en las palabras. Entonces abrió los ojos, y se encontró con las manos del hombre mayor, acercándose con cautela al bebé que dormía en sus brazos. De pronto la figura del sacerdote se veía imponente, amenazante.

— ¿Qué hace?
—No te asustes.

Cubrió al bebé con los brazos y se incorporó torpemente, enfrentando al hombre con la mirada, mientras su mente comprendía todo.

—Usted...
—Tú quieres hacer lo mejor para él, ¿no es así?

Su corazón azotó contra el pecho, como un golpe al entender lo que en realidad estaba sucediendo.

— ¿Qué es lo que hizo?

Se levantó con el bebé en sus brazos sintiendo el pulso acelerado; tenía que salir de ahí.

—Usted me engañó ¿Por qué?
—No te engañé —replicó impasible—, aquí estarán seguros.

Rodeó al sacerdote y se acercó a la puerta, pero estaba cerrada.

—No puede encerrarme. Déjeme salir de aquí.
—Sólo quiero ayudarte, eso es lo mismo que dijiste.
— ¡Déjeme salir!

Pero el otro hombre no parecía alterarse, más bien lo miraba como se mira a una persona enferma o que tiene alguna alteración mental. ¿En eso se había convertido para él, en un loco? El sacerdote se acercó a él.

—Lo tendré mientras te tranquilizas.
— ¡No se acerque!

Estaba acorralado entre la puerta que debería dejarlo salir, una repisa y el hombre que continuaba acercándose.

—Puedes apretarlo y hacerle daño.
—Le dije que no se acercara —replicó nerviosamente— ¿Por qué me hizo esto? Yo confié en usted.
—Hiciste lo correcto, puedes confiar en mí.

Podía echar abajo la puerta, aunque no con el niño en brazos, pero tampoco podía dejarlo sin arriesgarse a que el otro hombre lo tomara. Arriesgándose, dejó al niño sobre la repisa y empujó al sacerdote hacia un costado, para darse espacio y poder quitarle las llaves.

— ¡Deme las llaves!

Pero para su sorpresa el hombre mostraba una agilidad sorprendente, y esquivándolo fue directo hacia el niño, que ya se había despertado y comenzaba a llorar asustado.

— ¡No!

En un intento desesperado, Víctor se abalanzó sobre el otro y forcejeó con él, hasta que logró quitarle las llaves, pero todavía tenía que mantenerlo lejos de la puerta y del niño para poder salir.

— ¡Aléjese!
— ¡No lo hagas!

Valientemente empujó al sacerdote, que cayó sobre el sofá; con eso tuvo el tiempo suficiente de recuperar el niño y abrir la puerta, saliendo a toda velocidad hacia el furgón.

— ¡No!

Las llaves no estaban en el encendido. Mientras el bebé lloraba sin cesar, Víctor tuvo que dejarlo en el asiento del piloto, para volver a la casa que estaba al lado de la Iglesia.

— ¡Devuélvame las llaves!

Pero justo en la puerta de la casa, algo lo golpeó en un brazo.

— ¡Aaah!

El sacerdote apareció en el umbral con un bastón en las manos y volvió a alzarlo, pero el joven reaccionó a tiempo y lo empujó contra la pared.

— ¡Entrégueme las llaves!
— ¡Estás arriesgando al niño, vas a matarlo!
— ¡Cállese!

Con un esfuerzo más logró quitarle las llaves del furgón, tras lo cual volvió a toda carrera al furgón y emprendió la marcha, en medio de los gritos inútiles del sacerdote tratando de detenerlo y los llantos desesperados del bebé.



Pró ximo capítulo: Buscando el olvido