Víctor conducía a velocidad moderada hacia el sur por una
carretera totalmente desierta mientras comenzaba a caer la noche; no sabía
ninguna canción de cuna, pero había inventado una, y tarareaba lentamente, en
voz baja, sin detenerse, solo repitiendo lo mismo que había ideado.
—En el pueblo...de San Vicente...le cantaban...a los
inocentes...para que sueñen...con ternura...y descansen...sus almas puras...en
el pueblo...
Ahogó lentamente la voz. A su lado Ariel se había dormido al
fin, agotado.
—Al fin se durmió.
Había estado llorando sin detenerse desde su escape de la
Iglesia, pero no pudo tomarlo en sus brazos para calmarlo, estaba demasiado
alterado y además sentía que debía seguir avanzando sin parar, manteniendo
apenas el curso del vehículo con sus temblorosas manos; pasó mucho tiempo hasta
que se calmó un poco, pero seguía inquieto, sin llorar pero inquieto, así que
optó por cantarle esa canción de cuna inventada, tratando de tranquilizarlo,
aunque al mismo tiempo intentaba calmarse a sí mismo. La carretera se extendía
negra y solitaria a su vista, solo removida de momento por las débiles luces de
los faros. Vio la hora en el reloj, y se sorprendió al ver que casi daban las
once de la noche ¿en qué momento? Pero claro, habían pasado cosas que lo habían
hecho perder la noción del tiempo. Sentía dolor en el brazo por el golpe que
había recibido del sacerdote, pero más le dolía la traición, porque había
confiado en ese hombre que se suponía debía apoyarlo y darle cobijo, pero
simplemente lo había engañado con palabras dulces. Lo más seguro es que él ya
había escuchado la noticia, y descubriendo que se trataba de la misma persona, se
decidió por la fórmula más sencilla: utilizar la cercanía que se había
provocado para intentar...
—Oh, por Dios...
La frase quedó bailando en sus labios. El sacerdote le dijo
que iba a cerrar la Iglesia, pero en realidad sacó las llaves del furgón para
evitar que se fuera del lugar, pero tardó demasiado considerando que el
vehículo estaba cerca de la puerta.
¡La policía!
Ahogó una exclamación justo a tiempo para no asustar al
bebé. Claro, la razón por la que se había tardado más era para llamar a la
policía, lo que significaba que en ese mismo momento podían estar siguiéndolo;
miró por el retrovisor, y se encontró con la misma carretera vacía por la que
ya había pasado antes, pero eso no lo calmaba. Estaba procesando la información
demasiado lento, y eso no lo ayudaba, pero ¿qué podía hacer? Si empezaba a
pensar de esa manera, podía creer que la policía no necesariamente lo estaba
siguiendo, ¿Para qué? podía estarlo esperando en la siguiente zona poblada.
Aparcó el vehículo a un costado de la carretera, necesitaba ver el mapa para
tomar una decisión más sensata que la última que había tomado.
2
Armendáriz estaba entrevistando al sacerdote mientras su
equipo se alejaba a paso lento y cuidado explorando las cercanías de la Iglesia;
la llamada de ese lugar solo confirmaba sus sospechas, aunque sí tenía que
reconocer que el tipo se movía rápido.
— ¿Se encuentra bien?
El sacerdote asintió mientras el policía miraba alrededor.
— ¿Qué sucedió?
—Traté de ayudarlo —explicó despacio— me di cuenta de quién
era mientras me contaba cómo había salido de la ciudad, pero yo quería ayudarlo
de alguna manera.
—Me estaba contando que llegaron hasta aquí sin problemas.
—Sí, y le ofrecí un techo para alojar; pero se notaba en su
actitud que no estaba bien, actuaba muy
extraño. Me golpeó, y luego se fue.
— ¿Cómo fue el enfrentamiento?
—Me arrojó al suelo. Yo traté de detenerlo, pero me golpeó
con mi bastón y luego se fue en el furgón en el que lo encontré al principio,
con el niño con él.
El sacerdote hizo una pausa mientras Armendáriz miraba
alrededor otra vez; si tan solo Segovia no hubiera huido. Pero al menos saber
que el niño estaba con él confirmaba todas las sospechas iniciales, y además lo
dejaba en un buen pie para encontrarlo.
— ¿Qué clase de persona le pareció que era Segovia?
—Parecía perturbado —explicó el otro hombre— traté de
explicarle que podía hacerle daño al bebé, pero no me escuchó.
— ¿Y el bebé?
—Estaba tranquilo al principio, luego cuando se lo llevó
lloraba mucho, aunque en ningún momento pude acercarme a él.
—Escuche padre, un equipo médico viene en camino para
constatar lesiones; tengo que retirarme.
—Muchas gracias.
Regresó al automóvil paso vivo. Por las dudas tenía a su equipo
revisando la zona más cercana, pero si Segovia había escapado en esas
condiciones era improbable que estuviera cerca aún. Al frente se extendía la
única dirección, una carretera hacia la siguiente zona poblada, al sur, por lo
que era lógico pensar que el tipo hubiera tomado ese camino; pero nada en ese
caso era lógico, partiendo por la desaparición del niño, de modo que no
necesariamente tenía que haber ido en esa dirección. Era obvio que devolverse
era entregarse, pero si miraba alrededor, podía deducir que al Poniente no
podía ir, porque era demasiado escarpado y dejar el vehículo no era opción, al
menos no todavía. Pero sí podía ir al Oriente, un furgón podía resistir esos
movimientos, al menos lo suficiente como para evitar la principal entrada a la
siguiente zona poblada; agradeció tener un vehículo que parecía de ciudad, pero
que estaba adaptado para terrenos diversos.
—Demonios.
Mirando el mapa, ya en el auto, descubrió que al sur, casi
en línea recta estaba la siguiente zona poblada, y que efectivamente la
planicie al Oriente daba bastantes posibilidades de desplazamiento, aunque por
fuerza tenías que volver a las cercanías del siguiente pueblo para poder
seguir, porque una antigua zona industrial impedía el paso. Por el momento
dejaría a los demás trabajando en la zona, esperando que sus presentimientos
estuvieran en lo cierto y el caso terminara lo más pronto posible.
Mientras tanto, la camioneta donde iban Álvaro y Romina
seguía detenida a un costado de la carretera, a prudente distancia del sector
de la Iglesia.
—No debimos quedarnos aquí, el equipo de Armendáriz lleva
diez minutos de adelanto.
—Calma.
—Ya veo lo que sucedió, mira, Segovia se refugia en la
Iglesia o amenaza al cura, luego escapa, pero él ve hacia dónde va y por eso
llama a la policía.
—Es probable.
—Esas camionetas —continuó Álvaro— son rápidas, nos vamos a
perder la exclusiva, ahora mismo deben estar a un paso de atraparlo.
—Cálmate Álvaro por Dios —lo interrumpió ella firmemente—,
pareces un niño. Escucha, Armendáriz siempre lleva la investigación
personalmente, ¿no es así?
Él respiró profundo.
—Es cierto.
—Entonces las cosas cambian un poco; mira, esto es lo que
creo: Segovia habla con el cura, y le dice algo importante, recuerda que los
desequilibrados hablan en los momentos más inesperados.
—Romina, el secreto de confesión es un secreto, no lo pueden
entregar; incluso recuerda ese caso en Escocia donde el sacerdote no pudo
revelarlo y el asesino huyó finalmente.
—El punto no es el secreto, sino lo que puede significar.
Imagina que el tipo habla algo, o da alguna pista de algo, y por eso es que
Armendáriz se queda para investigar. Ahora te apuesto a que el gorilote va en
otra dirección, de eso estoy segura.
Él se revolvió el cabello.
—Está bien, de acuerdo, las cosas están pasando como tú
dices. Entonces se supone que él va por la pista mayor.
—Así es colega —sonrió divertida—, así que por el momento
sólo tenemos que esperar, y los resultados se verán después, ya vas a ver como
ese gorila nos lleva al centro del caso.
3
La madrugada ya comenzaba en la lejanía de las montañas, con
un aire frío que por fortuna no era tan fuerte como se lo habría esperado
anteriormente. Víctor se vio obligado a detener el avance del furgón, exhausto
después de horas continuas de viaje, cuando notó que ya no podía continuar manteniendo
el curso del manejo. Deseaba descansar, pero en esos momentos era imposible.
—Cielos...
Faltaba poco más de veinte minutos para las cinco de la
mañana, realmente en el volante se perdía la noción del tiempo, pero estaba muy
cansado y con sueño.
Había mantenido las ventanas cerradas para evitar que el
viento entrara, por lo que además se sentía sofocado; en medio de la relativa
oscuridad salió rápido para disfrutar de un poco del viento de la madrugada,
que se sentía refrescante en comparación con lo de antes, aunque desde luego
que el sueño aún persistía, era como si el peligro y los enfrentamientos
anteriores se hubieran convertido en sueño.
— ¿Y ahora qué hago?
Miró en todas direcciones, pero a donde quiera que mirara
era lo mismo; ¿estaría avanzando realmente hacia el oriente como se lo había
propuesto?
—Cálmate Víctor —siguió
hablando consigo mismo — vas en la dirección correcta, el Norte es en
esa dirección, por lo tanto vas al Oriente. El único problema es que sigo sin
ver nada.
Había tratado de seguir el mapa, según el cual desviándose
hacia el oriente debería llegar a la siguiente zona poblada por una vía
antigua, con lo que podría salir de la vista de todos.
A lo lejos, un poco hacia el norte, divisó una sombra en
movimiento, y aguzó la vista para ver con más claridad. Parecía un auto, aunque
no iba en su dirección, pero de todas maneras eso parecía preocupante. Por
mayor preocupación, decidió apagar las luces del furgón, quedándose
momentáneamente en la oscuridad, aunque esto no duraría mucho, muy pronto el
día ya estaría sobre él y no podía seguir al descubierto.
—Dios, qué sueño tengo...
El viento frío de la madrugada lo había refrescado, pero aún
no lo suficiente como para estar completamente despierto; de todos modos entró
en el vehículo, donde en el asiento del copiloto Ariel dormía con una inusitada
calma. Encendió el celular y conectó el dispositivo a internet; se sorprendió
al ver que tenía señal, aunque era débil, pero le permitía navegar de todos
modos. No había entrado a sus redes sociales y tampoco pensaba hacerlo, desde
un principio supo que eso sería delatarse, aunque de todos modos no podía negar
que sentía muchos deseos de saber qué era lo que estaba sucediendo en el resto
del mundo. Pero tenía una dirección de correo electrónico, así que después de
mucho titubear, optó por ingresar. Tenía decenas de correos electrónicos,
increíblemente la menor parte eran publicidad, quizás unos cinco o seis. El
resto era de remitentes anónimos, casi todos con asunto "Comunicar urgente"
o "Solicitamos se comunique" Eran remitentes y mensajes aterradores,
pero por ningún motivo iba a abrir ninguno de ellos, básicamente porque no
quería angustiarse aún más. Cuando estaba a punto de cerrar el correo, un
mensaje en particular llamó su atención, uno que era de Arturo.
—Un correo de Arturo...
Se le oprimió el corazón. Arturo, su mejor amigo, el mismo
que sin saber lo había ayudado a salir de la ciudad, pero ¿acaso no estaría él
también metido en problemas gracias a él? No había pensado en eso hasta el
momento, pero de verdad, si lo estaban buscando a él, era muy probable que
también hubieran hablado con Arturo y con quienes lo conocieran. Dudó un
momento, pero al fin decidió abrirlo. El mensaje distaba bastante de ser lo que
se había imaginado en los momentos previos.
"Víctor.
Estoy
devastado con la noticia que acabo de ver en las noticias. ¿Qué pasó, por qué
desapareciste de esa forma? Viejo, no entiendo nada, no sé qué es lo que está
pasando ¿Qué van a decir en tu trabajo? ¿Qué van a decir tus amigos? Por favor, no importa lo que esté
pasando, yo sé que puedes arreglarlo, solo tienes que volver y te ayudarán en
lo que sea necesario. Los que te queremos vamos a estar contigo, te apoyaremos
en todo, pero no desaparezcas, no hagas esto.”
Se quedó un momento releyendo el correo; era muy extraño,
principalmente porque no era el tipo de escritura o la forma de hablar de
Arturo. Parecía escrito por alguien más ¿sería eso posible? Ya estaba
arrepintiéndose de haber leído el correo y de entrar al mismo en primer lugar,
pero luego se calmó un poco. El correo era extraño, sí, pero no se comprometía
a nada, era como...como si supiera que alguien más podía leerlo; claro, se
trataba de eso, Arturo, donde estuviera, aún con sus mentiras y con todo lo que
seguramente estaba pasando, aún estaba de su lado. Entonces recordó cuando
estaban estudiando y se pasaban datos en los exámenes, escribiéndolos como si
no significaran nada. ¡Eso era! estaba hablando en clave. Volvió a leer el
correo, y comenzó a interpretarlo; lo primero relevante es que le estaba
diciendo que no se comunicara con nadie, ni con sus amigos, por eso hacía esa
pregunta, y luego hablaba sobre volver y mencionar que lo ayudarían, eso podía
referirse a que ya era público que lo estaban buscando. Y, por último, al final
hablaba en plural, sobre las personas que lo querían, pero no tenía sentido si
antes le advertía que no hablara con nadie. A menos que no estuviera hablando
de eso.
— ¿Que puede ser?
Se quedó mirando unos momentos más el correo, tratando de
descifrar el mensaje, intentando entender lo que su amigo quería decirle, hasta
que creyó comprender. Desaparezcas no era un término que Arturo usara
habitualmente, menos incluso que el resto del correo, era lo más importante,
era una petición, le pedía que se comunicara con él. ¿Pero cómo iba a
comunicarse? No podía llamarlo, si estaba en lo cierto y lo estaban rastreando,
no podía simplemente llamar, lo ubicarían de alguna manera. Pero internet no
era tan sencillo de rastrear, por eso es que podía usarlo, al menos de momento.
Entonces recordó que cuando estudiaban, usaban un sitio de internet para
comunicarse, en una época donde las redes sociales aún estaban en pañales y era
relativamente escaso el acceso. Rogando que su presentimiento fuera el
correcto, ingresó al sitio, y se identificó; en su fuero interno sintió un
estremecimiento, habían pasado años, pero aún recordaba el usuario, una palabra
absurda como Máquina, y la clave terror, algo que no tenía sentido ahora mismo,
aunque sí lo tenía en sus mentes en esa época, por lo que tenía sentido que se
comunicara por ahí ya que no sería sencillo identificarlo. Para su sorpresa el
usuario funcionaba, así que buscó el chat interno, y se encontró con un mensaje
de Engrane, es decir Arturo.
— ¿Eres tú?
—Si —escribió rápidamente—, qué sorpresa.
Sentía un nudo en el estómago, hablar, aunque fuera por
internet con Arturo era más fuerte de lo que podría haberse esperado.
—Creí que nunca ibas a escribir, estoy con los nervios de
punta.
— ¿La policía ya habló contigo?
— ¿Crees que eso es necesario? —le preguntó el interlocutor—
todo el mundo lo sabe, ya es noticia oficial, dime qué diablos fue lo que
hiciste.
—No es lo que parece, de verdad, no estoy haciendo nada
malo.
Durante unos angustiosos momentos no apareció ningún mensaje
de regreso.
—No te estaría escribiendo si no creyera en ti.
—Gracias.
—Pero no es fácil creer en ti cuando me mentiste, saliste
sin avisar, vendiste todas tus cosas y te robaste un bebé.
Al leer esas palabras sonaba muchísimo peor de lo que
parecía, así que eso le daba al menos una dimensión de lo que estaba ocurriendo
en el mundo exterior.
—Sé que parece extraño, pero no es nada malo. El bebé es mi
hijo.
— ¿Qué?
—Es en serio, es hijo de ella y mío.
— ¿Y entonces por qué estás desaparecido? Si es tu hijo
simplemente ve a la policía y di toda la verdad.
Dicho así parecía muy fácil.
—No puedo.
— ¿Por qué no?
—Porque la familia es de delincuentes, son una mafia, ya me
llamaron para amenazarme.
—Pero con mayor razón ve a la policía.
Y estaría muerto o en la cárcel para el momento en que lo
hiciera.
—Mira, no puedo, nadie me va a creer, tengo miedo, ellos me
amenazaron, tienes que creerme.
—Te creo, pero no sé, se supone que la policía te ayude,
ellos pueden probar que es tu hijo.
— ¿Pero cuando? No sé lo que me pueda pasar, podrían hacerme
algo.
Otra vez el silencio. Claro, Arturo estaba midiendo los
hechos, decidiendo si debía continuar o no.
— ¿Dónde estás?
—No puedo decírtelo.
— ¿Qué vas a hacer?
—Por ahora estar lejos de todo. Después voy a ver como
consigo arreglar las cosas.
—Está bien, pero tienes que saber que la policía está
buscándote, todos están pendientes.
—Necesito saber si estás conmigo.
— ¿Bromeas? Claro que sí, por algo soy tu amigo, si dices
que es tu hijo lo es, solo necesito saber que vas a arreglarlo, que vas a
aparecer y a decir toda la verdad.
—Lo haré.
—No vuelvas a entrar a éste sitio ni a tus redes, deben
estar rastreándote.
— ¿Qué vas a hacer?
—Esperar a que la policía venga a buscarme, les diré que te
fuiste y que no sé dónde estás.
—Gracias.
—No me lo agradezcas tanto, solo cuídate. Y vuelve.
Enseguida apareció desconectado. Por seguridad se desconectó
también, con las letras de Arturo grabadas en la mente ¿Realmente las cosas se
habían torcido tanto en el último tiempo? Pensar que podía ir a la policía era
sencillo, pero esa voz amable amenazándolo le había dicho muchas cosas más de
las que se escuchaban; de alguna manera sabía que si volvía, le quitarían a
Ariel, y después de eso, lo que pasara con él en la cárcel era algo que solo se
había imaginado por reportajes en la televisión, y era demasiado crudo como
para exponerse.
4
Armendáriz estaba detenido en su automóvil en medio de la
nada, en medio de la noche y en medio de una serie de sentimientos que no se
esperaba. En su carrera se había guiado exitosamente por su instinto, pero en
esos momentos las cosas no estaban ocurriendo como se lo esperaba desde un
principio, había algo mal.
Entonces recibió una llamada de Marianne, una de sus
oficiales.
—Marianne.
—Señor, tengo algunas noticias.
— ¿Qué ocurrió?
—Estuvimos revisando la información de la gente cercana a
Segovia, y hay un correo sospechoso, creo que es un mensaje en clave.
—No pierdan tiempo en descifrarlo, busquen a la persona que
la envió y entrevístenla.
Cortó, pero de inmediato recibió otra llamada.
—Señor, soy Méndez.
Su corazón ni siquiera se agitó; sabía que no tendría buenas
noticias.
— ¿Que hay?
—Ya estamos en la zona adonde se supone que tendría que
estar Segovia. No hay rastros de él.
—Dejen dos puntos fijos y los demás regresen por la
carretera, después los contacto.
—Está bien señor.
Cortó y se quedó mirando la carretera; tenía un
presentimiento, algo que podía parecer tonto de su parte, pero de todas maneras
estaba ahí, presente, dando vueltas en su mente. Segovia, como la mayoría de
las personas, iría a través de la carretera hacia la siguiente zona poblada, o
en su defecto iría por un desvío, es decir por donde mismo iba él, pero no
estaba ahí, y parecía no estar en ninguna parte. ¿Qué pasaba con ese hombre,
que había de él que no sabía y que ahora lo hacía desaparecer frente a sus
ojos?
En ese momento el sueño amenazaba su cuerpo, pero no iba a
dormirse, estaba entrenado para no dormir si era necesario, y se quedaría en la
ruta, rastreando, porque sabía que estaba ahí, y no podía tardarse tanto en
encontrarlo, solo tenía que ser más preciso, y todo terminaría.
Próximo capítulo: Huellas extraviadas