La última herida capítulo 41: Monstruo herido no muere, solo espera




 – ¿Querrías un poco más de pastel?
–Está bien señora Rosario, pero solo un trozo pequeño.
–Está bien.

Los últimos meses habían sido duros en la Hacienda Río dulce; el matrimonio estaba tratando de superar los difíciles acontecimientos relacionados con la muerte de sus hijas algún tiempo atrás, de la misma manera que los trabajadores antiguos que quedaban, que más que eso eran parte de la familia, intentaban seguir con el curso de sus vidas luego de acontecimientos tan dolorosos.
El clima tampoco estaba teniendo consideración con nadie en esa zona; el invierno estaba ya prácticamente declarado con un mes de anticipación, y el frío se hacía presente casi durante toda la jornada. Por suerte las reservas de todo lo cosechado durante la temporada estival eran abundantes, y durante el inicio de la época más difícil del año, se veían las consecuencias del arduo trabajo realizado anteriormente. Los trabajos entonces se trasladaban principalmente al interior de las cabañas y el establo, donde se preparaban los tejidos, los encurtidos, las conservas y los lácteos, que en una parte iban a ventas a zonas cercanas, y en parte para proveer tanto a la gente d ela hacienda como a los trabajadores; el matrimonio era generoso con quienes trabajaban con ahínco, ya que ellos mismos, pese a no necesitarlo, siempre estaban desarrolando alguna labor o aportando con sus conocimientos.

–Parece que va a llover a la noche.
– ¿Usted cree don Benjamín?
–Si, está soplando viento de lluvia.

Los silencios en la cocina de la casa grande en Río dulce eran habituales; muchas veces nadie sabía qué decir, o simplemente era mejor guardar silencio que hablar algo de lo que después todos se arrepentirían.
Silencio entre aroma a especias y café fresco, verdades sepultadas entre colores vivos y tapices en las paredes.


2


Teodoro había tenido una vida difícil desde que era un niño: la enfermedad neuronal de su hermano mayor lo había hecho crecer a la fuerza, y gracias a eso construyó un carácter fuerte, pero también afín con la responsabilidad y la generosidad; abocado a estos intereses y después de enfrentar una serie de dolores y dificultades familiares, resultaba comprensible que terminara dedicándose a una labor tan cercana a los dolores humanos como la terapia del dolor. Su trabajo consistía, a grandes rasgos, en ayudar a pacientes enfermos de los más distintos males, a superar, o en el mejor de los casos sobrellevar, los más variados casos de dolor, incluyendo los casos de dolor crónico en que la fórmula adecuada no existía y todos los esfuerzos se enfocaban en disminuir el sufrimiento. Para él ayudar a otros a superar sus malestares era, en el fondo y aunque muchas veces ni lo mencionara, una manera de quitar de su ser la carga negativa que durante muchos años había llevado solo y sin ayuda.
A pesar del amor que sentía hacia Romina, su matrimonio terminó por romperse, y en eso él estaba consciente que era por culpa de ambos, pero en primer lugar por responsabilidad suya; no había podido hacerse cargo de una relación con una mujer con su propia carga emocional y temas pendientes, por lo que con el paso del tiempo el matrimonio fue quedando en un segundo plano, para dar lugar a una especie de amistad que mantenía a ambos en los sitios cómodos en los que involuntariamente se refugiaban. Teodoro sabía que probablemente ella también se sentía culpable del fracaso de su relación de pareja, pero a la hora de hacer cuentas, él tenía mayor culpa. Lo habían hablado con anterioridad, en varias ocasiones, llegando incluso a la parte de la discusión donde se planteaban la posibilidad cierta de separarse y seguir sus vidas por separado, pero de alguna manera ninguno quería dejarse, por mucho que su relación fuera simplemente cordialidad aprendida con los años ¿Sería acaso una forma diferente de amor? Se suponía que el amor era un sentimiento arrebatador, que te hacía desear a la persona en toda su magnitud y de todas las formas, pero aunque el enamoramiento en ellos fue intenso, nunca construyeron lo que se suponía venía después; casi resultaba divertido, dentro de todo, pensar que su matrimonio, el de dos personas jóvenes, fuera tan similar a una pareja de ancianos. Por otro lado el trabajo absorvía a ambos constantemente, por lo que las oportunidades reales de hacer algo respecto de su relación siempre estuvieron en último plano. Parecía que era mejor dejarlo así. Él se sentía a menudo ansioso por todo eso, pero chocaba con sus propios miedos e inseguridades, los mismo que arrastró desde niño, y de alguna manera temía que cualquier intento de su parte, incluso por arreglar las cosas, quebrara esa delicada estructura que los mantenía unidos.
Cuando sucedió el ataque, él estaba dando una terapia, pero la asistente le avisó enseguida, y probablemente ese fue el momento, en toda su vida, en que supo que realmente Romina era el amor de su vida, y que no podría vivir sin ella. Los minutos hasta llegar a la urgencia fueron una auténtica tortura, pero lo peor vino al escuchar el diagnóstico de los doctores; muchos de ellos lo conocían tanto a él como a ella, por lo que no había espacio para aquellas típicas palabras de buena crianza que pretenden amortiguar el dolor de quien está pasando por un trance. Él mismo exigió que le dijeran toda la verdad. Saber que había quedado prácticamente en coma, y que existía compromiso neurológico de por medio fue lo más doloroso inmediatamente después, haciendo que todos sus miedos del pasado quedaran relegados a un segundo plano; la mujer a la que amaba, la misma a la que no había sabido cuidar adecuadamente, estaba bajo un diagnóstico que lo mismo podía dejarla cuadrapléjica como sin habla o sin memoria. Ver a Romina, a esa mujer fuerte e independiente,  la misma que se comprometía con los pacientes que atendía, totalmente indefensa en una camilla de hospital, destruyó en Teodoro cualquier asomo de duda respecto de sus sentimientos, o de lo que pretendía hacer en el futuro. No importaba lo que pasara después o qué tan desafortunado fuera el futuro para ella, en su vida se había trazado solo un camino y viviría para ella y por ella, hasta que dejara de respirar.
Los meses siguientes fueron especialmente duros; a pesar de contar con asesoría profesional dada por los expertos en la especialidad, muchos de los cuales conocía, insistió en hacerse cargo de todo lo que pudiera, ayudando y estudiando todo lo que existente en la materia. Finalmente el trist diagnóstico inicial fue tomando una forma más alentadora, y con su incansable trabajo junto a Romina, comenzaron a evidenciarse signos de mejoría; nunca le importó el cansancio, ni la falta de sueño, porque despertar en la mañana y ver que existía una nueva posibilidad de salir adelante hacía que siempre tuviera ganas de continuar.
Cuando ya se cumplía un año desde aquellos desafortunados acontecimientos, Teodoro podía decir, con total propiedad, que lo peor estaba superado; Romina podía valerse por si misma, había recuperado la movilidad de todo su cuerpo, y su mente recuperó también los recuerdos y la esencia de lo que ella era. Por desgracia existían aspectos que hacían imposible que volviera a ejercer la profesión, pero a ojos de ambos era un precio bajo perder la medicina a cambio de recobrar la salud y la independencia.
Increíblemente, recuperar la relación de pareja, o en su caso, establecer un nexo entre ambos, fue algo que en ningún momento pretendio, y quizás por eso mismo es que resultó tan bien. Jamás habían hablado tanto, ni tenido la oportunidad de copartir cualquier cosa que sucediera, por mínima que fuera. Le pareció que ella era la persona perfecta para él, y se lo hizo saber lo más posible en cada gesto y en cada palabra; Romina tardó en superar el miedo y la inseguridad internos que la acosaban desde aquellos momentos, pero lo hizo, con lo que no solo demostró su fortaleza, sino que también encontró una forma de acercarse a él. Se conocían hace más de quince años, pero parecía que su matrimonio apenas empezaba. Teodoro daba todo de si, sin jamás pedir nada a cambio, lo que al cabo de cierto tiempo se convirtió en el mejor precio a pagar por la recuperación de su esposa: se convirtieron en una pareja imperfecta, pero que se amaba intensamente.

–Teo.

Ella lo había empezado a llamar Teo, de un modo íntimo y cariñoso que jamás antes había oído de sus labios; la vida de ambos tenía una nueva oportunidad, y él no estaba dispuesto a perderla. El cambio vino en determinado momento, cuando, revisando cajas en una jornada de orden, encontró el sobre con el video que le había sido entregado varios meses antes; en su momento creyó que podría ser alguna muestra de afecto un poco tardía por lo que había pasado, pero como estaba dirigido a Romina y no a él, lo guardó esperando el momento indicado de mostrárselo, cuando ya los temores del pasado hubieran quedado lo suficientemente atrás. Así fue como olvidó el video, pero al momento de encontrarlo, los miedos lo atacaron a él, y pensó que tal vez no se trataba de algo tan inocente como se lo imaginara en un momento en que tenía cosas mucho más importantes de qué ocuparse. Vio el video, y en ese preciso momento muchas cosas que no tenían sentido comenzaron a alinearse en un mapa, que no por estar incompleto dejaba de entregar un claro mensaje. Entonces entendió el por qué de ese ataque tan extraño del que había sido víctima Romina, y la visita de esa mujer. Matilde, la misma del video, la misma cuya muerte fue informada por la prensa poco tiempo después. La misma de la nota suicida en la camioneta que fue encontrada por la policía en las afueras de la ciudad.

–Mi amor.

Romina no había vuelto a ser exactamente la misma después del ataque que había sufrido, pero era una mujer completa y podía valerse por si misma; la única forma de saber que había enfrentado una situación tan dura era escucharla hablar, pero Romina era tan inteligente que había ensayado un modo de expresarse, lento y pausado, por lo que la mayor parte del tiempo era capaz de comunicarse sin que se notara siquiera que tenía secuelas.

– ¿Qué descubriste?
–Nada nuevo por el momento –replicó él– pero tenemos mucha información aquí.

No fue capaz de guardar el secreto, y finalmente tuvo que armarse de valor y enseñarle el material audiovisual; Romina no había querido hablar nada respecto a los motivos que la habían involucrado, pero se mostró increíblemente tranquila a la hora de ver el video; fue innecesario pedir explicaciones, ya que ella misma decidió contarle todo lo que sabía, y las cosas por las que tuvo que pasar.

–Si quieres dejar esto...

La forma de hablar de Romina, tan medida y pausada, podía interpretarse como pasividad, pero con el tiempo, Teodoro había  aprendido a detectar las pequeñas variaciones en la pronunciación, la respiración, incluso en las pausas entre palabras. Sabía cuánto había en juego para ella en todo eso.

–No voy a dejar nada Romina –dijo volteando hacia ella– te prometí acompañarte en todo hasta el final, y pienso cumplir cada palabra de lo dicho. Lo único que me preocupa es que tú estés involucrada.

Una de las cosas que se había mantenido intacta en ella era su dignidad; no se sentía menos que nadie, ni quería ser tratada como alguien que merece una atención especial.

–No soy incapaz.
–No estoy diciendo que lo seas –replicó él con calma– pero sabes tan bien como yo, o incluso mejor, el nivel de peligro que hay en todo esto. La gente de la clínica es peligrosa.

La mirada de Romina se volvió de acero por unos momentos, pero se controló en unos instantes.

–Sé de lo que son capaces; pero no dejaré que esto se quede así, no después de lo que ellos hicieron. Mataron a Matilde y a su hermana Patricia, al policía que nos intentó ayudar, al espía que ella tenía considerado su amigo. Viste como aparecieron esos sujetos muertos en las noticias, y la noticia se ocultó.
–Lo sé.
–Entonces no perdamos tiempo. Necesito hacer esto.

Teodoro respiró profundamente; la supuesta muerte de Matilde por su propia mano era obviamente un encubrimiento de la gente dentro de la policía y el poder judicial que trabajaba para la clínica, pero eso distaba mucho de ser todo. Después de mucho investigar, él había descubierto una serie de cabos sueltos, los que obviamente habían sido encubiertos igualmente; el ataque incendiario a los camiones que trasladaban supuestamente material mecánico y no médico, la balacera donde había muerto un sujeto antes del supuesto suicidio, y otros hechos, conformaban un mapa terrorífico junto a las cosas que la propia Romina le había contado. Eran demasiadas muertes, y según palabras de ella misma, el único motivo por el que no la habían asesinado, es que no representaba un peligro real al no tener en su poder ningún tipo de dato real acerca de esa gente, que era como un fantasma esparcido por todas partes, hacia donde quiera que mirara.

–Has sufrido tanto, tienes que entender que me asusta. No quiero que estés expuesta nuevamente, que te hagan daño.
–Ya me hicieron daño –replicó ella muy lentamente, casi arrastrando las palabras– Matilde murió tratando de salvar a su hermana, y muchas personas han salido perjudicadas, yo no puedo... no puedo simplemente tratar de seguir.
–Romina...
–Tengo que intentarlo... al menos... tengo que intentarlo...

Se estaba agitando. El temor que le producía estar involucrado en algo como eso era el mismo que experimentó antes al saber del terrible estado en el que ella se encontraba, pero ¿Qué alternativa tenía? Al mismo tiempo una parte de su ser le decía que era lo correcto, que cuando entre los médicos, los policías o los jueces, había gente corrupta que protegía a los delincuentes, era necesario hacer algo ¿Pero acaso algo le aseguraba no correr el mismo destino que Matilde? No estuvo en el funeral, pero investigando en el parque fúnebre, la ceremonia fue muy breve, tan solo de unos cuantos minutos: la lápida decía simplemente "Estoy en un hermoso viaje"

–Tranquilízate.

Todo eso era como una pesadilla de la que no se podía escapar. Matilde le había enviado un video a su esposa, diciéndole que lamentaba profundamente haberla involucrado en tanto sufrimiento y dolor; en una secuencia sencilla, grabada caseramente, también usaba muy bien las palabras, de modo de no decir claramente nada que pudiera involucrar a inocentes en los trágicos hechos que a ella misma le habían llevado a la muerte, pero al mismo tiempo le decía a Romina, que deseaba pudiera hacer una vida digna y tranquila, y que esperaba poder hacer algo para restablecer el daño que se había causado. No era difícil entender entonces que la propia Matilde, tras la muerte de su hermana, se embarcara en una misión que tenía como objetivo atacar a los responsables de la clínica, a esas personas invisibles que asesinaban para mantener un negocio atroz y los secretos alrededor de ello; también era sencillo imaginar que, dentro de las muertes que se conocían, muy posiblemente alguna había sido causada, directa o indirectamente por la propia Matilde. Jamás sabrían si eso había pasado o no, y ambos estaban de acuerdo en que sus padres habían sufrido demasiado como para molestarlos removiendo recuerdos que solo les harían peor. Se entendía perfectamente que desde esa breve ceremonia se hubieran encerrado por completo en su casa en el campo.

–Estoy tranquila.
–Y yo estoy contigo, ya te lo dije –continuó él lentamente– pero no me gustaría que te pase lo mismo que a ella, tienes que entender que sacrificarte tú no va a solucionar nada, igual que no sirvió la muerte de Matilde.

Él mismo se quedó en silencio unos momentos; recién pensaba que esa muerte no tenía sentido desde su propio punto de vista, ya que no entregaba ninguna solución, no cambiaba nada del panorama, pero ¿Y qué pasaría si ella en realidad hubiera hecho un sacrificio tan grande como ese, por un motivo que ellos dos desconocieran?
En ese momento entendió que, para luchar contra esa clase de fuerzas, para poder enfrentar a aquel tipo de gente que destruía con tal de proteger sus intereses, tenías que volverte como ellos para poder lograr tus objetivos. Te contaminabas parahm siempre.

–No voy a detenerte –dijo antes que Romina pudiera hablar– y te ayudaré en esto porque eres lo más importante para mi; entiendo que no puedes simplemente dejarlo así. Solo quiero que entiendas que necesito que sigas viva después de esto.

Romina asintió. Se miraron largamente.


3


La tarde estaba especialmente tranquila y luminosa, aunque no estaba fría; la mujer estaba sentada fuera de casa, contemplando aquel horizonte que miles de veces en otra vida la habían maravillado: ahora todo era como un nuevo inicio, un viaje constante por lugares conocidos, pero que no le pertenecían. Jamás nada de eso sería suyo. La señora Rosario salió con algo en las manos.

–Aniara.

La mujer no dio la vuelta. En ocasiones tenía tantas ganas de arrojarse a sus brazos que no podía soportarlo, pero siempre lograba controlarse, siempre conseguía mantener a raya los sentimientos; después de la muerte de Matilde, y de tener que abandonarla en la camioneta para evitar que alguien sospechara, el dolor que experimentó la llevó a tener todo tipo de pensamientos suicidas que condujeran de alguna manera a la venganza que como deseo reprimido la consumía como un fuego peor que todo lo que había vivido antes. Su hermana había organizado junto con ella un plan de ataque contra los encargados de la clínica, haciéndole creer que todo se trataba de hacer que los responsables directos a quienes habían descubierto pagaran por sus crímenes, cuando en realidad solo había estado utilizándola para su venganza, y para cumplir su objetivo de mantenerla a salvo y lejos de las sangrientas manos de aquellas personas. Y había tenido razón, en que al eliminar a aquellas personas que conocían su cambio físico, la había mantenido a salvo para siempre; ahora nadie sabía quien era o si estaba viva o no, por lo que realmente el peligro de la clínica y todo ese horror estaba fuera de su alcance. Pero de lo que jamás estaría a salvo, era del dolor de sus padres, de la inmensa tristeza de haber perdido a sus dos hijas, y a ambas en circunstancias tan tremendas. Volver a Río dulce, como si fuera una extraña, había sido un trance muy duro de enfrentar, pero mirar a los ojos a su madre, con los ojos llorosos, en la puerta de la casa, la había demolido interiormente; en la inmensa sabiduría de ambos, asumieron su llegada sin hacer ningún tipo de preguntas, y se limitaron a presentarla ante la gente del lugar como una amiga de sus hijas que se quedaría durante un tiempo. Le dieron la habitación de visitas. En ocasiones veía a su madre, e identificaba en su mirada que sabía la verdad, que sabía realmente quien era, porque no importaba cuánto hubiera cambiado por fuera, por dentro seguía siendo la misma, más torturada y cansada, pero la misma que había tenido en sus brazos. Pero cada vez que, con alarma, detectaba ese tipo de mirada, descubriendo en ella toda la verdad, veía también su propia censura, la decisión que ella como mujer y como madre había tomado, de dejar las cosas tal como estaban, sin volver a remover la tierra que sobre la tumba de sus dos hijas había arrojado, dejando también allí su alegría.
El destino había sido cruel con todos de alguna manera, pero ellos dos asumían su presencia como un bálsamo, un regalo inesperado del destino, una nueva persona que los acompañara, y que con su sola presencia ayudara a sobrellevar mejor todo el dolor de la pérdida. Ell también se había resignado, había abrazado el regalo de su hermana, y decidido no insultar su memoria, siguiendo su decisión al pie de la letra, acompañando a sus padres aunque solo como una extranjera, jamás como suya.

–Te traje una manta.
–Gracias.

Recibir la manta y sentir el roce de sus manos, una descarga eléctrica que recorría su cuerpo. Los pasos de la señora, cansada y anciana, caminando de regreso a la casa ¿Cuántas veces se preguntaría ella, en la soledad y el silencio de la noche, quien era en realidad esa mujer? ¿Cuántas veces lloraría pensando en su locura, al ver en su recuerdo que las tumbas de sus dos hijas eran una realidad imposible de negar?
Ella había asumido su destino.
Pero también, días antes, había recibido un sobre. Sin destinatario, sin escritura en él, solo con una fotografía en su interior. En ese momento todo cambió para siempre, de nuevo.
Una fotografía con la imagen de la doctora Miranda, junto a un hombre, en el exterior de la urgencia en donde ella había sido atendida en primer lugar, luego del accidente.
Había muchos damnificados además de ella. Pero una de ellos, no había terminado de pelear.
¿Debería ella salir de ese encierro y volver, para ayudar a esa mujer a cobrar también su parte en esa batalla, ya que estaba enterada de sus maquinaciones? ¿O era por parte de la doctora su manera de informarle que no era la única en tener algo pendiente? Guardó la foto en el cuarto de invitados donde estaba, y continuó con esa vida que la había recibido como una extraña y en la que jamás encajaría por completo. Algunas noches el dolor la hacía quedar despierta hasta la salida del sol, pero finalmente se conformaba con lo que había sucedido hasta entonces: Matilde había tomado por ella la decisión de salvarle la vida, nuevamente, y en su memoria debería manterse firme, acompañar a sus padres aunque jamás pudiera volver a tratarlos de esa manera. ¿Cómo había descubierto que estaba viva? Al pensar en eso se preocupaba, pero era una preocupación externa, principalmente acerca de la mujer que la había ayudado a ella y a su hermana, que no era otra cosa que una víctima más, como Miranda y tantos otros. La doctora iba a empezar su propia cruzada en contra de la clínica, y Patricia sabía que por mucho que los cabecillas de Cuerpos imposibles ya no estuvieran y sus instalaciones y privacidad puestas en riesgo, no era posible que hubiera terminado. ¿Terminaría algún día?

–Tengo que hacer un viaje a la ciudad.

No podía mirarla a los ojos, y en ese momento agradeció que Rosario tampoco quisiera hacerlo, no estaba segura de poder resistirlo; había cumplido la promesa que le hizo a Matilde, pero al mismo tiempo sentía que su deber era estar ahí, y hacer lo que pudiera, tal vez esa historia no terminara tan mal como la suya.

– ¿Tiene algún encargo usted o su esposo?
–Nada en especial –dijo la voz contenida de emoción– Solo una cosa: que regreses.




                                                                           Fin




Gracias a Juan por sus conocimientos en el área de la medicina, y por su humor.
Y gracias a Laura, por su pasión por la literatura.

Maldita secundaria capítulo 7: El paso de los días




Plaza las flores.
Jueves 11 De Octubre

Los seis integrantes del grupo que quedaban se reunieron a poca distancia de la Secundaria, y por primera vez desde que había comenzado todo el asunto de los espíritus, todos llegaron dispuestos a hacer algo al respecto.

—Estuve investigando un poco más —dijo Fernando— y por suerte, fuera de los chismes, en sured no hay nada de qué preocuparse, aunque igual tendremos encima el temita de los compañeros.

Lorena suspiró.

—Francamente a estas alturas ya me da lo mismo si la gente nos ve juntos o no.
—Estoy de acuerdo —comentó Leticia— yo más bien me preocuparía por cómo diablos le vamos a hacer si pasa algo, ahora todo llama la atención.
—Yo tengo una idea —comentó Soledad— podríamos mantenernos en los recreos y en los cambios de sala en el mismo radio pero no juntos, así nadie se quedará solo y podremos cubrir más espacio a la vez.

Carolina asintió con algo de energía.

—Me parece sensato, así nos evitamos problemas adicionales.
—A todo ésto —comentó Fernando— ¿a ustedes también les llegó una carga de dinero misteriosa a sus teléfonos?

Todos dijeron que sí.

—Debe haber sido el señor Del real —dijo Lorena— dijo que nos iba a ayudar como pudiera, y estar comunicados es muy útil.
—Por lo menos a mí me viene genial —dijo Leticia resueltamente— no voy a negarlo.
—Al menos tenemos para llamar por cualquier cosa, pero no hay que apartarse ni quedarse solos.

Hernán se hizo sonar los dedos.

—Entonces seguimos con la idea de golpear al enajenado que se nos atraviese.
—Sí, pero igual hay que tener cuidado —comentó Fernando— porque hasta ahora nadie ha quedado con secuelas pero tampoco es la idea probar hasta donde podemos llegar.
—Eso ya lo sé.

Soledad suspiró pensando en la falta que les hacía Dani.

—Es mejor que vayamos ahora, no quiero además un castigo de Carvajal.
—Es cierto.

Se separaron para llamar aunque fuera un poco menos la atención de quienes pudieran estar alrededor, pero el panorama que se encontraron al llegar a la Secundaria fue por completo inesperado, y además derribó todos los planes que tenían pensado aplicar.

—Esto es imposible —dijo Fernando totalmente perplejo mientras los demás se le unían en la entrada— ¿ustedes también lo perciben?
—Si, y es muy fuerte —dijo Lorena— hay una energía muy fuerte, es más fuerte que todo lo que se había sentido antes aquí.
—Fíjate en lo más evidente —la regañó Leticia— mira a la gente a nuestro alrededor.

Efectivamente, tan pronto estuvieron en el interior, notaron que algo había hecho efecto en las personas; aparentemente todo estaba como de costumbre, pero la actitud de las personas había cambiado, y para mal; cada estudiante y maestro se veía cansado y malhumorado, pero tal como lo dijera Lorena, la energía que se sentía en el ambiente era pesada y deprimente, justo el tipo de atmósfera que menos necesitaban en un momento como ese.

—Dios, ¿será que están enajenados?

Fernando tranquilizó a Carolina.

—No lo creo. Yo más bien diría que están... no sé cómo decirlo...
—Están afectados —dijo Lorena— no puedo creerlo. No estoy segura, pero tengo la sensación de que lo mismo que antes le pasaba a las víctimas de los espíritus, ahora se ha... expandido.
—No me gusta cómo suena eso —dijo Leticia— si tienes razón en lo que estás diciendo, quiere decir que ante cualquier cosa moriremos aplastados por una turba.

Pero Hernán estaba siendo más práctico.

—Ustedes especulan mucho.

Se acercó a una niña de primero que pasaba por ahí. Después de un momento volvió con ellos.

— ¿Qué pasó?
—Le pregunté la hora y casi me mordió —replicó el rapado— pero nada más. Creo que no hay que preocuparse porque no parecen querer matarnos como los otros.
—Tanto mejor —comentó Fernando— estoy de acuerdo.

Los dos se miraron extrañados.

—Y ahora estamos de acuerdo, voy a tener pesadillas.
—Ni lo digas, yo ya necesito un analgésico.

Soledad decidió saltarse las ironías.

— ¿Qué es lo que se supone que vamos a hacer?
—Por ahora hacernos los locos.
—Si, y estar muy atentos a todo lo que pueda pasar.

Soledad estaba en su casa esa tarde cuando su madre fue a su habitación.

—Hija.
—Dime mamá.

Su madre la miraba con ternura, sabía que estaba pasando por un mal momento.

—Sé lo que pasó con Dani. Todos los padres lo sabemos. Debes estar preocupada.

Soledad sentía ganas de decirle toda la verdad, contarle aquello en lo que estaba involucrada, pero sabía muy bien que no podía hacerlo, porque eso perjudicaría todos sus intentos junto a los demás.

—Si mamá, estoy preocupada por él.
—Es lógico, son muy amigos.

No era de eso de lo que pretendía hablar. La joven suspiró.

—Es cierto. Pero todo eso tú ya lo sabes.

Su madre se saltó ese comentario.

—Quiero saber qué es lo que pasa hija. Y no me digas "nada" porque se nota que algo te sucede; tampoco puede ser por lo de Dani, estás así desde antes de su accidente.

Soledad sabía que en algún momento iba a pasar algo así; no había podido disimular todas las lesiones que había sufrido en los días recientes, pero entre ella y sus padres había un acuerdo tácito de no hablar de ese tema.

—Este año está resultando mucho más difícil de lo que me esperaba.
— ¿En qué sentido?
—La presión de los estudios —replicó frunciendo el ceño— siento que estoy perdida y no sé adónde ir.

Su madre podía conservar sus dudas, pero sabía que Soledad no acostumbraba mentir.

—Solo estás en tercer año, y sabes que hay muchas cosas que aún tienen que pasar. Tienes que prepararte para el próximo año.
—Puede ser, pero de todos modos me siento un poco superada. Además ocurrió lo de Dani y estoy preocupada por él, no quiero que le pase nada malo.

Estaba segura de desviar la atención con eso, pero mencionar a Dani fue un error.

—Escuché cosas fuertes, hay gente que dice que fue un intento de asalto.
—Fue un accidente, a la silla se le soltó el freno.
—Eso no explica que sus padres estén tan preocupados de que el tema no se sepa.
—A ninguno de ellos les gusta la victimización, supongo que es por eso.
—Puede ser. Soledad, quiero que me prometas que si te pasa algo malo, lo que sea, vas a confiar en mí.

Desde luego que iban a llegar a ese punto, pero no podía, de verdad no podía.

—Te prometo que si me meto en cualquier cosa peligrosa te lo diré.

Dicho de esa manera era verdad, de modo que su madre le creyó al mirarla a los ojos.

Mientras tanto, Fernando salía de su cuarto para tomar algo del refrigerador, y se topó con su padre en la cocina, aunque a todas luces había ido allí a propósito. Eran tan distintos, el atractivo y moderno, su padre clásico y serio.

— ¿Tuviste alguna pelea en la secundaria?

Era inevitable que se lo preguntara; había cuidado la cara con éxito, pero tenía golpes o rasmilladuras en los brazos, no podía culparlo a él y a mamá de sospechar de sus actos.

—No, no he tenido peleas. Si lo preguntas por los brazos, es porque estoy practicando algo de lucha con un compañero.
—Tú practicando lucha —replicó su padre perplejo— es una broma.

Sabía que lo quería, pero cuando hablaban de ciertos temas ninguno de los dos bajaba la guardia. Su padre no olvidaba los problemas que había causado en el pasado, Fernando jamás iba a olvidar su reacción ante esos hechos.

— ¿Y por qué tendría que ser una broma? Que tenga estilo no significa que no me guste el ejercicio, además te ahorro el gimnasio.
—Claro. Que yo sepa no hay clases extraprogramáticas éste semestre.
—No son clases, practico con un compañero experto.
— ¿Cuál?
—Hernán —respondió detestando tener que recurrir a él— nos está poniendo en forma a varios del curso, y tengo algunos ratos libres entre clases.

Se miraron fijo. Decir que Hernán les hacía clases de lucha era estirar demasiado la verdad, pero solo esa mentira podía sustentarse en algo si su padre insistía en preguntar o averiguar.

—Ten cuidado.
—Te prometo no llegar con huesos rotos.

Lorena estaba en su habitación leyendo un poco antes de dormir. En eso tocó su madre, una mujer corpulenta y de actitud cariñosa y la miró tiernamente desde el umbral.

—Te amo.
—Yo también mamá.
—Sabes que prefiero preguntarte antes de hacerme ideas.

Eso era bueno, pero después de todo lo que había pasado no estaba con energías.

— ¿Qué ocurre?
—He oído cosas sobre la Secundaria —replicó lentamente— al parecer la gente cree que se está volviendo inseguro.

¿Qué era lo mejor que podía hacer en ese caso? Decidió optar por lo más sano y enfrentar la situación.

—Supongo que lo dices por los accidentes de hoy.
—Las noticias vuelan Lorena. Y me preocupa que pueda ser peligroso, no te cambiamos de lugar de estudios para que termines otra vez en un mal lugar.

Fue extraño, pero Lorena sintió como una voz de alarma se detonaba en su interior. No, no podía irse de ahí aunque quisiera escapar, tenía que resolver sus asuntos con los espíritus primero.

—No hay de qué preocuparse mamá. Es cierto que hay accidentes, pero la Secundaria sigue siendo tan segura como de costumbre. Es el mejor lugar que pudieron elegir para que haga éstos últimos dos años.
—Me alegra que te guste, sabes que me preocupo por ti y no quiero que nada te distraiga de tus deberes en los estudios, sobre todo ahora que vienen los exámenes de fin de año; es muy importante que tengas ésta base para que el próximo año sea perfecto.

Lorena sonrió.

—Para mí también es muy importante que todo resulte bien.

Mientras tanto, Carolina estaba terminando de imprimir información para un trabajo pendiente de la Secundaria en la sala de su casa, cuando vio a su padre salir de la cocina en bata.

— ¿Qué haces despierta a ésta hora?
—Se me olvidó imprimir ésto y es para mañana.
—Es casi la una de la mañana, no te acuestes tarde. Mañana tienes clases, no te hará bien andar con sueño.
—No te preocupes, termino ésto y me acuesto.

Miró a su padre. Era un hombre joven y fuerte, pero era imposible no ver las ojeras. Habían tenido una semana especialmente dura, no era la única que tenía problemas.

—Tú tampoco te acuestes tarde.
—Claro. Hasta mañana hija.

Subió al segundo piso. Carolina suspiró, sintiéndose culpable por esconderle cosas como lo que pasaba en la Secundaria, y a la vez aliviada por no darle más problemas a ambos. Necesitaba descansar.



Próximo capítulo: Intentos inputiles

La última herida capítulo 40: Una visita desconocida




Ambos ya habían visto el video una vez, pero Rosario se había desvanecido al poco; aunque Benjamín insistió en que llamaran a un doctor, ella se opuso e insistió en ver el video completo. La tristeza estaba traspasándola, pero no iba a negarse a la realidad.
El punto de vista de la cámara era de la habitación de Matilde en el departamento anterior, lo que indicaba que venía planeando eso desde hacía tiempo. Por eso el silencio, por eso su cambio de actitud tan radical, no solo era tristeza.

"Mamá, papá."

Matilde lucía algo demacrada, como en la época luego de la ceremonia fúnebre. Parecía tanto tiempo y tan poco a la vez.

"Para comenzar, quiero decirles algo que saben, pero que probablemente ha quedado relegado a un segundo plano durante este tiempo. Los quiero. Los amo con todas las fuerzas de mi alma, a ustedes y a mi hermana, son todo lo que tengo y todo lo que necesito en la vida. Pero las cosas son mucho más complicadas de lo que han parecido hasta el momento, y saben cual es el origen de ello."

Se quedaba quieta, en silencio mirando a la cámara. Estaba siendo difícil para ella mantenerse entera.

"Tienen que comprender que hay cosas que están fuera de su control, y probablemente de su entendimiento. No estoy subestimando su capacidad, estoy diciendo que hay cosas que las personas comunes como nosotros no podemos controlar o siquiera comprender, y son esas cosas las que realmente son más peligrosas que lo que creemos que es el crimen o el delito en general. Por lo mismo, es que no puedo decir textualmente algunas cosas, y espero que entiendan que es por un motivo superior a mi: ustedes.
Los medios a través de los cuales llegué a contactar y acceder a los métodos de tratamiento para Patricia luego del accidente son algo que no voy a poder explicarles, y deben saber que es por su propia seguridad. Pero lo cierto es que nunca debí llegar hasta ese punto, ahora lo sé, pero por desgracia es demasiado tarde para hacer algo al respecto. Las personas que a lo largo del tiempo han llegado a maravillas como esas tienen contactos, redes de apoyo y poder suficiente como para hacerlo, porque hay métodos a través de los cuales se protegen ante cualquier eventualidad. En un principio, cuando mi hermana colapsó, pensé que lo peor del mundo era que ustedes no estuvieran conmigo para poder apoyarme, pero con el paso del tiempo he entendido que fue lo mejor, ya que su destino habría estado seriamente comprometido, y no sé si habrían podido soportarlo."

Una nueva pausa. Benjamín vio como su hija menor salía de la imagen, seguramente para enjugar sus lágrimas, o beber algo de agua ¿Cuántas veces habría practicado todo eso? La fortaleza que estaba demostrando era solo comparable con la madurez de sus palabras.

"Soy culpable de haber tomado malas decisiones. Sé que como padres siempre van a tratar de entender, de dar un punto en favor de sus hijas, pero la verdad en esto es, que siempre he tenido responsabilidad en las cosas que sucedieron después. La tuve al acceder sin pensarlo dos veces a quienes realizaban esos tratamientos, y la tuve al inmiscuirlos a todos ustedes en esto. Las consecuencias de esto estuvieron a la vista cuando mi hermana colapsó, y ese colapso se produjo por un tema demasiado horrendo como para decirlo. La seguridad de ustedes estaría en riesgo si supieran de qué se trata, pero basta que sepan que el crimen que se oculta tras la belleza garantizada por esas personas sin escrúpulos es tan atroz, que solo mencionarlo es un delito por sí mismo. No exagero ni un poco al decir esto."

Una nueva pausa, pero a diferencia, no se mueve, sino que su mirada se pierde por un momento. Está evaluando lo que puede decir y lo que no ¿Qué horror esconde tras sus palabras?

"El colapso de Patricia habría supuesto su muerte inmediata, pero un azar del destino quiso que no fuera así, lo que lejos de ser un motivo de alegría, significó el comienzo de un infierno que ustedes no pueden dimensionar. La gente detrás de aquellos tratamientos supo que quedaría expuesta aquella horrible metodología que utilizaban desde hacía tiempo, lo que los llevó a decidir eliminar las pruebas de ello. Eliminar a mi hermana."

Rosario no pudo evitar contener la respiración al escuchar a su propia hija hablar de esa manera. ¿Qué terribles sucesos les habían sido negados mientras ellos estaban en la Hacienda incomunicados por una casualidad provocada por el clima?

"Sé que se preguntarán  muchas cosas al respecto, entre ello, por qué no recurrí a las autoridades para que ayudaran a mi hermana en un momento tan angustiante. Otro error de mi parte fue precisamente hacer eso. Creí que podía recurrir a las autoridades para que fueran en mi auxilio, y con eso solo aumenté la magnitud de las consecuencias de los actos de aquellas personas. Cuando hay gente poderosa que quiere acceder a privilegios de salud, dinero o cualquier cosa, ellos también tienen formas de protegerse. Gente de adentro."

Eso último lo había dicho con un tono de voz glacial, frío como jamás la habían escuchado antes. Gente de adentro. ¿Policías, médicos, políticos? ¿Todos ellos? Rosario apretó los puños sobre el regazo, completamente impotente.

"Aunque parezca increíble, las personas a quienes recurrí en un intento de ayudar a mi hermana, se convirtieron en mis enemigos cuando nos volvimos una amenaza para ellos. Y sin saber que aquellos a los que pedía ayuda eran parte de sus redes, caminé junto a mi hermana moribunda, hacia una muerte segura. Pero a pesar de lo certero de sus actos, una serie de coincidencias, o actos desesperados si lo puedo llamar así, nos mantuvieron a ambas vivas. Mucha gente salió dañada en ese trayecto, y jamás podré perdonarme por eso. Pero finalmente lo que era su deseo, se convirtió en un hecho; jamás íbamos a escapar de gente tan poderosa y con tantos contactos."

Asesinada. Patricia había sido asesinada, no era solo una bala loca en medio de un operativo fallido de la policía. Benjamín sintió que se le revolvía el estómago, pero si había algo peor que saber esa verdad, era tener conciencia de su impotencia ante esa realidad. Su hija estaba advirtiendo de manera clara que en la policía había gente del lado de los criminales. Ya no podían confiar en nadie, finalmente el término del camino estaba frente a ellos, donde estaban absolutamente solos ante la verdad. Quiso llorar, pero ni de eso era capaz.

"Ellos solo querían eliminar a Patricia para callar con ella las pruebas del horror que causaban, y cuando eso estuvo hecho, se dieron por satisfechos. Pero yo..."

Sus palabras quedaron flotando un momento en la grabación. Rosario sabía lo que iba a oir, su corazón de madre ya lo sabía por anticipado, pero se negaba a aceptar que algo tan terrible sucediera a su hija. A su hijita.

"...yo no podía permitirlo. Para mi no había terminado, no podía simplemente terminar, no con esa gente saliendo indemne de todo lo que habían provocado. Tengo culpa en involucrar a otras personas en mi búsqueda de ayuda, pero quienes jalaron los gatillos fueron ellos, y era necesario hacer algo al respecto. Pero ¿qué haces cuando las autoridades en quienes debes confiar, están infestadas con el gen que provoca la enfermedad que contagia todo?"

Te haces cargo tú mismo, pesó Benjamín al instante. Esa era una frase de su padre, que él mismo había contado a sus hijas alguna vez cuando pequeñas. Recordar que su padre, en tiempos de juventud, había tenido que defender terrenos a punta de balazos le atravesó el corazón como un puñal.

"Hice lo que tenía que hacer. Tuve que tomar en mis manos la justicia que me había sido negada, la oportunidad que le había sido negada a mi hermana, a la más inocente de todos. El sufrimiento y el dolor por el que pasó Patricia es algo que nunca voy a poder reparar, y sé que llevaré a la tumba conmigo, pero necesitaba hacer esto. Necesito hacerlo. Ahora todo está más allá de mi."

No tenía que comprobarlo. Rosario sentía como las lágrimas corrían incesantes por su rostro, mientras el corazón azotaba violentamente su pecho; nunca podría volver a abrazar a su hija, ni acariciar su cabello o contemplar sus ojos. Estaba lejos, tan lejos que su amor de madre jamás podría alcanzarla; la había perdido para siempre, y supo en ese momento, mientras a la distancia Matilde le dedicaba aquellas palabras, que el destino estaba decidido desde antes, incluso mientras ellos compartían con ella los fines de semana intentando mantener algo de la vida que habían tenido. Su hija había hecho lo mismo que ella, en su dolor ante la tragedia de Patricia, había querido hacer en un principio: cobrar al destino o a quienes tuvieran la responsabilidad cada segundo de dolor y agonía. Pero aquella acción había tenido un costo tan horriblemente alto, que para pagarlo, ella había tenido que sacrificar todo. Absolutamente todo.

"Sé que como padres, no van a entender esto. Que aunque les cueste reconocerlo, en el fondo estarán, quizás mucho tiempo, culpándome por tomar esta decisión. Sé que probablemente será una lucha con ustedes mismos, porque sentirán que estoy haciéndoles más daño que bien. Que estoy siendo estúpida y egoísta al tomar en mis manos una venganza que tal vez no solo me correspondía a mi. Que estoy siendo enormemente egoísta al ponerlos en riesgo de perder a la hija que les queda. Es probable que tengan razón en esos sentimientos, pero en este momento debo decirles que lo que hago, lo que he hecho, no solo tiene que ver conmigo. Es verdad que siento culpa y rabia por haber cometido errores que solo dañaron a quienes me rodeaban y a las personas que me importan, pero lo que comencé a hacer no es solo por mi; es por lo que le hicieron a mi hermana en un momento en que no podía defenderse, por involucrarlos a ustedes, por perjudicar a quienes intentaron ayudarme, por envenenar la sangre de instituciones que deberían ejercer una labor como vigías de la paz."

Entonces la muchacha que estaba frente a la cámara se quebró, por primera vez desde que comenzara el video, o al menos por primera ante el lente; no lloró, pero sí guardó silencio durante unos momentos, en los que una solitaria lágrima escapó de uno de sus ojos. Benjamín sentía que el corazón iba a detenerse en cualquier momento ¿Cuánto más de lo que decía, habría sufrido su hija mientras ellos, ambos ignorantes, se esforzaban por acompañarla, pensando que lo correcto era respetar su silencio y cambio de actitud?

"Lo siento tanto. No saben cuánto siento todo esto, y cuánto daría por evitarles este dolor, y todo por lo que tuvieron que pasar desde ese día en que Patricia sufrió ese accidente. Desde entonces nada ha vuelto a ser igual, y sé que nunca lo será tampoco. Pero no viviré toda una vida sabiendo que los culpables están libres y haciendo daño a otras personas, no si puedo hacer algo al respecto; quiero que sepan que los amo con todas mis fuerzas, y que si consigo esto, será para preservar lo que más me importa, ustedes.
Les he dicho que las autoridades están infestadas del mismo germen maligno que nos dañó en un principio, y al decirlo no estoy exagerando ni un poco. Sé que como padres, van a pensar que lo correcto es recurrir a ellos, pero después de ver correr la sangre de personas valiosas a manos de ellos, es que puedo decirles con convicción, que hacer algo así solo generaría dolor, o lo que es peor, burla e incredulidad. Una vez que yo no esté, no habrá amenaza para ellos, por lo que cualquiera que trate de acusarlos de cualquier clase de crimen, solo quedará en ridículo, y eso podría ser peor que el daño que me hicieron a mi. Sé que no puedo detener a una organización de las dimensiones de aquella de la que no me atrevo a mencionar su nombre para no ponerlos en riesgo, pero lo que pretendo es, al menos, hacerles el daño suficiente como para que sepan que no son invulnerables. Si en el trayecto puedo además devolver algo del mal que ellos han hecho, entonces mi misión habrá tenido algo de sentido. No hagan ninguna tontería. No se expongan, no traten de creer en nadie como lo hice yo; esta vez es su hija la que les exige que obedezcan su voz, ya que en esto, la tragedia me ha enseñado de la peor manera que sería la peor decisión."

Al ponerse de pie, Rosario sintió que la habitación le daba vueltas. En la puerta estaba uno de los trabajadores de la Hacienda esperando a decirle algo.

– ¿Qué ocurre?

Su voz sonó ronca y áspera, pero no le importó. Todo lo que había hecho por ellas, toda la vida que les había entregado desde el vientre, se estaba desmoronando de manera irremediable en ese momento. No era más que una cáscara vacía a la que le habían quitado todo.

–Hay una persona afuera que está preguntado por usted.

No reaccionó durante unos eternos segundos. La percepción del tiempo y el espacio parecía haber cambiado para siempre, era como si a partir de las palabras que estaba escuchando, y de las horribles verdades que escuchaba, el universo a su alrededor hubiera cambiado irremediablemente, pasando a moverse a un ritmo que ella nunca podría asimilar como verdadero.

–Dile que espere.

Su voz tiene que haber sonado muy dura, ya que el hombre no dijo nada, y solo hizo un leve asentimiento antes de salir y cerrar la puerta. Volvió a sentarse ante la televisión, donde la cara de su hijita volvía a ocupar todo su campo visual. En ese momento recordó cuando nació, y como se dijo a sí misma que si había un momento en la vida que querría dejar intacto en su memoria para siempre, era ese, cuando estaba recostada con su pequeña hija en sus brazos, escuchando el latido de su corazón y sintiendo el calor de su piel; jamás lo había olvidado, y en ese momento en que todo se estaba destruyendo para siempre, necesitó desesperadamente volver a ese momento en que todo fue perfecto, y quedarse ahí definitivamente.

–Hay cosas que no puedo explicarles, y para su tranquilidad, lo mejor es que se queden así; por desgracia, he llegado a un punto en mi vida, en que no puedo simplemente dejar que las cosas se queden como están. Es demasiado el dolor, demasiada la injusticia y la maldad, y el egoísmo de mantener la propiedad a costa de las vidas de otros.
Quisiera estar ahí para abrazarlos y nunca más alejarme de ustedes, pero ahora que han pasado todas estas cosas, sé que la única opción que tengo es alejarlos mientras intento algo que a mi misma me parece imposible. Tengo que dejar de llorar y ser fuerte. Intentaré salvar algo para ustedes, no hagan preguntas, ni esperen nada, si pasa, solo dejen que suceda.

Benjamín se sentía igual que si lo hubieran amarrado de brazos y piernas, y amordazado su boca: no era capaz de reaccionar, ni de emitir sonido en esos momentos; todo había terminado ¿Por qué el destino se ensañaba con sus hijas, las que no habían cometido mayor error que ser ellas mismas? Su rabia y su dolor eran tan grandes que nunca podría dejar de sentirlos.

–Solo piensen que me he ido de viaje ¿está bien?

La grabación quedó una vez más en silencio, y el padre supo que se debía a algo muy antiguo, de cuando ellas eran niñas. Una vez viendo una película, Matilde dijo que alguna vez le gustaría hacer un largo viaje, igual como la protagonista, para recorrer el mundo alejada de todos. "Voy a hacer un viaje que es el comienzo de todo, mi corazón siempre será de ustedes" era lo que decía el personaje en el cine. Con los años esos recuerdos y fantasías quedaron en eso, pero ahora volvían como fantasmas para arrastrar a su hija más allá de donde él podía alcanzarla. Cómo quiso en ese momento estar junto con ellas, con ambas, sentadas junto a él, sin más preocupaciones que acostarse temprano y mandarlas a lavarse los dientes, en un tiempo en que él podía mantenerlas a salvo.

–Es mejor así. Piensen que he hecho un viaje, para conocer tanto del mundo como no conozco aún, y que cada noche estaré pensando en ustedes, con todo mi amor y mi fuerza; si piensan cada noche que estoy con ustedes, mirando el mismo cielo que miran sus ojos, entonces nunca estarán solos, y será como si esto jamás hubiera pasado, siempre habrá un mañana para tomar desayuno juntos y charlar de lo que queremos para el futuro.

Las siguientes palabras, Rosario las escuchó como en un sueño; no era una promesa ni un vaticinio, tan solo una idea en mente de su hija, una forma de decirles lo que había mantenido oculto hasta ese momento, una verdad tan difícil de creer como al mismo tiempo posible. Una posibilidad, remota por cierto, pero existente, de rescatar de ese dolor algo, aunque fuera solo algo, que los mantuviera enteros. Alguien había llamado a la puerta.



Próximo capítulo: Monstruo herido no muere, solo espera

La traición de Adán capítulo 4: Mariposas



¿Sabes para que vuelan las mariposas?

Cuando Micaela escuchó el aviso por altavoz de que el viaje del barco había terminado, no se movió del cómodo camarote que la había albergado la mayor parte del tiempo durante el viaje.
Se trataba de una mujer de 26 años, de figura espléndida por su estatura cercana al metro setenta y cinco y su cuerpo fuerte y vigoroso; tenía brazos largos, piernas fuertes por el nado y la bicicleta, y toda su estructura demostraba que era una joven saludable aun cuando no hubiera hecho nada de ejercicio mientras duraba el viaje de regreso al país.
Un viaje de placer.
Sin embargo, la joven de cabello castaño oscuro y que lo mantenía corto hasta los hombros, siempre rebelde y con un corte osado e irregular, no había hecho ese viaje por placer. Ni el anterior. Micaela estaba huyendo, y aunque le molestara, ella misma debía reconocérselo. Llevaba ocho meses escapando, desde esa tarde horrible cuando su vida había sido arruinada ¿O ella misma la había arruinado al fijarse en esa persona, al amar a esa persona?
Daba lo mismo.
Era una mañana cálida cuando llegó a puerto, cargando un morral al hombro y tirando de una maleta; ocho meses de huir, ocho meses de simular que se había ido al extranjero a culturizarse, y de engañarse a sí misma, porque  por mucho que de verdad estuviera trabajando, en realidad lo que hacía era huir. Y lo que más rabia le daba era que escapaba porque le dolía, porque a estas alturas la traición y el amor eran lo mismo, porque venían de la misma persona, y ante eso no tenía defensa. Y por supuesto que las vueltas del destino la habían obligado a volver, porque hace un par de semanas un conflicto del banco en donde tenía su dinero y las firmas con las que trabajaba requerían su presencia, que irónico que en un mundo cada vez más globalizado y tecnologizado, tuviera que regresar al país para hacer trámites que no se podían hacer por correo electrónico o video llamada.
Daba lo mismo.
De por sí ya no era alentador estar de regreso en el país, así que tomó un crucero para tratar de engañarse y creer que se relajaría y llegaría con ánimos al menos de no deprimirse. Tenía un bronceado saludable y había descansado. No había resultado, pero esa mentalidad depresiva no era efectiva, quizás se había desatado en ella porque estaba en un estado diferente al habitual, cuando con la presión del trabajo hacían que la adrenalina funcionara en lugar de los sentimientos. Así que Micaela decidió tener todo finiquitado ese mismo día, ir directamente al banco, solucionar los problemas, dejar la cuenta enlazada con sus cuentas en el extranjero para no tener que volver, y tomar el primer avión que encontrara de regreso a Europa.
Fue entonces cuando, de pie junto a un semáforo, esperando cruzar, la vio. Inocente, frágil, pero poderosa por su delicadeza y hermosura, una mariposa de considerable tamaño, reposando sobre una hoja, ajena a lo que pasaba por la mente de la joven en esos momentos. No era igual, pero sí muy parecida a una de las que aparecían en esa pintura que nunca olvidaría, esa que de algún modo ejemplificaba todo lo que le había pasado después. Y la pregunta volvió a aparecer en su mente, tal como si la escuchara en esos momentos, la pregunta que definió tantas dudas.
¿Sabes para que vuelan las mariposas?
Ella había tenido una mariposa, una tan hermosa y frágil como no lo creyó posible, y en su momento pensó que estaría para siempre, pero al final la traición fue la respuesta a la pregunta, y los hechos finalmente la habían arruinado. Pilar Basaure. Su mariposa, ese ser tan frágil que resultó ser un engaño ¿En qué parte de la historia se había trastocado en alguien así?
Pensar en Pilar seguía haciéndole mal, principalmente porque aunque eso la hiciera retorcerse de rabia, la amaba. La amaba y la odiaba por hacerle lo que le hizo. Al menos tenía la opción de sufrir en paz, sin que nadie más que una imagen fantasmal la perturbara, porque sabía que Pilar no estaba en el país, pues ella también había huido hacia ocho meses atrás, cuando quizás por remordimientos había tomado sus cosas para salir y nunca volver. Esa había sido la última noticia que había tenido de ella.
Micaela subió al taxi abrazando el morral que siempre cargaba consigo, con la vista perdida en el horizonte, sin mirar nada más que su pasado, donde de un día para otro la felicidad se había convertido en dolor; tenía que solucionar sus problemas financieros, y ya que estaba en un sitio tan decisivo, podía aprovechar la oportunidad y hacerse cargo de algo más. Ya no iba a huir. Volvería, no a ver a Pilar, pero si volvería, a los lugares que las vieron, volvería a los recuerdos y al sufrimiento, y conseguiría extirpársela de una vez por todas. Micaela se juró a sí misma, esa mañana, que ya no seguiría más escapando, se sacaría a esa mujer del recuerdo, y con fuerza se juró que el odio la llevaría  a destruir el sentimiento, hasta que llegara un punto en que solo quedara vacío. Después podría empezar de nuevo.
Mientras tanto en la capital, Pilar entraba en la habitación donde seguía bajo seguimiento su madre, Carmen Basaure.

– ¿Mamá?

Lo dijo en un tono de voz muy bajito, casi hablando consigo misma, casi por costumbre de cuando era pequeña y quería entrar al taller de su madre, y ella la reprendía por interrumpir su concentración. La noticia la había golpeado, principalmente porque aún estando consciente del paso de los años, seguía viendo a su madre como la mujer fuerte, temperamental y de voluntad  inalterable que siempre había visto. Demasiado fuerte como para estar en riesgo de morir. Y sin embargo ahí estaba, entubada, conectada, inconsciente e indefensa. La única persona que tenía como familia era ella, alguien demasiado cobarde y débil como para hacerse cargo del algo así, o de la galería de arte, o de decisiones difíciles. De modo inconsciente, cuando estaba ahí sola en frente de su madre gravemente afectada, Pilar pensó automáticamente en quien podía necesitar en ese instante, y la imagen de Micaela apareció frente a ella, haciendo que las lágrimas brotaran de sus ojos sin poder contenerlas. ¿Cómo tendría fuerzas para enfrentar una desgracia como esa, cuando ni siquiera podía recordar a Micaela sin llorar?
Estaba sola, pero no como cuando había llegado al país y pensaba visitar la galería y ver la alegría de su madre, aún sin ser vista, ahora estaba sola frente a lo desconocido, y sabiendo que no tenía más opción que seguir aunque no lo quisiera.
Fuera de la habitación, Adán Valdovinos descansaba sentado con los brazos cruzados, con la apariencia perfecta y lozana de siempre, aunque interiormente estaba preocupado ¿Porqué la hija de Carmen tenía que llegar al país justo en ese momento?
Y además de todo se la había topado como por accidente en la calle. Ella no lo conocía, pero él ya había investigado lo suficiente como para reconocerla, y aunque desde luego no quería involucrarla porque se convertía en un nuevo contratiempo, no podía mantenerla al margen, porque eventualmente se enteraría de todo y él no podía dejarse perjudicar de ese modo. Así que tuvo que acercarse a ella, presentarse y lanzarle en la cara el mal momento de Carmen, para convertirse en el apoyo también de la hija y mantener de alguna manera el control de todo.




Próximo episodio: A ciencia cierta