La traición de Adán capítulo 14: Cosas elementales



Despunto el alba de aquel Domingo y en el departamento estaban Eva y Adán abrazados reposando en la cama. Realmente parecía perfecto todo lo que sucediera entre ellos, hacer el amor era una nueva experiencia  a  cada momento, en la que las caricias eran precisas y quemaban con el placer máximo para los dos, pero no solo el sexo era fantástico, también lo era el después, el quedarse abrazados, siendo mecidos por el compás de sus corazones.

–Siento que pasamos muy poco tiempo juntos.
–Son cosas del trabajo –comentó ella en voz baja– no podemos estar siempre juntos, además a veces no hace falta.
– Tienes razón.

Rieron cómplices. Adán se incorporó hasta quedar sentado, Eva se cobijó en su regazo.

–Las  cosas van muy rápido en la Constructora –comentó ella sacudiéndose el cabello– solo me preocupa el Boulevard.
–Creí que lo habías solucionado.
–Intenté convencer a Esteban de sacar a la encargada en terreno, pero me soltó un discurso sobre las jerarquías y que aunque yo sea su jefa no puedo decidir con quién él trabaja, según él esa mujer es perfecta para el puesto.
–Si ese hombre molesta tu trabajo, despídelo.
–No tengo ningún argumento sólido para hacerlo.
–Pero igual es un inconveniente que no necesitas, eso es más que suficiente. Si te deshaces de él tendrás cientos esperando por su puesto.
–He estado buscando a quien lo reemplace, pero primero debo respaldar los archivos de los proyectos.
– ¿Por qué, crees que los va a destruir?
–No soy su persona favorita, y si lo despido está en su derecho de sentirse ofendido y  querer llevarse su trabajo para que nadie saque provecho de él. De todos modos ya me estoy encargando de eso, tengo a una persona protegiendo la información más vital.
–Me alegro, así no tienes que preocuparte de detalles como ese; ya estoy preparando algo en que  desarrollar algunas ideas, quiero darle forma para contarte.

Se besaron apasionadamente.

–Sabía que te traías algo, cuéntame cuando lo tengas listo. ¿Y has sabido algo de la hija de tu artista?
–Nada, está haciendo vida común por lo que veo, pero necesito averiguar más sobre ella, aún me parece un peligro que esté rondándonos.
–Tienes razón. Adán,  por lo que me has dicho es un riesgo latente.


Micaela y Esteban estaban tomando desayuno en el departamento de ella, aunque él había insistido en preparar unos huevos con carne que se suponía levantaban muertos; el concierto de Replicantes al que habían ido resultó intenso, justo la descarga de adrenalina que la joven necesitaba para sentirse más animada. Respiró el apetitoso aroma mientras servía café.

–Y al final el concierto fue mucho mejor de lo que esperé, fue buena idea ir.
–Un logro más en mi lista, genial.
–Huele bien.
–Te  lo dije, es la receta de un primo del campo, con esto me amarás más si es posible.

Sirvió para ambos y se sentaron ante una mesita alta; Esteban era realmente un tipo muy agradable y no se quedaba corto al decir que quería conseguir su amistad, y lo estaba logrando a pasos agigantados.

–Está buenísimo, tienes que darme el dato.
– ¿Estás loca? –rió el– la receta es secreta, mi primo me mataría si...

Se interrumpió al escuchar el sonido de su celular. Lo sacó de su mochila y leyó en él con atención.

–Qué extraño.
– ¿Qué ocurre?
–No lo sé, mi servicio de correo me manda una notificación para confirmar que mantengo activa mi cuenta.
–Por eso no hay que dejar tiradas las cuentas de correo.
–No lo hice –respondió Esteban sentándose de nuevo– es la que uso siempre. Seguro es alguna actualización por medidas de seguridad, después lo compruebo. A todo esto, tenemos que revisar el tema de los adhesivos para interiores que me dijiste.
–Oh, pero seguro que puede ser después, es Domingo.
–Claro, pero te digo para que me acuerdes.

Mientras, Bernarda estaba ya levantada y tomando desayuno en su lujoso departamento cuando llamaron por citófono.

–Diga.
–La señorita Arriaga está aquí.
–Dígale que pase. Adela, recoge todo por favor.
–Ahora mismo.

La aludida, una muchacha delgada y joven que hacía servicios para ella recogió de la mesa todo rastro del desayuno en pocos segundos, dejando unas flores artificiales pero muy bonitas de adorno, y luego desapareció; a los momentos Bernarda abrió la puerta y dejó pasar a una mujer de 23 años, de rasgos exóticos, morena, voluptuosa y de cabello negro, de aspecto sensual y atrevido. Era claramente de ascendencia extranjera, y era en realidad un conjunto de atractivo y juventud, tanto por su enigmática mirada como por sus movimientos que en cualquier instante parecían  a punto de iniciar una danza como por su voz ligeramente ronca y armoniosa.

–Que gusto volver a verte Bernarda.
–Lo mismo digo Luna –respondió la otra haciéndola pasar– estas aún más encantadora de lo que te recordaba.
–Gracias, y tu tan poderosa mujer. Que hiciste ahora, ¿compraste algún centro comercial, una automotora?

Bernarda rió, y ambas se sentaron cómodamente en sillas  altas en el balcón.

–Ya tengo una automotora. En realidad esta vez te necesito para una temporada, así que primero tengo que saber si es que te puedes quedar un par de meses al menos.
–Estoy libre – comentó la joven – así que si me necesitas, te ayudo encantada, sabes que siempre estaré en deuda contigo.

La dueña sirvió bebidas frías para las dos.

–Dentro de poco comienzo un nuevo proyecto de exhibición, algo así como la galería Cielo pero llegando  a un nuevo nivel, y quiero que tú seas la relacionadora pública, algo así como el rostro de la campaña. Eres la mujer perfecta para eso, así que lo único que necesitas es ser tan bella como solo tú sabes serlo.

Luna sonrió. Apreciaba los elogios casi tanto como los ceros, y con Bernarda ambas cosas siempre estaban relacionadas.

–Solo dime por dónde empezar.
–Todavía no. Por ahora te quedarás en uno de mis departamentos, te iré entregando la información que necesites y cuando el tren empiece a avanzar, te llamaré.
–Excelente, no tengo objeciones. Haremos un gran trabajo juntas, igual que en Inglaterra hace dos años.
–Será mejor Luna. Infinitamente mejor.

Esteban no trabajaba los días Domingo, pero  estaba frente al ordenador, cuando recordó su conversación con Micaela por la mañana, y por curiosidad ingresó a su cuenta de correo con la que trabajaba, para confirmar la información de seguridad rutinaria que esperaba. Entonces se quedó helado al ver que todas las carpetas de su correo habían desaparecido, y solo quedaban los correos no leídos en bandeja de entrada. Sintió que se le paralizaba el pulso, ahí tenía datos, informes y conversaciones importantes, no podía ser que simplemente desaparecieran de un día para otro.

–No puede ser –dijo en voz alta– no están, los correos no están...

En eso notó que el indicador de mayúsculas no estaba apagado. ¿Cómo podía haber entrado a su cuenta digitando la contraseña en mayúsculas si él mismo la había configurado para minúsculas? Al instante una idea horrible apareció en su mente, y sin cerrar esa ventana abrió otra para la segunda cuenta que tenía. No pudo entrar.

–Oh... Dios...

Cerró la cuenta de correo, volvió a ingresar y comprobó con horror que realmente solo entraba la contraseña con mayúsculas; tomó el  teléfono y llamó a Micaela.

–Dime que tienes una idea para la cena y me transporto allá.
–Tengo un problema grave –replicó él saltándose los saludos– alguien saboteó mi correo, perdí toda la información.

Quince minutos después ella ya estaba en el departamento, tratando de poner paños fríos a la escena que tenía angustiado a su nuevo amigo.

–Tengo datos muy importantes ahí, no sé cómo es que pasó esto...
– ¿Y tenías respaldado algo?
–Los proyectos terminados o lo que haya reenviado es posible, pero hay cosas que no... Oh,  por todos los cielos...
– ¿Qué?
–La remodelación –respondió con preocupación– los planos de la remodelación estaban ahí.
–Me los enviaste así que...

Pero ella misma se quedó callada ante la duda que de repente surgió en su mente: lo dudaba, pero no se quedaría con la duda, así que ingresó a su cuenta propia; la contraseña también había cambiado.

–Maldita sea –protestó el– esto es sabotaje, es sabotaje, quieren arruinarme.

Pero la joven estaba entrando en otra cuenta.

–Tranquilízate. Mira, tengo todos los correos que me enviaste en esta otra cuenta.
– ¿Qué? ¿Pero cómo lo...?
–Tengo siempre la precaución –respondió ella evadiendo las verdaderas razones– esta otra cuenta no está a mi nombre así que sería difícil que alguien acceda con facilidad, pero tienes razón, están saboteando el proyecto.

La imagen de Eva San Román pasó por su mente mientras descargaba todos los archivos adjuntos, pero aunque le cayera mal no tenía ningún motivo para...

–Fue Eva.
– ¿Que estás diciendo Esteban?
–Fue Eva, esto es obra suya –replico él con voz lúgubre– quiere sacarme del proyecto, y como no tiene argumentos, está tratando de hacer cosas adicionales.
–Eso es ridículo –dijo Micaela– ella es la responsable legal del proyecto, si no te quiere ahí simplemente te despide.

Esteban no le había dicho de la escena en que Eva le exigía sacarla del trabajo, y no se lo diría tampoco, aunque sabía muy bien que si él mismo era despedido los días de Micaela estaban contados en la constructora.

–Tenemos que resguardar toda la información y cambiar las contraseñas, y mañana tendremos montañas de trabajo, pero no vamos a denunciar esto.
– ¿Y porque no?
–Porque denunciar es poner sobre aviso al que lo hizo.
–Que sigamos trabajando como si nada también.
–Sí, pero le quitamos importancia, le hacemos creer que no nos hizo daño, así se va a confiar.

Micaela lo miró con el ceño fruncido.

–Se va a confiar y luego se meterá con nuestras cuentas de banco y los impuestos, eso lo leí en un libro.
–Tal vez sea mucha paranoia, pero eso se puede prevenir también por las dudas. Tengo un primo que tiene un amigo que es informático, lo llamo ahora mismo y él sabrá como rastrear al que nos está perjudicando.

Por otro lado, Adán estaba disfrutando de unos momentos de tranquilidad en su departamento y evaluaba lo que iba a pasar desde el Lunes en adelante: ya tenía firmado el preacuerdo con Bernarda Solar por una cifra sumamente atractiva, y comenzaría a trabajar con ella tan pronto como terminara con Carmen, aunque al respecto tenía algunas dudas, porque ella seguía encerrada pintando. De pronto sentía urgencia por ver el segundo cuadro terminado, por ver renacer aquel efecto mágico frente a sus ojos, pero en su mente igual permanecía la duda sobre el desarrollo de la obra, porque nadie le podía asegurar que la pintora realmente pudiera recrear el efecto. No, era absurdo, lo haría, y cuando ya no lo necesitara, estaría listo para emprender vuelo hacia su nuevo proyecto, con el que conseguiría gran parte de sus objetivos a corto plazo, es decir dinero, una buena posición y contactos, todo junto a la importante empresaria Bernarda Solar y su red de negocios; había estado investigando un poco, y ella no solo era la dueña de la Galería Cielo, también lo era de una automotora, una cadena de cafés temáticos, un par de edificios y una productora, todo eso sin contar las acciones. Sabía que usando bien sus cartas tendría a su favor el siguiente escalón en su ascenso, no había motivos para preocuparse.
Hasta que cayó en un detalle que había pasado por alto en su departamento, quizás porque aún estaba embelesado con el aroma de Eva, o porque no estaba pasando mucho por el departamento, pero sí había algo distinto. Miró en derredor y lo descubrió, un pequeño sobre blanco a pocos centímetros de la puerta, seguro había pasado sobre él sin notarlo, pero no admitían vendedores ni publicidad en el edificio; tomó el sobre un poco extrañado, y extrajo  una tarjeta con una sola frase escrita en imprenta con letras negras. El texto era escaso, aunque poderoso por su significado.

¨Dejaste un cabo suelto. Ya sé quién eres¨




Próximo episodio: Confusión

Maldita secundaria capítulo 19: Nunca más



Miércoles 24
Clínica Santa Próxima, por la tarde

Tan pronto como se enteraron de la noticia de Luciana, todos fueron directamente a la clínica, pero no pudieron pasar de recepción, y nadie les dio ninguna respuesta. Alberto estaba empezando a colapsar.

—Ésto ya lo habíamos vivido antes —reclamó Alberto— ahora díganme que no tengo razón en lo de la influencia de los espíritus en nosotros.
—Aún no sabemos qué le pasa, puede que esté simplemente enferma.
—No es eso, no es eso, y lo peor es que si estoy en lo cierto no podré, no podré...

Dani lo interrumpió a tiempo.

—Basta. Alberto, estás demasiado nervioso, Fernando, por favor llévalo a la cafetería y dale un té.

El aludido se llevó a Alberto medio a la fuerza hacia la cafetería. Mientras tanto, el grupo se quedó un momento en silencio, a la espera. Después de un par de minutos apareció un hombre alto y bien parecido, vestido elegantemente, pero que en su rostro mostraba cansancio y preocupación.

— ¿Ustedes son amigos de mi hija?

Dani se adelantó.

—Si, somos amigos de Luciana. ¿Cómo está ella?
—No se sabe con seguridad, le están haciendo exámenes.
— ¿Podemos verla?

El hombre iba a responder algo, pero se contuvo y respiró profundamente.

—Nadie puede verla, ni siquiera nosotros la hemos visto; no es normal que haya desmayado de esa manera.
— ¿Quiere decir que ella no tiene algún problema de salud o algo así?
—Luciana tiene una excelente salud —respondió el padre algo sorprendido— es una característica de nuestra familia. Lo lamento, pero ahora no van a conseguir nada aquí, es mejor que se vayan a sus casas.

Teresa intervino preocupada.

—Señor, disculpe, pero queremos que Luciana sepa que estamos preocupados por ella. Cuando pueda verla, hable con ella, aunque esté dormida, yo sé que de todos modos puede escuchar y sentir; dígale que estamos aquí, que sus compañeros de la secundaria estamos preocupados, que tenemos fe en ella.

El hombre apretó los puños; claramente estaba haciendo un esfuerzo por mantenerse entero frente a los demás.

—Lo haré. Muchas gracias por venir.

Se retiró de la sala de espera, dejando al grupo más conmovido que antes; Leticia hizo una mueca.

—La verdad es que estoy pensando que las cosas pueden ponerse bravas; cuando Alberto lo sepa, se va a querer morir.

Cafetería, momentos después.

— ¡Ay, ahora que lo sé, me quiero morir!

El pequeño se llevó dramáticamente las manos a la cabeza mientras estaba sentado ante una de las mesas de la cafetería.

—Cálmate, por lo menos tampoco es tan grave.
— ¿Cómo qué no? Justo ahora que estamos tan cerca, tan cerca, y la necesitamos a ella.

Tenemos que ser todos, o ninguno. Las palabras volvieron a la mente de Dani al instante.

—Por ahora no tiene sentido que nos torturemos, hay que esperar los resultados de los exámenes, y mientras tanto, rogar que no sea nada grave.
—Y ésto no es todo —agregó Fernando— Adriano del Real está inubicable, no sé por qué no contesta el celular.

Teresa estaba con la mente más en Luciana, pero igual estaba pendiente de todo lo que ocurría.

—Dijeron que cuando lo conocimos no se veía muy bien.
—Es un decir —replicó Fernando— nunca ha estado muy bien que digamos, pero...

Se quedó en silencio al pensar en lo que eso podía significar.

—Esperen, ¿no creerán que él también...?
—Eso sí que sería un golpe fuerte —dijo Soledad— y la verdad es que con lo de Luciana tiendo a estar más sensible a ese asunto.

En ese momento apareció en la cafetería Del real, y efectivamente se le veía más demacrado aún, si eso era posible. Al principio no reaccionó, pero luego de un momento se acercó muy sorprendido.

—Muchachos, ¿qué hacen aquí, qué ocurre?
—Buenas tardes señor Del Real —lo saludó Dani— estamos aquí porque una amiga está un poco enferma, y queríamos comunicarnos con usted porque han pasado algunas cosas, no sabíamos que estaba aquí.

Del Real los guió hacia el exterior para que pudieran hablar con más tranquilidad.

—Me sentido un poco mal, pero no se ocupen de eso, explíquenme que pasa en la secundaria.

A Lorena ya le parecía que Adriano del Real podría estar sospechando de lo que pasaba en la secundaria, eso sería una muestra de que las cosas realmente habían cambiado mucho en el último tiempo.

— Señor Del Real, disculpe, pero hay algo de lo que tenemos que hablar; necesitamos que nos acompañe a la bodega en la secundaria, lo más pronto posible.
— ¿Y por qué, que ocurrió?

Lorena miró alarmada al más pequeño, pero el hombre mayor interpretó la mirada y se adelantó.

—No tienen que preocuparse por mí. Díganme que es lo que sucede.
—Aún no lo podemos confirmar, pero tenemos la sospecha de que algo cambió, y es posible que la fuente de energía de donde proviene Matías, haya cambiado de posición.

Nadie dijo nada por unos momentos; Del Real no pareció tan sorprendido como alterado.

— ¿Qué tratan de decir? ¿Qué pasó, donde está mi hijo?
—No tenemos nada claro —se adelantó Dani— pero han cambiado muchas cosas y necesitamos confirmar ese asunto.
—Eso no es todo —intervino Alberto atropelladamente— hay algo más, ahora descubrimos...
—Que lo necesitamos en buenas condiciones —lo interrumpió Dani— y la verdad es que desde la otra vez lo vemos distinto, nos preocupa que esté sometido a mucho estrés o que no se esté cuidando como corresponde.

Alberto logró captar el mensaje y se quedó callado; por fortuna Del Real entró en sintonía con la preocupación de Dani y el resto y no notó el cambio de tema.

—La verdad es que hace unos días me he estado sintiendo mal, he tenido sueños horrendos y me siento muy cansado e irritable; en ésta clínica trabaja un viejo conocido mío, así que vine a chequearme, y me dijeron que efectivamente estoy con bastante estrés, pero —continuó con más fuerza— eso no es importante. Si pueden, iremos ésta misma noche a la secundaria.

Miércoles 24
Estacionamiento de la secundaria
Por la noche

Hernán, Fernando y Leticia fueron los primeros en llegar al lugar.

—Ya se nos está haciendo costumbre hacer ésto —comentó Fernando— lo que me pregunto es como es que nunca nadie nos ha descubierto.
—Tampoco vamos a decir que el nochero hace rondas como loco —comentó Leticia con una risita— además que estos barrios son tan tranquilos que parece difícil que alguien venga a robar.

Hernán volvió a mirar la hora.

— ¿Dónde diablos están los demás?

Justo en ese momento se dejaron ver Soledad junto a Dani, y más atrás Teresa, Carolina, Lorena y Alberto. Casi junto apareció Del Real.

—Qué bueno que ya estamos todos. Ahora entremos.

El grupo volvió a ingresar a la secundaria por los estacionamientos, y en completo silencio caminaron hasta la bodega que seguía siendo el último vestigio tanto de la edificación original como de la existencia física de Matías; sin decir palabra, aunque con manos temblorosas, Adriano abrió la puerta y entró, en primer lugar, al sitio en donde antes los jóvenes habían entrado en contacto con el espíritu sufriente del hijo del hombre mayor, pero esa vez, las cosas fueron diferentes.

—Matías...

Si bien físicamente el interior de la bodega seguía mostrando la destrucción provocada por el fuego años atrás, en esa noche no existió señal de ningún tipo, ni nadie escuchó nada en su mente; realmente parecía que el espíritu se había ido.

—Ésto no puede ser —murmuró Adriano totalmente incrédulo— todo es distinto ahora, no puedo sentir ningún tipo de fuerza, pero a la vez sigo sintiendo la misma angustia, el mismo dolor de siempre.

Se quedó de pie, solo en medio de la bodega destruida, desconcertado, sintiéndose más solo y más dolorido que nunca, con la esencia de su hijo perdida y un grupo de jóvenes que perfectamente podrían ser él, pero que jamás lo serían. Alberto le hizo un gesto a Dani y a Lorena, y éstos asintieron.

—Señor Del Real, nosotros creemos...

Iba a decir algo más, pero no tuvo tiempo. El hombre de aspecto enfermizo se tambaleó sin sentido y se desplomó; solo Fernando y Alberto estaban lo suficientemente cerca, y lo sujetaron para evitar que se estrellara contra el suelo.

— ¡Señor!
— ¡Ayúdenme!

Con ayuda de Hernán sacaron a Del Real de la bodega y lo sentaron en un banquito a un costado.

—No puede ser, él también...
—No creo que sea eso —intervino Soledad— solo parece atontado, tal vez fue demasiada sorpresa para él.
—No debimos traerlo.
—Hay que llamar a una ambulancia.

Leticia hizo un amplio gesto mostrando donde estaban.

—Claro, podemos aprovechar de decirles que pasen al estacionamiento.
—Calma, calma —intervino Dani— llevémoslo afuera, de todos modos tendremos que llamar a una ambulancia.

Mientras lo llevaban en andas hacia el exterior, Del Real reaccionó.

—La bodega...
—Tranquilícese, conseguiremos ayuda.
—No, no.

El hombre logró pararse y detuvo el avance del grupo; se veía despierto, pero no mucho más repuesto.

—Hay que cerrar la bodega.
—Ya lo hicimos —lo tranquilizó Soledad— y tenemos las llaves, no se preocupe por favor.
—No van a llamar a nadie —sentenció enfrentando a los jóvenes— estoy bien, solo quiero que me ayuden a entender que es lo que está pasando, y ésta me oculten vez no nada.

Todos estaban dudando, incluso Alberto que era el más decidido a descubrir la verdad. Lorena se mostró más comprensiva.

—No se trata de ocultarle cosas, pero... es que usted no luce bien de salud.
—No queremos que le pase algo.

El hombre inspiró profundamente; no quería sonar agresivo, pero de todas formas su voz sonó más dura de lo que esperaba.

—Sobreviví a la muerte de mi hijo, puedo con ésto.

Nadie replicó a esas palabras, pero el hombre mayor pudo ver como había hecho efecto en todos ellos.

—Lo lamento.
—Señor...

Percibió las miradas entre varios de ellos, pero estaba decidido, no iba a dejar que las cosas pasaran así nada más, tenía que saber.

—Hablen por favor. No teman por mí.
—Tenemos una teoría —comenzó Lorena— creemos que cuando las cosas se nos fueron de las manos, Matías pidió más ayuda y por eso se vieron involucrados Alberto, Luciana y Teresa, pero al mismo tiempo las energías cambiaron de ubicación.
— ¿Y qué piensan al respecto?
—Creemos —explicó Alberto— que la fuente de energía de Matías cambió de ubicación porque nosotros estamos más cerca de descubrir cuál es el motivo por el que permanece atrapado aquí.

La mirada del hombre pareció iluminarse por unos momentos, pero se contuvo.

—Explícate.
—Llegamos a la conclusión de que hay alguien, una persona a quien Matías amaba, además de usted, por quien estaba preocupado o angustiado al momento de morir, y creemos que tenemos que encontrar a esa persona para que él pueda estar tranquilo. Claro que las cosas se nos complican un poco porque ya sabe, los adolescentes no acostumbramos a decirle ciertas cosas a nuestros padres.

Del Real no pareció ofenderse por la explicación.

—Lo que dices tiene bastante sentido, excepto que sería muy extraño que, quien fuera esa persona, no diera ninguna señal cuando ocurrió todo, la noticia salió hasta en los diarios.
—Es cierto, eso es extraño —consintió Dani— pero es algo que de todos modos tenemos que resolver, o de lo contrario nunca lo sabremos con seguridad. Matías está aquí, está un poco más libre, estamos seguros de que eso tiene que tener un significado importante.

En ese momento el hombre tomó una decisión.

—Ahora es tarde; vayan a sus casas, mañana nos reuniremos para hacer algo distinto, tomaré cosas de mi hijo, recuerdos y ese tipo de cosas. Las he visto mil veces, pero ustedes son jóvenes, quizás vean algo que yo no puedo ver.

Jueves 25
Segundo recreo

—Las cosas sí que han cambiado —comentó Teresa— desde ayer no ha pasado nada, ni enajenados ni manifestaciones de ningún tipo.
—Es cierto —dijo Soledad— y no hay noticias de Luciana, me comuniqué con la clínica y después de mucho insistir me dijeron que sigue en observación.
—Seguramente Matías tenía una novia oculta —sugirió Alberto— o un novio...
—Deja de complicar las cosas —lo reprendió Teresa— ésto no nos lleva a ninguna parte, además si es verdad que tenemos que estar todos en ésto, lo de Luciana no solo es preocupante sino que nos expone más aún.
—Lo bueno es que como decías, no hay que preocuparse tanto por lo de los enajenados, cualquiera diría que estamos en una secundaria común y corriente.

Dani también estaba preocupado.

—Me pregunto dónde estará Matías.

Lorena casi dio un salto cuando gritó asombrada.

— ¡Ya lo sé!
—Baja la voz.
—Es cierto, lo lamento. Chicos, creo que sé dónde está Matías.
— ¿Donde?
—En el cuerpo de Luciana.

Todos se quedaron varios segundos sin articular palabra, hasta que al final Hernán soltó un bufido.

— ¿Que no se supone que los que se meten en el cuerpo de la gente son los secuestradores?
—Espera, antes que eso —intervino Alberto fríamente— ¿por qué crees eso, volviste a soñar o a ver algo?
—No — respondió la aludida — pero que Matías no se haya metido en el cuerpo de alguien no significa que eso no pueda pasar; recuerden que nosotros mismos concluimos que las cosas habían cambiado y las fuerzas se habían movido, perfectamente Matías puede haber encontrado un punto de fuga y terminar en Luciana.
—Técnicamente eso puede pasar, según lo que he leído un espíritu puede hacer conexión de muchas maneras y la prueba de que eso pasa somos nosotros. Un momento. Acabo de recordar algo; Dani, Carolina, Lorena, ustedes estuvieron investigándonos sobre traumas y esas cosas. ¿Cuál es el trauma de Luciana?

Carolina se encogió de hombros.

—No lo sabemos. Cuando estábamos investigando no la pudimos encontrar y después las cosas pasaron muy rápido.

Leticia hizo una mueca.

—No puedo creer que ahora sea la princesita quien tenga la clave de todo, siempre pensé que sería una de ustedes dos.

Lorena sonrió sencillamente ante el comentario saltándose la pregunta; prefería no preguntar si eso era un elogio o no.

—Por el momento todo son especulaciones, creo que lo primero es descubrir lo que nos traiga el padre de Matías, y después tratar de resolver el misterio.

Jueves 25
Plaza Las flores. Por la tarde

Adriano Del Real se reunió con el grupo después de clase; llevaba consigo un maletín, y se veía notablemente alterado.

—Disculpen si estoy algo extraño, pero es difícil revivir de golpe ciertas cosas.
—No se preocupe, lo entendemos.

El hombre hizo un esfuerzo por mostrarse más sereno, y se sentó con el maletín sobre las piernas; de él sacó un cuaderno.

—Matías escribía cosas en sus cuadernos de clase, y éste es de historia del arte, una de las asignaturas que más le gustaban. Durante mucho tiempo revisé los datos, pedí que otras personas vieran si había algún mensaje oculto, pero nada funcionó.

Alberto iba a abalanzarse sobre el cuaderno, pero Lorena le lanzó una mirada de advertencia.

—Con su permiso.

Tomó el cuaderno y comenzó a hojearlo ante las miradas de los demás; durante unos segundos permaneció en silencio, pero al cabo de unos momentos dejó de revisar y levantó la vista.

—Aquí hay algo mal.
— ¿Por qué lo dices?
—Mira, en ésta parte está tomando apuntes sobre Temis, pero la información no concuerda, porque en lo de la descendencia habla de que tuvo  varias hijas ¿te acuerdas?
—Creo que si —respondió Dani— eran Horas, Eunomia, Irene y... ¿cómo se llamaba?
—Dice —replicó Alberto— Dice es la cuarta hermana.

Teresa cruzó miradas de interrogación con los demás.

—Ni me mires —se defendió Fernando— yo me perdí en el nombre de los apuntes.
—Eso es lo que está mal, aquí mencionan a una tal Riela, pero en ninguna parte de la mitología sale mencionada, aparte según todos los textos habían cuatro hijas, no cinco.
— ¿Estás tratando de decir que...?
—Si — replicó Alberto decidido — creo que Riela es un nombre clave, no una mitología.

Adriano Del Real mientras tanto trataba de hacer memoria.

—Yo en alguna ocasión tuve la sospecha de que mi hijo tenía una novia, o que estaba interesado en alguien, pero nunca me dijo algo concreto.

Leticia frunció el ceño.

— ¿No les parece que es obvio lo que hay que hacer? Tenemos que buscar en los registros de estudiantes de su secundaria, díganos cual es.
—Es la Martín de Salustre.
—Tenemos que llamar al director —dijo Dani— seguramente él podrá conseguir esa información. Hay que rogar que esa niña sea de la secundaria, porque si es de otra parte, las cosas quedarán igual que ahora.



Próximo capítulo: Noche de estudios

Maldita secundaria capítulo 18: Las razones de Matías



Lorena y Leticia se reunieron en el centro comercial cerca de una gelatería después del mediodía.

—Gracias por venir.
—Mira, no me lo agradezcas tanto, no tengo dinero así que no voy a aguantar mucho. Dime de qué se trata.

Lorena sonrió. Lo bueno de una persona como Leticia era que siempre podías esperar la sinceridad absoluta.

—Está bien. No es sencillo, pero necesito tu ayuda en ésto, necesito saber si hay algo que te moleste, algún trauma o conflicto, es importante.

Leticia hizo una pausa, mirándola fijamente.

— ¿Y eso porqué quieres saberlo?
—Es importante, no te puedo dar muchos datos todavía, pero estoy convencida de que tiene algo que ver con lo de Matías, y tenemos que confirmarlo.
—Si, la verdad es que hay algo, supongo que con eso es suficiente.

Lorena meneó la cabeza negativamente.

—No quiero entrometerme, pero necesito saber de qué se trata. Te prometo que no se lo diré a nadie.
—Está bien —dijo Leticia— si es tan importante te lo diré, pero tienes que prometerme que no se lo dirás a los demás.
—Te lo prometo.

Leticia lo pensó un momento más.

—Desde pequeña siempre he tenido algunos problemas con mis padres; todo es porque cuando nací, llegué en un mal momento, así que eso siempre me ha provocado inconvenientes.

Lorena ahogó una exclamación de sorpresa.

— ¿Me estás diciendo que tus padres...?
—No me odian si es eso lo que estás pensando —le dijo inmediatamente— pero cuando nací, era básicamente un momento malo, ellos eran jóvenes, artistas, no estaban para hacerse cargo de responsabilidades, pero igual tuvieron que hacerlo, aunque de todos modos eso no cambió las cosas, siempre hemos tenido fricciones, y no ayuda mucho el hecho de que yo no sea bonita.
—Pero igualmente son tus padres, es decir... no lo sé, no pueden hacer un juicio así de ti.
—Las cosas no son así para ellos, aunque habla bien de ti que pienses de esa manera; ellos son artistas, desde su punto de vista tiene sentido, han estado toda su vida rodeados de belleza, así que es lógico. De todos modos no importa, eso me sirvió para hacerme fuerte y decidir por mi misma, ahora sé muy bien que puedo por mi misma, que no necesito la belleza de Luciana para valerme ante el mundo.

Lorena se sintió sorprendida de estar admirando la actitud de Leticia, pero claramente todo lo que habían vivido servía también para descubrir que cada uno de ellos era mucho más de lo que se veía a simple vista.

—Muchas gracias.
— ¿Y por qué me das las gracias?
—Porque te juzgué mal, y honestamente he descubierto que eres muy importante en el grupo; te vamos a necesitar mucho más ahora que estamos cerca del final.

Mientras tanto, Fernando se había reunido con Carolina no muy lejos de ahí.

—Gracias por venir Fernando, es importante que hablemos de un asunto.
— ¿Que ocurre, donde están los demás?

Carolina suspiró; aún no se sentía muy segura de lo que estaba haciendo, pero llegados a ese punto no les quedaban muchas opciones, y ante los últimos cambios había que arriesgarse a lo que fuera.

—Fernando, te llamé porque hay algo que necesito preguntarte, pero los demás no van a venir.
— ¿Y qué es? —preguntó él con suspicacias— te ves muy nerviosa.
—Se trata de algo que está directamente relacionado con Matías, pero no te puedo dar detalles.
—Creo que no entiendo.
—Escucha, necesito saber si es que hay algo que te esté molestando, no de ahora, sino algún problema personal o algo parecido, algo que no te deja en paz.

El otro la miró entre extrañado y divertido.

— ¿Y por qué no me puedes decir de que se trata?
—Porque aún hay que confirmar algunos detalles, por favor, es importante.
—Mira —replicó de malos modos— si hay algo ¿basta con eso?
—Un poco, pero necesito saber algún detalle —vio la desconfianza pintada en los ojos de él y se decidió— te prometo que lo que me digas, nadie lo va a saber.

Fernando se tomó un momento para responder; al final le creyó.

—Escucha, siempre me has agradado porque me generas confianza, así que te lo voy a decir, pero igual de cobro la palabra de que no le digas a nadie, y no es por los demás, es más bien porque si se empieza a saber no me voy a sentir muy cómodo que digamos.
—Tienes mi palabra.
—Hace un tiempo, antes de llegar a ésta secundaria, estuve unos meses en una correccional, y fue porque empujé a un compañero por una escalera.

Carolina se guardó los cometarios. Algo así se lo esperaba de Hernán, no de Fernando que más allá de las escaramuzas siempre estaba tan preocupado de verse bien y de flirtear con las chicas.

— ¿Fue una pelea?
—No, simplemente lo empujé, ahora que claro, lo hice porque él me había fracturado dos costillas antes y nadie  hizo nada; total que el chico era intocable porque sus padres tenían dinero, y para evitarse el juicio que desde luego iban a perder, mis padres eligieron la salida alternativa, sacarme de ahí y meterme a una correccional unos meses.

Carolina suspiró.

—Debe haber sido muy fuerte.
—Lo extraño es que no; como soy popular me hice de amigos y todo, pero lo que me hizo mal fue lo de mis padres. Sé que es egoísta, pero en el fondo habría querido que ellos pelearan más por mí que pensar en su conveniencia. Es una espina que tengo.

Estar frente a un caso que tenía que ver con eso le llegaba casi directamente, la sensación de querer que se preocupen por ti en primer lugar y luchar contra cualquier sentimiento de culpa. Al final nunca salías de eso.

—Gracias por confiar en mi Fernando —replicó la joven conmovida— te prometo que nadie sabrá ni una palabra de ésto.

Estaba prácticamente confirmado, solo tenía que hablar con Lorena y Dani.

Más tarde el grupo se reunió en la plaza Las flores, pero Luciana no aparecía.

—No lo entiendo, no sé qué le pasa.
—La llamé varias veces —comentó Alberto— pero primero saltó el buzón de voz, y ahora solo marca pero no contesta.
—Pero podríamos ir a su casa.
—Ya lo hice —dijo el más pequeño— y no hay nadie.
— ¿Y en qué momento fuiste?
—Ay, ya sabes que el tiempo es relativo, lo importante es que no tuve respuesta y claro, siendo Luciana vive en un barrio donde no hay gente chismosa que te pueda dar información.

Fernando se encogió de hombros.

—Ya, pero estamos aquí, supongo que igual le podemos decir después, ¿o no?

Dani asintió.

—Si, es verdad, ahora podemos hablar de éste asunto, después la pondremos al tanto.

Miró a Lorena dándole ánimos. Ya había llegado el momento.

—Muchachos, hay algo muy importante de lo que tenemos que hablar; desde un principio nos hemos preguntado por qué es que  Matías nos eligió a nosotros, cómo es que estamos metidos en ésto, y creo que ya sé cuál es la razón: Matías nos eligió porque todos nosotros tenemos algo en común con él, y es que estamos en algún conflicto o pasando por una situación muy compleja, y eso nos hace estar más cerca de él.

Miró a los demás y vio miradas alarmadas, pero no se preocupó mayormente.

—Ahora no es importante cual es la razón de cada uno, lo importante es que hay una conexión, y ese es el primer motivo por el que su espíritu atormentado nos escogió; pero también hay algo más, y me refiero a características de nuestra personalidad que son fundamentales.

Alberto frunció el ceño; obviamente Dani estaba coludido con Lorena  y Carolina, de ahí las miraditas cómplices.

—Entonces significa que no es casual.
—No, no lo es —replicó Lorena— para comenzar, el espíritu de Matías quedó en ésta tierra en medio de confusión, no es extraño que se sintiera más cercano con quienes tienen problemas o traumas, pero no somos las únicas personas en el planeta que los tienen. Sin embargo si somos distintos entre nosotros, demasiado diferentes ¿nunca se han preguntado qué hacemos nosotros colaborando unos con otros?
—Continuamente.
—Exacto; y es de eso de lo que se trata, somos parecidos a diferentes facetas de él, por eso es que nos eligió. Luciana es la belleza, Hernán es la fuerza, Teresa es el valor de continuar, Dani es el liderazgo, Carolina es el apoyo a los demás.
—Lorena —siguió la propia Carolina— es la visión, Alberto es la inteligencia, Soledad es la comprensión, Leticia la capacidad de sobreponerse, Fernando es la fuerza de voluntad, el señor Del Real es la familia, pero falta algo.

Hernán se cruzó de brazos.

— ¿Y qué es lo que falta?
—El amor. Ahora comprendo que en ésta historia nunca fuimos solo nosotros. Falta alguien más.

Alberto hizo una mueca.

—Eso nos devolvería a lo que dije antes sobre Matías, hay que encontrar la forma de comunicarse con él y preguntarle quien es esa persona.
—Pero eso no funcionó antes —comentó Leticia— el propio Del real nos comentó que trataron con todos los medios las personas entendidas y nadie consiguió nada.
—Porque lo hicieron de la manera incorrecta —intervino Soledad— si Matías tiene miedo y confusión, es lógico que se proteja, de eso ya habíamos hablado antes; lo que hay que hacer es comunicarnos con él. Nosotros mismos.

Teresa no parecía tan animada.

—Sí, pero recuerden que hoy en la mañana estábamos hablando del descubrimiento de Alberto y Hernán, si realmente Matías ya  no está donde mismo, va a ser mucho más difícil localizarlo.
—Ella tiene razón —comentó Leticia— pero igual como que hay un avance en la historia.
—Si, lo hay —dijo Dani animando a los otros— que por fin tengamos ésta información en nuestro poder significa que estamos mucho más cerca, solo nos falta contactar a Matías de alguna manera y descubrir ese asunto.
—Y también nos falta encontrar a Luciana —comentó Alberto marcando un número en su celular— a ver si la encuentro.

Hizo una pausa, y después le hizo gestos al resto, que se quedaron en silencio esperando.

—Luciana por fin contestas, estamos... oh, lo siento mucho, pero podría... oh...

Su expresión cambió totalmente mientras escuchaba; Soledad supuso que pasaba algo malo.

—Si, comprendo... lo lamento... de acuerdo... muchas gracias.

Cortó y se quedó literalmente sin palabras por unos momentos.

— ¿Que pasa Alberto?

No contestó.

— ¿Qué?
—Creo que tenemos un problema más inmediato del que ocuparnos ahora.
—Oh, dilo de una vez por favor.
—No me contestó Luciana, era su padre —respondió lentamente— Teresa, no eres la única, Luciana está en urgencias, sufrió un severo desmayo.



Próximo capítulo: Nunca más

Maldita secundaria capítulo 17: Respuestas absolutas



Miércoles 24
Plaza las flores

Los diez se reunieron por la mañana ante la petición de Alberto.

—Alberto, ¿qué pasa, por qué nos llamaste con tanta urgencia?

El más pequeño respondió con seguridad.

—Muchachos, creo que tenemos un problema con Matías, y al parecer eso podría explicar las cosas extrañas que han estado pasando.
— ¿A qué te refieres?

Lorena miró a Dani, transmitiéndole la urgencia que ella misma sentía ante lo que la había hecho llamar a Hernán la noche anterior.

—Anoche estuve haciendo algunas investigaciones en la bodega, y creo que hay algo que cambió mucho más de lo que nos habíamos imaginado. No puedo estar seguro, pero tengo serias razones para creer que la energía que se apodera de la bodega, es decir Matías, ya no está ahí.

Fernando se cruzó de brazos.

—Diría que me sorprende, pero creo que a éstas alturas es muy difícil que eso pase.
—En todo caso tendría sentido —comentó Leticia— eso explicaría lo de la luz y esas cosas.
— ¿Y cómo llegaste a esa conclusión?

Alberto meneó la cabeza.

—Desde un principio había estado pensando en el tema de la energía, y de acuerdo con lo que me contaron, me pareció muy extraño que de pronto los hechos fueran tan distintos, así que creí que era bueno analizarlo, pero por ahora es difícil estar seguros, tenemos que hablar con Adriano del Real para que nos permita entrar en la bodega y comprobarlo.

Dani asintió.

—Tendremos que llamarlo, aunque no sé si nos conteste, cuando lo llamé para comentarle lo de ustedes, me escuchó pero no estaba bien, me dijo que estaba un poco enfermo.
—Habrá que ver ese asunto —dijo Lorena— en el sueño que tuve, todo indicaba que había algo importante en la bodega, tal vez se trate de eso.

Carolina iba a decir algo, pero un movimiento en la calle la distrajo.

—No puede ser...
— ¿Que...? Oh no —se lamentó Leticia mirando en la misma dirección— miren, es Vergara.
—No puede ser, debe haber estado escuchando todo. ¿Qué vamos a hacer ahora?

Fernando reaccionó primero.

—Diablos, estoy llamando al director y no me contesta, ¿qué vamos a hacer?
—Hernán, trata de encontrar al director antes que Vergara —dijo Dani poniéndose los guantes— es imperativo evitar que lo que sea que haya escuchado de nosotros lo divulgue.

Hernán se fue hacia la secundaria a toda carrera, mientras Dani y los demás lo seguían. Poco después el grupo llegó a la puerta de la secundaria, pero el rapado no daba señales de vida y la entrada estaba bloqueada por la inspectora Carvajal.

—Inspectora, necesitamos entrar.

La mujer estaba claramente alterada, pero se contuvo al verlos.

—Esperen un momento por favor.
—Pero aún no estamos atrasados —sonrió Luciana para aparentar— sólo queremos...
—Esperen aquí —replicó Carvajal secamente— no intervengan jóvenes.

Se miraron alarmados; por la mente de Soledad pasó la alarmante idea de que Vergara le hubiera dicho algo de lo que escuchara de ellos en la plaza, pero tampoco podían hacer ningún aspaviento. Al poco se sintió el sonido de la alarma de incendios.

—Ese debe ser Matías —murmuró Alberto— tenemos que entrar ahora mismo.
—Aunque no tiene porqué ser él —comentó Leticia— también podría ser Hernán.
—Esperemos que sea así.

Momentos después la alarma se apagó, y la voz del maestro Grajales se escuchó por el altavoz anunciando que el sonido de la alarma era accidental y llamando a la calma. Precisamente en esos momentos apareció San Luis en la puerta, pero del inspector aún no había rastro.

—Inspectora, por favor abra la puerta, éstos jóvenes tienen que entrar.  Y usted señor Mendoza —le dijo al auxiliar— quédese atento, en poco tiempo debe llegar la empresa de seguridad a ver qué ocurre con el sistema de alarma.

Hizo entrar al grupo y los llevó a un costado.

—Vayan a clase por favor.
—Pero director...
—Ahora tengo problemas más importantes que ustedes —replicó alejándose— vayan a clase ahora mismo.

Y se fue en dirección a su oficina, dejando solo al grupo.

—Genial, ahora no sabemos qué es lo que pasa.
—Vergara debe estar en la oficina del director —dijo Alberto nerviosamente— ¿qué vamos a hacer?
—Ya habíamos pasado antes por ésto —comentó Fernando— y la última vez que alguien se enteró de todo terminamos bastante mal.

En eso apareció Hernán.

— ¿Tú lo hiciste?
—Claro, pero cuando entré Vergara estaba en el pasillo del director.
—Hay que ir a la oficina del director —intervino Alberto al borde de un ataque— hay que hacer algo, quemar un edificio, lo que sea...
—Cállate Alberto, estás delirando —le espetó Leticia— además de todos modos llegamos tarde, si Vergara realmente nos escuchó ya tenemos un problema, no podemos causar otro más.
—Esperen, esperen —intervino Dani para calmar los ánimos— estamos haciendo demasiadas conjeturas, pero al final estamos más confundidos. Hay que tratar de estar tranquilos y esperar a que San Luis aparezca y ver qué ocurrió.

Fernando dio un bufido.

—Más bien yo diría que hay que empezar a prepararse para que empiecen los problemas de nuevo, en cualquier momento aparece un escritorio volando por los aires.

Carolina hizo una mueca de sufrimiento.

—Creo que lo que viene es bastante más peligroso.

Vergara había bajado y caminaba directo a ellos.

— ¿Qué hacemos?
—Negarlo hasta el final —respondió Fernando— mentiremos aunque nos estén expulsando, no pienso perder todo el esfuerzo que hemos hecho.

Luciana se cruzó de brazos.

—Si realmente él escuchó todo, o lo más importante de lo que hablamos, no va a servir de mucho mentir, pero a éstas alturas da lo mismo.

El inspector finalmente llegó ante los diez, pero extrañamente no parecía enfadado ni alterado como antes.

—Muchachos, que bueno que los encuentro.

Dani lo enfrentó sin alterarse.

—Inspector.
—Quiero disculparme con ustedes.

Ni Dani ni los demás pudieron disimular la sorpresa al escuchar esas palabras; era como escuchar a la inspectora Carvajal cantar música tropical. Lorena intervino en voz baja.

—Disculpe, creo que no entiendo.

El inspector suspiró brevemente; era el mismo hombre estricto de antes, pero ahora había en él una tranquilidad que los jóvenes no habían visto antes.

—Si lo saben; hasta ahora he sido muy inflexible con ustedes, pero entiendo por lo que han estado pasando. Quiero que sepan que cuentan con mi apoyo, que en primer lugar, si necesitan espacio haré lo que esté en mis manos, y en segundo, si en determinado caso es necesario darles aviso de algo, lo haré discretamente. Permiso.

No dijo nada más, dio media vuelta y se fue hacia el primer edificio, dejando a todos absolutamente perplejos; al cabo de unos momentos Leticia dio un silbido.

—Aunque suene extraño decirlo, esa es una de las cosas que no me esperaba.
—Para mí está entre las primeras cinco —comentó Soledad— eso fue impresionante.
—Pero si es así —intervino Teresa— para que haya tenido ese cambio el director tiene que haberle dicho algo ¿le habrá dicho todo?

Lorena se sentía mucho más tranquila para su propia sorpresa.

—Propongo que dejemos ésto así.
— ¿Qué?
—Nada va a cambiar, no tiene sentido tratar de averiguar ¿no creen? Además tenemos el problema de que las cosas por aquí pueden haber vuelto a cambiar, sería mejor hacerse cargo de eso.

Teresa asintió.

—En eso tienes razón. Vamos a clase, demos gracias que Vergara no vino a matarnos y esperemos a ver qué sucede durante el día.

Segundo recreo

Dani y Alberto estaban caminando por el último patio cuando el más pequeño decidió que ya estaban suficientemente solos.

—Ya, ahora nadie nos está mirando, dime de qué se trata.
— ¿A qué te refieres?

Alberto sonrió.

—Dani, lamentablemente soy demasiado inteligente como para que me engañes con algo así, noté que organizaste todo para que saliéramos juntos a patrullar.

Dani sonrió.

—Tienes razón Alberto, pero necesito que guardes el secreto, no puedes hablar de ésto.
—Tienes mi palabra, dime qué ocurre.

Dani suspiró.

—Te parecerá extraño, hay algo que necesito saber pero no te puedo decir todavía por qué motivo.
—Eso es malo de tu parte, ahora ya tengo curiosidad. Dime.
—Necesito saber si es que hay algo que te atormenta, algún dolor o trauma que no te deje vivir en paz.

El otro se mostró sorprendido, pero reaccionó bien.

—La verdad es que si hay algo, y es básicamente lo que estás viendo ahora mismo.
—No te entiendo.
—Siempre he sido un tipo inteligente, y por lo mismo me he dedicado a estudiar de todo, no solo para la escuela, y estoy orgulloso de eso, pero por lo mismo es que hay cosas que sé que pueden pasar, y el temita de los cambios hormonales es algo que me viene persiguiendo hace tiempo, porque no quiero que llegar a la adultez me cambie, o me haga perder mi inteligencia.

Dani asintió.

—Te entiendo, pero no puedes saberlo, perfectamente puede ser que solo... crezcas y nada más.
—Mentalmente lo sé, pero no dentro de mí, por eso es que me sigue persiguiendo; inconscientemente siento el temor de que un día me voy a despertar y ésto —se apuntó la cabeza— ya no sea lo mismo. Supongo que seguiré así hasta que compruebe en los actos lo que pase.

Dani sonrió.

—Gracias por confiar en mi Alberto. Quiero que sepas que puedes contar conmigo, no solo en lo que tiene que ver con los espíritus, también en todo.
—Eres casi demasiado bueno para ser verdad, pero no me cambies el tema, dime que tiene que ver ésto con lo de Matías.

Aún tenía que comprobar algo más, pero ya estaba casi seguro. Sería pronto.

—Si todo resulta como creo Alberto, ésta misma tarde.



Próximo capítulo: Las razones de Matías