La otra matrix Capítulo 9: Nuevo hogar



1

La corte de los despreciados
Soulbreaker se quedó literalmente de una pieza cuando escucho lo que Chainrack le dijo.

—En este lugar hay autobots y decepticons.

Underslow intervino en la conversación restándole importancia al asunto.

—No, en este lugar no hay autobots y decepticons; los bandos no existen aquí.
—  ¿A qué te refieres?
—Lo de los bandos es un asunto inventado hace centurias, y es, probablemente, origen de muchas de Las Guerras que han habido entre los Transformers; todos los que nos encontramos aquí hemos llegado en busca de un horizonte distinto, de un sitio en donde no importe cuál es nuestra procedencia.

A Soulbreaker le costaba comprender lo que estaba escuchando, pero al mismo tiempo le hacía sentido el nombre del lugar con lo que estaban diciéndole.

—Pero la guerra entre autobots y decepticons existe hace mucho tiempo, no pueden ser indiferentes a lo que sucede, aunque vivan separados.
—La guerra —respondió Underslow— es algo que nos perjudica a todos. Es una catástrofe. Y eso no discrimina si perteneces a un lado a otro.
— Eso quiere decir que ustedes están aquí escapando de la guerra.
—No, estamos aquí porque en la corte encontramos un lugar en donde podemos vivir a nuestra manera, sin tener que servir a los intereses de otros.

 Soulbreaker no contestó durante unos momentos; las palabras de Underslow parecían fuertes y rudas aunque las dijera con un tono desapasionado, y tras una pausa, el otro pareció interpretar su silencio y se adelantó a las preguntas que pudiera realizar.

— ¿Nunca te lo habías preguntado verdad? Puedo ver que eres un autobot por tu forma de expresarte, y seguro que te sorprende tan sólo la idea de comparar a los autobots con los decepticons; tal vez puedas decirme que los decepticons son un grupo de mercenarios, forajidos y delincuentes al servicio de su líder, y puede ser que tengas razón. A ellos sólo les sirves si es que eres un guerrero fuerte y obediente que esté dispuesto a seguir instrucciones, y a dar su vida si es necesario por una causa que no sabes si vas a vivir para disfrutar. ¿Y qué ocurre con los autobots? Ellos te permiten desarrollar tus habilidades, luchar por la paz y la justicia, pero eso sólo es otra forma de ejercer control. Si es que eres como ellos te necesitan. ¿O acaso entre ellos hay dementes o desadaptados? Claro que no, a los que son diferentes a ellos, los que no puedan colaborar con los intereses, los apartan o los encierran para evitar que sean un peligro para su facción.
—No seas tan duro en tus palabras, hermano.

La intervención fue dicha por una voz profunda y serena, proveniente de un robot que estaba entrando en esos momentos en el salón.

—Undertow, eres tú.
—Por lo que entiendo, la situación que aquejaba a esta corte fue subsanada, es un momento muy alegre para todos.

Heavythread se acercó a Soulbreaker.

—Él es Undertow, es nuestro caballero de brillante fuselaje.
—Escudero de los Caballeros de Cybertron —corrigió el otro con calma— es un placer conocerte, visitante.

Heavythread le había dicho poco después de llegar a la corte que en ese lugar vivían seres que habían sido dejados de lado o no eran aptos mental o físicamente, dejando en claro que alguien como él, que había escapado de una institución de tratamiento mental se encontraría como en su casa; sí era así, eso significaba que el a sí mismo se llamaba escudero podía haberse convencido de este hecho y su forma de expresarse lo confirmaba.

—El placer es todo mío —respondió con toda educación—. Mi nombre es Soulbreaker.
—No estaba enterado de que La dama azul había admitido a alguien más en la corte.
—Eso todavía no sucede —respondió Heavythread con evasivas— pero después de que este muchacho nos salvara la vida, ten por seguro que se va a quedar un largo tiempo con nosotros.
—Mientras venía hacia acá escuché por los pasillos que el problema mecánico del centro del asteroide había sido resuelto por un genio. ¿Eres tú el artífice de esta hazaña?

Al escuchar hablar a Undertow, Soulbreaker se sintió leyendo los textos que hacían referencia a los tiempos antiguos de Cybertron, pero no quería que la atención otra vez se centrara sólo en él.

—No es ninguna hazaña —respondió con sencillez— se trata de un trabajo rutinario y si puedo hacerlo, estaré encantado de ayudar.
—Es muy noble de tu parte —replicó el otro con solemnidad—. Ahora,con respecto a las palabras de mi hermano, debo corregir la forma en que se ha expresado y también, en cierta forma, el fondo de su exposición.
— ¿A qué te refieres?

2

La batalla que se estaba desarrollando entre Aldren y Arciagan continuaba sin que ninguna de las dos estuviera dispuesta a rendirse; ambas habían comprendido en una fracción de segundo que la otra se encontraba en ese lugar porque quería apropiarse del control del yacimiento de amatista estelar, y con semejante poder a la vista, era imposible abandonar el intento. Utilizando el láser de precisión, las poderosas guerreras se trenzaron una vez más en un enfrentamiento violento y a toda velocidad, ignorando las lesiones que en sus cuerpos provocaban los ataques de su adversaria; ubicadas en el espacio a cierta distancia del cúmulo de rocas espaciales entre las que estaba el yacimiento, ambas estaban dispuestas a todo con tal de vencer, pero de manera repentina, Aldren retrocedió asombrada, mirando a un punto más atrás de donde se encontraba su enemiga mortal. Sin pensar que podía tratarse de una treta, Arciagan miró hacia atrás en dirección a donde lo había hecho su rival y comprendió de inmediato cuál era el motivo de su sorpresa.

—Rayos.

Hacia ellas se acercaba un grupo de rocas de hielo espacial, antecedida por una de gigantescas dimensiones; Arciagan sabía que el hielo se desplazaba por el espacio a gran velocidad, absorbiendo en su paso por las galaxias todo tipo de partículas microscópicas, que si bien lo hacían inservible para usos industriales resultaba peligroso, al volverse básicamente un escombro muy resistente que podía aplastar objetos de menor envergadura.
Con apenas unos segundos disponibles, ambas guerreras se apartaron de la trayectoria de las rocas, observando impotentes cómo estas describían una curva que hizo estrellarse a la roca de hielo más grande contra el yacimiento de amatista estelar. En medio de un atronador silencio, se produjo una reacción en cadena, que en cuestión de unos momentos generó un arrecife de amatista y hielo imposible de penetrar sin armas de alto calibre. Sin pensarlo dos veces, las guerreras abandonaron el campo de batalla y emprendieron un vuelo a toda velocidad en direcciones opuestas.


3


—A lo que me refiero, mi querido amigo, es a que no podemos generalizar con respecto al resto de los Transformers, porque eso es pagarles con la misma moneda que ellos a nosotros mismos; si bien puedo estar de acuerdo en muchas de las cosas que dice mi hermano, lo cierto es que hay guerreros poderosos, valerosos y honorables en el bando de los decepticons al igual que en el de los autobots, y por cierto, este hecho es el que hace que la guerra se vuelva aún más trágica de lo que ya es. Todo enfrentamiento entre congéneres, toda lucha entre razas, y todas segmentación mal habida, es una pérdida para la buena convivencia, y un daño en muchos casos irreparable.

Las palabras de Undertow habían provocado en el grupo un respetuoso silencio. Más allá de que su forma de expresarse fuese ajena a la época en la que vivían, el contenido de su exposición no sólo era correcto, sino que además hacía referencia a una de las bases del conflicto que perduraba en la raza por tantas centurias.

—Cómo podrás darte cuenta —comentó Heavythread— en la corte hay todo tipo de personalidades: Undertow es un antiguo escudero de los Caballeros de Cybertron y nuestro Guerrero más renombrado, su hermano Underslow es nuestro propio historiador, Chainrack es un mapeador, y te voy a presentar también a nuestro herrero, la encargada del depósito de armas, nuestros exploradores y médicos.
— ¿Y tú qué eres?
—Explorador como otros, así fue como te encontré.
—Mis queridos compañeros —dijo Undertow—. Lamento tener que interrumpir su conversación, pero alguien se acerca a la corte.

Heavythread hizo un abogado elogio a la capacidad auditiva de Undertow y se acercó a una de las pantallas de monitoreo, donde confirmó que Aldren estaba muy cerca de la corte; algunos minutos después, ella descendía en la plataforma de aterrizaje, pasaba a modo robot y avanzaba a paso rápido hacia el interior.

—Heavythread —dijo al pasar—, reúne en la sala de mando a los que estén aptos para defender la corte, y déjalos a cargo de Undertow, y tú y el nuevo diríjanse ahora mismo a mi aposento.

Tras estas palabras desapareció por un pasillo lateral, dejando a todos los otros sumidos en un silencio absoluto.

—Ya sabe que estoy aquí —comentó Soulbreaker—. Dijiste que se lo ibas a comentar cuando llegara.

Mientras tanto los otros se habían dispersado ante las órdenes de Aldren, y aparentemente sabiendo de antemano de otras instrucciones que no había verbalizado, murmurando con nerviosismo acerca de las evidentes lesiones que ella tenía en el cuerpo.
Heavythread hizo un gesto vago con las manos.

—Tengo que comentárselo de todas maneras pero, es complicado. No importa, vamos al aposento.

Unos momentos después ambos entraron en una habitación cerrada en donde Aldren los esperaba sentada ante un mesón; un diminuto drone de atención personal se acercó flotando hacia ella para atender las lesiones que tenía en diversas partes del cuerpo, pero ella lo descartó con un movimiento de su mano.

— ¿Por qué lo trajiste sin consultarme?

Heavythread respondió con tranquilidad e indicando hacia el techo.

— ¿Puedes escuchar eso? Es decir ¿puedes escuchar ese suave ronroneo de electricidad y engranajes a nuestro alrededor?

Ella pareció desconcertada durante una milésima de segundo, pero no respondió, su vista clavada en un punto intermedio entre ambos.

—Él lo hizo —respondió con sencillez—. Se había activado otra vez la alarma el reactor y esta vez era algo muy grave; todos habríamos volado en pedazos, pero este muchacho utilizó nuestras mismas herramientas con sus conocimientos y lo reparó sin siquiera apagarlo.

Aldren esperó en silencio, sin inmutarse.

—Pero no lo traje por eso, no sabía que podía hacer esas cosas —admitió—. La verdadera razón por la que lo traje es que él puede verme.

La líder hizo un imperceptible movimiento.

—Sabes que no puede estar presentando un desperfecto.

Ella se puso de pie resueltamente.

—No puedo ocuparme de él ahora. Llama a Filence y dile que se ocupe de él —y directo a Soulbreaker—. Voy asignarte un guardaespaldas y cuidador, va a quedarse contigo cada segundo mientras estés en este lugar.
— ¿Qué sucede preguntó Heavythread— ¿Está sucediendo algo que no nos hayas dicho?
—Aún no, pero puede suceder; es imperativo que cambiemos el curso de la órbita de la Corte ahora mismo.

4

Spektre recibió el aviso de llegada de Arciagan un poco sorprendido por su retorno tan pronto, pero se mostró alarmado al ver las lesiones que ya exhibía en distintas partes de su cuerpo.

— ¿Qué sucedió querida?
—Las cosas se complicaron —dijo ella escuetamente.

Spektre sabía que ella era una guerrera hábil y sumamente poderosa, por lo que verla lesionada significaba que se había enfrentado a un enemigo poderoso, no a una misión rutinaria de conseguir energía en el espacio.

— ¿Se trata de algo que quieras contarme ahora mismo?

Arciagan estaba frustrada y al mismo tiempo enfadada por lo que había sucedido; sintió desde un principio que tenía la situación bajo control, y sin embargo una eventualidad la había alejado de su objetivo principal. Además la presencia de su mortal enemiga en las inmediaciones de este banco de amatista estelar significaba que podía volver a aparecer.

—En este momento tengo que…

No continuó hablando, se quedó inmóvil y sin poder reaccionar, al notar que tras Spektre, un cíclope observaba a ambos, su ojo púrpura muy fijo en los suyos, casi como si pudiera ver a través de sus sensores ópticos el interior de su chispa.



Próximo capítulo: Una jornada normal

Por ti, eternamente Capítulo 9: Sin aliento



Cuando miró por la ventanilla de la puerta trasera, Víctor se quedó inmóvil ante lo que estaba viendo. Una sombra humana se acercaba directamente al furgón, desde la parte de atrás y avanzando con lentitud. Volteó hacia el niño, de regreso hacia la ventanilla trasera, y de inmediato hacia la parte delantera del vehículo, cuyo motor estaba apagado.

—Dios mío —murmuró asustado—, viene para acá...

Por desgracia no podía simplemente acercarse adelante y encender el vehículo, porque había tenido la mala idea de estacionarlo entre árboles, por lo que tendría que maniobrar bastante para salir de ahí. La sombra seguía acercándose, no podía quedarse ahí esperando, tenía que hacer algo.

A gatas por el suelo tomó al bebé en sus brazos y lo ubicó en un rincón seguro.

—No hagas ruido.

Sintió un sudor frío en la espalda, todos los músculos contraídos por el nerviosismo; pero en ese momento pensó que tal vez, quien fuera que se acercaba, no tenía por qué saber quién era él. Muy bien podía ser un simple lugareño.

—No te muevas, todo va a estar bien.

Pero él mismo no se sentía muy animado con lo que se escuchaba susurrar. Haciendo acopio de valor, abrió la puerta trasera lo justo para bajar, y dejando entreabierto alzó la voz con la mayor seguridad de la que fue capaz.

— ¡No se acerque!

Su grito casi se perdió en el vacío de la tarde, pero tuvo algún efecto porque la sombra se detuvo a algunos metros de distancia.

—Discúlpame hijo, no quise molestar.

La voz se escuchaba amable, pero aún no estaba tranquilo.

— ¿Qué es lo que quiere?
— ¿Puedo acercarme?
— ¡No!
—De acuerdo —exclamó impasible— no voy a hacerte daño, es sólo que iba camino a la Iglesia, y como vi las luces del auto y empieza a caer la tarde, pensé que podrían necesitar ayuda.

¿Iglesia?

— ¿Quién es usted?

La voz sonó casi divertida.

—Lo lamento, no lo dije. Soy el padre Osvaldo, de la Iglesia que está a poco camino de aquí.

Esa respuesta era lo último que se esperaba, no supo qué decir. ¿Qué hacía un sacerdote a esa hora en la mitad de la nada?

—Acérquese un poco.

La sombra se volvió persona cuando el hombre se acercó a paso lento. Efectivamente era un sacerdote, con sotana y alzacuello.

— ¿Qué hace aquí?
—Vengo del otro pueblo —explicó con una voz amable y sencila— estaba acompañando a una familia que tiene uno de sus miembros enfermo. Y tú, ¿estás bien, necesitas ayuda?

Por Dios que la necesitaba. El sacerdote era un hombre de aproximadamente cincuenta años, de cabello cano muy corto, bien afeitado, de aspecto saludable y contextura media; se acercó un poco más, mirándolo con ojos claros y una media sonrisa.

—Estoy bien, solo estoy pasando la tarde aquí.
— ¿Y dónde vas a pasar la noche?

Parecía estar leyéndole la mente; Víctor se sentía incómodo en esa situación, pero de alguna manera no podía mostrar rechazo hacia el sacerdote. No era especialmente religioso, pero la presencia y la actitud desinteresada de ese hombre le provocaban confianza.

—Estoy pensando en eso.
—Pues no te queda mucho tiempo para decidirlo hijo —comentó — porque la tarde está empezando a refrescar y por éstos lados las noches a veces son heladas. Tú no eres de por aquí.

Eso se le notaba a distancia.

—No, solo estoy de paso.
—Siendo así —asintió como mostrando satisfacción por sus propios comentarios— creo que lo más conveniente es que me acompañes, a menos que quieras pasar la noche a la intemperie. Puedo darte alojamiento en la Iglesia.

Víctor miró hacia el furgón y nuevamente hacia el sacerdote; no estaba helado, pero la perspectiva de pasar la noche con el niño en plena pradera no era muy alentadora, y considerando que tenía dinero limitado, bien podía servirle ahorrarse alojamiento, al menos por una noche.

2

Armendáriz estaba detenido en un semáforo abriendo una bebida negra cuando sonó su teléfono celular.

— ¿Qué pasa Gómez?
—Acabamos de recibir la información, tenemos datos de donde podría estar Segovia.

Dejó la bebida a un lado y reinició la marcha.

—Dame los datos.
—Según lo que vimos en las cámaras de seguridad, el tipo entregó todas sus cosas a un hombre que reduce especies legalmente, pero no se fue con ellos.
—Dime que lo rastrearon.
—Ya hablamos con él jefe —comentó la otra voz con un dejo de satisfacción en la voz— nos dijo que el hombre estaba muy nervioso y apurado por deshacerse de todo y nos dio señas del que les hizo el contacto, aunque por supuesto no tenía el nombre completo, así que estamos localizándolo ahora mismo. Pero en el lugar no había ningún bebé.

Eso era extraño, o preocupante, o ambas cosas.

— ¿Algo más?
—Sí, una llamada de un anónimo que dijo que lo vio ésta mañana en los alrededores de una urgencia, hay alguien haciendo preguntas en ese sitio. Y dos de personas que dicen haber visto a un hombre joven con un bebé, una en la zona oriente y la otra por la zona sur, ambas son poco claras, estamos investigando igualmente.

La zona sur de la Capital, un tipo vendiendo todas sus pertenencias, un bebé desaparecido, todo tenía el mismo acento.

— ¿Que parte de la zona sur?
—Espere...hacia la salida antigua de Los ermitaños.
—Cualquier otro dato me llaman, tengo que cortar.

En su carrera siempre había tomado el riesgo de seguir su instinto, y en esos momentos algo le decía que el tipo estaba tratando de salir de la ciudad por uno de los accesos sur, era la forma más discreta si querías hacerlo rápido, pero no podías hacerlo en transporte público, necesitabas un vehículo particular; si había vendido todas sus cosas, perfectamente podía haber comprado algún auto barato, pero automotoras de mala reputación había demasiadas y la tarde ya estaba avanzando, llevaba todo el día moviendo a su equipo y aún estaba con la sensación de dar vueltas sin sentido.

— ¿Qué ocurre?
—Buena nueva —explicó Gómez saltándose los saludos— tenemos una llamada del hombre que le vendió a Segovia el vehículo con el que pretende escapar.

La noticia, por una vez en la vida, estaba ayudándolos.

— ¿Dónde fue?
—Por Miguel Antares.

Estaba equivocado por sólo algunas cuadras. Y lo mejor es que estaba relativamente cerca de esa zona, podía llegar en quince minutos, pero la pregunta realmente importante es hacia qué punto había ido él después de tomar el vehículo.

—Manden a algunos de ustedes para allá, establezcan un punto de control en ese sitio y hagan lo usual, preguntas y revisar el área. Nos encontramos por allá.

Cortó. Mientras avanzaba veía el mapa en la pequeña pantalla del GPS del automóvil; excelente, por esa salida sólo podías seguir dos alternativas para salir de la ciudad hacia la siguiente región, y ambos caminos eran semi rurales, de modo que no había forma de esconderse, no demasiado. No tardaría mucho en dar con él, pero lo que más le preocupaba no era el hombre, sino el hecho de tener un testimonio, aun siendo preliminar, de una persona que habría interactuado con él luego de la desaparición del bebé, sin haber visto a un menor. Por el momento no quería pensar en lo que eso significaba.

3

Romina dejó los binoculares a un lado en el asiento del copiloto.

—Parece que van a detenerse.
—Están en algo.

La camioneta seguía detenida en una esquina; habían seguido a Armendáriz a prudente distancia, pero aún a pesar de llevar todo el día tras su pista no tenían noticias satisfactorias.

—Entrevistar a la familia de la madre no fue mucho avance en realidad, pero seguro que tendremos que mantener el ojo ahí. Pero nos falta el amigo, es increíble que la gente en estos tiempos no se sepa el apellido de las personas ni donde trabajan.

Álvaro se pasó nerviosamente las manos por la cabeza.

—Romina, éste puede ser realmente un buen caso, siento que va a ser un gran golpe.
—Escucha esto, última hora mandó un periodista y dos noticieros también, pero los demás aún están esperando a tener alguna información adicional porque no quieren arriesgarse.
—Es cierto, varios quedaron bastante mal cuando ocurrió lo del secuestro del contador que resultó ser auto — secuestro.

Ella volvió a tomar los binoculares; tenían que seguir pendientes a ver hacia dónde seguían sus objetivos.

—Excelente, acaba de llegarme un mensaje de "Reportaje a fondo" y dice que si conseguimos algo contundente, nos hace el contacto con el editor de la revista "Crónica nacional" para un centro de revista.

Álvaro se mostró disconforme mientras se preparaba para arrancar nuevamente.

— ¿Y solo eso?
— ¿Que más querías?
—Una portada, por lo menos, estamos autofinanciándonos en esto.
—Álvaro por favor; está bien que nos hayamos especializado en reportajes de seguimientos en éste tiempo, pero sabes que en éste mundo es difícil hacerse un espacio. Por lo pronto roguemos que el globo no se desinfle, y si hacemos un buen seguimiento seremos los primeros, eso nos dará muchos créditos.

4

El sacerdote se había ofrecido a llevar consigo al bebé tan pronto lo vio, pero Víctor prefirió mantenerlo en su regazo mientras conducía; habían hablado casi durante todo el corto trayecto, y aunque al principio se había sentido un poco invadido, la actitud natural y bondadosa del hombre le había dado confianza; la calle por la que iban remataba algunos metros después en una Iglesia modesta pero muy bien conservada.

—Entonces llegaste aquí para buscar la forma de salir de la capital.
—Sí, era la única manera que se me ocurrió.

Dejó las llaves en el encendido y ambos bajaron del furgón. En sus brazos Ariel comenzaba a dormirse; mejor, ya estaba muy entrada la tarde.

—Ésta es la Iglesia de la que te hablé.

Se acercaron a un costado de la Iglesia, donde había una edificación pequeña que correspondía a la casa del sacerdote. Dentro, encontró una sala modestamente arreglada, con dos puertas que, de seguro, eran las de la habitación y la cocina; el sacerdote le señaló el sofá mientras encendía la luz.

—Siéntate.
—Gracias.
—Puedes pasar la noche aquí —le dijo mientras dejaba las llaves en un mesón cerca de la puerta— no es el mejor alojamiento pero es mejor que pasar la noche en la calle y con un bebé tan pequeño.
—Se lo agradezco mucho.

Víctor se sentó con el bebé en los brazos; el sofá se sentía cálido y acogedor en comparación con el furgón, una diferencia para mejor luego de todo lo que había pasado.

— ¿Tienes hambre?
—No.
—Pero te ves un poco pálido, puedo servirte un poco de café si quieres.
—Gracias.
—Vengo en un minuto.

El sacerdote se internó en la cocina, dejando la puerta entreabierta para poder seguir el curso de la conversación; la luz en la sala estaba tenue, y aunque no parecía haber calefacción, estaba tibio, o tal vez la diferencia era que afuera ya corría viento y no se estaba percatando. De pronto sentía pesados los párpados.

— ¿Por qué no recurriste a una Iglesia en primer lugar?
—No lo sé —respondió con voz de pronto cansada— estaba muy asustado. Le prometí a Magdalena, a la madre de Ariel, que iba a mantenerlo a salvo, y luego ocurrió lo de la llamada y lo de la noticia, decían que había un secuestro, no supe qué hacer, solo intentaba hacer lo mejor.

El sacerdote se sentó frente a él en una silla, hablando en voz muy baja, como si no quisiera interrumpir su descanso.

—Debiste pedir ayuda, siempre la puedes encontrar en un lugar como éste. Tu café estará listo muy pronto, pero te ves muy cansado, tal vez deberías recostarte un poco.

Víctor tenía los ojos entrecerrados, sin mirar de manera directa al hombre frente a él, en realidad parecía que no estaba mirando a ninguna parte. La tranquilidad lo hacía sentirse cómodo en cierto modo, y la voz del sacerdote era calma, del tipo de voz que te hace sentir como con un amigo de toda la vida. El hombre mayor se puso de pie mientras tanto.

—Descansa, yo ahora voy a cerrar la Iglesia y vuelvo. Duerme hijo mío, tienes que descansar.

Se quedó solo con el niño en sus brazos. La Iglesia se sentía tan acogedora en esos momentos, era como el lugar perfecto para pasar la noche después de lo que había sucedido antes, y más calmado, sentía que necesitaba dormir; se recostó sobre el lado izquierdo con el bebé abrazado y apoyó la cabeza en uno de los brazos del sofá, sintiendo como el cuerpo comenzaba a agradecer la superficie cálida y suave, mientras el pequeño dormía profundamente después de un día en el que también había pasado por muchas cosas.

—Debí cantarte una canción de cuna —susurró con los ojos cerrados— pero no me sé ninguna... ¿Qué te cantaría tu madre? Tenía una voz bonita, especial...creo que debería inventarte una canción de cuna...

Sus pensamientos vagaban por la oscuridad; allí parecía haber encontrado una repentina tranquilidad, un acogedor sitio donde descansar y reponer las fuerzas, sin pensar por el momento en lo que tendría que hacer a la mañana siguiente. Sintió la voz del sacerdote acompañada de sus pasos lentos, continuando con la conversación de antes, pero no se sentía con ganas de hablar, sólo quería descansar.

—Debes estar cansado.
—Si...
— ¿Crees que debías huir con el bebé?
—No tuve otra opción...

Un breve silencio. Tenía sueño, cada vez más sueño, y la voz tan melodiosa ayudaba a esa sensación.

— ¿Por qué huiste?
—Se lo prometí a Magdalena, le dije que protegería a su hijo.
—Pero has estado corriendo peligros, quizás esto no es lo mejor.
—Las cosas siempre pueden ser mejores.
— ¿Quieres lo mejor para él?
—Si...quiero lo mejor para él, estoy...solo estoy haciendo lo mejor que puedo...
—Estoy seguro de eso...es sólo que tal vez...su madre quería que estuviera seguro...con su familia...

Casi lo admitió, pero algo en su interior le dijo que las cosas no estaban bien, que había algo incorrecto en las palabras. Entonces abrió los ojos, y se encontró con las manos del hombre mayor, acercándose con cautela al bebé que dormía en sus brazos. De pronto la figura del sacerdote se veía imponente, amenazante.

— ¿Qué hace?
—No te asustes.

Cubrió al bebé con los brazos y se incorporó torpemente, enfrentando al hombre con la mirada, mientras su mente comprendía todo.

—Usted...
—Tú quieres hacer lo mejor para él, ¿no es así?

Su corazón azotó contra el pecho, como un golpe al entender lo que en realidad estaba sucediendo.

— ¿Qué es lo que hizo?

Se levantó con el bebé en sus brazos sintiendo el pulso acelerado; tenía que salir de ahí.

—Usted me engañó ¿Por qué?
—No te engañé —replicó impasible—, aquí estarán seguros.

Rodeó al sacerdote y se acercó a la puerta, pero estaba cerrada.

—No puede encerrarme. Déjeme salir de aquí.
—Sólo quiero ayudarte, eso es lo mismo que dijiste.
— ¡Déjeme salir!

Pero el otro hombre no parecía alterarse, más bien lo miraba como se mira a una persona enferma o que tiene alguna alteración mental. ¿En eso se había convertido para él, en un loco? El sacerdote se acercó a él.

—Lo tendré mientras te tranquilizas.
— ¡No se acerque!

Estaba acorralado entre la puerta que debería dejarlo salir, una repisa y el hombre que continuaba acercándose.

—Puedes apretarlo y hacerle daño.
—Le dije que no se acercara —replicó nerviosamente— ¿Por qué me hizo esto? Yo confié en usted.
—Hiciste lo correcto, puedes confiar en mí.

Podía echar abajo la puerta, aunque no con el niño en brazos, pero tampoco podía dejarlo sin arriesgarse a que el otro hombre lo tomara. Arriesgándose, dejó al niño sobre la repisa y empujó al sacerdote hacia un costado, para darse espacio y poder quitarle las llaves.

— ¡Deme las llaves!

Pero para su sorpresa el hombre mostraba una agilidad sorprendente, y esquivándolo fue directo hacia el niño, que ya se había despertado y comenzaba a llorar asustado.

— ¡No!

En un intento desesperado, Víctor se abalanzó sobre el otro y forcejeó con él, hasta que logró quitarle las llaves, pero todavía tenía que mantenerlo lejos de la puerta y del niño para poder salir.

— ¡Aléjese!
— ¡No lo hagas!

Valientemente empujó al sacerdote, que cayó sobre el sofá; con eso tuvo el tiempo suficiente de recuperar el niño y abrir la puerta, saliendo a toda velocidad hacia el furgón.

— ¡No!

Las llaves no estaban en el encendido. Mientras el bebé lloraba sin cesar, Víctor tuvo que dejarlo en el asiento del piloto, para volver a la casa que estaba al lado de la Iglesia.

— ¡Devuélvame las llaves!

Pero justo en la puerta de la casa, algo lo golpeó en un brazo.

— ¡Aaah!

El sacerdote apareció en el umbral con un bastón en las manos y volvió a alzarlo, pero el joven reaccionó a tiempo y lo empujó contra la pared.

— ¡Entrégueme las llaves!
— ¡Estás arriesgando al niño, vas a matarlo!
— ¡Cállese!

Con un esfuerzo más logró quitarle las llaves del furgón, tras lo cual volvió a toda carrera al furgón y emprendió la marcha, en medio de los gritos inútiles del sacerdote tratando de detenerlo y los llantos desesperados del bebé.



Pró ximo capítulo: Buscando el olvido

La traición de Adán capítulo 24: Huellas




Mientras el éxito del Boulevard  continuaba llenando las arcas de Bernarda Solar, Adán estaba finalizando el balance de Diciembre y fin de año de la galería de Carmen Basaure, y con excelentes cifras. No había vuelto a tener noticias ni tiempo de conseguir información sobre la artista, pero en lo que a él respectaba, era mucho mejor no tenerla en el país mientras estaba colmado de trabajo con Boulevard y los proyectos relacionados con el hotel; parecía muy poco tiempo, pero en realidad habían pasado muchas cosas desde la inauguración de la galería y ahora sus ojos se encontraban en cosas mucho más grandes; había  cerrado la galería por ese día 19 de Diciembre para poder disponer de ella y las obras, y sabía que estaba solo, por lo que le llamó mucho la atención que alguien llamara a la puerta.

– ¿Quién puede ser?

Dejó el trabajo en la oficina que  había improvisado en el taller de Carmen, y se acercó a la recepción; en la captura de la cámara de seguridad no había nadie. Retrocedió  un poco el registro, pero aun así no encontró a la persona que hubiese tocado; alguien que sabía bastante bien cómo moverse.

–Un momento...

De pronto recordó que aún no había tenido respuesta de sus investigaciones con respecto a la persona que dejó los mensajes en su departamento, y pensó que en realidad todo eso podía estar relacionado y por lo tanto ser más importante de lo que había supuesto en un principio. Salió de la recepción caminando lentamente, solo para encontrarse con una visita en el taller.

–Buenos días Adán.

Era Samuel, el genio informático que lo había ayudado en el pasado y al que no había podido localizar últimamente. Contuvo la sorpresa y las preguntas, deduciendo que había entrado allí usando  sus conocimientos de tecnología, y solo entonces comenzó a comprender.

–Al fin apareces, estuve tratando de encontrarte todo este tiempo Samuel.

El otro frunció el ceño. Esta vez algo había cambiado en ese hombre, porque el tono amistoso y cercano de Adán no había hecho ningún efecto.

–Me ausenté durante estos días. Estaba haciendo investigaciones y descubriendo muchas cosas; hice un viaje al pasado.

Adán se quedó inmóvil mirando al otro hombre. ¨Dejaste un cabo suelto¨  ahora tenía todo el sentido. Por eso Samuel desapareció repentinamente, por eso no habían rastros del origen de los mensajes en su departamento, por eso es que se veía tan distinto.

–Así que hiciste un viaje. ¿Y cómo estuvo?
–Interesante. Educativo. Y a la vez intrigante.

Lo fulminó con la mirada. Samuel ya no era el mismo, ahora todo era completamente distinto.

– ¿Por qué, que descubriste?
–Te descubrí a ti Adán. Y a la vez no. Por eso me parece buen momento para hacer una pregunta. ¿Quién eres Adán Valdovinos?

Mientras tanto, Eva estaba en su oficina en la Constructora Del Mar y Alzarrieta ordenando unos asuntos cuando sonó su teléfono celular, indicando en él un número desconocido. Contestó mientras se acercaba a la cafetera.

–Hola.
–Hola preciosa.

Se le soltaron de las manos los papeles que tenía en ellas al oír esa voz; y de pronto todo volvió al pasado, de pronto estaba otra vez en ese horrendo sitio escuchando la misma voz que había atravesado casi veinte años sin cambiar, demostrando que en realidad nada de lo que había hecho para alejarse había sido suficiente. No dijo nada, pero el hombre al otro lado de la conexión sabía que estaba allí, y continuó hablando con esa maldita voz melodiosa y cantarina que bien podría servirle para hipnotizar a sus víctimas.

–Me costó encontrarte preciosa, pero al final las cosas siempre terminan por suceder. Nos veremos pronto preciosa, te lo prometo.

Cortó, dejando en lugar de su voz el frío tono de la línea, repiqueteando sin detenerse. Ahí estaba, a solo  una llamada de ella, destruyendo todo aquello que Eva había hecho para tratar de apartarse; de nada había valido la distancia, los cambios ni los años, ahora estaba otra vez en la encrucijada, atrapada por un demonio que la perseguía a través del tiempo, implacable como un verdugo, sencillo como un humano, demente tanto como su ambición. Apagó su teléfono y sacó la tarjeta de él, destruyéndola en un gesto inútil que quizás solo le daría algo más de tiempo, pero que no le entregaba nada más. Tenía que hacer algo, era imperativo descubrir la forma de separarse definitivamente de su pasado y alejarse para siempre de ese demonio. Ya no podía quedarse solo en intentos, no cuando estaba consiguiendo todo lo que quería y estaba a punto de llegar a un nuevo nivel, ahora tenía que tomar la situación en sus manos y hacer algo definitivo.

En la galería de arte, Samuel había tomado lugar con autoridad junto al escritorio, enfrentando a Adán que permanecía en el umbral de la puerta, manteniendo la mirada del otro, y pensando a toda velocidad.

–En determinado momento quise investigar sobre ti Adán –explicó recordando– podrías pensar que se trataba de algún interés amoroso, pero en realidad es una especie de deformación profesional, porque mi trabajo y mi pasión es hacer investigaciones, así que creí que era entretenido conocer un poco más de ti. Y seguí tus estudios, fui un poco más atrás en el tiempo, y me encontré con una verdad  a medias, un bosquejo de ti  que estaba incompleto y que pasaría inadvertido para la mayoría.
– ¿A qué te refieres?
–Me refiero a ti, a tu esencia. No eres nadie Adán, no eres nada de lo que dices sobre ti mismo, tú eres solo una gran mentira.

Adán sintió que se  tensaban todos los músculos del cuerpo. No podía ser, tenía que haber algo fuera de lo común, algo que hubiera dejado pasar sin darse cuenta.

–Dime a que te refieres.
–Eres un gran actor Adán –comentó Samuel– estás enfrente a alguien que ha descubierto tu verdad y aún sigues representando el mismo papel de siempre; tan perfecto como siempre, sin errores, sin complejos. Pero resulta que cometiste un error, porque tu historia no está completa. Ni siquiera eres quien dices ser, porque robaste la identidad de otro hombre; el verdadero Adán Valdovinos está muerto.

Adán seguía mirándolo atentamente; las cosas estaban llegando demasiado lejos.

–No estoy muerto Samuel, me tienes aquí, frente a ti.
–Y lo mejor es que te aprovechaste de una situación tan antigua que pasó inadvertida para todo el mundo –siguió el otro sin alterarse– si cualquier persona hace una investigación sobre ti, no hay nada raro, hasta que vayas directamente a tu infancia que pasaste con tus padres en el sur del país; murieron en un trágico accidente en un paseo de invierno, excepto por ti que sobreviviste milagrosamente a la edad de siete años, tras lo cual fuiste a vivir con una familia adoptiva en la ciudad. Ese matrimonio te cuidó y te crió, pero ambos murieron por causas naturales cuando tú tenías diecisiete, así que quedaste solo, pero bastante preparado para el futuro y para convertirte en el hombre exitoso que eres hoy en día. Pero ese niño, ese Adán murió junto a sus padres en ese accidente, así que quien está frente a mí no es él. Tu solo eres una hermosa mentira.

Estaba cerca, estaba horriblemente cerca de la verdad, pero aún era necesario saber qué tanto, y hasta qué punto había podido descubrir. Y lo más importante, tenía que saber también qué otras personas estaban enteradas de todo eso.

– ¿De dónde sacaste todo esto?
–La información siempre está para quien quiere encontrarla y descubre la forma de llegar a ella, tú puedes haber escondido cosas, pero eso no quiere decir que las puedas hacer desaparecer. No, tú no puedes. Tenías solo siete años, y ya estabas planeando  tu futuro con lujo de detalles. ¿Qué mejor opción que tomar el lugar de una persona fallecida? Ese matrimonio vivía en una zona alejada de la civilización, la esposa tenía algunos problemas de salud así que no salían a menudo, pero su hijo era inquieto, y tenía algunos amigos a los que veía ocasionalmente, específicamente uno del que sus padres no tenían conocimiento; un amigo que lo quiso tanto como para acompañarlo más allá de la muerte, tan cercano como para convertirse en él. Y ese eres tú.

Las cosas estaban llegando demasiado lejos. De la noche a la mañana estaba frente a la verdad que creyó haber dejado atrás, sepultada para siempre entre las mentiras y el paso del tiempo, pero aun no sabía que era lo que había hecho tan mal como para que alguien pudiera dar con esa historia antigua.

–Has estado trabajando bastante –comentó manteniendo la calma– pero aún tengo mis dudas.
–No te preocupes, porque aún tengo algunas cosas más que decirte. En un principio fue difícil, porque todo eran especulaciones y teorías, hasta que decidí ir a la fuente y explorar en terreno; ahí fue cuando surgió la verdad, ahí fue que descubrí como es que lograste usurpar su identidad sin que nadie pudiera demostrar que se trataba de una mentira. En primer lugar elegiste a la familia perfecta, gente principalmente aislada por costumbres y por circunstancias, sin familia directa, el resto solo fue esperar. Debe haber sido terrible ver como pasaba el tiempo sin resultados, esperando a que llegara el momento preciso. Y claro, estaba también el otro factor fundamental, aquello que te hacía perfecto para tomar el lugar del hijo de ese matrimonio, me refiero a tu verdadero origen. Tú eras tan solo uno más entre varios niños que vivían en un orfanato, solo uno más dentro de un grupo de infantes custodiados por algunos adultos que seguramente no estaban ni capacitados ni interesados realmente en lo que pasara con ellos.

Adán contuvo la respiración un momento; eso era lo que aún después de tanto tiempo no había podido superar, el recuerdo vivo de ese lugar, esas paredes grises en medio de la nada. Pasos de adulto custodiando las noches a través de los pasillos, el repiqueteo constante de las manecillas del reloj en medio de habitaciones inmundas, marcando segundo a segundo el paso de un tiempo absurdo; ahí el tiempo nunca pasaba, ahí solo eras un mueble más, una puerta  crujiendo al moverse, un vidrio roto reemplazado por un trozo de cartón, no eras una persona, no eras un ser vivo, eras un número que significaba dinero en una cuenta, que fácil resultaba mantener a las víctimas ahí, sin poder, sin ver, resignadas a recibir lo que se les daba como una limosna o sin siquiera saber cuál era la realidad a la que se enfrentaban o si había otra diferente. Los adultos ahí tampoco eran personas, eran sombras durante el día, carceleros durante la noche, y se limitaban a existir de la misma manera en que los infantes. Historia sin fin, repitiéndose constantemente en una desquiciante secuencia sin futuro, adornada por sollozos ahogados, o por inútiles e infantiles lamentaciones durante el día. Adán no iba a permitir eso, era solo un niño en una cárcel, pero sabía muy bien que eso no era todo, y que no iba a quedarse así nada más, detrás de las rejas mientras el tiempo  pasaba y pasaba. Y había salido de las rejas, pero aun persistía el recuerdo, aun podía sentir el olor de ese sitio delatando la eterna quietud, aun podía oír los relojes en las habitaciones y los llantos jamás escuchados.

–Ese orfanato fue cerrado con el tiempo por las condiciones inhumanas en que mantenían allí a los pequeños, por agresiones y por la mala atención del lugar que estaba prácticamente derrumbándose. Pobre, debes haber estado desesperado por salir de allí, y viste en esa familia tu vía de escape, quizás no pensando en eliminar a su hijo, pero si creyendo que podrías integrarte, lentamente, usando tu  encanto para hacerte amigo al comienzo, y un hijo adoptivo después; el destino quiso que las cosas se torcieran, porque no tenías considerado el accidente, pero si era así, tampoco te ibas a quedar con las manos vacías.

No, por supuesto que no se iba a quedar con las manos vacías. Adán sentía como el tiempo retrocedía, y volvía a verse harapiento, sucio y con hambre, escapar cada día de ese sitio, para limpiarse y escabullirse entre las hojas, hasta llegar a los enormes jardines de aquel niño al que se refería  Samuel. Él quería eso, él tenía que conseguir para si todo eso, y por ese motivo es que tenía todo claro en su mente y sabía que había un mundo afuera, esperando por él, y nada iba a quitarle la oportunidad; y tal como si estuviera relatando la historia, Samuel contaba los hechos, el trágico accidente, la noticia que supo él, y la forma en que ideó la solución. Lo siguiente fue solo actuar.

–Así que hiciste lo más inteligente: escapaste del orfanato y te hiciste pasar por el hijo de ese matrimonio. ¿Por qué? Porque luego del accidente en el río el hijo no apareció, seguramente porque su cuerpo fue arrastrado con rapidez, así que solo tuviste que mentir y hacerte pasar por él. ¿Quién iba a echarte de menos en el sitio de dónde venías? Además contabas con tu inteligencia, tu belleza y esa capacidad natural de atraer a las personas, y como las víctimas tienden a llamar la atención de todos, el panorama estaba preparado para ti. Por eso es que fue tan sencillo, porque ya sabías todo desde antes, tu amigo te lo había contado entre juegos cada día, tú lo único que tenías que hacer era trasladar esa historia del hacia ti, al fin que nadie podía refutar lo que dijeras. Con el tiempo la historia pasó  a ser tuya, te quedaste con el nombre y con el pasado, excepto porque no podías volver al orfanato a borrar de allí las pruebas, ese fue tu error.

Solo entonces lo recordó. Esa fotografía que le habían tomado a él y los otros en el orfanato, la prueba de la que no se había deshecho, el cabo suelto del que jamás se encargó.

–Eras realmente encantador en esa época, una proyección de aquello en lo que te convertiste con el paso del tiempo, y por lo mismo es que es imposible confundirte.

Adán supo que Samuel iba a decir su nombre original, y solo podía llegar hasta ahí, solo podía revivir la historia hasta ese punto, pero no se permitiría más, no llegaría tan lejos, porque hacerlo sería sobrepasar un límite impensado.

–Dime que quieres –lo interrumpió decidido– si estás aquí es por un motivo. ¿Hay algo que quieras de mí?

Era una invitación implícita, una sugestión para desviar su atención, o inclusive para algo más, porque en ese estado podía hacer cualquier cosa, lo que fuera para conseguir sus objetivos. Samuel sonrió.

–En una época creí que podía conseguir algo de eso –comentó con los ojos brillantes– y con eso te di un arma que podías usar, y vaya que si  la usaste. Pero jamás iba a conseguir nada. ¿Creíste que estaría permanentemente pendiente de ti y de tus absurdas ilusiones? Te permití utilizarme hasta cierto momento, pero estoy cansado de eso, ya no me basta con tu cara bonita y con tus palabras, ahora quiero ganar algo a cambio.
–Y si quieres algo, entonces me tienes a mí.

Pero el otro rió.

–Habría pagado por escuchar eso, y me lo dices por voluntad propia. Parece interesante, pero es demasiado tarde para eso, lástima que alguien como tú deje pasar por alto detalles como este,  creo que estabas ocupado con cosas demasiado importantes. Sé que estás ganando grandes cantidades de dinero gracias a la galería y el Boulevard, y yo quiero parte de esos ingresos. Vas a hacerme  partícipe de esas ganancias a partir de ahora, o destruiré todo lo que tienes; y antes que se te ocurra decirme que aquella historia sobre tu origen no puede afectarte en el presente, te quiero recordar que gran parte de los ingresos con los que viviste no te pertenecen, que se los quitaste a los verdaderos herederos que eran los dos hijos anteriores de tu supuesto padre, y que ahora son bastante mayores y pobres gracias a ti, pero no solo eso, porque hay algo mucho más importante en esto, y es que en el mundo en que te desenvuelves la imagen y la historia importan mucho más de lo que crees, si yo hago que tu secreto se sepa, perderás mucho trabajo del que has hecho. Podría quitarte lo que tienes sin que lo evitaras, pero no lo haré por ahora, primero quiero que tú hagas esa parte por ti mismo, y ya sabes que soy muy bueno en la tecnología, así que no te tardes. Aquí te dejé los datos, no me falles de nuevo.

Samuel salió en silencio, sin permitir más palabras de parte del otro. Siempre podía aducir que esa historia era falsa, pero tal como lo había dicho Carmen en una ocasión, una vez que manchan tu honra, recuperarte es muy difícil, y además de eso, sabía que si se lo proponía, Samuel podía hacerle la vida imposible. Estaba atrapado, completamente en sus manos, y en tal punto que ni siquiera usando su encanto había logrado distraerlo, porque de hecho, había subestimado su carácter. Era un gravísimo error, y además un golpe fuerte saber que alguien en este mundo sabía quién había sido antes de ser él mismo; en ocasiones toda esa historia parecía tan lejana y ajena que casi podía creerla una fantasía infantil, pero en ese nefasto día, le había quedado claro más que nunca que había una segunda verdad, una historia lejana que no por distante había desaparecido, y sabía que era culpable  de eso, sabía que tendría que hacer todo lo que Samuel le estaba ordenando, pero asimismo sabía que esa era una nueva historia sin final, porque a partir de ese momento estaría atado de por vida a los deseos de quien una vez subestimó, cumpliendo sus caprichos que perfectamente podían cambiar de un momento a otro; una situación como esa podría destruirlo.

–No –dijo para si– esto no va a pasar. Antes que me destruyas, voy a sacarte de mi camino Samuel, me cueste lo que me cueste.




Próximo episodio: Asesino de identidad

Por ti, eternamente capítulo 8: Verdades a medias




—Hoy día Ariel, es Viernes Nueve de Mayo. Mira, las semanas tienen siete días, Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes, Sábado y Domingo. Los meses tienen cuatro semanas, pero no son tan exactos porque varios tienen treinta días, algunos treinta y uno, e incluso hay un mes que tiene veintiocho o veintinueve, dependiendo del caso. Cuando tú te duermes en la noche y está oscuro y después despiertas con Sol, es porque pasaste a un nuevo día. Por ejemplo, tú y yo ya nos conocemos casi dos días.

Llevaba un par de horas de viaje, algo más tranquilo de tener un poco del control de la situación; viró a la izquierda y unos momentos después sintió que el bebé comenzaba a sollozar.

— ¿Que pasa Ariel? ¿Estás incómodo?

Acercó una mano al pequeño, que se removía inquieto, mientras los sollozos aumentaban de volumen.

—Espera, no puedo parar ahora, espera un momento...

Los sollozos del pequeño aumentaban de volumen, de modo que optó por aumentar la velocidad; ya estaba en una zona semi urbana, por lo que no le costó encontrar un terreno vacío al costado del camino. Al estacionarse miró la hora y comprendió.

—Ay Dios mío, pero cómo no vas a estar molesto, si son más de las doce y no te he dado tu leche...espera, espera un poco por favor.

Alargó el brazo hacia atrás, tomó el bolso y comenzó a reunir lo necesario para preparar la leche. Mientras abría el termo donde mantenía agua caliente seguía hablando, aunque no sabía con claridad si era para tranquilizar al pequeño o a sí mismo.

—Estoy preparándolo ¿ves? ya va a estar, solo dame un momento más, creo que lo mejor es que programe algunas alarmas para que no te pases de tus horas, al menos mientras consigo establecerme en alguna parte y todo se normaliza...ya está, ya está lista, lo lamento, estaba pensando en cualquier cosa, ya sabes que los adultos no comemos tan seguido...

Tomó al bebé en sus brazos y le acercó la mamadera, con lo que calmó sus llantos de manera inmediata; pero pensándolo mejor, abrió la puerta del copiloto y se sentó allí con el bebé, para que a ambos les diera un poco de la luz del sol de la mañana.

—Está bueno... sí, lo mejor es que programe la alarma, pero ya ves que en un instante estás comiendo. Aquí ya está empezando la zona rural, es decir que empieza el campo, mira, ya no hay tanto cemento, hay árboles y mucho más sol, estas zonas son bonitas. Ahora que lo pienso, no he comido nada desde anoche, yo también tengo hambre...

Realmente la tensión lo tenía en otro mundo, porque solo al pensar en comer es que había notado el vacío en el estómago y la necesidad de alimentarse. Algunos metros más atrás había un almacén o algo por el estilo, tendría que devolverse y comprar algo para él, principalmente para no perder tiempo después; también necesitaría un mapa, porque sus escasos conocimientos de la zona en donde estaba ya se terminaban. Tan pronto como terminó de alimentar al bebé, volvió al asiento del piloto y se dispuso a reanudar la marcha, pero se detuvo.

—Tal vez no sea buena idea.

No le pareció recomendable pasar por un lugar con el bebé en sus brazos. Había escuchado en las noticias todo lo posible, y con una denuncia por secuestro, todo llamaría la atención a su alrededor. Emprendió la marcha lentamente, y estacionó el vehículo a prudente distancia del almacén que había visto, pero dejó al pequeño en el asiento del copiloto.

—Espera aquí, voy a comprar algunas cosas porque aunque no lo creas no se me ocurrió comer. Voy por algo de fruta, a ver si es que hay comida preparada, una bebida que muero por una bebida, y vuelvo en un momento.

Descendió del vehículo y caminó rápido hacia el almacén, donde esperaba en el mesón una mujer de cierta edad leyendo un periódico. Sintió que se le detenía el corazón ante la idea de ver su foto en la portada, pero ella no demostró ninguna reacción preocupante.

—Buenos días.
—Buenos días joven — saludó ella con tono amable — dígame qué necesita.
—Necesito varias cosas, comida en realidad.

Ella dejó el periódico en el mesón; suerte, aún no había ninguna noticia impresa.

— ¿Va de día de campo?
—Si — respondió automáticamente — mi familia ya llegó, yo fui a buscar el vehículo para que volvamos a la tarde, pero estoy un poco perdido porque siempre es mi papá el que conduce.
—Eso es normal, la gente se pierde un poco por aquí. ¿Qué va a necesitar?
— ¿Usted vende comida preparada?

La mujer se trasladó hacia un costado.

—Sí, tengo rollos de carne, ensaladas, sándwich, oiga, ¿pero la familia no trajo nada?

No se suponía que empezara a dar explicaciones, pero ya que lo había hecho, quería al menos pasar por un citadino perdido más que por alguien que llamara la atención.

—No trajeron nada, porque se vinieron en la camioneta de un vecino que es amigo nuestro, y yo quedé a cargo de traer el furgón y comprar la comida, ya sabe lo que pasa cuando el papá empieza con lo de ser responsable y todo eso...

Sonrió esperando sonar creíble, pero al menos a ella no le sonó extraño.

—Eso es bueno, así se maneja mejor. Saque un mapa de esa esquina.
—Gracias. Voy a querer algunos rollos de carne, unos cuatro sándwich, bebidas, y algunas ensaladas.
—Son buenos para comer.
—Sí, y eso que somos solo cinco.

Pagó y cargó las bolsas, ahora realmente ansioso de comer algo; la mujer le hizo un gesto con la mano.

—Váyase con cuidado joven, a la vuelta del sauce el camino está bastante malo.
—Muchas gracias.

Salió y volvió rápidoal vehículo, sorprendido de la facilidad con la que Ariel se quedaba quieto y en silencio, a la vez que volvía a mirarlo fijamente como parecía ser su costumbre.

—Ya volví. Mira, ya tengo algo para comer, así que vamos a movernos un poco y voy a buscar un lugar tranquilo para almorzar, de verdad necesito comer.

Dejó toda la compra junto con los bolsos en la parte de atrás, abrió una bebida personal y se la tomó de un trago, agradeciendo el frío líquido y el sabor refrescante a esa hora, aunque seguía con hambre. Reinició la marcha.


                                     2


Ignacio Armendáriz era un hombre alto, que casi llegaba al metro noventa de estatura, de figura imponente, cuerpo musculoso trabajado por años de ejercicio, rasgos duros en un rostro de piel morena y ojos oscuros de aguda mirada; usaba el cabello prácticamente rapado, lo que le confería un aspecto rudo y acorde con la postura física.  Se le conocía por tener un carácter inquebrantable, y a sus treinta y siete años tenía una fama de policía duro y fuerte, aunque siempre bastante callado y pensativo, una combinación algo extraña. Había entrado al cuerpo de policía siendo muy joven, y ahí se había forjado, haciendo uso de todas sus capacidades para convertirse en un verdadero sabueso, especializado en alcanzar su meta de detener a los criminales a los que se le encargaba. Esa mañana de Viernes entró en la oficina del comandante Véliz, un hombre delgado, de pasados los cincuenta años, que aún mantenía su aspecto de autoridad y sabiduría.

—Buenos días comandante.
—Armendáriz —le pasó una carpeta roja— ya tienes un nuevo caso.

Comenzó a revisar el contenido mientras el otro hombre permanecía sentado con los brazos cruzados.

—Ahí están los datos del caso y la información que tenemos hasta el momento. Estarás a cargo del caso del secuestro del menor.

Armendáriz lo miró con las cejas levantadas.

— ¿Un menor desaparecido? Señor, no parece la clase de caso que yo...
—Es un secuestro —lo cortó el otro oficial— el menor está efectivamente desaparecido, la denuncia ya está hecha y hay un sospechoso apuntado por la familia de la madre, un hombre que de manera muy sospechosa desapareció del mapa ayer, justo cuando se conoció la desaparición del infante y la muerte de la madre.

El otro oficial había escuchado algunos datos, pero no con detalle.

—Señor, ésta es la unidad de reos fugados y delincuentes peligrosos, pero por lo que veo aquí éste tipo ni siquiera tiene una multa de tránsito.
—Eso es irrelevante —explicó su superior con calma— el tipo es hasta ahora el único sospechoso de tener a un bebé de cinco meses de vida con él, y sabes que se podría prestar para una serie de cosas.
—Pero eso es de delitos sexuales.
—No, es tú caso —sentenció el comandante algo hastiado— por algo te lo estoy diciendo. Tú sabes muy bien que delitos sexuales no opera como nosotros, si le pasan un caso en el que no hay ninguna prueba, van a tener que seguir sus procedimientos y eso toma tiempo. Recuerda que hace dos años pasó algo parecido con ese monstruo que se llevó a la niña de dos años, y sabes que la asesinó después de hacerle cosas horribles.

Armendáriz se cruzó de brazos.

—El tipo es un hijo de perra.

El comandante lo miró con el ceño fruncido.

—Lo siento señor. ¿Puedo hacerle una pregunta?
—Habla.
—Son órdenes de arriba ¿verdad?
—No exactamente, y aunque lo fuera, eso no lo hace menos importante.
—Lo sé señor, es solo que me llama la atención que precisamente...
—No quiero que nada te llame la atención —lo cortó el otro oficial— lo que quiero es que organices a gente de tu confianza y registren ésta ciudad para encontrar a ese hombre, pero principalmente al pequeño. Y quiero que sea lo más pronto posible.

Se miraron fijo sin hablar durante unos momentos. Armendáriz no acostumbraba a cuestionar las órdenes de un superior, mucho menos de alguien como Véliz que solo le inspiraba respeto y confianza, pero de todos modos le llamaba la atención que un caso como ese estuviera en sus manos en esos momentos. Pensó que era posible que la familia de la madre hubiera hablado con las personas correctas, o que algún personaje de muy arriba estuviera preocupado por la imagen de la institución luego de ciertos escándalos financieros tiempo atrás, pero ya había estirado demasiado la confianza con su comandante.

—Señor, reuniré a mi gente ahora mismo, pero necesitaré algunas cosas.
—Dile eso a Martínez.
—Señor —continuó con decisión— según éstos datos, el tipo no puede estar muy lejos, es geográficamente imposible. Le prometo que voy a recuperar a ese pequeño.


                                     3

Víctor estacionó el furgón a un costado del camino, lejos de la vista de quien pasara por esa vía sin prestar mucha atención; abrió la puerta trasera, se acomodó con el bebé en su regazo; su cuerpo luchaba por algo de alimento, así que no esperó más y sacó de una de las bolsas uno de los rollos de carne, el que desenvolvió al instante. Solo sentir el aroma de la comida despertó todos sus sentidos, y lo hizo comer ansiosamente, casi devorando la pieza de comida tibia, sazonada y aromática.

—Dios, qué hambre tenía...

Se terminó el rollo de carne en un par de mordidas, y sacó otro de inmediato, el que comenzó a comer con un poco más de calma; en eso notó que el bebé en sus brazos lo miraba con ansias y los ojos muy fijos en la comida.

— ¿Qué ocurre? ¿Quieres comer? Pero si tú eres muy chico todavía, no tienes ni dientes.

Pero lo seguía mirando, de modo que Víctor sacó del rollo de carne un trozo de zanahoria y se lo acercó a los labios.


—A ver, prueba esto...mira, parece que te gusta, es zanahoria, y tiene el sabor del jugo de la carne...no vas a poder comer, pero parece que te gusta el sabor, vas a ser bueno para comer más adelante.

Dejó el rollo de carne a un lado, y acomodó al bebé en su regazo para que quedara mirando hacia el prado.

— ¿Ves? Esto es un prado...hay muchas plantas y animales, y también hay árboles. En un lugar como éste me gustaría vivir...nada de esto tiene sentido, estoy escapando contigo en un furgón destartalado, estoy saliendo de la ciudad y no sé adónde voy a ir. Me siento tan inseguro, pero me gustaría que tú pudieras sentirte seguro conmigo porque eso es lo que quería Magdalena...

Se quedó en silencio unos instantes, y sintió que de pronto el reposo, la aparente calma y los nervios comienzan a jugarle una mala pasada. A lo lejos unas aves volaban raso, y bajo el Sol del mediodía, un hombre comenzaba a sentirse verdaderamente asustado y solo.

—Yo... no lo sé, solo quisiera que las cosas hubieran sido distintas...me habría gustado...no sé, es extraño, pero ahora siento que habría querido de verdad poder acompañar a Magdalena, no solo por ti, sino que porque ella realmente no merecía pasar por todas esas cosas sola. La echo de menos porque ella era una gran mujer, y la prueba es que te crió sola y a pesar de todo, y la echo de menos porque estoy seguro de que ella habría sabido mejor que yo qué hacer. Ahora estoy tan asustado, pero no es por haber dejado todo lo que tenía, porque siento que esas cosas no son importantes, es porque...porque todo pasó tan de prisa y yo solo trataba de hacer lo que debía hacer, pero no sé si estoy haciendo lo correcto. No sé lo que va a suceder, solo sé quiero mantenerte a salvo, y que  me habría gustado enamorarme de Magdalena, y que ella no nos dejara solos.

Sintió la presión en el pecho, la emoción fluyendo al escucharse a sí mismo plantear un panorama que era aún peor de lo que sonaba, pero se obligó a mantener la calma; no podía perder el norte, no podía dejar que las emociones lo superaran, porque había algo importante, preservar la tranquilidad y la seguridad del bebé.


                                      4

Arturo estaba recluido en su habitación, pero no había dormido nada en toda la noche; el día anterior su amigo Víctor le había pedido ayuda para poder vender todas sus pertenencias, pero después de un rato había desaparecido por completo, no contestaba el celular y además aparecía desconectado en las redes sociales.

—Es increíble.

Volvió a ver la noticia en el ordenador, donde salía un periodista hablando de una denuncia hecha por presunto secuestro de un niño de cinco meses de vida. Y luego decía que extraoficialmente la identidad del principal y único sospechoso era la misma que la de su amigo.

— ¿Qué significa esto Víctor? ¿Qué hiciste?

Nada de lo que estaba pasando tenía sentido, pero él mismo estaba involucrado; por eso no había dormido en toda la noche, desde que al volver a la casa de Víctor no lo encontrara. Por esos azares del destino no se toparon con nadie del pasaje cuando sacaron todo de la casa, y cuando él regresó, tampoco, de modo que nadie de muy cerca podía asegurar que hubiera estado ahí, y si lo hacía, bien podía decir que no sabía nada y que no lo había visto.

—Dios santo...

Pero pensar de esa manera no le daba seguridad alguna. Que su amigo decidiera vender todas sus pertenencias de la noche a la mañana podía ser extraño, pero tampoco era un delito, sobre todo si considerabas que Víctor no tenía familia, por lo que no estaba atado como él u otras personas; además cualquiera podía querer un cambio de vida. Pero luego estaba lo otro, los momentos en que estuvo acompañándolo y lo extraño que estaba, con tanto nerviosismo y sin decirle nada. Tenía al cuello la cadena que le había pedido y por la que no había esperado ¿cómo podía ser que él, precisamente él, hubiera secuestrado a un bebé?

—No, no puede ser...

Arturo estaba angustiado, sentía que en cualquier momento la policía iba a aparecer en su casa a exigirle explicaciones. Siempre podía decir justo la verdad, que Víctor no le había dicho nada y que desconocía su paradero, pero al final, su amistad era más fuerte, y se resistía a hacer cualquier cosa que pudiera significar entregarlo, al menos mientras no tuviera la confirmación. Sin embargo lo sabía, en algún momento la policía llamaría a su puerta, y tendría que hablar, pero hasta ese momento, trataría de mantenerse al margen, y seguir creyendo que Víctor no era capaz de hacer nada malo, por muy malo que pareciera.


                                       5


Armendáriz estaba hablando con la dueña de la pieza que hasta hacía poco habitaba su objetivo, pero internamente estaba sorprendido de no haber encontrado nada. La habitación estaba vacía, y solo quedaban algunas prendas de ropa vieja y cosas inútiles, a todas luces el tipo había decidido salir con todo, pero eso no le ayudaba a completar el panorama.

— ¿Entonces usted no vio nada?

La mujer estaba muy irritada, aunque no se notaba muy bien cuál era el motivo.

—Nada señor, nada. Yo en la mañana no estaba, y usted ve, por aquí la gente es muy tranquila, incluso poca gente sale, pero cuando volví me di cuenta que la puerta estaba entreabierta y me acerqué, imagínese como quedé cuando vi que la pieza estaba vacía.
—Debe haber sido una sorpresa.
—Claro. Fui a hablar con los vecinos, pero nadie había visto nada, solo una señora, de la casa de afuera dijo que pasó un camión, pero no sé más.

Comenzaba a parecerle lógico que lo hubieran dejado a cargo del caso.

— ¿Qué clase de persona es Segovia?

La mujer dudó. Claro, no quería quedar mal diciendo lo que pensaba de él, pero tampoco tenía pruebas de nada.

—Mire, yo nunca lo aprobé, es de esas cosas que uno siente.
— ¿Lo vio en alguna actitud extraña?
—No —titubeó tratando de darle sustancia a sus sospechas— le podría decir que no pasaba mucho aquí, supongo que se iba para el Boulevard del Centro comercial como muchos jóvenes o con su amigo, ese tal Arturo, le dije lo mismo a los periodistas que estuvieron hace un rato aquí.

Los periodistas se le habían adelantado, eso no era buena señal, porque las pruebas o los testimonios de los testigos pueden cambiar ante las preguntas insidiosas de ellos.

— ¿Sabe algo de ese amigo, lo vio por aquí?
—Pasaba seguido por aquí, supongo que lo venía a buscar para ir a alguna de sus fiestas, ¿por qué, cree que tiene algo que ver con lo que están diciendo en las noticias también?

Armendáriz frunció el ceño.

—Solo estoy reuniendo información, por favor dígame si sabe cómo encontrar a ese amigo del que me habla.
—No lo sé, pero podría preguntar por el centro comercial, creo que trabaja ahí en alguna tienda.
—Muchas gracias —le pasó una tarjeta— escuche, si recuerda cualquier dato adicional, llame a éste número, no se preocupe si es por cobrar, la atenderé de inmediato, recuerde que es muy importante.

Volvió sobre sus pasos hacia la casa que la mujer le había indicado para conseguir más información. ¿Acaso había subestimado el caso? Le parecía improbable que una persona común y corriente desapareciera de la noche a la mañana y llevándose todas sus cosas, lo que indicaba que probablemente las sospechas del comandante Véliz eran fundadas y ahí había algo más. Tenía que apurarse y bloquear el paso de los periodistas, y ordenar a su equipo. Marcó un número en su celular para pedir que buscaran los registros de las cámaras de seguridad de las avenidas más cercanas, a ver si por ahí tenía suerte.


                                    6


Álvaro conducía casi al límite de velocidad mientras Romina finalizaba una llamada.

—No me vas a creer lo que acabo de confirmar.
— ¿Qué?
—Adivina a quien pusieron en el caso del niño.
—Supongo que a Martínez de la º14.
— ¡No! ¡A Armendáriz!

Él detuvo violentamente la camioneta en un semáforo.

— ¡Oye más cuidado!
—Lo siento, pero es que no me lo creo, el gorilote es de reos fugados o peligrosos, ¿Qué hace en éste caso?

Reanudaron la marcha para tomar el acceso al centro comercial.

—Tal vez hay algo que no sabemos.
— ¿Cómo qué?
—No lo sé, también estoy sorprendida, tal vez la familia les dijo algo adicional o éste tipo estaba en seguimiento, algo que no aparezca en los informes oficiales.
—Puede ser, pero eso significa que si está el gorilote, tenemos que apurarnos al máximo porque ese tipo es un sabueso, recuerda lo que pasó hace seis meses.

Ella encendió una grabadora portátil y se la guardó en un bolsillo de la chaqueta.

—Malas noticias Álvaro, mira.

El automóvil conducido por Armendáriz pasó a toda máquina hacia el centro comercial.

—Diablos, éste tipo nos está pisando los talones.
—Detenlo —dijo ella bajándose mientras se estacionaban— detenlo lo más que puedas, voy a subir por el otro ascensor.

Álvaro se bajó a toda carrera de la camioneta y logró interceptar al policía cuando éste bajaba de su auto.

—Oficial Armendáriz, qué oportuno encontrarlo, quisiera hacerle unas preguntas.

El policía se mantuvo imperturbable.

— ¿Qué se te ofrece?
—Solo unas preguntas, supe que está en el caso del menor desaparecido.
—No estoy en ningún caso.
— ¿Qué piensa del secuestro del menor?

Armendáriz había tenido problemas con los periodistas habitualmente en su carrera, pero en ese momento no le convenía discutir ni tampoco dejar pista alguna de lo que estaba haciendo, aunque era evidente que ese estaba tras la misma pista que él, y seguro que no estaba solo.

—Sería un delito grave.
— ¿Cuáles van a ser sus pasos a partir de ahora para encontrarlo?
—La división encargada se hará cargo.
—Pero seguramente le han pedido ayuda, ¿estaría dispuesto a colaborar?
—Todo policía está dispuesto a ayudar en cualquier caso si se le solicita.

Llegó al ascensor. Tenía la impresión de haber visto a una periodista subir al otro ascensor del estacionamiento, necesitaba apurarse.

— ¿Maneja información privilegiada acerca de éste terrible caso que pueda ayudar a resolverlo?
—No estoy en ningún caso, por lo tanto no manejo ninguna clase de información.
—Pero ahora mismo está en un automóvil institucional.
—Desde luego, estoy en mi hora de almuerzo, tengo permiso de desplazarme en auto institucional para una situación así.

Y con un hábil movimiento entró al ascensor dejando a Álvaro afuera. Tenía que conseguir la información precisa mientras su gente conseguía informes, pero lo que estaba claro es que ese caso tenía muchos elementos que lo hacían especial, por decir de alguna manera.

                                  7


La noche se apoderaba de los alrededores, mientras una sombra se internaba en la parte trasera de un vehículo.

— ¿Lo ves? Ya estoy de vuelta, solo me tardé dos minutos, eso es porque yo no uso pañales como tú.

Tomó una botella con agua, se lavó las manos con jabón, enjuagó la botella y se secó con una toalla pequeña. Se subió y cerró la puerta; daban más de las siete de la tarde, estaba en un lugar tranquilo y hacía buen clima, pero no podía quedarse ahí toda la noche, tenía que pensar en un plan.

—Ah, pero aquí no hay luz. Espera, voy a hacer un cambio, ya vas a ver.

Buscó en la guantera y encontró un destornillador, con el que sacó una de las dos pequeñas ampolletas del techo de adelante, y en unos momentos la instaló atrás.

—Listo, ahora tenemos luz, para que veas de las cosas que aprende uno en la vida.

Se recostó junto al bebé, que continuaba mirándolo muy fijo, con esos ojos grandes y brillantes.

— ¿Por qué será que me miras tanto? ¿Creerás que soy feo, o estarás preguntándote qué es lo que pretendo hacer ahora que estamos en la mitad de la nada? Espero que algún día puedas decirme por qué me miras tanto.

Se sorprendió a si mismo hablando con el bebé con naturalidad, a diferencia de lo que había pasado hasta entonces, donde le hablaba para tranquilizarlo, o realmente para tranquilizarse a sí mismo. Casi se sentía tranquilo, quieto junto con el bebé, mientras pensaba que tendría que reiniciar el viaje para encontrar alguna posada donde pasar la noche; había visto en el mapa que a no mucha distancia había algún pueblo, ahí tendría que encontrar la forma de alojarse sin llamar mucho la atención.

—Mejor me levanto un poco o me voy a quedar dormido...

Tocó suavemente sus mejillas.

—Estás tibio, que bueno que...

De pronto se quedó callado. Algo no estaba bien, algo estaba despertando su atención, y arrodillado dentro del furgón, el hombre aguzó el oído. Un ruido extraño, algo afuera lo estaba incomodando.

—No hagas ruido —susurró levantándose— voy a ver qué pasa.

Iba a abrir la puerta trasera, pero optó por acercarse y mirar por la ventanilla. Y cuando lo hizo, su corazón casi se detuvo.





Próximo capítulo : Sin aliento