Como comenté anteriormente, he debutado en varias otras páginas dedicadas a la literatura, y en particular en Wattpad he desarrollado un apartado único, en donde comento mi experiencia acerca de los libros. No es una crítica, ni una recomendación, solo es Un cuarto de libro.
Desde luego que comienzo por casa, con el comentario de mi experiencia con el primer libro que publiqué en este blog, que es La traición de Adán. Como podrán ver, escribirlo no me limita a la hora de criticar, de hecho soy uno de mis más acérrimos enemigos.
Ahora bien, para poder ver el comentario, solo deben seguir este enlace y estarán dentro de Wattpad tanto en el ordenador como en el móvil, en un ambiente entretenido, relajado y con toques de humor negro.
Pronto más comentarios
Acompáñame en el increíble viaje por el mundo de la literatura. Cómics, libros, escritura y mucho más.
La última herida capítulo 23: Palabras muertas
Matilde quería irse de ahí, y a la vez seguir escuchando a Antonio ¿Quién era realmente ese hombre, cuáles eran sus verdaderas motivaciones? Le costaba mucho mantenerse quieta y en silencio, pero iba a hacerlo, al menos de momento.
–Dígame por qué trató de matar a Matilde.
–Ya se lo dije, para salvar mi vida.
– ¿Usted trabaja para ellos?
–Sí, pero no soy el responsable de esto.
– ¿Que trata de decir?
– ¿Cómo que qué quiero decir? –replicó Antonio– nada de esto habría pasado si no fuera por Patricia, ella es la responsable de todo.
– ¿Por qué?
– ¿Acaso era muy difícil? Solo tenía que hacer lo que le dijeron, pero se las arregló para arruinar el tratamiento y por eso es que todos estamos en ésta situación ¿Cómo pudo ser tan tonta?
Eso fue suficiente para Matilde. De pronto estuvo avanzando hacia ese hombre que creyó su amigo, gritando completamente descontrolada. Mayorga la sujetó por los hombros, pero no pudo evitar que ella dijera lo que estaba pensando.
– ¡Cómo te atreves! ¡Patricia ha sufrido mucho desde que tuvo el accidente, ella es una víctima de esa gente horrible y de ti y tus planes, solo eres un pedazo de basura!
– ¡Cálmese!
– ¡Solo viniste para hacernos daño!
Pero Antonio no parecía preocupado por las palabras que escuchaba.
– ¿Acaso estás segura de lo que estás diciendo? El tratamiento debió haber resultado perfecto, apuesto que nadie veía a tu hermana porque no sabían como explicar que ella sanara tan rápido ¿O no es así?
Matilde dio un paso atrás.
–Tú...
El otro sonrió más ampliamente.
–Claro que fue así. Y de alguna manera arruinó el tratamiento, por eso es que se descompensó.
Mayorga volvió a tomar el control de la situación.
–Está hablando conmigo, no trate de desviar la atención. Dígame que trabajo hace para la gente de la clínica.
–Información, eso es lo que hago. Pero si espera que le de nombres, pueden olvidarlo, no sé lo suficiente, nadie jamás está tan arriba excepto ellos.
–Pero trabaja para ellos ¿Cómo llegó a eso?
–De la misma manera que ella –asintió sin perder la sonrisa– pero tiempo antes. Sufrí un accidente en el que resulté con heridas graves, pero no tenía el dinero para costear ningún tipo de tratamiento, mucho menos algo como Cuerpos imposibles. Pero como sé de informática, descubrí algunos datos importantes y llegué a una persona que sabía algo al respecto. No podía pagarles, pero me ofrecieron un trato y de la noche a la mañana estaba manejando información para ellos. Lo demás solo fue seguir trabajando.
– ¿Por qué estaba en la urgencia después del accidente de Patricia?
–Una casualidad. Solo iba a buscar un informe cuando me encontré con las amiguitas de Matilde, pero no esperaba que pasara nada más.
El policía frunció el ceño. Ese hombre probablemente había matado antes, o tenía una sangre fría impresionante.
– ¿Entonces cómo es que terminó involucrado?
–Cuando Matilde consiguió la información de la clínica, aún no estaba informado de nada. Poco después revisando algunos archivos supe la noticia y no me pareció extraño, pero poco después me avisaron que tenían una probable fuga de información.
– ¿Qué quiere decir?
–No se supone que la gente que ha ido a la clínica esté informando de eso en todas partes, por eso es que los amenazan con el contrato y repiten tanto lo de la confidencialidad –explicó sin inmutarse– pero no sabían de qué manera es que consiguió la tarjeta.
–Pero fue atendida de todas maneras.
–Para el momento en que me avisaron de la fuga de información ella ya estaba en contacto, lo mejor era descubrir quién podía haber hecho algo indebido mientras ella se sometía al tratamiento, a fin de cuentas que iban a cobrar el dinero de todas maneras.
–Pero...
–Pero no aparecía ningún tipo de información. Como yo era conocido de ella, me enviaron a averiguar más, pero las cosas se complicaron porque Patricia tuvo el ataque, de modo que tuve que apresurar las cosas.
–Entonces por eso es que se reunió con Matilde.
–Tenía que apresurarme –explicó– Ya llevaba demasiado tiempo sin resultados, de modo que apuré las cosas, y ahí fue cuando me dijo que era Miranda Arévalo quien le había pasado la información.
El policía asintió. Todo lo que le había dicho Matilde no era más que la verdad, pero lo cierto es que mientras hablaban estaban moviéndose piezas de un tablero en el que claramente él no era más que una parte muy pequeña.
– ¿Y eso era suficiente para matarla?
–Eso sucedió en el último momento –dijo luego de una breve inspiración– cuando tuve el dato del ataque de Patricia supe que las cosas habían salido mal, y casi al mismo tiempo vi que tenía la oportunidad de mi vida de salir de las redes de la clínica: si terminaba con esa fuga de información, mi deuda estaría saldada. Solo tenía que terminar con el sufrimiento de Patricia, y sacar a Matilde del camino.
–Terminar con el sufrimiento de Patricia –repitió el policía.
–Es bastante sensato si lo piensa –dijo el hombre– nadie sobrevive si no termina el tratamiento, así que ella va a morir de todas maneras. Solo que ahora va a sufrir más encerrada en esa urgencia donde la escondieron.
–Si estaba condenada a muerte –intervino Matilde con furia– dime por qué se la llevaron, por qué es que hicieron eso.
Por primera vez Antonio se mostró sorprendido. Abrió mucho los ojos ante la sorpresa, tras lo cual desvió la mirada de ella al policía de ida y vuelta.
– ¿Cómo que se la llevaron?
–Un doctor se llevó a Patricia con rumbo desconocido – respondió el policía– y usted va a decirme dónde está.
–No, no puede ser –dijo Antonio– no pueden habérsela llevado, no es esa la orden.
–No me mienta –replicó el policía ásperamente– diga la verdad por su bien.
– ¿Acaso cree que me importa mentirle a estas alturas? –exclamó rudamente– todo está perdido para mi, estoy muerto igual que ella –indicó a Matilde– me matarán igual que a ella, y a usted si sigue metido en medio.
–No me amenace.
–No necesito amenazarlo, la gente de la clínica tiene demasiado poder y eso no depende de mi. Ya tardaron demasiado en eliminar las pruebas, pero no se van a detener hasta que lo hagan.
– ¡Dígame donde está Patricia!
– ¡Le dije que no lo sé! La orden que me dieron era eliminar a las dos para terminar con esto, pero si fallé, era seguro que alguien más lo haría, de ninguna manera iban a llevarla con ellos, eso no tiene ningún sentido, no si quieren eliminar las pruebas. Patricia en éste momento es lo único que amenaza la existencia y el secreto de la clínica, basta con matarla para que puedan subsistir en paz.
– ¿Por qué es tan importante matarla, acaso cree que es tan sencillo que todo termine? Está su declaración, lo que ha visto Matilde y su hermana, hay testigos de todo.
–Y ninguno de esos testigos vivirá para contarlo –repuso sombríamente– en éste mundo lo que cualquier persona diga es completamente irrelevante, dentro de los grandes negocios y las personas poderosas los seres humanos y la justicia son manejables, si no hay una prueba irrefutable de algo, si no tienen una prueba incontrovertible, solo son palabras que pueden ser borradas con dinero, o con miedo. ¿Cree que soy yo el arma de la clínica? Hay doctores, políticos, policías, jueces, actrices, deportistas y de todo tipo de personas involucradas con Cuerpos imposibles, y cada uno de ellos llegó por el mismo motivo que Patricia, para combatir con algo que la medicina tradicional no puede. No soy yo el único que pagó con su trabajo, hay muchos que están en el círculo, tal vez no haciendo nada, solo mirando con atención. No pueden escapar porque no saben si están hablando con alguien que sea parte de las redes de la clínica, el motivo de su éxito y que sigan existiendo es que tienen brazos que llegan a todos los sitios. Has tenido suerte Matilde, pero no durará eternamente –hizo una breve pausa, y le dedicó una mirada feroz al policía– No sé por qué o quién se llevó a Patricia, pero no se trata de la gente de la clínica, ya le dije que no es su estilo. Pero si puedo decirle algo, mientras más gente involucrada, más serán los cadáveres. Ya están hablando con uno de ellos.
Mientras escuchaba, el oficial trataba de mantener la menta clara, pero era imposible no pensar en las consecuencias de lo que decía ese hombre. De manera habitual, quizás incluso él habría dudado de alguien que dijera con tanta ligereza que hay colaboradores o secuaces en todas partes, y en su fuero interno sabía que al principio, su interés por ayudar a Matilde había sido meramente profesional, sin dar suficiente crédito a sus palabras. Pero llegados a ese momento, con tantas piezas inconexas que sin embargo encajaban, el arma en poder de Antonio, los heridos, la desaparición de Patricia y la muerte de la modelo, no podía evitar pensar en cuantas personas estaban, o podrían estar involucradas. Tenía dos testigos en una urgencia y otra en un centro asistencial, a una cuarta consigo ¿Sería verdad que la "gente" de la que hablaba Antonio estaba en todas partes? ¿Podrían estar pasando información en ese preciso momento?
–Dígame cómo encontrar esa clínica.
–No es fácil encontrarla, no tienen un sitio fijo, eso sería demasiado riesgo. Trabajan con una serie de módulos equipados, es del tipo de tecnología de ensamble que les permite instalarse o irse en muy poco tiempo y solo usando algunos camiones.
– ¿Me está diciendo que la clínica es un gran laboratorio móvil?
–Móvil exactamente, no, pero cada sección se puede desmontar por los técnicos en muy poco tiempo, de modo que pueden estar dentro de un edificio como ese centro de eventos donde Matilde fue a lloriquear después del ataque de Patricia.
–Es decir que efectivamente estaba allí.
–Por supuesto que sí, estuvo varios meses, más de un año incluso. Ese tipo de lugares son excelentes para la operación, ya que tienen cientos de metros cuadrados de edificación vacía donde pueden instalarse.
Como un rompecabezas. Por eso Patricia le había dicho que el lugar era diferente a todo lo que hubiera visto antes, incluso en los programas de televisión; también le había dicho que era muy limpio, perfectamente iluminado, aunque cada sección o cuarto era idéntico al resto y en ocasiones, por ejemplo cuando terminaba alguna terapia, no estaba muy segura de en qué sitio estaba. Era un rompecabezas, eso también explicaba por qué era que la iban a buscar y entraban en el auto a través de la entrada oficial, pero luego se desviaban a la "entrada de autos" porque seguramente las conexiones entre el edificio real y lo que estaba dentro habrían sido imposibles de explicar. Matilde sintió náuseas.
–Entonces la gente de la clínica simplemente escapó cuando supieron del ataque de Patricia ¿Por qué no la atendieron? Eso habría terminado con los problemas, incluso para usted.
Antonio no se dio por aludido ante el ácido comentario del policía.
–Ya se lo dije antes, esto no es una píldora para el dolor de cabeza ¿O acaso cree que es cualquier cosa? No sé exactamente qué es lo que hacen o el tipo de resultados, pero sí sé que si una persona no termina el tratamiento o lo interrumpe, los resultados pueden ser mortales, es como si todo lo malo que hicieron que desapareciera de tu cuerpo regresara con más efecto que antes.
Mayorga le dirigió una feroz mirada a Matilde; de todo, eso era lo único que no era como se lo esperaba, muy bien Patricia podría estar en un estado de inconciencia inexplicable como lo dijo su hermana, pero las quemaduras no habían vuelto, más bien todo lo contrario.
–Quiere decir que mandaron matarla y ocultaron todo porque sabían que el tratamiento interrumpido no podía revertirse.
–Desde luego, es algo parecido a lo que ocurrió con el futbolista dos años antes.
– ¿Qué futbolista?
–Martín Soumastre, el que se suicidó.
El policía lo recordaba. Se había tirado a las vías del tren, y ciertamente no había quedado mucho de él.
– ¿Se suicidó porque el tratamiento no resultó bien?
–No es mi tema, pero por lo que supe después, antes de terminar el tratamiento por el corte en el ojo que le hicieron en la gira, decidió irse de juerga para celebrar su nueva apariencia, ya saben que estuvo mucho tiempo desaparecido y nadie sabía muy bien qué le había pasado. La cosa es que a la mañana siguiente despertó en su departamento y prácticamente se le había caído el ojo, así que optó por lo más sensato que fue quitarse del camino. Digamos que hizo las cosas más fáciles.
Matilde sentía ganas de salir corriendo de ese sitio, escapar tan lejos donde nadie pudiera encontrarla. Ya no se trataba de una herida, ni siquiera de un secuestro, era una maquinación muchísimo más grande, y completamente monstruosa. El policía mantuvo la frialdad más allá de lo que a él mismo le parecía posible.
–Dígame lo que sabe del tratamiento.
–Nada.
–A usted mismo se lo hicieron.
–Pero eso no significa que me hayan informado de los detalles, por lo demás no creo que quiera saber lo que me hicieron.
– ¿Nada en absoluto, ni siquiera alguna pista, algo que haya escuchado de casualidad?
Antonio sopesó las palabras. Probablemente estaba siendo tan sincero como su propia visión derrotista de las cosas se lo permitía.
–Escuché que es algo natural.
– ¿A qué se refiere?
–Alguna especie o cosa de la naturaleza, algo que hace que las heridas desaparezcan, como un virus o algo así que meten en tu cuerpo, y se come los daños desde dentro, pero es insaciable y seguirá con eso hasta que no hayan más heridas que comerse. Entonces ellos mismos lo sacan de tu cuerpo o lo matan. Por eso es tan importante respetar cada etapa e indicación del tratamiento, porque es una marabunta que si no se maneja, te destruye.
Mayorga le hizo un gesto a Matilde, y ella salió inmediatamente; de todos modos no era capaz de estar allí ni un solo momento más, mirando a ese hombre que pensó era un demonio, pero que en realidad era solo un peón a la orden de alguien más, un esclavo de sus propias malas decisiones; lo que los diferenciaba era que ella no quería ver a nadie sufrir por su causa, y a él nada de eso le había importado. Mayorga se acercó a Antonio.
– ¿De verdad creyó que iba a poder escapar de la clínica?
–Me faltó muy poco para lograrlo, pero eso ahora no importa. Nada importa ya. Y no se preocupe por mi que no voy a tratar de escapar. Ya estoy muerto.
El policía salió de ese lugar diciéndole al oficial que estaba junto a la puerta que no permitiera que nadie entrara a ver al paciente excepto personal debidamente identificado, y que tomara nota del nombre de cada uno de ellos. Matilde estaba pálida ¿Cómo iba a infundirle confianza cuando él mismo estaba sintiendo auténtico pánico por lo que escuchaba? Pero era un agente de la ley, no podía mostrarse débil, mucho menos si existía una amenaza de tal magnitud. Solo debía concentrarse y pensar en cuáles eran las personas a quien podría confiar determinada información.
–Cálmese Matilde, necesito que conserve la calma.
Pero ella estaba pensando más rápidamente que él.
–Oficial, él dijo que todos quienes sean testigos están en riesgo, eso quiere decir que mis amigas aún no están a salvo; también la doctora, y mis padres, ellos están en el campo, pero si no tienen noticias nuestras podrían venir a la ciudad, si eso pasa ¿Cómo podré advertirles?
–Primero, estando tranquila, de lo contrario será una molestia en vez de una ayuda –dijo él manteniendo el tono firme de la voz– si lo que ese hombre dice es cierto, hay un peligro latente a nuestro alrededor, pero no por eso tenemos que quedarnos de brazos cruzados.
–Pero usted lo escuchó, dijo que hay gente involucrada en todas partes, no sabemos en quien confiar, se lo dije antes.
Había una persona en quien él sí podía confiar.
–Lo sé, y aunque no parece tener más información, nos ha ayudado dándonos datos de los que no disponíamos antes. En primer lugar hay que poner a resguardo a sus amigas, pero no creo que sea bueno darles más información.
–Soraya sabe todo, se lo conté.
–Comencemos por hablar con ellas; es una situación muy complicada, de momento no puedo dar un aviso de secuestro pero la orden de búsqueda del doctor debería dar algún resultado.
Sacó el celular del bolsillo y miró en la pantalla la agenda de contactos. Había una persona en el mundo en quien podía confiar en un caso como ese, alguien que le daría los consejos que tanta falta le hacían, y que también le diría en quien confiar. ¿Sería posible que alguien entre ellos, otro policía, estuviera metido en ese asqueroso negocio? Los oficiales de la ley siempre están expuestos a peligros, y siguiendo el punto de vista de Antonio, alguno de ellos podía haber pagado una deuda con la promesa de vigilar a su alrededor. Marcó el número.
Próximo capítulo: Vía de escape
La última herida capítulo 22: Otro rostro
Aquel día 27 de Junio estaba convirtiéndose en el día más largo de la vida de Matilde. Mientras
entraba en la oficina del oficial Mayorga miró la hora en el reloj de la pared y se
sorprendió de ver que daban las
cuatro de la tarde, aunque en realidad pareciera que habían pasado décadas desde que las cosas estuvieran en
orden. Estaba en un estado mental difícil
de identificar aún
por ella misma en esos momentos mientras las cosas se sucedían alrededor.
–Siéntese por favor ¿quiere un café o algo para beber?
Matilde le aceptó café principalmente porque por momentos las
fuerzas la abandonaban y sentía
que iba a desmayarse; sin importar lo que estuviera sucediendo, no podía quedarse quieta ni detenerse, no
mientras las cosas siguieran ese curso tan extraño. Mayorga consiguió sacarla de la urgencia a pesar de las
protestas del doctor, y aunque se lo ofreció, la joven prefirió ir a la unidad a decirle toda la
información que mantenía en su poder antes de ver a Eliana y
Soraya; solo sabía
que la segunda estaba en observación
y que a la primera la mantenían
sedada a la espera de alguna evolución
y la llegada de su esposo.
–De
camino me estaba diciendo que ese hombre llamado Vicente también podría estar involucrado de alguna manera, o
que al menos eso es lo que usted cree.
El viaje no había tomado más de quince minutos, pero tan pronto
subir a la patrulla y sentirse, de alguna manera, en un espacio protegido,
comenzó a relatar los hechos
desde el momento de la internación
en urgencias luego del accidente con el delincuente, por lo que al llegar a la
unidad estaba casi terminando el relato más
antiguo de todo. Se dio cuenta de estar por primera vez hablando con total
claridad, entregando todos los datos, de la misma manera que lo haría con alguien como sus padres o su
hermana en un momento común.
En pocos minutos ya había
terminado de contar toda la historia.
–En
éstos momentos mi
gente está revisando información acerca de Antonio Salgado y Roberto
Medel, las personas de quien me pudo entregar algún dato más completo, y envié a alguien a la urgencia a ver si hay
algún tipo de novedad,
aunque lo más
probable es que ya haya algún
tipo de denuncia por la forma en que ustedes sacaron de ahí a su hermana más que otra cosa.
Matilde se terminó el café con más decisión que ganas y miró al policía, que mientras hablaba con ella hacía una serie de apuntes en una libreta.
–También la modelo, a fin de cuentas ella
tiene que ver con que yo haya llegado a la clínica en primer lugar, y es importante
hablar con el abogado que me acompañó
en la firma del contrato, tendría
que haberlo contactado temprano pero con todo lo que sucedió me fue imposible. Oficial.
–Cristian
–dijo él amablemente.
–Cristian
–concedió ella– usted dijo que Antonio estaba detenido
¿No van a soltarlo?
–No
se preocupe por eso, apenas recibí
esa información
envié uno de los míos a vigilarlo, está en un centro de urgencias, además sería difícil que saliera ya que por lo que sé, tiene una herida profunda en una
extremidad.
Matilde no lograba
sentirse contenta de saber a Antonio herido, pero sí tranquila al tener un medio por el
cual confirmar que ese hombre no andaba por ahí tratando de matarla. Pero entonces las
preocupaciones se desplazaban a otra persona.
–Hay
que encontrar a Medel y a esa gente que lo ayudó, tengo mucho miedo por mi hermana.
Mayorga la miró fijamente, dejando de lado por un
momento sus notas.
–De
eso quería hablarle, creo que
hay algo más en todo esto.
–
¿Qué quiere decir?
–Que
su historia es rara –dijo
sinceramente–
quiero decir, no veo por qué
motivo él hizo las cosas de
la manera que las hizo.
Matilde levantó las manos en gesto de impotencia.
–
¡Pero agredió a la doctora, estaba ahí con ellos llevándose a mi hermana, lo escuché diciendo que ya tenían lo que querían!
El oficial puso las
palmas por delante en gesto pacificador.
–No
estoy diciendo que usted me mienta Matilde. Escuche, vamos a partir porque yo
creo en lo que me dice, no tendría
nada en éste caos si no le
creyera.
–Pero...
–A
lo que quiero llegar es a que usted piensa que él está involucrado con el asunto de la clínica al igual que Antonio, pero al
escuchar su relato no me da esa sensación.
–No
lo comprendo.
Mayorga se puso de
pie y se acercó
a un pequeño diario de pared
donde había una serie de imágenes. Despejó un espacio y se hizo de unos círculos de colores.
–Usted
me dijo que cuando llegó
a la urgencia con su hermana, ella fue derivada con el doctor, que en un
principio la acusó
de consumo de drogas.
–Sí.
–Si
él ya estaba
involucrado en el caso –puso
un círculo detrás de otro para explicar los pasos de la
parte de la historia que estaba relatando–
no tendría sentido que le
dijera a usted que fuera a buscar más
información, mucho menos que
dejara espacio para que pudiera regresar.
–Pero
se llevó a mi hermana –dijo ella a la defensiva.
–Sí, pero a lo que quiero llegar es a que
no por ocurrir algo relacionado con la misma persona quiere decir que tiene la
misma motivación.
Medel pudo llevarse a su hermana cuando usted salió de la urgencia en las dos ocasiones en
que lo hizo, de hecho pudo borrarla de los registros, pero no lo hizo.
Matilde se cruzó de brazos sin estar convencida de
nada.
–No
lo sé, tal vez estaba
simplemente esperando el momento oportuno, y le resultó más
fácil salir de la
urgencia con ayuda que por sus propios medios.
–Porque
tal vez no tenía
pensado llevarla a otra parte desde un principio.
–No
sé a dónde quiere llegar.
El hombre se encogió de hombros.
–Yo
tampoco. Pero sí
puedo decirle que existe una posibilidad de dos móviles relacionados en vez de solo uno.
Piense en esto, si Antonio intentó
matarla, dos veces ¿Por
qué él no? En términos comparativos, Medel tuvo
infinitas oportunidades más
de matarla, tan solo tuvo que administrarle una dosis letal de cualquier
medicamento con un vaso de agua diciendo que era un calmante para sus nervios.
Y otra cosa más,
usted dijo que cuando llegaron a la chatarrería, fueron atacadas por al menos tres
hombres, lo que es casi igual a lo que dijo su amiga, pero por la forma en que
sucedió, no parece haber
sido planeado con anticipación,
o de lo contrario, por ejemplo, habrían
usado contra ustedes el arma que usaron después. Hay demasiadas cosas que no calzan
Matilde.
Visto de esa manera
tenía bastante sentido,
pero al mismo tiempo significaba agregar una serie de incertidumbres más.
–
¿Entonces qué?
–Lo
que creo –dijo él arriesgando mucho– es que el doctor vio que tenía en las manos algo que podía serle útil, y después de mucho pensarlo, tomó la decisión de hacer algo al respecto.
–La
doctora lo conoce –reflexionó ella– en teoría ella debería poder darnos alguna luz al respecto.
–Mientras
siga en cuidados intensivos no nos es de utilidad, de modo que tenemos que
concentrarnos. Usted dijo que él
le hizo muchas preguntas acerca del tratamiento ¿No es así?
–Sí. Supuse que era obvio ya que lo de la
clínica era algo fuera
de lo común.
–No
quiere decir que no lo sea. No sé
nada de medicina, pero sí
sé que las personas
pueden dejarse llevar por la ambición
y que usted y su hermana estaban involucradas con una clínica fantasma en la que le
administraron un tratamiento tan poderoso, que mientras fue aplicado hizo
cambios increíbles
en su piel. Tal vez pensó
que tenía un gran negocio en
las manos.
Sonaba bastante
sensato.
–La
verdad es que no puedo decir si es así
o no, siempre se mostró
tan ocupado del caso, que no creí
que...
–No
creyó que la traicionara –dijo él terminando la oración–
pero debe recordar que el caso es diferente a Antonio porque él era su amigo.
Iba a decir algo más, pero recibió una llamada en el teléfono de su escritorio.
–
¿Hola? Sí. No, te escucho. Muy bien, voy a pasar
por ahí tan pronto como
pueda, mientras tanto deben seguir con eso. ¿Cómo?
Si, algo escuché
de eso, pero no veo que tiene que ver con...
Se quedó muy quieto mientras escuchaba lo que
estaban diciéndole.
Algo malo, porque su expresión
cambió totalmente.
–
¿Estás completamente seguro de lo que me estás diciendo?
Por un momento miró a Matilde, pero desvió la vista de inmediato, aunque solo ese
instante bastó
para arrebatarle la poca calma que tenía.
–Está bien, entiendo. Escucha, de ahora en
adelante cualquier dato adicional de lo que les pedí, me avisas. No, a mi celular,
directamente. Gracias.
Cortó y se quedó un momento quieto, evaluando la forma
de decirlo, pero ya desde antes sabía
que no existía
forma de hacerlo bien, o siquiera menos impactante.
–Matilde,
tenemos que salir de aquí
inmediatamente, surgió
algo inesperado.
La joven se puso de
pie casi al mismo tiempo que él.
–
¿Qué pasó?
–La modelo Miranda Arévalo –dijo en voz baja, aun sabiendo que eso no cambiaría nada– su
verdadero nombre es Ariana De Rebecco. La encontraron muerta en su departamento
ésta mañana.
2
Sin
mediar mayores explicaciones ni preguntas, Matilde acompañó al policía fuera
de la estación y subió con él a su auto de servicio. El corto trayecto hasta el asiento del
automóvil fue pesado y vago, como si cualquier energía que
estuviera acumulando desde la conversación con Mayorga se hubiera mezclado nuevamente con miedo. La modelo
había sido siempre su última esperanza desde que la clínica desapareció, la
persona que podía darle alguna luz o método para encontrar a esa gente cuando más los
necesitaba. Y estaba muerta.
–Fue Antonio.
–Es improbable que haya sido él Matilde, estaba siguiéndola a usted, pero sí creo que todo está relacionado y que debo moverme rápido.
– ¿Por qué?
Porque
las personas alrededor de las hermanas estaban en riesgo latente, pensó el policía. Pero
no podía decírselo, al menos no de esa manera.
–Porque creo que su amigo debe darnos varias explicaciones, ya que
de todos los involucrados es el primero al que tenemos en nuestras manos. Tengo
una persona que está yendo ahora mismo al despacho del abogado que me nombró antes,
para que podamos realizar algún tipo de análisis al contrato. Usted se va a quedar en el auto mientras yo
interrogo a Antonio.
–Quiero estar presente.
Mayorga
negó con la cabeza. Qué parecidas eran en algunas cosas.
–De ninguna manera, es innecesario.
–Pero quiero estar –replicó ella con más fuerza– quiero mirarlo los ojos,
que me diga en mi cara por qué intentó matarme, quiero que me mire con la misma frialdad que fuera de
ese ascensor y me diga qué es lo que pretende.
Estaba
ahogada, con los ojos inundados en lágrimas, pero se contuvo. Antonio vio que era mala idea haberla
llevado con él, pero viendo las cosas como estaban era lo único que
se le ocurría. Patricia había sido secuestrada por un doctor después de
sufrir un ataque presumiblemente provocado por una falla en un tratamiento invisible
de parte de una clínica fantasma, un amigo de Matilde había tratado
de matarla en dos ocasiones y la modelo que le dio el dato de la clínica en
primer lugar estaba muerta. Era demasiado peligro como para dejarla por las
suyas o en la unidad policial, y lo peor era que la doctora Miranda y las
amigas de la joven estaban en sitios distintos, lo que dividía sus
fuerzas. Necesitaba armar un grupo de los más confiables, y no tenía tiempo
para lidiar con ella, de modo que optó por confiar en que la bomba lo le explotara en las manos.
–Escuche, no estamos en una situación de rutina ni mucho menos,
pero temo que si mis sospechas son ciertas, no sea solo ese hombre el que esté tramando
algo, no puede simplemente pedirle explicaciones, además no creo
que se las de tan fácilmente.
–Quiero verlo, por favor, no me deje fuera.
–Está bien, está bien –repuso él mientras giraba en una esquina– entrará conmigo,
pero bajo mis condiciones o la dejaré fuera.
Matilde
asintió.
–Está bien.
–Esto es lo que haremos –dijo tratando de sonar convencido, aunque no lo estaba–
entraremos a esa urgencia y usted entrará conmigo, pero no dirá ni una palabra.
–Pero...
–Ni una –recalcó él– quiero ver cuál es la reacción de él al verla viva y entera, no una escena de recriminaciones; verla
serena podría servir mucho más como efecto en él, además recuerde que está herido y detenido, es decir que no tiene el poder como antes. Le
aseguro que le preguntaré por qué lo hizo, qué tiene que ver con Patricia y con la clínica,
pero necesito que me ayude con eso.
La joven
asintió resignada. No sería fácil callar lo que pensaba de Antonio, pero seguiría las
instrucciones de Mayorga, se lo debía después de confiar en ella.
–Estoy de acuerdo.
Minutos
después llegaron a una urgencia diminuta y cuyo estacionamiento ya
anunciaba que no era un día común: un par de patrullas estacionadas vigilaban todo. El oficial
intercambió algunas palabras con los otros y entró delante
de ella, tras lo cual los dos siguieron hacia el interior. Fuera del pequeño cuarto
un oficial saludó escuetamente.
–Pase.
–Gracias.
Al
entrar, Matilde se encontró con un Antonio en un estado que no se habría
esperado. Despojado de la ropa, cubierto por la sabanilla blanca, tendido
impotente sobre la camilla con la pierna derecha con vendas y apósitos,
pero sonriente ante la visita.
–Matilde.
Al
escucharlo sintió ganas de echarle las manos al cuello ¿Por qué se reía de esa
manera? ¿Acaso no entendía lo que había provocado?
–Soy el oficial Mayorga –dijo Cristian con un asentimiento de cabeza– Antonio
Salgado, usted se encuentra bajo arresto por intento de homicidio.
–Qué gusto ver que estás bien –dijo el hombre de la camilla ignorando las palabras del policía– pero eso
no te va a durar mucho.
–Estoy hablando con usted –intervino el policía con más fuerza– no haga como que no me escucha.
Antonio
desvió lentamente la mirada hacia él.
–No quise ser descortés.
– ¿Por qué motivo trató de matar a Matilde?
–Para salvar mi vida.
– ¿De quién?
El hombre
se encogió de hombros.
–De la gente de la clínica ¿De quién más?
Próximo capítulo:
Palabras muertas
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