Maldita secundaria capítulo 16: Encuentros



Martes 23 Octubre

Alberto cerró la puerta de golpe.

—Cielos, ésto es lo... no, no voy a decir nada, absolutamente nada.

Fernando estaba tomando en sus brazos a la desmayada Teresa.

—Deja y hablar y ayúdame.
—No puede ser —dijo Carolina mirando por la ventana— los maestros están haciendo que todos vuelvan a las salas.
—No importa, sólo hay que salir sin llamar la atención.
— ¿Cómo salimos con una desmayada sin llamar la atención?
—No lo sé, solo aparenten que todo va bien, no vamos a resistir seguir llamando la atención tan seguido.

Poco después Teresa estaba en la enfermería y los demás se reunieron en la recepción.

— ¿Señorita Bastías, que tiene nuestra amiga?

La enfermera estaba muy seria, y tomó el teléfono marcando velozmente el número.

—Hola. Gabriela, necesito tu ayuda, tengo un caso acá en la secundaria, necesito que me envíes una ambulancia ahora mismo.

Dani y los demás se miraron alarmados.

—No me importa lo que diga tu jefe, déjame a ese viejo a mí, tengo un posible shock. De acuerdo, dile al chofer que entre por... si, por esa calle... cinco minutos, genial, gracias.

Cortó y se puso de pie.

—Vayan a clase, a Teresa la van a recoger ahora mismo.
—Pero díganos que es lo que le pasa.
—Eso lo tienen que decir los médicos —sentenció la señorita Bastías— pero no creo que sea un simple desmayo. Ustedes dos —indicó a Leticia y a Luciana— son sus amigas, acompáñenla a la ambulancia, los demás vuelvan a clase.

Y sin más los dejó por fuera de la oficina. Alberto comenzó a entrar en pánico.

—Ésto es tremendo, espero que esté bien.
— ¿Bien Carolina? —se escandalizó el más pequeño— ¿no se dan cuenta? El estado en el que está Teresa podría ser obra de los espíritus, ahora no sabemos cómo atacan; hay que ir a urgencias.
—No podemos saberlo —terció Dani— además, por lo mismo, si están pasando cosas, no podemos dejar sola la secundaria. Hay que esperar a que las chicas nos den alguna novedad, y mientras tanto estar atentos a lo que pueda pasar aquí.

Más tarde, Leticia y Luciana estaban en la sala de espera de la urgencia, aún sin novedades.

—Oye —dijo Luciana después de bastante rato de silencio— lamento lo del otro día, no quería ser agresiva.
—No tiene importancia —replicó Leticia— de todos modos ninguna de las dos ha sido amable.

En eso llegaron los demás.

— ¿Tienen alguna novedad?

Leticia se cruzó de brazos.

—Los padres de Teresa llegaron y se encerraron con un doctor en una oficina y aún no salen, así que no pinta muy bien que digamos.

Soledad se sentó a un costado.

—Ésto es muy preocupante, incluso tiendo a creer en lo que decía Alberto, ya ha pasado bastante rato y no hay noticias, yo esperaba que para cuando llegáramos ya estuviera bien.
—No hay que hacer conjeturas —intervino Dani con cautela— por lo menos no ha pasado nada más grave, ya saben que las noticias malas son las que vuelan; además no pasó nada en la secundaria, eso también es distinto.

En ese momento apareció Teresa acompañada de sus padres, y a pesar de lo que todos podían esperar, se veía muy tranquila; la joven se apartó de sus padres y caminó hacia el grupo.

—Teresa, estábamos muy preocupados —le dijo Carolina— ¿qué te pasó?
—Nada grave, disculpen por haberlos preocupado.

Hizo una pausa.

—Escuchen, hay algo de lo que no les he hablado; hace un tiempo me detectaron cáncer.
— ¿Qué?
—Así es; pero no es grave, es decir, en su momento lo fue, mis padres lo pasaron bastante mal, pero afortunadamente la enfermedad fue detectada a tiempo.
—Pero si se resolvió —le preguntó Soledad— ¿entonces qué pasó?
—Después que terminé el tratamiento, me prescribieron una serie de medicamentos, y tengo que ser rigurosa con eso para mantenerme estable, así me evito problemas, pero con todo lo que ha estado pasando me descompensé y por eso terminé aquí.

Dani no dijo nada, pero estar en esa situación le recordó otras escenas de antes; por supuesto, había algo que habían dejado pasar, y que él personalmente no había retomado, pero estaba casi seguro.

—Teresa, me alegro que estés bien.
—Muchas gracias Lorena.

Alberto consideró que ya la pausa había sido suficiente e intervino.

—Chicos, no es por ser alarmista, pero aunque lo de Teresa no haya sido nada de lo de los espíritus, sospecho que igual hay algo que pasa en ese sentido.

Fernando lo miró sorprendido.

— ¿Y en qué te basas?
—Me baso —respondió lentamente— en que por alguna razón, desde que nosotros estamos involucrados, han cambiado las cosas; por ejemplo, hay sistemas eléctricos afectados, mobiliario que ataca a las personas, ¿por qué no iba a haber algo que nos afectara directamente? Al fin y al cabo ustedes mismos nos dijeron que los espíritus de los secuestradores los agredían, y está claro que no todo sigue como antes.

Lorena y Dani se miraron.

— ¿Tú dices como si ahora pudieran hacer que tuviéramos problemas de salud?
—Sí.
—Es posible Alberto, pero la verdad es que todo es tan reciente que no lo podemos saber; de todos modos hay que estar pendientes.
—Si —comentó Dani— hay que tener todos los factores en cuenta; Teresa, me alegro de que finalmente todo esté bien, pero no debes descuidarte, sobre todo por todo lo que estamos pasando.

Alberto no dijo nada. Había una teoría que estaba creando en su mente, pero aún necesitaba tiempo para madurar la idea y ver si estaba en lo cierto.

Alrededores de la secundaria
Por la noche

Alberto estaba cerca de la puerta del estacionamiento, preparado para entrar; estaba más nervioso en esa ocasión que cuando habían entrado con los demás a la bodega, quizás porque estaba solo y había una enorme cantidad de cosas que podían salir mal.

—Bien —susurró para si— no es tan terrible, voy a entrar...

En ese momento alguien se deslizó por la vereda hacia él.

—Rayos.

No tenía donde esconderse y francamente no pasaba desapercibido; pero unos momentos después comprobó que era Hernán.

— ¿Y tú que haces aquí?

El rapado lo miró de arriba a abajo.

—Es divertido que tú me preguntes eso.
—Si, cierto, yo estoy entrando, tengo que hacer unas averiguaciones, ¿y tú?
—Evitando que te mates en el intento, entremos por ese lado, no por acá.

Entraron por un costado y caminaron silenciosamente hacia la bodega.

—Por cierto, ¿cómo es que Dani supo que yo estaba aquí?
—Dani no sabe que estoy aquí —respondió el rapado— ésto es culpa de Lorena, por lo visto empezó de nuevo con lo de las visiones, porque me llamó, parece que fui el primero al que encontró.

Eso pareció escandalizar al más pequeño en vez de tranquilizarlo.

— ¿Quieres decir que los demás vienen para acá?
—Claro que no, le dije que no era necesario. Ahora dime que hacemos acá a ésta hora.

Alberto sacó de un bolsillo un aparato electrónico y lo acercó a la puerta de la bodega.

—Ésta maquinita detecta las variaciones de la energía —siempre supe que las clases de electrónica servirían para algo— y quiero usarla para descubrir si aquí continúa pasando lo mismo.
— ¿Y cómo pretendes entrar sin las llaves?

Alberto fingió un estremecimiento.

—Por ahora no es necesario entrar, la energía que corresponde a Matías y a los secuestradores es tan fuerte en ésta zona que no es necesario.

Hernán se cruzó de brazos mientras el más pequeño registraba el área.

—Creo que tenemos un problema —resolvió apagando la máquina— porque mi invento no registra nada.
—  ¿Y entonces?
—Mañana a primera a hora tenemos que hablar con los demás, hay que hablar de algo importante, creo que Matías está perdido.



Próximo capítulo: Respuestas absolutas

La traición de Adán capítulo 13: Trampas de seda



Pilar estaba bastante deprimida ese Viernes; las cosas estaban resultando aún peores si eso era posible, ya que su madre había decidido encerrarse en su taller obcecada en terminar su obra destruida en la fallida inauguración de la galería, y no saldría de allí hasta que lo consiguiera; no es que creyera que iban a pasar tiempo juntas o algo por el estilo, pero había decidido quedarse  al verla enferma y ahora estaba como siempre. Demasiado como siempre. Pero tampoco podía estar las 24 horas del día sufriendo por temas que estaban fuera de su control, así que decidió hacer algo de vida real por su cuenta y salió a dar una vuelta. No había terminado de bajar en el ascensor cuando la llamaron por teléfono.

–Hola.
– ¿Aun me reconoces la voz amiga?
– ¡Margarita! –exclamó sorprendida– que gusto escucharte.

Diez minutos después se abrazaban emocionadas; Margarita había sido su amiga y mutua confidente toda la infancia, y había sido duro separarse cuando ella fue a otro país a estudiar, pero habían mantenido contacto por la red, así que verse de nuevo era toda una sorpresa.

–Creí que estabas en el extranjero.
– ¿Bromeas? Si tú estabas en el extranjero mujer.

La otra era una mujer alta, voluptuosa, de cabello rizado oscuro y actitud amigable, llamativa por naturaleza pero sencilla en su actuar.

–Volví el año pasado, ya terminé mis estudios así que me establecí de vuelta y estoy haciendo clases en el instituto Buenaventura.
– ¿Que no es de beneficencia?
–No Pilar, a menos que estemos hablando de la beneficencia de los dueños claro. Y tú en que andas por aquí, llegue a pensar que no volverías.

Pilar le contó brevemente la historia del ataque de su madre. Su amiga reaccionó escandalizada.

–Discúlpame amiga, pero nunca voy a poder entender cómo es que una madre puede tratar así a su propia hija.
–Sabes que tiene motivos por lo que pasó hace ocho meses.

Margarita hizo un ademán con las manos como despejando el ambiente.

–Eso es puro humo amiga, ya te lo dije antes. Una madre le cree primero a su hija que a nadie, no importa lo que le digan o lo que pase, pero ella parece que esperaba un motivo para maltratarte.
–Margarita...
–Es la verdad, lo siento mucho. Además por favor, tú no eres capaz de matar ni una mosca, es ridículo pensar que podrías urdir un plan para robarle a tu madre su colección de arte, engañar a todos incluida esa persona, venderla y luego como si todo eso fuera poco quedarte ahí mirando a la cara de medio mundo como si nada.

Pilar sabía que no era culpable de nada de eso.

–Pero tenían pruebas.
– ¡Al diablo las pruebas!
–Baja la voz.
–Está bien – se disculpó en voz más baja – mira Pilar, tu problema es que siempre te has preocupado más del resto que de ti misma, siempre  has estado concentrada en el otro lado de la moneda. ¿Te acuerdas cuando había esas escuelas de verano y querías ir a acampar? Podíamos organizar todo pero ahí salías tú con que no, que mejor danza o historia del teatro porque eso te haría más culta, pero era para representar algo.

Era agobiante y a la vez muy grato estar con Margarita, porque de ella no tenía desconfianza, y era de la clase de amigas que irán contigo al infierno y de vuelta.

–Y que consigues con eso –le preguntó apuntándola – sufrir, porque te dejas en último lugar, ¿o acaso no te regañé cuando me contaste por chat lo que pasó hace ocho meses?
–Si pero...
–Apuesto que ni siquiera has pedido explicaciones, o tratado de averiguar cómo diablos es que terminaste metida en ese embrollo, pero te digo que las cosas no pasan así nada más, nunca se olvidan y tú jamás podrás sacarte esa tristeza que tienes si no te armas de valor y dices ¨basta, hasta aquí¨ y se lo dices bien claro a todo el mundo.
–Sabes que no soy una persona conflictiva.
–Pues vas a tener que empezar a serlo ahora o nunca lo serás. Ya vas a ver, me vas a contar todos los detalles escabrosos y juntas vamos a poner las cosas en su lugar.

Pilar no sabía si era algo del destino volver a encontrarse con su amiga de  toda la vida, mucho menos si en realidad tendría algún sentido escarbar en el pasado y remover los recuerdos, pero sabía que no tenía alternativa porque a Margarita nadie  le sacaba una idea de la cabeza; la parte buena es que era gratificante estar en su compañía, porque de su parte no habían cuestionamientos y además se sentía igual que siempre, ahí los años separadas no contaban en absoluto.

Micaela estaba despierta desde las seis de la mañana y salió del departamento en su tenida de trabajo en terreno, pantalones cargo, botines, una camisa sencilla y el cabello atado simplemente; fue de inmediato a la obra que tenía que supervisar, la remodelación del Boulevard del centro comercial Plaza Centenario donde la esperaban sus trabajadores.

– ¡Llegó la jefa!

Sorprendentemente el grupo de trabajadores la recibió con toda alegría, aunque después supo que el encargado que creyeron tener era un viejo feo y cascarrabias, por lo que la mejora de la visual incidió notablemente en su estado de ánimo. Las obras estaban en una etapa inicial, por lo que todo lo que debía ser demolido estaba eliminado y había que comenzar con las mediciones y los cálculos, una parte en donde a veces por dejación o por apurar los plazos se dejaban detalles sin terminar. Estaba revisando los planos con el capataz y bromeando un poco cuando apareció una mujer joven, de traje ejecutivo, bonita y con cara de disgusto.

–Buenos días.
–Hola –saludó Micaela– y tú eres...

La otra la miró de arriba a abajo. Tenía claro que ese proyecto era complicado porque la empresa había escogido un muy mal equipo de trabajo, así que tendría que vigilarlos de cerca, muy de cerca.

–Eva San Román, responsable del proyecto, estoy aquí para comprobar si es que hay avances en los trabajos, pero parece ser que no.

Esteban no le había dicho nada de eso, pero claramente ella tenía un cargo sobre él; por suerte ya estaba enterada de varios detalles.

–Micaela Riveros –respondió sin saludarla– estoy a cargo de la supervisión en terreno. ¿Cuál es el problema?

La otra mujer pareció sorprenderse de su respuesta tan sencilla y natural. ¿Que creía que por ser bonita podía decir lo que quisiera?

–El problema es que el proyecto está atrasado un siete por ciento según el detalle que tengo y en la constructora nos gusta que se cumplan los plazos.

Le entregó un informe, que Micaela hojeó sin darle mucho interés; el capataz y los obreros estaban en silencio mientras tanto. Mejor.

–Este informe es bonito – comentó la trigueña dejando la carpeta sobre un mesón – pero le falta información.
–Ese es el cronograma de avance del proyecto.
–Es una proyección – la corrigió con calma – aquí no dice en ninguna parte que hace siete días el trabajo quedó detenido porque la maquinaria que arrendaron para una obra gruesa estaba defectuosa y desde arriba le dijeron a mi capataz que tenía que esperar medio día para que llegara la otra, aunque al final fue un día completo.

Eva imaginaba que encontraría mil excusas en ese lugar, aunque no se esperaba a esa encargada en terreno.

–Tengo claro que pueden haber imprevistos en el camino –explicó Eva con amabilidad– pero la misión del encargado en terreno es que los tiempos se optimicen y se trabaje en vez de reír.

El capataz hizo una mueca pero no dijo nada, sabía que él y sus trabajadores eran la parte delgada de la cuerda, pero Micaela no se dejaba intimidar.

– ¿Tú nunca has trabajado en terreno verdad?
– ¿Qué?
–Eso creí –comentó Micaela livianamente–  yo sí, así que te explicaré: la esclavitud fue abolida porque no funcionaba, lo que se usa es que la empresa nos de todo lo que necesitamos para trabajar y que nosotros nos hagamos cargo de hacer el trabajo lo mejor posible. Si como Responsable puedes asegurarme que no nos vamos a quedar sin materiales y que no me enviaran equipos defectuosos y esas cosas, entonces yo te puedo asegurar que cumpliremos con los plazos para terminar esta remodelación. ¿Qué dices?

Eva frunció el ceño. Era extraño, habitualmente tenía mucho mejor efecto en las personas aunque impusiera su autoridad. Este proyecto de remodelación era un foco importante dentro de los  que tenía a su cargo, y al estar ahí le parecía que las cosas no tenían buen rumbo, aparte que ya había investigado y el capataz era conocido por hacer un trabajo bueno pero de forma irresponsable, y en ese mundo los equipos tienden a ser como su líder, a lo que se agregaba ahora esta sorpresiva encargada en terreno que se creía abogada; preveía problemas.

–Por  fortuna mi trabajo no es hacer tratos –comentó con condescendencia – esto se trata simplemente de hacer el trabajo que corresponde, así que te pido por favor que te dediques a hacer lo que te ordenan en tu contrato.

Los ojos  de Micaela relampaguearon.

–Por supuesto que lo hago linda –replicó sonriendo– y soy muy buena en esto, ya vas a ver.
–Espero no decepcionarme.
–Te aseguro que te vas a sorprender.
–No lo creo.
–Soy realmente buena en mi trabajo muñeca, así que quizás me quedo con tu puesto.

Sonrió espléndidamente, mientras que Eva optó por no acusar el golpe, al menos por el momento. Se despidió cortésmente y se fue. Unos momentos después los trabajadores estallaron en vítores.
Eva salió del sector de la remodelación haciendo oídos sordos a los gritos y aplausos que se escuchaban a lo lejos, fantástico, ahora ese grupo de trabajadores tenían una representante, y la que era la encargada del proyecto estaba del lado de ellos en vez de  hacer su trabajo; si alguien le hubiese advertido que estaría allí habría usado otra estrategia, pero ya estaba hecho y no podía lamentarse, quien lo haría sería esa tal Micaela Riveros; dentro de poco tendría que darse su  lugar, porque no podía darse el lujo de permitir inconvenientes con su trabajo. Sin embargo eso podía esperar un momento, ahora tenía que reunirse con el abogado para hacer todo el papeleo que necesitaba para poder hacerse  cargo de la sociedad que manejaría a la galería de arte en donde supuestamente inauguraría Carmen Basaure, y al respecto sabía que en ese terreno no podía mostrarse como una ejecutiva fuerte, pues estando de por medio el capricho de un artista, tenía que aplicar mucho más tacto; Adán le había comentado que la exposición se haría fuese como fuese, pero que debían esperar un poco, tiempo en el cual podrían ocuparse del asunto del disparo que también le provocaba molestia. Bernardo le había dicho abiertamente que creía que ahí había un  tema de celos o venganza, y aunque le pareció una locura, después de pensarlo un poco llegó a la conclusión de que si podía tener razón, y si era al menos probable, resultaba mucho más sensato investigar y anular cualquier  riesgo, porque desde cierto punto de vista ese incidente podía servir para generar expectativas, pero un segundo sería ya un síntoma y significaría todo lo contrario.
En tanto Adán llegó al exclusivo restaurant De Constantino, un hermoso lugar con decorados rústicos en el que se atendía solo a clientes seleccionados. En recepción una asistente le indicó con ojos brillantes cuál era su mesa, una ubicada precisamente al lado de la enorme ventana que daba al jardín interior poblado de hermosos colores, y en donde esperaba sentada y muy sonriente una mujer de cincuenta y pocos, imponente de actitud y aspecto; se notaba a simple vista que era alta y de buena salud, ahora se le veía generosa de curvas para su edad, bastante atractiva, de mirada felina, cabello castaño muy claro y una tenida semi formal con camisa blanca y pantalón; en cualquier otra mujer se habría visto un poco pasada, pero lucia tan satisfecha de sí misma que conseguía que su estilo personal resultara agradable a la vista. Le sonrió sin levantarse del asiento.

–Buenos días Adán, me alegra que estés aquí, siéntate conmigo.
–Buenos días.

Él también sonrió, usando como de costumbre su enorme encanto; la mujer pareció complacida.

–Eres muchísimo más guapo de lo que te ves en los periódicos, y ya en esas fotos te ves muy bien. Perdóname por ser tan sincera, pero no puedo callarme cuando veo algo hermoso, supongo que por eso todo lo que hago tiene que ver con lo mismo.
–Está elogiándome más de lo que merezco –replicó él con tono natural– a fin de cuentas soy un tipo común.

Un garzón apareció con dos copas y sirvió una  a cada uno. Bernarda sonrió.

–Dos cosas, la primera me tratas de tú y la segunda, tú y yo sabemos que no eres un tipo común, tienes demasiadas cualidades como para serlo, y solo estoy hablando de lo que veo, porque estoy seguro de que cuando te conozca veré todavía más. Bebe con tranquilidad, es un trago de fantasía sin alcohol, así que podemos beber y manejar sin problemas.

Ambos bebieron, y mientras probaba el delicioso contenido de la copa, el hombre de 24 años observó el entorno y también a Bernarda; ella era una leona, se sabía poderosa y dueña de sí misma, de su espacio y  quizás del de los demás, siempre atenta, siempre adelantándose a todo, como con la puesta en escena, los tragos y lo que le decía: no estaba adulándolo, estaba planteando la situación porque sabía que era así, porque desde su lado ella era algo como él, un animal diseñado para liderar al resto, y si era así, quería hablar con él porque ya conocía algo de su historia y antecedentes, cosa que él no tuvo la precaución de hacer.

–Es delicioso.
–Desde luego, es una receta exclusiva del restaurant que hicieron para mí, ahora ya es más conocida. Pero te cité aquí para hablar de trabajo en realidad, aunque no me molesta la vista. Iré al grano Adán, quiero que trabajes para mí en mi nuevo proyecto en la galería Cielo.

Adán frunció el ceño.

–Trabajar en Cielo es completamente imposible, sabes que trabajo con Carmen Basaure.
–Lo tengo claro, pero lo has dicho bien, trabajas para Carmen, no para la galería, y una de las muchas cosas que nos diferencian es que yo trabajo con entes, no con artistas, por lo que trabajar para mí como gerente administrativo no perjudica que seas asesor artístico de ella, a Carmen la ayudas con su arte, a mí con mis  negocios.

Adán se tomó una pausa; no solo era una impresión, era además cierto que ella sabía muy bien qué decir y estaba informada pero. ¿Por qué él?

–Te estarás preguntando por qué tengo este súbito interés en ti para trabajar, y la verdad es que eres de los ejecutivos del entorno más indicados para lo que estoy buscando. Trabajaste para la revista Capital humano, estuviste en el equipo creativo de la desaparecida productora Tasajos, hiciste en par de asesorías para estrellas de televisión y ahora trabajas con Carmen, es notable como te desempeñas y pareces tener un olfato maestro para los negocios.
–Trabajo lo mejor posible.
–Lo sé, por eso te quiero conmigo, porque mi anterior administrador se conformó con que mi galería tuviera un buen nombre y por eso lo despedí. Quiero que el mundo caiga ante los encantos de mis obras, y sé que tú encontrarás la forma.

Adán sabía que era una gran oportunidad que llegaba en un mal momento, porque en esos instantes no podía dejar a Carmen, no tan cerca de conseguir lo que  quería, no en medio de un trance y con el riesgo de quedar como traidor.

–Es interesante esta propuesta, pero no puedo aceptar, tengo ocupado todo mi tiempo con mi trabajo actual y no voy a dejarlo.
–Lo dejarás – sentenció ella livianamente  – cuando veas esto.

Le pasó un escrito que era básicamente un acuerdo precontractual con una cantidad de ceros que hasta lo sorprendió.

– ¿Por qué esta cantidad?
–Porque no puedes rechazarla, claro – explicó Bernarda sencillamente – y porque dejarás de trabajar con Carmen dentro de muy poco.
– ¿Qué te hace pensar eso?

Bernarda bebió otro trago. Estaba disfrutando de la escena casi tanto como de la vista.

–Carmen y yo llevamos demasiados años dentro del mundo del arte; no somos amigas y nunca lo seremos, porque para ella el arte es una forma de vivir, y para mí es un trabajo y un negocio del cual  vivir, pero no ser amigas no quiere decir que no la conozca al menos un poco. Ella es temperamental, tiene fuego en el alma, y por ahora está tranquila porque no ha terminado su trabajo, pero cuando lo haga, se aislará o se perderá en algún sitio.

La forma en que había conocido a Bastián Donoso hacia quince años, el desapego por su hija, el departamento que parecía habitación de hotel, su excesivo interés por terminar el segundo cuadro. Por supuesto, estaba de paso, Carmen siempre estaba de paso, que tuviera domicilio fijo en el país no quería decir que siempre estuviera ahí, para permanecer estaba su obra, el único amor que jamás abandona. Había considerado el trabajo con Carmen algo importante, pero pasajero porque pretendía conseguir a través de nuevos niveles, no había pensado en que el propio trabajo podía abandonarlo antes.

–Esto es un acuerdo precontrato por ese motivo –asintió mirándola fijo– quieres tener asegurada la siguiente etapa.
–Y tú tienes asegurada esa cifra –comentó ella– veo que estamos hablando el mismo lenguaje, fantástico. Por  el momento no tengo  prisa porque comiences, si porque me asegures que lo harás, así que solo necesito que firmes, y por el espacio con la fecha, no lo hay, todo depende de ti.
–Es interesante para mí, pero nada te asegura el tiempo, no sabes si tal vez la artista  cambia de genio y me necesita a su lado por mucho más.
–Es verdad, nadie me lo asegura, pero no me importa, esta es una jugada que no me voy a quedar sin hacer. ¿Te arriesgas a hacer la jugada conmigo?





Próximo episodio: Cosas elementales

Maldita secundaria capítulo 15: Última oportunidad



Lunes 22 Octubre

Cuando la bodega explotó, el ruido ensordecedor fue grande, y el caos inmediato. Fernando se quedó inmóvil, y mientras los demás corrían hacia Hernán, Leticia se acercó a su amigo y lo removió.

— ¡Reacciona Fernando!

Los estudiantes comenzaron a salir al patio mientras Dani y los demás se acercaban a Hernán.

—Hernán, ¿estás bien?
—Claro que estoy bien —rezongó el otro tratando de levantarse— sólo me caí, ¿qué diablos pasó?

A esas alturas ya estaban en medio de un patio atestado de gente. Luciana hizo una mueca.

—Creo que en ésta parte lo de pasar desapercibidos queda en el olvido.
—Rayos —murmuró Alberto— intenten mezclarse, aparenten estar sorprendidos.
—Yo estoy auténticamente sorprendida —protestó Soledad— ésto es una completa locura. Ay no...

En ese momento apareció el inspector Vergara caminando a paso firme; en su expresión se notaba claramente que estaba decidido. No era la misma severa actitud de antes, en esa ocasión su mirada era dura como el acero.

—Estudiantes, vuelvan a sus salas ahora mismo.

Habló claramente, con la suficiente autoridad como para que los estudiantes comenzaran a volver  a las salas. Pero señaló al grupo alrededor de Hernán si dejar lugar a dudas.

—Ustedes, vengan conmigo.

Hernán se levantó, y acompañó a los demás tras el inspector, mientras los auxiliares corrían hacia la bodega para controlar el humo. Poco después Vergara los hizo entrar en una sala vacía y cerró la puerta.

—Ésta situación no puede continuar —comenzó realmente irritado— está sobrepasando todos los límites.
—Es verdad inspector —dijo Fernando tentativamente— han ocurrido accidentes...
—Silencio —replicó el inspector con tono amenazante— saben perfectamente de lo que estoy hablando, no pueden continuar así.

Dani sabía que la situación era extrema, pero trató de lograr una salida alternativa. Todo se había precipitado sin que lo pudieran evitar, pero tener al inspector enfrentándolos de esa forma era algo que no esperaba tener que pasar.

—Inspector, no sabemos de que...
—Usted no diga ni una palabra Dani —lo silenció el inspector— ni siquiera usted escapa a ésta situación, no puedo permitirlo más; durante todo éste tiempo he tratado de ser permisivo, pero los actos continúan, ustedes siete permanecen involucrados, y además parecen haber agregado nuevos miembros a su cofradía.

Fernando se ocultó detrás de los otros para lograr llamar al director, que en ese momento era el único que podía salvarlos.

—Inspector —intervino Alberto valientemente— todos estamos muy nerviosos por ese accidente...

La mirada del inspector lo fulminó antes que pudiera decir algo más.

—No continúe —lo cortó Vergara—   usted Alberto, a pesar de ser un estudiante sobresaliente, también está involucrado, y no lo permitiré ni un momento más.

Sorpresivamente, la puerta de la sala se abrió y entró el director San Luis, con actitud decidida, aunque no se mostraba alterado.

— ¿Qué sucede aquí?

El inspector no se molestó en mirar a los estudiantes buscando algún culpable de esa aparición tan sorpresiva. Simplemente le contestó al director con total frialdad.

—Imagino que eso usted lo sabe, director.

San Luis decidió pasar por alto el tono; la situación era más importante.

—Creo que hice mal la pregunta. Me refería a por qué motivo usted está aquí en vez de supervisando lo que ocurre con la bodega donde ocurrió el accidente, y por qué éstos estudiantes no están en sus salas.

Vergara se tomó un momento para responder.

—Sabe tan bien como yo que las cosas no han estado siguiendo un curso normal.
—Han sido tiempos convulsionados.
—Sabe que no se trata de eso, se supone que usted debería estar tan ocupado de éste asunto como yo, a menos que las cosas hayan cambiado en el último tiempo.

Los diez seguían el enfrentamiento en absoluto silencio; en ese momento todo estaba en manos del director.

—Tiene razón viejo amigo —concedió el director desplazándose hacia la puerta— hablaremos de ese asunto, pero no ahora, y no aquí.

Quedaron enfrentados unos momentos, hasta que finalmente Vergara se rindió ante la expresión sincera de San Luis, y sin mirar a los diez, salió de la sala seguido del director.

—Eso fue monstruoso —comentó Teresa— pero ahora sí que estamos en problemas.
—No lo sé, yo me preocuparía más por lo que está pasando con los sistemas —comentó Alberto— eso que ocurrió  no es para nada normal, Vergara tiene razón al decir que no es un accidente común.

Salieron de la sala y caminaron hacia un pasillo, pero el director San Luis pasó a paso veloz junto a ellos.

—Vengan a mi oficina ahora mismo.

Los diez lo siguieron en silencio. Una vez dentro de la oficina del director vieron que él se sentaba pesadamente ante su escritorio.

— ¿Qué está sucediendo, ellos están enterados de todo?

Carolina respondió en voz baja.

—Si director, ellos ahora están con nosotros.

San Luis les dedicó una mirada severa.

—Debieron haberme informado que las cosas habían cambiado, ¿cómo se supone que lo iba a saber de otra manera?
—Tiene razón director —repuso Dani— cometimos un error, debimos haberle dicho, pero con todas las cosas que pasaron lo dejamos. Lo lamentamos.
—No sirve de nada que lo lamenten ahora.

Se puso de pie, pero suspiró para relajarse.

—Escuchen, sé que están sometidos a mucho estrés por lo que están viviendo; me gustaría hacer más para poder ayudarlos, pero no está en mi poder, lo que puedo hacer es ayudarlos haciendo lo posible por mantenerlos al margen de la vista o de las acciones de los inspectores, pero es importante que esté enterado de lo que pasa.
—Tiene razón director —replicó Dani— no volverá a suceder.

San Luis volvió a sentarse.

—Eso espero. Alberto, Teresa, Luciana, lamento tener que darles la bienvenida a éste circo en el que se está convirtiendo la secundaria, pero lo principal es que quiero que sepan que cuentan con todo mi apoyo en éste trance.

—Muchas gracias —respondió Teresa educadamente— haremos nuestro mejor esfuerzo.
—Estoy seguro de eso. Ahora vayan a clases por favor.

Pero Leticia aún no estaba muy convencida.

—Director, ¿qué pasará con el inspector?
—Déjenme al cuerpo docente a mí, y aunque es un poco difícil, traten de mantenerse al margen de ellos lo más posible. Vayan a clase por favor.

Los diez salieron caminando lentamente.

—Vaya, San Luis está sometido a bastante presión.
—No somos los únicos —respondió Lorena— de hecho somos testigos de cuánto lo afecta tener que dejarnos a nosotros ésta responsabilidad.
—Es cierto —comentó Dani— ésta vez nos libramos de milagro, pero de todos modos hay que tratar de estar lo más discretos posible.

Martes 23
Segundo recreo

Fernando y Leticia estaban recorriendo el segundo patio en medio del resto de los estudiantes.

— ¿Sabes algo? Encuentro que hay algo diferente en el ambiente Leticia, es como si las cosas hubieran cambiado de nuevo.
—Yo también lo siento —comentó ella— seguro que se trata de algo de los espíritus, ahora que entraron al juego los demás, todavía no sabemos cuántos cambios van a ocurrir, ya lo de la bodega fue extraño. Además —agregó con una sonrisa malvada— estamos en peligro, Hernán es la muestra de ello.
— ¿Y tú que tratas de decir?
—Nada, es solo que te preocupaste mucho por el accidente, cualquiera diría que estabas angustiado por un amigo.
—No seas ridícula.

Mientras tanto, Alberto y Soledad caminaban por el segundo piso del primer edificio.

—Ésto es muy raro, ahora no pasa nada en la secundaria.

Y entonces se cortó la luz.

—Insisto, no hay que decir esa frase.
—Hay que buscar a los demás —comentó ella mirando al patio— no va a pasar mucho rato antes que la gente se desespere.

Poco después el grupo se reunió en el primer patio mientras los profesores trataban de mantener en orden a los estudiantes.

— ¿Dónde está Teresa?
—Pensé que venía con ustedes —comentó Luciana— no la he visto.
—Ay por todos los cielos —dijo Alberto —es posible que ésto sea por los espíritus, quizás qué ocurrió con ella.
—Hay que encontrarla —sentenció Dani— si está pasando algo con los espíritus, no podemos tomar ningún riesgo, dividámonos y veamos qué pasa, cualquier cosa llamen de inmediato.

Poco después Alberto, Fernando y Carolina recorrían un pasillo del primer piso del segundo edificio.

—Suerte que las salas están vacías —comentó Fernando— es más rápido revisar.

Carolina se acercó a la última puerta del pasillo.

—Espero que no sea nada grave, no me gusta que esté... ¡Teresa!
— ¿Qué pasa?

Alberto y Fernando se apuraron hacia la última sala, y comprendieron de inmediato qué era lo que había hecho gritar a Carolina. Teresa estaba en el suelo, desmayada.



Próximo cpítulo: Encuentros

La otra matrix Capítulo 1: Circuitos vacíos




Soulbreaker jamás había sido de los destacados en Cybertron, y realmente no le importaba; en su instrucción estuvo a cargo de Viriad, un mal agestado robot de edad indescifrable pero que probablemente había estado desde los tiempos de Nova prime, si es que no lo había criado, y terminó todo el entrenamiento sin pena ni gloria, aunque al menos con el puntaje necesario. Dentro de las escasas capacidades que tenía, descubrió que era bueno en tecnología, de modo que se internó en la academia de ciencias de núcleo en Cybertron y de allí no salió nunca más.
Hasta que la guerra en la Tierra llegó a su punto culminante.
Como muchos cibertronianos, Soulbreaker se embarcó hacia la Tierra para ayudar en los trabajos de Ciudad Autobot, y después de ver la luz de Sol del sistema, cambió de forma y se internó entre los miles de pasadizos de la enorme construcción.

La rutina de Soulbreaker era bastante sencilla: comenzaba revisando lo que los constructores habían avanzado la jornada anterior, para después hacer incorporar todas las redes de circuitos necesarios para que la estructura funcionara correctamente; para otros podía ser aburrido, pero en cierta forma se sentía como un científico, descubriendo y creando nuevos universos que se complementaban unos con otros. Muchas veces los otros no lo sabían, pero que al oprimir un botón consiguieran abrir una gran compuerta no se debía solamente a una reacción, sino a un complejo sistema que le decía lo que era necesario hacer, considerando variables de ambiente o los sistemas adicionales como la seguridad y los escáneres de distancia. Su trabajo era invisible, pero al él le gustaba.

—Soulbreaker, ven por favor.
—En seguida Wheeljack.

Wheeljack era uno de los pocos grandes con los que tenía contacto, y por lo general era a últimas horas de la noche. Siempre tan gentil, brillante y educado, dándole a él la importancia necesaria como si fuera parte del equipo que había descendido en la Tierra en primer lugar.

—Tenemos una falla de seguridad en los sistemas de Ciudad Autobot, entre los puntos Siete B y Nueve C.
—Lo revisaré de inmediato.

Wheeljack era siempre tan amable que daba gusto hablar con él, aunque a veces a Soulbreaker le parecía que se veía un poco distinto, tal vez más cansado o preocupado.

—Espera, necesito pedirte que hagas otra cosa además.
—Por supuesto, dime.
—Como sabes, hay sistemas que son parte de la transformación de la ciudad a modo de batalla que son manuales, me gustaría que hicieras unas pruebas en los sistemas que están presentando fallas con controles manuales en el sector 37H, y que mañana me entregaras un reporte de comportamiento.

Esos sistemas habían sido construidos antes que él llegara, pero eran interesantes y estaban bien diseñados; al incluir en ellos un sistema de activación mecánica, evitaban que se produjeran daños si estaban bajo ataque, y además era posible manipular de manera eficiente en situaciones de desventaja como tormentas de arena. Pero hacer pruebas en sistemas internos era algo nuevo.

—Está bien, lo haré y mañana te entregaré un reporte.

Mientras hablaba, su interlocutor parecía estar en otra parte.

—Disculpa Wheeljack ¿Estás bien?
—Claro —replicó con tono ausente— ya sabes lo que dicen, aunque hagas producción en masa, siempre puede haber un circuito que no funciona bien. Descansa amigo.

Decirle amigo estaba fuera de la verdad, sólo eran conocidos, pero lo que más le llamó la atención fue la forma en que se expresó, como si estuviera hablando de otro tema, algo que no le hacía bien. Soulbreaker no supo qué decir, y se alejó después de despedirse. Mientras se acercaba al umbral de la salida por la que siempre se regresaba, vio que el científico conversaba con alguien más, mientras gesticulaba acaloradamente. ¿Quién podía estar en operaciones a esa hora? En su tiempo en la Tierra, Wheeljack y los técnicos eran los que más tarde se iban a recargar cada jornada. Sin saber muy bien por qué, se quedó inmóvil mirando en dirección a donde el creador de los dinobots hablaba con alguien más, cuya figura quedaba oculta tras la muralla; ajustó sus sensores de audio para tener alcance suficiente, pero solo escuchó un par de palabras.

"... lo sé, ya veremos mañana si encontramos una forma de hacer que funcione."

El propio Wheeljack se alejó junto a su interlocutor; Soulbreaker se dijo que el cansancio estaba haciendo que se imaginara cosas, y decidió ir a descansar y recargar energon, ya que con una tarea más, el día siguiente sería más pesado.

El día siguiente sin embargo, no fue lo que se esperaba y su agenda quedó completamente descartada; cuando se recibió la alarma de ataque, las cosas estaban realmente sucediendo a toda máquina en el exterior.

Soulbreaker estaba en una de las torres revisando unas conexiones cuando alguien a lo lejos activó los mecanismos manuales que convertían ciudad Autobot a modo de combate, lo que por suerte no era desconocido para él. Todos los sistemas se convertían preparándose para la batalla, por lo que internamente las placas se articulaban y modificaban, dejando a la vista los escudos, los radares de calor y distancia, y por supuesto los disparadores de todo tipo.

— ¡Diablos!

Por muy poco alcanzó a descender de una plataforma mientras se convertía, y por un instante tuvo punto de vista de las naves enemigas que por el cielo comenzaban a atacar con todo su poder; sin embargo, al no ser un guerrero calificado, no estaba en sus planes salir de la seguridad de las paredes, y optó por seguir hacia abajo. Su modo alterno había sufrido sólo unas pequeñas modificaciones en la llegada a la Tierra, y era un vehículo con dos pares de ruedas superiores e inferiores adaptables, por lo que podía pasar hasta por los ductos sin tener que sujetarse de nada.
Mientras las alertas de combate se esparcían por todo ciudad autobot, estaba claro que en esa ocasión los Decepticons estaban ganando: por todas partes se escuchaban explosiones, y los circuitos anunciaban señales de intrusión o reemplazo de defensas ¿Cuánto tiempo había pasado? Frenéticamente, Soulbreaker se acercó a uno de los sistemas de transmisión de mensajes codificados de la planta subterránea, y se encontró con la sorpresa de al menos seis puntos en donde operaban los sistemas de defensa de respaldo, o de reemplazo de compuertas: los estaban destrozando. Rápidamente verificó que los circuitos centrales siguieran operativos, y re dirigió los bancos de energía auxiliar a las redes de comunicación interna.

— ¿Qué estará pasando en el exterior?

La duda asaltaba su mente; siguió avanzando por los canales y ductos comprobando una y otra vez cada circuito que lo requiriera, ya que sabía que en modo de combate, cualquier cambio podía influir en el destino de todos.
Recordaba los entrenamientos de combate; no era especialmente bueno, aunque usaba los escudos magnéticos de sus ruedas como deflectores; se sintió tonto pensando en qué era lo que podía hacer en batalla, mientras afuera se libraba una guerra de grandes dimensiones, pero aunque no era necesario hacerlo, se tomó un instante para conectar una pantalla de transmisión mientras recargaba un canal de inyección de electricidad para vías: el panorama en el exterior, captado a través de una cámara secundaria, era aterrador, por un momento pudo ver pasar a algunos seekers disparando a toda potencia, y a autobots contraatacando con todo su poder; creyó ver a uno o dos caer fulminados, pero al escuchar que la recarga estaba completa, se resignó a desconectar el macabro  espectáculo que estaba sucediendo a no muchos metros de distancia y continuó con su labor. Probablemente por eso mismo es que se esforzó al máximo, ingresando en los paneles instrucciones detalladas, calibrando los escudos en rangos milimétricos y redirigiendo todos los recursos de la ciudad que no fueran necesarios a las defensas y al ataque. Afuera estaba Optimus, Ultramagnus, Ironhide, Mirage y todos los más poderosos, no solo luchando por vencer a los decepticons, sino que también para salvarlo a él y a toda la población humana y robótica que permanecía en la Tierra, en comparación con el riesgo que ellos estaba corriendo, esquivar cables destrozados y conectar circuitos era un juego de niños.

—Vamos, vamos...

Sintió un estremecimiento cuando, llegado a cierto punto, escuchó en un muro cómo una transmisión estaba a punto de ser descartada por causa de una conexión defectuosa. Mientras reconectaba escuchó la voz de Blaster rogando por apoyo en la batalla, y supo que las cosas estaban mucho peor de lo que parecía pero ¿Qué podía hacer él?
En ese momento se le ocurrió que sí podía hacer algo; si los Decepticons estaban llegando desde el aire, entonces los sistemas subterráneos bien podían desactivarse manualmente o dejarse al mínimo, y redirigir esa energía a las torres de ataque que aún permanecieran activas. Cambió de rumbo y se dirigió a las torres inferiores.

Había pasado un tiempo que le pareció extremadamente largo, aunque eran sólo unos cuantos minutos; sabía que en el exterior la batalla era cruenta, pero si no estaban derrotados, el margen era muy mínimo y aparentemente los superaban por mucho en número. Recibiendo información fragmentada y percibiendo claramente las explosiones que traspasaban los muros de metal, Soulbreaker iba en dirección a su nuevo objetivo, cuando un gran estruendo lo remeció y lo arrojó contra una plataforma.

—Rayos.

Estaba bastante cerca de los muros exteriores de uno de los caminos centrales de la ciudad ¿Habían llegado tan cerca de ellos? Pasó a modo robot y subió por un pequeño elevador, para poder acceder a las cámaras de vigilancia, sintiendo pánico de que estuvieran a tan poco de ingresar en las instalaciones; una vez conectado, vio que en ese preciso momento Devastator estaba fusionándose ¡pero si estaba a menos de quinientos metros!
Re dirigir la energía a las torretas de las torres no serviría de nada en esos momentos; pero Devastator era lento de movimiento, y en esos instantes parecía estar acorralado, con el muro de metal a su espalda.
Con un punto débil completamente desprotegido.
Sin perder tiempo, Soulbreaker tomó sus pistolas y las conectó, dejando carga completa. Con los circuitos internos casi sobrecargados por la situación en la que estaba a punto de involucrarse, el autobot subió a un ducto superior y desplegó una pequeña trampilla resguardada por un escudo deflector. Se agazapó, haciendo caso omiso del fragor de la batalla que a sólo unos cuantos metros se desarrollaba, y ajustó la mira; si disparaba la carga completa podría desequilibrarlo, y con eso dar margen para que alguien más terminara el trabajo, probablemente los dinobots que estaban causando destrozos en los rivales.
En ese momento una explosión a su izquierda lo cambió todo. Concentrado en realizar un disparo para el que sólo tendría una oportunidad, Soulbreaker no pudo prever el misil que, disparado al azar, cayó a unos metros de distancia en el techo y explotó. Por unos momentos todo fue fuego y ruido de metales destrozándose, encerrándolo en un pequeño infierno que detonaba las alarmas de sus sistema nervioso; amenaza de nivel gamma.

—Aggh...

El sistema nervioso activó los bloqueos de dolor, y redirigió la energía disponible a los sensores ópticos y de audición, mas no a los vocales. Intentó ponerse de pie, recordando de golpe que tenía que disparar, pero al mirar a su alrededor, comprobó con espanto que no podría hacerlo: la explosión había destruido sus dos piernas y el brazo izquierdo, esparciendo trozos de ellos por todas partes. A unos metros de distancia podía ver cómo su mano izquierda se movía grotescamente antes de perder totalmente su utilidad, pero si eso fue impactante, descubrir que el resto de su cuerpo también estaba en riesgo vital fue lo peor de todo; su arma había saltado en pedazos y junto a trozos de metal figuraba incrustada como astillas por todo el torso y el brazo que le quedaba, dejándolo inmóvil.

Amenaza de nivel gamma.

Era parte de cualquier entrenamiento básico saber que el sistema interno daba aviso en caso de daño, y el nivel gamma era el más grave, era necesario entrar en modo reserva de energía y aplicar medidas de reparación; vio con sus propios ojos cómo el energon comenzaba a escurrir por una de las decenas de fisuras en su cuerpo, llevándose con él la vida.

—Reporte de daños.

Sus emisores vocales estaban en niveles mínimos, pero pudo dar la orden. La microcomputadora en su interior anunció que estaba en un 34% de energía, con daño grave en un 47% del cuerpo y registro de daños severos en un 22%

Iba a morir.

—Ayuda...

Entre las heridas, las que afectaban a sus emisores vocales eran quizás lo menos importante, pero limitaban su rango de comunicación a tres o cuatro metros, y con el ruido ensordecedor afuera, nadie que no estuviera junto a él podría escucharlo. Hizo un esfuerzo por mover el único miembro que le quedaba, pero el metal que atravesaba el torso y el hombro ofrecieron resistencia a tal punto que se le hizo imposible. Qué ironía, que precisamente él, un técnico en cables, quedara atrapado después de tratar de participar en una batalla. Veintidós porciento de energía. Dentro de muy pocos minutos su sistema colapsaría y perdería el conocimiento, una forma indigna de morir; le ordenó a su sistema entrar en modo de reserva de energía total, era un recurso desesperado porque lo mantendría inmóvil e ignorante de todo, pero permitiría que su organismo funcionara por más tiempo.

Su sistema se encendió nuevamente, reactivando con ello las funciones orgánicas de las que disponía; otra vez pudo hablar, ver y oír, y sólo escuchó silencio y murmullos de cortocircuitos a cierta distancia ¿Había terminado la batalla?
Estaba en un 15% de energía, casi el mínimo del que podía resistir antes de apagarse completamente; con la incertidumbre propia de recuperar el conocimiento, hizo un esfuerzo por hablar y pedir ayuda, y quedó a la espera de algún resultado, sabiendo que existía una posibilidad al menos. Si habían perdido, irremediablemente llegarían a rematarlo, y si habían ganado, alguien tendría que pasar un escáner de campo, con lo que descubriría su presencia y podría salvarse; por primera vez deseó con todas sus fuerzas recuperar su vida anterior, no estar en medio de una guerra, o jamás haber salido siquiera de Cybertron. Pero pasaron varios minutos y nadie contestó a sus llamados. Llegó a un once porciento, era el fin.
Su sistema se apagó. Todo se volvió sombras, y mientras se desactivaba definitivamente, Soulbreaker pensó en los grandes de Cybertron, y rogó a Primus que su chispa se uniera a ellos, aunque no lo mereciera por no ser un héroe; al menos quería que su energía aportara a la sobrevivencia de la matriz eterna. Deseó que la batalla se hubiera ganado.
Decían que la muerte era como un chispazo, una corriente eléctrica distinta a todo, después de la cual todo quedaba apagado, pero probablemente era un mito. Cuando sus sensores ópticos se apagaron, sintió cómo el audio comenzaba a alejarse, y luego, simplemente todo se perdió.


2


«;Sistema recuperado. Energía al 23%»

De golpe, Soulbreaker volvió a ver; a su alrededor, la misma destrucción de antes, las murallas derruidas, pero ya no había humo ni sonido. Todo estaba curiosamente silencioso.

— ¿Qué…?

Intentó pronunciar algo más, pero su sistema se lo impidió. ¿Sistema?
Giró lentamente la cabeza, y mirando a la izquierda, pudo ver a otro robot, caminando con lentitud con una pantalla portátil en las manos. Ese aspecto semi encorvado, el caminar lento, el cuerpo un poco rígido, reconoció la apariencia en muy pocos segundos.

— ¿Slimdeam?

Su voz sonó entrecortada y con interferencia, seguro tenía muchos sensores de voz dañados; pero el otro escuchó, y volteó hacia él completamente asombrado; durante unos momentos no se movió, y cuando lo hizo, se acercó a paso lento, sin quitarle la vista de encima.

—Esto no puede ser…

Soulbreaker giró un poco para mirarse a sí mismo; sólo quedaba de él el torso, parte de un brazo y la cabeza, todo atravesado por decenas de astillas de metal, era imposible que estuviera vivo, y recordaba con toda claridad que se había desactivado al quedar sin energía.

— ¿Cómo puede ser esto?

Slimdeam se arrodilló junto a él.

—Tú… estabas muerto Soulbreaker…

Durante unos momentos ninguno de los dos habló, y el autobot fue brutalmente consciente de la realidad de las palabras que escuchaba; había muerto, recordaba claramente como las heridas lo habían dejado inmóvil, y la forma en que el energon escurría por sus circuitos. Pero estaba vivo, y además frente a un cronista cybertroniano que no veía hace cientos de años.

—No entiendo lo que está pasando —dijo hablando muy lento— ¿Qué pasó Slimdeam, qué fue lo que me sucedió?

El otro no respondió, y se limitó a poner sus manos sobre un compartimiento en su pecho, donde ingresó comandos manuales. Entró en modo de reserva de energía.


3


Cuando salió de modo de reserva de energía, Soulbreaker se encontró en una habitación cerrada y con aparatos de reparación; comprobó mediante su sistema interno que las partes faltantes habían sido repuestas, aunque estaba aún inmovilizado.

—Falta poco, no te preocupes.

Un momento después lo desconectó, y Soulbreaker se puso de pie; sus partes habían sido reemplazadas por partes genéricas, por lo que de su configuración anterior conservaba la cabeza, el hombro derecho, parte del brazo y del torso, aunque podía decir que estaba vivo y completamente funcional. Slimdeam se encontraba sentado a poca distancia de él, mirándolo con sus ojos apagados.

—Gracias por repararme, me salvaste la vida.
—No te salvé la vida, tú estás muerto.

Slimdeam era un cronista muy antiguo de cybertron, al que había conocido mucho tiempo atrás, quizás en la era dorada. Muchas veces había pensado que los de su tiempo ya estaban desactivados, pero la verdad es que no solo estaba funcionando, sino que conservaba su típica amargura y mal humor de siempre.

—No entiendo nada, dime qué fue lo que pasó durante la guerra.

Slimdeam parecía absorto en sus pensamientos hasta entonces, pero ante la pregunta se puso de pie, resuelto.

— ¿La guerra? La guerra terminó, los decepticons ganaron, los autobots que quedaron andan en el espacio y Optimus está muerto.

Soulbreaker quiso creer que lo que escuchaba era una broma. Optimus no podía morir, era demasiado grande para que algo como eso le sucediera; por un momento ese hecho eclipsó todas las otras preguntas.

— ¿Muerto? No, no puede ser.
—Tampoco tú “puedes” estar vivo, pero sin embargo lo estás, a pesar de que documenté tu muerte varias horas atrás.
—Documentar mi muerte…
—La vida siempre sigue —explicó el otro amargamente—. Cuando los ‘cons ganaron y esta ciudad quedó hecha cenizas, ya no les importó lo que pasara, después de todo su misión estaba cumplida. Me enviaron a este planeta poco antes del ataque en que nos barrieron del mapa, así que lo único que tenía que hacer era registrar los datos, las muertes y lo que pudiera ser confirmado para el futuro, si es que nuestra raza lo tiene.
—Pero yo estaba ahí, estaba viendo la batalla, recuerdo cómo…
— ¿Y qué es lo que quieres que te diga muchacho? —exclamó el otro— ¿Quieres que resuelva tus dudas, que te diga por qué es que estás vivo cuando te vi ahí muerto y con tu chispa apagada igual que la de otros cientos entre los escombros? No soy un científico, ni un experto, mi trabajo es registrar datos y transmitirlos, aunque no sé a quién lo haré.

Soulbraker no contestó. No podía creer lo que oía, pero aun así, resultaba insólito estar vivo cuando sabía con total claridad que técnicamente debería estar muerto.

— ¿Cuánto tiempo ha pasado desde el ataque a ciudad autobot? ¿Dónde están los otros autobots, sobrevivió alguien?
—No lo tengo muy claro —replicó Slimdeam con amargura—, se supone que alguien me entregara información o pudiera extraerla de los sistemas, pero esos desgraciados de los ‘cons no dejaron casi nada. Y tú al parecer no tienes idea.
—Dices que Optimus está muerto ¿Qué pasó con la matrix entonces?
—Está en poder de Hot rod, pero eso no sirvió de nada; tras la muerte de Optimus, el ejército de Megatron se incrementó de manera impresionante, y con ayuda del gigante comeplanetas, amenazaron con conquistar el universo, así que el nuevo líder tuvo que llegar a un acuerdo y mantener  distancia de los enemigos. Un acuerdo entre caballeros de no agredirse, donde nadie ataca al otro y todos viven en paz —añadió con ironía— y por supuesto que eso sólo podrá durar hasta que esos malditos decepticons se reorganicen y decidan destruir todo, o hasta que el nuevo líder reúna fuerzas suficientes para declararles la guerra.

La paz que como raza habían ansiado con tanto ahínco era lograda tras la muerte de Optimus, y una falsa tregua entre ambos bandos, dañados tras la guerra. Es decir que habían perdido, efectivamente. Solo en ese momento Soulbreaker pensó en algo que estaba relegado a un segundo plano.

—Me abandonaron aquí.
—Ya te dije que estabas muerto, moriste semanas atrás.
—No, no es eso —replicó con intensidad—, resulté herido en medio de la batalla, estaba a punto de dispararle a Devastator cuando un misil o algo parecido explotó junto a mi. Quedé herido e inmovilizado, pero no muerto. Si dices que la matrix está en poder de Rodimus, entonces él y otros tienen que haber escapado desde aquí, justo desde ciudad autobot en medio de la batalla. Tienen que haber escapado en una de las naves, desde aquí.

Slimdeam lo miró enigmáticamente.

— ¿Adónde quieres llegar?
— ¿Quiénes estaban con él?

El otro pareció comprender su punto, pero de todas formas contestó la pregunta.

—Arcee, Springer, Magnus, los Dinobots, Kup.
—Todos ellos de los grandes héroes —repuso Soulbraker con acidez—, y apuesto que con ellos no se fue ningún autobot de segunda línea; ningún técnico, obrero, o cronista.
—Soulbreaker…
—Se perdió la guerra, eso parece; pero no se perdió solamente eso, también se perdió el interés por los autobots menos relevantes entre las filas. Yo estaba a metros de todos ellos, de la gran batalla ¿por qué nadie pasó un simple escáner de campo para encontrarme allí?

Slimdeam le dedicó una mirada más oscura y sombría si eso era posible.

—Eres un muchacho tonto ¿acaso crees que han tenido tiempo para algo así?
—Pero me dejaron morir, tú mismo me dijiste que hay cientos muertos alrededor.
—Sígueme.
—Pero…
—Que me sigas te dije.

Algunos minutos después ambos estaban cerca de una destruida plataforma de ataque; tendidos en el suelo, vio dos cuerpos inertes y se quedó casi sin palabras.

—Wheeljack…

Lo había visto tan solo unas horas antes de la batalla en cuidad autobot, incluso habló con él. Wheeljack, el brillante científico, el sincero y divertido, el generoso autobot, estaba muerto igual como supuestamente él debería estarlo.

—Si quieres hablar de jerarquías o de autobots importantes, ahí tienes dos de ellos. Windcharger  y Wheeljack estuvieron mucho tiempo en la primera línea de batalla, a ese científico le debemos a los Dinobots, y tú estás aquí diciendo que los otros te abandonaron a ti. ¿Crees que Wheeljack no era importante para ellos?

Ambos cuerpos estaban bastante dañados, pero la evidencia física indicaba que no habían luchado antes de morir, quizás por un ataque a mansalva, lo que no sería raro de parte de los decepticons.

—Espera un momento, aquí hay algo extraño.
— ¿A qué te refieres?
—Este lugar es una plataforma de ataque, desde aquí se activan dispositivos lanzamisiles como ese que está allá; hay indicios de combate por todas partes, pero ellos fueron traídos aquí por alguien.
—Cosas que pasan en batalla, tal vez agonizaban e intentaron rescatarlos.
—No es eso lo que me parece extraño —dijo Soulbreaker—, Windcharger era un guerrero, no debería haber estado por aquellos pasillos, y Wheeljack era un científico de campo, en medio de una batalla como esta, tendría que haber estado en sistemas coordinando las defensas, no aquí deambulando por los pasillos cerca de las torretas o los lanzamisiles. Ninguno de los dos estaba donde tendría que haber estado.

Se puso de pie e inspeccionó el lugar, tras lo cual volvió a revisar los cuerpos de los autobots que había encontrado sin vida; en el antebrazo de Wheeljack encontró un pequeño dispositivo parecido a un control, y para su sorpresa encontró otro idéntico en Windcharger.

—Mira, tenían estos controles en su poder.
—Nada de eso tiene sentido ahora, ya te lo dije antes.

Descubrió que los dos dispositivos se acoplaban en uno solo; al hacerlo, el control emitió una señal. Lo escaneó rápido, pero solo pudo comprobar que estaba operativo y que era posible encender algo con él ¿Por qué Wheeljack y Windcharger guardarían partes de un control, y por qué ambos estarían en un sector que no les correspondía? De pronto se sintió ridículo de estar pensando en esas cosas, cuando toda su raza estaba en riesgo, el líder estaba muerto y no tenía ningún tipo de explicación sensata sobre su propia muerte. Aunque igual accionó el control y esperó a ver si pasaba algo.

—No pasa nada.
—Seguramente lo que sea que esa cosa hace funcionar está destruido.
—Pero podemos saber qué era —dijo examinando el interior del dispositivo—, sólo tomará un momento.

Se sorprendió al ver que el sistema de circuitos integrados era de alta tecnología. Nada de lo que había visto en ciudad autobot contenía circuitos de ese tipo; más extrañado que antes, revisó los conectores base, para comprobar de qué lote de piezas había salido, al fin que él conocía esos datos como muchos otros de ensamblaje y construcción. No tenía registro, lo que significaba que ese control no era parte de una producción en masa, y sus partes no habían sido tomadas de un conjunto mayor. Sonaba a algo construido para un propósito específico, y por lo demás en circunstancias demasiado extrañas como para dejarlas pasar. Pero si no tenía registro, difícilmente podía saber qué era lo que hacía.

“…me gustaría que hicieras unas pruebas en los sistemas que están presentando fallas con controles manuales en el sector 37H…”

Nunca había llegado a cumplir la solicitud de Wheeljack por causa del ataque a la ciudad. De pronto sintió que era ese el destino del control que tenía en sus manos.

— ¿Sabes si el sector 37H está operativo?
—Es una torre menor, la derribaron en batalla, pero no hay nada ahí.

Sin embargo a Soulbreaker no le pareció lo mismo; unos minutos después, ambos llegaron al lugar indicado, intentando no tomar demasiado en cuenta la destrucción esparcida por todas partes. El autobot volvió a accionar el control y esperó, tras lo cual, y para su sorpresa vio cómo un pequeño compartimiento en el suelo se abría.

—No puedo creerlo…

Ambos se acercaron al compartimiento, dentro del cual había una caja transparente; en su interior brillaba con gran intensidad un dispositivo idéntico a la matrix de liderazgo.



Próximo capítulo: Destello de realidad