Por ti, eternamente capítulo 8: Verdades a medias




—Hoy día Ariel, es Viernes Nueve de Mayo. Mira, las semanas tienen siete días, Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes, Sábado y Domingo. Los meses tienen cuatro semanas, pero no son tan exactos porque varios tienen treinta días, algunos treinta y uno, e incluso hay un mes que tiene veintiocho o veintinueve, dependiendo del caso. Cuando tú te duermes en la noche y está oscuro y después despiertas con Sol, es porque pasaste a un nuevo día. Por ejemplo, tú y yo ya nos conocemos casi dos días.

Llevaba un par de horas de viaje, algo más tranquilo de tener un poco del control de la situación; viró a la izquierda y unos momentos después sintió que el bebé comenzaba a sollozar.

— ¿Que pasa Ariel? ¿Estás incómodo?

Acercó una mano al pequeño, que se removía inquieto, mientras los sollozos aumentaban de volumen.

—Espera, no puedo parar ahora, espera un momento...

Los sollozos del pequeño aumentaban de volumen, de modo que optó por aumentar la velocidad; ya estaba en una zona semi urbana, por lo que no le costó encontrar un terreno vacío al costado del camino. Al estacionarse miró la hora y comprendió.

—Ay Dios mío, pero cómo no vas a estar molesto, si son más de las doce y no te he dado tu leche...espera, espera un poco por favor.

Alargó el brazo hacia atrás, tomó el bolso y comenzó a reunir lo necesario para preparar la leche. Mientras abría el termo donde mantenía agua caliente seguía hablando, aunque no sabía con claridad si era para tranquilizar al pequeño o a sí mismo.

—Estoy preparándolo ¿ves? ya va a estar, solo dame un momento más, creo que lo mejor es que programe algunas alarmas para que no te pases de tus horas, al menos mientras consigo establecerme en alguna parte y todo se normaliza...ya está, ya está lista, lo lamento, estaba pensando en cualquier cosa, ya sabes que los adultos no comemos tan seguido...

Tomó al bebé en sus brazos y le acercó la mamadera, con lo que calmó sus llantos de manera inmediata; pero pensándolo mejor, abrió la puerta del copiloto y se sentó allí con el bebé, para que a ambos les diera un poco de la luz del sol de la mañana.

—Está bueno... sí, lo mejor es que programe la alarma, pero ya ves que en un instante estás comiendo. Aquí ya está empezando la zona rural, es decir que empieza el campo, mira, ya no hay tanto cemento, hay árboles y mucho más sol, estas zonas son bonitas. Ahora que lo pienso, no he comido nada desde anoche, yo también tengo hambre...

Realmente la tensión lo tenía en otro mundo, porque solo al pensar en comer es que había notado el vacío en el estómago y la necesidad de alimentarse. Algunos metros más atrás había un almacén o algo por el estilo, tendría que devolverse y comprar algo para él, principalmente para no perder tiempo después; también necesitaría un mapa, porque sus escasos conocimientos de la zona en donde estaba ya se terminaban. Tan pronto como terminó de alimentar al bebé, volvió al asiento del piloto y se dispuso a reanudar la marcha, pero se detuvo.

—Tal vez no sea buena idea.

No le pareció recomendable pasar por un lugar con el bebé en sus brazos. Había escuchado en las noticias todo lo posible, y con una denuncia por secuestro, todo llamaría la atención a su alrededor. Emprendió la marcha lentamente, y estacionó el vehículo a prudente distancia del almacén que había visto, pero dejó al pequeño en el asiento del copiloto.

—Espera aquí, voy a comprar algunas cosas porque aunque no lo creas no se me ocurrió comer. Voy por algo de fruta, a ver si es que hay comida preparada, una bebida que muero por una bebida, y vuelvo en un momento.

Descendió del vehículo y caminó rápido hacia el almacén, donde esperaba en el mesón una mujer de cierta edad leyendo un periódico. Sintió que se le detenía el corazón ante la idea de ver su foto en la portada, pero ella no demostró ninguna reacción preocupante.

—Buenos días.
—Buenos días joven — saludó ella con tono amable — dígame qué necesita.
—Necesito varias cosas, comida en realidad.

Ella dejó el periódico en el mesón; suerte, aún no había ninguna noticia impresa.

— ¿Va de día de campo?
—Si — respondió automáticamente — mi familia ya llegó, yo fui a buscar el vehículo para que volvamos a la tarde, pero estoy un poco perdido porque siempre es mi papá el que conduce.
—Eso es normal, la gente se pierde un poco por aquí. ¿Qué va a necesitar?
— ¿Usted vende comida preparada?

La mujer se trasladó hacia un costado.

—Sí, tengo rollos de carne, ensaladas, sándwich, oiga, ¿pero la familia no trajo nada?

No se suponía que empezara a dar explicaciones, pero ya que lo había hecho, quería al menos pasar por un citadino perdido más que por alguien que llamara la atención.

—No trajeron nada, porque se vinieron en la camioneta de un vecino que es amigo nuestro, y yo quedé a cargo de traer el furgón y comprar la comida, ya sabe lo que pasa cuando el papá empieza con lo de ser responsable y todo eso...

Sonrió esperando sonar creíble, pero al menos a ella no le sonó extraño.

—Eso es bueno, así se maneja mejor. Saque un mapa de esa esquina.
—Gracias. Voy a querer algunos rollos de carne, unos cuatro sándwich, bebidas, y algunas ensaladas.
—Son buenos para comer.
—Sí, y eso que somos solo cinco.

Pagó y cargó las bolsas, ahora realmente ansioso de comer algo; la mujer le hizo un gesto con la mano.

—Váyase con cuidado joven, a la vuelta del sauce el camino está bastante malo.
—Muchas gracias.

Salió y volvió rápidoal vehículo, sorprendido de la facilidad con la que Ariel se quedaba quieto y en silencio, a la vez que volvía a mirarlo fijamente como parecía ser su costumbre.

—Ya volví. Mira, ya tengo algo para comer, así que vamos a movernos un poco y voy a buscar un lugar tranquilo para almorzar, de verdad necesito comer.

Dejó toda la compra junto con los bolsos en la parte de atrás, abrió una bebida personal y se la tomó de un trago, agradeciendo el frío líquido y el sabor refrescante a esa hora, aunque seguía con hambre. Reinició la marcha.


                                     2


Ignacio Armendáriz era un hombre alto, que casi llegaba al metro noventa de estatura, de figura imponente, cuerpo musculoso trabajado por años de ejercicio, rasgos duros en un rostro de piel morena y ojos oscuros de aguda mirada; usaba el cabello prácticamente rapado, lo que le confería un aspecto rudo y acorde con la postura física.  Se le conocía por tener un carácter inquebrantable, y a sus treinta y siete años tenía una fama de policía duro y fuerte, aunque siempre bastante callado y pensativo, una combinación algo extraña. Había entrado al cuerpo de policía siendo muy joven, y ahí se había forjado, haciendo uso de todas sus capacidades para convertirse en un verdadero sabueso, especializado en alcanzar su meta de detener a los criminales a los que se le encargaba. Esa mañana de Viernes entró en la oficina del comandante Véliz, un hombre delgado, de pasados los cincuenta años, que aún mantenía su aspecto de autoridad y sabiduría.

—Buenos días comandante.
—Armendáriz —le pasó una carpeta roja— ya tienes un nuevo caso.

Comenzó a revisar el contenido mientras el otro hombre permanecía sentado con los brazos cruzados.

—Ahí están los datos del caso y la información que tenemos hasta el momento. Estarás a cargo del caso del secuestro del menor.

Armendáriz lo miró con las cejas levantadas.

— ¿Un menor desaparecido? Señor, no parece la clase de caso que yo...
—Es un secuestro —lo cortó el otro oficial— el menor está efectivamente desaparecido, la denuncia ya está hecha y hay un sospechoso apuntado por la familia de la madre, un hombre que de manera muy sospechosa desapareció del mapa ayer, justo cuando se conoció la desaparición del infante y la muerte de la madre.

El otro oficial había escuchado algunos datos, pero no con detalle.

—Señor, ésta es la unidad de reos fugados y delincuentes peligrosos, pero por lo que veo aquí éste tipo ni siquiera tiene una multa de tránsito.
—Eso es irrelevante —explicó su superior con calma— el tipo es hasta ahora el único sospechoso de tener a un bebé de cinco meses de vida con él, y sabes que se podría prestar para una serie de cosas.
—Pero eso es de delitos sexuales.
—No, es tú caso —sentenció el comandante algo hastiado— por algo te lo estoy diciendo. Tú sabes muy bien que delitos sexuales no opera como nosotros, si le pasan un caso en el que no hay ninguna prueba, van a tener que seguir sus procedimientos y eso toma tiempo. Recuerda que hace dos años pasó algo parecido con ese monstruo que se llevó a la niña de dos años, y sabes que la asesinó después de hacerle cosas horribles.

Armendáriz se cruzó de brazos.

—El tipo es un hijo de perra.

El comandante lo miró con el ceño fruncido.

—Lo siento señor. ¿Puedo hacerle una pregunta?
—Habla.
—Son órdenes de arriba ¿verdad?
—No exactamente, y aunque lo fuera, eso no lo hace menos importante.
—Lo sé señor, es solo que me llama la atención que precisamente...
—No quiero que nada te llame la atención —lo cortó el otro oficial— lo que quiero es que organices a gente de tu confianza y registren ésta ciudad para encontrar a ese hombre, pero principalmente al pequeño. Y quiero que sea lo más pronto posible.

Se miraron fijo sin hablar durante unos momentos. Armendáriz no acostumbraba a cuestionar las órdenes de un superior, mucho menos de alguien como Véliz que solo le inspiraba respeto y confianza, pero de todos modos le llamaba la atención que un caso como ese estuviera en sus manos en esos momentos. Pensó que era posible que la familia de la madre hubiera hablado con las personas correctas, o que algún personaje de muy arriba estuviera preocupado por la imagen de la institución luego de ciertos escándalos financieros tiempo atrás, pero ya había estirado demasiado la confianza con su comandante.

—Señor, reuniré a mi gente ahora mismo, pero necesitaré algunas cosas.
—Dile eso a Martínez.
—Señor —continuó con decisión— según éstos datos, el tipo no puede estar muy lejos, es geográficamente imposible. Le prometo que voy a recuperar a ese pequeño.


                                     3

Víctor estacionó el furgón a un costado del camino, lejos de la vista de quien pasara por esa vía sin prestar mucha atención; abrió la puerta trasera, se acomodó con el bebé en su regazo; su cuerpo luchaba por algo de alimento, así que no esperó más y sacó de una de las bolsas uno de los rollos de carne, el que desenvolvió al instante. Solo sentir el aroma de la comida despertó todos sus sentidos, y lo hizo comer ansiosamente, casi devorando la pieza de comida tibia, sazonada y aromática.

—Dios, qué hambre tenía...

Se terminó el rollo de carne en un par de mordidas, y sacó otro de inmediato, el que comenzó a comer con un poco más de calma; en eso notó que el bebé en sus brazos lo miraba con ansias y los ojos muy fijos en la comida.

— ¿Qué ocurre? ¿Quieres comer? Pero si tú eres muy chico todavía, no tienes ni dientes.

Pero lo seguía mirando, de modo que Víctor sacó del rollo de carne un trozo de zanahoria y se lo acercó a los labios.


—A ver, prueba esto...mira, parece que te gusta, es zanahoria, y tiene el sabor del jugo de la carne...no vas a poder comer, pero parece que te gusta el sabor, vas a ser bueno para comer más adelante.

Dejó el rollo de carne a un lado, y acomodó al bebé en su regazo para que quedara mirando hacia el prado.

— ¿Ves? Esto es un prado...hay muchas plantas y animales, y también hay árboles. En un lugar como éste me gustaría vivir...nada de esto tiene sentido, estoy escapando contigo en un furgón destartalado, estoy saliendo de la ciudad y no sé adónde voy a ir. Me siento tan inseguro, pero me gustaría que tú pudieras sentirte seguro conmigo porque eso es lo que quería Magdalena...

Se quedó en silencio unos instantes, y sintió que de pronto el reposo, la aparente calma y los nervios comienzan a jugarle una mala pasada. A lo lejos unas aves volaban raso, y bajo el Sol del mediodía, un hombre comenzaba a sentirse verdaderamente asustado y solo.

—Yo... no lo sé, solo quisiera que las cosas hubieran sido distintas...me habría gustado...no sé, es extraño, pero ahora siento que habría querido de verdad poder acompañar a Magdalena, no solo por ti, sino que porque ella realmente no merecía pasar por todas esas cosas sola. La echo de menos porque ella era una gran mujer, y la prueba es que te crió sola y a pesar de todo, y la echo de menos porque estoy seguro de que ella habría sabido mejor que yo qué hacer. Ahora estoy tan asustado, pero no es por haber dejado todo lo que tenía, porque siento que esas cosas no son importantes, es porque...porque todo pasó tan de prisa y yo solo trataba de hacer lo que debía hacer, pero no sé si estoy haciendo lo correcto. No sé lo que va a suceder, solo sé quiero mantenerte a salvo, y que  me habría gustado enamorarme de Magdalena, y que ella no nos dejara solos.

Sintió la presión en el pecho, la emoción fluyendo al escucharse a sí mismo plantear un panorama que era aún peor de lo que sonaba, pero se obligó a mantener la calma; no podía perder el norte, no podía dejar que las emociones lo superaran, porque había algo importante, preservar la tranquilidad y la seguridad del bebé.


                                      4

Arturo estaba recluido en su habitación, pero no había dormido nada en toda la noche; el día anterior su amigo Víctor le había pedido ayuda para poder vender todas sus pertenencias, pero después de un rato había desaparecido por completo, no contestaba el celular y además aparecía desconectado en las redes sociales.

—Es increíble.

Volvió a ver la noticia en el ordenador, donde salía un periodista hablando de una denuncia hecha por presunto secuestro de un niño de cinco meses de vida. Y luego decía que extraoficialmente la identidad del principal y único sospechoso era la misma que la de su amigo.

— ¿Qué significa esto Víctor? ¿Qué hiciste?

Nada de lo que estaba pasando tenía sentido, pero él mismo estaba involucrado; por eso no había dormido en toda la noche, desde que al volver a la casa de Víctor no lo encontrara. Por esos azares del destino no se toparon con nadie del pasaje cuando sacaron todo de la casa, y cuando él regresó, tampoco, de modo que nadie de muy cerca podía asegurar que hubiera estado ahí, y si lo hacía, bien podía decir que no sabía nada y que no lo había visto.

—Dios santo...

Pero pensar de esa manera no le daba seguridad alguna. Que su amigo decidiera vender todas sus pertenencias de la noche a la mañana podía ser extraño, pero tampoco era un delito, sobre todo si considerabas que Víctor no tenía familia, por lo que no estaba atado como él u otras personas; además cualquiera podía querer un cambio de vida. Pero luego estaba lo otro, los momentos en que estuvo acompañándolo y lo extraño que estaba, con tanto nerviosismo y sin decirle nada. Tenía al cuello la cadena que le había pedido y por la que no había esperado ¿cómo podía ser que él, precisamente él, hubiera secuestrado a un bebé?

—No, no puede ser...

Arturo estaba angustiado, sentía que en cualquier momento la policía iba a aparecer en su casa a exigirle explicaciones. Siempre podía decir justo la verdad, que Víctor no le había dicho nada y que desconocía su paradero, pero al final, su amistad era más fuerte, y se resistía a hacer cualquier cosa que pudiera significar entregarlo, al menos mientras no tuviera la confirmación. Sin embargo lo sabía, en algún momento la policía llamaría a su puerta, y tendría que hablar, pero hasta ese momento, trataría de mantenerse al margen, y seguir creyendo que Víctor no era capaz de hacer nada malo, por muy malo que pareciera.


                                       5


Armendáriz estaba hablando con la dueña de la pieza que hasta hacía poco habitaba su objetivo, pero internamente estaba sorprendido de no haber encontrado nada. La habitación estaba vacía, y solo quedaban algunas prendas de ropa vieja y cosas inútiles, a todas luces el tipo había decidido salir con todo, pero eso no le ayudaba a completar el panorama.

— ¿Entonces usted no vio nada?

La mujer estaba muy irritada, aunque no se notaba muy bien cuál era el motivo.

—Nada señor, nada. Yo en la mañana no estaba, y usted ve, por aquí la gente es muy tranquila, incluso poca gente sale, pero cuando volví me di cuenta que la puerta estaba entreabierta y me acerqué, imagínese como quedé cuando vi que la pieza estaba vacía.
—Debe haber sido una sorpresa.
—Claro. Fui a hablar con los vecinos, pero nadie había visto nada, solo una señora, de la casa de afuera dijo que pasó un camión, pero no sé más.

Comenzaba a parecerle lógico que lo hubieran dejado a cargo del caso.

— ¿Qué clase de persona es Segovia?

La mujer dudó. Claro, no quería quedar mal diciendo lo que pensaba de él, pero tampoco tenía pruebas de nada.

—Mire, yo nunca lo aprobé, es de esas cosas que uno siente.
— ¿Lo vio en alguna actitud extraña?
—No —titubeó tratando de darle sustancia a sus sospechas— le podría decir que no pasaba mucho aquí, supongo que se iba para el Boulevard del Centro comercial como muchos jóvenes o con su amigo, ese tal Arturo, le dije lo mismo a los periodistas que estuvieron hace un rato aquí.

Los periodistas se le habían adelantado, eso no era buena señal, porque las pruebas o los testimonios de los testigos pueden cambiar ante las preguntas insidiosas de ellos.

— ¿Sabe algo de ese amigo, lo vio por aquí?
—Pasaba seguido por aquí, supongo que lo venía a buscar para ir a alguna de sus fiestas, ¿por qué, cree que tiene algo que ver con lo que están diciendo en las noticias también?

Armendáriz frunció el ceño.

—Solo estoy reuniendo información, por favor dígame si sabe cómo encontrar a ese amigo del que me habla.
—No lo sé, pero podría preguntar por el centro comercial, creo que trabaja ahí en alguna tienda.
—Muchas gracias —le pasó una tarjeta— escuche, si recuerda cualquier dato adicional, llame a éste número, no se preocupe si es por cobrar, la atenderé de inmediato, recuerde que es muy importante.

Volvió sobre sus pasos hacia la casa que la mujer le había indicado para conseguir más información. ¿Acaso había subestimado el caso? Le parecía improbable que una persona común y corriente desapareciera de la noche a la mañana y llevándose todas sus cosas, lo que indicaba que probablemente las sospechas del comandante Véliz eran fundadas y ahí había algo más. Tenía que apurarse y bloquear el paso de los periodistas, y ordenar a su equipo. Marcó un número en su celular para pedir que buscaran los registros de las cámaras de seguridad de las avenidas más cercanas, a ver si por ahí tenía suerte.


                                    6


Álvaro conducía casi al límite de velocidad mientras Romina finalizaba una llamada.

—No me vas a creer lo que acabo de confirmar.
— ¿Qué?
—Adivina a quien pusieron en el caso del niño.
—Supongo que a Martínez de la º14.
— ¡No! ¡A Armendáriz!

Él detuvo violentamente la camioneta en un semáforo.

— ¡Oye más cuidado!
—Lo siento, pero es que no me lo creo, el gorilote es de reos fugados o peligrosos, ¿Qué hace en éste caso?

Reanudaron la marcha para tomar el acceso al centro comercial.

—Tal vez hay algo que no sabemos.
— ¿Cómo qué?
—No lo sé, también estoy sorprendida, tal vez la familia les dijo algo adicional o éste tipo estaba en seguimiento, algo que no aparezca en los informes oficiales.
—Puede ser, pero eso significa que si está el gorilote, tenemos que apurarnos al máximo porque ese tipo es un sabueso, recuerda lo que pasó hace seis meses.

Ella encendió una grabadora portátil y se la guardó en un bolsillo de la chaqueta.

—Malas noticias Álvaro, mira.

El automóvil conducido por Armendáriz pasó a toda máquina hacia el centro comercial.

—Diablos, éste tipo nos está pisando los talones.
—Detenlo —dijo ella bajándose mientras se estacionaban— detenlo lo más que puedas, voy a subir por el otro ascensor.

Álvaro se bajó a toda carrera de la camioneta y logró interceptar al policía cuando éste bajaba de su auto.

—Oficial Armendáriz, qué oportuno encontrarlo, quisiera hacerle unas preguntas.

El policía se mantuvo imperturbable.

— ¿Qué se te ofrece?
—Solo unas preguntas, supe que está en el caso del menor desaparecido.
—No estoy en ningún caso.
— ¿Qué piensa del secuestro del menor?

Armendáriz había tenido problemas con los periodistas habitualmente en su carrera, pero en ese momento no le convenía discutir ni tampoco dejar pista alguna de lo que estaba haciendo, aunque era evidente que ese estaba tras la misma pista que él, y seguro que no estaba solo.

—Sería un delito grave.
— ¿Cuáles van a ser sus pasos a partir de ahora para encontrarlo?
—La división encargada se hará cargo.
—Pero seguramente le han pedido ayuda, ¿estaría dispuesto a colaborar?
—Todo policía está dispuesto a ayudar en cualquier caso si se le solicita.

Llegó al ascensor. Tenía la impresión de haber visto a una periodista subir al otro ascensor del estacionamiento, necesitaba apurarse.

— ¿Maneja información privilegiada acerca de éste terrible caso que pueda ayudar a resolverlo?
—No estoy en ningún caso, por lo tanto no manejo ninguna clase de información.
—Pero ahora mismo está en un automóvil institucional.
—Desde luego, estoy en mi hora de almuerzo, tengo permiso de desplazarme en auto institucional para una situación así.

Y con un hábil movimiento entró al ascensor dejando a Álvaro afuera. Tenía que conseguir la información precisa mientras su gente conseguía informes, pero lo que estaba claro es que ese caso tenía muchos elementos que lo hacían especial, por decir de alguna manera.

                                  7


La noche se apoderaba de los alrededores, mientras una sombra se internaba en la parte trasera de un vehículo.

— ¿Lo ves? Ya estoy de vuelta, solo me tardé dos minutos, eso es porque yo no uso pañales como tú.

Tomó una botella con agua, se lavó las manos con jabón, enjuagó la botella y se secó con una toalla pequeña. Se subió y cerró la puerta; daban más de las siete de la tarde, estaba en un lugar tranquilo y hacía buen clima, pero no podía quedarse ahí toda la noche, tenía que pensar en un plan.

—Ah, pero aquí no hay luz. Espera, voy a hacer un cambio, ya vas a ver.

Buscó en la guantera y encontró un destornillador, con el que sacó una de las dos pequeñas ampolletas del techo de adelante, y en unos momentos la instaló atrás.

—Listo, ahora tenemos luz, para que veas de las cosas que aprende uno en la vida.

Se recostó junto al bebé, que continuaba mirándolo muy fijo, con esos ojos grandes y brillantes.

— ¿Por qué será que me miras tanto? ¿Creerás que soy feo, o estarás preguntándote qué es lo que pretendo hacer ahora que estamos en la mitad de la nada? Espero que algún día puedas decirme por qué me miras tanto.

Se sorprendió a si mismo hablando con el bebé con naturalidad, a diferencia de lo que había pasado hasta entonces, donde le hablaba para tranquilizarlo, o realmente para tranquilizarse a sí mismo. Casi se sentía tranquilo, quieto junto con el bebé, mientras pensaba que tendría que reiniciar el viaje para encontrar alguna posada donde pasar la noche; había visto en el mapa que a no mucha distancia había algún pueblo, ahí tendría que encontrar la forma de alojarse sin llamar mucho la atención.

—Mejor me levanto un poco o me voy a quedar dormido...

Tocó suavemente sus mejillas.

—Estás tibio, que bueno que...

De pronto se quedó callado. Algo no estaba bien, algo estaba despertando su atención, y arrodillado dentro del furgón, el hombre aguzó el oído. Un ruido extraño, algo afuera lo estaba incomodando.

—No hagas ruido —susurró levantándose— voy a ver qué pasa.

Iba a abrir la puerta trasera, pero optó por acercarse y mirar por la ventanilla. Y cuando lo hizo, su corazón casi se detuvo.





Próximo capítulo : Sin aliento

La traición de Adán capítulo 23: Vida perfecta



A la agotadora semana de inauguración es en el Boulevard del centro comercial Plaza Centenario siguió una serie de elogios por parte de los expertos y millonarias entradas por el éxito que tuvo en el público la oferta. Muchas personas describían la experiencia como la mejor opción de tomarse vacaciones en la ciudad, mientras que otras lo explicaban como la manera perfecta de hacer una pausa que te cambiaba la vida; los beneficios parecían no terminar, ya que los regalos iniciales de Luna fueron sucedidos por descuentos en dos o más servicios y premios sorpresa cada día, lo que alimentaba la curiosidad y el interés de la gente que en algunos casos llenaba los cupos del spa o las locaciones del teatro en las jornadas previas;  la prensa describía la oferta comercial como el mayor conjunto vacacional en lugar atípico, y también como un festival para los sentidos. Bernarda celebraba el éxito de Boulevard, pero su mente estaba enfocada en el proyecto siguiente, aquel en el que Adán y Eva estaban trabajando arduamente. Los dos estaban en una de las oficinas de la Constructora del Mar y Alzarrieta, junto a algunos de los expertos que analizaban las nuevas ideas.

–Lo principal de este proyecto es la innovación. En primer lugar, será el primer hotel del continente construido en solo dos plantas superiores, ya que las demás, es decir las restantes cuatro, serán plataformas subterráneas pensadas en la comodidad, pero sobretodo en la accesibilidad; queremos que nuestros futuros clientes puedan entrar y salir con total comodidad de las instalaciones, ya que la ubicación al lado del aeropuerto así lo exige.

Adán miraba el boceto principal del hotel, un edificio plano sin apariencia definida. No le gustaba. Eva intervino.

– ¿Sabes lo que me pasa Fernando? Que todo lo que hemos visto está basado en una idea interesante, pero no tiene algo de interesante en el aspecto visual, y eso es un gran punto en contra si consideramos que el aeropuerto ya tiene un pequeño hotel en sus instalaciones.

Sabía que Adán estaba pensando lo mismo, y no era necesario verbalizarlo, porque ambos estaban tratando de encontrar el punto exacto, la diferencia entre ese boceto y lo que sería la realidad en poco tiempo. El ingeniero se mostraba algo nervioso.

–Este proyecto es innovador, por ese motivo es que...
–Sé que es innovador, esa idea central es nuestra, pero no es lo que tenemos pensado convertir en un éxito, tiene que haber algo más.
–Tengo una idea –comentó Adán– hay una forma de que el hotel funcione como lo tenemos pensado.
– ¿Cuál es?
–El hotel no debe estar en superficie, debe ser completamente subterráneo.

Eva ya había entrado en sintonía con la idea, tenía todo el sentido del mundo.

–Subterráneo –comentó reflexionando– es una buena idea, creo que podemos hacerlo funcionar, porque desde el punto de vista de la seguridad será infranqueable, y aleja completamente a los pasajeros del temor de un desperfecto en un avión o una falla de ese tipo.
–Exacto –siguió Adán ante la mirada atónita de los demás– reducimos el número de plantas de seis a tres, quitamos el estacionamiento y creamos una serie de túneles de acceso que conecten con la carretera, con las vías locales y por supuesto con las dependencias del aeropuerto, así tenemos  controlada toda la zona con una intervención visual nula y que además nos evita los conflictos por seguridad.

Uno de los ingenieros estaba visiblemente alarmado.

–Lo que usted propone es extremadamente difícil, ya que estamos hablando de una intervención mucho menos segura y por supuesto más riesgosa en diferentes términos.
–Solo si lo ven en términos tradicionales –comentó Eva tranquilamente– en primer lugar un edificio completamente subterráneo nos evita los peligros latentes de un aeropuerto por razones obvias, y además nos permite la tranquilidad de manejar el flujo de personas con mucha más calma; simplemente trasladamos el costo de construcción y permisos en superficie al concepto creado para reforzar la seguridad subterránea, al fin que siempre quisimos que fuera con plantas bajo tierra.
–Ahorrarnos esas plantas también nos permite extender lo que comentaba antes con respecto a los túneles –expuso Adán a su vez– porque el estacionamiento subterráneo se elimina y con eso completamos las tres plantas en total dedicadas al hotel, y hacemos algo más innovador y amigable con el público, una red de aparcaderos en el trayecto al hotel, que  permiten por un lado disminuir los tiempos de traslado y por otro sectorizar a la gente, así quien vaya al aeropuerto desde la zona rural llegara por una vía en particular, estacionará y volverá por la misma ahorrándose esperas y desplazamientos innecesarios. Sé que puede sonar a que el hotel estará dentro de una red de calles, pero es eso lo que pretendemos, algo nuevo y no simplemente un edificio con una playa cuadrada a su lado.
–Es una buena propuesta, solo deben comenzar a trabajar –sentenció Eva con serenidad– así que las directrices están claras, tres plantas, conexiones centralizadas con cada vía exterior y túneles de máxima tecnología apoyados por estacionamientos de tipo semi modular.

El equipo de trabajo estaba en parte sorprendido, en parte molesto por el atropello a sus conceptos por parte de ambos, pero todos sabían muy bien que Eva tenía atribuciones totales en el proyecto, y que por su parte Adán tenía voz y voto al ser el gerente del proyecto;  había solicitado participar en las reuniones, por lo que nadie opuso más resistencia ni argumentos; más tarde el equipo ya se había marchado y solo quedaban los dos en la oficina.

–Estaban muy sorprendidos con nuestras ideas Adán.
–Es verdad, muchas veces la gente tiende a confiarse en si misma; incluso los creativos como ellos pueden quedarse estancados en conceptos básicos, pero este no es el primer hotel subterráneo del mundo.
–Puede ser que no, pero estoy casi segura de que este en particular si lo es, con todas las características especiales que hemos incluido. A todo esto, tenemos que idear algunos detalles.
–Lo sé –comentó él sentándose– pero de momento el éxito de Boulevard y este proyecto nos tienen copados. Lo que tiene que ver con Hotel va a ser una marca; viste el reporte de la inversión en la galería de Carmen Basaure?
–Sí, solo lamento no haber invertido más, pero es un muy buen capital, aunque voy a venderlo para otro proyecto.

Adán sirvió sodas para ambos; aunque estaban solos en esa oficina, como de costumbre mantenían el tono y la actitud profesional, que a esas alturas era imprescindible en todo caso.

– ¿Que tienes en mente?
–Voy  a trasladar toda esa inversión al hotel.
– ¿Todos los huevos en la misma canasta?
–No, solo trasladaré esa parte, mientras que el resto quedará en acciones como hasta ahora; además tengo acciones en la constructora y desde ahí siempre tendré cuentas en mi favor.
–Por cierto Eva, ¿Qué fue lo que pasó con los Céspedes? Aún no los veo de nuevo.

Eva lo miró fijo; necesitaban hacer el amor y sabía que él estaba pensando lo mismo.

–Se fueron de vacaciones tanto el padre como el hijo; por lo visto no estaban tan preocupados  por la inversión que hizo Bernarda, o están muy confiados en ella.
–Que interesante, entonces hay billetes de más en medio de todo esto, tengo la sensación de que la constructora muy pronto va a cambiar de nombre.

Mientras tanto, Bernarda Solar estaba en su oficina  hablando con Luna.

–Todo está saliendo a pedir de boca, realmente no puedo quejarme.
–El Boulevard ha sido un éxito, no puedo decir nada menos.
–Y en gran parte te lo debo a ti, has sido fundamental, eres un imán para las personas. Pero también te llamé por eso Luna, creo que llegó el momento de poner en marcha el plan del que estuvimos hablando el otro día.

Luna se puso de pie y fue hasta el mini bar para servir un trago liviano para ambas; la idea le parecía sugestiva, pero también era un riesgo, quizás el primero que correría en ese ámbito, porque por primera vez en su vida no estaba completamente segura de tener éxito.

– ¿Tú crees? Pero eso significa que algo cambió en los últimos días.
–Aún no Luna, no me expliqué bien. A lo que me refiero es a que quiero que prepares el camino, que vayas dejando sembradas pistas elegantes y discretas pero entendibles, porque así, si llega a ser necesario, podrás dar el golpe de gracia en cualquier momento sin que resulte notorio.
–Comprendo, es una buena idea. Bernarda, esta vez no quiero estar de paso, quiero hacer cosas mucho más grandes.

Bernarda sonrió; ahora que los tenía a todos bajo su control, sabía muy bien que las cosas estaban a su merced, y el factor Luna era  sumamente beneficioso en esos momentos; sin embargo no veía con buenos ojos adelantarse a los hechos si no era necesario.

–Por ahora tienes más trabajo  que antes, porque por un lado está la publicidad del hotel y por otra lo que te acabo de informar. No quiero adelantarme, porque es más importante que esto resulte, solo así quedará fundado mi proyecto.

Luna le pasó una copa a Bernarda y bebió un poco; estaban llegando al punto que ella esperaba.

–Tienes tantas cosas, además el Boulevard es un éxito, ¿acaso tienes planeado algo aún más grande que el hotel?

Bernarda bebió. Si, era buen momento para amarrar a Luna con esa idea sin decirle claramente si estaría o no en el proyecto.

–Luna, esta información es privada, no la comentes ni siquiera con Eva o con Adán. El Boulevard es la parte familiar, el entretenimiento, la diversión. La constructora es la base, la creación de cualquier estructura, el hotel será una combinación entre necesidad y placer, y en seguida de eso está la parte que me viene faltando, es decir las  necesidades básicas; las cosas que la gente no puede dejar de tener.
– ¿Comida, ropa?
–Algo por el estilo. Lo que tengo en mente es re–fundar el estilo de las tiendas del pasado, es decir con productos de muy bajo precio y en formato viral, haciendo que haya uno en cada sitio adonde puedas mirar; quiero que en cada calle y cada barrio haya  una tienda con artículos de salud, ropa y alimentos con mi marca, a precios sin igual, con los que no pueda competir con un centro comercial, pero llegando a sitios donde estos no pueden, creados para que la gente esté obligada a pasar y comprar porque sea la mejor alternativa.
–Algo así como el negocio del barrio.
–Sí, pero en cadena, y eso me permitirá estar en todas partes y no tener competencia.

Luna había visto un formato similar en un viaje y sabía que se movía muchísimo dinero.

–Pero no puedes evitar la fidelidad de las familias hacia sus negocios de siempre, y que seguirán ahí.
–La fidelidad llega hasta que te tocan el bolsillo querida –explicó Bernarda con calma– cuando ves que el negocio nuevo vende más barato lo tomas como una sorpresa o un insulto, pero después piensas en todo lo que ahorras, y ves que el nuevo tiene productos adicionales; primero pruebas con un producto, y después abandonas el original porque el mío es más conveniente. Y cuando eso pase, hablaré con el dueño de ese local y le ofreceré unirse a mi franquicia.

Y puede hacerlo o morir en la lucha, pensó Luna. Interesante.

–Me parece una excelente idea Bernarda; desde ya sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites.
–Gracias. Pero de todos modos eso aún no voy ni a mencionarlo fuera de estas paredes, porque lo que nos tiene que ocupar es el hotel y cómo vamos a conseguir que su éxito sea mayor que el del Boulevard. Cuento contigo como siempre.
–Por supuesto.

Brindaron por sus proyectos juntas, y Bernarda en particular, secretamente por sus planes alternativos.





Próximo episodio: Huellas

La otra matrix Capítulo 8: Antigua enemistad


“Fue un hecho fortuito.
Desde el primer momento sentí que algo no estaba bien en esa situación, pero me obligué a pensar que se trataba de un sentimiento de culpa a modo de reflejo por mi implicancia en ese asunto.
Sin embargo en ningún momento dejé de pensar en lo que había sucedido; de manera constante me obligué a realizar mis labores y me aboqué a ellas con entereza y precisión, procurando dar siempre lo máximo de mí para ayudar al resto.
Pero seguía sintiéndome culpable.
Al final tuve que reconocer que no podía estar tranquilo en mis jornadas, por causa de ese sentimiento, de modo que hice un espacio en mi apretada agenda y fui hasta ese lugar. Debido al cargo que ostentaba podría haber accionado la alarma con un mando a distancia, y sin que quedara prueba de ello, por lo tanto nadie nunca habría sabido que yo habría dado el aviso. No accioné la alarma. Me quedé mirando a prudente distancia, oculto tras un recodo del pasillo mientras sucedía, y más tarde, cuando se dio el aviso, me mostré tan sorprendido como el resto; no actúe, mentí y oculté, y sin embargo en mucho tiempo no me había sentido tan tranquilo conmigo mismo.”

Asteroide Helios 4

— ¿Vienes muy seguido a este asteroide?

Soulbreaker y Heavythread habían salido de la sala donde el primero se desempeñaba hasta ese momento y en esos momentos avanzaban con sigilo través de una ruta que el intruso había propuesto.

— He venido un par de veces para conseguir algunos suministros —explicó en voz baja.
—Poder volverte invisible es muy útil para ti.

Heavythread estaba consciente de ello, pero no podía extender el escudo hacia Soulbreaker, por lo que era imperativo salir del asteroide lo más pronto posible, de lo contrario los guardias o médicos del lugar terminarían por descubrir que sus estrictas reglas habían sido vulneradas.

—En este momento no estoy seguro de si es útil o no; démonos prisa.

Se escabulleron por unos ductos y dentro de pocos minutos ya se encontraban en el borde exterior del asteroide; Soulbreaker, que ya estaba más liberado de los efectos de los tranquilizantes a los que había estado sometido se hizo una pregunta básica.

—Espera un momento ¿cómo vamos a salir de aquí?
—Nos vamos a acercar a uno de esos canales de desechos de desperdicios, y nos dejaremos arrastrar por uno del tamaño suficiente para ocultarte; luego, cuando estemos lo suficientemente lejos vas a usar uno de mis propulsores portátiles para impulsarte en el espacio.

Soulbreaker miró hacia el espacio infinito que se extendía ante sus sensores ópticos: por primera vez estaba a punto de hacer un viaje para alejarse sin querer volver.

— ¿A dónde vamos?

La imagen de Aldren regañándolo por sus actos aún flotaba en la mente de Heavythread.

—Prefiero no decirte adónde vamos mientras no salgamos con éxito de aquí.

Tuvieron que esperar cerca de cincuenta minutos, pero una vez que los desechos del asteroide fueron lanzados al espacio fue muy sencillo tomarse de un trozo grande de metal y dejarse llevar por el movimiento del espacio; los desechos de ese asteroide eran arrojados para que luego un equipo de limpieza espacial los recogiera y procesara, a fin de reciclarlos. Sin embargo los dos viajeros se desprendieron, y utilizando los propulsores portátiles de Heavythread emprendieron viaje, alejándose del cinturón de asteroides. Viajaron mucho más allá de lo que Soulbreaker había conocido alguna vez, alejándose de lo que vagamente recordaba en los mapas.

—Gracias al cielo que tuvimos un viaje tranquilo —dijo Heavythread—, por suerte no nos topamos con nadie que pudiera causarnos problemas.

De pronto en el espacio, Soulbreaker pudo vislumbrar cuál era su punto de destino: era un asteroide bastante más pequeño que el médico de donde provenía, de manufactura artesanal, de modo que en su constitución se veían contornos irregulares y salientes metálicos de distinto tipo; a ojos de cualquier viajante se trataría de un montón de chatarra espacial, y según le indicó Heavythread mientras disminuían la velocidad para acercarse, esa era una de las mejores características que tenía.

—Este es mi hogar —le dijo—, seguro que nunca habías visto algo parecido.

El espectáculo que presentaba el extraño asteroide era a lo menos pintoresco, pero el shock que le produjo a Soulbreaker ver una construcción así después de meses encerrado en ese centro tan perfecto y bien ordenado fue positivo en vez de confuso.
Los viajeros descendieron en una pequeña plataforma de aterrizaje iluminada por los contornos de manera un tanto difusa e irregular, y Soulbreaker comprobó que el lugar tenía gravedad propia.

—No sabía que existiera este lugar.
—Muy pocos lo saben —replicó Heavythread—, y es lo mejor que nos puede pasar
—Estás hablando en plural.
—Claro que estoy hablando en plural —dijo el otro—, no vivo solo aquí, somos muchos, al menos más de los que puedes contar con los dedos de tu mano.

Una vez sobre la plataforma, Soulbreaker pudo ver que lo que desde lejos parecía un montón de chatarra dispuesta al azar, era en realidad un complejo mecánico artesanal, pero totalmente funcional; reconoció distintas aleaciones de metal y a cierta distancia, pudo ver restos del fuselaje de una nave que había sido adaptado a la superficie.

— ¿Qué lugar es éste?
—Este lugar —respondió el otro sin disimular su orgullo—, es La corte de los despreciados.

Soulbreaker jamás había escuchado ese nombre, pero se le antojó muy llamativo.
Iba a preguntar algo al respecto, cuando apareció frente a ellos un transformer de muy pequeña estatura, con cañones a la espalda; el color verde traslucente de parte de su cuerpo reflejaba las luces del espacio con tanta viveza como se expresaba al hablar.

—Heavythread ¿qué es lo que está haciendo él aquí, quién es?

El aludido levantó las manos en gesto defensivo.

—Escucha Underslow, estoy preparado para una avalancha de preguntas, será más rápido si las contesto todas de manera directa a Aldren.

El otro reflexionó a la velocidad de la luz antes de hablar.

—Es una mala idea que lo hayas traído sin preguntarle a ella, ya sabes cómo se pone cuando alguien no obedece a sus órdenes más estrictas.
—Sé que es una mala idea, pero es una situación que no puede esperar. Ahora dime dónde está.
—No está en la corte —respondió el otro con total seguridad—, salió hace unas horas diciendo que tenía que encontrar unos cristales de amatista estelar.

Heavythread se quedó perplejo durante unos momentos, mientras Soulbreaker observaba la escena sin intervenir; al parecer Aldren era alguien de reglas muy estrictas, aunque eso no concordaba con el aspecto del ambiente en el que estaba.

—Rayos —dijo Heavythread es un muy mal momento para que el Aldren se ausente— ¿no dejó dicho en qué dirección iba?
—Nunca lo dice y lo sabes, pero apuesto a que si fue tras la amatista estelar no se trata de un simple juego.

La amatista estelar era un mineral de alta estima, ya que tenía varios usos en la industria; sus cristales podían fundirse para generar energía de alta calidad y las rocas nativas podían moldearse en filos de armas o refuerzos de fuselaje, además de ser un excelente conductor de energía láser. Sin embargo este mineral era escaso, y los yacimientos en distintas zonas del universo eran buscados con asiduidad por ambos bandos.

—Tendremos que esperarla —dijo Heavythread— de momento no podemos hacer más.
— ¿Qué tratas de decir? —exclamó Underslow muy sorprendido—. Sin la autorización del Aldren no podemos dejar que él se quede aquí, es peligroso.

Soulbreaker iba a decir algo, pero Heavythread lo interrumpió, vehemente.

—Él no puede hacerle daño a nadie, ni siquiera está armado, me lo traje de Helios 4 y estoy seguro que el Aldren prefiere que esté aquí a que lo dejé vagando en el espacio.
— ¿Y eso por qué?

El tanque iba a responder, pero un estridente sonido interrumpió la conversación. Era una especie de alarma, aunque el timbre utilizado resultaba casi cómico en vez de demostrar urgencia.

— ¿Qué es eso?

Alguien apareció a toda carrera en la plataforma de aterrizaje, se trataba de un robot de Underslow, de un vibrante color amarillo y que gesticulaba desesperado.

— ¡Llamen a Aldren, hay que evacuar la corte!
— ¿Por qué gritas así Chainrack? —gritó Heavythread por sobre sus gritos— ¿Fuiste tú quine activó la alarma?

El otro llegó hasta ellos presa de la desesperación.

—El reactor de energía central está fallando de nuevo. ¡Es una falla total! Hay que evacuar ahora mismo La corte o todos moriremos sin poderlo evitar.

Los otros dos se miraron, claramente alarmados.

—Espera, se supone que estaba funcionando bien.
—Te digo que está fallando ¡Todos lo vieron! Está echando más chispas que la última vez.
—Demonios, si está pasando eso, volará en pedazos en cualquier momento —reflexionó Heavythread a la rápida—. ¿Dónde están todos?
—Por todas partes, tienen que ayudarme a reunirlos o morirán.

Estaba claro que las cosas se estaban poniendo graves, pero Soulbreaker intervino sin poderlo evitar.

— ¿Qué le pasa al reactor?
—Funciona mal hace tiempo —explicó el tanque mientras avanzaba hacia el interior— el cableado es antiguo y defectuoso, tendremos que abandonar la corte o será una tragedia.

Cableado. Soulbreaker sintió, por primera vez en mucho tiempo, que se emocionaba por algo.

— ¿Hay que reparar el cableado que transmite la energía del reactor?
—Sí.
—Puedo repararlo —dijo exultante—. Llévame al lugar, puedo repararlo.

Por un momento, Los otros tres lo miraron entre confundidos y sorprendidos.

—Soulbreaker, no tenemos tiempo que perder.
—Entonces no lo pierdas, llévame al lugar, te aseguro que puedo arreglarlo.

Durante un eterno segundo, el otro no respondió.

—Si te equivocas, no sólo moriremos nosotros, sino que todos en este asteroide.

Como si hubiera despertado al fin del letargo en el que había estado sumido, Soulbreaker supo que eso era exactamente lo que debía hacer.

—No te defraudaré.

Corrieron a toda velocidad, integrándose en los pasillos del interior del asteroide sin fijarse en nada más; un par de minutos después entraron en la cámara donde se alojaba el reactor de energía que hacía funcionar todo el lugar. Se quedó mirando el artefacto, que, en efecto, expulsaba chispas y temblaba por el exceso de carga energética mal distribuida.

—Es un reactor A-336 de segunda generación, con un sistema de inyección Sui-hol 21 y con cableado sacado de un sistema de transmisión V-9, de tercera generación. Esta tecnología es de la época de las tuercas.

Heavythread soltó un bufido, ofendido a pesar de lo tenso que estaba por la situación.

—Disculpa por no tener lo más avanzado.
—No, no es eso.

Claro que no; sintió un chispazo de dolor por recordar que había estudiado eso en la academia, pero fue compensado por la satisfacción de saber que tenía un mapa instantáneo en su mente.

— ¿Y entonces qué?
—Lo conozco —explicó con alegría—. Lo conozco como el filamento de una bombilla.

Sin poder controlar la emoción, pero a la vez concentrado al máximo en desarrollar en pocos minutos una tarea que normalmente le llevaría bastante más, el robot fue solicitando herramientas una tras otra, y entrando en el campo de peligro del reactor sin demostrar temor. Sin prestar atención a las microcorrientes que saltaban en todas direcciones, a la alza de energía y presión circundante y las incesantes alarmas del propio reactor, el robot se abocó a liberar la presión extra, redirigir la energía a cableado secundario, disminuir la fricción y recalibrar los medidores de niveles, una acción tras otra, sin tan siquiera detenerse a comprobar los resultados de cada acción, tan seguro estaba de hacer lo correcto. En medio de los reiterados sonidos y retumbos dentro del gran aparato, y que se extendían por toda la cámara, Heavythread no dijo una sola palabra, y se dedicó a ayudar en todo lo que pudiera a su improvisado técnico, aunque sin poder dejar de sorprenderse de la prestancia que demostraba, manejando cada herramienta como si las conociera desde siempre; en La corte no había un técnico especializado, pero él reconocía a un experto en algo cuando lo veía, y ese autobot sacado de Helios 4 era capaz de rebobinar un carrete secundario con la mano a res milímetros de la corriente viva del reactor, sin que eso lo hiciera dudar o tan siquiera desviar la vista en esa dirección, de manera preventiva. Lo que en un principio parecía una tarea arrojada y sumamente peligrosa, con el pasar de los minutos se volvió una tarea dedicada y precisa, que no admitía errores porque quien realizaba los actos no dudaba ni demostraba propensión a cometerlos. Chainrack y Underslow habían llegado a la cámara poco después, junto con otros habitantes del lugar, con lo que se formó un pequeño público del prodigio técnico que Soulbreaker estaba realizando, todos en silencio, sin atreverse a formular palabra, con tal de no intervenir. Tras una agonía de espera de casi diez minutos, la señal luminosa de alarma por sobrecarga de la cámara del reactor se apagó.

— ¡Lo hiciste! —gritó Heavythread lleno de alegría— ¡Salvaste a La corte, nos salvaste a todos!

Todos los demás estallaron en gritos de alivio y alegría, pero el propio autor de esto no se mostró conmocionado, sino aliviado; nunca había dudado en poder hacerlo.

— ¡Eres maravilloso, salvaste este armatoste y a todos nosotros ¡Es sensacional!
—No hice nada especial —replicó Soulbreaker sencillamente—. Esto es lo que hago, soy bueno en esto.

Chainrack también estaba lleno de alegría.

— ¿Bueno? ¿Bueno? Eres un prodigio, nos salvaste la vida y la de nuestro hogar. ¡Aldren va a estar tan contenta!

Soulbreaker contempló el reactor y 0escuchó, entre los gritos de alegría de todos, como el aparato ronroneaba con suavidad ahora que funcionaba de manera correcta. Jamás en toda su existencia se había sentido tan completo al hacer su trabajo; recordaba cómo le gustaba ser meticuloso y preciso, pero en esos momentos no se trataba sólo de eso, se trataba de hacer una diferencia, que más allá de salvar a alguien, era la forma en que entendía el mundo a su alrededor. Se sentía satisfecho, ahí en su ambiente.

2

Aldren volaba a toda velocidad por el espacio; la fembot lucía su modo alterno como un jet alargado de refulgente color azul metálico y negro, que como un bólido atravesaba las estrellas. El descubrimiento de un yacimiento de esmeraldas espaciales era importante, y les permitiría funcionar durante un tiempo con más autonomía, y poner a descansar ese dichoso reactor que fallaba cada vez más, acaso dejando incluso la opción de desmontarlo y conseguir nuevas partes. Desde hacía meses que ese reactor consumía más energía de la necesaria, y con el peligro constante del reinicio de la guerra entre autobots y decepticons, resultaba fundamental hacerse de ese yacimiento para poder funcionar mejor.
Sus pensamientos en el vuelo, sin embargo, se vieron interrumpidos por un rayo rojo que, a cierta distancia, describía una curva hacia el mismo punto al que se dirigía ella.

—No es posible, no ahora…

Lo que anticipó en su mente se hizo realidad con abrumadora fuerza unos instantes después; Arciagan, convertida también en un jet, apareció disparando lásers de precisión, dispuesta a destruirla.

— ¡Maldita!
—Hola querida amiga

Ambas cruzaron sin conseguir hacerse daño, pero preparando una curva cerrada con el objetivo de enfrentarse de nuevo; la distancia entre ambos era mínima cuando se enfrentaron otra vez.

—Nos volvemos a encontrar ¿Quieres que te destruya otra vez?
—No voy a permitir que te salgas con la tuya.

Los disparos de ambas fueron hábilmente bloqueados por la otra, con precisión milimétrica. Envueltas en un haz de luz por la velocidad a la que se desplazaban, como bólidos de poder, las féminas describieron arcos imposibles en el espacio, surcando la negrura en espirales, ángulos y vértices que sólo los guerreros más experimentados podrían realizar, sin dar un centímetro de ventaja a la otra. Luego, como si ambas presintieran la siguiente jugada de la otra, pasaron a modo robot, trenzándose en un intercambio de golpes de todo tipo, y bloqueos expertos. Las cuchillas en los brazos de Arciagan chocaron con los afilados alerones de Aldren, y los golpes se sucedieron con aún más violencia, las rivales luchaban a muerte por derrotar a su contrincante.
Aldren había deducido en un segundo que la malvada ladycon tenía la misma información que ella acerca del yacimiento de amatista estelar en un cordón de asteroides a muy poca distancia, y no estaba dispuesta a cederlo; por su parte, Arciagan se había sorprendido de encontrar a una antigua rival, pero no pretendía rendirse ante una batalla, y menos si se trataba de alguien a quien quería eliminar desde hace tiempo.

—Ríndete, no puedes ganar.
—Ya estás oxidada, no creas que no se te nota.

Otra vez las enemigas se enzarzaron en una ardua batalla, que no daba tregua; utilizando toda su velocidad y pericia en combate, los siguientes segundos fueron intensos, pero el enfrentamiento no se decantaba por ninguna de las dos, por lo que el más mínimo error sería lo que determinaría quién tendría la victoria.


3

Poco después de salvar el reactor central del asteroide, Soulbreaker y los demás salieron de la cámara y se trasladaron a un salón a no muchos pasillos de distancia. El lugar era algo parecido a un casino en donde reinaba un agradable desorden.

—Estamos salvados gracias a este sujeto —exclamó Heavythread llamando la atención de la decena de otros robots—. Y sé que Aldren va a enfadarse porque lo traje sin su conocimiento, pero las noticias son demasiado buenas, así que me preocuparé por eso después.
— ¿Dónde aprendiste esas cosas? —preguntó uno.
—Es mi especialidad, soy técnico en cableado y conexiones —explicó el aludido en voz baja, algo incómodo por el exceso de atención sobre él—. ¿No tienen a alguien encargado de esto?
—Todo indica que ya lo tenemos —replicó Heavythread con alegría—. Escucha, tienes que quedarte aquí, te aseguro que en La corte vas a sentirte como en tu casa.

Recién en ese momento, Soulbreaker tuvo la oportunidad de preguntar lo que tenía en mente desde su llegada.

—Todavía no me has dicho qué es La corte.
—La corte de los despreciados —rectificó el tanque con orgullo—. Este lugar que ves a tu alrededor, es el sitio donde vamos a parar los que no tenemos lugar entre las filas de los “oficiales”.
— ¿Quieres decir que son desertores de los autobots?
—No. Son los despreciados tanto de autobots como de decepticons.



Próximo capítulo: Nuevo hogar

La traición de Adán capítulo 22: Pequeños triunfos



Pilar estaba en su habitación de hotel: eran las diez de la mañana y recién estaba tomando desayuno, pero era comprensible porque había estado hasta las once treinta en el restaurante Morlacos; la semana había sido sumamente agotadora, prácticamente se trasladó a vivir durante esos días, pero las cosas habían funcionado mucho mejor de lo que se esperaba, de modo que tenía cuentas alegres para una inauguración y ya estaba contando con la primera clientela estable. El restaurante abría sus puertas a las doce del día para tener preparada la hora de almuerzo, y desde ahí no paraban hasta casi  la media noche, por lo que siendo un sector con mucha población de estudiantes ya se estaba corriendo la voz tanto para el almuerzo como para la hora del trago. Si bien era verdad que no había sido un éxito arrasador, las ventas eran constantes y eso era un excelente inicio de trabajo. Estaba cansada, pero satisfecha con su trabajo hasta el momento, además que la gente le estaba respondiendo muy bien y Margarita realmente se había vuelto fundamental en todo eso. Emocionalmente no tenía muy claro cómo se sentía, pero por el momento prefería seguir ocupada con el trabajo  y los nuevos proyectos. Sonó su teléfono celular.

–Pilar, espero que estés despierta.
–Sirviéndome el desayuno en el casino, ¿ocurrió algo amiga?

La voz del otro lado de la conexión se escuchaba emocionada.

–Tengo una solicitud para una reserva de sesenta personas para mañana.
–Estupendo, no hay reservas así que podemos hacernos cargo.
–Es un desayuno.

Se quedó con la taza de café en el aire mientras hablaba; eso sí que estaba fuera de sus planes.

–Margarita, abrimos a las doce.
–Lo sé, por eso te estoy llamando. Podemos decir que no, o podemos arreglarlo.
–Pero para eso tendríamos que llamar a todos y... espera... son sesenta personas, es muy bueno para dejarlo pasar. A ver, dame unos minutos para llamar a los que pueda y te confirmo.

Margarita seguía sonando alegre, pero también con un dejo de urgencia.

–Esperan la respuesta en diez minutos, necesito que te des prisa.

Pilar dejó el desayuno y se arrojó al ascensor mientras sacaba cuentas mentales.

–Amiga, supongo que podrás.
–Por supuesto, de eso no te preocupes. Ahora te dejo, llámame lo más pronto que puedas para coordinar; mira, es una reunión de un equipo de consultoras de belleza, si resulta las podemos amarrar para otras reuniones.
–Excelente, te llamo en cinco minutos.

Cortó y entró a su habitación; de inmediato tomó la agenda y ubicó el número de Manuel, el chef más antiguo y que ejercía un liderazgo sobre los otros. Si lo convencía a él seguro también lo lograría con los demás.

Micaela estaba en el departamento de Esteban para su desayuno de día Sábado. Tocó a la puerta, y casi al instante abrió una chica que no podía tener más de veintitrés o veinticuatro, con el cabello mojado y en tenida deportiva.

–Hola.
–Hola –saludó Micaela tratando de no poner caras– ¿podrías decirle a Esteban que llegué?

La chica la miró como si la conociera.

–Claro. Esteban, tu hermana ya llegó.
–Dile que pase linda, ahora salgo de la ducha.

La joven la dejó entrar.

–Ustedes dos son parecidos, tienen el mismo tipo de ojos.
–Si –respondió automáticamente– es de lo poco que tenemos en común.
–Hola –saludó Esteban desde su habitación– ya estoy. Ahora si –apareció sonriente– las voy a presentar oficialmente. Paula, mi hermana Micaela, hermanita, Paula, mi amiga.

La aludida sonrió coqueta, parecía que el termino de amiga le resultaba divertido. Micaela optó por seguir la corriente.

–Disculpa por interrumpir, pero el bruto éste no me avisó que iba a estar acompañado, pude haber venido para el almuerzo.

Lo miró reprochándolo, pero la mujer no se complicó.

–Ah, pero no te preocupes, Esteban me dijo que tenían la costumbre del desayuno los Sábados, y de todas formas yo me tengo que ir porque en media hora tengo que estar con mi grupo de la universidad haciendo un trabajo. Estudio diseño ¿sabes?
–Que bien, yo trabajo en el rubro de la construcción, y los expertos en ese campo  siempre faltan, así que si eres ingeniosa te van a llamar muchísimo.
–Eso espero.

La joven se despidió de ambos y salió. Cuando quedaron solos Micaela encaró a su amigo.

– ¿Hermana?
– ¿Que esperabas que dijera? No hay mujer en el mundo que no ponga cara rara si un hombre le dice que tiene una amiga.
–Yo no pondría ninguna cara.
–Está bien, ninguna excepto tú. Además no quería arruinarlo con desconfianzas.
–Así que lo mejor es mentirle –comentó ella sentándose– eres divertido, pero lo que no entiendo es por qué no hiciste un simple cambio de planes.

Esteban sirvió refrescos para ambos.

–Porque se te quedó ese arete que está encima, tuve que improvisar; además es lindo y de cualquier manera me deja espacio para divertirme, no puedo estar llorando eternamente por ti.
–No empieces con esas bromas.
–Está bien, está bien. Oye, mientras veo lo del desayuno, te quería contar que para esta tarde tendremos algunas novedades. Mi amigo me dijo que fuéramos a buscar la información, ya sabes que por seguridad es mejor no hablarlo por teléfono.

Ya era hora. Micaela estaba sintiéndose cada vez más irritada al ver como el Boulevard en el que trabajaban su madre y Eva San Román tenía cada vez más éxito; tenía que hacer algo pronto.

–Espero que sea algo bueno para que podamos comenzar a tramar algo, ya me tiene de los nervios la espera.
–Tranquila, solo  tendrás que esperar a esta tarde y tendremos al menos la primera pista. Había pensado en contactar a los trabajadores despedidos de la obra.

Micaela pensó en el obrero comprado por Eva para extraer la información. Ni a Esteban le había dicho, y prefería mantenerlo así, como información solo de último recurso.

–Mejor no, es más seguro mientras menos gente lo sepa. Ahora tomemos desayuno por amor de Dios, muero de hambre.

Pilar y Margarita se reunieron con la mayoría del personal del restaurante poco antes de las doce. La joven ya había hablado con quien debía.

–Gracias por llegar antes. Chicos, la cosa es simple, tenemos el desayuno para mañana temprano, lo pago en mano como horas extra, y si empieza a funcionar, extendemos el horario del Morlacos desde las ocho. Quiero saber si están dispuestos a hacer más horas extra.
–Lo estuvimos conversando –repuso el líder del grupo– si es por un día a la semana puede ser que hagamos horas extra, pero si va a abrir más temprano ahí va a tener que contratar más gente.

Pilar ya lo había considerado.

–Lo sé, pero al principio no me quiero arriesgar tanto, llevamos muy poco tiempo funcionando. De partida este grupo del desayuno es dos veces al mes, y sería solo eso, pero como es constante necesito saber si puedo contar con ustedes.

Todos parecieron de acuerdo.

–Genial, entonces nos veremos mañana a las siete treinta y como les dije, el trabajo extra lo pago en el momento y si alguien sabe rezar, que lo haga para que este grupo se quede aquí y nos vaya mejor. Gracias por venir un poco antes, ahora esperemos que todo salga bien.

Llegó la tarde y Micaela y Esteban se reunieron con F, el amigo que no dió ningún otro detalle suyo.

–Me diste un trabajo interesante Esteban.
– ¿Por qué, descubriste algo?
–No.

Micaela sintió que sus esperanzas se diluían.

– ¿Pero entonces qué tiene de interesante?
–Eso amiga, que esto no es natural, alguien metió las manos para que el historial de Eva San Román sea limpio y transparente, y si te digo que metieron las manos es que lo hicieron hondo; pero no lo suficiente, hay una fisura, y es que he podido rastrear su existencia solo hasta los quince años porque fue ahí cuando se supone que llegó al país.

Esteban frunció el ceño.

– ¿Se supone?
–Es nacional, ella nació aquí según sus registros, pero no sé dónde, ni cuando se fue o hacia donde, tampoco sé cuándo volvió, lo saqué por conclusión al descubrir sus registros, lo que significa que no solo hay algo raro en ella, sino que también en lo que la rodea.
–Es un fantasma.
–Exacto –replicó poéticamente– es un fantasma de sí misma, Eva San Román no es nadie y a la vez es alguien, es algo parecido a una representación teatral de sí misma, donde puedes ver como sólida la estructura, pero tras el parlamento no hay nada más que hojas escritas, ni pasado, ni hechos, solamente lo que puedes ver.

Micaela se quedó pensando en la explicación que les había dado F. Que Eva fuera una farsa era algo que se esperaba, pero no de manera tan literal, porque al ser así, tomaba un cariz completamente distinto; eso podría explicar esa confianza, esa actitud implacable, ese trato superior, porque si no tienes nada que esconder, simplemente no hay temores. Por eso los sacó del proyecto, porque en su vida todo estaba preparado y dispuesto y ellos no solo eran prescindibles, sino que además no eran parte de sus planes.

– ¿Qué piensas?
–F, hazme un favor, ten muchísimo ciudado, no dejes que te descubran mientras estés investigando, es primordial que llegues a la verdad sin que te atrapen.
–Soy indetectable.
–Entonces hazlo aún mejor, creo que esta mujer puede ser un peligro y no quiero que te arriesgues; por favor redobla tus medidas.

F se lo pensó un momento y  al final habló.

–Sí, tienes razón, la verdad es que de primera me había parecido que esto era divertido como desafío, pero también tiene otra cara, es mejor que no nos arriesguemos; pero les prometo algo: voy a descubrir quién es esta mujer, parece que no va a ser fácil, pero lo voy a hacer.
–Gracias F –intervino Esteban– yo confío en ti, estaremos esperando los resultados.

El otro los despidió, y los amigos salieron rápido del edificio en donde vivía; Esteban se mostraba un poco decepcionado.

–Y al final todavía no tenemos nada.
–Al contrario, tenemos mucho.
– ¿A qué te refieres?
–Mira –replicó ella decidida– saber que esta mujer es falsa ya es un triunfo, porque  quiere decir que no estaba equivocada en desconfiar de ella; es el tipo de colaborador especial para mi madre.
–Pero ella llegó antes que tu madre.
–Por lo que sabemos, podría ser algo diferente, pero aunque fuera así, Bernarda tiene un rastreador de personas así, de hecho ya tiene consigo a Luna, esa morena que apareció en todas partes haciendo publicidad del Boulevard. Se conocieron hace tiempo, y esa Luna le debe algún tipo de favor a Bernarda porque la idolatra, y  aparece cuando la llama, de hecho la última vez que supe de ella fue hace como dos temporadas, en Londres. Bernarda estaba perdiendo una  negociación y Luna apareció a seducir a los ejecutivos. Al final ganaron.

Esteban ya no se sorprendía de escuchar a su amiga hablar así de su madre, pero si le llamó la atención otra cosa.

–Sí, creo que tienes razón, pero ahora que lo dices, acabo de notar algo raro.
– ¿Qué es?
–Vi en las noticias las imágenes de la inauguración de algo de Boulevard, y ahí estaba Adán Valdovinos, ¿lo recuerdas?
–Para nada.
–El modelo de revistas que estaba encargándose de todo en la inauguración de la galería de arte de Carmen Basaure cuando ocurrió el disparo.
– ¿Estás seguro?
–Claro, un hombre así de atractivo no pasa por alto ni para los otros hombres, eso te lo aseguro. Si estaba ahí quiere decir que está trabajando para la competencia, ¿o no?

En ese momento a la joven le pareció que su amigo estaba dando con el punto. No hablaban de cualquier competencia, hablaban de que un colaborador de Carmen Basaure se iba a trabajar con Bernarda Solar, quien había tramado la forma de quedarse con una colección de la pintora tiempo atrás; ¿lo sabría Carmen mientras estaba de viaje, o se toparía con la sorpresa a su regreso?

No era un secreto que las dos eran algo así como rivales, una exponiendo sus obras magnificas, la otra haciendo negocios impresionantes con otras obras, y siempre parecía que el mundo no era lo suficientemente grande para las dos. Era una información importante. ¿Estaba ese hombre traicionando  a una mujer por otra, o estaba en medio de un juego más importante? Tenía que investigar.





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