Por ti eternamente Capítulo 12:Disparos y sangre



Ariel aún dormía mientras Víctor seguía hablando con Gladys en su casa. La mañana se estaba acercando con rapidez, pero en esos momentos se sentía tranquilo a pesar de todo, ya que la mujer demostraba seguridad y confianza en él, algo que no estaba percibiendo mucho en el último tiempo. Había podido cargar el teléfono celular en la batería que ella tenía en la casa, y después del café y comer algo de pan casero se sentía mucho más calmado.

-No sé como agradecerle...
-Ya, ya - lo cortó ella con un gesto de la mano - no te enredes en esas cosas. Ahora vamos a buscar tus recipientes para que cargues agua caliente, la vas a necesitar para el resto del viaje.

Salieron lentamente al sol de la mañana.

-Señora Gladys ¿Porqué vive aquí?
-Porque el lugar me quedó cuando mi esposo murió hace años.
-Pero es un lugar tan solo...
-Me gusta la soledad - replicó ella simplemente - además la ciudad no es lo mío, aunque desde luego que es útil cuando tengo que ir a comprar cosas que no se dan en el campo, pero todas esas máquinas y el ruido son algo que no quiero para mi.

Tomó un hacha de junto a la puerta y siguieron hasta el furgón, donde Víctor tomó los termos y las botellas de bebida vacías con el fin de llenarlas de agua fría.

-Ya sabes en donde está el agua, llena esas botellas mientras voy al costado, después ven conmigo.
-Está bien.

Mientras se devolvía a la casita, Víctor se extrañaba de la tranquilidad que estaba encontrando en un lugar tan impensado como ese; pero no podía engañarse, eso solo era pasajero, tenía que terminar de recargar y salir de ahí lo más pronto posible. Ya había decidido, con la mente más despejada, que lo que haría sería esconderse hasta que las cosas se calmaran un poco, contactar un abogado y enfrentar todo lo que estaba pasando. Sabía que sería muy difícil y que en primer lugar querrían quitarle al bebé, pero podía exigir un exámen de adn y eso le daría puntos en su favor, aparte que no tenía que presentarse físicamente, perfectamente podía acordar con el abogado que lo representara mientras seguía oculto, había visto casos en las noticias de personas que hacían eso por su seguridad. Una vez dentro de la casa reemplazó el agua de los termos por agua recién hervida, lavó las botellas de bebida y las llenó con agua fría, cargando todo de vuelta al furgón; un momento después volvió a la casa, y tomó a Ariel de una de las sillas, volviendo con él en brazos al exterior. Gladys estaba cortando leña con una facilidad sorprendente.

-No me mires así - dijo livianamente - ésto no es tanto un trabajo de fuerza, es costumbre.
-Usted tiene muchas sorpresas.
-No digas tonterías. Ahora no te quedes ahí, ayúdame a dejar la leña en esa bodega, puedes dejar al bebé en una de las repisas de dentro.

Víctor obedeció y entró en la bodega, donde dejó al bebé sobre una repisa a la izquierda de la entrada. Iba a salir cuando sintió el sonido de un motor.


-¿Que es eso?

No era el motor del furgón; iba a salir pero la voz de Gladys lo hizo quedarse inmóvil.

-¡Oiga!
-Buenos días señora - saludó una voz correcta pero autoritaria - necesito hacerle unas preguntas.
-Ésto es territorio privado - replicó ella firmemente - salga de aquí.

Estaba al lado del bebé, a muy poca distancia de la puerta, y sintió que su corazón se oprimía; el suelo era de tierra, lo que ahogó sus pasos, pero en ese lugar tan pequeño solo podía quedarse ahí, inmóvil. ¿Había crujido o no la madera al dejar sobre ella al pequeño?

-Soy el oficial Armendáriz, estoy buscando a una persona.

¡Un policía! Tenía que salir de ahí de inmediato, no podía quedarse, pero estaba encerrado en una bodega de paredes de madera de unos cuantos metros cuadrados, con una única vía de escape que conducía directamente al sitipo en donde estaba Gladys y ese hombre.

-Tranquilícese señora, estoy realizando un procedimiento de rutina.

Con el cuerpo pegado a la pared junto a la puerta de la pequeña bodega, Víctor estaba inmóvil, sintiendo que solo lo separaban del policía unos cuantos metros y un saliente del umbral que no tenía más de treinta centímetros de ancho. La voz se acercaba, si entraba ahí, no habría donde esconderse. Unos segundos de silencio, y Víctor sintió los pasos del policía, casi junto a él, a tan solo una delgada muralla de distancia, avanzando hacia la bodega. Un momento después la mano del policía apareció en el borde de madera y los dedos se posaron sobre el borde, un anticipo de su entrada, a punto de rozarlo, todavía sin saber concretamente si en el interior había o no alguien; el joven contuvo la respiración, mirando con pánico la mano que estaba casi tocándolo.

-¡No se mueva!

La voz de la mujer se escuchó fuerte y totalmente decidida en el exterior, y la mano se quitó del borde de madera, los pasos volviéndose sobre si mismos. Afuera, el policía volteó hacia Gladys, que lo apuntaba con el fusil.


-Señora, baje esa arma.
-Le dije que saliera de aquí, éste es territorio privado.
-Señora - continuó él como si no le importara la amenaza del arma, tratando de controlar la situación - soy policía, ésta es mi placa y estoy realizando una investigación.
-No puedo saber si es verdadera o no, hay muchos delincuentes vestidos de policías dando vueltas por ahí.

Armendáriz sin embargo estaba mirando en dirección al furgón, y decidió jugar una carta que habitualmente funcionaba.

-Estoy buscando al propietario de ese furgón.
-Me está viendo, si puedo manejar un fusil, un vehículo es pan comido.
-¿De verdad? - dijo él con un dejo de duda - ¿Lo tiene hace mucho?
-Se lo compré a un hombre que estaba de paso, ahora no me haga repetirlo, salga de mi propiedad.
-Señora, estoy buscando a un prófugo de la justicia, es un delito protegerlo así que...
-¡Ya le dije que salga de mi propiedad! No me importa si dice que es policía, soy una mujer mayor, vivo sola y si me amenazan dispararé, salga de aquí ahora mismo, la próxima vez lo diré con un disparo.

Armendáriz se rindió, y optó por volver sobre sus pasos hacia el automóvil que lo esperaba a cierta distancia. Gladys lo vió regresar al vehículo, y saliendo del territorio, comenzar un rodeo por el norte.

-Víctor - murmuró con la vista fija - sal ahora.

Se encontraron en el umbral de la puerta de la bodega; Víctor tenía en sus brazos al bebé, que por suerte seguía durmiendo profundamente.

-Está rodeando mi granja, quiere estar en punto de vista desde el norte, seguro que vuelve con más gente, tienes que irte ahora mismo.
-Gracias, no sé como agradecerle, pero no debió arriesgarse.
-No hables tonterías, ese tipo es un bestia, no me gustó para nada. Escucha, tienes que irte por ese lado - apuntó hacia unos árboles - parece cerrado, pero el furgón pasará bien, luego encontrarás un camino en la maleza, si sigues por ahí cortarás camino, pero tienes que ir a toda máquina.

Subió rápidamente al vehículo, dejó a Ariel en el asiento del copiloto y encendió. De inmediato apuró la marcha, enfilando hacia los árboles que le había indicado su salvadora, pero sabía que el policía ya había detectado el movimiento; con el ruido y la velocidad el pequeño se despertó, pero no parecía nervioso, al menos no todavía.

-Tranquilo bebé, todo está bien, todo está bien...

Ni el mismo se convencía de sus palabras e iba conduciendo con el corazón oprimido, pero de verdad la decisión de Gladys había sido la acertada, porque seguramente los compañeros de ese policía estaban por ahí, mucho más cerca de lo que quería imaginar.
Siguiendo las instrucciones de la mujer, Víctor dirigió el vehículo a través de los árboles, encontrándose con un sendero por el que podía avanzar. Tenía que seguir al sur, y luego tomar por la planicie, de modo que presionó el acelerador mientras intentaba calmar al bebé. Mirando por el retrovisor no vió a nadie, y eso lo calmó un poco, tenía que poner la mayor distancia posible entre ese hombre y él.

Los siguientes minutos fueron de angustia para Víctor; conduciendo a toda velocidad esperaba traspasar la planicie lo más pronto posible, pero realmente el furgón no daba más de sesenta o algo así, lo que significaba que no estaba avanzando realmente muy rápido. Con temor vió que a la izquierda, aunque aún más atrás, se divisaba el automóvil a toda marcha, seguramente ese vehículo podía alcanzar más velocidad.

-No puede ser, no puede ser...

Mientras tanto Armendáriz iba en su automóvil con la vista fija en el furgón; había interpretado mal las señales, creyó que podría encerrarlo, pero el tipo lo sorprendió y se escapó por un entramado de árboles que obviamente no podía haber visto desde antes, lo que lo hizo ganar tiempo; ahora estaba cerca, pero las cosas no terminaban, no iba a detenerse hasta atraparlo.

El furgón llegó finalmente a una sección de la carretera, donde pudo tomar un poco más de velocidad, pero no era demasiada la diferencia. En el horizonte al sur solo se veía algo de bosque y la carretera, la única opción que tenía era seguir y seguir.


-Vamos, vamos...por favor...

Tenía el pie en el acelerador a fondo, conduciendo con las manos aferradas al volante,  tratando de convencerse de que todo iba a resultar, que podría sacarle la distancia suficiente al policía y salir de su vista, porque solo necesitaba eso, solo necesitaba  alejarse de él.
Pero el auto del policía iba a gran velocidad, y poco a poco se acercaba al furgón, disminuyendo cada vez más la distancia entre ellos; después de unos momentos el automóvil gris casi iba a su lado.

-No...no...no...

Mirando de reojo, vió la mirada penetrante del policía, su expresión dura y escuchó su voz atronando en la vía.

-¡Detente ahora!

En una maniobra estudiada, el policía atraviesa el auto en el camino del furgón; Víctor trató de esquivarlo, pero no tuvo posibilidad y se vió obligado a frenar. Con el brazo izquierdo sujetó al niño que se movía incómodo en el asiento, y trató de seguir, pero para ese momento el hombrón ya había saltado del auto y se acercaba a la puerta del conductor.

-¡No!

Hizo un intento de volver a avanzar, pero Armendáriz abrió violentamente la puerta y lo jaló de un brazo.

-¡No!

Armendáriz tenía como prioridad sacar al sujeto del vehículo y alejarlo del pequeño, claramente era la única forma de preservar su seguridad, sobre todo cuando el tipo acababa de hacer una carrera loca alejándose de la ciudad. Con un tirón más logró sacarlo del asiento, pero Víctor se sujetó de la puerta y el espejo retrovisor.

-¡Suéltame!
-¡Baja del vehículo!

No quería usar violencia si no era necesario, pero en esos momentos el otro estaba oponiendo resistencia.

-¡Déjame!
-¡No opongas resistencia!

El policía trató de alejarlo nuevamente, pero Víctor seguía sujeto; el espejo retrovisor se soltó, y en un acto desesperado el joven golpeó al policía en el pecho, consiguiendo soltarse momentáneamente. De inmediato se acercó otra vez al furgón, pero Armendáriz, viendo que la situación se complicaba, optó por sacar su revólver.

-¡Alto o disparo!

Víctor se quedó a medio subir del furgón, volteado hacia el policía, mirando espantado el arma que lo apuntaba. Adentro el niño lloraba asustado por los gritos.

-No puedes dispararme, no hice nada.
-Te estás resistiendo al arresto - replicó el policía implacable - y estás siendo buscado por el rapto de ese niño. Ahora baja del vehículo con las manos en alto.

Pero Víctor sentía palpitar en la cabeza un golpe fruto del forcejeo con el policía; algo en su interior le decía que no podía rendirse, no aún.

-Ven a buscarme.
-No lo hagas más difícil Segovia...

Pero el joven se arrojó al interior del furgón donde aún gemía el pequeño y lo tomó en sus brazos. Armendáriz se acercó un poco más, pero no podía arriesgarse a provocarle algún daño.

-No te acerques. No voy a permitir que se lo lleven - exclamó valientemente - Ariel es mi hijo, le prometí a Magdalena que lo iba a mantener a salvo y lejos de su familia.

El policía decidió tomar otra estrategia.

-Está bien, está bien, solo cálmate, ¿quieres? mira, vamos a calmarnos los dos, voy a dejar mi arma en el suelo, ninguno de los dos quiere hacerle daño a ese niño.
-No voy a hacerle ningún daño, pero ustedes están equivocados, la familia De la Torre está detrás de ésto.
-Está bien, tienes razón, solo déjame ayudarte a...
-¡No te acerques!

Estaba muy alterado, pero Armendáriz había pasado por decenas de situaciones como esa. Solo necesitaba calmarlo un poco, acercarse un paso más, y tendría todo controlado. El hombre tenía al bebé tomado principalmente con el brazo izquierdo, sabía como atacar para separarlo del niño.

-No estoy acercándome, tenemos que calmarnos los dos, estamos muy alterados.
-No estoy alterado, estoy asustado - replicó Víctor nerviosamente - todo está de cabeza ahora, y lo único que quiero es que alguien me escuche. Ese hombre me amenazó, por eso tuve que esconderme, porque en cualquier momento podían hacerme algo, y si se llevan a Ariel estará en peligro con...

No pudo seguir hablando, porque el policía lo sorprendió con un ágil movimiento; con un gesto estudiado se acercó y a la vez alargó los brazos, quitándole al niño de las manos.

-¡No!

Pero el movimiento del policía fué perfecto, le permitió tomar al bebé con una mano, mientras con la otra apartó a Víctor, empujándolo con fuerza.

-¡Ariel!

Con nada más que un instante disponible, Armendáriz dejó suavemente al niño sobre el capó de su auto, y de inmediato se volvió hacia su objetivo, que en ese instante trataba de llegar a él. Se inició un forcejeo entre ambos, donde Víctor estaba en obvia desventaja física, pero se movía tanto que el policía no conseguía sujetarlo.

-¡Quédate quieto!
-¡Sueltame!

Armendáriz no estaba dispuesto a perder más tiempo, de modo que golpeó sin piedad al joven en el torso, con el objetivo de dejarlo sin aliento y dominarlo por completo. Pero cuando casi tenía la situación controlada, el otro lo sorprendió y se sacudió violentamente, logrando soltarse de su captor.

-¡Segovia!

Sin aliento y medio de rodillas, Víctor avanzó torpemente hacia la parte posterior del furgón; los golpes que había recibido lo dejaron sin aliento y no podía moverse más rápido, pero la descarga de adrenalina era tal que no podía simplemente detenerse. Armendáriz recogió su arma del suelo y disparó a uno de los neumáticos traseros, reventándolo y haciendo gritar de terror al joven.

-¡Alto!

El grito sonó aterrador y potente en sus oídos, pero el joven abrió la puerta trasera del vehículo; en la sombra vió la figura gigante e imponente del policía, a una mínima distancia, cerrando todas las opciones, en esos momentos estaba atrapado y todo iba a terminar. Lo siguiente ocurrió sin pensar, solo una reacción automática ante el peligro mortal que estaba a su espalda. Estiró la mano al interior del furgón, sujetó algo sólido y se giró, lanzando un golpe directo al lugar de donde se originaba la sombra.

Dos gritos desgarradores se escucharon en el lugar, al mismo tiempo que la explosión de un disparo.


Próximo episodio: Lejanía

Por ti eternamente Capítulo 11: Huellas extraviadas



Cuando amaneció, Víctor aún no había dormido; ya era la mañana del Sábado, y sentía que no había hecho mucho, aunque de todos modos sabía que si había algún avance. La comunicación con Arturo a través de la red lo había preocupado y animado a la vez, porque tener una impresión más completa de lo que ocurría a su alrededor era impactante, y tener noción de que al menos su mejor amigo estaba apoyándolo era esperanzador. Revitalizado por haber tenido comunicación con alguien, volvió al furgón y reinició la marcha, desviándose al Oriente un poco más, esperando no toparse con nadie ya que había dejado la carretera. Daban más de las ocho de la mañana cuando se encontró con una sorpresa, una casa en medio de algo parecido a una granja, algo que por cierto no salía en los mapas.

-¿Que es eso?

Alcanzó una botella de bebida y bebió un trago largo; no pretendía quedarse dormido por ningún motivo, necesitaba permanecer despierto y atento a todo, al menos hasta que llegara a la siguiente zona poblada, donde pretendía reabastecerse y comprar algunas cosas que no había considerado en su momento. La casa era relativamente pequeña, de madera aunque de construcción bastante sólida para estar en la mitad de la nada. Estacionó el furgón a cierta distancia y bajó del vehículo para tomar un poco de aire, aunque en realidad estaba evaluando si acercarse o no; era un relativo peligro, pero por otro lado podía contar con que la gente del lugar no estuviera informada como en la ciudad.

-Me pregunto si estará vacía...

Se alejó unos pasos del furgón en donde Ariel dormía aún, pensando que tal vez no fuera tan mala idea; la casa estaba a algunos metros, y viendolo bien, al lado había una pequeña construcción, del tipo de las que se usan para almacenar verduras o guardar provisiones.

-Buenos días.

Dió un respingo al escuchar la voz a muy poca distancia suya, y se volteó a la izquierda; lo primero que vió fué un arma apuntándole a la cara


                                    2


La camioneta de Álvaro y Romina iba rápidamente por la carretera al sur; pendiente de los binoculares en la derecha y del volante en la izquierda, el hombre se mantenía firme a pesar del sueño.

-Despierta.

Romina, en el asiento del copiloto se removió; habían estado turnándose durante la noche para hacer el seguimiento del policía.

-¿Que pasa, lo encontraste? Préstame los binoculares.
-Te dije que lo iba a encontrar - replicó él satisfecho - ¿Quieres ver el mapa? Estoy un poco perdido.

Siguieron avanzando al sur. Habían tenido complicaciones, pero hasta el momento eran menores; ella desplegó el mapa junto a él.

-Estamos a poca distancia de Las águilas, el siguiente pueblo; por éste camino deberíamos llegar en poco tiempo, pero creo que Armendáriz no va para allá, se va a desviar nuevamente de la carretera.

Álvaro detuvo la camioneta y cambiaron posiciones.


-Estoy cansado.
-Deberías hacer más ejercicio - comentó ella sonriendo mientras se estiraba - yo estoy bien, y que no se te olvide que estamos en la mejor parte. Ahí lo veo, se está desviando hacia la meseta que está hacia el Oriente.

Sabía que esa parte de la carretera estaba más arriba que el sector por donde iba el automóvil del policía, por lo que ellos tenían mejor vista que él.

-Anoche debe haber presentido que lo estaban siguiendo y por eso se quitó del camino por un rato, pero ahora seguro que va tras la pista.
-Pero eso quiere decir que tendría que estar muy cerca - comentó ella - creo que deberíamos ir pensando en el nombre del reportaje porque...oh...
-¿Que?
-Nada.
-Conozco ese "oh" dime qué pasa.

Ella dejó los binoculares y tomó una hoja en la que garrapateó algo.


-Éste es el panorama - le dijo enseñandole el dibujo - Armendáriz va directo hacia ese sector de campo; hay una casa y algo  como una granja pequeña, y más atrás hay una elevación del terreno.
-Y ahí hay algo - dijo él tentativamente - algo importante.
-Puede ser - replicó ella - veo un vehículo, un furgón.


                                  3



-¡Oh por dios!

Víctor dió un salto al ver que un arma estaba apuntándole a la cara.

-¡Señora por favor no me apunte!

Una mujer de más de cincuenta años, de baja estatura pero de contextura fuerte y actitud recia estaba apuntándole con un fusil, con el dedo puesto en el gatillo.

-¿Qué haces tú aquí? Éste es mi territorio y mi casa, te puedo apuntar todo lo que quiera.

Siguió apuntándole totalmente decidida; Víctor levantó las manos nerviosamente.

-No estoy buscando problemas, se lo prometo, no sabía que era propiedad privada.
-Traspasaste mi cerca.
-Pero si no hay ninguna cerca - se defendió tratando de sonar convincente - vi la casa pero no tengo malas intenciones, se lo prometo.

La mujer quitó la mirada de él y miró hacia atrás de su objetivo, con lo que él mismo giró la cabeza lentamente. Efectivamente atrás, a cierta distancia había una cerca de madera, pero estaba tirada en el suelo y no se veía con facilidad por el pasto; de hecho el furgón estaba estacionado a pocos metros y él seguramente había pasado caminando sobre ella sin percatarse. La mujer bajó el fusil.

-Debe haberse caído durante la noche.
-Creí que iba a decir que yo la había tirado.
-Está hacia afuera - explicó como si fuera obvio - tendrías que haber jalado de ella y no pareces tener fuerza como para hacer eso.

Era una mujer muy perceptiva, pero una vez que bajó el arma ya no se veía tan amenazante; más bien parecía una buena persona.

-Disculpa por asustarte, pero cuando una es una mujer sola tiene que saber como defenderse.
-Tiene razón, pero disculpeme por haber entrado en su terreno.

La mujer se le acercó amigablemente; tenía que volver al furgón y sacarlos a él y a Ariel de ahí.

-No pareces un mal tipo; pero tienes cara de sueño, mejor entra y te sirvo un café.

Víctor negó lentamente con la cabeza.

-Muchas gracias, pero no puedo, tengo mucha prisa.
-Vamos, no seas desconfiado; te apunté con un arma pero no lo hice con maldad, es solo para defenderme.

Ya había pasado un gran susto por confiarse de una persona, pero por otro lado el ofrecimiento de un café caliente a esa hora de la mañana sonaba tentador, y no había usado del agua de los termos para dejarla para la comida, leche y limpieza del bebé mientras encontraba donde reponer suministros. Y además, a pesar incluso de que todavía estaba nervioso por haberse sentido amenazado por el fusil, de alguna manera no podía sentir desconfianza de ella. Se acercaron al furgón, donde la mujer vió alarmada por la ventanilla del conductor.

-¡Tienes un bebé!
-Lo que ocurre es que yo...
-¡Y andas a la intemperie en pleno amanecer!
-Yo...
-De ninguna manera te puedes ir - sentenció con la misma decisión que antes - se te ve en la cara que no puedes conducir, y está frío, tienes que darle de comer y tú necesitas un café bien fuerte.
-Pero...
-No quiero excusas - lo apuntó con el dedo - entras ahora mismo, voy a poner a calentar el agua y ya vas a ver como te vas a sentir mejor, y no me discutas o voy a tener que hacerte entrar con el fusil. Vamos, vamos, no pierdas tiempo.

Dió media vuelta y caminó hacia la casa. Víctor respiró profundamente, esperando no equivocarse otra vez, y tomó al bebé envuelto en cobijas, para seguirla a paso rápido.

-Pasa, sientate ahí.

El interior de la casa era modesto pero muy acogedor, daba realmente la misma sensación de las  series de televisión ambientadas en zonas rurales, con adornos en los muebles y chimenea, aunque ahora estaba apagada; la vigorosa señora puso agua en un hervidor metálico.

-Todavía no me presento. Soy Gladys.
-Mucho gusto.
-Y dime, ¿porqué andas por éstos lados, estás perdido?
-Un poco - replicó él - la verdad es que estoy tratando de llegar a Las águilas, pero no estoy muy seguro de que sea el camino correcto, no quiero usar la carretera.

La mujer preparó dos tazones mientras el agua hervía. Ariel aún dormía en sus brazos, seguramente más profundamente cuando se sentía la tibieza del lugar. Víctor sintió que el estómago se le contraía.

-No estás tan perdido, pero si un poco; mira, desde aquí tienes que tomar hacia el sur directo desde donde dejaste el furgón, a poca distancia vas a encontrar una planicie y desde ahí solo tienes que seguir la ruta vieja, porque la ruta a Las águilas está cortada.
-¿Cortada?
-Si, están haciendo unos trabajos. Mira, es como si hicieras una letra S desde aquí, es cierto que es más largo pero si llegas directo por el camino nuevo te vas a quedar atrapado en el desastre que tienen. Oye, y el pequeño ¿es tu hijo?

No supo que contestar durante un momento, no sabía si podía o no confiar en ella, a pesar de estar en su casa, se sentía repitiendo la escena de la Iglesia, de hecho ¿Que estaba haciendo ahí?

-¿Que pasa muchacho? - dijo de pronto ella acercándose con el tazón con café - ¿porque tienes esa cara?
-Lo que sucede es que yo...las cosas son complicadas.

No pudo seguir hablando; de pronto sentía la necesidad de salir de ese sitio, de volver a la seguridad del furgón, en donde podía huir en cualquier dirección como la última vez. Miró al pequeño en sus brazos, admirándose de la tranquilidad con la que dormía; un niño de esa edad no podía estar en peligro, esas cosas no tenían que ocurrir.

-Eres tú ¿verdad?

Dió un respingo en el asiento, levantando la mirada del bebé hacia Gladys; pero ella mantenía la misma expresión de antes, no se veía amenazante ni asustada, y el fusil seguía a un costado, suficientemente lejos de ella.

-No sé de lo que está hablando.
-Estás en mi casa - replicó ella con un dejo de hastío - estoy siendo hospitalaria contigo, no seas deshonesto, no me mientas en mi cara.

Hacía muchos años que no escuchara un reto como ese, era casi como el de una madre a un hijo que está comportándose de manera incorrecta, y para su propia sorpresa se sintió avergonzado por lo que estaba ocultando.

-Lo lamento, es que todo es tan complicado ahora...
-Supongo que si, la noticia está en la radio - explicó ella señalando un aparato de radio sobre un mueble - lo que no me explico es como es que te metiste en todo ésto.

Víctor se puso de pie.

-Yo tampoco lo sé muy bien, pero ahora mismo la policía está buscándome, no creo que sea buena idea quedarme. Además no quiero ser una molestia.
-Pero si no lo eres - dijo ella livianamente - no estás aquí a la fuerza, yo te invité. Ahora siéntate, si no quieres hablar del tema no importa, lo que quiero es que me contestes la pregunta que te hice. ¿Es tu hijo?

No valía la pena seguir mintiendo. Optó por sentarse y bebió del café, que su cuerpo agradeció fervientemente en los primeros tragos.

-Si, es mi hijo.
-Te creo - repuso sinceramente - parece tener muy buena salud.
-¿Me cree? - la interrumpió sorprendido - pero me acaba de decir que la noticia está en la radio, no puede creerme solo porque yo se lo digo.

Gladys lo miró con infinito cariño, tanto que lo hizo sentirse avergonzado nuevamente.

-Escucha muchacho, hay cosas que no tienen nada que ver con las noticias, son las cosas que se ven, las que pasan a nuestro alrededor; te veo con ese niño en los brazos, veo la forma en que lo miras, la tranquilidad de él y para mi es suficiente, no me importa lo que puedan estar diciendo.
-Para la gente no parece ser tan evidente.
-Eso es porque la gente se cree todo lo que está por fuera, no ven nada más - le respondió sencillamente - vivir en el campo me ha ayudado en muchos aspectos, y uno de ellos es que aprendí a ver las cosas como deben ser. Estoy segura de que tú solo cometiste varios errores.

Víctor terminó de beberse el café con más ansias de las que esperaba. Se sentía más tranquilo, derribando la última barrera de desconfianza que sentía por ella, porque con tal sinceridad las cosas simplemente no podían tener otro rumbo.

-No creo que sea bueno que le diga demasiado, no quiero meterla en problemas.
-Es muy amable de tu parte.
-Pero lo que si puedo decirle es que Magdalena, la madre de Ariel, me pidió que lo cuidara, y que lo mantuviera lejos de su familia, porque ellos tienen negocios sucios; iba a ir a la policía, pero me amenazaron, y después las cosas empezaron a pasar una tras otra.
-Eso es lo malo - comentó ella más para si que para él - a  veces simplemente las cosas no salen como lo esperas.


                                  4

                             
Fernando de la Torre estaba en la sala de su casa, paseando de un lado al otro, caminando lentamente. En ese momento apareció su esposa en pijama y con cara de sueño.

-¿Que pasa Fernando, porque estás despierto a ésta hora?
-No deberías estar levantada Ingrid.
-Tú tampoco.
-Estoy preocupado por mi nieto. Ya debería haber alguna novedad.

Ella lo abrazó cariñosamente por la espalda.

-Tus hombres ya salieron a buscarlo y la policía también está en eso, debe ser cosa de horas para que lo encuentren.
-Magdalena cometió un error al alejarse de nosotros.
-Todo ese puritanismo por nada ¡Somos su familia! Teníamos un enemigo aquí, y lo peor es que ni siquiera sé hasta adonde puede haber llegado.

Ella se soltó de él y lo miró a los ojos.

-¿Que quieres decir?
-Que es posible que Magdalena le haya dicho algunas cosas sobre la familia a ese tipo.
-pero Magdalena podría haber dicho cualquier cosa, es su palabra contra la tuya.

Pero fernando seguía intranquilo.

-No se trata de eso. Ella podría haber llegado más lejos.
-¿Estás tratando de decir que ella podría haberle entregado alguna prueba?
-Todavía no puedo saberlo. Que entre sus cosas no hubiera nada no significa que siempre haya sido así.

Ingrid había captado el sentido de sus palabras, y como él, estaba preocupada por lo que pudiera suceder.

-Si pudo pasar algo así, es más necesario que hagamos algo, hay que recuperar al niño y silenciar a Segovia.

Fernando dió una mirada a la sala de la casa, tan silenciosa como durante toda la noche.

-¿Planeas deshacerte de él?
-Por ahora no, lo que más nos conviene es ayudar a la policía mientras tanto.
-¿Y si resulta que no tiene nada?
-Entonces a nadie le va a importar que alguien lo haga a un lado.

La pareja se abrazó en silencio.


                                    5


Cuando sonó el timbre en la entrada de la casa a las ocho de la mañana, Arturo dió un salto de la cama y se asomó por la ventana, sin dejarse ver.

-Maldición.

El momento finalmente había llegado. La policía estabas afuera, y venían a preguntarle por el correo que le había enviado a Víctor o por la ayuda que le había dado para vender todas sus cosas; sea lo que fuere, no era nada bueno, pero lo tenía asumido. Esperó a que tocaran por segunda vez y se asomó por la cortina, mirando para abajo con una expresión que esperó fuera de confusión o extrañeza, o ambas. Abajo dos oficiales, una mujer y un hombre lo miraban fijamente, y ella le hizo señas de que bajara. Asintió lentamente.

Desde que hablara con Víctor se sentía más paranoico que antes si era posible, pero habían pasado solo un par de horas desde que se comunicó por internet, así que creía que era improbable que supieran que habían hablado, por lo menos momentáneamente, además que había navegado en esa ocasión en modo incógnito; desde luego todo eso eran solo parches, la verdad era algo que tendría que enfrentar en esos momentos.

-Tranquilo Arturo - se dijo mientras bajaba la escalera - tranquilo, tranquilo...

Había decidido quedarse en pijama, a fin de cuentas si supuestamente no sabía a qué venía la policía, no tenía sentido vestirse. Mientras abría agradeció que sus padres tuvieran el sueño tan pesado.

-Buenos días.
-Buenos días, ¿usted es Arturo Fuentes?

Lo miraban sin expresión, pero a la vez con la clásica autoridad que les enseñaban a tener.

-Si, soy yo.
-Necesitamos hablar con usted sobre Víctor Segovia ¿podemos pasar?
-No - repuso resueltamente - ¿Que sucede con él?

La mujer intervino; estaba pasando por alto su altanería, al menos de momento.

-Tenemos entendido que usted es amigo de él.
-Así es.
-¿Y no le parece extraño que haya desaparecido como lo hizo? - pero no lo dejó responder - ¿ha hablado con él últimamente?
-Eso quisiera - respondió auténticamente - pero no hemos hablado desde que desapareció.
-¿Que sabe de su desaparición?

Arturo ya tenía preparadas todas las respuestas, se había pasado horas repitiendo frente al espejo las cosas que podía decir, imaginando preguntas ácidas como en los juicios. Tenía que parecer natural, tenía que parecer que realmente no sabía nada de Víctor, que estaba preocupado por él pero que confiaba en su amigo a pesar de no tener ninguna información de él. Y sabía que no iba a sonar completamente convincente, pero si podía mantener los argumentos al menos eso le daría tiempo.

-Sé que desapareció. Lo últimpo que supe es que la dueña de su cuarto estaba como loca porque se había ido.
-Pero usted le envió un correo hace poco.

Eso lo sorprendió, pero se repuso a tiempo para no sonar demasiado culpable.

-Claro que  le envié un correo, soy su amigo y estoy preocupado por él.
-¿Le contestó?
-Todavía no.
-¿Cree que lo hará?

Esa pregunta en realidad no se la esperaba. ¿Como no se le había pasado por la mente algo tan básica?

-A éstas alturas no sé muy bien qué pensar - respondió vagamente - se supone que nada de eso debería pasar, quiero decir, Víctor es un buen tipo, pero ahora todo es demasiado extraño.
-Necesitamos una declaración al respecto.

Estaba arriesgándose, pero no quería que sus padres supieran que estaba al menos remotamente involucrado. No aún.

-Si me esperan tres minutos aquí afuera puedo acompañarlos a la unidad.

                                     

Próximo episodio: Disparos y sangre

Por ti eternamente Capítulo 10: Buscando el olvido



Víctor conducía a velocidad moderada hacia el sur por una carretera totalmente desierta mientras comenzaba a caer la noche; no sabía ninguna canción de cuna, pero había inventado una, y tarareaba lentamente, en voz baja, sin detenerse, solo repitiendo lo mismo que había ideado.

-En el pueblo...de San Vicente...le cantaban...a los inocentes...para que sueñen...con ternura...y descansen...sus almas puras...en el pueblo...

Ahogó lentamente la voz. A su lado Ariel se había dormido profundamente.

-Al fin se durmió.

Había estado llorando constantemente desde su escape de la Iglesia, pero no pudo tomarlo en sus brazos para calmarlo, estaba demasiado alterado y además sentía que debía seguir avanzando sin detenerse, manteniendo apenas el curso del vehículo con sus temblorosas manos; pasó mucho tiempo hasta que se calmó un poco, pero seguía inquieto, sin llorar pero inquieto, así que optó por cantarle esa canción de cuna inventada, tratando de tranquilizarlo, aunque al mismo tiempo intentaba calmarse a si mismo. La carretera se extendía negra y solitaria s su vista, solo removida momentáneamente por las débiles luces de los faros. Vió la hora en el reloj, y se sorprendió al ver que casi daban las once de la noche ¿en que momento? Pero claro, habían pasado cosas que lo habían hecho perder la noción del tiempo. Sentía dolor en el brazo por el golpe que había recibido del sacerdote, pero más le dolía la traición, porque había confiado en ese hombre que supuestamente debía apoyarlo y darle cobijo, pero simplemente lo había engañado con palabras dulces. Seguramente él ya había escuchado la noticia, y descubriendo que se trataba de la misma persona, simplemente utilizó la cercanía que se había provocado para intentar...

-Oh, por Dios...

La frase quedó bailando en sus labios. El sacerdote le dijo que iba a cerrar la Iglesia, pero en realidad sacó las llaves del furgón para evitar que se fuera del lugar, pero tardó demasiado considerando que el vehículo estaba cerca de la puerta.
¡La policía!

Ahogó una exclamación justo a tiempo para no asustar al bebé. Claro, la razón por la que se había tardado más era para llamar a la policía, lo que significaba que en ese mismo momento podían estar siguiéndolo; miró por el retrovisor, y se encontró con la misma carretera vacía por la que ya había pasado antes, pero eso no lo calmaba. Estaba procesando la información demasiado lento, y eso no lo ayudaba, pero ¿qué podía hacer? Si empezaba a pensar de esa manera, podía creer que la policía no necesariamente lo estaba siguiendo, porque perfectamente podía estarlo esperando en la siguiente zona poblada. Aparcó el vehículo a un costado de la carretera, necesitaba ver el mapa para tomar una decisión más sensata que la última que había tomado.


                                     2


Armendáriz estaba entrevistando al sacerdote mientras su equipo se alejaba lentamente explorando las cercanías de la Iglesia; la llamada de ese lugar solo confirmaba sus sospechas, aunque si tenía que reconocer que el tipo se movía rápido.

-¿Se encuentra bien?

El sacerdote asintió mientras el policía miraba alrededor.

-¿Que sucedió?
-Traté de ayudarlo - explicó lentamente - me di cuenta de quien era mientras me contaba como había salido de la ciudad, pero yo quería ayudarlo de alguna manera.
-Me estaba contando que llegaron hasta aquí sin problemas.
-Si, y le ofrecí un techo para alojar; pero se notaba en su actitud que no estaba bien,  actuaba muy extraño. Me golpeó, y luego se fué.
-¿Como fue el enfrentamiento?
-Me arrojó al suelo. Yo traté de detenerlo, pero me golpeó con mi bastón y luego se fué en el furgón en el que lo encontré al principio, con el niño con él.

El sacerdote hizo una pausa mientras Armendáriz miraba alrededor nuevamente; si tan solo Segovia no hubiera huído. Pero al menos saber que el niño estaba con él confirmaba todas las sospechas iniciales, y además lo dejaba en un buen pie para encontrarlo.

-¿Que clase de persona le pareció que era Segovia?
-Parecía perturbado - explicó el otro hombre - traté de explicarle que podía hacerle daño al bebé, pero no me escuchó.
-¿Y el bebé?
-Estaba tranquilo al principio, luego cuando se lo llevó lloraba mucho, aunque en ningún momento pude acercarme a él.
-Escuche padre, un equipo médico viene en camino para constatar lesiones; tengo que retirarme.
-Muchas gracias.

Regresó al automóvil rápidamente. Por las dudas tenía a su equipo revisando la zona más cercana, pero si Segovia había escapado en esas condiciones era improbable que estuviera cerca aún. Al frente se extendía la única dirección, una carretera hacia la siguiente zona poblada, al sur, por lo que era lógico pensar que el tipo hubiera tomado ese camino; pero nada en ese caso era lógico, partiendo por la desaparición del niño, de modo que no necesariamente tenía que haber ido en esa dirección. Era obvio que devolverse era entregarse, pero si miraba alrededor, podía deducir que al Poniente no podía ir, porque era demasiado escarpado y dejar el vehículo no era opción, al menos no todavía. Pero si podía ir al Oriente, un furgón podía resistir esos movimientos, al menos lo suficiente como para evitar la principal entrada a la siguiente zona poblada; agradeció tener un vehículo que parecía de ciudad, pero que estaba adaptado para terrenos diversos.

-Demonios.

Mirando el mapa, ya en el auto, descubrió que al sur, casi en línea recta estaba la siguiente zona poblada, y que efectivamente la planicie al Oriente daba bastantes posibilidades de desplazamiento, aunque forzosamente tenías que volver a las cercanías del siguiente pueblo para poder seguir, porque una antigua zona industrial impedía el paso. Por el momento dejaría a los demás trabajando en la zona, esperando que sus presentimientos estuvieran en lo cierto y el caso terminara lo más pronto posible.


Mientras tanto, la camioneta donde iban Álvaro y Romina seguía detenida a un costado de la carretera, a prudente distancia del sector de la Iglesia.

-No debimos quedarnos aquí, el equipo de Armendáriz lleva diez minutos de adelanto.
-Calma.
-Ya veo lo que sucedió, mira, Segovia se refugia en la Iglesia o amenaza al cura, luego escapa, pero él ve hacia adonde va y por eso llama a la policía.
-Es probable.
-Esas camionetas - continuó Álvaro - son rápidas, nos vamos a perder la exclusiva, ahora mismo deben estar a un paso de atraparlo.
-Cálmate Álvaro por Dios - lo interrumpió ella firmemente - pareces un niño. escucha, Armendáriz siempre lleva la investigación personalmente, ¿no es asi?

Él respiró profundamente.

-Es cierto.
-Entonces las cosas cambian un poco; mira, ésto es lo que creo: Segovia habla con el cura, y le dice algo importante, recuerda que los desequilibrados hablan en los momentos más inesperados.
-Romina, el secreto de confesión es un secreto, no lo pueden entregar; incluso recuerda ese caso en Escocia donde el sacerdote no pudo revelarlo y el asesino huyó finalmente.
-El punto no es el secreto, sino lo que puede significar. Imagina que el tipo habla algo, o da alguna pista de algo, y por eso es que Armendáriz se queda para investigar. Ahora te apuesto a que el gorilote va en otra dirección, de eso estoy segura.  

Él se revolvió el cabello.

-Está bien, de acuerdo, las cosas están pasando como tú dices. Entonces se supone que él va por la pista mayor.
-Si colega - sonrió divertida - así que por el momento sólo tenemos que esperar, y los resultados se verán después, ya vas a ver como ese gorila nos lleva al centro del caso.


                                     3


La madrugada ya comenzaba en la lejanía de las montañas, con un aire frío que por fortuna no era tan fuerte como se lo habría esperado anteriormente. Víctor se vió obligado a detener el avance del furgón, exhausto después de horas continuas de viaje, cuando notó que ya no podía continuar manteniendo el curso del manejo. Deseaba descansar, pero en esos momentos era imposible.

-Cielos...

Faltaba poco más de veinte minutos para las cinco de la mañana, realmente en el volante se perdía la noción del tiempo, pero estaba muy cansado y con sueño.
Había mantenido las ventanas cerradas para evitar que el viento entrara, por lo que además se sentía sofocado; en medio de la relativa oscuridad salió rápidamente para disfrutar de un poco del viento de la madrugada, que se sentía refrescante en comparación con lo de antes, aunque desde luego que el sueño aún persistía, era como si el peligro y los enfrentamientos anteriores se hubieran convertido en sueño.

-¿Y ahora que hago?

Miró en todas direcciones, pero adonde quiera que mirara era lo mismo; ¿estaría avanzando realmente hacia el oriente como se lo había propuesto?

-Cálmate Víctor - siguió  hablando consigo mismo - vas en la dirección correcta, el Norte es en esa dirección, por lo tanto vas al Oriente. El único problema es que sigo sin ver nada.

Había tratado de seguir el mapa, según el cual desviándose hacia el oriente debería llegar a la siguiente zona poblada por una vía antigua, con lo que podría salir de la vista de todos.
A lo lejos, un poco hacia el norte, divisó una sombra en movimiento, y aguzó la vista para ver con más claridad. Parecía un auto, aunque no iba en su dirección, pero de todas maneras eso parecía preocupante. Por mayor preocupación, decidió apagar las luces del furgón, quedándose momentáneamente en la oscuridad, aunque ésto no duraría mucho, muy pronto el día ya estaría sobre él y no podía seguir al descubierto.

-Dios, que sueño tengo...

El viento frío de la madrugada lo había refrescado, pero aún no lo suficiente como para estar completamente despierto; de todos modos entró en el vehículo, donde en el asiento del copiloto Ariel dormía profundamente. Encendió el celular y conectó el dispositivo a internet; se sorprendió al ver que tenía señal, aunque era débil, pero le permitía navegar de todos modos. No había entrado a sus redes sociales y tampoco pensaba hacerlo, desde un principio supo que eso sería delatarse, aunque de todos modos no podía negar que sentía muchos deseos de saber que era lo que estaba sucediendo en el resto del mundo. Pero tenía una dirección de correo electrónico, así que después de mucho titubear, optó por ingresar. Tenía decenas de correos electrónicos, increíblemente la menor parte eran publicidad, quizás unos cinco o seis. El resto era de remitentes anónimos, casi todos con asunto "Comunicar urgente" o "Solicitamos se comunique" Eran remitentes y mensajes aterradores, pero por ningún motivo iba a abrir ninguno de ellos, básicamente porque no quería angustiarse aún más. Cuando estaba a punto de cerrar el correo, un mensaje en particular llamó su atención, uno que era de Arturo.

-Un correo de Arturo...

Se le oprimió el corazón. Arturo, su mejor amigo, el mismo que sin saber lo había ayudado a salir de la ciudad, pero ¿acaso no estaría él también metido en problemas gracias a él? No había pensado en eso hasta el momento, pero de verdad, si lo estaban buscando a él, era muy probable que también hubieran hablado con Arturo y con quienes lo conocieran. Dudó un momento, pero finalmente decidió abrirlo. El mensaje distaba bastante de ser lo que se había imaginado en los momentos previos.

"Víctor.
        Estoy devastado con la noticia que acabo de ver en las noticias. ¿Que pasó, porque desapareciste de esa forma? Viejo, no entiendo nada, no sé que es lo que está pasando ¿Que van a decir en tu trabajo? ¿Que van a decir tus  amigos? Por favor, no importa lo que esté pasando, yo sé que puedes arreglarlo, solo tienes que volver y te ayudarán en lo que sea necesario. Los que te queremos vamos a estar contigo, te apoyaremos en todo, pero no desaparezcas, no hagas ésto.

Se quedó un momento releyendo el correo; era muy extraño, principalmente porque no era el tipo de escritura o la forma de hablar de Arturo. Parecía escrito por alguien más ¿sería eso posible? Ya estaba arrepintiéndose de haber leído el correo y de entrar al mismo en primer lugar, pero luego se calmó un poco. El correo era extraño, si, pero no se comprometía a nada, era como...como si supiera que alguien más podía leerlo; claro, se trataba de eso, Arturo, donde estuviera, aún con sus mentiras y con todo lo que seguramente estaba pasando, aún estaba de su lado. Entonces recordó cuando estaban estudiando y se pasaban datos en los exámenes, escribiéndolos como si no significaran nada. ¡Eso era! estaba hablando en clave. Volvió a leer el correo, y comenzó a interpretarlo; lo primero relevante es que le estaba diciendo que no se comunicara con nadie, ni con sus amigos, por eso hacía esa pregunta, y luego hablaba sobre volver y mencionar que lo ayudarían, eso podía referirse a que ya era público que lo estaban buscando. Y, por último, al final hablaba en plural, sobre las personas que lo querían, pero no tenía sentido si antes le advertía que no hablara con nadie. A menos que no estuviera hablando de eso.

-¿Que puede ser?

Se quedó mirando unos momentos más el correo, tratando de descifrar el mensaje, intentando entender lo que su amigo quería decirle, hasta que creyó comprender. Desaparezcas no era un término que Arturo usara habitualmente, menos incluso que el resto del correo, era lo más importante, era una petición, le pedía que se comunicara con él. ¿Pero como iba a comunicarse? No podía llamarlo, si estaba en lo cierto y lo estaban rastreando, no podía simplemente llamar, lo ubicarían de alguna manera. Pero internet no era tan sencillo de rastrear, por eso es que podía usarlo, al menos momentáneamente. Entonces recordó que cuando estudiaban, usaban un sitio de internet para comunicarse, en una época donde las redes sociales aún estaban en pañales y era relativamente escaso el acceso. Rogando que su presentimiento fuera el correcto, ingresó al sitio, y se identificó; internamente sintió un estremecimiento, habían pasado años, pero aún recordaba el usuario, una palabra absurda como Máquina, y la clave terror, algo que no tenía sentido ahora mismo, aunque si lo tenía en sus mentes en esa época, por lo que tenía sentido que se comunicara por ahí ya que no sería sencillo identificarlo. para su sorpresa el usuario funcionaba, así que buscó el chat interno, y se encontró con un mensaje de Engrane, es decir Arturo.

-¿Eres tú?
-Si - escribió rápidamente - que sorpresa.

Sentía un nudo en el estómago, hablar, aunque fuera por internet con Arturo era más fuerte de lo que podría haberse esperado.

-Creí que nunca ibas a escribir, estoy con los nervios de punta.
-¿La policía ya habló contigo?
-Crees que eso es necesario? - le preguntó el interlocutor - todo el mundo lo sabe, ya es noticia oficial, dime qué diablos fué lo que hiciste.
-No es lo que parece, de verdad, no estoy haciendo nada malo.

Durante unos angustiosos momentos no apareció ningún mensaje de regreso.

-No te estaría escribiendo si no creyera en ti.
-Gracias.
-Pero no es fácil creer en ti cuando me mentiste, saliste sin avisar, vendiste todas tus cosas y te robaste un bebé.

Al leer esas palabras sonaba muchísimo peor de lo que parecía, así que eso le daba al menos una dimensión de lo que estaba ocurriendo en el mundo exterior.

-Sé que parece extraño, pero no es nada malo. El bebé es mi hijo.
-¿Que?
-Es en serio, es hijo de ella y mío.
-¿Y entonces porqué estás desaparecido? Si es tu hijo simplemente ve a la policía y di toda la verdad.

Dicho así parecía muy fácil.


-No puedo.
-¿Porqué no?
-Porque la familia es de delincuentes, son una mafia, ya me llamaron para amenazarme.
-Pero con mayor razón ve a la policía.

Y estaría muerto o en la cárcel para el momento en que lo hiciera.

-Mira, no puedo, nadie me va a creer, tengo miedo, ellos me amenazaron, tienes que creerme.
-Te creo, pero no sé, se supone que la policía te ayude, ellos pueden probar que es tu hijo.
-¿Pero cuando? No sé lo que me pueda pasar, podrían hacerme algo.

Otra vez el silencio. Claro, Arturo estaba midiendo los hechos, decidiendo si debía continuar o no.

-¿Dónde estás?
-No puedo decírtelo.
-¿Que vas a hacer?
-Por ahora estar lejos de todo. Después voy a ver como consigo arreglar las cosas.
-Está bien, pero tienes que saber que la policía está buscándote, todos están pendientes.
-Necesito saber si estás conmigo.
-¿Bromeas? Claro que si, por algo soy tu amigo, si dices que es tu hijo lo es, solo necesito saber que vas a arreglarlo, que vas a aparecer y a decir toda la verdad.
-Lo haré.
-No vuelvas a entrar a éste sitio ni a tus redes, deben estar rastreándote.
-¿Que vas a hacer?
-Esperar a que la policía venga a buscarme, les diré que te fuiste y que no sé donde estás.
-Gracias.
-No me lo agradezcas tanto, solo cuidate. Y vuelve.

Enseguida apareció desconectado. Por seguridad se desconectó también, con las letras de Arturo grabadas en la mente ¿Realmente las cosas se habían torcido tanto en el último tiempo? Pensar que podía ir a la policía era sencillo, pero esa voz amable amenazándolo le había dicho muchas cosas más de las que se escuchaban; de alguna manera sabía que si volvía, le quitarían a Ariel, y después de eso, lo que pasara con él en la cárcel era algo que solo se había imaginado por reportajes en la televisión, y era demasiado crudo como para exponerse.



                                        4



Armendáriz estaba detenido en su autómovil en medio de la nada, en medio de la noche y en medio de una serie de sentimientos que no se esperaba. En su carrera se había guiado exitosamente por su instinto, pero en esos momentos las cosas no estaban ocurriendo como se lo esperaba desde un principio, había algo mal.
Entonces recibió una llamada de Marianne, una de sus oficiales.

-Marianne.
-Señor, tengo algunas noticias.
-¿Que ocurrió?
-Estuvimos revisando la información de la gente cercana a Segovia, y hay un correo sospechoso, creo que es un mensaje en clave.
-No pierdan tiempo en descifrarlo, busquen a la persona que la envió y entrevistenla.

Cortó, pero de inmediato recibió otra llamada.

-Señor, soy Méndez.

Su corazón ni siquiera se agitó; sabía que no tendría buenas noticias.

-¿Que hay?
-Ya estamos en la zona adonde se supone que tendría que estar Segovia. No hay rastros de él.
-Dejen dos puntos fijos y los demás regresen por la carretera, después los contacto.
-Está bien señor.

Cortó y se quedó mirando la carretera; tenía un presentimiento, algo que podía parecer tonto de su parte, pero de todas maneras estaba ahí, presente, dando vueltas en su mente. Segovia, como la mayoría de las personas, iría a través de la carretera hacia la siguiente zona poblada, o en su defecto iría por un desvío, es decir por donde mismo iba él, pero no estaba ahí, y parecía no estar en ninguna parte. ¿Que pasaba con ese hombre, que había de él que no sabía y que ahora lo hacía desaparecer frente a sus ojos?
En ese momento el sueño amenazaba su cuerpo, pero no iba a dormirse, estaba entrenado para no dormir si era necesario, y se quedaría en la ruta, rastreando, porque sabía que estaba ahí, y no podía tardarse tanto en encontrarlo, solo tenía que ser más preciso, y todo terminaría.